Geneviève Fabry Université catholique de Louvain Louvain-la-Neuve, Belgique

Geneviève Fabry Université catholique de Louvain Louvain-la-Neuve, Belgique El símbolo del pájaro en la poesía de Juan Gelman “Un pájaro vivía en mí”

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FEDERATION CYNOLOGIQUE INTERNATIONALE (AISBL) SECRETARIAT GENERAL: 13, Place Albert 1er B – 6530 Thuin (Belgique) ____________________________________

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Geneviève Fabry Université catholique de Louvain Louvain-la-Neuve, Belgique

El símbolo del pájaro en la poesía de Juan Gelman “Un pájaro vivía en mí”. Así reza el primer verso del primer poema (“Epitafio”) del primer libro publicado por Juan Gelman en 1956: Violín y otras cuestiones. Esta primera ocurrencia ya sugiere el carácter raigal y arquetípico del simbolismo del pájaro asociado al canto del poeta, y a los valores más vitales de la existencia: libertad, elevación, belleza, espiritualidad.(24) El pájaro aparece casi siempre de forma genérica (el pájaro) y, lejos de toda afectación erudita o arcaizante, se amolda con naturalidad al tono urbano de la obra primeriza de Gelman: “Porque existen las plazas. Y los pájaros” (Violín y otras cuestiones, 46). Pero ya desde este primer poema asoma una tensión típica de desarrollos posteriores de este símbolo. De hecho, al primer terceto (“Un pájaro vivía en mí./ Una flor viajaba en mi sangre./ Mi corazón era un violín.”), se opone el último (“Aquí yace un pájaro./Una flor./Un violín.”). La escritura da cuenta de una lucha agónica entre vuelo y caída, entre canto y mudez, entre la elevación y ligereza frente a la inmovilidad de los que yacen para siempre; el pájaro se convierte así en el motivo fundamental de una escritura que se desarrolla a partir de un gesto inaugural: el epitafio. No es sorprendente que los poemarios del exilio, enfrentados a la dura tarea de ser “palabra muda//donde procuro andar contra la muerte” (Carta abierta, 149), desplieguen el valor oximórico del pájaro, subyacente en el poema inaugural de la obra gelmaneana. Quizás sean los poemarios incluidos en Si dulcemente (25) los que ofrecen la paleta más rica en matices al respecto. Los compañeros muertos en aras de la Revolución emprenden un vuelo inseguro:

me pregunto qué sería / de la belleza de rodolfo ahora/ /esa belleza en vuelo lento / que le iba encendiendo los ojos/ // (Notas, 100) aplaudiría el pajarito / que se volara de vos/rodolfo/ // (Notas, 102) En concordancia con tradiciones muy antiguas,(26) el pájaro metaforiza el alma de los difuntos. A veces, el carácter universal de esta metáfora da lugar a una evocación más precisa, dotada de una connotación política: ¿o como pájaro volás / de sangre a sangre/recordando/ / o sea gorrión de resistir / al olvido/que ni una gota seque? // (Notas, 104) Pero este vuelo de los héroes de la Revolución está indisolublemente vinculado con la caída, la tristeza y la muerte: (24) Véase por ejemplo este comentario de Yurkievich. “El símbolo del pájaro abunda en la poesía de Gelman. Aporta su rica carga imaginativa. En cuanto pájaro cantor, encarna al poeta. En tanto ave volátil, representa todo lo que puede asociarse con el ser alado: el vuelo espacioso que amplía y libera, lo que levanta, lo que promueve, la soltura, el despegue, el despeje, la elevación, la belleza, todo lo que se opone a la clausura, abatimiento y bajeza”. (Yurkievch 112). (25) Volumen publicado en 1980 que incluye Notas, Carta abierta y Si dulcemente. (26) Véase al respecto el artículo “oiseau” del Dictionnaire des symboles de Chevalier y Gheerbrant (“en Egypte, un oiseau à tête d’homme ou de femme symbolise l’âme d’un défunt ou celle d’un dieu visitant la terre. La conception de l’âme-oiseau et, partant, l’identification de la mort avec un oiseau sont déjà attestées dans les religions du Proche-Orient archaïque”, etc., 697).

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estamos vivos/entre compañeros / caídos por delación o combate/ envueltos / en la intensidad de morir por el mundo/solos / o cada vez más solos bajo la noche clandestina/es decir // respira el pecho tristeza/ /arden los esos con tristeza/ / yo me llamo tristeza/ / son tristes la paloma y la tórtola // (Notas, 114) En este contexto, el canto desgarrado del padre huérfano de su hijo parece ser un intento desesperado para unirse al “vuelo” del hijo desaparecido:

(...) // ¿acaso no te soy para padrearte?/ / ¿me vas a disculpar que te hije mucho?/ / realidad que sufrís como pariendo/ / tu sufridero/¿canta para mí?/ / ¿contra mí?/¿me mostrás lo que yo sea?/ / ¿me estás alando/ala de mi furor?/ / ¿te descriaturás como paloma / que busca un ojo ciego para ver? // (Carta abierta, 139) La dicción distorsionada, típica de Carta abierta, multiplica las fórmulas paradójicas, en torno al motivo del pájaro para evocar al hijo desaparecido, este “vivomuerto” (27):

pajarito parado en aire como / visitación de su desvuelo/sangre // [152] En los libros posteriores, especialmente Citas y comentarios, se ahonda en el motivo elegíaco del pájaro enriqueciéndolo con otros aportes, sobre todo intertextuales. Las reescrituras de las Moradas de la Santa del Carmelo se insertan por un lado en la misma veta simbólica (el pájaro se asocia con la espiritualidad y la libertad interior) pero por otro lado adquieren a veces un valor mucho más preciso, relacionado con la fuente teresiana. Es el caso, por ejemplo, de los “muchos pajaritos y silbos en la/ // parte superior del pensamiento o cabeza/ //” del comentario IV, cita casi textual de las Cuartas moradas (498). Aquí el “pajarito” adquiere una connotación negativa, que remite a la falta de concentración, a la dispersión de la atención en la oración. En Hacia el Sur, libro contemporáneo de Citas y comentarios, se realiza la síntesis de los principales valores que la imagen del pájaro ha ido adquiriendo en la obra del autor. Si bien un poema como “Pájaros” se sitúa de lleno en la veta elegíaca (28) ya comentada, otros exploran la tradición propiamente poética. Mientras que los pájaros pequeños, diurnos y susceptibles de verse en las ciudades, como el “gorrión de resistir” ya citado, remiten muchas veces a los revolucionarios, el ruiseñor apunta a una tradición más clásica. Al hacer converger estas dos vetas (una cotidiana-política, otra más universal y literaria) como en “Ruiseñores de nuevo” [387], Gelman intenta salir del atolladero de una poesía política expuesta al prosaísmo y la intrascendencia. Se reafirma el poeta como el dueño de un canto libérrimo, capaz de “cantar pío-pío//en las más raras circunstancias” [419]. (29) No es de extrañar que, en esta etapa de recapitulación, se (27) En referencia al “vivimorís” de la Nota XIV. (28) “paco habla de la Revolución con jilgueritos/ //torcacitas/que abren el día lindo de su santa fe?/¿vuelan/// gorriones locos de gris en la tarde?/¿de dónde salieron/pájaros que aran el cielo sobre mí?///se te cayeron a vos/ronco?/¿te estaban torturando y vos//hacías pájaros para mandar al porvenir?/¿de cada///balazo te salía un pájaro? [...]” (367). (29) Los límites de este artículo no permiten desarrollar aquí el vínculo íntimo entre canto del pájaro y voz del niño, fenómeno recurrente en Gelman. Remito a Jorge Boccanera (“el pájaro además de ser canto representa al niño en su candor y al movimiento de la vida en sus alas”, Confiar en el misterio 47).

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abran también nuevas vías de exploración del rico simbolismo del pájaro: “¿qué es este vuelo entre la vida y su ser?/” [366]. La palabra “ser”, típica de una interrogación más conceptual, que pone a distancia el pathos típico de los libros publicados en los ochenta, es el núcleo de una reflexión que encuentra su punto culminante en Incompletamente (1997). En este libro hermético, que abandona el paratexto autobiográfico como propuesta de pacto de lectura, el motivo del pájaro se esencializa, como consta en el poema (21), verdadera “arte poética” que, no sólo, se presenta metonímicamente como una versión condensada del libro entero (cf. el último verso, epónimo del libro), sino también que abarca, a mi parecer, toda la poética del autor. La importancia de este poema se ve confirmada por la publicación del mismo texto bajo el título “Fe de erratas” como broche de oro de las “Notas al pie” (25), así como su inserción al inicio del volumen Tantear la noche.

el pájaro se desampara en su vuelo/quiere olvidar las alas/ subir de la nada al vacío donde será materia y se acuesta como luz en el sol/es lo que no es todavía/igual al sueño del que viene y no sale/traza la curva del amor con muerte/va de la conciencia al mundo/se encadena a los trabajos a su vez/retira el dolor del dolor/dibuja su claro delirio con los ojos abiertos/canta incompletamente (Incompletamente, 31) Este soneto es notable por la riqueza del simbolismo del vuelo del pájaro que, a la luz del resto de la poesía de Gelman, se puede leer como una alegoría de la poesía misma. El pájaro en su vuelo, en un camino de despojamiento, de desnudez, quiere “olvidar las alas/subir de la nada al vacío”, siendo el vacío ese extraño espacio esbozado por la ausencia. Toda la primera estrofa resalta el movimiento ascendente del pájaro y su anhelo paradójico: el aire es a la vez el soporte y el obstáculo para el vuelo, de allí quizás, el deseo de trascender las mediaciones materiales (“olvidar las alas”, “subir al vacío”) para mejor reconciliarse con ellas (“será materia”). Subir de la nada al vacío apunta al movimiento del tsimsum (30): la retracción, la salida, hacen posible la creación, lo que explicita la segunda estrofa al evocar ese pájaro que “es lo que no es todavía”, movimiento hacia el ser, escritura que se confunde con un simple trazo, “curva del amor con muerte”, que es también la forma del vacío, su límite, lo único que lo define como espacio de acogida distinto de la “nada”. Su vuelo desamparado, primero casi inconsistente, semejante a un sueño, se afianza, en la tercera estrofa, se hace salida, apertura de la conciencia al mundo, y también salvación: retira dolor, aunque quede dolor. De hecho, en este poema sin menciones de colores, resalta la dia-

Juan Gelman (foto Luis Magán)

(30) En ciertos comentarios metapoéticos, Gelman remitió a la Escuela de Safed y a los trabajos de Isaac Louria, quien desarrolló la doctrina del tsimtsum que remite a un proceso de contracción de Dios en Dios que, al crear la nada por un movimiento de retroceso, posibilita la creación ex nihilo. Esta contracción se asemeja a un exilio divino.

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fanidad de una luminosidad generosa (“como luz en el sol”, “claro delirio”, “ojos abiertos”). El yo lírico, que no aparece nombrado en este poema deja sin embargo su firma, este trazo curvado “del amor con muerte”. El adverbio final, homónimo del título, adquiere una fuerza singular al iluminar todo el poema y justificar la asimilación entre pájaro y poesía. También desde el punto de vista métrico aparece recalcado el último verso. En efecto, el poema, por su distribución estrófica así como por su endecasílabo inicial y los versos impares que siguen (once, nueve, siete sílabas), activa la memoria rítmica del lector. La activa pero la desplaza, especialmente en la última estrofa en la que aparecen recalcados los dos versos más breves del poema: “su claro delirio” e “incompletamente”, ambos de seis pies. La “incompletud” del canto remite a ese ser que “es lo que no es todavía”, un ser que vive sólo al exponerse en el latido de la palabra, en su silencio interior engastado en la palabra y que no se confunde con ella: “soy sombra de sombras que en el nombre fueron// la no palabra” (21). Me parece ver en este poema la expresión más noble de la asimilación entre el canto del poeta y el del pájaro. En Incompletamente, otros poemas parecen sugerir que tal asociación no siempre logra eludir “la devastación” o “el espanto” pero la puesta en tela de juicio del poder de transfiguración de la palabra poética, encarnada por el pájaro, se encuentra sobre todo en los libros posteriores, y singularmente en Valer la pena. El poema titulado significativamente “El pájaro” da la medida de la transformación de este simbolismo en esta nueva etapa de creación poética: El pájaro // Diciendo pájaro lo destruí / y eso no tiene perdón. / El pájaro sigue volando. / Lo he destruido en mí, no más. / Ya no vuela, ya no / construye su nido en el árbol que no soy ni / agita su pensamiento en mí. / Se perdió entre la enramada y el humo del atrio. / ¿Quién soy para él ? / Ya nada. / Antes me visitaban lo que perdí / y el recuerdo de lo que perdí. / Ahora son silencio descifrado / y ciertas esperanzas han muerto. // (31) Mientras que en Incompletamente, el pájaro “desamparado en su vuelo” subía de la “nada al vacío” y cantaba “incompletamente”, el pájaro de Valer la pena ya no encarna la poesía, o mejor dicho, su continuo volar se hace de espaldas a la palabra nombradora (“Diciendo pájaro lo destruí”) que ya no esboza un espacio “vacío”, rico de potencialidades creadoras, sino que al contrario se opone a un yo lírico reducido a “nada”. Esta “nada” ya no se considera en términos prioritariamente filosóficos (sobre todo en relación con el ser, el no ser y el devenir); sin énfasis peculiar, el hablante lírico presenta un balance de su vida enfocada a partir de la cotidianeidad en la que se inscribe la huella de un proceso íntimo que parece apuntar a una puesta a distancia de la pérdida : la pérdida y su recuerdo han dado paso a un “silencio descifrado” –algún sentido se ha podido dar; alguna palabra pudo ser dicha– y al desencanto. La lengua poética refleja esta evolución hacia una forma relativa de apaciguamiento desencantado: son notables desde este punto de vista la restauración de la puntuación, de las mayúsculas y de una sintaxis menos compleja y ambivalente (ya no observamos los diastemas típicos del libro anterior), así como el abandono de los barbarismos, los neologismos y las barras oblicuas. Si bien el paradigma de una lengua poética capaz de crear presencia desde la muerte parece entrar en crisis a partir de Valer la pena –quizás sea esta una de las causas mayores del desencanto: el pájaro destruido en/por mi palabra–, esto no significa que todas las esperanzas hayan muerto. Los seres volátiles (torcazas, alondras, gorriones) siguen encarnando un polo vital, que se deja escuchar en tono menor a pesar de la “memoria prohibida” y del “espanto”:

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(...) Agradezco / el saltito del pájaro en la rama / que abriga cuando / el cuarto que abandono navega / en sales, brumas, el espanto y / mi pecho metido en el polvo. / Y yo al revés. // (Valer la pena 10).

Bibliografía - Boccanera, Jorge. Confiar en el misterio. Viaje por la poesía de Juan Gelman. Buenos Aires: Sudamericana, 1994. - Chevalier, Jean y Alain Gheerbrant. Dictionnaire des symboles. Paris: Laffont-Jupiter, 1982. - Gelman, Juan. De palabra. Madrid: Visor, 1994. Las citas de Notas, Carta abierta, Citas y comentarios, Hacia el Sur, proceden de esta edición. - Gotán. Buenos Aires: Seix Barral, 1996. Las citas de Violín y otras cuestiones proceden de esta edición. - Incompletamente. Buenos Aires: Seix Barral, 1997. - Tantear la noche. Lanzarote: Fundación César Manrique, 2000. - Valer la pena.(2001). Madrid: Visor, 2002. - Yurkievich, Saúl. “La violencia estremecedora de lo real”. Poesía de Argentina, Paraguay y Uruguay (1950-1980), Río de la Plata, 7 (1988). 103-114. - Santa Teresa. Obras completas. Efren de la Madre de Dios y Otger Steggink (eds.). Madrid, Biblioteca de autores cristianos: 1986.

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