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Hermanos y Hermanas en Cristo, El Papa Francisco ha llamado a nuestra Iglesia Universal a celebrar un año santo invitándonos a reflexionar, a orar y a poner en práctica aquello que nos distingue como comunidad de bautizados y, a la vez, expresa el ideal al que aspiramos: a ser “Misericordiosos como el Padre”. Con este tema, el Santo Padre nos invita a un Año Jubilar tanto de conversión interna como de evangelización. Hemos de analizar la manera en que vivimos este ideal de la Misericordia en nuestras comunidades de fe así como la forma en que lo llevamos a la sociedad para inspiración de todo el pueblo de Dios. Es un año para evocar un cambio en los corazones tanto de individuos como de comunidades así como una oportunidad para ofrecer una alternativa de vida a una sociedad en necesidad de reconciliación, unidad y paz. El Año de la Misericordia comienza con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro el 8 de diciembre, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, y cierra el 20 de noviembre de 2016, la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Nuestra Diócesis, en comunión con la toda la Iglesia, quiere vivir con gran intensidad este llamado del Papa Francisco, así que escribo esta Carta Pastoral para invitar a todos los hombres y mujeres de buna voluntad a que se preparen para un año de gracia que trae paz, reconciliación, ayuda mutua, y sanación a quienes viven en esta región. Identificaré ahora algunas áreas de enfoque para el Año Jubilar que nos da el Papa Francisco en la Bula de Convocación: Misericordiae Vultus (11 de abril de 2015) y algunas iniciativas locales que se han planeado. Ofreceré también preguntas para su reflexión al leer esta carta. 1. Encontrar espacios para practicar el perdón y la misericordia. Invito al Pueblo de Dios: presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, hermanas y hermanos laicos a dialogar en comunidad y con la iluminación del Espíritu Santo identificar esas áreas de la vida social y pastoral que necesitan con mayor urgencia la Misericordia de la Iglesia. Cada comunidad debe discernir lo que puede y debe hacer para que la vida cotidiana de las personas y las actividades de la parroquia sean una expresión de la misericordia de Dios. Podemos preparar un plan de acción para responder a los desafíos que presenta nuestra realidad en un proceso que comienza con hechos simples pero que aspira al ideal del llamado del Papa Francisco a ser “Misericordiosos como el Padre”. El Santo Padre ha identificado diversas actividades pastorales que expresan la misericordia de Dios, pero son nuestras comunidades quienes deben concretizarlas en su propia realidad.
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Una es que debemos abrir nuestros corazones a los marginados, a quienes viven en las periferias más remotas de la sociedad: periferias creadas por la sociedad moderna misma. La tarea de nuestras comunidades es identificar en nuestra realidad particular a los marginados y ofrecerles el óleo del consuelo y los vendajes de la misericordia. ¿Quiénes son los marginados en tu comunidad? El Papa nos invita a seguir el ejemplo de Jesús quien, en lugar de acatar los criterios de la ley, nos muestra el rostro del perdón y el acompañamiento en situaciones de pecado. ¿Cuáles son estas situaciones de pecado que necesitan verse desde el lado del amor y no de una aplicación de la ley? Como empleados, ministros, predicadores y presbíteros, buscamos siempre orientar nuestras palabras y nuestros hechos con un sentido de caridad; una perspectiva simple pero poderosa que debemos adoptar de manera más permanente todos los que servimos a la Iglesia. Debemos defender la verdad pero nunca sin caridad, porque al fin y al cabo, nos dice el Papa Francisco, “toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades”. ¿Cuáles son algunas situaciones en nuestras vidas en que podemos ofrecer mejor un sentido de caridad a quienes encontramos en nuestro camino? Este año, seamos receptivos para aprender lo que Dios nos está revelando mediante las personas que vienen a nuestra iglesia y también las que no vienen más. De manera especial, espero que escuchemos a los jóvenes, algunos de los cuales no se sienten tan conectados a nuestra fe como nosotros quisiéramos. Escuchémoslos y aprendamos de su cultura, donde a menudo se puede encontrar el tipo de misericordia y apertura de que habla el Papa Francisco. Siempre es posible comenzar de nuevo. Dios no se cansa de perdonar, pero tal vez nuestras actitudes hacia los demás, incluyendo aquellos a quienes amamos, no reflejan este don de reconciliación y renovación que está a nuestra disposición. Algunas preguntas sobre este punto pueden ser: • •
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¿Cómo podemos cambiar esa mentalidad pasiva que nos impide ver el potencial de santidad y bondad en quienes nos rodean? ¿Cómo podemos ofrecer a quienes llevan la carga de la adicción, el abuso u otros traumas la luz de esperanza que nos enseña -‐ que lo que es imposible para nosotros es posible para Dios? ¿Cómo podemos ofrecer esta experiencia de sanación a quienes sufren de una enfermedad mental o a quienes viven en ambientes familiares fragmentados, abusivos o de otra manera disfuncionales?
Dios es bueno. Es misericordioso, y nosotros estamos hechos a su imagen. Jesús, a su vez, nos mostró la bondad de Dios “en la más real de las necesidades”. Cuando el Papa Francisco describe estas necesidades, recuerda la multiplicación de los panes y los peces para calmar el hambre de la multitud, la visita a la viuda de Naín para consolarla y la sanación de los enfermos que relatan los Evangelios. ¿Cuáles son las necesidades más reales en nuestras comunidades? 2 | DÍOCESE DE SAN BERNARDINO
Siempre habrá algo que podamos hacer para ayudar a otros. El Papa insiste “redescubramos las Obras de Misericordia Corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos”. Todas estas obras de misericordia deben ser nuestra prioridad tanto en el conocimiento como en la práctica. El enfoque espiritual de este año es el perdón, “por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia”. Y este perdón debe expresarse como una oportunidad para todos, aquellos que sirven, y aquellos a los que servimos; porque sólo quienes han experimentado el perdón amoroso de Dios pueden ofrecer y proyectar esa actitud de perdón. “…El misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz”. Por tanto, debemos encontrar nuevas maneras que nos permitan experimentar ese perdón y al mismo tiempo ofrecer esa riqueza a todos los que nos rodean. El perdón y la misericordia no son estrategias de mercadotecnia, son el centro de la vida cristiana. Debemos procurar integrar ambos a nuestros diálogos e interacciones en nuestras familias, en nuestras comunidades y lugares de trabajo y en el ámbito público, donde la urbanidad y el respeto se desvanecen cada día más. ¿Cómo podemos aplicar el perdón de mejor manera en los conflictos que enfrentamos? Cuidar de la reputación de los demás es parte de una actitud de Misericordia. Del mismo modo, el descrédito de un hermano o hermana es también un delito grave en contra del amor de Dios. Pero qué fácil es hacer comentarios o juicios sobre los demás sin tener en cuenta este deber moral. Si no vas a hablar positivamente de tu hermano, entonces no hables de él. ¿Cómo podemos educar a nuestras comunidades sobre cuidar de la reputación de los demás? 2. Porque Dios es el Padre de Misericordia En las sagradas escrituras encontramos la imagen de Dios como un Padre amoroso que permanentemente viene a nuestro encuentro como “un Padre rico en Misericordia” (Ef 2:4), como “un Dios clemente y compasivo, paciente, lleno de amor y fiel” (Ex 34:6). La revelación de Dios en el Antiguo Testamento expresa el misterio que “el Señor protege a los extranjeros y sostiene a la viuda y al huérfano” (Salmo 145). En rituales antiguos de la Misa se proclamaba ya en la oración inicial que Dios manifiesta su omnipotencia sobre todo con la misericordia y el perdón. El Salmo135 es una confesión de fe en Dios (“Porque es eterna su misericordia”) que Jesús utilizó como una forma de oración (Mateo 26:30). Toda la vida de Jesús proclamaba esta manifestación de Dios – la multiplicación de los panes y los peces, la resurrección del hijo de la viuda, su llamado a los discípulos. El amor de Dios se vuelve historia concreta en la persona de Jesús de Nazaret.
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Algunas de las parábolas más hermosas que contienen los cuatro evangelios, tal como el Buen Samaritano y el Regreso del hijo Pródigo nos muestran que el misterio de Dios se manifiesta cuando experimentamos Su perdón. Jesús nos enseña que lograr la felicidad es pasar por el camino del amor y la Misericordia (Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos”). ¿Cuándo fue la última vez que sentiste la Misericordia de Dios? Nuestro querido San Juan Pablo II dijo, “la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia – el atributo más estupendo del Creador y del Redentor -‐ y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora”. 3. ¿Cómo se guardará el Año de la Misericordia en nuestra Diócesis? Comenzando con la proclamación del Papa del Año Jubilar, el Vaticano nos ha dado muchas ideas para vivir este Año de la Misericordia. Pero a la vez, la participación, la creatividad y la libertad a nivel local serán esenciales para tener una experiencia de Misericordia realmente transformadora. En otras palabras, debemos hacer nuestro este Año de la Misericordia en la realidad de nuestra vivencia de la fe. Veo que esto se manifestará en muchos niveles – diocesano, vicariato, parroquial y familiar. Como Diócesis ofreceremos dos liturgias, para abrir (8 de diciembre) y para cerrar (20 de noviembre de 2016) el Año de la Misericordia. Nuestras Misas Diocesanas ofrecen una rara oportunidad para una celebración compartida en que nuestras muchas comunidades de fe oran y celebran como una bajo el liderazgo del Papa Francisco. Como símbolo de nuestra reflexión sobre la Misericordia durante este Año Jubilar, pido a todas las parroquias que diseñen una Cruz de la Misericordia. Como reflejo de la creatividad y la visión de cada parroquia, esta Cruz debe ser un recordatorio visual de la jornada que cada comunidad emprenderá en Misericordia. De manera similar, invito a todas las familias a crear también una Cruz de la Misericordia que se exponga en el hogar y que sirva como un lugar para orar juntos y compartir la fe. En los seis vicariatos de la Diócesis – San Bernardino, Riverside, Extremo Oeste, Alto Desierto, Bajo Desierto y Hemet – habrá oportunidades para hacer una peregrinación a un santuario u a otro lugar santo designado por los párrocos de esas parroquias. Los vicariatos coordinarán también mayores oportunidades para el Sacramento de Reconciliación. Sé que habrá muchas otras oportunidades en nuestras parroquias y en nuestros hogares católicos para guardar este Año de la Misericordia, haciéndolo de manera simbólica, catequética y práctica. Lo dejo a la creatividad e inspiración de la gente y, por supuesto, a la obra del Espíritu para que proporcionen el color y los detalles de estos eventos y programas.
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Espiritualidad Mariana El Papa Francisco ha colocado a Nuestra Madre María como modelo de Misericordia y como la Estrella de este Año Jubilar. El inicio del Año en la Fiesta de la Inmaculada Concepción refleja que María debe ser nuestro modelo y nuestra guía. La historia de la Iglesia nos enseña que María es la mejor evangelizadora, sin ella es muy difícil abrir nuestros corazones a una conversión profunda. Ella será nuestra maestra en este Año Jubilar, ella nos acompañará y a ella rezaremos para que interceda por nosotros. En este espíritu, exhorto tanto a vicariatos como a parroquias a que tengan una celebración mariana como una manera de honrarla y reflejar su relación con la misericordia. Somos llamados Queridos hermanos y hermanas, este año es una hermosa oportunidad para infundir vida a nuestras comunidades con la fortaleza de este mensaje de amor y misericordia. Somos portadores de un poderoso mensaje que puede influir de manera positiva en nuestras familias, nuestras parroquias, nuestros vecindarios y nuestra sociedad. Que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo nos acompañen al seguir la guía de nuestro Papa en este año de reflexión y hechos. Y que nuestra Madre María nos ayude a cumplirlo. Concluiré esta carta con la oración del Papa Francisco para el Año Jubilar de la Misericordia. Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso. Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios. Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. 5 | DÍOCESE DE SAN BERNARDINO
En Cristo, Monseñor Gerald R. Barnes
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