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La idea de Nación Cómo la Historia nos hace percibir el presente El caso de Abelardo Gamarra, “El Tunante” Luis Torrejón Muñoz El presente artículo forma parte de un trabajo mayor, en el cual investigamos los caminos a través de los cuales Lima fue elaborando un discurso sobre su experiencia en la guerra del Pacífico. En otras palabras, nos interesa saber bajo qué procedimientos la ciudad pudo incorporar a su lenguaje a los muertos de San Juan y Miraflores; la humillación durante casi tres años de ocupación chilena y, finalmente, la experiencia de la derrota. De la lectura en bibliotecas y archivos hemos localizado e identificado romerías patrióticas, procesiones cívicas, peregrinaciones ciudadanas, rituales públicos, exhumaciones, invención1 de héroes e inauguraciones que representan un gran esfuerzo de comprensión y dieron lugar a un nuevo mapa citadino de lugares y espacios temporales resignificados y resimbolizados. Pero todos estos eventos aun constituyen un heterogéneo y abigarrado mosaico de símbolos y propuestas en búsqueda de un argumento interpretativo. Mientras ello ocurre, y construimos una lógica que los integre, nuestro derrotero se ha orientado hacia el estudio de una serie de personajes que fueron vitales en la edificación de nuevos sentidos para el Perú de la post-guerra. Ellos son la emergencia de conductas colmadas de una indignación y coraje que fueron determinantes en el planteamiento de la idea de colectividad nacional para el Perú y, a partir de sus vidas, hemos buscado hallar un sentido mayor, colectivo, de los eventos que las fuentes nos han ido entregando. En este camino nos hemos topado con la vida de un personaje singular: Abelardo Gamarra, más conocido como El Tunante. Durante su vida fue dramaturgo, poeta, novelista, compositor, parlamentario, periodista, fundador de dos periódicos y colaborador de una decena de publicaciones. Militó en el Partido Radical y en la Asociación Pro-indígena. Es un hombre olvidado, como muchos de los combatientes de su generación a quienes les tocó reconstruir el país. Lo que sigue en este artículo es un panorama bastante sucinto de las ideas que la post guerra generó en el marco de la búsqueda de la identidad nacional y un esbozo de la propuesta de Abelardo Gamarra desde su práctica periodística: como la historia nos enseña, cuando el presente no está a la altura de lo que imaginamos y soñamos, hay que recurrir al pasado para hurgar entre los olvidos y olvidados a ver si por allí dejamos la brújula del destino común. La coyuntura histórica Jorge Basadre denominó al período ubicado entre los años 1895-1919 La República Aristocrática. Dicho 1
En el sentido del texto de Hobsbawm y Ranger, La invención de la tradición.
período se inició con el triunfo pierolista de 1895 y finalizó con el ascenso de Augusto B. Leguía en 1919. Manuel Burga sostiene2 que esta etapa fue un momento donde "casi por única vez en el Perú republicano, un partido, el civilista, institución de las élites dominantes, conduce, controla y se beneficia del manejo del Estado"3. En efecto, la élite económica –cuyo sector más visible será el de los agro exportadores– durante estos años asume la tarea de gobernar y logra edificar un proyecto político. De esta forma, la República Aristocrática construyó perfiles propios que la identifican a nivel político y económico4, y que hacen de ella un período histórico homogéneo y reconocible. Sin embargo, la cuestión a esclarecer es cuál fue el aliento de largo plazo que animó, que dio un profundo sentido y que dotó de espíritu a esta etapa de la vida republicana. La independencia de 1821 inauguró la República formal del Perú, la cual se caracterizaba por la presencia política de caudillos sustentados por una diáspora de intereses; por tener una visión de sí misma dividida en castas y estamentos, lo que hacía imposible la construcción de cualquier proyecto colectivo; por tener una economía debilitada y poco vertebrada que dio lugar a la expansión de la producción para el autoconsumo y la segmentación de los escasos mercados regionales. Dada esta situación, fue imposible lograr la integración social y política, es decir, la constitución de una nación y un Estado. Hacia mediados del siglo XIX, la exportación guanera nos insertó en el mercado internacional, nuestra economía se vio dinamizada súbitamente y se litoralizó5. Además, se estabilizó la vida política y el Estado pudo ampliar sus funciones y su presencia en el territorio. Así, se constituyó una primera fuerza civil con voluntad de poder y una visión del desarrollo. Sin embargo, el agotamiento de los recursos guaneros, el fracaso salitrero y la derrota en la Guerra del Pacífico cerraron el capítulo de este intento. La guerra de 1879-1883 fue una experiencia que marcó de manera dramática a las generaciones que la vivieron o tuvieron que vivirla a través de la recreación del imaginario colectivo. La guerra –y sobre todo la ocupación– tuvo un impacto cuestionador sobre el rol del Estado y la construcción de una ciudadanía, teniendo como elemento central la búsqueda de la identidad nacional. Terminada la guerra, renació el caudillismo a la sombra de la postración económica y la fragmentación social y política. Esta etapa se cerró económicamente con el contrato Grace (1889), el cual nos reinsertó al mercado mundial con una diversidad de productos de exportación6 y nuevamente la civilidad unida en la coalición Civil-Demócrata desplazará a los militares del poder en 1895. 2
BURGA, Manuel. ¿Cambio de rumbo para retomar el pasado?. En: Quehacer, No.94. Lima: DESCO, 1995.
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Idem. pag.19.
4
Ver: THORP, Rosemary. PERU: 1890-1977. Crecimiento y políticas en una economía abierta. Lima: Mosca Azul Editores, 1985.
5
La costa va a ser el espacio económico privilegiado a lo largo de la república. Este hecho se debe a la facilidad del tráfico marítimo de cabotaje y la creciente vinculación con el mercado externo, en el contexto de un crecimiento en base al modelo primario exportador.
6
Uno de los hechos económicamente destacables de la etapa, fue la diversidad exportadora con que el Perú desde diferentes puntos de su territorio- respondió a la demanda internacional. Inicialmente se exportó azúcar (costa norte) al que se le unió, poco tiempo después, caucho (selva norte) y algodón (costa centrosur). Comenzando el presente siglo se comienza a explotar petróleo (litoral extremo norte) y la variedad de metales de Cerro de Pasco (sierra central).
El período que se inicia en 1895 estuvo signado por la experiencia de la guerra y los cuestionamientos sobre nuestra identidad que ésta planteó. La presencia de dichos cuestionamientos fue decisiva ya que tanto la derrota como la mutilación del territorio tuvieron la fuerza de un cataclismo en la conciencia colectiva de los que tuvieron que enfrentarlas. Por ello, terminada la guerra civil, se planteó la necesidad de comprender esta experiencia en los distintos sectores de la población y, evidentemente, las respuestas no fueron símiles. La elite económica se reconstituyó luego de la guerra gracias a la variedad de recursos naturales del país y a la alentadora coyuntura internacional. En este contexto, planteó un proyecto político inicial con una base amplia de alianzas para tomar el poder –que se plasmó en la "montonera" que tomó por asalto Lima en marzo de 1895- y que luego "...no pudo desarrollar un proyecto político integrador, nacional, para todos, sino que más bien acentuó su espíritu de casta y negó a las mayorías la condición de ciudadanos plenos"7. Sin embargo, fue este el proyecto de Estado y de sociedad que se implementó y que en gran medida diseñó el Perú hasta 1968. En resumen, este período es una etapa privilegiada del proceso de construcción del Estado-nación peruano debido a que la guerra de 1879 hizo detonar un conjunto de preguntas sobre nuestra identidad que terminaron abriendo espacios de reflexión y lucha política para darles respuesta. Dos aproximaciones a la idea de Nación. Unos años antes de la Guerra del Pacífico, en 1862, Francisco García Calderón8 publicó su Diccionario de la Legislación Peruana. En este texto clásico del Derecho, el autor ordena temáticamente toda la producción jurídica de las primeras décadas republicanas y nos diseña un perfil bastante completo de las concepciones de la época elevadas a jurisprudencia. Allí podemos leer una primera aproximación a la idea de nación que la define como "la sociedad de hombres que tiene por objeto la felicidad de sus asociados"9 y que tiene como características fundamentales la soberanía, la independencia y la igualdad10. Asimismo, se precisa que la nación tenga como cuerpo político al Estado, que es definido como el conjunto de "individuos que ejercen poder" y constituye una "persona moral". Finalmente, se sostiene que el Perú es una nación que "ha experimentado diversos cambios desde que apareció Manco Cápac"11. Estas ideas son las que edificaron al Perú formal del siglo XIX, donde el "deber ser" se ubicaba por encima de cualquier vínculo con la experiencia. La nación se presenta como la construcción de un ideal que se ajusta perfectamente a un arquetipo que no tiene tiempo definido y está lejos de la cotidianidad de 7
BURGA, Manuel. Idem.
8
Nació en Arequipa en 1834 y murió el Lima en 1905. Fue un eminente abogado y le tocó ocupar la presidencia de la república, por encargo de una junta de notables, durante los tristes años de la ocupación.
9
GARCIA CALDERON LANDA, Francisco. Diccionario de la Legislación Peruana. Lima, Imprenta del Estado,
10
Ibidem. p.688. Tomo II.
11
Ibidem.
1862. p.99.Tomo II.
los hombres. Por otro lado, esta idea de nación aparece ligada a la del Estado no en el sentido de concreción o continuidad, sino totalmente escindido en el marco del ejercicio del poder. Aquí encontramos uno de los aspectos centrales del Perú del ochocientos: percibir los diferentes aspectos de la vida colectiva como bifurcados y divididos entre el anhelo y lo fáctico. En años recientes ha surgido un renovado esfuerzo por entender y estudiar el problema nacional12, lo que ha generado un conjunto de trabajos novedosos. Uno de ellos es el de Benedict Anderson13, en el que se desarrolla una propuesta teórica importante que vamos a reseñar como alternativa a la que ya hemos descrito y como una perspectiva que cuestiona desde el presente la valoración y construcción de la nación. Anderson sostiene que el fenómeno nacional tiene su origen en un momento determinado de la historia (segunda mitad del siglo XVIII y el siglo XIX). Es decir, lo nacional tiene su origen en un tiempo específico, está sujeto a las contingencias de una época y es, en consecuencia, una construcción histórica. En el proceso de desarrollo de las naciones estas han generado algunas ideas particulares de sí mismas, las cuales Anderson denomina paradojas. En efecto, la primera paradoja la argumentan los defensores de las naciones en sus inicios, cuando buscan el origen de las mismas en algún pasado remoto y cuanto más antiguo este es, mayor legitimidad se piensa que se obtiene. La segunda paradoja es la constatación de lo universal del fenómeno nacional frente a la particularidad de cada una de las experiencias nacionales. Por último, la tercera paradoja reside en la constatación del gran poder político y la legitimidad que ha logrado tener la idea nacional frente al poco desarrollo teórico y la pobreza filosófica de sus argumentos. Pero, ¿cuál es el origen de las naciones? Anderson señala que el surgimiento de las naciones es un "complejo cruce de fuerzas históricas", donde se encuentran los anhelos territoriales, una lengua homogenizadora y generadora de un espacio cultural compartido, la religión con su gran capacidad ritualizadora y simbólica de las grandes preguntas colectivas como el destino, la fatalidad y la muerte. Es de este difícil entramado de donde se van alimentando los proyectos nacionales y van tomando algunos de sus elementos constitutivos primordiales14. Pero nuestro autor no se limita a elaborar una respuesta sobre la génesis de las naciones, sino que elabora 12
Evidentemente este hecho no llama la atención, a la luz de los nuevos esfuerzos nacionalistas que han
13
ANDERSON, Benedict. Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo.
determinado la disolución de la URSS, Yugoslavia y Checoslovaquia en los años 1990. México, FCE, 1993. 14
Un buen ejemplo es la heroicidad. La religión ha elaborado una importante respuesta al hecho de la muerte, donde una variante es la entrega de la vida por la verdad divina. Las naciones han tomado esta idea y han elaborado diferentes rituales a la muerte desde una sociedad secularizada. En el caso del Perú, hay que señalar que el monumento al Soldado Desconocido -edificado en 1923 por Augusto B. Leguía en el Morro Solar de Chorrillos en homenaje a los que defendieron la capital en enero de 1881-, al igual que la construcción de la Cripta de los Héroes –inaugurada en 1908 por José Pardo en el cementerio Presbítero Matías Maestro-; constituyen espacios simbólicos de elaboración de la guerra de 1879. Estas edificaciones llamaron la atención en su momento, ya que no existía nada similar a raíz de la Independencia, que todos suponemos como hecho fundante de la nacionalidad. Terminó por impulsar la creación del Panteón de los Próceres, en la colonial y suprema iglesia de San Carlos en el parque Universitario.
una definición que le sirve de hipótesis a su propuesta. La nación sería una "comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana", la cual "se mueve a través del tiempo homogéneo y vacío"15. La idea fuerza que contiene esta definición reside en cimentar la nación en la mentalidad de sus miembros. Dicho de otra manera, la posibilidad de pensar la nación desde un nosotros como hecho cultural, o como señala el autor: como artefacto cultural. Este artefacto cultural al que aludimos es resultado de varios procesos históricos. El primero, la secularización de la fatalidad como proyecto laico de vida social. El segundo, el desarrollo de los medios de comunicación (prensa) que terminó articulando hombres en territorios –en más de una oportunidad– sumamente extensos. Finalmente, la nación es pensada en un tiempo homogéneo y vacío, y es aquí donde el concepto adquiere una naturaleza particular. En efecto, se abre la posibilidad a repensar la nación con contenidos diferentes de acuerdo a la realidad histórica que una sociedad experimente y, a su vez, la sociedad tiene el deber de recrear de contenidos a su nación de acuerdo a los tiempos que le toca vivir. La nación en su dimensión temporal, donde esté, está sujeta a los avatares de la hora presente y no es un inamovible continuo. El concepto de nación que se nos propone tiene la gran ventaja de ser sumamente flexible y a su vez aglutinador no solo de una experiencia, sino de las posibilidades imaginativas que esta desencadena. Tal vez por ello, parece una definición construida para soportar los avatares del tiempo y la heterogeneidad de las colectividades. El problema nacional y la propuesta oligárquica. Tres pensadores van ha ocupar el horizonte cultural de la oligarquía durante la república aristocrática: Francisco García Calderón, Víctor Andrés Belaunde y José de la Riva Agüero. Con ellos se inicia una nueva etapa de reflexión sobre el rol de las élites en la dirección del Estado, su papel en la edificación de los "destinos" del país y, evidentemente, surge la pregunta sobre qué contenido, que ideas, deberían guiar las responsabilidades que se buscaban asumir. Veamos las propuestas. Francisco García Calderón16, en el París de la belle epoque de 1907, publica en francés uno de los análisis más importantes sobre la realidad peruana de inicios de siglo. Lo tituló Le Pérou contemporain y en él buscó explorar la naturaleza y mentalidad del país que había abandonado. Su búsqueda lo llevó a revisar la historia del Perú en perspectiva, en la que no encontró la integración étnica suficiente que sustentara una sociedad estructurada. Para García Calderón, la nación debe anclarse en lo étnico racial. La raza es lo que asegura la permanencia de un conjunto de tradiciones que convierten en continuos los valores colectivos que hacen posibles a las naciones. Ya que el Perú no tiene una raza, la nación peruana es inexistente. La negación de un ser nacional constituido, sin embargo, no impidió que emitiera frases de fe acera del futuro del país. En ellas propone una democracia aristocrática que, dirigida por una oligarquía ilustrada, oriente al Perú 15
Ibidem. p.23.
16
Nace en Valparaíso en 1883, durante el cautiverio paterno, y muere en Lima en 1953. A la muerte de su padre, en compañía de sus hermanos Ventura, José y Juan, viaja a Francia en 1906 donde residiría gran parte de su vida. Su vida fue una opción por el autoexilio para repensar el Perú.
hacia el progreso. La mentalidad agnóstica y liberal de García Calderón fue el pilar de su propuesta, su pertenencia oligárquica señaló los límites sociales de su reflexión: no vio posibilidades de integración y su alternativa la construyó sobre la escisión colectiva. Víctor Andrés Belaunde17 fue uno de los grandes animadores de los debates académicos del novecientos. En 1914 disertó en la apertura del año académico de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y lo hizo con una magnífica reflexión sobre "La crisis presente"18. En este discurso sustentó la tesis que propone que la crisis económica y política que se vivía estaba acompañada de un hecho mucho más grave: la crisis ética. Su alocución finalizó con un llamado en nombre de su generación: "invocando las sombras ilustres, ante este ritmo trágico de la salvación y del abismo, de la esperanza y de la desolación, lanza, por mis labios indignos, este grito lleno de imprecación y de conjuro: ¡Queremos patria!"19. Y en esta última frase está la interrogante central que acompañó la vida de este intelectual. El inicio del itinerario de Víctor Andrés Belaunde como pensador se vio marcado por un hecho colectivo: "la tristeza de la ocupación, la amargura de la derrota, la herida sangrante de la mutilación del territorio, debieron traernos una enorme compensación moral: la disposición del país para volver sobre sí mismo, buscar las causas de su mal, encontrar en la realidad la orientación salvadora, y erguirse, con el impulso exacerbado por el infortunio..."20. La Guerra del Pacífico, de esta manera, abría una nueva oportunidad para preguntarnos sobre nuestra identidad. La nación, para este pensador, era mucho más que territorio, tradición y legados ancestrales. Todo esto adquiría su real dimensión cuando respondían a una "comunidad de ideas". Es decir, el factor que redimensiona a las sociedades en naciones son los "valores espirituales". Y aquí está lo trascendente de una comunidad, que puede estar compuesta por una diversidad cultural que puede vertebrarse en comunidad nacional a partir de "imaginarse" compartiendo una fe. En el pensamiento de Belaunde, la religión católica es el gran articulador de la vida nacional, donde el mestizaje no es importante ni necesario ya que la nación no es un asunto racial sino de mentes y corazones21. Por ello propone la "síntesis" nacional como respuesta a la atomización, donde se integrarían en un gran proceso histórico la diversidad cultural existente en el territorio fruto de la Conquista, la Colonia y la República, etapas en las que no se construyó (ni siquiera al finalizar) un discurso acerca de nuestra identidad. 17
Nace en Arequipa en 1883 y muere en New York en 1966. Tiene una vasta producción intelectual, de cuyos títulos podemos mencionar El Perú antiguo y los modernos sociólogos (1908), La Realidad Nacional (1929), El Cristo de la fe y los Cristos literarios (1935), La evangelización y la formación de la conciencia nacional del Perú (1952) y Peruanidad (1957).
18
Pocos meses antes, un golpe militar apoyado por el civilismo, había derrocado al presidente constitucional Guillermo Billinghurst.
19
BASADRE, Jorge. Peruanos del siglo 20. Lima, Ediciones Rikchay Perú, 1981. p.10.
20
PACHECO VELEZ, Cesar. "Estudio preliminar sobre Víctor Andrés Belaunde". En: BELAUNDE, Víctor Andrés. Peruanidad. Lima, Fondo del Libro del Banco Industrial, 1983. p.LXI-LXII.
21
El problema del indio es la causa de que el Perú sea "un país mutilado", sostiene Belaunde, de allí que su propuesta pase por su incorporación a la vida del país.
José de la Riva Agüero y Osma22 en 1905 presentó su tesis sobre El Carácter de la Literatura del Perú independiente y en 1910 se doctoró con el trabajo La historia en el Perú. En ambos trabajos y de manera temprana, el autor se ve imbuido de un espíritu signado por la búsqueda de las raíces colectivas, donde la historia se le presenta como única respuesta. De esta manera, Riva Agüero define al Perú como una "Patria antigua", en la cual el presente solo tiene sentido en base al pasado remoto que le otorga legitimidad. Por esta idea del pasado es que sostiene que "el futuro es una fantasía", ya que no tiene anclaje en la realidad al faltarle pasado que lo sustente. Para Riva Agüero, la nación tiene un significado profundamente religioso, ya que resume y sintetiza dos cultos contemporáneos: la tradición, que es el gran continente que permite la presencia del pasado en el presente; y la esperanza, valor colectivo que expresa la fe en unas tradiciones que terminarán edificando un porvenir de bienestar. Los tres pensadores que hemos abordado sucintamente no tuvieron una destacada participación política, se revelaron profundamente incapaces para convertir sus reflexiones en fuerzas colectivas con alternativa de poder. Riva Agüero fue el único que intentó plasmar una alternativa política; sin embargo, el golpe de estado dado por Augusto B. Leguía frustró sus esfuerzos y fue enviado, junto a sus compañeros de generación, al exilio. Belaunde marchó a EEUU, García Calderón ya se encontraba en París, y Riva Agüero se mantuvo entre España e Italia. Finalmente, el exilio fue la alternativa a sus reflexiones sobre el Perú y su destino. El problema nacional y las propuestas antioligárquicas: En la orilla contraria a la propuesta oligárquica encontramos tres reflexiones sobre la nación y el rol del Estado. Las tres surgen de un descontento vital que tiene que ver, tanto con el pasado inmediato –guerra de 1879–, como con la pobreza y marginación que hacía inviable al Perú como nación. Manuel González Prada23, en los años que siguieron al fin de la guerra, se convirtió en el lapidario crítico 22
De los tres intelectuales que venimos reseñando, sin lugar a dudas Riva Agüero era el que tenía un pasado nobiliario, de abolengo y una fortuna que le permitió mantenerse en un cómodo rentismo. Nació en Lima en 1885 y murió, en el Hotel Bolívar de esta ciudad, en 1944.
23
Nace en Lima en 1848, y se educa en esta ciudad y en Valparaíso. En 1881 asiste como oficial de reserva a la batalla de Miraflores, recluyéndose en su casa luego de la derrota en señal de protesta por la ocupación. Terminada la guerra va a convertirse en el más severo crítico de estos sucesos y de los que tuvieron la dirección del Estado en esa hora. Los años siguientes va a ser uno de los impulsores del Circulo Literario, centro de debate político y cultural, donde participaron universitarios, artesanos y obreros, y de donde nacerá el partido La Unión Radical. Entre 1891 y 1898, González Prada reside en Europa donde se va a nutrir de la literatura anarquista. A su retorno continuará siendo el gran animador de actos culturales y políticos donde nucleó lo mejor del mutualismo y el naciente anarquismo. En 1912, ante la propuesta de Billinghurst, aceptó el único cargo público que desempeño: Director de la Biblioteca Nacional, al cual renunció dos años después como protesta al golpe de Estado de Benavides. José Pardo, en 1916, lo volvió a nombrar en aquel cargo, que desempeñó hasta su muerte en esta ciudad en 1918.
del desastre e iniciador del proceso moral a los culpables, que lo llevó a un realista y agudo balance de nuestra vida independiente. El 28 de julio de 1888, durante una velada patriótica24, se leyó un discurso redactado por González Prada. Este ensayo ha pasado a la historia como la más radical y descarnada reflexión sobre la derrota del '79, y por ello este evento ha terminado dando titulo al documento: Discurso en el Teatro Politeama de Lima. En él, González Prada enfrenta directamente una pregunta crucial: ¿Por qué fuimos derrotados? La respuesta surge indignada: "la mano brutal de Chile despedazó nuestra carne y machacó nuestros huesos; pero los verdaderos vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia y nuestro espíritu de servidumbre"25, "con los ejércitos de indios disciplinados y sin libertad, el Perú irá siempre a la derrota. Si del indio hicimos un siervo ¿qué patria defenderá?"26. Mientras tanto, los herederos de los criollos "descendencia degenerada y despilfarradora" "ejercieron una insaciable succión en los jugos del erario nacional y sobrepusieron el caudillo que daba pan y los honores a la patria que exigía el oro y los sacrificios"27. Estos rasgos explican por qué "en el momento supremo de la lucha, no fuimos contra el enemigo un coloso de bronce, sino una agrupación de limaduras de plomo; no una patria unida y fuerte, sino una serie de individuos". La conclusión de González Prada es lapidaria: "Indios de puna y serranías, mestizos de la costa, todos fuimos ignorantes y siervos; y no vencimos ni podíamos vencer"28. La causa de la derrota para González Prada reside en el denominado Problema del Indio. Mientras este no abandone la ignorancia y no obtenga la libertad, que se traduce en educación y ejercicio ciudadano, no habrá patria. Y como para que no nos queden dudas del rol central del Indio en la constitución de lo peruano, el autor afirma que "no forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico y los Andes; la nación esta formada por las muchedumbres de indios diseminados en la banda oriental de la cordillera"29. En González Prada, la visión indígena de lo nacional no tiene su origen en la idea de una raza creadora del Tawantinsuyo, sino en la destrucción de la explotación colonial que había continuado en la República. En efecto, la derrota de 1879 tuvo su causa central en la continuidad de la servidumbre indígena. Ella mermó toda posibilidad de constituirrnos en una colectividad integrada en base a la práctica ciudadana. La apuesta de González Prada apunta a que la nación tiene unido su destino al logro de la república, en
Dentro de su producción intelectual podemos mencionar Páginas Libres (París, 1894), Minúsculas (Lima, 1901), Horas de Lucha (Lima, 1908), Bajo el Oprobio (París, 1933), Anarquía (Santiago, 1936) y Figuras y Figurones (París, 1938). 24
Fue organizada con la finalidad de reunir fondos para rescatar Tacna y Arica.
25
GONZALEZ PRADA, Manuel. Ensayos Escogidos. Lima: Empresa Gráfica T. Scheuch S.A., 1956. p.20.
26
Ibidem. p.21.
27
Ibidem. p.21.
28
Ibidem. p.22.
29
Ibidem. p.22. El subrayado es nuestro.
el sentido de Gracchus Babeuf30: desaparición de la explotación y reino de la igualdad. Pero para la consecución de este fin propone una primera medida: educación. Y señala que el objetivo del maestro es "galvanizar una raza que se adormece bajo la tiranía del juez de paz, del gobernador y del cura, esa trinidad embrutecedora del indio"31, pero agrega que "el indio se redimirá merced a su esfuerzo propio, no por la humanización de sus opresores. Todo blanco es, más o menos, un Pizarro, un Valverde o un Areche"32. Sin embargo, este enfoque de la construcción nacional, queda parcialmente al margen cuando se trata de dar solución al problema de la derrota en la Guerra del Pacífico. En este punto, aflora en González Prada un revanchismo intenso como única alternativa para cicatrizar aquella herida. Afirma que somos una sociedad que "no sabemos amar ni odiar con firmeza"33, y que necesitamos emprender una obra de "reconstitución y venganza" en base a "dos sentimientos capaces de regenerarnos y salvarnos: el amor a la patria y el odio a Chile"; y termina señalando que "si el odio injusto pierde a los individuos el odio justo salva siempre a las naciones"34. La construcción de las naciones no tiene un camino unilateral, cada sociedad tiene una manera de procesar y asimilar su pasado. González Prada tiene una propuesta de nación en términos del tiempo presente: la solución del problema del Indio y de proyecto futuro –"el porvenir nos debe una victoria35–, se tiene que recuperar los territorios usurpados por Chile. Para lo primero, se impone la lucha contra el gamonalismo y la injusta estructura del agro. Para lo segundo, saber que "Sin Grau en la Punta de Angamos, sin Bolognesi en el Morro de Arica ¿tendríamos derecho de llamarnos nación?"36. José Carlos Mariátegui37 aborda el problema nacional como un tema central en su producción 30
Radical revolucionario francés, que fundó durante el Directorio la Sociedad de los Iguales. Fue condenado a la guillotina por conspirador en 1797. Durante el siglo XIX fue uno de los autores predilectos de los anarquistas.
31
Ibidem. p.23.
32
Ibidem. p.66. El ensayo es Nuestros Indios, y fue escrito en 1904.
33
Ibidem. p.24.
34
Ibidem. p.26.
35
Ibidem. p.23.
36
Ibidem. p.33. El ensayo es Grau, y fue escrito en 1885.
37
Nace en Moquegua en 1894, trasladándose luego del abandono paterno a Huacho en 1899. En 1902 sufre un accidente que lo obliga a residir en Lima donde pasa una larga convalecencia. En 1909 ingresa al diario La Prensa como linotipista, un año después asciende a corrector de pruebas y en 1911 publica su primer artículo periodístico. En 1913 se incorpora oficialmente a la redacción del diario y no dejará esta actividad hasta su muerte. En los años que siguieron hasta su encubierta deportación por el régimen de Leguía en 1919, participó de diferentes publicaciones como Mundo Limeño, El Turf, El Tiempo, La Noche, Nuestra Época y funda La Razón. En 1917 gana el premio Municipalidad de Lima con la crónica La procesión tradicional, excelente estudio sobre la procesión del Señor de los Milagros. Su estadía europea se sitúa entre 1920 y 1923
,
cuando tendrá lugar el "encuentro con Marx". De retorno al Perú participa de la Universidad
Popular, dirige Claridad y colabora con Mundial. En 1925 publica su primer libro La escena contemporánea, en 1926 se edita la revista mensual Amauta, en 1927 Mariátegui polemiza con Luis Alberto Sánchez sobre el indigenismo. Los últimos años de Mariátegui van a estar signados por los intentos de construir organización y la lucha contra su enfermedad. En 1928 rompe con Haya de la Torre, se inician los contactos con la
intelectual. Recordemos esa sección de la revista Mundial que él inauguró con el sugerente nombre de Peruanicemos al Perú38 y que fue su espacio de reflexión sobre nuestra identidad colectiva. En esos artículos uno va descubriendo que, para Mariátegui, el problema de la nación en primera instancia, pasa por ser identificado dentro de la cotidianidad de los hombres. De esta manera, critica los nacionalismos de "trama fascista" que "conciben la Nación como una realidad abstracta que suponen superior y distinta a la realidad concreta y viviente de sus ciudadanos. Y, por consiguiente, están siempre dispuestos a sacrificar al mito el hombre"39. Siendo lo central el hombre, o como lo llama el Amauta "el capital humano", el problema nacional pasa por lograr "el bienestar de la masa peruana, que en sus cuatro quintas partes es indígena y campesina"40. Y aquí abordamos lo nuclear del problema, el Perú de principios de siglo "es todavía una nacionalidad en formación. Lo están construyendo sobre los inertes estratos indígenas, los aluviones de la civilización occidental. La conquista española (...) frustró la única peruanidad que ha existido"41. Y esta peruanidad debió ser lograda durante la República, y esta etapa por el contrario "ha pauperizado al indio, ha agravado su depresión y ha exasperado su miseria"42. El problema de la nación pasa por dar solución al problema del indio. Pero el problema del indio para Mariátegui pasa por identificarlo como un problema que necesita una "solución social", cuyos "realizadores deben ser los propios indios"43. De aquí la critica al trabajo realizado por la Asociación Pro-indígena de Pedro Zulen y Dora Mayer, que agotaron su misión en la denuncia y no impulsaron ninguna organización política indígena para su autodefensa. Aunque permitieron una primera aproximación y generaron un espacio de reflexión desde lo moral sobre el indio. Finalmente, para Mariátegui, "El indio es el cimiento de nuestra nacionalidad en formación. (...) sin el indio no hay peruanidad posible"44; y a su vez, no habrá solución al problema del indio ni peruanidad posible sin un proyecto político que lo libere y del cual sea gestor. Y es aquí donde el socialismo ingresa a
Tercera Internacional, se funda el Partido Socialista y se publica 7 ensayos de interpretación de la realidad nacional y el quincenario Labor. En 1929 constituye el comité organizador Pro-Central General de Trabajadores y envía a Hugo Pesce y Julio Portocarrero a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana. A fines de marzo de 1930 es internado en la clínica Villarán donde muere el 16 de abril. 38
Se publicó entre septiembre de 1925 y mayo de 1929.
39
MARIATEGUI, José Carlos. "El progreso nacional y el capital humano", En: Peruanicemos al Perú. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1972. p.68.
40
Ibidem.
41
MARIATEGUI, José Carlos. "Lo Nacional y lo Exótico", En: Peruanicemos al Perú. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1972. p.26.
42
MARIATEGUI, José Carlos. "El problema primario del Perú", En: Peruanicemos al Perú. Lima: Empresa
43
MARIATEGUI, José Carlos. 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima, Empresa Editora
Editora Amauta S.A., 1972. p.31. Amauta S.A., 1972. p.49. 44
MARIATEGUI, José Carlos. "El problema primario del Perú", En: Peruanicemos al Perú. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1972. p.32.
nuestra historia como una herramienta fundamental para construir nación45. Sin embargo, Mariátegui era consciente de que el problema del indio no era un problema del corto ni del mediano plazo. Por ello escribió, al enterarse de los contactos de comunidades indígenas con dirigentes limeños pro indígenas, que "algo muy vago, todavía muy confuso, se bosqueja en esta nebulosa humana (la indígena), que contiene probablemente, seguramente, los gérmenes del porvenir de la nacionalidad"46. EL pensamiento de Víctor Raúl Haya de la Torre47, no tiene reflexiones directas sobre el problema nacional, en los términos en que fue planteado por sus contemporáneos. La razón es evidente, el APRA intentó ser un proyecto político de dimensiones continentales –Indoamericanas– donde lo nacional es un obstáculo. Sin embargo, sí hay una dimensión nacional en las reflexiones de Haya de la Torre que se encuentran bosquejadas por la presencia del Imperialismo. Señala que "El problema primario de nuestros países es, pues el problema de la libertad nacional amenazada por el imperialismo que impedirá por la violencia todo intento político o social de transformación"48. De esta manera, la alternativa a esa "libertad nacional" vulnerada es la transformación del Estado, que en aquellas condiciones era un "instrumento de opresión de una clase sobre otra, deviene arma de nuestras clases gobernantes nacionales y arma del imperialismo para explotar a nuestras clases productoras"49. El Estado alternativo que propone Haya de la Torre es el Estado Antimperialista que ha de surgir de la alianza de las tres clases explotadas –obreros y campesinos, bajo la dirección de las clases medias– que tomarán el poder a través de una revolución social. Ese Estado nuevo es el que permitirá limitar la acción del imperialismo, para que este solo sea "la primera etapa del desarrollo capitalista" en nuestros países "feudales". El instrumento que asegurará que estas clases permanezcan en el poder es la "conciencia nacionalista" que ha sido denominada como "nacionalismo económico", y cuya convicción les asegura "que la riqueza que explota el imperialismo es nuestra y que esa misma riqueza debe convertirse en nuestra mejor defensora. Que si hoy el imperialismo la usa como instrumento de esclavización nacional, nosotros debemos transformarla en arma de liberación"50. La conclusión final de Haya de la Torre, es que las tareas nacionales sólo podrán cumplirse con un Estado Antimperialista, donde lo nacional viene dado por la oposición al capital extranjero. Estos tres intelectuales y políticos antioligárquicos, tienen por lo menos dos similitudes que los diferencian de los tres pensadores de la élite. La primera, consiste en que los tres tuvieron un periplo 45
Ver: FLORES GALINDO, Alberto. La agonía de Mariátegui. La polémica con la Komintern. Lima: DESCO, 1980. pp.17-36.
46
MARIATEGUI, José Carlos. "El problema primario del Perú", En: Peruanicemos al Perú. Lima: Empresa
47
Nace en Trujillo en 1895 y murió en Lima, siendo presidente de la Asamblea Constituyente, en 1989. En
Editora Amauta S.A., 1972. p.34. 1924 funda en México la Alianza Popular Revolucionaria Americana y unos años después el Partido Aprista Peruano, partido de mayor trascendencia en la vida política nacional durante el siglo xx. 48
HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl. El Antimperialismo y el APRA. Lima, Editorial Monterrico S.A., 1986. p.50.
49
Ibidem. p.16.
50
Ibidem. p.70.
europeo, donde estuvieron en contacto con la vanguardia política de diferentes países. González Prada se relacionó con anarquistas belgas y franceses; Mariátegui estuvo con socialistas italianos y participó de la fundación del Partido Comunista Italiano; Haya, luego de estar en el México revolucionario, estuvo en Rusia y París donde por intermedio de César Vallejo mantuvo cercanía con revolucionarios y artistas. La segunda radica en que el análisis que hicieron del Perú los llevó a asumir una posición crítica que les impuso desarrollar un proyecto político. Gonzáles Prada participó de la Unión Radical, aunque se apartó de ella en 1902; Mariátegui fundó el Partido Socialista, que luego de su temprana muerte se convirtió en el Partido Comunista Peruano; Haya de la Torre fundó el APRA que lo acompañaría hasta su muerte. La nación y el itinerario de El Tunante Cuando uno se acerca a la bibliografía de Don Abelardo Gamarra Rondo, es un lugar común leer que es un personaje singular en la cultura peruana. En la parte final del presente ensayo, quiero conferirle contenido a esta frase, que le ha dado una dimensión inadvertida a uno de los escritores más dinámicos de inicios de siglo. Las razones de la singularidad de El Tunante son muchas. Comenzaremos señalando que vivió 72 años – entre 1852 y 1924– superando largamente el promedio de vida de una persona de su tiempo y que, además, nació en el Ande: Huamachuco, en las serranías de La Libertad. Fue primogénito de un matrimonio entre norteños, el padre chiclayano y la madre de Huamachuco, donde la pareja fijó residencia al ser Doña Jacoba heredera de las haciendas Corpanqui, Soquián, Huanza, Sarín y Andabamba. Una segunda, es su contacto temprano con la lectura. Es sorprendente que su padre, en el Huamachuco de 1865, poseyera una biblioteca –la mejor de la localidad–, donde nuestro personaje frecuentaría las historias e ideas de Jean-Jacques Rousseau, Voltaire, Alejandro Dumas y Martínez Villergas51. Con este bagaje partió con su padre, a los 14 años, en dirección de la capital, para estudiar medicina y, ha confesado Don Abelardo, que “así medio barnizados vinimos a Guadalupe”52. En efecto, se incorporó al colegio Nuestra Señora de Guadalupe, donde otra biblioteca lo esperaba. Allí pasó las horas libres, que en demasía todo interno disponía por la lejanía del hogar, en compañía de Chateaubriand, Lamartine, Campoamor, Tácito, Macaulay, Abigail, Lozano, Vigil. Lecturas que forjaron su primera adhesión, que lo acompañaría el resto de su vida: el romanticismo. La tercera singularidad reside en que, sin ser militar, combatió en las dos guerras importantes del Perú en el siglo XIX. En efecto, a los pocos meses de residir en Lima, nuestro personaje y sus compañeros de aula fueron enviados al Callao a servir en las baterías durante el combate del 2 de Mayo53. Esta experiencia la reeditó en 1880, cuando la escuadra chilena bloqueó el Callao y Don Abelardo, con los compañeros del diario El Nacional, sirvieron en la batería Ayacucho. Meses más tarde, en enero de 1881, 51
Escritor español romántico de raigambre costumbrista (1816-1894).
52
Respuesta a La Idea Libre; reproducido en La Integridad, No.606; 4-mayo-1901. En: FERNÁNDEZ, Justo. Abelardo Gamarra, El Tunante, su vida y obra. Cuzco, 1954.
53
El triunfo militar lo hizo participe de las celebraciones, una gran cena en la Alameda de los Descalzos, donde asombrado vio al Gran Mariscal Ramón Castilla presidir la mesa.
marchó a las batallas de San Juan y de Miraflores como soldado raso. La batería en la que sirve fue bautizada como El Tunante, por su efectividad. Luego de la derrota, y de esconder su fusil, se presentó a la Cruz Roja, donde sirvió bajo las órdenes de su amigo el doctor Martín Dulanto. Paralelamente, con la ayuda de Juana Gorriti54, intentó organizar la resistencia, pero tuvo que huir ante la orden de captura emitida por el Ejército de ocupación. Marchó al norte, donde se incorporó al movimiento de resistencia que desde Trujillo dirigió el Contralmirante Lizardo Montero. Se le encargó entonces organizar la Guardia Nacional de Huamachuco y apoyar al Coronel Justiniano Borgoño en la jefatura militar de la región. Terminada la guerra se reincorporó a El Nacional. La cuarta particularidad de Don Abelardo, fue su intensa actividad periodística. Se inició en el diarismo en 1867, publicando colaboraciones en el órgano del colegio El Guadalupano. Terminada la etapa escolar, en 1870, colaboró en forma anónima con El Correo del Perú con los seudónimos El Último Haravec y El Tunante de Siete Suelas. Sus primeros artículos fueron exitosos: el segundo de ellos lo reprodujo El Comercio y con el tercero –sobre la prostitución en Lima– ganó el puesto de Jefe de Crónica en El Nacional. En plena guerra fundó en 1881 el periódico La Bandera del Norte en Huamachuco, para alentar el sentimiento patriótico de la resistencia. Dos años después, durante el congreso de Arequipa de 1883, fundó el periódico La Integridad55, que será su compañero de batallas por la peruanidad hasta su muerte. Luego de la guerra, colaboró con una veintena de publicaciones y dirigió El Perú Artístico (1893-1895) y El Peruano (1921-1923). Finalmente, en 1908 presidió la reunión donde se constituyó la Asociación de Periodistas y Escritores del Perú, de cuya primera directiva fue miembro, junto a Luis Fernán Cisneros, Leonidas Yerovi, José Gálvez, Felipe Sassone, Manuel Bedoya, Hermilio Valdizán y Aurelio Arnao. Una quinta singularidad, se refiere a lo prolífica de su producción literaria. Comenzaremos señalando que recibió el Santo Sacramento del Bautismo Literario como El último Haravicu, en la velada en casa de la escritora Juana Manuela Gorriti. Asistieron al evento, entre otros, la ensayista Mercedes Cabello de Carbonera, que fungía de madrina; el poeta Manuel Adolfo García, que era el padrino; Acislo Villarán, poeta y aquella noche el sacristán; Manuela Villarán de Plasencia, la nodriza del párvulo y Ricardo Palma quien ofició de párroco. Durante su vida de escritor, incursionó en los más diversos géneros. El primero fue, sin duda, los Artículos de Costumbre. Estos, no eran más que recopilaciones de su basta producción de crónicas sobre la cotidianidad social y política del país. Así, en 1876 publicó En camisa de once varas, de corte burlón y satírico. En 1885 editó el Novenario del Tunante, en 1888 Costumbres del interior y en 1889 Rasgos de pluma y Reglas para escribir cartas, todos ellos dedicados a burlarse de nuestras costumbres nacionales. En 1905, luego de un paréntesis en la edición de textos, reinició su producción con Algo del Perú y mucho de Pelagatos, en 1908 Mi viaje a la Argentina, en 1910 Artículos de costumbres, en 1911 Lima al comenzar el siglo XX o Unos cuantos barrios y unos cuantos tipos y, en 1921, para celebrar el centenario de la independencia escribió Cien años de vida perdularia. Todos ellos de una refinada sátira a la vida e historia nacional. 54
Argentina y animadora de veladas literarias en su casa de Lima.
55
Para luchar contra la propuesta de una paz con Chile con cesión territorial. Se publico entre 1889 y 1916 de manera regular, y entre 1916 y 1924 de manera eventual.
A esta producción hay que sumarle dos dramas líricos, Somos Libres (1879) con música de José Ignacio Cadenas y El Yaraví estrenado en 1893; un texto de historia de 1895, La batalla de Huamachuco; una leyenda editada por Rafael Larco Herrera en 1923, Manco Cápac; una novela de 1877, Detrás de la cruz, el diablo; cuatro libros de remembranzas, Los norteamericanos en el Perú (1920), Educación. A la memoria de mi padre (1920), Modelo de hombre. A la memoria de Fausto Figueroa (1921), Una faz desconocida de González Prada (1923); y una Zarzuela de 1896 titulada Una corrida de gala. Mención aparte merecen sus obras de teatro. Estas, nunca fueron dramáticas y el abordaje siempre apuntó a la burla y a iluminar lo farsesco de la vida nacional. En 1887 se estrenó en el teatro Olimpo la comedia Ña Codeo; en 1879 se estrenó en función benéfica de la Columna Tipográfica de la Guardia Urbana el Juguete Cómico: Una cosa es con vihuela y otra cosa es con guitarra, episodio del Carnaval de Lima. A estos trabajos le siguieron cuatro juguetes Cómicos más: Ya vienen los chilenos (1886), El cuarto número tantos (1888), Escenas en la campiña (1889) e Ir por lana y salir trasquilado o Cosas del tiempo (1892). Otra dimensión singular de Abelardo Gamarra es su participación constante en la vida pública. Y no se trata de su producción periodística o literaria, sino de la política. Durante la guerra, en 1883, fue representante por Huamachuco –en las filas del cacerismo– al Congreso de Arequipa, donde se opuso a la Paz firmada por Iglesias; en 1886, nuevamente fue representante en una diputación suplente. En 1889, fue separado de su Diputación por integrar la mayoría opositora a la firma del Contrato Grace. Paralelamente, fue parte de La Bohemia Literaria dirigida por Luis Márquez y donde participaron Gonzáles Prada, Germán Leguía y Martínez, Federico Blume y José Santos Chocano. En poco tiempo, esta Bohemia se transformó en el Circulo Literario, siguiendo la idea defendida por Gamarra, de la misión social de la literatura, y, en 1891, se conviertió en el Partido La Unión Nacional, que Gamarra presidió en 1903 y al cual renunció en 1904. En 1911, se desarrollo una intensa polémica entre Don Abelardo y José Gálvez –heredero del tradicionista Ricardo Palma– sobre el criollismo y lo nacional en nuestra literatura56. En 1912, se adhierió a la candidatura de Guillermo Billinghurst y se incorporó al Comité directivo de la Asociación Pro Indígena57. Finalmente, en 1913 fue elegido diputado por Huamachuco hasta 1918. Hemos dejado para la parte final, una de las singularidades más interesantes de El Tunante, y sobre la cual sabemos poco: su aporte como compositor a la naciente música criolla. En 1879 –primer año de la guerra– al popular baile denominado zamacueca, cueca o chilena, y que en el Perú se le llamaba tondero, mozamala o resbalosa, Don Abelardo lo re-bautizó como marinera. El nombre era un homenaje a Miguel Grau Seminario y la Marina peruana. De 1883 proviene la canción Ángel Hermoso, escrita a solicitud de su prima Zoila Gamarra, quien luego le haría una música que sería muy popular. Se le considera el primer vals criollo.
56
Se publica en La Integridad y Balnearios.
57
Junto a Pedro Zulen, Dora Mayer, Felipe Pinglo Alva, Joaquín Capelo, Emilio Sequi, Marco Aurelio Denegri, Rómulo Cúneo Vidal, Daniel Alomía Robles, María Jesús Alvarado, Mercedes Cabello de Carbonera, María Wiesse de Sabogal.
En 1893, Gamarra asistió a un concierto de piano ofrecido por una joven considerada un prodigio de la música: Rosa Mercedes Ayarza. A ella, nuestro personaje, pidió que escribiera las notas de una canción. Meses después El Tunante envió la partitura a Italia para hacerla imprimir y difundirla. Así nació "La Decana", nombre de una marinera que luego, el pueblo, denominaría "La Concheperla". Unos años después, en 1909, fue muerto el bandolero Luis Pardo en Cajacay. Circuló entonces un poema anónimo titulado El Canto de Luis Pardo, que constaba de once estrofas. Con tres de ellas, Abelardo Gamarra y Justo Arredondo crearon el vals que se conoce indistintamente como Luis Pardo o Andarita, considerado el primer vals de protesta. El conjunto de la obra de Abelardo Gamarra se encuentra dispersa en muchos periódicos y marcada por la reflexión de lo nacional desde el mundo criollo provinciano. Se las ingenió para amar al Perú desde la sátira y la burla, quiso construir colectividad apelando a la farsa y buscando desnudar con la risa lo peor que tenemos. Si es un personaje signado por el olvido, esto se ha dado para que sobreviva aquella patria de la adulación y el gusto cortesano que con tanto empeño reproducimos. Don Abelardo Gamarra murió en 1924, en su casa del centro de Lima, en Manuel Morales No. 106. Fue enterrado en el cementerio Presbítero Matías Maestro, 2da. puerta, cuartel San Germán D-32. Su lapida reza: Sólo la honradez y la verdad pueden levantar a este país.