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La Universidad Venezolana: ¿Hacia Donde? Dr. Enrique Pérez Luna Lic. en Educación (UDO-1976). Master en Educación Superior (1990). Doctor en Educación(1999).Profesor Titular de la Escuela de Humanidades y Educación de la UDO en el área de investigación Educativa. Resumen Analizar el papel de la universidad venezolana ante los retos del nuevo siglo representa un problema complejo. El momento histórico es de un clima cultural trascendental, se discuten importantes temas que dan cuenta de propuestas para el desarrollo de la vida del hombre. El debate modernidad-postmodernidad y la expansión de una razón planetaria que enarbola lineamientos del capitalismo como razón triunfante, constituyen problemas centrales donde la universidad debe participar. El propósito de las reflexiones de hoy es redefinir el por-venir de la universidad y su compromiso éticotransformador. Palabras Clave: Globalización, Postmodernidad, Educación, Capital, Transformación, Crisis Abstract To analyze the role of the Venezuelan university before the challenges of the new century represents a complex problem. The historical moment is of a momentous cultural climate, you discusses important topics that theygive bill of proposals for the development of the man's life. The debate modernity-postmoderny and the expansion of a planetary reason that outlines limits of the capitalísm like triumphant reason, constitutes central problems where the university should participate. The purpose of today's reflections is to redefine for-coming from the university and its commitment ethical-transformer. Key words: Globalización, Postmodern, Education, Capital, Transformation, Crisis. En la actualidad, los bienes materiales y los tecnológicos adecuan determinado discurso de la ciencia a lo que interesa que se despliegue como práctica informativa. Este es uno de los objetivos de la estrategia de globalización que representa el desplazamiento de lo material como capital objetivado, y lo simbólico, que es donde descansa lo instantáneo, como captación de conocimiento. Por esto el espacio escuela se debe volver a pensar, la escuela que se habita y todos los procesos implícitos en ésta, deben ser recreados, pues están ligados a las formas de percepción, a nuevas miradas y nuevas representaciones que intentan presentar una realidad instantánea. Para Urriola (1996):
Si la globalización, de manera simplificada, puede remitirse a estrategias económicas, en realidad, su impacto puede ser mucho más notorio históricamente porque exige demasiadas homogeneidades, no sólo entre gobiernos, sino en las formas de comportamiento y percepción de la realidad entre los pueblos. (p. 25). Esta realidad, comunicada como conocimiento vital, expresa el deseo de que países caracterizados por el subdesarrollo y el atraso educativo, quieran parecerse a las potencias generadoras del conocimiento globalizado. El no haber límites para la información, es una estrategia que pareciera homogeneizar espacios y culturas que permiten liberar mercados para el desplazamiento de una nueva mercancía identificada como conocimiento. En esta realidad se explicita el reto de la universidad latinoamericana, para ella lo importante es el desarrollo de prácticas culturales que propicien el proceso de concientización como una forma de ruptura con el mundo de la pseudoconcreción. Por esto, sólo con la generación de modelos culturales alternativos, se puede cuestionar el valor y la legitimidad del modelo cultural dominante que hoy ocupa espacios decisivos para el capital simbólico. Este capital en su mayor parte no revela el hacer, sino la fascinación de un conocimiento, la singularidad de que el sujeto sienta su conexión con lo transmundial. En el caso de la universidad, la dicotomía entre el capital objetivado y el capital simbólico, hace que el espacio educativo pueda ser centro de un debate en la búsqueda de un saber donde la cultura recupere su condición de fuerza creadora. Bajo esta premisa el espacio universitario y con ello sus actores sociales, debe intervenir la realidad, a través de un proceso de pensamiento sobre lo que ocurre en la misma para proponer prácticas que permitan la apertura concientizadora. Para Escandón (1999). La educación no se puede circunscribir a transmitir los conocimientos; antes bien, tiene que propiciar el posicionamiento de los estudiantes frente a la naturaleza, significado, valor y uso de esos conocimientos. Su tarea, tanto o más que instruir, es coadyuvar a la formación y la práctica del juicio propio, a la toma razonada de una posición personal frente a este desarrollo científico y, en general, de cara a todos los fenómenos. ¿Para qué sirve la ciencia sin conciencia? (p, 23). Las universidades no pueden ser tomadas como instituciones neutrales ante el compromiso político que significa participar para romper la situación de crisis de nuestra realidad social ante el proceso avasallante de la globalización. La universidad ante esta situación de inicio de siglo, no debe hacerse refractaria de los problemas de una totalidad en conflicto, no puede ser ajena a la lucha social, su papel no puede limitarse al plano académico. Debe emerger como fuerza transformadora para vincular su acción educativa a la aplicación de soluciones a los problemas sociales que ella misma estudia. La Universidad debe desarrollar en su seno una amplia discusión acerca del papel que debe jugar de acuerdo a los imperativos de exigencia de este nuevo siglo. Esta finalidad trasciende el plano del dominio de saberes para desplegarse en la necesidad de formar a un hombre para contribuir al forjamiento de una verdadera sociedad democrática. En esta necesidad de acercamiento del hombre a los problemas de su contexto, es fundamental el desarrollo de un pensamiento crítico, la formulación de una teoría y una práctica que denote una ruptura con la falsa conciencia, y dé apertura a una conciencia creadora, a un proceso pedagógico de autonomía para que las decisiones de la universidad tengan un referente social. La relación universidad-realidad tiene que desplegarse no solamente bajo la idea de que la academia responde por la formación de recursos humanos, antes bien hay que superar esta artificialidad y dejar claro que se trata de formar a la conciencia crítica que requiere este tiempo
histórico. Este propósito es ahora más complejo, se está en presencia de una penetración ideológica instantánea, revestida por la fascinación y el deseo de no desentonar en el contexto de lo mundial. Para la universidad la complejidad de lo real es lo que la define en sus propósitos de búsqueda y concreción del conocimiento, esta posibilidad es para el desarrollo de un pensamiento crítico que a su vez pase al plano de la acción transformadora. Para Zemelman (1992): La complejización de la relación con lo real yla vinculación con la acción constituyen dos criterios para caracterizar el perfil del pensamiento crítico, porque consideramos que lo propio de su índole es poder captar simultáneamente la multidimensionalidad de la realidad y transformarla en contenidos de práctica (p. 42). Desde el espacio universitario debe restituirse el discurso teórico como crítica al discurso de la razón dominante, ahora razón académica instrumental transmundializada por la nueva racionalidad. Es prioritario el estudio de las relaciones universidad-realidad, universidad-ciencia, universidad-compromiso histórico, tales premisas constituyen el fundamento de la discusión sobre la razón legitimada y la razón critica. Es importante destacar la formación científica en la universidad, no como prescripción de pautas y reglas para conocer, sino como la formación al interior de lo social, de manera que la universidad sea fuente generadora de una formación política que toque un nuevo discurso sobre la ética y la libertad. Realidad, ciencia y compromiso transformativo serian las bases fundantes del discurso universitario del nuevo siglo. La universidad deberá responder con mayor autenticidad ante el mensaje político tradicional y ante el nuevo mensaje del capital simbólico para abrir nuevos horizontes emancipatorios en la realidad de países que fundan su esperanza en la posibilidad del desarrollo. Este planteamiento, ubica la discusión en el terreno de una praxis científica de lo real, pues es importante asumir que la ciencia como discurso desarrolla un contenido político cuya base técnica es lo que actualmente se despliega en el plano de la razón moderna. La Universidad debe generar una discusión que permita tocar al discurso de la ciencia, esto significaría introyectarse en su propio nivel epistemológico y estudiar cómo el conocimiento en su necesidad de hacerse social se hace dominante. Este planteamiento presenta a la universidad en la búsqueda desde un nivel epistemológico, en este sentido, el conocimiento no solamente es la expresión de una realidad, este implica el actuar sobre lo real, transformar lo real. El conocimiento entonces permite pasar a un grado de concientización sobre la necesidad transformativa. Es a partir de la relación universidad-conocimiento, como puede mirarse la problemática institucional en su correspondencia con el profesional que debe formarse. Esto debe hacerse sin dejar a un lado el conocimiento mundializado, pero realizando un ejercicio racional de lo que habrá de ser considerado conocimiento válido. La universidad organizaría su acción hacia la comunidad bajo un proyecto integral que por un lado piensa sobre la pertinencia del conocimiento que es transmitido, la base epistemológica de la formación y la relación con la comunidad como acercamiento cultural de extensión. Todo este bloque constituye parte del compromiso emancipatorio donde institución educativa y comunidad participan en el desarrollo social. Esta reflexión tiene un vínculo directo con la autonomía universitaria, en el sentido de considerarla una forma de pensar la universidad que se haga acción en el contexto organizativo y
teórico de la docencia, la investigación y la extensión. Se trata de practicar la autonomía, lo que equivale a defenderla en el ejercicio práctico racional de la acción universitaria. La universidad no puede reducir su acción social a transmitir conocimientos técnicamente explotables, pues esto funcionalizaría a la institución como formadora de profesionales con un determinado perfil impuesto desde afuera. Es decir se convertiría en formadora de mano de obra, y de lo que se trata es de pensar la universidad para que no sea ella misma la que se mediatice en la concepción de su papel frente a la sociedad en un momento histórico tan decisivo en la vida del hombre. En esta racionalidad interesa destacar que la acción de producción del conocimiento, representa el elemento más importante para poder redefinir el papel de la institución universitaria en este nuevo siglo. Si el presente se caracteriza por la impugnación de todos los sistemas de significaciones que explicaban los asuntos de la vida del hombre, entonces el papel de la universidad es crucial para darle cabida al lenguaje de la crítica, a la posibilidad de proponer nuevas alternativas para la formación del hombre del futuro. No se trata de asumir que se está en la sociedad del conocimiento y que en este contexto no cabe más expresión para la institución educativa, hay que seguir aprendiendo, entendiendo más la realidad, desplegando el lenguaje de la crítica para apuntar ese conocimiento hacia las grandes necesidades humanas. Para Guerra (1999): Por eso necesitamos recuperar y hacer vigente el ideal de una sociedad educativa con base en la cual hagamos del conocimiento y la información instrumentos fundamentales de la relación de los individuos con sus entornos sociales, naturales y tecnológicos. La sociedad educativa nos compromete a pensar, hoy y en el futuro, en los mecanismos más adecuados para que los campos de innovación científica, y el desarrollo tecnológico sean asumidos como ámbitos susceptibles a la enseñanza y al aprendizaje. (p. 34). La universidad se enfrenta al planteamiento de que el saber es el nuevo capital, y por ello el espacio educativo tiene que vincularse a través de la investigación en la trama que define al modo de producción de los conocimientos. Es así como será vital la relación de los sujetos con los entornos sociales, naturales y tecnológicos a los fines de impulsar la innovación científica y el aprendizaje permanente de lo que expresa la realidad. La realidad es fuente permanente de enseñanza y aprendizaje y en este sentido la universidad tiene que recoger las vivencias populares, convertirse en esfera pública que interpreta el sentir de lo real y pone al servicio de éste sus investigaciones y sus propuestas. Esta es una manera de enfrentar los esquemas políticos de la globalización y su concepto de saber. Pala Colom y Mélich (1994): Forzosamente, esta transformación del papel del saber, e incluso de lo que se entiende por saber, afecta a dos áreas que por si mismas son educativas: la investigación, en tanto que búsqueda de nuevos saberes, -lenguajes- y la transmisión, en cuanto se debe delinear un nuevo paradigma educativo para aprenderlos. (p.61). Para estos autores en la sociedad postmoderna, el saber sólo tendrá un valor funcional, institucionalizándose como razón dominante la razón instrumental. Esto representaría un intento de despolitización del saber que en su propia esencia sería el fundamento de politización de la nueva razón social dominante.
Por esta razón, la universidad deberá, en el compromiso emancipatorio, generar un proceso de investigación centrado en la dialéctica de lo real, y en la búsqueda desde la base social de las impregnaciones ideológicas de la nueva razón triunfante. Esta práctica investigativa deberá convertirse en práctica formativa para romper con los procesos de cosificación que impondrá la nueva sociedad. Así es necesario encontrar el saber real, como configuración teórica para desplazar en el aparato educativo al saber pedagógico como forma de imposición. La universidad debe asumir la tarea transformativa sobre la base conceptual de que la producción del conocimiento responde a un movimiento cualitativo fundamentado en una teoría y una práctica que rescata la lectura apropiada de las problemáticas de las esferas públicas. Este planteamiento, reinstala la discusión de que la investigación, como base de una enseñanza que trascienda lo superficial, deberá reivindicar la idea del trabajo intelectual creativo como expresión de experiencias y acciones posibles frente al proceso de cosificación, es la única forma de que el hombre repotencie su papel histórico. La universidad tiene que tomar en cuenta que en la racionalidad de los mass-media, el hombre será un simple consumidor, su participación y libertad serán definidas por un lenguaje cosificado. La nueva racionalidad planetaria, en función de un discurso dominante, no tomará en cuenta al ser social y su conciencia, se erigirá como negación del humanismo y por lo tanto, como lo señalan Colom y Mélich, prevalecerá como razón lo vivido tecnológicamente. De allí, lo altamente complejo del reto de las universidades hoy, por esto su epistemología podrá conducir a la concientización sobre el nuevo mundo que se despliega, a la búsqueda de un regreso al humanismo donde lo objetivo es la transformación cualitativa de esta realidad. En el caso venezolano, la universidad tiene que regresar a jugar el papel participativo que en épocas pasadas ha realizado, debe entrar en el debate nacional definiendo políticas que la coloquen en el nivel constituyente de un país que atraviesa una profunda crisis. El saber, la enseñanza y la investigación deben colocarse en el primer plano para constituirse en la conciencia trascendental del país por hacerse. La universidad venezolana debe recuperar su palabra ante los diversos problemas del país, sus orientaciones, basadas en análisis e investigaciones, tienen que plasmarse como referenciales ante la necesidad de impulsar la educación y los aportes al proceso de desarrollo. El mensaje no puede ser sólo cultura ilustrada, debe ser también rescate de las expresiones de la cultura popular que debe encontrar proyección como expresión autóctona. El reto de la universidad es grande frente al proceso de globalización que en su afán de despliegue de una cultura planetaria oculta las expresiones culturales autóctonas. La universidad debe ser producción y comunicación de conocimientos bajo el signo de la innovación, acción concientizadora por el rescate de las expresiones culturales de nuestro país. La universidad está llamada a preocuparse por los problemas que se desarrollan a su alrededor, debe formar parte vital, con sus análisis y con su acción, en la búsqueda de un mundo mejor. Un mundo con menos pobreza, sin exclusión, sobre este aspecto Moreno León (2002), plantea que: Dentro de este drama de exclusión y pobreza, América Latina resalta como región del mundo más inequitativa: el 5% más rico recibe el 25% del ingreso nacional, mientras que el 30% más pobre recibe apenas menos del 7,5% de dicho ingreso. Los jefes de hogares del 10% de mayores ingresos tienen 12 años promedio de escolaridad y en el 30% más pobre la escolaridad promedio es de apenas 5 años. (p. 4).
Esta realidad requiere de una acción que se proyecte no solamente como acción del gobierno, sino que encuentre a la universidad ocupando un lugar destacado en la generación de profesionales e investigadores que desde el plano proposicional planteen salidas institucionales a la crisis en Latinoamérica. La universidad debe tener más presencia en su contexto, debe impulsar más y de mejor manera el proceso de concepción de un conocimiento transformador, que partiendo de la cultura académica universitaria se proyecte ante los problemas sociales. Se trata de superar la idea de una universidad cuyo conocimiento sólo se queda en su contexto y en una acción cultural intrínseca, el conocimiento debe proyectarse al medio y contribuir a su transformación. En consecuencia, la universidad no solamente debe preocuparse por la formación del sujeto epistémico, debe incidir en la formación del sujeto pueblo de manera que la universidad se aproxime a las esferas públicas y éstas se sientan identificadas y. representadas en la cultura académica. El desarrollo de la ciencia, la tecnología y el conocimiento no puede quedarse como expresión intrínseca del universo universitario, debe traducirse en una acción de cambio que incida en el bienestar social y humano. Lo importante es plantear para este nuevo siglo una universidad en correspondencia con su contexto de pueblo y que este sea el beneficiario de sus conocimientos. Es por esto que la universidad debe ser factor importante para la práctica de una ética que se reconozca en las diferencias, que ayude a darle fuerza a la relación universidad-pueblo, que reivindique el conocimiento de lo autóctono frente al poder avasallante de la globalización que se legitima como conocimiento único contra los propósitos de la heterogeneidad. Desde esta perspectiva, le corresponde a la universidad jugar un papel innovador en la enseñanza, de manera que lo comunitario sea importante para el desarrollo de las actividades de extensión. Por esto, el éxito académico no está en la forma como la universidad se encierre en sí misma, con su conocimiento y su trabajo para lo intrínseco, con su investigación y su calidad como un logro de lo puramente universitario en tanto eficiencia frente a sus programas de estudio. La tarea más importante es la formación de un profesional que se pueda encontrar con las raíces populares y por tanto con una respuesta desde la relación ética-universidad. La universidad tiene que recomponerse, tiene que plantear una discusión a su interior donde participen todos sus protagonistas. Para Orcajo (1999): ... la universidad nacional venezolana ha descuidado sus interrelaciones internas y externas. Esa es la razón por la cual no engrana con su entorno ni habla consigo mismo. Se ha desencajado con relación a su aquí y a su ahora. Pero en el momento en que descuida sus interrelaciones no sólo pierde momentáneamente el sentido de orientación, sino, peor aún, pierde todo su instrumental de orientación. Al disolverse las conexiones e interdependencias cada uno de sus elementos se caotiza, decide por su propia cuenta, se pierde la universidad en cuanto sistema y, en consecuencia, su operatividad. (p. 40). Hablar consigo misma, encontrarse con sus propias críticas es un camino de redefinición en su aquí y su ahora, debe rescatar su sentido de orientación a su interior para que pueda recuperar su espacio externo. La operatividad no puede referirse a cumplir su misión de formar profesionales, sino su posibilidad racional de incidir sobe la realidad del país. Tiene que restablecer su espacio histórico, ese espacio que todavía cree en la universidad y la define como recinto, teoría y práctica para la emancipación. El propósito de la universidad tiene que ser ayudar a la emancipación del intelecto, para esto el sujeto universitario tiene que estudiar los problemas esenciales de una totalidad en crisis y
estudiarse así mismo en tanto sus referencialidades frente a estos problemas. Para Larrosa (1995): " Un dispositivo pedagógico será, entonces, cualquier lugar en el que se constituye o se transforma la experiencia de sí. Cualquier lugar en el que se aprenden o se modifican las relaciones que el sujeto establece consigo mismo". (p. 291). Desde este punto de vista, la universidad es un espacio y son todos los sujetos que al encontrarse con su experiencia de sí y reflexionar sobre esta y sus implicaciones, pueden actuar sobre lo real. La toma de conciencia entonces es una orientación que se da el sujeto mismo, es su producido en su relación con lo real. Es inútil plantear el problema de la universidad en un marco donde lo administrativo desplaza a lo académico. Así, lo administrativo es prioritario porque lo "otro" de la universidad es "simple transmisión de conocimientos". Por esto se hace verdaderamente problemático preguntar a qué nos referimos cuando hablamos de universidad y por-venir; esta relación no está en la mente de los que proponen reformas. Su preocupación básica es el problema del poder, como si no hablar de lo "otro de la universidad" tiene algún sentido esencial. El poder constituyente en tanto regreso al estudio de la universidad desde su ontología, plantea el problema de lo definicional, de lo complejo de la relación enseñanza-investigaciónepistemología. No es poder constituyente para elegir autoridades o mejorar la toma de decisiones, es redefinir a la universidad y su papel ante la crisis actual y ante el proceso de globalización que cerca todos los espacios culturales. La universidad por-venir tiene que plantearse desde un fuerte compromiso ético, para Fuenmayor Toro (2002), este planteamiento debe reforzarse por un recorrido sobre la ética considerando todas sus categorías originarias que en la universidad definen al ser ético y a la institución ética. Para el autor es importante considerar una visión ética que alcance a la nacionalidad, al conocimiento, al trabajo, a la honestidad, a la democracia y la participación, a la calidad académica y a entre otras más a una ética de la autonomía. Todos estos elementos y tal vez otros configuran la posibilidad de mirar el problema de la universidad como una totalidad analizada desde el componente ético. El propósito es que la reflexión de inicio de siglo sobre la universidad por-venir, toque cada fundamento ontológico para ser redefinida y renovar el compromiso con la sociedad. Fuenmayor Toro en sus reflexiones concluye diciendo: Las sociedades planetarias desarrolladas necesitan de una nueva ética, que impida la aparición de una nueva civilización basada en la deshumanización del hombre. En la tarea de construir esa ética la participación de nuestros países es imprescindible, pero para ello debemos construir una universidad con valores éticos en sintonía con los que queremos impulsar en el mundo desarrollado. (p. 12). Aquí el problema de esta afirmación es que ciertamente el esfuerzo de nuestros países va dirigido a la búsqueda de un futuro mejor que se encuentre apuntalado por una universidad comprometida, pero la búsqueda de las sociedades planetarias desarrolladas es diferente, su futuro mejor pasa por una internacionalización de relaciones sociales que hacen a los "otros" países más subdesarrollados. Este planteamiento lleva a pensar que el compromiso de Latinoamérica es aún más complejo y por esto hay una obligación de redefinir el papel de las universidades. Las categorías esbozadas por Fuenmayor Toro, referidas a la relación ética-universidad pueden ser reelaboras desde otro punto de vista pero conservando la idea de que se configuran como una totalidad de análisis. En este sentido, se habrá de considerar la necesidad de rescatar el sentido de ser que es el ser latinoamericano. Esto no puede ser una posición para desimbricarnos del ser del
mundo, del ser global, pero constituye un punto de vista de la universidad que piensa su conexión con el mundo desde lo que significa ser Latinoamérica. La universidad proyectando su acción hacia una ética del conocimiento, estaría planteando que no se trata solamente de considerar qué es conocimiento válido. Se trata, a través de una enseñanza basada en la investigación, de desentrañar las lógicas de los modos de producción del conocimiento. En el espacio universitario no es suficiente el conocimiento en sí, es importante profundizar en las matrices constitutivas del cómo se produce el conocimiento, así la enseñanza dejaría de ser imposición para convertirse en reflexión desde la investigación. La universidad entendida por sus propios actores educativos y laborales desde una ética del trabajo, plantearía un reconocerse con la actividad productiva como actividad creadora. Para esto todos los sectores universitarios tienen que dirigir sus esfuerzos a una producción académica que constituya el centro de su actividad y donde se genere la conciencia política para la transformación. No se trata únicamente de la creatividad profesoral, también de la creatividad de los estudiantes ante la posibilidad de que el aprendizaje se proyecte en el nivel proposicional como configuración comunitaria de modelos culturales alternativos. El sector laboral tiene que entender que la práctica fundamental de la institución es impulsar el trabajo creador y para eso su esfuerzo permanente contribuye al desarrollo de la ciencia y de la cultura. Una ética de lo académico estará vinculada a asumir como un valor trascendental la honestidad frente al trabajo de enseñanza, aprendizaje e investigación. Desde esta posición ética deberá producirse un rechazo a la arbitrariedad cultural y con esta a la violencia simbólica. Lo académico no puede ser sinónimo de transmisión de saberes, el conocimiento debe ser discutido desde su dimensión ontológica, gnoseológica y epistemológica, por esto interesa que el conocimiento sea desconstruido y pueda plantearse una reflexión acerca de su constitución, a qué paradigmas se refiere, a qué fundamento teórico-metodológico. Interesa el conocimiento y también interesa el saber hacer este conocimiento lo cual constituye el verdadero reto para una academia de calidad. El análisis anterior apunta hacia el rescate de un valor fundamental del ser universitario que está representado por la honestidad, esta representa en su mayor potencialidad el compromiso con el país. Debe estar presente en todos los actores del quehacer diario y representa un encuentro con la interioridad para permitir desplegar la conciencia de si en el trabajo colectivo. Estos elementos esbozados, permiten pensar que la tarea primaria de la universidad y de los universitarios es impulsar el concepto de democracia a lo interno para tener proyección hacia lo externo. La universidad deberá ser profundamente democrática, es una condición inherente a su propia definición, este elemento es constitutivo de su base ontológica, por esto el ser colectivo universitario y el ser individual deben ser y ejercer la democracia como el más elevado valor ético. La visión de la universidad por-venir es la concepción de una reflexión abierta, de diálogo permanente, de encuentro consigo mismo y con el colectivo que es esencialmente transformativo. Aquí es donde debe desplegarse el concepto de autonomía como un importante valor ético. Este concepto permitirá entender a la universidad desde lo intrínseco para proyectarse como compromiso institucional. La autonomía debe permitir que los elementos que conforman a la universidad puedan ser discutidos desde ese plano de constitución, el propósito de esta tarea será ajustar estos elementos como un todo, redimensionándolos cuando sea necesario, ajustándolos a los nuevos tiempos y redirigirlos a la obtención del propósito final de incidir en la sociedad.
Esta reflexión es para la búsqueda del verdadero concepto de universidad, la que sea capaz de romper con su plano de constituido y dar origen a un plano constituyente que la revaloriza en su dimensión ética de compromiso social. Este plano constituyente no puede definirse en el contexto de reformas que no apuntan hacia lo vital, el plano constituyente es repensar la universidad desde sus bases. No es problema de imagen que se fortalece con la redimensión de la actividad de extensión, es compromiso que se asume, sobre todo en espacios subdesarrollados. BIBLIOGRAFÍA Colom , A y J. C. Mélich. (1994). Después de la modernidad. España Ediciones Paidós. Escandón, P (1999). Dos escenarios para la educación del próximo siglo. En: E Solana (Compilador). Educación en el siglo XXI. México. Editorial Limusa. Fuenmayor Toro, L. (2002). ¿Por qué la ética en nuestros tiempos?. En: Retos de la Educación Superior. Question Quadernos. N° 1. Caracas. Venezuela. Guerra, D. (1999). La Educación en el siglo XXI: propuestas y escenarios. En: E Solana (Compilador). Educación en el siglo XXI. México. Editorial Limusa. Larrosa, J. (1995). Tecnologías del yo y educación. En: J. Larrosa (Editor). Escuela, Poder y Subjetivación. Madrid. Ediciones La Piqueta. Moreno León, J. (2002). La democracia universitaria como estrategia de lucha contra la pobreza y exclusión social. En: Retos de la Educación Superior. Question Quadernos. N'1. Caracas. Venezuela. Orcajo, A. (1995). Reconstruyendo la universidad. Venezuela. Publicaciones de la Universidad de Carabobo. Urriola, R. (1996). La paradoja de la Globalización: más mercado y más regulación. En: R. Urriola (Compilador). Economía Latinoamericana. La globalización de los desajustes. Venezuela. Editorial Nueva Sociedad. Zemelman, H. (1992). Los horizontes de la razón. México. T.II.Editorial Anthropos.