Las bases de la Seguridad Social. 1. PLAN PARA LA Seguridad Social. 2

10ª. SESIÓN. Las bases de la Seguridad Social. 1 6 PLAN PARA LA Seguridad Social. 2 LA CARTA del Atlántico habla, entre otros fines, de conseguir para

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10ª. SESIÓN. Las bases de la Seguridad Social. 1 6 PLAN PARA LA Seguridad Social. 2 LA CARTA del Atlántico habla, entre otros fines, de conseguir para todos “mejores niveles de trabajo, prosperidad económica y seguridad social”. El Plan de Seguridad de mi Informe es un plan para convertir las dos últimas palabras, “seguridad social”, en

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Beveridge, William. “Capítulos 6, 10 y 13”.pp. 65-71; 120-141; 167-181. Las bases de la Seguridad Social. [Traducción de Teodoro Ortiz]. FCE-SSA. México. 1987. 271 pp. [Biblioteca de la salud. Serie Clásicos de la Salud].

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Plática radiada el 2 de diciembre de 1942. Nota 6: El Informe sobre Seguros Sociales y Servicios Afines firmado por mí el 20 de noviembre de 1942, fue impreso con gran celeridad y presentado al parlamento con carácter urgente el 19 de diciembre de 1942, habiendo suministrado antes copias a la Prensa confidencialmente el 27 de noviembre. El Informe, con los Apéndices A a F, se puso a la venta al precio de 2 chelines acompañado de un volumen de datos procedentes de determinados organismos (Cmd. 6405) que se vendía también a 2 chelines. En la noche del 19 de diciembre pronuncié una alocución por radio dirigida a todo el Imperio y en la noche siguiente repetí prácticamente esta misma alocución en una radiación para el interior del país, conferencia que se reproduce en este volumen como artículo 6. Hice el Informe como presidente del Comité Interdepartamental nombrado en junio de 1941 por Mr. Arthur Greenwood, como ministro sin cartera encargado de la inspección general de los planes de reconstrucción. En enero de 1942 se decidió que fuera yo solo, con exclusión de los representantes de los diversos ministerios, el que hiciera y firmara el informe. Para la fecha en que el informe estaba terminado, Mr. Arthur Greenwood había sido sustituido en su puesto de ministro encargado de los planes de reconstrucción por Sir William Jowitt que antes ocupaba el cargo de director general de correos. Mi informe fue, pues, presentado a Sir William Jowitt, que es el que figura en la caricatura de la página 135.

hechos, para conseguir en la Gran Bretaña que nadie dispuesto a trabajar mientras pueda, carezca de ingresos suficientes para hacer frente en todas las épocas de su vida a sus necesidades esenciales y las de su familia. El plan no ha sido aún estudiado por el gobierno ni el parlamento. Mis palabras de esta noche se refieren simplemente a las propuestas que he hecho en el plan. El Plan de Seguridad comprende tres partes. En primer lugar, un programa completo de seguros sociales en prestaciones en dinero. En segundo lugar, un sistema general de subsidios infantiles, tanto cuando el padre gana dinero como cuando no lo gana. Finalmente, un plan general de cuidados médicos de todas clases para todo el mundo. No voy a intentar describir aquí y ahora todo el plan. Espero que muchos de los que me escuchan podrán procurarse el Informe. Es probable que lo encuentren muy largo. Pero para enterarse de los fines generales lo único que se precisa leer es el principio de la Parte I y el final de la Parte IV; las dos son cortas y se refieren a temas de interés general. No es necesario leer las otras, salvo para buscar algunos puntos especiales que puedan interesar. La característica principal del Plan de Seguridad es un proyecto completo de seguros sociales. Abarca a todos los ciudadanos y no sólo a quienes trabajan para patrones. No se aplica exactamente de la misma manera a todos los ciudadanos; no es fácil asegurar a una persona que no tiene patrón -por ejemplo, un tendero o un agricultor- contra la desocupación, o a una persona que no realiza ningún trabajo lucrativo, contra la posibilidad de perder sus ingresos a causa de una enfermedad. Pero todo el mundo estará asegurado por lo que todo el mundo necesita: pensiones de vejez, gastos de entierro, cuidados médicos. Y todo el mundo tendrá asegurados esos y todos los demás beneficios apropiados para él y su familia, por medio de una contribución única semanal pagada mediante un timbre de seguros. El plan de seguros sociales estipula, con una sola excepción, una pensión uniforme independientemente del importe de los ingresos que se hayan perdido, a cambio de una contribución uniforme. La pensión será la misma para la desocupación y para la incapacidad física de cualquier clase que sea y, después de un período de transición, para

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pensiones de retiro; se la ha proyectado lo bastante alta para que provea a la subsistencia e impida la extrema necesidad en todos los casos normales; y durará lo que dure la desocupación o la incapacidad para trabajar sin recurrir a la comprobación de los recursos. La única excepción al principio de la uniformidad de la pensión es que si la incapacidad ha sido consecuencia de un accidente industrial, o de una enfermedad profesional, después de transcurridas trece semanas la pensión por incapacidad será reemplazada por una pensión industrial cuyo importe será proporcional a los ingresos perdidos, pero que en ningún caso será inferior a la pensión por incapacidad física. Además de la desocupación y la incapacidad, el proyecto provee beneficios para hacer frente a otras necesidades, entre ellas la maternidad y la viudez, el cuidado de los hijos, los gastos de entierro y el aprendizaje de nuevas ocupaciones. En lo que respecta a la vejez, propone vatios cambios. En primer lugar, generaliza las pensiones, aplicándose no sólo a los que trabajan para patrones, como sucede hoy, sino también a los que trabajan por su cuenta y los que no trabajan por lucro. En segundo lugar, hace que las pensiones dependan de la condición de retirarse del trabajo. En tercer lugar, hace que esas pensiones de retiro sean adecuadas para subvenir a la subsistencia -iguales a las pensiones por desocupación e incapacidad física-, pero las hace subir a ese nivel gradualmente, durante un período de veinte años; durante este período, los que necesiten más de lo que pueden obtener como pensiones contributivas podrán hacer frente a sus necesidades por medio de pensiones de asistencia adecuadas. En cuarto lugar, el proyecto permite a las personas que siguen trabajando después de llegar a la edad mínima de retiro, que es de 65 años para los hombres y de 60 para las mujeres, hacer méritos para la obtención de pensiones superiores al nivel que sirve de base, que es el que obtendrían si se retiraran tan pronto como alcanzaran esa edad. El objeto del plan no es obligar a retirarse pronto, sino dejar a las personas en libertad de retirarse cuando quieran y estimularías a que sigan trabajando mientras puedan hacerlo. Al introducir pensiones adecuadas de derecho, durante un período de transición, en el que la tasa de las pensiones contributivas irá elevándose gradualmente, el Plan de mi Informe para la Gran Bretaña sigue el precedente de Nueva Zelanda. El primero se basa en el principio contributivo de que el estado no dé subsidios gratuitos a todos, sino de

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conceder beneficios obtenidos en virtud de las contribuciones hechas por las personas aseguradas, por sus patrones y por el estado. Para disfrutar de pensiones, las contribuciones tienen que hacerse, como es natural, durante un período sustancial de transición antes de llegar a la edad que autoriza a recibir la pensión. Por supuesto, uno de los puntos que interesan a todo el mundo es saber cuáles serán las tasas de la contribución y del beneficio. Es imposible dar cifras absolutamente concretas, porque se pretende que los beneficios cubran el costo de todas las cosas esenciales y no podemos decir con certeza ahora lo que costarán después de la guerra los alimentos, las ropas, el combustible y el alojamiento. Pero suponiendo que después de la guerra el costo de la vida sea un poco menor que ahora, la tasa provisional de beneficio que yo he sugerido en mi Informe es de dos libras esterlinas por semana para un matrimonio solo como pensión de desempleo, de incapacidad o de retiro. Para una persona sola o para un hombre cuya esposa trabaja, la tasa será más baja. Cuando la incapacidad prolongada ha sido consecuencia de un accidente industrial, habrá una pensión industrial que ascenderá a las dos terceras partes de los ingresos anteriores al accidente, pero no inferior a lo que se recibiría por enfermedad ordinaria; por lo general será bastante mayor. A todos esos beneficios se añadirá el subsidio por los hijos, a razón de ocho chelines por semana y por hijo. Esas asignaciones se pagarán por cada hijo cuando el padre o la madre que los atiende reciben un beneficio o una pensión, y por todos los hijos menos uno, cuando el padre o la madre encargados de su cuidado ganan dinero. Teniendo en cuenta las pensiones de los hijos, un hombre casado con dos hijos recibirá 56 chelines por semana, sin necesidad de comprobar sus recursos, mientras dure la desocupación o la incapacidad. Si ha sido incapacitado por un accidente del trabajo o por una enfermedad profesional, recibirá una pensión comprendida entre 56 y 76 chelines semanales, según fueran sus ingresos. Una viuda con dos hijos a su cuidado recibirá 40 chelines semanales; una mujer casada que trabaja también para ganar dinero podrá recibir el subsidio de maternidad de 36 chelines semanales durante 13 semanas al dar a luz, con objeto de que pueda dejar de trabajar durante ese tiempo. Esto será además del subsidio de maternidad de 4 libras esterlinas al que tendrán derecho todas las madres. Para conseguir esos y todos los demás beneficios del Plan, la contribución exigida a un adulto que trabaja será de 4 chelines y 3 peniques de él mismo y 3 chelines y 3 241

peniques de su patrón; para las mujeres y los jóvenes las tasas son más bajas. Entregando esas contribuciones, las personas aseguradas que trabajen pagarán una cuarta parte aproximadamente del valor total de las prestaciones que reciban en dinero, sin contar los subsidios por los hijos y la asistencia nacional que existirá para abarcar los pocos casos que escapen a las mallas del sistema de seguros. Las otras tres cuartas partes de los beneficios en dinero provendrán de los patrones y del estado. Los subsidios a los hijos y la asistencia nacional las sufragará por entero el estado. Las contribuciones antes indicadas incluyen un pago por el cuidado médico completo de toda clase para la persona asegurada y todas las que dependan de ella, tanto en su casa como en el hospital; de medicina general, de especialistas y de consultas; servicio de enfermeras; cuidados dentales y oftálmicos; todo lo necesario para restablecer la salud y prevenir las enfermedades. La manera exacta de cómo debería organizarse este servicio médico, cómo debería pagarse a los médicos y cómo deberá financiarse y controlarse a los hospitales, son cuestiones que en el Informe quedan pendientes para su estudio subsiguiente. Pero de una u otra manera, los cuidados médicos y la rehabilitación forman parte del plan general. El mínimo nacional para cada ciudadano debe incluir hoy estar bien, tan bien como la ciencia aplicada a la prevención y la curación de las enfermedades pueda hacer que esté. Claro está que el Plan de seguridad exige una elevada cantidad de dinero. Significa un Presupuesto de Seguridad para seguros sociales, para subsidios a los niños, para cuidados médicos y asistencia nacional que asciende a 700 millones de libras esterlinas para 1945 y a más de 840 millones veinte años después. Son esas cifras elevadas si se comparan con anteriores presupuestos de la hacienda británica. Pero no son grandes en relación con la renta total de la nación y el Plan de Seguridad es solamente un medio para redistribuir la renta nacional, atendiendo primero a las cosas más importantes, asegurando la desaparición de la indigencia antes que el disfrute de comodidades. La mayor parte de este dinero se está gastando ya de otras maneras. La suma total que hay que reunir por medio de impuestos y tasas, comparada con el costo de los planes actuales> es cuando más de 86 millones de libras esterlinas en el primer año del plan. No puedo creer que esto no esté al alcance de nuestros medios cuando termine la guerra.

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Tal como acabo de exponerlo sucintamente, el Plan no hace más que completar lo que se empezó a hacer hace poco más de treinta años cuando Mr. Lloyd George introdujo el Seguro Nacional de Enfermedad y Mr. Winston Churchill, entonces Presidente de la Junta de Comercio, estableció el Seguro de Desocupación. El hombre que nos condujo a la victoria en la última guerra era el ministro responsable del Seguro de Enfermedades. El ministro que hace más de treinta años tuvo el valor y la imaginación necesarios para apadrinar el Plan de Seguro de Desocupación, es el hombre que nos está llevando a la victoria en esta guerra; me gustaría verle completar la obra que empezó entonces en los seguros sociales. Pero esto es sólo una esperanza personal mía. Lo que les he explicado no es más que mis propuestas al gobierno. Este no se ha comprometido a realizar nada de lo que he dicho. Acaba de recibir mi Informe, y no puede esperarse de él que tome una decisión no debe tomarla- sin estudiarlo primero a fondo. Pero yo espero que al gobierno, al parlamento y al público inglés en general le agradará el Plan de Seguridad, una vez que todos hayan tenido tiempo de examinarlo, y que será adoptado. Habiendo empezado yo mismo a trabajar en este problema de la seguridad social hace más de treinta años, habiendo vivido para él durante los últimos dieciocho meses y habiéndolo discutido con todas las personas que lo conocen, estoy convencido de que lo que necesitamos es este Plan o algo muy parecido a él. Es el primer paso, aunque no sea más que un paso, para convertir la Carta del Atlántico en hechos. 10 LAS BASES DE LA SEGURIDAD SOCIAL 1. EL SUPUESTO DE LA OCUPACIÓN EN EL INFORME que presenté al gobierno de Su Majestad sobre Seguros Sociales y Servicios Afines, expuse la opinión de que no podía idearse ningún plan de según dad social sin antes dar por sentadas tres cosas: A.

Subsidios a los hijos, pagados tanto cuando el padre o la madre

responsable trabaja como cuando está desocupado.

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B.

Amplios servicios sanitarios y de rehabilitación para prevenir y curar las

enfermedades y restaurar la capacidad de trabajo, a disposición de todos los miembros de la comunidad. C.

Mantenimiento de la ocupación, esto es, supresión del paro forzoso.

El supuesto A, los subsidios a los hijos, forma parte integrante del plan de seguridad para la redistribución de los ingresos de acuerdo con las necesidades: sin él no es posible conseguir verse libre de la indigencia. En el informe en cuestión se tratan en detalle las principales cuestiones prácticas relativas a los subsidios a los hijos, entre ellas la forma de concederlos, su importe, su procedencia y el método para administrarlos. El supuesto B, de amplios servicios médicos y de rehabilitación, cae en parte dentro de los limites del Informe y en parte fuera, y éste sólo se ocupa de él en la medida en que se trata de arbitrar fondos para hacer frente a una parte del costo que entrañan por medio de contribuciones de seguro. Se dejan para estudio ulterior los múltiples problemas que plantea la reorganización de los servicios sanitarios y de rehabilitación necesarios para realizar este supuesto. El supuesto C, el mantenimiento de la ocupación, aunque es esencial para dar toda su importancia a las proposiciones del informe, se ha tratado como si cayera por completo fuera de sus límites. Por esta razón, mientras el gobierno y el parlamento estudian el informe, quizá sea conveniente y adecuado que digamos algo más sobre el Supuesto C y que mostremos la relación que existe entre el mismo y el Plan para la Seguridad Social contenido en el informe. Esto es lo que voy a hacer aquí. ¿Qué quiere decir el supuesto C? ¿Por qué lo consideramos como una base esencial para la seguridad social? ¿Es razonable en sí mismo? En el curso de este examen veremos que existe todavía un cuarto supuesto de seguridad social en la posguerra, que cae tan fuera de los límites del informe como el supuesto C, pero que es igualmente esencial para dar valor al informe. Las relaciones entre este cuarto supuesto y las proposiciones y los supuestos citados del informe se examinarán después bajo el título: “Una guerra del pueblo para una paz del pueblo.” ¿Cuál es el significado del supuesto C, esto es, del mantenimiento de la ocupación? No significa que la ocupación llegue a ser tan ininterrumpida para todo el 244

mundo que no exista nunca ninguna desocupación. El plan de seguro social propuesto en mi informe comprende como una de sus características importantes el seguro contra el paro forzoso: esto supone que seguirá existiendo un cierto grado de desocupación, durante el cual hay que proveer al desocupado, como una cosa de derecho propio, de los ingresos necesarios para la subsistencia bajo la forma de un beneficio o socorro de paro forzoso. En otras palabras, da por sentado que en cualquier organismo viviente, cambiante y en pleno crecimiento eco-nómico habrá ocasiones en que no pueda emplearse productivamente a los individuos. Habrá intervalos durante los cuales algunos hombres, cuyo anterior trabajo se ha agotado, estarán esperando a encontrar otro nuevo, o durante los cuales la mano de obra estará ociosa porque no han llegado a tiempo las materias primas necesarias o algún otro factor indispensable para la producción. Habrá interrupciones en la corriente del trabajo a causa del tiempo, dentro del país o en el extranjero. Aumentará la demanda de trabajadores en una fábrica o en un lugar, al mismo tiempo que disminuirá en algún otro. Habrá variaciones estacionales en la demanda de mano de obra en determinadas industrias. Habrá desocupación por efecto de los cambios técnicos en el equipo mecánico o en los métodos de organización, que harán innecesario el trabajo que antes realizaban determinados trabajadores e implicarán su traslado a nuevas ocupaciones, quizá después de un período de instrucción preparatoria. Todas esas formas de paro forzoso son compatibles con la prosperidad general y el progreso. Por lo general, implican sólo cortas interrupciones en los ingresos y puede hacérseles frente con socorros en dinero. Hay que proveer a las necesidades de esos trabajadores y la mejor manera es el seguro de desocupación. Al dar por supuesto que después de la guerra seguirá existiendo alguna desocupación a la que deberá hacerse frente con el seguro correspondiente, es también necesario hacer una suposición en lo que respecta al coeficiente de desocupación, esto es, al porcentaje de personas aseguradas contra el paro forzoso, que puede esperarse en promedio, en cualquier momento. Las contribuciones necesarias para sufragar el costo del socorro de paro forzoso dependen del coeficiente de desocupación y de la tasa del socorro. En mi informe se ha supuesto, al establecer la base financiera del plan de seguros sociales, que el coeficiente de desocupación es del 10% en las industrias hoy 245

sujetas al plan general de seguro de paro forzoso. Si se considera el total de personas que estarán aseguradas contra la desocupación, incluidas aquellas que ahora están exceptuadas del seguro a causa de la regularidad de su trabajo y las que son objeto de planes especiales, el coeficiente es del 8½ %: esto significa que el número de personas sin ocupación en cualquier momento será de un millón y medio, lo que implica un desembolso en subvenciones de desocupación de unos 110 millones de libras esterlinas por año. Es posible que a muchas personas parezca que se peca de un exagerado pesimismo planeando el socorro de paro forzoso en esta escala, y que tal cosa supone la aprobación de un mal que puede y debe curarse. La respuesta a esta crítica es que el hecho de hacer provisión en un plan de seguros para la posibilidad de que ocurra el siniestro en una escala determinada no es admitir que sea necesaria o tolerable la desocupación en esa escala. El coeficiente de desocupación del 10% en las industrias ahora abarcadas por el plan general de seguro de paro forzoso es mucho más alto que el que interviene en las diversas formas de desocupación antes descritas como compatibles con la prosperidad general y el progreso; antes de comenzar la presente guerra, el paro forzoso en la parte meridional de la Gran Bretaña, región próspera, era del 6% o menos. El coeficiente del 10% da un margen para el caso de que no se logre el control del ciclo económico, permite impedir las depresiones generales prolongadas en el comercio, o en el reajuste de la industria británica a las diferentes condiciones que prevalecerán después de la guerra. Al forjar la base financiera del plan de seguridad, es necesario prever la posibilidad de que ocurra ese fracaso; en las cuestiones financieras es preferible ser prudente. Esto no significa que se apruebe el fracaso o que no se den pasos para impedirlo. En lo que respecta a otro de los riesgos cubiertos por el Plan de seguros sociales, el de las enfermedades, el actuario del gobierno ha tenido en cuenta la posibilidad de que la mayor liberalidad en los socorros propuestos hará que aumente bastante en una octava parte- el número de solicitudes presentadas por enfermedad, en proporción al número de personas aseguradas. Como medida de precaución en el financiamiento del plan, ha tenido en cuenta que tal cosa ocurra a pesar de la gran extensión de los servicios sanitarios que supone el informe. Esto no implica aquiescencia con la continuación de 246

las enfermedades en la escala actual O que deban hacerse menos esfuerzos para evitarías. Para gentes que piensan de otra manera, es posible que el coeficiente del 10% en las industrias ahora aseguradas parezca demasiado optimista. Recordando lo que ocurrió después de la guerra anterior, esperan se repita esa misma experiencia cuando termine la actual. Eso, sugerimos, es un derrotismo innecesario. En los últimos años antes de la guerra el financiamiento del plan general de seguro contra el paro forzoso se basaba en un coeficiente de desocupación del 15%; en la realidad este coeficiente era mucho menor, aunque incluía todos los trabajadores que se habían acostumbrado a la holganza, a consecuencia de los años de inactividad, en las regiones afectadas por la depresión y en las industrias básicas que habían disminuido sus actividades. No es optimista el supuesto de que después de esta guerra podrá conseguirse mantener un coeficiente de desocupación no superior al 10%, a diferencia del 15% fijado como probable antes de la guerra. Actualmente, durante la guerra, el coeficiente de desocupación no es del 15 ni del 10%, sino del ½%. ¿Por qué suponer que no hemos aprendido nada de la experiencia de la última paz y que tenemos que volver sin remedio al 15%, o al 20%, o más? Con el fin de poder formular un informe actuarial sobre las finanzas de los seguros sociales necesario suponer algún coeficiente concreto de desocupación en el futuro. Pero el plan de seguros sociales no es bueno o malo por el hecho de que este cálculo actuarial sea o no exacto. Si en la práctica es posible mantener por bajo del 10% el coeficiente de desocupación, como es razonable suponer que sea posible, el Fondo de Seguros Sociales acusará un superávit del que podrá disponerse para otros fines. Si el coeficiente sube por encima del 10% -aunque sea bastante- el gasto adicional en desocupación puede cubrirse con creces con las economías en otros renglones, y en todo caso podría hacérsele frente por medio de un pequeño aumento en las contribuciones. El supuesto C no es en modo alguno actuarial, sino práctico y humano. No es una profecía decir que la desocupación será del 10% o que la proporción será otra. Es una afirmación de política: que al mismo tiempo que se suministra un socorro de paro forzoso hay que dar pasos para evitar la desocupación en gran escala, esto es, para evitar la ociosidad involuntaria permanente o prolongada de un gran número de personas,

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Como ocurrió durante la última paz en las regiones afectadas por la depresión en la Cran Bretaña, o en el conjunto del país durante la Gran Depresión de 1931 y 1932. ¿En qué razón o razones se basa esta afirmación política? En el párrafo 440 de mi informe se dan cinco razones distintas -cinco razones para afirmar que la supresión de la desocupación en gran escala es una de las condiciones para un plan satisfactorio de seguros sociales. De las cinco razones expuestas en mi informe, no es necesario que mencionemos aquí sino las dos más importantes. Una es que el pago incondicional de socorros en dinero es una medida que sólo es satisfactoria durante períodos cortos de desocupación; transcurridos éstos, la ociosidad, aunque sea con ingresos suficientes para subsistir, desmoraliza. La otra es que los ingresos que ponen a cubierto de la indigencia, que son lo único que puede dar el seguro social, son tan insuficientes para proveer a la felicidad humana que apenas si pueden considerarse en sí mismos como una medida importante para la reconstrucción. Deben ir acompañados por una firme determinación de utilizar los poderes del estado en la medida que fuere necesario para asegurar a todos, no ciertamente la absoluta continuidad del trabajo, pero sí una probabilidad razonable de encontrar ocupación productiva. Con todo, decir que el mantenimiento de la ocupación es necesario para que el seguro social sea satisfactorio no significa que, si no puede mantenerse la ocupación, no se necesite ningún plan de seguros sociales o un plan diferente del propuesto. Las proposiciones del informe no tienen otro fin que distribuir el ingreso total de la comunidad, grande o pequeño, de manera que se atienda primero a lo más urgente; a proveer en todas las épocas de la vida ingresos suficientes para atender a la subsistencia de una persona sola, de familias más o me-nos numerosas, antes de proveer a las comodidades de cualquiera. Si, por no saber ocupar a todas las personas, el ingreso total disponible para su distribución cayera por bajo de un nivel determinado, podría resultar imposible suprimir por completo la indigencia. Pero sería aún conveniente llenar antes las necesidades más perentorias: cuanto más pequeño el dividendo o ingreso total, mayor es la necesidad de distribuirlo con equidad. El hecho de poner en duda la posibilidad de evitar la des-ocupación en gran escala después de la guerra, no sería una razón para no

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preparar ningún plan de seguros sociales. Por el contrario, haría que fuera aún más necesario un plan semejante. Pero ¿debemos admitir esas dudas? Dando un giro positivo a la pregunta, ¿es razonable hacer el supuesto C que después de la guerra puede evitarse la desocupación en gran escala? II. EL SUPUESTO DE LA VICTORIA Una respuesta a la pregunta es que resulta tan razonable hacer esta suposición como hacer otra, no mencionada en mi informe sobre seguros sociales, pero igual de implícita en todas sus propuestas, a saber, el supuesto de que la Gran Bretaña y sus aliados pueden derrotar y derrotarán a Alemania y los suyos. A los tres supuestos citados en el informe para conseguir una seguridad social satisfactoria después de la guerra -A, subsidios a ~os hijos; B, amplio servicio sanitario; C, mantenimiento de la ocupación, hay que agregar un cuarto, el supuesto D: que la guerra termina con la victoria para la Gran Bretaña y sus aliados. De lo contrario, no merece la pena hacer planes para la seguridad social. Entre el supuesto D -que podemos vencer a Alemania en la guerra- y el supuesto C que podemos vencer a la desocupación en gran escala después de la guerra- hay, en realidad, mucho de común. En primer lugar, sean o no razonables, esas dos suposiciones son necesarias. Si se pierde la guerra, se pierde todo. Si después de la guerra torna la desocupación en gran escala, puede peligrar la estabilidad de las instituciones británicas. Una democracia desesperada puede sacrificar las libertades políticas vitales esperando conseguir así la seguridad. En segundo lugar, ambas suposiciones son igualmente razonables. Aunque el giro de la guerra nos es favorable ahora, aún no está ganada; las fuerzas del mal que hay que vencer son todavía terribles y aun no están quebrantadas. Si la Gran Bretaña y sus aliados pueden mostrar la fuerza y la unidad y la capacidad organizadora que se necesitarán para aplastar a la barbarie mecanizada que hace dos años pareció que iba a sojuzgar el mundo entero, es fantástico creer que su destino es ser derrotados por la desocupación.

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En tercer lugar, los problemas generales que entraña la realización de los supuestos C y D son los mismos. Para derrotar a Alemania y sus aliados es necesario organizar al máximo la producción de la Gran Bretaña y de sus aliados, esto es, planear y dirigir la utilización de todos sus recursos para hacer frente a las necesidades de la guerra, por el orden de su urgencia y con el menor desperdicio posible de fuerza. El mantenimiento de la ocupación después de la guerra presenta el mismo problema de utilizar sin desperdiciar nada los recursos de que disponemos para hacer frente a las necesidades de la paz. Aunque las necesidades de la paz quizá parezcan menos urgentes que las de la guerra, son igual de importantes, y las condiciones generales para la solución de los dos problemas son las mismas: planeamiento de la utilización de todos los recursos por un solo organismo; movilidad de la mano de obra y de otros recursos; cooperación internacional; determinación de encontrar a toda costa una solución. Esto no significa que sean idénticos los problemas de la guerra y la paz. La guerra es un mal temporal, en tanto que la paz debe planearse para que dure; las personas renuncian a sus intereses de grupo y transigen en lo que respecta a las opiniones políticas, cediendo a las exigencias pasajeras de la guerra más fácilmente que aceptan lo que tal vez parezca un sacrificio permanente de los derechos que más estiman en la paz. Además, al planear para los tiempos de paz, es esencial dejar cierta libertad para los experimentos, las iniciativas, los tanteos individuales, sin los que no puede asegurarse el progreso. Aunque los problemas de Organizar la producción en la guerra y la paz, respectivamente, pueden plantearse en los mismos términos generales, los resultados prácticos son diferentes. Por encima de todos está el problema político de las esferas respectivas de acción del estado y del individuo, del planeamiento central y de la iniciativa privada. Esta es la médula del problema. En lo que respecta a los temas que caen directamente dentro de los límites de mi informe sobre seguros sociales no es necesario que se produzca ninguna diferencia entre los partidos. En la Gran Bretaña los seguros sociales no son propiedad exclusiva de ningún partido y hace ya mucho tiempo que su desarrollo ha dejado de ser un problema de partido. No se considera que la cuestión de los seguros sociales conduzca al campo de tal o cual partido. A este respecto las propuestas pueden juzgarse por sus propios méritos. El supuesto C -mantenimiento de la 250

ocupación después de la guerra- se encuentra en un caso diferente. Es a la vez más importante, más difícil y más urgente, que ningún otro problema de reconstrucción en el frente interior. Es más importante, pues es la base indispensable para atacar con éxito todos los demás problemas. Es más difícil, porque no existe ningún acuerdo entre los partidos para su solución y porque entraña, en el punto crítico del comercio internacional, la cooperación con otros países. Es más urgente porque, si se ha de mantener la ocupación en los momentos críticos de la posguerra, los planes para conseguirlo tienen que hacerse ahora, y no cuando haya terminado la guerra. ¿Es posible hacer ahora un plan cualquiera para mantener la ocupación productiva y evitar la desocupación en gran escala después de la guerra, y llegar a un acuerdo sobre el mismo? ¿Puede hacerse ese plan sin perturbar la unidad nacional en la prosecución de la guerra? Es ésta una pregunta que no debe contestarse a la ligera. No puede contestarse de una manera terminante, salvo prácticamente, formulando proposiciones concretas que una vez formuladas sean aceptadas. Mi opinión propia es que las investigaciones que se realicen con vistas a esas proposiciones no son inútiles, y ello por dos razones. No son inútiles, porque el fin que se persigue lo desea con pasión casi todo el mundo, y por ello es probable que se hagan todos los sacrificios que se demuestre que son necesarios y suficientes para conseguirlo. No son inútiles, porque el camino que conduce al mantenimiento de la ocupación después de la guerra no tiene probabilidades de ser el mismo por que han viajado hasta ahora ninguno de los partidos de la Gran Bretaña. No podemos confiar en la iniciativa privada con riesgos privados, que tan lastimosamente fracasó en la última paz. No podemos confiar en ninguna panacea, como la nacionalización de todas las industrias; el simple cambio de la propiedad y de los motivos deja intactos los problemas de Organización. Necesitamos una combinación selectiva de métodos; necesitamos varios tipos de control general -de los precios, de las inversiones, de los transportes y las materias primas-; necesitamos probablemente en ciertos campos la propiedad por monopolios públicos, en otros la iniciativa privada sometida al control público, y todavía en otros la iniciativa privada libre de toda clase de control que no sean los generales. No existe para el complejo problema de mantener la ocupación en la posguerra ninguna solución sencilla que pueda convertirse en lema de un partido. Existe así la posibilidad de lograr 251

que se trate como un problema técnico más bien que político -un problema tan técnico y tan importante como el uso de las diferentes armas de guerra en el planeamiento de una campaña militar-. Una de las principales tareas del arte de gobernar, tanto en la Gran Bretaña como en los demás países, consiste en descubrir si la campaña de la paz, encaminada a ofrecer a todos la oportunidad de realizar un servicio y de ganar dinero, puede ser tratada de esta manera y conseguir el éxito por medio del acuerdo. III.

UNA GUERRA DEL PUEBLO PARA UNA PAZ DEL PUEBLO

Uno de los descubrimientos del año 1942 es el pro-fundo y vívido interés del pueblo inglés por la clase de Gran Bretaña que surgirá cuando haya bajado la marea de la guerra. Este interés en los problemas de la post-guerra no implica ninguna disminución en el esfuerzo para ganar la guerra; se ha mostrado en forma más conspicua en un año durante el cual el esfuerzo de guerra creció constantemente y sin lasitud hasta el máximo. No implica ninguna desgana para hacer todos los sacrificios que exija la victoria. Representa simplemente que el pueblo británico se niega a considerar la victoria en la guerra como un fin en sí misma; tiene que interpretarse como una determinación de comprender y aprobar el objetivo que está más allá de la victoria, para el que se exigen los sacrificios, y los fines para los que se utilizará la victoria. Para los dirigentes de una nación en guerra, que tienen que ocuparse un día tras otro de los problemas urgentes de cada día, que sienten directamente el peso de la resistencia del enemigo y buscan la manera de anticiparse a sus golpes, es fácil sentir que la victoria en sí misma pueda ser un fin; que cuando estén en situación de imponer su voluntad a los dirigentes del enemigo habrá terminado su tarea; que la ejecución de esta tarea no debe complicarse tratando de estudiar lo que pueda seguir a esa proeza. Es posible que el pueblo de los países totalitarios, instruido desde la juventud para ser instrumento del sueño de un tirano o de la venganza de un loco, que vive en la servidumbre de la guerra durante años y años antes de que empiece aquélla, no sienta curiosidad por su porvenir O que sea fatalista respecto a su suerte. Para ellos la victoria o la simple conclusión de la guerra puede parecer un fin. El pueblo de una democracia pacífica se encuentra en un caso diferente. A éste no le parecerá una razón suficiente para arriesgar su vida en plena juventud o para matar a otras personas, el que pueda por 252

ello encontrarse en situación de imponer su voluntad a otros pueblos. Luchará hasta la muerte defendiendo sus hogares invadidos. Durante algún tiempo se puede despertar su cólera contra la inhumanidad de otros pueblos -como le ha sucedido al pueblo británico una y otra vez y como le sucedió al pueblo norteamericano en la primera guerra mundial. Pero esta cólera quizá no dure el tiempo suficiente para conseguir su objetivo. El libre esfuerzo sostenido que se exige hoy a las democracias para llevarlas a morir y a matar en todos los lugares del globo, hasta que se hayan vencido las fuerzas de la barbarie en todas partes, tiene que ser dirigido no por la cólera, el miedo o el odio, sino hacia un objetivo vislumbrado con claridad y que se encuentra más allá de la guerra -cl de hacer un mundo donde el pueblo de todas las naciones y sus hijos después de ellos puedan vivir y trabajar con seguridad. El pueblo de una democracia, en no menor medida que el de un Estado totalitario, debe tener dirigentes. la diferencia entre las democracias y los estados totalitarios no está en la ausencia de dirigentes, sino en la capacidad de una democracia para cambiar sus dirigentes sin fusilamientos. La condición esencial de una democracia es la de poder efectuar pacíficamente los cambios de gobierno. El ejercicio de ese poder y el efectuar cambios repetidos o frívolos ocasionan debilidad en la paz como en la guerra. Pero el deseo de cambiar sólo puede impedirlo la mutua comprensión y confianza entre los dirigentes y el pueblo. Un factor importante para esa comprensión mutua es hoy día el reconocimiento por los que gobiernan de lo que hemos descrito más arriba como uno de los descubrimientos del año 1942, esto es, la determinación de la democracia británica de mirar más allá de la victoria para encontrar los objetivos de ésta. Este reconocimiento a su vez se facilitará dándose cuenta de la diferencia en el impacto personal de la guerra sobre el pueblo y sobre aquellos a los que incumbe ejecutar las tareas diarias del gobierno. El efecto más general de la guerra es elevar la categoría del pueblo. En la guerra, las necesidades se hacen manifiestamente mayores que los recursos humanos, de máquinas, y de materiales disponibles para hacerle frente, de modo que cualquier desperdicio de recursos es un crimen. Toda persona sana de la comunidad se convierte en un activo; todos los hombres pueden disfrutar la felicidad de hacer un esfuerzo y de prestar un servicio; desaparece la desocupación con sus privaciones y sus contratiempos. 253

Todo esto sucede porque tanto los dirigentes como el pueblo reconocen la urgencia de las necesidades de la guerra, y por consentimiento general se utiliza todo el poder del estado para organizar los recursos con el fin de hacerle frente. Con todo, las necesidades de la guerra, aunque quizás más urgentes, no son en realidad más importantes que las de la paz. Las necesidades de la paz son tan ilimitadas como las de la guerra. Cuando una comunidad alcanza, si llega a alcanzarla, la etapa en que ha sido abolida la indigencia física; cuando, yendo más allá de ese punto, es capaz de asegurar a todos con tal de que presten servicios, comodidades y lujos materiales, además de llenar las necesidades indispensables, no se habrá alcanzado el límite de las necesidades; surgirán nuevas necesidades que la educación debe fomentar deseos de disfrutar ratos de ocio, de aprender, de viajar. Pero esas etapas no están aún a la vista. La situación de todos los pueblos en la actualidad deja insatisfechas muchas necesidades que para los que las sienten son tan urgentes como las necesidades de la guerra. Existe aquí otra diferencia entre los que gobiernan y los gobernados, que hay que vencer. Los que están encargados del gobierno quizá encuentren más fácil apreciar la urgencia de las necesidades de la guerra que las de la paz, porque para ellos las necesidades más urgentes de la paz han sido satisfechas desde hace mucho tiempo. Es posible que no encuentren siempre tan fácil, partiendo de su propia experiencia, darse cuenta de la imperiosa necesidad, en la paz como en la guerra, de organizar los recursos para hacer frente a las necesidades, sin desperdicio u holgazanería. Es frecuente que durante la guerra se dediquen a las mismas actividades que durante la paz, ya sea como ministros, o en el parlamento, en la organización de partidos o sindicatos, en la alta administración de los asuntos públicos o de los negocios. La llegada de la guerra no significa para ellos lo que para millones de personas del pueblo, esto es, un cambio violento en las ocupaciones, con la perspectiva de otro cambio violento a un futuro incierto cuando termine la guerra. Esta característica de la guerra, considerada como una época de cambios violentos en la dirección dcl esfuerzo humano y por tanto de las ocupaciones humanas, implica cambios en la esfera del gobierno y en sus funciones. El ajuste automático de las actividades eco-nómicas por el mecanismo de los precios es demasiado lento para las

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épocas de cambios rápidos; el ajuste tiene que hacerse entonces directamente utilizando los poderes del estado; el ajuste se hará con mayor rapidez y suavidad si se han planeado mejor de antemano todas las medidas necesarias. Esto se admite de una manera general en lo que respecta a los cambios que exige el paso de la paz a la guerra; es cierto, aunque no se admita con carácter tan general, en lo que respecta a los cambios necesarios para volver de nuevo a la paz. Es un axioma técnico que los preparativos para la guerra deben hacerse antes de que empiece ésta, durante la paz; el hecho de que las democracias modernas hayan hecho pocas veces, o ninguna, preparativos adecuados para la guerra, se debe a un obstáculo político -a su naturaleza esencialmente pacífica-. Es un axioma técnico que para que la transición de la guerra a la paz sea fácil tienen que hacerse con antelación preparativos adecuados, esto es, que el planeamiento para la paz debe emprenderse durante la guerra. En este caso no existe ningún obstáculo político. El planeamiento anticipado para la paz durante la guerra está de acuerdo con el sentimiento de las democracias. Es uno de los servicios que piden a sus dirigentes. Cuanto más plenamente se reconozca este hecho, en principio y en la práctica del gobierno, mayor será la unidad de la nación en la guerra, y mayor será en consecuencia su fuerza en ésta. El esfuerzo infatigable y tenaz que exige una crisis de esta índole únicamente puede conseguirse mediante la mutua y completa comprensión entre los dirigentes y el pueblo. Para los dirigentes de una democracia en guerra, interesarse por los fines de la victoria tanto como por los medios para alcanzarla no es una diversión del esfuerzo de tareas más o menos importantes. La victoria contra un enemigo tan fuerte y tan bien preparado como el actual depende de hacer que la guerra sea una guerra popular. No es posible hacer una guerra popular a menos que se haga para una paz del pueblo. IV. LA NECESIDAD DE QUE SIGAN EXISTIENDO LAS NACIONES UNIDAS Esta es una guerra de aliados contra una tiranía concentrada y sus víctimas o sus cómplices. El que se gane la guerra depende de que los aliados remen con toda su fuerza y armoniosamente hasta que termine la lucha con la rendición del enemigo. Si para

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ganar la guerra es necesario hacer que sea una guerra del pueblo, eso significa no la guerra de un pueblo, sino de todos los pueblos aliados; significa que todas las Naciones Unidas y no sólo algunas de ellas tienen que ir pensando en la manera de utilizar la victoria y tienen que pensar las mismas cosas. Eso no quiere decir que esas naciones tengan que actuar juntas en toda su legislación económica y social o hacer las mismas cosas. Hay algunas actividades muy importantes para el pueblo, en las que cada país puede muy bien seguir su propio camino porque lo que él hace no puede afectar a los demás países. Una de estas actividades es la seguridad social -el tema que sirve de base a mi Informe sobre Seguros Sociales-. Tal como se describe en este informe, la seguridad social equivale a la seguridad en los ingresos. Todas mis proposiciones tienden simplemente a la redistribución del ingreso total de la nación entre los ciudadanos de la Gran Bretaña para hacer frente a las necesidades más perentorias antes que a las menos urgentes. Si el parlamento acepta este informe, o algún otro parecido, ello no significará que la Gran Bretaña trata de pasarlo más cómodamente que las demás naciones, o que quiera hacerlo a expensas de otras, o que trate de obtener para sí una parte mayor de la debida de la riqueza total del mundo. El plan del informe pretende distribuir mejor el ingreso de que disponga el país, sea el que fuere, grande o pequeño, de manera a satisfacer primero las necesidades más urgentes. Además, aunque muchos de los problemas de la seguridad social son comunes a los diferentes países, puesto que todos, o casi todos, sufren de desocupación, de enfermedades, de accidentes industriales y del envejecimiento de sus ciudadanos, los métodos que deben adoptarse para estudiar esos problemas no necesitan ser los mismos en los diferentes países. Las diferencias en la estructura económica o política, en el grado de industrialización o de densidad de población, en el des-arrollo del seguro voluntario y en muchos otros respectos, pueden exigir métodos diversos para resolver los mismos problemas de seguridad social. Los planes de seguro social de los tres principales aliados -Estados Unidos, Rusia y Gran Bretaña- son de hecho muy diferentes unos de otros. Pueden seguir siendo diferentes para adaptarse a las diferentes circunstancias de los tres países.

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Es fácil pensar en otros problemas de reconstrucción que, aunque de gran importancia, son también de un carácter puramente nacional. Uno de ellos es el de combatir el mal que he mencionado en mi informe como el gigante suciedad. Los métodos a adoptar para conseguir la mejor distribución posible de las industrias y de la población, de los buenos alojamientos y de las condiciones sanas de vida para todos, no tienen que ser por necesidad los mismos en los diferentes países. Cada nación puede proceder siguiendo su camino propio, aprendiendo, si es prudente, de la experiencia de otros países y de sus propias equivocaciones, pero sin copiar servilmente ni retardar la acción por el miedo a cómo ésta pueda afectar a sus amigos en el extranjero. Pero cuando pasamos de asuntos tales como la seguridad social, o el planeamiento de las ciudades y de los alojamientos, al mantenimiento de la ocupación, la cosa varia. Ninguna nación puede intentar hacer un plan para dar a sus Ciudadanos, no simplemente la seguridad de unos ingresos mínimos, sino lo que necesitan y desean mucho más seguridad razonable de ocupación productiva- sin tener en cuenta las normas y las circunstancias de otras naciones. Todo plan de esta índole debe tener en Cuenta la extensión y la índole del comercio internacional después de la guerra y las condiciones de igual-dad, de preferencia o de arreglos y controles' especiales en que deberá realizarse. Todo plan de esa índole hace surgir importantes problemas de política en el gobierno de las dependencias coloniales. Y lo que es más, si realmente nos proponemos crear un mundo mejor después de la guerra, cada nación tiene que aprender a reconocer la verdad de que cada una sale ganando con la prosperidad de las demás, que si una nación que tropieza con dificultades toma medidas para aliviar esas dificultades sin tener en cuenta su efecto sobre otros países, es posible que esas medidas no produzcan efecto y que aumenten las dificultades para todos. No es posible planear la seguridad derivada de la ocupación productiva y estándares de vida más altos después de la guerra salvo suponiendo que exista colaboración internacional después de la guerra, en un mundo libre del temor a que ésta se reanude. Una de las tareas más urgentes de los estadistas de hoy es la de traducir las generalidades de la Carta del Atlántico en medidas prácticas.

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La guerra actual no es la primera en que haya tomado parte el pueblo de esta isla como socio en una extensa alianza contra un enemigo sustancialmente unido. El actual Primer Ministro de la Gran Bretaña ha descrito, al escribir sobre la vida y la época de su gran antepasado Marlborough, una de esas primeras grandes alianzas, con sus éxitos, sus dificultades y sus fracasos; en muchos pasajes fecundos ha utilizado la experiencia de esa época para iluminar los problemas de las generaciones siguientes, de hoy y de mañana. Uno de los más notables entre esos pasajes se refiere al deseo de “insensata economía” que desarmó a Inglaterra después de la Paz de Ryswick en 1697. Esta fase dice Mr. Churchill- se ha repetido a menudo en nuestra historia. En realidad, ha sido una regla invariable que Inglaterra, tan resuelta en la guerra, tan indomable ante el peligro, abandone, en el momento en que cesan las presiones horrendas y se ha conseguido la victoria, los frutos de aquélla. Habiendo hecho todos los sacrificios, habiendo realizado prodigios de fuerza y de valor, nuestros conciudadanos de todos los grupos o partidos han caído siempre enseguida en la flaqueza y la futilidad cuando un poco más de perseverancia les hubiera dado la supremacía o al menos la seguridad. Ahora, después de Ryswick, como en Utrecht, como en París en 1763, como después de las guerras napoleónicas y de Waterloo, y después de Armagedón, se quebró e] resorte motor de la isla en la vida y la paz de Europa. Hubo entonces, claro está, defectos y flaquezas en los otros socios de la Gran Alianza, tanto como en Inglaterra. Pero es un hecho histórico que, en el período que abarca esta excelente biografía, la Gran Alianza -primero bajo Guillermo III y después bajo la reina Ana-perdió dos veces en la paz mucho de lo que había ganado en la guerra, y lo hizo en gran parte porque Inglaterra, como uno de los principales socios, por dos veces se retiro del equipo demasiado pronto, se hizo partidaria del aislamiento, se esforzó por volver al pasado en lugar de edificar el futuro. Los problemas y las dificultades de las alianzas no son nuevos, y las lecciones del pasado son enteramente aplicables al momento actual. Si las Naciones Unidas han de conseguir la victoria sin excesivos sacrificios, tienen que actuar unidas como si fueran una sola nación en guerra. Para no exponerse a desperdiciar después de la victoria todo aquello por lo que luchan, o la mayor parte de ello, y por lo que tanto están sacrificando hoy, sus tesoros materiales y las vidas de sus jóvenes, tienen que continuar unidas no sólo hasta que termine el combate sino después. Y así como la unidad nacional no depende del forcejeo de los partidos, sino de la conciencia de un objetivo común, así

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también la unidad ínter-nacional depende de esa misma conciencia y no de tratados o “cartas” firmadas por sus dirigentes. Las Naciones Unidas tienen, de hecho, una causa y un objetivo comunes después de la victoria igual que hasta conseguirla; tienen el objetivo de tratar la victoria no como un fin, sino como un medio para establecer la justicia entre las naciones y entre los ciudadanos la seguridad a cambio del servicio que cada uno pueda prestar. Las Naciones Unidas están, en realidad, unidas por la creencia de que “~ objeto del gobierno en la paz y en la guerra no es la gloria de los gobernantes o de las razas, sino la felicidad del hombre común'>. El mayor peligro contra el que tienen que ponerse en guardia, todas y cada una de ellas, es el de olvidar, ya sea en la alegría fatigada de la victoria o en luchas prematuras entre los partidos, la realidad que las une tanto para la paz como para la guerra. 13 SEGURIDAD SOCIAL Y POLÍTICA SOCIAL 3 SIEMPRE QUE SE discute ese documento que se llama Informe Beveridge -y hoy día se habla mucho sobre él de muchas maneras y en múltiples lugares- es casi seguro que alguien hará una observación. Es la observación de que el mismo Sir William Beveridge ha dicho que su plan es impracticable a menos que se mantenga la ocupación y se evite el paro forzoso en gran escala. El último sitio en que se discutió el Informe Beveridge fue la Cámara de los Lores y en ella lord Bennett hizo la observación que he citado: “El mismo Sir William Beveridge ha dicho que su plan es impracticable si la desocupación alcanzara una cifra determinada”. Lord Bennett interpretó mal mis palabras, aunque sin duda de buena fe. Ha llegado el momento, creo yo, de que el mismo Sir William Beveridge diga que él nunca dijo eso. Es cierto que empleo la palabra “impracticable” al referirme a una estipulación muy concreta de mi plan, en el caso de que ocurriera la desocupación en gran escala: a saber, la proposición de que cuando las personas llevaran desocupadas seis meses, si

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Discursos pronunciados bajo los auspicios del Partido Liberal en Caxton may, el 3 de marzo de 1943. 259

continuaban sin empleo, se les exigiera concurrir a un centro de instrucción o de aprendizaje como condición indispensable para obtener el beneficio de paro forzoso. Esa proposición es fácil de cumplir si sólo hay unos cuantos miles o docenas de miles de desocupados; resultaría impracticable si, por la desocupación en masa, fueran éstos cientos de miles. Pero el abandono de ese detalle particular del plan no significaría el abandono de la totalidad del mismo. Yo he hecho algunas sugestiones para ajustar el plan en lo que respecta a este detalle, si es excesivo el número de desocupados durante mucho tiempo. PONGÁMONOS LOS PANTALONES Lo que dije con carácter general y no en detalle fue, no que mi plan sea impracticable si existe desocupación en gran escala, sino que ningún plan de seguro social es satisfactorio si existe desocupación en masa. Entre ambas afirmaciones hay un mundo de diferencia. La primera sugiere que si existe la desocupación en gran escala, sería preferible adoptar otro plan distinto del mío o ningún plan. La segunda afirmación significa que para que la tarea resulte bien, son necesarias dos cosas: el seguro social e impedir la desocupación en gran escala. Eso equivale a decir que ningún hombre está bien vestido a menos que se ponga la chaqueta y los pantalones; no quiere decir que hasta que esté seguro de tener puesta la chaqueta estará más abrigado sin pantalones. Al pedírseme que informara sobre la cuestión de los seguros sociales y servicios afines, no se me pidió que indicara qué había que hacer para mantener la ocupación; no se me pidió que diseñara un traje completo -sino sólo los pantalones-. Yo he diseñado los pantalones, esto es, el plan de seguros sociales. Mi consejo es que sería conveniente que nos pusiéramos en seguida los pantalones, de modo que con el espíritu ya tranquilo a este respecto podamos dedicarnos a conseguir la chaqueta (esto es, el mantenimiento de la ocupación) y otros artículos de nuestro vestuario de la reconstrucción (esto es, todas las otras cosas que tenemos que hacer para combatir las enfermedades y los malos alojamientos y la instrucción insuficiente, para hacer la Nueva Gran Bretaña que deseamos). Naturalmente, los pantalones dependen hasta cierto punto de lo que se utiliza para cubrir otras partes del cuerpo. Es preciso sujetarlos -por medio de tirantes-. Si el lector

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no se ha cansado de la metáfora, puede comparar la parte financiera del plan de seguros a los tirantes de los pantalones: a veces se define al pesimista como el hombre que usa a la vez tirantes y cinturón. Ahora bien, es cierto que si la desocupación llegara a alcanzar una importancia determinada, quizá fuera imposible sufragar los gastos del plan de seguros sociales. Eso sucedería si todos nos-otros nos tomáramos vacaciones para toda la vida; a menos que la mayoría de nosotros hagamos una cantidad razonable de trabajo no podemos disfrutar de un estándar de vida razonable. Pero, en realidad, mi plan, en su aspecto financiero, prevé un grado muy sustancial de desocupación del 10% en los oficios ahora asegurados, prevé que un millón y medio de personas, en promedio, estén siempre sin ocupación. No creo que haya la más mínima razón para que tengamos tantos desocupados, ni con mucho, si organizamos como es debido nuestra vida económica. Pero el actuario del gobierno y yo acordamos, como una medida de seguridad financiera, hacer nuestros cálculos del plan de seguros sociales, contando con un grado bastante apreciable de desocupación. La parte financiera del plan se basa en el supuesto dc un millón y medio de desocupados. Me parece que esa cifra es más que suficiente; pero el hecho de admitirla no significa que el plan haya de derrumbarse financieramente si hay más desocupación, si, en lugar de un millón y medio de desocupados, hubiera. dos millones o incluso dos millones y medio. El desembolso en beneficios de paro forzoso, es sólo una pequeña fracción de todo el Presupuesto de Seguridad Social –una octava parte, aproximadamente. Sólo las pensiones de retiro importan tres veces más que la desocupación en el presupuesto, sin contar con los subsidios a los hijos, los servicios médicos, las enfermedades y los accidentes. Si se viera que había que pagar más de lo que se esperaba por desocupación, es fácil que halláramos que en otro lado de la cuenta ahorrábamos más que suficiente para pagar el exceso. Si no se hicieran economías en alguna otra sección del plan, habría que subir la contribución y no hay nada que nos impida hacerlo. La parte financiera del Plan de Seguros Sociales no es rígida; es elástica. Los mejores tirantes para pantalones son elásticos.

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EL INFORME NO ES LA OBRA DE UN SOLO HOMBRE Suele hacerse a menudo otra observación sobre el Informe Beveridge -tengo entendido que Lord Bennett la formuló también- y es que el Informe en cuestión es la obra de un solo hombre. Ahora bien, es cierto que el Informe no lo firma más que una persona -yo mismo, de modo que yo soy la única persona a la que puede ahorcarse por esta causa. A nadie más puede hacérsele responsable de nada de lo que en el mismo se dice. A nadie más compromete, pero no es cierto que el Informe haya sido hecho, o pudiera haber sido hecho, por un solo hombre estudiando y reflexionando por su cuenta. Tuve la ayuda de un Comité formado por personas que representaban a todos los Departamentos del gobierno a los que afectaban los problemas examinados -los mejores expertos al servicio del gobierno- y no cabe duda que son buenos expertos. Estos funcionarios actuaron como un Comité, examinando testigos, estudiando los puntos examinados y criticándolos. Fueron mis consejeros técnicos. Sin su ayuda en todos esos aspectos, el Informe hubiera sido muy diferente y no cabe duda que de un valor inferior. Yo soy el único responsable de todo lo que en él se propone, de la misma manera que un ministro es responsable de todo lo que se hace en su ministerio. Yo actué como una especie de ministro temporal para proyectar esta parte especial de la reconstrucción de la posguerra; de otra manera no hubiera podido realizar el trabajo. Los verdaderos ministros no podrían hacer mucho sin sus ministerios. Se ha observado a menudo lo diferentes que son los discursos que hacen los políticos cuando son ministros, respaldados por todos los conocimientos y toda la habilidad de los funcionarios de sus ministerios, de los que pronuncian cuando no pueden confiar más que en su propia inteligencia y en sus propios conocimientos. Esos discursos de oposición son a veces muy endebles e insulsos si se les compara con la abundancia de conocimientos, el dominio del asunto e incluso el ingenio desplegados por los ministros cuando están al frente de sus ministerios. Aunque la boca que pronuncia el discurso es la misma en uno y otro caso. EL PUEBLO BRITÁNICO SE ARTICULA Tampoco es mi Informe, en otro sentido, lo que un solo hombre pensara por su cuenta. Además de tener a nuestra disposición todos los conocimientos de los expertos

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de los ministerios del gobierno, recibimos datos de otros expertos que no están al servicio del gobierno -sindicatos, patrones, sociedades fraternales, organismos locales, compañías de seguros, organismos de los partidos políticos, y muchos más; aprendimos muchas cosas de todos esos testigos. Los principales datos facilitados por esos organismos han sido impresos en un volumen que acompaña a mi Informe y es un libro que merece la pena estudiar. 4* El principal resultado de este estudio ha sido poner de manifiesto hasta qué punto estábamos todos de acuerdo, aun antes de que se hiciera mi Informe, sobre casi todos sus principios fundamentales. La característica fundamental de mi Plan de Seguridad Social es un esquema unificado y muy amplio de seguros sociales que estaría dirigido par un ministerio, con el fin de suministrar beneficios en dinero de un importe adecuado, de duración apropiada y a una tasa uniforme, sin que el beneficiario tenga que someterse a una comprobación de sus recursos a cambio de una contribución también uniforme. A ese beneficio va unido un amplio servicio sanitario y un sistema de subsidios a los hijos. Teniendo presentes esas características, sugiero al lector que estudie los datos presentados a mi Comité por algunos organismos, por ejemplo, la Asociación de Corporaciones Municipales, el Congreso de Sindicatos Obreros, la Federación de Navieros (que fue la única Organización patronal que hizo recomendaciones de carácter general pero concretas) y el Consejo Nacional de Mujeres de la Gran Bretaña. Todos esos organismos, que se interesan por los seguros sociales en general y no por un aspecto de los mismos solamente, y otros organismos de interés general, tales como los que se ocupan del planeamiento político y económico, sometieron proposiciones que prácticamente estaban de acuerdo con todos esos principios fundamentales. Por supuesto, existen diferencias, tanto en lo que proponen los diferentes organismos como entre lo que dicen éstos y lo que yo propongo en mi Informe. Puesto que diferían entre sí, yo no podía estar de acuerdo con lo que decían todos o algunos de ellos. Pero si el lector estudia lo que expusieron ante mi comité esos organismos de interés general, tales como los que he citado, verá que mi Informe representa en gran parte el mayor grado de común acuerdo

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Social Insurance and Allied Services. Memoranda de las Organizaciones. Apéndice G al Informe de Sir William Beveridge, Cmd. 6405. 263

en las opiniones de los que han reflexionado más a fondo sobre sus problemas. Eso es lo que yo me esforcé porque fuera. Traté de hacer un Informe Beveridge que fuera en realidad el pueblo británico articulado sobre lo que quiere en punto a seguridad social. Confío en que, hasta cierto punto, lo he con-seguido. EL MÍNIMO NACIONAL ES UNA IDEA INGLESA En su conjunto, mi Informe se propone llevar a la práctica lo que considero como una idea muy inglesa la idea de un mínimo nacional. Mi Plan de Seguridad Social forma parte de una política de un mínimo nacional. La idea de un jornal mínimo, que aprendimos de los sindicatos obreros y hemos incorporado en leyes adecuadas, es necesaria pero no es suficiente. Se necesita también un mínimo de ingresos suficientes para la subsistencia, cuando por alguna razón fallan los salarios; un mínimo de dinero para alimentar y cuidar a los hijos; un mínimo de sanidad, de alojamiento, de instrucción. Un mínimo no necesita ser estático; debe progresar en todos los campos. Pero siendo sólo un mínimo, deja espacio e incentivo a los individuos para acrecentarlo por sí mismos según sus deseos y sus capacidades personales. El mínimo nacional conservar el máximo de libertad y de espacio para el progreso al mismo tiempo que se pone fin a la indigencia y otros males -es una idea peculiar-mente británica. Mi Informe se propone llevar a la práctica esa idea en un campo importante -el de los ingresos. Pero mi Informe es sólo un informe. No es aún ley es sólo una serie de recomendaciones al gobierno-. ¿Qué ha hecho el gobierno con respecto a él? Ha aceptado una buena parte del Informe -no la totalidad-; y la ha aceptado sólo provisionalmente, reservándose tomar una decisión final cuando haya estudiado más a fondo la parte financiera del mismo. Por desgracia, uno de los puntos que no ha aceptado es de una gran importancia en el conjunto. Mis proposiciones forman parte de una política de un mínimo nacional. En lo que respecta a las pensiones de retiro, y en menor grado en relación con la duración del beneficio de paro forzoso e incapacidad y la tasa de los subsidios a los hijos, las proposiciones del gobierno, esbozadas en el reciente debate, se apartan del principio del mínimo nacional. Al mismo tiempo, implican mayores dificultades financieras. Trataré de explicar por qué.

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PENSIONES FIJAS Y ASCENDENTES Propuse para las pensiones la misma tasa básica que para la desocupación y la incapacidad -40 chelines semanales para un matrimonio sin hijos- pero esta tasa básica sólo se pagaría después de un período de transición de veinte años durante el cual las pensiones subirían poco a poco desde 25 chelines hasta los 40 chelines finales-; las contribuciones serian desde el principio como para una pensión de 40 chelines. El gobierno propone una pensión fija, aunque “algo mayor” que mi tasa inicial. Este sistema será mucho más costoso al principio para el erario público que mi plan. El gobierno no ha dicho qué tipo fijo de pensión consideraba conveniente adoptar. Para fines de comparación voy a suponer que el tipo que pensara adoptar fuera el de una pensión conjunta de 30 chelines semanales; difícilmente podría dar menos y si diera más desde el principio el costo seria aún mayor. Mi plan significa que todas las personas aseguradas contribuyen desde el principio para una pensión básica de 40 chelines y reciben la pensión completa si contribuyen durante veinte años o más; si tiene más de 45 años contribuye durante menos tiempo antes de llegar a los 65 años y disfruta de una pensión menor pero que todavía, en mayoría de los casos, es muy sustancial; si es tan viejo que no tiene ninguna probabilidad de recibir una pensión adecuada por sus contribuciones, puede ser eximido de efectuarías. Tal es mi plan brevemente expuesto. El plan del gobierno, por otra parte, significa que todo el mundo contribuye no para una pensión conjunta de 40 chelines, sino para una de 30 chelines; nadie recibe más de 30 chelines por mucho que sea el tiempo que haga sus contribuciones. Este sistema es más costoso para el erario público al principio por dos razones: porque el ministro de hacienda tiene que encontrar dinero para dar a todos los asegurados pensiones de 30 chelines en lugar de los 25 que yo propongo para empezar y porque las contribuciones de los asegurados y de sus patrones son más bajas. Si se fija la pensión en 30 chelines, por ejemplo, la carga para el erario público -por ser las pensiones más altas y las contribuciones de los patrones y de las personas aseguradas más bajas- es por lo menos de 50 millones de libras más que en mi plan en el primer año y continúa siendo mayor durante muchos años. Al final del período de transición -veinte años después-mi plan dando pensiones de 40 chelines cuesta únicamente 60 millones más que lo que costaría una pensión fija de 30 chelines, y sólo la mitad de este aumento

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recae sobre el erario público, esto es, sobre el contribuyente. La otra mitad proviene de las contribuciones de las personas aseguradas y de sus patrones. El argumento continúa siendo válido si se fija cualquiera otra tasa para la pensión. Si fuera de 35 chelines, la carga adicional para el erario público sería aún mayor al principio y la economía final menor; a 28 chelines, por ejemplo, la carga adicional al principio sería únicamente un poco menor de 50 millones de libras porque las contribuciones de los asegurados y de los patrones serían todavía más bajas. Con una pensión fija, cualquiera que sea la tasa, en lugar de una escala ascendente, la carga que tendría que soportar el erario público para resolver este problema de la seguridad sería mayor precisamente cuando más agobiado estuviera, esto es, en los años que sigan al cese de las hostilidades no merece la pena el alivio que pueda conseguir el erario público veinte años después, si para lograrlo hay que sacrificar el mínimo nacional de subsistencia. No comprendo cómo puede haberse persuadido a un ministro de hacienda a apadrinar un plan de esta índole. Mi proposición de una escala ascendente de pensiones es la manera, y yo creo que la única, de reconciliar el principio del mínimo nacional con las exigencias financieras de la posguerra y con el principio contributivo. En principio, mi plan es idéntico al de Nueva Zelanda, que es el único país que se esfuerza por conseguir una seguridad social comparable a la de mi plan. El gobierno dijo que sus contraproposiciones eran provisionales. Confío en que volverá a estudiar la cuestión de las pensiones fijas insuficientes y la de la insuficiencia de los subsidios a los hijos. REALISMO FINANCIERO Mi plan se enfrenta de una manera realista a las dificultades financieras de la reconstrucción. Defiende con vigor el principio contributivo, porque se trata de un seguro y no de un acto de caridad. Si las contribuciones con el fin de tener derecho a una pensión han de significar algo, tienen que hacerse durante mucho tiempo: no se ajusta al principio contributivo esperar obtener una pensión de 40 chelines semanales, quizá durante 20 años de vejez, pagando 2 ó 3 chelines semanales durante los cinco años anteriores. Naturalmente, mi plan significa que las personas que están ya en edad pensionable o tan cerca de ella que no pueden contribuir más que durante unos cuantos

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años no pueden calificarse para recibir por derecho propio pensiones contributivas adecuadas. Podrán recibir pensiones adecuadas si las necesitan -eso forma parte del plan- pero tendrán que demostrar su carencia de recursos. La tasa inicial de 25 chelines semanales para la pensión conjunta de un matrimonio sin hijos que sugiero yo en mi Informe no es en modo alguno inmutable. Si el ministro de hacienda pudiera encontrar dinero para empezar con una tasa de 30 chelines o más en lugar de los 25 que yo sugiero, siempre que fuera subiendo automáticamente hasta llegar a los 40 chelines, por mi parte no haría ninguna objeción con una salvedad: que este dinero extra del comienzo no se tomara de cosas más importantes, como un servicio médico adecuado o subsidios apropiados para los hijos-. Aun en el caso de que inmediatamente después de la guerra pasemos por algunos años de escasez, no debemos disminuir el dinero dedicado a estas atenciones. Y yo creo que mis proposiciones, si se adoptaran tal como están, poco más o menos, no implicarían ninguna injusticia para nadie, joven o viejo. Por supuesto, en un sentido, es duro haber nacido demasiado pronto para recoger todo el beneficio que puede proporcionar este Plan de Seguridad. Es probable que todos nosotros creamos haber nacido en una época equivocada en particular cuando se atraviesan momentos de revolución o de guerra como los actuales-. Pero si las dificultades de la época de la postguerra han de hacer difícil atender a las personas ancianas como quisiéramos, a menos que sacrifiquemos el porvenir y los niños, yo creo que los mismos viejos rechazarían ese sacrificio. Después de todo, las gentes de mi edad o próximas a ella, no han sido llamadas a ofrendar sus vidas en la guerra como la han ofrendado tantos de nuestros jóvenes. En otro sentido, también los jóvenes han nacido en una época equivocada. NO ES UNA CUESTIÓN DE PARTIDOS El mínimo nacional de subsistencia es también una idea inglesa en el sentido de que no es propiedad de ningún partido político de Inglaterra. Prácticamente todos los ingleses, creo yo, la aceptamos, y aceptamos también que se le dé prioridad en la distribución de los recursos nacionales después de la seguridad militar. Lo primero debe ir antes: pan para todos a cambio de algún servicio a la' comunidad, antes que pasteles

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para algunos. Todos aceptamos esto. Así se explica la recepción acordada por el pueblo a mi Informe y el apoyo de tantos dirigentes de las iglesias. Con esa prioridad, es evidente que podemos permitirnos un mínimo que nos ponga a cubierto de la indigencia, cuando torne la verdadera paz. El único problema es el de mantener bajos los gastos del estado en la posguerra inmediata, cuando los gastos militares serán todavía elevados y el dinero del estado se necesitará para la reconstrucción física, económica y social en muchos campos en el interior del país y en el extranjero. Mi plan reconoce ese problema y lo resuelve. El gobierno, según lo dicho por su portavoz, cree haber aceptado mi Informe en principio, con la única salvedad de que se debe ser prudente en lo que respecta a su financiamiento. En realidad, no lo ha aceptado por completo, pero yo creo que le agradaría aceptarlo. Si vuelve a estudiar el aspecto financiero de mi plan, es seguro que se disiparán sus dudas. Si el gobierno hubiera introducido un ligero cambio en su actitud hubiera sido posible resolver por unanimidad este problema de la indigencia, como se resolvió el problema del sufragio femenino en la guerra anterior -porque en el fondo estábamos de acuerdo-. La cuestión del sufragio femenino se resolvió por mutuo acuerdo en la última guerra en gran parte porque el trabajo que las mujeres realizaron durante ella hizo ver a todos que tenían igual capacidad que los hombres para llenar todos los deberes del ciudadano. Como escribí hace pocos días, uno de los efectos de esta guerra ha consistido en incrementar la importancia del pueblo. Pero no estoy seguro de que sea esa la mejor manera de expresar lo que quiero decir. Todos somos personas comunes; en esta islafortaleza asaltada y atacada, todos hemos pasado por las mismas experiencias y nos hemos dado cuenta como nunca antes de nuestra común humanidad. Las bombas nazis y las medidas que hemos tenido que adoptar para ponernos a cubierto de ellas no distinguían entre ricos y pobres. Tampoco mi plan de seguridad social establece ninguna diferenciación. Es un plan para todos los ciudadanos, sin ninguna distinción entre ricos y pobres. ¿No podría implantarse de común acuerdo como una de las consecuencias de la experiencia de la guerra? Yo esperaba -lo esperaba la mayoría de la gente- que así sería. Espero y creo que todavía es posible ese acuerdo. Lo será si el gobierno se decide a afrontar con denuedo e imaginación este problema de Suprimir la indigencia. En este gobierno -en su cúspide- no faltan valor ni imaginación.

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NO HAY QUE PERDER DE VISTA LA RECONSTRUCCIÓN El gobierno es quien debe avanzar más lejos y con mayor rapidez que hasta ahora. Pero si así sucede y el gobierno creyera que ahora le es posible conceder al mínimo nacional de subsistencia la prioridad que debe tener en la distribución de los recursos nacionales, se exigirá igual moderación a todos aquellos que no han estado satisfechos de su actuación hasta ahora. No se puede exigir la prioridad para algo más que el mínimo, y pedir ahora beneficios o pensiones Superiores al nivel de la simple subsistencia. No es posible ignorar las dificultades financieras con que se tropezará en la posguerra; vendrá una época de grandes esfuerzos y sacrificios para reconstruir nuestra vida económica, como la que tuvo que afrontar Rusia al edificar su industria. No podemos jugar a la política de partidos o ceder ante ningún interés regional, por ruidosos u organizados que Sean; los tiempos son demasiado críticos para eso. Los ingleses no están solos en el mundo o en la guerra. Si nosotros, los ingleses, nos dedicamos durante los próximos seis meses a discutir sobre la seguridad social, daremos una impresión falsa a los extranjeros, pues creerán qué pensamos más en la paz que en la guerra. Si por otra parte nos ocupamos de la reconstrucción con un acuerdo perfecto mostraremos fuerza y unidad; nos daremos alientos y se los daremos a nuestros aliados para continuar la guerra -para continuar una guerra del pueblo para conseguir una paz del pueblo.

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