LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA DICTADURA FRANQUISTA. RELACIONES CON EUROPA

LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA DICTADURA FRANQUISTA. RELACIONES CON EUROPA. Es una observación obvia que España, durante largos años del presente siglo, n

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LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA DICTADURA FRANQUISTA. RELACIONES CON EUROPA. Es una observación obvia que España, durante largos años del presente siglo, no daba un perfil europeo y esta situación ha condicionado enormemente no sólo la actitud de los europeos, sino también la de los propios españoles. Esta percepción de lo “español”, de su cultura y de su Historia, facilitará el mantenimiento en Europa –prácticamente hasta hoy- de ciertos estereotipos románticos que oscilaron entre la imagen tradicional de España y el mantenimiento de la “leyenda negra”. España, en sí, continuará siendo representada como el país de la tragedia, como el país del drama. En este sentido, parece evidente la repercusión que sobre este estereotipo tendrá la vigencia de la guerra civil. La política exterior franquista es una amalgama de resentimiento nacionalista e impotencia. Tal deficiencia pudo estar acentuada por la defectuosa información que se manejaba del medio internacional debido al histórico desinterés por las cuestiones internacionales y a la falta de profesionalidad de su aparato diplomático. Faltaba tradición burocrática y planificación y había demasiada improvisación. La nueva configuración del sistema internacional, regido por dos superpotencias extraeuropeas ideológicamente contrarias, barrió cualquier esperanza y dejó a la diplomacia española sin ningún proyecto. Generalmente se ha observado la relación ente la España de Franco y la construcción europea con un cierto reduccionismo, como un conflicto limitado a las libertades democráticas que, si bien es cierto, no por ello resume totalmente la realidad. La relación entre España y Europa está salpicada de paradojas. Una de las más sobresalientes es que Europa va a pasar de ser, en apenas quince años, en la publicística del régimen, la representación de la "masonería internacional" (una de las encarnaciones por antonomasia de los enemigos de España en

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su particular cosmología durante la inmediata posguerra mundial, y junto al comunismo origen de todo tipo de desgracias y padecimientos) a ser la representación del "milagro", del desarrollo económico, de superiores niveles de vida, y ya en la década de los sesenta, el anhelo general de la sociedad española y la esperanza de cientos de miles de emigrantes. Esta pendulación se realizará gradualmente con momentos de retroceso -sin renunciar a los feroces ataques para consumo interno en situaciones concretas y ante determinadas circunstancias que fueron consideradas como una amenaza para los fundamentos del régimen- a lo largo de la década de los cincuenta y primeros sesenta. La búsqueda del equilibrio entre el veto de Franco, anhelado por las fuerzas más inmovilistas del matizado pluralismo de la "coalición reaccionaria" sobre todo por aquellos grupos más desfavorecidos por cualquier cambio en el statu quo-, y la necesidad de aproximarse socioeconómicamente a Europa, marcarán la evolución de los objetivos en política exterior hacia el continente. Los cambios, no obstante, se empezarán a dar a partir de 1955 con la cooperación técnica en el marco de la OECE y cuando se produzca el cambio de rumbo del Consejo de Europa. También desde 1957 tras la firma del Tratado de Roma y coincidiendo con la apertura del debate sobre la liberalización económica, cuando se intente desarrollar una política hacia los organismos regionales europeos propiamente dicha, que contemple los aspectos económicos y técnicos -pero también, y ahí la novedad, políticos e ideológicos-. De todas formas, no era ya tan imprescindible una aproximación a la Europa representada desde los organismos internacionales desde que se consigue una cierta respetabilidad internacional y se produce la normalización diplomática con los países de la Europa Occidental desde 1950. El peligro comunista hizo que los gobiernos occidentales flexibilizaran su actitud hacia el franquismo por razones estratégicas y económicas. No existió un verdadero proyecto político, con planificación a largo plazo, con el propósito consciente de trascender los intereses del Régimen, hasta que

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Castiella se hizo con el cargo. Con él quedó definido un encaje básico europeísta y occidentalista. Así, la política árabe, inventada por el Régimen durante la etapa del ostracismo era, aún más que el hispanoamericanismo, una política de sustitución. 1. La España de Franco perdió la II Guerra Mundial y se convirtió en un resto anacrónico de un sistema político felizmente derrotado, cuya pervivencia provocaba irritación en una gran parte de la población de Europa y América1. El antifascismo imperante en la posguerra afectará decisivamente a España. El objetivo de muchos de los ataques que recibe el régimen español tendrá como protagonista la figura del dictador. Franco será considerado en Europa como el gran impedimento para la inserción internacional de España: Franco y su régimen serán los únicos culpables de los sufrimientos del pueblo español. La posición internacional de la España de Franco, generalmente, ha sido interpretada como la componente de fuerzas resultante entre la complicidad y la exoneración con la causa del Eje en la posguerra mundial 2. Después de la II Guerra Mundial la diplomacia tuvo una fuerte impronta política y Franco, con su Estado mayor político, al mando de Carrero, ejercieron un férreo control sobre el Ministerio de Asuntos Exteriores. Sus miembros serán servidores comprometidos con su causa política2. Las grandes líneas de la política exterior siempre se las reservó Franco. Fernando Morán opina que "a pesar de ello sus ministros de Asuntos Exteriores imprimieron, parcialmente, su estilo, aportaron orientaciones, descubrieron temas complementarios y exploraron actuaciones y conexiones. Todo ello dentro del estrecho margen de maniobra que le era permitido. 1

Florentino Portero Rodríguez y Rosa Pardo, “Las relaciones exteriores como factor condicionante del franquismo”, en Ayer, Núm. 33, 1999, pp. 187-218. También, Rosa Mª Pardo Sanz, “La política exterior del franquismo: aislamiento y alineación internacional”, en Roque Moreno Fonseret y Francisco Sevillano Calero (eds.), El Franquismo. V isiones y balances, Alicante, Universidad, 1999. Pp. 93-118. 2 Diego López Garrido, "El Consejo de Ministros durante el régimen de Franco", en El arte de gobernar. Historia del Consejo de Ministros y presidencia del Gobierno, Tecnos, Madrid, 1992.

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Su autonomía de acción fue siempre muy limitada y varió en uno y otro caso, respondiendo a su tenacidad, a la confianza que en ellos depositaba el dictador y el interés o desinterés por un tema concreto"3. En cualquier caso, sólo las necesidades (primero militares, luego económicas) lograron velar su imagen repulsiva del mundo occidental, en la mente de Franco y Carrero. Además, muchas veces era posible que desde otro ministerio se estuviera desarrollando, con la anuencia de Franco, una política opuesta a la de Exteriores. 3. El principio estratégico básico consistía en preservar al régimen político: su integridad territorial y política (el mantenimiento del franquismo) y lo que podemos definir como su articulación práctica, esto es, evitar que el régimen fuera esencialmente cuestionado en el exterior en un primer momento y forzar el mantenimiento del difícil equilibrio de alinearse con Occidente -internacional y socio-económicamente- sin adoptar sus formas ideológicas y políticas, en un segundo. Luego, la amenaza de desabastecimiento, en la primera década, las necesidades de financiación desde los años cincuenta y, después, los riesgos de quedar al margen de la integración económica europea embargaron en cierto sentido la acción exterior franquista. 4. En buena medida, las posibilidades de actuación internacional de España dependieron durante el franquismo de la actitud de Estados Unidos o, lo que es lo mismo, la política exterior española se hallaría en mayor o menor grado mediatizada por la política de seguridad de Estados Unidos y su percepción estratégica de la defensa occidental. Mientras que para Estados Unidos el problema español era fundamentalmente un problema de seguridad, para los Gobiernos europeos era prioritaria la dimensión política in-  3

Los nombramientos dependieron menos de la preparación profesional que de la significación política. Acabada la guerra nombró a dos militares Jordana y Beigbéder, luego vino Serrano Suñer (1940-1942), Lequerica (1943-1945) vendría como monárquico histórico reconvertido; Martín Artajo (1945-1957) exhibió su pertenencia a los Propagandistas de Acción Católica como principal capital político; Castiella (1957-1969), demostró su profesionalidad y sus sucesores (López Bravo 1969-1973 y Lopéz Rodó 1973) su adscripción a

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terna, la reacción de las respectivas opiniones públicas. En este sentido, si descontamos las iniciativas de la inmediata posguerra, no se observará hasta las postrimerías del franquismo iniciativas concretas que favorecieran la democratización española. 5. Uno de los objetivos prioritarios de la política exterior será presentar la nueva imagen de lo que España era. No es fascista, sino católico y conservador. Para ello el principal instrumento del que se sirvió la diplomacia española fueron los medios de comunicación. Desde la primavera de 1945 se puso en marcha una campaña de imagen en el exterior dotada de importantes medios económicos, sobre todo teniendo en cuenta la penuria existente. Durante dos décadas se cultivó la "dignidad", el "orgullo" y hasta un cierto "quijotismo" como rasgos definidores del modo español de afrontar sus relaciones exteriores. Por el contrario, hubo una menor preocupación por los intereses económicos, en gran medida por la limitada sensibilidad hacia estas cuestiones de las más altas personalidades del Estado. 6. Por medios diplomáticos y políticos el Régimen trató de animar la evolución política de los Estados americanos desde estructuras liberalparlamentarias a otras de corte autoritario. En esto encontró la frontal oposición de los EE.UU que le obligarán a cambiar, desde 1945, su posición. 7. La caída de Alemania y Japón, permitió que con gran rapidez España fuera logrando recuperar mercados tradicionales (en especial con Estados Unidos y Gran Bretaña) sin que sobre estos flujos pareciera incidir el rechazo político. Sin embargo, el modelo autárquico seguido por el General Franco y cargado de prejuicios ideológicos nacionalistas se convirtió en el más grave obstáculo para el desarrollo español. La inflación, el proteccionismo, el intervencionismo estatal y la sobrevaloración de la peseta abocala tecnocracia opusdeísta. Evitaron tomar decisiones problemáticas como Cortina (1974-1975) procedente del equipo de Castiella.

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ron a una pérdida de competitividad en los mercados internacionales que se manifestó en un retroceso moderado en manufacturas y fuerte en materias primas, con un leve avance en alimentación. El mal comportamiento de las exportaciones trajo consigo una carencia de divisas, que se haría gravísima en 1946 y 1947, y de la que el régimen culpó hábilmente al aislamiento internacional. 8. Las potencias occidentales deseaban una monarquía democrática acorde con su filosofía política, pero para lograr este objetivo no estaban dispuestas a provocar tensiones que pusieran en peligro la estabilidad política de España. Temían la reapertura de la Guerra Civil, la conversión de España en un satélite de Moscú, con graves implicaciones estratégicas para el control del Mediterráneo, y por el futuro de sus intereses económicos. De estas potencias cabía esperar presiones diplomáticas y operaciones de inteligencia, pero nada más. El apoyo a una y otra España, a uno y otro bando en la Europa Occidental se produjo en función de las circunstancias internas de cada país y en función de la magnitud del conflicto alcanzado en cada propia sociedad entre los sectores autoritarios y confesionales, por un lado, y los demócratas y laicos, por otro, unidos, según cada circunstancia concreta -o enfrentados-, a las fuerzas sindicales y a los partidos de clase, socialistas o comunistas. Las potencias miembros de la Comunidad acordaron que cualquiera que fuera la colaboración que se estableciese con España tan sólo podía favorecer el mantenimiento del régimen y en ningún modo facilitaría las legítimas aspiraciones de la oposición democrática. Se consideraba que era la España de Franco la que necesitaba de la Europa Occidental y de América, ya que no podría de otra manera organizar ni su defensa ni su recuperación económica. Por tanto, según esta interpretación, era necesario que la Europa Occidental continuase sus esfuerzos por una defensa común y por procurar la recuperación económica hasta que el pueblo español se convenciese de que el sistema democrático consigue re-

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sultados, y la dictadura de Franco, no. Era imprescindible una política unitaria respecto a España por parte de los Gobiernos de la Europa Occidental. No consideraban posible que el régimen español evolucionase en ninguna dirección y mucho menos hacia formas democráticas. Por tanto, había que apoyar a las fuerzas políticas españolas capaces de propiciar un cambio. Sin embargo, el progresivo cambio que se va a producir en las relaciones entre los aliados y que conducirá a la guerra fría supondrá trocar el antifascismo por el anticomunismo, lo que implicará un enorme cambio de la valoración sobre la situación de España y su régimen: los imperativos de la defensa en Europa se antepondrán a cualquier otra consideración. España, por su situación g eoestratégica, empezó a ser considerada como pieza clave en la defensa occidental. Tampoco se dispuso de un caudal científico-tecnológico o cultural que pudiera haber resultado atractivo o competitivo en el exterior. Era imposible competir con el caudal de cooperación técnica y científica que Estados Unidos podía ofrecer en América Latina o Francia en el Norte de África. 9. La diplomacia soviética trató de enfrentar a los gobiernos occidentales con sus propias opiniones públicas, poniendo de manifiesto una supuesta complacencia con el régimen de Franco. 10. Después del debate en Naciones Unidas y la Resolución de 12-12-1946, la combinación entre sentimiento nacional ofendido y miedo, mantenida viva por unos medios de comunicación al servicio del gobierno, fue determinante para dar forma a una nueva opinión pública. Gracias a la colaboración de Stalin y de los partidos de izquierda europea, Franco había logrado lo que hasta la fecha le había sido imposible alcanzar, la popularidad entre los españoles. Es a partir de diciembre de 1946 cuando el Régimen comienza a generar una mayor base social. No existió una línea política clara y definida hacia la construcción europea más allá de los gestos de indignación hacia el exterior y las declaraciones entendidas en el interior. Espa-

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ña seguía marginada de los principales foros internacionales. Todavía entre 1950 y 1952 el tiempo de las actitudes numantinas y del “centinela de Occidente” no ha pasado completamente. El anticomunismo y la defensa de determinados valores espirituales serán los argumentos que continúe utilizando el régimen en su discurso europeo. 11. En los años cuarenta y cincuenta Europa ensaya un modelo universal: rechazo de cualquier forma de totalitarismo y dictadura; régimen parlamentario y democracia pluralista; reformismo Keynesiano resultado del pacto entre capital y trabajo en la más inmediata posguerra; economía mixta con un grado de planificación indicativa considerable; construcción del Welfare

State con un sistema de seguridad social cuasi universal; proyecto de constituirse internacionalmente como tercera fuerza ante el rígido sistema bipolar; esfuerzos por superar la mera cooperación internacional a través de fórmulas institucionales de carácter supranacional... En este contexto de la Europa Occidental, tenía una difícil inserción la España surgida en 1939, con su retórica nacionalista, su economía autárquica, su provincianismo intelectual y su democracia orgánica. Sin embargo, los principales países europeos y EE UU entendían que un aumento de los contactos con España produciría una serie de transformaciones, que su propia inercia provocaría la caída del franquismo y que la democracia regresase a España. Esta actitud favorecerá que en los años sesenta se impusiese una teoría según la cual la mejor forma de contribuir a una futura democratización de España era propiciar su desarrollo socioeconómico, ya que su aislamiento sólo conduciría a la resistencia numantina de sus dirigentes y al sufrimiento de la población. 12. El precedente intervencionista que la violación del principio de no intervención suponía alarmó a un conjunto de Estados que por distintas razones eran más sensibles a su preservación. Gracias a ello la diplomacia española pudo formar un gran bloque de naciones favorables a levantar el

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aislamiento, compuesta por repúblicas latinoamericanas y Estados árabes. Además, tanto en EE UU como en Europa occidental surgieron lobbies proespañoles con significativa presencia de católicos, anticomunistas, militares y representantes de la industria y el comercio. No obstante, el ingreso de España en Naciones Unidas como miembro de pleno derecho, si bien supondrá un cambio significativo, no será la base de un cambio fundamental, de una transformación de la actitud hacia España en el entorno europeo. Sí será el caso de Italia, que entrará el mismo día. 13. El interés de los militares norteamericanos por el valor estratég ico de España en el marco de la Guerra Fría permitiría su integración en el marco de seguridad occidental directamente de la mano de la potencia dominante del bloque y sin la obligación de cambios políticos indeseables. En junio de 1951 se llegaba a un acuerdo de principio sobre lo que sería un convenio bilateral basado en la cesión de bases militares a cambio de ayuda militar y económica. El discurso espiritualista basado en el catolicismo, desde los inicios de la década de los cincuenta, se irá actualizando sobre la base de solicitar la participación española en los mecanismos occidentales frente al peligro comunista; en definitiva, mostrar la imagen de España y su régimen como necesarios. Se pretenderá mostrar desde una opción pretendidamente objetiva la situación de España en los años cincuenta, incidiendo especialmente en los aspectos político-sociales: un régimen diferente a las democracias parlamentarias, pero estable, que no constituyese ningún peligro para la paz y equiparable a otros sistemas. En conclusión, una España de orden, incluso autoritaria -que no totalitaria-, desligada de toda identificación fascista, católica y tradicional, pero con un cierto grado de tolerancia interna al permitir en su interior diversas posturas políticas. 14. En las negociaciones para los Acuerdos de Madrid con EE UU firmados en septiembre de 1953 Franco obtendrá lo que deseaba: el fin del aislamiento internacional, la consolidación de su régimen y el derecho a pre-

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sentarse como un valioso aliado de Estados Unidos. El precio era la limitación de soberanía y el riesgo, afrontar una guerra nuclear. Los beneficios inmediatos para el régimen fueron la inmediata integración en el sistema de defensa occidental, la entrega de ayuda militar (con fondos extrapresupuestarios norteamericanos) y la neutralización de un creciente descontento militar por los escasos medios disponibles4. A pesar de que la base de legitimidad internacional del régimen se ampliará desde 1953, el peso de la opinión pública y la actitud hacia el régimen de Franco continuaban siendo enormemente negativos en Europa. En mayo de 1951 la Comisión de Países no Representados distinguirá a los países europeos no firmantes del Estatuto de 1949 (Consejo de Europa) en tres categorías: A) naciones bajo dominación soviética, B)naciones que por diversas causas no han querido constituirse en miembros del consejo de Europa (Finlandia, Portugal o Suiza), y C)aquellas otras bajo régimen totalitario (España y Yugoslavia). Este hecho fue juzgado especialmente ofensivo por el régimen. Al carácter democrático de las instituciones del Consejo de Europa y a la condena de cualquier forma de dictadura, se unían el rechazo explícito a Franco y la abierta simpatía demostrada hacia la oposición en el exilio. La respuesta del régimen se caracterizó menos por un discurso reivindicativo ante Europa que por una actitud de ofendido patrioterismo. 15. A partir de 1956, lograda la rehabilitación internacional, los problemas domésticos se impusieron. La hondura de la crisis económica, el surgimiento de una nueva oposición interna y el descontento de sectores destacados del Régimen confluyeron en la agitación universitaria de 1956 y el inicio del proceso de descolonización con la independencia de Marruecos, que pone de manifiesto los errores de la descolonización y la debilidad internacional de la España franquista. En 1957 entró Castiella y la diplomacia española seguirá con un interés superior lo referente a Europa. En 1956 el 61 por ciento de las exportaciones españolas se dirigía hacia Europa, lo cual re4

Antonio Moreno Juste, Franquismo y construcción europea, Madrid, Tecnos, 1998. 10

marca la dependencia española de estas exportaciones para conseguir divisas con que abastecerse de productos energéticos y de equipamiento industrial. Todo lo cual ponía de manifiesto desde el punto de vista económico la necesidad imperativa de abandonar el modelo autárquico y, desde un punto de vista psicológico, el hecho de la progresiva instalación entre los españoles de la imagen de la Europa Occidental como modelo añorado por la sociedad española. Por tanto, hay que destacar que la palanca de aproximación a Europa tendría eminentemente un fondo económico. El período de autarquía, sobre la base de una protección extrema y unos costes laborales reducidos, el desarrollo de una industria rudimentaria y totalmente incapaz de afrontar la competencia internacional por la ínfima calidad de los productos, estaban agotado al final de los años cincuenta: el crecimiento se hacía más difícil cada vez, aumentando los estrangulamientos; la economía se hallaba atenazada por tensiones inflacionistas y por un déficit exterior insostenible. Se planteará la necesidad de un ajuste estabilizador de tipo clásico que permitiera soportar y potenciar los beneficios de la apertura exterior, según las pautas del FMI y del BM. Lo primordial para el régimen en estos años apuntaba hacia la consecución de una cierta homologación económica con Occidente, vía cooperación internacional. Inserto en esta dinámica, Exteriores aceptará que esta homologación sea aprovechada para facilitar una mejor inserción política en Europa que la que hasta el momento se había logrado por vía diplomática. Se producirá un enfrentamiento entre los ministerios "técnicos" y Exteriores ya que los primeros eran partidarios de una inserción progresiva ya que una entrada "alocada" y sin determinadas precauciones agravaría la posición subsidiaria de España respecto al resto de economías europeas. Finalmente, la aspiración del noveno Gobierno de Franco sería aspirar a que al compás de la entrada en el ámbito de la cooperación económica, se lograra también entrar en la cooperación política y militar, vía construcción europea.

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16. El riesg o de fracasar en una acción exterior de "gran estilo" quedaba muy aminorado en el interior por el control de los medios de comunicación y la fácil apelación al sentimiento nacionalista ofendido, ya puesto en práctica antes. Por otra parte, el peligro de un mimetismo de las actividades y pautas de conducta del entorno europeo se reducía drásticamente gracias a la desmovilización social y al imperio de una cultura mesocrática. Para el período Martín Artajo (1945-1957), hemos de destacar que de los tres grandes objetivos existentes en su política exterior en los primeros años: la ayuda económica del plan Marshall5, el ingreso en el Pacto Atlántico y el regreso de los embajadores, el fracaso en los dos primeros objetivos ambos de carácter multilateral- facilitó el desarrollo de una política de paciente espera ante Europa, que definía la necesidad de a.) en una primera fase conseguir la normalización diplomática, y b.) para, en una segunda, ir dando forma a una aproximación indirecta a los organismos multilaterales. La normalización diplomática con los países del entorno de la Europa Occidental será, durante gran parte del período Artajo, el objetivo prioritario para centrarse, al final del período, en un esfuerzo por soslayar los contenciosos políticos bilaterales en aras de una colaboración económica. En 1951 la política exterior del régimen español es considerada, en líneas generales, como un éxito al asegurar su existencia y fortalecer la figura de Franco ante el entorno internacional6. Asimismo, el “regreso 5

La inclusión de España en el plan Marshall fue aprobada por el Congreso norteamericano como parte de la Ley de Ayuda Exterior el 30 de marzo de 1948. Pero el presidente Truman vetó la inclusión de España señalando que dependía de los miembros del Plan de Recuperación Europea decidir si aceptaba un nuevo miembro. Truman estaba motivado tanto por la aversión que le producía la falta de libertad religiosa en España, como por el deseo de ajustarse a la opinión pública de Gran Bretaña y Francia.  6 Normalización de las relaciones diplomáticas de España con la Europa Occidental: · Santa Sede (28 de agosto de 1937) · Portugal, 28 de marzo de 1938 · Islandia, 24 de noviembre de 1949 · Irlanda, 4 de octubre de 1950 · Grecia, 15 de febrero de 1951 · Bélgica, 22 de febrero de 1951 · Holanda, 22 de febrero de 1951 · Estados Unidos, 1 de marzo de 1951 · Luxemburgo, 6 de marzo de 1951

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de los embajadores” se valora como evidencia de que el “estigma del Eje” decae a la misma velocidad que la “cuestión española” en los parlamentos y en la opinión pública de la Europa Occidental. El 14 de enero de 1955 España firma un acuerdo por el que pasaba a formar parte de todas las instancias agrícolas de la OECE, y en todos aquellos comités técnicos de carácter horizontal que pudieran afectar a cuestiones agrícolas o alimenticias. 17. Desde la llegada de Castiella (1957-1969) se irá apreciando en Exteriores la necesidad de desvincular en lo posible la situación interior de España de su política exterior, circunstancia que se hará mucho más evidente en la década de los sesenta, cuando se plantee el "Spain is different" no sólo como eslogan turístico, sino también como un programa político ante Europa. El bienio 1957-1958 es un período crítico en múltiples ámbitos del franquismo a lo que no es ajena la acción exterior. La política bilateral como fórmula de acercamiento a los organismos regionales europeos será una línea de actuación básica en el período Castiella. Dos países cobran especial relevancia: Francia y la RFA. Para el caso de las relaciones con Francia tras la crisis de la IV República y la llegada al poder de De Gaulle, el problema del norte de África, mucho más agudo que durante los primeros años de acercamiento franco-español del Gobierno Pinay, será el factor decisivo. Por lo que respecta a las relaciones con Alemania aparte de las ya manidas alusiones a las ciertas afinidades con determinados sectores de la democracia cristiana bávara, tampoco podemos perder de vista el nuevo papel que intenta representar la República Federal en Europa, ni la importan· · · · · · · · ·

Noruega, 8 de marzo de 1951 Suecia, 8 de marzo de 1951 Reino Unido, 15 de marzo de 1951 Italia, 5 de abril de 1951 Dinamarca, 5 de abril de 1951 Turquía, 11 de octubre de 1951 Francia, 27 de diciembre de 1951 República Federal de Alemania, 6 de noviembre de 1952 Canadá, 27 de marzo de 1953.

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cia estratégica de España en defensa de Occidente y, en un plano material, la necesidad tanto de mano de obra barata como de abrir mercados que precisaba el "milagro" alemán del canciller Adenauer. Por otra parte, España se apoyaba en Gran Bretaña. Sus intenciones de obstaculizar el proceso de construcción europea se consideraban muy interesantes para los intereses españoles. 18. Hasta finales de los cincuenta el régimen, con escasas excepciones, había considerado el proceso de construcción europea y sus realizaciones como simplemente "utópicas en sus objetivos, pero políticamente peligrosas en sus resultados". Es más, cuando el Gobierno español se interesó por su posible participación, lo hizo sin querer transigir en ninguna de las condiciones políticas requeridas para participar en ellas. 19. Beneficios del desbloqueo de las relaciones con Occidente: · aumento de la propia estabilidad del sistema político y se mantenimiento del régimen de cara al interior y exterior. · Definitiva y completa inserción de España en el ámbito occidental y facilitaría su definición internacional, con lo que se evitarían los sinsabores de una política exterior sometida a fuertes presiones y mantener líneas de acción sustitutivas. · Facilitaría el crecimiento económico y la modernización de las estructuras productivas en consonancia con lo que se producía allende los Pirineos, contribuyendo, a través de esta legitimidad material, a asentar al régimen sobre bases más sólidas en el interior y no sólo sobre la base del derecho otorgado por la victoria militar, la represión de los opositores y la desmovilización social. 20. Resultados de la relación con Europa: · reforzó las reformas económicas que se habían comenzado

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· no produjo ningún cambio político significativo de evolución hacia la democracia · puso de manifiesto numerosas tensiones que pervivían latentes en España. 21. La izquierda europea intentará aislar y socavar internacionalmente al régimen. La diputada socialdemócrata Anne Marie Renger fue la ponente del primer informe presentado en una Asamblea Parlamentaria Europea sobre la situación de España en 1960 en el Consejo de Europa. Dos años después, Willy Birkelback presentará en el Parlamento Europeo el informe que obstaculice los esfuerzos del gobierno de Franco por aproximarse a las Comunidades Europeas. A la teórica obligación jurídica proveniente de la Asamblea General de las Naciones Unidas para excluir a España de conferencia y organismos internacionales se unirá una hostilidad política real por parte de los Gobiernos de la Europa Occidental hacia el Gobierno del general Franco. Por eso, la abrogación de la Resolución 39 de ONU no tuvo como consecuencia la admisión de España en las organizaciones europeas ya creadas y se mantuvo el veto para la participación española en las que se fueron creando desde 1951, salvo excepcionalmente en aquellas de carácter técnico que precisaban de nuestro país. En definitiva, ni la España de Franco solicitó su admisión, ni los Estados europeos invitaron a España, por lo general, a participar en los trabajos preparatorios para la creación de organizaciones intergubernamentales. España, en los años cincuenta, o al menos hasta 1959, en que ingresa en la OECE –en un acelerado proceso consecuencia, en parte, de la crisis por la que atravesaba la organización en esos momentos-, no fue miembro de ninguna de las grandes organizaciones regionales europeas existentes. Si bien, en un principio España sólo era considerada como proveedor de artículos agroalimentarios, desde 1962 las necesidades de desarrollo económi-

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co de Europa, desde mediados de los años cincuenta, de mano de obra barata, y su consideración como marco apropiado para las inversiones de capital cambiaron el escenario de las relaciones. Así, en 1962 las organizaciones europeas de carácter intergubernamental en las que participaba España eran las siguientes: · Banco Internacional de Pagos, · Consejo de cooperación Aduanera, · Consejo de Europa, a través de su Comité de Cooperación Cultural, el Comité de Expertos en Materia de Patentes y el comité de Expertos para la Producción y comercialización para Productos de la vid y Espirituosos, · Conferencia Europea de Aviación Civil, · Oficina Central de Transportes Internacionales por Ferrocarril, · Conferencia Aduanera de Administraciones de Correos y Telecomunicaciones, · Organización Europea de Investigación Nuclear, · Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas, · Conferencia Europea de Ministros de Transportes, · Sociedad Europea para la Financiación de Material Ferroviario, · Consejo Europeo de Códigos de Alimentación, · Organización Europea de Investigaciones Espaciales, · Consejo General de Pesca para el Mediterráneo, · Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado, · Comité Intergubernametnal para las Migraciones Europeas, · Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, · Agencia Europea para la Energía de Combustibles Irradiados, · Organización Europea y Mediterránea para la Protección de Plantas, · Consejo Oleícola Internacional, · Comisión Permanente del Convenio Internacional de Pesquerías de 1946, 16

· Unión para la Protección de Nuevas Variedades de Plantas, · Conferencia Europea para Comunicaciones Espaciales. Todos son organismos Técnicos, en algunos sólo está como observador y otras no tienen carácter político. La demanda española de 9 de febrero de 1962 sólo recibió acuse de recibo. En la coyuntura 1957-1962 cuatro factores son fundamentales en el desarrollo de la coyuntura: 1. el cambio de rumbo en la política económica del régimen de Franco (Indefinición: CEE---EFTA). 2. La mejor inserción de España en el mundo occidental respecto a la que experimentaba tan sólo unos pocos años antes (cuestión política de fondo). La percepción de las cancillerías europeas era que la liberalización interior (económica y política) debía ser causa de la integración en Europa y no efecto, como propugnará Castiella. En este sentido, la homologación de las políticas económicas con Europa será sólo una condición necesaria pero no suficiente. Europa se decantará por la ayuda técnica y financiera. Por otra parte hay que tener en cuenta que España era considerada como socio interesante como país importador de productos industriales pero como exportador de productos agrícolas resultaba un socio molesto. Pero para España la cooperación como mero partnership europeo no era suficiente para los planes de la economía española; era necesaria una mejor inserción en Europa, mercado principal de las exportaciones españolas. 3. El inicio de una nueva y consciente política de aproximación a Europa (no retórica y basada esencialmente en el anticomunismo) aunque la actitud de Franco y Carrero cerraban cualquier expectativa de evolución del régimen, basada en el cambio desde el interior del sistema. 4. Una progresiva y calculada indefinición ante Europa que dificultaba la adopción de un pequeño pero importantísimo número de decisiones.

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En junio de 1962, apenas cuatro meses después de la solicitud del Gobierno español, en el ya famoso Congreso del Movimiento Europeo celebrado en Múnich, representantes de la oposición democrática exiliada y del exterior acordaron exigir a las instituciones europeas la exclusión de España mientras perdurase un régimen no democrático. La virulenta reacción de las autoridades franquistas ante el llamado “Contubernio de Múnich” no haría sino reafirmar la legitimidad de la postura adoptada por el Parlamento Europeo. Sin embargo, la influencia del Parlamento Europeo era relativa y por eso a pesar del veto político de los europarlamentarios, el Gobierno español y la Comisión iniciaron conversaciones en 1964 aunque ésta optó por una política dilatoria y no aceptó la asociación. Sólo en el otoño de 1967 se abrió una negociación que daría como fruto el Acuerdo Comercial Preferencial de 1970. No obstante, el Parlamento Europeo no debatirá la situación interna española hasta después del asesinato de Carrero. Tan sólo tras la ejecución de Puig Antich y la amenaza de expulsión del obispo de Bilbao en marzo de 1974, el Parlamento Europeo advertirá formalmente al gobierno Español que la repetida violación de los derechos humanos y la falta de respeto hacia las minorías constituían un obstáculo para el acceso de España a la CEE. Por otra parte, siempre se manifestarán en el Parlamento Europeo serias discrepancias en torno al derecho a intervenir en los asuntos internos de España, como, sobre todo, la utilidad de iniciativas de este tipo. La izquierda europea sostuvo que los asuntos internos de España eran de su incumbencia porque España pertenecía a Europa. Esta actitud se hará cada vez más evidente desde 1970, en que se firmará un Acuerdo Comercial con el régimen español. En su opinión, la CEE había reforzado la oposición de los enemigos de la dictadura al romper sus relaciones con la Junta Militar griega, y esto cabía esperarse en el caso español. En cambio, para los eurodiputados democristianos, liberales y conservadores, la presión suponía provocar innecesariamente a un Gobierno con una deficiente inserción en la sociedad internacional, lo cual

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podía resultar no ya inútil, sino contraproducente para el propio pueblo español. Mediada la década de los sesenta, el asunto europeo seguía parado y hasta 1968 no se reabría la negociación hispano-norteamericana. En ese ínterin, la cuestión de Gibraltar se fue imponiendo como el eje de la diplomacia española. El marco fue Naciones Unidas y hubo que acelerar la descolonización de Guinea y Sáhara y desarrollar una campaña de diplomacia multilateral en busca del apoyo de los países iberoamericanos, de los nuevos estados del Tercer Mundo e incluso del bloque del Este. La línea básica de la diplomacia española entre 1969 y 1975 fue eliminar tensiones que pudieran agravar la crisis del Régimen ante la decrepitud física del dictador. Los ministros jugaron con la baza de la distensión ya plenamente aceptado en el lenguaje internacional. Sin embargo, problemas nuevos empañaron los últimos meses de la dictadura: la crisis del petróleo, la tensión con el Vaticano, los efectos de la revolución portuguesa y la ofensiva de Marruecos en la cuestión saharaui. Por orden directa de Franco se prorrogaron por la vía urgente los acuerdos hispano-norteamericanos, con el telón de fondo de la Marcha Verde y la ruptura de la negociación con la CEE como represalia por las últimas penas de muerte ejecutadas por el Régimen.

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