En el camino ancho hay lugar para todo

1 EL CAMINO ANGOSTO “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que e

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EL CAMINO PARA TU SALUD © 2 0 0 9 E L C A M I N O C H I L D R E N AND FAMILY S E R V I C ES , I N C . EDICIÓN No. 50 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS REA

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EL CAMINO ANGOSTO “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mat. 7: 13, 14.) ¿Qué comparación hizo Jesús con lo que pasaba en las ciudades de sus días? “En los tiempos de Cristo los habitantes de Palestina vivían en ciudades amuralladas, mayormente situadas en colinas o montañas. Se llegaba a las puertas, que se cerraban a la puesta del sol, por caminos empinados y pedregosos, y el viajero que regresaba a casa al fin del día, con frecuencia necesitaba apresurarse ansiosamente en la subida de la cuesta para llegar a la puerta antes de la caída de la noche. El que se retrasaba quedaba afuera. “El estrecho camino ascendente que conducía al hogar y al descanso, dio a Jesús una conmovedora imagen del camino cristiano. La senda que os he trazado, dijo, es estrecha; la entrada a la puerta es difícil; porque la regla de oro excluye todo orgullo y egoísmo. Hay, en verdad, un camino más ancho, pero su fin es la destrucción. Si queréis seguir la senda de la vida espiritual, debéis subir continuamente; debéis andar con los pocos, porque la muchedumbre escogerá la senda que desciende.” (El Discurso Maestro de Jesucristo, pp. 116, 117). ¿Cuál es la diferencia entre un camino y otro, y entre los que los recorren? “Estos caminos son distintos, separados, y van en dirección opuesta. Uno conduce a la muerte eterna, y el otro a la vida eterna. Uno es ancho y suave y el otro es estrecho y áspero. La gente que viaja por ellos es opuesta en carácter, en vida, en vestido y en conversación. “Los que van por el camino estrecho hablan de la felicidad que tendrán al final del viaje.... No se visten como los del camino ancho, ni hablan como ellos, ni actúan como ellos. Han recibido un modelo, un Varón de dolores, experimentado en quebranto, que abrió ese camino para ellos y viajó por él. Sus seguidores ven sus pisadas y se consuelan y alegran. Él lo recorrió a salvo, y ellos también pueden sentirse seguros, si van tras sus pasos. “En el camino ancho, todos están ocupados consigo mismos, con sus vestidos y placeres. Participan abundantemente de alegría y fiestas, y no piensan en el final del camino, en la ruina que aguarda al final de todo. Cada día se aproximan más a su destrucción y, sin embargo, se apresuran locamente más y más... “Los que desean realizar cualquier sacrificio por la vida eterna, la conseguirán. Y vale la pena sufrir por ella, vale la pena crucificar el yo por ella, y sacrificar los ídolos por ella (Review and Herald, 12-12-1882). (A fin de conocerle, p. 305).

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En el camino ancho hay lugar para todo. “Por el camino a la muerte puede marchar todo el género humano, con toda su mundanalidad, todo su egoísmo, todo su orgullo, su falta de honradez y su envilecimiento moral. Hay lugar para las opiniones y doctrinas de cada persona; espacio para que sigan sus propias inclinaciones y para hacer todo cuanto exija su egoísmo. Para andar por la senda que conduce a la destrucción, no es necesario buscar el camino, porque la puerta es ancha; y espacioso el camino, y los pies se dirigen naturalmente a la vía que termina en la muerte. “Por el contrario, el sendero que conduce a la vida es angosto, y estrecha la entrada. Si nos aferramos a algún pecado predilecto, hallaremos la puerta demasiado estrecha. Si deseamos continuar en el camino de Cristo, debemos renunciar a nuestros propios caminos, a nuestra propia voluntad y a nuestros malos hábitos y prácticas. El que quiere servir a Cristo no puede seguir las opiniones ni las normas del mundo. La senda del cielo es demasiado estrecha para que por ella desfilen pomposamente la jerarquía y las riquezas; demasiado angosta para el juego de la ambición egoísta; demasiado empinada y áspera para el ascenso de los amantes del ocio. A Cristo le tocó la labor, la paciencia, la abnegación, el reproche, la pobreza y la oposición de los pecadores. Lo mismo debe tocarnos a nosotros, si alguna vez hemos de entrar en el paraíso de Dios.” DMJ p. 117 ¿Porqué parece tan atractivo el camino ancho? “Satanás tiene hoy gran poder en el mundo. Se le ha permitido tener esta tierra como propiedad por un tiempo limitado. Durante este período, mientras prevalece la iniquidad, se da a los hombres y las mujeres la oportunidad de tomar posiciones. En toda forma posible Satanás trata de hacer que el camino ancho resulte atractivo y el angosto penoso, humillante y objetable. Traza planes ingeniosos para inducir a los hombres y las mujeres a dar rienda suelta al apetito. Los placeres vulgares que no proporcionan verdadera satisfacción se multiplican en esta era degenerada. Satanás arroja su hechizo sobre estas diversiones, que eclipsan las verdades eternas. Muchos venderán su primogenitura como lo hizo Esaú por una frívola recompensa en la indulgencia del apetito. El placer mundanal les parecerá más deseable que la primogenitura celestial.” Alza tus ojos, p. 37. ¿Pero es acaso el camino ancho un camino feliz? “No deduzcamos, sin embargo, que el sendero ascendente es difícil y la ruta que desciende es fácil. A todo lo largo del camino que conduce a la muerte hay penas y castigos, hay pesares y chascos, hay advertencias para que no se continúe. El amor de Dios es tal que los desatentos y los obstinados no pueden destruirse fácilmente. Es verdad que el sendero de Satanás parece atractivo, pero es todo engaño; en el camino del mal hay remordimiento amargo y dolorosa congoja. Pensamos tal vez que es agradable seguir el orgullo y la ambición mundana; mas el fin es dolor y remordimiento. Los propósitos egoístas pueden ofrecer promesas halagadoras y una esperanza de gozo; pero

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veremos que esa felicidad está envenenada y nuestra vida amargada por las expectativas fincadas en el yo. Ante el camino descendente la entrada puede relucir de flores; pero hay espinas en esa vía. La luz de la esperanza que brilla en su entrada se esfuma en las tinieblas de la desesperación, y el alma que sigue esa senda desciende hasta las sombras de una noche interminable. "El camino de los transgresores es duro", pero las sendas de la sabiduría son "caminos deleitosos, y todas sus veredas paz". (Proverbios 13: 15; 3: 17). Cada acto de obediencia a Cristo, cada acto de abnegación por él, cada prueba bien soportada, cada victoria lograda sobre la tentación, es un paso adelante en la marcha hacia la gloria de la victoria final. Si aceptamos a Cristo por guía, él nos conducirá en forma segura. El mayor de los pecadores no tiene por qué perder el camino. Ni uno solo de los que temblando lo buscan ha de verse privado de andar en luz pura y santa. Aunque la senda es tan estrecha y tan santa que no puede tolerarse pecado en ella, todos pueden alcanzarla y ninguna alma dudosa y vacilante necesita decir: Dios no se interesa en mí.” (DMJ, pp. 117, 118). ¿Cuáles son los deleites puros del camino angosto? “Puede ser áspero el camino, y la cuesta empinada; tal vez haya trampas a la derecha y a la izquierda; quizá tengamos que sufrir penosos trabajos en nuestro viaje; puede ser que cuando estemos cansados y anhelemos descanso, tengamos que seguir avanzando; que cuando nos consuma la debilidad, tengamos que luchar; o que cuando estemos desalentados, debamos esperar aún; pero con Cristo como guía, no dejaremos de llegar al fin al anhelado puerto de reposo. Cristo mismo recorrió la vía áspera antes que nosotros y allanó el camino para nuestros pies. “A lo largo del áspero camino que conduce a la vida eterna hay también manantiales de gozo para refrescar a los fatigados. Los que andan en las sendas de la sabiduría se regocijan en gran manera, aun en la tribulación; porque Aquel a quien ama su alma marcha invisible a su lado. A cada paso hacia arriba disciernen con más claridad el toque de su mano; vívidos fulgores de la gloria del Invisible alumbran su senda, y sus himnos de loor, entonados en una nota aún más alta, se elevan para unirse con los cánticos de los ángeles delante del trono. "La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto". (Proverbios 4: 18). (DMJ, pp. 118, 119) El engaño de muchos adventistas: creen que están en el camino angosto, pero están en el ancho. “Vi que muchos de los que iban por ese camino ancho llevaban escritas sobre sí estas palabras: "Muerto para el mundo. El fin de todas las cosas está cerca. Preparaos también." Su aspecto era el mismo que el de todos los demás frívolos seres que los rodeaban, excepto cierto aire de tristeza que se advertía en sus semblantes. Su conversación era igual a la de las alegres y atolondradas gentes que con ellos iban, aunque de vez en cuando se detenían a señalar con mucha satisfacción el letrero de sus

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vestidos, y exhortaban a los demás a que también se lo pusiesen en los suyos. Iban por el camino ancho, y sin embargo, decían pertenecer a la compañía que viajaba por el camino estrecho; pero sus compañeros les replicaban: "No hay distinción entre nosotros. Somos iguales. Vestimos, hablarnos y obramos de igual manera." Joyas de los testimonios, t. 1, p.34. “No podemos ser cristianos mientras vivimos para complacernos. Si seguimos al Maestro, debemos entrar por la puerta estrecha de la abnegación. Para muchos de los que profesan piedad, esta puerta de la abnegación es demasiado estrecha. Quieren una senda más fácil y están tratando de ascender por otro camino. No quieren seguir en las huellas de nuestro Redentor. A los tales Cristo llama ladrones y robadores. Toman el nombre de cristianos, que no les corresponde, porque no representan en su vida la vida de Cristo. Invocan los privilegios que pertenecen a los hijos de Dios, en circunstancias que nada tienen que ver con él. Viven vidas egoístas sobre la tierra y no hacen la obra que debieran haber hecho en favor de la verdad y la salvación de las almas. Es triste el destino de estas personas que se engañan a sí mismas. Nunca verán el cielo porque no están dispuestas a participar de la vergüenza y el reproche que Jesús sufrió por ellas.” (Carta 30, del 26 de mayo de 1874, dirigida a sus hijos). (Cada día con Dios, p.155). Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. (Luc. 13: 24.) ¿Cómo se esforzaban los viajeros atrasados para entrar por la puerta angosta? “El viajero atrasado, en su prisa por llegar a la puerta antes de la puesta del sol, no podía desviarse para ceder a ninguna atracción en el camino. Toda su atención se concentraba en el único propósito de entrar por la puerta. La misma intensidad de propósito, dijo Jesús, se requiere en la vida cristiana. Os he abierto la gloria del carácter, que es la gloria verdadera de mi reino. Ella no os brinda ninguna promesa de dominio mundanal; a pesar de eso, es digna de vuestro deseo y esfuerzo supremos. No os llamo para luchar por la supremacía del gran imperio mundial, mas esto no significa que no hay batallas que librar ni victorias que ganar. Os invito a esforzaros y a luchar para entrar en mi reino espiritual. “La vida cristiana es una lucha y una marcha; pero la victoria que hemos de ganar no se obtiene por el poder humano. El terreno del corazón es el campo de conflicto. La batalla que hemos de reñir, la mayor que hayan peleado los hombres, es la rendición del yo a la voluntad de Dios, el sometimiento del corazón a la soberanía del amor. La vieja naturaleza nacida de la sangre y de la voluntad de la carne, no puede heredar el reino de Dios. Es necesario renunciar a las tendencias hereditarias, a las costumbres anteriores.” (DMJ, pp. 119). ¿Porqué nos resulta tan difícil vencer? “Una puerta estrecha significa una puerta por la que resulta difícil entrar. Mediante esta ilustración, Cristo mostró cuán difícil es que los seres humanos dejen el

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mundo y sus atracciones para obedecer sinceramente y con amor los mandamientos de Dios. Es fácil entrar por la puerta ancha. No exige las restricciones que causan dolor al corazón humano. La abnegación y el sacrificio no se ven en el camino ancho. En él, el apetito depravado y las inclinaciones antinaturales encuentran amplio lugar. En él, se ven complacencia propia, orgullo, envidia, malas conjeturas, amor al dinero y exaltación personal (Manuscrito 165, 1899). “Cristo dijo: "Esforzaos a entrar". Debemos sentir nuestra constante dependencia de Dios, y la gran debilidad de nuestra sabiduría y juicio y poder, y luego depender enteramente del que venció al enemigo por nosotros, porque él se compadeció de nuestra debilidad y sabía que seríamos vencidos y pereceríamos, si no acudía en nuestra ayuda... No penséis que podéis ganar la recompensa eterna mediante esfuerzos fáciles o comunes. Tenéis un enemigo astuto tras vuestros pasos. "Al que venciere le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3: 21). Esta es la lucha para vencer como Cristo ha vencido. Su vida de tentación, pruebas, luchas y conflictos, está delante de nosotros para que la imitemos. Podemos hacer esfuerzos con nuestro propio poder, pero no tendremos éxito. Pero cuando caemos desvalidos, sufrientes y necesitados sobre la roca de Cristo, sintiendo íntimamente que nuestra victoria depende de sus méritos; que todos nuestros esfuerzos, sin la ayuda especial del gran Vencedor, no servirán de nada, entonces Cristo envía a cada ángel de gloria a rescatarnos del poder del enemigo para que no caigamos (Carta 1b, 1873). (A fin de conocerle, p. 306). ¿Qué doloroso descubrimiento hacemos al comenzar la vida cristiana? “El que decida entrar en el reino espiritual descubrirá que todos los poderes y las pasiones de una naturaleza sin regenerar, sostenidos por las fuerzas del reino de las tinieblas, se despliegan contra él. El egoísmo y el orgullo resistirán todo lo que revelaría su pecaminosidad. No podemos, por nosotros mismos, vencer los deseos y hábitos malos que luchan por el dominio. No podemos vencer al enemigo poderoso que nos retiene cautivos. Únicamente Dios puede darnos la victoria. El desea que disfrutemos del dominio sobre nosotros mismos, sobre nuestra propia voluntad y costumbres. Pero no puede obrar en nosotros sin nuestro consentimiento y cooperación. El Espíritu divino obra por las facultades y los poderes otorgados a los hombres. Nuestras energías han de cooperar con Dios.” (DMJ pp. 119, 120) ¿Cuál es la única manera de mantenernos en el camino angosto? “No se gana la victoria sin mucha oración ferviente, sin humillar el yo a cada paso. Nuestra voluntad no ha de verse forzada a cooperar con los agentes divinos; debe someterse de buen grado. Aunque fuera posible que él nos impusiera la influencia del Espíritu de Dios con una intensidad cien veces mayor, eso no nos haría necesariamente cristianos, personas listas para el cielo. No se destruiría el baluarte de Satanás. La voluntad debe colocarse de parte de la voluntad de Dios. Por nosotros mismos no podemos someter a la voluntad de Dios nuestros propósitos, deseos e inclinaciones; pero

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si estamos dispuestos a someter nuestra voluntad a la suya, Dios cumplirá la tarea por nosotros, aun "refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo". Entonces nos ocuparemos de nuestra "salvación con temor y temblor, porque Dios" producirá en nosotros "así el querer, como el hacer, por su buena voluntad".(2 Corintios 10: 5; Filipenses 2: 12, 13). DMJ, pp. 119, 120. ¿Porqué muchos se perderán aun deseando salvarse? “Muchos son atraídos por la belleza de Cristo y la gloria del cielo y, sin embargo, rehúyen las únicas condiciones por las cuales pueden obtenerlas. Hay muchos en el camino ancho que no están del todo satisfechos con la senda en que andan. Anhelan escapar de la esclavitud del pecado y tratan de resistir sus costumbres pecaminosas con sus propias fuerzas. Miran el camino angosto y la puerta estrecha; pero el placer egoísta, el amor del mundo, el orgullo y la ambición profana alzan una barrera entre ellos y el Salvador. La renuncia a su propia voluntad y a cuanto escogieron como objeto de su afecto o ambición exige un sacrificio ante el cual vacilan, se estremecen y retroceden. Muchos procurarán entrar, y no podrán". S. Lucas 13: 24. Desean el bien, hacen algún esfuerzo para obtenerlo, pero no lo escogen; no tienen un propósito firme de procurarlo a toda costa.” DMJ, pp.120, 121. ¿Cuál es nuestra única esperanza? “Nuestra única esperanza, si queremos vencer, radica en unir nuestra voluntad a la de Dios, y trabajar juntamente con él, hora tras hora y día tras día. No podemos retener nuestro espíritu egoísta y entrar en el reino de Dios. Si alcanzamos la santidad, será por el renunciamiento al yo y por la aceptación del sentir de Cristo. El orgullo y el egoísmo deben crucificarse. ¿Estamos dispuestos a pagar lo que se requiere de nosotros? ¿Estamos dispuestos a permitir que nuestra voluntad sea puesta en conformidad perfecta con la de Dios? Mientras no lo estemos, su gracia transformadora no puede manifestarse en nosotros. “La guerra que debemos sostener es "la buena batalla de la fe". Por "lo cual también trabajo -dijo el apóstol Pablo-, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí".(1 Timoteo 6: 12; Colosenses 1: 29)” DMJ, p. 121 ¿Cuál fue el secreto de Jacob para vencer en el momento clave de su vida? Génesis 32: 9 – 12 y 24 – 28. “En la crisis suprema de su vida, Jacob se apartó para orar. Lo dominaba un solo propósito: buscar la transformación de su carácter. Pero mientras suplicaba a Dios, un enemigo, según le pareció, puso sobre él su mano, y toda la noche luchó por su vida. Pero ni aun el peligro de perder la vida alteró el propósito de su alma. Cuando estaba casi agotada su fuerza, ejerció el Ángel su poder divino, y a su toque supo Jacob con quién había luchado. Herido e impotente, cayó sobre el pecho del Salvador, rogando que lo bendijera. No pudo ser desviado ni interrumpido en su ruego y Cristo concedió el pedido

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de esta alma débil y penitente, conforme a su promesa: "¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo" Isaías 27: 5. Jacob alegó con espíritu determinado: "No te dejaré, si no me bendices". Este espíritu de persistencia fue inspirado por Aquel con quien luchaba el patriarca. Fue él también quien le dio la victoria y cambió su nombre, Jacob, por el de Israel, diciendo: "Porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido" Génesis 32: 26, 28. Por medio de la entrega del yo y la fe imperturbable, Jacob ganó aquello por lo cual había luchado en vano con sus propias fuerzas. "Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe"; 1ª Jn 5: 4. (DMJ, pp.121, 122). ¿Qué invitación nos hace hoy el Señor Jesús? “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mat. 11: 28, 29.) “Nuestro Salvador compró la raza humana mediante la humillación más extrema. . . Nos indica el único camino que lleva a la puerta estrecha, que da al sendero angosto más allá del cual hay amplios y hermosos prados. El ha señalado cada paso en el sendero, y para que nadie se equivoque, nos dice qué tenemos que hacer. "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mat, 11: 29, 30). Esta es la única manera en la cual pueden ser salvados los pecadores. Sabiendo que nadie puede obedecer esta orden con su propia fuerza, Cristo nos dice que no nos preocupemos ni desmayemos, sino que recordemos lo que él puede hacer si acudimos a él, confiando en su poder. Dice: Si tomáis el yugo juntamente conmigo, vuestro Redentor, yo seré vuestra fuerza, vuestra suficiencia. “Las bendiciones implicadas en esta invitación de Cristo sólo podrán ser experimentadas y gozadas por aquellos que toman el yugo de Cristo. Al aceptar esta invitación retiramos del mundo nuestra simpatía y nuestro afecto, y los ponemos donde podamos gozar de la bendición del íntimo compañerismo y comunión con Dios. Al acudir a Cristo uniremos nuestros intereses con los suyos. . . “El Señor ha dispuesto que cada alma que obedezca su palabra disfrute de su gozo, su paz y su continuo poder protector. Tales hombres y mujeres siempre son atraídos cerca de él, no sólo cuando se arrodillan para orar sino también cuando realizan los deberes de la vida. Ha preparado para ellos un lugar donde pueden morar con él, donde la vida se purifica de toda ordinariez y fealdad. Mediante su ininterrumpida comunión con él son hechos colaboradores con él en la obra de su vida. . . “El nos invita: Venid a mí. Llevad mi yugo sobre vosotros. No os pido que hagáis nada que yo no haya hecho antes. Todo lo que os pido es que sigáis mi ejemplo. Caminad por el sendero que yo he trazado. Poned vuestros pies en mis pisadas”. (Review and Herald, 23 de octubre, 1900). En los lugares celestiales, p. 53

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UNA MARAVILLOSA VISIÓN PARA EL TIEMPO DEL FIN: EL CAMINO SE HACE CADA VEZ MÁS ANGOSTO Por el Camino Angosto - 31 “MIENTRAS estaba en Battle Creek (Míchigan), en agosto de 1868, soñé que me hallaba con un gran número de gentes, dispuestas en su mayor parte a emprender un viaje. Íbamos en unos carros pesadamente cargados, y el camino se extendía en subida, con un precipicio a un lado y al otro una pared alta, lisa y llana. “A medida que marchábamos, el camino se hacía más estrecho y escarpado. En algunos trechos era tan angosto que nos pareció imposible seguir con los pesados carros, así que desenganchamos los caballos para montar en ellos con parte de la carga y proseguir el viaje; pero cada vez era más estrecho el camino y nos vimos obligados a arrimarnos contra la pared para no caer en el precipicio que se abría al otro lado del camino. Al hacer esto, el equipaje que los caballos llevaban tocaba la pared, y nos hacía desviar hacia el precipicio. Temíamos caer en él y quedar destrozados contra las rocas. Entonces libramos a los caballos del bagaje, que cayó al precipicio, y continuamos marchando a caballo, con grandísimo temor de que al llegar a uno de los trechos más angostos del camino perdiéramos el equilibrio y cayéramos; pero en estos casos, parecía como si una mano invisible tomara las riendas y nos guiara por el peligroso camino. “Sin embargo, llegó a ser tal la estrechez, que comprendimos la imposibilidad de ir seguros a caballo, por lo que nos apeamos y seguimos la marcha a pie, en fila, hollando cada cual los pasos del delantero. En este punto, desde el borde superior de la blanca pared nos echaron unas cuerdas a las que nos asimos anhelosamente, y nos ayudaron a mantenernos en equilibrio en el sendero. Según marchábamos, las cuerdas se movían al compás de nuestros pasos. Finalmente se volvió tan sumamente estrecho el camino que para andar con mayor seguridad nos descalzamos y continuamos la marcha sin zapatos. Luego comprendimos que mejor todavía caminaríamos sin calcetines, y nos los quitamos para seguir andando a pie completamente descalzos. “Entonces nos acordamos de quienes no estaban acostumbrados a privaciones y penalidades ¿En dónde se hallaban? No los veíamos en nuestra compañía. A cada mudanza del camino, se rezagaban algunos y sólo quedaban los que habían habituado soportar las penalidades. Las privaciones del camino no tenían otro efecto sino estimularlos a mayor esfuerzo para llegar al fin. “Crecía nuestro peligro de caer en el precipicio, y nos arrimábamos con más presión a la pared blanca; pero no podíamos asentar plenamente los pies en el sendero porque era demasiado estrecho. Entonces, suspendiéndonos casi por entero de las cuerdas, exclamábamos: "¡Nos sostienen desde arriba! ¡Nos sostienen desde arriba!" Y estas mismas palabras pronunciaban todos cuantos recorrían el angosto sendero. “Nos estremecíamos al oír la algazara y las orgías que venían de abajo del precipicio. Oíamos blasfemias, juramentos, burlas y chanzas ruines y canciones obscenas. Oíamos cantos de guerra y cantos de orgía. Oíamos el son de instrumentos musicales y ruidosas risas entremezcladas con maldiciones y gritos de angustia y amargos gemidos, por lo que se avivaba nuestro deseo de mantenernos en el angosto y áspero

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camino. Muchas veces nos veíamos en la precisión de suspendernos enteramente de las cuerdas, cuyo tamaño iba siendo mayor a medida que adelantábamos en la marcha. “Advertí que la hermosa pared blanca estaba salpicada de sangre, y causaba pena el verla así manchada. Sin embargo, este penoso sentimiento duró sólo un instante, pues al punto comprendí que eran necesarias las cruentas salpicaduras, a fin de que cuantos vayan por el angosto sendero sepan que otros les precedieron y que, por lo tanto, también ellos pueden seguirlo, de modo que, si brota sangre de sus doloridos pies, no se desanimen ni desfallezcan, sino que, al ver las manchas de sangre en la pared, conozcan que otros sufrieron el mismo dolor. “Por fin llegamos a un anchuroso barranco en donde terminaba nuestro sendero. No había puente sobre que posar los pies ni vereda para guiarlos. Hubimos de poner entonces toda nuestra confianza en las cuerdas, cuyo tamaño era ya igual al de nuestros cuerpos. Durante algún tiempo permanecimos allí perplejos y angustiados, preguntándonos con temeroso susurro: "¿En dónde están prendidas estas cuerdas?" Mi esposo estaba precisamente delante de mí. Le chorreaba sudor de la frente, y tenía hinchadas a doble calibre del normal las venas del cuello y de las sienes, y prorrumpía en entrecortados y angustiosos sollozos. También chorreaba el sudor de mi rostro y sentía una angustia como nunca hasta entonces había sentido. Nos aguardaba una tremenda lucha y si allí sucumbíamos, todas las dificultades sufridas en el camino eran en vano. “Ante nosotros, al otro lado del barranco se extendía un amenísimo campo de verde hierba, de unas seis pulgadas (15 cm) de alto. Yo no podía ver el sol, pero brillantes y suaves rayos de luz, semejantes a fino polvillo de oro y plata bañaban el campo. Nada había visto yo en la tierra comparable a la gloria y hermosura de este campo. Pero ¿nos sería posible llegar a él? Esto nos preguntábamos anhelosamente. Si se rompía la cuerda, pereceríamos. De nuevo, murmuramos con angustia: "¿Qué sostiene la cuerda?" “Por un momento titubeamos; pero luego dijimos: "Nuestra única esperanza está en confiar enteramente en la cuerda, que ha sido nuestro sostén durante las dificultades del camino. No habrá de fallarnos." Sin embargo, todavía vacilábamos con desaliento; y entonces se oyeron estas palabras: "Dios sostiene la cuerda. No hay por qué temer." Estas mismas palabras repitieron cuantos tras de nosotros venían, añadiendo: "Dios no ha de faltarnos, pues nos trajo hasta aquí en seguridad." “Mi esposo saltó entonces por encima del abismal barranco, y puso los pies en el hermoso campo que al otro lado se extendía. Yo le seguí inmediatamente, y ¡oh, cuán profundo consuelo y gratitud hacia Dios sentimos! Oí voces que en triunfo alababan a Dios. Yo era feliz, completamente feliz. “Desperté y vi que de resultas de la ansiedad experimentada al cruzar el abismo, parecían temblar todos mis nervios. Este sueño no necesita comentario. Me impresionó de tal manera que, sin duda, todas sus vicisitudes estarán vívidamente representadas ante mí mientras conserve la memoria. “En todo tiempo, los elegidos del Señor han sido educados y disciplinados en la escuela de la prueba. Anduvieron en los angostos senderos de la tierra; fueron

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purificados en el horno de la aflicción. Por causa de Jesús sufrieron la oposición, el odio y la calumnia. Le siguieron al través de luchas dolorosas; soportaron el sacrificio de sí mismos y experimentaron amargos desengaños. Por su propia dolorosa experiencia conocieron los males del pecado, su poder, la responsabilidad que envuelve, su maldición; y le miran con horror. Al darse cuenta de la magnitud del sacrificio hecho para curarlo, se sienten humillados ante sí mismos, y sus corazones se llenan de una gratitud y alabanza que no pueden apreciar los que nunca han caído. Aman mucho porque se les ha perdonado mucho. Habiendo participado de los sufrimientos de Cristo, están en condición de participar de su gloria.” (Testimonios selectos, t. 1, p. 177 - 182)

Muy pronto esta visión se cumplirá en la batalla que los hijos de Dios tendrán que luchar a partir del momento que comience la persecución contra los adventistas. Poco después de la ley dominical nos hallaremos en situaciones difíciles, seremos fugitivos y nuestra fe será probada al máximo. Tendremos que irnos a vivir al campo, y finalmente a las montañas. Cada vez tendremos que ir conformándonos con una vida más simple y sencilla, cada vez más abnegada y frugal. Aquellos que no están acostumbrados a negarse a sí mismos y privarse de algunas cosas que no son esenciales, sufrirán más, y estarán más tentados a retroceder al mundo para recibir la marca de la bestia. Tendremos que acostumbrarnos a vivir sin luz eléctrica ni todas las comodidades que ella da; tendremos que vivir sin dinero, dependiendo de la tierra y finalmente de la misericordia de Dios. Tendremos que separarnos de muchas cosas materiales, hasta finalmente perderlo todo, menos el Hogar Celestial. Si nuestra fe no es fuerte y si no hemos calculado seriamente el precio que vale la pena pagar por la vida eterna, vacilaremos y retrocederemos. Que Dios nos ayude a ser firmes hasta el fin. “Sé paciente, soldado cristiano. Aún un poco, y el que ha de venir vendrá. La noche de cansadora espera, vigilia y aflicción, casi ha pasado. Pronto se dará la recompensa; el eterno día amanecerá. No hay tiempo para dormir ahora; no hay tiempo que perder en inútiles lamentos. El que ahora se aventure a dormitar perderá preciosas oportunidades de hacer bien. Se nos ha concedido el bendito privilegio de recoger gavillas en la gran siega; y cada alma salvada será una estrella adicional en la corona de Jesús, nuestro adorable Redentor. ¿Quién está ansioso por deponer la armadura, cuando, continuando la batalla un poco más, obtendrá nuevas victorias y logrará nuevos trofeos para la eternidad?” (R. H., 25 de octubre de 1881.) Servicio Cristiano, p. 339 “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” Apoc 3: 21. Que el Señor te bendiga mucho. Amén.

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