Marcos 4: El Sembrador, la Semilla, y la Tierra Queridos hermanos, hermanas, y amigos,

Marcos 4:1-20 - El Sembrador, la Semilla, y la Tierra Queridos hermanos, hermanas, y amigos, ¿Qué tipo de tierra eres tú? Tal vez te parece una pregun

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Marcos 4:1-20 - El Sembrador, la Semilla, y la Tierra Queridos hermanos, hermanas, y amigos, ¿Qué tipo de tierra eres tú? Tal vez te parece una pregunta extraña. ¿Tierra? ¿Por qué Pastor Jorge nos está preguntando sobre que tipo de "tierra" somos? Creo que entienden. Puedo hacer la pregunta un poco diferente. ¿Cómo es la condición de tu corazón? ¿Cómo es tu corazón? ¿Cuándo la palabra de Dios, el evangelio de Jesucristo, está difundido por predicar la palabra, y cae sobre ti, ¿qué pasa? ¿Echa raíces en tu corazón? ¿En tu vida? ¿Empieza a dar fruto? ¿O no? ¿Es tu corazón demasiado duro para recibir la palabra? O, ¿hay espinas que pronto la ahogan? Sí, mis amigos, esa es la pregunta: ¿cómo es la condición de tu corazón? Jesucristo muchas veces enseñó con parábolas. Eran cuentos con los cuales su audiencia podía conectarse que hacen unos puntos básicos. Nos ayudan a entender el evangelio también. Hoy quisiera predicarles sobre esta parábola, la parábola del sembrador, la semilla, y la tierra. Nos vamos a enfocar en este cuento pequeño que Jesús contó, y su explicación. Vamos a brincar de versículos 10-12 y enfocarnos en la parábola (vv. 1-9) y su explicación (vv. 13-20).

Tenemos que entender que nuestro Señor Jesús dio esta parábola por nosotros también. En versículo 9 dijo, "El que tenga oídos para oír, que oiga." Eso quiere decir que es para nosotros también. ¿Tienes oídos? ¿Oídos en tu cabeza? ¡Adelante y revísalos! Ok, acabas de revisar, y ¡sí los tienes! ¡Tienes oídos! Asegúrate de que escuches el mensaje de nuestro Señor Jesucristo. Al pasar por esta parábola, vamos a escuchar (1) que la semilla de la Palabra de Dios está diseminada por todo el mundo; (2) que es recibida por diferentes personas en diferentes maneras; (3) que estamos llamados a recibirla y dejar que dé fruto en nuestras vidas. El Señor dijo un cuento con el cual su audiencia podía identificarse. Un campesino salió a sembrar su semilla. Versículo 1 dice que una multitud de personas les estaba escuchando. Sembrar semilla era algo que ellos mismos habrían hecho o habrían visto con otros. El campesino habría tenido un saco colgante del hombro con una bolsa de semillas en su cadera. Caminaría de acá para allá por su campo sembrando semilla--diseminándolo. Se aseguraría que todo el campo fuera cubierto con semilla. El Señor después describió cuatro situaciones. i) Parte de la semilla cayó junto al camino. Un campo muchas veces tenía una senda atravesándolo. Una senda hecho por personas. La senda se convertiría en tierra duro y la semilla simplemente se quedaría allí lista para que las aves se la comieran. Las aves se comerían en esa semilla.

ii) Parte de la semilla cayó en terreno pedregoso. Porque la tierra no tenía profundidad, la semilla brotó, pero no se podía arraigar. La tierra en Israel muchas veces tiene caliza debajo de la superficie de la tierra. El campo parecería bueno, pero puede ser que había caliza oculta debajo de parte del campo. La tierra en sí sería buena. El trigo crecería rápido, pero por no poder desarrollar raíces, el sol quemaría la planta, y la planta se marchitaría. iii) Parte de la semilla cayó entre espinos. Los espinos y el trigo crecieron juntos, pero los espinos ahogaron al trigo tierno. iv) Luego, por fin, parte de la semilla cayó en buen terreno. No en la senda, ni en el terreno sin profundidad, ni donde crecieron los espinos, sino en tierra profunda, blanda, y fértil. Al germinar la semilla, el trigo echó raíces y produjo una cosecha abundante que rindió el treinta, el sesenta, hasta el ciento por uno. Por favor, nota la universalidad de sembrar. El sembrador no andaba escogiendo los lugares para sembrar. Sembró la semilla por todo el campo. ¿Cómo debemos entender la parábola? ¿Podemos decir quién es el sembrador? ¿Qué es el campo? Y ¿qué es la semilla? Sí, podemos hacerlo. El sembrador es el Señor Jesucristo. El campo es el mundo. Los diferentes tipos de tierra son las diferentes personas del mundo. La semilla es la palabra de Dios, el evangelio de la salvación. Cristo siembra universalmente.

Cuando Cristo inició su ministerio en Israel, se fue por todo el país, y se acercó la gente de cada lugar. Desde Pentecostés, el evangelio salió a todo el mundo. Piensa como salió en el Libro de Hechos en círculos cada vez más grande: primero a Jerusalén, luego a Judea y a Samaria, y por fin hasta los confines de la tierra. Judíos, samaritanos, gentiles. En el capítulo antes, 3:14, leemos que el Señor nombró a 12 apóstoles para predicar el evangelio. En el fin de los Evangelios leemos sobre la Gran Comisión -- cómo Cristo envió a sus apóstoles por todo el mundo. Hoy, todavía, Cristo manda a la iglesia a predicar por todo el mundo, universalmente y sin discriminación. Cerca y lejos, en las ciudades y en los cerros. En México y en Canadá, por todo el mundo. La iglesia es llamada a predicar las buenas noticias junto con el mandato a arrepentirse y creer. No es una oferta que puedes aceptar o rechazar. No puedes decir, "¡Qué interesante! Pero ni modo." La iglesia predica con autoridad y con una llamada definida y un mandato a creer. Jesús dijo, "El que tenga oídos para oír, que oiga." Eres bendecido en tener un par de oídos pegados a tu cabeza. Los revisaste antes, ¿recuerdas? ¡Asegúrate que escuches la palabra predicada! En el resto de los versículos de nuestro pasaje, hay muchas referencias a escuchar la palabra. Jesús hace mención de todos tipos de personas quienes escuchan la palabra. Escuchan la palabra, pero ¿qué hacen con ella? Esa es la pregunta. La pregunta es: ¿qué estás haciendo con la palabra?

2. La recepción variada de la Palabra. El Señor explicó la parábola en versículo 13 y siguiente, y ¡la explicación muestra que tenemos que usar nuestros oídos! Escuchar la palabra, recibir la palabra, entender, y trabajar con ella en tal manera que dé fruto en nuestras vidas. Hay cuatro tipos de tierra, las cuales representan a cuatro tipos de personas. Hay una semejanza en que todos escuchan la palabra, y hasta un punto, todos la reciban, pero el parecido no va más allá. La manera en la cual es recibida varia. No todos entienden y dan fruto. i) Primero es la senda. Ésta es donde camina la gente. Su preocupación más grande es con otra gente -- lo que dicen, piensan, sus opiniones y valores -- en lugar de la Palabra de Dios. La semilla es sembrada, pero se queda allí. No tiene efecto con ellos. No abrazan la palabra. No se abren a ella. No tienen ninguna lealtad al mensaje. Aún no empieza a hacer una diferencia en sus vidas. El diablo fácilmente puede quitar la semilla. Igual como las aves fácilmente arrebatan la semilla en el camino, así el diablo puede fácil y rápidamente agarrar la palabra de quienes son demasiado preocupados por lo que los otros piensan, dicen, y hacen. ii) Segundo hay quienes son como el terreno pedregoso. Escuchan la palabra y la reciben con gozo. Pero no dejan que el evangelio penetra profundamente en sus vidas. No tienen profundidad y son superficiales. Cuando surgen problemas o persecución por causa de la palabra, se apartan. No pueden sostener la presión externa del mundo.

Una conversión gozosa no es garantía de una vida Cristiana. Algunas personas creen en su experiencia de conversión. No es como iniciamos sino en como seguimos que hace la diferencia. Tenemos que ser arraigados profundamente en la palabra, para que no nos apartemos. Tenemos que orar para que Dios nos de resistencia. ¿Estás preparado para oponer resistencia al mundo? iii) Luego hay la semilla que cae dentro de los espinos. Algunas personas escuchan la palabra y la reciben, pero los espinos también están creciendo en la tierra o en sus corazones y vidas. ¿Cuál serían los espinos? Hay dos tipos de espinos, dice Jesús: 1. Las preocupaciones de la vida; 2. La riqueza y la abundancia. ¿Parecen que son opuestos, no? Por un lado, las preocupaciones de la vida; por el otro, la riqueza. A veces pensamos que si sólo tuviéramos mucha riqueza, ya no tendríamos razón por preocuparnos, ¿sí? La riqueza elimina las preocupaciones, pensamos. Pues ¿cuáles son las preocupaciones de la vida? Puede ser las que pasamos por apuros. La pobreza. La enfermedad. Las preocupaciones sobre tales cosas pueden actuar como espinos en nuestras vidas. Escuchamos el evangelio, empieza a arraigarse en nuestros corazones y empieza a crecer. Pero pronto las preocupaciones de la vida ahogan el gozo del evangelio. Pero la riqueza puede hacer la misma cosa.

La riqueza, y el deseo para tener más, también puede ahogar el gozo del evangelio. Una persona puede tener riqueza y pensar que no necesita al Señor. Y así la fe en Cristo es ahogada, ahora por la riqueza. Las preocupaciones (por un lado) y riqueza (por el otro) ambas pueden actuar como espinos para ahogar la palabra y hacerla estéril. Las preocupaciones pueden deprimirnos y la riqueza puede encandilarnos. Ambas son ataques de la carne para ahogar la palabra y hacerla estéril en nuestras vidas. ¡Tres tipos de tierra dónde la palabra tiene poco o nada de efecto! ¡Tres tipos de tierra, atacados por el diablo, el mundo y nuestra propia carne! ¡El diablo, el mundo, y nuestra propia carne: nuestros tres enemigos más grandes! Sólo el Señor Jesús nos puede salvar de nuestros tres grandes enemigos. Y así debemos dejar que la palabra de Dios penetre profundamente en nuestros corazones y vidas. 3. El oído fructífero de la Palabra Por fin, hay la tierra buena. La tierra buena escucha la palabra de Dios, la acepta, y produce una cosecha que rinde el treinta, el sesenta, o el ciento por uno. Por favor nota la sencillez de todo. La tierra buena es descrita en pocas palabras: la palabra es sembrada, la tierra buena recibe la semilla, y por fin la tierra da fruto. ¡Escucha, recibe, y da fruto! No es complicada. Ser fructífero no es cosa de muchos pasos espirituales, disciplinas, o técnicas. Ni es nuestra obra. Es la obra de la semilla sembrada en nosotros. Es la obra del sembrador. Es la obra de Cristo en nosotros.

Una recepción sencilla de la palabra es lo que nos hace fructíferos. En fin, la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué tipo de tierra soy yo? Todos tenemos que meternos en la parábola. Tenemos que reflexionar sobre nosotros, examinar nuestros propios corazones. ¿Soy como la senda dura donde la gente camina? ¿Soy demasiado preocupado por lo que la gente hace y lo que la gente piensa? ¿Me he endurecido para que la semilla de la palabra no pueda penetrar? Entonces debo tener cuidado no sea que el diablo me quite de la palabra. ¿Soy como el terreno pedregoso, haciendo lo imposible que la semilla eche raíces profundas? ¿Fácilmente quebrantan mi fe los problemas de nuestra vida aquí? ¿Sólo me ha penetrado un poco la palabra de Dios, y cuando venga la persecución del mundo, pronto me aparta de Dios? O, ¿soy tierra de espinos? ¿Las preocupaciones de esta vida terrenal o los deseos para la riqueza del mundo ahogan el crecimiento en mi vida? ¿Las preocupaciones o los deseos de la carne hacen inútil la palabra de Dios en mi vida? Ten cuidado del diablo, del mundo, y de tu propia carne. El diablo, el mundo, y tu propia carne te atacan sin cesar. Asegúrate que eres la buena tierra. La semilla de la palabra de Dios caerá sobre ti. El agua refrescante del Espíritu Santo lloverá sobre ti. La semilla brotará y florecerá. La palabra de Dios no volverá a Dios vacía, sino que hará lo que Él desea y cumplirá con sus propósitos. Saldremos con alegría y seremos guiados en paz. El diablo, el mundo, y nuestra propia carne no ganarán la victoria en nuestras vidas. Cristo ganará porque ya ha ganado. AMÉN.

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