Francisco de Quevedo. Garcilaso de la Vega

Literatura española. Renacimiento y barroco literario. Recuperación y desmitificación: El mito de Dafne. Desmistificación

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Introducción: Desde la famosa versión de la Metamorfosis de Ovidio, este mito es uno de los paradigmas del amor no correspondido: el desdichado Apolo, herido por una flecha de oro proveniente de la aljaba del hijo de Venus, Cupido, persigue en vano a Dafne, herida de plomo (flecha que la hace huir hasta del nombre del amor), y en el momento de alcanzarla, tras una ardua persecución, ella se metamorfosea en laurel, cuya madera incluso huye de los besos de Apolo: refugit tamen oscula lignum; pero que acabará siendo símbolo de su triunfo: tu ducibus laetis aderis, cum laeta trimphum vox canet et vist longas Capitolia pompas. Tanto el autor de la Metamorfosis como el mito de Dafne han tenido gran influencia en la Literatura Española y Occidental. A través de dos autores (Garcilaso de la Vega y Francisco de Quevedo) que recrean el mito se verá como en el breve lapso de tiempo que separa las obras de ambos, su valor y visión en la Literatura Española experimenta un cambio: desde su mejor consolidación en lo más clásico y refinado de la poesía renacentista hasta su caso banalización y relativización (tal vez similar a la de los Diálogos de Luciano de Samosata) en la crisis barroca. En un siglo escaso, dos tratamientos del mito, dos formas de ver la vida y el arte. Garcilaso de la Vega (1501 − 1536): En el siglo de Oro español, la recurrencia a mitos clásicos fue constante y el caso de Daphne no fue una excepción: el tratamiento que le da Garcilaso es el propio de una vuelta a lo clásico, dentro de su petrarquismo habitual: "en verdes hojas vi que se tornaban / los cabellos qu' el oro escurecían (...) los blancos pies en tierra se hincaban / y en torcidas raíces se volvían (...). En el Soneto XIII de Garcilaso, como en la decisiva versión de Ovidio, el mito se siento desde el ego personal, conservando la terrible decisión del fatum clásico en el círculo vicioso del dolor amoroso. La reproducción del mito, empero, es más fidedigna y tangible en las estancias 19−21 de la Égloga III, donde los ecos ovidianos son más claros en cuanto a su relación argumental: (...) que hizo a Apolo consumirse en lloro, / después que le enclavó con punta d'oro (...) o (...) llora el amante y busca ser el primero / besando y abrazando aquél madero. En resumen, Garcilaso trata el mito con respeto y, evidentemente, lo hace digno de la poesía clásica española renacentista, alcanzando una catarsis que fácilmente se explica en su relación vida−obra. Francisco de Quevedo y Villegas (XXXX − XXXX): Este autor, uno de los imprescindibles del llamado Segundo siglo de Oro español, también trata el tema, pero en él se nota ya una evolución, que en mi opinión es fundamental: en el poema De Dafne y Apolo. Fábula., que según James O. Crosby, se encuentra imbuido de respeto artístico (opinión que no discuto), puede percibirse ya que los tiempos han cambiando, aunque sea desde una perspectiva más amplia que la del mero tratamiento del mito: el mito se recrea en quintillas, con una belleza menor, no tan sometida a las solemnes imitaciones en depurados endecasílabos apoyados de heptasílabos en las silvas, liras o sonetos del s. XVI: Escondióse en la corteza la nieve del pecho helado y la flor de su belleza,

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dejó en la flor un traslado que al aire presta riqueza. Pero si la recreación del mito de Dafne convertida en laurel tras la persecución de Apolo tiene importancia en Quevedo es, en mi opinión por las consiguientes sátiras que de él hace en dos sonetos complementarios: A Apolo, siguiendo a Dafne y A Dafne, huyendo de Apolo. En un Quevedo cada vez más maduro y desengañado, los mitos e ideales van perdiendo terreno. No es, pues, de extrañar que se dé una peculiar revisión argumental y que el respeto hacia él desaparezca totalmente. Distanciando su persona de la escena, en cuanto a que no se mete en la piel de Apolo; al contrario, se dirige así al apasionado dios del sol: La ninfa Dafne, que se afufa y calla si la quieres gozar, calla y no alumbres (...) y a la ninfa: Tras vos un alquimista va corriendo Dafne, que llaman sol (...) Estas parodias rebosan de una amplia significación: l mito ya no es un mito, no merece un tratamiento sagrado −ni humana, ni religiosamente− y se puede hacer burla de él. Lo que en la Edad Clásica y en el Renacimiento era un desamor marcado por el destino, puede llevarse en el Barroco a una visión similar a un vulgar amancebamiento, factible tal vez con el vil metal. Quevedo en la parodia de un mito: crisis, Barroco...; modernidad. Conclusión: Tras la caída del Imperio Romano, en la conservación medieval, el mito de Dafne se había visto como tal (esto es, teniendo siempre presente la sublime versión de Ovidio) a lo largo de los siglos, y Garcilaso pretendió −y consiguió− darle ese lugar en la Literatura Española. En una de las formas predilectas del Renacimiento, el soneto, y en un apartado de una de sus más largas creaciones de inspiración clásica, la égloga −; ni siquiera un siglo más tarde, el valor sublime que donó Garcilaso al mito para la Literatura Española ha decaído y la versión de Quevedo parece a primera vista menor en cuanto a forma artística. Y más tarde surgen las sátiras; el fin de Dafne puede ser el mismo: en uno de los paródicos sonetos de Quevedo, también acaba convertida en árbol: Esto la dije, y en cortezas duras de laurel se irguió contra sus tretas y en escabeche el sol se quedó a oscuras. Pero ya no se siente el dolor de Apolo; el narrador (acaso autor − narrador) se distancia del mito y ahora Apolo puede no ser más que un simplón que, dicho llanamente, se ha quedado a dos velas. Quevedo ha planteado que el hecho de un amor−deseo no correspondido puede ser visto sin las refinadas lágrimas garcilasianas, y da una prueba más de que se está llegando a un punto en la cultura occidental en el que mito clásico, además de perder su originario valor religioso o metafórico, ha perdido su originario valor necesario; el decoro ya no es necesario para tratar un mito. La modernidad llega. 2

Fuentes: • GARCILASO DE LA VEGA, Poesías castellanas completas, edición de Elías L. Rivers, editorial CASTALIA, Madrid, 1986. • OVIDIO, Metamorfosis I, edición y traducción de Antonio Ruiz de Elvira, editorial GREDOS, Madrid, 1988. • QUEVEDO, Francisco de, Poesía varia, edición de James O. Crosby, editorial CÁTEDRA, Madrid, 1985. OVIDIO, Metamorfosis I, edición y traducción de Antonio Ruiz de Elvira, editorial GREDOS, Madrid, 1988, p. 26. OVIDIO, op. cit., p. 29, v. 556. OVIDIO, op. cit., p. 29, vv. 560 − 561. GARCILASO DE LA VEGA, Poesías Castellanas Completas, edición de Elías L. Rivers, editorial CASTALIA, Madrid, 1986, p. 49. GARCILASO DE LA VEGA, op. cit., p. 49, nota a los vv. 13 − 14. GARCILASO DE LA VEGA, op. cit., p. 199, vv. 151 − 152. GARCILASO DE LA VEGA, op. cit., p. 199, vv. 167 − 168. QUEVEDO, Francisco de, Poesía varia, edición de James O. Crosby, editorial CÁTEDRA, Madrid, 1985, p. 62 (comentario del editor). QUEVEDO, Francisco de, op. cit., p. 69, vv. 76 − 80. Se trata de los sonetos 108 y 109 de la selección de Crosby en QUEVEDO, Francisco de, op. cit., pp 363 − 366. 363 − 366. Las citas textuales son de los primeros versos de cada soneto, respectivamente. Entiéndase en su sentido estricto, excluyendo, por ejemplo, épocas de banalización de tales mitos, como la Grecia helenística. QUEVEDO, Francisco de, op. cit., p. 366. Recuérdese que el hijo de Venus poseía esta ambivalencia. Recuperación y desmitificación: El mito de Dafne en Quevedo y Garcilaso 1 1

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