LA DEFLACION Y LA CRISIS FINANCIERA MEXICANA DE Por: Arturo Guillén R.*

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LA DEFLACION Y LA CRISIS FINANCIERA MEXICANA DE 1995. Por: Arturo Guillén R.* Introducción Las dificultades que enfrenta la economía mundial en los años noventa son mayores a las que existían en décadas previas. Hoy, a pesar de la fuerza y larga duración de la recuperación de la economía norteamericana, persisten un conjunto de problemas que hacen difícil esperar una fase de crecimiento rápido y duradero similar al de la posguerra. Desde finales de la década pasada la tendencia dominante en los países avanzados ha sido el estancamiento. Dicho estancamiento estuvo vinculado con altos niveles de endeudamiento público y privado, con bajas inusitadas en los precios de los bienes raíces y en las materias primas, así como en otros mercados de productos y servicios, entre otros síntomas. La presencia combinada de estos fenómenos ha dado lugar a que en la literatura académica, así como en la prensa especializada, se hable cada vez con mayor frecuencia de deflación o de la presencia de tendencias deflacionistas en la economía, fenómeno al que no se aludía prácticamente desde la Gran Depresión de los años treinta. En un número publicado en 1992, la revista The Economist definía la situación de la economía de los países industrializados de la siguiente manera: "En un país tras otro, la contracción ha sido más larga y la recuperación más débil que en el pasado."(...) No es coincidencia que las recesiones más prolongadas se han presentado en los países donde los consumidores y las firmas han acumulado las deudas más grandes. Los países angloparlantes más grandes, además de Japón y de los países escandinavos, están experimentando una horrible deflación de endeudamiento. Vastas deudas y precios de los activos a la baja están estorbando la recuperación." En una dirección parecida, el actual Presidente de la Reserva Federal de E.U., Alan Greenspan, señaló que los problemas que enfrentaba la economía norteamericana al salir de la recesión de comienzos de esta década, eran más severos y duraderos de lo que originalmente se pensaba. En su opinión, la economía "está aún recuperándose de los excesos pasados que implicaron una sobreconfianza generalizada en la deuda para financiar la acumulación de activos. Muchas de estas actividades estuvieron basadas ampliamente en expectativas infladas sobre los precios futuros de los precios de los activos y el crecimiento del ingreso". Problemas semejantes de sobreendeudamiento, de caída de los precios de los activos inmobiliarios y financieros, de crisis bancarias y estancamiento productivo se presentaron también en Japón, Gran Bretaña, Francia, Suecia y otros países avanzados. En todos los casos, los problemas coincidieron con el tránsito de sistemas financieros administrados, con fuerte supervisión estatal, a sistemas financieros liberalizados, abiertos a los movimientos internacionales de capital. El siguiente eslabón de la cadena fue la crisis mexicana de 1994, que estuvo a punto de provocar una crisis internacional de carácter sistémico. Al igual que las crisis en los países del centro, esta nueva crisis en México estuvo asociada con la liberalización y apertura emprendidas a mediados de los años ochenta, con el objeto de impulsar un nuevo modelo de desarrollo exportador de corte neoliberal. Desde 1997una

nueva oleada de crisis financieras irrumpió en los países del sudeste asiático hasta ese momento considerados como modelos de crecimiento ininterrumpido. Este trabajo se divide en cuatro apartados. En el primero se intenta definir el concepto de deflación y establecer los paralelismos, así como las diferencias, entre los procesos deflacionarios abiertos del tipo de los ocurridos durante los años treinta, de los procesos de deflación contrariada, para usar la expresión utilizada por Michel Aglietta, que se presentan en la actualidad. En el segundo apartado, se analiza el desarrollo del sobreendeudamiento y su papel en la crisis de la economía mexicana. En el tercero, se exponen los efectos de la crisis financiera en el fortalecimiento de tendencias deflacionarias en la economía mexicana y en la fragilidad del sistema financiero. Finalmente, en el último apartado se esbozan algunas conclusiones, así como algunas opciones para destrabar la dinámica deflacionaria, resolver la crisis financiera y emprender una recuperación económica sólida y durable.

1.El concepto de deflación Si bien es cada vez mayor el número de analistas que se refieren a la presencia de tendencias deflacionistas como uno de los elementos distintivos de la evolución económica reciente, el significado del concepto de deflación así como su alcance, no resultan fácilmente comprensibles. Algunos autores consideran un anacronismo hablar de deflación, ya que, en su opinión, se trata de un fenómeno que existió en el pasado, pero que no tiene ninguna validez en economías como las contemporáneas, donde predominan estructuras oligopólicas y donde persiste una fuerte presencia económica del Estado. En este tipo de economías, sostienen, las presiones inflacionarias son endémicas, por lo que hablar de deflación resultaría absurdo. La persistencia y agudeza de los procesos inflacionarios experimentados en la década de los setenta y la prioridad concedida por la política económica de los gobiernos a la lucha contra la inflación, explica el desinterés por analizar el surgimiento de fuerzas deflacionistas en la economía mundial a partir de la década de los ochenta. Ello obedece, en buena medida, a una definición popular y simplista del concepto de deflación, según la cual ésta sería, simplemente, el fenómeno opuesto a la inflación. Esta concepción de la deflación se plasma, por ejemplo, en el Diccionario Económico de Penguin, el cual la define como: "1. Una reducción en el nivel general de precios. Antónimo de inflación. 2. Una reducción del nivel de actividad económica en una economía. La deflación resultaría en niveles más bajos de ingreso nacional , empleo e importaciones y tasas más bajas de incremento de salarios y precios. Puede ser el resultado de políticas monetarias, tales como incrementos en las tasas de interés y contracción de la oferta monetaria y/o por políticas fiscales, tales como incrementos en los impuestos (directos o indirectos) o reducciones en el gasto del gobierno. Los objetivos de la deflación pueden ser mejorar la balanza de pagos, parcialmente mediante la disminución de la demanda agregada y por tanto de las importaciones, y parcialmente causando desinflación y mejorando las exportaciones". Según esta definición, la deflación sería la combinación de una baja en el nivel general de precios y una baja en el nivel general de actividad económica, alentada por políticas monetarias o fiscales restrictivas. Sobre el particular, conviene hacer algunas precisiones.

En efecto, la deflación presenta en la actualidad diferencias específicas respecto a las deflaciones "salvajes" de los años treinta o de otras grandes crisis anteriores del capitalismo. En primer lugar, si bien es cierto que la deflación en su comportamiento clásico iba acompañada de reducciones en el nivel general de precios, el modo de regulación contemporáneo caracterizado por el predominio de mercados oligopólicos, provoca que las caídas en los precios se eviten al máximo y/o se circunscriban a algunos sectores o tipos de bienes, mientras que los índices generales siguen registrando, en términos generales, incrementos. Además, como resultado precisamente de la profundidad de la gran crisis de los años treinta, el Estado desarrolló un conjunto de instituciones y mecanismos de última instancia que buscan evitar deflaciones abiertas, así como que las crisis financieras conduzcan a depresiones. Ahora bien, aunque todas las deflaciones implican el surgimiento de fuertes tendencias recesivas en la producción, a la inversa, no todas las recesiones van acompañadas de procesos deflacionarios. En otras palabras, todas las deflaciones han conducido históricamente a agudas recesiones, pero no todas éstas implican, necesariamente, deflación. La deflación es un fenómeno asociado a las grandes crisis o crisis del modo de regulación. Gérard de Bernis (1986) propone que "las crisis del modo de regulación se presentan como el encadenamiento de dos fases", siendo la segunda fase de carácter deflacionista. El planteamiento de que las crisis de los modos de regulación atraviesan por dos fases sucesivas y opuestas se basa en la observación de los elementos empíricos que aportan las grandes crisis: la de 1873, la de los años treinta del presente siglo, así como la crisis contemporánea iniciada a finales de los años sesenta. Este enfoque obliga a considerar a las grandes crisis no sólo como puntos de ruptura de la reproducción del capital a largo plazo, sino como procesos de desarrollo contradictorios, en los cuales, mediante la desvalorización acentuada de los activos, se gesta la posible salida de la crisis y el arribo a un nuevo modo de regulación. Durante la primera fase de las grandes crisis predominan las tendencias a la inflación y a la apertura externa de las economías, mientras que en la segunda predominan las tendencias a la deflación y al proteccionismo. Según las propias palabras de De Bernis: "(La primera fase) sigue siendo una fase de crecimiento (recordemos que en 1930 los Institutos de Coyuntura no habían logrado, a través de sus indicadores, encontrar la crisis de 1929). Aún más, es una fase en la que coexisten (1879-1882; 1925-1929) inflación y desempleo, fenómeno que no es nuevo en la historia del capitalismo. En cuanto a la segunda fase, se caracteriza por una vigorosa deflación, un estrechamiento de los mercados y desmoronamiento de la inversión ". "Constatamos igualmente que la primera fase es una fase de apertura (de desestabilización) de los sistemas productivos, de internacionalización; cada vez se ve resurgir el tema de la

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