Arquidiócesis de Barquisimeto
Impreso Servicio Mariano de Comunicacion
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Pastora de las almas, nos trae entre sus brazos al Buen Pastor su Hijo nuestro Señor. Una imagen que nos motiva cada vez a reencontrarnos con Dios de las manos de María que es imagen de toda la Iglesia, la excelsa Hija de Sion proclamada en los evangelios, la nueva Eva, que reúne maternalmente las ovejas del redil y nos acompaña fielmente para encontrarnos con nosotros mismos como comunidad de fe, solidaria, comprometida y corresponsable. ¡Hagamos posible el Plan de Renovación Pastoral para transformar nuestra ciudad en una ciudad de Dios hermanados en Cristo, con María su madre y nuestra. Amén!
“María Divina Pastora, Madre de la solidaridad y del servicio” BREVE CATEQUESIS MARIANA LITURGICO PASTORAL EN OCASION DE LA VISITA N. 161 DE LA IMAGEN DE LA DIVINA PASTORA A LA CIUDAD DE BARQUISIMETO AÑO 2017
Presentación del tema anual
Recomendaciones finales Este itinerario catequético mistagógico y pastoral de las catorce Catequesis Marianas bíblico-litúrgico-pastorales se recomienda utilizar en los días previos a la visita de la imagen de la Divina Pastora sea en el tiempo preparatorio antes del 14 de enero como en la visita a las parroquias después del catorce de enero. Es una manera para formar, evangelizar y aprovechar mejor la visita de la imagen de María Divina Pastora y así crear conciencia eclesial de pertenencia, identidad y compromiso para lograr llevar adelante el Plan de Renovación Pastoral Arquidiocesano y fermentar nuestra sociedad desde una verdadera solidaridad y servicio. Esperemos muchos frutos espirituales y pastorales para todos. ¡Salve Divina Pastora, bienvenida entre tu gente!
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La Comisión central de la visita 161 de la imagen de la Divina Pastora para el año 2017 ha establecido el siguiente tema central del evento: “María Divina Pastora, Madre de la solidaridad y del servicio”. La comunión de la caridad es fundamental para comprender este tema que vislumbra en la persona viva y resucitada de María asunta a los cielos la que mejor promueve la solidaridad y el servicio litúrgico y pastoral entre nosotros que aun peregrinamos hacia la casa del Padre: “La comunión de la caridad: En la comunión de los santos, “ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo” (Rm 14, 7). “Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte” (1 Co 12, 2627). “La caridad no busca su interés” (1 Co 13, 5; cf. 1 Co 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 953) Juntos con María Divina Pastora salgamos a caminar a lo largo de Barquisimeto nuestra ciudad terrenal para construir la ciudad espiritual, pastoral, social que todos nos merecemos.
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Presentación del lema de la Ruta 2017 La ruta se denomina “Ruta del Encuentro” para especificar el significado espiritual del encuentro con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, junto con la B.V. María y la Iglesia, Pueblo de Dios. Vamos a presentar el itinerario espiritual y pastoral que marca la vida sacramental y otros aspectos del ser cristiano católico en el mundo, en la sociedad, en la familia y en la misma Iglesia (1Tés 1, 1). Es nuestro ser, hacer y sentirnos Iglesia familia de Dios. Por lo tanto somos la institución de salvación que como sacramento de la comunidad de vida promueve el encuentro con Dios: “La Iglesia es en Cristo, como un sacramento, o sea, signo o instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo del género humano.” (Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, n. 1). Celebrar nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra capacidad de tener caridad nos lleva a comprender y vivir la corresponsabilidad, el compromiso y la solidaridad en el servicio unidos al misterio pascual de Cristo y en comunión entre todos los bautizados: “Del costado abierto de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera.” (Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, n. 5). La sociedad visible es aquí en la tierra el sacramento de la comunidad de vida, del mismo modo que la naturaleza humana de Cristo era el “sacramento” de su divinidad. De un lado, la iglesia manifiesta y “localiza” exteriormente esta vida de comunión con Dios (como el cuerpo hace con respecto del alma), y de otro, le permite realizarse y crecer. La B.V. María, “Iglesia naciente” (J. Ratzinger - U. Von Balthasar), movida por el Espíritu Santo y llena de gracia por Cristo, nos visita (Lc 1, 39-56) es como el signo que condensa todo el significado del evento mariano, es la presencia maternal que anima el corazón de hijos y de hermanos que se encuentra en cada uno de nosotros: “La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga. En cambio, los creyentes 2
José del niño Jesús como lo demostraron en el templo: “Tu padre y yo te estábamos buscando”; Ella es para nosotros modelo de corresponsabilidad en nuestra Iglesia y sigue buscándonos para llevarnos a Jesús. Ella nos anima al cuidado de nosotros mismos, de nuestras familias, de nuestras comunidades, de nuestra sociedad. Somos corresponsables de nuestra participación, comunión y cooperación en el plan de renovación pastoral que nos corresponde a todos.
Conclusión María, es la Madre de la evangelización que nos invita a acompañarla a lo largo de estos días marianos. Así estamos abriéndonos a un nuevo dialogo evangelizador inaugurado por la visita 161 de la imagen de María Divina Pastora de las almas, junto con el Papa Francisco en el documento Evangelii Gaudium n. 284, recordamos que: “Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización.”. También el Documento de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana, C.E.L.A.M. de Aparecida (Brasil 2007), nos invita a todos a considerar en María un principio de comunión y participación que nos invita a caminar juntos y a encontrarnos con Cristo a lo largo del camino de nuestra vida cristiana para ser sus discípulos y misioneros de estos tiempos: (C.E.L.A.M. Aparecida n. 364): “Detenemos la mirada en María y reconocemos en ella una imagen perfecta de la discípula misionera. Ella nos exhorta a hacer lo que Jesús nos diga (Cf. Jn 2, 5) para que Él pueda derramar su vida en América Latina y El Caribe. Junto con ella, queremos estar atentos una vez más a la escucha del Maestro, y, en torno a ella, volvemos a recibir con estremecimiento el mandato misionero de su hijo: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos (Mt 28, 19). Lo escuchamos como comunidad de discípulos misioneros, que hemos experimentado el encuentro vivo con Él y queremos compartir todos los días con los demás esa alegría incomparable.”. María, la Divina 35
multiforme gracia de Dios”, (1 Pe 4:10). Los cristianos, discípulos y misioneros de Cristo somos guías y fermento de corresponsabilidad en el mundo para alcanzar la construcción del Reino. Si es cierto que nos basamos en la vida y enseñanzas de Jesús como guía para vivir como cristianos corresponsables, nos alimentamos de la gracia sacramental cada dia. Es un reto y difícil en muchos aspectos, sin embargo los que se juegan el riesgo de vivir como cristianos corresponsables experimentan un intenso regocijo espiritual y pastoral. Después de Jesús, nos fijamos en la Virgen María que como madre del Buen Pastor que maternalmente se preocupa de su hijo el Cordero de Dios y de las ovejas del mismo redil: ella es como una corresponsable ideal que nos inspira continuamente. Como madre de Cristo, ella vivió su ministerio con un espíritu de fidelidad y servicio; ella respondió generosamente al llamado del Ángel en la anunciación: “Hágase en mi según tu Palabra” así como Jesús dijo en el huerto de Getsemaní: “Que no se haga mi voluntad sino la tuya”. María se corresponsabilizó del parto de su prima Isabel, de la necesidad de los esposos en las bodas de Cana. ¿Y nosotros ahora que papel tenemos?, ¿En la Iglesia de Cristo quiénes somos entonces hoy en dia somos los corresponsable de la propagación de la fe, de la esperanza y de la caridad desde nuestra acción litúrgica, sacramental y pastoral? ¿Cómo desarrollamos entre nosotros mismos (sacerdote y religiosos/as), entre nuestros seminaristas y laicos una espiritualidad del dar, que ofrezca el concepto bíblico de la corresponsabilidad? La respuesta es la corresponsabilidad es propia de todo bautizado: “La corresponsabilidad como respuesta de los discípulos, puede servir como modelo evangélico que nos permita desarrollar y expandir este concepto para edificar el Reino de Dios. Como todas las cosas pertinentes al Evangelio, la corresponsabilidad es fundamentalmente la obra del Espíritu en nuestras vidas. Cuando aceptamos nuestras vidas como un mero regalo, el Espíritu puede utilizarnos como instrumentos aptos para difundir el Evangelio. Dondequiera que el Espíritu obra, hay gozo. Buenos corresponsables son siempre portadores gozosos de la Buena Nueva de salvación.” (USCCB: La corresponsabilidad: respuesta de los discípulos, 1992). María, Divina Pastora de las almas, se corresponsabilizó junto con 34
se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María” (LG 65): en ella, la Iglesia es ya enteramente santa.” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 829) Por lo tanto se invita al clero, a los consagrados/as y los laicos en general a prepararse adecuadamente previamente a la llegada de la imagen y participar con sus parroquias, comunidades, grupos, asociaciones, movimientos, pastorales, en este evento religioso, cultural y social que marca cada año el camino a tomar de la mano de María, Madre del Buen Pastor, la Divina Pastora de las almas, que nos acompaña en nuestro andar cada dia, hasta que Cristo vuelva. ¡Estamos todos cordialmente invitados!
Presentación de la Ruta del Encuentro Este es el esquema oficial de las catorce estaciones de la procesión, el título de su respectiva catequesis preparatoria para que los Grupos de Apostolado, Parroquias, Seminario, Comunidades religiosas, Ministerios laicales, Laicos consagrados, Movimientos, Cofradias, Pastorales, entre otros, se preparen en la animación de cada estación. 1. María en la fe de la Iglesia. 2. María en la esperanza de la Iglesia. 3. María en la caridad de la Iglesia. 4. María en el sacramento del Bautismo. 5. María en el sacramento de la Confirmación. 6. María en el sacramento de la Reconciliación. 7. María en el sacramento de la Eucaristía. 8. María en el sacramento de la Unción de los Enfermos. 9. María en el sacramento del Orden Sacerdotal. 10. María en el sacramento del Matrimonio. 11. María y la Iglesia Sacramento. 12. María Madre de la solidaridad. 13. María Madre del servicio y compromiso. 14. María Madre de la corresponsabilidad. 3
A cada estación corresponde una catequesis que vamos a exponer en seguida. Un itinerario bíblico, catequético y mistagógico: Las Catorce Catequesis Marianas litúrgico-pastorales
I PARTE: LA FE, LA ESPERANZA Y LA CARIDAD EN MARIA Y LA IGLESIA
El Concilio Vaticano II nos muestra la B.V.Maria madre de Dios y nuestra como modelo de fe, esperanza y caridad:” La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la encarnación del Verbo, por disposición de la divina Providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del divino Redentor, compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia.” (LG n. 61) Las primeras tres catequesis nos presentan estos tres aspectos fundamentales de la vida cristiana que se realizan en María y en toda la Iglesia.
compromiso y disponibilidad en un contexto cristiano se sintetizan en la respuesta de la virgen María al arcángel Gabriel: “He aquí a la sierva de Dios, hágase en mi según su palabra”. Ojalá el modelo de la Virgen, nuestra madre y soberana, nos inspire a comprometernos para cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida personal, familiar y eclesial, como esa voluntad se expresa en las condiciones que Él nos ofrece hoy y aquí. Amén.” (Metropolita Siluan por S.E.R. de la Iglesia Católica Antioquena de Argentina). El Papa Francisco en la Homilía pronunciada en el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en la última jornada en Cuba, el de 22 septiembre 2015, también nos dijo: “Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación”. (RC-RV) La visita 161 de la imagen de Nuestra Sra. Divina Pastora mantiene el clima de la visitación: María nuestra madre presurosa nos trae el niño entre sus brazos para mostrarnos el camino que nos lleva a Él. Es un largo peregrinar, bajo el sol, con calor y esfuerzo pero con la gracia caminante que acompaña siempre a los nuevos discípulos de Emaús a la búsqueda del encuentro del Señor perdido y hallado en el servicio de la palabra y en la eucaristía compromiso de amor que perdura entre nosotros.
14. María Madre de la corresponsabilidad 1. María en la fe de la Iglesia ¿Cuando hablamos de la fe que entendemos por fe? El catecismo nos dice que la fe es: “La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida.” (C.E.C. n 26) La fe es 4
En nuestra fe católica que expresa nuestra fidelidad universal a Cristo encontramos la gracia de la disponibilidad a vivir el Evangelio que el Sacramento del Bautismo nos regala: “El don que cada uno haya recibido póngalo al servicio de los otros como buenos administradores de la 33
de acuerdo a lo que indica la ley judía para quienes quedan embarazadas sin antes casarse. Sin embargo, ella no tuvo miedo de nada ni tampoco de nadie, y se ofreció para cumplir la voluntad de Dios. Por otra parte, la Virgen María demostró disponibilidad para aceptar no la gloria celestial sino las incomodidades como el viaje en invierno a Belén para dar a luz a Jesús, o la precariedad del pesebre para albergar la llegada de su hijo. Además, su compromiso conoció muchas pruebas como la de la trágica decisión de Herodes de matar a Jesús y a los niños menores de dos años. Tuvo que huir a Egipto, de acuerdo a las órdenes impartidas por el ángel a José, para proteger a Jesús. De esa manera, vivió el exilio, la emigración involuntaria y la inseguridad material hasta el momento que pudo regresar a Nazaret. Al final, la virgen María conoció el sufrimiento más grande al seguir no solamente todos los detalles de la pasión de su hijo y Dios sino también la ingratitud del pueblo y de los jefes judíos durante la semana santa. Tuvo que perdonar a aquellos que mataron a su hijo, aunque ellos mismos eran los beneficiarios de la bondad y del amor del Señor. En pocas palabras, el compromiso y la disponibilidad de la Virgen María fueron ilimitados e incondicionales, probados a través muchas situaciones e incomodidades sufridas, sin esperar gloria ni prestigio. Fue un verdadero compromiso de fe y de amor. Su entrega fue total por su amor infinito, y sólo así, pudo soportar lo casi intolerable. Hoy el compromiso de la Virgen y su disponibilidad son para nosotros una fuente de consolación y un modelo de vida a seguir. Dios la elevó a una altura máxima de gloria. Como Madre de Dios y también como nuestra madre, ella nos muestra, con el ejemplo de su vida, su cariño y su atención inmensa, y nos indica cómo seguir su ejemplo para alcanzar nuestro deseo de vivir una vida verdaderamente cristiana. Si pensamos en nuestra vida, en nuestra familia y en nuestra Iglesia, la disponibilidad a comprometernos nos fortalecerá para soportar los peores dolores y las más duras condiciones, por un lado, y nos abrirá un futuro construido por una determinación y una fe listas a enfrentar las dificultades, por otro lado. En conclusión, 32
un don de Dios que recibimos en el bautismo y un acto humano. Esta revelación de Dios es la que la Iglesia presenta para creerla, profesarla, celebrarla, vivirla para actuar y orar con ella. Si Cristo es el centro de nuestra fe porque los católicos creemos en María su madre? El mismo catecismo nos dice: “Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo.” (C.E.C. n 487) El Papa Francisco nos invita a ver a María como modelo de fe: “Partamos del primer aspecto, María como modelo de fe. ¿En qué sentido María representa un modelo para la fe de la Iglesia? Pensemos en quién era la Virgen María: una muchacha judía, que esperaba con todo el corazón la redención de su pueblo. Pero en aquel corazón de joven hija de Israel había un secreto que ella misma todavía no conocía: en el proyecto de amor de Dios estaba destinada a convertirse en la Madre del Redentor. En la Anunciación, el Mensajero de Dios la llama «llena de gracia» y le revela este proyecto. María responde «sí» y desde aquel momento la fe de María recibe una luz nueva: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que de ella ha tomado carne y en quien se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación. La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel, en ella está precisamente concentrado todo el camino, toda la vía de aquel pueblo que esperaba la redención, y en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, encarnación del amor infinito de Dios.” Ahora lo importante es entender como María vivió su fe: “¿Cómo vivió María esta fe? La vivió en la sencillez de las mil ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada mamá, como proveer al alimento, al vestido, la atención de la casa... Precisamente esta existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolló una relación singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su Hijo. El «sí» de María, ya perfecto al inicio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí su maternidad se dilató abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos a su Hijo. María vivió siempre inmersa en el misterio del Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para 5
comprender y poner en práctica toda la voluntad de Dios.”,…, “Podemos hacernos una pregunta: ¿nos dejamos iluminar por la fe de María, que es nuestra Madre? ¿O bien la pensamos lejana, demasiado distinta de nosotros? En los momentos de dificultad, de prueba, de oscuridad, ¿la miramos a ella como modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y sólo nuestro bien? Pensemos en esto, tal vez nos hará bien volver a encontrar a María como modelo y figura de la Iglesia en esta fe que ella tenía.” (Papa Francisco, Audiencia General del miércoles 23 de octubre de 2013). María Divina Pastora ayúdanos a creer.
2. María en la esperanza de la Iglesia
refiriéndose a la naturaleza maternal de la Iglesia que como María engendra Cristo cabeza y los miembros del cuerpo místico: (n.103): “Según la visión cristiana, una exigencia ineludible en la construcción del orden económico y en el desarrollo de la actividad política es la práctica de la solidaridad. Esta, según Juan Pablo II, es “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común” (SRS 38), y es una consecuencia de la naturaleza social del ser humano, así como de la igualdad fundamental entre las personas. Ella se consolida como uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la organización social y política. (Cf. CA 10)”. Hagamos de este próximo catorce de enero un momento de encuentro real solidario entre nosotros y María la Divina Pastora de las almas solidaria con todos nosotros.
13. María Madre del servicio y compromiso ¿Qué es la esperanza? El catecismo nos explica: “La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb 10,23). “El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7). (C.E.C. n. 1817). Todo hombre quiere ser feliz y también la esperanza tiene que ver con nuestra felicidad: “La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.” (C.E.C. n. 1818) El catecismo nos habla de la esperanza y de María modelo de espera: “Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, 6
El compromiso y la disponibilidad de la Virgen María “He aquí a la sierva de Dios, hágase en mi según su palabra” se traduce de inmediato en una actitud “presurosa” que Ella desarrolla en la visitación para atender como familiar y creyente la ayuda a su prima Santa Isabel. El misterio de la Palabra encarnada mueve María a vivir la experiencia práctica del misterio contemplado y vivido en Nazaret: “El 25 de marzo celebramos la anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen María acerca de que ella daría a luz a Nuestro Señor Jesucristo. Mediante este muy importante evento en la Iglesia, nos impresiona ver el compromiso y la disponibilidad que tuvo la Virgen María con respecto a Dios y a Nuestro Señor durante toda su vida. De hecho, desde su niñez, se comprometió a ofrecer su virginidad a Dios. En esta perspectiva, el anuncio del arcángel Gabriel de que ella daría a luz un hijo le pareció como una falla en su compromiso. El mensajero, sin embargo, le aseguró que Dios respetaría su voluntad por intermedio del Espíritu Santo que la cubriría. En consecuencia, ella debería aceptar la calumnia que surgiría cuando se conociera que estaba embarazada y también sufriría la pena de muerte 31
primera entre los discípulos de Jesucristo, es María, su Madre. Ella, con su « fiat » al designio de amor de Dios (cf. Lc1,38), en nombre de toda la humanidad, acoge en la historia al enviado del Padre, al Salvador de los hombres: en el canto del « Magnificat » proclama el advenimiento del Misterio de la Salvación, la venida del « Mesías de los pobres » (cf. Is 11,4; 61,1). El Dios de la Alianza, cantado en el júbilo de su espíritu por la Virgen de Nazaret, es Aquel que derriba a los poderosos de sus tronos y exalta a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos con las manos vacías, dispersa a los soberbios y muestra su misericordia con aquellos que le temen (cf. Lc 1,50-53)”. La imagen de María Divina Pastora es la imagen de la Iglesia que nos muestra a Cristo con su presencia gloriosa entre nosotros los bautizados y confirmados y mantiene un cantico vivo de alabanza que continuamente nos lleva a una acción de gracias eucarística y reconciliadora que motiva el corazón de los fieles a permanecer juntos en el peregrinar, celebrar y obrar en esta tierra a la espera de la futura realización de las promesas: “Acogiendo estos sentimientos del corazón de María, de la profundidad de su fe, expresada en las palabras del « Magnificat », los discípulos de Cristo están llamados a renovar en sí mismos, cada vez mejor, « la conciencia de que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, sobre Dios que es fuente de todo don, de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes, que, cantado en el Magnificat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras de Jesús ». (cfr. 71: Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris Mater, 37: AAS 79 (1987) 410). “María es totalmente dependiente de Dios y toda orientada hacia Él con el impulso de su fe, « es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos ». (Ibíd. cfr. 72: 2: Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 97: AAS 79 (1987) 597)”. Nuestros Obispos reunidos en el Concilio Plenario de Venezuela (Caracas 2007) en el Documento n. 3: La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad nos hablaron claramente sobre La solidaridad y la subsidiaridad. Es interesante que los obispos utilizaran en el título del documento el verbo gestar, 30
en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (cf. Is 2,2-4), y que será grabada en los corazones (cf. Jr 31,3134; Hb 10,16). Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades (cf. Ez 36), una salvación que incluirá a todas las naciones (cf. Is 49,5-6; 53,11). Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor (cf. So 2,3) quienes mantendrán esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas la figura más pura es María (cf. Lc 1,38).” (C.E.C. n. 64) El Papa Francisco nos recuerda: “Queridos hermanos y hermanas, esto es entonces lo que esperamos: ¡que Jesús regrese! ¡La Iglesia esposa espera a su esposo! Debemos preguntarnos, sin embargo, con gran sinceridad, ¿somos testigos realmente luminosos y creíbles de esta espera, de esta esperanza? ¿Nuestras comunidades viven aún en el signo de la presencia del Señor Jesús y en la espera ardiente de su venida, o aparecen cansadas, entorpecidas, bajo el peso de la fatiga y la resignación? ¿Corremos también nosotros el riesgo de agotar el aceite de la fe, de la alegría? ¡Estemos atentos! Invoquemos a la Virgen María, Madre de la esperanza y reina del cielo, para que siempre nos mantenga en una actitud de escucha y de espera, para poder ser ya traspasados por el amor de Cristo y un día ser parte de la alegría sin fin, en la plena comunión de Dios. Y no se olviden: jamás olvidar que así estaremos siempre con el Señor. ¿Lo repetimos otras tres veces? Y así, estaremos siempre con el Señor, y así, estaremos siempre con el Señor, y así, estaremos siempre con el Señor. ¡Gracias!” (Vaticano, 15 Oct. 14 / 09:36 am (ACI/EWTN Noticias). María Divina Pastora ayúdanos a esperar.
3. María en la caridad de la Iglesia Hablamos siempre de amor y caridad pero que nos dice la Iglesia acerca de esto:” La caridad es la virtud teologal por la cual 7
amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.”(C.E.C. n. 1822) El Señor nos enseña a vivir la caridad como expresión de su presencia entrega y donación de si mismo: “Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).”. (C.E.C. n 1823). ¿Y cómo María nos enseña a vivir el amor? “Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es “miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia” (LG 53), incluso constituye “la figura” [typus] de la Iglesia (LG 63)”. (C.E.C. n. 967). Es decir que la Iglesia de Cristo es profundamente mariana porque encuentra en su vocación de creyente, virgen y madre, la respuesta plena al misterio de Dios hecho hombre y el modelo de vida del hombre santificado por Dios, que ama, espera y cree a tiempo y a destiempo: “Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos. “Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia” (LG 61)” (C.E.C. n 968) El Papa Francisco nos explica a este respecto: “María modelo de caridad. ¿En qué modo María es para la Iglesia ejemplo viviente de amor? Pensemos en su disponibilidad respecto a su pariente Isabel. Visitándola, la Virgen María no le llevó sólo una ayuda material; también esto, pero llevó a Jesús, que ya vivía en su vientre. Llevar a Jesús a aquella casa quería decir llevar la alegría, la alegría plena. Isabel y Zacarías estaban felices por el embarazo que parecía imposible a su edad, pero es la joven María quien les lleva la alegría plena, la que 8
Pastor. Una imagen que habla con si figura, sencillez elegancia estética y nos llama a descubrir la belleza de la Palabra representada que es una figuración de la fe, de la esperanza y de la caridad que mueve los corazones de los creyentes en su celebración. Dia de júbilo y alegría y de acción de gracias porque con María nos reconocemos ciudadanos del cielo que trabajamos en el mundo para realizar la civilización del amor.
12. María Madre de la solidaridad La solidaridad es la virtud de la caridad llevada al ámbito social. Está muy ligada al amor al prójimo e implica unidad, colaboración y compartir con el prójimo sus necesidades primarias. Así como la caridad es el amor sobrenatural, la solidaridad es una de sus manifestaciones en el ámbito social. La solidaridad habla de buenos sentimientos, de corazones responsables, nobles y generosos, que se involucran en los problemas ajenos y se entristecen cuando las personas sufren un mal y tratan de solucionarlos o amenguar sus penas. El voluntariado, como expresión concreta de la solidaridad, es una de las actitudes mejor valoradas en la sociedad actual. San Juan Pablo II se refirió en diversas ocasiones al tema, en una de ellas decía: “me parece que el siglo que comienza deberá ser el de la solidaridad. Hoy lo sabemos mejor que ayer: no estaremos felices y en paz los unos sin los otros, y aún menos, los unos contra los otros. La operaciones humanitarias con ocasiones de conflictos o de catástrofes naturales recientes han suscitado loables iniciativas de voluntariado que revelan un fuerte sentido de altruismo, especialmente en las jóvenes generaciones”. Por tanto, para un cristiano resulta impensable separar la solidaridad del mensaje de las Bienaventuranzas. Y María es de las bienaventuranzas: “Bienaventurada tu que has creído porque lo que el Señor te ha prometido se cumplirá.”. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (numeral 59) muestra a María que con su sí responde al designio de amor de Dios, con una conciencia llena de solidaridad y comunión con Cristo y con los miembros del cuerpo místico de Cristo: “Heredera de la esperanza de los justos de Israel y 29
del Espíritu, sigue generando nuevos hijos en Cristo, siempre escuchando la Palabra de Dios y en la docilidad a su designio de amor. La Iglesia es madre, el nacimiento de Jesús en el seno de María, de hecho es el preludio del renacer de cada cristiano en el seno de la Iglesia, desde el momento que Cristo es el primogénito de una multitud de hermanos. Jesús es nuestro primer hermano, nacido de María y es modelo, y todos nosotros hemos nacido de la Iglesia. Entendemos entonces cuanto sea profunda la relación que une a María y a la Iglesia: mirando a María descubrimos el rostro más bello y tierno de la Iglesia; mirando a la Iglesia reconocemos los trazos sublimes de María. ¡Nosotros cristianos no somos huérfanos, tenemos una mamá, tenemos una madre y esto es grande, no somos huérfanos. La Iglesia es Madre, María es madre!”. De nuevo el Papa Francisco, en la Audiencia General del miércoles 23 de octubre de 2013, nos recuerda: “María modelo de unión con Cristo. La vida de la Virgen Santa fue la vida de una mujer de su pueblo: María oraba, trabajaba, iba a la sinagoga... Pero cada acción se cumplía siempre en unión perfecta con Jesús. Esta unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el martirio del corazón y en el ofrecimiento de la vida al Padre para la salvación de la humanidad. La Virgen hizo propio el dolor del Hijo y aceptó con Él la voluntad del Padre, en aquella obediencia que da fruto, que da la verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte. Es muy bella esta realidad que María nos enseña: estar siempre unidos a Jesús. Podemos preguntarnos: ¿nos acordamos de Jesús sólo cuando algo no marcha y tenemos necesidad, o la nuestra es una relación constante, una amistad profunda, también cuando se trata de seguirle por el camino de la cruz? Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra vida y en la vida de cada comunidad eclesial se refleje el modelo de María, Madre de la Iglesia. ¡Que así sea!”. La imagen de María Divina Pastora que se venera en el Santuario de Santa Rosa en Barquisimeto es una imagen mariana y eclesial a la vez porque nos representa y nos aviva la conciencia de ser y hacer Iglesia con María madre de Dios y nuestra que nos lleva a Cristo el Buen 28
viene de Jesús y del Espíritu Santo y se expresa en la caridad gratuita, en compartir, en ayudarse, en comprenderse. La Virgen quiere traernos también a nosotros, a todos nosotros, el gran don que es Jesús; y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así la Iglesia es como María: la Iglesia no es un negocio, no es una agencia humanitaria, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia está enviada a llevar a todos a Cristo y su Evangelio; no se lleva a sí misma —sea pequeña, grande, fuerte, débil— , la Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué le llevaba María? Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: esto es el centro de la Iglesia, ¡llevar a Jesús! Si por hipótesis una vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, esa sería una Iglesia muerta. La Iglesia debe llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús, la caridad de Jesús. Hemos hablado de María, de Jesús. ¿Y nosotros? Nosotros, que somos la Iglesia, ¿cuál es el amor que llevamos a los demás?”. (Papa Francisco, Audiencia General miércoles 23 de octubre de 2013). María Divina Pastora ayúdanos amar.
II PARTE: MARIA Y LOS SACRAMENTOS Los sacramentos, o también llamados misterios, son los signos eficaces de la gracia de Dios que actúa en nosotros, y fueron entregados por Cristo a la Iglesia por lo cual recibimos la vida divina por obra del Espíritu Santo (C.E.C. nn. 774, 1131). Son siete: los de iniciación cristiana que son el Bautismo, la Confirmación, y la Eucaristía, los de curación que son la Reconciliación o Penitencia y la Unción de los enfermos, y los sacramentos al servicio de la comunidad que son el Sacramento del Orden y el sacramento del Matrimonio. María la primera redimida por Cristo desde su concepción inmaculada hasta su gloriosa asunción, está totalmente sumergida en los misterios de Cristo y de la Iglesia y sigue presente en la Iglesia en la celebración de los sacramentos dado que en María actúa plenamente la gracia del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo nuestro Señor Jesucristo, una virginidad maternal que se hace fecunda en Ella y en nosotros: 9
“Alégrate, llena de gracia”: (C.E.C. n.721) María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos sobre la Sabiduría, la Tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada y representada en la Liturgia como el “Trono de la Sabiduría”. En ella comienzan a manifestarse las “maravillas de Dios”, que el Espíritu va a realizar en Cristo y en la Iglesia: (CEC n. 722): “El Espíritu Santo preparó a María con su gracia . Convenía que fuese “llena de gracia” la Madre de Aquel en quien “reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente” (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la “Hija de Sión”: “Alégrate” (cf. So 3, 14; Za 2, 14). Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, hace subir hasta el cielo con su cántico al Padre, en el Espíritu Santo, la acción de gracias de todo el pueblo de Dios y, por tanto, de la Iglesia (cf. Lc 1, 46-55).”. (CE.C. n.723): “En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe (cf. Lc 1, 26-38; Rm 4, 1821; Ga 4, 26-28).”. (C.E.C. n.724) “En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía definitiva: llena del Espíritu Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los pobres (cf. Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones (cf. Mt 2, 11).”. (C.E.C. n.725): “En fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres “objeto del amor 10
involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones «embarazosas» de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos, todos juntos.”. Vamos a redescubrir esa confianza filial y fraternal que la imagen maternal de la Divina Pastora nos inspira desde su mirar y sonreír que nos suspende en el deseo de una felicidad de paz y de justicia alcanzable para todos y realizable en comunión y reconciliación.
11. María Madre de la Iglesia-Sacramento En la Catequesis que el Papa Francisco ofreció a los peregrinos el miércoles 3 de septiembre de 2014, afirmó: “En este sentido la Iglesia es realmente madre. Nuestra Madre Iglesia. ¡Es lindo decirlo así! Una madre que nos da la vida en Cristo y que nos hace vivir junto a los otros hermanos en la comunión del Espíritu Santo. En esta maternidad la Iglesia tiene como modelo a la Virgen María, el modelo más bello y más alto que pueda haber. Es lo que las primeras comunidades cristianas ya dejaron claro y el Concilio Vaticano II ha expresado de manera admirable. La maternidad de María es seguramente única, singular, y se cumplió en la plenitud de los tiempos, cuando la Virgen dio a luz al Hijo de Dios, concebido por obra del Espíritu Santo. Y aun así, la maternidad de la Iglesia se pone justamente en continuidad con la de María, como su prolongación en la historia. La Iglesia, en la fecundidad 27
por su cuerpo mismo y el sufrimiento configura con Cristo (FIp 3,10). Así como Cristo, “con ser el Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia” (Heb 5,8), del mismo modo es preciso que nosotros “corramos al combate que se nos ofrece, puestos los ojos en el autor y consumador de nuestra fe.. que soportó la cruz” (Heb 12,1s). Cristo, que se hizo solidario de los que sufren, deja a los suyos la misma ley (1Cor 12,26; Rom 12,15; 2Cor 1,7). (Voz Sufrimiento del Vocabulario Bíblico Teológico, X. Leon Dufour, p. 876). María el pie de la cruz sufre con Cristo y por Cristo y en Cristo (Jn 19, 25-27). ¿Cómo podremos realizar la presencia de Cristo, el Buen Pastor, sufriente y compasivo en nuestra sociedad desde la Iglesia? El documento de Aparecida nos habla de solidaridad, corresponsabilidad y compromiso para llevar adelante nuestro camino de fe esperanza y caridad y madurar en la santificación personal familiar y comunitaria. María, Divina Pastora, madre del Buen Pastor que da su vida por las ovejas, es la madre de la pastoralidad de la Iglesia Sacramento de Dios en el mundo, es modelo de comunión y participación en la pastoralidad que nos invita a vivir de esta manera como verdaderos discípulos y misioneros de su Hijo. La revolución de la ternura Una madre inspira en los hijos confianza en los momentos difíciles desde su manera de mirar y sonreír dulcemente. El Papa Francisco dijo en el Santuario de Nuestra Sra. del Cobre en Cuba: “Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño” (Evangelii gaudium, 288). En seguida nos aclara Francisco desde ese lenguaje pastoral re-creativo (que quiere decir que recrea, regenera y renueva las intenciones diferentes del mismo lenguaje utilizado y dirigido a todos los sectores de la sociedad): “Generación tras generación, día tras día, estamos invitados a renovar nuestra fe. Estamos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Estamos invitados a «salir de casa», a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a 26
benevolente de Dios” (cf. Lc 2, 14), y los humildes son siempre los primeros en recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Cana y los primeros discípulos.”. (C.E.C. n.726): “Al término de esta misión del Espíritu, María se convierte en la “Mujer”, nueva Eva “madre de los vivientes”, Madre del “Cristo total” (cf. Jn 19, 25-27). Así es como ella está presente con los Doce, que “perseveraban en la oración, con un mismo espíritu” (Hch 1, 14), en el amanecer de los “últimos tiempos” que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.”.
4. María en el sacramento del Bautismo
El Papa Francisco nos explica acerca del sacramento del Bautismo: “El Bautismo es el sacramento en el cual se funda nuestra fe misma, que nos injerta como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia. Junto a la Eucaristía y la Confirmación forma la así llamada «Iniciación cristiana», la cual constituye como un único y gran acontecimiento sacramental que nos configura al Señor y hace de nosotros un signo vivo de su presencia y de su amor. Puede surgir en nosotros una pregunta: ¿es verdaderamente necesario el Bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No es en el fondo un simple rito, un acto formal de la Iglesia para dar el nombre al niño o a la niña? Es una pregunta que puede surgir. Y a este punto, es iluminador lo que escribe el apóstol Pablo: « ¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por el Bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 3-4).”(Catequesis del Papa Francisco, Audiencia general, 8 de enero de 2014). La virginidad de María concebida sin pecado es similar a la fuente bautismal donde por Cristo somos generados todos los cristianos (C.E.C. n. 506) “María es virgen porque 11
su virginidad es el signo de su fe no adulterada por duda alguna (cf. LG 63) y de su entrega total a la voluntad de Dios (cf. 1 Co 7, 34-35). Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador: “Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo” (San Agustín, De sancta virginitate, 3: PL 40, 398).”. (C.E.C. n. 507): “María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia (cf. LG 63): “La Iglesia [...] se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo” (LG 64).”. Del Misal Mariano podemos apreciar en presentación de la misa n. 16 dedicada a: Santa María fuente de luz y de vida, una referencia directa a la presencia mariana en el sacramento del bautismo: “Los sacramentos de la iniciación cristiana, que adecuadamente se confieren en la Vigilia pascual, configuran a los catecúmenos a imagen de Cristo: en el baño bautismal los convierten en hijos de Dios, por la santa unción (con el Crisma) y la imposición de manos los llenan del Espíritu Santo y por la recepción del Pan celestial y del Vino, los incorporan a Cristo. Los santos Padres enseñan con frecuencia que los misterios de Cristo que la Virgen y Madre Iglesia celebra en los sacramentos de la iniciación cristiana se habían «cumplido» en la Virgen Madre María (Prefacio); en efecto, el Espíritu que santifica el seno de la Iglesia -es decir, la fuente bautismal-, para que engendre a los hijos de Dios, santificó el seno de María para que engendrara al Primogénito entre muchos hermanos (cf. Hb 2, 11-15); Y el mismo Espíritu que el día de Pentecostés descendió sobre la Santísima Virgen con abundancia, baja desde el cielo sobre los neófitos en la celebración del sacramento de la confirmación; y la Carne y Sangre que Cristo ofreció por la vida del mundo en el ara de la Cruz y que diariamente ofrece la Iglesia en el Sacrificio eucarístico, son los mismos que la Santísima Virgen dio a luz por nuestra salvación. En esta Misa se conmemora la función maternal que ejerce en los fieles tanto la Iglesia 12
permito... ¿eh?’. Gracias: agradecer al cónyuge. ‘Gracias por lo que has hecho por mí. Gracias por esto’. La belleza de dar las gracias. Y como todos nosotros nos equivocamos, hay otra palabra -que es un poco difícil de decir, pero que hay que decirla-: ‘Perdona, por favor. ¿Eh?, perdona’. ¿Cómo era? Permiso, gracias y perdón. Repitámoslo todos: ‘Permiso, gracias y perdón. Con estas tres palabras, con la oración del esposo por la esposa y de la esposa por el esposo, y con hacer las paces siempre antes de que termine el día: el matrimonio saldrá adelante. Las tres palabras mágicas, la oración y hacer las paces siempre.”. María en las bodas de Cana motiva la celebración de la esponsalidad de los novios que precede y es figura de la esponsalidad entre Cristo y la Iglesia (Efesios 5, 1-33). El agua es transformada por Cristo en vino y el vino es transformado en el misterio del banquete sacrificial en sangre de Cristo de manera que los esposos sean una sola carne y un solo espíritu. En cada celebración matrimonial María se hace presente desde su experiencia de desposorio místico con José su casto esposo que se realiza en la maternidad virginal y esponsal. Un misterio de fe que promueve la vida conyugal desde la comunión con Dios y al mismo tiempo. María, Divina Pastora de las almas, bendice nuestras familias cristianas de nuestra iglesia peregrina en el mundo y libéranos de los peligros que asechan la unión matrimonial, la educación de los hijos y la convivencia familiar entre sus miembros. III PARTE: MARIA MODELO PASTORAL DE LA IGLESIA COMUNIDAD VIVA EN SOLIDARIDAD, COMPROMISO, SERVICIO Y CORRESPONSBILIDAD Sufrir con Cristo. Así como, si el cristiano vive, “no es ya [él] quien vive, sino que Cristo vive en [él]” (Gál 2,20), así también los sufrimientos del cristiano son “los sufrimientos de Cristo en [él]” (2Cor 1, 5). El cristiano pertenece a Cristo 25
(C.E.C. n.1642): “Cristo es la fuente de esta gracia. “Pues de la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del Matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos” (GS 48,2). Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (cf Ga 6,2), de estar “sometidos unos a otros en el temor de Cristo” (Ef 5,21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero.” En seguida presentamos una parte de la Catequesis que el Papa Francisco ofreció a los peregrinos el miércoles 2 de abril de 2014: “Cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del Matrimonio, Dios, por así decir, se “refleja” en ellos, les imprime sus propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. Un matrimonio es el icono del amor de Dios con nosotros. ¡Es muy bello!. También Dios, de hecho, es comunión: las tres personas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y es justamente este el misterio del Matrimonio: Dios hace de los dos esposos una sola existencia -y la Biblia es fuerte, dice “una sola carne”-, así de íntima es la unión del hombre y de la mujer en el Matrimonio. Y es precisamente este el misterio del Matrimonio. El amor de Dios que se refleja en el Matrimonio, en la pareja, que deciden vivir juntos. Y por eso el hombre deja su casa, la casa de sus padres, y se va a vivir con su mujer y se une tan fuertemente a ella que se convierte -dice la Biblia- en una sola carne, no son dos, son uno. Algunas veces, os he dicho aquí que algo que ayuda mucho en la vida matrimonial son tres palabras. No sé si os acordáis de las tres palabras. Tres palabras que se tienen que decir siempre. Tres palabras que tienen que estar presentes en la casa: permiso, gracias, perdón. ¡Las tres palabras mágicas! Permiso: para no ser intrusivos en la vida de los cónyuges. Permiso: ‘Pero, ¿qué te parece? ¿Eh? Permiso. Me 24
como la Santísima Virgen. La Maternidad de María precede a la maternidad de la Iglesia, de la que es tipo y modelo (cf. LG 63).”. María Divina Pastora ayúdanos a vivir nuestro Bautismo.
5. María en el sacramento de la Confirmación El Papa Francisco, en la Audiencia general de 29 de enero de 2014 nos explica el sacramento de la Confirmación: “El término «Confirmación» nos recuerda luego que este sacramento aporta un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; conduce a su realización nuestro vínculo con la Iglesia; nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no avergonzarnos nunca de su cruz (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1303). Cuando acogemos el Espíritu Santo en nuestro corazón y lo dejamos obrar, Cristo mismo se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida; a través de nosotros, será Él, Cristo mismo, quien reza, perdona, infunde esperanza y consuelo, sirve a los hermanos, se hace cercano a los necesitados y a los últimos, crea comunión, siembra paz. Pensad cuán importante es esto: por medio del Espíritu Santo, Cristo mismo viene a hacer todo esto entre nosotros y por nosotros.”. La B.V. María reunida en el Cenáculo con los apóstoles, las santas mujeres y los demás familiares del Señor (Hechos 1, 14), perseveraba en la oración invocando la promesa de lo alto, la venida del Espíritu Santo. Ya María conocía el Espíritu desde la anunciación y por lo tanto para ella era familiar el trato interior con el Paráclito. Para ella era posible invocarlo con fidelidad como en Nazaret, evocarlo con su humildad como en el canto del Magnificat y provocarlo desde su audacia y prontitud espiritual como en la visitación a su prima Santa Isabel. Como mujer del espíritu su oración constante promueve el acción del Espíritu para que se derramen sus dones en la Iglesia. María está presente como virgen, esposa y madre en el 13
sacramento de la confirmación de todo cristiano. El Papa Francisco nos invita a no olvidar la importancia de este sacramento en nuestra vida cristiana para vivir como María y con María un nuevo Pentecostes: “Queridos hermanos y hermanas, recordemos que hemos recibido la Confirmación. ¡Todos nosotros! Recordémoslo ante todo para dar gracias al Señor por este don, y, luego, para pedirle que nos ayude a vivir como cristianos auténticos, a caminar siempre con alegría conforme al Espíritu Santo que se nos ha dado.”. María Divina Pastora ayúdanos a vivir la esperanza.
— en el campo pastoral, para que la Madre del Señor sea sentida fuertemente como una presencia de gracia por el pueblo cristiano.”. María Divina Pastora nos acoge como hijos y hermanos porque vive el misterio de la intimidad de Dios y de los hombres en lo profundo de su corazón. Ella es misionera y discípula, educadora, promotora de un verdadero ejercicio sacerdotal, pastoral, misionero entregado al proceso de maduración y perfeccionamiento del Pueblo de Dios en este camino de conversión, santificación y entrega que nos motiva a seguir adelante con fuerza y generosidad.
6. María en el sacramento de la Reconciliación 10. María en el sacramento del Matrimonio La Iglesia con y como María es reconciliadora. Ella como creyente y madre al pie de la cruz colaboró eficazmente a la obra de la redención (LG nn. 61-62). Lo hizo repitiendo las palabras de su Hijo: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, perdonando y así ayudando como Iglesia naciente a la reconciliación de los hombres con Dios. Su perdón de madre valía mucho a los ojos de Dios porque estaba unido al perdón de Jesús. En el sacramento de la reconciliación Dios nos perdona nuestros pecados por la sangre derramada por su Hijo y la presencia maternal de María, Nueva Eva, al pie de la cruz es signo del acto filial realizado por Cristo que es un gesto de paz de reconciliación entre Dios y nosotros los hombres: “El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de la Pascua el Señor se aparece a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y, tras dirigirles el saludo «Paz a vosotros», sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 21-23). Este pasaje nos descubre la dinámica más profunda contenida en este sacramento. Ante todo, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros mismos. Yo no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo,
El catecismo nos habla del matrimonio: (C.E.C. n.1639): “El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf Mc 10,9). De su alianza “nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad” (GS 48,1). La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: “el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino” (GS 48,2). (C.E.C. n.1640): “Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios. La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la sabiduría divina (cf CIC can. 1141)”. (C.E.C. n. 16410): “En su modo y estado de vida, los cónyuges cristianos tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios” (LG 11). Esta gracia propia del sacramento del Matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia “se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la acogida y educación de los hijos” (LG 11; cf LG 41).
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En este terreno el tema «María y la mujer» ha sido tratado muchas veces; pero, susceptible como es de muchos modos de ser tratado, se está lejos de poder considerarlo como agotado y espera ulteriores desarrollos.”. (Numeral 16): “En la mariología postconciliar se ha tratado también temas nuevos o se han visto desde un nuevo ángulo: la relación entre el Espíritu Santo y María; el problema de la inculturación de la doctrina sobre la Virgen y de las expresiones de piedad mariana; el valor de la via pulchritudinis para adelantar en el conocimiento de María y la capacidad de la Virgen de suscitar las más altas expresiones en el campo de la literatura y del arte; el descubrimiento del significado de María en relación con algunas urgencias pastorales de nuestro tiempo (la cultura de la vida, el compromiso por los pobres, el anuncio de la Palabra ...); la revalorización de la «dimensión mariana de la vida de los discípulos de Cristo».”. Por esto la mariología renovada está al servicio de la pastoral y la piedad mariana (Numeral 32): “Como todas las disciplinas teológicas, también la mariología ofrece una ayuda preciosa a la pastoral. En este sentido la Marialis cultus subraya que «la piedad hacia la Santísima Virgen , subordinada a la piedad hacia el Divino Salvador y en conexión con ella, tiene un gran valor pastoral y constituye una fuerza renovadora de la vida cristiana»,[60] También esa piedad mariana está llamada a dar su aportación en el vasto campo de la evangelización.”. En conclusión podemos decir que(Numeral 35): “Efectivamente, de una adecuada formación mariológica, en la que se unen armónicamente el empuje de la fe y el empeño del estudio, se seguirán numerosas ventajas: — en el campo intelectual, porque la verdad sobre Dios y sobre el hombre, sobre Cristo y sobre la Iglesia, se profundiza y se sublima por el conocimiento de la «verdad sobre María»; — en el campo espiritual, porque esa formación ayuda al cristiano a acoger e introducir a la Madre de Jesús «en todo el espacio de la propia vida interior»;[67]
es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de misericordia y de gracia que brota incesantemente del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza; y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz del alma tan bella que sólo Jesús puede dar, sólo Él…. Quisiera preguntaros —pero no lo digáis en voz alta, que cada uno responda en su corazón—: ¿cuándo fue la última vez que te confesaste? Cada uno piense en ello... ¿Son dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga cuentas, pero cada uno se pregunte: ¿cuándo fue la última vez que me confesé? Y si pasó mucho tiempo, no perder un día más, ve, que el sacerdote será bueno. Jesús está allí, y Jesús es más bueno que los sacerdotes, Jesús te recibe, te recibe con mucho amor. Sé valiente y ve a la Confesión.”. (Papa Francisco, Audiencia general de 19 de febrero de 2014). La iglesia es reconciliadora como María, nueva Hija de Sion, que nos reúne a los dispersos hijos de Dios alrededor del misterio pascual del banquete sacrificial: “El Padre quiso convocar a toda la humanidad en la Iglesia de su Hijo para reunir de nuevo a todos sus hijos que el pecado había dispersado y extraviado. La Iglesia es el lugar donde la humanidad debe volver a encontrar su unidad y su salvación. Ella es el “mundo reconciliado” (San Agustín, Sermo 96, 7-9). Es, además, este barco “con su velamen que es la cruz de Cristo, empujado por el Espíritu Santo, navega bien en este mundo”; san Ambrosio, De virginitate 18, 119); según otra imagen estimada por los Padres de la Iglesia, está prefigurada por el Arca de Noé que es la única que salva del diluvio (cf 1 P 3, 20-21).” (C.E.C. n. 845) María Divina Pastora es madre de reconciliación promoviendo la amistad, la fraternidad de todos los miembros de la Iglesia fundada por su Hijo Jesucristo. Dejémonos guiar de la mano de Ella Madre
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de Dios y nuestra en el camino del encuentro, de comunión que de verdad necesitamos.
7. María en el sacramento de la Eucaristía Vivir el misterio de la Eucaristía es un acto profundo de fe. El Papa Francisco en la Audiencia general de 5 de febrero de 2014, nos aclara sencillamente su significado original: “Palabra y pan en la misa se convierten en una sola cosa, como en la Última Cena, cuando todas las palabras de Jesús, todos los signos que realizó, se condensaron en el gesto de partir el pan y ofrecer el cáliz, anticipo del sacrificio de la cruz, y en aquellas palabras: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo... Tomad, bebed, ésta es mi sangre». El gesto de Jesús realizado en la Última Cena es la gran acción de gracias al Padre por su amor, por su misericordia. «Acción de gracias» en griego se dice «eucaristía». Y por ello el sacramento se llama Eucaristía: es la suprema acción de gracias al Padre, que nos ha amado tanto que nos dio a su Hijo por amor. He aquí por qué el término Eucaristía resume todo ese gesto, que es gesto de Dios y del hombre juntamente, gesto de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.”. San Juan Pablo II en el documento Ecclesia de Eucharistia n. 56 nos presenta a María como la mujer eucarística:” María, con toda su vida junto a Cristo y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Cuando llevó al niño Jesús al templo de Jerusalén « para presentarle al Señor » (Lc 2, 22), oyó anunciar al anciano Simeón que aquel niño sería « señal de contradicción » y también que una « espada » traspasaría su propia alma (cf. Lc 2, 34.35). Se preanunciaba así el drama del Hijo crucificado y, en cierto modo, se prefiguraba el « stabat Mater » de la Virgen al pie de la Cruz. Preparándose día a día para el Calvario, María vive una especie de « Eucaristía anticipada » se podría decir, una « comunión espiritual » de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la pasión 16
constante y continua: «Hagan lo que Él les diga». No tiene un programa propio, no viene a decirnos nada nuevo; más bien, le gusta estar callada, tan solo su fe acompaña nuestra fe».” (Homilía del Papa Francisco, en el Santuario de Caacupé, 11 de julio de 2015). La dimensión mariana de la formación en los seminarios y en las casas de formación y en la formación continua es fundamental. En el documento de la Congregación para la Educación Católica, La Virgen María en la formación intelectual, espiritual (Roma, 25 de Marzo de 1988) se desprende el aspecto principal de este documento que enriquece la vida diaconal, presbiteral y episcopal de una manera especial a partir de la mariología post conciliar que a su vez aporta fuerzas de renovación pastoral en la espiritualidad de comunión de la misma Iglesia: (Numeral 15): “La mariología postconciliar ha dedicado una constante atención a la antropología. Los Sumos Pontífices han presentado repetidamente a María de Nazaret como la suprema expresión de la libertad humana en la cooperación del hombre con Dios, que «en el sublime acontecimiento de la encarnación del Hijo, se ha confiado al ministerio, libre y activo, de una mujer». Por la convergencia entre los datos de la fe y los datos de las ciencias antropológicas, cuando éstas han dirigido su atención a María de Nazaret, se ha comprendido más claramente que la Virgen es, al mismo tiempo, la más alta realización histórica del Evangelio, y la mujer que, por el dominio de sí misma, por el sentido de responsabilidad, la apertura a los otros y el espíritu de servicio, por la fortaleza y por el amor, se ha realizado, de un modo más completo, en el plano humano. Se ha hecho notar, por ejemplo, la necesidad: — de «acercar» la figura de la Virgen a los hombres de nuestro tiempo, poniendo en relieve su «imagen histórica» de humilde mujer hebrea; — de mostrar los valores humanos de María, permanentes y universales, de forma que el estudio de Ella ilumine el estudio sobre el hombre. 21
nos habla al respecto: “El Orden, marcado en los tres grados de episcopado, presbiterado y diaconado, es el Sacramento que permite el ejercicio del ministerio, confiado por el Señor Jesús a los Apóstoles, para apacentar su rebaño, en la potencia de su Espíritu y de acuerdo a su corazón. ( ... ) En este sentido, los ministros que son elegidos y consagrados para este servicio prolongan en el tiempo la presencia de Jesús. ( ... ) 1. Un primer aspecto. Aquellos que son ordenados se colocan a la cabeza de la comunidad. ( ... ) “A la cabeza”, sin embargo, para Jesús significa poner la propia autoridad al servicio 2. Otra característica que siempre se deriva de esta unión sacramental con Cristo es el amor apasionado por la Iglesia. 3. Un último aspecto. El apóstol Pablo aconseja a su discípulo Timoteo no descuidar, más bien, reavivar siempre el don que está en él ( ... ) Cuando no se nutre el ministerio con la oración, ( ... ) la escucha de la Palabra de Dios, la celebración diaria de la Eucaristía y una cuidadosa y constante asistencia al Sacramento de la Penitencia, se termina inevitablemente perdiendo de vista el significado auténtico del propio servicio y la alegría que nace de una profunda comunión con Jesús. ( ... ) La presencia de María desde el comienzo de la Iglesia y en la vida de los apóstoles se puede apreciar en el libro de los Hechos (Hech 1, 12-14): es la espera maternal espiritual del Espíritu Santo prometido por lo cual la vida apostolica sacerdotal queda marcada por esta dimensión mariana orante, intercesora, protectora, mediadora que nos acoge a todos y en especial a los que ejercen el sacramento del Orden para impulsarlos a la vida interior y al apostolado sacerdotal lleno de riquezas humanas y divinas. María inspira la vida sacerdotal en el servicio. Ella es: “Una Madre que aprendió a escuchar y a vivir en medio de tantas dificultades de aquel «no temas, el Señor está contigo» (cf. Lc 1,30). Una madre que continúa diciéndonos: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5). Es su invitación 20
y se manifestará después, en el período post-pascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los Apóstoles, como « memorial » de la pasión.”. Estamos llamados a vivir la eucaristía en comunión con Cristo y con los demás de forma sencilla y autentica para transformar el mundo desde la real presencia de Cristo resucitado entre nosotros. La eucaristía es un compromiso espiritual y moral y hacer de ella una fuerza de renovación pastoral, social. Por esto es importante la forma de participar en la Santa Misa: “En la última catequesis destaqué cómo la Eucaristía nos introduce en la comunión real con Jesús y su misterio. Ahora podemos plantearnos algunas preguntas respecto a la relación entre la Eucaristía que celebramos y nuestra vida, como Iglesia y como cristianos. ¿Cómo vivimos la Eucaristía? Cuando vamos a misa el domingo, ¿cómo la vivimos? ¿Es sólo un momento de fiesta, es una tradición consolidada, es una ocasión para encontrarnos o para sentirnos bien, o es algo más?”. (Papa Francisco, Audiencia general, 12 de febrero 2014). María Divina Pastora ayúdanos a vivir la Eucaristía.
8. María en el sacramento de la Unción de los Enfermos El Papa Francisco, en la audiencia general de 26 de febrero de 2014, nos habla del sacramento de la unción de enfermos: “Hoy quisiera hablaros del sacramento de la Unción de los enfermos, que nos permite tocar con la mano la compasión de Dios por el hombre. Antiguamente se le llamaba «Extrema unción», porque se entendía como un consuelo espiritual en la inminencia de la muerte. Hablar, en cambio, de «Unción de los enfermos» nos ayuda a ampliar la mirada a la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de Dios. Hay una imagen bíblica que expresa en toda su profundidad el misterio que trasluce en la Unción de los enfermos: es la parábola del «buen samaritano», en el Evangelio de Lucas (10, 30-35). Cada vez que celebramos ese sacramento, el Señor Jesús, en la persona del sacerdote, se hace cercano a quien sufre y está gravemente enfermo, o es anciano. 17
Dice la parábola que el buen samaritano se hace cargo del hombre que sufre, derramando sobre sus heridas aceite y vino. El aceite nos hace pensar en el que bendice el obispo cada año, en la misa crismal del Jueves Santo, precisamente en vista de la Unción de los enfermos. El vino, en cambio, es signo del amor y de la gracia de Cristo que brotan del don de su vida por nosotros y se expresan en toda su riqueza en la vida sacramental de la Iglesia. Por último, se confía a la persona que sufre a un hotelero, a fin de que pueda seguir cuidando de ella, sin preocuparse por los gastos. Bien, ¿quién es este hotelero? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, somos nosotros, a quienes el Señor Jesús, cada día, confía a quienes tienen aflicciones, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y la salvación.”. María es reconocida e invocada en las letanías como salud de los enfermos. La misa que celebra este título mariano tan popular es la de María Salud de los enfermos (N. 44 del Misal Mariano) nos explica en la presentación de la misma: “La salvación de Dios abarca al hombre entero, su cuerpo, su alma y su espíritu, no sólo mientras peregrina aquí en la tierra, sino también, y principalmente, cuando se convierte en ciudadano del cielo. Por la salvación realizada por Cristo en el Espíritu Santo, cambia radicalmente la condición del hombre: la opresión se convierte en libertad, la ignorancia en conocimiento de la verdad, la enfermedad en salud, la tristeza en alegría, la muerte en vida, la esclavitud del pecado en participación de la naturaleza divina. Sin embargo, en este mundo el hombre no puede alcanzar la salvación total y perfecta, ya que su vida está sujeta al dolor, a la enfermedad, a la muerte. La «salvación de Dios» es Jesucristo en persona, a quien el Padre envió al mundo como Salvador del hombre y médico de los cuerpos y de las almas, tal como la liturgia lo llama, reproduciendo en cierto modo unas palabras de san Ignacio de Antioquía (cf. Ad Ephesios VII, 2: SCh 10, p. 74). Él, durante los días de su vida terrena, movido por su misericordia, curó a muchos enfermos, librándolos también con frecuencia de las heridas del pecado (cf. Mt 9, 2-8; Jn 5, 114).También la santísima Virgen, por ser madre de Cristo, Salvador de los
hombres, y madre de los fieles, socorre con amor a sus hijos cuando se hallan en dificultades. Por esto, los enfermos acuden a ella con frecuencia muchas veces visitando los santuarios a ella dedicados-, para recibir, por su intercesión, la salud. En los santuarios marianos existen muchos testimonios de esta confianza de los enfermos en la Madre de Cristo. En la liturgia de la palabra se lee el cántico de Isaías sobre el «Siervo del Señor» (1ª Lectura, Is 53, 1-5. 7-10), que «soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores» (v. 4), Y cuyas «cicatrices nos curaron» (v. 5). La asamblea de los fieles responde bendiciendo al Señor, que «cura todas (nuestras) enfermedades» (Salmo responsorial, 102 [103], la. 3b). En la lectura evangélica se proclama el fragmento de san Lucas sobre la visitación de María a su parienta Isabel (Evangelio, Lc 1, 39-56), para que los fieles, contemplando a la santísima Virgen, que, llena de fe, alabando la misericordia de Dios, se apresura a visitar a la madre del Precursor, se sientan impelidos a imitar su solicitud en la atención a los hermanos y hermanas enfermos. En la liturgia eucarística se glorifica a Dios Padre, que ha dado a la santísima Virgen por patrona y ejemplo a los fieles enfermos: - patrona, porque «brilla como señal de salvación y de celestial esperanza / para los enfermos que invocan su protección» (Prefacio); - ejemplo, porque «a todos los que la contemplan, / les ofrece el ejemplo de aceptar (la) voluntad (de Dios) / y configurarse más plenamente con Cristo» (Prefacio). Supliquemos a María Divina Pastora de las almas para que interceda por nuestras enfermedades y dolencias corporales y espirituales.
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9. María en el sacramento del Orden Sacerdotal El evangelio de San Juan entre Cana (2, 1-11) y el Calvario (19, 25-27) nos presenta la correlación profunda entre la B.V.Maria y la vida sacerdotal, un nexo que ayuda a realizar el sacramento y a vivirlo in Persona Christi desde la vinculación maternal filial entre el misterio de Cristo y el misterio de la Iglesia que se da en el Orden Sacerdotal. La catequesis que el Papa Francisco ofreció a los peregrinos el miércoles 26 de marzo de 2014