Las mujeres de los Cayos 1

Las mujeres de los Cayos1 Octubre 2007 Después del Huracán, empezaron a aparecer en los medios y sus titulares las mujeres de los Cayos Miskitos. Su p

6 downloads 116 Views 465KB Size

Recommend Stories


Las mujeres y los animales
teorema Vol. XVIII/3, 1999, pp. 103-15 Las mujeres y los animales Anna E. Charlton ABSTRACT In considering how to revolutionize and improve the relat

Los Derechos Humanos de las Mujeres Indígenas
Resumen Ejecutivo Informe y recomendaciones sobre Los Derechos Humanos de las Mujeres Indígenas en el marco de la CEDAW *Cecilia Olea Mauleón. 1 I

CAYOS AHORA CUBA AGORA CUBA
CAYOS A HO R A CU BA | A G O R A C U B A 4 QUE HACER EN LOS CAYOS / O QUE FAZER NOS CAYOS C AY OS M EL IÁ C U B A 5 YHI SPA 6 CAYO LARGO DEL SUR

Empoderamiento de las mujeres
Empoderamiento de las mujeres Las mujeres en México: trabajo, educación superior y esferas de poder* Gina Zabludovsky** Resumen En el trabajo se ana

Story Transcript

Las mujeres de los Cayos1 Octubre 2007 Después del Huracán, empezaron a aparecer en los medios y sus titulares las mujeres de los Cayos Miskitos. Su protesta principal era que no les habían avisado a tiempo. De eso, hace ya un mes. Como con tantas otras cosas que pasan en distintos lugares de nuestra geografía nacional, mi conocimiento sobre sus vivencias y sus luchas era muy limitado y leí las noticias con la urgencia de todos los días, sin detenerme lo suficiente para comprender el impacto y la magnitud de su tragedia. De los Cayos, había leído la disputa con un griego Tsokos por la compra o venta de un cayo unos años atrás. Y que había algunos anuncios en internet tratando de vender Cayos baratos. Pero ésos estaban más al sur. Hasta que un día - estando en una de las múltiples reuniones de emergencia y urgencia en la Casa del Gobierno Regional de Bilwi - con la comodidad del aire acondicionado, datashow y múltiples computadoras encendidas, vi a través de la ventana una protesta. Mi sana curiosidad no me dejó seguir poniendo atención a lo que se discutía en la reunión. Salí y me quedé medio paralizada en la puerta del famoso edificio, lleno de columnas majestuosas que contrastan con la pobreza del Puerto. Eran puras mujeres y parecían muy enojadas. Había unas 100 mujeres de diversas edades, la mayoría con los rasgos característicos de los miskitos, con pieles golpeadas por el sol. Varias hablaban a la vez y no era necesario comprender las palabras para entender su rabia. Portaban carteles con decenas de nombres de mujeres. Una de ellas daba una entrevista en español a un canal de televisión y logré darle alguna explicación a las voces y caras de rabia: Habían pasado 8 días desde la pasada del Huracán Félix y aún seguían desparecidas más de un centenar de mujeres y un número mayor de hombres que trabajaban en los Cayos. A los ojos de las mujeres, las autoridades no habían hecho suficiente ni antes, ni después para preservar la vida de esta gente. Habían dejado morir quienes estaban en Los Cayos. 1

Las fotos de esta crónica son tomadas de El Nuevo Diario, de La Prensa, de Vianica.com y algunas las tomé yo. El mapa viene de Earth Goggle.

1

Varios policías y vigilantes trataban de impedirles la entrada por el portón, pero a los lados la cerca no llega a un metro de altura y las mujeres se cruzaron, logrando llegar hasta la oficina del Gobernador. Con empujones y fuerza, entraron y encontraron al Gobernador y a Brooklyn Rivera, dirigente indígena de Yatama que en las últimas elecciones nacionales fue aliado con sus enemigos de antaño, el FSLN. Con mucha rabia y mucho dolor, les señalaban con un dedo acusador, hablando atropelladamente, gritando algunas, con lágrimas en los ojos y levantando sus pancartas llenas de nombres. El Gobernador - un paso atrás – optó por el silencio. Brooklyn trataba de hablar – asumo que trataba de darles alguna explicación, pero ninguna era suficiente, ni buena porque estaba intentando justificar la muerte de decenas de mujeres y de hombres, la muerte de sus colegas y familiares, cuyos cuerpos hasta hoy día siguen desaparecidos. En el grupo, había algunos y algunas adolescentes. Eran hijas de los desparecidos, hoy huérfanas y huérfanos. Éstos no lograban ni siquiera abrir su boca. Sus caras eran de desconsuelo, de incertidumbre, de interrogación, de temor, de perplejidad. No era necesario comprender las palabras para darle sentido a los dedos acusadores y a las frases que le arrojaban con fuerza a Brooklin - a quien algunas llamaban Taupla o líder indígena - preguntándole por qué no había hecho nada por ellas, por qué nadie las ayudaba a encontrar a su gente, por qué las familias no recibían ayuda, qué iban a hacer para sobrevivir, qué les iban a dar a sus hijos e hijas, sino podían trabajar, ni tenían con qué trabajar, por qué habían dejado los cuerpos de sus hermanas y hermanos en Honduras. El Gobernador siguió en silencio, casi queriendo teletransportarse a otro lado o convertirse en la Mujer invisible de los 4 Fantásticos. Brooklin se había rendido en su intento de explicar lo inexplicable, ahora sólo las escuchaba con cara de aflicción. Esto lo perseguirá en su vida política por mucho tiempo. Para entender esta protesta y la fuerza de estas mujeres, necesitamos remontarnos un poco en el tiempo y recorrer parte de nuestra geografía. Los Cayos Miskitos son cuatro, Maras, Wiplin, Daymont y Miskitos y desde el año 2001, cuentan con un Plan de Manejo Integral porque son una zona de gran biodiversidad.. Hasta el Huracán, la pesca era abundante, igual que el comercio. Están a unos 100 Km al Noreste de Puerto Cabezas y a unos 60 de Sandy Bay. Dependiendo del tipo de transporte y del clima, se tarda entre dos y cinco horas para viajar entre Puerto y los cayos. Son islotes en aguas poco profundas, tenían abundantes en manglares, arrecifes y diversas

2

especies animales y vegetales. Por eso, se les convirtió en reserva biológica en el año 91. Cuando se discutió el Plan de Manejo casi diez años después, los Consejos de Ancianos querían incluir una cláusula que prohibiera la presencia de mujeres en los Cayos. Eso generó fuertes reacciones de las mujeres y bastante respaldo para que no pasara. Fue una lucha larga contra creencias y tradiciones que señalan que las mujeres no deben trabajar en el mar, que espantan la pesca, que si están menstruando, que si están embarazadas, que si han tenido relaciones sexuales y algunas otras cosas. En ese caso, esas ideas eran atribuibles a los miskitos, pero la verdad, las hemos escuchado en otras culturas, incluyendo las de los piratas y otros hombres tradicionalmente vinculados al mar. La lucha progresó y no lograron prohibirles a las mujeres trabajar en los Cayos. Pocos días antes del Huracán, se había levantado la veda de pesca y recolección de langostas. Después de largas semanas sin poder trabajar, todos y todas las que dependían de la pesca se apresuraron a reponer el tiempo perdido; incluso se llevaron a algunos familiares más porque habían acumulado deudas. Los pescadores generalmente son de Puerto y de Sandy Bay. Se trasladan a Los Cayos hasta por seis meses en época de pesca. Hasta hace poco era un lugar de ensueño, difícil de imaginar si no lo has visto. Sus casas descansaban sobre pilotes en el mar. Hasta tenían sus iglesias ahí. La gente usaba sus botes o

nadaba para visitar a los vecinos. El agua para consumo humano y el combustible eran bienes importados y de gran valía. Casi toda venía de Bilwi. Según lo que he aprendido en estos días, normalmente los pescadores salen desde el día anterior a mar abierto, o muy de mañana; despliegan sus trampas y redes, se meten a bucear, pasando todo el día en el mar y después, recogen lo que sacan para regresar a los Cayos. Ahí las venden, hacen trueque o similares.

3

Las mujeres – que llaman pikineras – se encargan de la limpieza, de la venta e intercambio, hacen y venden comida y otros servicios. Algunas empresas pesqueras - o acopiadoras más bien – usan a las mujeres como intermediarias para sacarle los productos más baratos a los pescadores. Hace algún tiempo, la Policía y el Ejército a través de la Naval establecieron puestos en los Cayos porque eran aprovechados por los narcotraficantes para hacer sus negocios y trueques. No hay evidenciad e que no lo siguieran haciendo al momento del Huracán. De acuerdo a la Asociación de Pikineras, había al menos unas 300 mujeres que trabajaban en Los Cayos y hay alrededor de unas 80 desaparecidas o muertas. La mayoría eran mujeres jefas de familia, muchas viudas o abandonadas, que dejaban a sus hijas e hijos con la abuela o con algún otro familiar. Muchas de ellas eran de Sandy Bay y de Puerto. Así entendí yo la historia de las Mujeres de Los Cayos hasta el momento del Huracán. Unas mujeres que se habían ganado su lugar en los Cayos después de una pelea larga, dispuestas a seguir peleando y sacar a sus hijos e hijas adelante. Ahora regresemos al momento antes del Huracán. Hay varias historias, seguro todas ellas verdaderas porque la situación no fue igual para tanta gente que estaba en Los Cayos. Algunas cuentan que estando en Los Cayos el día lunes escucharon a través de una radio hondureña que ahí estaban en alerta roja porque les iba a golpear Félix. Pero no escucharon nada sobre Nicaragua. Otras cuantas supieron porque los dueños de la

4

Pesquera se comunicaron de Managua y les dijeron que venía un huracán o que iba a haber vientos fuertes. La mayoría no supo nada hasta muy tarde. Algunas cuentan que se dieron cuenta, pero que sus patronos no las dejaron venirse. Sacaron sus barcos para ponerlos a buen recaudo, pero no a sus trabajadoras. Unas cuantas fueron visitadas por compañeras de la Asociación de Mujeres Indígenas AMICA y les dijeron que se vinieran con ellas, pero aquí funcionó el cuento del lobo: ya en numerosas ocasiones les habían dicho que un huracán iba a darle a la Región y siempre habían fallado las predicciones... de seguro, esta vez sería igual. Todos coinciden que nunca supieron de la magnitud y la seriedad del fenómeno. En todo caso, cuando tuvieron noticias más claras, los hombres ya estaban regados en alta mar pescando y buceando. Era imposible avisarles. No había suficientes embarcaciones en Los Cayos para irse a tierra firme, o no tenían combustible para hacerlo. El Ejército y la Naval dicen que ellos avisaron, y no se quisieron venir; pero las mujeres y los sobrevivientes ripostan que sólo llegaron a buscar a su gente y no a quienes estaban trabajando ahí. Además, la mayoría de las embarcaciones disponibles eran muy lentas para lograr llegar a tierra antes de que los vientos empezaran a golpear con fuerza. Algunos se aventuraron a salir por la tarde y noche del lunes, muchos de ellos hoy se cuentan entre los desaparecidos. Algunos se amarraron a los árboles, cuando empezaron a soplar los vientos. Muchos de ellos tampoco sobrevivieron porque el agua entró y al estar amarrados, quedaron atrapados. Las historias de los y las sobrevivientes son de mantenerte los pelos de punta. Me contaban unas mujeres que se amarraron cuatro de esas boyas que usan para que las redes floten alrededor del cuerpo, como salvavidas. Luego, se unieron como cadena humana con cuatro o cinco personas más y se dejaron llevar por el mar. Así pasaron dos y tres días en alta mar, sin agua y sin comida, golpeadas por las olas, con el temor de que vinieran animales a comerlas, a pleno sol y con vientos. Con ellas venía un señor que al segundo día no resistió y tuvieron que soltarlo. Al contarlo, se les cortan las palabras y los ojos se les llenan de lágrimas. Habían tenido que dejar su cuerpo en el camino aunque ­ como para muchas otras culturas – el poder velar y enterrar el cuerpo de las personas queridas es fundamental. Pero al menos, pudieron decirles que lo habían visto morir, a diferencia de lo que sucede a las familias de más de 600 desaparecidos y desaparecidas que siguen con la angustia de no saber qué fue de sus familiares. Esas mujeres fueron rescatadas por una lancha, deshidratadas, con las espaldas en llagas por el sol y con el alma hecha pedazos por la experiencia. Como ellas, lograron salvarse otros agarrados a pedazos de madera o a trozos de lanchas partidas. Varios cuentan la historia de un señor que después de varios días en el mar, con las esperanzas perdidas y la energía agotada, les entregó la camisa a uno de los otros y les pidió que se la llevaran a su esposa diciéndole que no había aguantado más. Se soltó del trozo de madera ante los ojos incrédulos del resto y se hundió.

5

Una mujer desde su cama del hospital cuenta cómo sintió escurrírsele entre los dedos y entre los brazos el cuerpo de su hijo de apenas ocho años, arrastrados ambos por el agua y el viento. El mar se tragó a su niño. Un grupo afortunado se subió a un pesado barco “Mar Azul” que hace el recorrido entre Puerto y Los Cayos. Eran unas 200 personas. Ya no les daba tiempo de salir hacia Puerto. Los vientos los destrozarían en el camino. El capitán del barco lo metió en una zona un poco más protegida de los vientos y lograron sobrevivir, casi de milagro. Pasado el huracán, en los Cayos no quedó nada del tradicional bullicio. El viento y el mar lo acallaron. De las casas tradicionales en zancos sobre el mar, normalmente calmo y acogedor, sólo quedaban las huellas. Con ellas desaparecieron muchos y muchas. Con seguridad, nunca sabremos cuántas personas murieron ese día. Días después, los barcos y aviones empezaron a buscar sobrevivientes con poco éxito. En Honduras, reportaron que habían enterrado más de 50 cuerpos descompuestos que habían llegado a sus costas. También hablaron de haber encontrado un barco con 52 náufragos, la mayoría de ellos deshidratados, con insolación y - agrego yo – con desolación por la experiencia vivida, por no saber de su gente, ni si se iban a salvar. Mientras, en Puerto, las familias y las sobrevivientes esperaban noticias angustiosamente. Nadie les decía nada. Sólo esperaban con la vista fija en el mar, pidiéndole a los espíritus que les devolviera su gente. Así pasaban días y noches. De repente, una noche llegó una lúgubre embarcación arrastrada por otra lancha con hombres enmascarados para poder soportar el hedor. Era un barco cargado de cuerpos en descomposición. Eran más de 20, quizás 30 o más. Los gritos eran desoladores, el silencio de la noche se acabó. La penumbra hacía aún más fúnebre el ambiente. Las familias se apresuraban a ver si lograban reconocer a sus muertos. Las autoridades en un primer momento no los querían dejar que se acercaran, pero a ellos no les importaba el olor, ni tenían temor de enfermarse, sólo querían quitarse la duda de una vez o quizás, poder seguir guardando esa secreta esperanza de que su familiar seguía viva. Aún con ese desembarque, las autoridades seguían reportando sólo 37 muertos en toda la Región. Cuando les preguntamos al respecto, nos decían que ellos no podían confirmar

6

más muertes porque ellos tenían que verlos, tocarlos y conocer su identidad. Insistimos con ellos sobre ese barco y nos dijeron que ellos nos podían asegurar que esos muertos eran de aquí, o eran quienes sus familiares decían que eran y que por lo tanto, no los contabilizaban. Sólo les faltó decir que necesitaban pruebas de ADN o hacerles exámenes orales para compararlos con sus historias odontológicas. No logramos entender - y estoy segura que las familias menos – por qué pretenden ignorar lo que hemos visto. La foto de la embarcación es demasiado macabra para incluirla, pero existe. Los cuerpos son reales y sus familias los siguen llorando, pero para las autoridades no cuentan. Creo que últimamente han visto mucho CSI y no suficiente realidad nacional. Al día siguiente de la primera protesta de las mujeres, eran nueve días de la pasada del Huracán y por tanto, de la muerte de muchos y muchas. Las mujeres llegaron con velas, con flores y con un pastor a la Casa de Gobierno. Iban a rezar los nueve días frente a las autoridades en medio de esas columnas desubicadas y de decenas de personas que no entendíamos lo que decían. Pero ahí estaban los carteles con los nombres de sus amigas, de sus hermanas, de sus madres, de sus hijas. Eran muchos y detrás de cada uno había una familia, una historia. Muchos de los funcionarios de Managua pasaban con cara de incomodidad, como pensando que deberían ir a su iglesia, a su casa o a cualquier otro lado, pero no a su casa de gobierno. Pero a ellas no les importaba, sabían que ésa es también su casa, ése debería ser su gobierno. Ellas pagan sus impuestos, generan ingresos a la Alcaldía y al Gobierno Regional. Se los deben. Uno que otro político y política se acercaron y varios quisieron tomar su palabra. Una de ellas hasta nos pidió que le tomáramos una foto mientras hablaba. De repente, entró la alcaldesa de Bilwi apurada, demacrada y triste. Eran más de las 8 de la noche. Interrumpió el servicio para decir que acababan de llegar al muelle dos cadáveres más y habría que enterrarlos de inmediato, en medio de la noche. Las que ya habían encontrado a sus familiares sólo cerraron sus ojos y bajaron su cara. Algunas que seguían a la espera se levantaron en un abrir y cerrar de ojos, casi corriendo se fueron al muelle. Los rezos siguieron. Supimos después de numerosos y numerosas huérfanos que había quedado con sus abuelos o abuelas, o con otros familiares. Sólo una de las mujeres dejó ocho niños y niñas, la mayor de ellas de doce años de edad. Hoy sólo tienen a su abuela que además es discapacitada, vive en una silla de ruedas y para colmo, perdió su casa. Y no están recibiendo mayor ayuda. Comen lo que la niña de doce años logra pescar. Entre las sobrevivientes, muchas tienen deudas contraídas. Contaban con poder pagarlas con lo que sacaran en los Cayos. Pero ahora no tienen nada más que la deuda, el dolor y de remate el temor de que no las dejen regresar a los Cayos. Como siempre que hay una desgracia, un desastre o algo así, han saltado los “profetas” del pasado recordando que las mujeres no deben estar en los Cayos, que todo pasó porque las mujeres estaban ahí, que murieron tantas por castigo de Dios, de los espíritus o del mar. Están desempolvando su deseo de prohibirles la presencia allá. Pero ellas no se van a dejar, como no se dejaron a inicios de 2001. Lo peligroso es que los políticos están

7

dispuestos a hacer cualquier cosa para ganar aliados y adeptos. Desastre o no, ellos tienen muy presente que en un año hay elecciones municipales. Estas mujeres no se van a dejar fácilmente, pero también necesitan sobrevivir y mantener a sus familias. Un grupo de ellas decidió viajar a Managua a poner una denuncia de violación de Derechos Humanos contra el gobierno por no haberse preocupado por ellas, ni por nadie en los Cayos. Otras siguen luchando en la Región, exigiéndole respuestas al Gobierno Regional y a los políticos delegados por el Gobierno nacional Brooklin y Lumberto Campbell. A mi forma de ver, estas mujeres se merecen una nueva oportunidad, un acompañamiento para que logren reposicionarse en los Cayos con una mayor autonomía económica, dejando de ser utilizadas por los empresarios pesqueros, con un espacio para su recuperación emocional, para que trabajen su duelo, dentro de su cosmovisión y su cultura. Y al mismo tiempo, sus hijas e hijos tengan mejores oportunidades. Y no se puede hacer como los políticos nacionales y de la Región, como si los huérfanos y las huérfanas no existieran, no tuvieran necesidades urgentes – sin pensar en desarraigarlos (Ya algún o alguna bandida se le ocurrió la genial idea de promover adopciones, ojalá en otros países). Así para ellas y para muchos, volverán a ser Los Cayos el lugar de ensueños y de sueños, donde el sol y los celajes sean lo que impere y no la desolación.

Ana Quirós Víquez 8 de Octubre de 20072.

2

Mientras terminaba esta nota – que se hizo larga – escuchaba en la tele las noticias del Fallo de la Haya que tiene que ver precisamente con las áreas vecinas a los Cayos, al presidente dedicar largo rato a felicitarse. Y claro que me alegró saber que ya no tendríamos la amenaza de la confrontación con Honduras por eso. Y que se fijó un límite, y que no se va a desarraigar a la gente de los Cayos hondureños, y que nos reconocieron parte de nuestros derechos territoriales y todo eso. Pero, no pude dejar de recordar lo que ese y otros litigios le cuestan al pueblo de Nicaragua. Desde hace ya más de 10 años, anualmente se destinan oficialmente cerca de dos millones de dólares, es decir que nos ha costado por lo menos unos 20 millones dólares. Si sólo se hubiera dedicado a la gente que vive en esas latitudes un porcentaje de lo gastado, hoy centenas de familias no llorarían.

8

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.