LA BATALLA DE LEPANTO

LA BATALLA DE LEPANTO ANTECEDENTES A mediados del siglo XVI el sultán de Turquía dominaba casi toda la costa meridional del Mediterráneo y prácticame

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LA BATALLA DE LEPANTO

ANTECEDENTES A mediados del siglo XVI el sultán de Turquía dominaba casi toda la costa meridional del Mediterráneo y prácticamente todo el Mediterráneo oriental. Después de la toma de Constantinopla en 1453, el imperio otomano trató de adueñarse del Mediterráneo y planeó asaltar Europa. Pretendía el dominio del mar amparándose en sus poderosas fuerzas navales, en el vasallaje que le rendían los países del Norte de África, en la temerosa neutralidad de algunos estados cristianos y en pactos más o menos ocultos. La amenaza turca creció cuando en 1569 ocupó Túnez y en 1571 tomó Chipre, con lo que Selim II rompía así el tratado de paz con los venecianos. Venecia solicitó auxilio del Papa Pío V, y éste de Felipe II, y el 25 de mayo de 1571 se constituyó la Santa Liga contra el turco, formada por España, Venecia y la Santa Sede. En principio el Papa asumió la jefatura de la coalición y se acordó reunir una flota en Mesina, para la que Pío V nombró Generalísímo a D. Juan de Austria, hermano del Rey de España.

Estandarte de la Santa Liga enarbolado en la jornada de Lepanto

INTRODUCCIÓN Esta batalla naval tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 en el golfo de Lepanto, situado en el Peloponeso (Grecia). Se libró al sur de Punta Scropha, extremidad norte de la entrada al actual golfo de Patrás.

Se enfrentaron los turcos otomanos contra una coalición cristiana, llamada Santa Liga, y formada por España, la República de Venecia y la Santa Sede. Los cristianos resultaron vencedores y frenaron así el expansionismo turco por el Mediterráneo occidental.

Revelación a san Pío V de la victoria de la Santa Liga en Lepanto. Anónimo español, siglo XVII. Museo Naval de Madrid

La armada española estuvo al mando de don Juan de Austria, secundado por Álvaro de Bazán, Luis de Requesens y Juan Andrea Doria, mientras que la veneciana iba capitaneada por Sebastian Veniero y la pontificia por Marco Antonio Colonna. Entre todos reunieron más de 207 galeras, 6 galeazas, 26 naves y 76 buques ligeros (galeotas, fragatas y bergantines). La escuadra turca, al mando de Alí Pachá, señor de Argel y gran marino, reunió 221 galeras, 38 galeotas, 18 fustas y otros buques menores. En esta batalla participó Miguel de Cervantes Saavedra, embarcado en la galera Marquesa como soldado de la compañía de Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada. Durante la batalla sufrió una herida de consideración en la mano izquierda y por ello es conocido con el sobrenombre de El manco de Lepanto. Con estas líneas, Cervantes expresó lo que fue la batalla para él: “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros” D. Juan de Austria arengó a sus hombres con las siguientes palabras: “Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¿Dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad”.

Asimismo se dice que D. Juan de Austria prometió a los galeotes de su flota que, en caso de conseguir la victoria, les liberaría del remo. Al haber ganado la batalla tuvo que cumplir su palabra, quedando como resultado paralizada toda la flota por falta de energía. A consecuencia de ello su hermano el rey Felipe II mandó a todos los jueces y alcaldes que por cualquier delito, por pequeño que fuera, se condenase a la pena de galeras a fin de reponer brazos que movieran los remos.

D. Juan de Austria

Alí Pachá

MOVIMIENTOS PREVIOS

El 1 de Septiembre de 1571, se encontraban reunidas en Mesina las escuadras cristianas. Ese mismo día una de las galeras que Alí Pachá destacó desde Otranto vio entrar en Mesina a las 60 galeras de Canale y Quirini, que llegaban de Canea (Creta), y tuvo la audacia de meterse en el puerto detrás de ellas, como si fuera una rezagada y, después de contar las galeras que había dentro de él, se hizo de nuevo a la mar, pegándose a la costa para no ser vista por seis galeras que había fuera de vigilancia. El capitán de esta galera, un corsario berberisco llamado Kara Kodja, se apresuró a llevar la preciosa información a su almirante. Había contado bien, estaba seguro, pero lo que no sabía es que no había contado todas las unidades que constituían la armada cristiana, porque al día siguiente llegaron 11 galeras de Andrea Doria y tres días después 30 de D. Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz. El 14 de septiembre, Gil de Andrade, mandado en exploración con cuatro galeras rápidas, regresó a Mesina con una carta del Gobernador de Corfú en que informaba a D. Juan de Austria que la flota turca se había retirado hacia e1 Sur y se componía de 150 galeras, siendo las demás unidades galeotas y fustas mal armadas. E1 16 1a flota de la Santa Liga se hizo a la mar con dirección a Corfú. Estaba compuesta por 6 galeazas, 207 galeras, 26 naves y 76 buques ligeros (galeotas, fragatas y bergantines). Durante la marcha de aproximación de Mesina a Lepanto, las galeazas, más lentas que las galeras, tuvieron que ser remolcadas por varias de éstas para poder mantener la velocidad del conjunto. E1 26 de septiembre, estando la armada en Corfú, D. Juan de Austria es informado por sus exploradores de que los turcos no están en Prevesa. El 29 le llegó la confirmación de que la flota turca estaba fondeada en Lepanto, pero el 23 se habían visto unas 60 galeras navegando hacia el Sur, lo que le hizo pensar que los berberiscos se iban ya hacia sus bases, dando por terminada la campaña de aquel año. D. Juan de Austria decidió entonces hacer una demostración delante de Lepanto.

Si la flota turca no aceptaba el combate, la bloquearía desde Petala y se montaría el asalto a la plaza. El 30 la armada cristiana fondeó en Gomeriza, una bahía de la costa albanesa, y el 4 de octubre en el canal entre las islas Cefalonia e Ítaca, delante del golfo de Patrás. E1 patrón de una galeota griega apresada que venía de Lepanto, aseguró que los turcos no podrían combatir porque los berberiscos, sus aliados, se habían marchado ya hacia sus madrigueras del norte de Africa. En la amanecida del 7 de octubre la armada recaló en la isla de Petala y se dirigió a entrar en e1 golfo de Lepanto entre la isla Oxía y el cabo Scrofa. A las siete de la mañana, cuando la vanguardia cristiana rebasó el cabo Scrofa y la ensenada de Lepanto quedó al descubierto, apareció en su fondo, navegando hacia el Oeste, bajo la leve brisa que soplaba del Este, un verdadero enjambre de velas. Alí Pachá, por una serie de informaciones incompletas, había llegado al convencimiento de que la armada cristiana era mucho más débil de lo que realmente era, y se decidió a salir a combatirla.

COMPOSICIÓN DE LAS ARMADAS CONTENDIENTES

Modelo de la Galera Real de D. Juan de Austria

Armada cristiana -

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6 galeazas venecianas 207 galeras (77 de España, 109 de Venecia, 12 del Papa, 3 de Saboya, 3 de Malta y 3 de Génova) 26 naves (24 españolas y 2 venecianas) 76 buques ligeros (galeotas, fragatas y bergantines) (50 españoles, 20 venecianos y 6 pontificios) 91.000 hombres (34.500 infantes españoles, alemanes, venecianos y pontificios)

Armada otomana -

221 galeras 38 galeotas 18 fustas Considerable número de buques de diverso porte 92.000 hombres (34.000 soldados, 2.500 jenízaros)

Vista de popa de la Galera Real de D. Juan de Austria. Museo Marítimo de Barcelona

Según confesión de Alhamed, ayo de los hijos de Alí Pachá, hecho prisionero en la batalla, el número de naves otomanas era superior: 230 galeras y 70 galeotas.

DESARROLLO DE LA BATALLA Orden de batalla de la armada cristiana La organización de la armada cristiana fue la siguiente: • • • • • • •

Vanguardia o grupo de descubierta, al mando de D. Juan de Cardona, con 7 galeras (3 españolas y 4 venecianas). Primera escuadra o ala derecha, al mando de Juan Andrea Doria, con 51 galeras (26 venecianas, 23 españolas y 2 del Papa). Segunda escuadra o cuerpo de batalla, al mando de D. Juan de Austria, con 64 galeras (28 españolas, 29 venecianas y 7 del Papa). Tercera escuadra o ala izquierda, al mando de Agustín Barbarigo, lugarteniente de Veniero, con 55 galeras (43 venecianas, 11 españolas y 1 del Papa). Escuadra de reserva, al mando de D. Álvaro de Bazán, con 30 galeras (15 españolas, 12 venecianas y 3 del Papa). Escuadra de galeazas, al mando de Francisco Duodo, con 6 galeazas venecianas. Escuadra de naves, al mando de D. Carlos de Ávalos, con 26 naves (24 españolas y 2 venecianas). Dado que estos buques, que conducían principalmente el material de sitio para el caso de operaciones contra la costa, navegarían siempre a vela, sus movimientos serían independientes de los del resto de la fuerza.

Los 76 buques ligeros (galeotas, fragatas y bergantines) se repartieron entre las diferentes escuadras de galeras, a las órdenes de sus mandos respectivos, para auxiliar a las galeras y hacer de estafetas, tanto en la navegación como en el combate. El orden de combate establecido fue la línea de frente (unas galeras al lado de otras sobre una alineación normal a la dirección de la marcha), no dejando entre dos galeras espacio para que pudiera pasar una adversaria. En el centro, el cuerpo de batalla al mando de D. Juan de Austria, a bordo de la galera Real, con la de Colonna (almirante del Papa y segundo de D. Juan) a la derecha y la de Veniero a la izquierda. Como apoyos inmediatos de la Real, por las aletas de ésta, la Patrona Real y la capitana del Gran Comendador de Castilla D. Luis de Requesens. En el ala derecha debería desplegar Andrea Doria, quedando la capitana de éste en el extremo derecho de la línea. En el ala izquierda desplegaría Barbarigo, con su capitana en el extremo izquierdo de la línea. La vanguardia de Cardona debería colocarse a la derecha del centro y detrás de la línea quedaría la escuadra de reserva al mando de D. Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, con plena iniciativa para acudir allí donde hiciese falta.

Táctica de la armada cristiana La idea que presidió la concepción de este dispositivo era sujetar con las alas y romper por el centro. E1 mayor número de galeras de la segunda escuadra y la fortaleza del centro de la misma, en el que, rodeando a la Real, se encontraban un gran número de capitanas, por lo general mejor armadas, indica que era el centro con lo que se quería hacer la acción de fuerza, debiendo las alas atender a sujetar al adversario para impedir el envolvimiento.

En lo que a la utilización de las galeazas se refiere, como en realidad se trataba de un arma nueva, su colocación en el dispositivo de combate se prestó a grandes discusiones entre los asesores navales de D. Juan de Austria. D. Álvaro de Bazán fue de la opinión de reforzar con ellas el centro, para romper mejor la línea enemiga o, en todo caso, asignar tres a cada extremo de la línea, para asegurar más las alas; pero, pese a este sensato parecer, prevaleció el criterio de Andrea Doria, y las galeazas fueron repartidas por igual entre las tres escuadras, acordándose que se colocarían por delante de ellas, a una milla de distancia. Las directrices generales para el combate fueron las siguientes: • • • •



• •

Cada comandante ocuparía con su buque bastante espacio para tener libres sus movimientos sin abrir paso al enemigo en su intento de romper la línea. Elegiría inmediatamente un adversario y empeñaría el combate. Ordenaría el abordaje cuando le fuera posible. Conociendo que los espolones de las galeras ofrecían más inconvenientes que ventajas, D. Juan de Austria hizo cortar el de la galera real y este ejemplo fue seguido por las otras naves cristianas y también eliminaron los mascarones altos de las proas que entorpecían a la puntería horizontal de los cañones de crujía. Cada división de galeras en disposición lineal, tenía asignadas 2 galeazas por delante, a distancia suficiente para impedir el paso encontrado de las galeras enemigas y dejando entre el centro y las alas espacio suficiente para facilitar las maniobras. El combate debía comenzar avanzando a boga larga, conservando cada cual su puesto con dos piezas de artillería preparadas. También se dieron instrucciones para el aprovisionamiento y la disciplina.

Fresco de la batalla de Lepanto. Museo del Vaticano

Orden de batalla de la armada otomana La línea turca adoptó un dispositivo similar al previsto por los cristianos: • Un cuerno derecho al mando de Mehemet Scirocco, con 55 galeras (21 de •





Alejandría, 11 de Constantinopla, 8 de Siria y 15 de Anatolia) y 1 galeota. Un cuerpo de batalla mandado por Alí Pachá con 91 galeras (12 de Rodas, 35 de Constantinopla, 12 de Rumanía, 4 de Siria, 11 de Gallípoli, 10 de Metelin, 6 de Valona y la sultana de Alí Pachá) y 5 galeotas. Un cuerno izquierdo, mandado por Uluch Alí, con 67 galeras (2 de corsarios berberiscos, 12 de Anatolia, 14 de Constantinopla, 15 de Argel, 13 de Negroponto, 9 de Valona y 2 de Siria) y 27 galeotas. Una Escuadra de reserva, mandada por Murat Dragut, con 8 galeras, 5 galeotas y 18 fustas (5 galeras, 3 galeotas y 5 fustas de Constantinopla; 2 galeras, 2 galeotas y 12 fustas de Berbería; 1 galera y 1 fusta de Chio).

La disposición de combate otomana era una línea en forma de media luna. En el centro iba el cuerpo de batalla de Alí Pachá, en el cuerno derecho la agrupación al mando de Mehemet Scirocco, virrey de Egipto, en el cuerno izquierdo la agrupación al mando de Uluch Alí, virrey de Argel, y detrás de la línea, la escuadra de reserva al mando de Murat Dragut. Táctica de la armada otomana En líneas generales la táctica otomana fue la siguiente: • • • •

Aprovechar el viento a favor para alcanzar a la flota cristiana antes de que hubieran completado su despliegue. Que sus galeras rompieran la línea de las galeazas de la armada cristiana y pasar sin atacarlas. Romper la línea cristiana por el centro y envolver las alas. Aprovechar los puntos vulnerables que presentaba la armada cristiana, atacando las galeras que quedaran aisladas.

El combate En la mañana del día 7 de octubre, el viento del Este en principio fue favorable a los turcos, que lo aprovecharon navegando a toda vela con la idea de establecer contacto antes de que la flota cristiana pudiera terminar su despliegue. La flota cristiana se aproximó de forma silenciosa y reconociendo la costa para no ser atacada por la retaguardia; descubrió al enemigo cuando estaba a unas 15 millas. Los dos almirantes, D. Juan de Austria y Alí Pachá, se encontraron enfrente con fuerzas muy superiores a lo que se imaginaban. De acuerdo con el plan de combate, la Real disparó un cañonazo al tiempo que izaba una bandera blanca, señal ejecutiva de iniciar el despliegue a la formación de combate.

Batalla de Lepanto. Capilla del Sagrario de la Real Parroquia de Santa María Magdalena de Sevilla. Lucas Valdés (1661-1725).

Por orden de D. Juan de Austria se cortaron los espolones y se despejaron las tamboretas (espacio que se dejaba en las galeras para cargar la artillería) para que la artillería pudiera disparar sin obstáculos, al tiempo que la tropa se parapetó detrás de las empavesadas (defensas que se hacían en las bordas de las galeras con los paveses o escudos con el fin de protegerse de las armas arrojadizas del enemigo) y en la arrumbada (corredor a banda y banda de la proa de las galeras donde se colocaban los soldados para hacer fuego). Se cargaron las piezas, rociaron de arena las cubiertas y situaron barriles de agua en lugares estratégicos para apagar posibles fuegos, y todos los esclavos que no eran musulmanes fueron desencadenados y armados, prometiéndoles la libertad si se alcanzaba la victoria. Al tiempo que se completaba el despliegue, D. Juan de Austria transbordó a una fragata para pasar revista, dar las últimas órdenes y arengar a la fuerza. A las once de la mañana, con viento flojito del Este, el ala izquierda cristiana, al mando de Barbarigo, concluyó el despliegue en línea de frente con rumbo este, con la capitana muy cerca de tierra para impedir que Scirocco pudiera envolverla. Sus dos galeazas habían logrado colocarse en su puesto a fuerza de remos. Mientras tanto, el cuerpo de batalla estaba también en pleno despliegue y sus galeazas habían conseguido también llegar a su sitio. Cardona se situó al costado de la capitana de Malta, mandada por Giustiniani. D. Álvaro de Bazán se hallaba todavía en el canal de Oxia, por ir a recoger varias galeras que se habían quedado algo rezagadas. Cuatro galeazas se pusieron en vanguardia y otras dos quedaron en retaguardia. El cuerno derecho y el cuerpo de batalla turcos habían desplegado y navegaban en buen orden a la vela, aprovechando el viento que soplaba del Este. El cuerno izquierdo hizo una extraña maniobra. En lugar de ponerse en línea, navegó hacia el Sur. Andrea Doria se dio cuenta de que Uluch-Alí intentaba un envolvimiento del ala derecha cristiana y se puso paralelo a él para cerrarle el paso. Las galeazas del ala derecha cristiana, desconcertadas por la maniobra de su almirante, quedaron fuera de línea y esto hizo que no pudieran tomar parte en la batalla. El viento creó una situación grave a D Juan de Austria. Como los turcos avanzaban a la vela con viento a favor, era lógico que mantuvieran una ventaja hasta el momento del choque, y éste podría producirse antes de terminar el despliegue, sobre todo antes

de que D. Álvaro de Bazán estuviese en condiciones de intervenir a tiempo en la acción.

Pero Dios acudió en ayuda de los cristianos, el viento cayó de golpe a las doce y las ventolinas empezaron a soplar del Oeste, lo que permitió a la flota cristiana evitar ser alcanzados por los turcos antes de completar el despliegue. Los turcos tuvieron que arriar las velas rápidamente y armar los remos. A esta hora D. Álvaro de Bazán estaba ya prácticamente en su puesto. Las galeras extremas del cuerno derecho turco maniobraron para pegarse a tierra y desbordar a Barbarigo, pero éste reaccionó para cortarles el paso. Las galeras turcas del centro y del cuerno derecho estaban ya a poca distancia de los cañones de las galeazas. El Marqués de Santa Cruz forzó la boga para apoyar al centro. Uluch-Alí y Andrea Doria siguieron navegando al Sur. Entre el ala derecha cristiana y el centro, la maniobra de

Andrea Doria abrió un boquete. Separados de sus dos gruesos, Uluch-Alí y Andrea Doria llegaron a las manos con independencia del resto de la acción, pero la situación de Andrea Doria no era buena; sus galeazas, que había quedado al oeste de su línea, no le servirían para nada, y frente a las 67 galeras y 27 galeotas del turco él no contaba más que con 51 galeras. Por otra parte, y esto fue lo más grave, Uluch-Alí pudo llegar a estar más cerca que él del extremo derecho del cuerpo de batalla cristiano.

Se trabó la pelea en el ala izquierda de los aliados a la que Mehemet Scirocco, conocedor de la costa, consiguió envolver en parte y Barbarigo fue herido con una

flecha en un ojo y hubo de abandonar el combate que ya se sostenía de galera a galera y de hombre a hombre. En la parte opuesta Uluch Alí intentaba una maniobra parecida y, para impedírselo, Andrea Doria extendió su línea pero tanto que el mismo D. Juan de Austria hubo de avisarle del peligro al que se exponía el centro. Minutos después del mediodía, el estrépito que formaba la gritería de los combatientes y el sonido de los clarines y tambores fue dominado por un gran estruendo que retumbó sobre el mar en calma. La galeaza de Duodo había roto el fuego y las otras la imitaron. Ciento veinte cañones disparaban, casi simultáneamente, sobre la línea turca y sus efectos fueron desastrosos. Los proyectiles hicieron una verdadera carnicería en las compactas masas de hombres que formaban las galeotas en las cámaras de boga y los jenízaros listos para el asalto. Varias galeras se fueron a pique; otras quedaron al garete sin movimiento. Por un momento hubo una paralización en el centro turco y algunas galeras iniciaron la retirada. La capitana turca reaccionó y la crisis se salvó, pero el centro turco llegó al choque después que el cuerno derecho, en el que el efecto de las galeazas no fue tan intenso, y en mayor desorden. Momentos después hizo fuego la artillería de las galeras y enseguida se produjo el choque.

Batalla de Lepanto. Capilla del Sagrario de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Bujalance (Córdoba). Rafael Pina (siglo XVIII).

En el ala izquierda cristiana la lucha se centró en el combate entre las dos capitanas. Los jenízaros de Scirocco, reforzados por otros que saltaban de otras galeras, pusieron el pie sobre la capitana de Venecia, y estuvieron a punto de rendirla. Barbarigo recibió un flechazo en el ojo izquierdo y cayó mortalmente herido. En aquel momento tres galeras cristianas llegaron en su apoyo, saltaron los soldados a la capitana, contraatacaron y asaltaron la galera turca. Dos galeras cristianas la atacaron por las bandas y Scirocco cayó derribado por un golpe de pica. El pánico cundió entre las galeras turcas del cuerno derecho, y las que aún tenían libertad de movimientos trataron de varar en la costa para huir por tierra. La galeaza de Bragadino se dio cuenta y forzó la boga para disparar sus cañones contra los que huían.

Mientras tanto, en el centro continuaba el combate y la lucha se centró entre la capitana de D. Juan de Austria y la de Alí Pachá que se habían embestido. La roda de la Sultana, la capitana turca, penetró en la Real, la capitana cristiana. Los arcabuceros de Moncada y Figueroa se lanzaron espada en mano a la Sultana y por dos veces llegaron hasta su palo mayor, pero ésta recibió refuerzos por su popa y los españoles fueron rechazados. A popa de la capitana de D. Juan de Austria se aproximó la galera de D. Álvaro de Bazán, que ya había recibido dos balazos en su armadura, y transbordó cien arcabuceros de refuerzo. La situación se restableció y los españoles volvieron a saltar a la Sultana, pero ésta fue reforzada de nuevo, y de nuevo los españoles se vieron obligados a replegarse. Los jenízaros saltaron a la capitana de la Liga, y poco a poco, avanzaron por su arrumbada. Alí Pachá, con su cimitarra en la diestra y en la otra un puñal, apareció en la proa de la Real rodeado de su guardia personal de feroces guerreros tártaros. D. Juan de Austria encomendó entonces la guardia del estandarte a un grupo de caballeros y avanzó espada en mano por la crujía para tomar parte en la lucha. Por un momento parecía que ambos mandos iban

a llegar a un cuerpo a cuerpo. En aquel momento una descarga de arcabuces desde una galera próxima derribó a una gran parte de los asaltantes turcos. Era la capitana de Roma, al mando de Colonna, que embistió a la Sultana por babor y la asaltó. A1 mismo tiempo, D. Álvaro de Bazán llegó por la otra banda y lanzó contra la Sultana a D. Pedro Padilla con sus arcabuceros del tercio de Nápoles. La suerte se decidió en pocos minutos. Alí-Pachá se defendió bravamente en la popa de su galera. Un arcabuzazo lo derribó muerto a la cámara de boga, donde un esclavo cristiano, que estaba encadenado a un remo, le cortó la cabeza con una cimitarra que estaba a su alcance y se la arrojó a un soldado, quien se la ofreció, clavada en una pica, al Capitán General. "Esta es la cabeza de Alí-Pachá", le dijo. "¿Para qué quiero yo eso?", respondió con disgusto D. Juan de Austria, y la cabeza de Alí Pachá fue arrojada al mar donde, muertos o heridos, flotaban centenares de soldados del sultán.

La victoria estaba también lograda en el centro, pero en aquellos momentos se producía una grave crisis. El astuto Uluch Alí, al llegar a estar más cerca de la batalla que Andrea Doria, había virado rápidamente hacia el Norte y se dirigía, con sus 67 galeras y 27 galeotas, contra las galeras de Giustiniani, almirante de Malta. Hacia las tres de la tarde, 7 galeras turcas de Uluch Alí rodearon a la capitana de Giustiniani. Una verdadera lluvia de flechas, arcabuzazos y disparos de cañón cayó sobre ella y la galera fue asaltada. Se produjo el combate entre las galeras cristianas y las unidades de Uluch Alí, y 6 galeras cristianas fueron hundidas. El capitán de una de ellas dio fuego a su pañol de pólvora y la hizo volar antes que fuera apresada. La catástrofe estaba a punto de consumarse cuando empezaron a llegar socorros. El primero en llegar fue Cardona con 7 galeras, a las que se opusieron 16 berberiscas. De ocho oficiales y 500 hombres del tercio de Sicilia que tenía a bordo de su capitana, sólo 50 quedaron ilesos y Cardona resultó herido por flecha y arcabuz. La Patrona de Sicilia y la Capitana de Santiago que le seguían fueron también diezmadas, pero llegó D. Álvaro de Bazán con su reserva y se empeñó en nuevos combates. Detrás de la capitana iba la Marquesa. Dos galeras turcas la abordaron, los jenízaros saltaron a bordo y su capitán cayó muerto. En el bastión del esquife (bote de dos proas usado en las galeras), uno de los puntos de resistencia de las galeras, se batió Miguel de Cervantes. Un arcabuzazo le alcanzó en el hombro, su mano izquierda colgaba ensangrentada y, cuando su espada se hundió en el pecho de un jenízaro que iba a descargar un golpe de alfanje contra un compañero, una pica le derribó de un golpe en la cabeza. La galera Leona, que llegó en socorro, salvó la crisis y arrojó a los turcos de la Marquesa. La llegada de D. Juan de Austria con 12 galeras y de Andrea Doria, que había virado y forzaba la boga cuanto podía, restablecieron la situación y confirmaron la victoria. Uluch Alí no aguantó el empuje de D. Juan de Austria y de D. Álvaro de Bazán; mandó picar los remolques de sus presas, se alejó aprovechando unas rachas del Este y escapó con 13 galeras hacia Prevesa. D. Álvaro de Bazán trató de darle caza, pero tuvo que desistir. Treinta y cinco buques turcos, entre galeras y galeotas, lograron escapar hacia Lepanto. Las cuarenta y cuatro unidades restantes de Uluch Alí fueron apresadas por los cristianos, pero el futuro almirante de la flota turca aún podría intentar consolar al Sultán ofreciéndole como trofeo el estandarte de la capitana de Malta, la "bestia negra" para los turcos, que sería colgado en Santa Sofía. A las cinco de la tarde la flota turca había quedado aniquilada. La victoria de la armada de la Santa Liga había sido total. La armada cristiana, ante la tempestad que amenazaba, se refugió en el puerto de Petala, no sin antes entregar a las llamas las naves que por su mal estado debían de ser abandonadas.

Características de esta batalla • • • • •

Se combatió generalmente al abordaje. Se dieron sobre todo combates parciales. Se utilizó poco la artillería en distancias cortas. Las armas que más daño hicieron fueron los arcabuces de la armada cristiana y las flechas de los arqueros de la turca. La victoria de debió fundamentalmente a D. Juan de Austria, D. Álvaro de Bazán y D. Juan de Cardona, junto a la valentía y bravura de los soldados

españoles y el empleo de los refuerzos, enviados oportunamente en apoyo de los buques en mayor peligro.

RESULTADOS DEL COMBATE • • • • • •

7.650 cristianos muertos y 7.784 heridos. 30.000 bajas otomanas, entre muertos por arma y ahogados. Pérdida de 15 galeras cristianas y un número mayor con graves averías. 15 galeras turcas incendiadas o hundidas. 190 buques turcos, entre galeras, galeotas y fustas fueron capturados (algunos se incendiaron al no haber posibilidad de remolcarlos) Los cristianos hicieron 8.000 prisioneros y 12.000 esclavos cristianos, que bogaban en las galeras turcas, fueron liberados.

CONSECUENCIAS Después de la victoria, D. Juan de Austria tuvo que dar por terminada la campaña de aquel año. La estación estaba ya muy adelantada y los buques tenían que proceder a serias reparaciones. Al año siguiente, muerto el Santo Papa Pío V, alma de la Liga, los venecianos gestionaban secretamente, bajo los auspicios de Carlos IX de Francia, la paz con el turco. La Liga estaba prácticamente deshecha. El 15 de marzo de 1573, la Serenísima República veneciana firmó la paz con Selim II, España quedó sola y D. Juan de Austria conquistó Túnez con su sola presencia. Aunque estéril en resultados materiales, la victoria de Lepanto tuvo, no obstante, las mayores repercusiones de orden moral. El mito de que el turco era invencible en la mar quedó roto. Los turcos, por su parte, convencidos también antes de la imposibilidad de su derrota, quedaron anonadados, perdida la fe en sí mismos, y aquel 7 de octubre de 1571 el Imperio turco comenzó un rápido declive. También a partir de Lepanto, el Mediterráneo dejó de ser el centro del interés político y militar y, casi cien años después el descubrimiento de América, la atención europea se desplazó al Atlántico, que se constituyó en el nuevo centro de gravedad estratégico. Desde el punto de vista naval, Lepanto supuso el fin de un larguísimo período en el que la galera había sido la columna vertebral de las flotas de guerra, dando paso a los buques de vela. Para gloria imperecedera de España, la Cristiandad fue salvada en Lepanto y Europa pudo respirar tranquila.

BIBLIOGRAFÍA • • • • • • •

FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: Armada española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Madrid: Museo Naval, 1972. GONZÁLEZ-ALLER HIERRO, José Ignacio, Juan: España en la mar: Una historia milenaria. Lunwerg. 1998. BARBERO, Alessandro: Lepanto: La batalla de los tres imperios. Editorial Pasado y Presente. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Agustín Ramón: Lepanto: La batalla que salvó Europa. Sekoitia, 2010. CEREZO MARTÍNEZ, Ricardo: Años cruciales en la historia del Mediterráneo (1570-1574). IV Centenario de la batalla de Lepanto. CARRERO BLANCO, Luis: Lepanto (1571-1971). Salvat Editores, S.A. y Alianza Editorial, S.A. 1971. CEREZO MARTÍNEZ, Ricardo: Las Armadas de Felipe II. Editorial San Martín, S.L. 1988.

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