LA GLOBALIZACIÓN Y EL DESARROLLO NACIONAL Hacia una mayor coherencia entre políticas económicas y laborales
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ISBN 92-2-318270-0 (versión impresa) ISBN 92-2-318271-9 (versión web pdf) Las denominaciones empleadas, en concordancia con la práctica seguida en las Naciones Unidas, y la forma en que aparecen presentados los datos en las publicaciones de la OIT no implican juicio alguno por parte de la Oficina Internacional del Trabajo sobre la condición jurídica de ninguno de los países, zonas o territorios citados o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras. La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos, estudios y otras colaboraciones firmados incumbe exclusivamente a sus autores, y su publicación no significa que la OIT las sancione. Las referencias a firmas, procesos o productos comerciales no implican aprobación alguna por la Oficina Internacional del Trabajo, y el hecho de que no se mencionen firmas, procesos o productos comerciales no implica desaprobación alguna. Vea nuestro sitio en la red:
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PROLOGO En febrero de 2004, la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, integrada por conocidas personalidades mundiales del ámbito público y privado, publicó su informe titulado “Por una globalización justa. Crear oportunidades para todos”. En el mismo, después de plantear una visión innovadora del problema y analizar las principales características del proceso de globalización, se discuten una estrategia para el cambio y cuestiones de gobernanza y se incluyen propuestas explícitas para abordar una reforma necesaria, tanto en el ámbito nacional como internacional. Las labores de esta comisión resumidas en el Informe mencionado fueron positivamente recibidas por la opinión pública mundial. Además, a partir de la experiencia ganada en otras iniciativas de tipo similar, se generó consenso sobre la necesidad de desarrollar actividades de seguimiento del Informe, las que se han llevado a cabo en distintos países. En particular, en Argentina se realizó una conferencia internacional bajo el título “La globalización y el desarrollo nacional: Hacia una mayor coherencia entre las políticas económicas y laborales”, la que se llevó a cabo en Buenos Aires el 8 y 9 de agosto de 2005. Dada la relevancia de los temas considerados en esta Conferencia y la participación de destacados especialistas locales e internacionales, la Oficina de la OIT en Argentina ha decidido reunir en el presente volumen las exposiciones de altos funcionarios del gobierno argentino y de la OIT en la sesión de apertura; las cinco ponencias presentadas en la mesa redonda sobre el tema de la Conferencia; y la reseña de tres experiencias nacionales en este campo. Creemos que estos materiales, de evidente utilidad, podrán contribuir al debate nacional e internacional sobre un tema cuya relevancia está fuera de discusión, en tanto se refiere a las condiciones básicas que regulan en la actualidad la dinámica de las economías y las sociedades y que, por lo tanto, conforman el factor determinante de una variedad de efectos sociales que no siempre pueden juzgarse como positivos. En ese sentido, los materiales publicados en este volumen deben interpretarse como un modesto aporte para promover la toma de conciencia y la acción privada y pública en relación con la consecución del objetivo de Trabajo Decente, el cual constituye el eje principal que estructura la acción de la Organización Internacional del Trabajo y que ha sido expresamente asumido por el gobierno de la República Argentina. Ana Lía Piñeyrúa Directora Oficina de la OIT en Argentina
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ÍNDICE 1. PRÓLOGO 2. APERTURA: • Virgilio Levaggi, Director Regional Adjunto para las Américas OIT. La globalización y el desarrollo. • Jorge Enrique Taiana, Secretario de Relaciones Exteriores, Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto. Resultados esperados de la Cuarta Cumbre de las Américas. • Carlos Tomada, Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Los desafíos de una globalización justa para la Argentina. 3. MESA REDONDA: LA COORDINACIÓN DE POLÍTICAS LABORALES Y ECONÓMICA. IMPACTO SOBRE EL TRABAJO DECENTE Y MECANISMOS INSTITUCIONALES. • Mario Damill y Roberto Frenkel: Globalización financiera y mercado de trabajo en la Argentina. • Bill Gibson: Dos modelos para analizar el impacto de las políticas económicas. • Jan Kregel: Comentarios • Carlos H. Acuña: Los problemas de coordinación del Estado argentino como contexto (ineludible) de La coordinación de políticas laborales y económicas • Marta Novick: Coordinación de políticas laborales y económicas 4. EXPERIENCIAS INTERNACIONALES: • Paddy Teahon: El caso de Irlanda • Kil-Sang Yoo: Crisis financiera y medidas contra el desempleo: la experiencia de Corea • Jaakko Kiander: Crecimiento y empleo en los estados de bienestar nórdicos en la década de 1990: una historia de crisis y revival
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Virgilio Levaggi Director Regional Adjunto para las Américas. OIT
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1. ¿Por qué no tengo acceso a los beneficios de la globalización? ¿Por qué siento que no tengo oportunidades ni se me trata en un pie de igualdad con los demás? Son preguntas que se hacen muchas personas en el mundo. No es bueno que grandes mayorías no sientan que la globalización los beneficie. En cambio, que sean más quienes participen de sus beneficios y contribuyan a su generación es muy positivo para las personas, sus familias y sociedades así como para la “aldea global”. En la Organización Internacional del Trabajo escuchamos estas preguntas y nos preocupó que quienes las hacen –como lo demuestran diferentes encuestas de opinión- duden de la funcionalidad de la democracia, política y económica, y del actual ordenamiento internacional para responder a sus legítimas demandas por progresar. El que casi la mitad de la población mundial sobreviva con un ingreso promedio de dos dólares diarios, carezcan de los más mínimos servicios públicos de salud, vivienda o educación, y sin expectativas reales de que esta situación pueda revertirse en el corto o mediano plazo es una situación explosiva, cuyos efectos experimentan casi todos los países. Somos conscientes que la globalización no es causante de todos los males de la humanidad; sin embargo no ha contribuido a disminuirlos y muchos se han profundizado. Somos conscientes, también, que los 24 países en desarrollo que
-en los últimos 20 años-
se han integrado más rápidamente a la economía global han logrado acelerar su ritmo de crecimiento, incrementar sus niveles de ingreso y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. La globalización tiene virtudes (aplicación del avance científico en el combate contra las enfermedades, fomento de la cercanía entre los pueblos, aplicación de las nuevas tecnologías a la difusión de la educación, entre otras) y defectos (urbanización deficiente, desigualdad económica y exclusión social, entre otros): como toda obra humana tiene sus luces y sombras, que deben ser adecuadamente ponderadas. No contribuyen al adecuado diagnóstico de la globalización la “globalfobia” o la “globalfilia” en las que se han polarizado las posiciones respecto de este fenómeno. 2. En la OIT nos sorprendió la atención casi exclusiva que ciertos sectores le daban al aspecto económico-comercial de la globalización y el descuido que, en la institucionalidad internacional tiene la dimensión social. Ello debido a que la interacción entre lo económico
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y lo social es evidente para el adecuado progreso de las personas y sus comunidades. Por ello el Consejo de Administración de la OIT decidió crear la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización que –a diferencia de otras comisiones- estuvo dirigida por dos Jefes de Estado en ejercicio e integrada por distinguidas personalidades mundiales de diferentes orígenes. Estos Comisionados trabajaron con ahínco para sugerir cómo priorizar la dimensión social en la agenda de la globalización, dominada por un enfoque economicista. La mencionada Comisión Mundial entendió que la dimensión social de la globalización se refiere al impacto que este proceso tiene en la vida y en el trabajo de la gente, así como en sus familias y sociedades. Incluye el impacto de la globalización en el empleo, las condiciones de trabajo, los ingresos y la protección social. Más allá del mundo del trabajo esta dimensión abarca las cuestiones de seguridad, cultura e identidad, inclusión o exclusión social y la cohesión de las familias y comunidades. Hoy es cada vez más amplio el consenso de que, para lograr un mundo mejor, la humanidad se encuentra ante el desafío de construir una globalización justa que cree oportunidades para todos. Al respecto, el Informe de la Comisión Mundial presenta importante observaciones estratégicas y recomendaciones prácticas, viables y realistas. 3. Resulta importante destacar que en la Cumbre sobre Desarrollo Social de Copenhague se logró –sobre la base de principios universales- un consenso respecto de la importancia de la democracia, la reducción de la pobreza, la creación de pleno empleo y la cohesión social en un mundo globalizado. Nótese la coincidencia entre las prioridades destacadas hace 10 años y la propuesta argentina que se ha consolidado, con el apoyo de las democracias del Hemisferio, como el tema central de la próxima Cumbre de las Américas: “Generar trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”. 4. Desde 1999, la OIT viene perfeccionando -a partir de consultas internas con sus mandantes- una Agenda de Trabajo Decente que integra su acervo histórico respecto de los derechos laborales y la protección social con una propuesta moderna de generación de empleos y creación de empresas, en un entorno que aliente el diálogo social. Respecto de esta nueva Agenda de la OIT, tanto quienes critican como quienes tienen expectativas frente a la globalización, se sienten interesados. Un ejemplo simbólico: el Director General de la OIT ha sido invitado para hablar de dicha Agenda tanto por el Foro Social de Porto Alegre (donde se reúne el mundo de la contestación a la globalización) como por el Foro Económico de Davos (donde se reúne el mundo más favorable a la globalización). Ambos eventos le solicitaron hablar sobre el mismo tema. Para unos porque
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la Agenda del Trabajo Decente responde a una serie de problemas que les preocupan en la globalización mientras que para los otros porque esta Agenda incluye al mundo de las empresas y, por tanto, a partir de ella se pueden buscar convergencias. La creación de un consenso internacional para hacer del Trabajo Decente un objetivo global es una de las conclusiones fundamentales del Informe “Por una globalización justa”. En nuestra Región el apoyo a dicha opción no puede ser más amplio. Sólo entre setiembre de 2003 y mayo de 2004, han abordado la cuestión del Trabajo Decente la XIII Conferencia de Ministros del Trabajo de las Américas (Salvador de Bahía), la Cumbre Iberoamericana (Santa Cruz de la Sierra), la Cumbre Extraordinaria de las Américas (Nuevo León) y la Cumbre Unión Europea-Latinoamérica y el Caribe (Guadalajara). Las conclusiones de estas reuniones han indicado que el trabajo decente es un instrumento idóneo para promover el desarrollo y reducir la pobreza, así como para lograr una mayor inclusión social y también para consolidar la democracia. Asimismo, en el Consenso de Buenos Aires y el Acta de Copacabana, los Presidentes Lula y Kirchner han expresado su “convicción de que el Trabajo Decente, tal como es concebido por la OIT, es el instrumento más efectivo de promoción de las condiciones de vida de nuestros pueblos y de su participación en los frutos del progreso material y humano”. Palabras que nos comprometen y a las cuales hemos procurado responder, por ejemplo, contribuyendo sustantivamente con la Conferencia Regional de Empleo del MERCOSUR y con el Programa Nacional de Trabajo Decente que la República Argentina ha decidido adoptar para profundizar los cambios que alienta el gobierno del Presidente Kirchner. 5. Sabemos que el trabajo decente está en el centro de las preocupaciones de la gente y consideramos que es momento de ponerlo en el centro de las políticas para avanzar -con estabilidad macroeconómica- del crecimiento al desarrollo y, así, forjar una globalización justa de ciudadanos y sociedades libres. Para ello hay cuatro niveles en los que es necesario actuar: • Integración de las políticas económicas y sociales. • El ámbito local. Se ha hecho mucho por facilitar las finanzas, el comercio y las inversiones en el ámbito mundial y es muy poco lo que se ha hecho en cambio para reforzar las comunidades y los mercados locales. • Movilizar el tripartismo para que sea un actor global en la consecución de una globalización justa. Nadie mejor situado que gobiernos, empleadores y trabajadores para poder calibrar el efecto de la globalización en las empresas y lugares de trabajo.
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• Una mejor coordinación del sistema multilateral. 6. La promoción del Trabajo Decente exige una mayor integración de las políticas económicas y sociales pues los problemas del trabajo no sólo se resuelven en el mundo del trabajo. El Informe de la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la globalización ofrece un muy buen marco analítico y de propuestas para esta integración de políticas. La noción de trabajo decente tiene cuatro dimensiones principales: - Los derechos en el trabajo. - El trabajo y el empleo en sí mismos. - La seguridad.. - La representación y el diálogo. La promoción del trabajo decente gira en torno, al menos, a seis ejes: • El empleo como parte central de políticas económicas y sociales más integradas. • La dinamización de lo local como un factor de desarrollo y generación de empleo. • La aplicación de la normativa laboral, especialmente los convenios fundamentales del trabajo. • Un entorno macroeconómico y legal conducente a altas tasas de inversión y creación de empresas sobre todo micro, pequeñas y medianas. • Ampliación de la cobertura de los sistemas de protección social. • El diálogo social como instrumento de definición de políticas de solución de conflictos y fortalecimiento de la democracia. El concepto de Trabajo Decente permite distinguir el empleo de calidad de una simple ocupación. La OIT ha desarrollado el concepto de Trabajo Decente en un intento de capturar –en una unidad con sentido y coherencia- la convergencia de las distintas dimensiones que conforman un buen trabajo: empleo de calidad que respete a los derechos laborales fundamentales, con adecuados niveles de protección social y derecho a la representación y participación. Generar empleo sin considerar su calidad y los niveles de protección social a los que permite acceder no conduce al progreso. Promover los derechos en el trabajo sin preocuparse por que existan empleos para quienes lo necesitan es igual de infructífero. El diálogo social es crucial para asegurar que la gente pueda contribuir con la elaboración y ejecución de una estrategia de desarrollo, para cuyo seguimiento la democracia es el mejor sistema. 7. Es necesaria una alternativa a la globalización tal cual hoy se presenta para potenciar sus virtualidades y disminuir sus aspectos negativos. Los ejes de dicha alternativa serían la
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integración de políticas económicas y sociales (nuevo mecanismo para la formulación y ejecución de políticas públicas así como para las decisiones privadas en el campo productivo) y el diálogo social (instrumento idóneo para viabilizar dicho mecanismo). Entre otras cosas esta sinergia entre integración y diálogo reconciliaría a la política con la economía al poner, al centro de ambas, a la persona humana. América Latina busca participar en la globalización de una forma tal que sea genuinamente ventajosa para todos sus habitantes. Ello demanda humanizar la globalización y actuar desde los ámbitos locales y nacionales hasta aquellos internacionales. Estoy convencido que los latinoamericanos, por los valores que hemos forjado en nuestra historia y por la calidad de nuestras gentes, tenemos mucho que aportar en la construcción de una globalización justa. En dicha tarea estoy seguro que el Trabajo Decente será un instrumento funcional para la consecución de un objetivo noble y realista: la construcción de una globalización con oportunidades para todos. Quizás ha llegado la hora de dirigidos hacia un modelo de desarrollo amigable con el Trabajo Decente que permita mayor competitividad de las economías pero con inclusión social. En la humanización de la globalización, no obstante el rol central de empleadores y trabajadores, los gobiernos no pueden ser convidados de piedra.
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RESULTADOS ESPERADOS DE LA CUARTA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS
Jorge Enrique Taiana Secretario de Relaciones Exteriores. Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.
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La parte que me toca en esta cumbre, es la de ser el coordinador Nacional y las Preguntas son: ¿Qué esperamos de la Cumbre? ¿Qué requiere necesaria y mínimamente el proceso de cumbres?: El proceso de cumbres, éstas cumbres, las cumbres hemisféricas; esta va a ser la cuarta cumbre, es como los mosqueteros, es la Cuarta Cumbre pero es la sexta, porque es la Cuarta Cumbre ordinaria, pero hubo dos Cumbres Extraordinarias. La Primer Cumbre fue en el año 1994 ella fue convocada por el Ex Presidente de los EEUU, Bill Clinton en Miami y tuvo dos grandes ejes: uno el tema de la Democracia, era una Cumbre post caída del muro y post transiciones democráticas en América Latina, fue una especie de cumbre para reafirmar la importancia o la democratización del hemisferio y también para impulsar las políticas de auge de ese momento de apertura económica de desregulación y privatización y la perspectiva de un área de libre comercio como se señalo entonces desde Alaska hasta tierra del fuego o sea el ALCA. Esos fueron los ejes de la Primer Cumbre, la Segunda Cumbre que no fue segunda porque fue extraordinaria, fue Santa Cruz de la Sierra en el año 1996 y fue sobre desarrollo sustentable, una especie de recuperación de la Cumbre del año 1992 de Río de Janeiro, la universal o sea el tema ambiental. La Segunda Cumbre efectiva fue en Santiago de Chile en el año 1998 y tuvo como punto especial el acento en la Educación, destacar la importancia de la misma. En la Segunda Cumbre los Presidentes llaman a la negociación del ALCA y en la Tercera cumbre que es la de Quebec en el año 2001, hubo dos temas centrales que desarrollaron mucho los canadienses que es sumar el concepto de Seguridad Humana que es una especie de intersección entre los conceptos más tradicionales del índice de desarrollo humano y concepto de seguridad y el concepto de conectividad a la luz de todas las transformaciones en los temas de comunicación y de informática. Aquí se volvió a hablar del ALCA o la aspiración de los Presidentes al ALCA y 2001 fue la primera Cumbre en donde ya el movimiento de oposición a la Globalización, que tiene una presencia efectiva, es decir: los que fuimos a la Cumbre como delegados tenemos olor a gas. Porque se tiraban gases. Eso empezó en Seattle en el año 1999, en el año 2001 ya fue una Cumbre con un sector activo cuestionado. Después vino la Cumbre extraordinaria de Nueva León que fue en el año 2004 en enero del 2004, esa Cumbre fue sobre el desarrollo social y es interesante porque esta Cumbre ya marca un cierto viraje en la percepción política del hemisferio, ya habíamos tenido en el 2002 la Cumbre que es general no hemisférica en Monterrey, el Consenso de Monterrey sobre Financiamiento para el desarrollo.
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La Cumbre del 2004 esta un poco de vuelta de la política de los noventa, o empieza a tener una reflexión sino critica al menos más preocupada o al menos más moderada acerca de a donde nos han llevado los cambios que hemos emprendido; y esa fue una Cumbre extraordinaria que salió por impulso de Canadá y de México, en un momento donde se decide, aya por el año 2002/2003 en un momento donde la Argentina que es la que había quedado en el año 2001 en realizar la próxima Cumbre, estaba atravesando un periodo lo suficientemente turbulento o complicado, yo creo que había dudas de si se iba a hacer la Cumbre y es por eso un poco se hace esa Cumbre intermedia. Esa cumbre de todas maneras tiene un debate interesante: Lula que ya es Presidente de Brasil se opone a que se realice la cumbre si se va a hablar de temas comerciales, si se va a hablar del ALCA, la condición para que se haga la cumbre es que ahí no se habla del ALCA, que tiene, todo proceso comercial tiene un proceso distinto al margen, completamente separado del proceso de Cumbres. Hay una mención a que se espera que en enero del 2005 se encuentre en marcha el ALCA. Hago este relato para que tengamos conciencia de lo siguiente: en el proceso de Cumbre que nace fuertemente marcado por dos conceptos: Democracia y ALCA o posibilidades de acuerdo de libre comercio, diez u once años después nos encontramos que el ALCA que se iba a iniciar el primero de enero, no se inicio y de hecho esta completamente paralizada la negociación sobre el mismo y la Democracia que en 1994 se veía con mas optimismo, hoy es referida que tiene conceptos críticos en cuanto a su capacidad de realización para los ciudadanos para varios sectores de la población. Esto lo que quiere decir es: ¿Para que sea la Cumbre? Bueno, que sentido tiene la Cumbre. Yo diría que tiene dos valores elementales: Primero, me parece que tiene sentido de la diplomacia de los Jefes de Estado, que es una cosa que se ha multiplicado los últimos años y en distintos foros y creo yo que un foro hemisférico es importante en sí mismo, un foro de jefes de estado y de jefes de gobierno, mucho mas todavía porque en nuestra región, los treinta y cuatro países que participan de este foro que son los mismos que forman parte de la OEA, tienen regiones distintas: América Latina, El Caribe, América del Norte y tienen la particularidad de tener en su seno al país más poderoso es decir a EEUU. En una época, en donde justamente se señala que uno de los problemas del mundo multilateral es la tendencia a la unilateralidad por parte de los países más poderosos, ciertamente, generar un espacio en donde todos los jefes de estado se sienten y disputan temas de política común es una cosa que nosotros vemos positiva en sí misma. Segundo punto: Si la Cumbre no tiene ya esa parte tan fuerte que tuvo en sus comienzos de acuerdo comercial hemisférico, se sostiene en el diálogo y se sostiene en su puesto, en
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la convicción de que existen una serie de valores compartido en el hemisferio sobre los cuales los presidentes se pueden poner de acuerdo y sobre los cuales se pueden bajar o decidir agendas concretas específicas que ayuden a un mejor bienestar de los pueblos de la región. Este es el supuesto fuerte que l mantiene. Uno de ellos es la Democracia obviamente, la Democracia es un supuesto de la existencia de estas cumbres y creo que es un valor fundamental, al contrario, lo que han demostrado estos quince años es que los países y sus gobiernos y sus jefes de estado deben reflexionar mas, para, mejorar la calidad de la Democracia y la representatividad de nuestro sistema político; ese es el segundo punto importante. El tercer punto importante tiene que ver con el lema, ya lo señalo el Sr. Virgilio Levaggi, el lema es crear Trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática. Nosotros creemos que en ese lema resumimos de alguna manera la evolución de la visión o de la percepción que es la dirigencia, pero sobre todo en nuestras sociedades ha habido en el hemisferio de lo que nos ha pasado en estos ultimo años. Ese lema lo que busca es, uno: Poner en el centro del debate hemisférico, el Trabajo en principio y sobre todo el Trabajo Decente, o sea que queremos poner en el centro del debate eso ¿Porque? Porque eso no ha estado en el centro del debate, han estado en el centro del debate, como ya vimos, otros aspectos: Los acuerdos de liberación comercial, aspectos de educación, de tecnología de inversiones, pero no ha estado en el centro del debate la importancia del Trabajo. Nosotros creemos que el Trabajo es hoy primero una necesidad, sentida como una alta prioridad por parte de una buena parte de nuestras poblaciones del hemisferio, no solo de la Argentina. Dos: creemos que el Trabajo es obviamente es una herramienta central por su capacidad por su factor integrador de lo social para superar muchos de los males que tenemos, o sea que cuando decimos “crear Trabajo” para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática estamos diciendo varias cosas: uno, Reflexionamos críticamente sobre el crecimiento económico que hubo en muchos países en los noventa. Ojo, el crecimiento de por si no garantiza mayor integración social, hay casos de crecimiento con exclusión social, hay casos de crecimiento con destrucción de empleo, hay casos de crecimiento con desarrollo de marginalidad y dificultades de sustentabilidad. No hay que ir muy lejos para ver que eso pasó en algunos países del hemisferio; el nuestro es un ejemplo quizás de los más abiertos.
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Entonces primero eso, no es cualquier tipo de crecimiento, tiene que ser un crecimiento que contemple el Trabajo, hay que conciliar la generación del Trabajo por su rol integrador con las políticas económicas de crecimiento, para que haya desarrollo y para que sea sustentable. El segundo punto es que no se enfrenta la pobreza solo ni centralmente con políticas asistenciales que tiendan a responder en emergencia; Eso es una necesidad, eso hay que hacerlo eso es inevitable, pero eso no tiende en general a crear bases sustentables que eliminen las condiciones de exclusión y de marginalidad, al contrario, tenemos el riesgo de terminar teniendo sociedades divididas en dos sectores, uno incluido y otro excluido o un sector que trabaja y un sector que es asistido. Así que esas son algunas de las reflexiones que están detrás de la elección del lema, de la convicción de llevar adelante la Cumbre, y eso también enmarcado en una convicción firme y es que para nuestro país y para muchos países de nuestra región, no hay un futuro posible de factoría ligada a presentar como ventaja competitiva la mano de obra con salario de hambre. Eso no es una opción, nunca fue una opción real para Argentina, aunque varios pensaron que podía serlo, y ni siquiera es un factor real para otros países de la región con un desarrollo relativo inferior y con niveles salariales mas bajo como lo demuestra ahora la crisis de buena parte de los desarrollos de Maquila que están teniendo frente a la competencia de los países asiáticos, no hay destino basándose en eso. Nosotros queremos un destino de desarrollo que tenga en cuenta la inclusión que tenga en cuenta el consumo interno, que tenga un componente exportador importante pero basado en el valor agregado y no en el bajo salario de la retribución al Trabajo. Muchas de esas cosas están presentes en el documento e las dimensiones sociales d la Globalización, están presentes en varios documentos de organismos, incluso de organismos financieros, que empiezan a mirar críticamente a los años noventa y van a estar presentes en un par de acontecimientos importantes que se van a desarrollar antes de la Cumbre. Uno regional y central y que es la reunión de Ministros de Trabajo del hemisferio, de donde nosotros esperamos que a fines de septiembre en México lleguen insumos importantes y concretos en parte para la declaración, pero esos es una cosa mas política, pero sobre todo para el plan de acción es decir: en que cosas se pueden comprometer o poner el acento los Presidentes que le van a dar prioridad. También hay un acontecimiento global que es la reunión de ¿cómo la llaman ¿ “Milenio mas cinco “ o la Cumbre de Jefes de Estado que tendrá lugar en la primera quincena de
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septiembre en Nueva York y que va a ser un poco una revisión del estado actual de los objetivos del Milenio y de toda la Agenda Social. Yo creo que ahí estamos avanzando hacia la formulación o hacia la aceptación de una nueva visión y de un nuevo orden. El tema de Políticas Laborales vuelve a aparecer y que era un concepto que prácticamente había desaparecido del escenario internacional a un primer nivel. ¿Que esperamos? : Bueno esperamos en realidad que se concreten varias de estas cosas que estamos diciendo. Que efectivamente quede claro que sin nosotros pensamos que si el titulo del día siguiente es “ Los Presidentes debatieron sobre la importancia del Trabajo y la mejor forma de crear empleo en el hemisferio” Creo que ganamos, si logramos que la idea del Trabajo y del Trabajo Decente, es el Trabajo con ciertas calificaciones, es un tema central en el hemisferio, creo que es una cosa muy positiva. También tenemos expectativa, y uno dice: Para que sirven estas cumbres, no, si sirven porque si vemos las consecuencias de cierto político y de opinión de años pasados y la facilidad que tuvieron para impulsar cierta agenda. Bueno, bien podemos pensar que una visión distinta, un tipo de pensamiento dominante diferente o otra percepción de cuales son las prioridades y de donde están los principales problemas, deberán también ayudar a impulsar políticas que tengan el objetivo de modificar ciertas cosas. Por ultimo, ciertamente también esperamos tener un plan de acción con cosas concretas referidas a como podemos impulsar la generación
de Trabajo Decente en nuestro
hemisferio y sabemos que hay varias cosas, que por un lado hay que recuperar un espacio del tripartismo que estuvo también venid a menos, o sea, no es casual que en los años noventa, el tripartismo. El Diálogo Social, la misma OIT hayan perdido en el espacio internacional un cierto peso relativo, y que hoy eso se esté recuperando de cierta manera. Nosotros creemos que hay un espacio para eso, creemos que hay espacio para discutir modelos de desarrollo económico, creemos que hay espacio para ver la forma particular que la inserción en los mercados internacionales puede favorecer mas o menos ciertas características de las condiciones laborales de un país. Creemos que hay espacio para trabajar activamente en el hemisferio y darle prioridad a la capacitación profesional, a la formación profesional, donde hay efectivamente un enorme
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y rápido proceso de cambio y en donde hay un atraso bestial en poder acompañar eso. Creemos que también hay que pensar cual es el rol que siempre ha tenido obviamente la micro, pequeña y mediana empresa en el tema de generación de Trabajo, pero tenemos que pensar también que podemos hacer para ayudar a fortalecer esa generación de Trabajo y la calidad de ese Trabajo. Me parece a mi que hay muchos temas que pueden salir. ¿Qué aspiramos? Aspiramos a que se construya un consenso, es difícil. Porque obviamente
los distintos países tienen distintos experiencias y esas distintas
experiencias producen distintas visiones, las perspectivas de cómo se logran estos objetivos, pero creo que vamos bien en haber establecido el lema, o sea el centro del debate y creo que como en otras oportunidades lograremos un consenso que refleje un aspecto importante de los valores compartidos que hay en el hemisferio y que ese consenso sea un punto de partida para lo que aspiramos y estas son sociedades con mayor integración con mayor participación con menos marginación y con mas esperanza hacia el futuro.
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LOS DESAFÍOS DE UNA GLOBALIZACIÓN JUSTA PARA LA ARGENTINA
Carlos Tomada. Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social
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En realidad no vamos a hablar de eso, en realidad vamos a hablar, después de la exposición del Sr. Virgilio Levaggi, nuestro querido Director General Adjunto y de la exposición del Sr. Jorge Taiana donde realmente han abarcado el tema de la Dimensión Social y de la Globalización y del Proceso de Cumbres con este lema tan emblemático para nosotros. En realidad estoy gratamente sorprendido por las muy destacadas presencias que hay en esta reunión y francamente creo que hay un conjunto de Funcionarios, Representantes Sindicales, Empresarios y Académicos que no es muy frecuente que se reúnan y supongo esto tendrá que ver esencialmente con el tema de esta Conferencia Internacional y con la posibilidad de escuchar tres experiencias de otros países que son realmente importantes y que me obligan a referirme brevemente me a lo que es el tema de esta reunión. Digamos, que el tema que nos conoca hoy es en realidad “Una Mayor Coherencia Entre Las Políticas Económicas Y Laborales” . Yo quisiera hacer algunas breves reflexiones sobre este tema: Hoy yo venia para acá y estaba leyendo el tríptico y los antecedentes, y éste habla de un mayor grado de interdependencia, luego habla de una mayor interacción social y política, como temas que están insitos en el proceso de Globalización. Ahora, la verdad, es que se habla mucho de interacción, articulación, interdependencia, pero si nosotros lo observamos en términos de políticas económicas y sociales, en realidad lo que hemos vivido y de alguna manera estamos viviendo, es una brutal escisión en lo económico y en lo social, que remitió toda respuesta posible al terreno del derrame. Es decir, en realidad el esquema dominante en los últimos
yo diría, largos veinte,
veinticinco años ha sido de una progresiva ruptura entre la lógica económica que se basa en el mercado y en la competencia y por otro lado una lógica social digamos y por otro lado una lógica social, digamos, que no se ignora, no es que es despreciada, pero queda absolutamente subordinada a que no obstaculice el funcionamiento del mercado. Por eso nosotros hemos visto cuales han sido las políticas sociales dominantes, recordemos, y acá en Argentina hemos vivido esa experiencia. Las políticas sociales en realidad, como todo iba a devenir del normal funcionamiento del mercado y el consiguiente derrame, las políticas sociales lo único que tenían que hacer era ocuparse del stock digamos de gente no, pero bueno, o sea había que ocuparse de esta falla que se producía hasta que después realmente iba a funcionar este otro proceso, o sea que por un lado, en forma dominante la lógica económica, subordinadamente la lógica social. El derrame, resolviendo todo y finalmente entonces, el único derrame que tuvimos fue el de la pobreza y el de la exclusión. Entonces me parece que de lo que se trata, es de por lo
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menos de empezar a pensar debatir y también a actuar y cambiar esta lógica que condujo al fracaso y a la exclusión e ir en busca de una mayor interdependencia entre las políticas sociales y las políticas económicas y sobre eso queremos reflexionar. Lo social no puede seguir siendo y me refiero las políticas sociales, estoy simplificando, solamente un suplemento en función de los resultados económicos. Creo, que las políticas laborales y las políticas sociales y la importancia de atender en forma consistente estas demandas, son condición hoy por hoy de un modelo de crecimiento económico dentro del sistema democrático. Por eso decía el Sr. Jorge Enrique Taiana no hay nada mas claro que esta expresión, este lema que es como la nave insignia de esta Cumbre, porque es esto el vincular Trabajo con gobernabilidad democrática y con la erradicación de la pobreza y cuando la OIT nos propone observar otras experiencias, bienvenida sea la posibilidad de tener en casa y escuchando y aprendiendo como en otros países esta búsqueda de una mayor interdependencia, una mayor coherencia entre las políticas se alcanzo o se esta buscando. Creo que esta búsqueda de una mayor consistencia entra las políticas económicas y laborales se expresa por lo menos en tres planos, yo diría en un plano conceptual, en esta idea de: El empleo en el centro de las políticas, esto que es algo mas que una frase, está implícito en una serie de documentos internacionales, esta búsqueda de un vinculo mayor, una racionalidad mayor de las políticas económicas y laborales y sociales; es lo que ha llevado al Director General de la OIT el Sr. Juan Somavia a tener y a proponer en forma sistemática y creo que es una de las recomendaciones del informe, a un mayor vinculo entre las políticas emergentes del Fondo Monetario y del Banco Mundial con las propuestas y las ideas y el corpus de reflexión que surgen de este original órgano tripartito que es la OIT. Me parece que hoy que los tiempos, el actual proceso de Globalización solamente va a ser algo para todos y no para algunos en la medida en que avance en esta búsqueda de una coherencia distinta. También se expresa en un segundo término, en la política pública y me refiero en este caso en la política pública argentina, personalmente creo que una medida hoy por hoy en la Argentina, una medida económica, no es acertada “per se” o consistente mágicamente yo creo que hoy para caracterizar a una medida o líneas de política económica como acertada, solamente es posible si genera empleo, si va ordenada y dirigida a la generación de empleo. Por eso, algunas de las decisiones de política económica que ha adoptado la Argentina tienen que ver con esta idea de que el empleo esta en el centro de las decisiones, digo, la decisión de recuperar a la inversión publica, no ya como una mala palabra o gasto ineficiente, sino como elemento dinamizador de la economía y ala vez que aumenta la competitividad de la economía en todos los problemas de infraestructura que se nos están
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convirtiendo en un cuello de botella, genera empleo, encuentra así su mas cabal explicación. La idea de recuperar la noción de inversión publica, tiene que ver con el tema del empleo, la idea de fortalecer el mercado interno y el consumo tiene que ver con que esto tenga como elemento dinamizador la generación de empleo y la mejora del salario, es decir, abandonara la idea del salario no solo como costo, sino, como elemento de la dignidad del trabajador, pero también como elemento del crecimiento económico, he ahí la dinámica de mejora social. Entonces, cuando nosotros estamos hablando de este tipo de vínculos entre la política económica y la sociolaboral, de alguna manera estamos tratando de ponerla en acto a través de las políticas publicas del gobierno. Hay una tercera dimensión, que es la institucional: Acá pegamos un salto, parecería como de menor importancia y sin embrago debo confesarles que en el encuadre que acabo de hacer es lo que más me preocupa como hombre que hoy por hoy está a cargo de esta gestión. De qué se trata? : Se trata básicamente de romper una visión fragmentada del estado una idea de que como nuestros compatriotas digamos, tienen problemas y nosotros les ofrecemos distintas ventanillas; yo creo que esto no es así, yo creo que a los problemas de los ciudadanos, debemos ofrecer una visión y respuestas articuladas, porque esto también forma parte de darle coherencia y consistencia a las políticas económicas sociales y laborales . En ese sentido, algunos avances importantes creo que hemos logrado, uno de ellos en el plano internacional, la presencia del Sr. Jorge Taiana acá y el accionar conjunto con el Ministerio de Economía en orden a sostener estos valores no solo en el plano interno, sino también el la política internacional
y la política internacional laboral,
reflejan
esta
vocación. Pero también se expresan incipientemente en la existencia de un gabinete productivo donde confluye el ministerio de economía con sus distintas dependencias, la AFIP, aduana, la Secretaria de Industria, el Ministerio de Trabajo; en orden a definir los modos y los mecanismos de intervención que en el caso del Ministerio de Trabajo por ejemplo, dirigido al aumento de la empleabilidad y al fomento de la formación profesional de una política activa en materia de empleo, da a lugar que en ese gabinete productivo donde están todos los sectores comprometidos con la producción en la Argentina, se definan acuerdos sectoriales y acuerdos territoriales. Es decir, modos de intervención que por un lado privilegian cuales son los sectores que la
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Argentina ha decidido darles prioridad e impulsarlos
como locomotoras de este
crecimiento y al mismo tiempo definir en que territorios estos sectores son mas dinámicos. Del cruce de lo sectorial con lo territorial es el campo de actuación del ministerio de Trabajo por ejemplo en términos de formación profesional o en términos de darles prioridad a las oficinas públicas de empleo que están generando por todos lados un papel mucho mas activo de intermediacion laboral por parte del estado. Ahora: si esto lo hacemos exclusivamente desde la política económica desde el Ministerio de Económica o lo queremos inventar exclusivamente desde el Ministerio de Trabajo nos vamos a quedar otra vez con este caminar desacompasado que en definitiva genera deficiencia, bajo impacto y mantenimiento de las condiciones de exclusión en las que todavía estamos tratando de salir. Lo mismo con el Ministerio de Educación, mientras este se ocupa de la educación formal, hoy sabemos que es indispensable para la obtención de puestos de Trabajo o de empleo, bueno, nosotros trabajamos en cerrar la brecha que se ha producido en la formación profesional de nuestra mano de obra otrora orgullosamente calificada y hoy devastada por la desarticulación de la educación técnica, por el abandono de un proyecto industrial. Bueno, todo eso hay que recuperarlo, rápido, activamente; El estado tiene que tomar un fuerte compromiso, bueno, lo hacemos conjuntamente con el Ministerio de Trabajo y Educación. Otra vez la idea de la articulación y de la necesidad de buscar consistencia entre todas las políticas. Es cierto que todo esto es un proceso en gestación, no pretendo nada mas que relatar, como, desde lo conceptual, también en esto hay que dar testimonio en la gestión cotidiana, estoy seguro que poder avanzar en esta forma de poder encarar los problemas de nuestro país requiere, obviamente de tiempo y de convicción para que sean sustentables. En definitiva yo creo que esta idea que esta implícita en este seminario, en esta Conferencia Internacional, para nosotros es muy importante. Creo que los argentinos hemos aprendido muy duramente la necesidad de una mayor coherencia entre las politices económicas y laborales y creo que hoy podemos decir que no puede aceptarse de ninguna manera un modo de producción sustentable sin instituciones e instrumentos sociopoliticos que aseguren la igualdad de oportunidades, yo creo que esto esta para nosotros fuera de discusión y en eso tenemos todo nuestro compromiso, antes y ahora.
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La globalización y el desarrollo nacional
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GLOBALIZACIÓN FINANCIERA Y MERCADO DE TRABAJO EN LA ARGENTINA.
Mario Damill y Roberto Frenkel1
1 Investigadores del Centro de Estudios de Estado y Sociedad –CEDES.
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Introducción La economía argentina ha mostrado desde hace varias décadas un desempeño muy insatisfactorio en materia de generación de puestos de trabajo, tanto en cantidad cuanto en calidad, y también una tendencia de largo plazo a la declinación de los salarios reales medios y al empeoramiento de la distribución del ingreso. Nuestro argumento más general es que esos rasgos del mercado de trabajo y la distribución se vinculan estrechamente con la evolución macroeconómica. Desde mediados de los años setenta, en particular, con la excepción de algunos períodos relativamente breves, las condiciones laborales han sido afectadas negativamente por un conjunto de factores macroeconómicos: la inestabilidad del producto, su bajo crecimiento tendencial, la elevada inflación, las frecuentes oscilaciones de precios relativos asociadas a sucesivos intentos de estabilización y a sus fracasos y un prolongado período de apreciación cambiaria. Merecen mención especial los efectos desfavorables sobre el empleo que tuvieron las experiencias de apertura comercial con apreciación cambiaria de fines de los años setenta y de la década pasada, así como las crisis que atravesó la economía nacional. Las características de la evolución macroeconómica del país en este período resultaron de la confluencia de políticas de estabilización, procesos de reforma e importantes cambios en el contexto internacional. Las reformas y las políticas macroeconómicas adoptadas definieron la forma particular en que la economía nacional fue articulándose con el nuevo marco financiero externo, durante la fase que se conoce como de “segunda globalización financiera”. En suma, las mencionadas tendencias del empleo y la distribución están asociadas con la trayectoria de integración internacional en el período reciente de globalización financiera. En la historia macroeconómica del período pueden distinguirse, a grandes rasgos, cuatro fases principales. Una primera etapa, de desregulación y apertura comercial y financiera, se extendió entre 1977 y 1982. Acabó en una crisis cambiaria, financiera y de deuda y fue seguida por un lapso de cierre de los mercados externos de fondos, o de racionamiento del crédito internacional, de 1982 a 1990. Sobrevendría luego una nueva fase de desregulación y apertura comercial y financiera, que se corresponde con la vigencia del régimen de convertibilidad (1991-2001). También esta fase acabó en crisis y default. A esta última crisis le sigue el período actual de recuperación económica. Las dos experiencias de apertura comercial y financiera desembocaron en graves crisis bancarias, cambiarias y de deuda, mientras que la etapa intermedia, de racionamiento del crédito, concluyó en los episodios de hiperinflación de 1989 y 1990. En este trabajo nos concentraremos en el análisis de lo sucedido desde comienzos de los años noventa, prestando especial atención a los procesos asociados a la dinámica macroeconómica bajo el régimen de convertibilidad y a sus efectos sobre el mercado de trabajo. Examinaremos también las principales características de la fase actual, posterior a
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la crisis de 2001-2002. Sin embargo, algunos rasgos estilizados importantes del comportamiento macroeconómico de los años noventa se asemejan a lo observado en la anterior experiencia de apertura, a fines de los años setenta. Ambas fases pueden interpretarse a partir de un modelo común, cuya descripción es útil para caracterizar de un modo más general la forma en que la economía argentina se articuló con los mercados financieros internacionales en este largo período. Abordamos ese tema en el capítulo que sigue a esta introducción. Allí comenzamos por describir de manera sucinta la dinámica macroeconómica común a esos procesos de apertura, haciendo también referencia a experiencias comparables de otras economías, en especial de América Latina, que pueden interpretarse a la luz del mismo modelo. Luego se presentan los hechos estilizados propios de la macroeconomía argentina en los años noventa, incluyendo la crisis final del plan de convertibilidad y también la descripción de los rasgos principales de la recuperación económica posterior a la crisis. El tercer capítulo contiene el análisis de evidencia cuantitativa acerca de los impactos de la evolución macroeconómica sobre el empleo, el desempleo, las remuneraciones y la distribución del ingreso, con acento en el período 1991-2002. En la primera parte del capítulo discutimos con algún detalle los efectos esperables de la combinación de un tipo de cambio apreciado y la apertura comercial. Luego, en la segunda sección, se describe la evolución del empleo agregado, del subempleo y del desempleo en los noventa. La tercera sección se enfoca sobre las mismas variables en la fase reciente de recuperación. La sección cuarta presenta un modelo cuantitativo para estimar el impacto agregado de la evolución de la actividad económica y los precios relativos sobre el empleo. El análisis comprende el período de convertibilidad y la fase de recuperación. La sección quinta describe la composición de la contracción del empleo en los noventa, mostrando que ésta se originó principalmente en los sectores comerciables. Las secciones seis y siete estudian la evolución de los ingresos. Se estiman curvas de salarios en función de las tasas de desempleo en el período de convertibilidad y en la fase de recuperación. Finalmente, la sección octava analiza la evolución de la distribución del ingreso.
2. La macroeconomía en la fase de globalización financiera 2.1 Globalización, movimientos de capitales y ciclos Durante el último tercio del siglo XX se desarrolló en el mundo el proceso conocido como segunda globalización financiera. Este adquirió particular intensidad en los años setenta, luego de que el reciclaje de los petrodólares alimentara los mercados financieros internacionales con una ingente masa de recursos prestables. Se intensificó nuevamente en los años noventa, cuando los flujos de fondos desde las economías desarrolladas hacia los mercados emergentes adquirieron un renovado impulso. A pesar de las posibilidades abiertas por el acceso considerablemente mayor al crédito internacional de fuentes privadas propio de este período, esta etapa fue, para la Argentina, la de desempeño económico más pobre desde que el país iniciara, más de un siglo antes,
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su integración al mundo como productor de bienes agropecuarios e importador de manufacturas y de capitales. Para resumirlo en un solo dato, en 2001, por ejemplo, el producto por habitante era apenas igual al de 1975, medido a precios constantes, aunque su distribución resultaba considerablemente más desigual que en aquel entonces. Para indagar en las razones de tan pobre desempeño, cabe comenzar por destacar que la Argentina ingresó a la segunda globalización financiera siendo un país con inflación alta y crónica. Este punto es muy importante porque en los momentos en que el país resolvió abrir su economía a los flujos de capitales, acoplándose así al proceso global, se encontraba sumido en la inestabilidad, y el problema macroeconómico más acuciante era la estabilización de precios. En particular las dos experiencias de apertura económica, la de fines de los setenta y la de los noventa, se iniciaron en contextos de inflación muy elevada y en forma simultánea con el lanzamiento de ambiciosos programas antiinflacionarios. También en ambos casos la pieza central de la política de estabilización fue la fijación del tipo de cambio nominal, utilizado como ancla del sistema de precios. Nos referimos en primer lugar al programa de “la tablita” de devaluaciones prefijadas implementado desde fines de 1978 (que estuvo vigente hasta comienzos de 1981), y también al que, más de doce años más tarde, se articularía en torno a la libre convertibilidad del peso con el dólar a una paridad de 1 a 1. Se ha acumulado una considerable experiencia, no sólo en la Argentina sino en varios otros países, acerca de los efectos de programas de ese tipo, de apertura comercial y financiera en contextos de tipo de cambio nominal y fijo y tipo de cambio real apreciado. Estos tienden a generar una dinámica de ciclo, a lo largo del cuál la fragilidad externa se acentúa, llevando a la economía a trampas financieras bajo crecimiento y alta vulnerabilidad y creando condiciones para la eventual emergencia de una crisis. El punto puede examinarse a partir de la observación de las crisis más importantes que tuvieron lugar en la región. En la nueva etapa de la evolución financiera internacional, varios países latinoamericanos y de otras regiones han experimentado crisis externas y financieras con dramáticos efectos reales. Estos episodios involucran generalmente altos costos económicos y sociales y retrocesos en el crecimiento. Las crisis de México (1994-95), Argentina (1995), Brasil (1998-99) y nuevamente Argentina (2001-02), estallaron en los países que habían recibido los mayores flujos de capital en las fases de auge previas. Estos países son, a su vez, las economías de mayor tamaño de América Latina y los mayores “mercados emergentes” constituidos en la región. Un examen somero de esos casos basta para identificar ciertos rasgos comunes de los contextos institucionales y de política económica en que se presentaron las crisis: 1) el tipo de cambio nominal era fijo o cuasi-fijo; 2) el tipo de cambio real estaba apreciado; 3) no existían prácticamente barreras al libre movimiento de capitales; 4) los ingresos de capitales del período de auge previo fueron de gran magnitud en comparación con el tamaño de los
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mercados nacionales de dinero y capitales preexistentes; 5) la regulación de los sistemas financieros nacionales en la etapa de auge fue débil y permisiva2. Las experiencias mencionadas muestran, en todos los casos, además de esas características, una dinámica macroeconómica de ciclo, con una fase inicial expansiva, seguida de un período de estancamiento o recesión, una creciente fragilidad financiera y externa y, finalmente, la crisis financiera y cambiaria. Como veremos enseguida, la Argentina experimentó el ciclo dos veces en la década pasada, porque el régimen de convertibilidad sobrevivió a la crisis del efecto Tequila en 1995. Después de 1995 el país atravesó otra fase expansiva respaldada por un nuevo incremento en el ingreso de capitales que se extendió hasta la crisis asiática. El punto de inflexión de este segundo ciclo se alcanzó en 19983. Las distintas experiencias nacionales que acabamos de referir conjugaron la aplicación de reformas tales como la apertura comercial y la apertura y liberalización de la cuenta de capital – junto con privatizaciones, reformas fiscales y medidas desregulatorias en otros mercados – con políticas macroeconómicas antiinflacionarias en las que el tipo de cambio fijo o cuasi-fijo jugaba un papel crucial. México puso en práctica un programa de este tipo en 1988, Argentina en 1991 y Brasil en 1994. Detengámonos en la descripción estilizada del ciclo. El punto de partida del mismo es la conjunción de los programas locales con un momento de auge de los flujos de capital hacia los mercados emergentes. Es precisamente la abundancia de financiamiento internacional a bajo precio lo que hace viable ex–ante estos paquetes de políticas. El lanzamiento de los programas es seguido de masivos ingresos de capital y una primera fase de acumulación de reservas y elevadas tasas de crecimiento de la moneda y el crédito. Hay una fuerte expansión de la demanda interna y burbujas de aumentos de precios de activos reales y financieros, tales como tierra, inmuebles y acciones. Los efectos sobre los precios de los activos y los efectos sobre las cantidades de moneda y crédito son muy importantes porque los ingresos de capitales son grandes en relación con el tamaño de los mercados locales. Los sistemas financieros y los mercados de capital internos son relativamente pequeños y poco diversificados. Hay un menú de activos pobre y un grado de bancarización reducido. El sistema financiero local administraba antes pocos recursos y no está preparado para asignar eficientemente una masa de crédito que se multiplica. Por la misma razón, es reducida la capacidad de supervisión de las autoridades en un sistema que se expande rápidamente, tanto en volumen como en número de intermediarios. Con un tipo de cambio nominal fijo o cuasi-fijo que goza inicialmente de gran credibilidad, la inversión en activos locales tiene alta rentabilidad en dólares. Hay fuertes incentivos a la adopción de posiciones en activos locales financiadas con endeudamiento en moneda internacional. 2 La regulación del sistema financiero se reformó y fortaleció en Argentina después de la crisis de 1995. De modo que fue más robusta en la fase de auge de ingresos de capitales de 1996-97. Sin embargo, en Argentina existía un riesgo cambiario sistémico por la dolarización parcial del sistema financiero interno. Mientras los bancos tenían calzados sus activos y pasivos locales en dólares y no aparentaban enfrentar riesgo cambiario individualmente, buena parte del crédito en dólares era adeudado por agentes con ingresos en pesos provenientes de actividades no comerciables. 3 Un examen más detallado de la experiencia argentina de los años noventa puede encontrarse en Damill, Frenkel y Maurizio (2002 y 2003), en Damill y Frenkel (2003b), y en Damill, Frenkel y Rapetti.
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El tipo de cambio real estaba inicialmente apreciado o tiende a apreciarse en la fase expansiva porque la inflación resulta mayor que la suma de las tasas de devaluación prefijadas (cero en los casos de tipo de cambio fijo) más la inflación internacional. La presión de la rápida expansión de la demanda sobre los sectores no comerciables contribuye a la apreciación. Como consecuencia de la apreciación cambiaria, la apertura comercial y la expansión de la demanda interna, las importaciones aumentan con rapidez y se amplía el déficit comercial. Asimismo, el déficit de cuenta corriente tiende a aumentar, más lentamente al principio y más rápidamente luego, a medida que se va acumulando deuda externa y aumenta el stock de capital extranjero invertido en la economía. Los precios relativos sesgan la inversión real hacia los sectores no comerciables. En consecuencia, en el balance en cuenta corriente, las crecientes rentas en moneda internacional de la inversión extranjera directa no tienen contrapartida en un aumento paralelo de las exportaciones. La evolución de las cuentas externas y de las reservas de divisas define un aspecto del ciclo. Hay un contínuo aumento del déficit en cuenta corriente, mientras que los flujos de capital pueden sufrir cambios abruptos. En cierto momento el déficit de cuenta corriente es mayor que los ingresos de capital. Las reservas alcanzan entonces un máximo y luego se contraen, induciendo la contracción del dinero y el crédito. Sin embargo, el ciclo no está determinado exclusivamente por este elemento mecánico: la magnitud de los flujos de capital no es un dato exógeno. Las decisiones de portafolio de los agentes locales y externos con relación a la proporción de activos locales - la porción de la cartera del agente expuesta al riesgo del país o al riesgo cambiario - son afectadas por la evolución del balance de pagos y las finanzas. La tasa de interés interna refleja los aspectos financieros del ciclo. Tiende a reducirse en la primera fase y aumenta en la segunda. Como la política cambiaria goza inicialmente de gran credibilidad, el arbitraje entre activos financieros y créditos locales y externos induce la reducción de la tasa en la primera fase. Tasas de interés bajas contribuyen a la expansión real y financiera. En este contexto se incrementa significativamente la fragilidad financiera (en el sentido de Minsky (1975)). En la segunda fase aumenta la tasa de interés y emergen episodios de iliquidez e insolvencia, primero como casos aislados y luego como crisis sistémica. ¿Cómo se explica el aumento de las tasas nominales y reales de interés? Como el mercado financiero está abierto en ambas direcciones hay arbitraje entre activos locales y externos, como se mencionó. La tasa de interés en moneda local puede expresarse como la suma de la tasa internacional en dólares que confronta el país más la tasa de devaluación pautada por la regla cambiaria (cero en los casos de tipo de cambio fijo), más un residuo que refleja el riesgo cambiario y el riesgo financiero local. A su vez, la tasa internacional que confronta el país puede descomponerse en dos términos: la tasa de interés que paga el gobierno de Estados Unidos – esta es la tasa base del mercado financiero internacional - más un residuo que compensa
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el riesgo de la deuda local emitida en dólares. Salvo para algunos instrumentos de deuda excepcionales, el piso de esta compensación es la prima que pagan los bonos de deuda en dólares del gobierno nacional, la llamada prima de riesgo país. La suma de la prima de riesgo cambiario más la prima de riesgo país - el precio agregado del riesgo de devaluación y el riesgo de default - es la principal variable de cuyo aumento resulta la tendencia creciente de la tasa de interés local. El persistente aumento del déficit en cuenta corriente – y a partir de cierto punto la tendencia contractiva de las reservas de divisas– reduce la credibilidad de la regla cambiaria, por un lado, mientras que, por otro lado, se incrementa la probabilidad de que la deuda emitida no sea honrada en tiempo y forma. El sostenimiento de la regla cambiaria y el servicio regular de las obligaciones externas requieren crecientes ingresos de capital. Por lo tanto, los precios de los riesgos tienden a aumentar. Altas primas de riesgo y, consecuentemente, altas tasas de interés, son necesarias para equilibrar los portafolios y atraer capital del exterior. La actividad económica se contrae y episodios de iliquidez e insolvencia contribuyen adicionalmente a reducir la credibilidad de la regla cambiaria. Esta dinámica probó ser explosiva en los casos que hemos mencionado más arriba. Al final del proceso no hay tasas de interés suficientemente altas como para sostener la demanda de activos financieros locales. Hay corridas contra las reservas del banco central, que conducen finalmente al colapso de régimen cambiario. En los casos de los años noventa, el mercado se cierra generalmente para nuevas colocaciones cuando la prima de riesgo país alcanza cierto nivel.
2.2 La dinámica macroeconómica en la Argentina de los años noventa El esquema de estabilización con ancla cambiaria y apertura comercial y financiera adoptado por la Argentina en los años noventa, bajo el plan de convertibilidad, generó una dinámica cíclica semejante a la descripta en la sección precedente. Sin embargo, el ciclo de apertura-expansión seguido de aumento de la fragilidad financiera externa, contracción y crisis que se describiera más arriba fue experimentado dos veces en la década. Primero entre 1990 y 1995 (año en que la economía fue frenada por el derrame de la crisis de México), y luego entre 1995 y 2001, como puede verse en el gráfico del PIB que se incluye a continuación. El primero de esos ciclos no desembocó en crisis cambiaria, aunque sí en recesión y crisis financiera.
Gráfico 1. Producto Interno Bruto a precios constantes de 1993 (datos trimestrales desestacionalizados, 1990:1 - 2005: 1)
Millones de pesos de 1993
300000 280000 260000 240000 220000 defaul y devaluación ===>
200000 180000 160000 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004
Fuente: elaboración propia en base a cifras del Ministerio de Economía.
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Ya hemos mencionado los cambios positivos experimentados en el contexto financiero internacional, que tuvieron un fuerte impacto en el plano interno al inicio del período. Las tasas internacionales de interés cayeron abruptamente a partir de 1989, al tiempo que se recuperaba el acceso al financiamiento externo. En 1991 los ingresos de capitales comenzaron a adquirir importancia. Además de los factores de expulsión, que explicaron buena parte de los flujos de capitales hacia los mercados emergentes (especialmente la caída de las tasas de interés en el mundo desarrollado), también fueron relevantes los factores internos, llamados “de atracción”: en el caso argentino cabe destacar el proceso de privatizaciones, iniciado en 1990, la liberalización financiera y el lanzamiento del programa de estabilización. Así, en los primeros años de la década, los ingresos netos de fondos superaron al déficit en cuenta corriente, permitiendo una sustancial y rápida acumulación de reservas internacionales, cuyo acervo inicial era muy pequeño. Tal como en el ciclo estilizado descrito más arriba, la acumulación de reservas alimentó el incremento de la cantidad de dinero y de crédito. Esto, combinado con la declinación de las tasas de interés (externas e internas), llevó a una rápida expansión de la demanda agregada y el producto. Este, a su vez, afectó al balance de pagos, puesto que la suba del PIB estimula las importaciones, contribuyendo al déficit en la cuenta corriente. La apertura comercial y la apreciación cambiaria actuaron en el mismo sentido. El crecimiento liderado por los ingresos de capitales continuó hasta 1994. En ese año se produjo una suba de las tasas de interés internacionales (a partir de la decisión de la Reserva Federal de elevar sus tasas de descuento, desde febrero). Esto comenzó a gravitar negativamente sobre los ingresos de fondos y, debido al creciente déficit de la cuenta corriente, las reservas de divisas dejaron de crecer. Cabe resaltar que en esta primera etapa, el programa de estabilización mostró una gran efectividad antiinflacionaria. La desaceleración de los precios posterior a su lanzamiento fue inmediata. En el caso de los bienes transables, de los cuáles da cuenta de manera aproximada el índice de precios mayoristas, la fijación del cambio tuvo un impacto notable. La inflación mayorista bajó inmediatamente a cifras del orden del 1% mensual, y en declinación. Este índice acumularía una variación de 12,5% desde el inicio del plan hasta diciembre de 1994, lo que equivale a poco más de 3% en términos anualizados, en línea con la inflación internacional, medida por ejemplo por el índice de precios al consumidor de los EE.UU. El índice de precios al consumidor argentino, en cambio, se incrementó en 58,5% en el mismo lapso. Si bien también en este caso la caída del ritmo inflacionario fue abrupta, la inflación residual que se acumuló en los primeros tres años no fue despreciable. Esto se explica por el mayor peso que tienen los bienes y servicios no comercializables en el cálculo del IPC, y expresa, en consecuencia, el cambio de precios relativos ocurrido en el período. La divergencia entre estos dos índices de precios desaparece hacia fines de 1994. Desde ese momento y hasta la crisis final del régimen macroeconómico, en diciembre de 2001, las
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tasas de inflación tendieron a ubicarse siempre muy próximas a cero, y con predominio de leves variaciones negativas. El gráfico 2 y el cuadro 1 presentan la información relativa a la evolución del tipo de cambio real. Es importante destacar que esta variable, que había alcanzado niveles extraordinariamente altos durante los episodios de corrida cambiaria que detonaron las crisis hiperinflacionarias de 1989 y 90, declinó verticalmente a lo largo de este último año. Como consecuencia, y tal como se observa en el cuadro 1, la paridad real se ubicaba ya, en el lapso inmediatamente anterior al lanzamiento del programa de estabilización, casi 50% por debajo de su nivel medio del período 1986-90. Comparada con esa declinación, la que se observa a partir del primer trimestre de 1991 puede considerarse de orden secundario. Luego sigue una larga fase de estabilidad, donde las variaciones de la paridad real son muy pequeñas, hasta la quiebra del régimen monetario en diciembre de 2001.
Gráfico 2. Tipo de cambio real (tipo de cambio nominal multiplicado por el IPC de los EE.UU sobre el IPC local; segundo semestre de 1986=1) 2.5
2.0
1.5
1.0
0.5
0.0 86
88
90
92
94
96
98
00
02
Fuente: elaboración propia en base a cifras del INDEC y del Banco Central. Cuadro 1 Tipo de cambio real promedio de diferentes períodos (segundo semestre de 1986=1)
Fuente: elaboración propia en base a cifras del INDEC y del Banco Central.
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El gráfico 3 y el cuadro 2 presentan los datos relativos a los salarios en dólares y a los salarios reales medios (en el sector manufacturero). Nuevamente se destaca, en el caso del salario en dólares, el drástico cambio de inicio de período. La suba de las remuneraciones medidas en esa moneda supera el 50%, cuando se compara el nivel registrado en el período anterior al lanzamiento del plan con la media de 1986-90. Aquí también las variaciones posteriores pueden considerarse de segundo orden. El salario real en las manufacturas, en cambio, tiene un comportamiento muy diferente, que refleja también el proceso de apreciación cambiaria. Puesto que los precios de los bienes y servicios no transables subieron considerablemente medidos en dólares, y estos bienes y servicios tienen un peso elevado en el IPC, el salario deflactado por este índice apenas ascendió levemente al inicio del programa, tras haber sufrido una caída en los meses anteriores.
Gráfico 3. Salario real medio en las manufacturas y salario medio en dólores de poder adquisitivo constante (segundo semestre de 1986=1)
1.6 1.4 1.2 1.0 0.8 0.6 0.4 0.2 86
88
90
92
Salario real
94
96
98
00
Salario en dólares constantes
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC. Cuadro 2 Salarios medios en la manufactura en diferentes períodos (segundo semestre de 1986=100)
1986-1988
1986-1990
Salario real (*)
90,8
82,9
68,8
68,4
64,8
Salario en dólares (**)
80,6
73,9
112,3
133,4
125,8
Período
1990:4-1991:1
1991:2-1994:4
1995-2001
(*) Salario medio deflactado por el IPC. (**) Salario medio en dólares de poder adquisitivo constante (deflactado por el IPC de los Estados Unidos). Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC.
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Luego de una suba moderada en los primeros años de la convertibilidad, el salario real medio en la industria manufacturera presentó una leve tendencia contractiva a lo largo de la segunda mitad de la década. Cabe mencionar que, más allá de la evolución del salario real, el poder adquisitivo del salario fue beneficiado, en la etapa inicial del programa, por la fuerte reducción del "impuesto inflacionario" en relación con la fase previa de alta inflación. Además de la recuperación del acceso al crédito externo, el aumento del poder adquisitivo fue uno de los factores que alimentaron la recuperación de la demanda agregada. Como ya se indicó, a lo largo de la fase expansiva extendida entre 1990 y 1994 la vulnerabilidad de la economía a shocks externos desfavorables se incrementó. El déficit en cuenta corriente tendió a aumentar al tiempo que crecía en endeudamiento externo. Así, la dependencia en relación con los ingresos de fondos del exterior se acentuó. En otras palabras, el esquema macroeconómico se tornó más vulnerable a cambios que pudieran afectar más o menos abruptamente la disponibilidad de financiamiento. Esta fuente de vulnerabilidad se hizo más notoria, en el caso argentino, debido a que el régimen involucraba una completa liberalización de los flujos de capitales. En efecto, el régimen vigente excluía el uso de instrumentos para regular su magnitud o influenciar su composición, en contraste, por ejemplo, con la experiencia simultánea de Chile o de Colombia. Estos rasgos de la situación macroeconómica de la Argentina se asemejaban por entonces a los que presentaba México, que también venía experimentando un proceso de estabilización de precios basado en la utilización del tipo de cambio como ancla nominal y, por ende, enfrentaba igualmente una considerable apreciación de su moneda. Reflejando ese fenómeno, en 1994 la prima de riesgo país se incrementó en ambos países más acentuadamente que en otras economías de la región, como las de Chile o Brasil. La suba de las tasas de interés y la mecánica del régimen de convertibilidad podrían haber llevado, per se, a una fase contractiva. Pero a fines de 1994 México sufrió una corrida contra el peso que concluyó en una fuerte depreciación. El contagio afectó inmediatamente a la Argentina. Por lo tanto, en lugar de experimentar un ajuste endógeno según el mecanismo típico de la convertibilidad, el shock externo llevó a una masiva y rápida salida de fondos a comienzos de 1995, con una paralela suba, muy acentuada, de las tasas de interés internas. El stock de reservas se redujo abruptamente y, con ello, se contrajo la liquidez. La demanda agregada mostró un comportamiento similar. En esta fase, la tasa de desempleo (que ya había iniciado, en realidad, una tendencia ascendente dos años antes, cuando todavía la economía se expandía a un ritmo muy intenso) experimentó un sustancial incremento, ubicándose siempre, desde allí en adelante, en niveles históricamente muy elevados. Con todo, la recesión de mitad de la década fue muy breve. Un fuerte paquete de
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apoyo financiero externo e interno, estructurado con la coordinación del FMI, permitió cambiar rápidamente el estado negativo de las expectativas. Además, por distintos mecanismos, y a pesar de las limitaciones establecidas por la regla de convertibilidad, el gobierno desplegó un intenso activismo monetario dirigido a sostener a los bancos y detener así la profundización de la crisis financiera. Debido a los efectos favorables del apoyo financiero externo fue posible preservar el régimen monetario. Ya hacia el cierre de 1995 una nueva expansión estaba iniciándose. El mecanismo monetario por detrás de esta recuperación fue el mismo que se había experimentado en los tempranos noventa. Se reabrió el acceso a los fondos del exterior; los ingresos de capitales comenzaron a superar al déficit de la cuenta corriente (que se había reducido como consecuencia de la recesión), las reservas de divisas repuntaron otra vez, al igual que las cantidades de dinero y crédito. Los elementos de la dinámica cíclica estaban nuevamente en movimiento. Esta nueva fase expansiva mostraría rasgos estilizados semejantes a los de la primera, pero resultaría más corta. La prima de riesgo subió a mediados de 1997, luego de la devaluación tailandesa, y el crecimiento se desaceleró. La crisis rusa de 1998, que también tuvo un muy fuerte impacto en Brasil, llevó la expansión a su fin. Los ingresos de fondos declinaron desde ese momento y la acumulación de reservas se desaceleró, para tornarse negativa algo más adelante. Como consecuencia, a mediados de 1998 se inició una fase de contracción del PIB, que concluiría con el colapso de 2001-2002, en el que, entre otros numerosos acontecimientos, se experimentó la violenta depreciación del peso ya mencionada, y el default de buena parte de los compromisos financieros externos e internos del gobierno. El guión argumental de la historia macroeconómica de los tardíos años noventa es bastante simple. Para comenzar, el giro desfavorable del escenario financiero externo experimentado en 1997-98, luego de las crisis del Sudeste de Asia y de Rusia, encontró a la Argentina con un déficit en cuenta corriente elevado y creciente, una moneda apreciada y una perceptible carencia de instrumentos de política para hacer frente a ese conjunto de problemas, dada la rigidez del esquema macroeconómico adoptado. No sorprende que, en esas condiciones, la prima de riesgo país haya dado un salto permanente hacia arriba y que el acceso a fondos del exterior se haya tornado más y más problemático. La subsiguiente suba en la carga de intereses de la deuda tuvo un impacto negativo sobre todos los deudores, incluyendo naturalmente al sector público Ante la carencia de otros instrumentos, el gobierno respondió a esa situación mediante políticas fiscales restrictivas. La historia oficial en relación con esta forma de activismo solía rezar así: la disciplina fiscal restaurará la confianza en la capacidad de pagos del sector público, de manera que la prima de riesgo sobre la deuda soberana caerá, llevando a una declinación de las tasas de interés internas. Por lo tanto, la demanda interna de bienes y
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servicios se recuperará, arrastrando a la economía fuera del pozo recesivo. Menores tasas de interés y un mayor nivel del producto contribuirán, a su vez, a equilibrar las cuentas públicas, lo que también alimentará, nuevamente, la confianza, cerrando así un círculo virtuoso. La historia macroeconómica de los tardíos años noventa es la historia del fracaso de esa visión. A pesar del perceptible ajuste del resultado primario del sector público que se produjo en estos años, el canal de crédito no pudo reabrirse. Más aún, las subas de impuestos y los recortes del gasto público reforzaron las tendencias recesivas, contribuyendo con ello a consolidar las expectativas negativas que impedían la tan esperada declinación de la prima de riesgo país. En conclusión, la política fiscal fue, por sí sola, impotente para compensar los fuertes desequilibrios macroeconómicos que tenían raíces en otro lugar, más precisamente, en el sector externo. Bajo esta orientación de política fiscal autodestructiva, la economía quedó atrapada en un círculo vicioso por varios años, sufriendo así la más prolongada recesión desde la primera guerra mundial. 2.3 La macroeconomía después del default y la devaluación Luego de tres años de recesión, la actividad económica sufrió una abrupta caída adicional desde mediados de 2001. La masiva huida hacia activos externos que tuvo lugar en el segundo semestre de ese año precipitó el colapso del régimen de convertibilidad y desembocó en el default y la devaluación del peso. La fuerte declinación de las reservas de divisas experimentada a lo largo de ese año comprimió rápidamente la liquidez. Luego de implantada una serie de restricciones al retiro de depósitos del público en los bancos (el “corralito”) se produjo una verdadera interrupción de la cadena de pagos. El producto y el empleo acompañaron la trayectoria de violenta contracción de las reservas de divisas y la liquidez. Indicadores sociales como las tasas de desempleo y los índices de incidencia de la pobreza y la indigencia, que habían desmejorado considerablemente a lo largo de la década de los noventa, sufrieron un nuevo y brusco deterioro adicional, alimentando también las tensiones sociales y la crisis política que puso fin al gobierno de la Alianza (Damill, Frenkel y Maurizio, 2003). La recuperación económica La caída vertical del producto y del empleo continuó luego de la ruptura de la convertibilidad, pero sólo por un muy breve período. En efecto, contrariando la mayor parte de las opiniones y creencias, incluidas las de diversos funcionarios del FMI, los traumáticos episodios políticos y económicos que pusieron fin al régimen de convertibilidad no fueron seguidos por una depresión aún más profunda, sino por una recuperación extraordinariamente veloz, que se inició apenas un trimestre después de esos eventos, según puede verse en el gráfico 1, incluído más arriba.
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En esa ilustración se constata la trayectoria en “V” configurada por la fase de colapso económico de los últimos trimestres de la convertibilidad, y por el rápido repunte posterior. Como acabamos de señalar, el repunte del PIB se inició muy poco después de la depreciación cambiaria que puso fin a la década de convertibilidad (unos tres meses después, según puede verse en los indicadores mensuales de actividad disponibles). El detonante de la recuperación fue precisamente el cambio brusco de precios relativos a favor de los sectores productores de bienes transables. En el inicio de la fase, la recuperación fue impulsada por la sustitución de bienes importados por bienes producidos internamente. Es destacable que el inicio de la nueva fase comenzara a hacerse perceptible cuando el país estaba aún envuelto en un panorama de acentuada inestabilidad económica y de marcada incertidumbre política, y se encontraran interrumpidos los pagos del servicio de parte de la deuda pública4. En otros términos, el “rebote” tomó cuerpo a pesar de ese cuadro inicial extremadamente complicado y de los efectos negativos que la depreciación cambiaria tuvo en diversos planos. Más allá del cambio de precios relativos, el mérito de la rápida recuperación económica que siguió a la crisis se debe también a un conjunto de políticas que, aún con errores, marchas y contramarchas, apuntaron generalmente a recuperar los equilibrios macroeconómicos básicos. Es destacable el hecho de que varias de las políticas que jugaron papeles muy importantes en esta etapa debieron enfrentar la oposición del Fondo Monetario Internacional. Cabe mencionar entre ellas: la reimplantación de controles cambiarios (los que por un lado forzaron a los exportadores a liquidar en el mercado local buena parte de las divisas generadas por el comercio internacional, y por otro limitaron las salidas de fondos por cuenta de capital); el establecimiento de impuestos a la exportación (retenciones), que capturaron para el fisco una parte del efecto favorable de la devaluación sobre los ingresos de los productores de bienes transables (contribuyendo así grandemente a la recomposición del equilibrio fiscal), atenuando el impacto sobre los precios internos y, por ende, sobre las remuneraciones reales; una política monetaria flexible que permitió, por una parte, asistir a los bancos en la fase de crisis y, luego, alimentar la recomposición de la demanda de dinero, apuntalando la recuperación; una política cambiaria que procuró evitar la apreciación del peso mediante la intervención del Banco Central (y luego también del Tesoro, con recursos fiscales) cuando el mercado de divisas comenzó a presentar un exceso de oferta. El FMI insistió en la libre flotación del peso y el gobierno adoptó este régimen por un breve lapso. Una vez instaurada la flotación del peso la paridad se disparó, alcanzando niveles próximos a $4 por dólar, en un marco de expectativas de subas mucho mayores. La reimplantación de los controles cambiarios fue esencial para contener la burbuja cambiaria. Forzando a los exportadores a liquidar divisas internamente, y limitando las salidas de fondos, el gobierno consiguió, hacia mediados de 2002, estabilizar el tipo de cambio nominal. 4 El tipo de cambio subía aceleradamente luego de que se pasara, poco después de la devaluación inicial, que había llevado la paridad a $ 1,40 por dólar, a un régimen de flotación; las subas de la paridad arrastraban a los precios nominales, el sistema financiero atravesaba una profunda crisis, etc..
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Rápidamente, en cuanto se hizo perceptible que esa situación podía persistir, la demanda de pesos comenzó a recomponerse y el mercado de divisas a mostrar un exceso de oferta. La interrupción de la burbuja en el mercado de cambios contribuyó decisivamente a contener las subas de los precios. En el mismo sentido operaron, por un lado, el congelamiento de las tarifas públicas5 y, por otro, las elevadísimas tasas de desempleo, que mantuvieron contenidos a los salarios nominales en el sector privado. Todos estos fenómenos hicieron posible una rápida caída de las tasas inflacionarias ya desde la segunda mitad de 2002. Las principales características de la fase de recuperación El repunte del PIB iniciado en la primera mitad de 2002 tuvo una breve fase inicial en la que la demanda global apenas aumentó, y todos los componentes del gasto interno (consumo privado, consumo público, inversión) siguieron contrayéndose, como habían hecho sostenidamente a lo largo de la depresión anterior, aunque a un ritmo menor. De modo que no fue el gasto interno lo que detuvo la declinación del nivel de actividad. Los factores que actuaron expansivamente fueron principalmente las variables de comercio internacional: exportaciones e importaciones, y en especial estas últimas. La demanda comenzó a ser abastecida en mayor medida por bienes producidos internamente, y esta sustitución de importaciones benefició en particular al sector manufacturero. Sin embargo, luego de una corta etapa inicial, la fuente del dinamismo económico se desplazó claramente hacia los componentes de la demanda interna, en especial a la inversión, que creció a un ritmo anualizado cercano al 40% entre 2002 y 2004, y también al consumo privado. Es frecuente que se haga referencia al favorable contexto externo como uno de los elementos importantes por detrás de la recuperación económica. En algunos análisis se suele atribuir a un conjunto de factores positivos “exógenos” el grueso de la explicación del repunte. Este, en tales interpretaciones, se estaría verificando a pesar de lo que, desde esa perspectiva, se interpreta como una política económica plagada de errores (falta de plan, excesivo intervencionismo, empleo de instrumentos inadecuados como impuestos “distorsivos”, demoras en la implementación de “reformas pendientes”, etc.). Si bien la contribución de los factores externos (los altos precios de algunas commodities en particular) ha sido indudable, al menos hasta recientemente, el hecho de que el dinamismo de la expansión resida sustancialmente en los factores de demanda interna quita sustancia a esa interpretación. Debe resaltarse, asimismo, que la recuperación del consumo y la inversión se dio en un contexto de marcado racionamiento del crédito, tanto externo cuanto interno. La inversión estuvo aparentemente alimentada por mayores ganancias retenidas por firmas y productores, aunque seguramente contribuyó también el “efecto riqueza” derivado de las importantes tenencias de activos externos por parte del sector privado residente. Estos 5 Muchas de las cuales estaban dolarizadas, ajustándose por la inflación de los EE.UU., según rezaban los contratos establecidos al llevarse a cabo las privatizaciones.
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activos, que se ubican en el entorno de los U$S 125.000 millones en la actualidad, se valorizaron con la depreciación cambiaria, medidos en pesos, o en comparación con activos internos como inmuebles y tierras. Este mismo factor fue seguramente uno de los que alimentaron la recuperación del gasto privado de consumo. 3. Los efectos de la evolución macroeconómica sobre el empleo y las remuneraciones 3.1 Las consecuencias de los procesos de apertura con apreciación cambiaria Los rasgos de la evolución macroeconómica de la Argentina que acaban de describirse han tenido su correlato en
el mercado laboral. Los logros iniciales del programa de
estabilización y reformas de los años noventa en materia de mayores niveles de actividad y menores tasas de inflación tuvieron efectos positivos. Mayor actividad implica mayor demanda de trabajo. Por otro lado, la reducción de la inflación tiene incidencia positiva sobre el poder adquisitivo de los salarios. Más generalmente, la reducción de la inflación disminuye la magnitud del “impuesto inflacionario”, que recae principalmente sobre los ingresos más bajos. Estas consecuencias son características de los programas de este tipo, en su fase inicial. Pero otros efectos suelen tener signo negativo. Las privatizaciones son generalmente seguidas o precedidas de procesos de racionalización de las empresas con importantes reducciones de personal. Incidencia análoga tienen los ajustes del gasto de las administraciones públicas nacionales, provinciales y municipales, que habitualmente implican reducción de empleo y salarios. Estos efectos sobre el empleo y los salarios constituyen impactos negativos “por una vez”. Fueron experimentados por la economía argentina en los noventa, y por otros de los casos latinoamericanos que se mencionaron en el capítulo anterior, pero su importancia relativa difiere entre países. Aunque en algunos casos no representen magnitudes significativas en términos nacionales agregados, pueden ser importantes en determinadas regiones o en segmentos del mercado de trabajo. Los efectos conjuntos de la apertura comercial y la apreciación cambiaria merecen, entre tanto, especial consideración. Esta combinación tiene efectos negativos persistentes sobre el empleo en la producción de bienes comercializables, particularmente en la industria manufacturera. La política de reducción de la protección arancelaria y no arancelaria persigue el objetivo de incrementar la eficiencia y la productividad del sector comerciable. Esto se busca a través de la mayor competencia en el mercado interno ejercida por los bienes importados y mediante el acceso de las firmas locales a insumos y bienes de capital de mejor calidad y menor precio. En cualquier caso la apertura comercial implica el desplazamiento de empresas y empleo en las áreas menos eficientes del sector comerciable. En una versión
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simple de la teoría, esos efectos negativos deberían ser compensados por la creación simultánea de empleo en actividades que ganan competitividad a través de los aumentos de productividad. Versiones más complejas reconocen que puede presentarse un período más o menos extenso de caída del empleo y efectos redistributivos negativos, que debería ser atendido por políticas públicas. Más allá de estas cuestiones, el hecho es que en la Argentina, así como en otros países de América Latina en los años noventa, la apertura comercial tuvo lugar conjuntamente con la apreciación de los tipos de cambio6. Este factor acentúa la pérdida de competitividad de las actividades existentes e inhibe los incentivos al surgimiento de nuevas actividades exportadoras o sustituidoras de importaciones, acentuando consecuentemente los efectos negativos sobre el empleo. Todos los efectos mencionados, positivos y negativos, se observaron en la Argentina y también en otras economías de la región, en mayor o menor grado, en los años noventa. De su intensidad relativa resulta el signo y la magnitud de los efectos agregados en cada caso. La evolución en el tiempo del empleo y la distribución depende también de las diferentes velocidades de los procesos involucrados en los distintos efectos. Un caso muy relevante, por la importancia relativa de los países que comprende, es el de la dinámica generada por las estabilizaciones de shock con ancla cambiaria, cuando el programa incluye más o menos simultáneamente la apertura comercial, privatizaciones y el ajuste fiscal. En congruencia con la dinámica macroeconómica cíclica descrita en el capítulo precedente, en estos casos suele observarse también un ciclo en el comportamiento del empleo y los ingresos más bajos, con una primera fase ascendente donde predominan los efectos positivos de la reactivación y la caída de la inflación, y una segunda fase descendente, cuando los efectos iniciales tienden a atenuarse y predominan los efectos negativos, particularmente los efectos persistentes de la conjunción de la apertura comercial y la apreciación cambiaria. El ciclo de empleo que mencionamos se observa claramente en el caso argentino. Como veremos en detalle en la sección siguiente, la tasa de empleo agregado tendió a crecer entre el lanzamiento del programa de convertibilidad y 1993, para descender continuadamente desde entonces y ubicarse a fines de 1996 bien por debajo de la tasa de empleo de 1990. La contracción afectó principalmente los empleos de más de treinta y cinco horas semanales, de hombres y jefes de hogar, y se concentró en los puestos de trabajo en la industria manufacturera. Si bien las privatizaciones y el ajuste fiscal de las provincias tuvieron efectos negativos sobre el empleo, el impacto desfavorable más importante provino de la reestructuración y concentración de las actividades productoras de bienes comerciables inducidas por la apertura comercial y la apreciación cambiaria. La importancia de los efectos de la apertura con apreciación cambiaria hace al tema merecedor de un mayor desarrollo. El comportamiento de la demanda de trabajo derivada de la producción industrial puede desagregarse en tres componentes. En primer lugar, la componente positiva que resulta del crecimiento de la demanda agregada (demanda 6 Estas cincunstancias contradicen las propias recomendaciones convencionales acerca de las políticas macroeconómicas que deben acompañar la apertura comercial. La mayor apertura implica menor protección de las actividades locales. En consecuencia, ceteris paribus el tipo de cambio real, ésta induciría el aumento del déficit comercial. Para eliminar este efecto indeseado, la teoría convencional de la apertura comercial recomienda acompañarla de una depreciación cambiaria real.
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interna más exportaciones). Cuanto mayor es el aumento de la demanda, mayor será su efecto sobre la producción industrial y sobre el empleo en el sector. En segundo lugar, dado el crecimiento de la demanda agregada, existe un efecto negativo sobre la producción y el empleo derivado del grado de penetración de importaciones que atienden esa demanda. Cuanto mayor es la proporción de la demanda agregada atendida por las importaciones, menor será la producción local y el empleo. En tercer lugar, la necesidad de ganar rápidamente competitividad en el contexto de apertura, por un lado, y el cambio de precios relativos a favor de los insumos y la maquinaria importados, por otro lado, inducen en las firmas una significativa reducción de mano de obra por unidad de producción. Este aumento de la productividad de la mano de obra resulta de cambios en la composición de la producción (por ejemplo, menor diversidad de productos con mayor componente de insumos importados), ganancias de eficiencia por reorganización y sustitución de mano de obra por maquinaria. Como fue mencionado, la resultante de esos procesos ha sido generalmente una tendencia a la contracción del empleo en la industria. Esto es, el crecimiento de la demanda agregada de bienes industriales ha sido insuficiente para compensar las componentes negativas: el desplazamiento directo de producción local por importaciones y el proceso de reducción de trabajo local por unidad de producción que tiene lugar en las empresas sobrevivientes. Cabe mencionar que son las empresas medianas y pequeñas las que encuentran mayores dificultades para mantenerse en actividad, por lo cual el cierre de este tipo de firmas es un aspecto significativo de la contracción del empleo. Merece ser enfatizado el papel que juega la apreciación del tipo de cambio en cada una de las componentes que hemos desagregado arriba. Considérese el primer componente: la tasa de crecimiento de la demanda agregada de bienes industriales. El tipo de cambio apreciado opera como factor restrictivo porque inhibe la tasa de crecimiento de las exportaciones y también limita la tasa de crecimiento de la demanda interna. En la trayectoria de largo plazo de crecimiento de la economía, la fragilidad externa asociada a la apreciación cambiaria opera como un factor limitante de la tasa de crecimiento potencial. Es claro también el rol negativo de la apreciación cambiaria a través de la segunda componente mencionada. La apreciación se suma a la apertura comercial para reducir adicionalmente la competitividad de las actividades locales. En consecuencia, dado el nivel de la demanda agregada, tiende a incrementar los efectos de desplazamiento directo de producción y empleo locales por importaciones. Inhibe actividades de producción industrial para el mercado interno o para exportar que, aún con la economía abierta, resultarían competitivas con un tipo de cambio más depreciado. Por último, el efecto negativo de la apreciación cambiaria sobre el empleo también es significativo a través de la tercer componente mencionada: el proceso microeconómico de reducción de mano de obra por unidad de producción. El tipo de cambio apreciado exagera
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los incentivos a la reducción de mano de obra por unidad de producción que tiene lugar al interior de las firmas, reduciendo adicionalmente el precio relativo de los insumos y las maquinarias importadas respecto del costo de la mano de obra. Podemos resumir en tres rasgos sintéticos la configuración macroeconómica que tiende a conformarse en el proceso de apertura con apreciación cambiaria. Estos son la fragilidad del crecimiento, el alto desempleo y una tendencia a la creciente desigualdad en la distribución de los ingresos. La fragilidad externa implica la dificultad de sostener altas tasas de crecimiento sin enfrentar peligrosamente el riesgo de crisis externa. Fuerza a la economía a evolucionar sobre una trayectoria de bajo crecimiento, que de por sí inhibe la capacidad de creación de empleo. Por detrás de la fragilidad externa yace la baja competitividad internacional de las actividades locales. En Argentina, la competitividad agregada no tendió a aumentar en los noventa pese a las importantes ganancias de productividad de la mano de obra observadas, porque los precios relativos variaron en la dirección de neutralizar los efectos de la mayor productividad7 . La tercera característica es principalmente consecuencia de las dos primeras mencionadas. El desempleo alto, por sí mismo, y la presión a la baja que ejerce sobre los salarios determina una persistente tendencia a la mayor desigualdad en la distribución de los ingresos. 3.2 Empleo, subempleo, desempleo en la Argentina de los años noventa En esta sección presentamos la evidencia empírica relativa a la evolución de las condiciones del mercado de trabajo argentino que acabamos de describir. Comenzamos por examinar la evolución del empleo, el subempleo y el desempleo agregados en los años noventa. Las series que se examinarán a continuación se refieren a la población urbana y provienen de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que el INDEC realizaba dos veces por año, en los meses de mayo y octubre8. A menos que se señale lo contrario, las series analizadas aquí están definidas como porcentajes de la población urbana total. Ellas son: PART = tasa de participación, EMPL = tasa de empleo, FTEMPL= tasa de empleo a tiempo completo;9 SUB = tasa de subocupación involuntaria (o de subempleo); U = tasa de desempleo. El gráfico 4 muestra la evolución de esas variables desde comienzos de los años ochenta. En primer lugar, se observa que la tasa de empleo de tiempo completo sigue una 7 Cómputos con metodología común para varios países pueden verse en Tokman y Martínez (1999). 8 Recientemente se ha modificado la metodología y la periodicidad de la EPH, según se describe más adelante. 9 En la encuesta se considera que un individuo es un ocupado de tiempo completo si trabaja al menos 35 horas semanales. Se incluye también en este grupo a todo aquél que, habiendo trabajado menos de 35 horas, no quiere trabajar más (es decir, esta variable comprende al "subempleo voluntario").
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tendencia marcadamente declinante, que se acentúa desde comienzos de la década de los noventa. Desde un nivel de entre 35% y 36% en los primeros años ochenta, FTEMPL cae a 32% en 1990:1 y a 27,6% en 2001:210. Además de esa tendencia negativa, FTEMPL también presenta una clara correlación con el ciclo macroeconómico. Tal como sucede con el PIB, esta variable describe dos nítidos ciclos en los años noventa. Se incrementa a partir de 1990, luego presenta una pronunciada caída que alcanza un mínimo en 1996, para ascender nuevamente con la segunda expansión de la década y posteriormente contraerse una vez más desde 1998. Sin embargo, es importante destacar que el máximo alcanzado por FTEMPL en el período expansivo de los tempranos años noventa se registró en 1992:2, bien antes del punto de inflexión del PIB (observado al cierre de 1994, luego de la crisis de México). Es así que en 1993 y 1994, cuando la economía estaba todavía expandiéndose a un ritmo notable, el cociente entre los empleos de tiempo completo y la población total estaba ya declinando. Entre aquel punto máximo (de 34,14%) y el mínimo observado en 1996:2, FTEMPL cayó en alrededor de 5,2%. Se recuperó en alrededor de 2,4% luego, alcanzando una nueva cima en 1998:1. Nótese, sin embargo, que ese valor es bien inferior al máximo alcanzado en la expansión precedente. La declinación subsiguiente acompañó la tendencia recesiva, tanto en el período de contracción moderada, hasta mediados de 2001, como en la fuerte caída de la actividad que se verificó en el segundo semestre de 2001. Hacia el final de la convertibilidad, en 2001:2, FTEMPL se encontraba 6% por debajo del nivel de 1991:1.
Gráfico 4. Indicadores del mercado de trabajo: Tasa de participación (PART), tasa de ocupación (EMPL) tasa de ocupación a tiempo completo (FTEMPL) y sus respectivas tendencias Hodrick-Prescott (en % de la población urbana total)
44 40
Desempleo
36
Subocupación involuntaria
32 28 24 80
82
84
86
88
PART EML FTEMPL
90
92
94
96
98
00
HP-PART HP-EMPL HP-FTEMPL
Fuente: Encuesta Permanente de Hogares, INDEC. 10 Tal como se hace en el gráfico 4, adoptamos en esta sección una periodización semestral. Así, atribuimos al primer semestre la observación de la encuesta de hogares correspondiente a mayo de cada año, y al segundo semestre la observación de octubre, de manera que la notación 2000:1, por ejemplo, refiere al primer semestre de 2000. Por otro lado, en la mayor parte de los casos, en esta sección, el signo % indica que se trata de "puntos porcentuales de la población". Sin embargo, de aquí en adelante, cuando pueda presentarse ambigüedad, se utilizará la notación "p.p." (puntos porcentuales de la población) para hacer referencia a medidas de esa naturaleza.
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El cociente entre el empleo total y la población (EMPL) presenta también una tendencia declinante a comienzos de los años noventa, pero esta es considerablemente menos pronunciada que en el caso de FTEMPL, lo que indica que la tasa de subocupación (o de subempleo involuntario, SUB) tendió a incrementarse en ese mismo lapso. El aumento de SUB se acentuó en 1999-2000, lo que hace que la línea de tendencia de EMPL doble hacia arriba. Además, como veremos enseguida, SUB presenta un comportamiento contracíclico, es decir, tiende a subir cuando FTEMPL cae y a incrementarse cuando ésta declina. Como consecuencia, EMPL tiene una vinculación más débil con el ciclo económico que FTEMPL. Finalmente, la tasa de participación de la población en la fuerza de trabajo (PART) presenta una tendencia marcadamente positiva que no se correlaciona con el ciclo macroeconómico. Partiendo de alrededor de 38% en 1980, pasó a 39% en 1990 y saltó nuevamente alcanzando el 42,8% en 2001:1. A lo largo de todo el período de la convertibilidad, la tendencia de PART corresponde a un incremento de aproximadamente un punto porcentual de la población urbana cada tres años. La principal razón por detrás de ese comportamiento ha sido el sostenido aumento de la participación femenina en la fuerza laboral. El nivel de la misma en la Argentina es todavía bajo en comparación con estándares internacionales. Como resultado de la tendencia positiva de PART y del relativo estancamiento de EMPL, la tasa de desempleo (U) se incrementó abruptamente en los años noventa, con un marcado salto en el período 1992-1995, como puede verse en la ilustración siguiente.
Gráfico 5. Tasas de desocupación y de subocupación involuntaria (en % de la población activa urbana) 40
30
20
10
0 80
82
84
86
88
90
92
SUB U+SU
94
96
98
00
U
Fuente: Encuesta Permanente de Hogares, INDEC.
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El impacto de la crisis de 2001-2002 produjo un nuevo salto desfavorable de estos indicadores. La tasa de desempleo abierto urbano trepó hasta un máximo de 21,5% en mayo de 2002, para comenzar a descender desde entonces. El sublempleo, entre tanto, alcanzó un pico de 19,9% de la PEA en octubre de 2002, declinando también posteriormente, cuando la recuperación económica comenzó a tomar fuerza. 3.3 La evolución del empleo y el desempleo en la fase reciente de recuperación En 2002, al calor de la reactivación económica, el empleo comenzó a recuperarse. En esta sección analizamos primeramente la evolución del empleo de tiempo completo desde el segundo semestre de 2002. Nos interesa contar con una perspectiva de plazo largo, que permita analizar cambios en el tiempo y hacer comparaciones con el período de convertibilidad. Una dificultad para esto es que la EPH puntual (semestral) se discontinuó desde el primer semestre de 2003 para ser sustituida por la EPH contínua, que ofrece datos trimestrales. Disponemos de los resultados de la EPH continua por trimestres desde el primero de 2003, pero las tasas de empleo de ambas encuestas no son directamente comparables por cambios de metododogía entre ellas. Para resolver los problemas mencionados se procedió del siguiente modo. Se calcularon promedios semestrales de las tasas de empleo de la EPH contínua, de modo de contar con datos semestrales, de frecuencia similar a los provistos por la EPH puntual en el pasado. Además, en lugar de trabajar con los niveles de la tasa de empleo, se computó una serie larga de diferencias semestrales (la diferencia entre un semestre y el precedente). El empalme de las series de diferencias semestrales de las encuestas puntuales y las encuestas contínuas se realizó aprovechando que en el primer semestre de 2003 se cuenta con observaciones realizadas con ambas encuestas. Esto permite calcular todas las diferencias con datos semestrales de una misma EPH: la puntual hasta el primer semestre de 2003 y la contínua desde el segundo semestre de 2003. La diferencia correspondiente al primer semestre de 2003 (con respecto al segundo semestre de 2002) es calculada con los datos de la EPH puntual. La diferencia correspondiente al segundo semestre de 2003 (con respecto al primero de 2003) es calculada con datos de la EPH contínua. Si bien las diferencias semestrales así calculadas no son estrictamente homogéneas, cabe suponer que el error que se comete con este procedimiento es de segundo orden. Denominamos D(FTEMPL) a la variable que nos interesa. Esta es la variación entre un semestre y el precedente de la tasa de empleo a tiempo completo sin planes sociales. La exclusión de los planes sociales en la medición de FTEMPL es importante, porque la introducción de los planes Jefas y Jefes de Hogar conllevó un importante incremento en la tasa de subocupación voluntaria. Si la tasa de empleo a tiempo completo no excluyera los planes, se observaría un incremento de la misma no relacionado con los procesos económicos. De modo que la tasa de empleo a tiempo completo que consideramos excluye
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los trabajadores con planes sociales. D(FTEMPL) está medida en puntos porcentuales de la población urbana total. A ocontínuación se muestra la evolución de D(FTEMPL) desde el segundo semestre de 2002 hasta el primero de 2004, junto a las tasas de crecimiento semestral del PIB desestacionalizado (DL(PIB)). semestre
D(FTEMPL)
DL(PIB)*100
2002:2
0.68
1.32
2003:1
1.06
5.07
2003:2
1.86
5.32
2004:1
0.96
3.37
En cuatro semestres, desde 2002:1, el PIB acumuló un crecimiento de 15,9%, mientras que la tasa de empleo a tiempo completo se incrementó en 4,56 puntos porcentuales de la población urbana. El empleo a tiempo completo y el comportamiento reciente del desempleo En el año 2003 y el primer semestre de 2004 los incrementos del empleo a tiempo completo (sin planes) explicaron completamente las caídas observadas en las tasas de desempleo. Esto puede verse en el cuadro siguiente, donde se muestran las variaciones semestrales del desempleo y del empleo a tiempo completo. A fines de facilitar la comparación, las variaciones del desempleo D(U) están expresadas en porcentajes de la población urbana total: Semestre
D(U)
D(FTEMPL)
2003:1
-0.94
1.06
2003:2
-1.08
1.86
2004:1
-0.35
0.96
Puede verse que los incrementos en la tasa de empleo a tiempo completo sin planes superan en valor absoluto las caídas semestrales del desempleo, en todos los semestres. En resumen, desde 2003 las contracciones observadas del desempleo se explican por los incrementos de la tasa de empleo a tiempo completo sin planes. Los planes sociales están presentes en este escenario a modo de telón de fondo relativamente estable en el período. En consecuencia, los cambios en las condiciones en el mercado de trabajo en este período pueden representarse por las variaciones experimentadas en las tasas de desempleo y también por las variaciones en las tasas de empleo a tiempo completo.
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La globalización y el desarrollo nacional
3.4 Un modelo agregado del mercado de trabajo11 Estos hechos estilizados relativos a los indicadores de utilización de la mano de obra pueden organizarse en un modelo simple del mercado de trabajo, con un nivel de empleo determinado por la demanda y los precios relativos, una función de subempleo que refleja el comportamiento contracíclico de esta variable, y una tasa de participación exógena (que sigue una tendencia positiva, como se acaba de mencionar). Así, la tasa de desempleo se obtiene como la diferencia entre la tasa exógena de participación y la de empleo, determinada por la demanda. El comportamiento del empleo está asociado con la tendencia de la actividad económica. Sin embargo, la evolución del empleo total (tal como es definido por la EPH), si bien está relacionada con el PIB, no muestra una correlación estrecha con esa variable indicativa del nivel de actividad. La principal razón de esa débil correlación es el comportamiento dinámico de una de las componentes del agregado de empleo: el subempleo involuntario. El subempleo involuntario tiene un comportamiento dinámico contracíclico, similar al del desempleo. En cambio, el empleo a tiempo completo es marcadamente procíclico en el corto plazo. En consecuencia, el subempleo involuntario evoluciona en el corto plazo en una dirección opuesta a la del empleo a tiempo completo, de modo que el agregado empleo total varía en forma más atenuada y con mayor “ruido” que el empleo a tiempo completo. La tendencia del nivel de actividad no es el único determinante de la demanda agregada de trabajo. Otros factores afectan el crecimiento o contracción del empleo (por ejemplo, los precios relativos). Como en el caso del nivel de actividad, la incidencia de otros factores macroeconómicos determinantes de la demanda de trabajo también es observable con mayor nitidez a través de los efectos sobre el empleo a tiempo completo. Así, el empleo a tiempo completo es la variable agregada del mercado de trabajo que mejor describe la articulación de este mercado con los procesos macroeconómicos. En consecuencia, para analizar esa articulación es conveniente proceder en dos pasos: examinar en primer lugar los determinantes del empleo a tiempo completo y en segundo lugar, modelar el comportamiento del empleo total en función del empleo a tiempo completo y otras variables. La descripción de las principales variables ocupacionales en la Argentina que presentáramos en el acápite anterior revela que la demanda de trabajo, representada principalmente por la variable FTEMPL, atravesó por un profundo cambio en los años noventa. Si bien el cociente entre las ocupaciones de tiempo completo y la población venía ya cayendo desde los años ochenta, la década subsiguiente se caracterizó por una perceptible agudización de esa tendencia. 11 Versiones más detalladas de este modelo, así como estimaciones econométricas del mismo, se presentan en Frenkel y González Rozada (2000a) y Damill, Frenkel y Maurizio (2002).
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En efecto, varios factores contribuyen a explicar un nítido cambio en la tecnología de producción y en la organización de la actividad productiva de las firmas en los años noventa. La apertura comercial y la apreciación cambiaria se ubican indudablemente entre los más importantes. Los cambios observados en la demanda de bienes producidos internamente y en los precios relativos gravitaron en la utilización de trabajo por parte de las empresas. Esto puede verse en el gráfico 6. Este muestra el cociente entre la tasa de ocupación de tiempo completo y el PIB. Partiendo de una tendencia estancada en los años ochenta, la curva presenta una llamativa caída entre 1991 y 1996, para estancarse nuevamente con posterioridad. Gráfico 6. Cociente entre la tasa de ocupación a tiempo completo y el PIB (1990: = 1) 1.1 1.0 0.9 0.8 0.7 0.6 80
82
84
86
88
90
92
94
96
98
00
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INDEC y del Ministerio de Economía. Como hemos puntualizado ya, el nuevo esquema macroeconómico no emergió gradualmente. Las principales transformaciones institucionales y el cambio de precios relativos tuvieron lugar, sustancialmente, al comienzo del período. Teniendo en mente esa circunstancia, sugerimos que el ajuste de la demanda de trabajo puede concebirse como un proceso de adaptación, esta sí gradual, a un nuevo entorno definido desde un comienzo. Para examinar la relación entre el crecimiento de la actividad y las variaciones de la tasa de empleo a tiempo completo estimamos el siguiente modelo: D(FTEMPL) = a DL(PIB) + b DUMINIC + d DUMRECU + c + e, donde D(FTEMPL) y DL(PIB) tienen los significados ya mencionados. a; b; c; d; son parámetros a estimar y e es una variable aleatoria. El modelo dice que las variaciones semestrales de la tasa de empleo a tiempo completo resultan de un efecto de corto plazo del nivel de actividad y de una tendencia adicional, que puede concebirse como el ajuste lento de la tasa de empleo a tiempo completo a las condiciones del contexto
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La globalización y el desarrollo nacional
(definidas principalmente, a comienzos de los años noventa, por la apreciación cambiaria y la apertura comercial). La estimación se hizo sobre series semestrales, con datos del período que va de 1991:1 a 2004:1. DUMINIC es una variable dummy, con valor 1 entre 1991:1 y 1996:1 y 0 en el resto del período, que es introducida para captar la magnitud y significación de la tendencia a la contracción del empleo a tiempo completo del primer quinquenio de la convertibilidad12. DUMRECU es una dummy con valor 1 entre el semestre 2002:2 y el semestre 2004:1 y 0 el resto del período, que capta la tendencia adicional en el período de recuperación reciente. La estimación por m.c.o. resulta:
Los coeficientes son significativos al 3% y la constante no es significativa. El coeficiente de la tasa de variación del PIB es 0,19. Un incremento de 10% del PIB aporta 1,9 puntos porcentuales de aumento de la tasa de empleo a tiempo completo. En adición al efecto de corto plazo de la variación del nivel de actividad, los coeficientes de DUMINIC ( - 0,64) y DUMRECU (0,62) describen las tendencias (de la tasa de empleo a tiempo completo) adicionales a las establecidas por la tasa de variación del PIB.
Esa tendencia adicional es negativa en la primera fase de la convertibilidad. Esta es la tendencia autónoma a la caída del empleo a tiempo completo resultante de la adaptación gradual al contexto de precios relativos de los años noventa.
12 Ver Damil, Frenkel y Mauricio (2002)
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Por el contrario, la tendencia adicional resulta positiva en el período de recuperación reciente13. En este último período representa un crecimiento autónomo anual de la tasa de empleo a tiempo completo de algo más de 1,20 puntos porcentuales de la población urbana total. En el período de recuperación reciente, el incremento semestral de la tasa de empleo a tiempo completo se explica bien con la ecuación D(FTEMPL) = 0,19 * DL(PIB)*100 + 0,62, (tomando en cuenta que DUMINIC = 0 en este período). Por ejemplo, si el producto se incrementa 8% en un año, la variación de la tasa de empleo a tiempo completo se estima en aproximadamente 0,19*8 +1,24 = 2,76 puntos porcentuales. La tendencia autónoma es negativa en el primer quinquenio de la convertibilidad y positiva en la recuperación reciente. Durante esta recuperación, el modelo describe bien un comportamiento del empleo a tiempo completo más dinámico que el experimentado durante la convertibilidad, en cualquiera de sus subperíodos. Bajo el supuesto de estabilidad de la función, puede proyectarse la contribución del crecimiento del PIB ( a través de la tasa de empleo a tiempo completo sin planes) a la caída de la tasa de desempleo. Un incremento del PIB de 10% en determinado período daría lugar a que la tasa de empleo a tiempo completo se incrementara en 0,19*10 + 1,86 = 3,76 puntos porcentuales de la población urbana total. Considerando una tasa de actividad de 46%, ese incremento de la tasa de empleo a tiempo completo equivaldría a algo más de 8 puntos porcentuales de la población activa. Con el fin de completar la descripción de los indicadores agregados de utilización de la mano de obra cabe considerar la evolución del subempleo involuntario. Ya hemos indicado que esa variable tiene un comportamiento contracíclico, de modo que se correlaciona negativamente con el empleo de tiempo completo. Nuestras estimaciones con datos de la década de los noventa indican que la tasa de subempleo involuntario tiende a caer 13 En Damill, Frenkel y Maurizio (2002) presentamos estimaciones econométricas de este modelo realizadas sobre el período 1980-2001:1, algunas de las cuales resumimos brevemente en esta nota. Las ecuaciones allí estimadas para los años noventa asumen la forma: d log FTEMPL = a dlog YR + l Dpost96 + b, donde la variable dependiente no es la tasa de variación del número de ocupaciones de tiempo completo, sino la tasa de cambio de FTEMPL, que a su vez es igual a la tasa de variación del número de personas ocupadas a tiempo completo (dlog N) menos la tasa de crecimiento poblacional (dlog POB): dlog FTEMPL = dlog N – dlog POB. Por lo tanto, el coeficiente b estimado refleja el efecto negativo conjunto, sobre FTEMPL, del ajuste del empleo al nuevo contexto, por una parte, y el crecimiento de la población, por otra. La variable Dpost96 es una variable dummy cuyo propósito es captar una modificación de la demanda de trabajo posterior a 1996. Esta variable asume un valor cero hasta 1996:2, e igual a 1 para todos los semestres siguientes. Las estimaciones econométricas de ecuaciones de esta forma mostraron los siguientes resultados para los años noventa. En primer lugar, la elasticidad a resultó positiva y significativamente distinta de cero. La estimación arrojó un valor de aproximadamente 0,6. Esta elasticidad implica que la tasa de empleo a tiempo completo tendía a crecer (caer) 1 p.p. por cada 6% de crecimiento (contracción) del PIB. La elasticidad-producto del empleo a tiempo completo en los años noventa resultó mayor que la correspondiente a los años ochenta. El parámetro b estimado resultó también significativamente distinto de cero y negativo. La estimación cuantitativa implicó una tendencia a la contracción de la tasa de empleo a tiempo completo de 1,44 p.p. por año, en el período 1991-96, que puede interpretarse como la tendencia autónoma a la caída del empleo a tiempo completo – a producto constante - resultante de la adaptación gradual al contexto de precios relativos de los años noventa. Otro resultado importante es el relativo a Dpost96. El coeficiente estimado de esta dummy resultó positivo y de un valor absoluto muy semejante al del estimador de b. Esto significa que la tendencia contractiva autónoma b se hizo nula en el período posterior a 1996.
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(aumentar) 0,2 p.p. por cada 1 p.p. de aumento (caída) de la tasa de empleo a tiempo completo. De modo que el aumento (caída) del empleo total resultante de un aumento (caída) del empleo a tiempo completo es menor que este último. Naturalmente, las variaciones del empleo total resultan de agregar las variaciones del empleo a tiempo completo y el subempleo involuntario. 3.5 La contracción del empleo según sectores productivos en los años noventa
El empleo de tiempo completo por sector productivo Acabamos de examinar los indicadores agregados de empleo generados a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) nacional. La principal área urbana del país, que comprende la Ciudad de Buenos Aires y las jurisdicciones circundantes, configurando el Gran Buenos Aires (GBA), representa alrededor de 37% de la población urbana total. En esta sección nos basaremos en este subconjunto de la muestra para analizar la evolución de la ocupación en forma más desagregada. Se ha argumentado más arriba que es posible identificar, en los años noventa, una clara tendencia a la contracción de la relación entre las ocupaciones de tiempo completo y la población. El cuadro 3, que se incluye enseguida, presenta esa misma relación, por sectores de actividad, para el GBA14. Las cifras incluyen el comienzo y el final del período de vigencia del régimen de convertibilidad, así como los máximos y mínimos dentro del mismo, y la diferencia entre las puntas del período (en la columna de la derecha). Hemos indicado que la apertura comercial y la apreciación cambiaria tuvieron relevancia a la hora de explicar el ajuste contractivo del empleo en los años noventa, como resultado de su impacto negativo sobre los sectores que producen bienes comercializables. En efecto, el cuadro confirma que la seria reducción de la tasa de ocupación de tiempo completo verificada en las manufacturas explica en gran medida el comportamiento que se observa en el agregado. Los otros dos sectores con una participación relevante en el número de ocupaciones de tiempo completo (comercio y otros servicios) presentan también cifras negativas pero mucho menores. Más precisamente, en el período que va hasta el primer semestre de 2001, la contracción en los empleos de este tipo en las actividades industriales habría explicado, por sí sola, una reducción del número de puestos de trabajo de tiempo completo equivalente a la contracción total del empleo a tiempo completo. El colapso de la actividad en el segundo semestre de 2001 indujo, en cambio, una contracción de distribución sectorial más uniforme, lo que tiende a reducir en algo la participación de las manufacturas en la contracción total del empleo, en la comparación entre las puntas del período. Por otra parte, si se examina la evolución de los puestos de trabajo de tiempo completo
14 La definición de las ocupaciones de tiempo completo que se emplea en esta sección es más restrictiva que la utilizada previamente, puesto que excluye a los subocupados voluntarios. Por otro lado, cabe señalar que las cifras del Gran Buenos Aires se asemejan estrechamente a las nacionales. Por ejemplo, la variación de FTEMPL fue de –1.86 p.p. entre 1990:1 y 2000:2 para el GBA (según se observa en el cuadro), en tanto que alcanzó a –1.8 p.p. en el plano nacional.
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por categorías, se constata que perdieron terreno especialmente los trabajadores hombres y jefes de hogar, que constituyen el tipo de ocupación tradicionalmente predominante en el sector manufacturero15.
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INDEC. Dado el peso decisivo de las manufacturas en la evolución de FTEMPL cabe examinar el empleo en este sector en mayor profundidad, según se hace a ocontínuación. La ocupación en el sector industrial La Encuesta de Empresas Industriales que el INDEC publica mensualmente suministra información adicional sobre las manufacturas. La misma tiene alcance nacional y comprende alrededor de 1300 firmas que emplean más de 10 trabajadores. En el gráfico 7 se representan las series de volumen físico de la producción, horas trabajadas y número de personas ocupadas a lo largo de la década pasada, según surgen de ese relevamiento.
Gráfico 7. Empleo y producto en las manufacturas (1993 = 100) 120 110 100 90 80 70
(*) volumen físico de la producción (**) En número de trabajadores (***) Horas totales trabajadas por período
60 90 91 92 Producto (*)
93 94
95 96 97 98
Empleo (**)
99 00 01
Horas trabajadas (***)
Fuente: INDEC. La evolución del empleo industrial puede explicarse con un modelo que se asemeja al que describe el comportamiento del empleo total, presentado más arriba16. En este caso 15 Damill, Frenkel y Maurizio, op.cit.
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estimamos el efecto de las nuevas condiciones de apertura y apreciación cambiaria específicamente sobre el empleo en la industria manufacturera, a partir de una función de demanda de empleo industrial de la siguiente forma: d log Nind = a d log (PIB) + s, donde Nind (ocupación en la industria) es definida alternativamente como el número de trabajadores empleados (Npers) o como el total de horas trabajadas (Nhoras); PIB representa el volumen físico de la producción, en tanto que a es la elasticidad empleoproducción y s representa el ajuste gradual del empleo de la manufactura a las condiciones vigentes desde el principio de la década de los noventa. Las estimaciones econométricas de ecuaciones de la forma presentada, realizadas con datos de periodicidad trimestral, para el período 1990:0-2001:1, arrojaron los siguientes resultados. La estimación de s resultó significativa y de aproximadamente –1% (trimestral), lo que implica una tendencia autónoma a la contracción del empleo industrial algo mayor al 4% anual. Esa tendencia contractiva es de valor absoluto mayor a la estimada para el empleo a tiempo completo total en el mismo período. Esto es congruente con las hipótesis que predice un mayor efecto contractivo en el sector de bienes comerciables. En segundo término, a diferencia de lo observado en el empleo total a tiempo completo, la tendencia contractiva no desaparece en la segunda mitad de la década, sino que persiste hasta el final del período. En tercer lugar, la estimación de la elasticidad empleo-producción industrial es significativa y positiva. Al igual que el empleo a tiempo completo total, la ocupación en la manufactura varía en el corto plazo con el nivel de actividad. Con el empleo medido en número de trabajadores ocupados se estiman elasticidades de entre 0,14 y 0,16. Cuando se lo mide en número de horas trabajadas se estiman elasticidades de entre 0,55 y 0,59. La importante diferencia entre las elasticidades en las estimaciones con personas ocupadas y horas trabajadas indica una conducta de “labor hoarding”. 3.6 La evolución de los ingresos medios en los noventa17 La generación de empleo y el comportamiento de la desocupación, que hemos examinado en este capítulo, son variables decisivas para entender la evolución de las remuneraciones obtenidas por el conjunto de la población. En esta sección nos ocuparemos inicialmente de la evolución de los ingresos medios de la población en los años noventa, para enfocar luego su distribución.
17 Los datos de ingresos de esta sección, y los cuadros que caracterizan su distribución, incluidos en la sección 3.8, corresponden a la EPH para el Gran Buenos Aires.
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El gráfico 8 presenta la evolución del ingreso real medio por trabajador ocupado y por integrante de la población activa desde el primer semestre de 1991 hasta octubre de 2002. Ambas series siguen trayectorias procíclicas. En el período de expansión de comienzos de la década el ingreso promedio de los trabajadores ocupados creció un 22% (alcanzando un máximo en 1994:1), mientras que el de la población activa aumentaba en 19%. A partir de allí ambas series presentan declinaciones y alcanzan mínimos locales en 1996:2. Entonces comienza un segundo ciclo, cuya fase expansiva se extiende hasta 1998:2. Sin embargo, ninguna de las series recupera el valor máximo precedente. Posteriormente, los ingresos de trabajadores y activos comienzan a declinar en forma persistente hasta finales del período contemplado en la ilustración. En octubre de 2001, antes de la salida de la convertibilidad, el nivel del ingreso superaba al vigente a comienzos de la serie en 7% en el caso de los ocupados, mientras que registraba una pérdida de 6% para los activos, encontrándose ambos niveles claramente por debajo del pico de 1994:1. Ello muestra que sólo al principio de la década se produjo un incremento importante en las remuneraciones reales, explicado fundamentalmente por la estabilidad de precios y el crecimiento económico experimentado en esos años. Entre las puntas de la serie las remuneraciones disminuyeron en 30% en el caso de los ocupados, y 38% en el de los activos.
Gráfico 8. Ingreso real medio de los trabajadores ocupados y de los individuos activos (en pesos constantes de mayo de 1998) 900 22%
Ocupados
800
19%
7%
700
Efecto desempleo
600
Activos
-6%
500
-29%
400
-38%
300 91
92 93
94
95 96
97
98 99
00
01 02
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC. La creciente brecha entre las dos series del gráfico refleja el impacto del aumento de la tasa de desempleo en el Gran Buenos Aires a partir de 1993, y especialmente desde 1995:1 en adelante. En ese momento el ingreso medio de la población activa presenta una aguda contracción. La declinación del desempleo entre fines de 1996 y 1998 contribuye a explicar cierta disminución posterior de esa brecha, pero la misma vuelve a revertirse luego, en la fase subsiguiente de incremento sostenido en los índices de desocupación. Mientras que el ingreso medio de los activos equivalía, al comienzo del decenio, a 93% del obtenido por el conjunto de los trabajadores, dicho porcentaje había bajado a 82% hacia el final del lapso en estudio. Estos hechos revisten suma importancia a la hora de explicar la tendencia de los
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La globalización y el desarrollo nacional
ingresos que obtienen los hogares. A ocontínuación se muestra gráficamente la dinámica del ingreso per cápita familiar en el período. En el gráfico se observan fases de crecimiento y disminución similares a las mencionadas anteriormente. El ingreso per cápita registra un incremento del 23% hasta 1994:1 para luego caer fuertemente hasta el primer semestre de 1996. La recuperación parcial que se verificó posteriormente se detiene en el año 1998. A partir de allí, siguiendo la tendencia verificada en los ingresos laborales, la serie experimenta una fuerte caída hasta el final del período. Luego del incremento de los primeros años, hacia el final del régimen de caja de conversión el ingreso medio había retornado a su nivel inicial. Por su parte, el rebrote inflacionario de comienzos de 2002 implicó una pérdida adicional en el ingreso medio del orden del 30%. Se concluye, entonces, que el contexto macroeconómico desfavorable y su correlato en el pobre dinamismo del mercado de trabajo -con bajo nivel de demanda laboral, precariedad en el empleo y crecientes niveles de desocupación- se tradujo en una fuerte caída de las remuneraciones desde 1994, reforzada más tarde por el incremento en los precios que siguió al abandono del régimen instaurado en 1991. Cabe destacar, en particular, el papel del creciente nivel de desempleo sobre la generación de ingresos en los hogares. La fuerte caída del ingreso medio de la población activa entre las puntas del período está determinada por el comportamiento de las remuneraciones de los ocupados y también por la evolución del nivel de desempleo. Este último tiene un impacto directo sobre la generación de los ingresos de los activos por cuanto aquella persona que se encuentra desocupada probablemente no registre ningún ingreso. Sin embargo, adicionalmente, los altos niveles de desocupación verificados a lo largo de toda la década tuvieron también un significativo impacto negativo, indirecto, sobre los salarios de la población efectivamente ocupada, lo que se revela en una alta elasticidad negativa de las remuneraciones al desempleo, según se examina en la sección siguiente.
Gráfico 9. Ingreso per cápita familiar real (en pesos constantes de mayo) 400 23%
350
1%
300
250
-31%
200 91
92 93
94
95 96
97
98 99
00
01 02
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC.
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3.7 Remuneraciones y desempleo En esta sección analizamos los ingresos de los trabajadores ocupados considerando la gravitación del desempleo. La desocupación tiene un impacto directo y obvio sobre el ingreso medio de la población activa; pero también afecta a las remuneraciones de los ocupados. Varios esquemas teóricos, como el modelo “insider-outsider” de determinación de salarios, el argumento de “salarios de eficiencia” y la determinación del salario como resultante de la negociación entre sindicatos y empresas, pueden explicar la existencia de una elasticidad negativa de las remuneraciones reales al desempleo. Esta relación suele denominarse “curva de salarios” (“wage curve”). A ocontínuación estimamos esa relación para el mercado laboral argentino en los años noventa. La curva de remuneraciones en los noventa Estimamos ecuaciones de remuneraciones utilizando microdatos extraídos de las Encuestas de Hogares en el período 1990:1-1998:2, a partir de datos individuales relativos a 11 centros urbanos relevados por la EPH. La ecuación de remuneraciones estimada asume la siguiente forma:
ln w = ∂(x, Ur, r, s, duminic) donde w designa al ingreso de los trabajadores en términos reales y Ur a las tasas de desempleo en los diferentes centros urbanos, en logaritmos. Los términos x, r y s corresponden a variables de control. “x” es un vector de características de los trabajadores (género, educación, tipo de ocupación y edad al cuadrado como proxies de los retornos de la experiencia); “r” y “s” son vectores de variables dummy (regionales y por sector, respectivamente). El grupo de control está integrado por los asalariados de tiempo completo en el sector manufacturero, hombres, residentes en el GBA y con educación primaria completa. Finalmente, duminic es una variable dummy cuyos valores son uno entre 1990:1 y 1992:2, y cero desde entonces en adelante. La misma capta el efecto inicial del plan de convertibilidad sobre el ingreso real de los trabajadores. Dado que las tasas de desempleo varían según región y a lo largo del tiempo, el coeficiente estimado para dicha tasa puede ser interpretado como la elasticidad-desempleo de las remuneraciones a lo largo del tiempo y por región. El desempleo puede afectar a los ingresos totales a través de dos canales. Por una parte, reduce el número de horas trabajadas; por otra, puede incidir negativamente en las remuneraciones horarias.
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La globalización y el desarrollo nacional
Así, hemos estimado la elasticidad desempleo de éstas últimas, y también del ingreso total. Además estimamos una ecuación que hace depender a las horas trabajadas (en logaritmos) de las mismas variables explicativas, con el propósito de distinguir el efecto de las remuneraciones horarias (efecto precio) del que tienen las horas trabajadas (efecto cantidad) sobre el ingreso total. Realizamos estimaciones separadas para los asalariados de tiempo completo y para todos los ocupados. Encontramos que, si bien la tasa de desempleo gravita negativamente en las remuneraciones por hora en todos los casos, solo incide en el número de horas trabajadas cuando se trata de los trabajadores involuntariamente subocupados. Este efecto se verifica desde el primer semestre de 1993. Presentamos a ocontínuación las estimaciones de la elasticidad-desempleo de las remuneraciones horarias. Las correspondientes a las horas trabajadas y al ingreso total serán presentadas luego, y sólo para el grupo constituido por los subocupados involuntarios18. La variable explicativa en la ecuación de remuneraciones fue definida alternativamente como la tasa de desempleo en sentido estricto o como la suma de la misma con la tasa de subocupación involuntaria. En todas las estimaciones se empleó el método de mínimos cuadrados ordinarios. Los coeficientes estimados para las variables de control fueron muy significativos en la mayor parte de los casos y resultan muy similares a los obtenidos para la función estadística de ingresos estimada sobre todo el período. Los hemos omitido en los cuadros que siguen. Cuadro 4 Elasticidad-desempleo de las remuneraciones reales por hora
18 Las elasticidades-desempleo de las remuneraciones reales obtenidas son muy similares a las estimadas para los Estados Unidos, por ejemplo. Para más detalles, puede verse Blanchflower y Oswald.
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Cuadro 5 Elasticidad de las remuneraciones reales por hora en relación con la suma de las tasas de desempleo y de subocupación
En todas las estimaciones los coeficientes de las variables explicativas son muy significativos y tienen el signo esperado (los estadísticos t se encuentran entre paréntesis bajo el estimador). Por lo tanto, no se rechaza la hipótesis de una elasticidad-desempleo negativa del ingreso. Por otra parte, el coeficiente de la variable duminic es significativo y positivo, lo que indica que la elasticidad remuneraciones-desempleo resultó menor al inicio del período, cuando el desempleo aún no estaba incrementándose. Las elasticidades estimadas son menores para los asalariados de tiempo completo que para el resto de los ocupados. Su valor alcanza a –0,095 para ese agrupamiento, mientras que se eleva a –0,102 para el conjunto de los trabajadores ocupados en su totalidad. Esto indica que el grupo constituido por los no asalariados y los subocupados involuntarios enfrentó una flexibilidad algo mayor en sus remuneraciones. Mientras que un aumento de 10 por ciento de la tasa de desempleo da lugar a una caída de 0,95% en las remuneraciones horarias de los asalariados de tiempo completo, la baja asciende a 1,02% para los ocupados en general. Nótese que la tasa de subocupación involuntaria tiene un efecto negativo adicional sobre el ingreso. Como se observa en el cuadro 5, las elasticidades estimadas adicionando esa tasa al desempleo resultan de –0,133 para los asalariados de tiempo completo y de –0,15 para los ocupados en general, respectivamente. Examinemos ahora las elasticidades estimadas para los subocupados involuntarios. Las variables explicativas son las mismas, pero duminic fue suprimida debido al período considerado en este caso.
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La globalización y el desarrollo nacional
Cuadro 6 Elasticidad-desempleo de las remuneraciones reales y de las horas trabajadas de los subocupados
El cuadro muestra que el aumento de la tasa de desempleo afectó a este grupo de manera negativa por dos vías: a través de la reducción de las remuneraciones por hora, por una parte, y de una caída en las horas trabajadas, por otra. Un aumento de 10% en la tasa de desempleo da lugar a una contracción de 1,15% en los ingresos horarios, así como a una reducción de 1,35% en la cantidad de horas trabajadas. En consecuencia, la baja del ingreso total de los subocupados involuntarios resultante alcanza a 2,5%. Finalmente, estimamos la curva de remuneraciones para los asalariados de tiempo completo de manera separada para cada uno de los centros urbanos contemplados en la muestra, a fin de establecer si las elasticidades estimadas reflejan primariamente el efecto de las variaciones del desempleo a través del tiempo, o bien entre regiones. Las variables de control utilizadas fueron las mismas que anteriormente y los coeficientes estimados resultaron significativos en casi todos los casos. El cuadro 7 presenta las elasticidades estimadas para cada núcleo urbano. Puede constatarse que las elasticidades-desempleo de las remuneraciones reales fueron negativas y significativas, con las únicas excepciones de Santa Cruz y Tucumán, lo que indica que los coeficientes estimados con anterioridad reflejan básicamente el efecto del desempleo a lo largo del tiempo. Las tasas de desempleo aumentaron marcadamente durante los años noventa en todos los centros urbanos. Cuando la ecuación es estimada para toda la muestra sin incluir las dummies por región las elasticidades resultantes son aún significativas, pero resultan menores que cuando se consideran los efectos fijos.
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Cuadro 7 Estimaciones de las elasticidades por región
La curva de remuneraciones en la fase de recuperación En la sección precedente hemos analizado la relación entre los salarios y la tasa de desempleo en el período de convertibilidad. En esta sección aplicamos una metodología
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semejante para examinar la fase recuperación reciente basándonos en información proveniente de las encuestas de la EPH contínua realizadas en 2003 y el primer semestre de 2004. Al igual que en el caso anterior, las estimaciones no rechazan la asociación entre las variaciones de los salarios y el desempleo. En este caso, los incrementos de salarios reales se asocian con la reducción de las tasas de desempleo. La relación entre los cambios en los salarios y las tasas de desempleo se examina en sus dimensiones temporal y geográfica. La dispersión regional de los aumentos salariales y la concomitante evolución diferencial de las tasas de desempleo en el período enriquecen la información disponible para testar la hipótesis. El modelo estimado es similar el de la sección precedente. Supone que el salario del trabajador i depende de las características individuales (de la región en que trabaja, la educación que posee, el sector a que pertenece su actividad, el tamaño de la empresa, el sexo, la edad) y de la tasa de desempleo de la región de pertenencia en el momento en que fue recogida la información. La presencia de las variables dummy regionales en las estimaciones recoge los efectos fijos de diferencias interregionales en los niveles salariales. Además de las estimaciones para todo el país, realizamos estimaciones en cada una de las regiones. En estas estimaciones las variables de control son la educación, el sector, el tamaño de empresa, el sexo y la edad. Realizamos estimaciones por separado en los casos de trabajadores registrados y no registrados. Además, presentamos estimaciones correspondientes a otras categorías de trabajadores (por ejemplo, cuenta propia) para mostrar que la evolución de sus ingresos también estuvo asociada con los indicadores de cambios en el mercado de trabajo. La tabla siguiente muestra las elasticidades estimadas en el caso de los trabajadores registrados, para todo el país y cada una de las regiones. Las elasticidades son significativas al 1%, a menos que se indique otra cosa.
Cuadro 8 Elasticidades desempleo. Registrados
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Todas las elasticidades regionales estimadas son altamente significativas en el caso de los trabajadores registrados. Para el conjunto de trabajadores registrados la elasticidad estimada es – 0,34, altamente significativa. Esta elasticidad implica que una caída de 10% en la tasa de desempleo (por ejemplo, una contracción de 1,5 puntos porcentuales de la población activa, si la tasa de desempleo es 15%) implica un aumento de salario de 3,4%. La tabla siguiente muestra los resultados de las estimaciones para los trabajadores no registrados. Cuadro 9 Elasticidades desempleo. No Registrados
En el caso de los trabajadores no registrados, las elasticidades son significativas para todo el país y en las regiones, con la excepción de NOA y Pampeana. Esto es congruente con que en estas dos últimas regiones las variaciones estimadas de salarios en los no registrados resultan muy pequeñas. 3.8 El comportamiento de la distribución del ingreso en los noventa La evolución de la distribución del ingreso puede ilustrarse mediante el índice de Gini, que nos brinda una medida sintética de cómo los cambios en las remuneraciones promedio se distribuyeron al interior de la población. Como se observa en el gráfico 10, el índice de Gini para los individuos activos, al igual que el estimado para los trabajadores ocupados, presenta una tendencia creciente prácticamente a lo largo de todo el período considerado, hasta la crisis. El indicador de desigualdad para los activos muestra una muy breve fase inicial de relativa estabilidad que se extiende hasta el segundo semestre de 1992. A partir de
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entonces se produce un salto ascendente hasta el primer semestre de 1997, período en el cual se registra el primer máximo local. Luego de una breve caída en la segunda mitad de ese año (que de todos modos se ubica bien por encima de los valores observados al inicio del período) la serie retoma una tendencia ascendente hasta el primer semestre de 2002, en donde el Gini registra un valor de 0,585. En octubre de ese mismo año dicho indicador, si bien era levemente menor que el experimentado en mayo (0,574), presentaba un incremento de 11 p.p. con respecto al de comienzos de la serie. La desigualdad dentro de la población activa ha estado afectada no sólo por la equidad distributiva entre los ocupados sino por la distribución de los episodios de desempleo a través de la población en su conjunto. La primera fase de crecimiento de la desigualdad se correspondió con una tendencia alcista del desempleo, que alcanzó en 1995:1 a 20% de la población activa del GBA (nivel superado sólo en el primer semestre de 2002). Sin embargo, en el período que va de 1995 a 1997, con una tasa de desempleo en declinación, ambas variables se mueven de manera diferente. A pesar de que el desempleo se atenúa, el índice de Gini sigue elevándose, lo que se debe al aumento de la desigualdad entre los trabajadores ocupados, según se describirá posteriormente.
Gráfico 10. Indices de Gini para la población activa y para los ocupados 0.60 23%
0.55
Activo
0.50
1%
0.45 Ocupado
0.40
-31%
0.35 91
92 93
94
95 96
97
98 99
00
01 02
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC. Por su parte, el deterioro inicial en la equidad distributiva entre los miembros de la población activa se explica por la fuerte redistribución de los ingresos a favor del decil de ingreso más elevado, fenómeno que se verificó desde el comienzo de la instauración del régimen de convertibilidad, pero que se profundizó desde 1994 y que luego tomó un nuevo impulso desde el año 2000, tal como lo muestra el cuadro 10. Puede verse que el primer decil de la población activa tiene un ingreso nulo desde 1998. Ello se debe a que la tasa de desempleo se ubicaba largamente por sobre el 10%, y cuando una persona incluida en la muestra está desocupada, constituye una observación con remuneración nula.
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Cuadro 10 Distribución del ingreso de la población activa por deciles
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC. La disminución del índice de Gini en el último semestre de 2002 interrumpe la tendencia creciente verificada en forma sostenida desde 1991. Ello se debe a la caída de la tasa de desocupación, al comienzo de la reactivación económica, lo que impactó positivamente en los deciles más bajos. En particular, son los deciles segundo y tercero los que experimentan un incremento en su participación en el ingreso, en desmedro de los deciles medios, dado que los dos estratos de mayores remuneraciones mantienen participaciones prácticamente inalteradas. Entre puntas de la serie se observa un fuerte deterioro de la equidad distributiva entre los miembros de la población activa: mientras el 50% más pobre captaba en 1991 el 20% de los ingresos, su participación había caído a 12% en el segundo semestre de 2002. Por el contrario, el último decil pasa de concentrar el 35% del ingreso total a recibir el 42%, entre los extremos del período. Puesto que la desigualdad entre los activos es afectada por lo sucedido entre los trabajadores ocupados, en el gráfico 10 se muestra el Gini estimado para estos últimos. La serie presenta un comportamiento fluctuante, pero en torno a un nivel estable entre 1991 y el primer semestre de 1995. A partir de entonces, dicho indicador presenta una tendencia creciente hasta fines del año 2002, momento en el cual el índice de Gini registraba un valor de 0,49. Esto equivale a un incremento de 17% sobre su nivel de comienzos del régimen de caja de conversión.
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Es importante destacar que la fase expansiva inicial del producto, que tuvo un efecto benéfico sobre el empleo y también sobre las remuneraciones reales de la población ocupada, sólo logró mantener el nivel de desigualdad distributiva existente al comienzo de la convertibilidad. Luego, en la fase de caída de los ingresos medios, la distribución de los mismos empeoró fuertemente. La mayor regresividad de la distribución del ingreso entre los ocupados verificada desde 1994 se explica, tal como lo muestra el cuadro 11, por la fuerte concentración que favoreció al decil de mayores remuneraciones. La participación de este grupo en el ingreso alcanzó a 38% en 2002:2, al tiempo que la del 50% de los trabajadores ocupados de menores remuneraciones se ubicaba en 18%. Nuevamente, el único decil que presenta un aumento significativo en su participación en el ingreso total entre los extremos del período considerado es el superior. Todos los demás experimentaron retrocesos, excepto el decil noveno, que presentó también un aumento pero de pequeña magnitud. Cuadro 11 Distribución por deciles de ingreso de la población ocupada
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC. Estos indicadores permiten constatar que el empeoramiento en la equidad distributiva entre los miembros de la población activa no sólo se explica por el fuerte incremento en la
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tasa de desempleo sino también por la concentración de ingresos entre los ocupados. La relación entre el ingreso del décimo y el del primer decil casi se duplica entre los extremos del período: mientras que en 1991 el 10% de la población ocupada de mayores remuneraciones obtenía alrededor de 16 veces más que la población más pobre, en 2002 dicha relación se había elevado a casi 30 veces. Ambos factores contribuyen, a su vez, a explicar el desmejoramiento en la distribución según hogares. El análisis de la evolución de los ingresos de los hogares proporciona la perspectiva más apropiada para el estudio de la distribución del ingreso total. En efecto, al examinar las unidades familiares se adquiere una mejor perspectiva del grado de bienestar que puede alcanzar la población, más precisa que la permitida por el estudio de los individuos. El examen de las desigualdades en la distribución del ingreso con eje en los hogares involucra diversos determinantes, como las diferencias en la incidencia del desempleo en distintos grupos de hogares, o las relativas a las tasas de participación, las horas trabajadas y los rendimientos que los individuos obtienen por su esfuerzo laboral19.
Gráfico 11. Indice de Gini para los hogares según ingresos per cápita por hogar 0.58 0.56 0.54 0.52 0.50 0.48 0.46 0.44 0.42 91
92 93
94
95 96
97
98 99
00
01 02
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC. Como muestra el gráfico 11, y de manera congruente con lo acontecido entre los individuos activos, pueden identificarse dos fases en el período analizado. La desigualdad en la distribución del ingreso según hogares fluctuó en torno a un nivel estable hasta 1994. En tanto el índice de Gini era de 0,465 en el primer semestre de 1991, resultó levemente menor en la primera mitad de 1994, cuando alcanzó un valor de 0,451. A partir de entonces se verifica una tendencia claramente ascendente, que lleva a un registro de 0,539 al concluir el lapso considerado. Es decir, se observa un aumento de alrededor de 16% en el indicador, desde el inicio de la década. Sin embargo, este desmejoramiento en la equidad es de menor magnitud que el registrado entre los individuos activos, tal como puede constatarse comparando los cuadros 11 y 13. 19 En Damill, Frenkel y Maurizio (2002) se utilizan otras metodologías (por ejemplo, microsimulaciones) que confirman que el incremento del desempleo resultó el factor principal del empeoramiento de la distribución del ingreso en los años noventa.
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El cuadro 12 muestra una leve mejora en la equidad distributiva según deciles de hogares entre 1991 y 1994. El 50% de los hogares de menores ingresos per capita recibía 19,34% del ingreso total en 1991; esa participación había subido a 19,8% en 1994. Por su parte, para el 80% de los hogares de menores ingresos esos porcentajes fueron de 47,7 y 48,7, respectivamente, en los mismos momentos. La contrapartida fue, naturalmente, una pequeña reducción de la participación del 20% de los hogares de mayor ingreso per capita entre ambos años. Esa redistribución favoreció a todos los grupos restantes. Por su parte, el cociente entre el ingreso del décimo y el primer decil declinó de 23,6 a 22,5. Cuadro 12 Distribución del ingreso de los hogares (por deciles según el ingreso per cápita del hogar)
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC. El cuadro también muestra que, por el contrario, la distribución del ingreso según hogares empeoró considerablemente a partir de 1994. Se produjo entonces un intenso proceso de concentración que favoreció exclusivamente al decil de mayores remuneraciones por miembro. Este grupo recibía 39% de los ingresos totales a fines de 2002, cifra que se ubica cuatro puntos porcentuales por sobre la registrada al comienzo de la década. En el momento más agudo de la crisis, en 2002:1, el ingreso de este grupo llegó a ser equivalente a 98 veces el obtenido por el primer decil de hogares, para luego descender a 47 veces en la última observación incluida en el cuadro. Esta caída se explica,
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a su vez, por el leve incremento en el porcentaje de ingreso obtenido por el decil de población más pobre. Por último, el cuadro 13 permite tener una idea más precisa de la importancia que el incremento del desempleo tuvo sobre la desigualdad distributiva según hogares en los años noventa. Se observa que los episodios de desocupación se distribuyeron muy desigualmente entre deciles. Mientras que en el primer decil la tasa de desocupación entre 1991:1 y 2002:1 más que duplicó su valor, en el caso del decil de mayores ingresos prácticamente no se vio afectada. Por otro lado, en el segundo semestre de 2000, por ejemplo, el 5% de los jefes de hogares no pobres se encontraban desocupados, mientras que esta situación alcanzaba a casi 20% de los jefes de familias pobres. La desocupación afecta directa e indirectamente el nivel de pobreza de la población: por un lado, disminuyendo los ingresos medios familiares a partir de la caída en el número de perceptores dentro del hogar; por otro, dado el efecto diferencial entre deciles, impacta negativamente sobre la equidad distributiva y por esa vía, sobre los niveles de pobreza. Cuadro 13 Tasa de desocupación por deciles de ingreso per cápita familiar
Fuente: elaboración propia en base a datos del INDEC. A su vez, como ha sido comentado previamente, la mayor desocupación no sólo genera una disminución en los ingresos a raíz de la pérdida de perceptores, sino que indirectamente induce también una caída de los salarios de la población ocupada (reflejada en una elasticidad negativa de las remuneraciones reales al desempleo).
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DOS MODELOS PARA ANALIZAR EL IMPACTO DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS
Bill Gibson Universidad de Vermont, Estados Unidos.
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Resumen: El presente trabajo analiza dos modelos de crecimiento con el fin de simular la macroeconomía de posguerra en el caso de la Argentina. Los modelos estructuralista y neoclásico están basados en una matriz de contabilidad social, y luego calibrados sobre un período de 50 años. El modelo estándar parece haber funcionado bien hasta la década de 1970. A partir de entonces, es necesario un marco en relación a la demanda para examinar las razones que hicieron colapsar la economía argentina. Posteriormente, se presenta un mercado laboral más complejo para estudiar la distribución del ingreso vinculada al mismo. 1. Introducción La coherencia de las políticas necesita un foco macroeconómico. La transición a la apertura requiere la implementación de una serie de medidas que podrían operar sobre distintos propósitos y conllevar a un modelo subóptimo de distribución, a mayores niveles de pobreza y a un ingreso deficientemente distribuido. Dentro del contexto de la globalización, un régimen de políticas exitoso hace hincapié tanto en la acumulación de capital humano como de capital físico. Este trabajo analiza la implementación de metodologías e indicadores para examinar el impacto de las políticas económicas, en particular, sobre el mercado laboral. El objetivo del presente análisis es comparar dos enfoques para comprender la historia económica de posguerra de Argentina. El primero es el modelo de crecimiento estándar de Solow (1956). El segundo enfoque planteado es un macro-modelo estructuralista dinámico con un mercado laboral bastante complejo. Ambos están calibrados sobre la misma base de datos. Se observa que el modelo estructuralista tiene mayor alcance para examinar las causas de la crisis argentina y esto es particularmente evidente, al complementarlo con una explicación detallada del mercado laboral. El estudio está organizado de la siguiente manera: la sección dos incluye una breve reseña sobre la crisis argentina. La tercera sección describe los resultados del modelo de crecimiento estándar calibrado sobre la base de la trayectoria de crecimiento de posguerra. La cuarta sección presenta más información sobre el aspecto de la demanda, cuyo modelo se realizó como un proceso estocástico. La quinta sección describe el mercado laboral. La sexta compara los resultados del modelo estándar complementado. La séptima trata de la crisis argentina más reciente y la penúltima sección analiza la coherencia de las políticas laborales y económicas. La última sección propone algunas observaciones finales. La matriz de contabilidad social en base a la cual está calibrado el modelo se presenta en forma de apéndice1. Versión de Agosto de 2005
Palabras y frases claves: política, modelos computables de equilibrio general (CGEs, por sus siglas en ingles), matriz de contabilidad social (SAM, por sus siglas en inglés). Elaborado para el taller “Entre la globalización y el desarrollo nacional: Hacia una mayor coherencia entre las políticas económicas y laborales”, Buenos Aires, 8 y 9 de agosto de 2005. Gracias a Diane Flaherty y Alan Cibils por sus comentarios sobre la versión anterior del presente trabajo. © 2005 Bill Gibson
1Los datos y los resultados detallados de las simulaciones de los modelos están disponibles en www.uvm.edu/~wgibson.
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2. GENERALIDADES Antes del milagro chileno, existía Argentina2. Guiado por la sabiduría recibida de las políticas de Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI, por sus siglas en inglés) y de gestión de la demanda keynesiana, el período inmediatamente posterior a la posguerra trajo aparejados 30 años de crecimiento sostenido. Como lo indica la Tabla 1, el PIB real crecía un promedio de 3,3 por ciento al año y la inflación era moderada3. Sin embargo, parece que la fiesta terminó a mediados de la década de 1970. Junto con la mayoría del resto de los países del mundo, Argentina abandonó la ISI y comenzó a abrir su economía, como lo indica el índice de apertura de la Tabla 1. No obstante, con frecuencia se plantea que la reforma macro-política no fue proporcional. Se desconoció gran parte del “Consenso de Washington” pues el gobierno mantenía políticas del pasado. Ya era incontenible el conflicto inherente, que había comenzado a finales de la década de 1970, entre la agresiva gestión macroeconómica pro-crecimiento, alineada con los criterios keynesianos tradicionales y una supuesta orientación pro-comercial hacia el exterior (Saxton, 2003). Hacia fines de la década siguiente, la inflación alcanzó su pico más alto y superó el 3.000 por ciento. Posteriormente, el índice del tipo de cambio real cayó en picada desde un promedio de 1,16 en la década de 1980, como lo indica la Tabla 1, hasta 0,52 en la década de 1990. A pesar del la rápida valorización real, la cuenta corriente mejoró durante los años de crisis debido a la caída de las importaciones. La economía se contrajo un 1,9 por ciento promedio entre 1980 y 1989, como puede verse en la tabla. Se había realizado un primer intento de liberación bajo la dictadura militar (1976 – 1983) pero en forma incompleta. Menem llegó al poder en 1989 a través de una campaña con retórica populista (con la promesa de incrementar los sueldos, llevar a cabo una revolución productiva, etc.) No obstante, en 1991, el gobierno de Menem comenzó a realizar reformas profundas para alinear la economía más estrechamente al “Consenso de Washington” y modificó radicalmente el mandato electoral. Como resultado, la inflación disminuyó drásticamente, según se observa en la tabla. Las políticas de Menem estabilizaron la economía, restauraron los índices de crecimiento positivo y restablecieron el equilibrio fiscal. La recuperación se basó en el renovado acceso a capitales extranjeros que cubrieron el déficit de ahorro interno. Fue un período de auge de las inversiones, que se vieron fortalecidas por la confianza y la credibilidad en el régimen, compartidas a nivel internacional. Las deudas, interna y externa, aumentaron significativamente. En 1990, comenzó un ambicioso proceso de privatización con el objetivo de reducir la creciente deuda pública. Sin duda, el ingreso resultante de las privatizaciones fue de gran ayuda y la deuda argentina no aumentó entre los años 1989 y 1993 (MECON, 2004). Durante la década de 1990, se vendió la mayor parte de las empresas estatales (SOEs, por 2 Esta sección está ampliamente inspirada en Lovinksy y Gibson (2005). 3 Los datos son de Heston et al. (2004) y de Marquetti (2004).
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sus siglas en inglés) y creció el desempleo (Chisari et al., 1999). Tras la privatización de la seguridad social en 1994, el déficit fiscal se convirtió en la norma y se plantea que la explosión de la deuda pública tuvo sus raíces en la campaña de privatización (Baker y Weisbrot, 2002). Los pagos de los intereses comenzaron a dominar el presupuesto público. El proceso de liberalización estuvo acompañado de un régimen de convertibilidad monetario en 1991, el “Plan de Convertibilidad”, que estableció la paridad uno a uno, entre el peso y el dólar estadounidense (Galiani et al., 2003; Damill et al., 2002). Además de establecer un tipo de cambio fijo entre el peso y el dólar, la legislación también prohibió MODELOS ORIENTADOS A LAS POLÍTICAS Tabla 1. Indicadores macroeconómicos
Fuente: Damill et al., 2002; MECON, 2004. 1. Programa de estabilización vigente 1990:4-1991:1. 2. Plan de convertibilidad vigente 1992:2-1994:4. 3. Porcentaje de cambio. 4. Pesos por dólares estadounidenses. 5. Salario promedio en dólares estadounidenses constantes. 6. Porcentaje. 7. Exportaciones más importaciones/PIB.
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las emisiones que no estuvieran respaldadas por la moneda estadounidense. La idea era que la salida de capitales forzaría la reducción del gasto público y tendría efectos contraccionistas sobre la economía (Fanelli y Damill, 2004). A principios de la década de 1990, la absorción interna creció drásticamente en la participación en el PIB. A la expansión de cinco años que comenzó en 1990, le siguió una recesión en 1995; ésta fue el resultado del contagio de la crisis del peso mexicano, conocida como la “crisis tequila”. Argentina se encontraba en segundo lugar únicamente con respecto a México en términos de entrada de capitales y, por lo tanto, era vulnerable. Un segundo shock externo se materializó en el tercer trimestre del año 1998 con las crisis financieras de Asia y Rusia. Transcurrido dicho período, el crecimiento no se reanudó sino hasta el segundo trimestre de 2002. Como consecuencia de los shocks externos y de la privatización de la seguridad social, la deuda comenzó a crecer rápidamente una vez más (Cibils et al., 2002). Con un tipo de cambio sobrevaluado, las exportaciones argentinas fueron cada vez menos competitivas y las importaciones crecieron abruptamente. El déficit comercial empeoró en 1999 cuando devaluó Brasil, el principal socio comercial regional de Argentina (Stiglitz, 2002). El FMI proporcionó financiamiento de emergencia hasta septiembre de 2001, pero, a partir de entonces, se rehusó a seguir suministrándolo porque declaró que había una constante falta de reforma fiscal (Mussa, 2002). Fue severo el costo que se pagó para acorralar la inflación de la década de 1980. El anclaje del sistema de precios de principios de la década de 1990 fue el tipo de cambio real rápidamente valorizado, lo que multiplicó la vulnerabilidad de la economía ante los shocks externos (Damill et al., 2002). La campaña de privatización había sido útil para atraer divisas; además, el país se benefició con el importante apoyo al sector público que recibió del FMI. Los flujos brutos que provenían de las diferentes fuentes –el Banco Mundial, el FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo– alcanzaron un promedio de USD 2,2 mil millones por trimestre entre 1995 y 2000. La entrada de capitales en el sector público superó su pasivo expresado en dólares. El tipo de cambio sobrevaluado estimuló las importaciones y preparó el terreno para una masiva salida de capitales, mientras tanto el sector privado animadamente obtenía préstamos en dólares contratados por el gobierno a una tasa reducida. Parte del problema residió en el "éxito” de la campaña de privatización, ya que se liquidaron las empresas estatales de Argentina consideradas como los más grandes monopolios naturales integrados verticalmente que regulan los servicios públicos (electricidad, agua y cloacas y las comunicaciones), las materias primas (minerales, petróleo y gas) y los sistemas de transporte y bancarios (Galiani et al., 2003). Hubo un cambio de opinión que se inclinó en contra de la propiedad en manos del gobierno: a medida que disminuía el apoyo fiscal a las empresas públicas, el descontento de los usuarios de los servicios estatales favorecía cada vez más las privatizaciones (Cibils et al., 2002). El empleo
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en el sector público (federal, provincial y municipal) cayó de 5,1 millones en 1991 a aproximadamente un millón en 2000. Por otro lado, el empleo en el sector privado subió de 8,1 millones en 1991 hasta alcanzar más de 12 millones en el año 2000. La economía se acercó más estrechamente al perfil del "Consenso de Washington" y el paso siguiente sería abandonar por completo la regulación de la demanda. La transición fue caótica pero la pérdida de empleos se mantuvo al mínimo. No obstante, la sobrevaluación del tipo de cambio debido al "Plan de Convertibilidad” provocó una disminución de las inversiones extranjeras y el sector privado nunca logró cubrirlas. A pesar del creciente desempleo, básicamente, desde principios de la década de 1980, no hubo una tendencia en la participación del gasto público en el PIB. El déficit comercial avanzaba en forma procíclica y alcanzó el superávit sólo en los años de recesión en 1995 y 2000 – 2001. Los servicios financieros netos sufrían un déficit estructural y el de la cuenta corriente promediaba el 3,6 por ciento del PIB entre los años 1993 y 2000. Los pagos de los intereses netos en la balanza de pagos crecieron regularmente a lo largo del período de convertibilidad y hasta 1998. Excepto en los años de recesión, las entradas de capitales excedieron el déficit de la cuenta corriente durante la mayor parte de la década de 1990, lo que permitió cierta acumulación de reservas. Esto implicó una rápida acumulación de deuda externa y, para el año 1999, los pagos de los intereses netos superaban el 100 por ciento de las exportaciones totales. Sin embargo, después de 1998, las entradas de capitales comenzaron a declinar y dejaron el terreno preparado para la estrepitosa crisis financiera de los años 2001 – 2002, ya que se aceleró la fuga de capitales y los bancos empezaron a no cumplir sus obligaciones. Por otro lado, las inversiones exhiben una creciente tendencia de participación en el PIB desde principios de la década de 1980. Como se menciona más arriba, el financiamiento era principalmente externo. A medida que el desempleo agotaba el ahorro interno, se incrementaba el ahorro externo pues era necesario para cubrir la brecha. El sector público sólo logró empeorar el problema al aumentar la participación de las NFSP (necesidades de financiamiento del sector público) en el PBI, de menos del uno por ciento a principios de la década de 1990 a cerca del 5 por ciento en 1999, en gran medida debido a los crecientes pagos de intereses (Damill et al., 2002, Tabla 4a). A fines de la década de 1990, ya era obvio que el plan y el régimen de convertibilidad no funcionaban y contribuían a la inestabilidad provocada por el peso sobrevaluado. Aumentó el costo de los préstamos externos porque la mayoría de los prestamistas tenían en claro que darle dinero a Argentina era una propuesta peligrosa (como, en realidad, resultó ser). La devaluación de la moneda en 2002, que sobrevino tras el incumplimiento de pago de los préstamos a finales de 2001, se implementó de un modo que empeoró significativamente el daño hecho a la economía (Stiglitz, 2002). En diciembre de 2001, tras una corrida, se impusieron restricciones rigurosas sobre las extracciones de dinero en efectivo de las cuentas bancarias y, posteriormente, en enero de 2002, se congelaron y reprogramaron todos los depósitos bancarios a plazo fijo.
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Estas cuentas fueron pesificadas a un tipo de cambio ficticiamente alto (como se comprobó más tarde). A la flotación posterior del peso en febrero de 2002, le siguió una rápida caída del valor del mismo. Esto a su vez borró de un plumazo los ahorros de gran parte de la clase media. El desempleo creció drásticamente como resultado del shock exterior. El PIB cayó un 20 por ciento entre 1999 y 2002, pero la recuperación comenzó el segundo trimestre de 2002. En 2003, el panorama era más alentador. Las exportaciones subieron un 17 por ciento los primeros siete meses del año 2003, gracias a las mejores condiciones comerciales previstas para los productos agrícolas básicos. Las importaciones crecieron un 41 por ciento los primeros siete meses después de haber caído un 56 por ciento en 2002. El índice oficial de desempleo cayó a menos del 16 por ciento a fines de 20034. ¿Por qué sufrió Argentina las múltiples crisis de las décadas de 1980 y 1990? ¿Pueden los modelos de crecimiento ayudar a comprender el porqué de lo ocurrido? Repasemos los hechos interpretados tal como los tenemos. La economía funcionó correctamente durante tres décadas o durante la primera fase de su desarrollo de posguerra para luego tambalearse durante dos, o la segunda fase. La macro-política cambió de rumbo: de la regulación de la demanda en la primera fase pasó a las políticas fragmentarias del "Consenso de Washington" en la segunda. Hubo dos características importantes del "Consenso de Washington" que no se adoptaron: un tipo de cambio competitivo y las NFSP incluidas en el 3 por ciento del PIB. Aquellos que están a favor del enfoque del Consenso podrán argumentar acertadamente que este no funcionó en Argentina, porque no se implementó en su totalidad. Una macro-política inapropiada combinada con shocks externos, que luego se combinan para producir la debacle argentina. Sin duda, este es un razonamiento atractivo y razonable, ¿pero es realmente lo que ocurrió? Para responder esta pregunta, vamos a observar la calibración del modelo de crecimiento para ver si logra arrojar algo de luz sobre esta incógnita.
3. EL MODELO ESTÁNDAR Es probable que la capacidad de modelación adecuada del marco de crecimiento estándar se vea sobrepasada por los recientes hechos catastróficos de Argentina (Solow, 1956; Barro y Sala-i-Martin, 2004). Esta sección utiliza simulaciones numéricas para demostrar que, una vez complementado con la información adicional sobre el aspecto de la demanda, el modelo estándar puede arrojar información clave sobre la severa recesión que experimentó Argentina a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990.
4 El dato oficial de desempleo es sólo parcialmente correcto. Para mejorar la imagen, el gobierno decidió incluir a aquellos que recibían pagos de transferencias, como no desocupados. Si dicho beneficio no se toma en cuenta, los cálculos oficiales definen un desempleo del 16.2% actual, superior a 20% a fines de 2003.
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La globalización y el desarrollo nacional
TABLA 2. Parámetros de calibración para el modelo de Solow
El modelo estándar es ampliamente conocido. Hay un capital homogéneo, una función de producción Cobb-Douglas total, y la productividad marginal determina la distribución del producto. La inversión se coloca en función del ahorro en este marco. El modelo es fácil de simular; son muy pocos los parámetros requeridos como lo indica la Tabla 2. El crecimiento de la fuerza laboral, n, se toma como dado en forma exógena a un 1,54 por ciento en promedio (WDI, 2004). La participación del empleo 1 – _ en el período de posguerra de Argentina es, en promedio, de alrededor del 41,5 por ciento (Marquetti, 2004) y se muestra en la matriz de contabilidad social del apéndice. La depreciación también está calculada al 4 por ciento en base a los datos del capital accionario de Marquetti (2004). La tasa de ahorro, s, se utiliza para calibrar el modelo en forma dinámica. Es una participación de ganancias constante y, a su vez, éstas se calculan como producción menos los pagos de mano de obra y de factores externos _X. Se calcula que la participación de estos últimos es de alrededor del 4 por ciento del total. La tasa de ahorro de las ganancias de los pagos de los factores externos es s* y podría ser superior a 1, pero por ahora la subsumimos dentro de la tasa de ahorro general utilizada para calibrar el modelo. La tasa de variación técnica continúa apenas por debajo del 1 por ciento. Sin embargo, como la función de producción es Cobb-Douglas no debemos preocuparnos por el tipo de variación técnica (Barro y Sala-i-Martin, 2004). La función de producción se puede utilizar para calcular el capital accionario inicial. Tomando la tasa salarial base a nivel unidad, la fuerza laboral L se lee directamente de la SAM base. Al conocer las participaciones de producto y factores (también de la SAM base), resolvemos el nivel de capital accionario. Esto da como resultado un ratio producto-capital de 2,3. Ahora, calibramos el modelo dinámicamente mediante la variación de la tasa de ahorro hasta que la trayectoria dinámica del mismo replique los datos históricos. Una tasa de ahorro de 0,4 o de 40 por ciento de las ganancias produjo la concordancia que muestra la Figura 1. Es evidente que se trata de una “concordancia óptima” determinada subjetivamente. Una participación del empleo (1 – _) más alta incrementaría la tasa de
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ahorro requerida para producir esta concordancia; lo mismo sucedería con una mayor participación de insumos importados o de depreciación. Por otro lado, una tasa de crecimiento de la productividad superior, Ø, reduciría el ahorro requerido o permitiría mayores importaciones, o una más alta participación del empleo. En consecuencia, la Figura 1, es un una solución intermedia combinada de teoría simple e información histórica. Sin duda, el modelo estándar es de pleno empleo; por ello, la tasa salarial real, w, se ajusta en forma endógena. A lo largo del período simulado, ésta aumentó alrededor de un 1,7 por ciento, al igual que el crecimiento de la productividad de la mano de obra y, concuerda en líneas generales con los datos proporcionados por Marquetti (2004). La descomposición del crecimiento se indica en la Tabla 3 con la participación del empleo determinada por la SAM base. El análisis del crecimiento “funcionó”, aproximadamente, porque los cálculos se realizaron con variaciones discretas. Todos estos son cálculos razonables.5
450 Real GDP (1985 PPP, chained)
400
Solow model
350 300
Actual
250 200 150 100 50 0 1940 1950
1960 1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 1. Modelo de Solow, s = 0,4 [Leyendas del gráfico: PIB real (Paridad de poder de compra 1985, encadenado), Modelo de Solow, Real] Tabla 3. Análisis del crecimiento Tasas de crecimiento Producción
3,29
menos trabajo
1,54
menos capital
3,30
= productividad 0,78 . _ = 0,545 5 Argentina carece de una serie consistente de distribución funcional del ingreso. Los datos existentes son muy incompletos, aunque recientemente ha habido intentos por crear una serie tal. Una participación del empleo del 41,5 por ciento es muy alta de acuerdo con los pocos datos ciertos que poseemos correspondientes al período posterior a 1976. La participación del empleo en los ingresos alcanzó un pico de alrededor del 44 por ciento a mediados de la década de 1970, pero desde entonces ha declinado en forma constante. Esta característica aún no se ha incorporado en el modelo.
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La globalización y el desarrollo nacional
El modelo es, sin duda, muy sensible al parámetro de ahorro, s. La Figura 2 muestra la trayectoria de Solow para s = 0,3. En ciertos aspectos este parámetro se ajusta mejor, ya que se puede decir que en la trayectoria de Solow se captura la experiencia general de crecimiento. En realidad, de acuerdo con este parámetro se sugiere que no hubo ninguna crisis real; la tasa de crecimiento en 1 simplemente sobrestima una tasa de crecimiento que fue sustentable. En lugar de ser del 3,3 por ciento, es sólo del 2,7 por ciento. En consecuencia, la crisis no requiere más comentario o explicación que el que requiere el desarrollo expuesto precedentemente para el período que se extiende desde la década de 1960 hasta mediados de la década de 1980. Para ser exactos, no hay nada incorrecto en esta conclusión. Sin embargo, nótese en qué gran medida el modelo se ajusta a la primera fase de la Figura 1. La R2 para el período completo es 0,869, mientras que para los primeros 30 años de la Figura 1, la R2 es 0,9946. Si aceptamos la Figura 1 como simulación (counterfactual) para medir el costo de la crisis, es evidente que éste ha sido muy alto. Si se lo mide respecto del PIB del año 2000, se perdieron alrededor de 5 años adicionales; respecto del PIB de 1950, la pérdida se multiplica más de 17 veces. De no haber existido esta crisis, el producto por cada trabajador hubiera sido un 38 por ciento más alto en el año 2000. Visto de este modo, el costo social producto de la mala administración es abrumador.
450
Real GDP (1985 PPP, chained)
400 350
Solow model (s= 0,3)
300 250 200
Actual
150 100 50 0 1940 1950
1960 1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 2. Modelo de Solow, s = 0:3 [Leyendas del gráfico: PIB real (Paridad de poder de compra 1985, encadenado), Modelo de Solow (s = 0.3), Real] Aunque resulte extraño, en este análisis no se halla el estado de equilibrio. En la Figura 1 la tasa de crecimiento del PIB es simplemente un promedio, y si el modelo se extendiera, cambiaría. No hay duda acerca de la existencia de un estado de equilibrio respecto de este modelo; la cuestión radica en determinar si afecta de algún modo directo las conclusiones 6 Sin embargo, para el período de 50 años la concordancia con s = 0,4 es mucho peor, con una R2 = 0,291.
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que hemos sacado hasta el momento. Las Figuras 1 y 2 cubren un período de 50 años, el cual para el Modelo de Solow sólo constituye un “mediano plazo”. Si extendemos la simulación de la economía por un período adicional de 90 años, se produce una convergencia aproximada de la tasa de crecimiento de un 3,25 por ciento, independientemente de cuál sea la tasa de ahorro. La Figura 3 muestra cómo las dos versiones del modelo estándar, con diferentes tasas de ahorro respectivamente, convergen hacia un equilibrio similar (aunque no exactamente igual). Concretamente, para el año 2030 no se puede distinguir una economía de la otra. Deducimos que a los efectos prácticos, el largo plazo es altamente irrelevante. La utilidad de comprender las economías reales reside en la capacidad de rastrear datos en un “mediano plazo” de 50 años. Las dificultades del rastreo con el modelo se presentan mucho antes de que se alcance el estado de equilibrio. El modelo estándar, con s = 0,4, tiene concordancia de datos para las primeras tres décadas, pero ignora algunas características fundamentales de la economía que se dan con posterioridad a 1980. La economía real es sustancialmente desviada de su potencial mediante una serie de shocks sobre los parámetros fundamentales del modelo. En el caso del modelo estándar, dichos parámetros incluyen la tasa de ahorro, la productividad de los factores o alguno de los demás parámetros que se indican en la Tabla 2. No es obvio cuál de ellos es responsable. Siempre podemos ajustar la tasa de ahorro para obligar al modelo a rastrear los datos reales, como se muestra en la Figura 4. Este análisis sugiere que el problema de la economía argentina simplemente lo constituyeron fluctuaciones desordenadas de la tasa de ahorro de un 40 a un 70 por ciento del total de las ganancias. Durante la década de 1980 (y la última parte de la de 1990) la tasa de ahorro tuvo que haber descendido a cero para producir una declinación en el producto modelado. Nuevamente, no hay nada esencialmente erróneo en este análisis, al menos a priori, y las variaciones en otros parámetros bien podrían producir una concordancia mayor. Sin embargo, tal como está, el modelo puede no convencer a los formuladores de políticas debido a que carece de realismo, lo que se ha denominado el “duck test” (Gibson, 2003) (método de comparación analógica). Además, el marco no brinda sugerencias importantes acerca de qué puede haber funcionado mal en la economía argentina. En realidad, parece no haber relación con el análisis anterior7.
7 Con cada variación de la tasa de ahorro, la economía avanza hacia un estado de equilibrio completamente diferente. Debido a que los datos sugieren que el producto continuará fluctuando, es bastante evidente que el nivel de capital por hombre hacia el cual converge la economía no es más que azaroso. Es sabido que en el estado de equilibrio la tasa de crecimiento del producto es independiente de las fluctuaciones de la tasa de ahorro (aunque no de la tasa de variación técnica); por ello, prácticamente no vale la pena la crítica.
90
La globalización y el desarrollo nacional
0.038 0.036 0.034
s=0,4
0.032 0.030 0.028 0.026
s=0,3
0.024 0.022 0.020
1940
2000
1970
2030
2060
2090
FIGURA 3. Tasa de crecimiento del producto en el modelo estándar
Real GDP (1985 PPP, chained)
450 400 350 300
s=0,7
250
s=0
200
s=0,4
150
s=0
100 50 0
1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 4. Rastreo de los datos en el modelo estándar [Leyendas del gráfico: PIB real (Paridad de poder de compra 1985, encadenado), s = 0.4 s = 0 s = 0.7 s = 0] 4. HACIA UN MARCO MÁS REALISTA Buscamos que los modelos sean realistas por varias razones. La primera de ellas, mencionada más arriba, es que resulta más sencillo convencer a los formuladores de políticas de que los impactos del modelo en la economía representan de manera muy cabal los impactos en la economía real. Generalmente en toda sub-disciplina científica, se busca el realismo en los modelos de simulación y éstos son creíbles sobre esa base, ya sea que consideremos tormentas, explosiones nucleares o multiplicaciones proteínicas simuladas (Gibson, 2003). Es estrictamente necesario acatar principios fundamentales (hasta cierto punto), pero insuficiente para resultar convincente. Para que un modelo provoque un cambio en el desarrollo de políticas, se debe parecer a la economía que modela.
91
Existe otra razón más sutil y que no siempre se hace evidente. Incorporar estratos de realidad en un modelo puede hacer que éste se comporte de maneras sorprendentes, las cuales pueden expandir nuestra comprensión del proceso subyacente. Los modelos que se asientan sobre principios básicos también pueden comportarse del mismo modo, pero es más frecuente que aumenten nuestro conocimiento de dichos principios mismos antes que del objeto empírico. En esta sección se muestra de qué modo un modelo más realista puede sugerir hipótesis de las causas de los desequilibrios macroeconómicos que comenzaron en la década de 1980 y persistieron hasta mediados de la década de 1990. Continuamos empleando el modelo estándar descrito anteriormente, pero como un parámetro cierto de comparación; un modelo que describe lo que podría haber sucedido si no hubieran intervenido otros hechos. En esencia, el argumento es que el modelo enfocado desde la demanda debe mantenerse al nivel de la capacidad de producción. Si la utilización de la capacidad es insuficiente, la demanda de inversiones caerá y esto tendrá consecuencias negativas para la economía en su conjunto. Este enfoque es tan ampliamente conocido como lo es el modelo estándar descrito anteriormente. La novedad y el detalle potencialmente interesante no es el modelo en sí mismo, sino lo que podemos aprender al hacer concordar el modelo y rastrear los datos, tal como hicimos anteriormente al cambiar la tasa de ahorro. Debido a la gran cantidad de variaciones del modelo desde el aspecto de la demanda, será pertinente especificar con precisión nuestro objetivo. En términos generales, se trata de un modelo dinámico de un sector, calibrado en función de la misma SAM descrita anteriormente8. Al igual que todos los modelos impulsados por la demanda, el ahorro se ajusta a una función de inversión independiente.
g = f(u, re)
La tasa de crecimiento del capital accionario, g, está dada por (4.1)
donde u es la utilización de la capacidad y re es la tasa de ganancia futura esperada para las inversiones nuevas. Ambos derivados parciales, fu y fre son positivos.9 La utilización de la capacidad, u, está dada por la tasa del producto X respecto del
u = X/Q
producto de la capacidad Q (4.2)
El producto de la capacidad está dado por la misma función de producción empleada en el Modelo de Solow. Es en este punto donde los dos modelos convergen en uno. Se 8 Gibson y van Seventer (2000) comparan un CGE multisectorial estructuralista con una versión neoclásica, calibrados con la misma base de datos para Sudáfrica. 9 El modelo de simulación emplea una versión lineal de f : g =_0 + _1u + _2re, donde _0, _ 1 y _ 2 son constantes de calibración. El término _0 es una ordenada en el origen, designada para capturar el efecto de la tasa de interés y otras variables exógenas. El término _1 es similar al acelerador y suele dársele una interpretación simple; por ejemplo, cuando la utilización de la capacidad es alta, hay un estímulo para mayor inversión y viceversa. Sin embargo, aun con gran utilización de la capacidad, la tasa de ganancia esperada debe validar el impulso a la inversión. La fortaleza de la respuesta de la inversión respecto de las ganancias está dada por la constante _2.
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La globalización y el desarrollo nacional
presume que los productores calculan el nivel de Q empleando el modelo estándar. El producto de la capacidad es, entonces, congruente con el capital accionario disponible y la oferta de trabajo. La demanda laboral asociada con Q es nocional, por supuesto; el empleo real se determina de acuerdo con el nivel de demanda actual. La tasa de ganancia esperada se define como la tasa de ganancia del último período más un término de error aleatorio
r e = r t-1 +E t
donde _ ~ N(0, _2). La varianza _2 del término de error determina la volatilidad de la inversión y, en consecuencia, la demanda total en la economía del modelo.
(πX + J)(1- tπ)s + Sg + S* = p(I + Ig) El equilibrio ahorro-inversión está dado por:
donde π son las ganancias por unidad de producto, J son los pagos internos de intereses sobre la deuda del estado, tπ es la tasa impositiva directa a los “ricos”, definidos como receptores de ganancias, y s es la propensión al ahorro derivado de las ganancias como se mencionó anteriormente10. Sólo los receptores de ganancias ahorran como se refleja en la SAM. Los dos términos siguientes son el estado y el ahorro externo, respectivamente, y a la derecha se encuentra el valor nominal de la inversión total, dividida en la SAM entre
p = (1 + _)(wl + _)
privada, I, y estatal Ig. El precio, p, puede entonces expresarse así:
donde _ es el sobreprecio dado y fijo, w es la tasa salarial, l es el coeficiente laboral directo y _ son los pagos de los factores externos, como se indicó anteriormente. El
pG + Sg + wg + J + eJ* = (πX + J) tπ + (wlX + wg)tw
equilibrio fiscal para la SAM está dado por
donde G son los gastos estatales reales corrientes, Sg es el ahorro del sector público en la cuenta corriente, e es el tipo de cambio nominal y J* son los pagos de intereses externos. Los dos términos de la derecha son los ingresos fiscales provenientes de ganancias y salarios respectivamente. El primero es el ingreso proveniente de los impuestos a las ganancias a la tasa tp y el segundo es sobre el salario, a la tasa tw. La masa salarial es la suma de los salarios del sector privado, calculada como el producto de la tasa salarial, w; el coeficiente laboral directo, l; y el nivel del producto. Los salarios estatales nominales son wg. 10 Obviamente, esto es más realista para un país como Argentina que para los países más avanzados e industrializados.
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pE + S* = e [p*( _ X + M) + J*] La balanza externa es
donde E son las exportaciones y S* es el ahorro externo. Los pagos de los factores externos, _ X; importaciones, M; y los pagos externos de intereses están a la derecha. Aquí, p* es el precio externo de las importaciones. El paso siguiente consiste en normalizar el equilibrio ahorro-inversión de acuerdo con el
plg-Sg
valor bruto de producción, Y = pX. Defínase la razón NFSP, _, como
p=
Y
S* p*= . Y
y, del mismo modo, el ahorro externo:
Queda claro que este modelo impulsado por la demanda es más complejo que el modelo estándar solo, pero aún no está claro que sea mejor. El modelo estándar se enfoca en el crecimiento de factor, en tanto que la característica central del modelo impulsado por la demanda es que los agentes crean las expectativas sobre la base de cómo funciona la economía real comparada con su potencial según lo determinado por el modelo estándar mismo. 5. EL MERCADO LABORAL El mercado laboral en el modelo calibrado es bastante común. El salario en la SAM base se toma como la unidad y los salarios nominales cambian de acuerdo con el exceso de oferta de mano de obra. La oferta de mano de obra es la misma que en el modelo Solow precedente, es decir, que crece al índice histórico observado. La demanda de mano de obra depende de la producción y del coeficiente de empleo, l, que cambia de acuerdo con un
lt = lt - 1(1 - lt).
índice determinado exógenamente de aumento de productividad, l, ó
El crecimiento de la productividad de la mano de obra depende, a su vez, inversamente,
lt = l0Uet.
del exceso de oferta de mano de obra, U, con una elasticidad de e
De esta manera, el desempleo bajo induce un crecimiento de productividad de la mano de obra. Asimismo, el modelo impide que el desempleo se torne negativo11.
wt/wt-1 = 1 + q Ut-1 . Ut
El índice de salario nominal se ajusta de acuerdo con
11 Si una corrida fuera a producir un índice de desempleo negativo, se podría interpretar como satisfecho por inmigración de los países vecinos.
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La globalización y el desarrollo nacional
MODELOS ORIENTADOS A LA POLÍTICA Tabla 4. Parámetros de calibración para el modelo impulsado por demanda
Por lo tanto, siendo el índice de desempleo constante, el índice salarial aumenta a tasa q. Si cae el índice de desempleo, el salario aumenta aún pero a un ritmo más lento. La política monetaria influye sobre 0, pero no en el modelo. Los valores de los parámetros claves del modelo aparecen en la Tabla 4.
6. SIMULACIÓN DEL MODELO La hipótesis es que este marco es más realista que el modelo estándar solo y calibrarlo según los datos históricos permitirá comprender la debacle argentina. Procedemos de la siguiente manera. Los dos parámetros claves de esta expresión de equilibrio, p* y p, permiten el ingreso al modelo de shocks extranjero y fiscal. En una corrida inicial del modelo, permitiremos que estos dos parámetros crezcan a sus índices históricos observados promedio a lo largo del período de cincuenta años. Linearizamos la función f y tomando en cuenta la ecuación 4.1 generamos un proceso estocástico para u12. La Figura 5 muestra los resultados de una corrida del modelo impulsado por la demanda calibrado, con gasto del gobierno, incluyendo los pagos de interés, las exportaciones e importaciones tomadas con índice de crecimiento constante, histórico, desde 1950 a 2000. El R2 de la corrida de este modelo es 0,872.
12 Ver el anexo si se desean mayores detalles.
95
Según se señala más arriba, el modelo estándar se aplica correctamente siguiendo los datos concretos hasta 1980, pero falla progresivamente a partir de entonces. El componente aleatorio de la función de inversión impulsada por la demanda hace que se mueva más en forma errática y supuestamente más realista. La volatilidad del componente aleatorio se fija en forma exógena, y diferentes corridas producen diferentes aproximaciones. La corrida de la figura es característica de la conducta del modelo, y es bastante típica de los resultados que produce. Repetidas corridas del modelo confirman que no diverge, por lo menos para las corridas de 70 años o menos. El modelo impulsado por la demanda funciona adecuadamente en cuanto a estimar la dirección de la economía concreta hasta 1980, aunque no tan bien como el modelo estándar de la primera fase. A partir de allí, se desarrolla un sesgo, y el modelo impulsado por la demanda también predice en exceso los datos reales, si bien en forma no tan incorrecta como el estándar. El R2 del modelo estándar, con una tasa de ahorro de 0,3, es sólo marginalmente más bajo, 0,869, que el del modelo impulsado por la demanda, 0,872, y uno difícilmente podría ser culpado por pensar que todo el esfuerzo extra simplemente no justifica la pequeña mejora. Una importante diferencia se halla en la curvatura de la dirección en el más largo plazo.
Real GDP (1985 PPP, chained)
450 400 350 300
Calibrated
250 200 150
Actual
100 50 0
1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 5. Modelo impulsado por la demanda calibrado
Real GDP (1985 PPP, chained)
450 400 350 300
Calibrated
250 200 150
Actual
100 50 0
1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 6. Modelo impulsado por la demanda con p* histórica
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La globalización y el desarrollo nacional
Extrapolando del punto final, el modelo estándar predice una mejora sostenida, en tanto que el modelo impulsado por demanda predice un crecimiento más lento. La principal ventaja del modelo impulsado por la demanda, derivada de su complejidad, es que se puede usar para el análisis. Cuando reemplazamos la p* histórica real en el modelo impulsado por demanda a fin de ver cuánto influye el sector externo sobre la economía, encontramos que la varianza de la dirección estimada aumenta significativamente en comparación con la Figura 5.
Real GDP (1985 PPP, chained)
450 400 350 300
Calibrated
250 200 150
Actual
100 50 0
1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 7. Modelo calibrado con datos históricos para p y p* La Figura 6 sugiere que los shocks externos fueron un factor que impulsó la economía, especialmente después de 1990, ya que el modelo calibrado se hunde dramáticamente. El tipo de cambio sobrevaluado afectó las importaciones mucho más que las exportaciones. Esto provocó un colapso del PIB que la simulación de valor de la tendencia ignora. De manera similar en 1980, el patrón se revierte, y el shock de ahorro externo produce una contracción, en tanto que la economía real experimenta una reactivación. La hipótesis importante que se puede extraer de la Figura 6 es que la política fiscal fue estabilizante a lo largo de la mayor parte de la historia argentina, con la excepción bastante llamativa de fines de la década de 1980 y comienzos de la de 1990. Los datos sugieren que durante la década de 1950, los cambios en p compensan los shocks positivos del sector externo. Luego, nuevamente en la década de 1960, cuando los shocks del sector externo fueron negativos, la política fiscal nuevamente fue estabilizante. A mediados de 1970, la política fiscal parece ser neutra, pero se torna desestabilizante a fines de la década de 1970 y comienzos de la década de 1980. Al decir “desestabilizante” en este periodo, simplemente queremos decir que la política del gobierno empujó demasiado la economía en la dirección en que necesitaba que avanzara, realizando una corrección excesiva. Lo mismo se aplica en forma magnificada desde fines de la década de 1980 hasta comienzos de la de 1990. La economía se hubiera expandido sobre la base del
97
sector externo, sin embargo, una política fiscal de contracción la hizo descender. Para investigar esta hipótesis, considere la Figura 7. Allí reemplazamos el ratio tendencial de PSBR (requisitos de financiamiento del sector público, según su sigla en inglés), p, con la serie histórica13. Este ajuste, si bien es mejor, (R2 = 0,89) es aún imperfecto. La primera conclusión debe ser que, en realidad, el desempeño macroeconómico incluye otros factores además de los shocks fiscales y externos. No sólo se modela estocásticamente la inversión, sino que la conducta del consumidor es controlada por tasas de ahorro constante. Corriendo el modelo repetidamente, vemos que, en la década de 1960, el modelo siempre predice en exceso la real y, en la década de 1970, la predice en menos. Esto sugiere que las tasas de ahorro personal para ese período probablemente están subestimadas en el modelo para la década de 1960 y sobreestimadas para la de 1970.
Real GDP (1985 PPP, chained)
450 400
externa Calibrated
350 300 250
Actual interna
200 150 100 50 0
1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 8. Deuda argentina El año 1980 sigue siendo un problema, y parece haber sido causado por un fenómeno temporario (blip) en la conducta del ahorro, por lo menos en lo que se refiere a la metodología de este trabajo. Podríamos, por supuesto, ajustar la tasa de ahorro como hicimos en la Figura 7, período por período. Sin embargo, nada de lo precedente sugiere que sería adecuado hacerlo.
7. EL MODELO Y LA CRISIS RECIENTE ¿Puede el modelo arrojar luz sobre los recientes sucesos acaecidos en la Argentina? Como se señala precedentemente, la sabiduría convencional afirma que el gasto excesivo del sector público descarriló el proceso de crecimiento. El ejercicio recién completado
13 El lector deberá recordar que, como proceso estocástico, la Figura 7 es sólo una corrida del modelo. La corrida que se muestra es típica, pero algunas corridas muestran brechas más grandes entre la serie calibrada y la real, es decir, un R2 menor.
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La globalización y el desarrollo nacional
sugiere otra cosa: quizás un abordaje menos violento a la privatización podía haber preservado la economía de la profunda recesión de comienzos de la década de 1990. En realidad, pareciera que la política fiscal ha jugado un rol positivo, estabilizador, durante gran parte del periodo de la posguerra. La política fiscal fue excesivamente contraccionaria y contraproducente en un solo episodio, 1990. Más aún, en la última parte de la década de 1990 ocurrió lo opuesto; la política fiscal aparentemente ayudó a compensar el violento shock externo que experimentó la economía. En una simulación final, miramos al futuro y nos preguntamos cómo afectarán la recuperación los pagos excesivos de interés sobre la deuda fiscal acumulada. La Figura 8 ilustra las tendencias históricas de la deuda en dólares estadounidenses corrientes. Queda claro que ha habido una acumulación significativa de deudas desde 1990. Hasta ahora, este hecho no se ha incluido en la estructura formal; hemos asumido que los pagos por intereses han aumentado a un índice de crecimiento determinado exógenamente14.
Real GDP (1985 PPP, chained)
800 700
Capacity
600 500 400
Low
300 200
High 100 0 1945
1960
1975
1990
2005
2020
2035
FIGURA 9. Tasas altas y bajas de crecimiento de los pagos de intereses La Figura 9 ilustra cómo responde el modelo a un crecimiento más rápido de los pagos de intereses. La tasa base de crecimiento de J* y J fue incrementada en un 50 por ciento en 1983, y luego en 100 por ciento en 1993. El diagrama ilustra claramente que la diferencia es pequeña. En repetidas corridas del modelo, se ve con claridad que la volatilidad de la inversión empantana el efecto de los pagos más altos de intereses. Es, en realidad, fácil generar una corrida en la cual el PIB sea más elevado para la mayor parte de la trayectoria, a pesar de los elevados pagos de intereses. La razón de que el efecto no sea tan amplio puede leerse de forma directa de la ecuación 4.3 precedente. Allí queda claro que los pagos de intereses domésticos J se reciclan y, por lo tanto, además de un pequeño efecto redistributivo, son sólo los pagos de intereses extranjeros que disminuyen la utilización de capacidad a través de una p* más alta. 14 Si los pagos de interés externo se reinvierten luego en Argentina, este aumento de la deuda externa obviamente no tendrá impacto en el perfil de crecimiento del país. Pero dicho supuesto es dudoso, especialmente si los pagos de interés al exterior se perciben teniendo un efecto de contracción sobre la actividad económica local. En ese caso, es menos probable que retorne la salida de intereses y la profecía es auto cumplida.
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8. LA COHERENCIA DE LAS POLÍTICAS LABORALES Y ECONÓMICAS En la parte precedente, el abordaje al mercado laboral está excesivamente simplificado, y da pocos indicios de cómo puede la política económica afectar los hogares individuales. Esta sección muestra cómo se puede amplificar considerablemente el modelo para tomar en cuenta el impacto sobre una muestra de hogares. Este ejercicio se realiza sólo con fines ilustrativos, ya que no se ha hecho ningún intento por calibrar las características de los hogares reales de Argentina con la base de datos. El mercado laboral, en este modelo, rastrea grupos de individuos similares. En el modelo de simulación, a continuación, hay 75 grupos diferentes que constituyen la oferta de mano de obra en el primer periodo del modelo, en 1950. El índice de crecimiento promedio de la fuerza laboral está levemente por encima del 2,1 por ciento para el período simulado. En principio, la cantidad de individuos rastreada por el modelo es arbitraria. Los grupos que se encuentran en la simulación pretenden representar respuestas en escala a encuestas sobre ingresos y gastos de los hogares15. Están en escala para ajustarse a las cuentas nacionales e interpoladas entre períodos en los cuales se hacen normalmente las encuestas de hogares. Claramente, entonces, las simulaciones asumen un nivel de disponibilidad de datos que va más allá de lo que existe actualmente. La conducta del modelo, sin embargo, está fuertemente parametrizada de forma tal que, cuando se ajusta razonablemente, el modelo exhibe una conducta extremadamente realista. El mercado laboral está segmentado jerárquicamente. Existe demanda de dos tipos de mano de obra, calificada y no calificada. Los trabajadores que carecen de un nivel de educación que aporte los requisitos y experiencia de los trabajadores calificados no pueden ser candidatos a puestos calificados. En contraste, los trabajadores calificados que no encuentran empleo según su preparación pueden competir por empleos no calificados. Éste es el significado de la segmentación jerárquica (Skott, 2005). Existe un trabajador representativo de cada grupo de hogares. Se asigna aleatoriamente una distribución inicial de educación y experiencia a este trabajador representativo para el período uno, 1950. A partir de allí, la acumulación de educación y experiencia es endógena en el modelo. La acumulación de capital humano responde, por lo tanto, a la evolución de las políticas y al desempeño macroeconómico. Existen muchas presunciones conductuales incluidas en el marco del modelo, que se analizan en la continuación. La idea esencial es que los empleadores clasifican a los candidatos de acuerdo con un puntaje. Los trabajadores obtienen puntos por educación, experiencia, experiencia reciente y buena suerte. Por supuesto, la suerte está distribuida aleatoriamente, pero significa que un trabajador sin educación, experiencia o experiencia reciente (último período) puede conseguir un trabajo para el cual hay candidatos mejor preparados en el mercado. Ésta es la función suerte e. Tal como sucede en el mundo real,
15 Los problemas con este abordaje se plantean en el sentido que las encuestas de hogares entran en conflicto con las cuentas nacionales. Ver McLeod (2005).
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por supuesto, no se puede confiar en la suerte. En la configuración actual, la suerte, a lo
e[-1, 0]~U(-0,5, 2÷3)
sumo, es neutra y, en el peor de los casos, resta a lo sumo un punto, ya que e es
y está distribuida uniformemente con un valor esperado de –0,5, con una desviación estándar de aproximadamente 0,288. Por otra parte, la educación y la experiencia reciente de la mano de obra calificada también agregan un punto con certeza perfecta. Según se señala, la tasa de crecimiento de la fuerza de trabajo L es exógena. El crecimiento es resultado de la diferencia entre los nuevos ingresantes y los jubilados. Los trabajadores se pueden jubilar debido a salud, edad, migración hacia el exterior y otras razones. La cantidad de jubilados en cualquier período la determina una probabilidad exógena de jubilación, pr fijada ahora para que haya un 5% de probabilidad de que cualquier trabajador se jubile al final de cualquier año. Actualmente la jubilación no guarda relación con la edad, si bien se podría incorporar. Se supone que los trabajadores jubilados reciben transferencias de los trabajadores empleados, al igual que ocurre con otras personas a cargo. Cuando un individuo se jubila, es reemplazado por un nuevo trabajador, uno a uno. La experiencia y la experiencia reciente se fijan en cero para el nuevo trabajador que reemplaza al jubilado. La probabilidad de que nuevos trabajadores se jubilen al final del primer año se fija exógenamente en cero. Los nuevos trabajadores pueden ingresar al nuevo mercado de trabajo con o sin la educación adecuada para poder acceder a un puesto calificado. En el período siguiente, todos los trabajadores, incluyendo aquellos que ingresaron en el último período, reciben el mismo trato. Los nuevos trabajadores acumulan experiencia en el trabajo y reúnen los requisitos para puestos calificados a través de su nivel de educación, de la misma forma que sus colegas. Cuando un trabajador se jubila, es reemplazado por un nuevo trabajador sin experiencia. Que el nuevo trabajador esté educado o no cuando ingresa al mercado de trabajo se determina exógenamente de acuerdo con la probabilidad pe = 0,5. Podrían comenzar con riqueza negativa, pero no es así en la versión actual del modelo. La característica de jubilación del modelo contrarresta la acumulación de experiencia. Sin embargo, es verdad que un trabajador que logra mantener un puesto calificado durante algunos años genera una considerable ventaja en la competencia durante el año siguiente. Luego se incorporan los nuevos participantes del mercado de trabajo, cada año, para adaptarse a la tasa de crecimiento exógena. Los trabajadores adicionados tienen la misma experiencia y perfiles educativos que aquellos que reemplazan a los jubilados. En las simulaciones, la cantidad de hogares crece de 75 en 1950 a 234 en 2000. Como el valor esperado de la suerte es sólo –0,5, los trabajadores sin educación ni experiencia (recientes o de otra índole) casi nunca serán preferidos a un trabajador con educación y experiencia, aun si el trabajador no calificado tiene mucha suerte y el
101
trabajador calificado es extremadamente desafortunado. Para verlo, consideremos un trabajador educado sin experiencia y mala suerte. Su puntaje total podría, entonces, ser cero, ya que la mala suerte anularía el nivel de educación. Un trabajador no calificado, a lo sumo, tendría cero si la suerte adoptara su valor máximo de cero. Si bien podría haber un empate, desde la perspectiva del empleador un trabajador no calificado nunca sería preferido a un trabajador calificado. Efectivamente, entonces, a fin de reunir los requisitos para la participación en el mercado laboral calificado, los trabajadores deben tener o bien experiencia previa, Lx, como trabajador calificado, o un nivel de educación que le aporte los requisitos, Le. La experiencia de la mano de obra calificada se acumula de año en año,
Lx,t = Lx,t-1 + 1 Lx,t-1
pero no aumenta en forma lineal. La expresión de experiencia en el año t, Lx,t, es
de forma tal que el aporte de la experiencia al puntaje total de un candidato se acumula rápidamente en los años iniciales y, luego, disminuye con el empleo continuo. Al comienzo de cada período se renegocian todos los contratos. Los trabajadores previamente empleados pueden, por lo tanto, perder sus empleos y ser reemplazados por otros. Como se modelan separadamente el empleo previo y la experiencia, un trabajador que tiene muchos años de experiencia previa, pero fue despedido el año anterior, puede ser menos elegible que un trabajador con menos experiencia, pero con empleo reciente como trabajador calificado. Debido a que los trabajadores acumulan experiencia, es menos probable que esto ocurra. La educación se puede acumular sólo si un trabajador está desempleado en el período previo. Si un trabajador pierde su trabajo, la probabilidad de que pueda ingresar al sector educativo es pE. Los trabajadores que no buscan capacitación y educación adicional están desempleados y pueden incorporarse al sector informal, si bien esa alternativa no se modela aquí explícitamente16. Si un trabajador está en la escuela, existe una penalización asociada en el mercado de trabajo calificado. La penalización, Lu, se fija actualmente en menos uno. Por lo tanto, resulta posible que un individuo sea empleado a pesar de la penalización, que se puede ajustar, sin embargo, para que ningún estudiante sea efectivamente elegible para un empleo de tiempo completo. El puntaje total de elegibilidad para un puesto calificado, Ls, se determina por la suma de educación, experiencia, experiencia reciente y un término de error aleatorio, e, con
Ls = geLe + gxLx + gmLm + guLu + ge(1 - e)
ponderaciones determinadas en forma exógena. (8.1)
donde las ponderaciones exógenas están dadas por
g asociada y la t del subíndice se
ha suprimido para simplificar. Aquí se define Le como 0 o 1, y Lx es una variable contínua con un límite inferior de 0 y sin límite superior (si bien la jubilación finalmente hace que el
16 Ver Gibson (2005) para un modelo formal de este proceso.
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La globalización y el desarrollo nacional
valor se fije nuevamente en cero). La experiencia reciente, Lm, y la penalización por la educación actual también son binarias. Así, en la configuración actual, todas las g son uno. Siendo la elegibilidad de los trabajadores determinada por Ls en la ecuación 8.1, las firmas luego ranquean a los candidatos y realizan ofertas de empleo de mano de obra calificada en orden descendiente. Así, si hay demanda, Ld, en un período dado para mano rank(Ls)
£ Ld
de obra calificada, los trabajadores con
son contratados como trabajadores calificados. Son contratados como trabajadores no rank(Ls)
calificados si
£ Ld + Ldu
donde Ldu es la demanda de mano de obra no calificada. Si esta última inequidad no se mantiene, el trabajador queda desempleado. La presencia del término de error aleatorio, e, implica que los trabajadores con mala suerte pueden ser reemplazados por trabajadores con buena suerte y, por lo tanto, existe una variabilidad considerable en la simulación. Los trabajadores pueden, por lo tanto, tener suficiente educación y experiencia para un cierto puesto calificado, y sin embargo, permanecer desempleados debido a la mala suerte. A pesar del término de error aleatorio, la experiencia tiende a dominar el modelo ya que es la única variable acumulada en el tiempo. Los que están desempleados tienden a permanecer desempleados, ceteris paribus. El ajuste de las ponderaciones, g, en la ecuación 8.1, puede mejorar el realismo del modelo. El árbol de decisión del modelo se resume debajo. Dejemos que e (li) sea una definición aleatoria de i. SI
e (li) > pr: el trabajador se jubila : reemplazado por un nuevo trabajador i + 1 : fijar Lx = 0 e (li+1) < pe : fijar Le = 0 : de lo contrario, fijar Le = 1 : fijar pr = 0 e (li) < pr: el trabajador no se jubila
103
SI
Lt-1 = Ws,t-1 : el trabajador ganaba un salario calificado, Ws,t-1 Lx = Lx,t-1 + 1 Lx,t-1 : actualiza experiencia Lm = 1 : actualiza experiencia reciente Le = Le,t-1 : actualiza educación SI
Lt-1 < Ws,t-1 : fijar Lm = 0 Le,t-1 = 0 : el trabajador puede retornar a la escuela e(li) > pe : fijar Le = 1 Lu = _1 : aplicar penalización por estar en la escuela : fijar Ls = geLe + gxLx + gmLm +guLu + ge (1 - e) rank(Ls) £ Ld : contratado como trabajador calificado rank(Ls) > Ld : se retira al mercado de mano de obra no calificada rank(Ls) > Ldu : desempleado Para integrar el bloque del mercado del trabajo con el macromodelo precedente, aplicamos el salario actual para mano de obra calificada y no calificada a los trabajadores empleados. Los trabajadores desempleados reciben un salario cero, pero su ingreso total puede no ser cero si tienen ingresos por propiedades. Actualmente, el ahorro se determina como una fracción de las utilidades distribuidas después de impuestos. Los ahorros se acumulan de de año en año en forma de riqueza. Las utilidades del modelo se distribuyen de acuerdo con riqueza más un término aleatorio de manera que preserve la congruencia con las utilidades informadas por el macromodelo. El consumo se define, luego, como la diferencia entre el ingreso después de impuestos y el ahorro, y se agrega a través de los hogares y se vuelve a insertar en el macromodelo. La totalidad del modelo se resuelve como un sistema simultáneo de equilibrio en los mercados de bienes y trabajo. La Figura 10 ilustra el desempeño del modelo, y es fácil confirmar que es similar a la Figura 5, a pesar de la cantidad significativa de modificaciones. El perfil de empleo del modelo se presenta en la Figura 11. Ambas categorías de demanda de mano de obra aumentan con la producción, con el empleo de mano de obra no calificada que aumenta en forma más aguda, a pesar del hecho de que el modelo incorpora un cierto sesgo para la mano de obra calificada. La tasa de crecimiento
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350 300 250 200 150 100 50 0 1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 10. Modelo con Mercado laboral integrado
180 160 140
Unskilled
120 100 80 60
Skilled
40 20 0 1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 11. Empleo de mano de obra calificada y no calificada de empleo de mano de obra calificada es, en realidad, más elevada, dado su nivel inicial más bajo. Aun más sorprendente es la sobreoferta de mano de obra calificada y no calificada según ilustra la Figura 12. Obsérvese que el efecto de la crisis es mucho más severo sobre la mano de obra calificada que sobre la no calificada. Aquí las razones son evidentes, y representan una de las conclusiones más importantes de estas simulaciones. Durante la crisis, la probabilidad de que un trabajador retorne a la escuela aumenta, ya que, a fin de retornar a la escuela, un trabajador representativo debe haber estado desempleado durante el último período. El efecto es observable desde 1990 en adelante. En general, hay un aumento constante en el porcentaje de trabajadores educados en la simulación,
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180 160 140
Unskilled
120 100 80 60
Skilled
40 20 0 1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
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FIGURA 12. Sobreoferta de mano de obra
0.700 0.600 0.500 0.400 0.300 0.200 0.100 0.000
1940
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
FIGURA 13. Porcentaje de fuerza laboral con nivel de educación requerido congruente con las tendencias de la posguerra. La clara consecuencia es que no existe necesidad de recibir subsidios del gobierno para educación sin un apoyo de igual magnitud a la demanda agregada, a fin de generar oportunidades de empleo. La distribución del ingreso en el modelo se calcula sobre la base de categorizar a cada uno de los hogares en quintilos. La Tabla 5 ilustra los resultados de una corrida del modelo. De acuerdo con el modelo, la distribución del ingreso se ha deteriorado sustancialmente en el período de la posguerra. La distribución del ingreso parece empeorar en la crisis, contrariamente a la expectativa habitual. Durante el período en el que se mantuvieron los modelos de crecimiento estándar,
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La globalización y el desarrollo nacional
Tabla 5. Distribución del ingreso en el modelo integrado / Fuente: Cálculos del modelo 1950-1970, pareciera que la distribución del ingreso fue relativamente estable; sólo comienza a divergir en 1980, cuando se comienza a acelerar el ratio de los quintilos más ricos a los más pobres. Finalmente, nótese que el ingreso promedio del quintil más pobre, Q1, aumenta inicialmente y luego cae en forma abrupta a medida que el modelo se aproxima al año 2000. Esto sugiere que la pobreza es un problema creciente en el modelo. En tanto que el ingreso de los que están en mejor situación aumenta lentamente, el ratio aumenta en forma más radical precisamente por el efecto de la mano de obra calificada desempleada compitiendo por los empleos no calificados.
9. CONCLUSIONES En este trabajo se ha demostrado que se pueden construir modelos dinámicos razonablemente realistas y calibrados a datos reales, y utilizados para asesoramiento sobre políticas. A pesar del hecho de que los modelos de este trabajo fueron construidos mediante el uso de herramientas informáticas simples, pueden brindar importante información sobre el funcionamiento de las economías reales. Hemos visto por qué el modelo de crecimiento estándar empleado en la economía es tan popular; es elegante, simple y contundente. Parece fallar progresivamente, sin embargo, al analizar la economía argentina en el período posterior a 1970. Este trabajo ha mostrado el poder de una metodología de modelado que busca el realismo más que la congruencia con los primeros principios de maximización u otra teoría. En realidad, resulta evidente que los modelos y las metodologías referidos a la transición a la apertura se deben preocupar por la parte transitoria de las soluciones de los modelos de crecimiento. Las comparaciones en estado de equilibrio tienen poco valor porque los
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estados de equilibrio en los modelos prácticos llevan demasiado tiempo. La política sólo es relevante durante la transición ya que la economía se ralenta tan radicalmente al acercase al estado de equilibrio. Los modelos expuestos en este trabajo están simplificados, si bien sirven como introducción a modelos de equilibrio general computables más complejos que naturalmente requieren métodos de solución más sofisticados. Estos modelos CGE (módulos computables de equilibrio general según su sigla en inglés) son más detallados y pueden arrojar luz sobre problemas existentes en sectores específicos. Sin embargo, la metodología general es la misma. El impacto de la política se debe medir contra un parámetro de comparación razonable. Es en la construcción de parámetros similares de comparación que un modelo CGE está calificado casi en forma singular. Estos modelos pueden impresionar a los formuladores de políticas con su realismo y ganarse la confianza requerida para poner el modelo en acción. Los modelos del tipo estudiado en este trabajo son capaces de construir parámetros de comparación confiables, sin embargo si no es ese el uso para el que se pretenden, tienen poca aplicación. Existe poco valor agregado en el uso del modelo CGE para pronósticos, ya que se basa más en la coherencia empírica que en la teoría estadística clásica o Bayesiana. Los modelos de este trabajo se han usado precisamente de la forma recién descripta. El modelo de Solow se usó para ilustrar cuán caras se pueden tornar las crisis económicas y, así, recordarnos que se deben evitar. El marco de Solow no es particularmente realista, pero parece adaptarse bastante bien a las primeras tres décadas de la experiencia de posguerra de Argentina. Por lo tanto, proporciona una medida de las oportunidades perdidas, y del desempleo y crecimiento que causaron las crisis. La versión estructuralista del modelo de crecimiento estándar también ofrece implícitamente un parámetro de comparación. Si no hubiera habido un colapso en el gasto del gobierno, la recesión no habría sido tan profunda. El apartamiento de la vía neoclásica habría sido mucho menos severo. Se requiere gestión de la demanda si los formuladores de políticas pretenden posicionar la economía como exportadora de bienes sofisticados al mercado mundial. Se debe prestar atención a las oportunidades educativas, a los costos educativos y a los costos de oportunidad en el mercado laboral actual. Si se sobre-estimula la demanda, o se mantienen artificialmente los diferenciales de salarios calificados/no calificados, el resultado será una fuerza laboral sobre-educada y no competitiva. Sin embargo resulta necesario cierto diferencial calificado-no calificado para aportar el incentivo apropiado para acumular capital humano. El modelo más elaborado del mercado laboral requiere desarrollo ulterior. Pero queda claro que el abordaje es prometedor. No sólo resulta posible estudiar las tendencias del ingreso y de la distribución del ingreso a un nivel más desagregado sino, también, monitorear longitudinalmente cada una de las cohortes. El modelo del mercado laboral de este artículo es ilustrativo, y no pretende, en esta etapa, representar la historia real de la Argentina. Se podría calibrar para encuestas de hogares y otras fuentes de información sobre tendencias en la distribución del ingreso para incrementar grandemente su realismo.
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11. Anexo La matriz social inicial para 1950 en unidades de moneda local aparece en la Tabla 6. Con f en forma linearizada, tenemos
[s(__ + j) + __ _ _)q _ _1] u = _0 + _2__ qut_1 + " + _: Con q constante, sería un proceso estocástico para u de la siguiente forma:
yt = _0 + _1yt_1 + "t
_0 = _0 + _ s(__ q + j) + __ _ _ _ _1 _1 = _2__ q [s (__ q + j) + __ _ _] q _ _1 con
:
(s _ _2)__ q > sj + _ _ __ _ _1
La condición para la convergencia es _1 < 1, ó
Por ende, si el ahorro externo solo cubre los PSBR, y no existe crecimiento autónomo (_1 = 0) ni pago de interés locales, la condición se reduce al criterio de estabilidad estándar por los modelos de crecimiento impulsados por la demanda. Por otra parte, si el ratio de los PSBR es elevado o la entrada de capital externo es inadecuada el modelo
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probablemente se tornará divergente en el corto plazo. Un _1 grande también puede resultar en que el modelo se torne explosivo, pero esto es bien sabido.
Tabla 6. Matriz de contabilidad social para Argentina (1950) Fuente: Cálculos del autor, MECON 2004, Heston et al. (2004),Banco Mundial (2004).
28 BILL GIBSON Profesor de Economía John Converse, Universidad de Vermont, Burlington, VT 05405-4160 USA 413-548-9448. E-mail address :
[email protected] / URL: http://www.uvm.edu/~wgibson
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La globalización y el desarrollo nacional
ENTRE LA GLOBALIZACIÓN Y EL DESARROLLO NACIONAL: HACIA UNA MAYOR COHERENCIA ENTRE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS Y LABORALES
Comentarios preparados por el Prof. Jan Kregel, Oficina de Financiación para el Desarrollo, UN DESA.
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La globalización y el desarrollo nacional
“La coordinación de las políticas económicas y laborales: Efecto de las políticas económicas sobre el trabajo decente y mecanismos institucionales para la coordinación de políticas” La responsabilidad nacional y la movilización de recursos internos son principios clave que forman parte del enfoque de la ONU sobre el desarrollo. Inicialmente, el concepto de movilización de recursos nacionales se refería a elevar la tasa interna de ahorro, pero ahora es más frecuente ver Informes de la ONU referidos a aumentar los niveles de empleo. Como la mano de obra es el más abundante de los recursos internos, las políticas de empleo están cada vez más ligadas a la política de desarrollo. El uso de recursos externos en forma de asistencia oficial o de endeudamiento privado debería ser necesario sólo cuando los recursos nacionales se encuentran plenamente movilizados. Esto significa: sólo cuando las políticas internas sustentan altos niveles de empleo nacional. El énfasis inicial sobre la deficiencia en el ahorro interno fue el resultado de la inapropiada aplicación de un modelo de crecimiento post-keynesiano, diseñado para evaluar la posibilidad de sostener el crecimiento con pleno empleo en las economías desarrolladas, a los problemas de países en desarrollo. El no concentrarse en la importancia del pleno empleo para movilizar los recursos laborales podría remediarse simplemente mediante la introducción de las políticas keynesianas de gestión de la demanda. Pero esto también sería un error. Como lo reconoció Prebisch, un sagaz estudiante de la economía keynesiana, la teoría de Keynes también fue diseñada para abordar los problemas que enfrentaban las economías ya desarrolladas. El modelo abordaba el problema de la plena utilización de la capacidad productiva, en tanto los países en desarrollo enfrentaban el problema de crear tal capacidad productiva. No podía aplicarse directamente a los problemas de los países en desarrollo. Es más, sugirió también que sería más apropiado desarrollar teorías basadas en las condiciones específicas que enfrentan los países de la región. Resulta bastante fácil ver la razón. El concepto keynesiano de la gestión de la demanda está construido sobre la base del rol del gasto para mantener la demanda de recursos internos a un nivel que permita mantener el pleno empleo. La idea básica es producir condiciones en las que los gastos de inversión impulsen la demanda. Pero en una economía especializada en la explotación de recursos naturales, cualquier aumento en la demanda representa también un aumento en la demanda de la importación de bienes de capital y por lo tanto representa una "fuga" del proceso multiplicador. Lo mismo se puede decir de los gastos públicos orientados a incrementar la inversión. Finalmente, una distribución inequitativa del ingreso y una proporción elevada de propiedad extranjera en la explotación de los recursos naturales internos produce fugas a través del consumo suntuario de bienes importados o de la exportación de utilidades. En breve, como ha sugerido Samir Amin, el valor del multiplicador puede ser cero o negativo en los países en desarrollo y, en palabras de Celso Furtado, refiriéndose a la experiencia brasilera, no hubo perspectivas de crecimiento sobre la base de que la demanda interna "diera lugar a un proceso de
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desarrollo autogenerado …la economía esclava dependía a todos los efectos prácticos de la demanda externa". Para Prebisch esto significaba que las economías en desarrollo siempre enfrentarían una limitación externa, pero una limitación externa explicable por la estructura interna e histórica de la producción más que por el concepto keynesiano tradicional de absorción del excedente o de tasas de cambio mal alineadas. Por ejemplo, en una economía en desarrollo especializada en la producción de recursos primarios y en las exportaciones, un aumento en las inversiones a los niveles requeridos para lograr el pleno empleo en condiciones de equilibrio macroeconómico general (X+I+G=M+S+T) estaría asociado a un desequilibrio externo (X