Identidades sociales y exclusión

FOESSA-CÁRITAS Identidades sociales y exclusión Apartado C. del Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, 2008 Juan Jose Villalón 01/11/2008 2 Identidades
Author:  Marta Torres Ortiz

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Identidades sociales y exclusión Apartado C. del Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, 2008 Juan Jose Villalón 01/11/2008

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Identidades sociales y exclusión

IDENTIDADES SOCIALES Y EXCLUSIÓN Autor: Juan José Villalón Profesor Ayudante Doctor UNED, [email protected]

INTRODUCCIÓN

La desigualdad en España es un hecho generado por procesos sociales concretos que operan de tal modo que producen la pobreza y la vulnerabilidad de sectores sociales específicos como son los jóvenes, los más mayores, las mujeres y los inmigrantes considerados extranjeros. Ello tiene consecuencias sobre la conciencia social, es decir sobre la visión de quienes son iguales, de quienes tienen los mismos intereses.

A lo largo de las últimas décadas, dicha conciencia ha cambiado al hilo de la transformación de las consecuencias estructurales producidas por las pautas que rigen los procesos sociales que equilibran la relación entre los recursos socialmente producidos y los recursos humanos en los grupos sociales que conviven en España. Este aparado, denominado “Identidades” e inserto en el capítulo sobre el capital social analiza cómo ha cambiado esta conciencia, que podemos denominar “social”. Se analiza cómo han dejado de operar entre nosotros ciertos tipos de rasgos que han servido históricamente para diferenciarnos y cómo otros, ya existentes pero no siempre igual de conocidos, se han fortalecido. Y, además, se estudia el efecto que la experiencia de la desigualdad tiene sobre la relevancia que los individuos conceden a cada forma de identificación social para intentar encontrar una primera explicación de los marcos de sentido que se están imponiendo.

VILLALÓN, Juan José “Identidades sociales y exclusión” en Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, Madrid, FOESSA-Cáritas, 2008

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El estudio de los marcos de referencia sobre las identidades sociales se enmarca en el análisis de la desigualdad y la exclusión social porque aquel objeto de estudio nos aproxima a la dimensión intersubjetiva que es generada por la experiencia social objetiva que una población o universo posee sobre cómo se estructuran y se distribuyen sus recursos sociales entre los individuos de dicha sociedad. Por ello, dicho análisis puede indicarnos algunas de las herramientas conceptuales que los sectores sociales más vulnerables están desarrollando que sean germen de nuevas estrategias colectivas de lucha contra su exclusión. Además, consideremos que, una vez conocidas dichas tendencias, un Estado o una sociedad civil comprometida con la democracia y la participación puede utilizar dichas herramientas para el fortalecimiento de esos sectores sociales más desfavorecidos, para establecer entre ellos vínculos que les permitan llegar a la arena política y defender sus derechos, al igual que en las sociedades industriales llegaron a hacer las clases obreras en muchos lugares del mundo, consiguiendo con ello su integración plena como ciudadanos.

1. ¿Qué son las identidades sociales?

Cuando viajamos a un país extranjero, o vamos a una asamblea, o necesitamos preguntar por la calle la dirección de un lugar que buscamos, seleccionamos a aquellos con los que entablamos conversación. Si es posible evitarlo, no preguntamos a cualquiera, ni nos sentamos en cualquier sitio en el tren o el autobús. Buscamos de quien nos podamos fiar.

Igualmente, al votar en unas elecciones, acudir a la reunión de una asociación, ir a una manifestación o aportar dinero a una campaña electoral tampoco lo hacemos para apoyar a un desconocido. Son actos que hacemos siempre que aquellos a los que votemos, que pertenezcan a la asociación o acudan junto a nosotros a la manifestación sean individuos y grupos en los que podamos confiar.

La confianza se genera de muy diversas formas. Puede ser a través del contacto cara a cara, la conversación o el diálogo reflexivo. Pero este modo es muy caro, necesita de mucha energía, tiempo y esfuerzo. Por ello, nuestras decisiones de actuación en un sentido determinado junto a otros se basan muchas veces en creencias que justifican

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nuestra confianza en unos individuos o en unas instituciones, confianza en que esos a los que nos unimos van a querer, buscar o pelear por lo mismo que nosotros. De ese modo introducimos rutinas que nos permiten confiar sin necesidad de conocer previamente.

Una de las creencias más poderosas de movilización es la de que se es un igual, que se comparten unos intereses. Por eso, uno de los ejercicios primeros que solemos hacer al encontrarnos con otros en un entorno complejo es clasificar a las personas, considerar quienes son afines y quienes no lo son. Para lo cual, buscamos algún rasgo que nos permita identificar al otro. Esos rasgos son identidades sociales.

Las identidades sociales son útiles herramientas de identificación y clasificación que un individuo aprende en su proceso de socialización y que puede utilizar cuando se encuentra ante desconocidos. Son atributos culturales categóricos que proporcionan criterios de división básicos para la conformación de una representación específica de las diferencias y las similitudes de una población humana. Sirven a cada individuo y grupo para que pueda deducir, antes de conocer, los temas que tiene en común con otros, qué problemas comparten, o qué intereses les hacen contrarios o antagonistas. Es decir, son útiles para saber quienes, en un contexto determinado, pueden ser “amigos” y quienes “enemigos”. Por ello, aquellas, son utilizadas por los actores sociales para clasificar, agrupar o identificar a los individuos, es decir: para definir el perfil de aquellos que pueden ser miembros de su colectividad y para decidir qué roles y demás recursos sociales asignan a cada miembro. Y, los individuos las utilizan para comprender su posición en la estructura social (Villalón, 2006).

Pero, una identidad social es una forma de clasificación conocida, reconocida y utilizada por los individuos y grupos humanos para trazar una “frontera” entre aquellos que tienen

unos

intereses

o

experiencias

sociales

comunes

y

los

diferentes,

independientemente de los grupos sociales a los que se pertenezca. De modo que, la frontera que traza una identidad social separa sectores sociales y no, grupos sociales.

Ciertamente, los grupos sociales generan una identidad colectiva con la que los miembros se reconocen entre sí, que se representa simbólicamente a través de signos externos como el carnet de identidad, una bandera, o cualquier otra manifestación al que

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se da un significado que permite reconocer a los miembros de un grupo social. Sin embargo, ello no es lo que genera intereses personales iguales entre individuos sino grupales, del grupo social de pertenencia.

Los intereses personales que podemos compartir con otros a los que consideramos nuestros iguales se forman en la experiencia social de la desigualdad. Esta experiencia se produce debido a que ciertos grupos sociales se organizan de tal modo que su estructura interna implica ciertos desequilibrios en el reparto de los recursos sociales que llega a administrar dicho colectivo entre sus miembros. Esa desigualdad implica una estratificación social, por la cual, los miembros del grupo tienen intereses diferentes y muchas veces opuestos dentro del mismo grupo. Son intereses personales, que pueden ser compartidos con miembros de otros grupos sociales. No emergen del grupo pero que se forman en la experiencia social de la desigualdad experimentada. Los grupos sociales básicos en este proceso son, en las sociedades modernas: las empresas, los Estados y las familias. Aunque nos son los únicos, pues cada tipo de acción colectiva que llega a generar un nuevo tipo de grupo social puede conseguir su institucionalización. Y, entonces, dicho grupo social formará parte de esos grupos sociales básicos de los que hablamos.

Esos grupos sociales tan especiales han sido denominados por algunos autores: organizaciones sociales (Arnhe, 1995). Este nombre permite diferenciarlos de otros grupos sociales, que aún existiendo, no tienen un grado de formalización tan fuerte como los anteriores como puedan ser asociaciones o partidos políticos nuevos que aún están sólo embrionariamente institucionalizados. Y, también permite distinguirlos de instituciones sociales que no forman grupos sociales sino que rigen algunos tipos de relaciones sociales inter e intra-grupales como pueda ser el Derecho o los procesos de formación de nuevos grupos como el contrato laboral o el matrimonio.

En las sociedades complejas existen multitud de identidades sociales. Algunas distinguen por rasgos físicos como el sexo, la edad, el color de la piel, la etnia o la capacidad física y mental. Otras distinguen por las ideas que se sostienen como las ideas religiosas o las ideas políticas. Otras, por los estilos de vida expresados en costumbres, gustos, formas de vestirse, formas de ocio o hobbies. Otras, lo hacen en función de la actividad que se realiza habitualmente como es la clase social o la profesión. Y, otras

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muy importantes son las que hacen referencia a lugares geográficos donde se vive o donde se nació.

Cada uno de estos rasgos de identificación adquiere una importancia para los individuos que los aprenden en su proceso de socialización. Pero no todos tienen la misma relevancia. Cada individuo tiende a otorgar una relevancia diferente a cada una de ellas según diversos parámetros, muchos de los cuales son aún desconocidos. Así, lo que el investigador se encuentra en la conciencia social de cada individuo es una jerarquía del conjunto de identidades sociales donde algunas no aparecen y otras sí. Y entre las que aparecen, unas resultan ser más relevantes subjetivamente para los individuos que otras. De modo que, éstos pueden llegar a indicar cuál consideran la más relevante, una especie de identidad primaria o primera, y cuál piensan que es la segunda o secundaria como identidad social que sirve para identificar a los que tienen sus mismos intereses o son sus iguales.

2. ¿Qué parte de la experiencia social influye sobre las formas de identificación social predominantes en una sociedad?

A día de hoy podemos afirmar que existe una asociación entre las tendencias de cambio de las formas de exclusión social y las formas de identificación social. Al menos, ello parece haber ocurrido en España desde los años ochenta hasta comienzos del siglo XXI. Durante este período, se incrementó la importancia de la edad como factor de exclusión social. Y esa evolución coincide con un incremento posterior y progresivo de la extensión e intensidad de la edad como factor de identificación social básica entre la población española. Dicha asociación se puede explicar como resultado de los efectos del incremento del uso de la identificación de los individuos según su edad como una de las formas de selección de los miembros y de la asignación y distribución de los recursos sociales por parte de las familias, el sistema político y las empresas. De modo que es la experiencia de los sectores sociales de su diferente grado de vulnerabilidad social uno de los factores que podría estar favoreciendo la preeminencia de unas formas de identificación social sobre otras (Villalón, 2006)

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Si bien, las identidades sociales también se expresan y producen en la acción social que se realiza. Las formas de consumo y ocio, por ejemplo, han incrementado su relevancia como elementos de identificación en las sociedades avanzadas, cuando el tiempo dedicado a este tipo de actividades se ha incrementado sensiblemente y se ha extendido este tipo de actividad a la mayor parte de la población.

Y, ciertamente, la participación y desarrollo de acciones colectivas es otra dimensión que ha estimulado formas de identificación social como ha ocurrido con la identidad sexual gracias al movimiento feminista.

De modo que, las formas de identificación social predominantes en una población parece que son el resultado de un complejo proceso de concienciación social de las diferencias y las similitudes. El cual, tiene su origen en algunos procesos estructurales de exclusión de las actividades socialmente instituidas y en la acción social y colectiva. Si bien, entre todas ellas, parece que el trabajo es la actividad que más afecta a la forma en que se ordenan las identidades sociales básicas en la conciencia social. Las experiencias de exclusión vividas en los procesos de selección laboral parecen ser las más determinantes en este sentido (Villalón, 2006).

Hay ciertos límites a la conciencia social de las diferencias y las similitudes que impone la cultura dominante en una sociedad. La naturaleza de una identidad social es cultural. Esto significa que sólo podemos tomar conciencia de una diferencia social en función de que tengamos las herramientas conceptuales necesarias en el depósito cultural aprendido. Si no existe una forma de clasificación en nuestra cultura, no es posible tomar conciencia de ella a nivel colectivo. En dicha situación, será necesaria, previamente, una innovación cultural para producirla.

Por lo cual, la asociación entre las formas de desigualdad excluyente experimentadas y las formas de identificación que predominan en la conciencia social no puede ser exacta. Esta relación está afectada por otro conjunto de procesos que pueden visibilizar una parte de los factores de desigualdad mientras ocultan otros a aquellos que los experimentan.

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3. Las identidades sociales en la España del siglo XXI En la sociedad española, es posible observar la existencia de un conjunto amplio de rasgos que son habitualmente utilizados para referirse a quienes son iguales entre sí aunque los individuos con dichos rasgos pertenezcan a grupos sociales diferentes. Estos rasgos son: la edad, el sexo, la clase social, el municipio en el que vivimos, la nacionalidad o región en la que nos ubicamos, las ideas religiosas, las ideas políticas, el trabajo, la profesión, las aficiones, las modas, las aficiones y los gustos.

Los orígenes de cada uno de estos rasgos son complejos. Todos ellos han estado presentes en la historia de las sociedades modernas.. Así, la mayor parte de estos rasgos los encontramos en estudios similares a los de España realizados en países próximos geográficamente como el Reino Unido (Véase los estudios de la Social Attitudes Survey desde los años ochenta que incluyeron preguntas sobre las identidades sociales) . Aunque, en España, algunos de estos rasgos adquirieron sus propias peculiaridades (Villalón, 2006)

Para la mayor parte de la población, alguno de estos rasgos es, actualmente, uno de los que mejor distinguen quiénes son iguales o quienes tienen los mismos intereses.

Los rasgos de identificación social que más personas han valorado como el principal para distinguir a aquellos que tienen sus mismos intereses año tras año desde 1985 hasta el año 2008 han sido, prácticamente en todos los estudios, los mismos: la edad y los estilos de vida. Sólo en el año 2007 se produjo una variación: la región. Ésta fue evaluada como la más importante por un porcentaje mayor de personas que el referido a los estilos de vida en aquella encuesta. (Gráfico 1)

Por otra parte, entre los rasgos que suelen ser utilizados por los españoles para identificarse, los que menos personas utilizan en primer lugar sí han variado de forma importante durante veintitrés años. De 1.985 al año noventa y uno, el sexo, la región o la nacionalidad y las ideas políticas son rasgos con los que se identificaba, de media, menos de un 5 por ciento de la población. En el período último estudiado, desde el año 2005 al año 2008, son muchos más rasgos los que son utilizados por menos del 5 por

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ciento en primer lugar. Estos son: las ideas religiosas, las ideas políticas, la clase social, la profesión y el municipio. Gráfico 1. Evolución del Porcentaje de la población que tiene un rasgo determinado como su Identidad social más relevante en escala logarítmica de base 2 64

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MISMA EDAD MISMO SEXO

MISMO ESTILO DE VIDA (COSTUMBRES, AFICIONES, MODAS) MISMO MUNICIPIO

MISMA REGION MISMA PROFESION MISMASIDEAS RELIGIOSAS

MISMA CLASE SOCIAL MISMASIDEAS POLITICAS

Fuentes: Elaboración propia a partir de los datos de: Desde 1985 a 1991: Tezanos, José Félix. La sociedad dividida. Madrid: Sistema, 2001; De 2008: ENCUESTA DE LA FUNDACIÓN FOESSA SOBRE INTEGRACIÓN SOCIAL Y NECESIDADES SOCIALES. Base de datos ponderada; Resto: Encuestas sobre Tendencias Sociales del Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales, Tablas de resultados. Pregunta en la encuesta de FOESSA: De los siguientes grupos de personas que figuran en este listado ¿me puede decir con cuál se identifica Vd. más en primer lugar, es decir con cuál piensa Vd. que tiene más intereses comunes? Y en segundo lugar? Nota: Todas las encuestas utilizadas son de nivel estatal, con muestras aleatorias, estratificadas y con afijación por cuotas. El tamaño de las muestras fue en torno a 1.100 en las encuestas de 1985 a 1995, en torno a 1.700 en las encuestas de 1996 a 2007 y de más de 3031 casos en la encuesta de 2008 de FOESSA.

Así pues, en el período estudiado, se ha producido una concentración de las respuestas en torno a algunos rasgos determinados. Algunos, como las ideas religiosas, la clase social y la profesión han perdido importancia. Y, por el contrario, el sexo y la región o la nacionalidad la han incrementado.

El análisis, sin embargo, tiene algunas deficiencias para captar la relevancia de las identidades sociales. El que una de ellas pase a ser más utilizada en primer lugar no quiere decir que la conciencia social de la pertenencia a dicho tipo de sector social haya aumentado. Sólo indica que una identidad social ha incrementado su presencia en la cúspide de la jerarquía de las identidades sociales. Pero, pudiera ser que no haya

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aumentado el número de personas para las que es una de sus identidades sociales básicas.

En los estudios realizados consideramos que los individuos de las sociedades complejas son conscientes de numerosos rasgos que influyen en que su posición social. Pero, no a todos les dan la misma importancia debido a factores culturales, estructurales y coyunturales. Por ello, entre ese conjunto de rasgos tienden a destacar uno, dos o tres a lo sumo de forma genérica.

Podría considerarse que los rasgos de identificación que se hacen relevantes son diferentes en cada escenario donde actuamos. La relevancia de las identidades sociales sería situacional o contextual. Esto quiere decir que las identidades sociales relevantes para un individuo pueden cambiar a lo largo del día según van cambiando los escenarios en los que actúa, al igual que cambian los valores con los que guiamos nuestras conductas según el espacio social en que nos encontramos. Esto sería lo más propio de una sociedad con vínculos sociales frágiles, con un grado de individualización fuerte, en el que tienden a producirse unas identidades débiles, flexibles o acomodaticias que resuelven los dilemas de identificación de un modo efímero, permitiendo al individuo adaptarse rápidamente a las situaciones que experimenta1.

Sin embargo, sin negar dicha tendencia, parece que los individuos suelen, además, establecer alguno de esos rasgos como más importante en su concepción general de las divisiones sociales, y, por tanto, sobre quienes tienen unos intereses más similares a los suyos. Este tipo de posicionamiento general es un ejercicio de reducción de la complejidad que es útil para desarrollar rutinas comparativas. El no tener que pensar ante cada situación quienes son mis iguales, reduce los esfuerzos necesarios para la interacción social. Este tipo de procesos cognitivos existe en el entorno de los valores y las creencias, y, por lo tanto, tiene sentido pensar que ocurra también en los demás entornos de decisión cultural como es el de la jerarquización de las identidades sociales.

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Sobre la aparición de dichas formas de identificación, los trabajos de autores

como Anthony Giddens (1991), Ulrich Beck (2003), Zigtmunt Bauman (2004) y Enrique Gil Calvo (2001) resultan muy interesantes.

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A pesar de ello, en los estudios realizados por el Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales desde el año 1.995 en España, se observa que una opción general de identificación que agrupe cualquier forma de identidad social como posible es adoptada por un porcentaje de población significativo. Existe en los estudios recopilados sobre esta cuestión por autores como Tezanos desde el año 1.985 una opción de respuesta que es “Todos por igual” referido a que el individuo puede identificar a sus iguales a través de cualquiera de los rasgos que se le indican o que él pueda pensar. Así, esta respuesta indica que no hay ningún rasgo que sea para ese caso más relevante que otro en general. Como argumenta Tezanos, éste es un indicador claro de la falta de especificidad en que se sitúan bastantes personas a la hora de definir sus identidades sociales (Tezanos, 2001: 320). Este tipo de respuesta ha ido aumentando a lo largo del tiempo en España de forma continuada. En el año 1.985 lo utilizaron sólo el 11 por ciento de la muestra. Mientras que en el estudio realizado por FOESSA en el año 2.008, fue un 28 por ciento (Gráfico 2). Gráfico 2. Evolución de la respuesta "CON TODOS POR IGUAL" en escala logarítmica de base 2 64

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Fuentes: Elaboración propia a partir de los datos de: Desde 1985 a 1991: Tezanos, José Félix. La sociedad dividida. Madrid: Sistema, 2001; De 2008: ENCUESTA DE LA FUNDACIÓN FOESSA SOBRE INTEGRACIÓN SOCIAL Y NECESIDADES SOCIALES. Base de datos ponderada; Resto: Encuestas sobre Tendencias Sociales del Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales, Tablas de resultados. Pregunta en la encuesta de FOESSA: De los siguientes grupos de personas que figuran en este listado ¿me puede decir con cuál se identifica Vd. más en primer lugar, es decir con cuál piensa Vd. que tiene más intereses comunes? Y en segundo lugar? Nota: Todas las encuestas utilizadas son de nivel estatal, con muestras aleatorias, estratificadas y con afijación por cuotas. El tamaño de las muestras fue en torno a 1.100 en las encuestas de 1985 a 1995, en torno a 1.700 en las encuestas de 1996 a 2007 y de más de 3031 casos en la encuesta de 2008 de FOESSA.

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Durante la Modernidad fuerte, se asumió muchas veces que las identidades sociales más básicas estaban determinadas institucionalmente. Es decir, existía un aprendizaje de cuáles eran las identidades sociales básicas y éstas eran, en cierta medida, estables para la mayor parte de la población. Y, las identidades sociales que se consideraban inamovibles eran para algunos las identidades de clase u ocupacionales, y, para otros las identidades nacionales. Éstas se conformaban en la vida institucional del trabajo y la política. Habían sido el germen de los principales movimientos sociales del siglo XIX y XX. Y parecían inamovibles.

Posteriormente, con el desarrollo de la sociedad de consumo aparece otro tipo de identidades sociales que van ganando terreno. Entonces,

la concepción que los

científicos tienen sobre cómo se generan las identidades sociales cambia porque consideran que ésta se forma en las actividades sociales principales de los individuos, en la interacción social que se producen en torno a dicho tipo de actividades. Y, algunos plantean que se produjo un cambio sustancial en las sociedades salariales cuando éstas dejaron de ser sociedades de trabajo a ser sociedades de consumo. Este implicó que las identidades sociales básicas empezaron a configurarse en torno al ocio y el consumo para dejar de hacerlo en torno al trabajo. Ello explicaba el porqué se había reducido la conciencia de clase obrera y surgía una nueva conciencia social predominante entre los trabajadores que les hacía verse como clase media y no como clase obrera. En muchos individuos, especialmente varones, la conciencia de clase media venía definida por el consumo y no por la actividad laboral (Bocock, 1995: 155). De este modo se fue pasando progresivamente de unas sociedades donde las identidades sociales eran dadas institucionalmente a unos sistemas sociales en los que las identidades sociales eran elegidas por los individuos. Y, en un principio, se pensó que lo que se elegía en las nuevas sociedades eran identidades sociales básicas que fuesen laxas ideológicamente y que venían vinculadas al desarrollo de los consumos y formas de ocio, o, de un modo más general, a los estilos de vida que era posible elegir.

Dicha aserción implicaba que las fuentes sistémicas de la experiencia social en las que se fundamentaba el desarrollo de las identidades sociales básicas cambiaban de un sistema o formación social a otro. De modo que, en cada formación social era necesario comprobar cuáles eran las actividades sociales de las que emanaban las identidades sociales. Así, el trabajo había sido una fuente de identificación social fundamental en las

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sociedades industriales pero dejaba de serlo en las postindustriales. La nación había sido una fuente de identificación en las sociedades modernas europeas pero estaba llegando el tiempo en que dejaban de serlo también. Emergía una nueva fuente de identificación: las actividades de ocio, el estilo de vida. Y las otras se disolvían.

Ante dicha explicación, se plantea la cuestión de cómo puede cambiar la naturaleza de las relaciones sociales de tal modo que cambien la importancia de las actividades sociales que influyen sobre la identificación social. En los años noventa, la hipótesis que emergió fue la idea de que se estaba produciendo una mutación del trabajo. El aumento sustantivo de la vulnerabilidad de las posiciones laborales y la reducción de los puestos de trabajo como consecuencia del uso de las nuevas tecnologías, también cambia la posición del trabajo en la experiencia social y es necesario la búsqueda de nuevas formas de identificación social, como pueda ser el consumo, que puede ser, en las sociedades del bienestar, más sostenido en el tiempo que el trabajo al diversificarse las fuentes de ingresos y de adquisición de recursos sociales gracias al Estado del Bienestar y el apoyo familiar.

Sin embargo, existe otra explicación más sencilla a los cambios ocurridos en las formas de identificación que no exige el plantear cambios en la naturaleza de las relaciones sociales y las actividades humanas. Que vuelve a plantear el origen institucional de la jerarquización de las identidades sociales. Pero que asume que los individuos son los que producen la jerarquización final de éstas. Según esta teoría, las identidades sociales básicas se conforman a partir de la experiencia social que los individuos tienen sistemáticamente en su vida de cuáles son los límites a su inserción total en los grupos sociales básicos (Villalón, 2007). Es decir, la jerarquización que hacen los individuos responde al conjunto de experiencias que tienen de haber sido rechazados en los procesos de selección para la adquisición de nuevas tareas así como de derechos y recursos económicos. Estos grupos sociales son, fundamentalmente tres: las familias, las empresas y los Estados. Si bien, pueden ser considerados otros grupos que sean administradores de recursos sociales y que tenga capacidad para seleccionar y expulsar a sus miembros, es decir, que sean lo que se ha denominado en Antropología Social, organizaciones sociales o formas materializadas de las instituciones sociales básicas. Esta explicación implica que lo que cambia a lo largo del tiempo no es la importancia de las actividades sociales en la conformación de las identidades sociales cuando

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cambiamos de formación social, sino que lo que se transforma es el conjunto de filtros culturales utilizados por las organizaciones sociales para marcar las fronteras que determinan quienes pueden ocupar qué posiciones sociales en cada momento. Así, la reducción de la conciencia de clase vendría producida porque en el mundo laboral de las sociedades industriales avanzadas, la clase de origen de sujeto dejó de ser un hándicap para alcanzar un puesto de trabajo. Es decir, el aumento de la movilidad de clase social intergeneracional estaría repercutiendo en la reducción de la importancia de esta identidad social básica. Igualmente, la reducción de la importancia de la nacionalidad vendría marcada por la reducción del uso en los grupos sociales de este tipo de recurso cultural para establecer los que son sus miembros y el puesto que ocupan.

Dicho proceso puede ocurrir por varias cosas: por un cambio cultural o un cambio demográfico que aumente la homogeneización demográfica. Y, por supuesto, también podría ocurrir al contrario. Esto implicaría que, en un contexto de homogeneización demográfica y de mayor movilidad social y, si acaso, de reducción de la desigualdad social, y de aumento de la diversidad cultural o de estilos de vida, se podría pasar a unas formas de identificación diferentes basadas en el ocio pero con repercusiones en la selección que se hace de los miembros en función de este nuevo tipo de criterio, el estilo de vida. E, igualmente, esto explicaría que cualquier rasgo social podría llegar a ser muy relevante socialmente en cuanto fuese sistemáticamente utilizado por las élites de las organizaciones para determinar los que son miembros y qué puesto puede ocupar cada cual.

Así pues, más allá de la población que ha ido adoptando una forma de identificación general difusa, y que sigue siendo una minoría, aunque creciente. Se debe centrar la atención en el otro conjunto poblacional y analizar cómo ha evolucionado la conciencia jerárquica de sus identidades sociales y consigue solventar el problema surgido del debilitamiento de las instituciones sociales y el proceso de individualismo institucionalizado que se está produciendo.

En este sentido, lo primero que está ya definido es que la mayor parte de la población de España jerarquiza estas identidades sociales destacando alguna de ellas como la primera y otra como la segunda que más le ayudan a identificar a sus iguales, es decir, al sector social con el que más se identifica, con el que más intereses comunes comparte. Esto

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produce, a nivel general, lo que denominamos: la escala de jerarquización de las identidades sociales.

Esta escala es un instrumento de análisis de la relevancia relativa que cada identidad social toma en la conciencia social de los miembros de una sociedad determinada, en un momento concreto. Su evolución resulta significativa porque nos muestra cómo los cambios en la experiencia social de la gente de sus vinculaciones sociales influyen sobre su conciencia social.

Para poder observar cómo ha evolucionado el porcentaje de personas que han tomado conciencia de un rasgo de identificación básico, se ha desarrollado un indicador que denominamos “extensión relativa de la identidad social básica” y que es la suma de los casos que se identifican de dicha manera en primer o en segundo lugar dividido por el número de casos que se identifican a partir de algún rasgo especifico específico en primer o en segundo lugar. Dicho indicador se basa en el desarrollado por José Félix Tezanos en los años noventa, que denominaba “frecuencias acumuladas” al referirse a que resultaban de la suma de las frecuencias de los casos que habían indicado dicha identidad en primer y en segundo lugar dividido por el número de casos total. La principal diferencia entre ambos es que la “extensión relativa” tiene en cuenta la existencia de variaciones en el número de casos que no se identifican con algún grupo en particular o que lo hacen con todos por igual. Y anula su efecto al analizar la evolución de la relevancia de cada tipo de identidad social en la conciencia social general. Dicho ejercicio matemático sirve para centrar la atención en ese conjunto poblacional que sí se identifica con algún rasgo específico y para que el análisis no se vea afectado por las

variaciones debidas al proceso de individualización

institucionalizada.

Este indicador muestra que la extensión de la edad, en primer lugar, se ha incrementado considerablemente desde mediados de los años ochenta hasta ahora pero debido a un cambio que se produce en la primera década analizada para después estancarse en valores en torno al 61 por ciento. En segundo lugar, se aprecia que la identificación con los que tienen un mismo estilo de vida prácticamente se ha mantenido en valores similares, al reducirse su extensión solo un 8 por ciento. El mayor cambio se ha producido en la extensión del sexo o género como elemento de referencia, tendiendo a

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situarse desde los años 2000 por encima del 20 por ciento. Por otra parte, el municipio y la región o nacionalidad no ha variado su extensión como rasgo de identificación social apenas. Y sí han reducido su extensión relativa de forma muy importante las ideas religiosas, la clase social, la profesión y las ideas políticas.

Estas tendencias generales, sin embargo, se han visto truncadas en algunos casos al comienzo del siglo XXI. Desde el año 2002 hasta el año 2008 se observa un crecimiento relativo de los casos que se identifican según sus ideas políticas y religiosas así como de la extensión de la nacionalidad o la región (Gráfico 3).

Como se puede comprobar, las tendencias observadas en el análisis de la extensión son algo diferentes de las que nos indican el análisis de la identificación en primer lugar. Ello es debido a la variación que se produce de la intensidad de la identificación con cada tipo de rasgo social. Gráfico 3. Evolución de la extensión de las identidades sociales entre la población que se identifica con algún rasgo en particular 64

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MISMA EDADfa MISMO SEXOfa MISMA PROFESIONfa MISMA REGIONfa MISMAS IDEAS RELIGIOSASfa

MISMO ESTILO DE VIDA (COSTUMBRES, AFICIONES, MODAS) MISMO MUNICIPIOfa MISMA CLASESOCIALfa MISMAS IDEAS POLITICASfa Lineal (MISMO ESTILO DE VIDA (COSTUMBRES, AFICIONES, MODAS))

Fuentes: Elaboración propia a partir de los datos de: Desde 1985 a 1991: Tezanos, José Félix. La sociedad dividida. Madrid: Sistema, 2001; De 2008: ENCUESTA DE LA FUNDACIÓN FOESSA SOBRE INTEGRACIÓN SOCIAL Y NECESIDADES SOCIALES. Base de datos ponderada; Resto: Encuestas sobre Tendencias Sociales del Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales, Tablas de resultados. Pregunta en la encuesta de FOESSA: De los siguientes grupos de personas que figuran en este listado ¿me puede decir con cuál se identifica Vd. más en primer lugar, es decir con cuál piensa Vd. que tiene más intereses comunes? Y en segundo lugar? Nota: Todas las encuestas utilizadas son de nivel estatal, con muestras aleatorias, estratificadas y con afijación por cuotas. El tamaño de las muestras fue en torno a 1.100 en las encuestas de 1985 a 1995, en torno a 1.700 en las encuestas de 1996 a 2007 y de 3031 casos en la encuesta de 2008 de FOESSA.

VILLALÓN, Juan José “Identidades sociales y exclusión” en Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, Madrid, FOESSA-Cáritas, 2008

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Identidades sociales y exclusión

El análisis de la intensidad de las formas de identificación permite evaluar en qué lugar tiende a ser colocada cada identidad, si en segundo o en primer lugar. La intensidad de cada identidad social es igual a la diferencia entre el porcentaje de casos que se identifican en primer lugar y el porcentaje de casos que se identifican en segundo lugar, dividido por el total de casos que se identifican de dicho modo en primer o en segundo lugar. Según este indicador, las dos identidades sociales más relevantes han seguido tendencias diferentes durante los últimos años. La primera tiende a ser una identidad secundaria y la segunda una identidad primaria.

Al final de los ochenta, las identidades que solían ser primarias hacían referencia a los rasgos de estilos de vida, edad, ideas religiosas, clase social y sexo o género. Al final de los noventa sólo tendían a ser utilizadas de este modo los rasgos de la edad y el sexo. Y, al final de la primera década del siglo XXI, se vuelven a utilizar como identidades primarias los estilos de vida, la edad y el sexo. Y, además aparece la región o nacionalidad (Gráfico 4). Gráfico 4. Evolución de la intensidad de las identidadessociales básicas 0,6

0,4

0,2

0 1985

1987

1989

1991

1995

1996

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

-0,2

-0,4

-0,6

-0,8

-1 Intensidad de la ideas religiosas

Intensidad de las ideas políticas

Intensidad de la profesión

Intensidad del municipio

Intensidad de la clase social

Intensidad de los estilos de vida

Intensidad del sexo o género

Intensidad de la región

Intensidad de la edad

Fuentes: Elaboración propia a partir de los datos de: Desde 1985 a 1991: Tezanos, José Félix. La sociedad dividida. Madrid: Sistema, 2001; De 2008: ENCUESTA DE LA FUNDACIÓN FOESSA SOBRE INTEGRACIÓN SOCIAL Y NECESIDADES SOCIALES. Base de datos ponderada; Resto: Encuestas sobre Tendencias Sociales del Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales, Tablas de resultados. Pregunta en la encuesta de FOESSA: De los siguientes grupos de personas que figuran en este listado ¿me puede decir con cuál se identifica Vd. más en primer lugar, es decir con cuál piensa Vd. que tiene más intereses comunes? Y en segundo lugar?

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Identidades sociales y exclusión

Por tanto, el conjunto de indicadores utilizados indican que la edad es el rasgo más importante de identificación social hoy de los iguales. A su vez, los estilos de vida, que han visto pasar una etapa de reducción de su relevancia, aunque no de su extensión, parece que vuelven a repuntar algo. Por su parte, el sexo parece fortalecer su tendencia creciente con un nivel alto de intensidad. La región o la nacionalidad se encuentran en una nueva etapa de aumento de su extensión y de su intensidad lo que permite prever un refuerzo de su relevancia en la conciencia social. Y, por el contrario, la clase social se encuentran en claro retroceso, tanto de su extensión como de su intensidad. Y en una tendencia similar están el resto de identidades sociales, salvo el municipio que se mantiene y consolida como identidad secundaria.

Ante estas tendencias, la cuestión que primero necesita ser analizada es cómo la edad ha llegado a convertirse en un referente tan importante de identificación de los iguales, a pesar de no tener una ideología o unos movimientos sociales claros detrás de él. Está claro que tampoco la edad es el criterio de estratificación social fundamental en las sociedades avanzadas. Ni tampoco es el criterio cultural por excelencia de diferenciación social. Hay otros modos de identificación que con ambos argumentos deberían ser centrales.

Mi hipótesis de trabajo gira en torno a la cuestión de que el aumento de la desigualdad social entre los sectores identificados por la edad ha dado lugar a que éste rasgo se convierta en el elemento central de identificación. Como ya se ha demostrado en trabajos anteriores, la edad es un elemento central de diferenciación social. Este rasgo es un determinante básico del ritmo al que vamos adquiriendo y cambiando de papeles sociales y status en la vida familiar, en el sistema productivo y en el orden político (Villalón, 2006). Ello genera experiencias sociales colectivas diferenciadas y yuxtapuestas a las que tenemos por nuestro sexo, nuestro origen familiar, por el lugar que nacimos, por la cultura que aprendimos o por los valores y creencias que defendemos y apreciamos. Y, esas experiencias se han hecho cada vez más patentes en la conciencia social de las diferencias y las similitudes de los españoles. Por lo cual, la “juventud”, la “tercera edad” o el “adulto” no es sólo una categorización cronológica sino social que funciona como identidad social en la sociedad española y que se ha extendiendo e intensificando a lo largo de la última década, no sólo entre las edades

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menores, sino entre las adultas también (Villalón, 2007). Esto significa que la experiencia de vulnerabilidad y exclusión opera como motor de jerarquización de las identidades sociales básicas, de modo que la acentuación de la relevancia de un rasgo social específico en los procesos excluyentes termina por fortalecer dicho rasgo en la conciencia social.

4. ¿Cómo influye la experiencia de exclusión social sobre la identificación con los de la misma edad? La experiencia de exclusión social es un proceso complejo que se inserta en la biografía particular de cada sujeto. Múltiples variables estructurales nos permiten situar a cada individuo en un posición general relativa de mayor o menor exclusión social, o bien, de mayor o menor alcance y disfrute de la plena condición de ciudadanía (Tezanos, 2001).

El riesgo de situarnos en una posición mejor o peor está relacionado con múltiples variables sociales, físicas y culturales. La edad, el sexo, la nacionalidad, la etnia, el nivel de estudios, la religión y otras variables son elementos analíticos que permiten una segmentación clara de la población según el riesgo a quedar excluidos. Este hecho indica que hay una segmentación cultural del riesgo de exclusión. Es decir, que la exclusión social, fenómeno estructural, es consecuencia de un modo de organización social que divide a la población en función de diferencias culturalmente establecidas entre sectores sociales. De modo que a cada sector social culturalmente delimitado se le atribuye una posición social, un estatus determinado. Por el cual, a los miembros de dicho estatus se les puede llegar a asignar unos recursos sociales (tareas, derechos y bienes materiales y económicos) determinados y no otros.

En nuestras sociedades, los individuos tienen una imagen compleja, definida por múltiples rasgos que le sitúan ante las demás de una forma particular, no estandarizada. Por lo cual, individuos situados en un mismo sector social según un rasgo cultural no corren el mismo riesgo de exclusión porque se diferencian por otros rasgos culturales. Un ejemplo sencillo es la interacción de la edad y el sexo en España. Los mayores de 65 años están en una situación de vulnerabilidad mayor que los menores de 65 años. Sin embargo, el ser hombre de más de 65 años conlleva un mayor acceso a los recursos sociales que si se es mujer con esa edad.

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Esa imagen de múltiples perfiles que cada uno tenemos asignada socialmente es la fuente de la que emana nuestra identidad. La identidad social se produce como parte de un proceso dialéctico de interacción entre la identificación externa y la identificación interna (Jenkins, 1996). La primera es la imagen instituida de cada uno que los demás (los que forman los grupos a los que pertenecemos y los miembros de los demás grupos humanos) nos transmiten, con la que nos sitúan y asignan un rol, unas tareas, unos derechos, unos recursos específicos. La segunda es la imagen que nosotros proyectamos de nosotros mismos a través de nuestra acción en nuestra conciencia y ante los demás. La identidad social de cada uno es el resultado de la interacción permanente de ambos procesos, que, retroalimentándose permanentemente, va puliendo nuestra imagen social, así como nuestra forma de identificar quienes son iguales y quienes son diferentes.

Por ello, el estudio de las identidades sociales básicas para una población, permite aproximarnos a qué rasgos culturales van emergiendo del proceso de interacción entre la identificación externa y la identificación interna como fuentes esenciales de diferenciación y asimilación en un grupo o sociedad. Lo que es lo mismo que decir que su estudio nos permite conocer qué rasgos van destacándose como primordiales en los procesos de selección social que generan la integración y la exclusión social de los individuos de los grupos sociales básicos.

Ahora bien, se pueden plantear ciertas dudas sobre cómo está asociada la experiencia de exclusión social con la forma de identificación social. Podría ser que la experiencia de ser excluido del trabajo, la familia o el Estado en función de un rasgo determinado, como puede ser la edad o el sexo fuese lo que hace que primen dichas identidades sobre otras. O, pudiera ser que fuese la experiencia colectiva de que los iguales a uno en un rasgo determinado tienden a ser excluidos de ciertos recursos sociales lo que impulsara a los individuos concretos a identificarse según dicho rasgo. O, también pudiera ser que primásemos el elemento de identidad que nos integra y ayuda a integrarnos, porque experimentásemos que nosotros o nuestros iguales están más integrados en función de dicho rasgo. O, puede ser que ante una experiencia mala, de exclusión y desigualdad, se tendiese a identificar aquel que está mal según aquel rasgo por el que se iguala a la mayoría y aquel que está bien según una identidad no conflictiva y mayoritaria, como forma de reducir el posible conflicto.

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Los estudios realizados sobre la evolución de las identidades sociales y su asociación con los cambios en la exclusión social en España desde mediados de los ochenta fortalecen la hipótesis de que la experiencia colectiva de vulnerabilidad y exclusión de un sector social impulsa a sus miembros a identificarse según dicho rasgo (Villalón, 2006). De modo que es el riesgo de exclusión o la experiencia de vulnerabilidad colectiva lo que fomenta la identificación social. Eso sí, ello ocurre en un tipo de escenario específico en el que las desigualdades y la exclusión social están creciendo en un sistema social dado a nivel global y entre ciertos sectores sociales. Por ahora, no se ha aplicado esta hipótesis a momentos históricos de reducción de las desigualdades sociales.

En el estudio realizado con los

datos de la encuesta de condiciones de vida de

FOESSA, se ha podido analizar la relación específica que se produce entre la carencia de recursos y el tipo de identidad social que desarrollan los individuos. La muestra disponible para estos análisis ha sido de 3.014 casos.

Los principales resultados de los análisis realizados para toda la muestra han sido los siguientes (Vid. Tabla 1): • El análisis de la hipótesis si el nivel de pobreza del hogar afecta a la identificación con los de la misma edad arroja un resultado poco significativo. • El análisis de la hipótesis de relación con la edad da un resultado positivo de modo que conforme la edad es más extrema, más se identifican con los de la misma edad. • El análisis de la hipótesis de la exclusión laboral da un resultado positivo, de modo que el que no trabaja se identifica con los de la misma edad más que el que trabaja • La posición que se ocupa respecto del sustentador principal sí influye. El cónyuge y los hijos se identifican más en función de la edad que los sustentadores principales, o los padres, madres o suegros del sustentador principal • También influye el estado civil. El casado se identifica con los de la misma edad más que el soltero.

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Identidades sociales y exclusión • El análisis del nivel de estudios también revela que el no tener lo estudios terminados también aumenta la percepción de que la edad es una variable relevante, así como también lo es un nivel de estudios superior. • También influye la percepción de ingresos. A menos ingresos percibidos, mayor probabilidad de identificación con los de la misma edad.

Tabla 1. Porcentaje de los que se identifican en primer o en segundo lugar con los de la misma edad Población total Total Hogares bajo el umbral de la pobreza No trabaja Profesionales Clases no cualificadas Cónyuges Hijos Casados Sin estudios terminados Con estudios superiores Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5

Población entre 16 Población mayor de y 29 años 65 años 48,8 58,4 53,2 49,2 56,8 62

53,2 46,2 42,1

69 67 22

54,4 35 75

57,4 55,6 54 54,3

65,5 56 82,9 73,2

67 59 63

48,6

80,7

29

55,5 47,7 48,1 44,9

74,8 39,1 60 48,1

65,4 59,2 42,6 53,2

Fuentes: Elaboración propia a partir de los datos de: ENCUESTA DE LA FUNDACIÓN FOESSA SOBRE INTEGRACIÓN SOCIAL Y NECESIDADES SOCIALES, 2008. Base de datos ponderada; Pregunta: De los siguientes grupos de personas que figuran en este listado ¿me puede decir con cuál se identifica Vd. más en primer lugar, es decir con cuál piensa Vd. que tiene más intereses comunes? Y en segundo lugar?. Tamaño de la muestra: 3.031

En un segundo análisis, centrado esta vez sobre los más jóvenes (de 16 a 29 años), se ha corroborado que entre éstos: • El vivir en un hogar con ingresos que le sitúan por debajo del nivel de la pobreza aumenta la probabilidad de identificarse con los de la misma edad • el nivel de estudios influye de modo que: en los extremos del sistema educativo, se tienden a identificar más en función de la edad.

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Identidades sociales y exclusión • Los dos extremos de la estructura laboral también coinciden en identificarse en función de la edad. • Pero la identificación con los de la misma edad es muy superior entre aquellos que ingresan una renta baja que aquellos que perciben rentas altas. • Y hay diferencias según la posición que se ocupa en el hogar, de modo que si se es cónyuge, se tiende a identificar más con los de la misma edad que si se es hijo o el sustentador principal. • También hay distancias importantes entre estar casado o soltero. El casado se identifica mucho más con los de su misma edad que el soltero. De modo que el de los jóvenes casados se identifican con los de su misma edad más que los solteros o los que viven en pareja.

En un tercer análisis, centrado en los mayores de 65 años, se corrobora que: • El vivir en un hogar con ingresos que le sitúan por debajo del nivel de la pobreza aumenta la probabilidad de identificarse con los de la misma edad • La posición ocupacional influye sobremanera. Así, el no trabajar conlleva una mayor identificación con los de la misma edad. • El nivel de renta personal también es determinante, de modo que menor renta más identificación con los de la misma edad. • La posición familiar también influye. Los cónyuges tienden a identificarse más que los sustentadores principales con los de la misma edad. • Sin embargo, el estado civil no influye de forma muy significativa. Aunque hay diferencias a tener en cuenta que indican que el casado se tiende a identificar más que el soltero con los de la misma edad.

Por tanto, los datos corroboran la importancia de la experiencia familiar y laboral en la valoración que se hace de la edad como factor de identificación social de los iguales. La conclusión ante dichos resultados es que existe una fuerte vinculación entre el ocupar una posición social más vulnerable en este tipo de instituciones y el identificarse según la edad.

Sin embargo, la exclusión del mundo laboral no tiene el mismo efecto que la exclusión de la vida familiar. La exclusión laboral (no trabajar) fomenta la identificación con los

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de la misma edad mientras la exclusión familiar (estar soltero) no lleva a dicha situación. Por tanto, la experiencia que genera la identificación con los de la misma edad se sostiene sobre las experiencias instituidas en ambos tipos de grupos, en una combinación de las posiciones parciales en ambas instituciones que no pueden ser clasificadas como iguales. Y, probablemente, ambas deben ser interpretadas como experiencias conectadas entre sí. Es decir, lo que sugieren los resultados es que los que tienden a identificarse fundamentalmente según la edad son aquellas personas de ciertas edades (jóvenes y muy mayores) que experimentan una posición secundaria en la vida familiar, de una familia con pocos recursos, y que no llegan a estar bien integrados o están excluidos de los grupos laborales (las empresas).

De modo que estos datos implican que: en el contexto de aumento de la vulnerabilidad social entre los jóvenes y los mayores de 65 años, la experiencia institucionalizada en los grupos laborales y familiares de ocupación de posiciones internas e individuales secundarias es la que propicia la identificación social con los de la misma edad. Es decir, la organización social de la vida familiar y laboral está generando un significado del concepto edad que va más allá de lo que es el sentido denotativo de este término y que produce que los jóvenes y los muy mayores en situaciones secundarias dentro de sus grupos sociales se identifiquen más con aquellos que tienen su misma edad. No es por tanto la experiencia de exclusión institucional lo que genera la identificación social sino la de vulnerabilidad social, la de riesgo de su sector de pertenencia de quedar excluido en función de un parámetro determinado que, en este caso, es la edad. El cual, tiene consecuencias sobre los recursos a los que se puede acceder en el mercado laboral y sobre la posición que se puede ocupar en la familia pues el ser joven o mayor de 65 años conlleva el poder acceder sólo a ciertas posiciones secundarias en las estructuras sociales.

Por lo cual, el perfil de los que se identifican con los de su misma edad o generación se arraiga no tanto en el lugar que ocupan las organizaciones sociales en que se ubica en sujeto sino en su posición dentro de dichas organizaciones y la estructura social en general. Por tanto, la identificación con los de la misma edad no depende de los recursos del hogar al que pertenece, ni del estado civil o del sexo del individuo cuanto de su posición en el hogar, su posición en el mercado laboral, la edad que tenga y del nivel de estudios, Es decir, prevalece esta identidad entre aquellos con rasgos claramente más

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vulnerables: es cónyuge o hijo, no trabaja, tiene menos de 39 años y sin estudios terminados.

5. Perfiles de identificación social primaria ¿Qué perfiles son los que llevan a identificarse en primer lugar de otra manera en el contexto actual?

La identificación social primaria se distribuyó entre la población española en el primer semestre del año 2008 del siguiente modo: Con las personas de la misma edad, de la misma generación (34,5%), con todas las personas por igual (25,7%), con personas que tienen el mismo estilo de vida (mismas aficiones, gustos, modas,…) (11,0%), con las personas del mismo sexo o genero (8,3%), con las personas del mismo municipio (5,0%), con las personas de su misma profesión o trabajo (4,8%), con las personas de la misma región o nacionalidad (4,3%), con las personas de la misma clase social (3,4%), con las personas que tienen sus mismas ideas políticas (1,9%) y con las personas que tienen sus mismas ideas religiosas (1,2%) según los datos obtenidos en la encuesta realizada por la Fundación FOESSA a más de 3000 individuos en todo el territorio estatal. La distribución siguió, por tanto, las pautas propias de las tendencias que habían sido observadas desde hace varios años de: prevalencia de la edad como rasgo de identificación social, amplia minoría de la población que no se identifica con un grupo en especial, identificación importante en primer lugar también con los que tienen un mismo estilo de vida y un mismo sexo o género, y reducida presencia en dicho indicador de las identidades de carácter ideático, de las relacionadas con las ocupaciones y de las territoriales.

En esta situación general, se observa que los perfiles de cada identidad social varían de acuerdo a las variables: sexo, relación con la persona sustentadora del hogar, estado civil, clase ocupacional objetiva, grupo de edad, nivel de estudios y región. Aunque, estas variables no señalan diferencias significativas en todas las categorías de identificación. Así, el sexo es una categoría de identificación primaria más para personas que pertenecen a hogares pobres, cónyuges, casados legalmente o viudos, que no trabajan, mayores de 55 años, con niveles de estudios bajos y que habita en regiones de Asturias, Castilla y León, Galicia, Murcia y Navarra, es decir, preferentemente en el

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norte de España. La clase social lo es para los hijos, los viudos, los que no trabajan, los mayores de 65 años y los que no tienen estudios terminados y en las regiones de Andalucía, Castilla La Mancha y País Vasco, es decir, sobre todo en el Sur de España. La región o la nacionalidad lo es para personas que están en un hogar pobre, varones, sustentadores principales de la familia, casados legalmente, de clase ocupacional no cualificada, con edades entre los 40 y los 54 años y con niveles de estudios bajos y en las regiones de Galicia y Murcia. El municipio lo es para personas que están en hogares pobres, varones, vinculados parentalmente (hijos o padres) de la pareja principal en el hogar, viudos, que no trabajan o con ocupaciones no cualificadas, con más de 65 años y con niveles bajos de estudios y en las regiones de Asturias, Comunidad Valenciana, Galicia, Canarias, Navarra y la Rioja. Las ideas políticas lo son para personas que están en hogares no pobres, varones, que son sustentadores principales o hijos, que forman parte de parejas de hecho registradas o están separados o divorciados, de clase obrera cualificada, que tienen entre 40 y 54 años y con niveles de estudios medios y en las regiones de Cataluña, Comunidad Valenciana y País Vasco. Los estilos de vida lo son para personas que están en hogares no pobres, cónyuges, casados legalmente, de clases ocupacionales medias y altas, menores de 54 años, y con nivel de estudios superiores y en las regiones de Cantabria, Canarias y Madrid. La profesión o trabajo lo es para personas que viven en hogares no pobres, sustentadores principales, solteros, separados o que viven en parejas de hecho no registradas, de clases ocupacionales técnicas y superiores, menores de 39 años, con niveles de estudio superiores y en las regiones de Cataluña y la Comunidad Valenciana. Y las ideas religiosas lo son de personas de hogares no pobres, varones, sustentador principal del hogar, divorciado o pareja de hecho no registrada, de clases obreras cualificadas, con edades entre 40 y 54 años y sin estudios terminados y que habitan en la Comunidad Valenciana.

Finalmente, las personas que tienden a no significar un tipo de identidad por encima de las otras son aquellas que pertenecen a hogares pobres, mujeres, que no trabajan y con niveles medios o bajos de estudios y que se ubican en las regiones de Aragón, Islas Baleares, Madrid y País Vasco.

Estos perfiles reflejan los factores estructurales que influyen en la conformación de las jerarquías de identificación social. La lógica que siguen es muy significativa: Los perfiles más vulnerables tienden a identificarse según el sexo o género, la clase social, la

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región o nacionalidad y el municipio o a no identificarse en mayor medida según unos rasgos que otros. Mientras, los perfiles menos vulnerables se orientan hacia formas de identificación como: las ideas políticas, las ideas religiosas, los estilos de vida y la profesión o trabajo.

Si a cada caso se le adscribe un valor en función de su grado de vulnerabilidad se observa que la media de vulnerabilidad entre los que se identifican en primer lugar según las reglas anteriores se cumple.

El grado de vulnerabilidad o riesgo de exclusión lo medimos otorgando valores numéricos entre cero y uno a las categorías nominales de las variables siguientes: hogares bajo el umbral de la pobreza, relación con la persona sustentadora del hogar, clase ocupacional, nivel de estudios, estado civil, género sexual y grupo de edad. Uno se otorga a las categorías más vulnerables y cero a las menos vulnerables. Cero coma cinco se adscribe a las categorías intermedias más vulnerables. Y cero coma veinticinco a las categorías intermedias menos vulnerables. El grado de vulnerabilidad otorgado a cada categoría es orientativo. Se basa en la vulnerabilidad de los individuos que han referido dicha categoría como la identidad social básica en primer lugar en el espacio laboral (vulnerabilidad laboral) y en el espacio familiar (vulnerabilidad familiar) más su grado de vulnerabilidad debido a sus atributos adscritos (vulnerabilidad cultural), y a la vulnerabilidad del grupo familiar en el que se insertan los individuos. Así, en las categorías relacionadas con la familia el mayor grado de vulnerabilidad lo ostentan las categorías dependientes, es decir, las que no son sustentadoras del hogar y las que no forman parte de una pareja. En el mundo de las empresas, las categorías más vulnerables son las que indican que no se tiene un trabajo o profesión y las que no tienen estudios terminados. También, las categorías más vulnerables son las que se incluyen dentro de grupos familiares pobres. Y, asimismo, se tiene en cuenta que los jóvenes y los más mayores son categorías más vulnerables en España, así como la mujer.

Este tipo de análisis permite la segmentación de los factores de riesgo de exclusión social en cuatro dimensiones: laboral, familiar, cultural y del hogar. Gracias a esto, se puede observar qué dimensión afecta más a la identificación social con cierto tipo de rasgo diferenciador. Este análisis refleja que las ideas políticas son una forma de

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identificación primaria sobre todo entre aquellos con más integrados en todas las dimensiones. Que las ideas religiosas lo son especialmente entre los que sólo tienen un riesgo de exclusión laboral. Que la profesión y el trabajo lo es en aquellos sin apenas riesgos laborales y derivados de su hogar pero con un acentuado riesgo cultural. Que los estilos de vida lo son en aquellos más integrados laboralmente y sin riesgos en las demás dimensiones. Que la región y la nacionalidad lo es para aquellos con una fuerte integración familiar pero en hogares muy vulnerables. Que el sexo lo es para los que experimentan una fuerte inseguridad laboral y de sus hogares. Que la edad lo es para los que tienen un cierto riesgo objetivo, pero sobre todo un riesgo derivado de los condicionantes culturales, aunque no de sus hogares de pertenencia. Que la clase social lo es para aquellos con riesgos importantes tanto objetivos como culturales. Y que el municipio lo es para aquellos con un riesgo alto de exclusión derivado de todas las dimensiones analizadas (Tabla 1). Tabla 1. Relación entre vulnerabilidad e identidad en primer lugar vulnerabilidad Media Con las personas que tienen sus mismas ideas politicas Con las personas que tienen sus mismas ideas religiosas Con las personas de su misma profesion o trabajo Con personas que tienen mismas aficiones, gustos Con las personas de la misma region o nacionalidad Con las personas del mismo sexo o genero Con las personas de la misma edad, de la misma generacion Con todas las personas por igual Con las personas de la misma clase social Con las personas del mismo municipio Promedio Vulnerabilidad: pertenencia a categorías de riesgo de exclusión social

0,33 0,35 0,36 0,36 0,36 0,46 0,46 0,47 0,50 0,53 0,42

v ulnerabilidad objetiva Media 0,29 0,41 0,26 0,30 0,34 0,42 0,41 0,42 0,46 0,50 0,38

vulnerabilidad laboral Media 0,35 0,59 0,23 0,30 0,52 0,60 0,53 0,55 0,60 0,64 0,49

vulnerabilidad v ulnerabilidad vulnerabilidad familiar cultural del hogar Media Media Media 0,32 0,12 0,11 0,39 0,06 0,13 0,36 0,18 0,12 0,38 0,15 0,13 0,22 0,12 0,24 0,38 0,16 0,19 0,41 0,17 0,15 0,41 0,18 0,17 0,48 0,18 0,14 0,52 0,17 0,21 0,39 0,15 0,16

vulnerabilidad

v ulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad v ulnerabilidad vulnerabilidad objetiva laboral familiar cultural del hogar R esiduos Residuos Residuos Residuos Residuos Residuos Con las personas que tienen sus mismas ideas politicas 0,21 0,24 0,30 0,17 0,17 0,29 Con las personas que tienen sus mismas ideas religiosas 0,17 -0,07 -0,19 -0,01 0,59 0,19 Con las personas de su misma profesion o trabajo 0,13 0,32 0,53 0,08 -0,20 0,23 Con personas que tienen mismas aficiones, gustos 0,13 0,22 0,39 0,03 -0,02 0,19 Con las personas de la misma region o nacionalidad 0,13 0,11 -0,06 0,42 0,18 -0,48 Con las personas del mismo sexo o genero -0,09 -0,11 -0,21 0,01 -0,06 -0,19 Con las personas de la misma edad, de la misma generacion -0,09 -0,06 -0,08 -0,05 -0,14 0,05 Con todas las personas por igual -0,13 -0,10 -0,13 -0,06 -0,18 -0,07 Con las personas de la misma clase social -0,20 -0,21 -0,23 -0,24 -0,19 0,11 Con las personas del mismo municipio -0,26 -0,32 -0,31 -0,34 -0,14 -0,33 Residuos: medida relat iv a relacionada con la media de modo que: el promedio de la población menos el promedio de la categorías dividido por el promedio de la población. Cuyo resultado es menor que 1 y mayo que -1, siendo 0 igual a la media de la población.

Fuentes: Elaboración propia a partir de los datos de: ENCUESTA DE LA FUNDACIÓN FOESSA SOBRE INTEGRACIÓN SOCIAL Y NECESIDADES SOCIALES, 2008. Base de datos ponderada; Pregunta: De los siguientes grupos de personas que figuran en este listado ¿me puede decir con cuál se identifica Vd. más en primer lugar, es decir con cuál piensa Vd. que tiene más intereses comunes? Y en segundo lugar? Tamaño de la muestra: 3.031

Aplicado dicho análisis al conjunto de casos que han indicado una identidad en primer o en segundo lugar, resulta que: los rasgos que utilizan los menos vulnerables tienden a ser la profesión o trabajo, las ideas políticas, la región o nacionalidad y los referentes a los estilos de vida. Mientras que, el municipio, la clase social, la edad, las ideas religiosas y el sexo quedan como los referentes de los más vulnerables. La profesión, le VILLALÓN, Juan José “Identidades sociales y exclusión” en Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, Madrid, FOESSA-Cáritas, 2008

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Identidades sociales y exclusión

trabajo y las ideas políticas son las identidades de los más integrados en todos los órdenes objetivos, culturales y que cuentan con hogares bien integrados. La región destaca entre aquellos que están bien integrados familiar y culturalmente pero pertenecen a hogares pobres. Los estilos de vida se convierten en referentes típicos de los que tienen una fuerte vinculación laboral y pertenecen a hogares bien integrados. El sexo es destacado por individuos con problemas de integración laboral y que pertenecen a hogares vulnerables. Las ideas religiosas son relevantes para personas con dificultades de integración laboral pero que se encuentran en hogares fuertes. La edad es relevante para personas con dificultades de integración objetiva, especialmente, en los mercados de trabajo, con hándicap culturales y pertenecientes a hogares pobres. La clase social es un rasgo central para personas con riesgos de exclusión en el ámbito familiar y algo en el laboral, con hándicaps culturales pero ubicados en hogares integrados. Y el municipio es un rasgo típico de aquellos con mayores riesgos de exclusión en todas las dimensiones analizadas. Con lo cual, estos datos refuerzan casi todos resultados del análisis anterior, salvo en el caso de las identidades religiosas que cuando aparecen en primer lugar van ligadas a sectores sociales más integrados, mientras que cuando se analiza el uso tanto en primer como en segundo lugar se observa que se liga especialmente a sectores desfavorecidos (Tabla 2). Tabla 2. Vulnerabilidad y extensión de las identidades sociales básicas Con las personas de su misma profesion o trabajo Con las personas que tienen sus mismas ideas politicas Con las personas de la misma region o nacionalidad Con personas que tienen mismas aficiones, gustos Con las personas del mismo sexo o genero Con las personas que tienen sus mismas ideas religiosas Con todas las personas por igual Con las personas de la misma edad, de la misma generacion Con las personas de la misma clase social Con las personas del mismo municipio Promedio

Con Con Con Con Con Con Con Con Con

las personas de su misma profesion o trabajo las personas que tienen sus mismas ideas politicas las personas de la misma region o nacionalidad personas que tienen mismas aficiones, gustos las personas del mismo sexo o genero las personas que tienen sus mismas ideas religiosas todas las personas por igual las personas de la misma edad, de la misma generacion las personas de la misma clase social

Con las personas del mismo municipio

vulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad objetiva laboral familiar cultural del hogar Media Media Media Media Media Media 0,33 0,25 0,28 0,29 0,15 0,08 0,36 0,30 0,34 0,38 0,15 0,09 0,37 0,35 0,49 0,28 0,12 0,23 0,41 0,35 0,38 0,42 0,16 0,13 0,44 0,40 0,55 0,38 0,16 0,17 0,46 0,42 0,57 0,41 0,16 0,14 0,46 0,42 0,55 0,41 0,16 0,16 0,46 0,41 0,54 0,40 0,17 0,18 0,47 0,42 0,52 0,45 0,17 0,14 0,53 0,50 0,68 0,48 0,17 0,19 0,43 0,38 0,49 0,39 0,16 0,15 vulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad vulnerabilidad objetiva laboral familiar cultural del hogar Residuo Residuo Residuo Residuo Residuo Residuo 0,23 0,35 0,42 0,25 0,03 0,47 0,15 0,21 0,31 0,04 0,06 0,42 0,13 0,08 0,00 0,28 0,21 -0,51 0,05 0,09 0,23 -0,08 -0,01 0,16 -0,03 -0,05 -0,12 0,02 0,00 -0,14 -0,07 -0,10 -0,17 -0,05 -0,01 0,08 -0,07 -0,09 -0,11 -0,05 -0,04 -0,07 -0,08 -0,08 -0,10 -0,03 -0,09 -0,21 -0,09 -0,09 -0,05 -0,16 -0,08 0,06 -0,23

-0,32

-0,40

-0,22

-0,08

-0,27

Residuos: medida relativ a relacionada con la media de modo que: el promedio de la población menos el promedio de la categorías dividido por el promedio de la población. Cuyo resultado es menor que 1 y mayo que -1, siendo 0 igual a la media de la población.

Fuentes: Elaboración propia a partir de los datos de: ENCUESTA DE LA FUNDACIÓN FOESSA SOBRE INTEGRACIÓN SOCIAL Y NECESIDADES SOCIALES, 2008. Base de datos ponderada; Pregunta: De los siguientes grupos de personas que figuran en este listado ¿me puede decir con cuál se identifica Vd. más en primer lugar, es decir con cuál piensa Vd. que tiene más intereses comunes? Y en segundo lugar? Tamaño de la muestra: 3.031

VILLALÓN, Juan José “Identidades sociales y exclusión” en Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, Madrid, FOESSA-Cáritas, 2008

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Identidades sociales y exclusión

A su vez, las formas de identificación están segmentadas por pautas culturales que emergen a través de la segmentación de la población según las Comunidades Autónomas de referencia. Este otro análisis permite observar que las regiones españolas mantienen ciertas diferencias importantes a la hora del aprendizaje de cómo se ha de identificar a los iguales. Se observa que el sexo es una identificación predominantemente del norte de España. Por su parte, la clase social es un rasgo típico en el sur. La profesión es predominante en el Levante. Las ideas religiosas, en la Comunidad Valenciana. Los estilos de vida, en Madrid. Las ideas políticas en Comunidades históricas de talante independentista como Cataluña y el País Vasco. El municipio es fundamentalmente, una identidad del Norte cantábrico. Y, finalmente, la edad se ha convertido en un referente importante especialmente en Andalucía, Cataluña y Castilla-La Mancha. (Tabla 3) Tabla 3. Identificación en primer lugar según Región. Porcentajes de fila y columna. REGION Andalucía % de la fila Con las personas de la misma edad, de la misma generacion Con las personas del mismo sexo o genero Con las personas de la misma clase social Con las personas de la misma region o nacionalidad Con las personas del mismo municipio Con las personas que tienen sus mismas ideas politicas Con personas que tienen mismas aficiones, gustos Con las personas que tienen sus mismas ideas religiosas Con las personas de su misma profesion o trabajo Con todas las personas por igual Total

Aragón % de la fila

Asturias % de la fila

Illes Ballears % de la fila

Cantabria % de la fila

Castilla la Mancha % de la fila

Cataluña % de la fila

Castilla y León % de la fila

Com. Valenciana % de la fila

16,5%

3,2%

2,1%

,9%

,4%

7,4%

25,4%

5,6%

6,3%

11,3%

,2%

4,9%

,2%

,9%

,6%

8,9%

7,9%

9,8%

27,2%

,1%

,9%

1,5%

,2%

19,7%

8,9%

6,8%

7,3%

13,8%

1,6%

2,2%

,3%

,0%

1,1%

17,3%

1,8%

4,5%

3,8%

,2%

6,9%

,0%

,0%

5,5%

1,7%

5,1%

42,9%

4,1%

,0%

,0%

,8%

1,2%

,0%

52,8%

,1%

18,6%

17,0%

,1%

,4%

,1%

12,7%

2,2%

21,3%

2,6%

10,0%

,8%

,0%

,0%

,0%

,0%

,0%

7,8%

5,0%

75,7% 40,8%

5,0%

3,6%

,0%

,0%

2,3%

3,7%

26,0%

2,5%

17,9%

7,2%

2,0%

6,5%

,1%

4,9%

8,1%

6,5%

6,6%

15,3% REGION

3,2%

2,2%

2,1%

1,8%

5,3%

17,2%

5,3%

11,0%

Castilla la Castilla y Com. Andalucía Aragón Asturias Illes Ballears Cantabria Mancha Cataluña León Valenciana % del N de la % del N de la % del N de la % del N de la % del N de la % del N de la % del N de la % del N de la % del N de la columna columna columna columna columna columna columna columna columna Con las personas de la misma edad, de la misma generacion Con las personas del mismo sexo o genero Con las personas de la misma clase social Con las personas de la misma region o nacionalidad Con las personas del mismo municipio Con las personas que tienen sus mismas ideas politicas Con personas que tienen mismas aficiones, gustos Con las personas que tienen sus mismas ideas religiosas Con las personas de su misma profesion o trabajo Con todas las personas por igual Total

36,7%

33,2%

32,4%

13,8%

7,6%

5,8%

,4%

6,0%

,1%

4,1%

47,7%

50,4%

35,8%

19,5%

17,3%

,5%

1,3%

2,3%

3,8%

,8%

4,0%

11,6%

6,9%

,4%

12,6%

1,7%

4,3%

2,2%

2,2%

4,6%

,7%

,1%

,9%

4,6%

1,5%

1,8%

1,4%

,4%

17,9%

,5%

,0%

,0%

,0%

,0%

6,0%

,6%

5,5%

22,4%

,7%

1,3%

,0%

6,0%

,0%

3,3%

12,7%

,3%

2,0%

,6%

80,5%

4,6%

14,2%

5,7%

10,3%

,0%

,0%

,0%

,0%

,0%

,0%

,3%

,6%

4,2%

1,2%

4,1%

,0%

,0%

4,6%

2,6%

5,5%

1,7%

13,5%

31,5%

59,4%

24,5%

81,4%

1,7%

24,7%

12,8%

33,2%

16,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

VILLALÓN, Juan José “Identidades sociales y exclusión” en Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, Madrid, FOESSA-Cáritas, 2008

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Identidades sociales y exclusión

Tabla 3. Identificación en primer lugar según Región. Porcentajes de fila y columna. (Continuación) Extremadura % de la fila Con las personas de la misma edad, de la misma generacion Con las personas del mismo sexo o genero Con las personas de la misma clase social Con las personas de la misma region o nacionalidad Con las personas del mismo municipio Con las personas que tienen sus mismas ideas politicas Con personas que tienen mismas aficiones, gustos Con las personas que tienen sus mismas ideas religiosas Con las personas de su misma profesion o trabajo Con todas las personas por igual Total

Total

Canarias % de la fila

Com. de Madrid % de la fila

Murcia % de la fila

Navarra % de la fila

País Vasco % de la fila

La Rioja % de la fila

3,3%

5,2%

3,7%

9,9%

2,9%

,5%

6,4%

,4%

1,9%

24,4%

1,5%

14,6%

4,5%

6,5%

1,9%

,3%

,2%

7,3%

,0%

9,2%

1,4%

,8%

7,8%

,9%

,9%

46,7%

,1%

4,1%

4,6%

,0%

1,0%

,0%

1,1%

16,8%

7,9%

4,1%

,3%

1,4%

,6%

1,7%

,1%

4,7%

,6%

1,9%

,0%

,0%

15,1%

,0%

,9%

,6%

7,3%

21,7%

1,2%

,3%

1,1%

,4%

3,4%

,5%

1,3%

2,2%

1,5%

,0%

1,8%

,0%

,2%

1,8%

,2%

12,8%

,7%

,0%

,3%

,0%

3,2%

2,0%

7,2%

16,2%

2,6%

,1%

8,9%

,0%

2,4%

7,8%

4,6%

12,6%

2,5%

,9%

5,5%

,3%

Galicia Canarias % del N de la % del N de la columna columna

Com. de Madrid % del N de la columna

Murcia Navarra % del N de la % del N de la columna columna

País Vasco % del N de la columna

Extremadura % del N de la columna Con las personas de la misma edad, de la misma generacion Con las personas del mismo sexo o genero Con las personas de la misma clase social Con las personas de la misma region o nacionalidad Con las personas del mismo municipio Con las personas que tienen sus mismas ideas politicas Con personas que tienen mismas aficiones, gustos Con las personas que tienen sus mismas ideas religiosas Con las personas de su misma profesion o trabajo Con todas las personas por igual

Galicia % de la fila

La Rioja % del N de la columna

47,5%

22,7%

27,5%

26,7%

39,7%

20,7%

39,4%

38,7%

6,2%

24,5%

2,5%

9,1%

14,3%

58,5%

2,7%

7,4%

,3%

3,2%

,0%

2,5%

1,9%

3,3%

4,8%

9,2%

1,6%

27,1%

,1%

1,5%

8,4%

,1%

,8%

,0%

2,7%

12,5%

9,8%

1,9%

,7%

9,2%

,6%

29,5%

,1%

1,2%

,2%

,3%

,0%

,0%

5,3%

,0%

4,5%

,9%

18,0%

19,7%

5,7%

3,7%

2,2%

15,2%

,9%

,0%

,2%

,1%

,4%

,0%

,2%

,0%

,3%

,9%

,2%

3,7%

1,1%

,0%

,2%

,0%

36,0%

7,0%

41,5%

34,6%

27,8%

4,4%

43,7%

,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

100,0%

Fuentes: Elaboración propia a partir de los datos de: ENCUESTA DE LA FUNDACIÓN FOESSA SOBRE INTEGRACIÓN SOCIAL Y NECESIDADES SOCIALES, 2008. Base de datos ponderada; Pregunta: De los siguientes grupos de personas que figuran en este listado ¿me puede decir con cuál se identifica Vd. más en primer lugar, es decir con cuál piensa Vd. que tiene más intereses comunes? Y en segundo lugar? Tamaño de la muestra: 3.031

6. A modo de conclusión Por consiguiente, la desigualdad excluyente es un fenómeno claramente determinante de las formas en que nos identificamos en primer lugar. Pero los procesos que generan dicha estructura de desigualdad excluyente producen la conciencia social en un contexto cultural específico. Y, la interacción entre ambas dimensiones sistémicas tiene como uno de sus resultados el desarrollo de las jerarquías de las identidades sociales en la

VILLALÓN, Juan José “Identidades sociales y exclusión” en Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, Madrid, FOESSA-Cáritas, 2008

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Identidades sociales y exclusión

conciencia social de los individuos. ¿Qué consecuencias tiene dicho proceso? Esa es una cuestión que aún no está clara.

Existen aproximaciones teóricas que se refieren a ello e indican que, al igual que si fuera una escalera, este proceso en el que vamos encontrando un peldaño tras otro, va generando una nueva estructura de clases que reflejará las formas estructurales subyacentes que den lugar a una conciencia de clase en las sociedades humanas y que terminará por generar la aparición de nuevos actores sociales (Tezanos, 2001).

Desde dicha perspectiva, y ante los datos analizados, se puede concluir que, según las tendencias actuales, se está configurando una nueva estructura de relaciones de poder en el que la sociedad española puede llegar a organizarse en grupos que buscarán el cambio de modelo social porque defenderán los intereses de algún grupo identificado por la edad, sexo, nacionalidad, municipio de referencia o clase social en desventaja de forma más o menos manifiesta frente a otros grupos ya asentados en el poder que se aglutinarán en torno a otro tipo de identidades más relacionadas con los estilos de vida, las ideologías políticas y religiosas, así como el mundo laboral. De modo que, no se está conformando una forma de identificación homogénea que segmente a la sociedad en bandos o clases claramente diferenciados por un rasgo en particular sino una estructura de relaciones, más similar a la que hoy se puede observar en la arena política, con unos actores sociales que aglutinarán los intereses comunes de sectores sociales autoidentificados de forma diversa pero que acumularán riesgos similares de exclusión social.

Dentro de dicho escenario, los más vulnerables pueden aumentar su participación. Ello comienza con el desarrollo de un discurso sobre la problemática social que parta de las formas de identificación que los mismos vulnerables han ido fortaleciendo como son las de edad, sexo o región. En función de dicho discurso, y con capacidad de mejorarlo, se han de producir formas asociativas con identidades colectivas acordes a dichas identidades sociales. Y, a través de ellas, los más vulnerables podrán defender sus intereses en la arena política. Y, de ese modo, llegará a mejorarse el sistema social aumentando la capacidad integradora de éste al haber perfeccionado las vías para la participación política.

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Identidades sociales y exclusión

Como alternativa a esta vía de intervención queda el desarrollo de políticas que afecten a las culturas selectivas de las organizaciones sociales transformando los criterios utilizados para la selección de los miembros. Sin embargo, este tipo de políticas son actualmente muy discutidas, debido a que sus efectos no están suficientemente claros a largo plazo sobre la desigualdad (Sowell, 2006).

Bibliografía citada: AHRNE, Göran. Social Organizations. Interaction inside, outside and between organizations. London: SAGE Publications. 1994 BAUMAN, Zygmunt. Identity: conversations with Benedetto Vecchi, New York: Polity Press. 2004 BECK,

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individualización.

El

individualismo institucionalizado. Barcelona: Paidos. 2003 BOCOCK, R., El consumo, Madrid: Talasa. 1995 DÍAZ, J. A. “Tendencias en valores y creencias” en Tezanos, J. F. y Sánchez Morales, R. (eds.), Tecnología y Sociedad en el nuevo siglo. Segundo Foro sobre tendencias sociales. Madrid: Sistema. 1997 GIDDENS, Anthony, Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza. 1991 GIL CALVO, Enrique. Nacidos para cambiar. Como construimos nuestras biografías, Madrid: Taurus. 2001 SOWELL, Thomas. La discriminación positiva en el mundo. Madrid: GOTA, 2006 TEZANOS, J. F. La sociedad dividida. Estructura de clases y desigualdad en las sociedades tecnológicas Madrid: Biblioteca Nueva, 2001 VILLALÓN, J. J. Identidades sociales y exclusión. ¿Qué nos diferencia? ¿Qué nos iguala? Madrid: FOESSA-Cáritas, 2006

VILLALÓN, Juan José “Identidades sociales y exclusión” en Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, Madrid, FOESSA-Cáritas, 2008

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Identidades sociales y exclusión

VILLALÓN,

J.J.

“Las

identidades

sociales

de

los

jóvenes

españoles. La edad como elemento clave de división social”, Rev. Sistema, nº 197-198, mayo, págs. 253-283. 2007

VILLALÓN, Juan José “Identidades sociales y exclusión” en Capítulo 6 del VI Informe FOESSA, Madrid, FOESSA-Cáritas, 2008

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