LOS NIÑOS EN LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO *

110 NRFH, XIX NOTAS Aunque en la actualidad es ampliamente conocida la división tripartita de la oración expuesta por el Brócense, las ideas de Vil

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Aunque en la actualidad es ampliamente conocida la división tripartita de la oración expuesta por el Brócense, las ideas de Villalón han permanecido casi ignoradas, a pesar de que fue él quien por primera vez estableció esa división en el Renacimiento. Cierto que la clasificación de las partes del discurso basada en razonamientos semánticos no ha tenido mucha fortuna, pero a Villalón le corresponde el mérito de haber sido el primer gramático europeo moderno que estableció la división tripartita de la frase, incluyendo el pronombre y el participio dentro de la categoría gramatical del nombre . 22

JUDITH

S.

MERRILL

H o b a r t a n d W i l l i a m S m i t h Colleges.

LOS NIÑOS E N L A POESÍA D E A N T O N I O M A C H A D O * Como es bien sabido, el núcleo más esencial y central de la problemática de Antonio Machado es el tiempo. Y alrededor del tiempo —en sus diversas manifestaciones— se construye toda la circunstancia del autor. En palabras muy citadas y comentadas, don Antonio nos dice que "el poeta profesa, más o menos conscientemente, una metafísica existencialista, en la cual el tiempo alcanza un valor absoluto. Inquietud, angustia, temores, resignación, esperanza, impaciencia, que el poeta canta, son signos del tiempo y, al par, revelaciones del ser en la conciencia humana" . A la luz de esta explicación podemos com1

ausscheiden, da sie an d e r Grenze v o n Wörtern u n d NichtWörtern stehen"; W I L L I A M J . E N T W I S T L E , Aspects of language, L o n d o n , 1953, p . 148, sostiene que l a interjección no es u n a parte de l a oración sino u n equivalente de oración (pro sentence) c o n valor semántico equiparable a l de u n a oración gramatical; L o u i s H . G R A Y , Foundations of language, N e w Y o r k , 1939, p . 166, excluye asimismo l a interjección, diciendo que unas veces es u n mero "reflejo v o c a l " (como ¡Ay!) y otras u n a oración elíptica (¡Cuidado! = ' T e n g a usted cuidado') . 22 E n los tratados modernos son m u y frecuentes las clasificaciones tripartitas. W . J . E N T W I S T L E , op. cit., cap. 7, fundándose en u n a mezcla de criterios que atienden a l a forma, l a función, e l significado y l a predicación lógica, divide las partes de l a oración en nombre (sustantivo, adjetivo, adverbio, n u m e r a l , pronombre, i n f i n i t i v o , p a r t i c i p i o ) , verbo y partícula (conjunción y preposición). L . H . G R A Y , op. cit., cap. 6, dice: " W e must seek to classify them [las partes de l a oración] according to f o r m , i . e. according to m o r p h o l o g y viewed i n the light of historical development", y a continuación reelabora l a clasificación b i p a r t i t a (nombre y verbo) , agrupando el sustantivo, el adjetivo, e l adverbio, l a preposición, l a conjunción y el pronombre bajo la categoría del nombre. C f . también J . ¥ / A C K E R N A G E L , op. cit., p . 70: " I n n e r h a l b der eigentlichen Wörter gibt es die zwei H a u p t g r u p p e n der N o m i n a u n d V e r b a , der Wörter, welche Kasus haben, u n d der Wörter, welche die Personen des Subjekts unterscheiden, dazu als dritte G r u p p e die flexionlosen W ö r t e r " . * T r a b a j o leído, con algunas modificaciones, en e l Symposium sobre literatura española contemporánea celebrado en l a Universidad de M c M a s t e r ( H a m i l t o n , O n tario, Canadá) e l 20 de marzo d e 1965. i Explicación que A n t o n i o M a c h a d o hizo de su p r o p i a poética, en 1932, p a r a la antología de Poesía española contemporánea compilada p o r Gerardo Diego. E n l a ed. de M a d r i d , 1959, que es la que utilizo, l a cita se encuentra en l a p . 153.

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parar su preocupación temporal con la expresada trescientos años antes por otro gran poeta, don Luis de Góngora. A pesar del desdén y casi odio que Machado sentía por el barroco, la semejanza del problema es interesante, dejando a un lado, naturalmente, consideraciones de otro tipo y saltando un poco por encima de diferencias inevitables de estilo, época e intención: Si q u i e r o p o r las estrellas saber, t i e m p o , d ó n d e estás, m i r o q u e c o n ellas vas, p e r o n o v u e l v e s c o n ellas. ¿ A d o n d e i m p r i m e s tus h u e l l a s , q u e c o n t u curso n o doy? Mas, ay, q u e e n g a ñ a d o estoy, q u e vuelas, corres y r u e d a s : tú eres, t i e m p o , e l q u e te quedas, y y o soy e l q u e m e v o y . 2

Éste es el común secreto, pues: no pasa el tiempo, que es eterno; pasamos nosotros, que no lo somos. Machado intentará escapar al corrosivo virus de la angustia metafísica expresando su esperanza en un futuro —muy concreto— para el hombre y para España. Pero esto, aunque muy atractivo, es otro asunto. La palabra en el tiempo": tal podría ser el lema machadiano, que el autor repite y explica en varios lugares de sus escritos . Recordemos, como meridiana ilustración, el extraordinario Poema de un día. A vueltas de unas "meditaciones rurales" en Baeza, de unas preocupaciones terriblemente hispánicas, sentimos penetrar en nuestro espíritu "esa monotonía / que mide un tiempo vacío" (p. 183).; acción del tiempo que en otro poema (p. 226) aparece expresada en esta impresionante forma, que se ha comparado con las alegorías pictóricas del Bosco: 3

E l t i e m p o r o m p e e l h i e r r o y gasta los m a r f i l e s . C o n l i m a s y b a r r e n a s , b u r i l e s y tenazas, e l t i e m p o l a n z a o b r e r o s a t r a b a j a r febriles, e n a n o s c o n p u n z o n e s y cíclopes c o n mazas. E l t i e m p o l a m e y roe y p u l e y m a n c h a y m u e r d e ; socava e l a l t o m u r o , l a p i e d r a a g u j e r e a ; a p a g a l a m e j i l l a y abrasa l a h o j a v e r d e ; sobre las frentes c a v a los surcos de l a i d e a . —Sobre el tiempo en l a poesía de M a c h a d o , cf., por ejemplo, R A M Ó N D E Z U B I R Í A , La poesía de Antonio Machado, M a d r i d , 1 9 5 9 . T a m b i é n J . L Ó P E Z - M O R I L L A S , " M a c h a do's temporal interpretation of poetry", JAAC, 6 (1947-48) , 1 6 1 - 1 7 1 ; R . L . P R E D M O R E , " E l tiempo en la poesía de A n t o n i o M a c h a d o " , PMLA, 6 3 (1948) , 6 9 6 - 7 1 1 ; R . G u L L Ó N , "Lenguaje, h u m a n i s m o y tiempo en A n t o n i o M a c h a d o " , CuH, 4 (1949) , 567-581.

2 L u i s D E G Ó N G O R A , " M e d i d a d e l tiempo p o r diferentes relojes: P o r las estrellas", Obras completas, ed. Millé y Giménez, M a d r i d , 1 9 4 3 , p . 3 7 4 . s C f . Los sueños dialogados, I V , en sus Obras: poesía y prosa, Buenos Aires, 1964, p . 2 8 6 . C f . también Habla Juan de Mairena a sus alumnos, I V , ibid., p . 3 7 3 . (En adelante, todas mis citas de M a c h a d o , p o r página o por número, remiten a esa edición de sus Obras, llevada a cabo p o r A u r o r a de A l b o r n o z y G u i l l e r m o de T o r r e ) .

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El tiempo es, por lo tanto, un elemento obsesivo en la obra de Machado. Y la forma poética externa por medio de la cual llegamos a comprender mejor esa obsesión es una imagen, una metáfora o, por mejor decir, un ejemplo (casi en su acepción medieval) también muy repetidamente utilizado: el tema del sueño. Para Machado, como ha dicho Ramón de Zubiría, el sueño es "la presencia del tiempo en la conciencia . . . , la única forma de vivir el pasado desde el presente, un pasado que cambia a cada instante y que, por lo mismo, no puede representarse, sino tan sólo soñarse". Para él, en fin, "recordar los sueños [es] conocerse" ( Z U B I R Í A , pp. 101, 207, 94). Llegamos así a la tercera etapa de nuestro camino: primero, el tiempo; segundo, los sueños como conocimiento de ese tiempo; tercero, entre otros muchos elementos, como la naturaleza, el mundo, las cosas..., los niños. Los niños como expresión de la preocupación, de la angustia, de la tristeza por lo temporal (aunque después veremos que los niños no sólo representan esto en la poesía de Machado). E l Recuerdo infantil de Juan de Mairena (p. 372) es plenamente significativo, y nos sirve de nuevo punto de partida: M i e n t r a s n o s u e n a u n paso y oiga u n a llave rechinar, e l n i ñ o m a l o n o se atreve a r e b u l l i r n i a respirar. E l niño J u a n , e l solitario, oye l a fuga d e l ratón, y l a carcoma e n e l armario, y l a p o l i l l a e n e l cartón.

leve

E l niño Juan, el hombrecito, escucha e l t i e m p o e n su prisión; u n a q u e j u m b r e de m o s q u i t o e n u n z u m b i d o de p e ó n . E l n i ñ o está e n e l c u a r t o oscuro, d o n d e su m a d r e l o e n c e r r ó ; es e l p o e t a , e l p o e t a p u r o , q u e c a n t a : ¡el t i e m p o , e l t i e m p o y y o !

Los niños, o las sensaciones infantiles, servirán como instrumento evocador en buen número de poemas y prosas . Niños unidos al recuerdo de las macetas de albahaca de la madre o de su mano protectora; del padre, cazando, paseando, leyendo; de los caballitos de madera de las ferias; de las "viejas moscas pertinaces / sobre mi calva infantil"; de imágenes de luz y color del cielo de Sevilla, de Andalucía. . . Y ya al final de su vida, en uno de los escasos momentos de paz durante la guerra civil, todavía el poeta tendrá ocasión de recordar, en la forma más emocionada y más sencilla posible, en un solo y hermoso verso, el pasado que nunca vuelve: "Estos días azules y este sol de la infancia". Mención aparte merecen, dentro de las evocaciones infantiles, los casos en que Machado ve a la niñez desde otro punto de vista: como sueño en sí misma, dentro del otro gran sueño que ya conocemos, como consideración de un tiempo feliz pero "perdido", precisamente por la absorción de esa felicidad inconsciente. Así sucede en varios poemas (núms. 1, 14, 66-IV, 113, 137) en los cuales el poeta habla de la Muerte imaginada, "al hombro la cuchilla, / el paso largo, torva y es4

4 Poemas núms. 7, 48, 87, 92, 97, 125, 165-IV, y De un cancionero apócrifo de Abel Martín, n ú m . 4 (p. 303) ; Soneto V I de l a guerra, p . 651; Cancionero apócrifo, En el tiempo, p . 738; y Poesías y prosas sueltas anteriores a 1936, p . 747.

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quelética"; del sueño del niño, volando como un negro abejorro; del deseado caballo de cartón. .. También, pues, la niñez es un sueño y, necesariamente, un sueño melancólico. E l Recuerdo infantil indica bien a las claras este sentimiento (núm. 5; y cf. también núms. 72 y 93) : U n a tarde p a r d a y fría de i n v i e r n o . L o s colegiales estudian. Monotonía de l l u v i a tras los cristales. E s l a clase. E n u n c a r t e l se r e p r e s e n t a a C a í n fugitivo, y muerto A b e l , j u n t o a u n a m a n c h a carmín. C o n timbre sonoro y hueco t r u e n a e l maestro, u n a n c i a n o

m a l v e s t i d o , e n j u t o y seco, que lleva u n libro e n l a mano. Y todo u n coro i n f a n t i l va cantando l a lección: m i l veces c i e n t o , c i e n m i l , m i l veces m i l , u n m i l l ó n . U n a tarde p a r d a y fría de i n v i e r n o . L o s colegiales estudian. Monotonía de l a l l u v i a e n los c r i s t a l e s . . .

El aburrimiento escolar, sentido por nosotros tantas veces; el hastío infantil del niño sujeto al duro banco del aula, vieja y destartalada; el miedo del niño a lo desconocido , miedo adquirido muchas veces en la propia escuela; la inquietante tristeza del niño, tan admirablemente captada por Machado: "¡Y esos niños en hilera, / llevando el sol de la tarde / en sus velitas de cera...!" (núm. 66). El poeta, no lo olvidemos, se formó en la Institución Libre de Enseñanza. De ahí le viene, sin duda, su horror hacia la infancia entristecida, moral y corporalmente, así como su respeto por el alma infantil y su odio contra todos aquellos que quieren imprimir en su blanda cera el sello del miedo, de la envidia o de la hipocresía; de ahí su receta de aire y espíritu libres. Como escribe Abel Martín (p. 297) : "Ya algunos pedagogos comienzan a comprender que los niños no deben ser educados como meros aprendices de hombres, que hay algo sagrado en la infancia para vivido plenamente por ella. Pero ¡qué lejos estamos todavía del respeto a lo sagrado juvenil!" No nos extrañe que el mismo Machado —que en una carta a Unamuno (p. 927) dice que a sus alumnos del Instituto de Segovia les leía trozos de la Vida de Don Quijote y Sancho— recomiende a los hombres que se hagan niños; que el maestro se infantilice, ya que "el niño nos revela que casi todo lo que él no puede comprender apenas si merece ser enseñado" (Juan de Maireña, X X I V : p. 485). Y el mejor método para hacerse niños es preguntarlo todo, como los niños. En este caso concreto, España entera es quien debe infantilizarse; Machado (ibid., X L I I : p. 493) hace una aguda observación sobre la mentalidad hispánica: "Preguntadlo todo, como hacen los niños. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué lo de más allá? En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta, sin haber ido a ninguna parte..." 5

6

s Guerra de amor, De un cancionero apócrifo de Abel Martín, p . 299; y Siesta, p . 330. 6 C f . otros pasajes, p p . 355 y 365-366 (cómo d a r clase), 404-405 (exámenes), 525 (sabiduría i n f a n t i l ) , 594 (sobre l a gracia infantil) , 670 (en favor de los niños rusos).

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Vamos viendo cómo en la obra machadiana se entremezclan las ideas y los problemas a propósito del tema de los niños. No solamente el sueño del hombre es representado muy a menudo, sino la palabra y también el tiempo. Todo Machado, en fin, aparece a través de sus niños. Si defiende, como hemos visto, lo que hoy las Naciones Unidas llaman los Derechos del Niño, es porque cree, naturalmente, en la inocencia infantil, ya perdida para el adulto, como en diferentes lugares de su obra nos explica, con diferentes propósitos y diferentes ejemplos (núms. 87, 113, 122, 156-III, 158-X, 172-VI). Así, el alma niña; una Arcadia infantil e ideal; el fruto, "que sólo un niño lo mordiera"... He aquí el más evidente caso de esta inocente felicidad de la niñez, que crea sus propias ensoñaciones y mejora la realidad circundante (núm. 136-XVIII, p, 201): ¡Ah, cuando yo era niño soñaba en los héroes de la Ilíada! Áyax era más fuerte que Diomedes, Héctor más fuerte que Áyax, y Aquiles el más fuerte, porque era el más fuerte... ¡Inocencias de la infancia! }Ah, cuando yo era niño soñaba con los héroes de la litada!

Inocencia teñida sin duda de melancolía, pero, aun así, bien diferente de otra, la representada en el poema XVIII de Soledades, donde Machado, en claro precedente de los sonetos religiosos de Blas de Otero, nos dice que "un Dios más fuerte / con la substancia inmortal está jugando a la muerte, / cual niño bárbaro" (núm. 18, p. 70). Aquí, la asociación de muerte e infancia, la posibilidad de la existencia de un Dios-Niño inocente y terrible al mismo tiempo, nos estremece, aunque en realidad no es un capricho más o menos gratuito de poeta tal asociación: como para otros, aunque quizá en forma menos evidente, ésta será la última consecuencia de un panteísmo naturalista. Tengamos en cuenta que Machado identifica también, ocasionalmente, Naturaleza y Niñez: en una canción a Guiomar, una tarde de abril es una "tarde niña"; el día puede ser "adolescente" (núm. 173-III, p. 341); la primavera, en el soneto primero de la serie escrita durante la guerra civil, es una "niña inmortal" (p. 648) que renace incluso en medio de los bombardeos aéreos; y el otoño se describe con estas palabras (p. 751) : "Hay una mano de niño / dispersa en la tarde gris, / o en la tarde gris se borra / una acuarela infantil. Pero la niñez, además de todo esto, además de sueño, inocencia, naturaleza, incluso Dios, puede ser algo quizá (desde la visión machadiana) más importante: puede ser la fuerza regeneradora, el símbolo eterno de la vida que fluye continuamente, más poderosa que la misma muerte, una vía para escapar a la angustia existencial del paso del tiempo. Veamos un ejemplo (núm. 3):

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L a p l a z a y los n a r a n j o s e n c e n d i d o s c o n sus frutas r e d o n d a s y risueñas. T u m u l t o d e p e q u e ñ o s colegiales q u e , a l s a l i r e n d e s o r d e n d e l a escuela, l l e n a n e l aire de l a p l a z a e n s o m b r a c o n l a algazara de sus voces nuevas. ¡Alegría i n f a n t i l e n los rincones d e las c i u d a d e s m u e r t a s ! . . . i Y a l g o n u e s t r o de ayer, q u e todavía v e m o s v a g a r p o r estas calles viejas!

En el poema Sol de invierno —que se ha relacionado ( Z U B I R Í A , p. 42) con otro de Leopardi, Sábado en la aldea— el juego de los niños en un jardín lleno de símbolos invernales produce el mismo efecto revi talizador. Una variante de esta idea vuelve a aparecer en Muerte de Abel Martín: mientras la vida del apócrifo poeta machaciiano se apaga lentamente, afuera "los niños gritan, saltan, se pelean" (núm. 175I). En fin, en la prosa última de Divagaciones y apuntes sobre la cultura, Machado, desde Segovia, escribe así: "En estas viejas ciudades de Castilla, abrumadas por la tradición, con una catedral gótica y veinte iglesias románicas, donde apenas encontráis rincón sin leyenda ni una casa sin escudo, lo bello es siempre y no obstante —¡oh, poetas, hermanos míos!— lo vivo actual, lo que no está escrito ni ha de escribirse nunca en piedra: desde los niños que juegan en las calles —niños del pueblo, dos veces infantiles— y las golondrinas que vuelan en torno de las torres, hasta las hierbas de las plazas y los musgos de los tejados" (p. 7 2 8 ) . Niños, pájaros, verdor... L a vida en medio de la muerte, la alegría en medio de la melancolía. Niños, pájaros, verdor... ¿Qué mejor unión que esta simbólica y vitalista de Machado? El tiempo pesa sobre nosotros y sobre nuestras ciudades, sobre nosotros y sobre nuestras vidas, y, sin embargo, niños, pájaros y verdor continuarán eternamente jugando, cantando, brotando... El párrafo copiado es doblemente significativo. Ya vimos antes el deseo que Machado siente de que nos infantilicemos, nosotros, individuos, y también nosotros, comunidad social o histórica. Llevando un poco más adelante su pensamiento, ahora nos dice don Antonio, de pasada, como sin darle importancia, algo que corrobora lo ya visto: "niños del pueblo, dos veces infantiles". Si debemos infantilizarnos, debemos también hacernos pueblo. Y en otro lugar escribe: "siempre que advirtáis un tono seguro en mis palabras, pensad que os estoy enseñando algo que creo haber aprendido del pueblo" (p. 5 2 8 ) , idea ampliada adecuadamente más tarde en Sobre la defensa y la difusión de la cultura (pp. 659-664). Los niños, pues, sirven para que veamos representados en ellos todos los problemas fundamentales, individuales y colectivos, del hombre (y, descendiendo a un plano más concreto, del hombre español, además, y naturalmente, del hombre que fue Antonio Machado). Metafísica, sociología, historia, literatura, la vida y la muerte.. . Y también algo básico: la esperanza. Significativo de la obra de Machado, a pesar de melancolía, tristeza, incluso pesimis-

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mo vital e histórica, es la presencia de ideas esperanzadas sobre el porvenir, suyo, personal, o de España . Como ilustración del primer caso recuérdese el conocido poema A un olmo seco, que termina así: " M i corazón espera / también, hacia la luz y sacia la vida, / otro milagro de la primavera" (núm. 115); o bien un poema en que, atormentado por la muerte de su mujer, puede, con todo, exclamar: "Late, corazón... No todo / se lo ha tragado la tierra" (núm. 120). En un sentido más general, véanse los finales de El mañana efímera (núm. 135), de los Elogios a Azorín (núm. 143), o éste, de Una España joven (núm. 144): 7

T ú , j u v e n t u d más j o v e n , si de m á s a l t a c u m b r e l a v o l u n t a d te l l e g a , irás a t u a v e n t u r a despierta y transparente a la d i v i n a l u m b r e , como e l diamante clara, como e l d i a m a n t e p u r a .

Los niños también, cómo no, van a expresar simbólicamente esaí esperanza de Machado, tanto la personal como la general o histórica. En primer lugar, aparece la esperanza como "niña de ojos trémulos / cual roto sol en una alberca helada" (Del camino? p. 35). Otras veces, el hada buena de "la verde esperanza" —la otra, horrible, es la del "torvo miedo" (núm. 160-LXIV, p. 263) — es quien protege al niño, como en el poema Los sueños (núm. 82) y en el Sueño infantil (núm. 65), anunciando futuras felicidades... En otros momentos el poeta asocia, sencillamente, la infancia con la primavera, como en la quinta parte de Campos de Soria, donde una niña, en medio del crudo invierno castellano, piensa imaginativamente "en los días azules y dorados, / cuando nacen las blancas margaritas" (núm. 113-V). En otros lugares, en fin, Machado hace que corros de niñas celebren cantando la llegada de esa misma primavera, representación poética de esperanza tan vieja como el hombre. Una de esas canciones, de forma deliciosamente popular, dice así: M i e n t r a s danzáis e n c o r r o , niñas, cantad: ya están los p r a d o s verdes, ya v i n o a b r i l g a l á n . A l a o r i l l a d e l río, por e l negro encinar, sus abarcas d e p l a t a hemos visto brillar. Y a están los p r a d o s verdes, ya v i n o a b r i l g a l á n . 8

7 C f . P I E R R E G E N E S T E , " L e théme de Toptimisme et l'espoir dans l a poésie d ' A n t o n i o M a c h a d o " , Iberia, Bordeaux, 1 9 4 7 , núm. 2 . Desde el p u n t o de vista religioso, cf. J . L . L Ó P E Z A R A N G U R E N , "Esperanza y desesperanza de Dios en l a experiencia

de

Antonio

Machado",

Culi,

4

(1949),

383-397;

y

P.

LAÍN

ENTRALGO,

La

memoria y la esperanza: San Agustín, Sa?i Juan de la Cruz, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Madrid, 1954. s Núm. 1 5 9 - X V . C f . también La tierra de Alvargonzález, p p . 165-167, donde los niños aparecen como u n f u t u r o ; de las Canciones del Alto Duero, l a núm. 160-1 (los niños y el amor esperanzado) y l a núm. 1 5 3 - I V (con u n sentido mitológico).

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Este poema nos lleva directamente a un nuevo aspecto de la presencia de los niños en la obra de Machado. Don Antonio, republicano de solera, nos cuenta en qué forma transcurrió en Segovia el día del triunfo electoral de la República (Lo que hubiera dichos M airen a el 14 de abril de 1931, p. 540): ¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza!. . . Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano. La naturaleza y la historia parecían fundirse en una clara leyenda anticipada, o en un romance infantil. . . , una canción que yo oí cantar o soñé que cantaban los niños en aquellas horas: La primavera ha venido del brazo de un capitán. Cantad, niñas, en corro: ¡Viva Fermín Galán! La primavera ha venido y Don Alfonso se va. Muchos duques le acompañan hasta cerca de la mar. Las cigüeñas de las torres quisieran verlo embarcar...

Vemos cómo Machado ha utilizado una cancioncilla infantil semejante —real o soñada— con propósitos aparentemente muy distintos, lírico el uno, político el otro. En realidad, el fondo de ambos romances es el mismo: la celebración gozosa de la primavera, con uno u otro sentido o matiz externo, es decir, la llegada de la nueva esperanza, que cantada por bocas infantiles expresa mejor y más limpiamente la pureza de lo nuevo. Esta idílica versión va a romperse brutalmente. Uno de los últimos poemas de Machado, uno de los sonetos escritos durante la guerra civil, La muerte del niño herido, señala la etapa final de este recorrido. Antes de llegar a él conviene, con todo, hacer un pequeño rodeo, que nos conducirá a ese mismo lugar y que servirá, además, para que comprendamos que en el espíritu de Machado ya anidaba el temor de lo que después estalló trágicamente. Las más impresionantes líneas escritas por don Antonio aparecen en Campos de Castilla (núm. 136LIII) : Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza.

Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón.

¿Premonición? ¿Observación de la realidad, simplemente? Aquí el niño no es ni Dios, ni pueblo, ni esperanza, sino un negro futuro, señalado antes del año 1917. Debemos relacionar este pequeño y terrible poema con un texto de Juan de Mairena menos conocido, pero no menos significativo ni menos digno de meditación: "Cuenta Mairena, ya en los

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NOTAS

últimos años de su vida, haber visto a una madre que llevaba de la mano dos niños pequeñitos, los cuales iban jugando a la política del día. Y uno de ellos gritaba: «¡Maura, sí!» Y el otro: «¡Maura, no!» Mairena vio alejarse aquel grupo encantador con cierta compleja melancolía de viejo solterón por un lado, y de profeta rasurado y a corto plazo, por otro" (p. 533). En el primer caso, un niño y dos Españas; en el segundo, dos niños y esas dos mismas Españas, expresadas con la circunstancia política de los años diez; en el primer caso, la infancia de hoy, los hombres de mañana, con un destino marcado a fuego; en el segundo, el drama hispánico de la intolerancia señalado ya en la inocencia infantil, y por eso mismo más impresionante todavía. Los niños, pues, no son pura imagen lírica. Machado contrasta la delicadeza de la niñez con los más agudos problemas del hombre en este mundo y del hombre en España, con el evidente deseo de resaltarlos mejor. E l feliz mundo infantil atrae irresistiblemente al poeta, en unos casos evocadora y soñadoramente, en otros de manera más concreta y localizada. En todo caso, si analizamos de cerca estas ejernplificaciones, veremos que tienen algo en común, y que ya he señalado anteriormente: el amor por los niños y la defensa de la intangibilidad del paraíso infantil, desgraciadamente cerrado para muchos. Es significativo, en este sentido, que uno de los últimos poemas de Machado se refiera íntegramente al tema. Poema trágico, como no podía dejar de serlo al haberse escrito durante la guerra civil, y poema humano, por ser de la pluma de don Antonio, bien de acuerdo con su idea, tantas veces repetida, de ' l a palabra en el tiempo". Es el soneto La muerte del niño herido (p. 650) : O t r a vez e n l a n o c h e . . . E s e l m a r t i l l o de l a f i e b r e e n las sienes b i e n v e n d a d a s d e l n i ñ o . — M a d r e , ¡el pájaro a m a r i l l o ! ; ¡las m a r i p o s a s negras y m o r a d a s ! —Duerme, hijo mío. —Y l a manita oprime l a m a d r e , j u n t o a l l e c h o . — ¡ O h , f l o r de f u e g o ! ¿ q u i é n h a d e h e l a r t e , f l o r d e sangre, d i m e ? H a y e n l a pobre alcoba o l o r de espliego; fuera, l a o r o n d a l u n a q u e blanquea cúpula y torre a l a c i u d a d sombría. Invisible avión moscardonea. — ¿ D u e r m e s , o h d u l c e f l o r de sangre mía? E l cristal d e l balcón repiquetea. — ¡ O h , fría, fría, fría, fría, f r í a !

J.

Universidad de C a l i f o r n i a , L o s Ángeles.

RODRÍGUEZ-PUÉRTOLAS

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