LA HUELGA GENERAL Y LA CUESTIÓN DEL PODER

“la reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores” LA HUELGA GENERAL Y LA CUESTIÓN DEL PODER Stéphane Just (La Vérité, nº 592, junio d
Author:  Miguel Ortiz Reyes

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“la reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores”

LA HUELGA GENERAL Y LA CUESTIÓN DEL PODER Stéphane Just (La Vérité, nº 592, junio de 1980, páginas 15-79)

El cartismo y la Huelga General ............................................................................................... 2 ¿La Huelga General es la panacea universal? ............................................................................... 5 La Huelga General “arma absoluta” contra la guerra ............................................................... 5 La Huelga General “arma absoluta” para resolver la cuestión social ....................................... 9 La época de la organización del proletariado como clase....................................................... 12 Los marxistas y la huelga general........................................................................................... 13 El oportunismo ya en marcha ................................................................................................. 15 La huelga general y la revolución de 1905 ............................................................................. 17 Un papel determinante en los procesos revolucionarios en la época imperialista....................... 20 La Huelga General de enero de 1917 y noviembre de 1918 ................................................... 20 La huelga general contra el golpe de estado de Kapp............................................................. 22 La huelga por “oleadas” de 1920 en Francia .......................................................................... 24 La Huelga General en Inglaterra............................................................................................. 26 Después de la Segunda Guerra Mundial ..................................................................................... 31 La Huelga General en Bélgica (1960-1961) ........................................................................... 31 La Huelga General y la Revolución Húngara de los Consejos (1956) ................................... 32 1968 en Checoslovaquia ......................................................................................................... 34 Huelga de masas en Polonia (1970-1971) .............................................................................. 36 La huelga general en Cuba y en Nicaragua............................................................................. 38 “Lo que produce la huelga de masas es la revolución” (R. Luxemburg) ........................... 39 Los límites de la huelga general.............................................................................................. 41 Rosa Luxemburg y la espontaneidad ...................................................................................... 44 Huelga general, espontaneidad y estrategia revolucionaria .................................................... 46 En Francia, “se acerca el momento” ........................................................................................... 48 De Gaulle obligado a dimitir................................................................................................... 50 El empuje de las masas ........................................................................................................... 51 PS y PCF: ¡Realizad la unidad para acabar con el gobierno Chiscard-Chirac! ...................... 53 La división en ayuda de Giscard-Barre................................................................................... 56 El aparato estalinista se compromete a fondo......................................................................... 59 Preparar, prepararse para la huelga general ............................................................................ 62

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En Francia, la huelga general está de nuevo al orden del día. En una de sus fórmulas concentradas, Trotsky escribía a propósito de la huelga general de junio de 1936: “Lo que ha pasado no son huelgas gremiales. Ni siquiera son huelgas. Es la huelga. Es la reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores. Es el comienzo clásico de la revolución”1 Como lo dijo Marx: “Toda lucha de clases (es decir toda lucha de una clase contra otra clase) es una lucha política”. Desde el momento en que la clase obrera comienza a agruparse, a organizarse como clase, define objetivos que le son propios, entabla el combate político contra las clases dominantes, particularmente contra la burguesía. Al mismo tiempo, deduce los métodos y los medios de combate que le son propios y que se corresponde a su lugar en la producción social y las relaciones políticas. La huelga está en el centro de los medios de combates de la clase obrera. Cuando la clase obrera se esfuerza en alcanzar objetivos que le son generales como clase, cuando le es necesario entablar el combate contra las clases explotadoras, contra la burguesía, se plantea muy rápidamente la cuestión de la huelga general. Inglaterra ha sido la cuna del modo de producción capitalista. Fue en ese país donde, a partir de las relaciones internacionales, tomó su auge. Inglaterra es también el país en el que el movimiento obrero se organizó y constituyó más pronto como tal. Desde los años 1820, se formaron numerosos sindicatos. En 1838, el “Grand National Consolidated Trade Union” (literalmente: la más gran unión consolidada de oficios) representaba ya a cerca de un millón de miembros. A principios de 1834, se hizo una tentativa para organizar una huelga general para arrancar la jornada de ocho horas. Fracasó. Al final del año, la GNCTU se disolvió. Paralelamente a la constitución del movimiento sindical, se desarrolló un movimiento que combatió por los derechos políticos de la clase obrera: la “Nacional Union of The Working Class And Others” se fundó en abril de 1831, especialmente en el combate por el sufragio universal. Anunció el movimiento cartista. “La suspensión universal simultánea de la fuerza productiva en todos los oficios aparece en 1832 bajo en nombre de Grand National Holiday. Los cartistas la llamarán tan pronto Sacred Month como General Strike.”,2 escribe Édouard Dolléans en su Historia del movimiento obrero.

El cartismo y la Huelga General Fue una nueva asociación obrera, la “London Working Association”, fundada el 16 de junio de 1836, la que elaboró la “Carta del Pueblo”. Durante diez años, la Carta estará en el centro de las luchas de la clase obrera inglesa. Comprendía seis puntos: sufragio universal, parlamento anual, voto secreto, indemnización a los miembros del parlamento, supresión de las obligaciones de propiedad, circunscripciones electorales iguales. El 28 de febrero de 1837, se redactó una petición conteniendo los seis puntos. La campaña política por la “Carta del Pueblo” tomó auge a principios de 1838. El 21 de mayo, se reunieron 150.000 personas en Glasgow para sostener la Carta. Como lo escribe A. L. Morton y G. Tate, autores de la Historia del movimiento obrero inglés:

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L. Trotsky, “La revolución francesa ha comenzado”, 1936, en ¿A dónde va Francia?, Juan Pablos Editor, México, 1975, página 159. 2 Édouard Dolléans (1936), Historia del movimiento obrero, 3 volúmenes, volumen 1, Zero SA, Algorta, 1969, páginas 121-122.

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“Pero en 1838 la victoria parecía próxima y casi todos pensaban que la Carta iba a triunfar en algunos meses o, en el peor de los casos, algunos años. La reunión de Glasgow el 21 de mayo fue seguida de concentraciones semejantes en todas las grandes ciudades: 80.000 personas en Newcastle, 100.000 en Bradford, 200.000 en Birmingham. La más impresionante fue la concentración de Keersal Moor, cerca de Manchester, en la que participaron unas 250.000 personas y a la que S. Macoby denominó “probablemente la más grande concentración política que se haya celebrado jamás en este país”. Tuvo lugar un lunes y se cerraron todas las fábricas de la región. Al llegar el invierno, reuniones con antorchas tuvieron lugar en muchas ciudades del Lancashire y del Yorkshire. En el curso de esas reuniones se recogieron firmas para la petición y se eligió a los delegados a la Convención que tendría lugar en Londres en primavera, y que constituiría el órgano de la dirección y unificación de todo el movimiento.”3

La convención cartista se reunió el 4 de febrero en Londres. Se trata de un verdadero parlamento obrero. El 7 de mayo se entregó en el Parlamento inglés la petición con 1.250.000 firmas. La convención, no considerándose segura en Londres, se instaló en Birmingham. El 12 de julio, el Parlamento rechazó la petición por 235 votos contra 46. “El 16 de julio, en el curso de una reunión poco numerosa, la Convención decidió ordenar una huelga general para el 12 de agosto. Pero no se hizo nada para ejecutar esta decisión; no parece que haya habido ningún contacto entre la Convención y los sindicatos, sin cuyo apoyo semejante huelga era imposible. El 22 de julio fue anulada la decisión y se lanzó un llamamiento para realizar huelgas de advertencia “de dos o tres días a fin de consagrar todo ese tiempo a mítines y desfiles solemnes”. Este llamamiento tuvo amplio eco en varias regiones del Lancashire y del Yorkshire, y sobre todo en el Durham, donde numerosos mineros realizaron paros. Sin embargo, ese retroceso estimuló al Gobierno, que vio en él una confesión de debilidad, y en agosto efectuó detenciones en masa. En muy poco tiempo centenares de cartistas se encontraron en prisión, entre ellos muchos dirigentes. La Convención no pudo oponer otra dirección a este ataque y fue disuelta el 12 de septiembre sin haber tomado otras decisiones.”4

El movimiento cartista reemprendió con más amplitud en 1841. Se constituyó una “National Charter Association” (asociación nacional de la carta). La nueva petición nacional fue abierta por 3.315.725 firmas. Presentada en mayo de 1842 en el Parlamento, éste la rechazó por 287 votos contra 49. “Así, pues, el verano de 1842 vio una explosión de huelgas absolutamente sin precedentes al final de una larga depresión. Empezó en junio y julio entre los mineros y los obreros metalúrgicos del Staffordshire y del Warwickshire. Cuando una mina o una fábrica metalúrgica cerraban, los obreros iban a buscar a los otros trabajadores de los alrededores y les hacían parar en solidaridad. El movimiento es a menudo designado con el nombre de “Plug Riots” (motines de las válvulas”) pues comúnmente cerraban las calderas para pararlas. Muy pronto el movimiento se extendió a toda la región industrial del Norte, así como a Escocia y al País de Gales. A principios de agosto comenzó el mismo proceso en las hilaturas del Lancashire, en Stalybridge, Asthon, Hyde. El 9 de agosto Manchester fue inmovilizado por manifestaciones llegadas de todas las villas de los alrededores. El 13 le llegó el turno a Burnley. Muy pronto la ola inundó el Yorkshire, Potteires y otras regiones. A medida que se extendía, el movimiento evolucionó. Los acontecimientos de los diez años anteriores habían enseñado a los trabajadores que la acción sindical por sí sola no podía darles lo que ellos deseaban, que para conseguirlo era precisa una 3

A. L. Morton y George Tate, Historia del movimiento obrero inglés, Editorial Fundamentos, Madrid, 1971, páginas 121-122. 4 Ídem supra, páginas 125 y 126.

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transformación política de la sociedad. En todos los mítines se aprobaron resoluciones en las que se decía que “todo trabajo deberá cesar hasta que la Carta del Pueblo se transforme en la ley del país”.”5

Una vez más, la huelga general estaba al orden del día. Sin embargo, escriben A. L. Morte y G. Tate: “… la dirección de la Asociación Nacional de la Carta no tomaba ninguna parte en esta agitación. Por pura coincidencia se había preparado una conferencia en Manchester para el 12 de agosto. […] Los delegados tuvieron la sorpresa de encontrar la ciudad en plena huelga. A toda prisa se vieron obligados a revisar su orden del día para discutir esta nueva situación. […] Pero la conferencia no tomó ninguna decisión práctica y se disolvió dejando que la huelga prosiguiera sin dirección n central. Para empeorar todavía más la situación, O’Connor atacó violentamente a McDouall en el Northern Star y denunció la huelga como una maniobra de la “Anti-Corn Law League” destinada a reducir los salarios y distraer la opinión pública de la Carta. Sin dirección, sin organización y sin fondos, la huelga fracasó.”6

En 1847, el movimiento por la Carta se renovó en el momento de las elecciones generales. Una nueva petición recogió 1.975.000 firmas. Se presentó en el Parlamento el 10 de abril de 1848. “Se preparó un gran mitin en Kennigton Common que debía ser seguido de una marcha hacia Westminster. El Gobierno explotó entonces al máximo el pánico que él mismo y la prensa habían creado. Bajo el pretexto de que sospechaba la preparación de un golpe de Estado revolucionario movilizó numerosas tropas así como millares de policías especiales. Respaldado por esas enormes fuerzas anunció que el mitin de Kennington podía celebrarse, pero la marcha hacia Wetsminster era prohibida. Ante esta amenaza los dirigentes cartistas decidieron anular el desfile, pensando que era la única forma de evitar una masacre. La Petición fue presentada por una pequeña delegación y a pesar de sus 1.975.000 firmas fue menos impresionante de lo que había dejado entender O’Connor y habían esperado con confianza la masa de partidarios. El Gobierno tuvo la ventaja de poder anunciar una victoria sin haber tenido que librar una batalla.”7

Fue el fin el movimiento cartista, mucho más teniendo en cuenta que en el continente había sido aplastado el movimiento revolucionario de 1848. Primer movimiento político obrero de masas, el cartismo tiene de remarcable que las reivindicaciones democráticas les aparecieron a las más amplias masas como enteramente ligadas a las reivindicaciones económicas. La clase obrera es ya la portadora de las reivindicaciones democráticas y la fuerza que agitaba para arrancárselas a la burguesía que entonces era la más potente del mundo. La relación entre reivindicaciones económicas y reivindicaciones políticas desde el alba del capitalismo y del movimiento obrero se establece en cada momento. Así como lo remarcan los autores de la Historia del movimiento obrero inglés: “La “National Charter Association” puede pretender a justo título ser el primer verdadero partido de la clase obrera.”

Para luchar en el terreno político, la clase obrera debe constituirse en partido distinto. En cada momento crucial del combate político se plantea la cuestión de la huelga general. El fracaso del cartismo (aunque relativo pues de él resultaron un conjunto de conquistas al menos indirectamente para la clase obrera, como la ley de las diez horas, la ley sobre las fábricas, durante los años 1840) es, evidentemente, consecuencia de las condiciones objetivas: la burguesía era todavía una clase 5

Ídem supra, páginas 134 y 135. Ídem supra, páginas 135 y 136. 7 Ídem supra, página 141. 6

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históricamente necesaria, en el alba de su misión histórica progresiva. Sin embargo, de allí en adelante el movimiento cartista muestra que la lucha de masas del proletariado contra el gobierno y la burguesía, por sus reivindicaciones económicas y políticas, en la medida en que esa lucha exige la movilización como clase, pasa más a menudo por la huelga general. Muestra también que la huelga general no es suficiente por sí misma pero que es seguro el “la reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores”, una de las primeras etapas posibles de la revolución proletaria. El movimiento cartista señala igualmente la importancia de la dirección revolucionaria. En tres ocasiones, en 1838, 1842 y 1848, la dirección del movimiento cartista se reveló por debajo de sus tareas históricas; fue incapaz de asumir hasta el final su papel de dirección política del proletariado y, en consecuencia, precipitó su derrota.

¿La Huelga General es la panacea universal? La Huelga General “arma absoluta” contra la guerra Los anarquista y anarcosindicalistas han hecho de la “huelga general” una panacea, un mito, el “arma absoluta” de la clase obrera. En apariencia contradictoriamente, los reformistas han extendido muy a menudo esta ilusión. En la Primera Internacional, la huelga general ya será blandida como medio de lucha contra la guerra, posición que será retomada por los anarcosindicalistas e, igualmente, por Jaurès durante los años 1890 y 1900. En el III Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores, que se celebró en Bruselas del 6 al 13 de septiembre de 1868, la primera cuestión del orden día era: “¿Cuál debe ser la actitud de los trabajadores en caso de una guerra entre las potencias europeas?” En su Historia del movimiento obrero (1830-1871), Edouard Dolléans informa: “Tolain, en nombre de los delegados parisienses, presenta esta resolución: Considerando… que la guerra no fue nunca más que la razón del más fuerte, y no la sanción del derecho; que es un medio de subordinación de los pueblos por las clases privilegiadas o los gobiernos que las representan; que alimenta el despotismo, sofoca la libertad… que, en el estado actual de Europa, los gobiernos no representan los intereses legítimos de los trabajadores… Declara protestar con la mayor energía; invita a todas las secciones de Asociación a obrar con la mayor energía para impedir, por la presión de la opinión pública, una guerra de pueblo a pueblo que, hoy, no podría ser considerada más que como una guerra civil porque, hecha entre productores, no sería más que una lucha entre hermanos y ciudadanos.

El Congreso vota igualmente una resolución presentada por Charles Longuet: El Congreso recomienda a los trabajadores interrumpir todo trabajo en el caso de que llegue a estallar una guerra en sus países respectivos.”8

Enseguida Dolléans se asombra: “Esta decisión, que volvieron a tomar más tarde todos los congresos obreros internacionales, llama sin embargo la atención de Marx. En su carta a Engels, el 16 de septiembre, ironiza y habla de la “tontería belga de querer hacer huelga contra la guerra.”9

Es el asombro de Dolléans lo que es sorprendente. Tanto la resolución de Tolain como la de Longuet son puras abstracciones. La de Tolain está vacía: “la guerra no fue 8 Édouard Dolléans (1936), Historia del movimiento obrero. 1830-1871, volumen 1, Zero SA, Algorta, 1969, página 283. 9 Ídem supra, página 283.

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nunca más que la razón del más fuerte, y no la sanción del derecho”. Según la expresión de Clausewitz, “la guerra es uno de los medios de la política”, una de las expresiones de los antagonismo y contradicciones económicas, sociales y políticas entre las clases y en el interior de las clases, y uno de los medios de reglarlas. También puede ser la expresión del impasse de una sociedad. En cuanto al “derecho”, no es eterno sino también una expresión de las relaciones económicas, sociales y políticas; y se modifica con éstas. Hay guerras progresivas de una parte y reaccionarias por la otra, y guerras reaccionarias por las dos partes. Las fórmulas de Tolain son substituidas por un análisis concreto de las relaciones europeas del momento. Europa estaba todavía en plena época de desarrollo capitalista y, en particular, en el momento de la formación de naciones sobre la base de este desarrollo. Era este el caso, particularmente, de Alemania e Italia, que todavía no habían realizado su unidad nacional. La constitución de naciones, la realización de su unidad y su independencia, eran altamente progresivas históricamente, como marco al desarrollo de las fuerzas productivas. La realización de esta unidad y de esta independencia cuestionaba las relaciones y equilibrios en Europa. Tras Austria, la Francia de Napoleón III se levantaba como un obstáculo a la realización de la unidad de Alemania e Italia. Mantener un juicio indiferenciado y mantener abstractamente la balanza igualada entre Francia, Alemania, significa mantener el estado de cosas existente, es decir oponerse a la unidad y a la independencia de Alemania e Italia. Ahora bien, ésta solo podía realizarse mediante la guerra, y no fueron efectivamente realizadas más que por las guerras de Prusia contra Austria en 1866 y contra Francia en 1870. La posición de Marx y Engels hasta principios de la guerra franco-alemana estaba determinada por esas consideraciones. Que sea la burocracia y los usureros prusianos los que, bajo la dirección de Bismarck y del rey de Prusia, fueran quienes dirigieron la guerra, no impidió que esta guerra fuera, en su primera fase, una guerra nacional por parte de Alemania. En revancha, tras la derrota de Napoleón II en Sedan y el derrocamiento del Segundo Imperio, en razón de la voluntad de Bismarck y del rey de Prusia de anexarse Alsacia y Lorena e imponer una enorme contribución de guerra a Francia, la guerra devenía una guerra de opresión y de pillaje por parte de Alemania y una guerra nacional por parte de Francia. Que guerras justas y necesarias se transformen en guerras de opresión y de pillaje es un fenómeno ligado a que la sociedad esté dividida en clases. Incluso cuando juegan un papel progresivo, las clases explotadoras siguen siendo clases explotadoras y se libran a la opresión y el pillaje. Incluso las guerras de la revolución francesa, sin hablar de las de Napoleón I, no escaparon a esas contradicciones. Pero las resoluciones de Tolain y Charles Longuet (que más tarde retomarían los anarquistas, los anarcosindicalistas e, igualmente, algunos reformistas entre los cuales Jaurès) están huecas aún de otra forma. Algunas décadas más tarde, la época progresiva del modo de producción capitalista había pasado ya. Se abría una nueva época de ese modo de producción, la que Lenin caracterizó como la época del imperialismo, estadio supremo del capitalismo, la del capitalismo en putrefacción, reacción en toda la línea. En los años 1890-1900, las grandes potencias capitalistas, devenidas imperialistas en el sentido marxista del término, se repartieron el mundo. Las guerras entre las potencias imperialistas comenzaron con la guerra entre Estados Unidos y España, Japón y Rusia. Ni de una parte ni de la otra esas guerras tenían nada de progresivo. La guerra es la continuación de la política por otros medios. Las guerras interimperialistas sólo son la consecuencia de la dominación de los imperialismos, de su lucha para repartirse la explotación del mundo entero en beneficio del capital financiero de cada metrópoli imperialista, o para volver a repartírselo. La

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larga paz armada entre las potencias europeas tendía manifiestamente a su conclusión a fines del siglo XIX. El militarismo devenía cada vez más no solo una necesidad política sino una exigencia económica. Se constituían nuevas alianzas, se bosquejaban los campos imperialistas que se preparaban para enfrentarse en Europa: por una parte la Triple Entente (Francia, Rusia e Inglaterra), por otra parte la Triplice (Alemania, Austria-Hungría, Italia), para la dominación de Europa y, más allá, del mundo, mientras que Estados Unidos y Japón se aprestaban a jugar entre los campos imperialistas en lucha por su propia cuenta e, igualmente, para la dominación del mercado mundial. En los años 1890-1900, la amenaza de una guerra europea y mundial se levantó bajo esas condiciones, guerra a la que el movimiento obrero organizado internacional tenía que enfrentarse. En 1889, el Congreso de París, que se realizó en la calle Petrelle, puso la primera piedra de la construcción de la Segunda Internacional. El congreso se esforzó en unir en una misma internacional, como lo había hecho la Primera Internacional (la Asociación Internacional de Trabajadores), el movimiento político del proletariado y el movimiento sindical. Pero la separación no tardaría en establecerse. En 1896 se celebró en Londres el IV Congreso de la Segunda Internacional, Liebknecht propuso allí una resolución que imponía, para participar en el siguiente congreso que se celebraría en París en 1900, el reconocimiento de la acción política y parlamentaria (resolución adoptada). De un mismo golpe, los anarquistas, anarcosindicalistas y sindicalistas “puros” fueron descartados de ese congreso. A iniciativa de la CGT se realizó en París una especie de preconferencia que convocó una conferencia sindical internacional. Se celebraría en Copenhague en agosto de 1901. De aquí data la internacional sindical que será conocida bajo el nombre de la Internacional de Ámsterdam. Pero la internacional sindical fue rápidamente dominada por los sindicatos de dirección socialista y Karl Legien, secretario de la central sindical alemana, devino también secretario de la Internacional Sindical. Una resolución definió las relaciones entre las dos internacionales en el Congreso de Christiana, en septiembre de 1907, en respuesta a la CGT: “La conferencia considera que las cuestiones del militarismo y de la huelga general pertenecen a las que no pueden resolverse por una conferencia de funcionarios sindicales, sino exclusivamente por la representación del conjunto del proletariado internacional, mediante los congresos socialistas internacionales que se celebran regularmente… La conferencia dirige al proletariado francés la invitación apremiante de debatir las cuestiones en litigio conjuntamente con la organización política de la clase obrera de su propio país y cooperar en el arreglo de esas cuestiones participando en los congresos socialistas internacionales…”10

La cuestión de la lucha contra la guerra se planteó desde el congreso de Zurich, en agosto de 1893. El holandés Demela Nieuvwenhim, sostuvo la propuesta de huelga general y de la huelga militar en caso de guerra. Fue en el congreso de la Internacional Socialista de Stugart, en 1907, y en el de Dresde, a causa de la amenaza apremiante de una guerra europea, donde, sin embargo, se planteó de forma candente la cuestión de la actitud de los partidos socialistas en caso de guerra. Durante ese congreso, Jaurès retomó la posición de oponer la “huelga general y simultánea” a la amenaza de guerra. Esta misma posición defendía la CGT en Francia. El congreso confederal de Marsella, celebrado en 1908, votó la resolución que publicamos en recuadro.

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Édouard Dolléans, (1936), Historia del movimiento obrero. 1871-1920, volumen 2, Zero SA, Algorta, 1969, página 100.

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1908: la CGT, la guerra y la huelga general “El congreso confederal de Marsella, recordando y precisando la decisión de Amiens, • considerando que el ejército tiende cada vez más a reemplazar en la fábrica, en el campo, en el taller, al trabajador en huelga, cuando no tiene como papel fusilarlo, como en Narbona, Raon-l’Etape y Villeneuve-Saint-Georges; • considerando que el ejercicio del derecho de huelga no será más que un embeleco mientras los soldados acepten sustituir a la mano de obra civil y considerando masacrar a los trabajadores; el congreso, manteniéndose en el terreno puramente económico, preconiza la instrucción de jóvenes para que el día en que vistan el uniforme militar estén bien convencidos que no dejan de ser miembros de la familia obrera y que, en los conflictos entre el capital y el trabajo, tienen como deber no usar sus armas contra sus hermanos los trabajadores. Considerando que las fronteras geográficas son modificables a gusto de los poseedores, los trabajadores no reconocen más que las fronteras económicas que separan a las dos clases enemigas: la clase obrera y la clase capitalista. El congreso recuerda la fórmula de la Internacional: ¡los trabajadores no tienen patria! Que, en consecuencia, toda guerra no es más que un atentado contra la clase obrera, que es un medio sangriento y terrible de distracción de sus reivindicaciones. El congreso declara que es necesario, desde el punto de vista internacional, instruir a los trabajadores a fin que, en caso de guerra entre potencias, los trabajadores respondan a la declaración de guerra con una declaración de huelga general revolucionaria.” Esta posición fue reafirmada en el congreso de Toulouse en 1910. La resolución del congreso confederal de Marsella de la CGT afirma no reconocer más que “las fronteras económicas que separan a las dos clases enemigas: la clase obrera y la clase capitalista”. Si efectivamente la división de la sociedad en clases en la época del pleno desarrollo capitalista está dominada por el antagonismo entre la clase obrera y la burguesa, no se reduce a esa división. Existen otras capas y clases sociales que, a partir del antagonismo fundamente entre el proletariado y la burguesía, tienen una considerable importancia. Pero sobretodo en esta resolución quedan eliminadas completamente la lucha de clases viviente, real, en movimiento, las relaciones políticas entre las clases y en el interior de las clases, en provecho de una visión mecánica, vacía, de la lucha de clases, proclamatoria y declamatoria. La guerra tiene orígenes económicos y sociales. En la época del imperialismo, las guerras interimperialistas tienen como causa fundamental el impasse del modo de producción capitalista, la lucha por la dominación del mercado mundial, la apertura de nuevos mercados para los capitales y las mercancías, Sin embargo, el desencadenante de guerras imperialista depende de las relaciones políticas entre las clases y en el interior de las clases, a escalas nacional e internacional. Sin que esto sea un absoluto, los ejemplos de las dos guerras mundiales interimperialistas demuestran que sólo son posibles estas guerras en general mientras la burguesía es dueña de las relaciones entre 8

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las clases y el capital financiero domina las relaciones políticas en el seno de la burguesía. El estallido de tales guerras es en sí una derrota de la clase obrera y de las masas explotadas. En realidad las declaraciones más radicales llamando a responder “a la declaración de guerra con una declaración de guerra general revolucionaria” sólo prepararon la capitulación ante la guerra imperialista. Incluso cuando esas declaraciones emanaban de sindicalistas, sólo expresaban el idealismo pequeño burgués, ignorante del curso real de la lucha de clases y cambiando rápidamente en su contrario al fuego de los acontecimiento. Planteando así el problema, la mayoría de los partidarios de responder al estallido de la guerra con una declaración de “huelga general revolucionaria” condicionaban, explícita o implícitamente, consciente o inconscientemente, la “huelga general” en su país a la “huelga general” en el país enemigo. Lo que es una forma como otra cualquiera de prepararse para la “defensa de la patria”. El 16 de julio 1914 se reunía en París un congreso del Partido Socialista. Jaurès hacía un informe y el congreso adoptaba una resolución que estimaba particularmente eficaz la “huelga obrera simultánea e internacionalmente organizada en los países interesados”. En su Historia del movimiento obrero, Dolléans informa: “El 23 de julio por la noche, el ultimátum del gobierno austríaco es enviado a Belgrado y publicado el 24. El 26 de julio, La Bataille Syndicaliste declara: No queremos la guerra. Recuerda la resolución aprobada por la Conferencia Extraordinaria del 1º de octubre de 1911: “Llegado el caso, la declaración de guerra debe ser para cada trabajador la consigna de la interrupción inmediata del trabajo… A toda declaración de guerra, los trabajadores deben responder sin dilación con la huelga general revolucionaria”.”11

El día de la declaración de guerra, ninguna de las direcciones de los partidos socialistas y sindicatos llamó a la “huelga simultánea e internacionalmente”. Puesto que los otros no llamaban a la “huelga general” solo quedaba que participar en la “unión sagrada” en nombre de la “defensa de la patria”.

La Huelga General “arma absoluta” para resolver la cuestión social Arma absoluta contra la guerra, la “huelga general” debía ser también el “arma absoluta” de la emancipación social. Rosa Luxemburg cita a Engels el cual, en 1873, criticaba a Bakunin y su fábrica de revoluciones en España: “En el programa bakunista la huelga general es la palanca que se maneja para empezar la revolución social. Un buen día, los obreros de todos los talleres de un país o de todo el mundo abandonan el trabajo y obligan así (en cuatro semanas a todo tirar) a las clases posesoras a ponerse de rodillas y a tirar contra los obreros, de tal modo que éstos tienen entonces pleno derecho a defenderse y aprovechar la oportunidad para lanzar por la borda la vieja sociedad entera.”12

En el congreso de los “aliancistas”, que acababan de romper con la Asociación Internacional de Trabajadores en Ginebra en septiembre de 1873, fue retomada la misma idea, “excepto que se reconozca, por todas las partes, que es necesario para hacerlo una organización completa de la clase obrera y una caja llena”. A continuación se harían los propagadores los anarquistas y anarcosindicalistas. Briand, antes de convertirse en diputado, ministro y presidente del consejo, y de reprimir las huelgas, se convertirá en el portavoz de la “huelga general” para resolver la “cuestión social”. En el congreso de Marsella, el V Congreso de la Federación de Sindicatos, que se celebró del 19 al 23 de octubre de 1892, presentó un informe sobre la huelga general. Pero, tanto en 11

Ídem supra, página 195. F. Engels, “Los bakunistas en acción”, 1873, en Revolución en España, K. Marx y F. Engels, Ariel Quincenal, Barcelona, 1973, página 198.

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los congresos de la Federación de Bolsas de Trabajo, fundado el 7 de febrero de 1892, como en los de la Confederación General del Trabajo, fundada en el congreso de Limoges de la Federación de sindicatos y grupos corporativos, que se celebró en septiembre de 1895, como en los que se celebraron después de la integración de la Federación de Bolsas de Trabajo en la CGT en el congreso de Montpellier del 22 al 26 de septiembre de 1902, se reafirmará que la huelga general es el arma absoluta para resolver la “cuestión social”. Después de Marx, Engels combatió con encarnizamiento esta concepción. Es indispensable precisar por qué y cómo. En primer lugar y ante todo porque esta concepción de la huelga general se sitúa fuera del tiempo y del espacio. Tras la derrota de la Comuna y la disolución de la Primera Internacional, Marx y Engels estimaban que seguiría un período de construcción del movimiento, de sus organizaciones políticas y sindicales. El momento de entablar la lucha final para derrocar a la burguesía como clase y destruir su estado no había llegado todavía. No hay más que considerar el programa que Marx redactó en común con Guesde y sobre el que se constituyó en 1880 el Partido Obrero francés. Una primera parte puede considerarse como la que fijaba el objetivo final: “Considerando • que la emancipación de la clase productora es la de todos los seres humanos, sin distinción de sexo ni raza • que los productores no podrán ser libres hasta que sean dueños de los medios de producción (tierra, fábricas, naves, bancos, crédito, etc.) • que solo hay dos formas bajo las cuales les pueden pertenecer los medios de producción 1) la forma individual que nunca ha existido en el estado de hecho general y que cada vez es más eliminada por el progreso industrial; 2) la forma colectiva, cuyos elementos materiales e intelectuales están constituidos por el mismo desarrollo de la clase capitalista; Considerando, • que esta apropiación colectiva sólo puede surgir de la acción revolucionaria de la clase productiva (o proletariado) organizada en partido político distinto, • que semejante organización debe lograrse por todos los medios de que dispone el proletariado, incluyendo el sufragio universal (transformado así de instrumento de engaño, como hasta ahora, en instrumento de emancipación). Los trabajadores socialistas franceses, asignándose como objetivo de sus esfuerzos la expropiación política y económica de la clase capitalista y el retorno a la colectividad de todos los medios de producción, han decidido como medio de organización y de lucha participar en las elecciones con las reivindicaciones inmediatas siguientes.”

Acto seguido viene un programa de reivindicaciones inmediatas: “A. Parte política 1. Abolición de todas las leyes sobre la prensa, las reuniones y asociaciones y, sobretodo, de la ley contra la Asociación Internacional de los Trabajadores. Supresión de la cartilla, ese control de la clase obrera, y de todos los artículos del Código que establecen la inferioridad del obrero ante el patrono y la inferioridad de la mujer frente al hombre. 2. Supresión del presupuesto de cultos y devolución a la nación “de los bienes llamados de mano muerta, muebles e inmuebles pertenecientes a las corporaciones religiosas” (decreto de la Comuna del 2 de abril de 1871), incluyendo todos los anejos industriales y comerciales de esas congregaciones. 3. Supresión de la deuda pública. 4. La Comuna es dueña de su administración y de su policía.

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B. Parte económica 1. Descanso semanal de un día o prohibición legal a los empleadores de hacer trabajar más de 6 días cada 7. Reducción legal de la jornada de trabajo a 8 horas para los adultos. Prohibición del trabajo infantil en los talleres privados por debajo de los 14 años y, de 14 a 18, reducción de la jornada de trabajo a 6 horas. 2. Vigilancia protectora de los aprendices por las corporaciones obreras. 3. Mínimo legal de los salarios determinado cada año según el precio local de los alimentos por una comisión obrera de estadística 4. Prohibición legal a los patronos de emplear obreros extranjeros con un salario inferior al de los obreros franceses. 5. Igualdad de salario para el trabajo igual para los trabajadores de los dos sexos. 6. Instrucción científica y profesional de todos los niños a cargo de la sociedad representada por el estado y la Comuna. 7. Puesta a cargo de la sociedad de los viejos e inválidos del trabajo. 8. Supresión de cualquier interferencia de los empleadores en las cajas obreras de seguros mutuos, previsión, etc., restituidas a la gestión exclusiva de los obreros. 9. Responsabilidad patronal en materia de accidentes, garantía de una indemnización pagada por el empleador a las cajas obreras, y proporcional al número de obreros empleados y a los peligros que representa la industria. 10. Intervención de los obreros en los reglamentos especiales de los diversos talleres: supresión del derecho usurpado por los patronos de castigar con cualquier pena a sus obreros bajo forma de multas o retenciones en sus salarios (decreto de la Comuna del 17 de abril de 1871). 11. Anulación de todos los contratos de alienación de la propiedad pública (bancos, ferrocarriles, minas, etc.) y explotación de todos los talleres del estado confiada a los obreros que trabajan en ellas. 12. Abolición de todos los impuestos indirectos y transformación de todos los impuestos directos en un impuesto progresivo sobre las rentas que superen 3.000 francos. Supresión de la herencia en línea colateral y de toda herencia en línea directa que sobrepase los 20.000 francos.”

Así pues, en este programa que será adoptado por el Partido Obrero francés en su congreso del Havre de 1880, se pueden distinguir dos partes: una fija los objetivos generales del partido; la otra es una carta de reivindicaciones políticas y económicas inmediatas. El Partido Obrero puede construirse y prepararse para la toma del poder en otra etapa afirmando sus objetivos fundamentales (la expropiación del capital) y combatiendo inmediatamente por este programa mínimo. Anarquistas y anarcosindicalistas, que veían en la huelga general el medio supremo para resolver la “cuestión social”, rechazan la acción política y especialmente la participación en las elecciones y la agitación parlamentaria. Limitan la acción del proletariado a los medios puramente “económicos”, por tanto a la “huelga general”. Al hacer esto, se levantan como un obstáculo en la vía de la construcción de un movimiento obrero en desarrollo en todos los terrenos de la vida social y política. Niegan que el proletariado deba apoderarse del poder político. Están a favor, en principio, de la destrucción del estado burgués, rechazan sin embargo que el proletariado se dote de los medios y, sobretodo, que sobre los escombros del estado burgués constituya su propio poder, su propio estado. Aunque conmemoran la Comuna de París rechazan sus enseñanzas, a saber: la necesidad de la realización de la dictadura del proletariado. Su apología de la huelga general sólo es, en el fondo, un medio para cubrir su carencia política, para ocultar sus límites utilizando una fraseología “izquierdista”. Bajo estas condiciones, la “huelga general” sólo es una cortina de humo que oculta el abandono del terreno decisivo de la lucha de clases a la burguesía: el terreno político. La frase de izquierdas cubre esta capitulación y prepara otras. 11

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La época de la organización del proletariado como clase El furor de Engels y de los marxistas que estiman que la época es la de la “organización del proletariado en partido” para prepararse para la lucha por el poder, que estiman que el combate por las libertades democráticas es indispensable para la “organización del proletariado en partido”, que estiman adecuadas todas las posibilidades que la sociedad burguesa ofrece al proletariado para hacer esto y que deben ser utilizadas, está perfectamente justificado. Es la época en que Engels escribe su famoso prefacio a la reedición del opúsculo de Karl Marx La lucha de clases en Francia “Como Marx predijo, la guerra de 1870-1871 y la derrota de la Comuna desplazaron por el momento de Francia a Alemania el centro de gravedad del movimiento obrero europeo. En Francia, naturalmente, necesitaba años para reponerse de la sangría de mayo de 1871. En cambio, en Alemania, donde la industria (impulsada como una planta de estufa por el maná de miles de millones pagados por Francia) se desarrollaba cada vez más rápidamente, la socialdemocracia todavía más de prisa y con más persistencia. Gracias a la inteligencia con que los obreros alemanes supieron utilizar el sufragio universal, implantado en 1866, el crecimiento asombroso del partido aparece en cifras indiscutibles a los ojos del mundo entero. 1871: 102.000 votos socialdemócratas; 1874: 352.000; 1877: 493.000. Luego, vino el alto reconocimiento de estos progresos por la autoridad: la ley contra los socialistas; el partido fue temporalmente destrozado y, en 1881, el número de votos descendió a 312.000. Pero se sobrepuso pronto y ahora, bajo el peso de la ley de excepción, sin prensa, sin una organización legal, sin derecho de asociación ni de reunión, fue cuando comenzó verdaderamente a difundirse con rapidez 1884: 550.000 votos; 1887: 763.000; 1890: 1.427.000. Al llegar aquí, se paralizó la mano del Estado. Desapareció la ley contra los socialistas y el número de votos socialistas ascendió a 1.787.000, más de la cuarta parte del total de votos emitidos. [Es necesario darse cuenta que el sufragio universal no lo era más que relativamente. Todas las mujeres estaban excluidas. Las numerosas condiciones para ser elector reducían considerablemente el alcance de ese sufragio universal. N de S.J.] El Gobierno y las clases dominantes habían apurado todos los medios; estérilmente, sin objetivo y sin resultado alguno. Las pruebas tangibles de su impotencia, que las autoridades, desde el sereno hasta el canciller del Reich, habían tenido que tragarse (¡y que venían de los despreciados obreros!), estas pruebas se contaban por millones. El Estado había llegado a un atolladero y los obreros apenas comenzaban su avance. El primer gran servicio que los obreros alemanes prestaron a su causa consistió en el mero hecho de su existencia como Partido Socialista que superaba a todos en fuerza, en disciplina y en rapidez de crecimiento. Pero además prestaron otro: suministraron a sus camaradas de todos los países un arma nueva, una de las más afiladas, al hacerles ver cómo se utiliza el sufragio universal. El sufragio universal existía ya desde hacía largo tiempo en Francia, pero se había desacreditado por el empleo abusivo que había hecho de él el Gobierno bonapartista. Y después de la Comuna no se disponía de un partido obrero para emplearlo. También en España existía este derecho desde la República, pero en España todos los partidos serios de oposición habían tenido siempre por norma la abstención electoral. Las experiencias que se habían hecho en Suiza con el sufragio universal servían también para todo menos para alentar a un partido obrero. Los obreros revolucionarios de los países latinos se habían acostumbrado a ver en el derecho de sufragio una añagaza, un instrumento de engaño en manos del Gobierno. En Alemania no ocurrió así. Ya el Manifiesto Comunista había proclamado la lucha por el sufragio universal, por la democracia, como una de las primeras y más importantes tareas del proletariado militante, y Lassalle había vuelto a recoger este punto. Y cuando Bismarck

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se vio obligado a introducir el sufragio universal como único medio de interesar a las masas del pueblo por sus planes, nuestros obreros tomaron inmediatamente la cosa en serio y enviaron a Augusto Bebel al primer Reichstag Constituyente. Y, desde aquel día, han utilizado el derecho de sufragio de un modo tal, que les ha traído incontables beneficios y ha servido de modelo para los obreros de todos los países. Para decirlo con las palabras del programa marxista francés, han transformado el sufragio universal de moyen de duperie qu’il a été jusqu’ici en instrument d’émancipation (de medio de engaño, que había sido hasta aquí, en instrumento de emancipación) [Aquí Engels cita el programa del Partido Obrero francés elaborado por Marx y citado más arriba. N de S. J.]. Y aunque el sufragio universal no hubiese aportado más ventaja que la de permitirnos hacer un recuento de nuestras fuerzas cada tres años; la de acrecentar en igual medida, con el aumento periódicamente constatado e inesperadamente rápido del número de votos, la seguridad en el triunfo de los obreros y el terror de sus adversarios, convirtiéndose con ello en nuestro mejor medio de propaganda; la de informarnos con exactitud acerca de nuestra fuerza y de la de todos los partidos adversarios, suministrándonos así el mejor instrumento posible para calcular las proporciones de nuestra acción y precaviéndonos por igual contra la timidez a destiempo y contra la extemporánea temeridad; aunque no obtuviésemos del sufragio universal más ventaja que ésta, bastaría y sobraría. Pero nos ha dado mucho más. Con la agitación electoral, nos ha suministrado un medio único para entrar en contacto con las masas del pueblo allí donde están todavía lejos de nosotros, para obligar a todos los partidos a defender ante el pueblo, frente a nuestros ataques, sus ideas y sus actos; y, además, abrió a nuestros representantes en el parlamento una tribuna desde lo alto de la cual pueden hablar a sus adversarios en la Cámara y a las masas fuera de ella con una autoridad y una libertad muy distintas de las que se tienen en la prensa y en los mítines. ¿Para qué les sirvió al Gobierno y a la burguesía su ley contra los socialistas, si las campañas de agitación electoral y los discursos socialistas en el parlamento constantemente abrían brechas en ella? Pero con este eficaz empleo del sufragio universal entraba en acción un método de lucha del proletariado totalmente nuevo, método de lucha que se siguió desarrollando rápidamente. Se vio que las instituciones estatales en las que se organizaba la dominación de la burguesía ofrecían nuevas posibilidades a la clase obrera para luchar contra estas mismas instituciones. Y se tomó parte en las elecciones a las dietas provinciales, a los organismos municipales, a los tribunales de artesanos, se le disputó a la burguesía cada puesto, en cuya provisión mezclaba su voz una parte suficiente del proletariado. Y así se dio el caso de que la burguesía y el Gobierno llegasen a temer mucho más la actuación legal que la actuación ilegal del partido obrero, más los éxitos electorales que los éxitos insurreccionales.”13

Los marxistas y la huelga general Los marxistas, sin embargo, nunca han condenado el recurso a la huelga general. El Primer Congreso de la Segunda Internacional decidía realizar el 1 de mayo una manifestación internacional en defensa de las reivindicaciones obreras. La American Federation of Labor ya había decidido hacer del 1º de mayo de 1890 una manifestación internacional por las reivindicaciones obreras, por la jornada de 8 horas, en conmemoración del 1º de mayo de 1886 en el que la policía había disparado sobre los obreros de Chicago en huelga por la jornada de 8 horas. El guesdista Raymond Lavigne había propuesto la siguiente resolución: “Se organizará una gran manifestación internacional con fecha fija de manera que, en todos los países y todas las ciudades a la vez, los trabajadores exijan a los 13

K. Marx, “La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850”, [Engels, introducción a la edición de 1895], en Obras Escogidas en dos tomos; Tomo I, Editorial Ayuso, Madrid, 1975, páginas 114-116.

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poderes públicos la reducción legal de la jornada de trabajo a ocho horas y aplicar las otras resoluciones del congreso internacional de París.”

Bebel y Liebknecht hicieron añadir la siguiente enmienda: “Los trabajadores de las diversas naciones deberán cumplir con esta manifestación bajo las condiciones que les sean impuestas por la situación de sus países.”

Aquí está el origen del 1º de mayo, jornada internacional de lucha de la clase obrera por sus reivindicaciones. En numerosos países, en particular en Francia, las centrales y los partidos obreros llaman a una jornada de huelga general el 1º de mayo. A menudo, el 1º de mayo ha sido una jornada de duros enfrentamientos entre la clase obrera, la burguesía y su estado. Los huelguistas corrían el peligro de ser despedidos. Las manifestaciones eran reprimidas violentamente y a veces de forma sangrante. Así. El 1º de mayo de 1891, el gobierno ordenaba disparar a las tropas en Fourmies. Sin embargo, este tipo de huelga general es particular: limitada en el tiempo, expresa las aspiraciones de la clase obrera y su combatividad; afirma al proletariado como clase, su unidad y su solidaridad nacional e internacional. Desde este punto de vista, el 1º de mayo tiene una gran importancia política. La burguesía y sus gobiernos lo han comprendido muy bien, han reprimido duramente las huelgas y manifestaciones del 1º de mayo, antes de desactivar esta jornada de lucha internacional, que expresa las relaciones entre el proletariado y la burguesía, transformándola (con la complicidad de los dirigentes de las organizaciones obrera) en “fiesta del trabajo”. En los primeros años de la Segunda Internacional, los partidos miembros de la Internacional Obrera impulsaron verdaderas huelgas generales, especialmente en Bélgica y también en Austria, para arrancar el sufragio universal. Rosa Luxemburg escribe en un artículo fechado el 23 de abril de 1902 en Neue Zeit: “En la lucha llevada a cabo, desde 1886 hasta ahora, a favor del sufragio universal, la clase obrera belga usó la huelga de masas como el medio político más eficaz. A la huelga de masas de 1891 le debe la primera capitulación del gobierno y del parlamento: los primeros intentos de revisión de la Constitución; también a ella le debe, en 1893, la segunda capitulación del partido dirigente: el sufragio universal con voto desigual.”14

Enseguida Rosa Luxemburg explica el mecanismo de las huelgas generales belgas de 1891 y 1893 “En la situación política particular, la aplicación de la huelga general en Bélgica es un problema claramente determinado. Por su repercusión económica directa, la huelga actúa, ante todo, en contra de la burguesía industrial y comercial, y en una medida muy reducida sólo en detrimento de su verdadero enemigo, el partido clerical. En la lucha actual, la repercusión política de la huelga de masas sobre los clericales en el poder sólo puede tener un efecto indirecto ejercido por la presión que la burguesía liberal, molestada por la huelga general, transmite al gobierno clerical y a la mayoría parlamentaria. Por otra parte, la huelga general ejerce también una presión política directa sobre los clericales pues se les aparece como la antesala, como la primera etapa, de una verdadera revolución callejera en gestación. Para Bélgica, la importancia política de las masas obreras en huelga radica siempre, y aún hoy, en el hecho que, en caso de rechazo obstinado de la mayoría parlamentaria, aquellas masas están coyunturalmente prestas y son capaces de domeñar al partido en el poder con disturbios, con revueltas callejeras.”

Así la lucha por el sufragio universal, objetivo político, lleva a la movilización y acción revolucionaria de las masas, abre la vía a través de la huelga general a la revolución: “la huelga general es el precursor como primera etapa de una verdadera revolución callejera en gestación.” 14

Rosa Luxemburg, “L’expérience belge”, 1902, http://marxists.org/francais/luxembur/works/1902/rl19020423.htm

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No sólo son políticos sus objetivos y contenido sino que, por otra parte, no se desencadena de forma arbitraria, se corresponde con las aspiraciones y la madurez política de las masas. En otro artículo, Rosa Luxemburg da las siguientes indicaciones: “En 1891, la primera corta huelga de masas, con sus 125.000 obreros, fue suficiente para imponer la institución de la comisión para la reforma del derecho a voto. En abril de 1893, fue suficiente con una huelga espontánea de 250.000 obreros para que la cámara se pronunciase, en una sola y larga sesión, sobre la reforma del derecho de voto que dormitaba estancada desde hacía dos años en la comisión”15

Los marxistas, y en primer lugar Engels, consideraban que la hora de la revolución proletaria no había sonado entonces. Estimaban que el capitalismo aún podía desarrollar a escala mundial las fuerzas productivas. Pero la lucha por las reformas, la utilización de las campañas electorales, de las elecciones, de la tribuna parlamentaria, y la lucha en el terreno y según los métodos propios del proletariado, que son por naturaleza revolucionarios, no se oponían, formaban parte de una misma acción política: la organización del proletariado como clase, la preparación de la revolución proletaria y de la toma del poder. La huelga general debe ser considerada en relación con esta acción política y como uno de sus medios. En su folleto El camino del poder, publicado en 1909, Kautsky recuerda que, en la lucha por la democracia, a los medios empleados anteriormente “… hay que agregar la huelga general, que adoptamos en principio hacia 1893 [Engels vivía todavía], y cuya eficacia en circunstancias favorables ha sido probada después varias veces”16.

El oportunismo ya en marcha Pero es cierto que, ocultándose tras la ilusión de las elecciones y del Parlamento, tras la lucha por las reformas sociales y políticas, el revisionismo iba a penetrar y a apoderarse de la Segunda Internacional y de sus partidos reputados como más “marxistas”. Desde los años 1897-1900, el revisionismo tenía su teórico en la socialdemocracia alemana: Bernstein. En una serie de artículos aparecidos en Neue Zeit y en un libro publicado en francés bajo el título Socialismo teórico y socialismo práctico, explicaba: - el capitalismo da pruebas de una capacidad de adaptación cada vez más grande, lo que se manifiesta en el hecho que ya no hay crisis general gracias al desarrollo de las comunicaciones y de la información; la supervivencia de las clases medias, la diferenciación de las diversas ramas de la producción y el acceso de amplias capas del proletariado al nivel de las capas sociales; la mejora de la situación económica del proletariado. - la multiplicación de las sociedades por acciones significa que el capitalismo deviene económicamente democrático, resolviendo progresivamente, en cierta forma, la cuestión de la propiedad colectiva de los medios de producción. - Los sindicatos y las cooperativas obreras deben permitir, de reforma en reforma, suprimir el beneficio capitalista como motor de la producción - La tarea de la socialdemocracia consiste en hacer progresar sin cesar la democracia por medio de la acción electoral y parlamentaria, la inserción en el poder del estado, en el estado, para transformarlo.

15 Rosa Luxemburg, “Nouvelle expériencie belge”, 1913; https://www.marxists.org/francais/luxembur/works/1913/05/rl19130500.htm 16 K. Kautsky, (1909), El camino del poder, Juan Grijalbo Editor, México, 1968, páginas 140-141.

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Donde más claramente se concretó el resultado del revisionismo fue primero en Francia. En 1899, el “socialista” Millerand entraba en el gobierno Waldeck-Rousseau. Por primera vez después de 1848, una “socialista” participa en un gobierno burgués. Jaurès justificó esta participación pretendiendo que “levantándose revolucionariamente contra el estado burgués no se le combatirá, hay que instalarse en el mismo corazón de la ciudadela”

Para él, la participación en un gobierno burgués, igual que el voto del presupuesto, es una cuestión de circunstancias, la participación ministerial es complementaria, e incluso de la misma naturaleza que la utilización del parlamento. Al principio, el revisionismo y el “ministerialismo” son condenados, primero por la socialdemocracia alemana, después por la Segunda Internacional. Pero si la socialdemocracia alemana mantiene la necesidad de combatir por la toma del poder político, se sitúa en realidad por completo en el terreno parlamentario. La resolución adoptada en el congreso de la Segunda Internacional que se celebró en París en 1900, condenó el “ministerialismo” al mismo tiempo que le abría las puertas: “La entrada de un socialista aislado en un gobierno burgués no puede ser considerada como el comienzo normal de la conquista del poder político, sino solamente como un expediente de fuerza, transitorio, excepcional.”

Toda la práctica de la Segunda Internacional y de sus partidos deviene reformista y revisionista. En agosto de 1914 llevará a la capitulación de cada partido de la Segunda Internacional ante su propia burguesía (excepto el Partido Bolchevique). La práctica oportunista y revisionista de los partidos de la Segunda Internacional nutre evidentemente al anarquismo, al anarcosindicalismo, al rechazo de la lucha política, al recurso a la frase “revolucionaria” y a la invocación de la “huelga general” como una panacea. Sin embargo, en Francia por ejemplo, los anarcosindicalistas se unirán al mismo tiempo que los socialistas de todas las corrientes a la “Unión Sagrada”, en el momento en que se desencadena la Segunda Guerra Mundial. Lo que prueba que no es la utilización de las elecciones, del parlamento, la acción política, lo que se cuestiona. Reside, como lo explicó Lenin, en que, a partir de la existencia de una aristocracia obrera, los aparatos de los partidos socialistas y de las centrales sindicales se adaptaron a la sociedad burguesa, devinieron aparatos burgueses en el interior del movimiento obrero, “los lugartenientes obreros de la clase burguesa.” La adaptación de esos aparatos a la sociedad burguesa comienza a dibujarse, justamente, cuando se prepara la crisis del sistema imperialista que va a explotar en la Primera Guerra Mundial: a principios del siglo XX, Rosa Luxemburg lo remarca durante la huelga general belga de 1902, cuyo objetivo era arrancar el sufragio universal pleno y entero. En el artículo citado más arriba, escribe: “Si ya en la última década del siglo pasado la defensa de los clericales fue desesperada, cuando sólo se trataba del comienzo de las concesiones, debía devenir, según todas las apariencias, una lucha a muerte ahora que se trata de librar el resto, la misma dominación parlamentaria. Era evidente que los discursos brillantes en la cámara no podían obtener nada. Hacía falta la presión máxima de las masas para vencer la resistencia máxima del gobierno. Frente a ello, los miedos de los socialistas a proclamar la huelga general, la esperanza secreta pero evidente, o como mínimo el deseo de ganar, tan posible, sin tener que recurrir a la huelga general, aparecían desde el principio como el primer síntoma doloroso del reflejo de la política liberal en nuestros camaradas, de esta política que, desde siempre como se sabe, ha creído poder quebrantar las murallas de la reacción al son de las trompetas de la grandilocuencia parlamentaria. […] Al imponer de entrada, bajo la presión de los liberales, límites y formas legales a su lucha, al prohibir cualquier manifestación, cualquier soplo de la masa, disipaban la fuerza política latente de la huelga general, que no quería, de cualquiera de

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las formas, ser otra cosa más que una huelga pacífica. Una huelga general encadenada de entrada dentro de los barrotes de la legalidad se parece a una demostración de guerra con cañones cuya carga haya sido lanzada al agua antes y bajo la mirada del enemigo. Incluso un niño no se asusta de una amenaza “con los puños en los bolsillos”, como Le Peuple aconsejaba seriamente a los huelguistas, y una clase en el poder, luchando a vida y muerte por la continuación de su dominación política, se asusta menos aún. Por ello, precisamente, en 1891 y 1893 le fue suficiente al proletariado belga con abandonar pacíficamente el trabajo para romper la resistencia de los clericales, que podían temer que la paz se tornase en disturbios y la huelga en revolución. He aquí por qué, esta vez también, la clase obrera no tendría, puede ser, necesidad de recorrer a la violencia si los dirigentes no hubiesen descargado de antemano sus armas, si no hubiesen hecho de la expedición de guerra un desfile dominguero y del tumulto de la huelga general una simple falsa alarma. Pero, en segundo lugar, la alianza con los liberales destruyó también el otro efecto, el efecto directo de la huelga general. La presión de la huelga sobre la burguesía solo tiene importancia política si la burguesía está obligada a transmitir esa presión a sus superiores políticos, a los clericales que gobiernan. Pero esto sólo se produce si la burguesía se siente súbitamente acosada por el proletariado y se ve incapaz de escapar a este asalto. Este efecto se pierde desde el momento en que la burguesía se encuentra en una situación cómoda que le permite traspasar a las masas proletarias, que marchan a remolque de ella, la presión que sufre, mucho más que transmitírsela a los gobernantes clericales, y desembarazarse así de un embarazoso peso con un simple movimiento de espalda. La burguesía belga se encontraba, precisamente, en esta situación durante la última campaña: gracias a la alianza, podía determinar los movimientos de las columnas obreras y hacer cesar la huelga general en caso de necesidad. Fue esto lo que pasó, y desde que la huelga comenzó a importunar seriamente a la burguesía fue ésta la que lanzó la orden de volver al trabajo. Y esto fue lo que ocurrió con la “presión” de la huelga general. Así, la derrota final aparece como la consecuencia inevitable de la táctica de nuestros camaradas belgas. Su acción parlamentaria no ha tenido efecto porque quebró la presión de la huelga general al apoyo de esta acción. Y la huelga general quedó sin efecto porque tras ella no estaba el fantasma amenazador de la libre pujanza del movimiento popular, el fantasma de la revolución. En una palabra, la acción extraparlamentaria fue sacrificada a la acción parlamentaria pero, precisamente a causa de ello, las dos fueron condenadas a la esterilidad y toda la lucha al fracaso.”

La huelga general y la revolución de 1905 Pero la huelga general conquista carta de naturaleza como arma de combate del proletariado durante la primera revolución rusa de 1905. Los lectores deben remitirse al folleto de Rosa Luxemburg Huelga de masas, partido y sindicatos como también al libro de Trotsky 1905. Este artículo no puede más que limitarse a señalar lo esencial. La huelga general de principios del año 1905 abre la primera revolución rusa. Pero la huelga general de enero-febrero de 1905 viene de lejos. Rosa Luxemburg escribe: “El período actual y, por así decir, oficial de la revolución rusa se suele fechar, y con pleno derecho, a partir del levantamiento del proletariado de Petersburgo el 22 de enero de 1905, aquella marcha de más de 200.000 obreros delante del palacio de los zares que acabó con un terrible baño de sangre. La sangrienta masacre de Petersburgo dio como es sabido la señal para el comienzo de la primera gran serie de huelgas de masas que se extendieron por tolda Rusia en el curso de pocos días y que llevaron el grito de ataque de la revolución de Petersburgo a todos los rincones del Imperio y a las más amplias capas del proletariado. Pero ese levantamiento del 22 de enero no era sino el punto

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culminante de una huelga de masas que con anterioridad había movilizado ya al proletariado de la capital de los zares en enero de 1905. Esta huelga de masas de enero se desarrolló, por su parte, sin lugar a dudas bajo impresión directa de aquella gigantesca huelga general que poco antes, en diciembre de 1904, había estallado en el Cáucaso, en Bakú, y de la que toda Rusia estuvo pendiente durante un tiempo. A su vez, los sucesos de diciembre en Bakú no eran sino un último y potente eco de las formidables huelgas de masas que durante 1903 y 1904 hicieron temblar, como movimientos sísmicos periódicos, todo el sur de Rusia y cuyo prólogo había sido la huelga de masas de Batum (Cáucaso) en marzo de 1902. Finalmente, este primer movimiento de huelgas de masas en la cadena de erupciones revolucionarias que duran hasta hoy sólo estaba tres o cuatro años alejado de la gran huelga general de los obreros textiles de Petersburgo de los años 1896 y 1987. Aunque externamente este movimiento se halle separado de la revolución actual por algunos años de aparente calma e inflexible reacción, cualquiera que conozca la evolución política interna del proletariado ruso hasta su nivel actual de consciencia de clase y de energía revolucionaria, hará comenzar la historia del período actual de luchas de masas con aquellas huelgas generales de Petersburgo. La importancia de éstas para el problema de la huelga de masas se desprende ya del hecho de que en ellas estaban contenidos en germen todos los elementos principales de las ulteriores huelgas de masas.”17

Todo ese proceso es, evidentemente, inseparable del desarrollo de todas las relaciones económicas, sociales y políticas que tuvieron lugar en Rusia durante este período. El viejo imperio de los zares está ya profundamente minado, brutalmente integrado en el capitalismo mundial en el momento en que éste llegaba a su estadio imperialista. Las contradicciones explosivas de la época del imperialismo se unían a las del viejo imperio, desestabilizándolo por completo. La guerra contra Japón y la derrota mostraban la extrema debilidad de la Rusia de los zares y precipitaban la revolución. En cuanto a la huelga general de enero de 1905. “También aquí, como se sabe, el motivo inmediato fue mínimo. Dos obreros de la fábrica Putilov habían sido despedidos por pertenecer a la asociación legal de Zubátov. Esta medida provocó el 16 de enero una huelga de solidaridad de la totalidad de los 12.000 obreros de esas fábricas. Los socialdemócratas comenzaron con motivo de la huelga una febril agitación por la ampliación de las reivindicaciones, introduciendo las de jornada de ocho horas, derecho de coalición, libertad de expresión y de prensa, etc. La efervescencia de los obreros de Putilov se extendió rápidamente a todo el resto del proletariado y a pocos días estaban en huelga 140.000 trabajadores. En amplias deliberaciones y entre violentas discusiones se llegó a la elaboración de aquella carta proletaria de las libertades cívicas, con la jornada de ocho horas en cabeza, que el 22 de enero llevaron 200.000 trabajadores dirigidos por el pope Gapón ante el palacio de los zares. El conflicto de los dos obreros de Putilov despedidos se había convertido en una semana en el prólogo de la más tremenda revolución de la época moderna. Los acontecimientos que siguieron inmediatamente son conocidos: el baño de sangre de Petersburgo dio lugar a que en enero y febrero se produjesen enormes huelgas de masas y huelgas generales en todos los centros industriales y ciudades de Rusia, Polonia, Lituania, las provincias bálticas, el Cáucaso, Siberia, de Norte a Sur y de Este a Oeste. Sólo a primera vista parecen adoptar las huelgas de masas formas distintas a las del período anterior. En esta ocasión las organizaciones socialdemócratas fueron por todas partes por delante lanzando llamamientos; en todas partes se situaba como causa y objetivo de la huelga general la solidaridad revolucionaria con el proletariado de Petersburgo; por todas partes hubo igualmente manifestaciones, arengas y escaramuzas con los militares. Pero tampoco esta vez podía hablarse de un plan predeterminado, de una acción organizada, pues los llamamientos de los partidos apenas podían seguir el 17

Rosa Luxemburg (1906); Huelga de masas, partido y sindicatos, en Escritos Políticos, Grijalbo, Barcelona, 1977, páginas 152-153.

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ritmo marcado por los levantamientos espontáneos de las masas; los líderes apenas tenían tiempo de formular las consignas de las masas proletarias en insurgencia. Es más: las huelgas de masas y generales precedentes se habían formado a partir de luchas salariales aisladas en confluencia, que, en el ambiente general de la situación revolucionaria y bajo el efecto de la agitación socialdemócrata, se habían transformado rápidamente en manifestaciones de carácter político; el elemento económico y la disgregación sindical habían sido el punto de partida, la acción de clase global y la dirección política fueron el resultado final. Ahora el movimiento era el inverso. Las huelgas generales de enero y febrero se desencadenaron al principio como acciones revolucionarias unitarias bajo la dirección de la Socialdemocracia para acabar dividiéndose bastante pronto en una serie infinita de huelgas locales, parciales y económicas en lugares, ciudades y sectores y fábricas aislados. Durante toda la primavera del año 1905 y hasta bien entrado el verano se desarrolló en todo el inmenso Imperio una incansable lucha económica de casi todo el proletariado contra el capital, una lucha que hacia arriba incluía a todos los oficios pequeño-burgueses y profesiones liberales: dependientes de comercio, empleados de banca, técnicos, actores, artistas, mientras que hacia abajo alcanzaba hasta el servicio doméstico, los funcionarios subalternos de policía e incluso el lumpenproletariado, saliendo además de la ciudad a campo abierto y llegando incluso a golpear los sólidos portones de los cuarteles militares.”18

La masacre del domingo sangriento (el 9 de enero según el calendario ruso, el 22 de enero según nuestro calendario) impulsaba el desarrollo de una huelga general que se anunciaba. En octubre de 1905 se desató una nueva huelga general “Entretanto, no obstante, llegó en octubre como respuesta al proyecto de Duma de Bulygin la segunda y poderosísima huelga de masas general de todo el Imperio de los zares, que se declaró siguiendo la convocatoria lanzada por los ferroviarios. Esta segunda gran acción revolucionaria del proletariado revestía ya un carácter sustancialmente distinto a la primera, la de enero. El elemento de consciencia política juega ya un papel mucho más importante. Cierto que también en esta ocasión el motivo inmediato para el estallido de la huelga de masas era secundario y aparentemente casual: el conflicto de los ferroviarios con la administración a causa de la caja de pensiones. Pero el levantamiento general del proletariado industrial que resulta de esto es impulsado por ideas políticas muy claras. El prólogo de la huelga de enero fue una marcha de súplica ante los zares por la libertad política, la consigna de la huelga de octubre rezaba: ¡Abajo la comedia constitucional del zarismo! Y gracias al éxito inmediato de la huelga general, la promulgación el 30 de octubre del manifiesto del Zar, el movimiento no se replegó en sí mismo, como en enero, para recuperar los comienzos de la lucha de clases económicas, sino que se lanza al exterior a hacer uso con ardor de la libertad política que se acaba de conquistar. Manifestaciones, asambleas, una prensa joven, discusiones públicas y alguna masacre para terminar con el regocijo, a la que seguían nuevas huelgas de masas y manifestaciones: así transcurrían los agitados días de noviembre y diciembre. En noviembre se proclamó en Petersburgo, siguiendo el llamamiento de la Socialdemocracia, la primera huelga de masas como manifestación de protesta contra los actos sangrientos mencionados y contra la promulgación del estado de sitio en Livonia y Polonia. El aturdimiento tras el breve sueño electoral y el cruel despertar acabó conduciendo en diciembre al estallido de la tercera huelga general en todo el Imperio. En esta ocasión el desarrollo de la huelga y los acontecimientos que la siguen son muy diferentes a las veces anteriores. La acción política ya no se transforma en acción económica, como en enero, pero tampoco alcanza una rápida victoria, como en octubre. La camarilla zarista deja de hacer ensayos con la verdadera libertad política […] Por la lógica interna del desarrollo de los acontecimientos que se van sucediendo, la huelga de masas se transforma en esta ocasión en Moscú en levantamiento abierto, en lucha armada en las calles y en las barricadas. Las jornadas de diciembre en Moscú 18

Ídem supra, páginas 161-163.

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suponen el punto culminante de la marcha ascendente de la acción política y del movimiento de huelga de masas, cerrando así el primer y laborioso año de la Revolución.”19

Tras ellas se anuncia el reflujo de la revolución. Rosa Luxemburg definió muy bien el contenido de la huelga general “Huelgas políticas y económicas, huelgas de masas y huelgas parciales, huelgas demostrativas y huelgas de combate, huelgas generales de sectores y huelgas generales de ciudades, tranquilas luchas económicas y batallas callejeras, combates en las barricadas; todo va mezclado, coincidiendo, entrecruzándose, produciéndose al mismo tiempo; se trata de un cambiante mar de fenómenos en eterno movimiento. La ley de movimiento de estos fenómenos está clara: no está en la huelga de masas en sí misma, no está en sus peculiaridades técnicas, sino en la relación de fuerzas políticas y sociales de la revolución. La huelga de masas no es sino la forma de lucha revolucionaria, y todo desplazamiento en la relación de las fuerzas en lucha, en la evolución del partido y la división de las clases, así como en la posición de la contrarrevolución, todo ello ejerce inmediatamente, por mil conductos invisibles y difícilmente controlable, su influencia sobre el desarrollo de la lucha. Apenas se puede decir que ésta deje de hacer acto de presencia en algún momento. Lo que cambian son sus formas, su extensión, su efectividad. La huelga de masas es el pulso vivo de la revolución y al mismo tiempo su más poderosa fuerza motriz. En una palabra: la huelga de masas, tal como nos la muestra la revolución rusa, no es un astuto instrumento y urdido para conseguir mayor intensidad en los efectos de la lucha proletaria, es el movimiento mismo de las masas proletarias, la forma que reviste la lucha del proletariado en la revolución.”20

Un papel determinante en los procesos revolucionarios en la época imperialista La revolución rusa de 1917 puede ser considera no sólo como la repetición de la revolución rusa de 1917 sino más aún como el prólogo a la época de la revolución proletaria mundial. En todas las revoluciones proletarias que tuvieron lugar después la “huelga de masas”, la huelga general, jugó un papel determinante en el proceso revolucionario. Cada vez ha sido el indispensable “la reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores”.

La Huelga General de enero de 1917 y noviembre de 1918 A propósito de la revolución de febrero de 1917, Trotsky escribe: “El 23 de febrero era el Día Internacional de la Mujer. Los elementos socialdemócratas se proponían festejarlo en la forma tradicional: con asambleas, discursos, manifiestos, etc. A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución. Ninguna organización hizo un llamamiento a la huelga para ese día. La organización bolchevique más combativa de todas, el Comité de la barriada obrera de Viborg, aconsejó que no se fuese a la huelga. Las masas (como atestigua Kajurov, uno de los militantes obreros de la barriada) estaban excitadísimas: cada movimiento de huelga amenazaba convertirse en choque abierto. Y como el Comité entendiese que no había llegado todavía el momento de la acción, toda vez que el partido no era aún suficientemente fuerte ni estaba asegurado tampoco en las proporciones debidas el contacto de los obreros con los soldados, decidió no aconsejar la huelga, sino prepararse para la acción revolucionaria en un vago futuro. Tal era la posición del Comité, al parecer unánimemente aceptada, en vísperas 19 20

Ídem supra, páginas 176-177. Ídem supra, página 179.

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del 23 de febrero. Al día siguiente, haciendo caso omiso de sus instrucciones, se declararon en huelga las obreras de algunas fábricas textiles y enviaron delegadas a los metalúrgicos pidiéndoles que secundaran el movimiento. Los bolcheviques (dice Kajurov) fueron a la huelga a regañadientes, secundados por los obreros mencheviques y socialrevolucionarios. Ante una huelga de masas no había más remedio que echar a la gente a la calle y ponerse al frente del movimiento. Tal fue la decisión de Kajurov, que el Comité de Viborg hubo de aceptar. “La idea de la acción había madurado ya en las mentes obreras desde hacía tiempo, aunque en aquel momento nadie suponía el giro que había de tomar.” Retengamos esta declaración de uno de los actores de los acontecimientos, muy importante para comprender la mecánica de su desarrollo.”21

El movimiento fue lanzado. La huelga general alimentó las manifestaciones. Las manifestaciones extendieron la huelga general. Pero no son más que los medios de la movilización en el gran día de los oprimidos. Movimientos de masas, combates parciales con el patrón, principio de armamento de las masas en lucha, contactos con los soldados, lleva a la victoria de la revolución cuando los soldados se rebelan y pasan abiertamente del lado de la revolución. Así, en cinco días, la monarquía es derribada. El obrero ha confluido con el campesino en uniforme. Durante el curso de la revolución rusa, en abril, en junio, en julio, huelgas generales y manifestaciones inmensas reúnen de nuevo a las masas a la cabeza de las cuales marcha el proletariado. Así se fusionan las masas, devienen un cuerpo, el proletariado se constituye en clase que se expresa y actúa. En octubre, la insurrección bolchevique tiene el aspecto de una operación militar, de un golpe de estado. Pero es la más alta forma de movilización ordenada del proletariado como clase. Incluye como consecuencia la huelga general aunque la supera de lejos. La revolución alemana de noviembre de 1918 está precedida también de huelgas de masas en 1917. La revolución combina levantamientos de los metalúrgicos y de los soldados, huelga general, manifestaciones de masas, asalto a las prisiones “Por la tarde, los hombres de confianza del partido socialdemócrata en las empresas presentan sus informes a los responsables. Son unánimes en afirmar que, en todas las fábricas, los obreros están dispuestos a pasar a la acción el nueve de noviembre, y que no es cuestión de retenerlo. Las llamadas al combate llegarán a hombres decididos a luchar de todas maneras. La revolución está ya lanzada. Los que la querían y buscaban prepararla, los que la deseaban pero no creían en ella y aspiraban a que fuese provocada, los que no la querían y la habían combatido hasta el último momento, van a tomar el tren en marcha, y todos juntos. Las noticias que llegan de todas las regiones de Alemania en la noche del ocho al nueve lo confirman: aquí los marinos, allí los soldados, lanzan manifestaciones, mientras que los obreros se ponen en huelga. Se designan consejos de obreros y soldados. Las cárceles son tomadas por asalto. La bandera roja, emblema de la revolución mundial, flota sobre los edificios públicos.”22

De ahí en adelante toda verdadera crisis revolucionaria verá la combinación de la huelga de masas, huelga general, manifestaciones, combates de calle, armamento del proletariado, dislocación del ejército, si no el pase de los soldados al lado de la revolución, todo ello en diversos grados. Aquí es útil remarcar que huelga general y huelga de masas no son necesariamente idénticas. Rosa Luxembug muestra que, en la Rusia de los años precedentes a la revolución de 1905 y durante esa revolución, estallaron numerosas huelgas de masas, huelgas que sólo pusieron en movimiento a una parte o un sector del 21

L. Trotsky (1932), Historia de la revolución rusa, Tomo I, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1972, páginas 131132: http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_07.htm . 22 Pierre Broué, Revolución en Alemania, página 96: http://www.grupgerminal.org/?q=system/files/revolucion_en_alemania.pdf.

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proletariado. Por el contrario, en enero y octubre de 1905, se trató de auténticas huelgas generales. Pero las huelgas de masas se integran en el proceso revolucionario. Preparan la huelga general o la prolongan. Allí donde, cual en ebullición, estallan las huelgas de masas, la huelga general no está lejos aunque puede que no llegue a producirse. Inversamente, toda huelga general no está obligatoriamente precedida por huelgas de masas. Es importante no proceder mediante esquemas. Una cosa es cierta: cuando centenares de miles de proletarios se ponen en movimiento, declaran huelgas de masas, es porque hierve todo el proletariado, es porque se produce una fermentación general en el interior de la clase obrera: huelga general y revolución están al orden del día.

La huelga general contra el golpe de estado de Kapp En un país tan industrializado como Alemania, la huelga general mostrará su temible potencia en marzo de 1920. Rompió el golpe militar que el general von Lüttwitz organizó con la participación del estado mayor y del representante de los junker prusianos y de los altos funcionarios imperiales. Pierre Broué informa: “Los insurgentes lanzan un ultimátum que exige la dimisión de Ebert y la elección de un nuevo presidente, la disolución del Reichstag y nuevas elecciones, y, mientras, un gobierno de técnicos con un general en el ministerio de la guerra. Noske, que convoca a los jefes militares no ligados con el complot en su oficina a las 1,30 horas, escucha como le responden que no es cuestión de resistir con las armas en la mano. El consejo de ministros, reunido a las 3 horas decide, finalmente, evacuar la capital dejando sólo en ella a dos de sus miembros, uno de los cuales es el vicecanciller Schiffer: antes del alba la casi totalidad del gobierno y más de doscientos diputados van camino de Dresde donde piensan que encontrarán protección por parte del general Maercker. En las primeras horas de la madrugada, los hombres de Ehrhardt ocupan Berlín izando la bandera imperial en los edificios públicos. Instalado en la cancillería, Kapp promulga sus primeros decretos, proclama el estado de sitio, suspende todos los diarios, nombra comandante en jefe al general von Lütwitz. A mediodía, puede considerar que todos los estados mayores de todas las fuerzas de policía de la región militar de Berlín se han unido a su empresa. Inquietos por la actitud del general Maercker, los miembros del gobierno han vuelto a ponerse en camino, esta vez hacia Stuttgart, donde piensan poder contar con el general Bergmann. En la noche del 13 de marzo, parece que el golpe haya triunfado sin verter sangre puesto que en ninguna parte, ni en el ejército ni en la policía, se ven atisbos de oponerse a él, y las autoridades del Norte y del Este reconocen al nuevo gobierno. Mientras el gobierno huye se organiza, sin embargo, la resistencia. Desde la mañana, Legien reúne a la comisión general de sindicatos: a las 11, ésta lanza la consigan de huelga general. Por su parte, Wels, uno de los raros dirigentes socialdemócratas que se ha mantenido en su lugar, hace redactar e imprimir un cartel en el que pone las firmas de los ministros socialdemócratas (a los que, evidentemente, no ha consultado) y en el que llama a la huelga general sobre el tema de la unión contra la contrarrevolución y por la defensa de la república. El partido socialdemócrata independiente llama también a los obreros a la huelga general “por la libertad, por el socialismo revolucionario, contra la dictadura militar y el restablecimiento de la monarquía”. Desde el 14 de marzo, que sin embargo es domingo, es posible medir la huella y amplitud del movimiento. Los trenes paran uno tras otro. En Berlín, a las 17 horas, ya no hay ni tranvías, ni gas, ni agua ni electricidad. Un poco por todas partes estallan peleas entre militares y obreros. Por la tarde, ya hay reacciones: en Chemnitz, a iniciativa de los comunistas que dirige Brandler, constitución de un comité de acción compuesto por sindicatos y todos los partidos obreros: ante la ausencia de tropas, toma

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la delantera y constituye una milicia obrera, la Arbeiterwehr, que ocupa la estación, correos y el ayuntamiento. En Leipzig se entablan negociaciones entre partidos obreros, pero los comunistas rechazan firmar el texto preparado por las otras organizaciones para llamar a la huelga general. En la noche del 13 al 14, se producen los primeros incidentes violentos en Dortmund, entre la policía y manifestantes obreros. El 14, comienzan los primeros combates en el Ruhr. El general von Watter da orden a sus tropas de marchar sobre Hagen, donde los obreros se arman: socialdemócratas e independientes lanzan un llamamiento común a la huelga general. En Leipzig, los hombres de los cuerpos francos abren fuego sobre una manifestación obrera: se producen veintidós muertos y los combates prosiguen. En Chemnitz, las organizaciones obreras deciden la constitución inmediata de una milicia obrera de 3.000 hombres. […] De hecho, desde el 15 de marzo, el gobierno Kapp-Lüttwitz está completamente paralizado. El socialista belga Louis De Brouckère escribe: “La huelga general […] los constriñe ahora con su potencia terrible y silenciosa” Todo está muerto en Berlín donde el poder no logra hacer imprimir ni un sólo cartel. Por le contrario, en el Ruhr, donde el cuerpo franco Lichtschlag se ha puesto en movimiento, enseguida ha sido atacado por destacamentos obreros armados. La gente lucha, igualmente, en Leipzig, Fráncfort, Halle y Kiel. Los marinos de Wilhelmshaven se han amotinado y arrestan al almirante von Leventzow y a cuatrocientos oficiales. […] En el Ruhr, un fenómeno comparable, pero que arrastra a masas obreras más numerosas, da nacimiento a lo que se llamará el “ejército rojo”; un comité de acción formado en Hagen bajo el impulso de los militantes independientes Stemmer, un minero y Josef Ernst, metalúrgico, crea un “comité militar”: en algunas horas, 2.000 trabajadores en armas marchan sobre Wetter donde los obreros se están enfrentando con los cuerpos francos. El 16 de marzo, parece que se combate, o se prepara para ello, en Alemania entera, salvo puede ser en la capital donde la superioridad militar de las tropas parece aplastante. El “ejército rojo” de los obreros del Ruhr marcha sobre Dortmund. Los cuerpos francos y la Reichserhr controlan el centro de Leipzig contra los destacamentos obreros improvisados. En Kottbus, el mayor Buchrucker da la orden de fusilar sumariamente a todo civil portando armas. En Stettin, donde se ha constituido un comité de acción siguiendo el modelo de Chemnitz, la lucha entre partidarios y adversarios del golpe se desarrolla en la guarnición. En Berlín, Kapp, acorralado, negocia con el vicecanciller Schiffer, que representa al gobierno Bauer. Kapp acepta en interés común que el general Groener intente una mediación cerca del presidente Ebert. Pero Ebert no se apresura. Kapp, presionado por la huelga general, lucha en realidad “contra problemas que superan a las fuerzas humanas” según la expresión de Benoist-Méchin. Su gobierno está de alguna forma suspendido en el vacío. El pan, la comida, comienzan a escasear en la capital. El director de la Reichsbank rechaza pagar los diez millones de marcos que le reclama Kapp. El 16 de marzo, a las 13 horas, éste da orden de “fusilar a los líderes y obreros de los piquetes de huelga a partir de las 16 horas”. Esta vez, es la gran patronal misma la que se rebela ante una medida que arriesga desatar la guerra civil; a la cabeza de una delegación, Ernst von Borsig en persona segura a Kapp que es necesario renunciar a la fuerza: “La unanimidad es tan grande en el seno de la clase obrera que es imposible distinguir a los líderes de los millones de obreros que han cesado el trabajo.” Los obreros del Ruhr han vuelto a Dortmund a las 6 horas de la mañana. Durante la noche del 16 al 17, se amotina incluso en Berlín un regimiento de pioneros. Hace falta la intervención de la punta de lanza del golpe, la brigada de la marina Ehrhardt para obtener su liberación. Si los golpistas se obstinan, la guerra civil es inevitable y la victoria obrera probable, tanto sobre ellos como sobre el gobierno pues la

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base y las posibilidades de acción se restringen de hora en hora ya que el ejército, golpista o “neutral”, ha dejado de ser ya seguro. El 17 de marzo, Kapp, que ha tomado conciencia de su derrota, escoge la huida. Presionado para poner fin a la aventura por oficiales más políticos que él, el general von Lüttwitz lo imita con algunas horas de diferencia, dejando incluso al vicecanciller Schiffer la tarea de redactar su carta de explicación. Sus adjuntos, que ya no responden de sus tropas, piden que el mando sea entregado a un general que no se haya comprometido en el golpe: von Seeckt será ese hombre providencial. El golpe no ha durado, en total, más de un centenar de horas y ha sido aplastado realmente por la reacción obrera, en primer lugar por la huelga general. Pero las consecuencias no se han acabado. En efecto, del mismo día estallan en Berlín los primeros combates armados: intercambio de tiros en Neukölin, levantamiento de barricadas por los obreros en la puerta de Kottbus. En Nuremberg, la Reichswehr dispara sobre una manifestación obrera causando veintidós muertos y provocando como contragolpe una verdadera insurrección. En Suhi, las milicias obreras se apoderan de un centro de entrenamiento de la Reichswehr y se apoderan de una importante reserva de armas y municiones. En Dortmund, la policía, controlada por los socialdemócratas, se alinea junto al ejército rojo contra los cuerpos francos. Por todas partes la huelga general prosigue. La cuestión es ahora saber si la precipitada huida de Kapp permitirá pararla y a qué precio, o bien si la oleada revolucionaria imprudentemente levantada por los kappistas conduce a una nueva guerra civil.”23

La debilidad y los errores del Partido Comunista alemán, las dudas del Partido Socialdemócrata Independiente, el papel que la dirección reformista de los sindicatos jugó en el desencadenamiento de la huelga general permitieron que el movimiento fuera finalmente canalizado y que la huelga general cesase el 22 de marzo. Se formó un nuevo gobierno socialdemócrata presidido por Hermann Müller. Este mismo gobierno Müller confirió al general von Watter la misión de restablecer el orden en el Ruhr y de aplastar allí al “ejército rojo”. Pierre Broué escribe: “El 3 de abril, las tropas de von Watter se ponen en marcha. Sólo encuentran una resistencia esporádica, el caos y la discordia entre dirigentes paralizan cualquier veleidad de coordinación de la defensa. El comportamiento de las tropas durante esta recuperación de la cuenca es tal que provoca la indignación del mismo Severing. Muy pronto los tribunales militares van a golpear con pesadas penas de prisión a los militantes obreros acusados de crímenes o de delitos de derecho común, en realidad medidas de expropiación o de combate. Un mes después del aplastamiento del golpe por la huelga general, los cómplices de los golpistas se toman en el Ruhr una buena revancha.”24

Legien, el viejo líder sindical reformista que había condenado en numerosas ocasiones el recurso a la huelga general, declaró la huelga general contra el golpe de estado de Kapp. Vale la pena detenerse aquí pues ésta presenta un caso particular, ilustrando notablemente las contradicciones del reformismo que puede ser caracterizado como clásico. El mismo Legien se negó a levantar ni un dedo para evitar la masacre del “ejército rojo” y los obreros del Ruhr por la Reichswehr , ejército que había jugado un papel considerable durante la huelga general que aplastó al golpe de estado de Kapp.

La huelga por “oleadas” de 1920 en Francia Durante todo el este período, la huelga general es uno de los eslabones en todos los procesos más o menos desarrollados que se produjeron en Austria, Hungría, Italia, España, etc. No es posible detenerse en el marco de este artículo. Sin embargo es 23 24

Pierre Broué, Révolution en Allemagne: https://www.marxists.org/francais/broue/works/1971/00/broue_all_18.htm Ídem supra.

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necesario señalar el movimiento huelguista de 1920 en Francia y la huelga general en Inglaterra en 1926. A principios del año 1920, estalló en Francia una primera huelga de ferroviarios después del castigo de dos días inflingido al ferroviario Campanaud por haberse ausentado de su trabajo a fin de tener una reunión sindical. La orden de huelga fue dada para el PLM y la compañía PLM despidió a 500 ferroviarios. La federación lanzó la orden de huelga general de los ferroviarios. E. Dolléans escribe: “Al llamado de huelga general, respondieron todas las redes, a excepción de la del Norte. Algunos días después, la paralización del trabajo es casi completa en todas las líneas. El gobierno decide la movilización militar de los ferroviarios, pero no ordena al comienzo sino la de tres clases del servicio activo. La Federación de Mineros, la de los Metales, la de los Portuarios votan resoluciones de solidaridad con los ferroviarios; en las minas de hulla del Pas-de-Calais estallan huelgas parciales. El gobierno no lleva hasta el fin la actitud que había esbozado. No le parece que el objetivo justifique el riesgo. Decide tomar una actitud que permita separar del bloque de los huelguistas a la mayoría de los ferroviarios. Éstos podrían dejarse seducir por la ejecución de las promesas tanto tiempo diferidas. Para deshacer una huelga que ella no había querido, A. Millerand se dirige a la Federación de los Ferroviarios. La CGT, por su parte, estima prematuro el movimiento de huelga, pues su Consejo económico del trabajo no había terminado todavía un plan de administración de los servicios públicos. Aguijoneada por el presidente del Consejo, la Comisión Tissier, que salió de su sueño, preparó las bases de un acuerdo eventual entre los ferroviarios y las Compañías. Millerand ofrece su mediación. La Federación de los Ferroviarios y las Compañías la aceptan. El 1º de marzo se firma el acuerdo y los representantes de los ferroviarios piden a la Comisión administrativa de la CGT que lo suscriba. ¿Cuáles eran las condiciones del arbitraje? La determinación rápida de salarios por la Comisión Tissier, la promesa de establecer el estatuto de los delegados sindicales. Por último y especialmente, la huelga no acarrearía despidos. Se lanza la orden de reanudación del trabajo; los sindicalistas revolucionarios critican a la Federación de los Ferroviarios, “la gran responsable del fracaso de la huelga general”. En cambio, tratan con circunspección a la CGT. Inclusive el 2 de marzo, el comité de huelga apela a la Oficina Confederal y a Georges Dumoulin para que vaya, al lado de Monmousseau, a firmar la victoria de los ferroviarios y a recomendar la reanudación del trabajo.”25

Pero en realidad la prudencia del gobierno tenía como causa que la huelga general de los ferroviarios anunciaba una huelga general de las corporaciones. “En abril, en el Congreso de los ferroviarios, en la sala Japy, la Oficina Federal es juzgada y condenada. Las condiciones del acuerdo de marzo no habían sido respetadas por las Compañías; de ahí una irritación natural que explica el voto de una resolución pidiendo al gobierno una aclaración. El presidente del consejo, entonces en San Remo, responde inmediatamente, negándose a revisar el acuerdo firmado. El Congreso decide entonces la huelga inmediata y plantea como reivindicaciones: la nacionalización de los ferrocarriles, la reintegración de los ferroviarios, el abandono de las persecuciones judiciales y el reconocimiento del derecho sindical. La decisión de los ferroviarios, que se pone en conocimiento de la CGT es un llamado al concurso de la organización confederal. Los redactores de la resolución esperan poder arrastrar así a las grandes organizaciones sindicales, “desencadenar las olas sucesivas de asalto”. Pero es preciso obtener el asentimiento de la CGT, porque la segunda resolución fue aprobada por una mayoría más limitada26. Una tercera moción votada el 25 de abril en Aubervilliers, decide la huelga general de todas las redes, pero 25

Édouard Dolléans (1936), Historia del movimiento obrero. 1871-1920, volumen 2, Zero SA, Algorta, 1969, páginas 305 y 306. 26 [Por la resolución de Monmousseau, 175.543 votos contra 147.932.]

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dejando a la nueva Oficina Federal la misión de fijar la fecha y de examinar, de acuerdo con la CGT, si el 1º de mayo debe ser la culminación de la acción. El 28 de abril, Jouhaux declara en la comisión administrativa: “Hay que dar un salto; es necesario darlo valerosamente. No podría ser cuestión de tendencias. Las responsabilidades deberán ser compartidas, cualquiera que sea el desenlace de la lucha. La CGT quiere reservarse la dirección del movimiento así como sus conclusiones”. En verdad, el Comité Federal de los ferroviarios votó por 28 votos contra 22, la huelga general para el 30 de abril. El Comité Federal puso así a la CGT ante el hecho consumado, puesto que las órdenes de huelga general fueron lanzadas antes de que la Comisión Administrativa de la CGT se reuniese. El 1º de mayo de 1920 se festeja en toda Francia de un modo excepcional. Es seguido por huelgas de solidaridad a favor de los ferroviarios en la región de Lyon; desde 11 al 16 de mayo, hay paro general de los tranviarios en Lyon y en Saint-Étienne, y en la construcción; en las minas de Saint-Étienne y Montceau-les-Mines, y entre los metalúrgicos de Lyon. La huelga general de los obreros impresores de Lyon impide la aparición de los diarios desde el 17 hasta el 23 de mayo. Se efectúa la huelga de los ferroviarios. Resoluciones adoptadas por la Federación de los Ferroviarios y la CGT establecen el acuerdo sobre la táctica de la huelga, la táctica de las oleadas sucesivas; mineros, marinos, portuarios deben entrar en la lucha a fin de paralizar la vida económica.”27

Ello significa que el buró confederal está contra la huelga general y sabotea la posibilidad por medio de una “táctica” que será retomada más tarde por los estalinistas en noviembre-diciembre de 1947 (ver en el número 589 de La Vérité el artículo sobre la huelga en Renault). La huelga de los ferroviarios se deshizo. El 15 de mayo, la comisión administrativa de la CGT invitó a los ferroviarios a retomar el trabajo. La huelga fue vencida y se pronunciaron cientos y cientos de órdenes de despido, a partir del 3 de mayo militantes sindicalistas-revolucionarios fueron arrestados. Pierre Monatte, después Levesque, Midol y Monmousseau, el 19 de mayo. Millerand, el antiguo ministro “socialista” del gobierno Wldeck-Rousseau, intentó lanzar cargos judiciales contra los secretarios confederales y pidió al tribunal la disolución de la CGT. Las huelgas de 1920 tienen una gran importancia porque marcan una etapa de la lucha de clases en Francia. Por primera vez desde la Comuna, se produce un movimiento proletario de tan vasta amplitud; por primera vez en términos reales de lucha de clases y no de resoluciones y discursos izquierdistas de congresos, la huelga general está al orden del día. Pero también hace una deslumbradora demostración de cómo una dirección obrero puede traicionar la huelga general en nombre de la huelga general.

La Huelga General en Inglaterra Otro ejemplo de lo anterior lo da la huelga general inglesa. Como sucede a menudo, esta huelga general vino de lejos. Sus orígenes profundos están en la crisis que atenazaba al imperialismo inglés, que antes de la guerra era todavía el imperialismo dominante y cuya decadencia ya había comenzado y se precipitaba. (Ver ¿A dónde va Inglaterra?28, de Trotsky). Pero se bate para conservar su posición y hacer soportar las consecuencias a la clase obrera inglesa. En septiembre de 1919 estalla la huelga de los 500.000 ferroviarios ingleses. Lanzando la consigna de huelga, J. H. Thomas, secretario del sindicato de los ferroviarios declara: 27 28

Ídem supra, páginas 308 y 309. [http://grupgerminal.org/?q=system/files/adondevaInglaterraTrotsky1925.pdf NdE.]

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“Es el día más triste de mi vida. He hecho todo lo posible para encontrar un medio de conciliación y he fracasado.”

Edouard Dolléans escribe en su Historia del movimiento obrero Desde 1921 hasta nuestros días. “El 27 de setiembre el tráfico está paralizado completamente. Pero las naves de guerra acuden a la desembocadura del Tamésis; soldados con la bayoneta calada recorren las calles de Londres. Los ferroviarios apelan a la solidaridad obrera. En Leeds 1.500 carteros se niegan a participar en la distribución de cartas por automóvil. La opinión general de las grandes corporaciones obreras apoya a los ferroviarios. Las compañías apelan al reclutamiento de voluntarios; el 1º de octubre, no hay más que 800 trenes en servicio, o sea el 2% del servicio normal. Hay fábricas obligadas a cerrar, por falta de carbón; las minas dejan de trabajar porque no se retira el carbón extraído. J. H. Thomas quiso que la huelga conservara su carácter corporativo; rechazó la ayuda de los empleados de tranvías y ómnibus de Londres, así como la de los electricistas. Sin embargo, poco a poco, la huelga tiende a generalizarse. El 1º de octubre organizaciones de transportes, de correos, de la industria del libro, de mecánicos constructores de navíos, deciden, al cabo de una reunión, enviar una delegación al primer ministro. Éste exige, como condición previa para toda negociación, la reanudación del trabajo. Los ferroviarios se niegan. Celébrase una nueva reunión de las grandes corporaciones obreras. Su presión impone al gobierno una fórmula de transacción. La huelga había durado nueve días y fue solamente corporativa; no pudo lograr que se resolviera en huelga general.”29

Pero esta última estaba al orden del día. La industria minera ha sido uno de los componentes de la dominación de la industria británica en el siglo XIX. Después de la Primera Guerra Mundial está en plena crisis, en manos de centenares de sociedades privadas e incapaz de soportar la competencia extranjera. Los 800.000 mineros reclaman la nacionalización de las minas. Durante el invierno de 1920 se pronuncian, por 524.000 votos contra 346.000, a favor de la huelga general. “Pero el 11 de marzo de 1920 el Congreso sindical extraordinario, reunido en Londres para imponer al gobierno la nacionalización de las minas, rechaza la proposición de huelga general sometida por los mineros. A la acción sindical que supone la huelga general preconizada por Franck Hodges, secretario de la Federación de los Mineros, y por Tom Mann, secretario de la Sociedad de Mecánicos, el Congreso en gran mayoría prefiere la acción parlamentaria sostenida por J. H. Thomas apoyado por Tom Shaw, de los textiles, y por J. R. Clynes, de los obreros no especializados. Éstos justifican su actitud por el cambio de frente de la mayoría sindical inglesa: Al día siguiente de las elecciones generales kaki, los mineros tuvieron con ellos, para la huelga general, la masa sindical, el centro que seguía tanto una como otra corriente. Hoy, después de la serie de éxitos electorales laboristas en las elecciones parciales, el centro está contra ellos y sigue a los políticos que intentan conquistar la Cámara de los Comunes. ¿Para qué la aventura arriesgada de una huelga general, si tenemos a nuestro alcance un medio más simple, menos costoso y sin duda menos peligroso? Debemos mostrar a los trabajadores que el camino mejor es usar inteligentemente el poder que les ofrece la constitución más democrática del mundo y que les permite obtener todo lo que desean (J. H. Thomas).

J. H. Thomas, por su influencia, hace fracasar a los sindicalistas, que descontaban el éxito de una huelga general gracias al juego de la Triple Alianza30.”31

En 1921, los mineros están prestos de nuevo para la huelga. En efecto, las compañías decidieron sustituir las negociaciones nacionales sobre los salarios por negociaciones regionales. Para prevenir la huelga, decidieron un lock-out. Una vez más, 29

Édouard Dolléans (1936), Historia del movimiento obrero. Desde 1921 hasta nuestros días, volumen 3, Zero SA, Algorta, 1969, página 24. 30 [La Triple Alianza esta compuesta por las federaciones de ferroviarios, mineros y trabajadores del transporte. NDLR.] 31 Ídem supra, página 25.

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los mineros llamaron a la “triple alianza”. Pero los dirigentes “negocian” con el Primer Ministro y rechazan llamar a la huelga general. O mejor dicho: “… después de haber lanzado la orden de huelga, el viernes 15 de abril de 1921, todavía es esta vez el secretario general de los ferroviarios, J. H. Tbhomas, el que retrocede y anula esa orden. Nuevo fracaso, que culmina en el aplastamiento de los mineros librados a sus propias fuerzas.”32

En 1926 la carga acumulada va a explotar. Las compañías mineras quieren imponer una bajada de salarios. Al mismo tiempo, la comisión de encuesta sobre la situación de las minas concluye con un rescate de las compañías mineras, su fusión y su gestión bajo el control del gobierno. A. J. Cook, entonces secretario general de la federación de los mineros, lanza el slogan: “Ni un penique en la paga, ni un segundo en la jornada”, y rechaza el informe de la comisión. El gobierno y la patronal se libran a una ofensiva antiobrera que ataca más particularmente a los mineros pero también a todas las corporaciones para mantener, especialmente, la paridad oro de la libra. Las masas quieren la huelga general. La Trade Union Council (TUC) decidió entonces lanzar la orden de huelga general. Pero, desde el principio, ¿cómo actuó? Retengamos el testimonio de Henry Pelling en su Histoire du syndicalisme britannique, precisamente porque es favorable a la dirección de la TUC. “El consejo general no había comenzado sus preparativos más que una semana antes del cese del trabajo. Sin embargo, las disposiciones tomadas eran en el fondo razonables y no se puede dudar de su éxito. Además del millón de mineros ya en huelga, un millón y medio de obreros cesaron el trabajo. Eran todos los obreros de los transportes, los impresores de libros y periódicos, determinados obreros de la construcción, los del hierro y el acero, de los productos químicos pesados y de la producción de energía. Entre aquellos que fueron autorizados a proseguir el trabajo se encuentran los obreros del textil y los empleados de correos. Los obreros de la industria mecánica y de astilleros sólo cesaron el trabajo después de una semana. No era, pues, propiamente hablando, una “huelga general” y el consejo general rechazó darle ese nombre: sin embargo, por el hecho que era mucho más “general” que todas las huelgas precedentes o por venir, siempre se la llamó así.”

Así pues, el consejo general de las TUC limitó lo más posible la extensión de la huelga general. Sin embargo: “No había prácticamente ni autobús, ni tranvía, ni metro; los estibadores, los altos hornos y las centrales eléctricas quedaron también tan en silencio como los pozos mineros. Los periódicos habían cerrado sus puertas y el gobierno debió contar primero con la BBC para la difusión de las noticias: muy pronto se publicó un diario oficial llamado Britsh Gazette. En las regiones no industrializadas del país la vida no había cambiado mucho pero, en todos los grandes centros, era una experiencia extraña e, incluso, irreal.”

Sólo apareció un diario, el British Worker, que publicaba la Trade Union Council. El gobierno se organizó como para una guerra civil. Pero, por otra parte, los miembros del consejo general “… no tenían ningún proyecto revolucionario, temían tanto como el gobierno una situación de caos político; y, a medida que el tiempo pasaba y que el gobierno continuaba asegurando el transporte de los productos esenciales, no veían otra solución que la vuelta a las negociaciones. Numerosos de entre ellos, J.-H. Thomas en particular, tenían miedo de perder el control de sus partidarios y de ser superados completamente por los acontecimientos; estaban pues mucho más deseosos de encontrar cualquier ocasión para retomar el contacto con el gabinete.”

Más arriba, Henry Pelling explica:

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Ídem supra, página 27.

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“A principio, el consejo general había intentado ejercer un control global sobre la huelga mientras sesionaba el buró de las TUC, en Eccleston Square. Pero, en veinticuatro horas, Ernest Bevin, nada más volver al consejo, había tomado la iniciativa de persuadir a sus colegas para que confiasen diversas responsabilidades a subcomisiones, bajo el control supremo de un pequeño comité de organización de la huelga. Él mismo, en tanto que secretario general del sindicato clave, el Transport and General Workers Union, formaba parte de este comité. Durante ese tiempo, en todas las ciudades capitales de provincia nacieron comités de huelga locales, generalmente bajo la égida de los consejos de oficio. A menudo adoptaron el título militante de “comités de acción”. Las comunicaciones entre ellos y Eccleston Square eran mantenidas gracias a mensajes y también, a partir del 5 de mayo, por un periódico especial publicado por el consejo general, el British Worker.”

Henry Pelling prosigue: “Esta oportunidad fue suministrada por la vuelta del extranjero de Sir Herbert Samuel, presidente de la comisión real de 1925. Samuel se puso en relación con Thomas y con los miembros del gabinete; muy pronto reconocería un comité de negociación del consejo general y trataría de poner a punto una solución aceptable para las dos partes. Redactó un memorando para la solución de la huelga de los mineros según las directivas de este comité; y el comité lo aceptó. Desgraciadamente, ningún responsable de los mineros formaba parte del comité: el comité ejecutivo de la federación de los mineros había abandonado Londres y sólo más tarde tuvo ocasión de ver el memorando de Samuel: como era de esperar, lo rechazaron. Ello no le impidió al comité de negociación, sin embargo, proseguir sus esfuerzos en la misma dirección; por el contrario, habiendo descubierto que la actitud de los mineros era completamente negativa, sus miembros se sintieron liberados de la obligación de consultarlos en el futuro. De hecho, se apresuraron para persuadir al consejo general que parase la huelga sobre la base del informe de Samuel y, sin asegurarse que el gobierno había tomado compromisos con él, enviaron inmediatamente una delegación al 10, Doping Street, para anunciar esta decisión al Primer Ministro. Bevin, que formaba parte de esta delegación pero no era miembro del comité de negociación, intentó obtener compromisos concernientes a la readmisión de los huelguistas y la supresión de los lock-out por los propietarios de las minas; pero las respuestas de Baldwin fueron deliberadamente vagas y Bevin comenzó a entender que la vuelta al trabajo no era, en suma, más que una rendición sin condiciones. A la salida dijo a sus colegas J.-H. Thomas y Arthur Pugh, presidente éste del consejo general: “hay algo que no marcha”. Pero era demasiado tarde para retroceder: la decisión había sido tomado. Era el 21 de mayo, el noveno día de la huelga. La orden de vuelta al trabajo sorprendió a numerosos huelguistas pero el comité de negociación intentó disimular el hecho que se trataba de una rendición. El British Wordker, publicó una entradilla engañosa: “Las condiciones de la paz: los mineros han obtenido un contrato honesto”. Quienes reanudaron el trabajo sufrieron pronto humillaciones, aunque la sorpresa dio paso a la cólera: se pusieron en huelga de nuevo y, durante algunos días, la situación del país fue tan inestable como antes. Poco a poco, los obreros comprendieron que sus nueve días de solidaridad habían acabado en una humillante derrota. En cuanto a los mineros, siguieron en huelga, se sentían traicionados tanto como en 1921.”

La huelga de los mineros británicos se prolongó varios meses más: hasta el agotamiento. Agotados los recursos, los mineros tuvieron que volver al trabajo. Hay que señalar lo que escribió Trotsky, en La Internacional Comunista después de Lenin, a propósito del comité que la dirección de los sindicatos de la URSS había constituido con la dirección de las TUC: “La huelga general tenía como fin ejercer por la fuerza de cinco millones de obreros una presión unificada contra los industriales y el estado; en efecto, la cuestión de la industria carbonífera se convirtió en el problema más importante de la política del

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estado. Gracias a la traición de los jefes, la huelga fue saboteada desde su primera etapa. Era una gran ilusión creer después de esto que sola, aislada, la huelga económica de los mineros obtendría lo que la huelga general no había logrado. En esto residía la fuerza del Consejo General. Calculando fríamente, llevó a los mineros a la derrota, a continuación de lo cual numerosos obreros debían convencerse de que las indicaciones de Judas del Consejo General eran “justas” y “razonables”. El mantenimiento de la coalición amistosa con éste y la ayuda prestada al mismo tiempo a la huelga económica, aislada, de los mineros, que se prolongaba indefinidamente, y contra la cual intervenía el Consejo General, parecían haber sido calculados de antemano para permitir a los que constituían la cabeza de las tradeunions salir con las menores pérdidas posibles de las pruebas más penosas. Desde el punto de vista revolucionario el papel desempeñado por los sindicatos rusos fue muy desventajoso y lamentable. Ni qué decir tiene que era un deber ayudar a la huelga económica, incluso aislada; entre revolucionarios no puede haber dos opiniones diferentes sobre esto. Pero esa ayuda no debía haber tenido solamente un carácter pecuniario; sino también revolucionario y político. La dirección sindical rusa debía haber dicho abiertamente a la federación de mineros y a toda la clase obrera inglesa que la huelga de mineros no tenía probabilidades serias de triunfar más que en el caso de que por su obstinación, su tenacidad, su extensión, estuviese en condiciones de abrir el camino a una nueva explosión de huelga general. No se podía llegar a ello más que luchando directa y abiertamente contra el Consejo General, agencia del gobierno y de los patronos del carbón. La lucha por transformar la huelga económica en huelga política habría debido significar que se haría una guerra furiosa en todos los terrenos al Consejo General; el primer paso hacia esta guerra debía ser la ruptura del comité angloruso, que era un obstáculo reaccionario, una cadena atada al pie. Ningún revolucionario que sopese sus palabras afirmará que marchando en esta dirección la victoria estaba asegurada. Pero para llegar no era posible seguir otro camino. El fracaso que se habría podido sufrir hubiera sido una derrota experimentada en un camino que podía llevar más tarde al triunfo. Una derrota semejante inculca, es decir, refuerza las ideas revolucionarias en la clase obrera. En tanto que sosteniendo sólo pecuniariamente una huelga corporativista, sin salida (corporativista por sus métodos, revolucionaria y política por sus fines), que se prolongaba indefinidamente, no se hacía más que ayudar al Consejo General, que esperaba tranquilamente que la huelga acabase por consunción para demostrar que tenía “razón”.”33

Otras huelgas, como la huelga general de junio de 1936 en Francia, presentan un considerable interés. No es necesario retomar el análisis: existe un importante material a propósito de ella, material que los militantes pueden estudiar en Fronts populaires d’hier et d’aujourd’hui34. La revolución española de 1936 se anunció por potentes huelgas de masas en las ciudades y por ocupaciones de tierra en el campo. El golpe de estado militar de Franco la precipitó. Existe un importante material sobre este punto, notablemente La Revolución y la guerra de España de Pierre Broué y Emile Témine.35 Cierto, la huelga general no es la única vía que lleva a la revolución proletaria. Durante la Segunda Guerra Mundial, el movimiento de los partisanos yugoslavos, en 1947-1950, la guerra revolucionaria en China, la guerra revolucionaria que dirigió el Partido Comunista de Vietnam contra el imperialismo francés de 1946 a 1954 y, después, contra el imperialismo estadounidense, compartían método y medios de lucha contra el imperialismo y la burguesía. La huelga general, sin embargo, no ha perdido su decisiva importancia desde el punto de vista de la movilización de las masas, de la 33

Trotsky, La Tercera Internacional después de Lenin, Edicions Internacionals Sedov, páginas 96-97: http://grupgerminal.org/?q=system/files/TerceraInternacionaldespuesLeninTrotsky2%C2%AAedicion.pdf 34 [Charles Berg y Stéphane Just, Fronts populaires d’hier et daujourd’hui, Éditions Stock, París, 1977; NDT] 35 Broué y Témime, La revolución y la guerra de España, 2 volúmenes, Fondo de Cultura Económica, México, 1962. Para el primer volumen: http://www.marxists.org/espanol/broue/1961/revolucion-y-guerra-de-espana.pdf [NdT]

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inestabilidad y dislocación de la sociedad y del estado burgués. La guerra revolucionaria no excluye la huelga general, ni la huelga general la guerra revolucionaria. Las huelgas de masas en marzo de 1943 y en marzo de 1944 en Italia del Norte anunciaron la caída del fascismo y comenzó el potente movimiento revolucionario que sacudió a Italia a fines de la guerra mientras que se constituía un importante movimiento de guerrilleros. Existen otros ejemplos.

Después de la Segunda Guerra Mundial Múltiples huelgas generales han jalonado el curso de la lucha de clases en Francia, Italia, Bélgica, Grecia, etc., desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Al contrario de lo que afirman algunos, estas explosiones prueban que la lucha de clases en las viejas metrópolis imperialistas no se ha mantenido paralizada después del final de esta guerra, sino que se han producido crisis sociales y políticas de carácter revolucionario en numerosas ocasiones y numerosos países. La huelga general francesa de agosto de 1953 (a la que el número 590 de La Vérité ha consagrado un artículo) forma parte de esas explosiones de carácter revolucionario.

La Huelga General en Bélgica (1960-1961) La huelga general belga que duró desde el 20 de diciembre de 1960 a enero de 1961 es otra de esas explosiones en el curso de las cuales se plantea la cuestión del gobierno, del poder. En el punto de partida de la huelga general está el proyecto de ley del gobierno Eyskens dicho “ley única”: “Para hacerse una idea de la amplitud del proyecto puesto en pie por el gobierno Eyskens, he aquí algunas de las medidas aprobadas por esta ley: • La ley única sube del 40 al 50 % la parte de la financiación por el estado de las inversiones privadas. • 85% de los nuevos impuestos de la ley única provienen de la fiscalidad indirecta, que recae pesadamente sobre los trabajadores y sobre las otras capas sociales. • Aumento del 20% de las tasas de transmisión, que debe recaudar 5.700 millones, de los que los trabajadores pagarían la mayor parte bajo forma de un aumento de los precios; este aumento está calculado, por otra parte, de manera que no provoque subida en el índice, lo que entraña un alza correspondiente de los salarios. • Reducción de 1.000 millones de los fondos municipales y de 2.000 millones del presupuesto de los sectores sociales. • Aumento del 25% de las cotizaciones de pensión a cargo de los agentes de los servicios públicos. Para esos mismos agentes preveía la ley el retraso en la edad de jubilación de los 60 a los 65 años. • Por fin, la ley única ponía en tela de juicio todo el sistema de seguro enfermedad-invalidez y el del seguro de desempleo, permitiendo privar de ayudas a determinadas categorías de parados después de algunos meses, y estableciendo un sistema de inquisición sobre los parados, sometidos a múltiples medidas vejatorias y a visitas domiciliarias.” (folleto de la SPEL sobre la huelga general belga).

El 16 de diciembre de 1960, en el comité nacional de la Federación General de Trabajadores Belgas (FGTB), Renard presentó una resolución que obtuvo 475.823 contra 496.487 y 53.000 abstenciones. Propuso plantes laborales regionales, una huelga general de veinticuatro horas y un referéndum sobre la huelga general contra la ley única. Teniendo en cuenta que eran los dirigentes quienes disponían de votos en el comité nacional, esto significa que la gran mayoría de los trabajadores belgas estaban a 31

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favor de la huelga general. La Central General de Servicios Públicos llamó el 12 de diciembre a una huelga ilimitada a partir del 20 de diciembre, fecha de la apertura en la Cámara de la discusión de la ley única. La huelga fue seguida ampliamente en todas partes. Todas las corporaciones se comprometieron con la huelga general espontáneamente durante los días siguientes: la totalidad de los trabajadores flamencos, los sectores decisivos de Anvers y Gand. La huelga general alcanza su máximo los días 27 y 28 de diciembre; el gobierno estaba impotente, paralizado, la huelga general era dueña del país. Pero si determinados dirigentes federales o locales de la FGTB fueron obligados a dar la orden de huelga, sólo las direcciones regionales valona y la de Anvers dieron la orden de huelga. La dirección de la FGTB rechazó lanzar la orden de huelga general. En cuanto a la central sindical cristiana, jugó abiertamente su papel de amarilla y rompedora de huelgas. Pero, a partir del 28 de diciembre, la huelga tuvo que desembocar en el plano político en la lucha abierta para derribar al gobierno, o estancarse. En los mítines y manifestaciones, espontáneamente, los trabajadores fijaron por sí mismos el próximo objetivo a lograr: la marcha sobre Bruselas, es decir, el enfrentamiento directo con el aparato de estado burgués cuyos órganos dirigentes, gobierno y parlamento, estaban todos concentrados en la capital. De la burguesía a la izquierda del movimiento obrero, se montó la guardia alrededor del gobierno, del poder, y del estado. El gobierno puso al parlamento de vacaciones, el Partido Socialista y el Partido Comunista belgas “llevaron la lucha por su convocatoria”. Los dirigentes de la FGTB se opusieron a la “marcha sobre Bruselas” y también el líder de la “izquierda”, André Renard. El 3 de enero, durante un mitin, condenó públicamente la exigencia de los manifestantes que gritaban: “¡Marcha sobre Bruselas!” Peor aún, Renard adelantó reivindicaciones adecuadas para dividir a los trabajadores flamencos y valones: “el derecho de Walonia a disponer de sí misma y a escoger las vías para su expansión económica y social” para aplicar “reformas de estructura”. En cuanto a Mandel, se alineó con André Renard. La Gauche del 14 de enero de 1961 escribió: “Se nos reprocha haber lanzado la consigna de marcha sobre Bruselas […] Como constatamos que esta reivindicación no fue retomada por los dirigentes, nos inclinamos, pero recordamos que, en el momento en que apareció nuestro anuncio de la semana pasada, no se había dado todavía ninguna indicación al respecto.”

Desde entonces, el movimiento declinó, los trabajadores belgas no tenían los medios organizativos y políticos para ir más lejos. Los comités de huelga estaban constituidos únicamente por dirigentes sindicales. Fueron las direcciones sindicales de la FGTB, bajo el ala de André Renard, las que se constituyeron en comité de coordinación de las regiones valonas. No existe partido o incluso organización política revolucionaria capaz de intervenir eficazmente en la huelga general y abrir la vía del combate contra el gobierno y por un gobierno obrero. André Renard estima que la huelga general es “una huelga económica que hace pesar una presión sobre el capitalismo y el estado”. A partir del 7 de enero, la huelga declina. El gobierno convocó a la Cámara, que adoptó el 14 la ley única. El 21 de enero, los últimos huelguistas, los 120.000 metalúrgicos de las cuencas de Liège y de Charleroi, volvieron al trabajo.

La Huelga General y la Revolución Húngara de los Consejos (1956) La emergencia de la revolución política en los países en los que el capital ha sido expropiado, pero donde monopolizan el poder político y gestionan las nuevas relaciones de producción (condiciones de sus privilegios económicos) burocracias parasitarias,

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tiende a resaltar el lugar determinante de la huelga general en el proceso revolucionario para derrocar a las burocracias y para que la clase obrera tome, o vuelva tomar, el poder. El primer movimiento revolucionario del proletariado contra la burocracia parasitaria se desencadenó en Alemania del Este. El 17 de junio de 1953, pararon los obreros de la Stalin Alle en Berlin-Este y se manifestaron contra las condiciones de trabajo que les eran impuestas. La huelga se extendió rápidamente por Alemania del Este y devino huelga general. Se constituyeron los comités obreros. La reivindicación de un “gobierno de los metalúrgicos” significó claramente que el objetivo de la huelga general sólo podía ser el poder político. Únicamente la intervención de los tanques de la burocracia del Kremlin pudo aplastar el movimiento revolucionario de los obreros de Alemania del Este y romper su huelga general. Tres años más tarde, en Polonia y en Hungría, la huelga general reagrupa a los trabajadores de esos países contra la burocracia. En Polonia, la burocracia, reemplazando a tiempo a Bierut por Gomulka, que salió de prisión, obteniendo de la del Kremlin que consintiese una retirada de su Gauleiter, el mariscal Rokosswski, y renunció a intervenir militarmente, llegando a contener y después a encauzar el movimiento revolucionario. En cuanto a la revolución húngara de los consejos, la cronología de los acontecimientos publicados en La Révolution hongroise des conseils ouvirers de François Manuel es suficiente para dar fe del lugar central que la huelga general ocupó en ellos. 20-21 de octubre: revolución en Polonia, vuelta de Gomulka al poder. 23 octubre: manifestación de los estudiantes de Budapest y principio de la insurrección. 24 de octubre: Nagy presidente del consejo; intervención rusa. 25 de octubre: huelga general insurreccional en Hungría. 26 de octubre: combates en todo el país, donde se forman consejos obreros y comités revolucionarios. 27 de octubre: manifiesto y programa de los sindicatos. 28 de octubre: manifiesto y programa de los intelectuales. Elección del consejo central de los obreros de Budapest. Nagy firma una tregua con los estudiantes y negocia con los consejos. Segundo gobierno Nagy con pequeños propietarios y nacionalcampesinos. 29 de octubre: Nagy reconoce a los consejos. El PC saluda la insurrección. 30 de octubre: Nagy revela que no es responsable del llamamiento a los rusos. Declaración de Moscú sobre las democracias populares. 31 de octubre: Budapest evacuada por los rusos. 1 de noviembre neutralidad de Hungría proclamada, quiere abandonar el Pacto de Varsovia (los consejos reconocen al gobierno Nagy). 2 de noviembre: fundación de un nuevo Partido Comunista por Nagy, Kadar, Lukacsz (manifiestos y programas de los sindicatos y de la juventud). 3 de noviembre: tercer gobierno Nagy con socialistas y representantes de los insurgentes (Maleter). 4 de noviembre: segunda intervención rusa ante el llamamiento de un “gobierno” Kadar (los combates duran hasta alrededor del día 11). 14 de noviembre: primeras promesas de Kadar por la radio. 14 de noviembre: el gobierno Kadar reconoce a los consejos obreros. 14 de noviembre: el consejo central de Budapest plantea sus condiciones y decide proseguir la huelga general. 15 de noviembre: el consejo de Csepel decide el fin de la huelga. 16 de noviembre: el consejo central llama a la vuelta al trabajo.

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21 de noviembre: Kadar prohíbe la reunión del consejo nacional obrero (huelga general de cuarenta ocho horas decidida contra la prohibición). 22 de noviembre: el consejo obrero de Csepel se pronuncia contra la huelga de cuarenta y ocho horas. 23 de noviembre: el consejo central informa de la orden de huelga tas haber negociado con Kadar (los rusos violan el acuerdo entre Kadar y los yugoslavos y secuestran a Nagy). 26 de noviembre: el consejo central pide milicias obreras y periódicos para los consejos. 30 de noviembre: Kadar rechaza las reivindicaciones de los consejos. 4 de diciembre: Kadar disuelve los comités revolucionarios. 6 de diciembre: comienzo de las detenciones masivas de miembros de los consejos obreros. 7 de diciembre: orden de huelga general de cuarenta y ocho horas del consejo central. 8 de diciembre: Kadar disuelve el consejo central y los consejos locales y regionales. 10 y 11 de diciembre: huelga general en Hungría. 11 de diciembre: arresto de Sandor Racz, presidente del consejo central de los obreros de Budapest.

1968 en Checoslovaquia El movimiento revolucionario de la primavera y verano de 1968 en Checoslovaquia comenzó manifestándose, clásicamente, por una crisis que agrietó al aparato estalinista. Pero éste resistió. Durante la sesión del 3 al 5 de enero del comité central del Partido Comunista Checoslovaco (PCCH), Antonin Novotny fue reemplazado como jefe de gobierno por Alexandre Dubceck. Sin embargo se mantuvo como primer secretario del PC. Pero en el mes de marzo, la clase obrera comenzó a intervenir abiertamente, directamente, según sus propios métodos. Pierre Broué escribe: “La agitación pasó de los universitarios a las fábricas por los jóvenes obreros. Pasivos al principio y, sobretodo, desconfiados, los obreros se enardecieron poco a poco, antes de ponerse, a su vez, en movimiento. Las reuniones sindicales fueron abandonadas, los oradores eran cada vez más numerosos y aparecieron las reivindicaciones. La base exigió la vuelta a la concepción tradicional, obrera, de los sindicatos: organismos de defensa de los intereses materiales y morales de la clase obrera, instrumentos de los obreros. El 12 de marzo, el presidente Pastyrik (acusado en una reunión de la fracción comunista del consejo central de los sindicatos) y dos de sus principales colaboradores, dimitieron. El 21, el presidium designó al sucesor de Pastyrik a la cabeza de los sindicatos, un antiguo ministro, Karen Polacek. Pero los sindicatos no estuvieron de acuerdo. El 22 se celebró reunión del consejo central de los sindicatos. El consejo del 9º distrito, el del barrio de Vysocany, que comprende especialmente la gran fábrica de Sokolovo de CKD, recibió un mandato de los delegados de los 85.000 obreros que representaba: protestó contra la designación por una instancia del partido del nuevo presidente de los sindicatos, del que señaló su “incompetencia en materia sindical”. El consejo central, ahogado bajo las delegaciones enviadas por las fábricas, decidió no recibirlas, “ante la falta de espacio”, pero sin embargo tuvo que escuchar el ultimátum del consejo del 9º distrito, que amenazó con lanzar una huelga de protesta si se mantenía la nominación de Polacek. La fracción comunista del consejo se reunió, acobardada por el lastre, y votó una resolución que condenaba “la deformación del papel dirigente del partido, que reduce los sindicatos al papel de agentes de ejecución y correas de transmisión del partido e incluso de los decretos y decisiones

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gubernamentales […], el estilo y los métodos de trabajo […] que han reemplazado los principios por la coerción”. El consejo central la asumió. Y es que por todas partes los trabajadores exigían, golpeaban con el puño en la mesa. El 23 de marzo, Prace, el diario de los sindicatos, narraba “esas jornadas exaltantes […] con el despertar a la vida política de círculos cada vez más amplios”. Las delegaciones de fábrica se sucedían, venidas de todas las regiones, y en particular la de la fábrica Skoda de Pilsen. El consejo central interrumpió su sesión y el presidium anunció la convocatoria próxima de una conferencia nacional de los sindicatos libres y democráticos, que se pronunciaría sobre la nominación de los nuevos responsables y podría derogar eventualmente la de Polacek. Un poco por todas partes estallaban huelgas, llovían amenazas de huelga: los directores eran despedidos por las asambleas obreras, democráticamente reemplazados; se reivindicaban alzas salariales, se abrían debates sobre todas las cuestiones mediante carteles murales, panfletos, asambleas generales. El corresponsal del Observer narra: “un ejemplo entre otros. El otro día, en una gran fábrica de Praga considerada como un bastión de la línea dura del partido, los dirigentes sindicales reunieron a 3.000 obreros con una interrupción de diez minutos y les presentaron una resolución, ya preparada, de apoyo a Dubcek y al pleno de enero que lo eligió. Pero los obreros insistían en discutir ellos mismos y votar sus propias resoluciones. Uno tras otro, subieron a la tribuna y criticaron a los dirigentes sindicales […]. La asamblea duró una hora y media y se terminó con el voto de resoluciones […]. Una joven dijo: sería un fatal error creer que, cesado Novotny, todo irá muy bien. Esto no puede ser más un comienzo.””

Novotny, encarnación del dominio completo de la burocracia del Kremlin sobre Checoslovaquia, dimitió el 22 de marzo. Pero la clase obrera actúa prudentemente; no se desencadena la huelga general. Sabe que la burocracia del Kremlin teme el proceso revolucionario en curso y hace todo lo que puede para que lo que queda de aparato estalinista en Checoslovaquia sea salvado y contenga, después haga retroceder y aplaste la revolución en ascenso. Durante la primavera y a principios del verano de 1968, Moscú no cesó de intervenir políticamente en ese sentido, apoyado por las burocracias satélites de los otros países de Europa del Este. Pero devino claro que el aparato no podía ser salvado y la revolución contenida de la misma manera que en noviembre de 1956 en Polonia. En el mes de mayo, la dirección del PCCH convocó para el 9 de septiembre el XIV Congreso del partido. En el curso de su preparación, el aparato fue desarbolado, dislocado y expulsado bajo la presión de las masas. No había duda alguna que el aparato sería liquidado y que el PCCH se dislocaría en el XIV Congreso. En la noche del 20 al 21 de agosto, 500.000 hombres de los ejércitos ruso, polaco, de Alemania del Este, húngaro y búlgaro invadían Checoslovaquia. Dubcek, Cernik, Smcrkowsky, Spacek, Kriegel y Suron fueron arrestados. El comité de la ciudad de Praga decidió entonces convocar por radio a los delegados elegidos para el XIV Congreso. Éste se celebró clandestinamente en una fábrica del 9º distrito y eligió una nueva dirección. “La clase obrera es la punta de lanza de la resistencia popular, los mineros de Kladno, en huelga desde el primer día, son imitados por los mineros del carbón de todo el país, después por los de las minas de uranio. Los trabajadores de los ferrocarriles fueron los que pararon el transporte de material proveniente de Alemania y Rusia y de tropas de ocupación.” (Pierre Broué)

Un vez más, la huelga de masas reagrupa a la clase en la resistencia a la opresión. Pero la dirección política no es limpia. El XIV Congreso renueva su confianza en las “autoridades legítimamente designadas”, nombra a Dubcek y Svoboda. Declara que lanzará la consigna de huelga general a partir del 23 de agosto al mediodía “si no comienzan las conversaciones en las veinticuatro horas siguientes con las autoridades regulares del partido y del estado de cara a la salida de las tropas extranjeras, y si el

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camarada Dubcek no informan a la nación en tiempo útil”. La burocracia del Kremlin debía servirse de Dubcek y Svoboda imponiéndoles los “acuerdos” de Moscú, primer paso hacia la “normalización”. La huelga general no se producirá. De retroceso en retroceso, la burocracia del Kremlin impuso su gobierno, la reconstrucción del aparato, la “normalización”, la depuración y represión.

Huelga de masas en Polonia (1970-1971) En revancha, en diciembre de 1970 y enero de 1971, la huelga de masas movilizó al proletariado polaco contra la burocracia: 12 de diciembre de 1970: por la noche se anuncia un alza de 10 al 30% de los precios de los productos alimenticios de primera necesidad, así como de los otros bienes de consumo. Los obreros de los astilleros navales de Gdansk decidieron ir a la huelga. 14 de diciembre: comienzo de las manifestaciones y combates de calle al canto de la Internacional y de los gritos “pan y libertad” en Gdansk, Gdynia y Sopot. La mayoría de las empresas de la “triciudad” están en huelga. Los obreros de los astilleros navales organizan comités de huelga. 15 de diciembre: comienzo de las manifestaciones y combates de calle en Slupsk y Elblag. Constitución de un comité central de huelga que agrupaba a los trabajadores de Gdansk, Gdynia y Sopot. 16 de diciembre: el movimiento de huelga gana todas las grandes ciudades polacas como Szczcin, Varsovia, Cracovia, Poznan, Katowice, Wroclaw, Lodz, Zabrze, Gliwice, Czeztochowa, Bydgoszcz, etc. Según una estación de radio alemana, el 60% de las fábricas polacas han cesado el trabajo. 17 de diciembre: comienzo de las manifestaciones y combates de calle en Szczecin. Huelga general en toda la ciudad. Constitución de un comité central de huelga que toma todo el poder en la ciudad. Decreto firmado por el primer ministro Cyrankiewicz, instaurando el estado de excepción en todo el país. 20 de diciembre: destitución de Gomulka. Gierek se convierte en primer secretario del POUP. El buró político resulta profundamente remodelado. En el lugar de Spychalski (presidente del consejo de estado), Kliszko (asuntos ideológicos), Strzelecki (aparato administrativo) y Jaszczuk (economía), entran: Moczar (fuerzas de seguridad), Babiuch (aparato administrativo), Szydlak (asuntos ideológicos), Kociolek (economía) y Jaroszewicz. Gomulka también es excluido del buró político. 23 de diciembre: sesión extraordinaria de la Dieta. Jaroszewicz es nombrado primer ministro. Cyrankiewicz asume el puesto de presidente del consejo de estado. Son removidos varios puestos ministeriales. “Desbloqueo” de siete mil millones de zlotys para aumentar los salarios, pensiones y jubilaciones de las capas más afectadas por el alza de los precios. 24 de diciembre: en 106 grandes fábricas del país, comienzan reuniones en las que los trabajadores se pronuncian sobre las modalidades de distribución de los siete mil millones. 29 de diciembre: firma del acuerdo con la URSS previendo la entrega inmediata de dos millones de toneladas de trigo. 6 de enero de 1971: Gierek y Jaroszewicz en Moscú. 7 de enero: nueva revuelta de los obreros de los astilleros navales de Gdansk y de Gdynia. Consigna principal: liberación de los 200 obreros arrestados durante las jornadas de diciembre. Los huelguistas exigen la inmediata venida de Gierek. Los culpables de la masacres deben ser localizados y castigados. Se realizan en todo el país centenares de reuniones y mítines. Hasta el 26 de enero se suceden huelgas de brazos

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caídos y los paros. Huelga de los transportes públicos llevada adelante por comités de huelga. 9 de enero: los nuevos dirigentes lanzan una “campaña de la verdad” en todo el país. Los trabajadores exigen la salida de Loga-Sowinski, presidente de los sindicatos. Reuniones y mítines se suceden en los astilleros navales de Gdansk. Al igual que en Szczecin, es una huelga de brazos caídos. 11 de enero: visita relámpago de Gierek a Berlin-Este. Es la tercera entrevista con Ulbricht, tras la de Tejchma y Jedrychowski. 13 de enero: eliminación de Antoni Walaszek de su puesto de primer secretario del partido de Szczecin. 14 de enero: las nuevas autoridades anuncian la congelación de los precios de determinados bienes de consumo. 15 de enero: dimisión Loga-Sowinski. 16 de enero: Gierek y Jaroszewicz en Praga. 18 de enero: vuelta a las huelgas en Gdansk, en los astilleros navales. Huelga de los trabajadores del transporte público de la “triciudad”. Se exige, especialmente: libertad de prensa y elecciones, destitución de Kociolek y Moczar del buró político, aumento general de salarios, castigo a los culpables de las masacres, etc. 20 de enero: la huelga prosigue en Gdansk. Los trabajadores de los transportes públicos unieron sus comités de huelga en un comité central de huelga para toda la “triciudad”. 22 de enero: nuevas huelgas en Szczcin. Huelga general en toda la ciudad. El consejo obrero de los astilleros navales exige la vuelta inmediata de Gierek. Consigna: aumento del 30% en los salarios. 23 de enero: estallan huelgas en las ciudades próximas a Szczecin: Pila, Stargard, Szcezcinski y Swinoujscie. Circular de Jaroszewicz a los directores de empresa sobre el “relajamiento de la disciplina en el trabajo” y el “espíritu tolerante ante los obreros”. Eliminación de Switala, ministro del interior. 24 de enero: a las 6, Gierek y Jaroszewicz llegan a los astlleros navales Warski. El enfrentamiento directo con los 12.000 trabajadores dura nueve horas. Conquistas arrancadas: elecciones libres a instancias del partido, sindicatos, de la administración y de las organizaciones de jóvenes; los encarcelados serán liberados; los dirigentes y participantes en las huelgas no serán perseguidos. Respuesta negativa de Gierek a la reivindicación central sobre el alza de los salarios. 25 de enero: en los astilleros navales de Szczecin, se crea una “comisión obrera” y ésta ejerce el poder junto con el comité de huelga. 26 de enero: Gierek y Jaroszewicz pasan todo el día en los astilleros navales de Gdansk donde la confrontación dura siete horas. Aquí se repiten las mismas reivindicaciones que en Szczecin y los dirigentes hacen las mismas concesiones. Durante el mitin, el nuevo ministro del interior, Szlachcic, dice que el “empleo de las armas habría podido ser evitado”. 27 de enero: para ganar el apoyo de los actuales intelectuales, Gierek decide… reconstruir el castillo de los reyes en Varsovia con el coste de dos mil millones de zlotys. 28 de enero: el gobierno renuncia a un nuevo sistema de “incentivos” que había provocado descontento entre los obreros. 29 de enero: pequeña revolución en Szczecin donde los obreros se ponen de nuevo en huelga, furiosos por el rechazo de Gierek a aumentar los salarios.

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31 de enero: Gierek anuncia que junto con Jaroszewicz irán próximamente de nuevo a los astilleros navales de Szczecin. 5 de febrero: nuevas remodelaciones en el comité regional del partido en Szczcin. Así pues, los primeros movimientos revolucionarios y las primeras revoluciones políticas contra las burocracias parasitarias para derrocarlas pusieron en evidencia el lugar que la huelga de masas, la huelga general, ocupa en el proceso revolucionario. Éste, sin embargo, no se limitó a la huelga de masas, a la huelga general; incluyó la constitución de comités, de soviets, manifestaciones de masas, combates de calle, lucha política bajo múltiples formas. La necesidad de la dirección revolucionaria no es menos grande para conducir la revolución política a la victoria que lo es para conducir a la victoria de la revolución social. En los países en los que el capital ha sido expropiado pero en los que el proletariado debe expulsar del poder a una burocracia parasitaria y usurpadora, la huelga no es menos la “reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores”. Su importancia y su eficacia son mucho más grandes cuanto que las relaciones de producción son relaciones de producción de transición entre el capitalismo y el socialismo, cuanto que el estado es propietario de lo esencial de los medios de producción. Por este hecho, la huelga general hace temblar los cimientos del aparato del estado. Para vencer, la clase obrera no puede dejar de apoderarse del poder político, constituir un nuevo aparato de estado que, sobre la base de las relaciones de producción, le asegure el poder.

La huelga general en Cuba y en Nicaragua Muy a menudo parece que se quiera ignorar pero, incluyendo Cuba y Nicaragua, la huelga general ha estado en el centro del proceso revolucionario que abatió la dictadura de Batista y, veinte años después, la de Somoza. Cuba, fines de diciembre de 1958-principios de enero de 1959: “La huelga obrera nacional duró más de una semana: fue un factor decisivo de la victoria que destruyó las tentativas de golpe de estado militar, de mediación estadounidense y consolidó el nuevo poder revolucionario… habían varias decenas de millares de hombres que poseían todas las armas mientras que el ejército y las milicias rebeldes no contaban para todo el país con más de 5.000 hombres, de los cuales muchos sin fusil. La huelga pesó de forma decisiva en la balanza para desarmar psicológicamente a los militares. Igual que el masivo rechazo del pueblo a votar en las elecciones del 3 de noviembre de 1958 había sido otro factor decisivo. La huelga general fue el instrumento de la victoria, el Movimiento del 26 de julio es en todo el país la columna vertebral de esta victoria, y Fidel el jefe incontestable.” (Journal de la révolution cubaine, Carlos Franqui)

El informe de Luis Favre a la sesión del buró internacional del Comité de Organización para la Reconstrucción de la IV Internacional, que publicó el número 589 de La Vérité, señala sobre Nicaragua: “La huelga general de tres meses (devenida insurreccional), el armamento de las masas en el curso mismo de la guerra civil, las ocupaciones de tierras por los campesinos, la constitución de milicias y la ofensiva militar desencadenada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional: todos esos elementos reunidos llevaron al final de la resistencia de Somoza y de la Guardia Nacional. […] Con la ayuda de oficiales del ejército de Panamá, el FSLN concentró sus tropas, bajo la dirección de Eden Pastora, en la frontera de Costa Rica. El objetivo proclamado era ocupar la ciudad de Rivas, en el sur del país, e instalar el gobierno provisional en el mismo territorio de Nicaragua. Ello con el fin de obtener el reconocimiento internacional del gobierno y asegurar, así, una ayuda militar y también

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la intervención directa de las tropas de Panamá y Venezuela, que aseguraban ya un apoyo logístico y de dirección al FSLN. El FSLN lanzó, como hemos dicho, un llamamiento a la huelga general a partir del 4 de junio. Su naturaleza de organización revolucionaria pequeño burguesa, su carácter heterogéneo, el hecho que quisiese acabar verdaderamente con Somoza, explican que pudiese llamar a la huelga general, participar e incluso impulsar la constitución de los comités y milicias para esa lucha. Las tropas del FSLN no lograron sus objetivos, sin embargo, y fue la intervención de las masas, en particular en Hasaya, Esteli y León, la que inflingió los golpes más decisivos a la Guardia Nacional. Por fin, al margen de cualquier consigna del FSLN, fue el levantamiento de Managua, la capital, la que hizo inclinarse la balanza definitivamente a favor de las masas, de sus milicias y de sus comités, y la que provocó la salida de Somoza y la destrucción del antiguo régimen. Fue pues la huelga general, el armamento de las masas, la insurrección, a las que se unieron las acciones militares del FSLN, las que acabaron con la odiada dictadura.”

En lo que concierne a Irán, la declaración del Comité de Organización para la Reconstrucción de la IV Internacional resume rápidamente el proceso revolucionario que derrocó al régimen del sah: “La dictadura del sah fue reducida a escombros en seis meses. En agosto de 1978, tras la atroz provocación del incendio del cine en Abadán, 50.000 manifestantes desafiaron a la policía gritando: “¡Sah, te quemaremos!” El 8 de septiembre fue el “viernes negro”. Fuerte por el apoyo del imperialismo, el de la burocracia estalinista, el de la burocracia de Pequín, el régimen imperial contaba con la eficacia mortífera de sus fuerzas de represión. En Teherán el ejército abrió fuego de ametralladora pesada sobre una inmensa manifestación. Pero a partir del 24 de septiembre el movimiento renació: la huelga de los trabajadores del petróleo fue la que llevaría a la huelga genera. En enero, el sah huyó. Muy rápidamente el gobierno Bajtiar pareció desvanecerse, el ejército comenzó a disgregarse, los jefes del aparato de estado ya no respondían. La huelga general paralizó al país. El 10 de febrero, estalló la insurrección y, en algunas horas, el fuego de la revolución ganó a todo Teherán y muy pronto todo el país.”

“Lo que produce la huelga de masas es la revolución” (R. Luxemburg) El nuevo período de la revolución proletaria, que se abrió en 1968 con la huelga general francesa y el proceso de revolución política en Checoslovaquia, reafirma el carácter mundial de la revolución proletaria. No deja nada en pie de las concepciones revisionistas sobre la división del mundo en bloques, afirmadas abierta o discretamente (como por ejemplo la división en tres sectores “interdependientes” de la revolución: el sector de la revolución colonial, el de las metrópolis imperialistas y el de la revolución política). La lucha mundial de clases, en la época del imperialismo, es una; la revolución proletaria es una. Constituyen un conjunto orgánico y, por tanto, diferenciado pero en ningún caso tres sectores “interdependientes” como en el sistema solar, por ejemplo, lo son el Sol, la Luna, la Tierra y algunos otros planetas. Se trata de un sólo cuerpo, de un conjunto orgánico. Esta reafirmación de la unidad de la revolución proletaria en los países capitalistas (metrópolis imperialistas y semicoloniales) y en los países donde el capital fue expropiado, pero donde burocracias

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parasitarias usurparon el poder político y extraen el sobreproducto social, señala el papel hegemónico del proletariado dirigiendo a las masas explotadas, y en consecuencia de sus métodos propios, de sus formas de acción, entre las cuales la huelga general. Es un hecho que, en numerosos países capitalistas de Europa, la huelga general está al orden del día visiblemente, en Inglaterra, Portugal, España, Italia, por no citar más que estos. Esto no aparece de la misma forma en Europa del Este pues la forma del poder político hace que los procesos que llevan a explosiones revolucionarias sigan muy a menudo siendo subterráneos. Sin embargo, esos procesos están en marcha y se manifiestan ya claramente en Polonia, Checoslovaquia y Alemania del Este, de una u otra forma. Las revoluciones en Irán y Nicaragua, anuncian nuevos y gigantescos desarrollos revolucionarios en los países semicoloniales, países en los que el proletariado marchará en cabeza. De ahora en adelante, por ejemplo, las condiciones de la huelga general se reúnen en Brasil. El “foquismo” ha quebrado definitivamente. La huelga general no surge en cualquier momento de la lucha de clases. Resulta de todo un desarrollo en las relaciones entre las clases y en el interior de las clases. Supone un grado ya elevado de homogeneidad, no solamente objetiva sino subjetiva, de la clase obrera. Cierto que la clase obrera es (en razón del lugar que ocupa en las relaciones de producción burguesas) la clase más homogénea de la sociedad burguesa. Pero esta homogeneidad es relativa. La clase obrera es una clase en sí por el hecho de su explotación, y del modo de explotación que sufre. Hay un largo recorrido antes que se convierta en una clase para sí. Objetivamente, primero está compuesta por diferentes capas, sectores diferentes que sufren una explotación más o menos intensiva, más o menos brutal, cuyas condiciones de vida pueden ser muy diferenciadas. Después, su organización, su explotación también están muy diferenciadas. Está jalonada por corrientes políticas marcadas por diferentes influencias. Sufre las presiones ideológicas y políticas de las clases dominantes. Por fin, forma parte del tejido social de la sociedad burguesa. Ahora bien, la huelga general es el proletariado que se unifica como clase, que deviene una clase para sí, pues se levanta como clase contra las clases dominantes, contra la burguesía. Al hacer esto, al menos objetivamente, cuestiona el orden social y político actual, el gobierno, el poder, el estado burgués. Tal situación sólo puede establecerse como expresión de las relaciones sociales y políticas entre las clases y en el interior de las clases llegadas a un punto en que el tejido social se desgarra: una situación de crisis social y política aguda. Para que surja la huelga general, la sociedad en su conjunto debe estar en crisis. Aunque entonces no estaba abierta la época de la revolución proletaria mundial, las huelgas generales belgas de 1891, 1893, 1902, fueron productos y motores de una crisis política de la sociedad burguesa en su conjunto, extremadamente profunda. Ofrecen testimonio como también crean una situación revolucionaria. Después de abrirse esta época, el surgimiento de la huelga general expresa de forma explosiva que los de arriba ya no pueden seguir como antes y que los de abajo no quieren seguir viviendo como antes. Sin lo cual, “la reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores” no sería posible. “Así, pues, sólo la revolución da lugar a la aparición de las condiciones sociales que hacen posible la inmediata transformación de la lucha económica en lucha política y de la lucha política en económica y que se manifiesta en la huelga de masas. Si el esquema vulgar no ve la conexión entre la huelga de masas y la revolución más que en los sangrientos enfrentamientos callejeros que siguen a las huelgas de masas, un análisis algo más profundo del proceso ruso nos revela que la conexión es la opuesta: en

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realidad no es que la huelga de masas produzca la revolución, sino la revolución es la que da lugar a la huelga de masas.”36

He aquí lo que escribe Rosa Luxemburg en su análisis de la lucha de clases del proletariado ruso durante la revolución de 1905. Con otras palabras, la huelga de masas, la huelga general, surgen sólo allí donde la revolución proletaria está inmediatamente al orden del día. Son el producto de la crisis social y política que engendra la revolución, de la que son un medio. Por ello la huelga general está siempre preparada, a veces desde mucho tiempo, por una intensa actividad práctica de la clase obrera, pero que no se limita solamente a las huelgas. Todo lo contrario, esta actividad práctica de las masas utiliza todos los terrenos de la lucha de clases y todas las formas políticas que éstas pueden utilizar bajo condiciones y circunstancias determinadas. Al mismo tiempo, en razón de los circunstancias que la condicionan y porque es la “reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores”, la huelga general plantea la cuestión del poder.

Los límites de la huelga general Pero, aunque la huelga general plantee la cuestión del poder, no lo puede resolver automáticamente. En primer lugar, necesita organizarse, necesita una dirección. Trotsky evidenció lo que en 1905, al mismo tiempo que la huelga de masas, hizo surgir la huelga general: “Por tanto, si tenemos derecho a colocar la capital del Neva en el centro de todos los acontecimientos con que acaba 1905, en el propio Petersburgo hemos de conceder el lugar más alto al Consejo o Soviet de Diputados Obreros. Es realmente la más importante organización obrera que haya conocido Rusia hasta hoy. Además, el Soviet de Petersburgo fue un ejemplo y un modelo para Moscú, Odesa y varias otras ciudades. Pero hay que señalar sobre todo que esta organización, que verdaderamente emanaba de la clase de los proletarios, fue la organización-tipo de la revolución. Todos los acontecimientos giraron en torno al soviet, todos los hilos se anudaron a él, todos los llamamientos procedieron de él. ¿Qué era el soviet? El Soviet de Diputados Obreros se formó para responder a una necesidad objetiva, suscitada por la coyuntura de entonces: era preciso tener una organización que gozase de una autoridad indiscutible, libre de toda tradición, que agrupara desde el primer momento a las multitudes diseminadas y desprovistas de enlace; esta organización debía ser la confluencia para todas las corrientes revolucionarias en el interior del proletariado; tenía que ser capaz de iniciativa y de controlarse a sí misma automáticamente; lo esencial, en fin, era poder ponerla en marcha en veinticuatro horas. La organización socialdemócrata que vinculaba estrechamente, en sus retiros clandestinos, a varios cientos, y mediante la circulación de las ideas, a miles de obreros en Petersburgo, estaba en condiciones de dar a las masas una consigna que iluminase su experiencia natural a la luz fulgurante del pensamiento político; pero el partido no hubiera sido capaz de unificar por un nexo vivo, en una sola organización, a los miles y miles de hombres de que se componía la multitud: en efecto, el partido siempre había realizado lo esencial de su trabajo en laboratorios secretos, en los antros de la conspiración que las masas ignoraban. La organización de los socialistas revolucionarios sufría de las mismas enfermedades de la vida subterránea, agravadas incluso por su impotencia e inestabilidad. Las dificultades existentes entre las dos fracciones igualmente fuertes de la socialdemocracia, por una parte, y su lucha con los socialistas revolucionarios por otra, hacían absolutamente indispensable la creación de una organización imparcial. Para tener autoridad sobre las masas, al día siguiente de su 36

Rosa Luxemburg (1906), Huelga de masas, partido y sindicatos, en Escritos Políticos, Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1977, páginas 186-187.

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formación, tenía que instituirse sobre la base de una representación muy amplia. ¿Qué principio había de adoptarse? La respuesta era obvia. Al ser el proceso de producción el único nexo que existía entre las masas proletarias, desprovistas de organización, no había otra alternativa sino atribuir el derecho de representación a las fábricas y los talleres37. Se tenía como ejemplo y precedente la comisión del senador Chidlovski. Una de las dos organizaciones socialdemócratas de Petersburgo tomó la iniciativa de la creación de una administración autónoma revolucionaria obrera el 10 de octubre, en el momento en que se anunciaba la mayor de las huelgas. El 13 por la noche, en el edificio del Instituto Tecnológico, tuvo lugar la primera sesión del futuro soviet. Sólo estaban unos treinta o cuarenta delegados. Fue decidido llamar inmediatamente al proletariado de la capital a la huelga política general y a la elección de delegados. “La clase obrera [decía el llamamiento redactado en la primera sesión] se ha visto obligada a recurrir a la última medida de que dispone el movimiento obrero mundial: la huelga general… En el plazo de unos días, deben producirse acontecimientos decisivos en Rusia. Determinarán para muchos años la suerte de la clase obrera; tenemos pues que ir por delante de los hechos con todas las fuerzas disponibles, unificadas bajo la égida de nuestro soviet común...””38

Más lejos: “A medida que se desarrollaba la huelga de octubre, el soviet se convertía naturalmente en el centro que atraía la atención general de los hombres políticos. Su importancia crecía literalmente de hora en hora. El proletariado industrial había sido el primero en cerrar filas en torno a él. La unión de los sindicatos que se había adherido a la huelga a partir del 14 de octubre, tuvo casi inmediatamente que reconocer el protectorado del soviet. Numerosos comités de huelga (los de ingenieros, abogados, funcionarios del gobierno) regulaban sus actos por las decisiones del soviet. Sometiendo a las organizaciones independientes, el soviet unificó en torno suyo la revolución. Al mismo tiempo, la división se hacía sentir cada vez más en las filas del gobierno. Trepov no escatimaba nada y acariciaba con la mano sus ametralladoras. El 12, se hizo colocar por Nicolás a la cabeza de todas las tropas de la guarnición de Petersburgo. El 14, daba órdenes de no ahorrar munición. Dividió la capital en cuatro sectores militares, mandado cada uno de ellos por un general. En calidad de generalgobernador, amenaza a todos los vendedores de comestibles con hacerlos deportar en el plazo de veinticuatro horas si cierran sus tiendas. El 16, custodia las puertas de todas las escuelas superiores de Petersburgo, que son ocupadas por las tropas. Sin que la ley marcial sea proclamada, de hecho está en vigor. Patrullas a caballo siembran el terror en la calle. Por todas partes están acantonadas las tropas: en los edificios públicos, en los establecimientos del Estado, en los patios de las casas particulares. Mientras los mismos artistas del ballet imperial se unían a la huelga, Trepov, incansable, llenaba de soldados los teatros vacíos. Gruñía y se frotaba las manos, presintiendo algo importante. Se equivocaba en sus cálculos. Sus adversarios políticos, representados por una corriente burocrática que buscaba un compromiso fraudulento con la historia, se impusieron. Witte, jefe de este partido, fue llamado al poder. El 17 de octubre, los esbirros de Trepov dispersaron la reunión del Soviet de Diputados Obreros. Pero éste encontró la posibilidad de reunirse una vez más. Decidió que se proseguiría la huelga con redoblada energía. Recomendó a los obreros que no pagasen ni sus alquileres, ni las mercancías que tomaban a crédito antes de la vuelta al trabajo e invitó a propietarios y comerciantes a no mostrarse exigentes hacia los obreros. Ese mismo 17 de octubre, apareció el primer número de las Noticias del Soviet de Diputados Obreros [Izvestia].

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Había un delegado por cada quinientos obreros. Las pequeñas empresas industriales se unían para formar agrupaciones de electores. Los jóvenes sindicatos recibieron igualmente el derecho de representación. Es preciso decir, sin embargo, que estas normas no eran observadas con mucho rigor; algunos delegados no representaban más que a cien o doscientos obreros, e incluso menos (1909) 38 León Trotski, 1905. Resultados y perspectivas, Ruedo Ibérico, París, 1971, páginas 103-105.

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Y, el mismo día, firmaba el zar el manifiesto de la Constitución.”39

Conjuntamente con la huelga de masas, con la huelga general, el proletariado había constituido el marco de su unidad, de su representación como clase, su parlamento y su ejecutivo, los soviets. La huelga general plantea la cuestión del poder porque, reunión de los oprimidos contra los opresores, paraliza el funcionamiento económico del país y en una muy amplia medida el funcionamiento del estado burgués. Sin embargo, tiene sus límites, límites que Trotsky señala: “Esta huelga pacífica [escribía Procopovich en la revista Pravo [El derecho]], huelga que ha ocasionado un número mucho menos considerable de víctimas que lo hiciera el movimiento de enero, y que se ha cerrado con un golpe de Estado, ha sido una revolución, puesto que ha transformado radicalmente el régimen gubernamental de Rusia”. “La historia [prosigue] que había privado al proletariado de uno de sus medios de lucha por los derechos populares, la insurrección y las barricadas en la calle, le dio otro mucho más poderoso, la huelga política general.” Las citas que acabamos de hacer muestran la enorme importancia que concedíamos entonces a una huelga política de las masas, considerada como indispensable método de la revolución rusa, mientras que los radicales como Procopovich se nutrían de vagas esperanzas fundadas en la oposición de los zemstvos. Pero no podemos admitir en modo alguno que la huelga general haya abolido y reemplazado los antiguos métodos revolucionarios. No podemos tampoco reconocer que la huelga de octubre, por mucha estima en que la tengamos, haya “radicalmente transformado el régimen gubernamental de Rusia”. Por el contrario, todos los acontecimientos políticos ulteriores no se explican más que en razón del hecho que la huelga de octubre no ha cambiado en nada el régimen gubernamental. Sin duda alguna, la huelga de los ferrocarriles y del telégrafo desorganizó hasta el último grado el mecanismo gubernamental. Y la desorganización se agravó con la duración de la huelga. Pero, al prolongarse, la propia huelga trastornaba las funciones de la vida, económica y social y debilitaba necesariamente a los obreros. Y, finalmente, debía tener un término. Pero, desde que la primera locomotora estuvo a presión, desde que el primer aparato Morse produjo su tac-tac, el poder que subsistía encontró la posibilidad de reemplazar todas las palancas rotas y renovar todas las piezas averiadas de la vieja máquina gubernamental. En la lucha es extremadamente importante debilitar al adversario; es la función de la huelga. Al mismo tiempo, pone en pie el ejército de la revolución. Pero ni este resultado ni aquél constituyen por sí mismos un golpe de Estado. Es preciso además arrancar el poder a quienes lo detentan y traspasarlo a la revolución. Esa es la tarea esencial. La huelga general crea las condiciones necesarias para que este trabajo sea ejecutado, pero es, por sí misma, insuficiente para llevarlo a término. El viejo poder gubernamental se apoya sobre su fuerza material, sobre el ejército ante todo. Sobre el camino de un verdadero “golpe de Estado”, además del que se cree haber hecho sobre el papel, se encuentra siempre el ejército. En un momento dado de la revolución, se plantea una cuestión que domina todas las restantes: ¿de qué lado están las simpatías y las bayonetas de las tropas? La respuesta no puede obtenerse mediante una investigación. Pueden formularse muchas observaciones justas y preciosas sobre el ancho y la regularidad de las calles modernas, sobre los nuevos modelos de fusil, etc., pero todas estas consideraciones técnicas dejan en pie la cuestión de la conquista revolucionaria del poder gubernamental. La inercia del ejército debe ser superada. La revolución no llega a ese fin más que provocando una colisión entre el

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Ídem supra, páginas 108-109.

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ejército y las masas populares. La huelga general crea condiciones favorables para ese enfrentamiento. El método es brutal, pero la historia no conoce otro.”40

Finalmente, la huelga general, como todos los otros métodos de la revolución, exige una política, un programa que dé a la cuestión del gobierno, del poder, una respuesta concreta así como, también, una fuerza política luchando por esta política, por ese programa, por esta respuesta concreta a la cuestión del gobierno, del poder.

Rosa Luxemburg y la espontaneidad Rosa Luxemburg insistió sobre la espontaneidad durante la revolución rusa de 1905: “El elemento espontáneo juega, como hemos visto, en todas las huelgas de masas rusas sin excepción un papel de enerote importancia, bien como elemento impulsor o como elemento de freno. Pero a causa de esto no está en que en Rusia la Socialdemocracia sea todavía joven y débil, sino en el hecho de que en todo acto de la lucha intervienen tantos elementos invisibles de carácter económico, político y social, general y local, material y psicológico, que ninguna puede determinarse y resolverse como si se tratase de un problema aritmético. La revolución, aun cuando en ella el proletariado con la Socialdemocracia a la cabeza juegue el papel dirigentes, no es una maniobra del proletariado en campo abierto, sino una lucha en medio del crujir incesante, del desmoronamiento y de la dislocación de todos los fundamentos sociales. En una palabra: el elemento espontánea juega un papel tan predominante en las huelgas de masas de Rusia no porque el proletariado esté “insuficientemente educado”, sino porque las revoluciones no se enseñan ni se aprenden en ninguna escuela.”41

Rosa Luxemburg opuso la espontaneidad al “burocratismo” de los sindicatos y también de la socialdemocracia de Alemania, que ya en este período expresaba la adaptación a la sociedad burguesa, al oportunismo y al revisionismo. “Lo más valioso, por ser permanente, en este violento subir y bajar de la ola, es su sedimento espiritual: el crecimiento desigual intelectual y cultural del proletariado, que constituye una garantía muy segura para su ulterior avance continuo en la lucha tanto económica como política. Pero no es sólo esto: la relación misma entre el empresario y los trabajadores ha sufrido violentas modificaciones; desde la huelga general de enero y la ola de huelgas que le siguieron a lo largo del año 1905, el principio de “aquí mando yo” ha sido de facto abolido. En las mayores fábricas de todos los centros industriales de importancia ha aparecido, en ausencia de cualquier plan coordinado previo, la institución de comisiones de obreros con las que tiene que negociar el patrono y que deciden en todos los conflictos. Y, finalmente, todavía más: las huelgas aparentemente caóticas y la acción revolucionaria “desorganizada” que siguieron a la huelga general de enero han dado paso y han sido punto de partida para un febril trabajo organizativo. La Historia deja con tres palmos de narices a las personas burocráticas amantes de esquemas que montan celosa guardia ante las puertas de la felicidad de los sindicatos alemanes. Las sólidas organizaciones, concebidas como fortalezas inexpugnables, cuya existencia se presenta como condición indispensable de cualquier eventual intento de una eventual huelga de masas en Alemania, han nacido en Rusia justo a la inversa de la misma huelga de masas. Y mientras los celosos guardianes de los sindicatos alemanes temen ante todo que las organizaciones se puedan romper en mil pedazos en el torbellino revolucionario como una costosa porcelana, la revolución rusa nos muestra precisamente la imagen opuesta: del torbellino y la tormenta, del fuego

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Ídem supra, páginas 101-102. Rosa Luxemburg (1906), Huelga de masas, partido y sindicatos, en Escritos políticos, Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1977, páginas 188-189. 41

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y las ascuas de la huelga de masas, de las luchas callejeras surgen, como Venus de entre la espuma de las olas, frescos, jóvenes, fuertes y alegres… sindicatos.”42

El estilo de Rosa Luxemburg es cegador y lo que escribe es una enseñanza particularmente preciosa para nuestra época. En efecto, lo que entonces era solo burocratismo, oportunismo y no revisionismo, de los aparatos sindicales y partidos obreros, ha devenido tiempo después acción contrarrevolucionaria abierta y determinada. No sólo han devenido contrarrevolucionarios los partidos socialistas y socialdemócratas, los aparatos sindicales, sino, con una extraordinaria ciencia en este arte particular, los partidos estalinistas. Son sólo esas fuerzas vivas de la clase obrera, que saltan con violencia, las que garantizan que se superarán los obstáculos contrarrevolucionarios levantados para impedir la explosión revolucionaria del proletariado. Rosa Luxemburg no deja de señalar menos la importancia del partido proletario: “Con la mentalidad del sindicalista que no lanza el paro con ocasión del 1º de mayo si antes no le aseguran con toda exactitud el subsidio a percibir en caso de que le despidan, no se hace ni la revolución ni la huelga de masas. Pero en la tempestad del proceso revolucionario el proletariado se transforma precisamente de padre de familia que exige previsoramente un subsidio en “revolucionario romántico” para el que incluso el bien más preciado, es decir, la vida y no hablemos ya del bienestar material, posee, en comparación con el ideal de la lucha, un valor muy reducido. Si la dirección de la huelga de masas en el sentido de determinar su aparición y en el sentido del cálculo y de la cobertura de sus costes es cosa del proceso revolucionario mismo, la dirección de la huelga de masas, no obstante, le corresponde en un sentido muy diferente, en verdad, a la Socialdemocracia y a sus órganos dirigentes. En lugar de romperse la cabeza con los aspectos técnicos, con el mecanismo de la huelga de masas, la Socialdemocracia está llamada a hacerse cargo de la dirección política también en medio del proceso revolucionario. Dar la consigna, la orientación a la lucha, disponer la táctica de la lucha política de modo que en cada fase y en cada momento de la lucha se realice la totalidad de la fuerza proletaria en presencia y previamente suscitada expresándose en la posición de combate del partido, hacer que la táctica de la Socialdemocracia no quede nunca, por su decisión y agudeza, por debajo del nivel de la relación de fuerzas efectivamente existente sino más bien que la supere: tales son las más importantes tareas de la “dirección” en un período de huelgas de masas. Y esa dirección se transforma por sí misma en cierto modo en dirección técnica. Una táctica consecuente, decidida y dinámica por parte de la Socialdemocracia despierta en las masas sentimientos de seguridad, de confianza en sí mismas y de voluntad combativa; por el contrario, una táctica oscilante, débil y basada en la infravaloración del proletariado actúa sobre las masas en un sentido paralizador y confusionista. En el primer caso surgen las huelgas de masas “por sí mismas” y siempre “puntualmente”, en el segundo los llamamientos directos a la huelga de masas lanzados de vez en cuando por la dirección no obtienen respuesta. Y de ambos casos ofrece la Revolución rusa ejemplos elocuentes.”43

Sin embargo, lo prueba la historia, Rosa Luxemburg subestimó la importancia del papel del partido revolucionario en el proceso revolucionario, por tanto en la huelga general. Reaccionó bajo la impresión de la actitud y métodos de la pesada maquina socialdemócrata alemana que ya en ese período desconfiaba de la iniciativa revolucionaria del proletariado alemán y lo ahogaba. La socialdemocracia actuó así porque ya tenía un pie puesto en el campo contrarrevolucionario. La espontaneidad de las masas siempre es una espontaneidad históricamente determinada. Es el producto de toda una experiencia política de lucha de clases llegada 42 43

Ídem supra, páginas 170-171. Ídem supra, páginas 190-191.

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a un punto determinado bajo determinadas circunstancias. Decenas de años de actividad de las organizaciones y partidos obreros en el seno de las masas la nutren con el avance y también las contradicciones y límites que ello implica, sobretodo en la actual época en que los partidos obreros tradicionales han pasado al lado de la contrarrevolución, de la defensa del orden burgués. Esta espontaneidad incluye el rechazo a la sumisión al orden burgués, el rechazo a la política y métodos que someten el proletariado a la burguesía, el rechazo de los métodos de defensa de los regímenes políticos de dominación de clase de ésta. Incluye también las ilusiones de las masas. La espontaneidad del proletariado es pues una noción que exige ser precisada en función de un conjunto de determinaciones. De todas formas, tiene sus límites.

Huelga general, espontaneidad y estrategia revolucionaria La experiencia ha probado en el curso de la revolución rusa, de las revoluciones, crisis y movimientos revolucionarios que se han sucedido, y en las que se incluyen las múltiples huelgas generales, la importancia decisiva de los partidos y organizaciones revolucionarias y contrarrevolucionarias, de sus políticas y programas. Teniendo en cuenta que la clase obrera tiene una historia, que dispone de organizaciones determinadas, la Tercera Internacional comenzó más precisamente en sus III y IV congresos a precisar la estrategia de la revolución proletaria, especialmente en lo que entonces caracterizó como la “táctica de frente único”. Trotsky, en su libro La internacional Comunista después de Lenin, insistió vivamente sobre la necesidad de una estrategia revolucionaria. El programa sobre el cual la IV Internacional fue fundada, La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional, dicho Programa de Transición, es precisamente la traducción programática de la estrategia de la revolución proletaria mundial. No trata sobre la huelga de masas, sobre la huelga general, como tales, pero indica: “La orientación de las masas viene determinada, ante todo, por las condiciones objetivas del capitalismo decadente y, después, por la política traidora de las organizaciones obreras tradicionales. De estos factores, el decisivo es el primero: las leyes de la Historia son más fuertes que los aparatos burocráticos. A pesar de sus diferencias de método (desde la legislación “social” de Blum hasta las farsas judiciales de Stalin), los socialtraidores no lograron romper la voluntad revolucionaria del proletariado. A medida que el tiempo pasa, sus desesperados esfuerzos por detener la rueda de la Historia demostrarán con claridad creciente a las masas que la crisis de dirección revolucionaria, que se ha convertido en la crisis de la civilización humana, no puede ser resuelta más que por la IV Internacional.”44

La “espontaneidad” de las masas en la época actual se sitúa bajo estas condiciones. Por consiguiente, la estrategia a desarrollar es definida en las líneas siguientes: “La tarea estratégica del próximo período (un período prerrevolucionario de agitación, propaganda y organización) consiste en superar la contradicción entre la madurez de las condiciones revolucionarias objetivas y la inmadurez del proletariado y su vanguardia (la confusión y desmoralización de la generación madura y la inexperiencia de los jóvenes). Es necesario ayudar a las masas a que en sus luchas cotidianas hallen el puente que une sus reivindicaciones actuales con el programa de la revolución socialista. Este puente de componerse de un conjunto de reivindicaciones transitorias basadas en las condiciones y en la conciencia actual de amplios sectores de

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León Trotky (1938), El Programa de Transición, Akal Editor, Madrid, 1977, página 15.

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la clase obrera para hacerlas desembocar en una única conclusión final: la toma del poder por el proletariado.”45

Una vez más: “la huelga general es la reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores. Es el principio clásico de la revolución.” Es una de las formas clásicas, si no la forma clásica, de la movilización revolucionaria del proletariado, de la realización en la acción de su unidad como clase contra la burguesía como clase, contra su gobierno, su estado y su poder. Estando dadas las relaciones políticas actuales en el interior del movimiento obrero, estando dado que los partidos obreros tradicionales, los aparatos sindicales, defienden con todas sus fuerzas, por todos los medios, a la sociedad burguesa y también a los regímenes políticos burgueses actuales, estando dada la debilidad de las organizaciones de la IV Internacional que construyen en cada país el partido revolucionario, la “espontaneidad” de las masas es determinante en la marcha hacia la revolución, por tanto hacia la huelga general. Sin embargo, incluyendo lo que concierne a su preparación y su estallido y, en consecuencia, sus ulteriores desarrollos, la intervención militante de las organizaciones de la IV Internacional tiene una considerable importancia a partir de ahora pues, sobre la base del programa de la IV Internacional, es posible contribuir al enriquecimiento de la experiencia política de las masas y, formulando en términos políticos esta experiencia, deducirla dándole una expresión consciente, por tanto y por lo mismo un alcance mucho más grande. Toda huelga general plantea objetivamente ciertos problemas fundamentales: la unidad de las masas en lucha, su representación, su organización, los objetivos políticos, la cuestión del poder. De aquí no se deduce que las respuestas se desprendan automáticamente, ni hasta dónde irá la huelga general, ni en qué desembocará. Todo ello responde a numerosos factores, de entre los cuales particularmente el factor consciente, organizado y actuando, de la organización que construye el partido revolucionario, de su capacidad para inscribirse en el proceso político que conduce al proletariado a levantase como clase contra la burguesía, contra su gobierno y su estado, a expresar las necesidades de las masas, las exigencias de la lucha. En el actual momento, en el que las relaciones políticas en el seno del movimiento obrero y de la clase obrera son las que son, una justa respuesta a la cuestión de la realización del frente único entre las organizaciones obreras, a la de su ruptura con la burguesía, a la de una perspectiva de un gobierno constituido por los partidos obreros sin ministros representantes de los partidos burgueses, es absolutamente esencial para preparar la huelga general y durante el curso de su desarrollo. La clase obrera, las masas explotadas, no pueden entablar un combate frontal contra la burguesía sin girarse hacia su representación política como clase, sin llamarla constantemente. Pero sobretodo no hay que oponer la acción política a la iniciativa y a la “espontaneidad” de las masas. Todo lo contrario, hay que desprender la iniciativa, la espontaneidad de las masas, mediante la acción y en la acción política por el frente único, pues son ellas las que realizarán la unidad de la clase obrera por su propio movimiento, superando los obstáculos que levantan los aparatos burgueses constituidos en el interior del movimiento obrero, de la clase obrera, los “lugartenientes obreros de la burguesía”. Es indispensable establecer la justa relación entre la acción política por el frente único y la iniciativa, el movimiento espontáneo de las masas. El movimiento por el que la clase obrera se compromete como clase en el combate contra la burguesía como clase, contra su estado y su gobierno, es un movimiento práctico que responde a necesidades y preocupaciones prácticas, que son función de situaciones concretas; también es imposible fijar un catálogo de 45

Ídem supra, página 15.

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reivindicaciones democráticas, hasta reivindicaciones de expropiación del capital, pasando por múltiples reivindicaciones económicas y políticas que las masas harán suyas. Sin embargo, una cosa es cierta: en todos los casos, la huelga general plantea la cuestión del poder, la cuestión del gobierno y, aunque se trata de concretar, en cada ocasión la respuesta sólo se puede aportar en la línea que definió el programa de la IV Internacional: la del gobierno obrero y campesino. La huelga general, es necesario reafirmarlo, “es el principio clásico de la revolución”, no es pues el acto único por el que la revolución proletaria y la toma del poder se cumplen. Es uno de sus momentos, una de sus etapas. Como tal hay que intervenir y situarse, lo que exige ineluctablemente la acción política, en la preparación y el curso de la huelga general, por la construcción del partido revolucionario, el partido de la IV Internacional. La huelga general es un elemento, un componente, de la estrategia revolucionaria. No es, ni de lejos, toda la estrategia revolucionaria. En este aspecto, el rico análisis que Rosa Luxemburg hizo de la huelga general, de la espontaneidad revolucionaria, aunque incluye hasta cierto punto el papel del partido obrero revolucionario, no es suficiente sin embargo. Hay que añadir las lecciones del bolchevismo, las lecciones de la revolución de octubre. Y éstas muestran que, finalmente, lo esencial es que, en el proceso revolucionario, se construya el partido, que éste conquiste la hegemonía en la clase obrera y las masas explotadas, o como mínimo una posición determinante, que éstas lo reconozcan como director y organizador del combate final por la toma del poder. Entonces el movimiento de las masas y la acción dirigente del partido forman un conjunto: masas y partido tienen las misma pulsiones, viven la misma vida.

En Francia, “se acerca el momento” En Francia, la huelga general de mayo-junio de 1968 hirió de muerte a la V República sin abatirla. Desde entonces agoniza. La crisis del régimen, crisis de dominación de clase de la burguesía, se perpetúa. Muchas veces la OCI ha analizado la forma particular que ha tomado la crisis de dominación de clase de la burguesía que se desarrolla en Francia. No es, pues, necesario rehacer otra vez más este análisis. Será suficiente con recordar algunos datos esenciales que el Informe Preparatorio del XXIV Congreso de la OCI consigna: “Sin retomar todos los aspectos de la crisis de las instituciones bonapartistas de la V República analizados en los textos y documentos adoptados por los anteriores congresos de la OCI, sin embargo es necesario para encuadrar nuestra intervención volver sobre algunos de estos aspecto fundamentales. La burguesía francesa está presa en una contradicción que no puede superar. La V República está en quiebra. No ha podido, a causa de la lucha de clases del proletariado, instaurar el estado fuerte, el estado corporativo, destruir las organizaciones obreras, triturar al proletariado. Todo lo contrario, el proletariado, las masas explotadas se han reforzado políticamente. Sólo un dique que levantan el PS y sobretodo el PCF, los aparatos burocráticos de las centrales sindicales, y sobretodo el aparato estalinista de la CGT (más exactamente la política del aparato estalinista ordena toda la política de las otras direcciones obreras traidoras), ha impedido a las masas echar abajo la V República y sus instituciones y abrir la crisis revolucionaria. Ahora bien, la crisis del sistema imperialista, en particular la marcha hacia una crisis económica mayor, obliga a la burguesía francesa a atacar ferozmente a la clase obrera, a la juventud, a las masas explotadas, a su estándar de vida, adquisiciones y conquistas. El gobierno GiscardBarre, rodeado, debe esforzarse en realizar rápidamente lo que De Gaulle, Pompidou,

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más de veinte años de V República, no le han permitido realizar desde el punto de vista de las adquisiciones y conquistas del proletariado y las masas explotadas, lo que no han podido lograr y en lo que desde la puesta en pie del estado fuerte, del estado corporativo, ha ido a embarrancar irremediablemente. Los intereses de la clase dominante exigen que sean descargados los más severos golpes sobre las masas trabajadoras y la juventud. Para lanzar esos golpes, la clase dominante debe utilizar las instituciones bonapartistas de la V República, las únicas de que dispone. Pero esas instituciones están en crisis, crisis cuyo fundamente es la actividad de las masas. Así es como, bajo amenaza de aplastamiento político y económico, la clase dominante debe apoyarse sobre las instituciones del bonapartismo en crisis, el gobierno Giscard coronando las instituciones y concentrando directamente el odio de las masas trabajadoras y de la juventud. Repitámoslo: la debilidad de esas instituciones no permite al gobierno Giscard-Barre alcanzar por sus propios medios sus objetivos. Los aparatos, y particularmente el aparato estalinista, deben tomar a su cargo la aplicación de la política antiobrera de ataque contra la juventud y las masas. También es esencial que la vanguardia revolucionaria comprenda claramente, a la vez, el carácter ineluctable de la crisis del régimen y la utilización de la “democracia” como palanca para ayudar a llevar la crisis del régimen a su punto de ruptura. La vanguardia revolucionaria combate para liberar a la humanidad de todas las cadenas de la opresión y de la explotación del hombre por el hombre. En ese combate, el combate contra las ilusiones democráticas es una absoluta necesidad. Pero hay que saber cómo combatir las ilusiones democráticas. La liquidación de la IV República en 1958 fue el resultado de condiciones y acontecimientos determinados, pero no se correspondió con hechos circunstanciales. Históricamente la república parlamentaria ya no es la forma de dominación política correspondiente a las necesidades de la burguesía francesa decadente. Son las relaciones determinadas entre las clases las que han necesitado el recurso a la república parlamentaria para contener el ascenso revolucionario nacido del fin de la Segunda Guerra Mundial. Así, nada más acabar la guerra renació esta república de las cenizas pues las relaciones entre las clases no le permitían entonces a la burguesía recurrir al estado fuerte, corporativo, objetivo que, sin embargo, tenía De Gaulle desde los años 1944 a 1950. Para contener las contradicciones que la república parlamentaria no podía contener, la institución del bonapartismo en 1958 se correspondió con las profundas necesidades de la burguesía francesa decadente. Sin embargo, el parlamentarismo como modo de dominación de clase puede, no obstante, revivir en función de las relaciones entre las clases y en el interior de las clases, de la quiebra del bonapartismo, abriendo la crisis revolucionaria. Entonces deviene un régimen de crisis totalmente inestable, del que la burguesía tiene necesidad momentáneamente para contener a las masas, permitir eventualmente la configuración de un gobierno de frente popular, pero, por otra parte, deviene amenazador e insoportable para ella. No comprender la naturaleza del bonapartismo y la naturaleza de la democracia parlamentaria, uno y otra de naturaleza burgués, sería abandonar los principios, desarmarnos y deslizarnos hacia el terreno del frente popular. Pero no comprender que bonapartismo y democracia parlamentaria son formas de dominación de la burguesía que se excluyen unas a otras sería abandonar el marxismo para pasar al sectarismo dogmático y, por el mismo hecho, la intervención política a partir de los elementos fundamentales de la política revolucionaria. Tanto la democracia parlamentaria como el bonapartismo son productos del desarrollo histórico que sólo pueden ser eliminados por la revolución proletaria. Sin que nos esté permitido olvidar su contenido de clase (burgués), sin por tanto asumirlo, debemos oponer la “democracia” a las instituciones bonapartistas, ello a fin de utilizar la “democracia” contra la forma concreta que toma bajo las presentes circunstancias la forma de dominación de clase de la burguesía, a saber la forma bonapartista. Así es como debe ser utilizada por las masas trabajadoras (y lo es) para diferentes objetivos la “democracia” de la que se sirven los aparatos

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burgueses contra ellas. Como comprendemos la naturaleza burguesa del bonapartismo y de la democracia parlamentaria también comprendemos que son dos formas de dominación de la burguesía que se excluyen una a la otra, podemos también definir la situación real desde el punto de vista de las relaciones entre las clases y desde el punto de vista de clase. Por ello somos capaces de actuar sobre los acontecimientos. Comprendiendo que la democracia parlamentaria sólo se podrá establecer con el hundimiento del régimen de la V República, que este hundimiento provocará (en la medida en que las instituciones de la V República se han fusionado parcialmente con el estado burgués) como mínimo la “desestabilización” del estado burgués, actuamos así sobre la insuperable contradicción entre bonapartismo y democracia parlamentaria, para ayudar a nuestra clase a promover sus propios elementos de poder en la crisis de hundimiento. Sin asumir, se entiende por sí solo, repitámoslo, la democracia parlamentaria pero utilizando la contradicción insuperable entre bonapartismo y democracia parlamentaria, partiendo de la necesidad de “combatir las ilusiones sobre el terreno de las ilusiones”, vemos aquello que llegará irreductiblemente: una situación en la que democracia parlamentaria y formas más o menos desarrolladas del poder obrero (consejos, comités) se codearán, como la próxima etapa política del combate por la revolución proletaria que debe derrocar al régimen burgués, que debe derrocar el sistema de la propiedad privada de los medios de producción. De aquí se deduce que, cuanto más se acerca el momento del desenlace de la crisis política en crisis revolucionaria, más deviene decisiva la palanca de la “democracia” tal como acabamos de exponerla, pero también la OCI debe conservar más estrictamente su carácter de clase y no dejar que las reivindicaciones de clase se ahoguen en la “democracia” en general. Ahí se anudan el problema de la huelga general, sus relaciones con la democracia y con la consigna del gobierno Mitterrand-Marchais sin representantes de la burguesía.”

De Gaulle obligado a dimitir El artículo que el último número de La Vérité ha consagrado a la huelga general de mayo-junio de 1968 se titula “La huelga general de mayo-junio de 1968 vino de lejos”. La huelga general que se prepara viene también de lejos. Sus orígenes remontarán a la huelga general de mayo-junio de 1968 también, que trabada, transformada en “huelga económica” y dislocada, sin embargo ha herido mortalmente a la V República sin rematarla. La nueva huelga general que se prepara no se prepara estrictamente, sin embargo, de la misma forma que la de mayo-junio de 1968. Antes y durante ésta, las grandes masas tenían la ilusión que la huelga general sería suficiente por sí misma, que su potencia sería suficiente para arrancar las reivindicaciones y echar abajo al gobierno y la V República. Esta ilusión facilitó la política liquidadora de la huelga de los partidos obreros y los aparatos de las centrales sindicales, principalmente el PCF y el aparato estalinista de la CGT. Les permitió vaciar las empresas, tomar el control del movimiento y no constituir el comité central de huelga de la huelga general, no lanzar la consigna de huelga general, mantener la división política, elaborar minuciosamente los “acuerdos de Grenelle” y, después que el conjunto de los obreros de Renault les hubiese intimidado con el “No firméis”, concluir acuerdos corporación a corporación, empresa a empresa, zafarse ante la cuestión del poder. El PCF pedía la disolución de la Asamblea Nacional. De Gaulle la disolvió. La huelga general era liquidada en nombre de las elecciones. Las “elecciones-traición” llevaron a una mayoría de diputados de UDR en la Asamblea Nacional. Las masas quisieron ardientemente la huelga general de mayo-junio de 1968. La ilusión de la huelga general suficiente por sí misma las desarmó políticamente. Sacaron, más o menos netamente, la conclusión que aún era necesario realizar las condiciones políticas

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indispensables para echar abajo al gobierno de la V República y llevar al poder a un gobierno que ellas consideraban como su gobierno. Entre esas condiciones: la realización de la unidad de la huelga, la realización de un frente único de las organizaciones y partidos obreros. La liquidación de la huelga general, la elección de la Asamblea Nacional “azul CRS”, no batió a la clase obrera. A penas De Gaulle acababa de proclamar el 24 de noviembre de 1968: “Se acabaron los cortejos y exhibiciones”, y los obreros de Renault, los trabajadores de la Asistencia Pública, los metalúrgicos de Burdeos, se manifestaban para que fueran satisfechas sus reivindicaciones. Después, en Renault y Peugeot, se producían huelgas llamadas salvajes. De nuevo el aparato estalinista de la CGT lanzó una de esas consignas de “acción” que son contrafuegos ante la movilización real de la clase obrera: llamó en solitario a una “jornada de acción” el 12 de febrero de 1969. De Gaulle respondió brutalmente no a todas las reivindicaciones. El conjunto de los dirigentes de las centrales sindicales fue llevado a lanzar conjuntamente una orden de “huelga nacional” para el 11 de marzo de 1969. La huelga fue general, las manifestaciones masivas. Los trabajadores comprendieron esta huelga como una huelga política contra el gobierno, por sus reivindicaciones. De Gaulle intentó desesperadamente retomar la iniciativa política que se le escapaba: decidió un referéndum para el 27 de abril de 1969, cuyo objetivo era instituir el corporativismo. Pero la clase obrera había retomado ya el combate; el conjunto de las centrales sindicales y los partidos obreros llamaron a votar no, la burguesía estaba dividida: De Gaulle fue vencido y tuvo que dimitir. Se logró realizar la consigna del 13 de mayo de 1968: “Con diez años, ya tenemos bastante De Gaulle”. Sin embargo, la V República sobrevivió. Habiendo llamado conjuntamente a votar no en el referéndum del 27 de abril, los dirigentes de lo que quedaba de la SFIO y los del PCF presentaron cada uno de ellos su candidato a la primera vuelta de las elecciones presidenciales que siguieron a la dimisión de De Gaulle. En función de la ley electoral sólo quedaron como candidatos para la segunda vuelta Pompidou y Poher, candidatos de los partidos burgueses; los del PCF y los de la SFIO habían sido eliminados en la primera vuelta. La clase obrera quedó excluida de esta lucha política.

El empuje de las masas Durante los años siguientes se sucedieron importantes huelgas. Entre ellas hay que nombrar la huelga de Renault de abril-mayo de 1971, que los dirigentes de la CGT dislocaron en huelgas giratorias. Con ocasión de este movimiento, Georges Seguy explicó: “Desde el punto de vista de la combatividad, no hará falta gran cosa para llegar ahí [a un eventual mayo-junio de 1968]. Pero las condiciones para desembocar en un cambio político en nuestro país no se han realizado. Lo que también pesa sobre las luchas sindicales.”

Muy conscientemente, Seguy opone a una nueva huelga general… la ausencia de perspectiva gubernamental. En junio de 1971, los ferroviarios paraban espontáneamente y realizaron la huelga. Un vez más, dirigentes de la CGT y de la CFDT rompieron la huelga: el 19 de mayo explicaban: “A pesar de la combatividad que se expresa en ciertas consultas de los ferroviarios en huelga, la dirección [de la SNCF] rechaza ir más allá en las concesiones logradas, cuyo efecto no es inmediato. Además, el refuerzo de las acciones en el plano nacional, el único capaz de hacer ceder al gobierno, por el momento no es factible. Esta apreciación tiene en cuenta un contexto político general.”

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En octubre se produjo la huelga de los conductores del metro de la RATP que se realizó contra la voluntad afirmada de los dirigentes sindicales. Los conductores lograron imponer una asamblea general a los dirigentes, asamblea que ellos no querían. Uno de los huelguistas lanzó: “¡Los sindicatos para nosotros, los liberados a nuestro servicio!” Pero los conductores no constituyeron su comité central de huelga; sin dirección, su huelga se dislocó. Tuvieron lugar otros movimientos significativos. Se produjo un acontecimiento político de importancia: la construcción de un nuevo Partido Socialista. La participación de la SFIO en la puesta en pie de la V República, Guy Mollet se convirtió en el parlamento en el furrier de De Gaulle, su participación en los primeros gobiernos de la V República, la dislocó y casi destruyó. Pero existe en Francia, en la clase obrera y las masas una tradición socialista, y, por tanto, un lugar para un partido obrero-burgués de tipo parlamentario. Se ha construido un Partido Socialista, aunque muy heterogéneo, en la tradición de la vieja SFIO, y ha ocupado el lugar dejado libre. De ello ha resultado una modificación en las relaciones en el interior del movimiento obrero, de la clase obrera y de las masas populares. Con la condición de aparecer como un partido que no colabora con los gobiernos de la V República, tal partido puede reagrupar tras él a amplias masas. Debe también situarse en el terreno de la unidad de acción con el PCF y responder a las aspiraciones unitarias. En un tiempo, la dirección del PCF va ha escoger (para poner un dique y ahogar la aspiración unitaria de las masas, para desnaturalizarla) a vieja táctica del frente popular, denominado esta vez “Unión de la Izquierda”. El 27 de junio de 1972, el PS y el PCF firmaron el “Programa Común de gobierno”. El “Programa Común de gobierno” se sitúa totalmente en el marco de la V República, de su constitución y de sus instituciones; es esto lo que le confiere su carácter. Para que nadie ignore que se sitúa sobre este terreno, el grupo de los “radicales de izquierda” lo ratificó el 12 de julio. En numerosas ocasiones, en particular durante la compaña electoral para las elecciones legislativas de marzo de 1973, Mitterrand y Marchais afirmaron su respeto a la V República, a su constitución e instituciones (especialmente la mayoría presidencial, la mayoría en la Asamblea Nacional, reflejo de la mayoría presidencial). En las elecciones legislativas de 1973, muy mermada (en relación con 1968, perdió 2.300.00 votos), la coalición de los partidos de la V República siguió siendo mayoritaria, mayoría presidencial y mayoría parlamentario coincidían aún. En un primer tiempo, la “Unión de la Izquierda” cumplió con su función, por lo menos en el plano electoral, conteniendo la aspiración de acabar con la V República y sus gobiernos. Todavía se produjeron importantes movimientos de huelga entre las elecciones legislativas de marzo de 1973 y las elecciones presidenciales de mayo de 1974: huelga de los OS-presses de Reanult en Boulogne-Billancourt, la huelga de la Seguridad Social, otros movimientos más. Hay que señalar más particularmente el movimiento de los estudiantes de los institutos en marzo de 1973 contra la ley Debré. Un acontecimiento fortuito, la muerte de Pompidou, contribuyó a despejar la modificación en curso de las relaciones políticas, tanto en lo que concierne a las relaciones entre las clases como en lo tocante a las relaciones en el interior de los partidos de la V República, las relaciones entre el PS y el PCF, las relaciones en el seno del movimiento obrero y de las masas populares. Mientras que en las elecciones legislativas de marzo de 1973, el PS y el PCF no llegaban juntos al 41% de los sufragios, Mitterrand, primer secretario del PS, candidato único de la “izquierda”, obtuvo el 49,3% en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de junio de 1974. El candidato de la UDR, Chaban-Delmas no obtuvo en la primera vuelta más que el 15,1% de los votos emitidos. Faltó muy poco para que, incluso bajo el marco de la V República, de un escrutinio de

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carácter bonapartista evidente, los partidos de la V República fueran vencidos en su propio terreno. Entre la primera y segunda vuelta, el PCF, tendiéndole la mano a la UDR, había hecho todo lo posible para que no fuera así. Al mismo tiempo, la UDR, partido por excelencia de la V República, sufría una atronadora derrota. Las elecciones presidenciales de 1974 expresaban un fantástico empuje de la clase obrera, la crisis sin salida de la V República, la búsqueda por la burguesía de una solución política… Pero ¿cuál? Las masas tenían conciencia de haber logrado un éxito político que podía desembocar, rápidamente, en la victoria decisiva sobre la V República y sus gobiernos. Giscard d’Estaing, vencedor de la UDR, deseoso de realizar la apertura a la izquierda, es decir integrar en su cobertura parlamentaria, si no en el gobierno, al PS, estaba obligado a constituir un gobierno que controlase la UDR, el gobierno Giscard-Chirac. También le hacía falta proseguir con las “grandes reformas” de la V República. La burguesía lo había hecho elegir a fin de realizar una transición, integrar a un máximo de parlamentarismo en el funcionamiento de la V República, pero Giscard d’Estaing se encontraba y debía encontrarse cada vez más obligado a acentuar el carácter bonapartista del régimen, concentrar cada vez más el poder entre sus manos, reducir cada vez más la apertura de la Asamblea Nacional a una cámara de registro. Desde antes de las elecciones presidenciales, importantes huelgas expresaban el movimiento hacia delante de la clase obrera: al principio del año 1974, los mineros de Lorena impusieron a los dirigentes sindicales la huelga, en lugar de huelgas rotatorias; en abril, los trabajadores de la banca impusieron la huelga. Tras las elecciones presidenciales del 21 de julio, los trabajadores de la ORTF se manifestaban ante la Asamblea Nacional, a la que el gobierno había sometido la ley que dislocó la Oficina. Los dirigentes sindicales redujeron a la impotencia a los trabajadores de la ORTF imponiéndoles a la vuelta las huelgas rotatorias, como también reducirían a la impotencia a los marinos del “France” que pararon y ocuparon espontáneamente la nave contra el desguace de ésta, aislándolos. Pero el movimiento más importante de ese año 1974, fue la huelga de carteros. En noviembre, los carteros de un centro de clasificación, después de las oficinas, después el conjunto de los PTT, se pusieron en huelga. Impusieron la huelga por sus reivindicaciones a los dirigentes que no la querían. La huelga toma su punto de apoyo en la orden de huelga que dan los dirigentes de FO de los PTT a nivel de la región parisina. La huelga duró varias semanas. Pero los carteros no lograron imponer el frente único de las organizaciones sindicales, arrancar la orden de huelga general a las federaciones de los PTT, constituir el útil indispensable de unificación de la huelga que reuniese a las organizaciones sindicales y los delegados de todos los centros y oficinas. Ese movimiento tiene un contenido político preciso: por las reivindicaciones, contra el gobierno Giscard-Chirac. Los carteros se vieron obligados a volver al trabajo. Pero este movimiento es uno de los más importantes después de la huelga general de mayo-junio de 1968. Se inscribe en la lucha de clases como un momento capital de la maduración política de la clase obrera.

PS y PCF: ¡Realizad la unidad para acabar con el gobierno ChiscardChirac! Pero el resultado de las elecciones presidenciales indicaba que el gobierno Giscard-Chirac y la V República podían ser derrotados y derrocados utilizando sus propias consultas electorales. Antiguos ministros del gobierno de Messmer no fueron integrados en la nueva coalición gubernamental. Hicieron dimitir a sus suplentes en la Asamblea Nacional y a su representante en la diputación. El 30 de septiembre, en las 53

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elecciones legislativas parciales, la coalición de la V República pierde miles y miles de votos en relación a 1973. En la segunda vuelta, el 4 de octubre, dos antiguos ministros, uno de ellos Joseph Fontanet, son derrotados. En relación con los resultados de las elecciones presidenciales y de las elecciones legislativas parciales, se impone una consigna: “¡Disolución de la Asamblea Nacional!”, consigna que hace llamamiento a las aspiraciones democráticas de las masas, las cuales se conjugan con sus luchas de clase. El 15 de diciembre de 1974 se realiza, a iniciativa de la OCI, la “Asamblea Nacional de Delegados para que desparezca el gobierno Giscard-Chirac, para llevar al poder a un gobierno del PCF y del PS sin ministros representantes de las organizaciones y partidos burgueses, por el Frente Único de las organizaciones obreras, partidos y sindicatos”. Lanza un llamamiento al comité de dirección del PS y al comité central del PCF. Se puede leer en el llamamiento: “Vosotros os reclamáis de la democracia parlamentaria, del sufragio universal. Constatamos el aplastamiento de la UDR que, el 5 de mayo pasado, recibió menos de un sexto de los votos cuando en la Asamblea Nacional el partido, gaullista, dominante del estado, habiéndolo controlado desde hace dieciséis años, continua ocupando más de un tercio de los escaños. Hay violación de la democracia. La Asamblea Nacional refleja un pasado revuelto. No representa al país. Las medidas antiobreras que vota (desmantelamiento de la Seguridad Social, de la ORTF, presupuesto de austeridad) están manchadas por la arbitrariedad. La democracia parlamentaria y el sufragio universal os conceden el derecho a entablar una gran campaña nacional movilizando a los trabajadores y la juventud por la disolución de la Asamblea Nacional. ¿Qué dicen todavía la democracia y el sufragio universal? El 19 de mayo de 1974, los trabajadores votaron a François Mitterrand, primer secretario del Partido Socialista, contra Giscard d’Estaing. El 30 de septiembre de 1974, en sus feudos, la mayoría presidencial perdió miles y miles de votos. Han sido barridos dos ex ministros. La democracia parlamentaria y el sufragio universal dicen: el gobierno GiscardChirac tiene aún menos legitimidad para gobernar el país que la Asamblea Nacional sobre la que se apoya. No puede, en ningún caso, reclamar la soberanía popular para llevar adelante una política reaccionaria con consecuencias desastrosas. La democracia parlamentaria, el sufragio universal, la voluntad popular, os conceden el derecho de llevar adelante una gran campaña nacional movilizando a los trabajadores y los jóvenes para la desaparición del gobierno Giscard-Chirac, para sustituir este gobierno capitalista que lleva el país a la catástrofe, pisoteando la democracia, por vuestro gobierno, el del Partidos Socialista y del Partido Comunista francés sin ministros burgueses. Por ello, os llamamos a realizar la unidad a la que aspira la población trabajadora y la juventud para acabar con el gobierno capitalista Giscard-Chirac.”

Ligando esta línea política con el desarrollo de la lucha de clases, con la intervención en las empresas, las fábricas, la juventud, las huelgas, la OCI organiza tres reuniones el 27 de abril en Lyon, Nantes y París, en las que participan miles y miles de militantes, de trabajadores, de jóvenes. En la primavera y a principios del verano de 1975, el conflicto entre las necesidades y aspiraciones de las masas y la política de los aparatos se manifestó durante las numerosas e importantes huelgas, especialmente en la metalurgia. Son las huelgas de los carroceros de Renault, de Chausson, de Usinor, etc. Estos movimientos expresan la aspiración al combate unido por sus reivindicaciones, contra la patronal y por el gobierno de los trabajadores. Los aparatos, y particularmente el aparato estalinista de la CGT, que la CFDT flanquea a menudo, imponen las huelgas rotatorias, las jornadas de acción dislocantes y liquidadoras. El 10 de julio, la dirección de la CGT 54

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organizó una jornada de acción de un nuevo tipo: “delegaciones de empresas en lucha” se reunieron en el Campo de Marte; al pie de la torre Eiffel, picaron y comieron patatas fritas. Tropezando con la pulverización sistemática de su movimiento, conscientes que la lucha por la satisfacción de sus reivindicaciones es indisociable del combate unitario contra el gobierno Giscard-Chirac y para acabar con él, durante los seis últimos meses de 1975 los trabajadores vacilaban en entablar importantes movimientos de huelga. Mientras que el aparato estalinista de la CGT se emplea en dislocar y liquidar los movimientos de huelga auténticos, el PCF ha entablado, desde el mismo día siguiente de las elecciones legislativas parciales de septiembre-octubre de 1974, una campaña contra el PS. Durante una conferencia de prensa realizada el 10 de febrero de 1975, Marchais explicó: “Aparece ahora claramente que la dirección del Partido Socialista utiliza la estrategia del Programa Común con fines esencialmente partidarios. Lo hace para reforzarse y debilitarnos, tomando si es menester las compañas que el adversario desarrolla contra nosotros […] Me llevo la impresión del congreso de Pau de una dirección y de un primer secretario seguro de él y dominador.”

En efecto, se confirma y refuerza aquello que las elecciones presidenciales habían expresado: la utilización por las masas del terreno electoral, en el que aparece cada vez más netamente que, incluso desde ese punto de vista, el presidente de la República, su gobierno, su cobertura pseudoparlamentaria son minoritarias en el país. Las elecciones cantonales de marzo de 1976 reforzaron aun más ese fenómeno. Al mismo tiempo, surgió un problema político que la dirección del PCF no había previsto: la “Unión de la Izquierda” no llegó a contener la aspiración de las masas a la unidad del PS y del PCF para acabar con Giscard, su gobierno, la V República y sus instituciones, y para llevar al poder a un gobierno de sus partidos. El terreno electoral puede devenir el de una derrota irremediable del régimen, y abrir la vía a una crisis revolucionaria. El año 1976 está marcado por una potente huelga de estudiantes. Se levantaron contra la reforma del segundo y tercer ciclos. Se extendió durante más de tres meses. Los estudiantes designaron sus comités de huelga. En numerosas ocasiones, se reunieron coordinadoras nacionales de los estudiantes que fueron el campo de batalla entre orientaciones fundamentalmente opuestas, estalinistas e izquierdistas, oponiéndose a la huelga general en la Universidad, militantes del AER y de la UNEF (Unité syndicale) combatiendo a favor. César Corte escribió en el número 573 de La Vérité (septiembre de 1976). “El 21 de abril, René Maurice, secretario de la UNEF-UEC, declaraba: “Los estudiantes, que esperan una solución rápida para este conflicto, no quieren ni crisis política ni rendición gubernamental, ni nuevo mayo-junio de 1968” Los dirigentes del SNE-Sup oponen un categórico no a la voluntad de los enseñantes superiores que, el 25 de abril, reunidos en Amiens, adoptaron la siguiente resolución: “La asamblea de enseñantes miembros del SGEN, del SNE-Sup o no sindicados, reunidos el 25 de abril de 1976 en Amiens, en la jornada de las universidades en lucha contra la reforma del segundo ciclo, han constatado que los enseñantes de una mayoría de universidades están hoy en día en huelga reconducible. En consecuencia, llama a las instancias nacionales de los sindicaos de la enseñanza superior a lanzar, en un plazo muy breve, la consigna de huelga nacional para obtener, junto con las luchas estudiantiles, la derogación del decreto sobre el segundo ciclo.” La lógica del movimiento era la huelga general de la Universidad, la unión con los enseñantes. Para que llegasen a arrancar la derogación de la reforma del segundo ciclo, hacía falta que ese movimiento franquease el techo de la huelga total de la

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Universidad, estudiantes y profesores. Los dirigentes del SNE-Sup, junto con los de la UNEF-Renouveau, han bloqueado la realización de la huelga general de la Universidad. Han rechazado lanzar la orden de huelga a los enseñantes superiores, a pesar de las peticiones explícitas de la coordinadora de enseñantes de Amiens. Y aquí radica el motivo por el que el movimiento, aunque ha obligado al gobierno a retrocesos, no ha podido arrancar la derogación de la reforma.”

Se han producido otras huelgas, como la de los metalúrgicos de La Rochelle, que el aparato estalinista logró dislocar. En revancha resultó victoriosa la huelga de los institutores de Seine-Saint-Denis por la garantía de la recolocación de los eventuales al reinicio del curso escolar. César Corte extrae las siguientes conclusiones: “Por su combate político, unidos en la base por sus reivindicaciones, entablando la acción, los institutores de Seine-Saint-Denis han logrado parcialmente imponer el frente único, hacer jugar a las organizaciones el papel para el que la clase obrera las ha construido, contra lo que afirmaban los dirigentes, que pretendía, puesto que toda su política tiende al mantenimiento en pide de este gobierno, que esas reivindicaciones eran irreales. Por el método de la democracia obrera, dándole su pleno contenido en el combate de clase, han arrancado la victoria. Han aprendido en ese combate que pueden obligar a los dirigentes, decidiendo por ellos mismos, organizándose por el comité de huelga, uniendo a todo el personal. Es una importante lección para toda la clase obrera de este país. En esta batalla se reforzaron, y en algunos casos se constituyeron, a iniciativa y por el combate político de los militantes de la OCI, los comités unitarios de base en Aulnay, en Lilas, Aubervilliers, Sevran, Pantin, como instrumentos políticos necesarios para el combate por el frente único.”

La división en ayuda de Giscard-Barre Pero, en este año 1976, la crisis del régimen se acentúa brutalmente: la coalición Giscard-Chirac se rompe. Era un taponamiento de la fisura entre la UDR (esa sociedad del 10 de diciembre de la V República), cuyas posiciones clave en el aparato de estado eran cada vez más cuestionadas, y lo que iba a devenir la UDF. Giscard d’Estaing y su equipo político se apoderaban a su vez del estado. La ruptura es provocada por el resultado de las elecciones cantonales, las huelgas, la proximidad de las elecciones municipales y, un año y medio más tarde, por las elecciones legislativas. La derrota está a la vista y cada uno se esfuerza en salir lo mejor parado posible del apuro. Chirac rechaza asumir la política de “austeridad” que la crisis económica rampante exige. Le corresponderá asumir la responsabilidad de ello al nuevo gobierno Giscard-Barre. Al mismo tiempo, la UDR no puede expulsar a la “mayoría” de la Asamblea Nacional sin precipitar la catástrofe. Barre, presentado como un “técnico”, estará asistido, pues, por tres ministros de estado “políticos”, Poniatowski, Lecanuet y Guichard. Una vez más, los aparatos van a emplearse a fondo y desactivar una posible explosión a consecuencia de la acentuación de la crisis del régimen y del anuncio del “plan Barre”. El PS y el PCF continúan considerando como perfectamente legítima esta mayoría de diputados UDR y giscardianos minoritarios en el país, y lo dicen. La CGT, la CFDT y la FEN llaman en común a una huelga nacional el jueves 9 de octubre contra el plan Barre. Pero la Asamblea Nacional tomará posición sobre una moción de censura PS-PCF, el 17 de octubre, moción que sólo obtuvo 181 votos mientras que la mayoría absoluta es de 242 votos. Los dirigentes del PS y del PCF se guardaron bien de llamar a manifestarse ese día ante y contra la Asamblea Nacional. En consecuencia, el plan Barre fue adoptado. Después de esto, toda una serie de huelgas rotativas dislocó la posibilidad de un verdadero combate. Durante este fin de año fueron saboteados por los aparatos otros movimientos. 56

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En los astilleros de Saint-Nazaire, la dirección rechazó renovar los acuerdos salariales que garantizaban la paridad de los salarios aplicados en esta empresa con los aplicados en la metalurgia parisina. Para prevenir un movimiento que se anunciaba, los dirigentes de CGT, CFDT y FO decidieron organizar paros rotativos y la ocupación del “Bellamya”. Provocaron el lock-out y finalmente capitularon ante la dirección. Los dirigentes sindicales aislaron otro movimiento importante que duró tres meses, el de la Caja de Ahorros de París y provocaron su derrota. La preparación de las elecciones municipales pone a la luz del día la crisis de la V República. Chirac transformó UDR en RPR. La lucha por el ayuntamiento de París es feroz. Chirac anunció su candidatura a la alcaldía de París contra Dominati, candidato de Giscard d’Estaing. Conjuntamente a la afirmación de la crisis del régimen, el hundimiento electoral se acentúa y, sobretodo, se afirma el empuje del PS y del PCF. En lo que concierne a las ciudades de más de 30.000 habitantes, las listas de la “mayoría” obtuvieron el 46,5% de los votos, las listas que dirigían el PS y el PCF obtuvieron el 51,5% de los votos. La significación política no ofrece dudas: si todo pasa “normalmente” en las elecciones legislativas del año siguiente, los partidos de la V República serán aplastados en votos y en escaños, la V República se hundirá, se abrirá la crisis revolucionaria. La desesperanza es total en las cumbres de la V República. Se constituye un nuevo gobierno Barre, pero cuya “base” se reduce: los ministros de estado Poniatowski, Lecanuet y Guichard desaparecen. La cuestión de la disolución de la Asamblea Nacional se plantea abiertamente ante todos. Se producen importantes movimientos. Bajo el impulso de la OCI, se entabla un combate desde el segundo trimestre del año escolar 1976-1977 contra los decretos aparecidos en el Boletín Oficial de diciembre de 1976, que significarían, si son aplicados, el despido de 10.000 maestros auxiliares a la vuelta de las vacaciones en septiembre de 1977. El 6 de marzo se realizó una reunión nacional. Llamó a los enseñantes de secundaria y los del CET a una huelga el 15 de marzo. 6.000 huelguistas. Es evidentemente una minoría. Pero en este caso, abre una vía, la de la acción y del combate unitario por la garantía del empleo en los MA y los MI-SE. El 16 de marzo, una coordinadora nacional de delegados de comités de unidad publica el texto siguiente: “Los enseñantes, los MA, los MI-SE, han comenzado a realizar la unidad en los establecimientos por esas garantías. Lo que es posible en los establecimientos debe serlo nacionalmente. Direcciones nacionales de las organizaciones sindicales, es vuestro deber realizar la unidad para que sea arrancada inmediatamente la garantía de empleo para todos. Las acciones entablas demuestran que el personal enseñante espera las decisiones de acción unida hasta la satisfacción total de nuestra reivindicación unánime: ¡garantía de empelo para todos!”

En algunos días se recogen 19.000 firmas a favor de este llamamiento. El 17 de abril, se realiza una nueva coordinación y ésta lanza el siguiente llamamiento: “Los MA dicen: ¿por qué no se unifican las propuestas de acción? ¿Es posible que se realice la unidad a nivel de las direcciones nacionales? ¿Huelgas rotatorias, división, jornadas de acción sin futuro? ¡Los enseñantes ya no quieren! […] Nos hemos puesto de acuerdo para proponer a los dirigentes de los sindicatos una acción general unitaria y eficaz: ¡MARCHA NACIONAL SOBRE PARIS!”

Los estibadores del puerto de Dunkerque también decidieron ir a la huelga general hasta la satisfacción de su reivindicación: mantenimiento del reglamento de trabajo en el nuevo dique de aceros, reglamento que obliga a la presencia de dos estibadores en cualquier operación. Exigen también que este muelle sea explotado como

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un muelle público y comercial y que los salarios que se apliquen en él sean los del puerto comercial. El sindicato del puerto de Dunkerque dirige la huelga. Todos los estibadores están sindicatos. Sin embargo, los estibadores eligen su comité de huelga. De hecho, la federación CGT de los puertos y estibadores, el buró confederal que Krasucki representa y la dirección del sindicato de los estibadores del puerto de Dunkerque están enfrentadas en lucha abierta. La dirección de la CGT está a favor de la aceptación del reglamento que Usinor quiere imponer. Los estibadores salen victoriosos. El 24 de mayo, habiendo llamado conjuntamente las centrales sindicales a una huelga general de veinticuatro horas, la huelga fue total. Para el aparato estalinista es necesario a cualquier precio romper el proceso que se desarrolla. Esta será en principio la conclusión del “movimiento” de los trabajadores del Parisien libéré. Tras dos años de “acciones rodeo”, de solidaridad financiera opuesta a la huelga general de la corporación, se firmó un acuerdo entre la federación del libro CGT, el patrono de entonces del Parisien libéré y el gobierno, acuerdo que es, pura y simplemente, la aplicación de los proyectos patronales de racionalización, descalificación, despidos. Pero lo esencial en este momento es impedir a todo precio la derrota de los partidos de la V República en las elecciones legislativas. La dirección del PCF entabla el ataque que llevará a la ruptura con el PS, el pretexto invocado fue la necesidad de una “actualización del Programa Común”. He aquí como apreciaba La Vérité nº 579 (diciembre de 1978) la política del PCF: “Una mayoría de diputados del PCF y del PS en la próxima Asamblea Nacional cabe dentro de lo posible. Pero sería un doble fracaso de la política de la “Unión de la Izquierda”. Primero; derrota de los partidos de la V República que la “Unión de la Izquierda” refuerza. Segundo: la línea de retirada de la constitución de un gobierno de Unión de la Izquierda que subordina el proletariado a la burguesía, a través de sus partidos, será más difícil de defender y mantener. El voto clase contra clase (en la primera vuelta por el partido obrero de elección, en la segunda vuelta desestimación a favor del candidato del partido obrero que haya obtenido más votos en la primera vuelta, todos los votos para él) al permitir que se elija una mayoría de diputados del PS y del PCF, descargaría el golpe de gracia sobre la V República agonizante. Se abriría la crisis revolucionaria. Llevar al poder a un gobierno del PS y del PCF sin ministros representantes de las organizaciones y partidos burgueses se deduciría lógicamente del resultado de las elecciones. Desde el momento en que esta eventualidad devino verosímil y próxima, la dirección estalinista del PCF se lanzó a cuerpo abierto, bajo órdenes del Kremlin, a la batalla para evitar por todos los medios la derrota de los partidos integrados en la V República y para impedir a todo precio que fuera elegida en las próximas elecciones legislativas una mayoría de diputados del PCF y del PS. La burocracia del Kremlin aportó su apoyo abierto al gobierno Giscard-Barre recibiendo a este último en Moscú y, enseguida, al ministro Bourges. Brezhnev declaró esperar recibir a Barre en Moscú el año siguiente, era decir que deseaba la victoria de los partidos de la V República en las próximas elecciones. A los dirigentes del PCF les correspondió la tarea de buscar un pretexto para romper con el partido socialista. Este pretexto fue la “actualización del Programa Común”.”

Desde entonces, los dirigentes del PCF entablaron una feroz campaña de división contra el PS, acusado de ser el responsable de todos los males, traicionar el “Programa Común de gobierno”. En la conferencia nacional del PCF que se celebró los días 7 y 8 de enero de 1978, Marchais afirmó:

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“Si la política seguida por el Partido Socialista se pone en obra no sólo no habría cambio sino que se crearían las condiciones para que la burguesía agravase aún más su política de austeridad y desigualdad con más comodidad para ella. Esto es lo que pasa con los gobiernos socialdemócratas de Gran Bretaña, Alemania Federal y otros lugares.”

El PCF rechaza comprometerse con el desistimiento automático en la segunda vuelta. Con todas sus fuerzas, el aparato estalinista refuerza a Giscard-Barre, Chirac, la V República y sus instituciones, y dice: más vale Giscard d’Estaing, UDF, el RPR que el PS y François Mitterrand. Evidentemente, hay que impedir que se movilice la clase obrera, que combata y venza según sus propios métodos de lucha, de entre los cuales la huelga. El aparato estalinista de la CGT, respaldado por la CFDT, impone una vez más, en el mes de diciembre de 1977, las huelgas rotatorias dislocantes en la EDF, donde se plantea la cuestión de los salarios, pues los electricistas y gasistas no aceptan el acuerdo salarial que ha firmado FO. En la SNCF, las federaciones CGT, CFDT, CGT-FO, CFTC, liquidan mediante una huelga escalonada de tres días (los días 9, 10 y 11 de diciembre) la resistencia a imponer un sólo agente como conductor. El grueso de la obra está cumplido en Michelin donde el movimiento espontáneo de los trabajadores ha realizado la huelga de las fábricas de Clermont-Ferran contra el trabajo el sábado por la mañana que quería introducir la dirección, y la vuelta al trabajo el domingo durante 22 horas (el semicontinuado). Los trabajadores de Michelin no se dotaron de un organismo que centralizase y dirigiese su huelga. Es la debilidad del movimiento. El aparato se mantiene centralizado y sobre la base de esas condiciones restablece su control. Eso es lo que pasó. Después de diez días, el aparato estalinista de la CGT, flanqueado de la CFDT, liquidó la huelga. A pesar de todo, en la primera vuelta de las elecciones legislativas de 1978 una mayoría de los votos fue a los candidatos del PS y del PCF. Sin embargo esta mayoría es limitada y, teniendo en cuenta el recuento electoral, teniendo en cuenta el hecho que el PCF sólo en la noche del 13 de marzo llamó al desistimiento a favor del PS, allí donde los candidatos socialistas se posicionaban en la primera vuelta por delante de los del PCF, el RPR y la UDF, minoritarios en el país, obtienen la mayoría en diputados elegidos a la Asamblea Nacional. El desastre inmediato se ha evitado.

El aparato estalinista se compromete a fondo Desde las elecciones legislativas de marzo de 1978 han pasado dos años. El paso del tiempo permite constatar mejor que la clase obrera no ha sufrido por el momento una derrota política. En el mismo momento de las elecciones tuvo lugar una huelga de la Caisse d’Allocations Familales de París. Continuó después de las elecciones. Duró sesenta y diez días. Algunas semanas más tarde, los maquinistas de la RATP se pusieron en marcha para arrancar sus reivindicaciones. 19 depósitos, de 22 en total, se pusieron en huelga. Pero, una vez más, los maquinistas no se dotaron de un organismo que centralizase y dirigiese su huelga, que asegurase su unidad. Los aparatos de CGT, CFDT, FO y Autonomes tienen las manos libres. Tienen la seguridad de estar en condiciones de dislocar y liquidar la huelga en un momento u otro. Inmediatamente tras las elecciones legislativas, otros importantes movimientos: una nueva huelga de los OS de Renault-Flins, la huelga de los trabajadores de los arsenales. La huelga de los arsenales comenzó el 12 de junio, a iniciativa de los obreros del Arsenal de Brest. La federación FO lanzó el llamamiento a la huelga general de los arsenales. Se extendió a 100.000 trabajadores de los arsenales que reclamaban la vuelta

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a la paridad entre sus salarios y los de la metalurgia de la región parisina. La OCI difundió un llamamiento que recogió 850 firmas: “Pedimos que los sindicatos realicen la unidad para llamar a todos los trabajadores de todos los arsenales a manifestarse el mismo día en Palais-Bourbon, en unidad con nuestras organizaciones sindicales y siguiendo su llamamiento, ya que es desde París desde donde Raymond Barre e Yvon Bourges pretenden imponernos su ley apoyándose en la Asamblea Nacional trucada, y que organicen para ello la marcha en masa sobre París.”

Aquí también, en ausencia de una dirección centralizada de la huelga, que incluyese a los sindicatos por supuesto en representación de los trabajadores en lucha, los aparatos lograron liquidar la huelga sin que se arrancase ninguna satisfacción. Durante ese mes la cuestión de Manufrance se planteó abiertamente. A iniciativa de la OCI, 4.620 trabajadores de Saint-Étienne firmaron el llamamiento que suscribieron numerosas decenas de millares de trabajadores: “¿Sobre qué objetivo combatir? • Está la política de las manifestaciones de todo género en Saint-Etienne, la política de las manifestaciones celebradas lejos del centro de las decisiones gubernamentales y de su Asamblea Nacional desahuciada. • Tenemos la política de las delegaciones restringidas, que no han impedido al gobierno capitalista avanzar en la vía de los despidos en Manufrance. Esta política es la que ha permitido la liquidación del Parisien Libéré. • Tenemos los 4.620 trabajadores de Saint-Etienne que piden la unidad para una marcha masiva sobre París contra la Asamblea Nacional. ¿Qué teme el patrón Gadot-Clet? ¿Qué temen los capitalistas? • Lo que temen, por encima de todo, los capitalistas y su gobierno es que se realice la unidad de los trabajadores y sus organizaciones contra su política devastadora. • Saben que están en minoría. • La unidad de las organizaciones obreras para marchar, desde toda Francia, por millares, sobre París para dejarle claro a este gobierno: “¡Ya basta!”, es la voluntad de las masas trabajadoras de este país que rechazan inclinarse ante este gobierno y que quieren combatirlo. ¡Es la voluntad del 12 de marzo lo que hay que organizar! Trabajadores, jóvenes, nos dirigimos a vosotros. • Adherid a nuestro llamamiento. • Firmadlo. • Hacedlo firmar. Uníos a los comités por la unidad para que los dirigentes asuman lo que todos nosotros queremos: Que los dirigentes establezcan un acuerdo sobre un objetivo de combate unido y centralizado contra el tercer gobierno Barre y su cascada de medidas antiobreras.”

En el plano electoral, el ascenso de la clase obrera y de las masas populares tiene de nuevo ocasión de manifestarse. El Consejo Constitucional ha invalidado cinco elecciones. A fines del verano y a principios del otoño de 1978, se han celebrado, pues, cinco elecciones parciales: cinco aplastantes derrotas del RPR, de la UDF y, por tanto, de Giscard d’Estaing; han resultado elegidos cuatro diputados del PS, uno del PCF; de la Malène (RPR) y J-J Servan-Schreiber (UDF) han resultado vencidos. En todos los lugares, el PS y el PCF sobrepasan el 50% de los votos, el 58% en Nancy. El PS es el gran beneficiado en elegidos y votos. Este impulso tan significativo políticamente se acentúa aún más en las elecciones cantonales de marzo de 1979: en la primera vuelta, los candidatos PS y PCF

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totalizaron 55,11% de votos emitidos. El ascenso particular del PS se confirma y acentúa. La crisis política de dominación de clase de la burguesía, la quiebra del régimen político de la V República, se refuerzan otro tanto pero, además, se conjugan con las contradicciones generales del imperialismo y, especialmente, en el plano económico. Aunque, a pesar de su crisis, a pesar de las relaciones de fuerza entre las clases y en función de la lógica del sistema político y de los imperativos económicos del capital, el gobierno Giscard-Barre entabla una ofensiva económica sin precedentes desde hace décadas contra la clase obrera, la juventud y las masas explotadas: es una ofensiva en todos los frentes que busca organizar la pérdida del poder adquisitivo, centenares de miles de despidos, la polivalencia, la descualificación, el desmantelamiento de la enseñanza, de la sanidad, de la Seguridad Social, etc. No cesa de crecer una contradicción verdaderamente explosiva. Por una parte, está la tendencia del movimiento de las masas a realizar e imponer la unidad, a acabar con el gobierno Giscard-Barre, con esta Asamblea Nacional y con la V República. Esta tendencia se expresa también tanto durante las huelgas, en los movimientos reales que los trabajadores y los jóvenes logran realizar, sin estar todavía en condiciones de llevarlos hasta el final, como también a través de los resultados electorales. Hay la crisis mortal del régimen. Por otra parte, hay esta ofensiva sin precedentes contra las masas. Esta contradicción está hoy en día contenida por la política de los aparatos sindicales y de los partidos obreros, que la política del PCF y del aparato estalinista coordinan. Es necesario que ellos vayan más lejos en el sabotaje a las luchas obreras, en la división. Deben llegar hasta asumir directamente la aplicación de la política de agresión contra las masas del gobierno y la burguesía. Giscard d’Estaing, percatándose perfectamente de esta contradicción explosiva, propuso, e día siguiente a las elecciones legislativas, la “Unión Nacional”. Pero las relaciones políticas entre las clases y en el interior de las clases no han permitido su puesta en marcha. El Partido Socialista no puede participar en el gobierno de la V República, o incluso sostenerlo, sin condenarse, sin dislocarse, sin liquidarse. La experiencia Mollet ha sido significativa. Si tal experiencia se renueva, la dislocación del PS llegará más deprisa. El PS es un partido obrero-burgués adaptado a un régimen parlamentario y no al bonapartismo. Por otra parte, desde el punto de vista de la burguesía, el PS es una rueda de recambio indispensable, un recurso necesario para el momento ineluctable en el que la V República se hundirá y en el que se abrirá la crisis revolucionaria. Pero, incluso desde el punto de vista de las relaciones con la clase obrera, la “Unión Nacional” abiertamente proclamada como en el momento de la Liberación y después, es imposible. El PCF, el aparato de la CGT no pueden decirle a la clase obrera, a la juventud, a las masas: “Participemos o colaboremos en el gobierno: hay que producir primero, la huelga es el arma de los trusts.” Les es necesario tomar a su cargo la defensa del régimen y la puesta en marcha de la política de la patronal y del gobierno de una forma diferente: mediante la división, recurriendo a la fragmentación del combate real, de una movilización real de la clase obrera, de la juventud y de las masas, en nombre de la “lucha, la lucha”, “la acción, la acción”. Durante estos dos últimos años, le PCF y el aparato de la CGT han realizado hazañas en esta línea. La forma en que se dislocó la resistencia de los metalúrgicos al “plan acero” que implica millares de despidos (gestiones con los parlamentarios de la UDF y RSP para que no voten el “plan acero” en octubre de 1978; pseudomarcha sobre París el 23 de marzo de 1979) es un ejemplo del género. El caso de Manufrance es otro, como también lo es la liquidación, después de cincuentiocho días, de la huelga de los obreros de

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La huelga general y la cuestión del poder

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Aisthom-Belfort del 27 de septiembre al 26 de noviembre de 1979. El aparato estalinista de la CGT se esfuerza en neutralizar a la clase obrera organizando una infinidad de huelgas rotatorias (de las que es imposible llevar la cuenta), haciéndose el campeón de la división sindical, lo que le conviene perfectamente a los aparatos de las otras centrales sindicales. Cooperan en comandita con la patronal y firman numerosos acuerdos liquidando la enseñanza profesional, instituyendo la polivalencia y la descalificación mediante el establecimiento de la clasificación por niveles, discutiendo con la patronal el establecimiento del horario anual, del trabajo a medio tiempo, horarios variables. En conjunto desarman a la clase obrera y le dan todos los medios al gobierno para “reformar la Seguridad Social”, instituir prácticas de los alumnos y enseñantes en empresas e, inversamente, la penetración de los agentes de la patronal en la enseñanza, etc. La clave de este dispositivo es, sin embargo, la política de división que practica la dirección del PCF contra el PS. La razón es evidente, es necesario cerrarle toda perspectiva política a la clase obrera para que sobrevivan el gobierno Giscard-Barre, la Asamblea Nacional y la V República, cuya situación se ha agravado aún más durante el año 1979. Sea cual sea su habilidad, el aparato estalinista no ha podido impedir las explosiones políticas en las que los trabajadores se han enfrentado a los CRS, al aparato de estado, en Saint-Chamond, Nantes, Valenciennes, Longwy, Denain. Las elecciones cantonales le han descargado un nuevo golpe. Giscard d’Estaing ha dado testimonio de ello: “Ha faltado un pelo, demasiada atención este invierno, en el momento de las tensiones más extremas, para evitar que la sociedad francesa se destroce.”

La crisis de la V República ha devenido purulenta: los escándalos de toda suerte, de toda naturaleza, salpican a los más altos personajes del régimen, de Giscard d’Estaing a su amigo Poniatowski. Más importante aún que su existencia es el hecho que hayan sido revelados muy oportunamente por la prensa, lo que traduce las relaciones existentes en el interior y hasta en la cumbre del aparato de estado. La sesión de la Asamblea Nacional del otoño de 1979 ha sido la de la utilización masiva del artículo 49-3. Ministros o antiguos ministros se suicidan o son asesinados. Y, durante este tiempo, la marcha hacia la crisis económica se acelera: alza de precios, paro, etc. Donde hay que cerrar absolutamente toda perspectiva a la clase obrera, a la juventud, a las masas explotadas, es a nivel de la Asamblea Nacional, de la cuestión del gobierno. Hay que afirmar y reafirmar, pues, la legitimidad de esta Asamblea Nacional, a pesar de las reglas democráticas más elementales. Hay que denunciar conjuntamente al PS, dividir en el terreno inmediatamente político. Al fin de cuentas, esto condiciona la posibilidad de bloquear y dislocar todo combate real de la clase obrera, de la juventud, de las masas explotadas. Asegurar la perennidad de la V República y de sus instituciones, ahí está lo esencial.

Preparar, prepararse para la huelga general Hay que volver directamente a la cuestión de la huelga general y comprender la significación de lo que Rosa Luxemburg escribió: “no es que la huelga de masas produzca la revolución, sino la revolución es la que da lugar a la huelga de masas.”

La cuestión de la huelga general está al orden del día en Francia hoy en día, porque la cuestión del gobierno se plantea directamente y de forma candente, porque la crisis de la V República alcanza su punto álgido, porque la crisis revolucionaria es

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inminente, y está al orden del día para acabar lo que la huelga general de mayo-junio de 1968 comenzó: acabar con la V República, comenzar el proceso revolucionario. La huelga general que se prepara está elaborada, preparada, y continua elaborándose en todos los movimientos de la lucha de clases, a través de todas las relaciones políticas que, partiendo de la huelga general de mayo-junio de 1968, se han desarrollado durante la larga agonía de la V República. Una cosa es cierta, surgirá de lo más profundo de las masas, de su “espontaneidad”, superando a los aparatos, los obstáculos que levantan y a su política. En cierta medida, son los aparatos, y más particularmente el aparato estalinista de la CGT, del PCF, los que preparan la huelga general. El frenético apoyo que estos aparatos aportan a Giscard-Barre y a la V República, y su colaboración estrecha con el capital, exigen que le cierren todas las salidas a la clase obrera y la juventud. Así bloquean la vía electoral. Las masas, sin embargo, tienen consciencia que de cada escrutinio se desprende una mayoría PS-PCF. Lo primero que deducen de ello es que es preciso acabar con la división; después, que este régimen es antidemocrático; por fin, que les hará falta emplear sus propios métodos y medios, sus propias formas de acción para realizar su unidad, imponer el frente único, acabar con este gobierno, con este régimen, arrancar sus reivindicaciones, llevar al poder a “su” gobierno. Estos métodos, estos medios, estas formas de acción se concentran en un momento determinado en la huelga general. Los aparatos, particularmente el aparato estalinista de la CGT, dislocan y liquidan los movimientos, las huelgas reales. Pueden hacerlo porque esos aparatos están organizados y centralizados. La clase obrera aprende a su costa que fragmentar, realizar “espontáneamente” la huelga, entablar el combate, no es suficiente, que es necesario organizarlo, centralizarlo, constituir una dirección colocada bajo su control: los comités de huelga, de organización y dirección del combate, y ello en todos los niveles, se constituirán a partir de esta experiencia. Con la huelga general de mayo-junio de 1968 y tras ella, la clase obrera, la juventud y las masas explotadas han acumulado una experiencia política de una riqueza inaudita. Esta experiencia surgirá bajo la apariencia de la pura “espontaneidad” cuando la clase obrera se reagrupe como clase contra los explotadores en la huelga general. Es decir: la huelga general se prepara en la cotidianidad. El XIX congreso de la OCI, que se realizó en junio de 1974, lanzaba la fórmula: “preparar la revolución, prepararse para la revolución”. En esta línea, la OCI se ha comprometido totalmente. Se ha comprometido, cada vez que le ha sido posible, en la preparación y desarrollo de luchas eficaces de la clase obrera y de la juventud. Se ha comprometido en importantes campaña políticas nacionales. Por supuesto, no es posible aquí seguir paso a paso esta acción política en cada una de sus manifestaciones. Pero hay que recordar que, desde 1974, la OCI se ha comprometido en una vasta campaña de agitación y organización política para que el PS y el PCF se unan y llamen a las masas a imponer la disolución de la Asamblea Nacional. El tema central de toda la acción política de la OCI ha sido: ruptura con la burguesía; en todos los terrenos, frente único de los partidos obreros para acabar con la V República, con su presidente, su gobierno, su Asamblea Nacional, sus instituciones y para llevar al poder a un gobierno PS-PCF sin ministros burgueses; ayudar a liberar la iniciativa de las masas. A fines del año 1977, y hasta vísperas de las elecciones legislativas de 1978, la OCI ha estado en la iniciativa de una vasta campaña para exigir del PCF que se comprometa a desistir a favor de los candidatos del PS en la segunda vuelta allí donde sus candidatos llegasen tras los ellos en la primera vuelta. A principios del año 1980, la OCI tomó una nueva iniciativa nacional: una carta abierta a François Mitterrand y a Georges Marchais diciéndoles:

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“Vosotros lo sabéis mejor que nadie, la Constitución de 1958-1962, que denunciasteis en su momento como antidemocrática, ha transformado el parlamento del que os reclamáis en un parlamento títere. Así, no sólo la democracia parlamentaria es un peso bajo el régimen de la V República sino que el recurso multiplicado al artículo 49-3º demuestra con claridad que el presidente de la República, del que procede en última instancia la ley, no tiene ni incluso el apoyo de la parte RPR de su falsa mayoría. Oponerse realmente en los hechos a la utilización de un poder arbitrario por Giscard-Barre es respetar la democracia. Pero ¿cómo es posible esto con división?”

Los militantes de la OCI y de la LCI han recogido 85.000 firmas a favor de esta carta. Han constituido comités de iniciativa y unidad y preparado una conferencia nacional de esos comités. Se realizó los días 15 y 16 de marzo de 1980. Traduciendo las aspiraciones de la clase obrera, un delegado dijo: “¿Nuestras reivindicaciones? Hay centenares y sólo hay una: es preciso derrocar al gobierno.”

Ninguna reivindicación es despreciable. Se han de arrancar todas. ¡La reivindicación que las concentra todas es la del derrocamiento del gobierno! Lograr las reivindicaciones depende totalmente de una orientación que se inscribe en el combate político para acabar con el gobierno. Por ello, las huelgas de masas, la huelga general, están al orden del día. Pero es así porque está también al orden del día el combate político para que se realice el frente único de las organizaciones obreras y, particularmente, de los partidos obreros, el PS y el PCF, puesto que es necesario acabar con el gobierno Giscard-Barre, con la V República y sus instituciones y llevar al poder a un gobierno de esos partidos, gobierno sin representantes de las organizaciones y partidos burgueses. En este artículo se ha señalado más arriba cómo las ilusiones de las masas sobre la huelga general, suficiente por sí misma, las desarmaron y dejaron las manos libres a los aparatos para dislocar y liquidar la huelga general de mayo-junio de 1968. También hay que recodar que, más o menos claramente, la OCI ha compartido esta ilusión. Por eso la OCI puso en el centro de su combate político la preparación de la huelga general antes de mayo-junio de 1968, aunque durante la huelga general combatió por la constitución del comité central de la huelga general, no puso, sin embargo, en el centro de esta actividad la realización del frente único entre la SFIO y el PCF para derrocar al gobierno, no luchó con suficiente fuerza durante la huelga general por un gobierno de la SFIO y del PCF. Todo el movimiento, todas las aspiraciones, toda la experiencia política de la clase obrera, de la juventud, de las masas, están en contradicción con la política de los aparatos de apoyo al gobierno, a su política, a la V República, que el PCF y el aparato estalinista de la CGT ordenan. Sin embargo, cuanto más se trata del proletariado en su conjunto, y no de una capa de militantes o incluso de trabajadores más o menos “politizados” (como algunos dicen), cuanto más se trata de su movilización como clase contra la burguesía como clase, ese movimiento, esas aspiraciones, esta experiencia le lleva a querer intensamente la realización del frente único entre las organizaciones obreras que la organiza, o de las que él estima que le representan (bien o mal) políticamente. Para arrancar cualquier reivindicación, para comprometerse en cualquier combate real, los trabajadores sienten la necesidad del frente único de sus direcciones, de sus organizaciones, y lo quieren. Con mucha más razón cuando se trata de la reivindicación que concentra las reivindicaciones, acabar con este gobierno; reivindicación que plantea este interrogante: ¿qué otro gobierno llevar al poder? Por ello el movimiento hacia la huelga general, y

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para resolver la cuestión gubernamental, es también el movimiento para realizar el frente único de las organizaciones obreras, particularmente entre el PS y el PCF. La acción política en vistas a preparar la huelga general, “la reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores”, tiene en su centro la lucha política por la realización del frente único de las organizaciones obreras, particularmente de los partidos obreros. La Conferencia Nacional de los Comités de Iniciativa y Unidad celebrada los días 15 y 16 de marzo de 1980 lo ha centrado todo en la acción política para la realización del frente único entre el PS y el PCF. Así se inserta en la preparación de la huelga general. No existe ninguna oposición entre la acción política por la huelga, por dirigir directamente la realización del frente único, y la afirmación que la huelga general se realizará por el movimiento del proletariado mismo. Pues, una vez más, la “espontaneidad” de las masas está históricamente determinada, se desarrolla en una dirección: realizar su unidad, realizar el frente único de sus organizaciones. Los trabajadores, constituyendo sus comités de huelga, se dotan de organismos que los representan, dirigen sus combates y, en ese sentido, realizan su unidad, pero que, para realizar su unidad, engloban a sus organizaciones. Como lo explicó Trotsky, los soviets son el parlamento y el ejecutivo de las masas, también son la más alta expresión de la realización del frente único obrero. La huelga de los institutores de París del mes de marzo ha ilustrado esta relación. Los institutores han declarado la huelga de su clase, ese movimiento, esas aspiraciones, esa propia iniciativa, han comenzado a constituir comités de huelga, al mismo tiempo que exigían a los dirigentes del SIN que el sindicato jugase su papel llamando a la huelga. La dirección de la sección departamental de París llamó a la huelga limitada de dos días, el lunes 10 y el martes 11 de marzo, y a una manifestación para el martes día 11. Se manifestaron millares y millares de institutores. Pero cuando la sección parisina del SIN quería dirigir la manifestación hacia el Ayuntamiento, los institutores fueron al ministerio, al despacho de Beullac. Después, centenares y centenares de institutores se dirigieron a la sede del SIN, a decirles a los dirigentes: “¡Basta de jornadas de acción! ¡Huelga General hasta la satisfacción! ¡Dirigentes, convocad!”

En la Conferencia de los Comités de Iniciativa y de Unidad de los días 15 y 16 de marzo un interviniente señalaba: “En esta huelga está la expresión de conjunto de la política que debemos poner en obra. Los institutores se lanzan a la batalla eligiendo sus comités de huelga y dirigiéndose a sus dirigentes. La huelga general es la única posibilidad de vencer a este gobierno en el terreno de la lucha de clases. ¿Cómo esta posibilidad puede hacerse realidad? Hay un mismo movimiento de los trabajadores constituyendo su comité de huelga y planteando la cuestión de la responsabilidad de los dirigentes. No tenemos, bien seguro, ninguna ilusión, los dirigentes saben lo que se hacen. Sin embargo, planteando la cuestión de la huelga general, los institutores se dirigen no sólo al conjunto de sus colegas, abriendo la vía del combate contra el ministerio, sino también más allá, expresan al más elevado nivel el movimiento de toda la clase obrera. Planteando el problema de la responsabilidad de los dirigentes, los institutores, mediante su huelga, llaman a los trabajadores en su conjunto a combatir para apoderarse de sus organizaciones, para dar una respuesta a la cuestión clave: unirse para derrocar al gobierno, unirse por un nuevo gobierno, un gobierno de los partidos obreros sin ministro burgués.”

Diversas huelgas han tenido el mismo sentido que la de los institutores parisinos, notablemente en los PTT. En Carcasona, en Montpelier, los encargados han impuesto la unidad, su movimiento ha salido victorioso. En el centro de distribución del PLM, el personal ha impuesto la huelga. Los dirigentes se han opuesto a la asamblea general de todas las brigadas para unificar la huelga, como también han rehusado llamar al 65

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personal a manifestarse conjuntamente en la dirección de los servicios ambulantes responsables de la modificación de los turnos y efectivos. Finalmente, lograron romper la huelga. Para bloquear el movimiento de los institutores y de los enseñantes, los dirigentes del SIN, del SNES, de la FEN han programado huelgas rotatorias. Sin embargo, la voluntad de unidad y de huelga general de los enseñantes ha hecho de la huelga de 48 horas, de los días 24 y 25 de abril, una demostración nacional de una potencia inigualada desde hace doce años. La cuestión que se plantea es evidente: ¿y ahora? La respuesta de l’Humanité es: volver a las huelgas rotatorias, a las jornadas de acción. La de los dirigentes de la FEN y del SIN todavía no se conoce. La de los centenares de miles de enseñantes, que es la que se trata de formular, no ofrece dudas: “¡Basta de jornadas de acción! ¡Huelga general hasta la satisfacción! ¡Dirigentes, convocad!” Estos ejemplos ilustran cómo se combinan la iniciativa de las masas que se trata de expresar y la aspiración a la realización del frente único que se trata de imponer. Ilustran también cómo se combinan las huelgas reales en una empresa, corporación, y la preparación de la huelga general. El denominador común de todo este proceso sólo puede ser político. Debe reunir realización del frente único para acabar con el gobierno, con esta Asamblea Nacional, para llevar al poder a un gobierno de los partidos obreros sin ministros burgueses, y combate por las reivindicaciones, apertura de una vía para la iniciativa de las masas. Estos extractos de un panfleto de la OCI suministran una depuración de la línea de combate que prepara la huelga general: “La Asamblea Nacional va a celebrar sesiones a partir del 2 de abril. La Asamblea Nacional va a “adoptar” esta ley en mayo [se trata de la ley Berger, NDR] Los diputados del PCF y del PS harán, sin sombra de dudas, discursos en los que condenarán la ley. Votarán contra la ley. Y la ley, sin embargo, se aprobará ¡la experiencia lo demuestra! ¿Por qué los dirigentes del PCF y del PS no llaman a los trabajadores a manifestarse por millones, en unidad, contra la Asamblea Nacional el día del voto de la ley Berger? • 84.000 trabajadores y jóvenes han firmado una carta de unidad dirigida a G. Marchais y F. Mitterrand. • Millones de trabadores quieren acabar con este gobierno. ¡Unidad PCF-PS! ¡Este gobierno quiere hacer aprobar la ley Berger en mayo! ¡Es urgente! ¡Unidad de los trabajadores y las organizaciones para la manifestación central el día de la votación de la ley Berger! Dirigentes del PCF y del PS, ¡convocad la manifestación! ¡Iremos a manifestarnos en unidad contra la ley Berger, contra la Asamblea Nacional!”

El informe preparatorio para el XXIV Congreso de la OCI insiste: “Cuanto más se acerca el desenlace de la crisis política en crisis revolucionaria más la palanca de la “democracia” utilizada como acabamos de exponer deviene decisiva, pero más la OCI debe conservar estrictamente su carácter de clase, y no dejar que las reivindicaciones de clase se ahoguen en la “democracia” en general.”

La política del aparato estalinista, al evitar que la mayoría en votos del PS-PCF se transforme en mayoría de elegidos, se vuelve en cierta forma en su contrario: las masas son llevadas a buscar una salida en su propio terreno, con sus propios métodos, entre los cuales la huelga general.

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La línea política que los extractos de la OCI expresa, apela a las aspiraciones democráticas de las masas, como todas las campañas políticas que la OCI ha llevado a cabo, más particularmente desde junio de 1974 (por la disolución de la Asamblea Nacional) hasta el otoño de 1977 (por una mayoría de votos y elegidos de los partidos obreros en las elecciones de marzo de 1978) y, después, para echar abajo esta Asamblea Nacional cuya mayoría de diputados, cobertura del gobierno Giscard-Barre, es minoritaria en el país. Sin embargo, no hace ninguna concesión a la “democracia en general”; todo lo contrario, utiliza la palanca de la “democracia” para la realización del frente único, la movilización de las masas en su propio plano, según sus propios métodos, contra esta mayoría de elegidos en la Asamblea Nacional y este gobierno minoritario en el país, que organizan desde hace décadas contra las masas una ofensiva sin precedentes. Por ello es la línea directriz de la preparación de la huelga general y de todo el movimiento particular por las reivindicaciones que se insertan necesariamente en la preparación de la huelga general. A su manera, el aparato estalinista ofrece testimonio de que se prepara la huelga general. Para intentar relanzar las “jornadas de acción”, las huelgas rotatorias y dislocantes, la dirección de la CGT ha tenido que hacer referencia al “todos juntos” en la persona de Krasucki. Lo ha hecho para sabotear la preparación de la huelga general, igual que “organiza” pseudomarchas sobre París para sabotear las auténticas marchas sobre París. La primera medida de sabotaje es la acentuación de la política de división, incluyendo la ruptura con la CFDT. La segunda medida ha sido hacer de la jornada del 24 de abril una mezcolanza de movimientos parciales, fragmentar aquí, dar rodeos allá, etc. Sin embargo, las relaciones entre las clases son tales que esas maniobras de gran estilo no hacen más que señalar la necesidad del frente único, tanto al nivel de las centrales sindicales como al nivel de los partidos obreros, no hacen más que señalar la exigencia de ir verdaderamente hacia la huelga general para que sea así y para que la clase obrera, la juventud y las masas explotadas, se doten de los medios necesarios. Es muy evidente que la OCI no tiene una posición objetivista. Prepara la huelga general reuniendo una vanguardia; los mítines que se realizarán en París y en provincias a fines del mes de mayo medirán la importancia de la fuerza que la vanguardia habrá sido capaz de reunir. Igualmente, la OCI prepara la huelga general construyéndose a sí misma.

*** La huelga general que se prepara se nutrirá de la experiencia política que las masas han adquirido durante la huelga general de mayo-junio de 1968 y después. Verosímilmente, surgirán comités de huelga (la misma necesidad de ellos creará el órgano) en los que los dirigentes a todos los niveles ocuparán un lugar. Las masas tensarán todas sus fuerzas para imponer la unidad de las organizaciones obreras, sindicatos y partidos, para arrancar la orden de huelga general, para realizar el comité central de la huelga general. Querrán acabar con el gobierno y el régimen político actuales, llevar al poder a un gobierno de sus partidos, el PS y el PCF. Como mínimo, se comprometerán en esta vía. ¿Hasta dónde podrán llegar? No hay respuesta para tal interrogante. Ello dependerá de múltiples factores, de entre los cuales el papel que tendrá capacidad de cumplir la organización que construye el partido revolucionario. Aún hay que advertir que “gris es la teoría, verde el árbol de la vida”, es decir defenderse de los esquemas preestablecidos. Hay líneas de desarrollo y múltiples combinaciones y relaciones concretas que no pueden ser previstas.

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La huelga general se prepara, de ahora en adelante está en gestación. La OCI combate por la preparación de la huelga general, por su elaboración en la lucha política y los procesos concretos de la lucha de clases, porque es la “reunión en el gran día de los oprimidos contra los opresores, el principio clásico de la revolución”. Ahora bien, la crisis de la burguesía lleva ineluctablemente a la crisis revolucionaria. La OCI la prepara y se prepara para ello. Pero sabe que la huelga general no es suficiente por sí misma, que se integra en el proceso revolucionario pero que sólo es un componente de éste. No idealiza la huelga general. Por fin: la huelga general está en gestación; hay que prepararla y prepararse para ella. Sin embargo, no está escrito que sea la huelga general la que acabará con el gobierno, con esta Asamblea Nacional, con la V República. Nadie puede decir qué acontecimiento acabará con ellas, cómo acabará la V República, ya mortalmente herida. Por el contrario, es seguro que, sea cual sea la forma inmediata, se orienta hacia la huelga general en razón del proceso de movilización de las masas; es seguro que la caída de la V República abrirá la crisis revolucionaria; se producirán entonces ineluctablemente huelgas de masas, huelga general, manifestaciones, a la manera en que se produjeron durante la revolución de 1905 en Rusia, y en general en todo movimiento y crisis revolucionaria, en toda revolución proletaria. Stéphane Just, 26 de abril de 1980

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