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PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA, OLGA SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, EN LA CEREMONIA DE ENTREGA DE LA PRESEA “TEPANTLATO”, EL 30 DE OCTUBRE DE 2003, EN EL ALCÁZAR DE CHAPULTEPEC, CIUDAD DE MÉXICO.
HABLAR A TRAVÉS DE OTRO. Palabras de agradecimiento por la presea Tepantlato. “La vida se nos da y la merecemos dándola” Rabindranath Tagore.
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Antes que nada, con la venia de ustedes, quiero agradecer. Agradecer Jurídicas
de
al
Instituto
Egresados
de
de la
Ciencias UNAM,
Campus Aragón, a todos sus miembros y, muy especialmente, a su presidente, el Lic. Enrique González Barrera, el inmerecido otorgamiento de esta presea, lo digo sin falsa modestia, pues a continuación habré de justificar el porqué.
Quiero agradecer también, a mi querida familia, a mi esposo, mis hijos y sus cónyuges,
y
a
toda
la
distinguida
concurrencia, el gesto de bondad que tienen al
acompañarme
en
esta
ocasión
tan
especial. Quiero agradecer, en fin, por tantas y tan hermosas distinciones. Pero quisiera
luego
de
justificar
los el
agradecimientos, porqué
considero
inmerecida tanta distinción. En principio, la presea con la que hoy me distingue este Instituto, lleva un nombre altamente significativo para quienes, de entre los abogados, somos concientes de la vocación que hemos seguido, para quienes somos concientes de la valía e importancia de nuestro llamado en la vida.
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“Tepantlato”, es una palabra Náhuatl inscrita en el libro X del Códice Florentino, que sirve para designar a aquellos cuya actividad principal era la de hablar por otros. Pudiera decirse, un equivalente al abogado patrono. De tal manera que la presea Tepantlato, que tanta alegría me da recibir en esta ocasión, es un premio –según me fue informado– a la trayectoria de quienes hoy recibimos esta presea de tan digno nombre. En mi trayectoria profesional, no han sido pocas las ocasiones que he tenido para ejercer esa vertiente, para ejercer la función de Tepantlato, la de hablar por otro, la de ser portador y responsable de otro que necesita ser escuchado. Sin embargo, han sido más numerosas las oportunidades de 3
escuchar al Tepantlato. Han sido más las ocasiones que la vida me ha concedido para ser conciente de la humanidad que el Tepantlato porta, de la responsabilidad de ese otro que a través de él se muestra, de ese rostro invisible que el Tepantlato permite ser visto y escuchado. Si algún merito tuviera para la recepción de esta presea, tal vez fuera ese, el de escuchar atentamente a quien porta las esperanzas y aspiraciones de otro al que patrocina. Mi constante en la vida ha sido, entre otras cosas, esa: escuchar. Primero a mis padres, que tantas herramientas me dieron para pasar por este mundo, no sin sobresaltos, pero si con muchos elementos para que no minaran la felicidad; luego a mi esposo, que además de instruirme con su 4
sabiduría
profesional,
me
ha
enseñado,
infinidad de veces, la maravillosa experiencia de compartir la vida juntos; y siempre a mis hijos, a quienes no me canso ni me cansaré nunca de agradecer, porque ellos me han mostrado el secreto de la vida. En mi profesión, he tenido igualmente la suerte
de
escuchar.
Escuchar
a
mis
alumnos, a quienes por tantos años me dediqué y a quienes tanto agradezco en este momento haber compartido con su maestra una parte de su vida académica; a mis clientes en la notaría, muchos de los cuales son ahora amigos; a los secretarios que han colaborado en algún momento conmigo, tanto en el Tribunal Superior como en la Corte. Y a los Tepantlato, que todos los días
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me muestran los diferentes rostros de mi país. Todos ellos, en algún momento de la vida, de muy diversas maneras, han hablado por mi: Mis alumnos en sus trabajos, en los que me encontraba a veces reproducida fielmente, citada casi textualmente; mis compañeros secretarios en los proyectos de sentencia, en los que lograban con mucho acierto plasmar una idea que yo apenas les esbozaba. Pero sobre todo, hoy me ha llenado
de
plena
satisfacción
haberme
escuchado hablar por boca de mi hija, no en el sentido de que ella hubiera hablado esta noche
por
mi;
sino
en
el
sentido
de
encontrarme reproducida en sus frases, viva en
su
palabras,
pensamiento, por
demás
cariñosa magistral
en en
sus su 6
alocución. Hoy he caído en la cuenta de que me es muy gratificante haber tratado en la vida –muchas veces involuntariamente, otras con plena conciencia– de hablar a través de otros. Porque al paso de los años, la vida me ha enseñado muchas cosas, hoy las he, como decía, escuchado por boca de mi hija, pero también las he escuchado por boca de muchos otros que han hablado por mí. De muchos otros en cuyas voces he distinguido la mía propia, no a manera de repetición, sino de desarrollo y entusiasmo por una idea que en algún momento quizá no habré sabido expresar con toda claridad, pero que, escuchada o leída en algún otro, suena a patrimonio
propio,
pero
más
bien
a
patrimonio compartido, lo propio, lo mío, se vuelve lo nuestro.
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Hablar a través de otro es algo que he aprendido a distinguir. En los litigantes que acuden a mi oficina todos los días, en cuyas voces y escritos encuentro la voz de sus patrocinados; en los proyectos que presento, en los que las voces de mis compañeros ministros se escuchan con la claridad de pensamiento que tienen, para construir las sentencias que emitimos colegiadamente; en las clases que he dado, porque mis propios maestros han hablado a través de mí, han expresado su pensamiento maravilloso que heredé por la magia de la tradición oral. Hoy mismo he sido testigo emocionada de ello. Hoy me he escuchado descrita de manera excepcional y cariñosa. Hoy he hablado, en el sentido que lo he dicho, a través de otro. 8
Gibrán
Khalil
Gibrán
solía
decir:
“muéstrame el rostro de tu madre, te diré quien eres” hoy, con toda humildad, les digo: he visto el rostro de mi hija, y sé quien soy. Quiero
terminar
esta
intervención,
tomándome el atrevimiento de personalizar un agradecimiento que hoy es también colectivo, porque por principio agradezco nuevamente
al
Instituto
de
Ciencias
Jurídicas la enorme distinción que hoy me hace; pero quiero aprovechar para decirle a mi hija Paula que le agradezco en el alma las palabras que han compuesto mi semblanza, que le agradezco el don maravilloso de su existencia, porque el mayor tributo a la vida han sido ustedes, mi esposo, mis hijos, mi familia, porque infinidad de veces me he escuchado a través de ustedes. 9
Quiero finalizar diciendo que venero, como has dicho, la vida, pero más venero a los vivos, particularmente a los jóvenes que, como tú, tus hermanos, y muchos más, tendrán que hablar por nosotros, quienes les estamos precediendo. Tendrán que hablar con un lenguaje exento de contemplaciones, con un lenguaje activo, con un lenguaje transformador. Por eso, entre otras cosas, adoro la docencia, pero, como bien dijiste, prefiero aprender, y hoy me has dado una gran lección: la lección del Tepantlato, del que habla en representación de otros. No me queda, por tanto, sino decir, a todos, Muchas Gracias.
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