La dimensión internacional del proceso de independencia del Paraguay

Texto de Ponencia Ministro Ricardo Scavone Yegros “La dimensión internacional del proceso de independencia del Paraguay” Muy buenas noches a todos y

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REPUBLICA DEL PARAGUAY INCOOP
Emisor Dpto. RRHH / CSC MOF Instituto Nacional de Cooperativismo Página 1/14 Versión N° 2 Fecha: 02/03/11 REPUBLICA DEL PARAGUAY INCOOP MANUAL

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Texto de Ponencia Ministro Ricardo Scavone Yegros

“La dimensión internacional del proceso de independencia del Paraguay”

Muy buenas noches a todos y a todas. Autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina. Señores Embajadores. Colegas diplomáticos. Colegas historiadores. Distinguidos compatriotas. Es para mí un honor ocupar esta tribuna del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina, atendiendo a una invitación generosa del Embajador Diego Tettamanti, con quien compartimos desde hace tiempo, esfuerzos para el fortalecimiento de la hermandad entre nuestros dos países y fortalecimiento para la integración de nuestra América. Considero que esta iniciativa del Foro Latinoamericano para la Identidad y la Integración es una necesidad sentida de nuestros países latinoamericanos en el esfuerzo e intención de fortalecer el proceso de integración que estamos llevando adelante porque la integración, fundamentalmente, tiene que fundarse en el reconocimiento de nuestra identidad y del conocimiento mutuo de nuestros pueblos, de sus luchas y sacrificios. Para no alargarme y para no perderme en la exposición voy a ceñirme estrictamente a un texto que he preparado y que trata sobre “La Dimensión Internacional del Proceso de Independencia del Paraguay” que me pareció un tema interesante para desarrollar en esta jornada teniendo en cuenta que el Paraguay celebra este año su Bicentenario, el Bicentenario de su Independencia y hay que decir que la independencia del Paraguay fue determinada o precipitada por factores externos. Desde una perspectiva internacional puede sostenerse que el movimiento independentista paraguayo cobró impulso en medio de una complejidad de factores y agentes. Ante la crisis de la monarquía hispánica, fue preciso definirse contra José Bonaparte, rey impuesto por Napoleón, y mantener fidelidad a Fernando VII, el rey depuesto. Considerar las apelaciones de las Juntas Revolucionarias de España, del Consejo de Regencia, la de Carlota Joaquina. Prestar atención al expansionismo portugués y, sobre todo, a los movimientos de Buenos Aires. Los dirigentes paraguayos tuvieron, en un momento, que confrontarse con dos centros de poder como fueron Buenos Aires y Portugal y optaron por constituir un Estado Independiente. La decisión no se formalizó de un día para el otro, sino que fue consolidándose con el tiempo. Paraguay fue independiente de hecho desde 1811 y de pleno de derecho desde 1813, pero solo gestionó y buscó el reconocimiento

internacional de su independencia a partir de 1842, desplegando para obtenerlo una acción diplomática que alcanzó su objetivo en 1852 con el reconocimiento formal de esa independencia por parte de la Confederación Argentina. Desde la conquista hasta su emancipación política el Paraguay formó parte del Imperio colonial español. En 1810 era una Intendencia dependiente del Virreinato del Río de la Plata en la que, sobre todo el medio siglo anterior, se habían registrado grandes transformaciones. La creación del Virreinato Rioplatense en 1776, el establecimiento posterior del régimen de Intendencias, la apertura del puerto de Buenos Aires y la eliminación de las restricciones internas al comercio, generaron en el Paraguay un crecimiento inusitado de las actividades productivas y del comercio exterior que se dirigía, particularmente, a los puertos de Buenos Aires y Montevideo por medio de la navegación de los ríos Paraguay y Paraná. No sólo se incrementó la extracción de la yerba mate con la que hasta entonces había participado de manera preferente en el comercio de la región, sino que nuevos productos como la madera, el tabaco y los cueros adquirieron importancia. La población había pasado de ser cerca de 40.000 habitantes que había en el 1700, a 100.000 habitantes en su mayor proporción mestizos que se distribuían en la actual región oriental del país. En el norte, para contener los avances de los portugueses y las incursiones indígenas, se levantaron los fuertes Borbón en la margen derecha del Alto Paraguay y San Carlos del Apa. La protección militar facilitó la ocupación de las fronteras y muchos paraguayos se aventuraron hacia el norte en busca de yerbales para atender la creciente demanda de yerba mate. Como territorio fronterizo con los dominios americanos de Portugal, el Paraguay había resistido por largo tiempo y mucho esfuerzo los embates y avances de fuerzas regulares e irregulares. Bajo las irregulares mencionaremos a los Bandeirantes, a las celebres Bandeiras paulistas que venían desde allí, las que fueron empujando a los pobladores paraguayos desde el Este hacia el Oeste en dirección al río Paraguay. En el siglo XVIII España dejó de lado el tratado de Tordesillas de 1494 y accedió a reconocer la realidad de la ocupación portuguesa en Río Grande, la Alta cuenca del Paraná, el Matogroso y la cuenca del Amazonas. En 1750 fue suscripto el Tratado de Madrid y en 1777 el Tratado de San Ildefonso que fijaron los nuevos límites mediante accidentes geográficos que deberían ser ubicados y demarcados en territorios todavía muy poco conocidos. De todos modos, la demarcación de los límites no pudo concretarse entonces y la indefinición a un nuevo lugar y conflictos convocados por el establecimiento de los portugueses de los fuertes Albuquerque y Coimbra a finales del siglo XVIII sobre la margen derecha del río Paraguay. Pero no unicamente con Portugal la provincia del Paraguay tenía a las vísperas de su independencia indefiniciones en cuanto a sus límites. En el sur, los correntinos cruzando el Río Paraná hacia la margen derecha se fueron asentando en lo llamado “Las Lomas de Pedro González” y establecieron una guardia en Curupayti con el ánimo de proteger a los nuevos pobladores de invasiones de los indígenas chaqueños. A pesar de las reclamaciones paraguayas ante esta ocupación y el poblamiento paulatino de la región del Ñeembucú, sólo se recuperó la posesión de esas tierras cuando se produjo la ruptura entre los gobiernos de Paraguay y Buenos Aires a raíz de la conformación de la Junta Bonaerense de 1810.

Además, otras materias interferían entre la provincia y la capital del Virreinato. Estaba todavía latente el recuerdo de las cargas que en el pasado se impusieron a la producción paraguaya, como fue el privilegio de Puerto Preciso de la ciudad de Santa Fe vigente desde el siglo XVII para artículos que procedían del Paraguay. Otra cuestión eran los aranceles con los que se gravaban en Buenos Aires la importación de yerba mate del Paraguay. Estos asuntos siguieron actualizados bajo el proceso comenzado en 1810 y condicionaron la decisión en torno a la formalización de un nuevo pacto político entre Buenos Aires y Asunción. Estando así las cosas se desencadenaron fuera del territorio del Paraguay los acontecimientos que provocaron su independencia. En 1808, el Emperador de Francia forzó la transferencia del trono de España a su propia familia, manteniendo como prisionero a Fernando VII. Amplios sectores del pueblo español consideraron nula la abdicación obtenida con violencia y reafirmaron su reconocimiento al rey Fernando como legítimo soberano. Se constituyó entonces una Junta Suprema Central para ejercer la dirección de los asuntos públicos en tanto el rey permaneciera cautivo. En 1810, a raíz de la invasión francesa a Andalucía, la Junta Central pasó de Sevilla a Cádiz donde tiempo después se constituyó un Consejo de Regencia. Los acontecimientos de la Península provocaron diferentes reacciones en América pero dominó, en principio, la fidelidad al monarca y el rechazo al usurpador. Pero se suscitó también la cuestión del porqué debían sujetarse los hispanoamericanos a autoridades como la Junta Central o el Consejo de Regencia, establecidas sólo con peninsulares y sin su intervención. La ausencia del rey produjo por tanto una situación de acefalía política, pues faltaba la autoridad suprema en la que se entrelazaban los vínculos constitutivos de la monarquía hispánica. Fue desarrollándose así una corriente que postulaba el derecho de los pueblos hispanoamericanos a gobernarse por sí mismos en tanto el Rey Fernando XVII permaneciese en cautiverio, traducida esta corriente en la formación de Juntas que ejercerían con autonomía la autoridad en sus respectivos territorios. Las Juntas americanas reemplazaron a las autoridades coloniales y en general produjeron la división entre criollos y peninsulares en bandos opuestos, división que dió origen a la violencia y la revolución. Ante la noticia de la huída de la Junta Central de Sevilla a Cádiz, en este contexto, los vecinos de Buenos Aires (no es necesario que lo cuente aquí) desplazaron al Virrey del Río de la Plata en Mayo de 1810 y conformaron una Junta Provisional gubernativa que pretendió asumir el gobierno del Virreinato del Río de la Plata en nombre y representación del Rey Fernando XVII. A poco de constituída, la nueva Junta se dirigió a las ciudades, villas y autoridades del interior anunciando su instalación y convocando a un Congreso General que debía resolver sobre el gobierno futuro de las Provincias del Plata. En la ciudad de Asunción el Gobernador Intendente y el Cabildo de la ciudad, marcadamente realista (compuesto por realistas el Cabildo), reacio a acatar la nueva autoridad, sometieron la comunicación de la Junta Bonaerense a un Cabildo Abierto o

Junta General de Vecinos que se desarrolló en Julio de 1810. A quienes concurrieron a esa reunión, se los notificó además de la noticia de la conformación de la Junta de Buenos Aires que, con posterioridad, se había recibido informes sobre la legítima instalación del Consejo de Regencia de Cádiz y sobre el acatamiento que se le prestaba en la Península. Ante esto, se resolvió reconocer y prestar juramento de fidelidad al Consejo de Regencia, mantener amistad con la Junta Bonaerense sin reconocerle superioridad y poner a la provincia en estado de defensa, alegando la amenaza portuguesa pero precautelándose en realidad de la reacción de Buenos Aires y, en efecto, al conocer la decisión del Cabildo Abierto asunceno, la Junta Bonaerense dispuso el bloqueo del Paraguay y el envío de una expedición de uno de sus vocales al mando, Manuel Belgrano con el propósito de controlar la provincia. De igual manera, la Junta de Buenos Aires intentó el sometimiento del Alto Perú y la Banda Oriental donde existieron resistencias a su autoridad. El Gobernador del Paraguay, por su parte, aceleró los aprestos militares. Se suspendió el tráfico fluvial y se ocuparon los pasos del Paraná, con lo que el Paraguay recuperó la posesión de las Lomas de Pedro González. La expedición comandada por Belgrano cruzó el Paraná en diciembre de 1810. En enero siguiente fue vencida en las proximidades de Paraguari y obligada a retroceder hasta el Río Tacuarí, en el Sur, donde se llevó la batalla definitiva en marzo de 1811. Derrotadas las fuerzas de Buenos Aires, los paraguayos les concedieron honrosa capitulación y los antiguos beligerantes confraternizaron amistosamente. La fuga del Gobernador (algo que no ocurriría en otras partes del antiguo Virreinato del Río de la Plata) en los primeros momentos de la Batalla de Paraguari, los contactos entre la oficialidad y las tropas de ambos ejércitos con posterioridad a esa batalla y los mensajes transmitidos con habilidad por Belgrano acerca de las intenciones de la Junta de Buenos Aires, permitieron que los combatientes paraguayos, en su mayor parte criollos, comprendiesen mejor el momento político por el que atravesaba el antiguo Virreinato. Probablemente comenzó a tomar cuerpo desde ese momento la decisión de los oficiales que triunfaron en Tacuari Paraguari, de reemplazar a las autoridades españolas por un gobierno integrado por paraguayos. El Gobernador Intendente de la provincia, apoyado e impulsado por el Cabildo de Asunción, buscó entonces evitar los contactos y contrarrestar las amenazas de la Junta de Buenos Aires. En Abril de 1811 se ocupó el Puerto de Corrientes con ese propósito y con el de facilitar las comunicaciones con Montevideo, donde se había instalado el nuevo Virrey designado por el Consejo de Regencia. Se procuró por otra parte, entonces, el auxilio de los portugueses dispuesto por intereses propios a apoyar a los españolistas del Plata. Efectivamente, el Príncipe Regente de Portugal, junto con su esposa Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando XVII y de su Corte, se habían trasladado a América y establecido en 1808, en Río de Janeiro, a raíz de la invasión de su territorio en el continente europeo por fuerzas de Napoleón. Tal circunstancia permitió que cobrase fuerza la idea de que la princesa Carlota Joaquina pudiese asumir la Corona Hispánica y afirmar su autoridad sobre las colonias de América. Ya en las primeras semanas de 1811, el Gobernador Velazco (el último gobernador español del Paraguay) había solicitado la cooperación de Portugal para evitar que las tropas de Belgrano, apostadas en la orilla del Tacuarí, recibiesen refuerzos. La ayuda no

pudo concretarse pero los contactos permanecieron. En mayo de 1811 llegó a Asunción un emisario del Capitán General del Río Grande del Sur, el teniente Diego de Abreu, con instrucciones de concertar las condiciones para que tropas paraguayas se sumasen a las de Portugal a fin de accionar conjuntamente en Misiones y en la Banda Oriental. La ayuda solicitada a los portugueses pasaría, así, a constituirse en una alianza del Paraguay con Portugal o, más propiamente, en el sometimiento del Paraguay a Portugal. Tras acalorado debate, el Cabildo de Asunción y la alta burocracia provincial resolvieron que el Comandante General de las fuerzas paraguayas de la frontera recibiría instrucciones para obedecer y seguir las órdenes del Capitán General del Río Grande pero, en vísperas de la partida del Teniente Diego de Abreu, con estas resoluciones se desencadenaron los hechos que condujeron a la independencia del Paraguay. El acuerdo con Portugal fue pues si no la causa determinante, el justificativo principal de quienes se levantaron la noche del 14 al 15 de Mayo de 1811. En la intimación, el Capitán Pedro Juan Caballero (el jefe de los sublevados) remitió el día 15 al Gobernador Velazco y se dejó constancia de que (cito el documento): “En atención a que la provincia, habiéndola defendido a costa de su sangre, su vida y haberes del enemigo que la atacó, ahora se va a entregar a una potencia extranjera que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la potencia portuguesa, este cuartel de acuerdo con los oficiales patricios y demás soldados no pueden menos que defenderla con los mayores esfuerzos.” En realidad, desde tiempo atrás venía preparándose la sublevación que obedecía a causas y motivaciones más profundas y que debió adelantarse ante la inminente partida del Teniente Abreu. Los sublevados demandaron al Gobernador, entre otras cosas, que ejerciera el gobierno asociado con dos diputados o representantes del cuartel hasta tanto llegasen los demás oficiales de plana mayor de la provincia, en cuyo momento se trataría y establecería la forma y modo de gobierno. El Gobernador terminó accediendo a los requerimientos de los revolucionarios y el 16 de mayo, éstos indicaron como sus diputados a José Gaspar Rodríguez de Francia (que irrumpe en ese momento en la historia del Paraguay, que dominaría casi por 30 años después) y Juan Valeriano de Zeballos con quienes Velazco (cito documento) “deberían disponer las providencias de gobierno en la inteligencia de que este régimen debiera ser puramente interino hasta tanto que este cuartel, en unión con los demás vecinos de esta provincia, arregle la forma de gobierno”. Las nuevas autoridades asumieron sus funciones el mismo 16 de Mayo y con el Gobernador Velazco emitieron al día siguiente un bando por el que comunicaron su instalación y declararon que ejercerían el gobierno provincial hasta que los vecinos de la provincia estableciesen el régimen y forma de gobierno que debe permanecer y observarse en lo sucesivo. Desmintieron que el gobierno así constituido y los oficiales sublevados tuvieran el propósito de (cito el documento) “entregar o dejar esta provincia al mando o autoridad o disposición de la de Buenos Aires ni de otra alguna y mucho menos sujetarla a alguna potencia extranjera”. Pretendían en cambio sostener los fueros, libertad y dignidad de la provincia (y cito esta parte del bando primero que es muy interesante por las ideas que contiene) “reconociendo siempre al desgraciado soberano Fernando VII,

bajo auspicios vivimos, uniendo y confederándose con la misma ciudad de Buenos Aires para la defensa común y para procurar la felicidad de ambas provincias y las demás del continente bajo un sistema de mutua unión, amistad, y conformidad cuya base sea la igualdad de derechos”. En pocas palabras, sin reconocer aún la autoridad del monarca cautivo, los paraguayos decidieron asegurar sus fueros, libertad y dignidad frente a Buenos Aires y Portugal. Desde los primeros momentos, quienes lideraron los movimientos de Mayo de 1811 dejaron en claro que no tenían el propósito de someter la provincia a autoridades foráneas, en todo caso, por constituir una confederación como sistema de mutua unión, amistad, conformidad cuya base sea la igualdad de derechos como señalaba el documento. El 28 de Mayo siguiente el Gobernador y sus asociados convocaron la Junta General para que se expidiese sobre la forma de gobierno y sobre la unión y relaciones con Buenos Aires. Antes de que la misma se celebrara, el gobierno paraguayo transmitió indirectamente al de Buenos Aires las ideas que se estaban configurando en el Paraguay al momento de disponer la evacuación de la ciudad o el puerto de Corrientes. Si en el bando del 17 de Mayo se enunció el principio de Confederación como base para la unión con las demás provincias, en la que se dictó con fecha el 30 de Mayo (el mismo mes del movimiento de Independencia) para comunicar la decisión de evacuar Corrientes, se incluyó otro principio que se convertiría en un eje fundamental de la política internacional del Paraguay en los años subsiguientes y que sólo se abandonó en la crisis oriental en 1863, con los resultados consabidos. ¿Cómo era este principio? el de la no injerencia en las cuestiones internas de las otras provincias o Estados y es muy interesante el documento porque enuncia, yo pienso que con casi todos sus elementos, el principio de no intervención. Después de reiterar el propósito del gobierno Paraguayo de conservar la tranquilidad interior y la paz, unión y buena armonía con la ciudad de Buenos Aires y las demás del continente siempre que pueda efectuarse de un modo digno y compatible con el decoro y libertad de esta antigua, vasta y respetable provincia de Asunción se declaraba lo siguiente y cito: “Así como la Provincia del Paraguay no se entromete, ni se entrometerá jamás en el régimen de otras provincias, en la forma de su gobierno o administración, en la provisión de sus cargos, ni menos disponer de su debilidad o sus fuerzas tampoco consentirá que sin la asistencia, influjo o cooperación de sus representantes legítimos y sin la precisa igualdad de derechos por las miras mal entendidas del interés común o solamente por la prepotencia y ambición o tomando ocasión de las convulsiones de una anarquía se intente someterla, disponer de su suerte o hacerse el árbitro de su felicidad despojándola anticipadamente de la verdadera libertad civil”. Con estas preliminares y previas suspensiones en el cargo y apresamiento del Gobernador Velazco por considerarse probada su convivencia con los portugueses, se realizó la Junta General o Congreso de Junio de 1811. Tenía más las características de un Cabildo Abierto que la de un Congreso Representativo. Sus más de 200 miembros habían sido invitados directamente por el gobierno con excepción de seis diputados que representaban a las principales villas y poblaciones del interior del la provincia. El Congreso aprobó por amplía mayoría la creación de una Junta Superior Gubernativa presidida por Fulgencio Yegros e integrada por cuatro vocales. Pese a que de esta

manera se estableció un gobierno propio y autónomo, constituyéndose al Paraguay de hecho en Estado independiente (reunía todos los requisitos para éso), se continuó invocando la fidelidad a Fernando VII de manera puramente formularia. El Congreso de 1811 adoptó además otras decisiones que definían la política a ser observada por la nueva Junta Gubernativa hacia el exterior. En primer lugar se decidió que la provincia (cito el documento) “no sólo tenga amistad, buena armonía y buena correspondencia con Buenos Aires y demás provincias confederadas, sino que también se una con ellas con efecto de conformar una sociedad fundada en principios de justicia, igualdad y equidad”. El Paraguay reclamaría el libre comercio, la suspensión del estanco de tabaco y participaría del Congreso General de las Provincias del Plata con la salvedad de que cualquier reglamento o Constitución adoptado por el mismo solo lo obligaría después de ser aprobado por una Junta Plena y General de sus habitantes y moradores. Entre tanto, se gobernaría por sí mismo sin que (cito el documento) “la excelentísima Junta de Buenos Aires pueda disponer o ejercer jurisdicción sobre sus forma de gobierno, régimen, administración ni otra alguna causa correspondiente a esta misma provincia”. La primera comunicación del gobierno paraguayo a la Junta de Buenos Aires de los hechos del 14 y 15 de Mayo fue despachada un mes después que concluyera el Congreso de Junio de 1811. El 20 de Julio de ese mismo año, en esa nota, las autoridades paraguayas explicaron antes que nada los fundamentos de su Constitución señalando (es una nota atribuída, cuya redacción es atribuída al Doctor Francia y probablemente fue redactada por él porque coincide con otros documentos de su autoría): cito partes de la nota del 20 de Julio que es muy interesante: “no es dudable que abolida o deshecha la representación del poder supremo recae éste o queda refundido naturalmente en toda la Nación, cada pueblo se considera entonces en cierto modo participante del atributo de la soberanía y aún los ministros públicos han menester su consentimiento, libre conformidad para el ejercicio de sus facultades. De este principio se deduce, ciertamente, que reasumiendo los pueblos sus derechos primitivos se hallan todos en igual caso y que, igualmente, corresponde a todos velar por su propia conservación.” Tras referirse a los antecedentes y desarrollo del movimiento de Mayo y al Congreso de Junio, en la nota se consignaba (cito el documento): “Este ha sido el modo como ella, la provincia, por sí misma y a esfuerzos de su propia resolución se ha constituído en libertad y en el pleno goce de sus derechos. Pero se engañaría cualquiera que se pueda imaginar que su intención había sido entregarse al arbitrio ajeno y a ser dependiente su suerte a otra voluntad. En tal caso nada mas habría adelantado y reportado otro fruto de su sacrificio que al cambiar unas cadenas por otras y mudar de amo.” La decisión estaba pues tomada, pero la Junta, en consonancia con lo resuelto por el Congreso, anunciaba la decisión de unirse con Buenos Aires y las demás ciudades en Confederación. Cito el documento: “No sólo para conservar una recíproca amistad o en armonía, comercio y correspondencia sino también para formar una sociedad fundada en principios de justicia, equidad e igualdad.” Se ha pretendido ver en la propuesta de Confederación tan solo un recurso utilizado por

el Paraguay: reafirmar internamente su independencia sin romper con Buenos Aires, dada la significación que tenía el comercio que tenia con ese puerto y la expectativa abierta por las promesas de que sería enteramente libre en lo sucesivo. Pero si bien la evolución de los acontecimientos parecería mostrar que efectivamente la opción de Paraguay por la Confederación no era del todo sincera, no puede dejar de recordarse que, justamente en los meses que siguieron a la revolución del Paraguay, el centralismo de Buenos Aires, particularmente durante la gestión del Triunvirato (el órgano ejecutivo de gobierno que reemplazo a la Junta de Gobierno y a la llamada Junta Grande) se haría sentir con mayor intensidad excluyendo prácticamente cualquier ilusión en cuanto a relaciones equitativas. Sea lo que fuere, la revolución paraguaya se produjo en momentos adversos para la autoridad bonaerense tanto en el Alto Perú como en la Banda Oriental y esto facilitó el reconocimiento precario de la situación creada en el Paraguay. El gobierno de Buenos Aires no acompañaba entonces la idea de la Confederación, pero encontraba en la apertura paraguaya una oportunidad para asegurar su neutralidad e incluso su apoyo en las apuradas circunstancias en las que pasaba. Antes de recibir la nota del 20 de Julio pero, quizás, conociendo el Bando del 17 de Mayo y la reunión del Congreso, despachó hacia el Paraguay en misión especial (esta vez en misión diplomática) a Manuel Belgrano y Vicente Anastasio Echeverría, quienes debían abogar por la subordinación de los paraguayos a Buenos Aires en aras del interés común. Se les autorizó empero, en su caso, a dejar de lado ese objetivo y simplemente unir ambos gobiernos bajo un sistema ofensivo y defensivo contra todo enemigo que intentase atacar los respectivos territorios. La Junta condicionó el ingreso de Belgrano y Echeverría a tener una respuesta de la Junta de Buenos Aires a la nota del 20 de Julio que llegó redactada en término satisfactorio pues expresaba (y cito el documento) “que si es la voluntad decidida de la provincia del Paraguay gobernarse por sí y con independencia del Gobierno Provisional, no nos opondremos a ello con tal que estemos unidos y obremos en conjunta conformidad para defendernos de cualquier agresión exterior”. Desde luego el reconocimiento de la independencia era limitado pues se subordinaba a lo que resolviese el Congreso General. En ese marco la Junta Superior Gubernativa del Paraguay y los comisionados de Buenos Aires negociaron un tratado que fue suscripto el 12 de Octubre de 1811. Por el mismo, Paraguay reafirmó su independencia y la posesión de territorios disputados comprometiéndose, en contrapartida, a una problemática alianza concebida en términos tan ambiguos que nunca llegó a cumplirse y sí a provocar desinteligencias entre las partes. En el tratado se acordó la extinción del estanco de tabaco, el pago en Asunción y no en Buenos Aires de la sisa y arbitrio por la yerba exportada, la cancelación de los impuestos al comercio en el lugar de la venta y la posibilidad de que Buenos Aires pudiera gravar en forma moderada la importación de los productos paraguayos. La alianza entre Paraguay y Buenos Aires se acordó de la manera siguiente: “deseando las partes contratantes, estrechar más y más los vínculos y empeños que unen y deben unir ambas provincias en una Federación y Alianza indisoluble, se obliga a cada una por la suya, no sólo a conservar y cultivar una sincera y perpetua amistad sino también de auxiliarse y cooperar mutuamente con todo género de auxilios, según permitan las

circunstancias de cada una, toda vez que lo demande el sagrado fin de aniquilar y destruir cualesquier enemigo que intente oponerse a los progresos de nuestra justa causa y común libertad”. El Tratado de 1811 solo constituyó un paréntesis en los conflictos entre Buenos Aires y el Paraguay. La solicitud de auxilios para la adquisición de armas y municiones formulada por el gobierno paraguayo no fue atendida. El Paraguay tampoco accedió al requerimiento de tropas por Buenos Aires amparándose en la amenaza portuguesa en su territorio. Serios incidentes sucedieron en el primer año de vigencia del Tratado, el más importante de ellos fue provocado por la fijación en Buenos Aires de un impuesto al tabaco que se aplicaría también al procedente de Paraguay en violación a lo estipulado en 1811. La alianza no pudo consolidarse. Así estaban las cosas cuando el Supremo Poder Ejecutivo instalado en Buenos Aires, luego de la caída del Triunvirato, hizo pública la necesidad de conformar una Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata con los objetivos de declarar la Independencia y dictar una Constitución. Cuando se recibió en Paraguay la convocatoria para la Asamblea, el estado de las relaciones con Buenos Aires no pasaba por su mejor momento. La Junta Gubernativa resolvió entonces en el mes de diciembre que no era llegado el caso de la provincia hacer el envío de sus diputados, asumiendo una actitud de expectativa ante el proceso político porteño. Estas circunstancias determinaron que a mediados del mes de Febrero de 1813, Buenos Aires acreditase una misión al Paraguay a cargo de Nicolás de Herrera. Se le instruyó que le debía expresar al gobierno paraguayo los sentimientos amistosos del gobierno de las Provincias Unidas y reiterar su firme adhesión a los principios y convenios que unen a los dos países, así como persuadir de la necesidad y conveniencia del nombramiento a diputados de la Asamblea que se hallaba funcionando y exponer las ventajas del vínculo de anexión, objeto preferente de la misión, y tocar los resortes necesarios para determinar el envío de diputados. En el caso que el Paraguay se negase al envío de diputados, debía promover Herrera el nombramiento de un Plenipotenciario con quien se negociaría en Buenos Aires. Una vez presentada las credenciales y los objetos de su misión, la Junta paraguaya acordó dejar al arbitrio y deliberación de la provincia, la determinación de enviar o no diputados a la Asamblea de Buenos Aires. Para ello convocó a un nuevo Congreso que abrió sus sesiones el 30 de Septiembre de 1813 y al que asistieron mil diputados. En el transcurso de las deliberaciones se resolvió la aprobación de un reglamento de gobierno en cuyo artículo primero se determinaba: “No enviar diputados de esta provincia (la del Paraguay) a la Asamblea formada en Buenos Aires.” Asimismo se dejaba investidos de gobierno a dos cónsules, que se denominaron de la República del Paraguay, recayendo tal designación en las personas de Fulgencio Yegros y José Gaspar Rodríguez de Francia. Se establecía asimismo en el artículo decimocuarto, como ley fundamental y disposición general, perpetua e invariable, que “en lo venidero se celebrará un Congreso General para que la provincia trate como pueblo libre y soberano lo más conducente a la felicidad general y a mejorar su gobierno, si fuese necesario.” Este reglamento fue el primer instrumento adoptado como ley fundamental del Paraguay, quedando así proclamada la República, la primera de Sudamérica, y se creó un sistema de gobierno, surgiendo de pleno derecho el Estado paraguayo, y se rompió todo lazo de dependencia externa.

Si se mira con atención lo que se ha señalado en esta exposición al desencadenarse los acontecimientos de 1810, los líderes paraguayos comenzaron por demandar igualdad más que independencia. Buscaron en esos primeros momentos, la autonomía más que la separación y se mostraron permeables a una unión política con las demás provincias del Río de la Plata. De hecho, ofrecieron la alternativa de la Confederación. Sólo después, cuando sus demandas de autonomía e igualdad fueron rehusadas, el Paraguay optó por la emancipación política. La consolidación interna y el reconocimiento internacional del Estado paraguayo demandarían largos años y múltiples vicisitudes dentro de los dos siglos de vida independiente que estamos celebrando en 2011. En estos doscientos años, las relaciones con la República Argentina han tenido una enorme y fundamental incidencia en la historia del Paraguay, por éso, no está de más en estos momentos recordar aquí y en este ámbito el proceso inicial de conformación de la República del Paraguay, en la confianza de que su conocimiento contribuirá a entender mejor nuestro pasado y nuestro presente, en beneficio de nuestras antiguas, pero fuertes y siempre lozanas relaciones bilaterales. Muchas Gracias (aplausos)

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