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LA INCORPORACION DEL VALLE DEL CAUCA A LA SOCIEDAD COLONIAL Alonso Valencia Llano Centro de Estudios Regionales –Región Universidad del Valle
En 1536 se realizó la primera incursión europea en el valle del río Cauca por parte de los capitanes españoles Juan de Ampudia y Pedro de Añasco, quienes habían sido comisionados en Quito por Sebastián de Belalcázar para que encontraran el camino que conduciría al encuentro de un indio que, cubierto de oro, se bañaba en una laguna situada en una región lejana llamada “Cundinamarca”. En su viaje exploratorio, los dos capitanes, vencieron la fuerte resistencia de las comunidades indígenas que los enfrentaron en las riberas del río Jamundí, donde se impuso la superioridad militar española. Pero, a pesar de que los invasores lograron saquear el pueblo del Cacique Jamundí donde encontraron un cuantioso botín, se vieron obligados a replegarse a las orillas del río Cauca donde construyeron una fortaleza. Hasta ese momento las relaciones entre españoles e indígenas habían sido de confrontación. Sin embargo, la curiosidad que la construcción española despertó en los indios del otro lado del río –los calocotos y timbas- mostró que el contacto entre españoles e indígenas habría podido ser diferente, pues éstos enviaron mensajeros y obtuvieron de los españoles cuchillos, corales, cuentas de vidrio, y otras baratijas; en reciprocidad los europeos recibieron alimentos, lo que llevó a que los españoles pensaran en establecerse en el territorio, pues los dóciles indios, sus bien cultivadas tierras y la riqueza aurífera de los ríos mostraban que era posible hacer fortuna en estos lugares sin tener que buscar más el escurridizo “Dorado”. Desde este establecimiento militar Ampudia envió al Capitán Francisco Cieza a recorrer los territorios de la margen derecha del río Cauca. En su recorrido Cieza fue constantemente atacado por los habitantes de las estribaciones de la Cordillera Central, quienes lograron herirle algunos hombres hecho que no le impidió llegar hasta el territorio donde sería posteriormente fundada la ciudad de Cartago; su regreso lo realizó por la banda occidental del Cauca, quedando realizada así una primera exploración del Valle Geográfico del Río Cauca. La insalubridad del sitio en que estaba el fuerte llevaron a que Ampudia trasladara el asentamiento español a las partes altas de la Cordillera Occidental, en el curso alto del río Jamundí; allí, en 1536, fundó una villa con el nombre de “Ampudia”, donde después de elegir el Cabildo otorgó solares a los vecinos. Este acto mostró la intención de los europeos de permanecer en el territorio, lo que reactivó la resistencia indígena mediante una serie de ataques de indios de diferentes comunidades comandados por el cacique Petecuy, que estuvieron a punto de derrotar a los invasores, quienes recibieron el oportuno auxilio del capitán Sebastián de Belalcázar recién llegado de Quito con muchos indios yanaconas y nuevos soldados españoles. La llegada de Belalcázar cambió definitivamente el carácter a la conquista, pues la intención de permanecer en los territorios conquistados se hizo más evidente, ya que el recién llegado pretendía liberarse de los lazos que lo ataban al gobierno que en el Perú detentaba Francisco Pizarro. Las primeras medidas que tomó se refieren a una nueva búsqueda de "El Dorado". Para el efecto comisionó al capitán Miguel Muñoz para que realizara una nueva exploración del valle marchando 1
por la banda oriental, mientras que él lo hizo por la occidental llegando hasta las tierras de los indios anserma. Además, ordenó la despoblación de la Villa de Ampudia y el traslado de los vecinos a tierras aún más altas de la cordillera occidental posiblemente a los valles interandinos que forma el río Calima donde, el 25 de Julio de 1536, fundó la ciudad de Santiago de Cali; su intención era encontrar una salida al mar que le diera independencia a los territorios descubiertos y conquistados por sus hombres. Esta población se ubicó en un Valle que llevaba el nombre indígena de Lili y tuvo la característica de realizarse sin las formalidades legales, pues no se eligió cabildo, sino que se nombró un teniente de gobernador que lo fue don Miguel Muñoz, ya que Belalcázar quería conservar en sus manos todo el gobierno, además no estaba consolidado el dominio español lo que exigía una autoridad de tipo militar. Esto hace pensar que estas primeras fundaciones, realizadas en territorios de conquista tenían más carácter de fuertes militares que de ciudades en el sentido colonial del término. Desde esta precaria fundación se inició la conquista de lo que hoy conocemos como Valle del Cauca. Este proceso siguió dos rutas diferentes: una primera que pretendía encontrar una salida al mar fue encomendada a Juan de Ladrilleros y la segunda que debería controlar los territorios que seguían el curso del río Cauca fue delegada en Miguel Muñoz, mientras que Belalcázar marchó al sur donde fundó en 1537 la ciudad de Popayán. La expedición de Ladrilleros se vio interrumpida por los ataques de los grupos indígenas, mientras que Muñoz logró explorar un amplio territorio que cubrió las regiones de Anserma, Cartama, parte de la provincia de Quimbaya y los territorios ocupados por los Gorrones. Pero no obstante su aparente fracaso, Ladrilleros obtuvo informaciones seguras acerca de la posición del océano, que llevaron a que Belalcázar ordenara a Muñoz el traslado de la ciudad de Cali al sitio donde hoy se encuentra. Mientras tanto, en diciembre de 1536, Belalcázar inició el reconocimiento de las fuentes del río Magdalena y emprendió, sin éxito, una nueva exploración en búsqueda de una salida al mar, cumplido lo cual viajó a Quito en septiembre de 1537 dejando a Ampudia como teniente de gobernador y a Pedro de Añasco como alcalde. A su regreso en mayo de 1538, vino acompañado por trescientos soldados y por mil yanaconas que portaban todo lo necesario para el establecimiento de una colonia: asnos, perros, vacas, gallinas, cerdos y semillas. Inmediatamente se dedicó a someter a algunas comunidades que se habían sublevado debido a los abusos cometidos por los vecinos de Cali; ya con el territorio pacificado se dedicó a efectuar el reparto de indios en encomienda y a tasar los tributos que los indígenas deberían pagar a los conquistadores. Para esta época los logros conquistadores de Belalcázar ya eran conocidos por Pizarro en el Perú y por las autoridades españolas quienes ordenaron que todo el territorio conquistado quedaba sometido al Gobierno del Perú. Posteriormente, con un núcleo de conquista asegurado, Belalcázar prosiguiendo en la búsqueda de “El Dorado” partió para los Valles del Magdalena y subió a la sabana de Bogotá, donde se encontró con Nicolás de Federmán y Gonzalo Jiménez de Quesada, en compañía de los cuales viajó a España, donde esperaba lograr que el Rey le otorgara el gobierno de los territorios descubiertos y conquistados por él y sus hombres. La incorporación de Cali a las autoridades del Perú, hacía que el Virrey Francisco Pizarro pudiera nombrar las autoridades ejecutivas que estimara convenientes. Dentro de ésta lógica se inscribe la llegada de Lorenzo de Aldana a los territorios conquistados por Belalcázar, pues Pizarro desconfiaba de la lealtad de su antiguo capitán que se estaba haciendo demasiado fuerte en un territorio muy alejado de su sede de gobierno. La actividad de Aldana se tradujo en impedir que otros soldados se unieran a Belalcázar, en “despoblar” algunas ciudades y pueblos fundadas por Belalcázar en el sur, y en efectuar un nuevo reparto de encomiendas y de tierras. Adicionalmente 2
debería ordenar la conquista de la provincia de Anserma, que había sido autorizada en el documento que fijaba la jurisdicción de Cali, que grosso modo coincide con los límites del actual Departamento del Valle: “[...] desde ella misma, la vía de Anserma, veinte y cinco leguas, y por la parte de la mar hasta la lengua del agua, y por la tierra adentro, hacia Buga, treinta leguas, y hacia Popayán hasta el pueblo de Jamundí, con todos los caciques e indios e tierra, que en este término cae [...] En esos momentos la ciudad de Cali se encontraba saturada de conquistadores, puesto que había llegado el Licenciado Juan de Badillo a la cabeza de una menguada hueste compuesta por destacados capitanes como Giraldo Gil de Estupiñán y el conocido cronista Pedro Cieza de León. Su llegada a la ciudad resultó beneficiosa en tanto que sus hombres pudieron apoyar a los vecinos en el sometimiento de los indios comarcanos que constantemente amenazaban la ciudad y se resistían a labrar las tierras. Las fundaciones de Anserma y Cartago Con la presencia de estos soldados se ofreció la posibilidad de emprender un nuevo proceso de conquista que disminuyera las posibles pretensiones de Belalcázar, como también los hombres necesarios para ello. Aldana encomendó la tarea a Jorge Robledo, uno de los hombres de Belalcázar, quién salió de Cali en 1539 en compañía de cien hombres, seguidos de negros esclavos e indios de la cercana población de Vijes, con los cuales fundó la ciudad de Santa Ana de los Caballeros de Anserma el 15 de agosto. Posteriormente, esta población fue trasladada al valle de Humbra en donde se otorgaron solares a los vecinos y desde donde se iniciaron procesos exploratorios hacia el norte comandados por Ruy Vanegas y Suero de Nava, y hacia el Chocó por Gómez Hernández; allí, debido a la resistencia indígena, se vio la dificultad de conquistar territorios demasiado alejados de las ciudades recién fundadas. En vista de esto, la conquista se dirigió a los territorios de los quimbayas en la otra banda del río Cauca, pues habían obtenido noticias de la riqueza aurífera de la zona. Inicialmente se hizo una exploración de los territorios situados al norte -Picara, Paucura, Carrapa y Pozo-, donde si bien, los primeros grupos indígenas recibieron amistosamente a los invasores, no ocurrió lo mismo con los pozos quienes los atacaron llegando a herir a Robledo. Esto suscitó una terrible venganza que fue calificada por Pedro Cieza de León como "una de las mayores crueldades que se han hecho en estas Indias". Después de esto, Robledo regresó a Carrapa donde recibió noticias de la llegada de un nuevo Gobernador quien le ordenaba que se presentara ante él en Cali, pero antes de iniciar su viaje, y con el fin de asegurar su posición ante el nuevo gobernador, decidió fundar una ciudad en territorio quimbaya, el 9 de agosto de 1540, nombrando cabildo y regimiento de entre los soldados llegados de Cartagena, por lo que se le dio a dicho pueblo el nombre de Cartago. Con la fundación de Anserma, Aldana consideró que los derechos de Pizarro estaban suficientemente resguardados, por lo que decidió regresar al Perú. Justo cuando se había ausentado llegó a Cali un nuevo conquistador, el Licenciado Pascual de Andagoya, quien reclamaba estos territorios como pertenecientes a la Gobernación de San Juan cuya administración se le había encomendado desde 1538 y que cubría el territorio costero comprendido entre el río San Juan, en el Chocó, y la provincia de Atacames en el actual Ecuador. Su llegada a Cali, en 1540, se dio en momentos en que los vecinos enfrentaban otra rebelión de los indígenas yalcones, paeces y timanaes en la cual murieron no pocos conquistadores, entre ellos Añasco y Ampudia. Debido a esto su autoridad fue reconocida por los Cabildos de ambas ciudades, pues sus soldados fueron de gran ayuda, además de que las vituallas que traía ayudaron a solucionar las necesidades inmediatas de los vecinos. Después de someter a los indios, sus 3
primeras medidas fueron hacer venir a Robledo y ordenar que Juan Ladrillero buscara una salida al mar; además, para justificar la ocupación de Cali, ordenó cambiar el nombre de la ciudad por el de Lili dado que el valle de este nombre caía dentro de las coordenadas geográficas de su Gobernación. Esta vez la expedición de Ladrilleros tuvo buen éxito, puesto que siguiendo la ruta de Andagoya encontró una bahía donde estableció el puerto de San Buenaventura, que habría de convertirse en el Puerto de entrada de mercancías a las poblaciones de Popayán. Mientras tanto Robledo llegó a Cali donde reconoció la autoridad del nuevo Gobernador, quien a su vez lo nombró Capitán general y le dio los títulos de teniente Gobernador de San Juan y Cartago, asignándole ochenta hombres y un grueso número de indígenas de la población de Vijes, con los cuales le ordenó regresar a las provincias del norte en Octubre de 1540, para que cambiara el nombre de Santa Ana por el de San Juan, y para que Cartago fuera nuevamente poblada en su nombre, hecho que el capitán realizó el 10 de enero de 1541, luego de someter los indios de Anserma que se habían rebelado. La Gobernación de Popayán Cuando regresó Belalcázar de España en 1541, ya con título de Gobernador de Popayán, se enteró en Panamá que Andagoya se había preparado para oponerse a su ingreso en la Gobernación. Su regreso lo efectuó por Panamá y de allí viajó a Buenaventura donde el Capitán Ladrillero se opuso a su desembarco pretextando haber recibido órdenes de Andagoya; no obstante, mostró al Gobernador la ruta que le permitiría llegar a Cali. Andagoya estaba militarmente preparado para recibir a Belalcázar, pues no quería ceder en su empeño por apropiarse de unos territorios que no había conquistado. El nuevo gobernador, por su parte, no estaba dispuesto a renunciar a los derechos que la Corona le había cedido por sus méritos militares. La guerra fue evitada gracias a la intervención de los monjes de La Merced y al hecho de que muchos de los soldados de Andagoya lo abandonaron para volver a militar bajo toldas de su antiguo jefe; así los Cabildos de Cali y Popayán reconocieron la autoridad de Belalcázar y, en consecuencia, Andagoya fue apresado y enviado a Popayán, donde fue liberado por el visitador Cristóbal Vaca de Castro quien pasaba por Popayán en viaje a Lima. Andagoya viajó a Buenaventura, única población con que contaba su gobernación de San Juan y desde donde podría ventilar su disputa con Belalcázar en la corte; sin embargo, la suerte no lo acompañó pues durante su estadía en Cali el puerto había sido destruido por los indígenas quienes habían dado muerte a su familia. Debido a estos hechos la Gobernación de San Juan desapareció. Belalcázar había llegado investido de plenos poderes ya que los territorios conquistados por sus hombres fueron separados de la jurisdicción peruana y conformaron gobierno independiente con el nombre de Gobernación de Popayán, que incluía las ciudades de Popayán, Cali y Anserma, según la real cédula firmada en Madrid el 10 de marzo de 1540. Sus primeras disposiciones fueron devolver a Cali su antiguo nombre, ordenar que siete vecinos residieran en el puerto de Buenaventura para que no se despoblara y hacer venir a Robledo por quién sentía gran desconfianza dado que primero había apoyado a Aldana en sus intentos por realizar conquistas y fundaciones a nombre de Pizarro, y luego había hecho lo mismo a nombre de Andagoya; a pesar de todo le autorizó que continuara con la conquista del norte nuevamente en su nombre. Robledo, aprovechando una temporal ausencia de Belalcázar decidió viajar a España con el fin de obtener mercedes del Rey que le permitieran ejercer un gobierno independiente. Ante esto, y para evitar posibles divisiones territoriales y asegurar la lealtad de las ciudades del norte, el Gobernador envió a Miguel Muñoz para que realizara cambios en el reparto de encomiendas. En 4
efecto, éste con el fin de modificar la correlación de fuerzas en una ciudad que le era abiertamente hostil, empezó a asignar encomiendas en Cartago a amigos suyos lo que implicó despojar a encomenderos leales a Robledo; además en 1543 fundó la ciudad de Arma, lo que significó para Cartago la pérdida de las ricas provincias del norte. En 1546, cuando Robledo regresó de España desencadenó una serie de acciones contra Belalcázar que llevaron a que éste lo apresara, lo juzgara y ejecutara el 2 de octubre del mismo año. Esto motivó la llegada a Cali del oidor don Francisco Briceño, en 1550, quien se encargó de efectuar la "residencia" a Belalcázar, declarándolo suspenso en su empleo de gobernador y apresándolo. El depuesto gobernador apeló la sentencia y fue liberado bajo fianza para que viajara a España a defender su causa en la Corte. Rumbo a España murió en Cartagena el 30 de abril de 1551. LOS INICIOS DEL DESARROLLO ECONÓMICO COLONIAL Aunque la conquista no había finalizado en otras partes de la Gobernación de Popayán, el Valle del Cauca entró en lo que podríamos llamar “vida colonial”, gracias a las recompensas que recibieron los conquistadores por haber incorporado estos territorios al imperio español, pues además del botín representado en las joyas de los indios, los vecinos de las ciudades del Valle recibieron tierras para ser cultivadas e indios en encomienda para que las trabajaran. En el caso de Cali, las tierras se otorgaron desde 1536 pero no fueron trabajadas debido a que los españoles, inmersos en el proceso de conquista, vivían a expensas de los indios que se les habían encomendado para que los adoctrinaran en la fe católica y se sirvieran de ellos; esto hizo que poseer indios fuera una de las más importantes ambiciones de los europeos. Las encomiendas estaban ubicadas en la margen izquierda del río Cauca, en la Cordillera Occidental donde se encontraban los pueblos indígenas que habían logrado sobrevivir al proceso de conquista: Yanaconas, Yumbo, Vijes, Imbanacos, Piles, Chamuyes, Lilíes, Jamundíes, Gorrones, Roldanillo y El Pescado, que conservaban unos pocos indios dedicados en su mayoría al oficio de tamemes o cargueros. A pesar de estar en la cordillera, estos indios estaban localizados en dos subregiones conocidas como la provincia de la montaña" y la de "el valle". La primera se refería a las cabeceras de los ríos Anchicayá y Alto Pepito, cuyos indios, fuertes y dóciles, pagaban el tributo en servicios de cargueros, y la segunda, -el valle- no era el valle del Cauca, sino el valle de Lile, llamado también el valle de la montaña, que era el del río Bitaco. Los españoles siempre se quejaron del bajo rendimiento de los indios encomendados, hecho atribuido a su bajo número, por lo que constantemente amenazaban con despoblar la ciudad para buscar fortuna en otros sitios. Esta situación fue manejada por los gobernantes permitiendo la iniciación de nuevos procesos de conquista que facilitaran la incorporación de nuevos indios a las encomiendas. Por esto podemos decir que, prácticamente todo el proceso de conquista del suroccidente colombiano se hizo desde Cali. Así, en 1552 el Gobernador Francisco Briceño envió a los capitanes Vasco de Guzmán y Alonso de Fuenmayor a conquistar la región del Guachiconu; Fernández del Busto envió a Giraldo Gil de Estupiñán a conquistar los indios de la provincia de Buga y a Sebastián Quintero a la conquista de los Yalcones en la lejana región de La Plata. Más tarde, en 1557, el mismo Fuenmayor fue enviado por el Gobernador Alvaro de Mendoza Carvajal a realizar una nueva conquista de los rebeldes indios de Buga. Gracias a la iniciación de estas empresas de conquista, hacia los años cincuenta, Cali se había convertido en la más importante ciudad de la Gobernación de Popayán, era la residencia habitual de los gobernadores y el sitio donde se había establecido la casa de fundición. Desde luego, en esto influía también el acceso al puerto de Buenaventura, ya que por él entraban las mercancías 5
necesarias para el sostenimiento de la Gobernación, brindándole a la ciudad la posibilidad de convertirse en un centro comercial de primer orden. El puerto, además, permitió intensificar la explotación de las encomiendas al ser utilizados los indios, en forma masiva, como cargueros en el tráfico de mercancías. Desde este punto de vista podemos decir que fue Buenaventura el factor de desarrollo que le permitió a Cali adquirir verdadera importancia. Desde luego, el auge económico se debió a la utilización de los indios como fuerza laboral, pues los 3.344 indios que se contaron en 1552 pagaban tributos en servicios personales en minas, estancias y viviendas de los encomenderos, en especies animales y vegetales y como cargueros; sin embargo, debido al auge comercial que vivía la ciudad fue esta última forma de tributación la que predominó. Los indios cargueros se utilizaron desde los inicios del descubrimiento pues la ausencia de caminos no permitía la utilización de animales de carga. En el caso de Buenaventura la situación era mucho más dramática, pues los profundos cañones y elevados riscos no facilitaban la introducción de mercancías, por lo que la necesidad de recurrir a los “tamemes” se hizo imperativa. Desde luego, se trataba de un trabajo de increíble dureza en la que perdieron la vida miles de indios. Ante esto, el obispo don Juan del Valle, se vio obligado a reglamentar el servicio ordenando que cada montañés podía ser cargado con mercancías que no pesaran más de dos arrobas, en un viaje que se calculaba en 21 días. Aunque la medida tomada por el obispo mitigó algo la situación de los cargueros, lo cierto es que en este trabajo se encuentra la explicación al escandaloso descenso demográfico que sufrieron los indios encomendados en la jurisdicción de Cali, tal y como lo reconocieron funcionarios reales y sacerdotes quienes en 1559 contaron solo 2.481 indios, los que en 1582 se habían reducido a 600. Como es de suponer, la crisis demográfica indígena implicó la baja rentabilidad de las encomiendas vinculadas a la tributación en especie, lo que exigió que los encomenderos reemplazaran a los indígenas como abastecedores de alimentos tomando el control del proceso productivo. Para ello trasladaron parte de sus encomendados a sus mercedes de tierras, donde fueron utilizados como mano de obra en las faenas agropecuarias. La fundación de Buga Para la segunda mitad del Siglo XVI, el valle del río Cauca se encontraba dominado por los españoles sólo en sus extremos norte y suroeste, con las ciudades de Cartago y Cali respectivamente, aunque la primera ciudad no se encontraba en el sitio actual, sino donde hoy encuentra la ciudad de Pereira. Las estribaciones de la Cordillera Central estaban ocupadas por los pijaos, putimaes, chinches, capacaríes, augíes, anaponimas y los bugas, conocidos con los nombres genéricos de bugas y pijaos, cuya presencia impedía la colonización, y la ocupación de ricas tierras aptas para la ganadería y dificultaba la comunicación con Cartago, Anserma, Arma y Santafé de Antioquia, ciudades situadas al norte de la Gobernación. Los intentos por conquistar la zona se hicieron desde comienzos del siglo XVI, por parte de vecinos de Cali y Cartago. Un fallido intento fue hecho desde Cartago por Giraldo Gil Estupiñán; posteriormente Rodrigo Díez de Fuenmayor, como teniente del Gobernador Luis de Guzmán, fundó la ciudad de Buga por los años de 1559-60, en la parte alta de la cordillera, la que fue trasladada al sitio donde hoy se encuentra el 30 se septiembre de 1569 por autorización del Gobernador don Alvaro de Mendoza. Con la fundación de la ciudad se logró el control de un gran territorio que se extendía hacia el norte hasta la región de la Paila y por el sur hasta el Llanogrande, hoy municipio de Palmira. Esto llevó a que los indígenas se desplazaran hacia las partes altas de la cordillera continuando como un problema sin resolver. 6
La fundación de la ciudad permitió que se otorgaran encomiendas a los vecinos que habían participado en la conquista del territorio, quienes no vincularon sus pocos indios a un régimen de tributación en especie sino que los adscribieron a las mercedes de tierras que habían recibido, iniciando el proceso de producción agropecuaria que caracteriza a la ciudad hasta hoy. Los abanderados de esta actividad fueron don Gregorio de Astigarreta con la encomienda de Augí; Lázaro Cobo, con las de Chinche y Capacarí, Andrés Cobo con la de Anaponima, Luis Velásquez Rengifo con la de Sabaletas, don Felipe de Camargo con la de Sonso, y Juan López de Ayala con la de Guacarí. No sobra mencionar que este proceso, bajar los indios de la cordillera y situarlos en las tierras de los encomenderos, es el origen de muchas de las actuales poblaciones del Valle y que a él coadyuvó el hecho de que los indios pijaos y putimaes mantuvieron una guerra permanente contra los españoles y los indios sometidos, que llevó a que estos últimos sólo tuviesen seguridad habitando las estancias de los españoles. El proceso de conquista y la larga resistencia indígena llevaron a que la población encomendada de la ciudad se redujera numéricamente, pues en el momento de la conquista (155960) existían unos 30.000 indios, que para 1582 fueron calculados en 3.000,y en 1583 en 1.200. Las Estancias: los inicios del desarrollo agropecuario del Valle del Cauca La forma de explotar rentablemente las encomiendas y, desde luego, las mercedes de tierras, era utilizando a los indígenas como mano de obra. Esto dio inicio a empresas agropecuarias que fueron conocidas como “estancias”, unidades productivas surgidas de la explotación de las mercedes de tierras que se orientaron en un principio a la producción de carnes para satisfacer las necesidades de los españoles y más tarde se especializaron en la producción mixta de granos, mieles y ganados. La estancia significó una gran revolución productiva, pues con ella se superaron las técnicas productivas indígenas, se introdujeron nuevos renglones de producción animal, se aclimataron cultivos vegetales europeos y se revolucionó la técnica al incorporar el hierro y la tracción animal al cultivo de los campos. Pero lo que es más significativo desde el punto de vista social: los indios perdieron el control de los procesos productivos, que empezaron a ser controlados por los españoles poseedores de los nuevos saberes. Inicialmente las estancias vallecaucanas se dedicaron a la ganadería cimarrona, para lo cual aprovecharon la enorme disponibilidad de tierras y la existencia de abundantes gramíneas nativas. El área de terreno dedicado a los cultivos era considerablemente pequeña pero éstos fueron de importancia transformadora de los hábitos cotidianos, pues al plátano, el maíz y la papa principales alimentos de los indígenas precolombinos- se añadieron algunas especies vegetales introducidos por los españoles, tales como el trigo, el arroz, la caña de azúcar y la carne de los ganados. Las especies de mayor impacto en la consolidación de una economía vallecaucana fueron la caña de azúcar y los ganados, a los cuales habría que agregar los equipos necesarios para el manejo, ya que su explotación habría de producir grandes transformaciones en el paisaje que se vería cubierto de cultivos de pastos y de grandes suertes de caña que rodeaban algún núcleo poblado. Estas unidades productivas se caracterizaron por la explotación rústica de grandes manadas de ganado cimarrón, de algunos yegüerizos dedicados principalmente a la obtención de mulas, de piaras de cerdos semisalvajes y en algunos contados sitios -Yumbo, Vijes- se intentó la explotación de caprinos que aprovechaban la abundante existencia de gramíneas nativas. En cuanto a especies vegetales las estancias se dedicaron principalmente a la explotación de la caña de azúcar para la 7
obtención de mieles y la destilación de aguardiente, cultivo que se combinó con el maíz que era consumido tanto por animales como por humanos ante las dificultades por producir trigo en estas ardientes tierras. El surgimiento de las estancias permitió que los estancieros del Valle del Cauca pudieran establecer intercambios comerciales importantes, pues mieles y carne salada eran llevados a la frontera del Pacífico, a los distritos mineros de Cartago y Anserma y a Panamá, mientras que ganado en vivo, para el consumo y pié de cría era llevado a Ibarra, Quito, Antioquia y los valles de Neiva. La zona minera era igualmente un excelente mercado para los equinos, principalmente los mulares, que eran utilizados para el transporte de mercancías por los incipientes caminos de las vertientes andinas. La producción minera Desde los inicios de la sociedad colonial, en las cordilleras que flanquean el Valle se produjo una gran demanda estimulada por la producción de oro; debido a esto en los distritos mineros de la Gobernación –Anserma y Cartago- los vecinos dedicaron sus indios al trabajo en las minas y en los placeres auríferos de los ríos y demandaron de Cali y Buga los artículos necesarios para el consumo diario, por lo que en la época era común ver el río Cauca navegado por balsas llenas de plátanos, bultos de maíz, carne cecina y botijas de miel. Gracias a esto en los territorios del Valle del Cauca se presentó desde el siglo XVI una tendencia a la especialización económica; se trata del establecimiento de fronteras -agrarias o mineras- que se fueron ampliando sucesivamente, pues las minas de Anserma se convirtieron junto con las de Cartago en las más importantes productoras de oro de la Gobernación de Popayán, mientras que otros vecinos de la Gobernación se dedicaron a la búsqueda de nuevas minas en territorio chocoano. La ampliación de la frontera minera unida a la resistencia indígena y a la crisis demográfica que sufrieron los indios hicieron necesaria la incorporación de nueva mano de obra, representada esta vez en los esclavos negros. La presencia de negros esclavos se dio desde el momento mismo de la conquista, puesto que un número pequeño de ellos acompañó a los conquistadores. Por otra parte, cuando Belalcázar recibió el título de Gobernador de Popayán pudo entrar cien negros esclavos libres de derechos. La necesidad de introducir este tipo de mano de obra se hizo más patente a raíz de las prohibiciones acerca del trabajo de los indígenas en las minas. Según los datos que se tienen en los años anteriores a 1568 habían entrado procedentes del Perú más de 400 negros, y durante la primera mitad de este año entraron 200, población que trajo muchos problemas pues muchos de ellos se amotinaron y huyeron, por lo que se prohibió la introducción de esclavos criollos, lo que unido a un proceso de acumulación de capitales permitió la importación de población africana que fue enviada a las minas donde se fue convirtiendo en el grupo demográficamente dominante.
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LOS INDIGENAS VALLECAUCANOS: LA LUCHA POR LA LIBERTAD
Alonso Valencia Llano Centro de Estudios Regionales –Región Universidad del Valle Los inicios de la sociedad colonial en el Valle del Cauca llevaron a que las comunidades indígenas no sometidas iniciaran una larga guerra tendiente a lograr la expulsión de los europeos. Esta lucha coincidió con movimientos de resistencia por parte de indígenas sometidos a las encomiendas quienes no desaprovecharon las oportunidades que se les presentaban para atacar a sus encomenderos e huir a las cordilleras. Los que primero se rebelaron fueron los indios encomendados en la extensa jurisdicción de la ciudad de Cali, en especial timbas y paeces, quienes desde 1539 se venían negando a cultivar los campos con la esperanza de que el hambre hiciera retirar a los españoles. En 1541 esta situación se hizo más crítica, puesto que el puerto de Buenaventura fue destruido, cuando los indios se negaron a tolerar los maltratos cometidos por Payo Romero. Allí los indios mataron veinticinco españoles y se robaron las mujeres blancas. Apenas finalizaron estos hechos, los timbas incrementaron sus ataques, logrando éxitos militares importantes en 1544 cuando mataron a un capitán y veintidós soldados, lo que obligó a la organización de una hueste compuesta de ciento veinte hombres apoyados por un número grande de indios yanaconas que logró someterlos mediante una campaña de tierra arrasada. Campaña similar que se dio contra los paeces, quienes fueron expulsados después de cuatro meses hacia las tierras del alto Magdalena. Las rebeliones también se presentaron en Cartago y Anserma a partir de 1542, cuando los encomendados se opusieron a Miguel Muñoz, quien abusaba de las indias y aperreaba a los indios que se negaban a revelar el sitio de las sepulturas indígenas o a prestar servicios personales. Esta vez los indios mataron españoles, negros esclavos e indios yanaconas que prestaban oficios de capataces en las encomiendas, estancias y minas y eran identificados como los responsables directos de los maltratos. Los quimbayas fueron sistemáticos en sus ataques, pues eliminaron a las mujeres indígenas que servían a los españoles en la recolección de los tributos y como informantes y realizaron “juntas de guerra” que buscaban la unidad mediante planes de ataques coordinados. A pesar de su importancia la rebelión fue sometida, lo que no impidió una nueva revuelta en 1557, cuando los quimbayas veían disminuir su población a causa de las formas de explotación introducidas por los españoles, especialmente el servicio de tamemes, pues la fragosidad de los caminos, en particular el del Quindío -única vía de comunicación de Nuevo Reino de Granada-, llevó a que sólo a "lomo de indio" se pudieran transportar las mercancías. La rebelión tuvo visos dramáticos, pues en las “juntas de guerra” los panches presionaban a los quimbayas mediante amenazas como "que los que no les ayudaran que todos los van a comer", ante lo cual éstos respondieron que "se alzarían y que todos morirían o matarían a los cristianos", lo que era reiterado con la afirmación: "muramos todos, que mejor es que no cargar petacas y dar muchachos para la doctrina, ni indios para la mina, ni indias para servir a los cristianos". A pesar de algunas victorias, la rebelión de los quimbayas fracasó; muchos indios lograron huir de las encomiendas y se refugiaron en el Chocó y en las montañas del Quindío donde se desarrollaba un importante proceso de resistencia frente a la conquista española 9
La fundación de Nuestra Señora de la Consolación de Toro En 1568 los indios atacaron a Cali y en 1572 los chancos asaltaron estancias en el Valle del Cauca logrando interrumpir las comunicaciones entre Cali y Cartago; esto obligó a que don Melchor Velásquez fundara la ciudad de Nuestra Señora de la Consolación de Toro el 3 de junio de 1573, consiguiendo un incipiente control sobre los grupos indígenas circunvecinos; a esta ciudad se unió la fundación de la población de Buhío Redondo el mismo año, pero ellas no impidieron que los ataques indígenas continuaran, pues en 1574, la sublevación de los indios de la zona mostró que los indígenas no estaban sometidos a los encomenderos de la ciudad, lo que exigió el establecimiento de una nueva población que garantizara el sometimiento de los rebeldes. De acuerdo con esto, y después de una campaña de dos años, el capitán Francisco Redondo fundó en 1576 la ciudad de Cáceres, cuyos vecinos debieron resistir fuertes ataques indígenas que se repitieron hasta 1598 cuando una confederación de chancos y noanamaes atacó la ciudad obligando a que fueran enviados refuerzos desde Cali para su defensa. En esos mismos momentos, la situación en Cali se complicaba pues, en 1577, los indios chilomas atacaron las encomiendas de indios montañeses, quienes aprovecharon la situación para negarse a prestar el servicio de cargueros, en una actitud pacífica de rechazo al régimen de encomiendas. Los chilomas generalmente actuaban en coalición con los chancos y los coponomaes, con quienes atacaban el puerto y algunos establecimientos mineros. Sus ataques se concentraban principalmente sobre los encomendados, en un intento por quebrar las bases de sustentación económica de la sociedad colonial. Esto obligó al desplazamiento de algunos soldados que los mantuvieron relativamente controlados, permitiendo la continuidad del comercio hasta finales del siglo cuando Buenaventura volvió a ser atacada por una coalición de chilomas, chancos y noanamaes quienes quemaron el poblado, que fue reconstruido a finales de 1601. Ante las dificultades por someter a los indios del Chocó, las autoridades coloniales crearon la Gobernación del Chocó, a la cual don Melchor de Salazar le incorporó en 1592 la ciudad de Toro debido a la dificultad para defenderla desde Popayán. Pero la ineficacia para garantizar la seguridad de su capital, hizo que los vecinos pidieran la reincorporación a la Gobernación de Popayán, solicitud que obligó al gobierno chocoano a iniciar campañas que produjeron el sometimiento de los yngaraes y totumas, quienes fueron repartidos en encomiendas. No ocurrió lo mismo con los noanamaes y chocoes quienes siguieron atacando las encomiendas de los yngaraes en acciones punitivas sobre los indígenas amigos de los conquistadores, lo que llevó a que los encomendados pidieran auxilio a las autoridades, el que les fue negado. Ante esto, los vecinos de Toro insistieron en el reintegro de todo el territorio chocoano a la Gobernación de Popayán, lo que fue aceptado por al Audiencia de Santa Fe en 1594, aboliendo la recién creada Gobernación del Chocó, cuyos territorios sólo fueron conquistados a mediados del Siglo XVII. La guerra de los Pijaos Los ataques de las comunidades indígenas se limitaron a ciudades y pueblos aislados. Pero los indios pijaos en la Cordillera Central, por el contrario, atacaron centros urbanos como Buga y Cartago e impidieron la comunicación con el Nuevo Reino. En realidad los pijaos no actuaron solos, sino en coalición con otros grupos tales como bugas, putimaes, paeces, toribíos y yalcones, que estaban organizados en dos zonas de guerra: las estribaciones de la cordillera, frente a Cartago y Buga, eran dominadas por los pijaos, bugas y putimaes, quienes incursionaban sobre esas 10
ciudades, mientras que la zona sur –en el actual departamento del Cauca-, era controlada por los paeces y yalcones. Aunque los pijaos tuvieron fama de ser feroces y caníbales, las primeras incursiones que contra ellos realizó Francisco de Trejo mostraron unos indios pacíficos que debieron oponerse a la violencia de los españoles, quienes los atacaron sucesivamente a lo largo del Siglo XVI con el fin de esclavizarlos y someterlos al régimen de encomiendas. Fue esto lo que los convirtió en la confederación indígena más beligerante de cuantas habitaron las cordilleras que flanquean el valle del río Cauca, lo que obligó a la fundación de la ciudad de Jerez de la Frontera, que fue atacada y destruirla por los pijaos en 1557; estos ataques no cesaron con la posterior fundación de la ciudad de Buga, pues en 1587, los putimaes la cercaron militarmente lo que puso en serio peligro la vida de los vecinos y de los encomendados. Pero los más fuertes levantamientos de los Pijaos se dieron en 1598 cuando unidos a los chancos y noanamáes obligaron a que los vecinos de las ciudades de Cali, Buga, Cartago, Toro, Timaná y Caloto, aunaran esfuerzos para enfrentarlos. La situación era sumamente peligrosa para ciudades como Buga, donde muchos vecinos emigraron a Cali para proteger sus vidas, o para Anserma y Cartago, que estaban prácticamente rodeadas por tribus enemigas, quienes las atacaron en 1601. Para someter a estos indios fue enviado un capitán de apellido Pereira, apodado "el valeroso", quien fue muerto junto con todos sus hombres, quedando las ciudades bastante destruidas y su vecindario aminorado, obligando a que el gobierno de Popayán estableciera con las tenencias de Cartago, Anserma, Arma y Toro una sola jurisdicción que se conoció como la Tenencia de "las cuatro ciudades". Estos ataques fueron los que justificaron que Cartago y Anserma fueran trasladadas de los territorios del antiguo Departamento de Caldas a tierras del Valle del Cauca, a finales del Siglo XVII. La situación en otros lugares de la Gobernación no era menos angustiosa, pues en Buga, los putimaes incrementaron sus ataques en 1603 cuando atacaron la estancia y encomienda de Felipe de Camargo en el sitio de Sonso, de donde se llevaron 64 cristianos, quemaron las casas y la iglesia, saquearon el poblado y mataron un encomendero. Todo esto llevó a que las autoridades coloniales enfrentaran de una manera radical el sometimiento de estos indios, labor que desarrollaron don Diego de Bocanegra y don Juan de Borja quienes en 1605 realizaron una campaña de tierra arrasada que llevó a que los pijaos fueran controlados. Esta guerra trajo consecuencias nefastas para la población aborigen, pues a pesar de la muerte de bastantes españoles, quienes más sufrieron sus ataques fueron los indios encomendados y los yanaconas, lo que se convierte en uno de los factores explicativos del escandaloso descenso de la población indígena. Esta guerra fue también el principal factor de la crisis económica que vivió la región a partir de la segunda mitad del siglo XVI LOS PUEBLOS DE INDIOS EN EL VALLE DEL CAUCA Otra de las consecuencias del desarrollo económico controlado por los españoles fueron las transformaciones que se dieron en los patrones de poblamiento prehispánicos, pues la creación de las estancias permitió el surgimiento de una serie de pueblos ocupados por indios encomendados y por mestizos. Los pueblos de indios de la jurisdicción de Cali La poca población indígena que sobrevivió a la implantación de la sociedad colonial, estuvo asentada en banda izquierda del río Cauca, en los valles interandinos y el piedemonte de la 11
Cordillera Occidental. Allí, durante el siglo XVII se dio la reubicación de la población encomendada que llevó a la consolidación de algunos de los pueblos en los cuales durante el siglo anterior los encomenderos habían "poblado" sus indios. Se trata de los ubicados en la ruta que comunicaba a Cali con el norte de la gobernación: Yumbo, en donde Belalcázar había situado los indios que había traído desde Quito. Más hacia el norte se encontraban Mulaló, Vijes y Yotoco, que albergaron población prehispánica nucleada. En la ruta existían otros pueblos: Riofrío, Pescador -o pueblo del Pescado- y Roldanillo. Podría afirmarse que la mayoría de la población pertenecía a los indios conocidos como Chancos y Gorrones; el primero, un pueblo guerrero que mantuvo una fuerte resistencia a los españoles y el segundo un pueblo de pescadores que desarrolló un importante comercio prehispánico. En el caso de los de Cali podemos decir que no todos son oriundos de la zona, puesto que los yanaconas que ayudaron a los conquistadores habían sido traídos desde Quito. A estos se les señaló un terreno donde hoy quedan los barrios El Pueblo y Santander. Posteriormente fueron trasladados a la Cordillera Occidental, donde se estableció el Resguardo de San Diego de Yanaconas. Se trataba de las montañas de Petendé, que limitaban con las tierras de la Chanca donde vivía una familia indígena trasladada desde Roldanillo y con tierras del Cabuyal, también ocupada por indios de muy diversa procedencia étnica, ya que en 1658 era dirigida por Supía, el "indio gobernador de los anaconas, criollos y forasteros de Cali". A otro grupo indígena, los conocidos como bayas, se les ubicó en las tierras que hoy ocupa el barrio de San Nicolás, conocido durante la época colonial como El Bayano, donde permanecieron hasta que sus habitaciones fueron incorporadas por la ciudad. En 1656 el Gobernador de Popayán, don Luis de Valenzuela Fajardo, realizó una visita a Cali en la que encontró algunos indios e indias ociosos y vagabundos y 132 indios en los pueblos de Yumbo, La Bolsa, montañeses, ambichintes, timbas, paripasos y Chancos en la Loma de las Piedras. En el Siglo XVIII estos indios prácticamente desaparecieron de los registros, pero es posible que a ellos se refiera un pleito presentado en 1764 cuando se sacaron a remate las tierras de Lile que habían sido denunciadas como realengas por don Manuel de la Puente, "por haber desaparecido los indios que las poblaban". Otros indios de la jurisdicción de Cali fueron los indios de Roldanillo que no sufrieron el mismo proceso que los mencionados antes, porque la mayoría de ellos estuvieron sujetos a la Corona Real y no a los encomenderos. Son realmente pocas las referencias que se tienen acerca de este pueblo, pero se sabe que en 1641 en él estaban reunidos los indios de los pueblos de Roldanillo y Riofrío, aunque muchos estaban ausentes sin que se tuviera noticia de ellos. En 1732 se agregaron nuevos indios al pueblo, cuando don Felipe de Uzuriaga dio posesión a unos indios Chocóes de la Loma de las Piedras a lo que se opuso el Pbro. don Diego de Elorza diciendo que las tierras eran suyas, por lo que fueron desalojados, lo que obligó a que en 1735 don Jacinto de Jirones, protector de naturales, interviniera protestando por el desalojo de que habían sido objeto los indios. En Roldanillo se encontraban también los indios del Pueblo del Pescado, cuyo corregidor, José Ramírez Coy, recibió una Real Provisión de la Audiencia de Quito en 1739, en la cual se daba amparo en sus tierras y se les protegía de españoles y mestizos de Cali que cometían abusos contra ellos, quitándoles sus hijas para que sirvieran en casas de familia. Como es visible por todos los casos citados, en los pueblos de indios de la jurisdicción de Cali, se presentó una crisis demográfica tan intensa que en la visita de 1797 realizada por Pedro Antonio Nieto a la jurisdicción de Cali registró: “Esta ciudad tiene en su inmediación un pueblo de indios nombrado Anaconas, y en alguna distancia los de Yumbo. Roldanillo, este solo es de libres con algunos pocos indios y su cura lo es del pueblo de Cajamarca, situado en jurisdicción de Toro.” 12
Los pueblos de indios de la jurisdicción de Buga A pesar de la crisis demográfica, las encomiendas de Buga dieron origen a pueblos de indios que hoy constituyen importantes ciudades del Valle del Cauca. Entre las más sobresalientes tenemos a Tuluá, Guacarí, El Cerrito y Amaime, que durante el Siglo XVIII constituyeron las zonas indígenas de la ciudad de Buga y que se encontraba dividida en dos pueblos principales: San Bartolomé de Tuluá en el norte y San Juan Bautista de Guacarí en el sur. Los indios del pueblo de San Bartolomé de Tuluá no eran muy numerosos como lo prueba el hecho de que en 1619 Cristóbal García de Bocanegra, tenía allí una encomienda con 7 indios llamados Mamas, quizás porque ese era el apellido de su cacique Francisco Mama. La creación de Tuluá como pueblo de indios sólo se dio a partir de 1637 cuando don Juan de Lemos y Aguirre intentó abrir un camino por Barragán que comunicara con los valles del Saldaña y del Tolima. La primera población fue levantada en el sitio de Palomestizo donde los indios poseían "cuatro o seis cuadras de tierra indivisible.” En 1680 fue trasladada al sitio donde hoy se encuentra la ciudad de Tuluá, donde se construyó una capilla doctrinera. No son muchos los datos que existen sobre su población indígena, pues aparte de los pocos datos que se citaron antes y que se refieren a la existencia de una encomienda otorgada a uno de los descendientes de don Diego de Bocanegra, el famoso conquistador de los pijaos, sólo se sabe que la población indígena fue aumentada con indígenas traídos de Supía en la lejana ciudad de Anserma, que llegaron a trabajar en la construcción del camino proyectado por Lemos. Este traslado de indios no cesó con la quiebra de Lemos, pues en 1719 el Cura Doctrinero Lucas de Pereáñez y Romero manifestó: "que todos los más indios de este curato son forasteros y agregados a él ...". Allí se encontraban también algunos indios de Quinchía pertenecientes a la Corona, lo que hizo que se conservaran por más tiempo y que pudieran lograr con éxito la defensa de sus tierras contra don Francisco Becerra quien pretendió venderlas en 1762. Esto se debía a que Tuluá se estaba convirtiendo aceleradamente en un importante pueblo de mestizos y blancos, que empezaron a controlar una de las más importantes zonas de producción agraria de la ciudad de Buga. El desbalance poblacional que se estaba dando entre blancos y mestizos frente a los indios llevó a que en 1759, los hacendados pretendieran convertir a San Bartolomé de Tuluá en una villa; de esta manera perdería su categoría de pueblo de indios logrando los vecinos algunas prebendas políticas al independizarse de la ciudad de Buga. La solicitud implicó una ruptura con el pasado y el presente indígena del pueblo; esto se hizo más evidente cuando solicitaron que la pretendida villa mudara el nombre indígena de San Bartolomé de Tuluá por el español de Aranjuez. Sin embargo, fue su presente indígena el mejor argumento para que el Virrey José Solís, no aprobara la solicitud teniendo en cuenta que todavía existían indios en la zona y que los terratenientes sólo buscaban apoderarse de sus tierras. A pesar de que la decisión del Virrey no satisfizo las aspiraciones de los tulueños, lograron algunos avances administrativos al conseguir que les fuera nombrado un alcalde pedáneo. Como ocurre para otros pueblos del Valle, la información para Tuluá confirma la crisis demográfica, pues en 1786 sólo se encontraron en el pueblo 65 indios frente a una población total de 5.729 habitantes de los cuales 2.989 eran mestizos libres. En lo que se refiere al Pueblo de Indios de San Juan Bautista de Guacarí podemos decir que Juan López de Ayala su encomendero construyó -hacia 1570- la primera iglesia que tuvo a San Juan Bautista como patrono. La encomienda se mantuvo por muchos años, puesto que en 1598 el encomendero donó a los caciques Diego Guacarí, Domingo Sonso y Luis Igiari las tierras 13
comprendidas entre el río Guabas y la quebrada de Paporrinas. Al año siguiente Francisco de Ayala, cacique principal vendió estas tierras a Jacinto de Silva. El poblamiento de estos indios se dio en una zona bastante extensa que comenzaba al sur del río Guadalajara y avanzaba hasta la región del Llanogrande (hoy Palmira). La queja, principalmente de los sacerdotes, era que los indios vivían dispersos por los montes sin recibir el pasto espiritual ni organizarse en pueblos a la manera de los españoles. Sin embargo, en 1767 en un informe el cura de Guacarí decía: “... los anexos y las parroquias que hay en el distrito, cada una de ellas en su respectiva hacienda son las siguientes: La de San Roque de Sonso, la de San Lorenzo de las Guabas, la de San Rafael de Paporrinas, la de San Pedro de Paporrinas, la de San Juan de Sabaletas, la de la Santísima Trinidad del Cerrito y la de San Agustín del Cerrito”. La precariedad de la población indígena es confirmada por el historiador Eduardo Mejía, quien dice que para 1786 existían en esta zona 82 indios frente a una población total de 1.440 habitantes en su mayoría mestizos libres. En la jurisdicción de la actual Palmira, en Llanogrande, se encontraba el Pueblo Nuevo de la Concepción de San Jerónimo, Anaponima y Mulaló de la Concepción. Sus orígenes se remontan al Siglo XVI cuando don Gregorio de Astigarreta fundó un trapiche de azúcar en su estancia de San Jerónimo donde trasladó los indios de su encomienda de Augí situado en uno de los pasos de la Cordillera Central. Igual ocurrió con los indios de Anaponina - de la misma cordillera- que fueron trasladados por Lázaro Cobo en 1569 y quien los juntó con los indios de Amaime y Dagua, que entonces quedaban en la Cordillera Occidental y los situó en la estancia donde hoy queda el pueblo de Amaime; se trataba de 62 indios casados y 35 solteros. Estos traslados de indios fueron el origen del pueblo actual, pues en 1637 don Antonio de San Isidro Manrique los pobló entre el río Amaime y el Zanjón de San Jerónimo; desde ese momento fue conocido como pueblo de la Concepción, pero hoy se le conoce simplemente como Amaime. Cerca a estos pueblos, en el actual municipio de El Cerrito existía también el pueblo de San Juan Sabaletas que había sido adjudicado en 1569 a Luis Velásquez Rengifo de quien los heredó su hijo Diego Rengifo Salazar; se trataba de una encomienda de indios conocidos como "frayles" y cuya población subsistió hasta 1641 cuando el cura Francisco Vildósola demandó el cobro de los derechos de doctrinero. La lista de indios que sustentó la demanda, además de mostrarnos la crisis demográfica indígena, muestra la variedad étnica de las encomiendas originadas en el sometimiento de los pijaos: Perucho, Gualí, Juan Cabeza, Juan Caloto, Yolombí, Antonillo, Juan Dañafiestas, Miguelillo, Bartolo Guanaca, Antonillo, Pedro Paya, Juan Carrillo, Sasagua, etc. De este pueblo, podemos decir que aún hoy subsiste como un pueblo de mestizos en el actual municipio de Ginebra. Como en los otros pueblos de la zona la crisis demográfica llevó a que para 1786 Eduardo Mejía encuentrara tan sólo 17 indios frente a una población total de 2.867 habitantes, también en su mayoría mestizos libres. Como una conclusión general se puede decir que los pueblos de indios sólo sirvieron para conservar críticamente la institución de la encomienda, pero no permitieron garantizar la supervivencia de las comunidades indígenas, ni la conservación de su cultura. No obstante, ellos fueron importantes para consolidar una sociedad campesina alternativa frente a la sociedad colonial estamental sustentada en las ciudades. Así mismo, su importancia radica en que, a pesar de no permitir un poblamiento nuclear de los indios a la manera de los pueblos y ciudades españolas, si sirvieron para que a lo largo del Siglo XVIII y del XIX, grupos importantes de mestizos ocuparan los pueblos y las ciudades intermedias que hoy configuran la trama urbana del actual Departamento del Valle del Cauca. 14