La fecundidad y la disciplina en la Iglesia

La fecundidad y la disciplina en la Iglesia El Cardenal Bergoglio nos decía: “La Iglesia desea ser fecunda, no tiene vocación de éxito, pero sí de fi

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LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA LOCAL
La disciplina en la iglesia local LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA LOCAL Fuente de esta figura: http://conocerlapalabra.files.wordpress.com/2012/01/la-ig

11 Hora 19:00. SERIE: La Iglesia y su Propósito. TEMA 7: La Disciplina en la Iglesia INTRODUCCION
Tema: La Disciplina en la Iglesia MENSAJE Nº 0019                    Jueves 10/02/11                Hora 19:00 SERIE: La Iglesia y su Propósito TEMA

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La fecundidad y la disciplina en la Iglesia

El Cardenal Bergoglio nos decía: “La Iglesia desea ser fecunda, no tiene vocación de éxito, pero sí de fidelidad al esposo fiel que nos invita a vivir una fecundidad fiel”. Querer ser fecunda es un deseo legítimo, pero el evangelio tiene sus propias leyes de legitimación. Es como si se nos dijera será fecundo si guardas celosamente tu condición de operario, serás fecundo si armonizas dirigencia con la conciencia de inutilidad, serás fecundo si sabes caminar con tu hermano, si sabes roturar la tierra, plantar la semilla, si te convences de que el riego y la cosecha son gracia y pertenencia del Señor. Serás fecundo, ¡Qué lindo! Si a vos te toca roturar la tierra, plantar la semilla, pero saber que el riego y la cosecha son gracias y pertenencias del Señor. Mamerto Menapase decía: “Confiar en la primavera” Nosotros no somos el sol. A nosotros nos toca trabajar la tierra. Pero creer que el sol es del Señor, Él es el que la va hacer fecunda. Por eso tu fecundidad y mi fecundidad se unen en la certeza de la fidelidad de Dios. Amar el misterio de fecundidad de la iglesia, como se ama el misterio de María Virgen y Madre, que a la luz de ese amor se hace sierva, con la esperanza que nos da que la palabra del Señor es fiel. Nos apoyamos en el Señor, trabajamos en el Señor, en Él encontramos nuestra fuerza, en Él tenemos esa capacidad de poder vivir y amar. Por eso hoy vamos a pedir al Señor: “Queremos ser fecundos pero siguiendo tus enseñanzas. Queremos ser fecundos descubriendo nuestro límite”. ¿Vivo con alegría esta fecundidad que nos exige a reconocernos pobres o tomamos la manija, queremos ser exitosos y en el fondo queremos ser omnipotentes? El Cardenal Bergoglio es un hombre muy exacto en sus palabras y de sacarles todas sus riquezas y utilidades. Nos dice: “El amor a la iglesia, es un amor de inserción en un cuerpo, y

esto exige disciplina”. Podríamos decir lo mismo, que de algún modo responde a la fórmula caridad discreta, “ser disciplinado es tener una caridad discreta”. Para un cristiano no ser disciplinado, es ser indiscreto, ir en indiscreción es siempre falta de amor. El amor discreto siempre nos ayudará a crecer en la plena conciencia de pertenecer a una gran comunidad que ni el espacio, ni el tiempo pueden limitar. Nos dice el Cardenal, pertenecer a una gran comunidad que ni el espacio, ni el tiempo puede limitar. Y eso nosotros lo podemos experimentar permanentemente. La pertenencia a la iglesia, a esta gran comunidad vence el espacio y nos une en el tiempo. A mí la palabra disciplina me hace acordar mucho al colegio. Entonces conociendo como el cardenal utiliza la palabra me fui inmediatamente al diccionario para ver qué significa etimológicamente. Es una palabra compuesta que significa aprender- pertenencia. Significa: aprender para ser parte. Son aquellas normas, aquellos acuerdos mínimos que nos permiten ser partes. Enseguida me vino la idea de la peregrinación, cuando caminamos somos disciplinados, vamos caminando todos en una misma dirección. Vamos respetando el paso de uno y de otro. Nos ponemos de acuerdo. Aceptamos algunas normas mínimas para ser parte. Es disciplinado quien forma parte de un coro, pone su voz al servicio del todo. Es disciplinado el jugador que juega en el puesto que se le ha sido asignado. La disciplina nos enmarca, nos permite ser parte, sino es un caos. Qué interesante, el cardenal opone a la disciplina, la indiscreción. “Quien es disciplinado vive en una caridad discreta”. Por eso el indisciplinado no es simplemente el caótico, sino es el indiscreto. Qué significa discreción: una cualidad de una persona que se caracteriza por su moderación, su prudencia y su sensatez. Por ejemplo, beber a discreción, utilizar la computadora a discreción. Ser indiscreto significa haber perdido ese marco de moderación. Es perder esa característica que nos permite ser prudentes, perder los medios que nos permiten alcanzar el fin. Por eso ahora sí entendemos esto tan hermoso que nos dice el cardenal, “Tenemos que vivir una inserción en la iglesia que nos exige una disciplina, una caridad discreta”. Un cristiano que no es disciplinado es indiscreto, la indiscreción es siempre falta

de amor. Ha perdido los límites, ha perdido la moderación, ha perdido en el fondo los medios que le permite llegar a la meta. Si yo voy caminando para Luján y me desvío porque hay mucha gente, soy indisciplinado y en el fondo soy indiscreto, porque me voy haber alejado de la unidad, del amor y voy a estar después desorientado, extraviado. Conciencia de pertenecernos, dice el cardenal Bergoglio, que nos hará entender que la misión a la cual somos enviados, la de evangelizar, no es para nada un acto individual o aislado, sino profundamente especial. Cuando el más humilde predicador catequista evangelizador, en un lugar apartado, predica el evangelio, cuando enseña la catequesis, cuando administra un sacramento, no está realizando un acto privado, es la iglesia la que actúa. Por eso lo hace no en su propio nombre, no es una iniciativa privada, no puede haber privatización de la fe y de la acción de la iglesia, lo hace con la iglesia, en nombre de la iglesia. De ahí que la raíz de nuestra disciplina, el hecho que ningún evangelizador es el dueño de lo que realiza, sino que debe vivir con un poder discrecional, para vivir en unidad con su iglesia madre, que la engendró y que la envía a comunicar en nombre de Jesús. No tengas miedo de caminar con otros. No vas a peregrinar si te jugas sólo. No vas a vivir la alegría de ser iglesia si te jugas sólo. Le pedimos al Señor que nos haga sentir esa experiencia fuerte de que somos iglesia porque caminamos con otros. Pero hay una advertencia que hace el cardenal en la catequesis que estamos compartiendo y que me parece que nos viene muy bien. “Nuestra adhesión al Reino, no puede quedar en algo abstracto y desencarnado, sino que se revela concretamente por medio de una entrada visible en una comunidad de fieles”. No podemos vivir nosotros como si estuviéramos ya en el cielo, siendo de alguna manera turistas aquí en la tierra. Caminamos con otros y también nos comprometemos en la vida del otro. Nuestra adhesión al Reino, dice el cardenal Bergoglio, ha de adentrarse en el costado de Cristo dormido en la cruz. De donde nace su esposa madre fecunda. Ese cuerpo disciplinado al cual alimenta con los sacramentos. Mientras dure este tiempo de la iglesia es ella la que tiene a su cargo la tarea de evangelizar. Una tarea que no se cumple sin ella, ni mucho menos contra ella. Que esta dicotomía

absurda, pretender amar a Cristo pero sin amar la iglesia, nos advierte el cardenal Bergoglio, debe ser siempre denunciada y descubierta como una tentación en el camino. La disciplina no es algo de decoración, ni una gimnasia de buenos modales. Un corazón indisciplinado puede llegar a configurar el hombre turba del que nos habla San Ignacio, que son aquellos hombres que no tienen dominada sus pasiones y por ello pueden sembrar la desunión. Son esos hombres que dividen mediante la traición para ganar unos pocos adeptos, son esos que son cómplices de la injusticia por una actitud farisaica en el modo de vivir su religión. San Ignacio nos invita que debemos mirar nuestro corazón. ¿Nuestro corazón es disciplinado o quiere ser autónomo, quiere ser él el que marca las normas? Cuando yo empiezo a ser indisciplinado, a caminar sólo, comienzo a ser cómplice del demonio que separa. Empiezo a vivir una religión farisaica. Pero adentro en mi corazón, sólo estoy siguiendo al Señor si busco adeptos. Si quiero ser yo centro voy tomando a esos amigos que peregrinan para alejarlos del camino porque yo renuncié a ser peregrino, a dejarme guiar por la iglesia. Yo soy el alfa y el omega, el centro, soy el sol. No lo digo abiertamente pero me cuesta ser luna, me cuesta reflejar la luz del sol. Por eso no soy cristiano si soy yoista. En cambio cuando yo soy peregrino, mi persona no se siente sola, mi persona empieza a estar en paz. Camino con otros, cuidando a otros, acompañando a otros. Quien no entiende que para caminar con otros hace falta disciplina, nunca va a ser parte de una peregrinación. Quien no sabe peregrinar no sabe ser pueblo de Dios y quien no sabe ser pueblo de Dios no puede ser cristiano y aunque se diga miembro de la iglesia, en el fondo todavía le falta que el Señor le manifieste qué significa ser iglesia. Miremos a la virgencita, en la advocación más cercana, la Virgen de Itatí, del Valle, del Carmen, del Rosario, de Luján, esa imagen de una Madre que camina con vos y tu comunidad, pidámosle, “Virgencita, te damos gracias por convocarnos una y otra vez en esta experiencia llega de gozo y de enseñanza que es el peregrinar hacia tu casa, traemos a tu presencia todo lo que hay en nuestro corazón, lo propio y la de los hermanos del camino y te pedimos de un modo muy particular que me ayudes a agradecer a todos los que han hecho posible mi caminar

haciéndose servidores, prójimos, organizadores de esa peregrinación que yo formé parte, porque como servidores anónimos de tu evangelio, de tu hijo, ellos estuvieron al lado. A lo mejor no los conozco pero se hicieron servidores y por eso ellos me acercaron el rostro más lindo de la iglesia de Jesús”. “El que quiera seguirme, que se haga servidor”

Padre Alejandro Puiggari

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