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Hacia la dictadura de Primo de Rivera
J. SERAFÍN ALDECOA CALVO
El golpe de Primo de Rivera fue acogido en gran parte de España con alivio tras la conflictividad social producida durante los años anteriores, como la huelga revolucionaria de 1917 o las Juntas de Defensa. Algunos se aventuraron a asignarle el título de “cirujano de hierro” preconizado por Joaquín Costa. El general había venido a imponer el orden en una España convulsa. También Teruel y su comarca ofrecen suficientes ejemplos de ese hervidero laboral, social y político de las primeras décadas del siglo. Y una mezcla sempiterna de esperanzas y frustraciones. En 1910 se había fundado en la ciudad de Teruel el Círculo Católico de Obreros, que venía a ser la versión urbana del catolicismo social, el antecedente directo de los sindicatos agrícolas católicos. Pues bien, a partir de agosto de 1919 confluyeron sectores eclesiásticos procedentes del obispado, profesiones liberales y labradores para la formación del primer Sindicato Agrícola Católico (SAC) de Teruel. En su puesta en marcha destacó el sacerdote Alberto Roger. Pronto se adhirieron otros sindicatos más pequeños de pueblos cercanos a la capital para crear la Federación Turolense de Sindicatos Agrícolas (FTSAC). Como señala Gloria Sanz, “esta Federación se situaba dentro del catolicismo militante de clara oposición a sectores obreros de republicanos y socialistas y se fomentará un sentimiento de diferencia como ‘pequeños propietarios’ respecto a grupos más bajos de las cuotas contribuyentes o a los jornaleros, y respecto a las organizaciones de clase de estos últimos.” A lo largo de la andadura de la FTSAC iba a ser presidente el abogado turolense y bibliotecario de la Diputación Juan Giménez Bayo, mientras que Luis Alonso (abogado, profesor de la Normal) figuraría como secretario y director del periódico El Labrador, que se editó desde 1922 hasta 1934. Otros dirigentes de relieve de la Comunidad de Teruel fueron Francisco Garzarán Torán (propietario, Teruel), Adolfo Dolz (empleado, Cedrillas), Bernabé Sanz y Ezequiel Navarro (labradores, Villarquemado), Francisco Fuertes Arias (labrador, Santa Eulalia), Constancio Báguena (ingeniero agrónomo, Peralejos) y Mariano Lanzuela (labrador, Santa Eulalia). De la Historia
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La fundación de los SAC en la Comunidad resulta significativa, pues en 1931, en la XII Asamblea de la FTSAC, hubo representantes de Teruel capital pero también de municipios como Alfambra, que era de uno de los más antiguos, Villel, Libros, El Cuervo, Fuentes Calientes, Galve, Jorcas, Visiedo, Camarillas, Peralejos o Cañada Vellida; y sabemos que estaban instituidos a lo largo del Jiloca en Cella, Villarquemado, Santa Eulalia o Torrelacárcel. En total, en 1931 el número de sociedades de la FTSAC era El Sindicato Agrícola de El Cuervo (en la 45 y el de asociados pasaba de 6.000. imagen, óleo de Agustín Alegre) fue muy Su implantación por localidades fue activo en los años 30. muy desigual en la Comunidad ya que en pueblos como Cañada Vellida el 59% de los contribuyentes pertenecían al SAC, en Corbalán eran el 53% o el caso de Villel con 59 afiliados, mientras que había localidades cuyo número no llegaba a 20. La FTSAC proporcionaba fertilizantes, semillas y maquinaria a precios asequibles a los cultivadores, lo que favorecía sus intereses económicos e incluso fundarían una Caja Central de Ahorro y Préstamos como instrumento para ofrecer créditos a los socios con el fin de fomentar la inversión en las explotaciones agrarias.
El nacimiento de las organizaciones obreras
Aunque en los primeros años del XX (1901-1904) pudo haber algún sindicato ugetista de artes gráficas, casi a la vez que los sindicatos confesionales se produjo en Teruel capital la fundación, el 28 de agosto de 1919, de la primera sociedad obrera de clase que agrupaba a trabajadores de diferentes gremios con ideología dispar y que iba a adoptar el nombre de Sindicato de Profesiones y Oficios Varios (SPOV). Pronto se adhirió a la UGT y un sector de obreros se desgajó para formar el Sindicato Único de la Construcción, de tendencia anarcosindicalista. Una de las causas seguras de la formación de la SPOV fue la crisis de subsistencias que se padecía en la capital y otras localidades de la Comarca de Teruel. El líder más importante de la SPOV fue Laureano Sapiña –maestro albañil–, que puede considerarse como el primer concejal socialista que entró en 1922 en el Ayuntamiento de Teruel. Otros dirigentes importantes eran Santiago Estévez Herrer (artes gráficas), Ángel Sánchez Batea (labrador) y Antonio Ballesteros (artes gráficas). La Dictadura supuso un paréntesis en las actividades de las sociedades obreras. No obstante, en diciembre de 1928, dos catedráticos recién llegados a Te154
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ruel, uno de la Normal (Pedro Díez Pérez) y otro del Instituto (Juan Sapiña) fueron los impulsores de las nuevas sociedades obreras en la ciudad, que crecieron con rapidez: el 19 de marzo de 1929 se constituía la Sociedad de Oficios Varios, adherida a la UGT, y tres meses más tarde (5 de junio) se formaba la Agrupación Socialista local. A partir de aquí se fundan otras sociedades obreras: Artes Gráficas, Aserradores y similares, Labradores “El Progreso”, Tracción Mecánica, Piel y Calzado, Artes Blancas y Alimentarias, etc., de tal manera que a 17 de marzo de 1930 existían ya 6 secciones sindicales que junto a la Agrupación Socialista sumaban 467 afiliados, todos ellos cobijados bajo la Casa del Pueblo que se constituiría esos días. Otro hito importante que demostraría el avance se las sociedades obreras fue la fundación del semanario ¡Adelante! (“Órgano de la UGT y del PSOE turolenses”) que saldría en febrero de 1930 y perduraría hasta 1934. En cuanto a la CNT, la Dictadura hizo que las sociedades anarcosindicalistas fueran prohibidas y el Sindicato Único de 1923 pasaría a la clandestinidad. Sólo empezaría a renacer a partir del 14 de abril 1931.
El Republicanismo
El Centro Instructivo de Obreros Republicanos –CIOR, en realidad era el Centro Republicano– que existía en Teruel en las primeras décadas del siglo XX no era más que el continuador del republicanismo decimonónico que ya iniciara Víctor Pruneda. Al principio se instaló en la Plaza de la Bombardera, nº 1, para posteriormente trasladarse a la calle Muñoz Degraín, nº 16 –en cuyo edificio acogería también a los primeros ugetistas y socialistas–, hasta que el 29 de mayo de 1918 la sede del CIOR se trasladó a la Casa de la Comunidad, en la que se realizaron obras de acondicionamiento. Por estas fechas José Borrajo ya era el líder indiscutible del CIOR y en su Junta Directiva también figuraban, entre otros, Miguel Ibáñez (vicep.) y Emilio Burriel (secretario). También se constituyó la “Juventud Republicana”, cuyo presidente honorario era el catedrático del Instituto Severiano Doporto y en su Junta figuraban Víctor Sancho y José Maicas Lorente, que sería posteriormente alcalde republicano. Las ideas republicanas también se extendieron a otras localidades próximas a la capital, como
A principios del XX, la primera sede del Centro Republicano se instaló en la plaza de la Bombardera. De la Historia
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Torrelacárcel y Cella, donde existía ya una organización en 1919, cuyo líder era el médico Vicente Iranzo, más tarde ministro de la II Republica. En cualquier caso, la presencia de concejales republicanos en el Ayuntamiento de Teruel fue una constante hasta la llegada de Primo de Rivera. Ahí están los casos de Ángel Travera (comerciante), Manuel Bernard (industrial), José Borrajo (médico) o Luis Doporto (profesor). Frente a los republicanos-liberales y socialistas, podemos encontrar en el primer tercio del siglo XX una serie de personajes de marcado carácter conservador e ideología monárquica aunque, en general, no se encontraran encuadrados en un partido político definido. Constituían esa clase social que Fernández Clemente ha denominado “gente de orden”, integrada por comerciantes e industriales, así como miembros de profesiones liberales, que ocuparon cargos en la administración local y provincial del primer tercio del siglo XX y que controlaron el poder político. Citaremos algunos: el médico Andrés de Vargas-Machuca y el abogado José María Rivera –ambos ocuparon la Diputación y el Ayuntamiento–, Jesús Marina (abogado), el alcalde Juan Giménez Bayo (abogado), Joaquín Asensio e Isidro Salvador –presidentes de la Cámara de Comercio–, José Mª Sánchez Marco (comerciante), Esteban Juderías (comerciante), José Manuel Hinojosa (propietario y farmacéutico), o Salvador Asensio (comerciante).
La Dictadura de Primo de Rivera
A diferencia de lo sucedido en territorios más dinámicos, la llegada por la fuerza de la Dictadura, el 13 de septiembre de 1923, no supuso rechazo ni resistencia en Teruel. Apenas debió de producirse oposición al golpe de estado; el Gobernador civil cedió sin ninguna objeción su puesto al militar y ciertos sectores económicos turolenses manifestaron su apoyo, como el caso la Cámara de Comercio dirigida por J. Asensio, que “vio con profunda simpatía el acto llevado a cabo por el Ejército al liberar al pueblo de la nefasta política que venía siendo norma en nuestros gobernantes...”, mientras que en el Ayuntamiento no hubo un pronunciamiento ni a favor ni en contra. Sólo una consideración del alcalde accidental, el republicano José Borrajo, que expresó su satisfacción por la salida del Gobierno del Marqués de Alhucemas y del duque de Almodóvar. Parece ser, pues, que la única organización que planteó algo de oposición a la Dictadura en Teruel fue el Sindicato Único de la Construcción. Este, así como la UGT zaragozana hizo pública una postura ciertamente ambigua ante el Directorio Militar, por parte de la ugetista SPOV turolense no consta reacción o comunicado alguno ante los acontecimientos, por lo que desconocemos la postura oficial que adoptó ante la nueva situación política, aunque suponemos que debió de asumir la línea pragmática marcada por la UGT a nivel nacional: mantener la neutralidad siempre que la clase trabajadora se beneficiase de la Dictadura. 156
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Una de las medidas inmediatas que tomó Primo de Rivera (30 de septiembre) fue la de nombrar gobernadores militares que sustituyeron a los civiles en todas provincias y que se encargaron del cese por decreto de todos los ayuntamientos. En el caso de Teruel capital, fue el coronel Juan Martínez Guardiola el encargado el 1 de octubre de realizar la “sustitución” de alcaldes y concejales por otros considerados más afines al nuevo régimen. En la casa consistorial entraron como ediles funcionarios de la Administración, pero también elementos de la industria y del comercio que en esos momentos estaban entre los mayores contribuyentes de la ciudad. Éste fue el caso del nuevo alcalde (Miguel Garzarán, fábricas de harinas) o el primer tenientealcalde Salvador Asensio (comercio e industrias miJosé María Rivera, presidente neras), así como los integrantes de una “Junta de de la Diputación en tiempos de Asociados” formada, entre otros, por Ángel Pomar Primo que sería en 1932 (farmacéutico), Lamberto Bellido (materiales de concejal por el Partido Radical. construcción), Vicente Argente y Emiliano Cortel. Con el golpe de estado habían desaparecido los concejales elegidos por un procedimiento más o menos democrático y, sobre todo los liberales, conservadores y republicanos que ofrecían una pluralidad ideológica al Consistorio. El panorama municipal del Ayuntamiento de Teruel en los años finales de la Dictadura resulta bastante desolador. Aprobado el Estatuto Municipal de 1924, se produjo la renovación del Consistorio mediante la inclusión de destacados representantes de las “corporaciones” de la ciudad. El periodista León Cano, corresponsal del Heraldo de Aragón, señalaba que el Ayuntamiento se había constituido en marzo de 1924 por un grupo de gentes, que, en principio, inspiraban confianza: “Hombres de letras, comerciantes de gran prestigio, médicos expertos, y muy reputados labradores, hombres duchos en negocios incluso financieros, esperábamos todos que habían de actuar para merecer el calificativo de notable por adelantado [...] Seis meses de actuación y el carro municipal está atascado: en cosas pequeñas por su estudio no se avanza, y en cosas grandes a estudiar, se retrocede. Teruel no tiene aguas, sus fuentes están secas [...], calles y plazas completamente entregadas a la inmundicia.” Parece ser que no existió gestión municipal en el Ayuntamiento entrante, ni tampoco en los sucesivos hasta 1929, entre otras razones por la gran movilidad y la escasa duración del mandato de alcaldes y concejales, como apunta Fernández Clemente: “un caso absolutamente insólito es el del Ayuntamiento de Teruel, donde, por una parte, se hace preciso recurrir a la vieja y denostada clase política y, por otra, no va a ser posible retener ni a alcaldes ni a concejales, poco interesados en unos cargos de escaso provecho para ellos y donde parece que nada pueden hacer. De la Historia
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En efecto, en poco más de seis años de Dictadura se suceden once alcaldes –dos por muerte, dos cesados, el resto por dimisión– y una cantidad enorme de concejales, que dimiten en cascada periódicamente esgrimiendo razones de salud de difícil comprobación y que no se pueden habitualmente rehusar.”
La indolente actividad política municipal durante la Dictadura contrasta con el apogeo del Casino.
Dentro del articulado del Estatuto Municipal se permitía la presencia en los ayuntamientos de representantes de “entidades que personifiquen profesiones, oficios, intereses materiales o cualquiera clase de riqueza”, pero quedaban expresamente excluidos los miembros de las sociedades obreras. Efectivamente, del listado largo de ediles correspondiente al periodo de la Dictadura, no encontramos a ningún representante de la clase obrera socialista, aunque a la mayoría de ellos se le podía incluir dentro de la burguesía local. Habría que esperar, pues, a la proclamación de la II República para que en el Consistorio se sentasen ediles de ideología socialista y representantes de las organizaciones ugetistas.
El Somatén y la Unión Patriótica
Aún no había pasado una semana de Primo de Rivera en el poder cuando el 19 de septiembre salía el decreto de creación del Somatén en toda España, que tenía por modelo el ya fundado en Cataluña y que el Dictador conocía por haber sido capitán general de dicha región. A él podían pertenecer todos los varones mayores de 23 años que demostraran “solvencia moral”, pudiendo utilizar armas largas de su propiedad y siendo considerados “agentes de la autoridad”, “actuando cuando sea requerida su ayuda por la autoridad excepto –y este aspecto era el más conflictivo– en el caso de que se trate de de la persecución o captura de malhechores, pues entonces los somatenistas obrarán por sí mismos, sin necesidad de previo requerimiento de las autoridades.” Este nuevo cuerpo de control ciudadano no fue acogido con entusiasmo por los turolenses, ya que el Gobernador militar, el 29 de septiembre, ante el Consejo Provincial de Fomento, “lamentaba la indiferencia y frialdad del pueblo de Teruel con respecto al Somatén. De los pueblos se están recibiendo numerosas adhesiones pero la capital responde muy poco”. Unos días antes, en las oficinas de la calle San Benito, se había abierto la inscripción para la sección de la ciudad. Con todo, a par158
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tir del mes de octubre se empiezan a publicar los primeros afiliados al Somatén de la capital, citándose los “fundadores”: León Adrián, Martín Esteban, Aurelio Benito y Carlos Elipe. En días sucesivos se dan a conocer más afiliados como J. Mª Sánchez Marco, Constantino Garzarán, Pascual Serrano Josa, Joaquín Torán, Juan Giménez Bayo, Manuel Julián, José López Pomar, etc., la mayoría vinculada a sectores derechistas, junto a comerciantes y profesionales (abogados, farmacéuticos). En la primera semana de octubre de 1923, pese a las quejas el coronel Guardiola, el Somatén en Teruel contaba con unos 30 afiliados. Y aunque no poseemos todos los datos, podemos afirmar que la implantación del Somatén en la Comunidad de Teruel fue muy desigual entre los municipios y solo podemos ofrecer los afiliados de Cella (60 afiliados) y Alpeñés (9) en estas primeras semanas de octubre. La institución del Directorio militar supuso para la Comunidad de Teruel la congelación de las actividades de los republicanos, socialistas y anarcosindicalistas. En su lugar, Primo de Rivera fundó en 1925 la Unión Patriótica (UP), partido que aspiraba a integrar los elementos afines a la Dictadura sustituyendo a los partidos tradicionales, a los que Primo de Rivera consideraba corruptos. Si bien la información disponible es escasa, sabemos que en Teruel el establecimiento de la UP no tuvo éxito y la afiliación al nuevo partido fue exigua, mientras que sus actividades apenas se notaron salvo en fechas concretas como el 1º de mayo. Fue su presidente provincial Manuel Hernández Mínguez.
En octubre de 1923, el somatén de Alpeñés contaba con 9 integrantes.
El Dictador visita Teruel
El general Primo de Rivera (marqués de Estella) junto al ministro aragonés del Directorio, Galo Ponte, realizaron un viaje a Teruel capital y a varias localidades de la provincia los días 7 y 8 agosto de 1927. La comitiva había pasado por los pueblos de Libros, Villastar y Villel, cuyas
A pesar del populismo de Primo de Rivera, la condiciones de vida de los mineros de Libros dejaban mucho que desear. De la Historia
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autoridades habían salido a la carretera a tributar homenaje al Dictador y para ello habían construido arcos triunfales a base de enramadas en los que se habían rotulado textos como: “Villastar, al libertador de España” o “La villa de Villel al Excmo. Sr. D. Miguel Primo de Rivera”. Con su aire populista y de apoyo a los obreros, se desplazó a las minas de azufre de Libros, donde el ingeniero de la Industrial Química, José Royo, le expuso la crisis por la que atravesaba la empresa debido a los aranceles. El marqués de Estella departió y se fotografió con los mineros. En Teruel se hospedó en el palacio episcopal y después de un te-deum se le ofreció un banquete en el hotel Aragón, con actuaciones joteras, que eran muy del agrado del Dictador. El jotero el jotero de Monreal del Campo Joaquín Peribáñez le dedicó una jota que rezaba así: “Al Gran Primo de Rivera / le dé las gracias Teruel / porque el Teruel-Alcañiz / se lo debemos a él.” Y tenía razón el de Monreal, ya que ese año, en el mes de febrero, a través de la Gaceta de Madrid del día 26, el ministerio de Fomento primorriverista había adjudicado las obras del TeruelAlcañiz a una empresa que presidía Rafael Delgado Benítez. Además de las visitas capitalinas de rigor (Ayuntamiento, Viaducto, Escalinata, etc.), Primo partió hacia el Jiloca con paradas en Villarquemado y Santa Eulalia. Concluía así un viaje cuya utilidad única fue la de mostrar la adhesión inquebrantable de las autoridades y del pueblo turolense. A lo largo de estos cuatro años miles de trabajadores, en condiciones económicas precarias, agrupados en brigadas (Orrios, Valdeconejos, etc.) de acuerdo con los tramos en que se dividió el trayecto, se afanaban en la construcción. A la altura de 1931 se abrió un debate público en la ciudad de Teruel sobre dónde colocar la nueva Estación del tren. Unos, sobre todo los comerciantes del Centro, abogaban por que se construyera en la huerta del Turia mientras que gran parte grupos sociales pedían la “planicie de Pinilla”, junto al llamado “Pozo de Sanahuja”. Discusión estéril porque el 1º de mayo de 1931 el Gobierno republicano dejaba en suspensión el Plan de ferrocarriles que se había redactado en 1923, y en el plazo de dos meses debía de elaborar un estudio técnico y económico de cada uno de los ferrocarriles en construcción. La estación de Alfambra, una de las que quedaron a medio construir tras la paralización de las obras del ferrocarril Teruel-Alcañiz. 160
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Otros municipios de la Comarca de Teruel se quedaron con sus estaciones a medio construir: es el caso de Villalba Baja, Alfambra, Perales, Fuentes Calientes, Cuevas Labradas, Peralejos. En el mes de julio de 1931 se realizaron reu-
niones en Teruel y en el Bajo Aragón a la que asistieron las autoridades provinciales, alcaldes y diputados en las que se formaron comisiones para trasladarse a Madrid y solicitar la reapertura, pero el ferrocarril no se concluyó ni en el quinquenio republicano ni posteriormente. La construcción del Viaducto fue la otra gran obra del periodo de la Dictadura, pero ésta sí que se concluyó, inaugurándose el 29 de octubre de 1929, 9 años después que hiciera el proyecto el ingeniero Fernando Hué y siendo alcalde Manuel García Delgado. La trascendencia de esta construcción fue mayor que la de la Escalinata, pues el tráfico de la carretera de Valencia ya no subiría por la empinada cuesta del Carrajete. Y permitió, sobre todo, que la ciudad sufriera una gran transformación al poderse expandirse más allá del Viaducto, en la zona conocida como las Viñas de la Florida, terrenos que serían urbanizados y sobre ellos se construiría el primer Ensanche de Teruel.
Bibliografía Prensa Histórica
La Voz de Teruel (1923-1932), monárquico de ideología liberal. Fue fundado por el periodista León Cano Jarque en 1923. Tras la proclamación de la II República se aproxima al Partido Republicano Radical. El Mañana (1928-1931), periódico conservador y monárquico, fundado por José Torán de la Rad, alcalde de Teruel (1922-1923). El Labrador (1922-1934), órgano de la Federación Turolense de Sindicatos Agrícolas Católicos, dirigido por Luís Alonso Fernández, profesor de Lengua y Literatura de la Escuela Normal de Magisterio. La Provincia (1921-1924), diario independiente, periódico ligado a sectores conservadores y monárquicos de José Torán de la Rad, que fue su propietario y fundador. Fue dirigido al principio por Miguel Vallés Rebullida, maestro, y posteriormente por el periodista Silvestre Matas. Libros
VV.AA., Historia ilustrada de la provincia de Teruel, Diario de Teruel, Teruel, 2002. FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy. Gente de Orden. Aragón durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), 3 vols, Ibercaja, Zaragoza, 2002. HERNÁNDEZ SALVADOR, Carlos, El Viaducto, un coloso de cemento y Fernando Hué, Teruel, 1992. —Teruel, cien calles con historia. Teruel.1991. JULIÁ DÍAZ, Santos, Los socialistas en la política española 1879-1982, Taurus, Madrid, 1997. SANZ LAFUENTE, Gloria. En el campo conservador. Organización y movilización de propietarios agrarios en Aragón (1880-1936), Prensas Universitarias, Zaragoza, 2005.
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