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Madrid, ciudad para compartir El modelo Madrid de integración de los inmigrantes
Mauricio Rojas Doctor y Profesor Adjunto de la Universidad de Lund (Suecia) Edición electrónica a cargo del autor Marzo 2013
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Es Madrid patria de todos, pues en su mundo pequeño son hijos de igual cariño naturales y extranjeros Calderón de la Barca
Hoy en día Madrid tiene muchos méritos, enormes méritos, y quizá el principal … ser la ciudad de todos Mario Vargas Llosa
Los españoles sabemos por nuestra propia historia que la decisión de partir, dejando atrás buena parte de lo que más se quiere –la familia, los amigos y la patria– no es fácil. Pero se emigra para lograr un futuro mejor y esa elección demuestra la capacidad de sacrificio, gran decisión y coraje. Y por todo ello, estamos orgullosos de que los inmigrantes hayan elegido a Madrid, como el lugar al que venir a vivir y trabajar. En Madrid estamos muy orgullosos de tener entre nosotros a personas valientes, que quieren compartir su esfuerzo, su trabajo y sus ilusiones con el resto de madrileños. Esperanza Aguirre
ÍNDICE Introducción y resumen 6 Madrid, ciudad de inmigrantes 6 Madrid, ciudad para compartir 8 Estructura del estudio 10 Claves de la convivencia madrileña: un resumen 11 ¿Es Madrid un modelo? 16
Teorías y modelos 18 Modelos explicativos y modelos normativos 18 Ciudad e inmigración: la Escuela de Chicago 21 Aportes posteriores de la sociología estadounidense 25 Perspectivas europeas 28 La particularidad de las ciudades mediterráneas 32
La inmigración en España 39 Características del boom migratorio español 39 Los flujos migratorios 40 Religión, cultura y género 47 Distribución de la inmigración en España 50 Nivel educativo y mercado de trabajo 57 Economía, inmigración y régimen migratorio 68 Inmigración, crecimiento y modelo productivo 72
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Madrid y los inmigrantes 76 Madrid 76 Los inmigrantes 79 Condiciones de vivienda 90 4
Mercado de trabajo 101 Situación educacional de los jóvenes inmigrantes 108 El caso de los inmigrantes subsaharianos 115 Percepciones sobre los inmigrantes, los españoles y la integración 118
Los principios del modelo Madrid 124 Introducción: un modelo liberal 124 Madrid, ciudad abierta y cosmopolita 127 Los inmigrantes, héroes de nuestro tiempo 129 El inmigrante, protagonista de su propia integración 132 La sociedad pluralista 133 Una sociedad cohesionada 135 La integración como proceso 140 Igualdad de oportunidades y no discriminación 142
Implementación de las políticas públicas
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Introducción 146 Instrumentos específicos de intervención 147 Dispositivos 147
Programas de diagnóstico de la realidad migratoria 157 Convenios y subvenciones 159 Políticas sectoriales de integración 160 Sanidad 161 Educación 166
Conclusiones: las claves de la convivencia madrileña 174 Introducción 174 La ciudad 175 Las políticas públicas 179 Los inmigrantes 181 Palabras finales 183
Bibliografía 184
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I. INTRODUCCIÓN Y RESUMEN
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Madrid, ciudad de inmigrantes Los inmigrantes constituyen hoy una parte muy significativa de la población de la Comunidad de Madrid (CM). En torno al 20% de los madrileños ha nacido fuera de España y otro 25% ha nacido en España pero fuera de la CM. Por ello, casi la mitad de los 6,5 millones de madrileños son migrantes internacionales o nacionales 1. Esta presencia masiva de inmigrantes no es en absoluto algo nuevo, sino que ha sido un hecho constante de la historia madrileña, especialmente a partir de 1561, cuando Felipe II traslada la Corte de Toledo a Madrid. Recordemos que hasta el siglo XIX las ciudades, con pocas excepciones, difícilmente lograban mantener su población sin el aporte de la inmigración en razón de sus altas tasas de mortalidad. Por ello, no es de extrañar que históricamente se pueda constatar un porcentaje de inmigrantes en la Ciudad de Madrid que ha tendido a superar al 50% de sus habitantes y que en la Provincia y luego en la Comunidad Autónoma se ha ubicado entre el 40 y el 50%2. Así, gracias a la llegada de sucesivas camadas de migrantes, el 1
Las cifras definitivas del INE (2012a) para el 1 de enero de 2011 son las siguientes. Total de población de la CM: 6.489.680 personas; nacidas en España pero fuera de la CM: 1.686.229 personas; nacidos fuera de España: 1.271.240 individuos. 2
Así, para 1850 y 1888 se ha contabilizado en la Villa de Madrid un porcentaje de inmigrantes de cerca de un 57%. En el siglo XX, el porcentaje de inmigrantes (nacionales e internacionales) de la Provincia de Madrid rondó la misma cifra que en la actualidad presenta la CM: un 45% (Fernández y Bahamonde 2008: 451 y García 2008: 568).
pequeño poblado en torno a la almudayna o alcazaba que fue el Mayrit islámico del siglo IX terminó transformándose en el principal conglomerado urbano de la España de hoy (Carbajo 1987). A través de los siglos, la inmigración madrileña ha ido describiendo círculos concéntricos cada vez más amplios en cuanto a su origen. Partiendo de las comarcas aledañas, pasando luego al conjunto de Castilla la Nueva y Castilla la Vieja, para alejarse hacia el norte en el siglo XIX, con un importante flujo de asturianos y gallegos3, seguida en el siglo XX por una inmigración desde toda España, que fue fundamental para el espectacular incremento poblacional de la CM de 775 mil habitantes en 1900 a 4,7 millones en 1981. Finalmente, el círculo migratorio dio un extraordinario salto internacional, hasta llegar a abarcar, a partir de los años 90, a prácticamente a todo el mundo y hacer un aporte sustancial al aumento de la población de la CM hasta sus 6,5 millones actuales. Así se vino a ratificar y consolidar lo de siempre: Madrid, ciudad de inmigrantes, “albergue de gentes llegadas de todos los puntos cardinales” (Fernández y Bahamonde 2008: 451). La inmigración de carácter internacional tuvo una intensidad extraordinaria desde fines de los años 90 hasta el estallido de la presente crisis económica en 2008. Entre mayo de 1996 y enero de 2011 el número de personas nacidas en el extranjero residentes en la CM se multiplicó por siete, pasando de 174 mil a 1,27 millones. En porcentaje de la población total de la Comunidad, se pasa del 3,6 al 19,6%. Este gran incremento pone a la capital española en el rango de las grandes ciudades europeas con altos niveles de inmigración. Además, pocas otras ciudades europeas han enfrentado, como Madrid, el reto de integrar a una cantidad proporcionalmente tan grande de extranjeros en tan corto tiempo. 3
El diario La Época de fecha 14 de mayo de 1853 nos deja esta imagen sobrecogedora de esa inmigración: “todos los días entran en Madrid de 1.000 a 1.500 gallegos en busca de trabajo. Estos infelices que huyen de su país y del hambre vienen por el camino pidiendo limosnas y llegan en un estado realmente deplorable” (González, sin fecha: 101).
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Madrid, ciudad para compartir A fin de estudiar de una manera integral esta fase de carácter marcadamente internacional de la larga historia migratoria de la CM se creó el proyecto de investigación Madrid, ciudad para compartir, a cargo del Observatorio para la Inmigración y la Cooperación al Desarrollo de la Universidad Rey Juan Carlos y que ha contado con el apoyo de la Dirección General de Inmigración de la CM. El punto de partida del proyecto fue definido haciendo referencia a la experiencia de otras grandes ciudades, tanto europeas como estadounidenses, que han mostrado fuertes tendencias a la segregación étnico-social de los grandes espacios urbanos, con el surgimiento de áreas o barrios con altos niveles de marginación y exclusión, acompañado de serios síntomas de deterioro de su vida comunitaria. De esta manera, la diversidad que podría enriquecer a la ciudad se ha visto transformada en una fragmentación amenazante. En vez de ciudades compartidas han surgido ciudades divididas. Madrid, sin embargo, muestra una tendencia divergente a este respecto. La inmigración tiende a repartirse por toda la ciudad, incluidos sus municipios no metropolitanos4, y no se observa la formación de “barrios-gueto”. Tampoco se observan, salvo muy acotadas excepciones, tensiones significativas entre grupos de la población que tengan que ver con su origen nacional o étnico. Madrid permanece fiel a, o incluso refuerza, su característica de espacio abierto a las migraciones y la diversidad, propia de una capital de formación histórica relativamente reciente, inmigración constante y gran expansión demográfica, donde casi nadie es “de verdad” madrileño pero, a su vez, todos lo son.
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Según el Observatorio de la Inmigración de la CM (2011) a junio de 2011 prácticamente no habían diferencias entre la distribución de la población extranjera y española. La población española se distribuía así: Madrid capital, 50,0%, coronas metropolitanas, 37,3%, municipios no metropolitanos, 12,7%. La distribución de los extranjeros era, respectivamente, de 49%, 37,7% y 13,3%. Lo mismo se constata en Pineda y otros (2011). Si se considera el lugar de nacimiento y no la nacionalidad la distribución es un poco menos pareja.
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Este es el contexto del presente proyecto de investigación, que ha buscado entender las claves de la convivencia madrileña y su interacción con la inmigración desde tres perspectivas que se complementan mutuamente. Primero, estudiando tanto la evolución y la situación generales de la inmigración como las políticas públicas diseñadas para acogerla y facilitar su integración. Este análisis se desarrolla a un nivel macro, es decir, abarcando el conjunto de la inmigración en la CM. Segundo, acercándose a las claves de la convivencia madrileña a un nivel micro, es decir, a partir del estudio de una experiencia barrial concreta, para lo que se eligió al emblemático barrio de Lavapiés. Finalmente, hemos usado una perspectiva comparativa, contrastando la experiencia madrileña con la de otras grandes capitales europeas. Estos estudios, que fueron realizados durante el transcurso del año 2011, han dado origen a una serie de informes específicos5, que forman un referente para el presente texto. En su realización hemos contado con la colaboración de excelentes profesionales, a los cuales queremos manifestarles nuestro agradecimiento y reconocimiento. Varinia Pineda, Marta Plaza, Iván Lendrino y María Lara de la Consultora IMPADE y la Fundación Itaka tuvieron a su cargo la investigación a nivel del conjunto de la CM. Hebe Schmidt llevó adelante el estudio sobre Lavapiés. Marta Zahonero realizó gran parte de la investigación comparativa internacional, fuera de desempeñarse como asistente general del proyecto. El proyecto también le debe mucho a diversos colegas y especialistas con los cuales hemos ido intercambiando ideas, en particular a aquellos que en septiembre de 2011 participaron en la Jornada de la EPIC en que se presentaron dos de los estudios de esta investigación. Por ello queremos nombrar a D. Salvador Victoria Bolívar, Consejero de Asuntos Sociales de la CM, D. Pablo Gómez Tavira, Director General de Inmigración de la CM, D. Manuel Herrera, profesor titular de sociología de la UNED, y D. José María Román, Director de la Fundación Ciudadanía y Valores. 5
Véanse Pineda y otros (2011), Tshitshi (2011), Schmidt (2012) y Tshitshi (2012).
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Estructura del estudio El presente estudio analiza una variada gama de temas específicos buscando captar y entender aquellas “claves de la convivencia” que hacen del Madrid de hoy una ciudad dinámica, abierta y compartida. Estos temas son tratados en sus respectivos capítulos del presente libro. Comenzamos con una discusión conceptual acerca de la ciudad y los inmigrantes, en la que abordamos una serie de perspectivas y puntos de partida teóricos sobre nuestro tema. Para ello hacemos una descripción sumaria de los principales enfoques y debates que el tema de la inserción urbana de los inmigrantes ha suscitado desde los inicios de la sociología urbana a comienzos del siglo XX. Nuestra intensión no es dar un panorama completo de un campo de investigación que incluso en un libro especializado sería difícilmente abarcable en toda su variedad y complejidad. Lo que pretendemos es, simplemente, encontrar puntos de referencia que nos sean útiles para el estudio de la realidad madrileña. Luego se describe lo que es el marco general de la inmigración llegada a Madrid, es decir, las causas, el contexto regulatorio y los rasgos distintivos de la ola de inmigración internacional llegada a España desde mediados de los años 90. Se trata también de un capítulo muy sintético dada la amplitud de los temas abordados. El siguiente capítulo, que es mucho más extenso, da una visión introductoria de Madrid para luego concentrarse en la inmigración que ha llegado a la ciudad, abordando tanto su evolución y composición como las características de su inserción en distintos ámbitos en la CM. Entre ellos, se le dará prioridad a la distribución espacial de la población inmigrada así como a los rasgos de su situación residencial, de su inserción en el mercado laboral y de la realidad educacional de los hijos de los inmigrantes. También se estudian la situación especial de los inmigrantes subsaharianos y la percepción del fenómeno migratorio entre los madrileños, ya sean estos antiguos o nuevos miembros de la CM.
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En los dos capítulos subsiguientes se describen y estudian las políticas y actuaciones públicas. Por la complejidad misma del Estado español, este análisis, para ser completo, debería abarcar una multitud de actores, que van desde el Gobierno de la CM hasta los municipios más pequeños, ya que todos ellos juegan un papel más o menos importante en materias de integración. En un informe específico hemos abordado algo de esta diversidad, estudiando más en detalle la CM como nivel de gobierno autonómico y, además, las municipalidades de Alcalá de Henares, Alcobendas, Getafe, Leganés y Madrid (Pineda y otros 2011). En el presente contexto nos limitaremos solo a la Comunidad de Madrid. Esto por dos razones. La primera, es el peso decisivo de esta instancia de gobierno, tanto por sus intervenciones específicas en el ámbito de la integración de los inmigrantes como por sus amplias competencias en materias tan importantes como son la educación, la sanidad y los asuntos sociales en general. La segunda, es poder realizar, al concentrarse en la CM, un estudio más en profundidad de la visión y los principios así como de los planes y la realidad de las intervenciones públicas en el ámbito de la inmigración. Finalmente, en el capítulo conclusivo se unen los distintos aspectos estudiados en una visión de conjunto de las claves de la convivencia madrileña y del “Modelo Madrid de integración de los inmigrantes”.
Claves de la convivencia madrileña: un resumen A manera de resumen introductorio presentamos en los apartados que siguen, de forma abreviada, las conclusiones fundamentales del presente estudio acerca de las razones que explican el éxito integrador hasta ahora alcanzado por Madrid. A nuestro juicio ello tiene que ver con una serie de elementos o factores interrelacionados, que pueden ser agrupados bajo las tres rúbricas siguientes: la ciudad, las políticas públicas y los inmigrantes. Reseñemos brevemente el contenido de cada uno de estos enunciados.
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La ciudad Las características de la ciudad que recibe son esenciales para explicar no solo la forma en que lo hace sino también las estrategias de incorporación y el talante de sus nuevos vecinos. A este respecto cabe destacar una serie de rasgos estructurales del contexto madrileño de inmigración. Entre ellos están: La estructura urbanística, surgida en lo esencial desde abajo, por medio de la acción espontánea de la sociedad civil, lo que le confiere altos niveles de diversidad, flexibilidad, adaptabilidad y multifuncionalidad a sus espacios urbanos. La estructura del régimen de tenencia de la vivienda, con un amplio componente de inquilinos propietarios, lo que ha tendido a arraigar una parte significativa de la población en sus barrios, protegiendo a los mismos contra cambios bruscos y desestabilizadores en su estructura poblacional y promoviendo un tipo de movilidad social que no siempre implica un desplazamiento geográfico dentro de la ciudad, lo que le da una estabilidad dinámica al componente socio-cultural e identitario de sus barrios. La estructura de posibilidades, cuya amplitud ha dependido del fuerte dinamismo y la gran diversidad económica que ha caracterizado a Madrid durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, constituyéndolo en el líder del desarrollo español y en un vigoroso mercado laboral que por su carácter multifacético ha sido capaz de atraer todo tipo de migrantes, integrándolos de manera productiva a su vida social. La estructura mental o su autorepresentación como ciudad de inmigrantes, de recién llegados que vienen a compartir un futuro que los une más fuertemente de lo que los pudiera desunir su pasado variopinto. De esta manera, la cultura madrileña exhibe rasgos que la acercan a la cultura incluyente y orientada hacia el porvenir de los países clásicos de inmigración, alejada del provincialismo de las identidades étnicas, que quedan así relegadas al microcosmos de la diversidad urbana sin excluir a nadie de la categoría de “madrileño”.
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Las políticas públicas Las políticas y actuaciones públicas tienen gran importancia para entender tanto el ordenamiento de la ciudad como las formas de la integración de sus inmigrantes. La opción de Madrid ha sido netamente liberal, es decir, ha tenido como norte el fortalecer la libertad de los madrileños, incluidos por cierto los inmigrantes. Por ello mismo su intención no puede ser otra que la de hacer prescindibles las intervenciones públicas en la medida en que los individuos y la sociedad civil puedan ampliar su radio de acción y resolver por cuenta propia sus necesidades y problemas. Su principio rector es, en consecuencia, que el fin de las intervenciones públicas nunca debe ser apoderarse de los ciudadanos sino empoderarlos. Esto se traduce en una clara apuesta por la subsidiaridad de las actuaciones políticas respecto del accionar de la sociedad civil, a diferencia, por ejemplo, de la preeminencia de lo estatal o político tan característica de muchas sociedades del norte europeo. Esto se da en materias tanto urbanísticas como socioeconómicas y encuentra su correlato en el diseño de la política de integración, concebida no como rectora de la integración de los inmigrantes sino como facilitadora de la autointegración de los mismos, por sus propios medios y esfuerzos y de acuerdo a la diversidad de sus necesidades y proyectos vitales. Esta visión, en que las políticas públicas están al servicio de y no por sobre los ciudadanos, ha sido plasmada en una decidida orientación hacia la primacía del pluralismo, fruto de la libertad y el esfuerzo individuales, rechazando tanto el paternalismo institucional como las visiones colectivistas de la sociedad al estilo del multi- o el interculturalismo, que enfatizan entes abstractos como “las culturas” y tienden a subordinar al individuo a su pertenencia a subgrupos sociales mediadores. Al mismo tiempo, las intervenciones públicas han buscado afirmar una base común, tanto legal e institucional como de valores, que permita el desarrollo de un pluralismo que invite a todos a ser parte de una misma sociedad y evite la formación de “sociedades aparte”, en las que la diversidad fácilmente puede transformarse en
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indiferencia, aversión o incluso conflictos. Para ello se pone el acento en los valores básicos e irrenunciables de la sociedad abierta, que son los de la igualdad en libertad de todos nuestros semejantes y el respeto que se le debe a su autonomía y a sus proyectos vitales en la medida en que se encuadren dentro del marco de la ley. Junto con este acento en lo que nos une al nivel de los valores compartidos se ha diseñado una clara meta de asimilación institucional de los inmigrantes, es decir, su normalización ciudadana mediante su participación en los mismos servicios e instituciones que sirven a los madrileños en general. Ello no obsta, sin embargo, para que se hayan tomado medidas específicas de apoyo en este camino hacia la normalización y participación ciudadana, reconociendo así, desde una perspectiva de igualdad de oportunidades, la singularidad temporal de las necesidades que pueden caracterizar a partes de la población inmigrante.
Los inmigrantes Los actores esenciales de la integración en la comunidad madrileña han sido, como ya se destacó, los inmigrantes mismos en interacción con la población autóctona. Es en ese nivel, el de la sociedad civil, que lo importante se dirime, recreándose el tejido social y estableciéndose las bases de aquel sentido compartido de pertenencia que es la prueba final del éxito del proceso de integración. Las características fundamentales de los inmigrantes que han elegido a Madrid como su nuevo hogar se desprende justamente de ese hecho fundamental, es decir, el que se trata de una elección hecha por el inmigrante sin mayores intervenciones ni trabas de carácter político-burocrático. Por ello mismo se da un fuerte proceso de autoselección de la inmigración, es decir, los inmigrantes mismos se han seleccionado, a partir de sus condiciones personales y sus vínculos sociales, para radicarse en Madrid. Esto genera una gran adaptabilidad a los requerimientos del contexto de inmigración y contrasta con otras formas migratorias que dejan pocas opciones de elección, como las de los refugiados o aquellas donde la selección se
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hace desde arriba y se orienta hacia grupos administrativamente predeterminados de inmigrantes. Se trata, en suma, de una migración voluntaria y espontánea, realizada “desde abajo” y que ha contado con el apoyo estratégico de fuertes redes migratorias, establecidas como parte integrante del tejido asociativo formal o informal de la sociedad civil madrileña. Esas redes han sido las mediadoras, posibilitadoras y canalizadoras fundamentales de la inserción residencial, social y laboral de los nuevos inmigrantes, constituyendo un puente vital de solidaridad civil entre la sociedad de origen y la de recepción. Esta inserción desde abajo, desde la sociedad civil, se refleja claramente en la historia vital del migrante, especialmente en lo que se refiere a su movilidad espacial y sociolaboral. La tendencia general, tal como lo muestra claramente la estadística disponible, es hacia una carrera residencial que fomenta la dispersión progresiva del inmigrante, pasando paulatinamente a asimilarse a la distribución urbanística general de la sociedad receptora6. También se observan claros rasgos de movilidad social, con una tendencia a mestizar las redes sociales de amistad e incluso de parentesco, si bien en todo ello se ponen de manifiesto importantes diferencias de acuerdo al origen de los inmigrantes, reflejando opciones de mayor o menor apertura hacia la comunidad circundante. Junto a ello están las percepciones muy positivas en general acerca del entorno, lo que es una muestra clara del buen ambiente de convivencia de la sociedad madrileña. En todo esto el origen social y cultural del los inmigrantes así como su capital humano y su situación administrativa juegan un papel diferenciador fundamental. Este conjunto de elementos queda reflejado en diferentes grados de dispersión, inserción y movilidad de los inmigrantes pero también de vulnerabilidad social, que dejan entrever algunas sombras en una
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La tendencia a la disminución de la concentración espacial de la población inmigrada ha sido destacada en una serie de estudios. Véanse, por ejemplo, Fullaondo y García (2008), López y Rey (2008) y Domínguez y otros (2010).
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experiencia que, en su conjunto, se caracteriza por su notable éxito integrador. Estas son, a nuestro juicio, las claves esenciales del éxito madrileño o del “Modelo Madrid” de integración de los inmigrantes. Ahora bien, esto nos lleva a hacer una última consideración introductoria que trata de la utilización misma del concepto “Modelo Madrid”.
¿Es Madrid un modelo? Por modelo se entiende, habitualmente, un producto de la ingeniería social, donde una élite político-tecnocrática diseña un gran plan, cuya realización guía mediante potentes intervenciones públicas hasta plasmar un cierto resultado o realidad social, que en nuestro caso vendría a ser la integración de los inmigrantes acorde a un modelo preestablecido. Éste, como fluye de lo ya dicho, no es en absoluto el caso de Madrid. Por el contrario, Madrid es, en este sentido, un verdadero anti-modelo: tanto la vida social como los procesos de integración de los inmigrantes son producto de una gran variedad de iniciativas desde abajo, un orden fundamentalmente espontáneo, que escapa a todo metadesignio y se hace a la medida de y desde lo individual, con su infinidad de formas asociativas propias de una sociedad civil plural. Esta es, en verdad, la fortuna de Madrid: su resistencia a los grandes designios de los planificadores de vidas ajenas, su realidad siempre imprevisible y por ello incontrolable. Esa es la fuerza de Madrid y una de las claves fundamentales de su éxito integrador: el no haber sido devastada por los utopismos político-urbanísticos que han arrasado tantas otras ciudades. Madrid ha sabido seguir siendo, de acuerdo a la definición clásica de la ciudad de Robert E. Park, “el producto espontáneo de los quehaceres de sucesivas generaciones de seres humanos” (Park 1915: 578).
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Madrid nunca fue lo suficientemente dócil y predecible como para que alguien pudiese de verdad convertirla en lo que Jane Jacobs (1992) ha llamado “the Radiant Garden City Beautiful”, la ciudad del orden y la estética, una “obra de arte” hecha “desde arriba” por los ingenieros sociales, funcionalmente organizada y diseñada. Por ello mismo, porque ha sabido resistir, es que Madrid es capaz de ser flexible, adaptable, ingeniosa, picaresca incluso, humana en extremo: un gran pueblo, podríamos decir, que en su interior agrupa a cientos de pequeños pueblos, y en cada uno de ellos se cobija todo un mundo de cercanía y diversidad. Teniendo esto en mente, nos sentimos autorizados para usar a continuación la expresión Modelo Madrid dejando de lado las comillas.
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II. TEORÍAS Y MODELOS
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Modelos explicativos y modelos normativos En las páginas siguientes se presentará un panorama acerca de las maneras de abordar el tema de la ciudad y los inmigrantes. Como veremos, este tema está muy relacionado pero no coincide del todo con el debate más general sobre la integración de los inmigrantes. Por ello, la panorámica que aquí se ofrece difiere en muchos aspectos de aquella habitual centrada en torno a los así llamados “modelos de integración”, con su dicotomía clásica entre modelos asimilacionistas y multiculturalistas. Sin embargo, algunas palabras introductorias acerca de este tipo de modelos de corte esencialmente normativo nos pueden ayudar a comprender algunas coordenadas fundamentales de la evolución conceptual que aquí se presenta. El debate europeo sobre modelos de integración ha tratado de responder a una pregunta muy precisa: ¿Cómo integrar a los inmigrantes? Es una pregunta que, por su propia formulación, determina el tipo de respuestas que se ha dado a la misma. No es una pregunta cognitiva sino claramente normativa. Supone, además, un sujeto y un objeto: los inmigrantes son integrados por un sujeto aparentemente indefinido pero evidente para todos: el Estado, mediante sus políticas de integración conformadas de acuerdo a un modelo de integración determinado desde arriba, desde la esfera política y tecnoburocrática, y aplicado mediante los amplios
instrumentos de intervención propios de la tradición de ingeniería social europea. Todo ello presupone, como no podía ser de otra manera en un modelo normativo, un fin de la acción integradora, una norma a alcanzar, un blueprint o diseño social hacia cuya realización se debe canalizar la actividad vital de los objetos de la intervención pública: los inmigrantes. Como se ve, una pregunta que a simple vista parecía casi inocua encierra –como acostumbra a pasar con ese tipo de preguntas que de tan normales pasan por inocentes– un universo de representaciones respecto de la organización de la vida social y, sobre todo, de su relación con “lo público”, con la esfera política y su encarnación en el Estado y sus administraciones. Esta tradición europea, propia de sociedades históricamente nucleadas en torno a sus fuertes Estados, contrasta con una tradición como la estadounidense, históricamente nucleada en torno a sus bases sociales, sus comunidades formadas originalmente por aquellos que querían alejarse de la presencia sofocante de los Estados europeos, para vivir una libertad ciudadana que, desde el punto de vista del Viejo Mundo, parecía asombrosa. El famoso libro de Tocqueville Sobre la democracia en América da cuenta de ese asombro acerca de ese mundo creado desde abajo, desde la libertad individual y la fortaleza de la sociedad civil, que no solo había generado una sociedad incomparablemente más cohesionada y por ello más estable que las europeas sino la democracia moderna. Lo más sorprendente desde la perspectiva europea era que la fuerte cohesión social “americana” se basara en la diversidad autogenerada por una gran libertad ciudadana y no en la homogeneidad impuesta y tutelada por el Estado. Recordar todo esto es importante para comprender la historia del debate sobre la inmigración, ya que éste nacerá, como pronto lo veremos, en el gran país de los inmigrantes, Estados Unidos, y reflejará, naturalmente, su universo mental tan diverso del europeo. Por ello, la pregunta central que se plantea y guía el desarrollo de la sociología estadounidense de la inmigración y de su incorporación a
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las nacientes ciudades norteamericanas no será ¿Cómo integrar a los inmigrantes? sino ¿Cómo se integran los inmigrantes? Parece casi un juego de palabras, pero esta nueva pregunta encierra, tal como la anterior, una serie de supuestos de la mayor importancia tanto sobre el sujeto de la integración como acerca de la construcción misma de la sociedad y el papel del Estado a ese respecto. Pero, ante todo, cabe resaltar que no se trata ya de una pregunta de carácter normativo sino cognitivo, académica y no política, que busca modelos que puedan explicar la realidad y no modelos para formarla. Aspira, en suma, a saber cómo son las cosas y no cómo deberían ser. El punto de partida aquí es la idea de que los inmigrantes no son integrados sino que se integran a sí mismos, como siempre lo han hecho en Estados Unidos, a través de sus propios esfuerzos y con el apoyo de sus comunidades y redes sociales, es decir, de la sociedad civil. Pero ello no es algo que solo valga para los inmigrantes. Toda política de integración o la ausencia de la misma, como en este caso, refleja la idea que la sociedad en cuestión tiene de sí misma: la sociedad estadounidense se autoconcibe como una sociedad hecha desde abajo, desde los individuos y la sociedad civil, y no desde arriba, desde el Estado. Por ello es que en Estados Unidos hay política de inmigración pero no política de integración: el Estado o la clase política no tiene el blueprint de la sociedad ya que la sociedad no es modelada sino que “se modela” a sí misma. El Estado y la política existen para crear las mejores condiciones de esa autocreación social, de esa famosa “pursuit of happiness” (“búsqueda de la felicidad”) de que habla la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que no es otra cosa que la realización de la libertad individual y que, en cuanto a su contenido, no está definida por el Estado sino por cada individuo, creando así una sociedad pluralista y, a la vez, cohesionada. Pluralista por su libertad y cohesionada en torno a la defensa del conjunto de principios y regulaciones que la sustentan. Se trata, en suma, de dos preguntas que reflejan dos mundos o, mejor dicho, dos concepciones del mundo. Europa ha afrontado la
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cuestión de la inmigración desde sus premisas históricas, desde su tortuoso pasado en búsqueda de una cohesión social impuesta desde arriba y con aspiraciones homogeneizadoras. Su diversidad fue históricamente su problema, el mar de fondo que los Estados nacionales trataron de domeñar, como Jerjes, a latigazos7. Por ello, saltaron todas las alarmas ante la inmigración y su diversidad. Y de inmediato surgió una búsqueda no de explicar sino de normar, no de dejar hacer sino de hacer. Surgieron así los “modelos de integración”, esos intentos de ordenar el “desorden” de la diversidad, que asumieron formas asimilacionistas o multiculturalistas, que en el fondo son, por sorprendente que parezca, ideas gemelas, ambas basadas en la homogeneidad impuesta y bien administrada, ya sea de un gran colectivo o de un conjunto de pequeños colectivos, cada uno de ellos definido por su homogeneidad interna en torno a su cultura, etnicidad, raza o lo que sea. Se trata de propuestas que nada tienen que ver con la diversidad propia de una sociedad pluralista, que se basa en la mezcla, la movilidad, el mestizaje, las identidades múltiples y variables o, en fin, la libertad. Por ello es que Europa pudo, en su momento, bascular tan fácilmente del asimilacionismo al multiculturalismo, ya que, en el fondo, no cuestionaba su búsqueda de la homogeneidad y del orden desde arriba, aunque esto se haga creando y administrando desde el Estado minisociedades separadas.
Ciudad e inmigración: la Escuela de Chicago Ciudad e inmigración8 han sido, desde los albores de la civilización, realidades interdependientes. La ciudad histórica no es otra cosa que 7
“Ese insensato que al mar mismo mandó azotar y le arrojó unos grillos”, diría Temístocles de Jerjes según Heródoto. 8
Existen diversos textos que dan una visión actualizada sobre la investigación en este tema. Recomendable por su brevedad es Kazepov (2004). Mucho más amplios son Cluster B5 Social Integration and Mobility (2005) y, sobre los aspectos comparativos cuantitativos, Fonseca y otros (2010). Sobre la ciudad y su historia en general existe una gran variedad de obras. Saskia Sassen (2001) es un referente actual. Aún dignas de leer son obras clásicas como Mumford (1966), Pirenne (1983) y la parte de Weber (2003) dedicada al tema.
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el producto de una constante inmigración, sin la cual las ciudades difícilmente habrían podido sobrevivir tomando en consideración su carácter extraordinariamente depredador de vidas humanas, tal como se expresa en sus altísimas tasas de mortalidad y el azote implacable de las enfermedades en los medios urbanos9. A pesar de ello, a través de los tiempos la ciudad ha sido un polo de atracción de gran fuerza, por las posibilidades que ha ofrecido a quienes la buscan, por sus grados de libertad habitualmente mucho mayores que en las zonas rurales, por su diversidad que le brinda alternativas al distinto, al disidente, al innovador, al que no acepta la vida como es. En la Edad Media se decía, con razón, que el aire de la ciudad hace libres a los hombres y las luces de la ciudad no han dejado de brillar y encandilar desde siempre. A pesar de esta absoluta interdependencia a través de los tiempos entre ciudad e inmigración, el fenómeno mismo no se hace objeto de una reflexión sistemática hasta comienzos del siglo XX, con el surgimiento de la Escuela de Sociología Urbana de Chicago, bajo el liderazgo de Robert E. Park10. La reflexión de Park y sus asociados se daba en un entorno que la condiciona fuertemente y le pone su sello distintivo. Se trata de Chicago, ciudad de creación relativamente reciente y epicentro de una doble inmigración de enorme magnitud: la de europeos de diverso origen recién arribados a América y la de afroamericanos provenientes del sur de Estados Unidos11. Por ello que los estudios de la Escuela de Chicago tratan de las relaciones 9
Al respecto, Horacio Capel (1997) dice lo siguiente: “Desde hace tres siglos se sabe que las ciudades tenían un exceso crónico de muertes en relación con el número de nacimientos, así como cifras más bajas de natalidad que las áreas rurales. Es decir que la población urbana no podía reemplazarse por el crecimiento natural. En buena parte, eso era debido a las terribles epidemias que se abatían sobre las ciudades y elevaban bruscamente su mortalidad.” 10
Robert E. Park (1864-1944) fue profesor de la Universidad de Chicago entre 1914 y 1933. Su obra más conocida es The City: Suggestions for the Study of Human Nature in the Urban Environment (junto con R. D. McKenzie y E. Burgess), de 1925. Las ideas básicas de esta obra estaban ya esbozadas en Park (1915). 11
Chicago fue fundada en 1833. Entre 1870 y 1930 pasa de menos de 300 mil a más de 3 millones de habitantes. El choque entre viejos y nuevos inmigrantes, en particular aquellos de origen europeo y los afroamericanos dieron lugar a los terribles motines urbanos de 1919, con 38 muertos y centenas de heridos como resultado.
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humanas en la ciudad a partir de lo que fue denominado como “race relations”, que englobaba las formas de competencia, conflicto y convivencia de elementos humanos extraordinariamente variados en el medio urbano. Propio de Park y su Escuela es un enfoque teórico conocido como “ecología urbana”, donde la instalación de nuevos grupos en el hábitat urbano es analizada desde una perspectiva evolutiva inspirada por los procesos de invasión, sucesión, contacto, competencia y acomodación propios de la ecología natural. Se trata de procesos marcados por su carácter espontáneo, donde la ciudad va siendo formada y reformada por los conflictos y la colaboración entre sus viejos y sus nuevos habitantes12. Es interesante resaltar que en su aproximación a la dinámica social resultante de las relaciones raciales o interétnicas la incidencia del Estado como agente regulador y planificador no tiene una relevancia central. Se trata sobre todo, y coincidiendo con la realidad de una sociedad que básicamente se hacía desde abajo, de las relaciones que espontáneamente iban surgiendo con la llegada de sucesivas olas de inmigrantes que con su presencia transformaban las bases mismas de la ecología de la ciudad. Sobre estos fundamentos, Robert Park y Ernest Burgess crearon la teoría del “ciclo de las relaciones raciales”, según la cual en las relaciones entre nuevas “razas” (en realidad, grupos de inmigrantes de diverso origen) se produce un ciclo de acontecimientos que tiende a repetirse. Este ciclo pasa por una serie de fases que los autores definen como de contacto, competición, acomodación y eventual asimilación. Este ciclo es visto como un proceso progresivo e irreversible. Las regulaciones urbanas, las restricciones a la inmigración y las barreras raciales pueden moderar el ritmo del movimiento y pueden incluso detenerlo, pero no pueden alterar su dirección13. Ahora bien, parte de la crítica posterior a este enfoque se basa en una interpretación errónea del concepto asimilación, viéndolo como un proceso unidireccional de aculturación cuando Park y 12
De allí la expresión de Park (1915: 578): “As the whole the city is a growth”.
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Ver los interesantes desarrollos del tema en Rea y Tripier (2008).
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Burgess (1930), explícitamente, lo ven como un proceso de interpenetración y fusión mutua (“bidireccional” diríamos usando la actual terminología de la UE): “La asimilación es un proceso de interpenetración y fusión en el cual personas y grupos adquieren las memorias, sentimientos y actitudes de otras personas y grupos, y, al compartir su experiencia y su historia, se incorporan con ellos en una vida cultural común”14. El desarrollo mismo del ciclo de relaciones raciales lleva, según Park y Burgess, a una conformación concéntrica de la ciudad (llamada “Concentric Zone Theory”), con sus áreas de mayor deprivación en el centro y círculos sucesivos de creciente bienestar hacia el extrarradio urbano, que van siendo creados a medida que sucesivos grupos de inmigrantes completan con éxito su incorporación a las clases medias estadounidenses. Este movimiento constante de grupos humanos va creando nichos de diversidad, siendo por ello una cierta segregación un aspecto connatural de la vida de las grandes ciudades: “Los gustos y las conveniencias personales, los intereses vocacionales y económicos, infaliblemente tienden a segregar y por ello a clasificar la población de las grandes ciudades. De esta manera la ciudad adquiere una organización que no es planeada ni controlada […] Cuando una ciudad aumenta su población, las sutiles influencias de las simpatías, rivalidades y necesidades económicas tienden a gobernar la distribución de la población” (Park 1915: 579). Esta visión de la necesidad e importancia de la segregación coincide plenamente con la reciente afirmación de Kohlbacher y Reeger (2005: 21): “La segregación es, con independencia de la cultura, un fenómeno urbano general y uno de los principios más importantes del orden social en un contexto urbano.”
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El comentario de Flip Lindo (2005: 8) a este respecto es muy pertinente: “Park and his collaborators saw assimilation essentially as a two-way process in which the sharing of experiences and history in the longer term would incorporate people of different origin in a communal life”.
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Aportes posteriores de la sociología estadounidense La idea de una asimilación unidireccional (“straight line assimilation”) –considerada por Park una idea propia del nacionalismo europeo y totalmente ajena al “melting pot” estadounidense– hizo su aparición académica a fines de la Segunda Guerra Mundial, con la obra de William Warner y Leo Srole (1945) titulada Social Systems of American Ethnic Groups. En ella se ve la evolución de los distintos grupos étnicos que componen la sociedad de Estados Unidos como una marcha hacia un patrón cultural homogéneo ya existente: “the American way of life”. El ritmo de esta asimilación variaría, sin embargo, de acuerdo a la distancia inicial entre el grupo que se integraba y el patrón cultural estadounidense, el así llamado “Angloconformity gap”. En los años 60 Milton Gordon (1964) desarrolló este punto de vista, elaborando la idea de la asimilación como punto de llegada de un largo proceso de aculturación e integración real en la sociedad estadounidense. Una distinción importante introducida por Gordon es aquella entre las formas de conducta y valores extrínsecos o meramente funcionales de una cultura o sociedad y aquellos intrínsecos o esenciales, que constituyen el núcleo duro de la identidad cultural y social. Adoptar los primeros es una necesidad para funcionar en un determinado entorno, pero ello no obsta para que se mantenga una fuerte distancia tanto emocional como identitaria respecto de la nueva sociedad. Esto permitiría llegar a constatar altos niveles de integración funcional acompañados por bajos niveles de integración cultural en su sentido más profundo y una ausencia de elementos de fusión con los grupos mayoritarios (como los matrimonios mixtos o las relaciones de amistad). Esta aproximación es interesante ya que abre, más allá de las intenciones de su autor, las puertas a una reflexión más matizada acerca del proceso de integración-asimilación, estableciendo diversas posibilidades y niveles, que pueden transformarse en opciones para
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individuos y grupos de individuos que tratan de afirmar particularidades y preferencias distintas y, a veces, incluso en conflicto con el mainstream social. De ello puede surgir una concepción pluralista de la sociedad, que combina la adhesión a ciertos valores básicos con una gran tolerancia hacia una amplia diversidad de formas de vida. En esta dirección se ha movido gran parte del debate estadounidense a partir del célebre libro de Nathan Glazer y Daniel Moynihan Beyond the Melting Pot (1963). El impacto de esta obra se debió a su ataque frontal al mito constitutivo de los Estados Unidos, a saber, la idea –ya formulada a fines del siglo XVIII por J. Hector St. John de Crèvecoeur15 y consagrada en 1908 con el estreno de la obra de Israel Zangwill titulada The Melting Pot– de ser la cuna de un hombre nuevo y superior, que tras de sí dejaba todo aquello que traía consigo de sus viejas patrias para fundirse en ese crisol del cual emergía un nuevo tipo de ser humano, un verdadero “superhombre”: el americano16. El punto de partida del libro de Glazer y Moynihan es una afirmación tajante: “La cuestión con el melting pot es que no sucedió”17. Esto no quiere decir que los inmigrantes permaneciesen petrificados en sus viejas identidades, sino que fueron efectivamente transformados pero no en un tipo homogéneo de hombre nuevo sino en realidades muy diversas, que permanecerían y se recrearían como tales a través del tiempo: “En la medida en que estos grupos fueron transformados por las influencias de la sociedad americana y despojados de sus rasgos originales, fueron transformados en algo 15
En sus famosas Letters from an American Farmer de 1782, se plantea la famosa pregunta: “What then is the American, this new man?” Y su respuesta no será menos famosa, se trata de esos “individuals of all races […] melted into a new race of man, whose labors and posterity will one day cause great changes in the world” (Crèvecoeur 1904: Letter III). 16
La metáfora-mito está bien captada en estos pasajes de la obra: “Understand that America is God's Crucible, the great Melting-Pot where all the races of Europe are melting and re-forming! [...] The real American has not yet arrived. He is only in the Crucible, I tell you –he will be the fusion of all the races, the coming superman” (Zangwill 1909: 37-38). 17
Glazer y Moynihan (1989: 290): “The point about the melting pot is that it did not happen.”
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nuevo, pero siguieron siendo grupos identificables” (Ibid: 13). Así, “en la sociedad americana el grupo étnico no fue una reminiscencia de la época de las migraciones masivas sino una nueva forma social […] Los grupos étnicos, incluso cuando ya han perdido su lengua, costumbres y culturas distintivas, como ocurrió ya con la segunda generación y más aún con la tercera generación, han sido constantemente recreados por nuevas experiencias en América” (Ibid: 16-17). Esta visión de la persistencia de la diversidad étnica en Estados Unidos ha sido plenamente confirmada por la investigación posterior, lo que permite proyectarla hacia el futuro de los nuevos grupos inmigrantes que han llegado a ese país en las últimas décadas, tal como lo dicen Alejandro Portes y Rubén Rumbaut en su notable estudio Immigrant America: “Contradiciendo las ideas asimilacionistas, la predicción más segura es que las comunidades étnicas creadas por la inmigración actual perdurarán y se identificarán con sus áreas de residencia, dándoles a estas últimas, tal como otros inmigrantes lo hicieron antes, un carácter cultural distintivo y una nueva capa de rasgos fenotípicos y culturales” (Portes y Rumbaut 1990: 53). La importancia de esta visión del crisol estadounidense –donde, parafraseando el lema del escudo de los Estados Unidos18, lo uno no reemplaza a la pluralidad sino que la recrea y la hace la base misma de esa “comunidad de comunidades” que siempre han sido los Estados Unidos– ha sido no solo dar una imagen mucho más real del país sino reevaluar el papel de la diversidad e incluso de la segregación libremente elegida (no impuesta por un orden social o político de apartheid ya sea racista o multiculturalista) en un sentido más positivo. En suma, se apunta a que, en muchos casos, la mejor vía a la integración puede ser el no asimilarse a la cultura mayoritaria sino usar la fuerza de la propia comunidad y las ventajas comparativas de la diversidad para lograr una incorporación exitosa y enriquecedora a la nueva sociedad. La conclusión, en todo caso, es que el fenómeno de la segregación no solo es connatural con la 18
“E pluribus unum”.
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ciudad sino que, bajo ciertas condiciones, constituye un elemento clave de su desarrollo y riqueza. Esto ha sido puesto en evidencia, con particular claridad, en lo que respecta a la capacidad empresarial de los inmigrantes que, con pocas excepciones, ha sido absolutamente dependiente de los lazos de solidaridad y cohesión intraétnica19. Tal como lo han expresado Kohlbacher y Reeger (2005: 37): “En realidad, un cierto nivel de segregación, indicativa del pluralismo, puede aportarle beneficios a la sociedad”.
Perspectivas europeas En el contexto europeo, el tema de la ciudad y los inmigrantes llegó con mucho retraso respecto de lo acontecido en los Estados Unidos y tuvo su arranque y punto de comparación natural en las experiencias y reflexiones estadounidenses. Fue solo con la creciente llegada de inmigrantes a los países del centro y el norte de Europa Occidental durante la recuperación económica posterior a la Segunda Guerra Mundial y la conciencia, a partir de la década de los setenta, de que muchos inmigrantes se habían convertido en residentes permanentes de sus nuevos países, que la cuestión de la inmigración se convirtió en un fenómeno digno de atención. Los años ochenta fueron cruciales en la transformación de las grandes metrópolis europeas por la importante incorporación de la inmigración a la estructura social y económica de las mismas (Penninx 2006). La percepción de la inmigración por los ciudadanos autóctonos y las condiciones de vida de los inmigrantes comenzaron a formar parte de la agenda política de las autoridades locales y nacionales. Dos elementos hacían cada vez más candente esta cuestión. Por una parte, el temor a que se reprodujese en Europa un fenómeno de destitución, exclusión y formación de guetos similar al observable por entonces en muchas ciudades estadounidenses. Los motines urbanos con connotaciones étnico-raciales que habían 19
Al respecto puede consultarse la obra clásica de Ivan Light (1972) y también Rojas (2001).
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asolado muchos centros urbanos de Estados Unidos en los años 60 eran demasiado espectaculares y amenazantes como para ignorarlos. Por otra parte, era ya evidente que una porción no despreciable de la inmigración proveniente de países no europeos menos desarrollados (en particular del norte de África y el Oriente Medio) estaba sufriendo preocupantes procesos de exclusión, que claramente auguraban un futuro “a la americana” para Europa. En los años 80, reflejando las consecuencias del dramático paso de una Europa desarrollada del pleno empleo a una con altos índices de paro, surgen voces claras de alerta y preocupación en cuanto a la pobreza y la marginación laboral, social y cultural que aquejaba a importantes grupos de inmigrantes de terceros países y a sus hijos. Una expresión temprana de esta preocupación la encontramos en el Informe final de 1981 del primer Programa europeo de lucha contra la pobreza. En ese documento la Comisión Europea se expresaba de la siguiente manera: “Los inmigrantes más pobres y menos formados (particularmente aquellos provenientes de países que no son miembros de la Comunidad Económica Europea) llenan los puestos menos deseables del mercado laboral […] medido con los estándares europeos ellos experimentan considerables niveles de privación, bajos niveles salariales, pobres condiciones de trabajo, condiciones insatisfactorias de vivienda y un aislamiento cultural. En períodos de alto desempleo, esos trabajadores son duramente golpeados […] Más aún, los sistemas de seguridad social no siempre los protegen. Los hijos de los inmigrantes, que crecen en un contexto de privación, deben ser vistos como un importante problema potencial de pobreza para el futuro” (Comisión Europea 1981: 135). Lo pertinente de estas advertencias fue dramáticamente confirmado por una serie de conflictos y hechos de violencia relacionados con los inmigrantes y las minorías étnicas que afectaron a diversos países europeos durante los años 80. En consonancia, el primer esfuerzo de abordar “la cuestión inmigrante” dándole una cierta prioridad política fue realizado por la Comunidad Europea a fines de los años 80. En diciembre de 1989 el Consejo Europeo pidió a la Comisión que llevase a cabo un análisis a fondo de la situación de
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la integración de los inmigrantes. Este estudio fue realizado por un grupo de expertos encabezado por F. Braun, consejero especial de Jacques Delors. El informe de este grupo –Políticas sobre inmigración y la integración social de los migrantes en la Comunidad Europea, conocido cortamente como Informe Braun– representa uno de los análisis más descarnados que se hayan realizado en Europa de la situación de los inmigrantes no comunitarios. En el informe, la “situación actual” de esos inmigrantes es descrita de la siguiente manera: “Tanto los inmigrantes laborales como el número creciente de refugiados admitidos ocupan los niveles más bajos de nuestras sociedades, dejando de lado las excepciones individuales. Ellos forman una población desaventajada o, con más precisión, una población en situación de riesgo. Ellos están constantemente en riesgo de caer en el paro, de tener que aceptar las peores condiciones de vivienda, de enfrentarse a dificultades desproporcionadas en la escuela y en la educación formal. En suma, de estar abajo y afuera y de permanecer así.” Esta posición “abajo y afuera” refleja un cambio radical en la situación de muchos inmigrantes a partir de la crisis de mediados de los 70 que, según el informe, los golpeó “desproporcionadamente” en términos de desempleo y, por ello, “afectó dramáticamente sus posibilidades en el mercado privado de la vivienda” (Comisión Europea 1990: 15-16). El colapso del pleno empleo y la escasa creación de puestos de trabajo habían generado desde entonces condiciones difíciles de vida no solo para la “primera generación de inmigrantes” sino también para sus hijos, ya sean nacidos en el país de inmigración o reagrupados con sus padres. Así fue creciendo una “segunda” y, a veces, una “tercera generación” de jóvenes cuya situación es resumida de la siguiente manera en el Informe Brown: “Estos jóvenes enfrentan enormes problemas en la transición de la escuela al trabajo porque hay pocos empleos esperándolos y porque ellos no están tan bien equipados como aquellos que fueron sus compañeros de escuela […] Ellos pueden tener que enfrentar directamente la discriminación o procedimientos de reclutamiento que, en la práctica, son discriminatorios. Por ello tienen que contentarse con lo que haya –los
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trabajos peor pagados, los trabajos menos estables, trabajos en sectores que por tradición han empleado a inmigrantes y no en los sectores u ocupaciones con un futuro más prometedor. En otras palabras, empleos que perpetúan su posición en los niveles más bajos del mercado laboral […] En todo caso, la tendencia es clara: los hijos o los nietos de los inmigrantes constituyen una clase marginal en términos económicos y sociales. Y esta tendencia continuará si las políticas de integración no son más imaginativas y vigorosas” (Ibid). De ello surgía una advertencia acerca de un eventual futuro altamente intranquilizador: “Lo que distingue a los hijos y los nietos de los antiguos inmigrantes laborales de Europa de sus padres es que ellos ya no se resignan. Ellos saben que hay algo mejor y quieren vivir mejor. Si las sociedades no les abren sus oportunidades estos jóvenes finalmente se revelarán, primero como individuos, luego como bandas callejeras y, por último, como grupos étnicos” (Ibid). Este tipo de constataciones e inquietudes crearon el punto de partida de un amplio campo de investigación, donde inmigración y exclusión social formaron su epicentro20. En este contexto, Manuel Castells (1995) creó el concepto de “ciudad dual”, emparentado con las teorías del mercado dual de trabajo, que fue luego adoptado por diversos autores. Se trataría de ciudades que supuestamente aúnan el “primer” y el “tercer mundo” en un espacio urbano fragmentado, producto de mercados laborales y sociedades divididas, en las que los migrantes forman una clase marginada y explotada, que puebla un submundo urbano fuertemente degradado donde, para decirlo con las palabras de Castle y Miller (1993: 191), “sucesivas generaciones de una población étnicamente diferente se ven atrapadas en un círculo vicioso de desempleo – fracaso escolar – discriminación socioeconómica – problemas habitacionales”. Este origen alarmante del debate europeo ha marcado claramente su derrotero. Respecto de los estudios y el debate estadounidense significó un salto, como se indicó al comienzo de este 20
Ver, para una síntesis, Miles y Thränhardt (1995) y Brochmann (1996).
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capítulo, de lo cognitivo a lo normativo. La amenaza a la cohesión social que la segregación-exclusión étnica pudiese representar y, sobre todo, el cómo evitarla ha estado, cada vez más, en el foco de atención del debate europeo. Aquí ha tenido gran importancia la herencia teórica francesa asociada a la figura de Émile Durkheim y plasmada en el concepto de exclusión social, que comienza a difundirse a partir del libro publicado en los 70 por René Lenoir (1974) bajo el título de Les exclus: Un Français sur dix para terminar, en los años 90, siendo adoptado como el eje del discurso oficial de la UE para abordar una serie de fenómenos inquietantes: altos niveles de pobreza, paro prolongado, barrios degradados, minorías étnicas escasamente integradas, grupos inmigrantes marginalizados, etc.
La particularidad de las ciudades mediterráneas Las reflexiones antes referidas tuvieron, naturalmente, su punto de arranque en la experiencia de los países europeos que iniciaron el ciclo de inmigración en la posguerra. Esto dejaba fuera de la reflexión a los países más meridionales, que fueron, por el contrario, grandes emisores de migrantes. Esta situación cambió drásticamente desde los años 90, a partir de un intenso dinamismo económico de las “periferias europeas” que atrajo grandes cantidades de inmigrantes laborales. Así, en poco tiempo, España, Italia, Grecia y Portugal se transformaron en naciones de inmigración. La proveniencia de los flujos migratorios hacia estos países ha sido muy variada, abarcando desde pensionistas del norte europeo y trabajadores del este de Europa hasta refugiados y migrantes laborales de todos los rincones del mundo menos desarrollado. Las formas y características de esta migración así como su contexto e inserción en las sociedades de acogida han dado origen a un creciente campo de investigación. Su punto de partida no ha sido, como en el caso de los países del norte europeo, la experiencia y las reflexiones estadounidenses, sino las diferencias intraeuropeas que esta nueva realidad migratoria ha puesto de manifiesto. Estamos así
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ante un nuevo ciclo de reflexiones sobre las migraciones, que podríamos llamar “de tercera generación” aludiendo a la sucesión Estados Unidos, Europa del Norte y Europa del Sur 21. En términos de la inserción de los inmigrantes en la ciudad, la experiencia de Europa del Norte puso en entredicho el modelo de la Escuela de Chicago, basado en la teoría de las zonas concéntricas que van de la degradación del centro de la ciudad (“inner city”) al bienestar de los suburbios que va aumentando con la distancia del centro. Surgió así en Estados Unidos la visión de dos tipos contrapuestos de ciudad: por un lado, la “ciudad fea”, densamente poblada, de grandes edificios, caótica, deteriorada y peligrosa, donde residía la “underclass” de origen predominantemente afroamericano y que servía de primera residencia para nuevos grupos de inmigrantes; por otro lado, la “ciudad hermosa”22, poco poblada, ordenada, de relucientes chalets y segura, donde residían las clases medias de diverso origen, cuya expansión era la prueba más evidente de la fortaleza del “sueño americano” y del éxito en la integración de sucesivos grupos de inmigrantes. Tempranamente se hizo evidente que en Europa –con excepción de las periferias anglosajonas y algunos barrios centrales de tradición obrera como Östliches Kreuzberg en Berlín o El Raval en Barcelona– no se repetía este esquema. La “ciudad fea” se ubicaba, por el contrario, sobre todo en los suburbios, fuertemente planificados y de construcción relativamente reciente, donde la mano cada vez más visible de los Estados del bienestar ubicaba a los marginales, a las minorías vulnerables y a los inmigrantes de origen no europeo. La inner city americana se transformó así en el temido banlieue francés o el
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La “cuarta generación” está ya en ciernes y tendrá como epicentro a Europa del Este, que hoy todavía es un emisor de emigrantes y un corredor de pasada para muchos migrantes no europeos, pero que mañana será el nuevo gran destino migratorio en Europa. Para una primera visión al respecto consúltense los capítulos pertinentes de Novotný (2012). 22
Término inspirado en el de City Beautiful, con que se denominó el movimiento urbanístico estadounidense de fines del siglo XIX que pretendía sanear y hermosear los centros urbanos.
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despreciado förort sueco, con sus notables grados de destitución material o moral, segregación étnica y exclusión social. En todo caso, y más allá de su ubicación en el centro de la ciudad o en los suburbios, lo característico de las ciudades tanto estadounidenses como del norte europeo había sido la fuerte tendencia a la segregación de importantes grupos de inmigrantes (Europa) o minorías (Estados Unidos) vulnerables y étnica o racialmente diferentes. A esta realidad, que había sido fundamental para el desarrollo de las teorías de “primera y segunda generación” sobre la inserción de los inmigrantes en la ciudad, se ha contrapuesto, en la última década, la ciudad meridional europea o mediterránea que estaría siguiendo un camino propio o tercer modelo, donde la segregación espacial de la inmigración no solo es claramente inferior a lo constatado en los casos anteriores sino que incluso tiende a decrecer con el pasar del tiempo y la mayor llegada de inmigrantes. El inicio de esta nueva perspectiva está dado por un ensayo publicado en 2002 por el geógrafo portugués Jorge Malheiros, que rápidamente se transformó en un punto de referencia obligado en la bibliografía sobre la ciudad y los inmigrantes23. Dada la importancia del aporte de Malheiros, es de rigor detenerse a analizar sus ideas básicas con cierto detalle. Según Malheiros, son cuatro los rasgos comparativos que “explican la originalidad de la organización espacial de los inmigrantes y las minorías étnicas en las ciudades de los cuatro países de la Europa del Sur de la UE (Portugal, España, Italia y Grecia) […]: o condiciones más precarias de vivienda; o altos niveles de informalidad en el acceso al mercado residencial;
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Para la discusión posterior ver Arbaci (2008). Más en general acerca del debate sobre las metrópolis mediterráneas ver Arapoglou (2006) y Musterd y Fullaondo (2008).
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o bajos niveles de segregación espacial asociados a sistemas más complejos de distribución residencial; o un grado más alto de suburbanización de los grupos no europeos” (Malheiros 2002: 108). La investigación posterior ha tendido, si bien con matices y lecturas distintas, a confirmar los hallazgos descriptivos de Malheiros24. Nuestro propio estudio ratifica también lo acertado del cuadro general dado por el investigador portugués. Todo esto hace del mayor interés precisar el tipo de factores que, a juicio de Malheiros (2002: 114-15), pueden explicar la existencia de estos procesos distintivos de las metrópolis del sur europeo. Entre ellos, podemos destacar los siguientes rasgos comparativos, aludiendo también a sus posibles consecuencias para el modo de inserción de los inmigrantes: o la mayor importancia de la inmigración irregular, lo que potencia la iniciativa del inmigrante mismo y la importancia de sus redes sociales así como su inserción en los mercados informales de vivienda y de trabajo; o la gran diversidad de las poblaciones inmigrantes, lo que tiende a dispersar su inserción habitacional-laboral y frena el desarrollo de enclaves inmigrantes homogéneos; o el “carácter postindustrial de la migración”, que la orienta hacia un sector muy diversificado de servicios y hacia la construcción; o la fuerte interacción entre mercado laboral informal e inmigración irregular, propia de economías caracterizadas por la existencia de “una cultura dinámica de la no-regulación económica”;
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Ver, entre otros, Arapoglou (2006), Arbaci (2008), Bayona y otros (2011), Echazarra (2009), Fullaondo y García (2008), Martínez y Leal (2008) y Pozo y García (2011).
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o la segregación social comparativamente más limitada y por ello los altos niveles preexistentes de mezcla social en las ciudades meridionales; o el menor impacto de la planificación y las regulaciones urbanas, limitando el efecto separador o segregador de las mismas y preservando la diversidad y multifuncionalidad de los espacios urbanos; o la existencia tanto de ciudades como de zonas suburbanas urbanística y socialmente más “desorganizadas”, producto de una “cultura de no-regulación” residencial, una tradición de urbanismo informal y soluciones habitacionales múltiples creadas por las sucesivas olas de migración interna que precedieron a la internacional; o un mercado residencial dominado por la vivienda en propiedad pero completado por una gran variedad de soluciones alternativas, formales e informales. En suma, a lo que Malheiros apunta es a todo ese universo urbanístico, económico, social, cultural y normativo que de manera tan evidente distingue la Europa mediterránea de aquella del norte. Detrás de cada uno de los rasgos enumerados reside una diferencia estructural fundamental entre las sociedades del norte y las del sur europeo que hace a la relación misma entre Estado y sociedad. En el sur, la preeminencia de la sociedad civil –familia, amigos, asociaciones civiles formales e informales de todo tipo, incluyendo las económicas– sobre el Estado es un elemento central en la organización de la vida ciudadana, mientras que en el norte la tendencia es la contraria. Esta preeminencia es la que, en las sociedades mediterráneas, dificulta, reduce y muchas veces frustra completamente los intentos de la ingeniería social desde arriba, desde el Estado, de regular, guiar y ordenar el “caos vital” de la sociedad. En el norte, la capacidad organizativa del Estado es radicalmente distinta, dando origen a sociedades mucho más homogéneas y ordenadas, donde la presencia de la vigorosa mano de la ingeniería social es un hecho evidente para cualquier observador.
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Para bien y para mal, las sociedades mediterráneas llevan consigo un espíritu de anarquía y espontaneidad que las hace insufribles y encantadoras, ofuscantemente contradictorias e impredecibles, alegremente despreocupadas de aquella frontera sagrada en otras latitudes entre lo legal y lo ilegal, amigas de la improvisación, la chapuza y la picaresca, pero también generosas, flexibles, ingeniosas, permisivas y, en todo lo que importa, extraordinariamente humanas. El enorme flujo de inmigración irregular y sus formas esencialmente espontáneas de inserción en las sociedades del sur europeo –con su sorprendente flexibilidad y adaptabilidad, pero también con todas las sombras de la irregularidad, incluidas situaciones extremas de explotación y vulnerabilidad humanas– no serían concebibles sin la existencia de una matriz social y cultural como la anteriormente descrita. Las ciudades, como Park (1915) bien lo dijo hace ya casi un siglo, son mucho más que unos edificios, unas fábricas, unas calles o un conjunto de gente. Son creaciones físicas pero también culturales, con sus mores o hábitos distintivos, que llevan la impronta de su historia y condicionan su futuro. Por ello, Park define la ciudad como una institución, lo que, en el leguaje institucionalista moderno, designa el conjunto de reglas, formales e informales, que rigen y orientan la interacción humana25. Ello es, por supuesto, válido para la inmigración, la que acostumbra, en cuando a las características de su inserción y condiciones vitales, a no ser otra cosa que un reflejo, a veces deformado y magnificado, tanto de las bondades como de los defectos de la sociedad receptora. Por ello, aunque parezca sorprendente, hablar de los inmigrantes es hablar tanto de “los otros” como de nosotros mismos, de lo que “ellos” son pero también de lo que somos como cultura y sociedad, ya que en esas existencias 25
La definición ya clásica de Douglass North (1993) es: “Institutions are the humanly devised constraints that structure human interaction. They are made up of formal constraints (rules, laws, constitutions), informal constraints (norms of behavior, conventions, and self imposed codes of conduct), and their enforcement characteristics.”
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maleables y abiertas al cambio que son las de quienes tanto han dejado atrás para buscar entre nosotros nuevas posibilidades vitales, nuestra impronta será tan visible como la que traen de su origen y su historia.
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III. LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA
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Características del boom migratorio español La gran inmigración que Madrid ha recibido durante los últimos quince años no es sino una parte de un proceso mucho más amplio, que la condiciona de diversas maneras y que ha abarcado al conjunto de España. Por ello es menester, como punto de partida, dar algunas nociones acerca de la dinámica, los rasgos y las regulaciones de este proceso que abarca a toda España26. Empezaremos describiendo la evolución y la composición de los flujos migratorios para luego analizar su distribución dentro de España y en las principales ciudades del país. A continuación se estudiarán el “capital humano” de los inmigrantes y su inserción en el mercado laboral. Por último, se analizará el “régimen migratorio español”, tanto en sus regulaciones como en su relación con el modelo de crecimiento y el ciclo económicos. Antes de continuar es de rigor hacer una precisión terminológica importante. En este estudio se usará el término inmigrante para definir a personas nacidas fuera de España que se han radicado en este país registrándose en el Padrón Municipal. Por ello, incluye tanto a los inmigrantes nacionalizados como a los extranjeros empadronados, tengan o no permiso de residencia. Se 26
Este capítulo se basa y desarrolla lo expuesto en Rojas (2011) y (2012).
debe observar que esta categoría difiere en muchos sentidos de la categoría extranjero, que incluye también a personas nacidas en España con nacionalidad extranjera (que por ello no son inmigrantes) y excluye a los inmigrantes naturalizados. En la medida de lo posible, los datos utilizados en este estudio se referirán a la categoría inmigrantes y solo por defecto a la de extranjeros. Lamentablemente, muchos de los estudios y de las recopilaciones estadísticas sobre el tema siguen usando la categoría de extranjeros para abordarlo, aún siendo claramente inadecuada por las razones ya aludidas. En algunos casos, como el de los marroquíes, las diferencias numéricas entre ambas categorías pueden ser muy significativas y, en general, tienden a crecer en la medida en que aumenta el número tanto de hijos de inmigrantes nacidos en España con la nacionalidad de los padres como de aquellos inmigrantes que adoptan la nacionalidad española27.
Los flujos migratorios Comencemos nuestra exposición dando un cuadro general sobre la evolución del número de inmigrantes residentes en España de mayo de 1996 a enero de 2011 (ver figura 1). Recordemos que la categoría inmigrante incluye a toda persona, independientemente de su nacionalidad, nacida fuera de España e inscrita en el Padrón Municipal. Se incluyen por ello a inmigrantes con o sin permiso de residencia o estancia, con la única condición de que estén empadronados. Esto último implica que un cierto porcentaje de inmigrantes, que de hecho viven en España pero sin estar empadronados, queda excluido de la estadística. La significación de este porcentaje es difícil de estimar, pero más adelante se dará una aproximación en el caso de las personas de origen subsahariano.
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En enero de 2011 habían 402.834 extranjeros residentes nacidos en España y 1.332.052 inmigrantes que se habían nacionalizado.
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Figura 1: Número de inmigrantes residentes en España, 1996-2011
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Fuente: INE (2012a). Elaboración propia.
Este incremento de 5,6 millones de inmigrantes es el resultado neto de una entrada mucho mayor de migrantes, ya que de la misma deben restarse aquellos inmigrantes que han dejado el país. Así, por ejemplo, más de 1,3 millones de inmigrantes abandonaron España de 2006 a 2010, reduciendo en más de un tercio el impacto de los tres millones y pico de inmigrantes que llegaron en esos años. La figura 2 muestra la variación neta anual de la cantidad de residentes nacidos fuera del país de primero de enero 1998 a la misma fecha de 2011. En ella observamos tanto el punto álgido del boom migratorio, del año 2000 al 2007, con aumentos netos promedio que superan las 570.000 personas al año, como el fin de ese boom en 2009-2010, donde el aumento neto de la población inmigrada si bien no se detiene se reduce a una cifra en torno a las cien mil personas anuales28.
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Las cifras para la CM a 1 de enero de 2012 hacen previsible, por vez primera, una reducción del número de inmigrantes a nivel nacional durante 2011 (Dirección General de Inmigración 2012).
Figura 2: Variación anual neta del número de inmigrantes, 1998-2010
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Fuente: INE (2012a). Elaboración propia.
La principal forma de entrada en España de esta gran inmigración ha sido la irregular, es decir, ingresar al país como turista, visitante o ilegalmente para luego quedarse hasta lograr el permiso de residencia por medio de regularizaciones masivas o gota a gota por el procedimiento del arraigo. Por ello es que durante los últimos diez años siempre ha existido una importante “bolsa de irregularidad”, ya que nuevos inmigrantes irregulares se han sentido atraídos por la perspectiva bastante segura de, una vez habiendo ingresado al país, algún día poder regularizar su situación. La figura que se exhibe a continuación nos da una idea de la magnitud de esta bolsa de irregularidad, mostrando la diferencia existente entre el número de extranjeros empadronados y el número de aquellos que estaban en posesión de un certificado de registro o una tarjeta de residencia en vigor.
Figura 3: Estimación de la bolsa de irregularidad, de 2000 a 2011*
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* Diferencia entre el número de extranjeros empadronados a 1 de enero del año respectivo y aquellos que estaban en posesión un certificado de registro o una tarjeta de residencia en vigor a 31 de diciembre del año precedente. Fuentes: INE (2011) y Observatorio Permanente de la Inmigración (2010) y (2011). Elaboración propia.
Como es fácil de observar, la regularización masiva de los años 20002001 no hizo sino disparar el incremento de la bolsa de irregularidad, que en la práctica se multiplicó 19 veces entre enero de 2000 y enero de 2005. La gran regularización de 2005 solo fue capaz de reducir la bolsa de irregularidad ese año, pero ésta ya comenzó a incrementarse en 2006, tal como se manifiesta en la cifra a enero de 2007. La disminución registrada desde entonces tiene, con toda certeza, que ver con la continua regularización vía arraigo combinada con la ralentización del flujo de nuevos inmigrantes relacionada con la difícil coyuntura económica. Además, para explicar esta reducción hay que agregar los efectos de cambios metodológicos introducidos durante 2009 que permitieron mejorar la calidad de la estadística basada en el Padrón Municipal depurando una serie de casos de doble registro y otros dudosos.
Durante la última década no solo el número sino también el origen de los inmigrantes han cambiado de manera notable. El cambio más claro es la reducción relativa de los inmigrantes de la antigua UE-15. En enero de 1998 los inmigrantes provenientes de esos países constituían el 41,3% del total de residentes no nacidos en España mientras que en enero de 2011 su porcentaje había disminuido a poco menos del 20%. Al mismo tiempo, el aumento más espectacular lo registraban los inmigrantes de países europeos no incluidos en la UE-15, especialmente aquellos provenientes del este europeo. El número de inmigrantes europeos de países fuera de la UE-15 aumentó 18 veces entre 1998 y 2011, y su peso porcentual en el total de la inmigración pasó de 6,6 a más del 20%. Vista por regiones de origen, la evolución de 1998 a 2011 puede describirse con ayuda de las dos figuras siguientes. Figura 4: Inmigrantes clasificados por región de origen, 1 de enero de 1998
Fuente: INE (2011). Elaboración propia.
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Figura 5: Inmigrantes clasificados por región de origen, 1 de enero de 2011
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Fuente: INE (2011). Elaboración propia.
Esta evolución regional muestra claramente el gran crecimiento relativo de la inmigración hispanoamericana, pero esconde, como ya se sugirió, importantes cambios dentro de cada región: un fuerte desplazamiento dentro de Europa del occidente hacia el oriente de la región y en América hacia los países andinos; en Asia la presencia china se refuerza, pasando del 23 al 44% del total de ese continente en los años considerados; por último, entre los inmigrantes del continente africano se debilita un poco la presencia marroquí (baja del 78 al 70,6%) mientras que la subsahariana aumenta. Observando el origen nacional de la inmigración podemos también constatar grandes cambios. En enero del año 1998 las cinco mayores nacionalidades eran: marroquíes (190.497), franceses (143.023), alemanes (115.395), británicos (87.808) y argentinos (61.323). A enero de 2011 esta lista había cambiado radicalmente y se veía así: rumanos (810.348), marroquíes (769.106), ecuatorianos (480.626), británicos (392.852) y colombianos (373.992).
Ahora bien, el observar más de cerca la evolución de las tres mayores nacionalidades inmigrantes a 1 de enero de 2011 –rumanos, marroquíes y ecuatorianos– nos permite ver que detrás de las cifras generales se esconden flujos de una regularidad y ciclo bastante distintos. La figura siguiente nos muestra la evolución de estos grupos desde 1998 hasta 2011. Figura 6: Evolución de las mayores nacionalidades inmigrantes
Fuente: INE (2011). Elaboración propia. A 1 de enero del año respectivo.
Como podemos apreciar, la inmigración marroquí parte de un nivel relativamente alto y muestra una evolución más lenta pero constante, que se ve poco afectada por la crisis reciente. El flujo rumano muestra, por su parte, un auge espectacular de 2000 a 2008 para luego ralentizarse pero sin dejar por ello de aumentar, consolidando así su posición como el grupo inmigrante más numeroso en España. El flujo ecuatoriano muestra un desarrollo muy distinto. Su incremento es extraordinario de 2000 a 2004 para de allí en adelante estancarse o incluso retroceder. No es del caso discutir las causas de esta diversidad de situaciones, sino simplemente usarla como una ilustración de algo que no debe perderse de vista: la singularidad de los distintos procesos migratorios que han estado afectando a España y a Madrid.
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Religión, cultura y género Los inmigrantes llegados a España muestran una gran diversidad en todo sentido. Ya hemos hablado de su origen regional y queremos seguir adelante agrupándolos de acuerdo a la religión predominante en su país de origen. Hacer esto es complejo y debe ver visto solo como una aproximación, dada la diversidad religiosa de los países de origen y la existencia, en muchos casos, de segmentos de la población que no profesan creencia religiosa alguna. Sin embargo, como trasfondo cultural general esta distribución puede ser de interés. Figura 7: Distribución de los inmigrantes de acuerdo a la religión mayoritaria en el país de origen, 1 de enero de 2011
Fuente: Elaboración propia basada en INE (2011).
Como se puede observar en este gráfico, la mitad de los inmigrantes proviene de países de mayoría católica, los que sumados a los provenientes de naciones predominantemente protestantes u ortodoxas elevan a un 80% los inmigrantes que tienen su origen en países tradicionalmente cristianos. Este es un elemento de indudable proximidad cultural con España, tal como lo es la lengua materna de
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los inmigrantes que, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2007, para un 44,9% era el español y para un 18,2% otros idiomas romance. Estos elementos de cercanía cultural y lingüística se ven acrecentados por otros rasgos comunes, como aquellos de que son portadores, por ejemplo, los inmigrantes de Hispanoamérica. La importancia de estos factores no es solo práctica, en el sentido de facilitar la incorporación al mercado laboral y a la vida social en general, sino que tiene una gran significación para la aceptación de los foráneos por parte de la población local, al no ver en éstos eventuales amenazas a su propia identidad cultural. Esto se hace patente en los estudios sobre la simpatía/antipatía de los españoles respecto de diversos grupos de inmigrantes, que muestran un alto grado de simpatía por los hispanoamericanos (especialmente hacia aquellos provenientes de países con alta inmigración española) que claramente contrasta con otros grupos, como ser los marroquíes o “moros” en general, donde a veces la falta de simpatía es evidente, y los rumanos, donde seguramente se los asocia con la etnia romaní29. Más allá de estos aspectos, la Encuesta Nacional de Inmigrantes muestra que la división más obvia entre los inmigrantes es aquella entre los provenientes de Europa Occidental y los demás30. Los 1,5 millones de europeos occidentales hoy residentes en España incluyen una proporción importante de pensionistas y, comparado con el resto de inmigrantes, tienen en promedio más edad, viven más a menudo en áreas costeras o insulares, conforman hogares de tamaño más pequeño, tienen niveles más altos de educación y, si trabajan, como lo hace alrededor de medio millón, acceden a empleos mucho más cualificados, incluyendo los de carácter directivo-empresarial. 29
Un ejemplo de ello se puede consultar en Reher y Requena (2009: 283). El sentimiento de simpatía/antipatía varía por una serie de motivos, entre ellos los políticos, tal como lo manifiesta el alto grado de antipatía que se aprecia, en el estudio referido, respecto de los estadounidenses. Sobre la actitud negativa hacia los rumanos ver CIS (2009). 30
Los inmigrantes provenientes de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda muestran rasgos similares a los de Europa Occidental. Así también los argentinos, a la vez que portugueses e italianos comparten más las características generales del resto de los inmigrantes que las de aquellos de Europa Occidental.
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Otra importante división entre los diversos grupos de inmigrantes se refiere al género. Tenemos, por una parte, nacionalidades con un componente femenino mayoritario, como entre los inmigrantes provenientes de Iberoamérica, Europa fuera de la UE o países asiáticos como Filipinas o Tailandia. Por otra parte, están las nacionalidades donde existe una importante mayoría masculina, especialmente entre aquellas provenientes de países islámicos y los de África en general. Estas disparidades pueden llegar a diferencias abismales entre hombres y mujeres, como ser en el caso de los inmigrantes nacidos en Ghana, Senegal, Bangladesh y Pakistán, donde entre el 80 y el 85% eran hombres o, más aún, en Malí, donde se cuenta una mujer por cada trece hombres. En el lado contario tenemos los inmigrantes provenientes de Filipinas, Rusia, Honduras y Paraguay, en cuyo caso entre el 63 y el 70% eran mujeres. Estas diferencias reflejan la existencia de una gran variedad de factores que condicionan la migración, creando sistemas migratorios muy diversos que van desde cadenas migratorias lideradas por mujeres (caso común entre los latinoamericanos) hasta aquellas donde los hombres jóvenes son los protagonistas principales (común entre los africanos) o donde la unidad familiar tiende a desplazarse unida (situación más frecuente entre, por ejemplo, los chinos). Estas variaciones son el resultado tanto de tradiciones socioculturales distintivas (por ejemplo, la incorporación relativamente alta de la mujer latinoamericana al mercado de trabajo) como de estructuras familiares (como el caso frecuente de los hogares matrifocales latinoamericanos, que contrasta fuertemente con las estructuras patrifocales habituales en países islámicos) y nichos específicos de inserción en el mercado de trabajo (por ejemplo, el servicio doméstico entre las filipinas y latinoamericanas, el comercio detallista entre los chinos y la construcción entre algunos grupos africanos).
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Distribución de la inmigración en España La distribución de los inmigrantes en el territorio español no es proporcional ni homogénea. El diagrama siguiente ilustra el primero de estos aspectos. Allí se destaca –dejando de lado algunas áreas con fuerte atracción de pensionistas de norte europeo como las Islas Baleares– la alta tasa de inmigración de Madrid en relación a su población. Figura 8: Inmigrantes en porcentaje de la población, por Comunidad Autónoma, 1 de enero de 2011
Fuente: INE (2011). Elaboración propia.
Respecto de la distribución de los inmigrantes en números absolutos destaca, como claramente muestra la figura siguiente, el predominio de Cataluña y la CM, seguidas, a cierta distancia, por la Comunidad Valenciana y Andalucía. El resto de las comunidades autónomas exhibe números comparativamente limitados de inmigrantes, si bien su peso porcentual en el total de la población de cada autonomía puede llegar a ser, como se pudo constatar en la figura 8, considerable.
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Figura 9: Número de inmigrantes por Comunidad Autónoma, 2011
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Fuente: INE (2011). Elaboración propia. A 1 de enero.
Las diferencias son igualmente importantes en cuanto al origen de los inmigrantes, tal como lo muestra la figura siguiente para las cuatro comunidades autónomas con mayor número de personas inmigradas. Figura 10: Distribución de los migrantes por región de origen, 2011
Fuente: INE (2011). Elaboración propia. A 1 de enero.
Como se observa, la Comunidad Valenciana y Andalucía tienen un porcentaje muy alto de inmigrantes de origen europeo relacionado con el peso de los pensionistas proveniente de Europa Occidental. Por su parte, en Cataluña y Madrid, la inmigración europea tiene un significativo componente proveniente de Europa del Este. A su vez, es notable el peso de la inmigración de origen americano (esencialmente hispanoamericano) en Madrid, constituyendo más de la mitad de los inmigrantes. Al mismo tiempo se denota un componente comparativamente muy alto de población de origen africano y sobre todo asiático en Cataluña, llegando, en su conjunto, a abarcar el 32,7% del total de los inmigrantes de esa comunidad, lo que es muy superior al promedio español (21,8%) y aventaja con creces el porcentaje de Andalucía (24,9%) y más aún al de Madrid (16,7%) y de la Comunidad Valenciana (16,2%). Para poner más en evidencia esta tendencia a la concentración regional de los inmigrantes a partir de su origen, se muestra en la figura 11 la distribución de los inmigrantes por origen entre las cuatro comunidades autónomas que estamos analizando más en detalle. Figura 11: Distribución porcentual de los inmigrantes, 2011
Fuente: INE (2011). Elaboración propia. A 1 de enero.
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En esta figura destaca la gran concentración de personas de origen asiático y africano en Cataluña. Se trata, en particular, de chinos, marroquíes y, de manera muy notable, paquistaníes. Así, por ejemplo, Cataluña agrupaba a un 27,9% del total de inmigrantes chinos de España, al 28,3% de los marroquíes y al 60,9% de los paquistaníes. Respecto de los inmigrantes provenientes del conjunto de América, es evidente el peso de Madrid y Cataluña, donde se agrupa casi la mitad (47,2%) del total de personas inmigradas de ese origen. Ahora bien, si miramos la distribución de los inmigrantes dentro de las zonas metropolitanas podemos confirmar las tesis ya mencionadas de Jorge Malheiros: los inmigrantes tienden efectivamente a “desconcentrase”, es decir, por una parte, a repartirse de manera más homogénea entre los centros urbanos y las áreas suburbanas, y, por otra, a dispersarse o “desegregarse” al interior de cada una de las diferentes zonas que componen las regiones metropolitanas. Respecto de la distribución de los inmigrantes dentro de las áreas metropolitanas, el estudio de Bayona y otros (2011) sobre la evolución observada en Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla entre 1999 y 2009 muestra una clara tendencia a la suburbanización creciente de la inmigración. Esta tendencia es mucho más fuerte en la región metropolitana de Madrid, seguida de cerca por Barcelona y a mayor distancia por Valencia y Sevilla. Esta dinámica residencial de dispersión se ve con nitidez al observar, en la figura siguiente, la tasa de crecimiento de la población extranjera según la distancia del centro urbano.
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Figura 12: Tasa de crecimiento anual de los extranjeros, 1999-2009
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Fuente: Bayona y otros (2011/Tabla 3). Elaboración propia.
Como se aprecia, en las cuatro ciudades estudiadas el crecimiento del centro urbano es inferior al de varias de sus áreas aledañas. En el caso de Madrid, serán las zonas ubicadas a más de 15 kilómetros del centro de la ciudad las que muestran el mayor crecimiento. Sobre los niveles de segregación dentro de las diversas zonas que componen las áreas metropolitanas disponemos del trabajo de Domínguez y otros (2010) que estudia la evolución en ocho ciudades españolas con importante inmigración (Madrid, Barcelona, Valencia, Palma, Málaga, Murcia, Zaragoza y Las Palmas) entre los años 2004 y 2009. Este estudio confirma claramente las tesis de Malheiros en dos sentidos. Por una parte, las tasas de segregación constatadas (medidas a través del índice de disimilitud31) son, comparativamente, bajas32. Por otra parte, a excepción de Zaragoza donde no cambia, se 31
El índice de disimilitud es una medida frecuente en el estudio de la segregación. Indica el porcentaje de miembros de un grupo dado que debería mudarse para eliminar la diferencia respecto de la distribución espacial del grupo de referencia. En el caso de Madrid, cuyo índice para los extranjeros era 0,28 en 2009, esto significa que el 28% de los mismos debería cambiar su lugar de residencia para eliminar las diferencias con la población española. 32
En las ciudades estudiadas el índice de disimilitud iba de 0,23 a 0,37. Para darnos un punto de comparación digamos que según Iceland y otros (2008), para los inmigrantes llegados a
constata una disminución de la segregación espacial en todas las restantes metrópolis. Un análisis más detallado muestra, sin embargo, importantes diferencias en los niveles de segregación de acuerdo al de origen de los inmigrantes. Con pocas excepciones, los que vienen de Iberoamérica y Europa Occidental muestran, en las ocho ciudades estudiadas por Domínguez y otros (2010), los menores niveles de segregación. En un nivel medio se ubican los de Europa del Este, Marruecos y China, para luego subir marcadamente en el caso de los senegaleses y nigerianos, alcanzando sus niveles más altos entre los paquistaníes. Esto se ilustra a continuación. Figura 13: Índice de segregación33, 2009
Fuente: Basado en Domínguez y otros (2010). Promedio de las observaciones reportadas para cada país o conjunto de países. Elaboración propia. las áreas metropolitanas de Estados Unidos en el decenio anterior al año 2000 se registraba un índice de 0,52. Para los afroamericanos, ese índice era aún más alto: 0,67. 33
El índice de segregación es otra forma habitual de medir la segregación. Va de 0 (ninguna segregación) a 1 (segregación completa). Como medida, puede verse influenciada por el número de personas del grupo en cuestión, tendiendo a disminuir cuando el grupo es numeroso y viceversa.
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En el siguiente capítulo, al analizar la situación de Madrid, discutiremos las eventuales razones de estas diferencias. En todo caso, es interesante observar que, más allá de los diversos niveles de dispersión o segregación, prácticamente todos los grupos estudiados reducen sus niveles de segregación, con la excepción de los ecuatorianos para los cuales aumentan ligeramente o se mantienen inalterados. Este hecho puede deberse a la disminución de la población de ese origen, lo que crea una conducta atípica. Por otra parte, la dispersión aumenta rápidamente entre grupos cuyo número ha crecido vigorosamente en los últimos años. Este es el caso de los rumanos, cuyo índice de segregación cae notablemente entre 2004 y 2009 (Domínguez y otros 2010: Cuadro 5). Finalmente, un par de comentarios sobre la elección residencial de los inmigrantes. Aquí se denota la gran flexibilidad del mercado residencial español, que ha ido ofreciendo soluciones flexibles y muy adaptadas a los proyectos vitales de los inmigrantes. A diferencia de la población española y por razones obvias se detecta, según los datos de la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2007 elaborados por Domínguez y otros (2010), un claro predominio del alquiler sobre otros regímenes de tenencia, con un 62,4% a nivel nacional, mientras que la vivienda en propiedad llega solo al 19,8%. Observando las principales ciudades de inmigración constatamos, según el mismo estudio, que la vivienda en alquiler representa el 60,5% en la ciudad de Madrid, el 66% en Valencia y 69,3% en Barcelona. Las cifras para la vivienda en propiedad son de 18,1, 18,2 y 17,7% respectivamente. Al mismo tiempo, la superficie media de la vivienda es más pequeña en Madrid (69,6 m2), que en otras ciudades españolas importantes (76,6 m2 en Barcelona y 85,4 m2 en Valencia, por ejemplo). Estas cifras generales ocultan, sin embargo, significativas diferencias entre distintos grupos de inmigrantes, que a su vez reflejan tanto sus preferencias como sus grados de inserción económica y laboral en España. Así, el régimen de tenencia en propiedad entre los asiáticos llegaba en 2007 al 33% mientras que el de los africanos e iberoamericanos rondaba el 16%. A su vez, las tasas más altas de vivienda en alquiler las exhibían los africanos, con un 70,2%,
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mientras que los iberoamericanos destacaban en el régimen de interno (9%). En términos de metros cuadrados por persona, los africanos eran quienes disponían de menos superficie, 17,8 m2 por persona, mientras que los iberoamericanos disponían de 21,2 m 2, los asiáticos de 23,3 m2 y los europeos de más de 25 m2. 57
Nivel educativo y mercado de trabajo El nivel educativo alcanzado por los inmigrantes es una de las variables más importantes de los procesos de integración, influenciando de manera decisiva tanto la capacidad de adaptación social y cultural como las posibilidades de hacerse valer en un mercado laboral cada vez más exigente y competitivo. Pero este factor, el “capital humano”, también es fundamental para evaluar el aporte de largo plazo de los inmigrantes a la economía y las cuentas públicas del país receptor. De acuerdo a los datos entregados tanto por la Encuesta Nacional de Inmigración de 2007 como por la Encuesta de Población Activa (EPA) se puede constatar que, en general, el nivel educacional promedio de los inmigrantes es inferior al de los españoles, lo que explica, al menos en parte, la mayor vulnerabilidad de éstos en el mercado de trabajo. Una mayor proporción de inmigrantes solo tiene educación primaria o menos (y una parte, especialmente entre las mujeres, es incluso analfabeta), mientras que los que tienen educación superior son menos. Según la EPA para el cuarto trimestre de 2009 (Pajares 2010), dentro de la fuerza de trabajo el 22,2% de los extranjeros solo tenía educación primaria o menos comparado con el 13,5% de los ciudadanos españoles. En cuanto a la educación superior, la cifra de los extranjeros era 20,4%, mientras que para los españoles era 35%. Más allá de este cuadro general encontramos, tal como en muchos otros aspectos, grandes diferencias entre distintas nacionalidades de origen. Así por ejemplo, tenemos grupos, como los argentinos y los peruanos, donde una tercera parte de los adultos
tiene educación superior, mientras que en otros, como los marroquíes y otros africanos en general, cerca del 20% es analfabeto. La figura 14 da algunos ejemplos acerca de estas disparidades tan significativas que, a su vez, crean condiciones muy dispares de incorporación al mercado de trabajo y a la sociedad española en general. Figura 14: Distribución porcentual por nivel educacional de los inmigrantes por país de origen, 2007
Fuente: INE (2007). Elaboración propia.
La participación en el mercado laboral es considerada como el hecho más decisivo en materias de integración. En el caso de España, la tasa de actividad (que incluye a quienes tienen trabajo y a los parados) ha sido muy alta entre los extranjeros residentes, sobrepasando en cerca de 20 puntos porcentuales a la de los españoles (para el tercer trimestre de 2011 las tasas eran de 57,9% para los españoles y 75,9% para los extranjeros)34. Esto se debe, básicamente, a dos factores: el más importante es, sin duda, la edad de los inmigrantes, que los concentra en las cohortes más activas (a excepción de los de Europa Occidental) y el otro es la participación laboral relativamente alta de 34
Debemos usar datos referentes a españoles y extranjeros ya que la EPA no considera el lugar de nacimiento sino la nacionalidad para recolectar su información.
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las mujeres inmigrantes (con la significativa excepción de las africanas y algunas otras provenientes de países asiáticos de fuerte tradición islámica, como es el caso de Pakistán). Ahora bien, pasando a estudiar la tasa de empleo podemos constatar que la crisis de los últimos años ha afectado duramente tanto a los nacidos en España como a los inmigrantes, pero el impacto de la misma ha sido mucho más sensible entre estos últimos. De acuerdo a la EPA, entre el tercer trimestre de 2007 y el mismo trimestre de 2011 la tasa de empleo se reduce en 16,2 puntos porcentuales entre los extranjeros mientras que la reducción entre los españoles es de 6,1 puntos. Esto equivale a una disminución del 24% en la tasa de empleo de los extranjeros, lo que es más del doble del 11,7% de reducción en el caso de los españoles 35. Esta evolución está descrita en la siguiente figura. Figura 15: Tasa de ocupación, tercer trimestre de los años 2007 a 2011
Fuente: INE (2012). Elaboración propia. 35
Para profundizar en el tema se puede consultar Real Instituto Elcano (2010) donde se estudian los cambios en el empleo para diversas cohortes de edad.
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Por su parte, la tasa de paro ha exhibido, como bien se sabe, un comportamiento dramático durante el período que aquí se está analizado con independencia del grupo de que se trate. Sin embargo, en este caso también se constatan fuertes diferencias entre españoles y extranjeros, especialmente respecto de aquellos extracomunitarios, entre los que el paro sube de 12,3 a 35,3% entre el tercer trimestre de 2007 y el tercero de 2011. La figura siguiente resume la evolución del paro. Figura 16: Tasa de paro, tercer trimestre de los años 2007 a 2011
Fuente: INE (2012). Elaboración propia.
Hilando más fino podemos constatar la existencia de diferencias muy significativas entre diversos grupos de inmigrantes, que van más allá de la distinción genérica entre extranjeros provenientes de países de la UE y de países extracomunitarios. Para ilustrarlo, en la siguiente figura se muestra la tasa de ocupación de los inmigrantes provenientes de diversas regiones o países durante el tercer trimestre del año 2011.
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Figura 17: Tasa de ocupación, extranjeros, tercer trimestre de 2011
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Fuente: Instituto de Estadística de la CM (2012). Elaboración propia.
Las diferencias más grandes se observan al comparar asiáticos y sudamericanos con personas provenientes de la UE-15 y, sobre todo, de África. En el caso de los asiáticos (chinos en particular) es el autoempleo como autónomos y el empleo dentro de sus redes étnicas lo que les brinda niveles muy altos de ocupación. Los sudamericanos logran su alta inserción laboral gracias a su cercanía idiomáticocultural con España y al peso del trabajo femenino doméstico, que se ha visto menos golpeado por la crisis. Por su parte, el bajo nivel de los inmigrantes de la UE-15 (Europa Occidental) se relaciona con la estructura etaria del grupo, con muchas personas ya fuera de la población activa. África, a su vez, constituye un caso extremo que debe ser analizado con detención, especialmente en lo que respecta a los inmigrantes de origen subsahariano, cosa que haremos más adelante al estudiar su situación en la CM. Los niveles de ocupación reportados tienen, si bien no de manera exacta, su correlato inverso en los niveles de paro. Esto es lo que se muestra en la figura siguiente.
Figura 18: Tasa de paro, extranjeros, tercer trimestre de 2011
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Fuente: Instituto de Estadística de la CM (2012). Elaboración propia.
Ahora bien, la evolución de la tasa de paro y los niveles alcanzados por la misma muestran grandes diferencias entre las comunidades autónomas. En la figura 19 se puede ver, como ejemplo, el nivel de paro de los extranjeros no comunitarios por comunidad autónoma. Figura 19: Tasa de paro, extranjeros no comunitarios, 2011
Fuente: INE (2012). Elaboración propia. Tercer trimestre.
Tal como se aprecia, existe una diferencia abismal entre, por ejemplo, Madrid y las otras dos comunidades, la Valenciana y Cataluña, de mayor peso como receptoras de inmigrantes. El contraste con Cataluña es particularmente evidente si consideramos además que la diferencia en las tasas generales de paro entre Madrid y Cataluña es muy pequeña (12,5% contra 13,4%). La tasa madrileña de paro de los extranjeros no comunitarios es también muy inferior al promedio nacional, poniendo de relieve tanto el dinamismo económico como la apertura del mercado laboral de Madrid. El decir de Mario Vargas Llosa de que la más grande de las virtudes de Madrid es “ser la ciudad de todos”, encuentra su clara expresión también en el aspecto laboral. Pasemos ahora a destacar algunos rasgos generales de la incorporación de la inmigración a la estructura ocupacional del mercado laboral español. La combinación de una demanda de mano de obra poco cualificada con una oferta que en general se ha adecuado a esta demanda (o ha sido adecuada a la misma al ser empleada en ocupaciones por debajo de su nivel de cualificación) ha dado como resultado una incorporación predominante a sectores económicos y ocupacionales que requieren bajos niveles de formación y exhiben niveles limitados de productividad. Al respecto, la diferencia con el empleo de la fuerza de trabajo autóctona es notable y muy superior a lo que una simple comparación de los niveles educativos podría hacernos prever. Las figuras 20 (varones) y 21 (mujeres) destacan la gran disparidad de los niveles ocupacionales existentes contrastando, para hacerlo más claro, el empleo de los españoles nacidos en España con el de los extranjeros provenientes de países que no pertenecen a la UE-15. Los años considerados en este caso son 2007 y 2008, lo que hace de estas figuras un fiel reflejo de la situación imperante durante la fase culminante del ciclo de expansión económica.
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Figura 20: Cualificación* requerida, hombres ocupados, 2007-2008
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Figura 21: Cualificación* requerida, mujeres ocupadas, 2007-2008
* Cualificación alta: dirección del sector público y privado, profesores, médicos, profesionales, técnicos de ciencias, maestros y diplomados. Cualificación media: profesionales de apoyo a gestión administrativa, gerencia de empresas con menos de diez asalariados, gerencia de autónomos, representantes, auxiliares, cajeros, peluqueros y recepcionistas, auxiliares de enfermería y cuidado de personas. Cualificación baja: dependientas, camareras, cocineras, alimentación y cualificación agraria, limpieza, servicio doméstico, peones, trabajos al aire libre rurales. Fuente: Elaboración propia basada en Garrido y Miyar (2008).
Nos queda aún por abordar un aspecto más en el que los diversos grupos de inmigrantes se diferencian con claridad entre sí. Se trata del régimen de incorporación al mercado laboral: el general, el de autónomo o bajo un régimen especial, como el agrario o del hogar. Este análisis nos permitirá estudiar la orientación ocupacional de los inmigrantes. Para realizarlo nos apoyaremos en las estadísticas de la Seguridad Social de noviembre de 2011 provenientes del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Se trata, por lo tanto, de un análisis que solo abarca las formas legales de desempeño laboral de los extranjeros, lo que deja a muchos inmigrantes fuera, pero permite, a pesar de ello, obtener una visión relativamente correcta acerca de la incorporación laboral de los mismos. Empecemos resumiendo, en la figura siguiente, la orientación hacia el emprendimiento de distintos grupos de extranjeros tal como lo expresa su adscripción al régimen de autónomos de la Seguridad Social. Figura 22: Porcentaje de inscritos como autónomos entre los cotizantes a la Seguridad Social, noviembre de 2011
Fuente: Ministerio de Empleo y Seguridad Social (2012). Elaboración propia.
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El gráfico es elocuente sobre la gran dedicación de los chinos a sus propios emprendimientos (a lo que si se le suman las personas empleadas en los mismos se debe llegar casi al total de la ocupación de los chinos). Luego vienen los extranjeros de dos países de la Europa Occidental desarrollada, Alemania y Francia, que reflejan bien la realidad de las personas provenientes de otros países similares (los daneses llegan incluso a más del 40%, pero no logran superar el 41,7% de los chinos). Luego vienen las personas provenientes de una serie de países intermedios, fundamentalmente del sur y este de Europa, aunque entre ellos también se cuentan los argentinos. Finalmente están los grupos con bajos niveles de trabajadores autónomos: marroquíes y, en especial, sudamericanos. La figura que se exhibe a continuación muestra la incorporación al mercado laboral de los extranjeros a través del régimen agrario (se incluye también a los pocos que están registrados en los regímenes del mar y minero). Figura 23: Porcentaje de inscritos en el régimen agrario entre los cotizantes a la Seguridad Social, noviembre de 2011
Fuente: Ministerio de Empleo y Seguridad Social (2012). Elaboración propia.
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En esta figura vemos una situación en parte opuesta a la anterior. Los grupos con más autónomos (figura 22) son los menos representados en este caso. Pero existe una diferencia: varios grupos que ocupaban una posición más intermedia respecto de ser autónomo (de Europa del Este y el Sur y de Marruecos) pasan ahora a mostrar una importante incorporación al mercado laboral vía faenas agrícolas. Los sudamericanos, con excepción de los de Ecuador y Bolivia, están tan ausentes en este campo como lo estaban (dejando a los argentinos de lado) entre los autónomos. Para completar este cuadro se debe mencionar un tercer régimen laboral diferencial: el trabajo doméstico. Es aquí donde las mujeres sudamericanas, en especial aquellas provenientes de Paraguay y Bolivia, tienen un gran peso, que queda bien reflejado en la figura que se exhibe a continuación. Figura 24: Porcentaje de inscritos en el régimen del hogar entre los cotizantes a la Seguridad Social, noviembre de 2011
Fuente: Ministerio de Empleo y Seguridad Social (2012). Elaboración propia.
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Economía, inmigración y régimen migratorio Pasemos ahora del plano descriptivo de la inmigración y su incorporación a la sociedad española a estudiar los condicionantes básicos de la misma: la dinámica económica española, que fue su causa fundamental, y el régimen migratorio que la ha regido. Se trata de dos aspectos de carácter nacional cuya comprensión es básica para entender lo ocurrido en Madrid. Como cualquier observador fácilmente puede constatar, España ha funcionado durante las últimas dos décadas bajo una situación muy cercana a un régimen de inmigración libre. La ilegalidad o irregularidad, es decir, simplemente entrar en el país y quedarse en él para con el tiempo regularizarse, ha sido la forma absolutamente mayoritaria de inmigrar para aquellas personas que no provienen de la UE. La explicación de ello es simple y resume el dilema migratorio español: ha sido mucho más fácil inmigrar de manera irregular que regular. Además, hasta el estallido de la reciente crisis los inmigrantes irregulares no tuvieron mayores dificultades para arreglárselas debido a la fuerte demanda laboral, al significativo mercado de trabajo informal y a los amplios derechos sociales a que el empadronamiento da acceso. Esto no quiere decir, sin embargo, que las restricciones legales o de hecho existentes no hayan tenido ningún efecto. Las acciones emprendidas, por ejemplo, para contener la travesía en cayucos y pateras hacia las costas españolas han tenido un innegable impacto que se manifestó en una fuerte disminución de la llegada de estas embarcaciones a partir de la segunda mitad de 2006 (CEAR 2010). Así también, la exigencia de visado para visitar España ha mostrado en algunos casos, como en el de la migración de la zona andina, un importante efecto restrictivo; pero en otros casos, como el de los marroquíes, a quienes se impuso la visa ya en 1992, no se ha detectado un efecto similar. Otro caso, es el levantamiento de la exigencia de visado para los nacionales de diversos países de Europa del Este, que dio origen al boom migratorio de personas provenientes de esa zona desencadenado desde los primeros años del 2000.
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Con todo, el experimento español de inmigración irregular cuasi-libre es muy poco común en el mundo contemporáneo y, por ello, altamente interesante. La teoría económica sugiere 36 que en este caso la inmigración se guiará por una consideración costo-beneficio que, a pesar de su complejidad, no difiere esencialmente de cualquier otra decisión económica, es decir, que implique el uso de recursos limitados para fines alternativos. En este caso, sin embargo, los costos son difíciles de definir en abstracto y su consideración es muy subjetiva al estar involucrados elementos como la separación del país natal y de los suyos. Los beneficios están constituidos por el diferencial de rentabilidad (salario real) del empleo dado un cierto capital humano más el resto de “conquistas” o fringe benefits (“beneficios adicionales”) de la migración, que en el caso de España incluyen, entre otros, el acceso a la sanidad pública, la escuela para los niños y el poder vivir en un país de amplias libertades y muy alta seguridad ciudadana. La suma de todo esto es lo que, a falta de impedimentos legales significativos o bajo el estímulo de regularizaciones masivas, produce el muy mentado “efecto llamada”. Ahora bien, la evolución del flujo migratorio hacia España muestra una extraordinaria adaptación al componente económicolaboral del efecto llamada, siguiendo las alteraciones del ciclo económico español de manera notable. El frenazo de la inmigración, ya claramente anunciado por las cifras de 2008 (con el menor aumento porcentual de extranjeros residentes detectado desde 1997), se confirmó plenamente en las cifras que ya hemos visto para 20092010 y, aún más, en las elaboradas por la CM para 2011, que hacen prever un descenso neto del número de inmigrantes a nivel nacional (Dirección General de Inmigración 2012). Mirando el origen de los migrantes se constatan grandes diferencias en su conducta migratoria en el bienio 2009-2010. En su conjunto, la inmigración sudamericana deja de crecer, mientras que la africana lo hace lentamente (4,5% en dos años). Por su parte, la 36
Guillermo de la Dehesa (2008) da una buena panorámica tanto de la teoría como de la investigación económica en materias migratorias.
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inmigración asiática crece a ritmos muy superiores al resto (13,3%), con ciertas nacionalidades, como los paquistaníes, creciendo en los dos años considerados nada menos que un 32,4%. Esto significa, para dar un punto de referencia, que el aumento neto de la inmigración paquistaní (15.135 personas) superó en esos dos años al total de la inmigración africana, excluyendo a Marruecos y Argelia (13.246 personas). A fin de ilustrar la intensidad del declive migratorio producido por la crisis económica se comparan, en la figura 25, los aumentos netos porcentuales de inmigrantes por región de origen del bienio 2007-2008 con los del bienio 2009-2010. Figura 25: Aumento porcentual neto del número de inmigrantes, 2007-2009 y 2009-2011*
* A 1 de enero del año respectivo. Fuente: INE (2012a). Elaboración propia.
Lo que esta figura muestra es algo muy importante: los inmigrantes, en su gran mayoría, ni se han venido ni se vendrán por los fringe benefits de la inmigración sino por el trabajo o, para ser más rigurosos, los fringe benefits (acceso a la escuela, al sistema sanitario, prestaciones sociales, etc.) no parecen por sí solos crear un incentivo suficiente para una migración masiva (lo que no excluye una cierta
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inmigración, especialmente bajo la forma de reunificación familiar, que sí podría, al menos en parte, explicarse por esos beneficios). Esto es a primera vista muy notable, ya que las ganancias del mero hecho de vivir en un país de renta per cápita diez o veinte veces superior al de origen es muy sustancial. Ahora bien, aquí hay que considerar que la diferencia de renta per cápita real entre España y los mayores países de origen de los inmigrantes no llega a esas magnitudes. En los casos de Rumania, Ecuador y Marruecos tenemos un diferencial a favor de España que en 2010 era de 2,3, 4 y 6,9 veces respectivamente37. El que no se haya producido una migración más importante de países mucho más pobres (especialmente del África subsahariana) se explica en gran parte por lo que en la teoría migratoria se llama “trampa de la pobreza”, es decir, el obstáculo que la pobreza extrema misma representa para llegar a hacer aquella inversión, bastante significativa en términos relativos, que la realización del proyecto migratorio supone. En buenas cuentas, tal como Dehesa (2008: 95) lo resume: “A mayor pobreza, menor será la emigración, ya que emigrar, legal o ilegalmente, es costoso”38. Los que emigran a países lejanos o con altos “costos de inmigración” no son los más pobres o desvalidos sino por el contrario. Por esa razón es que, para ellos, la rentabilidad de la emigración puede ser mucho más reducida que para el promedio de sus connacionales. Sin embargo, los fringe benefits sí tienen importancia para explicar el no retorno de la gran mayoría de los inmigrantes bajo condiciones de crisis como las de hoy. Es decir, una vez realizada la migración con su inversión correspondiente sí existe un incentivo a permanecer en el país aunque la meta de la incorporación laboral se haya dificultado o dejado de cumplirse. 37
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Banco Mundial (2012), datos sobre el ingreso per cápita ajustado por el poder adquisitivo.
En países de bajo nivel relativo de renta per cápita existe, contrariamente a lo que habitualmente se piensa, una relación positiva entre desarrollo y emigración ya que el aumento de la renta disponible “hace que aumente el número de personas que puede acceder a la emigración, ya que ahora pueden costeársela” (Dehesa 2008: 68).
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Inmigración, crecimiento y modelo productivo Como hemos visto, la multiplicación “milagrosa” de los inmigrantes desde mediados de los 90 hasta 2008 fue una parte inextricable del ciclo de bonanza abierto a mediados de los 90 y se produjo, para mayor sorpresa, a partir de una situación de paro récord en España (casi 25% en 1994). La inmigración, justamente por su carácter mayoritariamente irregular, vino de hecho a flexibilizar un mercado laboral formal esclerótico y le dio una de sus principales fuerzas propulsoras a la bonanza española. El empleo creció por millones y la tasa de paro se había reducido a la tercera parte cuando la ola migratoria estaba culminando en 2007. De esta manera podemos decir que los inmigrantes vinieron a crear empleo para sí mismos, para los españoles y para futuros inmigrantes. España recibió una potente inyección de trabajadores flexibles y “dispuestos a todo”, lo que, junto con lúcidas políticas económicas y la presión benéfica de la incorporación al euro, vitalizó un mercado de trabajo anquilosado. El aporte laboral de la inmigración vino también a extender algunos años más el lapso de vida útil (sostenibilidad) del sistema de pensiones y a aliviar, al menos en el corto y mediano plazo, una situación demográfica directamente amenazante. Se puede por ello decir que la economía de España se reformó y liberalizó mediante la incorporación de millones de extranjeros que entraron “por su puerta trasera”, pero esto hizo posible, al mismo tiempo, que ni se reformase ni liberalizase de veras. Siguió en pie todo aquello que hoy claramente hemos visto que era insostenible. Este dejar de hacer lo que se debía hacer a tiempo no es, por cierto, culpa de los inmigrantes sino, fundamentalmente, de los grupos de presión que atenazan el mercado formal de trabajo español y de una cierta comodidad política de dejar para mañana medidas que por más necesarias que fueren resultaban impopulares. Pero el problema no se reduce a esto. Por su forma de adaptación espontánea a la demanda existente la composición de la inmigración respondió, muy exactamente, al modelo de crecimiento imperante. A falta de mecanismos de selectividad explícitos será,
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como se mencionó, el diferencial de rendimiento del capital humano el que seleccione a los inmigrantes, especialmente aquel que existe respecto de las áreas expansivas de la economía receptora con fácil entrada de una fuerza de trabajo irregular o nueva. En el caso de España ya sabemos lo ocurrido. El ciclo de crecimiento iniciado a mediados de los 90 es uno de los pocos ejemplos conocidos en una economía moderna de crecimiento sin mejoras de la productividad (Italia comparte esta característica). Se trata de algo insólito en nuestro mundo de rápido progreso tecnológico y educativo. Los datos de la OCDE permiten mostrar el siguiente cuadro agregado de la variación porcentual de la productividad total de los factores (PTF)39 de 1995 a 2008. Figura 26: Variación porcentual acumulada de la productividad total de los factores (PTF), 1995-2008
Fuente: Elaboración propia basada en OECD (2011).
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PTF, es decir, la parte del crecimiento económico no atribuible al simple aumento cuantitativo de la fuerza de trabajo o del capital.
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Se puede hacer un análisis más detallado de este desarrollo usando el Productivity Handbook del Instituto Nacional de Estadística de Gran Bretaña (ONS 2010) que nos muestra, de manera desagregada, los componentes del crecimiento económico entre 1995 y 2005. Allí se observa que el desarrollo de la productividad total de los factores reduce el crecimiento español (cae un 3,3% en el decenio estudiado), mientras que en el caso de Estados Unidos ese aumento explica el 49% del crecimiento logrado, en Gran Bretaña el 51%, en Francia el 53%, en Suecia el 62% y en Alemania el 73%. Según esta misma fuente, más de dos terceras partes del crecimiento español (67,9%) se explican por la mera incorporación de fuerza de trabajo y el resto se debe a aportes de capital. En suma, podríamos decir que España creció engordando y no desarrollándose. La inmigración fue parte de y una respuesta a este modelo tecnológicamente estancado de crecimiento que se pudo prolongar en el tiempo gracias al fuerte flujo migratorio combinado con un gran endeudamiento privado. A él respondió también la cualificación promedio de los inmigrantes llegados o, en el caso bastante común de aquellos que tenían más cualificación, el pobre uso de su potencial productivo, lo que ha implicado no solo una subutilización sino una destrucción de capacidades por falta de uso y actualización. Esto está en línea con características más generales de la economía española, que exhibe una de las tasas más altas, entre los países desarrollados, de subutilización de su capital humano. Las consecuencias de lo aquí planteado son múltiples. Al nivel del modelo productivo, esa fuerza de trabajo ya incorporada y tan adaptada al mismo (o por el mismo) se ha transformado hoy en parte del problema, es decir, de los retos de la reformulación de las bases del crecimiento español para pasar de un modelo extensivo a uno intensivo en el uso de los factores de producción. Este problema es coincidente con el de la gran mayoría de la fuerza de trabajo española, de la cual unas dos terceras partes no poseen una cualificación profesional certificada. Se trata, en suma, de un gran esfuerzo pendiente de formación profesional que será decisivo para todos los habitantes de España, con independencia de su origen.
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En el largo plazo, y pensando particularmente en los equilibrios fiscales y la sostenibilidad del sistema de pensiones, todo esto significa que entramos en una fase donde aquellos años de respiro dados por la inmigración están desapareciendo rápidamente para, por una especie de efecto bumerán, pasar a mostrar aquello que los estudios económicos de largo plazo han mostrado reiteradamente: que la incorporación de trabajadores inmigrantes de bajo nivel de capital humano y por ello, normalmente, de baja productividad y alta vulnerabilidad en su situación laboral puede terminar siendo, cuando se considera todo el ciclo vital y bajo condiciones de empleo poco favorables, una carga neta para las cuentas fiscales. Esto partiendo, por supuesto, de la existencia de un Estado del bienestar que asegure una serie de beneficios cuyo coste tiende a aumentar con la vulnerabilidad laboral y, sobre todo, con la edad de las personas (Dehesa 2008: 123-150). Resumiendo, la inmigración fue pan para hoy pero puede ser hambre para mañana si no se actúa decididamente en el frente de la formación, del modelo productivo, de las regulaciones del mercado de trabajo y de las condiciones mismas de sostenibilidad de los sistemas de seguridad social y pensiones. En fin, una vez más se trata de las grandes tareas pendientes españolas frente a las cuales, gracias a la inmigración, se ganaron algunos años de ilusión y falta de reformas cuyo costo es hoy evidente para todos. Es dentro de este contexto que Madrid, con sus características peculiares, ha recibido a su gran inmigración. El dinamismo y la diversidad de su economía le han permitido sacar más provecho de los momentos más favorables del desarrollo español y responder mejor a los retos del cambio de coyuntura, pero, como es lógico, no ha podido escapar al movimiento general de la economía de España.
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IV. MADRID Y LOS INMIGRANTES
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Madrid Tal vez Madrid no tenga monumentos, calles o plazas tan notables como los de París, San Petersburgo o Estambul. Tal vez, como dice el historiador Antonio Fernández García, “nació huérfana de favores naturales” y fue “una capital ‘evitable’, fruto del arbitrio de un Rey, cuya decisión bien pudo fijar la elección en otro punto” (Fernández 2008: 13-14). Todo ello es posible, pero lo que parece estar más allá de toda duda es que pocas ciudades han estado tan bien preparadas para acoger tantos inmigrantes en tan poco tiempo y de una manera tan exitosa como Madrid. Ello se lo debe, sobre todo, a su gente y a su historia. Madrid ha tenido muchos planificadores y ordenadores urbanísticos, algunos tan renombrados como Carlos III, el marqués de Salamanca o Arturo Soria, pero ha tenido aún más “desplanificadores” y “desordenadores”, aquellos miles y miles de madrileños que han ido desbordando los límites impuestos a la ciudad, reinterpretando a su manera las ordenanzas públicas y, en general, creando desde abajo, por medio de la acción espontánea de la sociedad civil, una ciudad que por esa misma razón se caracteriza por los altos niveles de diversidad, flexibilidad, adaptabilidad y multifuncionalidad de gran parte de sus espacios urbanos.
Ya en la historia temprana de Madrid encontramos un magnífico ejemplo de lo anterior en un episodio que habla por sí solo. La decisión de Felipe II de trasladar la Corte a Madrid trajo consigo un serio problema de alojamiento para sus cortesanos. Para solucionarlo, el rey apeló a una disposición medieval, la Regalía de Aposento, decretando que los propietarios de casas de más de una planta debían ceder parte de la vivienda para alojar a la Corte. El resultado, sin embargo, no fue justamente el esperado por el monarca: “Esta disposición […] dio lugar a trampas y estrategias para burlar esta obligación o para no verse sujeto a la misma abriendo el triste capítulo de la picaresca madrileña en toda la época de los Austrias. Las consecuencias más visibles fueron las famosas casas a la malicia que poblaron gran parte del extrarradio de la ciudad” (Revilla y Ramos 2007: 82). Así fue y así seguiría siendo: el Estado disponía y la sociedad “descomponía”, parafraseando el célebre dicho. No es por ello de extrañar que Virginia Tovar, en su ensayo sobre el desarrollo de Madrid entre los siglos XVI y XVIII, diga: “Se podría calificar el desarrollo urbanístico de Madrid durante la Edad Moderna como anárquico e individualista” (Tovar 2008: 167). Esto es evidente si uno dirige la mirada a lo monumental, a lo hecho desde arriba o por los de arriba, pero lo es aún más si se observa lo hecho desde abajo, a escala humana podríamos decir, lo diminuto y por ello no siempre resaltado ni conservado. Surgió así no solo “una ciudad jánica, palatina y menestral a un tiempo” (Fernández 2008: 18), sino una ciudad contradictoria, lejos de aquella coherencia estética y urbanística con que sueñan arquitectos, ingenieros y planificadores. Así se ha hecho en gran parte Madrid, ya se trate de la Puerta del Sol, “un espacio urbano no planificado, ni contemplado por ninguna instancia oficial” (Revilla y Ramos 2007: 89), de sus barrios históricos como el de Lavapiés, “zona especialmente compleja debido a un proceso de consolidación lento y ausente de planificación” (Ministerio de Fomento 2006), o relativamente nuevos como el de Tetuán, “construido casi con el solo esfuerzo de sus vecinos”, con su crecimiento “anárquico y desordenado en no pocas ocasiones”, “lento
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crisol, donde personas venidas de todas las provincias combinaron sus culturas y sus costumbres” (González, sin fecha: 6). Sin duda que, especialmente a partir de mediados del siglo XIX, muchos pensaron que “el apelmazado y miserable caserío del viejo Madrid debía dar paso a una ciudad más ancha, más alta, más aireada” (Ibid: 18) y desde esa perspectiva fueron modelados sus ensanches, buscando que “la ciudad saltase al otro lado de la cerca, de modo ordenado, racional y previsor, y no como había empezado a hacerlo, a través de arrabales azarosos y desorganizados” (Ibid: 19). Pero Madrid ya había saltado “al otro lado de la cerca” 40, por obra y gracia de sus antiguos y, sobre todo, de sus nuevos vecinos, que a su manera, fuera de toda regulación y planificación, iban poblando su extrarradio. Y así lo seguirían haciendo después del ensanche propuesto por Carlos María de Castro en 1857, que se basaba, como es común en los antiguos y nuevos proyectos de la ingeniería social, en principios muy claros de zonificación funcional y social. Madrid, fiel a sus tradiciones, resistiría al “planificacionismo”, “pese a los esfuerzos del Gobierno por encausar el crecimiento de la ciudad a partir de un proyecto articulado” (González 2001: 68). Así, sin mayores miramientos para con lo pensado y planificado, surgieron de pequeños pueblos, entre otras, las aglomeraciones urbanas de Fuencarral, Chamartín, Canillas, Vicálvaro, Villaverde y Carabanchel Bajo en el extrarradio, pero también Prosperidad, Guindalera y Cuatro Caminos en el radio interior. El comienzo del siglo XX verá crecer las clases obreras, con sus soluciones habitacionales muy precarias, pero la gran expansión de Madrid vendrá a partir de los años 40, con la inmigración masiva proveniente de todos los rincones de España, hasta llegar a aquel dramático crecimiento poblacional de los años 60, “el más rápido que ha tenido nunca una capital europea” (Brandis 2008: 525).
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Se refiere a la cerca construida por Felipe IV en 1625 que delimitaba la ciudad.
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Con ello se iniciará el rápido desarrollo en los años 50 de las zonas suburbanas, que seguirán, en lo fundamental, la “vía madrileña” de expansión urbana: “Una vez terminada la guerra civil, el panorama de la ciudad era desolador, no solo por los destrozos sufridos en el espacio edificado, sino también por el reinicio de la llegada de población que de forma precaria se instala en la periferia […] Superada la postguerra, se acelera la inmigración y la consecuencia inmediata es la ocupación de grandes superficies más allá del Extrarradio, en la periferia de la ciudad, por formaciones masivas de infraviviendas. Se trata de operaciones totalmente ilegales, realizadas clandestinamente sobre terrenos que el Plan General de 1944 no había previsto como tal […] Pasado el tiempo, los propios habitantes irán transformado y consolidando sus alojamientos y se producirá su legalización y dotación de infraestructuras mínimas. De esta forma, la ciudad consolidada se sigue rodeando de un suburbio surgido al margen de toda previsión” (Ibid: 524-526). Esa es la historia de, entre muchos otros barrios, La Ventilla, Palomeras, Orcasitas y el célebre Pozo del Tío Raimundo41. Ese Madrid de los años 50 –cuando las chabolas (poéticamente llamadas “flores de luna” por su repentina aparición nocturna) se contaban por decenas de miles42– era muy distinto al Madrid bullente de comienzos de este milenio que recibiría a cientos de miles de inmigrantes procedentes de todos los rincones del mundo. Una de las transformaciones más importantes fue el surgimiento, que también se observa en el resto de España, de lo que se ha llamado una “sociedad de propietarios” (Colectivo IOÉ 2005). De hecho, hasta mediados del siglo XX el alquiler fue la forma mayoritaria de tenencia de la vivienda. En 2001, en cambio, el 84,5% de los inquilinos eran propietarios (Instituto de Estadística 2012a). Esto, junto a la tendencia de las nuevas generaciones a fijar su residencia cerca de la
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Célebre por su pobreza, sus dimensiones, su lucha antifranquista y la acción de los jesuitas encabezados por el padre José María de Llanos. 42
Cerca de 50 mil en 1956 (Ibid: 526).
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de los padres43, es de una trascendental importancia ya que le fue dando una fuerte estabilidad a los barrios madrileños, permitiendo una movilidad social que no siempre implica desplazamientos hacia otras zonas de la ciudad. Así, la mezcla social aumentaba en el mismo espacio físico, a diferencia de aquellas ciudades donde movilidad social y segregación espacial van de la mano. Al mismo tiempo, esta evolución hacia una sociedad de propietarios no le ha hecho perder, como se temía, flexibilidad al mercado madrileño de la vivienda. Así, la mayor demanda de viviendas de alquiler del último decenio, en buena medida relacionada con el flujo de inmigrantes, se ha visto reflejado en un notable aumento de las viviendas de alquiler con un 78% de 2001 a 2008, mientras que las habitadas por su propietario apenas se incrementaban en un 12,4% (Ibid). Simultáneamente, Madrid se lanzaba decididamente a la conquista del liderato económico español, mostrando una gran capacidad de cambio y renovación, particularmente desde la instauración de la democracia y la creación de la España de las autonomías. Su economía cada vez más industriosa, multifacética y libre la convertiría a comienzos del siglo XXI no solo en la capital económica española sino en uno de los principales centros económicos europeos. Fue un cambio muy notorio para una ciudad que alguna vez había sido vista como el prototipo de una capital parasitaria, “asiento de rentistas y burócratas, cuando no de comerciantes privilegiados o de prestamistas ávidos de medrar al calor de los negocios del Estado” (García y Carrera 2008: 764).
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Especialmente marcadas entre los hijos de las viejas clases obreras y con efectos estabilizadores importantes en aquellos barrios de raigambre popular que en muchos otros países se han vaciado de población autóctona: “La consecuencia es que esta práctica de localización residencial de los nuevos hogares compuestos por los hijos de los trabajadores ha hecho cambiar la composición social de los barrios obreros periféricos […] Los nuevos profesionales o los trabajadores de los servicios, hijos de los trabajadores industriales, buscan su primera residencia cerca de la casa de los padres y contribuyen a una mezcla social de los barrios en los que fijan su residencia” (Leal 2002: 71).
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El dinamismo madrileño quedó claramente manifestado en un crecimiento económico más rápido que el del conjunto de España en el período anterior a la actual crisis y, luego, en su capacidad de resistir mejor a la misma. De hecho, el crecimiento acumulado del PIB madrileño entre 1995 y 2008 fue un 20% superior al de España y un 30% superior al de la región que alguna vez fue el epicentro del desarrollo económico español, Cataluña. A su vez, el PIB madrileño cayó menos de 2008 a 2011 que el de España y el de Cataluña. Los efectos de esta vitalidad económica han sido muy claros tanto en la cantidad de empleos creados (casi 700 mil de 2001 a 2008) como en su enorme diversidad, expresada en un sector industrial y, sobre todo, de servicios que generan empleos que van desde los más simples hasta los altamente cualificados. De hecho, Eurostat constataba en 2007 que la región de Madrid era la tercera de la UE en creación de empleo de alto nivel tecnológico, muy distanciada de Cataluña y superando a conocidos centros económicos europeos. Esto coincide con la capacidad de Madrid de atraer talento: una quinta parte de los trabajadores con altos niveles de formación de España así como casi una tercera parte de aquellos con un doctorado se desempeñaban en la CM (Consejería de Empleo 2007). El éxito de Madrid ha tenido que ver con muchas cosas, entre ellas sus niveles cada vez más altos de libertad económica (Cabrillo y otros 2011), pero tal vez lo decisivo ha sido aquel espíritu de ciudad abierta que constituye la esencia misma de Madrid. Esperanza Aguirre tenía sin duda razón cuando hace un tiempo dijo lo que sigue sobre los ejes del éxito madrileño: “en mi opinión, el más importante de esos ejes, la columna vertebral del éxito que está protagonizando la Comunidad, es que Madrid y los madrileños hemos comprendido que nuestra principal seña de identidad, nuestro principal recurso natural, es estar abiertos a todos y a todo. Madrid es, desde hace mucho tiempo, un lugar de encuentro para todos los españoles. Y desde que vivimos en la era de la globalización, los madrileños hemos sabido transformar nuestra Región en un lugar de encuentro para todos los que a Madrid llegan en busca de más libertad, de mayores oportunidades y de una vida mejor” (Aguirre 2007).
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Estos son algunos de los rasgos que preparaban a Madrid, urbanística, económica y mentalmente, en sus estructuras y en su talante, para su encuentro masivo con la reciente inmigración internacional. Su pasado le había dejado en herencia un entramado urbanístico, económico y social multifacético y flexible así como una cultura de ciudad inmigrante, con una identidad abierta y una tradición de hacerse a sí misma, de saber encontrar soluciones desde abajo, desde una sociedad civil ingeniosa y polivalente que confía más en sus propias capacidades que en la mano protectora del Estado.
La inmigración Las características y el dinamismo de Madrid lo transformaron, desde fines de los 90, en un vigoroso polo de atracción de migrantes. El aumento de la población inmigrada de la CM fue vertiginoso de 1996 a 2008, para luego ralentizarse e incluso mostrar un leve descenso en 2011. Esto es lo que se resume en la siguiente figura. Figura 27: Número de inmigrantes en la CM, 1996-2012*
*Estimación para el 1 de enero de 2012 basada en los datos de la Dirección General de Inmigración (2012). Fuente: INE (2012a). Elaboración propia.
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El aumento de la población inmigrada madrileña entre mayo de 1996 y enero de 2011 fue aún más pronunciado que el de España en su conjunto, que se multiplicó por 6,2 veces mientras que la de Madrid se multiplicaba por 7,3 veces. Esto implicó que el porcentaje de población inmigrada pasó de representar el 3,7% de la población madrileña en 1996 a representar el 19,6% el 2011. Si miramos ahora la distribución de esta población por región de origen podemos observar, en la figura 28, el gran peso de los inmigrantes iberoamericanos (sobre todo de los provenientes de los países andinos) seguidos a cierta distancia por los europeos (predominantemente de Europa del Este). Los africanos (marroquíes en su gran mayoría) forman el tercer grupo, pero están lejos de acercarse a los niveles de los iberoamericanos o europeos. Finalmente están los asiáticos, donde las personas de origen chino representan la mitad del grupo. Figura 28: Distribución de los inmigrantes en la CM, enero 2011
Fuente: INE (2012a). Elaboración propia.
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Si nos detenemos ahora a mirar el origen nacional de los inmigrantes se puede constatar que los diez principales países de origen en 2011 eran los siguientes. Figura 29: Inmigrantes de la CM por país de nacimiento, 2011
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Fuente: INE (2012a). Elaboración propia.
Miremos ahora la evolución de la distribución espacial de la inmigración. Al respecto, ya hemos dado alguna información sobre la tendencia de la población inmigrante hacia una distribución espacial cada vez más dispersa entre las distintas zonas y municipios de la CM, siguiendo, en lo fundamental, el movimiento centrífugo de la población autóctona. Esto se reafirma en la figura 30 que muestra cómo el nivel de concentración de los inmigrantes en el Municipio de Madrid decrece de 2005 a 2011 (de 57,3 a 54,3%) mientras que aumenta el peso tanto de los municipios de más de 50 mil habitantes (de 30,1 a 32,2%, exceptuando el de Madrid) como el de aquellos de una población menor (de 12,6 a 13,5%). Además, como se ve, el movimiento de la población inmigrada sigue, con bastante exactitud, al de los autóctonos.
Figura 30: Distribución municipal de la población nacida en España y en el extranjero, 2005 y 2011*
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* Municipio de Madrid (Mun. Madrid), municipios de más de 50 mil habitantes en 2011 (Mun. grandes) exceptuando el de Madrid y municipios con menos de esa cantidad (Resto). Fuente: INE (2012a). Elaboración propia. 1 de enero.
La evolución aquí descrita ha ido modificando el peso relativo de la población inmigrada dentro de las distintas áreas que componen la CM. La situación, a enero de 2011, se muestra en la figura 31. En ella vemos que este peso es mayor en el Municipio de Madrid (21,1%) y va descendiendo en la medida en que nos desplazamos hacia los municipios de menor población (18,5% para los municipios de más de 50 mil habitantes y 17% para aquellos con menor población). Es preciso señalar que la cifra más alta del Municipio de Madrid se debe a la confluencia de dos tendencias migratorias distintas: por una parte, el incremento neto del número de inmigrantes, que aumentan con un poco más de 178 mil personas entre 2005 y 2011, y, por otra parte, la disminución neta de la población nacida en España, que se reduce en casi 70 mil personas durante esos años. En el resto de zonas de la comunidad madrileña ambos componentes poblacionales experimentan un crecimiento neto.
Figura 31: Peso porcentual de los inmigrantes, 2011
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Fuente: INE (2012a). Elaboración propia. 1 de enero.
Lo parejo de la distribución de la población inmigrada a través de la CM se pone de manifiesto al estudiar la tasa de inmigrantes de cada municipio. Existe solo un municipio donde esta tasa supera el 30%. Se trata de Fresnedillas de la Oliva, cuya población total es de menos de 1.600 personas. Solo 13 municipios de los más de 170 que componen la CM tienen tasas de inmigración superiores al 25%. A su vez, apenas 24 municipios, todos ellos muy pequeños casi sin excepción, no llegan a una tasa del 10%. Una distribución pareja se observa también analizando las cifras del Municipio de Madrid. De sus 21 distritos solamente el Distrito Centro supera el 30% (32,7%) y otros cuatro están en torno al 27%: Usera, Tetuán, Villaverde y Carabanchel. A su vez, ningún distrito se ubica bajo el 13% de población inmigrada y la mayoría está en torno al 20%. Por su parte, de sus cerca de 130 barrios no hay más que seis que superan el 35 % de población inmigrada: Sol en el Distrito Centro y Pradolongo en Usera, con 36,8% cada uno, Almendrales en Usera, con 37,1%, San Diego en Puerta de Vallecas y Embajadores
en el Distrito Centro con 37,2 % cada uno y, finalmente, el caso extremo del barrio de San Cristóbal en Villaverde, con un 47,9% de población inmigrante (Ayuntamiento de Madrid 2012). Ahora bien, hilando más fino podemos ver fuertes discrepancias entre distintos grupos inmigrantes en cuanto a su ubicación espacial en la CM. Algunos grupos tienen una marcada preferencia por el Municipio de Madrid, como ser los iberoamericanos y los asiáticos, mientras que otros prefieren el resto de los municipios, como ser, en particular, rumanos y marroquíes. Esto es indicativo, entre otras cosas, del fuerte impacto de las redes migratorias en la elección residencial del grupo respectivo, especialmente en cuanto hace a los recién llegados y, por ello, más necesitados de la solidaridad de sus coterráneos ya instalados en su nuevo hábitat. La figura siguiente, que nos enseña el porcentaje de cada grupo que vive en el Municipio de Madrid, muestra con toda claridad estas diferencias. Figura 32: Porcentaje del grupo respectivo residente en el Municipio de Madrid, 2011
Fuente: INE (2012a). Elaboración propia. 1 de enero.
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Pasemos ahora a estudiar la concentración/dispersión de los inmigrantes dentro de cada una de las diferentes áreas de la CM. Sobre esto, ya hemos resaltado la tendencia a una dispersión creciente de los inmigrantes que confirma las tesis de Jorge Malheiros sobre las ciudades meridionales. En el caso español, en general, y madrileño, en particular, vemos que esta tendencia hacia la dispersión, y con ello hacia una distribución residencial más parecida a la de la población autóctona, se hace muy marcada al crecer el número de inmigrantes de un cierto origen. Esto se hizo ya evidente en la CM en el período de intensa inmigración que va de 1996 a 2005, en el cual cae de manera muy notable el índice de disimilaridad de los cinco mayores grupos de inmigrantes de la Comunidad. Esto es lo que se ilustra en la figura siguiente. Figura 33: Índice de disimilaridad por país de origen, 1996-2005
Fuente: Martínez y Leal (2008: Tabla 4). Elaboración propia.
La tendencia hacia la dispersión ha continuado desde 2005 en adelante, tal como lo muestran Domínguez y otros (2010) para el lapso 2004-2009. No obstante, subsisten importantes diferencias en los grados de concentración dependiendo del origen de los inmigrantes. Algunas de estas diferencias son atribuibles a lo nuevo de la migración o a la limitación numérica del grupo respectivo. Sin
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embargo, hay claras preferencias que van más allá del tiempo de estancia en el nuevo país y de la cantidad de inmigrantes, como en el caso de los chinos y los paquistaníes que muestran niveles comparativos altos o muy altos de concentración en las áreas donde viven con relativa independencia de su número y tiempo de residencia en el país. Al mismo tiempo, hay un elemento de autosegregación social que de ninguna manera puede ser dejado de lado. Este elemento es muy visible, por ejemplo, en el caso de los franceses, alemanes y británicos en Alcobendas. Para ilustrar las diferencias existentes se muestra en la figura 34 el porcentaje de la población de distintos grupos de inmigrantes que se concentra en el 1% de las secciones censales de la CM 44. Figura 34: Porcentaje del grupo respectivo que se concentra en el 1% de las secciones censales de la CM, 2011
Fuente: Elaboración propia en base a INE (2012a). A 1 de enero.
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Las secciones censales forman la unidad más detallada de análisis estadístico del INE. En la CM eran, a enero de 2011, 4.272, con una población que va de menos de cien a unas tres mil personas. Por ser unidades tan pequeñas permiten realizar un análisis bastante certero de la concentración espacial de diversos grupos de inmigrantes.
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Como se observa, este gráfico confirma en general lo que ya se sabe sobre este tema, tal como se mostró en la figura 13, acentuando eso sí la clara tendencia de los inmigrantes iberoamericanos a mostrar altos niveles de dispersión, que encuentran su opuesto en el caso de los chinos, nigerianos y, sobre todo, paquistaníes. En estos dos últimos casos hay que tener cierto cuidado, ya que se trata de grupos numéricamente bastante reducidos. Sin embargo, un control de la situación en Cataluña muestra que la fuerte concentración de los paquistaníes persiste casi invariable a pesar de que su número aumenta considerablemente, lo que está señalando una tendencia a la autosegregación por motivaciones peculiares, probablemente de carácter religioso, de una parte significativa de los inmigrantes de ese país45. Ahora bien, para evitar lecturas alarmistas o simplemente descaminadas de un dato como el de los paquistaníes, digamos tajantemente que en absoluto estamos frente a una concentración poblacional que domina un cierto barrio o que podría convertirlo en una especie de “Pakistown”. Estudiando a fondo este caso, vemos que la mayor concentración paquistaní se da en 13 secciones censales del Municipio de Arganda del Rey, en las que habitan 555 personas nacidas en Pakistán. En la sección con mayor concentración llegamos a la cifra de 132 personas de origen paquistaní. Estas cifras representan apenas el 2,1% del total de población de las 13 secciones estudiadas y solo el 5,1% de la sección que más concentra inmigrantes de Pakistán (132 de un total de 2.611 habitantes).
Condiciones de vivienda El análisis de la situación residencial de la población inmigrante se dificulta considerablemente por la inexistencia de datos plenamente confiables y actualizados. Los últimos datos de este tipo publicados 45
En enero de 2011 el número de inmigrantes paquistaníes era de 3.078 en la CM, mientras que en Barcelona era de 38.320 y en Cataluña llegaba a 42.390. La cifra de toda la CM era prácticamente igual a la de la inmigración paquistaní afincada en Tarragona.
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por el INE son los del Censo de población y viviendas del año 2001. Otra fuente de que disponemos y que ya usamos en el capítulo anterior es la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2007. Pero este material no nos permite desarrollar un estudio más actualizado y detallado. Por ello recurriremos a la Encuesta Regional de Inmigración (ERI) de la CM de 2009 y 2012 para desarrollar el análisis (Observatorio 2010b y Dirección General de Inmigración 2012a). Lamentablemente, solo disponemos de los datos agregados de la ERI 2012 y por ello tendremos que usar la ERI 2009 para los análisis más detallados. La situación residencial de los inmigrantes debe ser analizada dentro de lo que conforma una carrera o trayectoria residencial, que de manera natural se va adaptando a las posibilidades y necesidades del inmigrante dentro de un proyecto migratorio que pasa por diversas etapas. Un interesante modelo acerca de la trayectoria residencial del inmigrante se encuentra en García y Frizzera (2008). En él se distinguen las siguientes fases con sus características respectivas: aterrizaje, llegada, asentamiento y estabilización. En este modelo se destaca el peso clave de las redes migratorias así como la importancia de las formas precarias e informales de acceso a la vivienda para poder iniciar un trayecto residencial que, con el tiempo y la consolidación del proyecto migratorio, puede llegar a una situación residencial que iguala al migrante “a la población autóctona de determinado estrato social” (García y Frizzera 2008: 49). La flexibilidad del mercado de la vivienda es fundamental para que este proceso se desarrolle exitosamente, ofreciendo soluciones habitacionales que, desde el punto de vista de la población ya asentada, pueden ser vistas como muy precarias pero que, para el inmigrante, son ideales para cubrir las necesidades de las primeras etapas de su proceso de asentamiento en una nueva sociedad. Esto le permite al recién llegado (habitualmente un hombre o una mujer que en solitario emprende la aventura migratoria) obtener soluciones habitacionales baratas que maximizan el beneficio de la migración y, en muchos casos, le permiten enviar sustanciales remesas a sus familiares en el país de origen.
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Esto hace que juzgar la situación residencial del inmigrante con criterios que no tomen en consideración sus necesidades reales sea del todo inadecuado. Incluso el “hacinamiento” puede ser una solución óptima en una primera fase migratoria, por más que consideremos que el mismo no es una solución aceptable bajo otras condiciones. Más descaminado aún es ver, sin más, las soluciones precarias o de baja calidad como una muestra de “exclusión residencial”, cuando en realidad se trata de alternativas accesibles y adecuadas a las necesidades temporales del inmigrante. En este sentido, es de extraordinaria importancia la existencia de “barrios de paso”, es decir, zonas de la ciudad que ofrezcan soluciones habitacionales fácilmente accesibles, que funcionen como punto de partida del asentamiento migratorio. A este respecto, la planificación urbanística a veces se ha transformado en una verdadera amenaza para una integración fluida y flexible de la inmigración, al tratar por principio de eliminar toda forma precaria de vivienda e imponer criterios estándar para planificar las soluciones habitacionales de una población con necesidades muy diversas. Lo que los planificadores difícilmente comprenden es que justamente de esa precariedad dependerá la posibilidad de muchos recién llegados de encontrar una primera morada y empezar así a realizar sus sueños que de otra manera se verían imposibilitados. Madrid, por su parte, con su gran diversidad de soluciones habitacionales formales e informales, brinda condiciones muy favorables tanto a la mezcla social y étnica como a la posibilidad de hacer carreras residenciales que se vayan adecuando no a los planes de la ingeniería social sino a las necesidades de los actores reales de la integración: los inmigrantes mismos. De esta manera espontánea se ha logrado no solo absorber una enorme inmigración sino crear las condiciones de una distribución espacial dispersa de los inmigrantes que, paulatinamente, se ha ido acercando a la de la población de origen español.
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Pasemos ahora a describir con más detalle la situación residencial de la inmigración. Lamentablemente, debemos usar la nacionalidad y no el lugar de nacimiento como criterio de agrupación de la estadística dada la forma en que la misma se recoge. Con ayuda de la figura 35, basada en la ERI 2012, es posible estudiar tanto el régimen actual de tenencia de las viviendas de la población extranjera residente en la CM como su evolución. Figura 35: Tipo de vivienda de la población extranjera cuando llegó a España y en 2012, en porcentaje
*Incluye diversas formas precarias de vivienda, como ser camas alquiladas, hostales y pensiones, centros de acogida y lugar de trabajo (incluyendo a las internas). Fuente: Elaboración propia en base a Dirección General de Inmigración (2012).
Como se puede observar, en 2012 más de la mitad de la población extranjera (55,8%) vivía en una vivienda propia (12,6%) o alquilada (43,2%), que son formas avanzadas en la trayectoria residencial. Una cuarta parte (25,9%) vivía en formas intermedias en la trayectoria residencial, representadas por pisos compartidos y habitaciones alquiladas. El resto vivía en tipos de vivienda definidos por su grado relativamente alto de precariedad, desde la vivienda de familiares y
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amigos (13,7%) hasta el lugar de trabajo (2,5%) y otras formas menos significativas de vivienda que incluyen centros de acogida, hostales, pensiones y camas alquiladas. El diagrama nos muestra también la notable movilidad residencial ascendente de la población inmigrada, que a su llegada recurrió en una medida muy significativa a formas precarias de vivienda para luego desplazarse hacia formas más estables y avanzadas. Los datos de la figura 35 nos dan, además, una visión muy clara de la enorme diversidad y adaptabilidad del mercado residencial madrileño, que permite brindar soluciones a los más variados tipos de necesidades habitacionales, facilitando de esta manera la inserción urbana de la inmigración en las distintas fases del proyecto migratorio respectivo. Es en este sentido que barrios como el de Lavapiés, con sus tan denostadas “infraviviendas” y corralas, cumplen desde hace siglos un rol tan importante como puerta de entrada para muchos recién llegados46. Un aspecto interesante a dilucidar es el impacto de la crisis económica sobre la carrera residencial de los inmigrantes. Se podría pensar que el sensible empeoramiento experimentado en cuanto al mercado laboral podría haber llevado consigo un repliegue hacia formas más precarias de vivienda. Sin embargo, una comparación de los datos de la ERI 2009 con los de la ERI 2012 no avala esta conclusión mostrando, por el contrario, un progreso hacia formas más avanzadas de vivienda. Esto es lo que se puede observar en el diagrama siguiente.
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Lavapiés, enclavado en pleno centro de la ciudad, es el símbolo del barrio inmigrante madrileño. Su proporción de población inmigrante era de 43,5% en enero de 2011, lo que duplicaba el promedio de la Ciudad de Madrid (21,1%). Sus inmigrantes mostraban una gran variedad de orígenes, viniendo 35,4% de América, 35,1% de Asia, 15,9% de Europa y 13,5% de África (INE 2012a).
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Figura 36: Tipo de vivienda de la población extranjera, 2009 y 2012, en porcentaje
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*Incluye diversas formas precarias de vivienda, como ser la vivienda de familiares y amigos, camas alquiladas, hostales y pensiones, centros de acogida y lugares de trabajo (incluyendo el de las internas). También incluye a los que no contestan. Fuente: Elaboración propia en base a Dirección General de Inmigración (2012).
Si hacemos ahora un estudio por nacionalidad basado en la ERI 2009 merece la pena poner de relieve algunas diferencias significativas en cuanto a la tipología de vivienda más habitual. Esto es lo que se muestra en la figura 37. Las nacionalidades están aquí agrupadas en una escala que va de menos a mayor precariedad habitacional, definida por el porcentaje de “Otras formas”, que agrupa las modalidades residenciales más precarias (piezas o camas alquiladas, centros de acogida, pensiones, etc.).
Figura 37: Tipo de vivienda por país de nacionalidad, 2009
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Fuente: Elaboración propia en base a Pineda y otros (2011) que usan la ERI 2009.
Las diferencias entre las distintas nacionalidades son, como se observa, muy significativas, reflejando desde una inmigración más asentada y distintas preferencias y posibilidades económicas hasta un proceso migratorio muy reciente así como también altos niveles de vulnerabilidad relacionada, entre otras cosas, con la situación administrativa del inmigrante. El régimen de vivienda en alquiler es la categoría mayoritaria en todas las nacionalidades, siendo la opción del 46% de los colombianos, mientras que entre la población subsahariana es un 33% el que vive en este régimen. Entre estos dos grupos se sitúa el resto, con porcentajes entre 44 y 34%. Las características residenciales de la población de origen chino son muy notables, con altos niveles de vivienda en propiedad (25,2%) y de vivienda en casa de familiares y amigos (31%). Esto está, sin duda, relacionado con la conocida fortaleza de las redes familiares y de la actividad económica autónoma de los chinos. En el lado opuesto están los paraguayos, subsaharianos y bolivianos, donde la vivienda en propiedad y en casa de familiares, sumadas, no llegan siquiera al 25%. En ello se refleja
tanto lo reciente de sus procesos migratorios como, en particular en el caso subsahariano, una situación administrativa muy desfavorable que genera niveles muy severos de exclusión (el 12,7% de los africanos subsaharianos decía vivir en camas alquiladas o centros de acogida, situaciones que son totalmente marginales en otros grupos). A su vez, cabe destacar que el tiempo de permanencia en España es una de las variables más importantes en el tema residencial. Según la ERI 2009 la propensión a adquirir una vivienda propia se incrementa a partir del quinto año de residencia, para subir fuertemente desde el séptimo año, mientras que la vivienda en casa de parientes y amigos se reduce rápidamente. Por su parte, la vivienda alquilada sube hasta estabilizarse en torno al 50% a partir del séptimo año de residencia. Por último, la importancia del piso compartido y la habitación alquilada tiende a declinar, pero sin por ello dejar de desempeñar un papel relativamente significativo como solución habitacional para el inmigrante que permanece solo. Pasemos ahora a estudiar el nivel de ocupación de las viviendas y el número de habitaciones de las mismas. Un indicador que muestra la mejora en las condiciones residenciales a medida que avanza el proyecto migratorio es la comparación entre el número de personas con las que se compartía residencia cuando el inmigrante llegó y el número de personas con las que comparte vivienda en el momento (2012) en que se realizó la encuesta (ERI 2012) en que se basa esta información. Por lo que se refiere al momento de llegada, un 34% de los extranjeros vivían solos o con hasta tres personas, mientras que a comienzos de 2012 el 54,3% de la población extranjera vivía en esta situación. Quienes por el contrario compartían vivienda con seis o más personas representaban un 26,1% al inicio, porcentaje que se había reducido en 2012 a un 12,6%. El mismo progreso hacia viviendas compartidas por menos personas se observa comparando los resultados de la ERI 2009 con los de la ERI 2012, lo que confirma la información dada en la figura 36 acerca de que la crisis económica no parece estar impidiendo un mejoramiento de la situación residencial de los inmigrantes. Así, de
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acuerdo a la ERI 2009 los extranjeros que vivían solos o con un máximo de tres personas llegaban a un 39,1%. Según la ERI 2012 esta cifra se eleva al 54,3%. Al mismo tiempo, desciende el porcentaje de extranjeros que vivían con seis o más personas del 21,9 al 12,6% entre 2009 y 2012. Por nacionalidades (ERI 2009), se observan algunas diferencias llamativas en cuanto al número de personas con las que se comparte la vivienda. Esto es lo que se exhibe en la siguiente figura. Figura 38: Comparte vivienda con cuatro o más personas, 2009, en porcentaje
Fuente: Elaboración propia en base a Pineda y otros (2011) que usan la ERI 2009.
Vemos que hay una diferencia llamativa entre las poblaciones inmigradas de Colombia y Perú, caracterizadas por su tiempo relativamente largo de residencia y un capital humano (nivel educacional) alto, donde se observa el menor porcentaje de personas que viven con cuatro o más personas, y aquellos grupos (bolivianos, marroquíes, rumanos, paraguayos y chinos) de características inversas en uno u otro sentido. Una vez más, la población china muestra unos rasgos muy peculiares: no solo encabeza la tabla de los
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grupos que viven con más personas sino que el 21,7% de los chinos vivía en 2009 con siete o más personas, hecho sin paralelos entre las demás nacionalidades aquí estudiadas. Esta circunstancia repercute, obviamente, en la cantidad de habitaciones de las viviendas de los distintos grupos. Los chinos muestran el mayor porcentaje de viviendas con tres o más habitaciones (69,7%, a comparar con el promedio para todos los extranjeros que en 2009 era de 59,4%). Pero en la cantidad de habitaciones también se puede reflejar el éxito socioeconómico de la inserción en la nueva sociedad, como lo muestra el caso de los peruanos que, a pesar de ser el grupo en que un menor porcentaje comparte vivienda con cuatro o más personas (figura 38), muestra un porcentaje (68,2%) de viviendas con tres o más habitaciones apenas inferior al de los chinos (si bien estos últimos superan de lejos a los peruanos en el porcentaje de viviendas que tienen cinco o más habitaciones). Mirado finalmente el tema residencial desde el punto de vista de la densidad de personas por habitación disponible vemos que en 2009 el 62,8% de los extranjeros residentes en la comunidad madrileña disponía de al menos una habitación por cada 0,5 personas (lo que se considera el umbral de la densidad habitacional “normal”). Un 28% tenía condiciones habitacionales caracterizadas como de “alta densidad” (0,3 a 0,4 habitaciones por persona) y solo un 9,1% vivía bajo condiciones que acostumbran a ser definidas como de “hacinamiento” (una disponibilidad de menos de 0,3 habitaciones por persona). Ahora bien, de acuerdo a los resultados ya conocidos de la ERI 2012 cabe esperarse la constatación de un mejoramiento sustancial en este campo cuando se presenten los resultados más detallados de la encuesta. Quisiéramos cerrar esta sección dedicada a la vivienda con un indicador que puede darnos algunas luces acerca de la voluntad del inmigrante de asentarse más definitivamente en España o de retornar a su país de origen. Se trata de las respuestas dadas a una de las preguntas de la ERI 2009 que se refiere a la perspectiva de compra
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futura de vivienda y dónde se realizaría la misma (en España o en el país de origen del inmigrante). La figura que sigue a continuación resume los resultados de las respuestas agrupados de acuerdo a la nacionalidad. Figura 39: Perspectiva de compra de vivienda, 2009 100
Fuente: Elaboración propia en base a Pineda y otros (2011)
Estos resultados son sorprendentes en muchos sentidos. Las respuestas de los residentes chinos y subsaharianos son las que más llaman la atención. Las de los chinos por la fuerte voluntad de adquirir una propiedad en España y la ausencia casi total de querer hacerlo en China. Ello, más el alto nivel de propietarios ya detectado en este grupo, indica que la elección de España como país de residencia tiene un carácter al menos de largo plazo o tal vez definitivo. Esto puede parecer contradictorio con lo compacto del grupo, la fuerza de sus redes étnico-familiares y su clara ligazón con China. Sin embargo, esto ya se ha visto en otros países donde se han formado minorías de origen chino que mantienen su especificidad e incluso fuertes rasgos endogámicos sin por ello debilitar la voluntad
de permanecer en su nuevo país. Por su parte, los subsaharianos parecen querer tanto arraigarse en España como retornar, o tal vez de pertenecer a ambas partes. Puede que en esto se esté reflejando la situación de incertidumbre y vulnerabilidad que caracteriza una parte significativa del grupo de origen subsahariano y que, entre otras cosas, se expresa en el muy bajo porcentaje de subsaharianos que dicen haber adquirido una vivienda en España (ver la figura 37). El deseo más claro de retorno se da, si nuestra interpretación de estos datos es pertinente, entre los paraguayos. Pero también entre otras nacionalidades de reciente asentamiento en España. En este sentido sorprende el caso marroquí, ya que se trata de un grupo con un asentamiento relativamente prolongado en España. Por otro lado, resalta la perspectiva de consolidarse en su nuevo país de los colombianos lo que sin duda debe tener mucho que ver con las condiciones de inseguridad ciudadana de su país de origen. Mirando el conjunto de los extranjeros, ambas expectativas están, sin embargo, bastante equiparadas. Del total de los encuestados el 18,6% expresó su preferencia por adquirir una vivienda en España y el 19,2% en el país de su origen. Este equilibrio se ha visto plenamente confirmado por la ERI 2012, donde la pregunta “¿Piensa regresa a su país o establecerse en España?” recibe un porcentaje casi idéntico de respuestas que se inclinan por una u otra alternativa.
Mercado de trabajo Los inmigrantes constituyen hoy cerca de una cuarta parte de la población activa de la CM. Por ello, el empleo de esta fuerza laboral es en todo sentido decisivo para el presente y futuro de la región madrileña, fuera de ser un factor determinante para el éxito de la integración de la población foránea Como sabemos, la CM se caracteriza por un mercado laboral más dinámico y, por ello mismo, más incluyente que el de muchas otras comunidades autónomas (ver figura 17). Sin embargo, ello no ha hecho a Madrid inmune a la profunda crisis económica que ha
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azotado al conjunto del país desde 2008. Su economía se ha resentido seriamente y su mercado de trabajo se ha deteriorado, tal como lo muestra el aumento del paro en la CM que pasa del 6% en el tercer trimestre de 2007 al 17% en el mismo trimestre de 2011. Se trata de cifras claramente inferiores al promedio nacional (8 y 21,5% respectivamente) pero que no por ello dejan de ser preocupantes. Al mismo tiempo, Madrid tampoco ha podido escapar a la tendencia general a que los inmigrantes soporten tasas de paro muy superiores a las que de los autóctonos. Las razones de esta amarga realidad tienen que ver con una serie de factores ya analizados, que van desde las regulaciones mismas del mercado laboral hasta el tipo de sectores en que muchos inmigrantes trabajan y la mayor precariedad de sus condiciones laborales. Esto queda reflejado en la figura siguiente, que resume la evolución del desempleo entre los españoles y los extranjeros en la CM y en España de 2007 a 2011. Figura 40: Evolución de la tasa de paro entre españoles y extranjeros, tercer trimestre de 2007 a 2011
Fuente: INE (2012), basado en la EPA. Elaboración propia.
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Merece la pena destacar que, pese a estos altos niveles de paro, los extranjeros mantienen tasas de empleo que todavía son bastante más altas que aquellas de la población española. La figura 41 da un cuadro comparativo de la evolución de la tasa de ocupación, en la que se puede constatar no solo el nivel más alto de la CM respecto del promedio español, sino también que el diferencial entre la media de España y de la CM se amplía en el caso de los extranjeros a favor de Madrid, pasando de 8,3 puntos porcentuales el tercer trimestre de 2007 a 10,2 para el mismo trimestre de 2011. Figura 41: Evolución de la tasa de ocupación entre españoles y extranjeros, tercer trimestre de 2007 a 2011
Fuente: INE (2012), basado en la EPA. Elaboración propia.
A fin de profundizar estos datos se presentarán, a continuación, una serie de análisis basados en los datos sobre afiliaciones a la Seguridad Social, contrataciones y tasas de ocupación y paro. Comencemos con los datos sobre afiliación a la Seguridad Social (Ministerio de Empleo 2012). Según los mismos, la CM era, a noviembre de 2011, la segunda comunidad autónoma en número de extranjeros afiliados a la Seguridad Social en términos absolutos, tras Cataluña. En España los afiliados extranjeros ascendían a 1.751.274,
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lo que suponía el 10% del total de la población afiliada en el país. Sin embargo, en la CM representaban el 13,5%, cifra superior a la de Cataluña (12,6%) e inferior solo a la de Murcia (16%) e Islas Baleares (13,9%). En la CM, la afiliación de la población extranjera ha disminuido en los últimos cinco años (2007 a 2011). En términos absolutos el descenso fue de 45.359 personas, lo que supone un 10,6%. Un 32,5% del total de extranjeros afiliados en la CM pertenecía en 2011 a la Unión Europea (122.636 personas) mientras que el 67.5% restante (254.334 personas) está compuesto por extranjeros no comunitarios. Por sectores de actividad, el régimen general (76,2%) agrupa al mayor número de afiliados extranjeros, seguido por el régimen especial de empleados del hogar (14%) y autónomos (8,8%). Esto difiere de la población española, que cuenta con mayores porcentajes tanto en régimen general (85,6%) como de autónomos (13,4%), mientras que el régimen del hogar es muy poco significativo. Pasemos ahora a estudiar el tipo de contratos que caracterizan a la población extranjera47. Del total de las contrataciones realizas en el año 2010 en la CM, un 24,9% se realizó a población extranjera y un 75,1% a población española. En España, el porcentaje de contratos laborales realizados a población extranjera es algo inferior (20,2%). De todos los contratos realizados durante el 2010 a la población extranjera en la CM, el 70% están agrupados en ocho nacionalidades y un 33,8% de los contratos fueron a población rumana (17,4%) y ecuatoriana (16,4%). Luego vienen los peruanos (9,8%), colombianos (8,7%), marroquíes (7,1%), dominicanos (3,9%), chinos (3,6%) y bolivianos (3,2%).
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El número de contratos se refiere al total de contratos laborales realizados durante el 2010. En los datos de contratos evolutivos, los datos se refieren al total de contratos realizados en los años especificados. Se trata de datos obtenidos del Observatorio de Empleo de la Comunidad de Madrid (los datos referidos a la Comunidad de Madrid) y del Ministerio de Empleo y Seguridad Social (los datos referidos al total de España).
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El número de contrataciones realizadas durante los últimos años (2005 a 2010) ha experimentado grandes cambios. Los años en los que se realizó un mayor número de contratos, tanto a la población española como a la extranjera, han sido 2006 y 2007. A partir de esta fecha el número de contrataciones desciende de forma continuada para el total de la población hasta el 2009. A partir de 2009 se produjo un ligero incremento en el número total de contratos realizados (54.341 contratos más), pero esa cifra esconde un aumento de 80.846 contratos en la población española y un descenso de 26.505 contrataciones entre los extranjeros, cuyo número de contratos ha bajado de forma continuada desde 2008. También ha disminuido, desde 2007, el porcentaje de contratos realizados a población extranjera sobre el total de las contrataciones, pasando de un 29,5% a un 25% del total. Todo ello refleja la crudeza ya comentada del impacto de la crisis sobre la población foránea. Por lo que respecta a sectores de actividad, los servicios (76,7%) y la construcción (19%) son los que han registrado el mayor porcentaje de contrataciones de población extranjera. Por lo referente a la población española, la tendencia es la misma aunque el porcentaje de contratos realizados en el sector servicios es más de 10 puntos superior (87,9%) al de la población extranjera, al mismo tiempo que el porcentaje de contratos realizados en el sector de la construcción a la población española (7,4%) está muy por debajo del de los contratos realizados a la población extranjera. Finalmente, en la industria son un poco más comunes los contratos a la población española (4,3%) que a la extranjera (3,5%). En relación al tipo de contratos laborales realizados durante el 2010 en la CM, llama la atención el que prácticamente no existan diferencias entre nacionales y foráneos, predominando en ambos casos abrumadoramente la contratación temporal que representó el 85,6% del total de contrataciones a españoles y un 84,4% de las realizadas a extranjeros. Pasemos ahora, con ayuda de la EPA del tercer trimestre de 2011, a estudiar más en detalle la incorporación de distintos grupos
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de extranjeros al mercado laboral. Es importante pasar a este nivel más desagregado de análisis ya que las diferencias existentes por nacionalidad son extraordinariamente amplias, indicando la existencia de situaciones y niveles de integración sociolaboral muy diversas. La figura 42 nos muestra las tasas de empleo por región de origen de los extranjeros. Figura 42: Tasa de ocupación de los extranjeros en la CM, tercer trimestre de 2011
Fuente: Instituto de Estadística de la CM (2012). Elaboración propia.
Las diferencias observables son de tal magnitud que ameritan un comentario más en profundidad. Por un lado, destacan los altísimos niveles de empleo –en una coyuntura laboralmente muy poco favorable– de los asiáticos, básicamente chinos, y de personas provenientes de la UE-15 (cuyo nivel, considerando su composición de edad, es sorprendentemente alto). Los sudamericanos exhiben también un nivel comparativamente alto de ocupación. En el lado opuesto del espectro laboral están los africanos, tanto magrebíes como, en especial, los de origen subsahariano. Estas situaciones tienen que ver con una serie de factores, como ser la baja
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incorporación de la mujer al mercado laboral, motivada por factores tanto culturales como de estructura familiar, los bajos niveles comparativos de educación, las dificultades idiomáticas y una situación administrativa muy expuesta. Además, en este caso no se puede excluir una cierta medida de discriminación étnico-racial. Sobre esto volveremos más adelante, en el apartado que, debido a su situación de extrema vulnerabilidad, se les dedicará a los inmigrantes subsaharianos. La situación respecto de la ocupación encuentra, lógicamente, su correlato en la tasa de paro. Esto se muestra en el diagrama 43 para los mismos grupos de origen que fueron considerados en la figura anterior. Nuevamente podemos observar, con toda claridad, la excepcionalidad de la situación que afecta a los inmigrantes de origen subsahariano. Figura 43: Tasa de paro de los extranjeros en la CM, tercer trimestre de 2011
Fuente: Instituto de Estadística de la CM (2012). Elaboración propia.
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Situación educacional de los jóvenes inmigrantes A fin de completar la descripción de la situación de los inmigrantes queremos hacer referencia a uno de los factores que, en el largo plazo, tendrá una importancia decisiva para el éxito del proceso de integración, a saber, la situación educacional de los hijos de los inmigrantes. Tal como bien lo ha dicho el ex Consejero de Inmigración de la CM, Javier Fernández-Lasquetty (2010: 92): “la segunda generación es la que con su comportamiento decidirá si España triunfa o fracasa en la integración de sus inmigrantes”. Antes de discutir la situación específica de Madrid, es pertinente hacer algunas consideraciones más amplias de carácter introductorio. En este contexto es menester mencionar, ante todo, la existencia en España de un paro juvenil que el tercer trimestre de 2011 rondaba el 50% (60,5% entre 16 y 19 años; 42,3% de 20 a 24 años). No se dispone de cifras comparables sobre el paro entre los hijos de los inmigrantes, pero no es difícil pensar en niveles que superan largamente el 50% tomando en consideración las diferencias que en cuanto al paro existen entre autóctonos e inmigrantes. Es en este marco que debemos analizar otros hechos que en un contexto de fácil acceso al empleo, como el que existió hasta 2007, podrían no ser tan preocupantes. Nos estamos refiriendo, fundamentalmente, a los logros educacionales de los hijos de los inmigrantes. Para ello nos basamos en el estudio realizado por FEDEA sobre el tema: Inmigración y resultados educativos en España. En él se analizan, conjuntamente, los jóvenes inmigrantes en sentido estricto y los nacidos en España de dos progenitores provenientes del extranjero y allí se destacan tres hechos inquietantes: 1. Una alta tasa comparativa de abandono escolar a partir de los 16 años48. Como consecuencia de ello a los 21 años de edad sólo 48
Para 2009, el abandono escolar temprano entre los jóvenes con origen inmigrante alcanzaba el 45,8%, mientras que para los autóctonos era de 26,4%. Estas cifras, como lo señala Eurostat, son altísimas comparativamente.
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quedaba una décima parte de los jóvenes extranjeros en el sistema educacional, mientras que de los españoles quedaba la mitad. 2. Resultados escolares inferiores, es decir, “un rendimiento sustancialmente peor que los alumnos nativos en todos los ámbitos analizados por PISA”. 3. Un aumento importante de la segregación escolar, que se pronostica aún mayor para el futuro: “Recientemente, los índices de segregación han aumentado considerablemente en la educación infantil, anticipando un aumento aún mayor de la segregación en la primaria y secundaria obligatoria en la próxima década” (FEDEA 2009). Hasta hace poco, diversos hechos problemáticos –como el abandono escolar temprano– eran explicados como parte consustancial de una apuesta familiar migratoria de carácter cortoplacista, donde el trabajo era la meta no solo absolutamente predominante sino también alcanzable para los jóvenes inmigrantes. Sin embargo, el dramático empeoramiento del mercado de trabajo español con sus exorbitantes niveles de paro juvenil indica que esta opción puede transformarse en el equivalente de la marginación y el desempleo (o del paso a un tipo de empleo informal cada vez menos rentable y más riesgoso). En cuanto a los niveles de los resultados escolares de los jóvenes inmigrantes (primera y segunda generación) disponemos de una buena herramienta comparativa, tanto nacional como internacional. Se trata del informe PISA 2009 que enfatiza las capacidades de lectura, cuyos resultados han sido presentados en el Informe español, publicado por el Instituto de Evaluación (2010) del Ministerio de Educación. Este informe confirma, ante todo, el hecho de que los niveles de conocimiento alcanzados por los alumnos de origen inmigrante son inferiores a los de aquellos de origen español. La diferencia era de 56 puntos: 488 para los alumnos españoles y 432 para los inmigrantes. En ambos casos, los niveles registrados eran, comparativamente, muy insatisfactorios y estaban bajo el promedio de la OCDE: 12 puntos
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menos para los educandos de origen español y 24 para los inmigrantes. La diferencia entre ambas categorías se daba en todas las comunidades autónomas que participaron en el estudio (todas lo hicieron menos Castilla-La Mancha y la Comunidad Valenciana). Así, por ejemplo, la diferencia en Madrid era de 59 puntos mientras que en Cataluña era de 82. Estas diferencias disminuían, pero en ningún caso llegaban a desaparecer, si se toma en consideración la situación socioeconómica y cultural de los educandos. En este caso, la diferencia en Madrid queda en 36 puntos mientras que en Cataluña se reduce a 65. Ahora bien, si nos concentramos en el resultado de los alumnos de origen inmigrante por comunidad autónoma llegamos al resultado que se expone en el diagrama siguiente. Figura 44: Puntuación de los alumnos de origen inmigrante en PISA 2009, comprensión de lectura, por CC. AA.
Fuente: Instituto de Evaluación (2010: 185). Elaboración propia.
La excelencia comparativa de los resultados madrileños refleja la superioridad del sistema educativo de la CM, lo que también se expresa en el hecho de que esta comunidad sea la que encabece el
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ranking de los educandos de origen autóctono y logre excelentes resultados a nivel europeo49. Ahora bien, se podría pensar que las diferencias de resultados están motivadas por la composición de la inmigración en las distintas comunidades autónomas, donde la fuerte presencia iberoamericana favorecería a Madrid por el factor idiomático. Al respecto, no cabe duda de que el factor idiomático tiene importancia, reduciendo las puntuaciones de los alumnos que en su hogar hablan idiomas distintos al de enseñanza. Por ello mostraremos en la figura siguiente solo los resultados de estos alumnos (para las autonomías que han dado información sobre ello). Como se ve, si bien el ranking se modifica algo esto no altera la posición aventajada de Madrid respecto del resto de las comunidades autónomas. Figura 45: Puntuación de los alumnos de origen inmigrante que hablan en su hogar un idioma distinto al de enseñanza, PISA 2009
Fuentes: Instituto de Evaluación (2010) y Observatorio de la Inmigración (2010). 49
Como muestra PISA 2009, los resultados de los educandos madrileños no solo son notables en el contexto español sino que salen muy bien parados en una comparación europea, superando, por ejemplo, a los alumnos alemanes y franceses.
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Dejemos ahora de lado esta estadística comparativa para centrarnos en la situación del alumnado extranjero en la CM. Este análisis se centra en la educación obligatoria, estudiando dentro de la misma los datos referidos a las enseñanzas de régimen general. En la medida de lo posible se han comparado los datos de los alumnos extranjeros con los de los españoles, con el objetivo de identificar eventuales diferencias. Se han incluido datos recientes así como una perspectiva evolutiva para poder diagnosticar los cambios más relevantes de la situación del alumnado extranjero en relación con el autóctono. Según las estimaciones de la Consejería de Educación y Empleo de la CM (2011), de los alumnos matriculados en enseñanzas de régimen general en 2010-2011 (991.551) un 14% (139.200) eran extranjeros. Por lo que respecta a España, el porcentaje de alumnos extranjeros matriculados en enseñanzas de régimen general bordeaba el 10% (Ministerio de Educación 2011). La CM concentraba casi el 20% de todos los alumnos extranjeros matriculados en España así como el 18,3% del total de la población extranjera empadronada de entre 0 y 19 años. El país de proveniencia de los alumnos extranjeros refleja la composición de la inmigración en la CM, pero también algunos rasgos peculiares de los distintos grupos de inmigrantes, como son el tiempo de asentamiento en España, sus estructuras familiares y su componente de género así como elementos culturales relacionados con la maternidad. Este tipo de consideraciones son las que pueden ayudar a comprender las diferencias, muy notables en los casos de los ecuatorianos y rumanos, entre la composición porcentual del alumnado inmigrante y el peso de los diversos grupos en el total de la inmigración. En general, se observa que entre los extranjeros de origen iberoamericano y marroquí el porcentaje de alumnos supera el porcentaje que el grupo respectivo representa en el total de extranjeros de la CM. Lo contrario ocurre entre los inmigrantes provenientes de países de Europa del Este (Rumania y Bulgaria) y de China.
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Figura 46: Porcentaje del total de alumnos extranjeros y de los extranjeros empadronados en la CM, 2010
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Fuentes: Consejería de Educación (2011) e INE (2012a). Elaboración propia.
Si se analiza por región de origen, se constata que en 2009-2010 el 53,1% de los alumnos extranjeros provenía de América Central y del Sur, el 25,4% de Europa, el 11,5% del Magreb, el 3,2% del resto de África y, finalmente, el 6,1% de Asia y Oceanía. También se puede constatar que el alumnado extranjero en las enseñanzas de régimen general no dejó de aumentar hasta el curso 2008-2009, cuando llega a la cifra de 143.150. En los cursos 20092010 y 2010-2011 se observa, por el contrario, una cierta disminución, llegando solo a 139.200 en 2010-2011. En cuanto al porcentaje total de alumnos de la CM, observamos un leve descenso entre 2009-2010 y 2010-2011 del 14,34 al 14,04%. Esto no implica, sin embargo, que el número o el porcentaje de alumnos inmigrantes esté disminuyendo, sino que una parte creciente de ellos ha ido adoptando la ciudadanía española. Respecto al tipo de titularidad y régimen del centro al que acude el alumnado, se aprecian considerables diferencias entre el alumnado
español y el extranjero, pero estas diferencias no han variado en los últimos años desmintiendo, al menos en el caso de Madrid, la existencia de una tendencia hacia una mayor segregación educacional en cuanto al tipo de centro frecuentado por españoles y extranjeros. La figura siguiente resume la situación para 2010-11. Figura 47: Porcentaje de alumnos por tipo de centro, 2010-11
Fuente: Consejería de Educación (2011). Elaboración propia.
Por tipo de enseñanza, la población extranjera concentraba en 20092010 más población en la educación primaria (40,7%), seguida por la enseñanza secundaria obligatoria (ESO, 27,1%) y la educación infantil (19,9%). La población española registraba, por su parte, una distribución mucho más pareja: educación primaria 34,4%, educación infantil 28,3% y ESO 21,3%. Además, la presencia de población española en el bachillerato y en los ciclos de formación profesional (FP) era mayor que la extranjera. Si se relaciona la población extranjera empadronada por edad y los tipos de enseñanza, se observa que el número de alumnos y el número de personas en los tramos de edad pertenecientes a ese tramo de enseñanza están, como era de esperar, muy igualados en los tipos de enseñanza obligatoria, tales como son la educación primaria y la
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ESO (incluyendo los programas de cualificación profesional inicial, PCPI). Por el contrario, se observa que hay una cantidad sustancialmente mayor de personas de 0-6 años y 17-19 años que aquella que participa en la educación no obligatoria correspondiente: educación infantil, bachillerato o formación profesional. La discrepancia a nivel de bachillerato y FP es una indicación clara del abandono escolar temprano del cual ya hemos hablado. El mismo alcanzaba niveles inferiores en Madrid respecto del promedio español, pero no por ello deja de ser un dato inquietante. De hecho, en 2009-2010 menos de la mitad de los jóvenes extranjeros de 17 a 19 años asistía a alguna de esas formas de enseñanza.
El caso de los inmigrantes subsaharianos Como hemos visto, la integración de la gran inmigración llegada a Madrid en los últimos quince años se ha desarrollado de una manera notablemente satisfactoria. Sin embargo, existe una pequeña parte de esa inmigración que está sufriendo una forma exclusión muy severa y preocupante que no debe ser pasada por alto. Se trata de una proporción significativa de los inmigrantes de origen subsahariano que, por razones del todo ajenas a la CM pero que la afectan, han sido condenados a formas de existencia inaceptables. Ya hemos señalado un par de datos que, por sí solos, deberían ser motivo de preocupación: una tasa de ocupación el tercer trimestre de 2011 de apenas un 21,9% y una tasa de paro que llegaba a la insólita cifra de 73,3%. También hemos aludido a la precariedad excepcional del grupo subsahariano en materia de vivienda. Pero estos no son datos aislados, el estudio de Mónica Mullor (2011), Inmigrantes subsaharianos: Una aproximación a las claves de la exclusión, analiza diversos aspectos que muestran una realidad que no puede dejarse de lado. La propia autora nos ha dado el siguiente resumen de sus hallazgos, basados en la Encuesta Regional de Inmigración (ERI) 2009 y en materiales propios:
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“El 21,8% de los subsaharianos encuestados no tenía tarjeta sanitaria, lo que contrasta con el promedio de los inmigrantes: solo un 5,5% estaba en la misma situación, porcentaje que se reducía aún más en el caso de los colombianos (2%) y los ecuatorianos (1,4%). Más sobre la gran vulnerabilidad de los inmigrantes subsaharianos: una tercera parte (32,1%) no tenía permiso de residencia, y de ellos más del 40% no estaba empadronado. Esto indica que existe una población subsahariana que ni siquiera está contabilizada en los registros, por lo que su irregularidad es más acentuada que la del irregular promedio. Proyectando los resultados de la ERI 2009 a toda España se puede estimar la existencia de una población subsahariana radicalmente excluida que constaría de entre 30.000 y 55.000 individuos, dependiendo de si recurrimos como indicador a la carencia de tarjeta sanitaria o a la ausencia de empadronamiento. En lo relacionado con el mundo del trabajo, los subsaharianos padecen una altísima tasa de paro, y los que trabajan lo hacen, en buena medida, en condiciones precarias: cuatro de cada diez trabajaban sin contrato, por lo que a menudo se ven expuestos a la explotación de empresarios sin escrúpulos y de las mafias; a veces trabajan con los papeles de otros, que en algunos casos llegan a cobrarles la mitad de lo que ganan a cambio de sus preciados documentos. Así las cosas, no es de extrañar que se haya registrado un dramático aumento del número de subsaharianos que se han visto forzados a acudir a comedores sociales y albergues. Según la ERI 2009, el 21,2% de los subsaharianos había recurrido al servicio de comedor social, lo que supone una cifra ¡once veces superior a la de los inmigrantes en general!” (Mullor y otros 2011). En su estudio, la autora profundiza sobre las razones de esta situación. Sus conclusiones apuntan a las consecuencias de una política de inmigración llena de contradicciones y a un fuerte efecto llamada que, en el caso de los subsaharianos50, termina transformándose en una trampa de exclusión dada su condición 50
El efecto llamada de la regularización masiva de 2005 es, en este caso, impresionante: entre 2005 y 2006 el número de inmigrantes irregulares llegados en embarcaciones a Canarias aumentó de 4.715 a 31.678 (Ministerio del Interior 2011).
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habitual de indocumentados y sus dificultades posteriores de acceder a aquella documentación que les permita pasar a la “irregularidad normal”, que hace posible el empadronamiento y da acceso a una serie de derechos sociales. Este ha sido el caso mayoritario de, entre otros, los iberoamericanos que han ingresado a España como visitantes o turistas con documentos en regla. Por su parte, las duras barreras impuestas a la entrada de los subsaharianos a España los han llevado a optar por una vía migratoria mucho más expuesta, donde la indocumentación es esencial. Ésta, al prologarse en el tiempo, lleva a una condición que la autora define como de “exclusión social radical”, la que viene a reflejar “la situación de irregularidad extrema (total indefensión legal y social) en la que vive una parte significativa de la población subsahariana residente en España, sin acceso al empadronamiento y cuya consecuencia es la de no tener acceso a los servicios (públicos) mínimos sociales, como la sanidad, formación, etc.” (Mullor 2011: 8). La CM, como otras autonomías de España, tiene que vivir con las consecuencias de una política migratoria que condena a una parte de quienes atrae a una situación tan grave como la aquí descrita. No está, evidentemente, dentro de sus competencias resolver el entuerto regulatorio creado, pero, más allá de ello, ha debido enfrentar el reto de la situación humanitaria que se ha producido. En esto, la sociedad civil madrileña ha jugado un papel no solo relevante sino admirable, tal como lo demuestra el amplio accionar de la asociación Karibu, Amigos del Pueblo Africano51.
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La Asociación Karibu fue fundada en 1991. Con sus más de 200 voluntarios presta amplios servicios a los inmigrantes subsaharianos en situación de vulnerabilidad en la CM. Así, por ejemplo, en 2009 se le brindaron cerca de 5.000 atenciones sanitarias a más de 2.500 pacientes, se repartieron ropas y alimentos a más de 5.100 personas, se dio asesoría jurídica en más de 1.100 casos y asesoría laboral a más de 1.400 personas, etc. (Mullor 2011: 57-58).
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Percepciones sobre los inmigrantes, los españoles y la integración Hasta ahora hemos discutido una serie de indicadores objetivos acerca de la inmigración y su integración en la sociedad madrileña. Se trata de aspectos muy importantes que hacen a las condiciones fácticas de vida de la población inmigrada. Pero aún debemos, para obtener un cuadro más completo, incorporar otro elemento de, al menos, igual importancia: la percepción que se tiene del fenómeno migratorio, tanto de parte de los autóctonos como de los inmigrantes. La fuente más actualizada para la CM de que disponemos al respecto hace referencia a la situación el año 2009: el Barómetro de Integración 2009 de la CM que FEDEA elaboró. Esta circunstancia es interesante, dado que se trata de un año en que los efectos de la crisis iniciada en 2008 eran ya plenamente visibles (los datos fueron recogidos en noviembre de 2009). Es por ello que es particularmente digna de destacar la visión tan positiva sobre la convivencia y la integración que, en plena crisis, expresan los encuestados, en especial aquellos que indican ser inmigrantes (extranjeros). Comencemos con la percepción acerca del grado de integración. Como se observa en la figura 48, la gran mayoría de los extranjeros se siente muy integrada (29,8%) o bastante integrada (46,5%). Solo un 20% dice sentirse poco o nada integrado en la sociedad española. Entre los españoles la respuesta es diferente: si bien la mayoría considera que los extranjeros están muy o bastante integrados, se duplica el porcentaje de los que sostienen la opinión contraria. Es decir, los inmigrantes se sienten más integrados que lo que los españoles consideran. Esto puede tener que ver con el sentido que se le atribuye a la expresión “integrados en la sociedad española”. Es posible que para los extranjeros sea, sobre todo, un asunto de vivir bien y sentirse aceptado, mientras que para el español incluya un aspecto de “españolización” que aún, a su juicio, distancia al extranjero de la plena “integración”.
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Figura 48: Percepción del grado de integración de los extranjeros
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Fuente: Observatorio (2010a). Se excluye a los que no responden o no saben.
Esta visión del nivel de integración se relaciona con las percepciones sobre los cambios en la situación de los inmigrantes y la convivencia madrileña. En el gráfico 49 se aprecia la percepción de la evolución de las “condiciones de vida” de los inmigrantes en Madrid. Figura 49: Evolución de las condiciones de vida de los inmigrantes
Fuente: Observatorio (2010a). Se excluye a los que no responden o no saben.
Esta respuesta abrumadoramente positiva sobre las condiciones de vida de los inmigrantes está, sin duda, relacionada con la percepción, también altamente positiva, sobre la evolución reciente de las relaciones entre españoles y extranjeros. Esto es lo que se exhibe en el diagrama siguiente. Figura 50: Percepción de la evolución reciente de la relación entre españoles e inmigrantes en Madrid
Fuente: Observatorio (2010a). Se excluye a los que no responden o no saben. Elaboración propia.
Esta respuesta puede sorprender en tiempos de crisis: apenas en torno a uno de cada diez entrevistados piensa que las relaciones entre españoles e inmigrantes han empeorado. Especialmente entre los extranjeros la respuesta es muy positiva, opinando una clara mayoría que estas relaciones han mejorado mientras que los que opinan lo contrarios son una exigua minoría. A estas respuestas hay que agregar otros aspectos importantes. El primero de ellos se refiere a las eventuales “ganancias de la migración”, es decir, a la percepción de la situación de los inmigrantes en España comparada con la que tendrían en caso de haber permanecido en su país de origen. La respuesta es la que ilustra la figura siguiente.
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Figura 51: Percepción de la situación de los inmigrantes en España respecto a la que tendrían en su país de origen
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Fuente: Observatorio (2010a). Se excluye a los que no responden o no saben. Elaboración propia.
Como podemos apreciar, menos del 10% de los inmigrantes ve la migración como una pérdida relativa, mientras que más de dos terceras partes la ven como una ganancia. La opinión de los españoles es aún más positiva, lo que puede reflejar una cierta subvaloración de las condiciones de vida a que los inmigrantes podrían aspirar en sus países de origen. Otro aspecto muy importante a considerar en este contexto es la opinión que españoles y extranjeros tienen unos de otros sobre una serie de rasgos positivos de la personalidad o el carácter. Esto es lo que se refleja en la figura 52. Allí se puede observar que en todos los ítems reportados una mayoría tanto de españoles como de extranjeros piensan que “el otro” posee igualmente o más estas características positivas. También se puede observar que, en casi todos los ítems, los extranjeros tienen una mejor opinión de los españoles que la que estos tienen de los extranjeros. Significativo acerca de los bien recibidos que se sienten los inmigrantes en Madrid es que un 82% diga que los españoles son igualmente o más amistosos y solidarios
que ellos mismos. Sin embargo, existe una excepción que no es baladí ni casual acerca del ser trabajadores. Aquí se refleja lo que todos ven, a saber, el empuje laboral de los inmigrantes, sus largas jornadas de trabajo y su disposición a aceptar tipos de trabajo que el autóctono muchas veces puede llegar a rechazar. Figura 52: Porcentaje de españoles y extranjeros que estima que extranjeros y españoles respectivamente poseen en igual o mayor medida los siguientes rasgos
Fuente: Observatorio (2010a). Elaboración propia.
También es notable el alto porcentaje que indica tener un “trato habitual” con extranjeros o españoles en cada caso. Lógicamente, por su número relativo, esto es más común entre los extranjeros. Entre ellos destaca el que casi uno de cada tres indique tener relaciones familiares con españoles, lo que, dado lo reciente del fenómeno migratorio, indica un nivel no desestimable de mezcla familiar con los autóctonos. Igualmente notable es el hecho de que más de la mitad de los extranjeros indiquen tener amigos españoles con los cuales se tiene un trato habitual. Esto queda reflejado en el siguiente gráfico.
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Figura 53: Porcentaje de españoles y extranjeros que tiene un trato habitual con extranjeros o españoles en distintos ámbitos
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Fuente: Observatorio (2010a). Elaboración propia.
En suma, lo que esta encuesta refleja con mucha claridad es aquello que cualquier madrileño puede percibir en su vida cotidiana: un excelente clima de convivencia y aceptación mutua. Esta es, sin duda, una de las mejores demostraciones del éxito del Modelo Madrid de integración de los inmigrantes.
V. LOS PRINCIPIOS DEL MODELO MADRID 124
Introducción: un modelo liberal Después de describir la inmigración que Madrid ha recibido y analizar diversos aspectos de su incorporación a la vida madrileña, queremos pasar a estudiar las políticas públicas que la CM ha elaborado y llevado a la práctica en materia de integración de los inmigrantes. Esto lo haremos en dos fases. En este capítulo estudiaremos las ideas y principios que fundamentan la política elaborada para en el siguiente analizar las intervenciones diseñadas y realizadas a partir de esos principios. En ambos aspectos existe una evolución, basada tanto en una profundización ideológica como en la constante evaluación de la realidad migratoria y de los resultados de las intervenciones previamente realizadas. En este contexto dejaremos en gran medida de lado ese aspecto evolutivo para concentrarnos en los principios y actuaciones vigentes, tal como se expresan en el Plan de Integración de la Comunidad de Madrid 2009-201252.
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El lector interesado en esta evolución puede consultar a Tshitshi y Herrera (2012).
La necesidad de profundizar en las ideas y principios en que se basan las políticas públicas que forman parte del Modelo Madrid de integración reside, por una parte, en su carácter notablemente innovador respecto de otros “modelos de integración” y, por otra, en su fuerte arraigo y coherencia desde el punto de vista de las ideas. Es decir, no se trata, como ocurre en muchos otros casos, de una serie de enunciados programáticos o declaraciones de principio de carácter esencialmente retórico, que no hacen más que juntar una serie de palabras o conceptos de moda de acuerdo a lo “políticamente correcto” del momento. En el caso de la CM estamos ante una política consecuentemente liberal de integración, es decir, basada en la primacía de la libertad y la iniciativa individuales, y que, además, lo expresa con toda claridad marcando constantemente sus diferencias respecto de visiones contrapuestas, ya sea de carácter paternalista o colectivista en sus diversas variantes. Esto mismo fundamenta su carácter innovador en el terreno de los modelos de integración de la inmigración. Como se sabe, el debate sobre el tema se ha polarizado en torno a tendencias asimilacionistas, por un lado, y multiculturalistas, por otro. Ambas posiciones son fuertemente colectivistas, la una, el asimilacionismo, privilegiando y tratando de imponer “la cultura” de un grupo o colectivo, el mayoritario del país receptor, y la otra, el multiculturalismo, diciendo que todas “las culturas” son igualmente respetables y deben por ello constituir, en igualdad de condiciones, la base organizativa de una vida social agrupada en torno a ellas. En ambas visiones desaparece el individuo con su multiplicidad de opciones y lealtades para subordinarlo a un ente abstracto, “la cultura” y, lógicamente, sus supuestos representantes. Así, el ser humano concreto se convierte en portador de “la cultura”, pero no de la suya individual, siempre única, cambiante y mestiza, sino de algo superior, metaindividual y esencialmente inmutable que expresaría los rasgos distintivos o, incluso, la “identidad” de un supuesto ente colectivo: pueblo, nación, cultura, raza o etnia. La visión liberal que se plasma en el Modelo Madrid rompe con las bases mismas de esta discusión. No se trata de grupos ni de
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culturas, sino de individuos y del pluralismo social y cultural que, con naturalidad, surge de su libertad. Así se expresa el Plan de Integración 2009-2012 al respecto en sus páginas introductorias: “En todo proceso de integración interviene la libertad de cada individuo. El inmigrante es una persona libre, no un miembro de una colectividad o grupo étnico” (Consejería de Inmigración 2009: 13). Más adelante, el plan desarrolla la opción pluralista distanciándose explícitamente de la dicotomía asimilacionismo/multiculturalismo: “Ya son conocidas las controversias sobre los límites y el fracaso del multiculturalismo por una parte y el asimilacionismo por otra. La defensa del pluralismo se convierte en un modelo que opta por la libertad desde el respeto a la sociedad de acogida y la interacción de los inmigrantes y los nacionales” (Ibid: 217). Hagamos una consideración introductoria final: en el trasfondo de la política madrileña está la conciencia de los fracasos que en materia de integración han experimentado muchos países europeos de larga trayectoria como receptores de inmigrantes. Se trata, por ello, de elaborar tempranamente un modelo de integración capaz de prevenir problemas que en otras latitudes han obligado a intervenciones a posteriori, cuando las cosas ya se habían torcido de una manera muy seria. Esto queda expresado con claridad en el Plan de Integración 2009-2012: “Debemos impulsar la integración ahora, cuando estamos en una etapa inicial. Países europeos con mayor tradición migratoria no hicieron nada para integrar a su inmigración y han desarrollado propuestas cuando ya tenían serios problemas. Nosotros sabemos aprender de las experiencias de estos países y no esperar a tener los problemas para preverlos y resolverlos. Conviene aprender de la experiencia de los países de nuestro entorno que recibieron inmigrantes con anterioridad (principalmente a partir de los años cincuenta). Esto puede ayudar a entender los problemas de la integración de los inmigrantes en el largo plazo” (Ibid: 12). En el análisis que se desarrollará a continuación de las ideas y principios que guían el Modelo Madrid nos detendremos en distintos aspectos que sucesivamente lo van definiendo y conformando: su visión de Madrid y de los inmigrantes; la relación entre
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intervenciones públicas, vida social y esfuerzos individuales; la concepción de la sociedad misma y sus elementos valóricos, legales e institucionales de cohesión; su percepción del proceso gradual de integración y de sus fundamentos de igualdad de oportunidades y no discriminación; y, finalmente, de la necesidad de esfuerzos focalizados en torno a necesidades transitorias específicas de la población inmigrada. Esta enumeración es más amplia que lo que en el mismo plan se denomina “principios rectores” (Ibid: 18-19), ya que esos principios rectores explícitos descansan sobre una serie más amplia de ideas que les dan su pleno sentido y a las cuales debe brindársele la atención que merecen.
Madrid, ciudad abierta y cosmopolita La concepción de lo que debe ser la integración de los inmigrantes refleja siempre la concepción o imagen que se tiene de la propia sociedad que los recibe. En el caso de Madrid, esto queda muy bien sintetizado en las palabras introductorias al Plan de Integración 20092012 del entonces Consejero de Inmigración de la CM, Javier Fernández-Lasquetty: “Nuestro Plan de Integración, basado en la libertad, sitúa al inmigrante en una sociedad abierta y cosmopolita, en donde trabajamos por que cada persona desarrolle sus capacidades y todos avancemos aún más en la convivencia” (Ibid: 9). Este planteamiento tan sucinto se desarrolla más adelante de la manera siguiente: “Los modelos de integración no son ocurrencias descontextualizadas, sino más bien reflejo de una situación muy determinada. En este sentido, la propia realidad de Madrid es perfecta para que nuestra Comunidad se convierta en un ejemplo de integración. Resulta difícil encontrar a una familia madrileña de varias generaciones. Esta condición histórica de Madrid, a saber, la de ser un punto de encuentro urbano hacia el que emigraron los habitantes de ‘provincias’, le hizo ser un territorio especialmente abierto y acogedor sin, por esta razón, carecer de identidad propia” (Ibid: 14).
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En estas palabras se encierra una autorepresentación de Madrid de enorme importancia: ciudad de inmigrantes, abierta, cosmopolita, incluyente a la manera de toda sociedad de inmigración, frontera abierta al recién llegado, donde nadie puede ser más que el otro por que “la sangre”, la “etnia”, la lengua o la historia le ha dado una primacía como portador de una identidad matriz hacia la cual los recién llegados deben converger. Esto es extraordinariamente significativo y clarificador acerca de la peculiaridad de Madrid, sobre todo en el contexto de un país, España, donde las aspiraciones y luchas identitarias de corte regionalista e, incluso, nacionalista están muy presentes. Pensemos, para tener un punto de comparación, en cómo se plantean las cosas en Cataluña. Ya en su primer plan de integración de 1993 (Plan Interdepartamental de Inmigración) los dirigentes catalanes definían una “doctrina” de integración basada en la idea de, como se dice en el plan de integración actualmente vigente, “potenciar la participación de la inmigración en la construcción nacional de Cataluña” (Generalitat de Catalunya 2010: 62)53. El posicionamiento de Madrid como “tierra de todos” es, además, profundamente liberal, en el sentido de que la concepción liberal juzga al individuo por lo que es aquí y ahora, por sus méritos y sus proyectos, no por su origen ni por su herencia genética o cultural, no por su pertenencia a una historia, sino por esa historia que está por hacerse y que la hacemos como individuos y no como portadores de identidades colectivas que debemos escenificar para perpetuar a nuestro pueblo, etnia, raza o lo que sea. Si profundizamos más en esto, vemos en el fondo dos visiones contrapuestas de la sociedad: una de raigambre étnica y otra de raigambre política, como en las sociedades de inmigración, a las que se pertenece no por llevar tal o cual sangre, o provenir de tal o cual historia, o por haber nacido en 53
La idea de una “doctrina catalana de integración” fue elaborada tempranamente por Jordi Pujol en relación a la fuerte inmigración proveniente del sur de España. Para un estudio a fondo de la relación entre inmigración y proyecto nacionalista ver la tesis doctoral de Sandra Gil Araujo (2006).
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tal o cual parte, sino porque se asume un pacto ciudadano y un futuro común. Ser madrileño no es plegarse a la historia, sino hacerla. Por ello que de Madrid se puede todavía decir lo que dijo Calderón de la Barca hace ya tanto tiempo: “Es Madrid patria de todos, pues en su mundo pequeño son hijos de igual cariño naturales y extranjeros”. 129
Los inmigrantes, héroes de nuestro tiempo Completando esta visión de Madrid como ciudad de inmigrantes está la imagen de los inmigrantes como individuos emprendedores, llenos de vitalidad, esperanza y coraje, capaces de regir sus propias vidas y dignos de respeto por ello mismo. Se trata de los verdaderos héroes de nuestro tiempo o, tal vez, de todos los tiempos. La Presidenta de la CM, Esperanza Aguirre, lo destaca con fuerza en sus palabras de presentación del plan, en las que, además, hace una alusión de gran significado simbólico a la propia historia de los españoles: “Los españoles sabemos por nuestra propia historia que la decisión de partir, dejando atrás buena parte de lo que más se quiere –la familia, los amigos y la patria– no es fácil. Pero se emigra para lograr un futuro mejor y esa elección demuestra la capacidad de sacrificio, gran decisión y coraje. Y por todo ello, estamos orgullosos de que los inmigrantes hayan elegido a Madrid, como el lugar al que venir a vivir y trabajar. En Madrid estamos muy orgullosos de tener entre nosotros a personas valientes, que quieren compartir su esfuerzo, su trabajo y sus ilusiones con el resto de madrileños” (Consejería de Inmigración 2009: 7). De esta visión del inmigrante se deriva todo el planteamiento sobre la integración que la CM pretende llevar a la práctica. En esto, no puede ser más evidente el contraste con la categorización tan común, especialmente en el pensamiento paternalista de izquierda o de derecha, del inmigrante como un ser humano débil y necesitado de una mano que lo guíe y proteja. El plan madrileño de integración es taxativo al respecto: “El inmigrante es un individuo libre y responsable. Cada persona inmigrada debe ser tratada como un sujeto
libre, que toma sus decisiones de manera racional, con derechos individuales y con deberes hacia sí mismo y hacia la sociedad de acogida [...] Podemos y debemos ayudarle, pero no es un menor de edad. Tratarle de forma paternalista es un acto de desprecio. El inmigrante no es una víctima, sino una persona capaz de alcanzar mayor prosperidad con su propio esfuerzo. Es, por definición, alguien que está dispuesto a buscar la felicidad por sus propios medios. El sentido del esfuerzo, el sacrificio y el mérito es especialmente intenso entre los inmigrantes” (Ibid: 13). El plan denuncia reiteradamente el “victimismo” como una forma de describir al inmigrante que lo empequeñece y hace aparecer como objeto inerme más que como sujeto activo, lleno de fuerza, inteligencia y coraje. El victimismo tiene dos facetas muy negativas. Puede, por una parte, inducir a la población autóctona a ver al inmigrante como una carga, un peso muerto que deberá arrastrar y mantener con sus impuestos. Por otra parte, puede inducir al mismo inmigrante a rechazar la integración a una sociedad que supuestamente siempre quiere agredirlo y excluirlo. Citemos las palabras del plan al respecto. Describiendo la actitud de ciertos medios de comunicación nos dice: “En ocasiones, existe en estos una tendencia a la victimización permanente del inmigrante, al que presentan como irremediablemente condenado a sufrir la intolerancia, la discriminación y la marginación. Con independencia de las intenciones de este discurso, resulta negativo precisamente para aquellos a los que pretende beneficiar: los foráneos afincados en España. Empeora su imagen (muchos ciudadanos pueden confundir el discurso de esos creadores de opinión con el de los propios inmigrantes y acusar al conjunto de estos de un victimismo injustificado) al tiempo que puede llegar a influir de forma negativa en algunos extranjeros. Para un inmigrante recién llegado que escucha este tipo de mensaje, sobre todo si no tiene una red de amigos o familiares en España con quien contrastarlo, este discurso supone un desincentivo a la hora de tratar de integrarse en la sociedad de acogida y puede generar un pesimismo que suponga un freno a su desarrollo personal” (Ibid: 194).
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Ahora bien, la idea del inmigrante que alienta al Modelo Madrid tiene un trasfondo que va mucho más allá del tema migratorio. En el fondo subyace una visión del ser humano que separa la concepción liberal, basada en la autonomía del individuo y en su capacidad para regir su propia vida, de las diversas concepciones paternalistas de todo pelaje que lo ven como un ser incapaz de ello y, justamente por esa razón, necesitado de un poder superior que lo oriente, regañe o premie, mostrándole la buena forma de vivir que por sí mismo no podría alcanzar. En esta concepción, que fomenta diversas formas de autoritarismo paternalista, el ser humano es como un niño que nunca realmente abandona su condición infantil, que nunca puede valerse por sus propios medios. En este contexto, el inmigrante, particularmente el proveniente de países más pobres, ha sido visto como el más necesitado de los necesitados de la mano sabia y protectora de otros para poder sobrevivir en una sociedad supuestamente llena de amenazas y animadversiones. La idea del inmigrante como emprendedor y gestor de su propio destino no excluye por cierto, tal como se expresa en el párrafo anteriormente citado, la necesidad de ayudarlo en determinadas circunstancias, de la misma manera que lo hacemos con el resto de personas que componen nuestra sociedad. Como veremos más adelante, el Modelo Madrid se basa en una clara conciencia de la obligación solidaria de allanar obstáculos y crear las condiciones reales de una igualdad básica de oportunidades, pero ello no debe convertirse en una coartada para una intervención pública que desprecia la fuerza del individuo, sea o no inmigrante, buscando ponerlo bajo una especie de tutela política que, si se despliega con toda su fuerza y variedad de instrumentos, puede llegar incluso a infantilizar y hacer dependientes a quienes perfectamente hubiesen podido valerse por sí mismos.
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El inmigrante, protagonista de su propia integración De las ideas anteriores fluye con naturalidad el principio básico del Modelo Madrid: que la integración es, esencialmente, un proceso “desde abajo”, desde y en la sociedad misma, cuyo arquitecto, eje y motor no es otro que el inmigrante mismo. El inmigrante no es integrado por otros, sino que se integra a sí mismo por medio de sus esfuerzos y de acuerdo a su propia voluntad. El plan expresa esto de una manera clara y tajante al decir del inmigrante que “el principal agente y protagonista de su integración es él mismo” (Ibid). Esta perspectiva surge de uno de los principios básicos del liberalismo: aquel que se resume bajo el concepto de subsidiaridad de las intervenciones políticas respecto del accionar del individuo y la sociedad civil. Desde una visión liberal, el actor prioritario de la vida social no es el Estado sino la sociedad misma, bajo la forma de los individuos y sus formas asociativas propias de la sociedad civil. Más allá de la creación de un marco legal e institucional apropiado, las intervenciones públicas tienen como finalidad y justificación garantizar una igualdad básica de oportunidades y resolver aquellos problemas que no puedan ser directamente resueltos por los ciudadanos. Las políticas públicas no tienen, por ello, la intención de guiar la vida de los individuos y, menos aún, sustituir lo que ellos puedan hacer. Son, en suma, subsidiarias o supletorias, un complemento facilitador de la acción social desde abajo, desde los individuos y la sociedad civil, pero no más que eso. De esta visión de la relación entre lo público y lo privado proviene no solo la insistencia en el protagonismo del inmigrante sino también, como ya lo vimos, el rechazo y la denuncia de todo paternalismo, llegando a calificarlo como “un acto de desprecio” ya que se fundamenta en la descalificación de la capacidad del individuo mismo para regir su propia vida. Esta perspectiva antipaternalista es un eje vertebrados del Plan de Integración 2009-2012. Su demarcación de responsabilidades entre el
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accionar privado (protagónico) y el público (subsidiario) y sus claras señales acerca de la gestoría (del inmigrante) y el derrotero de una integración exitosa (lograr, mediante los propios esfuerzos, el fundamento de la autonomía personal), deben hacerse presentes desde el primer encuentro del inmigrante con lo público. Así, la finalidad de las intervenciones durante la “fase de acogida” se define de la siguiente manera: “La acogida se desvincula del asistencialismo, teniendo como objetivo último la autonomía personal y la no dependencia de las entidades públicas” (Ibid: 60). Es a partir de este tipo de definiciones que el plan responde a la pregunta básica de toda política pública: ¿Quién debe hacer qué? La implementación concreta de las políticas públicas del Modelo Madrid, que estudiaremos en el siguiente capítulo, nos da la respuesta exacta a esa pregunta clave, pero desde ya se debe indicar que las intervenciones diseñadas son siempre acotadas ya que no buscan, como en otros modelos, hacerse cargo de tutelar la integración de los inmigrantes o algo parecido. Más aún, la intención de un modelo liberal como el de Madrid no puede ser otra que la de hacer prescindibles las intervenciones públicas en la medida en que los individuos y la sociedad civil puedan ampliar su radio de acción y resolver por cuenta propia sus necesidades y problemas. En este sentido, el contraste no podría ser mayor con modelos de corte socialista o paternalista, que buscan siempre nuevas formas de ampliar su tutelaje sobre la sociedad.
La sociedad pluralista De la visión liberal se deduce la apuesta de fondo que le da sentido al Modelo Madrid: su idea del tipo de sociedad que podemos y debemos formar conjuntamente. Se trata de una sociedad de individuos y derechos universales, no de grupos con derechos particulares: “El inmigrante es una persona libre, no un miembro de una colectividad o grupo étnico. Una sociedad escindida en grupos étnicos o colectividades separadas entre sí es una regresión política: volver a la
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concepción del Antiguo Régimen (derechos diferentes y estatus diferentes según el origen social o nacional)” (Ibid: 13). Esta toma de posición está en clara oposición al ideal social multiculturalista, que aspira a crear una sociedad de colectivos agrupados en torno a su etnicidad o cultura que cuentan con sus propios representantes ante la sociedad mayoritaria, la que les concede leyes e instituciones diferenciadas, que dan expresión a sus peculiaridades como grupo. Se trata de una especie de federalismo étnico, que busca un trato para los inmigrantes que los termine convirtiendo en “minorías”, en el sentido fuerte que el derecho internacional suele darle a este término y que involucra un alto grado de autonomía colectiva. El rechazo al multiculturalismo se refiere, en particular, a la creación de grupos intermediarios que pretendan representar a los individuos de un cierto origen o rasgos, subordinándolos a las voluntades de los líderes del colectivo en cuestión y substituyéndolos en su rol de protagonistas de su propia vida de una manera que coarta la fluidez de toda sociedad abierta y las elecciones personales que son su base. Sobre ello el plan es muy explícito: “Los grupos en ningún caso deben monopolizar o coaccionar las relaciones que los actores sociales individuales establecen entre sí. El racismo, la marginación, la segregación o la inadaptación tienen su origen en el trato al individuo en función de una pertenencia y en la primacía de una pertenencia sobre el comportamiento del individuo en sociedad. Una sociedad está cohesionada en la medida en que las relaciones internas no están trabadas por intermediarios que, aprovechando la transversalidad de alguna característica común, se erigen en representación de la siempre diversa y rica esfera vital del individuo y sus intereses. Esto no implica el deseo de anular la riqueza de las legítimas diferencias sino, precisamente, garantizar que de éstas no se derive ninguna desigualdad: garantizar la igualdad de oportunidades. Por esta razón, una sociedad civil fuerte es incompatible con la existencia de cualquier grupo social en el espacio público cuya pertenencia se deba a relaciones de adscripción no libremente elegidas, o ganadas. La igualdad de oportunidades requiere
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movilidad, y la movilidad requiere relaciones abiertas y dinámicas entre todas las posiciones y grupos que componen una sociedad” (Ibid: 18-19). Al ideal de una sociedad de grupos, ya sea multiculturalista o corporativista, el Modelo Madrid contrapone la idea del pluralismo que surge del vivir mismo de los individuos, que no se encasilla en metaidentidades predeterminadas ni está controlada por caudillos étnicos o religiosos, sino que va haciendo y deshaciendo la diversidad día a día, eligiendo una y muchas identidades y campos asociativos, y circulando libremente por el tejido social, sin ataduras tribales a culturas, etnias u orígenes. En suma, “Madrid” piensa a sus nuevos habitantes como se piensa a sí misma: abierta, futurista, cosmopolita. Al mismo tiempo, el ideal social que inspira el Modelo Madrid rechaza el asimilacionismo, que también es una forma de colectivismo, como bien lo mostraron, entre otros, el franquismo y el estalinismo, opuesto a aquella diversidad de opciones vitales que surge de la libertad individual. Ya hemos hablado de la esencia común del multiculturalismo y el asimilacionismo y por ello no es de extrañar este distanciamiento simultáneo de ambas posiciones.
Una sociedad cohesionada El pluralismo, sin embargo, requiere de un fundamento común de convivencia para que la multitud de proyectos vitales que crea la libertad individual no se transforme en el enemigo de sí misma, en una sociedad sin comunidad ni solidaridad, sin un terreno de juego compartido en el que todos puedan desplegar su existencia porque comparten ciertas reglas comunes y, aún más importante, valores esenciales acerca de qué es y cómo debe llevarse a cabo la convivencia en la diversidad. Por sorprendente que parezca, en una sociedad pluralista el derecho a la diferencia presupone el deber de la semejanza, del compartir un sustrato común para sobre él poder diferenciarse sin por ello romper la base de comunidad o cohesión
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social que es necesaria para formar algo más que una colección de individuos o grupos con proyectos disparatados54. En el Modelo Madrid este sustrato común de la diversidad tiene varios pilares o niveles de profundidad: legalidad, instituciones y valores compartidos. Veámoslos uno a uno. La legalidad se refiere, simultáneamente, a la existencia de leyes iguales y de igualdad ante la ley. En suma, todos deben acatar las mismas leyes y esas leyes los tratan a todos por igual: “Para que el inmigrante pueda ser, en plena igualdad, un miembro de nuestra sociedad, debe cumplir la ley y también debe poder atenerse a ella como uno más. De un buen cumplimiento de la legalidad, estaremos en buena disposición para construir una sociedad integrada de personas tratadas equitativa y dignamente, puesto que en un sistema político democrático y liberal, la ley sin fisuras redunda en beneficio de los más desprotegidos” (Ibid: 18). Además, la ley igual apunta al rechazo de toda “legalidad” alternativa, sea ésta formal o informal. Esto es típico de las sociedades segregadas, donde surgen núcleos informales o, muchas veces, directamente ilegales de poder que pretenden imponer sus reglas a un determinado grupo de personas. Esto es enfatizado con fuerza en el plan: “la igualdad ante la ley no sólo garantiza la simetría de las relaciones que el Estado mantiene con cada uno de los ciudadanos, sino que garantiza también la simetría de las relaciones de los ciudadanos entre sí. Por esto mismo, tanto para asegurar la igualdad de trato que el Estado ofrece, en este caso, a inmigrantes y españoles, como para erradicar la presencia de abusos o violaciones de libertades básicas entre éstos, es absolutamente necesario el estricto cumplimiento de la legalidad por todos” (Ibid). Esta igualdad de y ante la ley es la base formal de la cohesión social, pero la misma se desarrolla a través de la existencia de instituciones compartidas. Este es un aspecto fundamental que 54
El autor ha usado en algunas oportunidades un símil culinario para ilustrar esta idea: el de la pizza, con su enormidad de variantes sobre una base común.
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diferencia la posición pluralista de la multiculturalista: los inmigrantes deben acceder al mismo tipo de instituciones (escuela, sanidad, servicios sociales, etc.) y bajo las mismas condiciones que todos los demás habitantes de Madrid. Esta asimilación institucional, que habitualmente ha sido conocida como “principio de normalización”, era un principio explícito de los anteriores planes madrileños de integración y en el actual forma su sustrato como un elemento que por su aceptación general ya ni siquiera merece destacarse por sí mismo. Es interesante, sin embargo, aludir a su definición explícita para lo cual debemos recurrir a las formulaciones del Plan de Integración 2006-2008: “Según este principio se entiende que cualquier medida que se adopte en relación a mejorar el acceso a recursos, servicios y prestaciones por parte de la población inmigrante debería encaminarse a adoptar un tratamiento semejante y en condiciones parejas al resto de la población madrileña. Este principio normalizador, en cuanto a la atención que se presta a la población inmigrante, resulta actualmente un lugar común y plenamente aceptado por todos cuantos se ocupan de estos temas, que debería evitar la generación de procedimientos, dispositivos o prestaciones segregadas y aparte de las que existen para el conjunto de la ciudadanía. Lo cual no significa desconocer la necesidad de favorecer la adaptación de los servicios destinados a la población general para que puedan asumir la especificidad que se requiere en el trabajo con personas que tienen derecho a ser tratadas en condiciones de igualdad desde el respeto a la diferencia y la diversidad como derecho que a todos nos afecta” (Comunidad de Madrid 2006: 36). La asimilación institucional puede, sin embargo, requerir de soluciones específicas en el camino hacia la plena normalización: “En ocasiones, esto mismo puede exigir llevar a cabo actuaciones específicas que permitan incidir de modo eficaz y efectivo en determinadas circunstancias particulares que concurren en algunos casos de personas inmigrantes que se hallan en situación de especial vulnerabilidad, sin que ello signifique operar desconectados de los sistemas generales de protección social, sino por el contrario insertos en ellos y priorizando la atención que se realiza desde ellos” (Ibid).
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Finalmente tenemos el nivel decisivo del modelo pluralista en su búsqueda de un sustrato común a la diversidad: aquel que hace no a las leyes o a las instituciones formales en cuanto tales sino a aquello que, tomando la famosa expresión de Montesquieu 55, forma su “espíritu”, es decir, aquellos valores que llenan de sentido y le dan su verdadera solidez a las instituciones formales. Esos valores no son otros que los pilares mismos de la sociedad liberal y democrática, y como tal son incompatibles con los valores fundamentales de las sociedades jerárquicas y estamentales, basadas en la desigualdad esencial entre los seres humanos o entre las clases, los pueblos, las etnias o las “razas”. Esto es de importancia capital ya que establece los límites de la diversidad aceptable en una sociedad pluralista: toda expresión cultural que pretenda plasmar en la vida social una concepción que niega la igualdad básica de los seres humanos en cuanto a su valor, dignidad, libertad y posibilidades debe ser excluida de la diversidad social tolerable. No se trata, por cierto, de limitar la libertad de pensamiento o expresión, sino de impedir la realización social e institucional de ideas que violan la igualdad y libertad esenciales de los seres humanos y que atentan por ello contra el fundamento mismo de nuestra sociedad, que no es otro que esa igualdad en la libertad que vale para todos y está por sobre toda consideración cultural, religiosa, política o ideológica. Esta conciencia de la incompatibilidad entre los valores de la sociedad abierta y aquellos de sociedades y expresiones culturales que niegan la igualdad y la libertad básicas de los seres humanos es muy importante. Ella determina el rechazo de fondo que el Modelo Madrid muestra hacia las ideas multiculturalistas, que predican el respeto a “las culturas” a costa del respeto a los seres humanos, y su insistencia en la preeminencia de los valores de la sociedad abierta y democrática. Sin ello, simplemente no existe ese fundamento o terreno común sobre el cual se despliega la diversidad propia de la 55
Recordemos que para Montesquieu la “ley positiva” o formal no es más que un caso de algo mucho más amplio: la ley como conjunto de regulaciones de la conducta humana. Esto coincide plenamente con la definición de institución de la moderna teoría institucionalista.
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sociedad pluralista. Esto implica una toma de posición que no es culturalmente neutral, sino que toma partido por las expresiones culturales que afirman la igualdad esencial de los seres humanos, independientemente de su género, origen, etnia o condición, y rechaza aquellas que no lo hacen. Esta toma de partido es esencial al liberalismo y, por lo mismo, forma una parte constitutiva de un modelo de integración tan genuinamente liberal como el de Madrid. Tal como el destacado filósofo canadiense Charles Taylor lo ha dicho en una obra sobre el tema: “El liberalismo no es un punto de encuentro para todo tipo de culturas, sino la expresión de un cierto espectro de culturas que no es compatible con otro espectro de culturas […] Esto implica, por lo tanto, que el liberalismo no puede ni debe tener la aspiración de ser del todo neutral en materias culturales” (Taylor 1994: 65). En el Plan de Integración 2009-2012 se recoge el tema de los valores comunes o compartidos realzando, en diversos lugares, la esencialidad de principios como, entre otros, los de libertad e integridad individual, tolerancia, igualdad de trato y no discriminación, participación democrática e igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Pero más allá de los mismos el plan menciona aquello que designa, con un poco de vaguedad, como “los imaginarios” y “las narrativas” (Consejería de Inmigración 2009: 13), es decir, los puntos comunes de referencia, que forman el nivel más profundo de la integración ya que definen el sustrato que nos hace miembros de una comunidad en el sentido real (emocional o afectivo) y no solo formal (funcional) del término. Estos imaginarios y narrativas pueden ser más excluyentes, como los de las sociedades que priorizan la historia, el origen común y la identidad étnica, o más inclusivos, como el de aquellas sociedades que definen su relato en torno a una identidad abierta, maleable y mestiza, y a un futuro compartido. Este es, como ya se indicó, el caso de la Comunidad de Madrid.
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La integración como proceso El Modelo Madrid se fundamenta en una concepción de la integración como un proceso de largo aliento que va pasando por diversos niveles, desde los más funcionales o superficiales hasta los más profundos: “El primer nivel es el relacionado con los problemas de lengua y educación, así como de trabajo y de protección social, a los que cabe añadir el de la seguridad y el respeto a la ley. Sin resolver estas cuestiones básicas, no hay integración posible. El segundo nivel, más a fondo, es el del sentimiento de pertenencia a la sociedad de acogida. Si no lo hay en una medida importante, los inmigrantes se definen, o se les define, como un cuerpo extraño. Esto tiene que ver con la frecuencia y la intensidad de las relaciones sociales entre unos y otros en una variedad de espacios sociales. Obsérvese que esto no implica ruptura drástica con las comunidades de origen; lo normal es esperar situaciones complejas e híbridas, que se manifiestan de manera distinta en la generación inmigrante y en sus descendientes. El tercer nivel, más profundo, es el de los imaginarios, las narrativas y los valores que hacen posible, en el largo plazo, el desarrollo de esa comunidad como tal comunidad. Esto es un asunto arduo y delicado. Pero no por eso se le puede obviar” (Ibid). Esta concepción gradualista del proceso de integración se articula en políticas públicas que buscan facilitar e incentivar la progresión de los inmigrantes hacia los niveles más profundos la de integración: “desde la Comunidad de Madrid, nos interesaría poner en juego la idea de una integración gradual. Somos conscientes de que la realidad de los inmigrantes no es uniforme y varía radicalmente, por ejemplo, en función del tiempo que llevan en España. La ciudadanía gradual es una respuesta a esta heterogeneidad. Estas etapas no significan, en ningún caso, la distinción entre inmigrantes de primera o de segunda. Más bien al contrario, implican la puesta en marcha de una dinámica, de un círculo virtuoso, que empuje y motive al inmigrante hacia una mayor integración” (Ibid).
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Esta concepción surge en el contexto de un largo debate europeo sobre la integración y sus fracasos. Aquí se han enfrentado dos posiciones opuestas. Por una parte, un posicionamiento que ha propuesto que se debe, tan pronto como ello sea posible, dar la mayor cantidad de derechos a los inmigrantes para que los mismos sirvan de plataforma para la integración. Por otra parte, una postura que niega de forma permanente el acceso a ciertos derechos fundamentales a los inmigrantes, especialmente en lo referido a la adquisición de la nacionalidad o ciudadanía plena en el país receptor56. Así, para unos el inmigrante debe, prácticamente desde su asentamiento en el nuevo país, estar plenamente integrado en cuanto a sus derechos, mientras que para los otros nunca debe llegar a estarlo. Es en este debate que ha terciado la posición gradualista y ha ido ganando terreno a partir de su idea de un balance progresivo entre deberes y derechos, donde estos últimos no son un punto de partida sino que van paulatinamente siendo ganados en el proceso de integración. En suma, a mayor “esfuerzo de integración”, para usar la terminología de la actual Ley de Extranjería, mayores derechos, que culminan con la adquisición de la plena ciudadanía al adoptarse la nacionalidad del país respectivo57. Ahora bien, el poder darle concreción a este tipo de gradualidad no está dentro del marco competencial de la CM ya que implica un replanteamiento de cuestiones que tienen que ver con el marco constitucional mismo del Estado español. Se trata, por ello, de una idea que se “pone en juego” en un debate que solo puede y debe resolverse en un nivel distinto del autonómico. 56
Este modelo tuvo su expresión más clara en el sistema alemán de los “Gastarbeiter” o “trabajadores visitantes” y actualmente es muy común en el Oriente Medio. Otro sistema de exclusión permanente de la ciudadanía plena es el que se usa en los países bálticos con la significativa minoría de origen ruso. 57
El ejemplo más notable del impacto de esta tercera posición es el de Gran Bretaña y el largo debate que condujo, en 2009, a una nueva ley sobre fronteras, inmigración y ciudadanía (Borders, Citizenship and Immigration Act), donde el concepto clave es el de “earned pathway to citizenship” (“camino ganado a la ciudadanía”).
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Igualdad de oportunidades y no discriminación Las políticas de integración que propone el Modelo Madrid parten, como ya se dijo, de la subsidiaridad de las intervenciones públicas y del propósito “normalizador” de las mismas, es decir, su finalidad de integrar al inmigrante al mismo tipo de servicios e instituciones que sirven a los autóctonos. Estos dos principios conducen a la realización de una serie de intervenciones públicas con una doble finalidad muy precisa: por una parte, allanar obstáculos a la igualdad de trato (no discriminación, ya sea ésta negativa o positiva) y, por otra, facilitar el acceso a recursos fundamentales para llevar a cabo la integración, creando una verdadera igualdad básica de oportunidades para las personas inmigradas que requieran de ese apoyo. En otras palabras, se trata de hacer respetar la igualdad en nuestras relaciones y fortalecer la base de recursos de nuestra autonomía personal. La discriminación es un tema recurrente del plan, vinculándola a la existencia de prejuicios basados en concepciones que tienden a juzgar a los individuos no por lo que son como tales sino por su supuesta pertenencia a un grupo determinado, al cual se le atribuyen ciertas características negativas. Combatir este tipo de concepciones “comunitaristas”58 o colectivistas y reivindicar al individuo como tal es por ello la base de la lucha contra la discriminación. Así, por ejemplo, criticando aquellas percepciones dañinas sobre los inmigrantes que los criminalizan o victimizan en masa, se escribe lo siguiente: “Ambas percepciones se fundamentan en una concepción comunitarista de la inmigración y resultan negativas para la integración. Para que ésta sea posible es necesario que se extienda la percepción del inmigrante como persona más allá de su adscripción a un grupo concreto, y vincularla a los principios básicos de las 58
El comunitarismo es una tendencia de pensamiento que busca una especie de posición intermedia entre lo que considera el individualismo contraproducente del liberalismo y los modelos socialistas. Acentúa por ello el rol de lo que ya hace varios decenios fue definido como “estructuras mediadoras” (Berger y Neuhaus 1977) y, en su versión más polémica (que es a la que seguramente apunta la crítica del plan), busca una especie de soberanía intermedia a nivel grupal. Al comunitarismo se asocian nombres como los de Robert Bellah y Amitai Etzioni.
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libertades y los derechos individuales. Cuando alguien es valorado de forma individual es más factible que desarrolle su potencial personal, de igual manera que resulta más difícil que sea víctima de prejuicios y de tratos discriminatorios por su pertenencia a un conjunto. Hacen falta mecanismos para dar a conocer la inmigración en todas sus facetas. Tan importante es que se transmita con eficacia el mensaje de que el único responsable de un delito es el delincuente, y no el conjunto de los inmigrantes o los originaros de un país, como hacer lo mismo con el de que el foráneo llegado a la Comunidad de Madrid no está irremediablemente condenado a ser una víctima. Debe evitarse tanto la criminalización del conjunto de los extranjeros como el paternalismo hacia ellos” (Ibid: 194). El plan contiene, además, una serie de razonamientos de alto interés sobre la discriminación entre los inmigrantes mismos, especialmente en cuanto se refiere a la mujer y la falta de igualdad básica de que adolece en muchos contextos socioculturales que, con la inmigración, puede tender a reproducirse en España: “Es importante tener en cuenta que una deficiente acogida y posterior integración puede producir situaciones de aislamiento dentro del propio grupo cultural. En aquellos grupos en los que la cultura es claramente patriarcal, se corre el peligro de volver a la reclusión de las mujeres en el espacio privado. De esta manera se trasladan al país de acogida los modelos de discriminación existentes en el lugar de origen” (Ibid: 231). La lucha contra la discriminación es sinónimo de la lucha por que todos alcancen una igualdad básica de oportunidades. Todo aquello que vaya en detrimento de la igualdad tanto de derechos como de trato, es un atentado a la igualdad básica de oportunidades que debe fundamentar toda sociedad liberal. En este sentido, el plan recalca lo importante que es ser juzgado no solo como individuo sino meritocráticamente, es decir, de acuerdo no a los contactos o la cuna, sino a los méritos de cada uno. Esta es, sin duda, la mejor herramienta al servicio de la integración de los recién llegados que, por definición, carecen de los contactos y el “reconocimiento social” que muchos autóctonos tienen.
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Pero junto a estas limitantes a la igualdad de trato derivadas del favoritismo hacia “los propios” o de los prejuicios raciales o de otro tipo, existe una “discriminación de hecho”, objetiva podríamos decir. Se trata de las carencias de los recursos y las capacidades mínimos para posibilitar el ejercicio de nuestra libertad. Tal como el premio nobel de economía Amartya Sen (1999) bien lo ha mostrado, una sociedad no es justa ni liberal si no se preocupa de este aspecto “material” de la igualdad de oportunidades. Ahora bien, esta preocupación está plenamente presente en el Modelo Madrid y es la razón de ser de muchas de sus propuestas específicas de intervención que ya analizaremos en detalle. Aquí nos conformaremos con ejemplificar el enfoque de igualdad real de oportunidades del Modelo Madrid aludiendo a la forma en que el asunto se plantea respecto de aquella fase clave del proceso de integración que es la llamada “fase de acogida”: “La acogida constituye la primera etapa en el proceso de integración. Entendemos por acogida el conjunto de mecanismos, dispositivos e instrumentos operativos, dispuestos y estructurados de manera coherente dentro de una orientación global de apoyo, que conforman una primera puerta de entrada de la población inmigrante a los circuitos de integración. Con la acogida se persigue el objetivo de facilitar a las personas extranjeras recién llegadas, o aquellas que por diversas razones han encontrado obstáculos para su inclusión o se encuentran fuera de los itinerarios de integración, las capacidades y recursos apropiados para superar su situación de desventaja y ejercer en plenitud sus derechos y obligaciones” (Ibid: 60). Nótese la formulación final de este pasaje y su evidente parentesco con el famoso “capability approach” de Amartya Sen: “facilitar […] las capacidades y recursos apropiados para superar su situación de desventaja y ejercer en plenitud sus derechos y obligaciones”. Se trata, en suma, de ampliar la libertad personal empoderando al inmigrante que lo requiera y no, como es el caso de las intervenciones paternalistas, de “apoderarse” del inmigrante, imponiéndole, mediante las ayudas públicas, opciones vitales
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(elegantemente llamadas “planes” o “itinerarios de integración”) que otros han determinado como las formas ideales de integrarse. El Modelo Madrid se fundamenta en el accionar de individuos libres y capaces de gestionar autónomamente sus vidas. Ellos, y no las administraciones o los políticos, son el eje del Modelo Madrid. En algunos casos se requiere de un apoyo público para alcanzar las capacidades y los recursos que posibilitan esa autonomía y para ello están las políticas públicas, pero siempre acotadas, subsidiarias: un refuerzo cuando es necesario, pero nunca más que ello.
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VI. IMPLEMENTACIÓN DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS 146
Introducción Las intervenciones públicas que concretizan la “filosofía política” del Modelo Madrid son de una gama muy amplia pero no por ello tratan, como se dijo, de “apoderarse” del proceso de integración ni separar institucionalmente al inmigrante del resto de la población. Su naturaleza es, por una parte, limitada y subsidiaria, propia de una concepción liberal de la sociedad que nunca trata de quitarle el protagonismo social a los individuos y la sociedad civil por ellos constituida. Por otra parte, se trata de intervenciones que propenden a la normalización o asimilación institucional del inmigrante, es decir, a que llegue a ser tratado y servido de la misma forma que todo otro madrileño. En este capítulo trataremos primero lo que designaremos como instrumentos específicos de intervención de la CM, es decir, sus dispositivos y actuaciones creados específicamente en torno al hecho migratorio, para pasar luego a estudiar las políticas sectoriales, que de lejos representan el esfuerzo integrador más importante y que ejemplificaremos analizando más en detalle los casos de la sanidad y la educación públicas.
Instrumentos específicos de intervención La CM diseña sus políticas en materia de inmigración por medio de planes de integración elaborados en base a una gran variedad de estudios y consensuados a través de un amplio proceso de consultación con diversos actores sociales e institucionales. Actualmente está en vigor el tercer plan, que abarca los años 2009 a 2012. Se trata de un documento muy amplio que contempla 11 ámbitos de actuación, 38 objetivos generales, 84 objetivos específicos y 231 medidas. La realización del plan se coordina desde la Dirección General de Inmigración, dependiente de la Viceconsejería de Inmigración, Cooperación y Voluntariado que, a su vez, forma parte de la Consejería de Asuntos Sociales. En su accionar, la Dirección General se sirve de tres tipos de instrumentos específicos de intervención fuera de aquellos incorporados en la políticas públicas sectoriales que analizaremos más adelante: o Dispositivos o Programas de diagnóstico de la realidad migratoria o Convenios y subvenciones
Dispositivos Las herramientas específicas más destacadas de la política de integración de los inmigrantes de la CM son tres tipos de dispositivos o centros orientados o bien a resolver necesidades concretas de los inmigrantes en su proceso de incorporación a la sociedad madrileña o bien a brindarle formación y apoyo a quienes se desempeñan en diversos ámbitos de la acción pública o social relacionada con esa incorporación. Los dispositivos que realizan la función de apoyo directo al inmigrante son los Centros de Atención Social a Inmigrantes (CASI) y los Centros de Participación e Integración del
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Inmigrante (CEPI). El dispositivo que se ocupa de las tareas de formación y apoyo, incluyendo también aquella de sensibilización, es la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación (EPIC) de la CM. A continuación describiremos las funciones y actuaciones específicas de cada uno de estos tres dispositivos de intervención. 148
1. Los Centros de Atención Social a Inmigrantes (CASI) La implementación del programa de los CASI parte de la premisa de que entre los inmigrantes hay ciertas personas que, en su primera fase de instalación en España, tienen una serie de necesidades específicas de carácter imperioso cuya resolución puede ser facilitada mediante el apoyo público. Esto se expresa de la siguiente manera en el Plan de Integración 2009-2012: “La población inmigrada presenta una serie de necesidades especiales, con mayor intensidad en sus primeros momentos de estancia en nuestro país. Con estos centros se pretende ofrecer servicios que faciliten al inmigrante su integración social y laboral, a través de una atención integral y especializada” (Consejería de Inmigración 2009: 76). Es importante destacar que los CASI no tienen como ámbito de intervención al inmigrante en general, lo que sería contradictorio con toda la filosofía del Modelo Madrid, sino solo a aquellos inmigrantes “en situación de especial vulnerabilidad” (Ibid). Se trata, por ello, de un programa muy acotado en cuanto a las personas que debe incluir, lo que explica tanto la conformación misma de las intervenciones como el número relativamente limitado de inmigrantes que en los últimos años ha sido atendido por estos centros. Así, por ejemplo, el Consejo de Gobierno de la CM, al aceptar la prórroga del accionar de los CASIs en marzo de 2010, constató que el total de personas atendidas en 2009 era solo de 1.300. De ellas, 836 fueron atendidas dentro del Programa de Acogida de Emergencia (PAE), cuyo “objetivo principal es garantizar la cobertura de necesidades de alojamiento y manutención a personas inmigrantes en situación de vulnerabilidad, por un período de tiempo determinado”. El resto fue
atendido dentro del segundo programa que rige el accionar de los CASI, a saber, el Programa de Atención Social a Inmigrantes, que “incluye atención social específica, psico-social y de integración socio-educativa, así como intermediación para el acceso a la vivienda” (Dirección General de Medios de Comunicación 2010). Al mismo tiempo, es pertinente destacar que, de acuerdo a la idea de la normalización institucional de los inmigrantes, estos dispositivos no tienen la intención de sustituir a los instrumentos habituales de intervención social sino de complementarlos: “Los CASI son un recurso que complementa las intervenciones de los Centros de Servicios Sociales, dando respuesta a situaciones de especial complejidad […] Un Centro de Atención Social a Inmigrantes es un dispositivo de apoyo de segundo nivel, que complementa la atención social básica de los servicios sociales de atención primaria, para facilitar la integración social de las personas inmigrantes que llegan a nuestra Comunidad en situación de especial vulnerabilidad y que precisan de una intervención social de mayor intensidad” (Consejería de Inmigración 2009: 76). El hecho de no buscar sustituir sino complementar los mecanismos de atención social normales está enfatizado por la relación establecida entre los CASI y los Centros de Servicios Sociales Municipales (CSSM): “El acceso de la población inmigrante a los CASI se realiza a través de los CSSM (excepcionalmente desde el programa de atención a inmigrantes en riesgo de exclusión social) y se intenta dar respuesta a situaciones de especial vulnerabilidad que requieren de una intervención social más cualificada y de mayor intensidad que debe ser realizada por un equipo multiprofesional” (Ibid: 77). Este tipo de centros, que son y han sido gestionados por diversas ONGs, tiene ya su historia. Su creación deriva del Plan Regional para la Inmigración 2001-2003 (Consejería de Servicios Sociales 2001) y los mismos constituyeron una parte central del segundo plan de integración de la CM, cuando, coincidiendo con una fase de intensa inmigración, llegaron a un número de 19. Luego, en la
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medida en que se constató que la necesidad de intervenciones públicas de este tipo iba decreciendo (de un máximo de 7.176 expedientes abiertos por los CASI en 2003 a 3.587 en 2007), se fue reduciendo el número de CASI hasta llegar a los cuatro existentes en la actualidad. Esto implicó una reorientación muy clara del uso de los recursos públicos en el paso del segundo al tercer plan de integración. De esta manera se reflejaba una evolución del proceso de integración de los inmigrantes de gran interés y que calzaba perfectamente con la filosofía básica del Modelo Madrid. Por una parte, se hacía evidente que una mayoría de la población inmigrada estaba pasando de una “fase de acogida” a una de asentamiento y convivencia en la diversidad, propia de una sociedad pluralista. Por ello era lógico que la CM pusiese más acento ya no en los CASI sino en los CEPI, cuya función prioritaria no está ligada a la fase inicial del proceso migratorio sino a su continuación en forma de una activa participación social. Por otra parte, se hacía claro que la propia sociedad civil se estaba transformando en la gran proveedora de soluciones para las necesidades de los nuevos inmigrantes. Esto se deduce de manera evidente de la disminución ya aludida de las intervenciones públicas en años de muy intensa inmigración, como son los que van de 2003 a 2007. Esto no quiere decir que las necesidades hubiesen disminuido, sino que muestra la formación y fortaleza de mecanismos de la sociedad civil, básicamente las redes de apoyo formadas por los propios inmigrantes, para resolver los problemas de acogida que presenta la migración. Esta es, como se sabe, la función clave de las redes migratorias, en perfecta consonancia con la definición subsidiaria de las intervenciones públicas característica del Modelo Madrid. Desde una visión asistencialista y estatista se podría lamentar esta disminución de las necesidades sociales resueltas por el Estado, pero no desde una visión liberal, cuyo mayor éxito no es otro que el hacer prescindibles las intervenciones político-públicas cuando ello sea posible.
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El Balance 2010 (Consejería de Empleo 2011) de las actividades de los CASI permite hacer un recuento pormenorizado de la gran diversidad de actividades que se llevan a cabo en los cuatro centros actualmente existentes (Madrid 1, Madrid 2, Oeste y Sur): o Usuarios dados de alta:
1.176
o Atenciones individuales:
8.429
Por ámbito: Jurídico:
903
Laboral:
1.509
Mediación:
542
Social:
4.117
Psicosocial:
1.358
o Actividades realizadas: o Participantes en actividades:
919 15.255
Participantes por ámbito: Participación y cultura: Empleo y formación:
384 5.165
Educación:
527
Mujer, familia, juventud:
490
Bienvenida y acogida:
4.161
Comunicación y sensibilización:
1.415
Sanidad:
409
Alojamiento y emergencia:
525
151
Rentas
551
Otros:
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2. Los Centros de Participación e Integración del Inmigrante (CEPI) Los CEPI son la columna vertebral de las intervenciones públicas específicas que actualmente desarrolla la CM en materia de integración de los inmigrantes. Definen además, con toda claridad, la percepción que la CM tiene de su propia labor, que no es la de reemplazar a quienes son los grandes protagonistas de la integración, es decir, inmigrantes y población autóctona, sino la de facilitar la interacción social brindando espacios de encuentro para ella. Esto está muy bien descrito en el Plan de Integración 2009-2012 al decir que “la Comunidad de Madrid apuesta por un modelo de integración cultural, buscando romper con la idea de homogeneidad, respetando las diferencias, fomentando el diálogo, el contacto y el mutuo intercambio de hábitos culturales” (Consejería de Inmigración 2009: 217). Luego se desarrolla esta idea más ampliamente: “Los Centros de Participación e Integración del Inmigrante (CEPI), son recursos públicos de acceso directo, en los que se crean espacios abiertos a extranjeros y españoles que representan a diferentes países de procedencia. Tienen como objetivo general, ser un espacio de encuentro entre la población autóctona e inmigrante, en el que se promueve el intercambio entre las diferentes nacionalidades que conviven en la Comunidad de Madrid y los madrileños de origen, actuando como dinamizadores de las relaciones, contribuyendo así a la convivencia. Para lograr este objetivo se promociona la participación responsable y se considera al inmigrante como agente de su integración, emprendiéndose ésta desde los valores democráticos y de libertad” (Ibid). Los CEPI, tal como los CASI, están gestionados por entidades sociales sin ánimo de lucro, que con su diversidad van conformando
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el carácter específico de estos lugares de encuentro, interacción, formación y sensibilización que son los CEPI. Sus actividades son de una gama muy amplia, desde las atenciones individualizadas con diversas orientaciones (jurídica, laboral, social, psicosocial, etc.) hasta, entre otros, cursos de distinto tipo, conferencias, exposiciones, servicios de biblioteca, acceso a recursos de ofimática y apoyo escolar. En la actualidad existen 17 CEPI que con sus nombres vinculan algún país o región de origen de los inmigrantes con España (Hispano-Africano, Hispano-Búlgaro, Hispano-Marroquí, etc.). Esto no quiere decir que estos centros estén abiertos exclusivamente para los inmigrantes de una cierta procedencia, pero sí que en su accionar acentúan un cierto origen de la inmigración con sus particularidades. Además, cosa muy importante, los CEPI, como puntos de encuentro que quieren ser, se dirigen tanto al inmigrante como al autóctono. Así, en 2010 el 14,5% de los participantes en sus variadas actividades habían nacido en España y el 22% tenían nacionalidad española (Consejería de Empleo 2011). Los CEPI fueron creados por el Plan de Integración 2006-2008 de la CM y pasaron de 7 en 2006 a 17 en 2008, número que luego se ha mantenido constante. Simultáneamente, el número de usuarios y participantes en sus diversas actividades se incrementó de 186 mil en 2007 a 320 mil en 2010. Un resumen de las actividades de los CEPI en 2010, basado en el Balance 2010 (Ibid), nos permite acercarnos a la gran variedad de sus funciones y cometidos: o Usuarios dados de alta:
36.567
o Atenciones individuales:
35.155
Por ámbito: Jurídico:
14.343
Laboral:
11.063
Mediación:
1.261
153
Social:
5.436
Psicosocial:
3.052
o Actividades realizadas: o Participantes en actividades:
4.837 219.195 154
Participantes por ámbito: Participación y cultura:
83.257
Empleo y formación:
44.107
Educación:
27.818
Mujer, familia, juventud:
25.806
Bienvenida y acogida:
18.061
Comunicación y sensibilización:
14.128
Sanidad:
2.925
Inmigración y codesarrollo:
1.713
Otros:
1.380
3. La Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid (EPIC) El tercer tipo de centro o dispositivo es la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación (EPIC). Su función es muy distinta a la de los CASI y CEPI, ya que con ella se ha pretendido crear un centro de formación y apoyo a quienes se despeñan, en el sector público o en organizaciones de la sociedad civil, en tareas de apoyo a la integración de los inmigrantes. Además, la EPIC tiene un área dedicada a la cooperación al desarrollo y al codesarrollo, temas que la CM vincula al de la inmigración ya sea por la coincidencia entre varias de las principales zonas de origen de la inmigración y aquellas
que reciben un significativo esfuerzo solidario de la CM, ya sea por la orientación a ir transformando una parte importante del esfuerzo de ayuda al desarrollo en actividades en que los propios inmigrantes tengan un papel cada vez más protagónico (codesarrollo). La EPIC abrió sus puertas en septiembre de 2008 dando origen a una experiencia que por su amplitud y orientación es pionera en Europa. La misma Escuela da la siguiente definición de su quehacer y de sus formas organizativas estableciendo que la EPIC es: o “Una Escuela de la Comunidad de Madrid cuya misión es dar formación y apoyo a quienes trabajan con la integración de los inmigrantes y la cooperación al desarrollo. o Una institución gestionada administrativamente por Cruz Roja de Madrid y respaldada académicamente por la Universidad Rey Juan Carlos. o Una Escuela que ofrece una variada gama de servicios formativos a un amplio espectro de personas involucradas en el trabajo de integración y cooperación. o Un punto de encuentro y reflexión para quienes trabajan en pro de la integración de la población inmigrada y la cooperación internacional. o Un centro de estudios, información, sensibilización y debate sobre migraciones, integración de los inmigrantes, cooperación al desarrollo y codesarrollo” (EPIC 2012). El programa formativo y de actividades de la EPIC es muy amplio, incluyendo un programa formativo básico que abarca 52 cursos y que lleva a la obtención de un Diploma en Formación en Inmigración y Cooperación y un Título de Profesional de Inmigración y Cooperación de carácter universitario. También ha desarrollado un Programa de Máster y un amplio conjunto de actividades formativas y de sensibilización mediante jornadas, encuentros, desayunoscoloquio, exposiciones o cursos especialmente diseñados para cubrir una necesidad específica. Una parte del quehacer de la EPIC se
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desarrolla a través de su plataforma on-line, que permite ofrecer diversos cursos en esta modalidad y también desarrollar un amplio programa de “Redes”, es decir, de tutorías y foros dirigido a apoyar directamente a los profesionales de la inmigración y la cooperación al desarrollo en el desempeño de sus funciones. El Anuario 2011 de la EPIC permite formarnos una idea más exacta de las actividades que este dispositivo realiza: o “Programa de Formación Básica Se impartieron 99 cursos en las áreas de migración, intervención, integración y cooperación al desarrollo por un total de 2.771 horas de docencia. Los cursos contaron con 4.812 solicitantes y 2.944 participantes. A diciembre de 2011 un total de 86 alumnos ha aprobado las 400 horas requeridas para el Diploma EPIC en Inmigración y Cooperación al Desarrollo. De ellos, 39 alumnos han aprobado las 600 horas requeridas para obtener el Título de Profesional de Inmigración y Cooperación al Desarrollo de la Universidad Rey Juan Carlos/EPIC. o
Programa de Máster En febrero se inició, en el Campus Vicálvaro de la URJC, la tercera versión del Programa de Máster, contando con 36 participantes. De febrero a junio se impartieron los cursos del área común y de julio a noviembre las especializaciones de Integración y Cooperación al Desarrollo. Durante el año, 27 alumnos concluyeron exitosamente el programa para optar al título de Máster en Integración,
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Cooperación al Desarrollo y Codesarrollo Universidad Rey Juan Carlos/EPIC.
de
la
o Redes En julio se inició el proyecto REDES, destinado a potenciar, mediante tutorías, foros y cursos on-line, las actuaciones profesionales en el ámbito de la integración, ya sea de parte de administraciones públicas o de ONGs. Redes para la Integración, destinada a profesionales de la administración pública madrileña, contaba a diciembre de 2011 con 183 participantes. Crecer en Red, destinada a profesionales de ONGs, contaba a diciembre de 2011 con 46 participantes. o Actividades Extracurriculares, Ágora Cultural y Cuadernos de la EPIC El año 2011 se realizaron 57 actividades extracurriculares, que contaron con una asistencia total de más de mil ochocientas personas. En abril se iniciaron las actividades del Ágora Cultural, que desde octubre se desarrollan regularmente los viernes por la tarde. En septiembre se lanzó una serie de publicaciones on-line, Cuadernos de la EPIC, de la cual ya se han publicado seis números” (Ibid).
Programas de diagnóstico de la realidad migratoria La CM ha hecho una importante apuesta por dotarse de una base de conocimiento de la realidad de la población inmigrada que le permita hacer diagnósticos acertados y planear intervenciones adecuadas. La responsabilidad de llevar a cabo esta tarea está asignada, dentro de la
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misma Dirección General, al Observatorio de Inmigración–Centro de Estudios y Datos que realiza estudios propios o los encomienda a instituciones de investigación independientes. La finalidad de este programa es, de acuerdo a su propia descripción, observar “sistemáticamente el entorno con el objeto de:
Argumentar las iniciativas de cohesión social
Diseñar, priorizar y sostener políticas públicas
Movilizar recursos sociales
Establecer estrategias institucionales y prever conflictos
Controlar el desarrollo del Plan de Integración y monitorizar sus actuaciones y objetivos
Conocer cuáles son las posibilidades de acción para la mejora y gestionar la política migratoria a través del análisis de datos empíricos y medibles” (Observatorio 2012).
Para ello el Observatorio tiene, según su propia descripción, los siguientes “ejes temáticos y ámbitos de análisis y estudio: Cuantificación
de la inmigración y sociodemográficos
de sus perfiles
Análisis
de las percepciones sociales sobre la inmigración
Análisis
de las relaciones de convivencia intercultural
Análisis,
evaluación y seguimiento del impacto de los programas de atención a inmigrantes puestos en funcionamiento desde la Consejería
Análisis
y perspectivas de las políticas de codesarrollo
Prospección de nuevas
estrategias de actuación” (Ibid).
Entre los principales productos del Observatorio se cuentan el Informe de Población Extranjera de la Comunidad de Madrid, que se realiza
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anualmente (enero) y se actualiza a mediados de año (junio), así como la Encuesta Regional de Inmigración y el Barómetro de Inmigración, que se realizan periódicamente.
Convenios y subvenciones La CM financia y apoya, a través de la Dirección General de Inmigración, una amplia gama de actividades fuera de aquellas desarrolladas directamente desde sus dispositivos. Un primer tipo de actividades son aquellas llevadas a cabo por entidades sociales sin ánimo de lucro. En 2010 las siguientes entidades recibieron, entre otras, apoyo de la CM mediante convenios a fin de realizar diversas actividades de sensibilización y activación relevantes en materias de integración: Movimiento contra la intolerancia, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Alcalá de Henares, Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid y Cruz Roja. Fuera de ello existe una importante línea de actuación mediante convenios realizados con Ayuntamientos y Mancomunidades de Ayuntamientos de la Comunidad. Mediante estos convenios la CM aporta, normalmente, el 70% del financiamiento requerido para desarrollar acciones locales dentro de una gran cantidad de ámbitos: empleo, cultura, deporte, conocimiento de la lengua y cultura españolas, sensibilización y conocimiento de la realidad migratoria, lucha contra el racismo, la xenofobia, la discriminación y la intolerancia, acogida, atención e intervención social con personas inmigrantes en situación de vulnerabilidad, información estadística y actualización del padrón municipal. La distribución de fondos para este tipo de actividades se hace a partir del número de inmigrantes extracomunitarios y de origen rumano y búlgaro que residen en los Ayuntamientos en cuestión. Finalmente, cabe mencionar la significativa cantidad de proyectos financiados anualmente por medio del programa de subvenciones de la CM. El objetivo del programa es otorgar
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“subvenciones para la realización por instituciones sin ánimo de lucro de proyectos en el área de integración de la población inmigrante de la Comunidad de Madrid, para intentar dar mejor respuesta a las necesidades que plantea la sociedad” (Convocatoria 2011). Mediante la convocatoria para 2011 se dio apoyo a cerca de 200 proyectos, con montos que van de los 5.000 a los 60.000 euros. La gama de proyectos aprobados va desde la realización de estudios de la realidad migratoria y programas formativos con orientación laboral hasta actuaciones concretas contra la violencia de género y de apoyo a inmigrantes en condiciones de vulnerabilidad. Las asociaciones que llevan adelante los proyectos son también de muy variado tipo, estando muy presentes las ONGs que forman parte del mundo asociativo de los propios inmigrantes (Orden 2011).
Políticas sectoriales de integración Fuera de las herramientas específicas que ya hemos descrito existe otro grupo de políticas orientadas a facilitar la integración de los inmigrantes y sus hijos, que son parte integrante de los diversos ámbitos sectoriales que estructuran las políticas públicas. Estas son las políticas realmente importantes, ya que involucran al conjunto de los madrileños, sean éstos inmigrados o autóctonos, abarcando la sanidad, la educación, los servicios sociales, los recursos de orden público y otras esferas de la acción de la CM dentro de su amplio marco competencial. En términos presupuestarios, los recursos asignados a las herramientas de intervención específicas antes analizadas no superan el 3% del total del gasto público que beneficia a la población inmigrada y a sus hijos, lo que muestra claramente el peso abrumador de las políticas sectoriales que abarcan el restante 97%. Esto debe ser subrayarlo, ya que pone las cosas en su justa medida e ilustra lo que es un modelo basado en la normalización institucional y legal de los inmigrantes, es decir, que los trata igual y mediante las mismas leyes, instituciones y servicios que a todos los
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demás habitantes. De hecho, las intervenciones específicas de todo tipo tienen un carácter bastante periférico en el conjunto de las intervenciones públicas y están encaminadas a afrontar situaciones de excepción o a ser un complemento a lo esencial, es decir, aquello que vale para todos los ciudadanos dentro de los grandes ámbitos del accionar público. Esto no significa que las intervenciones específicas no tengan un papel que cumplir, particularmente para hacer realidad la idea de la igualdad de oportunidades y no discriminación que es la base del accionar general de la CM. En este contexto, y a fin de entender mejor como funciona la política de integración en cuanto parte integral de las políticas públicas generales, se analizarán más de cerca dos ámbitos sectoriales: sanidad y educación, que son aquellos que, de lejos, concentran el mayor esfuerzo de la CM destinado a beneficiar a su población independientemente del origen de la misma. Según el resumen presupuestario del Plan de Integración 2009-2012 estos dos ámbitos representan casi el 90% del esfuerzo económico total de la CM que tiene como receptora a la población inmigrante (sanidad representa el 65,5% mientras que educación equivale al 23,5%; Consejería de Inmigración 2009: 260).
Sanidad La gran inmigración que ha llegado a la CM ha constituido un reto mayor para su sistema sanitario. Ello en un doble sentido. Por una parte, por la notable expansión demográfica que ella ha supuesto. De 2001 a 2011 la población de la CM registró un aumento de un 20%, lo que equivale a poco más de 1,1 millones de personas, de las cuales un 76% u 866 mil eran inmigrantes. Por otra parte, por la diversificación y novedad del tipo de pacientes, lo que va desde hábitos sanitarios distintos hasta patologías poco usuales en España. Todo indica que estos retos han sido afrontados con gran éxito mediante un esfuerzo considerable de expansión cuantitativa y desarrollo cualitativo del sistema sanitario madrileño. Según los
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Indicadores Clave del Sistema Nacional de Salud (Ministerio de Sanidad 2012) el mejoramiento de los indicadores más importantes sobre el estado de salud en la Comunidad ha sido notable en estos últimos años. Así, por ejemplo, de 2005 a 2009 la esperanza media de vida aumentó de 81,4 a 83,3 años, la tasa de mortalidad infantil se redujo de 3,6 a 2,9 por cada mil niños nacidos vivos, todas las tasas de mortalidad por tipo de patología (cerebrovascular, cáncer, neumonía, diabetes, etc.) descendieron e igualmente lo hicieron las tasas de muerte prematura en todas las patologías registradas. Junto a estos aspectos objetivos tenemos la valoración de los pacientes acerca de los servicios recibidos. De 2005 a 2010, el porcentaje de personas satisfechas con la atención recibida aumentó en los casos de la consulta de medicina de familia (de 80,5 a 83,7%), de la atención especializada (de 65,1 a 79,8%) y de la hospitalaria (de 83,2 a 87,7%). También aumentó el grado de satisfacción con el seguimiento médico de parte de los centros de salud (de 7,03 a 7,25) y con la información recibida del especialista (de 6,68 a 6,96). La única excepción a este mejoramiento generalizado de la satisfacción de los pacientes se da en la atención de los servicios de urgencias, donde el resultado se mantiene estable entre los años señalados (72,9% de personas satisfechas en 2005 y 72,8% en 2010). Estos excelentes resultados tanto objetivos como subjetivos se corresponden muy bien con el aumento de los recursos profesionales disponibles por habitante en la CM, cosa muy notable al recordar el aumento demográfico ya constatado. Así, según los Indicadores Clave ya citados la ratio de personal médico por habitante sube tanto en la atención especializada (un 19,3% de 2005 a 2009) como en la primaria (un 7,2% de 2005 a 2010). Los médicos por habitante aumentan con un 7% y los diplomados en enfermería lo hacen con un 7,8% entre 2005 y 2010. Estos aumentos de los recursos humanos del servicio de salud madrileño se ven potenciados por un incremento notable de la disposición de aparatos de alta tecnología, como los de tomografía axial computarizada (TAC) y resonancia magnética nuclear (RMN), cuya ratio por habitante aumenta un 22 y un 34%
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respectivamente de 2005 a 2009. Al mismo tiempo, sube la tasa de intervenciones quirúrgicas por habitante en un 6,4%. Hemos sido bastante detallados en estos aspectos ya que todo esto es integración pura y dura, aquella que extiende y mejora los servicios públicos universales a una población que, sobre todo por obra de la inmigración, se encuentra en rápido aumento. Son estos resultados notables los verdaderamente importantes a la hora de juzgar, desde el punto de vista de la integración, a las políticas públicas madrileñas. Además, en este compromiso con la sanidad de todos así como con la educación universalmente garantizada está el esfuerzo decisivo respecto de la igualdad básica de oportunidades, que fundamenta el ideal social liberal. Frente a esto y al esfuerzo que ello implica, las herramientas específicas en forma, por ejemplo, de los CASI o los CEPI son solo complementos de un peso muy limitado, si bien, por su visibilidad y especificidad misma, tienden a concentrar la atención mucho más que aquello que es lo verdaderamente esencial. Ahora bien, para adaptar la sanidad a la nueva población madrileña hacen falta esfuerzos específicos dentro del sistema sanitario mismo, tanto desde el punto de vista de la demanda (el ciudadano) como de la oferta (el sistema sanitario). De ello se ocupa, con todo detalle, el Plan de Integración 2009-2012. Los objetivos generales del plan en materia de sanidad son, con sus propias palabras, los siguientes (Consejería de Inmigración 2009: 269-70): “Promover el conocimiento de la población inmigrante sobre el Sistema Sanitario de la Comunidad de Madrid. Incrementar la información sanitaria y la sensibilización de la población inmigrante sobre áreas sanitarias específicas. Proseguir la formación/sensibilización del personal sanitario en temas relacionados con la inmigración.
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Optimizar los sistemas de información que permitan conocer la realidad sanitaria de los inmigrantes.” Para alcanzar estos objetivos generales el plan determina una serie de objetivos específicos y de medidas concretas a realizar. Estas últimas son las que nos dan una idea más exacta de las intervenciones de la CM a fin de facilitar la integración de la población inmigrada al uso normalizado del sistema de sanidad madrileño. Este es el recuento del plan al respecto (Ibid): “Elaboración de una línea de investigación para el mayor conocimiento de las necesidades y demandas de la población inmigrante en el ámbito de la atención sanitaria, enfermedades y salud mental en sus diferentes perfiles, agrupación territorial, etc, que proporcione claves para facilitar o propiciar su aproximación al sistema sanitario y la adecuación de éste a las necesidades detectadas. Realización de actividades informativas, en diferentes idiomas, relacionadas con aspectos del sistema sanitario madrileño de interés para la población inmigrante. Establecimiento de cauces de distribución y difusión de las anteriores actividades, en coordinación con la Consejería de Inmigración y Cooperación59, que permitan su acceso al conjunto de la población inmigrante: Centros de Atención Primaria y Especializada, Centros de Atención Social para Inmigrantes (CASIS), CEPIS, Asociaciones de Inmigrantes, etc. Promoción de los medios disponibles para facilitar la comunicación y el acceso en ámbitos críticos de la atención sanitaria en relación con la población inmigrante: urgencias hospitalarias, equipo de intervención en población excluida, 59
Esta Consejería dejó de existir en marzo de 2010. Sus tareas las cumple hoy (abril de 2012) la Consejería de Asuntos Sociales mediante la Viceconsejería de Inmigración, Cooperación y Voluntariado que, en materias de inmigración e integración de los inmigrantes, actúa fundamentalmente por medio de la Dirección General de Inmigración.
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Áreas Sanitarias con mayor presencia de población inmigrante, etc. Realización de actividades informativas de prevención y promoción de la salud, en diferentes idiomas, en áreas de especial incidencia para la población inmigrante. Establecimiento de cauces de distribución y difusión de las anteriores actividades, en coordinación con la Consejería de Inmigración y Cooperación, que permitan su acceso al conjunto de la población inmigrante: Centros de Atención Primaria y Especializada, Centros de Atención Social para Inmigrantes (CASIS), Casas Nacionales, Asociaciones de Inmigrantes, etc. Garantizar que las medidas contempladas en el Plan de Acción Integral contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid se apliquen igualmente en el caso de la población extranjera inmigrante. Impulsar, dentro del mencionado Plan de Acción Integral contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid, las medidas especialmente diseñadas para un sector específico de la población inmigrante relacionadas con la mutilación genital femenina. Desarrollar actividades formativas dirigidas a los profesionales, sanitarios, socio-sanitarios y administrativos de los servicios sanitarios de la Comunidad de Madrid, para mejorar su conocimiento y atención de la población inmigrante en aspectos tales como el derecho a la asistencia sanitaria, los trámites para la obtención de la TSI, los recursos sanitarios y sociosanitarios disponibles y el acceso a los mismos. Promover la participación de los profesionales sanitarios en actividades dirigidas a la formación de agentes sociales, mediadores, etc., llevadas a cabo por diferentes asociaciones, administraciones públicas, y ONG, sobre inmigración y
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atención a la salud, aportando los aspectos que tienen que ver con la promoción, prevención y atención a la salud. Difusión a través de la red informática (Portal Salud, red informática disponible en atención primaria, intranet de la Consejería de Sanidad, etc.) de las guías existentes en las diferentes Áreas de Salud, sobre diversos aspectos relacionados con la población inmigrante (procesos clínicos prevalentes, enfermedades específicas a considerar en ciertos grupos, dietas especiales, cultura y usos sociales que puedan afectar a cuestiones relacionadas con la salud, etc). Valoración de los sistemas de información sanitaria y, en su caso, adopción de medidas para obtener los datos necesarios sobre los distintos problemas de salud, actividad asistencial, morbilidad, etc, de la población inmigrante, para su posterior análisis comparado. Emisión de informes sobre la información obtenida en relación con la población inmigrante de la Comunidad de Madrid y la Salud para su integración en el Observatorio de la Inmigración.” Esta larga lista de medidas es un ejemplo de un modelo de intervención facilitador de la participación de los inmigrantes en los sistemas sociales generales. A la vez, la misma contempla medidas diseñadas para abordar situaciones muy específicas pero de gran importancia a fin de prevenir conductas, en el seno de ciertos grupos de inmigrantes, atentatorias contra los valores básicos de la sociedad liberal-democrática, como son aquellas que llevan a la violencia de género o a la mutilación genital femenina.
Educación La educación es un ámbito absolutamente decisivo para facilitar la integración exitosa de la población inmigrada y aquel donde en
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general se posibilita el desarrollo de las capacidades humanas. Es, por ello, el núcleo mismo de una política pública que tiene como norte la creación de una igualdad básica de oportunidades. Además, es aquel ámbito donde la cohesión social, en su sentido valórico más amplio y profundo, recibe un aporte decisivo que complementa, desde lo público, el rol protagónico de la familia y la sociedad civil a este respecto. El ámbito educacional abarca una gran variedad de enseñanzas, que van desde la infantil hasta la universitaria y de adultos. En este caso nos restringiremos al análisis de la educación obligatoria ya que nuestro objetivo primario no es estudiar en detalle todas las intervenciones públicas sino ejemplificar, de manera relevante, sus formas de funcionamiento60. Ahora bien, la evaluación de este ámbito tan esencial se dificulta mucho dada la falta de transparencia del sistema educativo español y su asombrosa carencia de mediciones del rendimiento que el alumnado alcanza dentro del mismo. Por ello es que para encontrar cifras comparativas reales hay que recurrir a mediciones internacionales como las realizadas en el estudio PISA. Al hacerlo, hemos podido constatar la excelencia comparativa de la CM, tanto en lo que se refiere a los alumnos autóctonos como a los inmigrantes. Estas indicaciones de la excelencia madrileña se ven ratificadas por la única medición comparativa publicada por el Ministerio de Educación. Se trata de los resultados de la evaluación de diagnóstico 2009 del rendimiento del alumnado de cuarto curso de educación primaria (Ministerio de Educación 2011a). Lamentablemente, allí no se dan cifras desagregadas en lo que se refiere al alumnado extranjero y por ello nos vemos obligados a mostrar, en la figura siguiente, los resultados generales para las cuatro comunidades autónomas con mayor cantidad de alumnos extranjeros en 2009: Cataluña (21,1% del 60
Dejamos por ello de lado una serie de programas formativos dirigidos a inmigrantes adultos, desde aquellos para aprender español y dotarse de instrumentos de inserción laboral hasta el programa Conoce tus leyes, cuyo gran éxito ha motivado su realización en varias ediciones, abarcando miles de inmigrantes. En estos programas formativos los CEPI juegan un papel muy importante.
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total), Madrid (19,6%), Comunidad Valenciana (13,5%) y Andalucía (11,7%). Estas cuatro comunidades autónomas reúnen casi dos terceras partes del alumnado extranjero y por ello son decisivas para evaluar sus logros educacionales. Figura 54 Resultados en la evaluación de diagnóstico 2009 del alumnado de 4º curso de educación primaria
Fuente: Ministerio de Educación (2011a). Elaboración propia.
Los resultados expuestos en este gráfico son realmente impactantes en cuanto a la superioridad de los resultados exhibidos por la CM. Esta superioridad, dado el gran peso del alumnado extranjero en Madrid, no es sino una demostración clara del éxito integrador madrileño. Ahora bien, si hiciésemos una estimación del rendimiento de los alumnos extranjeros basada en los diferenciales de resultado mostrados por PISA 2009 llegaríamos al cuadro que se expone en la figura 55, donde lamentablemente no se puede incluir a la Comunidad Valenciana ya la misma decidió no participar en el estudio PISA 2009.
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Figura 55: Estimación de los resultados de los alumnos extranjeros en la evaluación 2009 del cuarto curso de educación primaria*
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* Basado en los datos de la figura 53 aplicándoles el diferencial que muestra el estudio PISA 2009 entre los resultados generales y de los alumnos extranjeros en las respectivas CC. AA. Fuentes: Ministerio de Educación (2011a) e Instituto de Evaluación (2010). Elaboración propia.
Dejemos ahora de lado estas comparaciones y concentrémonos en la CM. Tal como en el ámbito de la sanidad, el esfuerzo integrador fundamental en educación es aquel que se hace dentro de la marcha habitual de la amplia gama de centros que imparten educación de diversos niveles en la comunidad madrileña. Los inmigrantes y sus hijos son hoy por hoy una parte integrada de la red educativa de la comunidad y sus necesidades, en la inmensa mayoría de los casos, son atendidas bajo las mismas premisas y formas que las del resto de la población. Esto incluye también la amplia gama de programas generales destinados a alumnos con desventajas o problemas de inserción escolar y aprendizaje. El esfuerzo más importante al respecto son los Programas de Refuerzo, Orientación y Apoyo (PROA), que son parte de un proyecto nacional mediante el cual el Gobierno de España colabora con la Comunidades Autónomas y que se denomina Plan
PROA. Su finalidad es apoyar, preferentemente, a “alumnos con dificultades de aprendizaje, con retraso académico y un entorno socio-familiar que les coloca en situación de desventaja educativa”. (Secretaría de Educación 2011: 28). A ellos se les suman alumnos con problemas de absentismo escolar o de difícil integración en su centro escolar. En el curso 2011-2012, que experimentó una drástica reducción de recursos61, estos programas se desarrollaban en un total de 4.236 centros de educación obligatoria, de los cuales 331 estaban en la CM (Ministerio de Educación 2012). Cabe resaltar que en este tipo de programas el criterio de ser extranjero, inmigrante o hijo de inmigrantes no es per se considerado un elemento de selección. Solo se consideran indicadores, como los anteriormente señalados, de deficiencias de rendimiento o inserción escolar. Fuera de estos programas y esfuerzos de carácter general existe una serie de iniciativas de apoyo específicamente destinadas a compensar eventuales desventajas que sí pueden relacionarse con la inmigración, como son las carencias idiomáticas de alumnos y padres o la incorporación tardía al sistema escolar español. Para ello, la CM ha diseñado una serie de instrumentos de apoyo dentro de su amplio programa de Educación Compensatoria: aulas de bienvenida (aulas de enlace), servicio de traductores e intérpretes, monitores de apoyo y mediadores, servicio de apoyo itinerante al inmigrante, fuera de sus esfuerzos compensatorios más generales como son las aulas de compensación educativa, los programas de compensación externa, las aulas abiertas y, finalmente, las actuaciones complementarias de compensación educativa apoyadas por la CM pero desarrolladas por entidades sin ánimo de lucro y ONGs. No es del caso describir todos estos esfuerzos destinados a afrontar situaciones de vulnerabilidad o carencias particulares. Por ello nos limitaremos a ser un poco más detallados con los cuatro tipos 61
El presupuesto estatal del Plan PROA bajó de cerca de 191 millones en 2010 a un poco menos de 60 millones en 2011 (Ministerio de Educación 2012). Se trata, probablemente, del recorte más duro y socialmente menos justificado de los muchos realizados por el anterior gobierno. Las reacciones al mismo, lamentablemente, brillaron por su ausencia.
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más significativos de intervenciones específicamente orientadas a los alumnos de origen inmigrante: las aulas de enlace, el servicio de apoyo al alumnado inmigrante, el servicio de traductores e intérpretes y los monitores de refuerzo y apoyo escolar.
1. Aulas de enlace De acuerdo a la ORDEN 445/2009 de la Consejería de Educación aquellos alumnos de primaria o secundaria obligatoria que “presenten graves carencias en la lengua española se incorporarán a un aula de enlace […] donde recibirán una atención simultánea a su escolarización en los grupos ordinarios, con los que compartirán el mayor tiempo posible del horario semanal” (BOCM 2009: 5). Las aulas de enlace se conocen también bajo el nombre de aulas de bienvenida y su objetivo es “favorecer la incorporación del alumnado extranjero con graves carencias en el conocimiento de la lengua española” y sus destinatarios son “los alumnos escolarizados por primera vez en la Comunidad de Madrid de segundo y tercer ciclo de Educación Primaria y los de Educación Secundaria Obligatoria” (Consejería de Educación 2011). Durante el curso 2010-2011 (Consejería de Educación 2012) había un número total de 162 aulas de enlace a las que asistían 2.928 educandos. Casi dos terceras partes de estos educandos eran de proveniencia china (22,1%), rumana (21,4%) y marroquí (19%).
2. Servicio de Apoyo Itinerante al alumnado inmigrante (SAI) Este servicio se orienta a “facilitar la incorporación educativa del alumnado inmigrante que se escolariza a lo largo del curso escolar, en especial cuando no domina el español”, particularmente cuando no se tiene acceso a un aula de enlace. Este es el caso, por ejemplo, establecido en la ORDEN 445/2009 de la Consejería de Educación, de alumnos de primaria o secundaria obligatoria que por presentar “un desfase en su nivel de conocimientos” sean escolarizados en un curso
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inferior “al que les correspondería por edad. Para este alumnado se adoptarán las medidas de refuerzo necesarias que faciliten su integración escolar y la recuperación de su desfase, y les permitan continuar con aprovechamiento sus estudios” (Ibid). Durante el curso 2009-2010, el SAI prestó apoyo a un total de 547 alumnos, de los cuales 293 eran de primaria y 254 de la ESO (Consejería de Educación 2012).
3. Servicio de Traductores e Intérpretes (SETI) Su finalidad es, por una parte, “favorecer la relación académica y educativa entre los centros educativos y las familias de los alumnos que, por proceder de otros países, desconocen la lengua española” y, por otra parte “apoyar, tanto a los centros sostenidos con fondos públicos, como a cualquier otro Servicio Educativo, para la transcripción de documentos oficiales y para actuar directamente en los centros cuando se detecten en un alumno especiales dificultades en su aprendizaje que requieran una información más específica”. Los destinatarios de este servicio son los “centros docentes sostenidos con fondos públicos, servicios educativos y familias de los alumnos procedentes de otros países que desconocen la lengua española”. Actualmente se prestan servicios de traducción en alemán, árabe, armenio, bambara, bereber, bengalí, búlgaro, chino, coreano, farsi, francés, georgiano, japonés, lingala, macedonio, polaco, portugués, ruso, serbocroata, soninké, ucraniano y wolof. Las traducciones de lejos más solicitadas han sido al chino, seguido por el árabe (Consejería de Educación 2011).
4. Monitores de refuerzo y apoyo escolar Se trata de un recurso administrado por la Dirección General de Inmigración en estrecha colaboración con la Consejería de Educación de la CM y que cuenta con la cofinanciación del Fondo Social Europeo. Por medio del mismo se incorpora a más de un centenar de
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monitores a las actividades de centros educativos con un alto porcentaje de alumnado extranjero. Sus objetivos son: “Incrementar los índices de integración y éxito escolar de los alumnos inmigrantes. Impulsar la participación de sus famitas en el proceso educativo y en la vida de los centros” (Evaluación 2010). Para ello, los monitores realizan actuaciones dentro de tres áreas: convivencia e integración, refuerzo y apoyo curricular, y mediación socio-familiar La evaluación de este programa para el curso 20092010 nos permite describirlo un poco más de cerca. Para ese curso se contrataron 127 monitores que se distribuyeron en un número igual de centros educacionales, de los cuales el 56% era de educación infantil y primaria y el resto de secundaria. El 49% del alumnado de estos centros era, en promedio, extranjero, destacando una quincena de centros en que este porcentaje oscilaba entre el 87 y el 90%. Los beneficiarios directos del programa fueron 14.498 alumnos (Ibid).
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VII. CONCLUSIONES: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA MADRILEÑA 174
Introducción Es aún demasiado pronto para dar un juicio más definitivo sobre el Modelo Madrid de integración de los inmigrantes. Para ello deberá transcurrir más tiempo ya que en temas de inmigración solo el largo plazo permite pronunciarse con plena certeza. Además, son muchos y muy inciertos los factores exógenos que influencian los acontecimientos madrileños. Justo ahora estamos inmersos en un momento de gran inquietud e incertidumbre dada la profunda crisis económica que estamos viviendo a nivel nacional, pero la incertidumbre también tiene que ver con fenómenos que están convulsionando el entorno inmediato de España y cuyo desenlace es difícilmente previsible. Todo ello puede afectar seriamente tanto a los flujos migratorios como a la capacidad de España de gestionarlos y absorberlos. Es evidente que el futuro de Madrid tendrá mucho que ver con ese conjunto de factores que no están bajo su control. Sin embargo, lo que sí podemos afirmar es que hasta este momento Madrid va saliendo airoso de un reto de proporciones notables: integrar cientos de miles de recién llegados a una vida social que se va enriqueciendo con su presencia, reforzando su espíritu de ciudad abierta y cosmopolita en la que la diversidad es su capital más preciado y no una amenaza.
El que así haya podido ser ha dependido de una serie de elementos o factores interrelacionados que hemos ido destacando y analizando en el transcurso de los capítulos anteriores. En este capítulo conclusivo los recopilaremos agrupándolos bajo tres rúbricas: la ciudad, las políticas públicas y los inmigrantes. 175
La ciudad Las características de la ciudad que recibe son esenciales para explicar no solo la forma en que lo hace sino también las estrategias de incorporación y el talante de sus nuevos vecinos. Por más que los recién llegados cambien el medio urbano que los acoge, y sin duda lo harán, éste los cambiará aún más a ellos, pero no asimilándolos a una especie de modelo humano preexistente sino desarrollando y canalizando su alteridad o diversidad hacia nuevas formas de ser distintos. La ciudad receptora determina así, en gran medida, el tipo de diversidad que la caracterizará, pudiendo convertirla desde un factor de riqueza interior hasta una fuente de antagonismos y conflictos. Esta reflexión es la lección fundamental que puede extraerse de la larga experiencia estadounidense como sociedad receptora de inmigrantes. La diversidad humana se rehace y adopta nuevas formas en un nuevo medio ambiente, puede matizarse y hacerse menos evidente, incluso puede ser reprimida y obligada al disimulo, pero no desaparece. Estados Unidos efectivamente creo sus “hombres nuevos”, pero no una “nueva raza”, ni al “superman” del mañana. Creó, con sus insólitas condiciones, nuevos caminos de ser distinto, de ser “americano”, de recrearse a sí mismo y, de esa manera, recrear el país de acogida. Madrid está haciendo lo mismo, o tal vez lo de siempre, ya que esta ciudad se ha ido desarrollando a través de la incorporación sucesiva de recién llegados que la han ido modificando y enriqueciendo, a la vez que Madrid los iba haciendo “a su imagen y semejanza”, es decir, madrileños.
El crisol madrileño tiene distintos componentes o estructuras que lo conforman y que analizaremos, brevemente, por separado. La estructura urbanística madrileña se caracteriza por niveles comparativamente altos de mezcla social, diversidad humana y multifuncionalidad, lo que permite una mayor coexistencia espacial de elementos sociales muy dispares. En otras palabras, las diferencias de estándar habitacional y status sociolaboral de la población tienen una expresión menor en términos de segregación espacial que en otros entornos urbanos. Se trata, por lo tanto, de una ciudad comparativamente integrada pero, a su vez, diferenciada. Ello explica la disminución constante de los índices de disimilitud y segregación en Madrid en relación a su población inmigrada que, no obstante su marcada concentración en viviendas de alquiler, va siguiendo de cerca la distribución espacial de la población autóctona, con su característica tendencia a un desplazamiento desde el centro urbano hacia las periferias. Estamos así ante una estructura urbanística que ha creado la posibilidad de “un escenario donde los extranjeros se han difuminado y expandido a lo largo de todo el territorio madrileño” (Martínez y Leal 2008: 60). La estructura del régimen de tenencia de la vivienda, con un altísimo componente de inquilinos propietarios de sus viviendas62, forma lo que podríamos denominar como la columna vertebral de la ciudad. Esa característica, sumada al “familismo” español 63, ha tendido a arraigar una parte significativa de la población madrileña en sus barrios, protegiendo a los mismos contra cambios bruscos y desestabilizadores en su estructura poblacional y promoviendo un tipo de movilidad social que no implica un desplazamiento geográfico dentro de la ciudad. Esto le da diversidad y densidad social a las diversas zonas que componen Madrid, conteniendo o, incluso, 62
Los niveles de vivienda en propiedad madrileños (y españoles en general) son muy altos en perspectiva internacional (Colectivo IOÉ 2005: 25). 63
Es decir, la gran importancia que la familia tiene como núcleo práctica y existencialmente vital en la vida de los individuos, lo que lleva a la búsqueda de formas intergeneracionales de residencia que no dificulten el contacto y apoyo familiar.
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haciendo disminuir la segregación espacial de la ciudad, tan visible en otras latitudes. Esto es lo que le da una estabilidad dinámica al componente socio-cultural e identitario de los barrios madrileños, que se diversifican y van cambiando evolutivamente y no a partir de cortes violentos en su historia. Esto crea barrios con capacidad de integración, es decir, de hacer a los foráneos parte de sí mismos ya que mantienen suficientes elementos de estabilidad y continuidad para poder hacerlo. Al mismo tiempo, el altísimo porcentaje de inquilinos propietarios no ha impedido una gran flexibilidad para ofrecer soluciones residenciales a una población nueva, que por su asentamiento muy reciente en España busca distintas formas de alquiler como primer paso en su carrera residencial. Esto no ha dejado de sorprender, ya que era común suponer que la fuerte presencia del inquilino-propietario iba a funcionar como elemento residencialmente excluyente de la población inmigrada. Esto no ha sido así, mostrando la gran adaptabilidad de esta forma de tenencia a la composición real de la demanda habitacional64. La estructura de posibilidades, cuya amplitud ha dependido básicamente del fuerte dinamismo y la gran diversidad económica que ha caracterizado a Madrid durante los últimos decenios del siglo XX y comienzos del XXI, constituyendo a la CM en un vigoroso mercado laboral que por su carácter multifacético fue capaz de atraer a todo tipo de migrantes, integrándolos de manera productiva a su tejido social. El dinamismo madrileño se manifiesta igualmente en la gran capacidad de la región de atraer talento y ser puntera en la generación de empleos de alta formación. Esta diversidad y dinamismo se han visto reforzados decisivamente por la apuesta por la libertad económica que la región ha venido haciendo desde hace ya un tiempo. Tanto en 2008 como en 2011 la CM aventajaba con claridad 64
Un ejemplo de esta rápida adaptabilidad a circunstancias cambiantes lo da la evolución de las viviendas de alquiler y en propiedad en la actual crisis. Entre 2007 y 2008 (último año para el que hay datos) las viviendas en propiedad disminuyeron en 87 mil y las de alquiler aumentaron en casi 109 mil. Esto implicó también, para llegar a ese número, la salida al mercado del alquiler de una cierta cantidad de viviendas “no principales” (Instituto de Estadística 2012).
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a todas las demás comunidades autónomas españolas en este sentido, tal como lo muestra el índice de libertad económica elaborado por el profesor Francisco Cabrillo (Cabrillo y otros 2011). Todo esto se refleja tanto en las tasas de crecimiento de la CM, que superan netamente el promedio español, como en sus tasas de ocupación que, según el INE (2012), fueron las más altas de España en el momento más álgido del boom económico (IV trimestre de 2007) tal como lo son hoy (IV trimestre de 2011). Lo mismo queda reflejado en sus niveles salariales, que, a excepción del País Vasco, son los más elevados de España (III trimestre de 2011; INE 2012b). De 2001 a 2008 se generaron casi 700 mil nuevos puestos de trabajo en la región madrileña, lo que representó un aumento del 29,5%, claramente por sobre el 25,5% con que aumentó la ocupación en toda España. Por ello mismo no es de extrañar que el crecimiento de la población inmigrada haya sido superior en la CM que en España en general. La estructura mental o su autorepresentación como ciudad de inmigrantes, de recién llegados que vienen a construir su propia realidad y no a que se la den construida, a compartir un futuro que los une más fuertemente de lo que los pudiera desunir su pasado variopinto. Se trata de ese “estar abiertos a todos y a todo” que la Presidenta de la CM define como la “principal seña de identidad” de Madrid (Aguirre 2007). De esta manera, la cultura madrileña exhibe rasgos que la acercan a la cultura incluyente y orientada hacia el porvenir de los países clásicos de inmigración, alejada de las identidades étnicas, de “la sangre y el origen”, que quedan así relegadas al microcosmos de la diversidad urbana sin excluir a nadie de la categoría de “madrileño”. En Madrid es posible aquello que en muchos lugares difícilmente lo es, al menos para la primera generación de inmigrantes, aquello que un célebre madrileño por adopción, Mario Vargas Llosa, expresa así: “Creo que he pasado a ser un madrileño más, algo que en Madrid es posible. Uno de los grandes encantos de Madrid es que es la ciudad de todos” (Vargas Llosa 2012). Lo que el premio nobel llama “encanto” es nada menos que el “principal recurso natural” (Aguirre 2007) de una ciudad en que la gente que la puebla ha compensado con creces a aquella naturaleza
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mezquina que no la dotó de atributos comparables a los de muchas otras ciudades. Este es el gran intangible de Madrid, su capital social fundamental que le permite no solo atraer inmigración sino enfrentar el desafío de su integración no como una ruptura con su historia y sus mores sino como una continuidad, como un fenómeno constitutivo de su propia naturaleza. 179
Las políticas públicas Las políticas y actuaciones públicas tienen gran importancia para entender el ordenamiento de la ciudad y las formas de la integración de sus inmigrantes. Esto tanto por lo que se haga como por lo que se deje de hacer y sin olvidar que, finalmente, la realidad social será siempre, incluso en sociedades fuertemente autoritarias y estatistas, el producto de una relación de conflicto, colaboración y acomodación entre Estado y sociedad civil. Por ello, el resultado de las intervenciones públicas nunca es el que se espera, sino algo que termina sorprendiendo a todos. La opción de la CM en materias de políticas públicas ha sido claramente la subsidiaridad respecto de la sociedad civil, a diferencia, por ejemplo, de la preeminencia de lo estatal o político tan característica del viejo orden franquista o de muchas sociedades del norte europeo. Esto tiene su reflejo en materias tanto urbanísticas como socioeconómicas, y encuentra su correlato en el diseño de la política de integración concebida no como rectora de la integración de los inmigrantes sino como facilitadora de la autointegración de los mismos, por sus propios medios y esfuerzos y de acuerdo a la diversidad de sus necesidades y proyectos vitales. Esta visión, en que las políticas públicas están al servicio de y no por sobre los ciudadanos, es una clara opción de talante liberal que no se refiere en primer lugar a los inmigrantes y su integración, sino que fluye de la idea que los dirigentes de la CM han tenido acerca de la relación más general entre Estado y ciudadanos. Esta idea puede bien ser resumida usando algunas palabras de su máximo exponente
en la comunidad, Esperanza Aguirre: “nuestro proyecto es ambicioso porque no hay nada más ambicioso que promover la libertad de los ciudadanos. Porque nosotros creemos en la libertad [...] nosotros queremos que los ciudadanos hagan con sus vidas lo que quieran. Estamos decididos a romper todos los yugos invisibles que impiden que los ciudadanos puedan tomar las decisiones importantes para sus vidas” (Aguirre 2011a). Este entramado de ideas es el que le da sentido a las intervenciones públicas madrileñas en materia de integración y a su decidida apuesta por el pluralismo, fruto de la libertad y el esfuerzo individuales, rechazando tanto el paternalismo institucional como las visiones colectivistas de la sociedad al estilo del multi- o el interculturalismo, que priorizan entes abstractos como “las culturas” y tienden a subordinar al individuo a su pertenencia a subgrupos sociales mediadores. Esto parte de una visión de los inmigrantes como personas capaces de gestionar sus vidas, de ejercer su libertad, que buscan oportunidades y no que se les “trate como a víctimas o como a incapacitados” (Aguirre 2011). Al mismo tiempo, las intervenciones públicas han buscado afirmar una base común, tanto legal e institucional como de valores, que permita el desarrollo de un pluralismo que invite a todos a ser parte de una misma sociedad y evite la formación de “sociedades aparte”, en las que la diversidad fácilmente puede transformarse en indiferencia, aversión o incluso conflictos. Por ello se pone el acento en los valores básicos e irrenunciables de la sociedad abierta, que son los de la igualdad en libertad de todos nuestros semejantes y el respeto que se le debe a su autonomía y a sus proyectos vitales en la medida en que se encuadren dentro del marco de la ley. Junto con este acento en lo que nos une al nivel de los valores compartidos se ha diseñado una clara meta de normalización o asimilación institucional de los inmigrantes, es decir, su normalización ciudadana mediante su participación en los mismos servicios e instituciones de que se sirven los madrileños en general.
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Lo que se busca es que el inmigrante deje, lo antes posible, de ser un algo distinto, sujeto de políticas “para inmigrantes”, y pase a ser un madrileño más. Esto es lo que Esperanza Aguirre, en un discurso dirigido a los “nuevos madrileños”, pone en boca de los inmigrantes de la siguiente manera: “No nos tratéis como a inmigrantes, no queremos una política para inmigrantes y otra para españoles, queremos oportunidades; queremos buen gobierno, queremos alcaldes que solucionen nuestros problemas, queremos una buena sanidad, la mejor educación posible para nuestros hijos, seguridad en las calles, buenos transportes, etc.” (Aguirre 2011), es decir, lo mismo que quieren todos los demás madrileños. Ello no obsta, sin embargo, para que se hayan tomado medidas específicas de apoyo en este camino hacia la normalización y participación ciudadana, reconociendo así, desde una perspectiva de igualdad de oportunidades, la singularidad temporal de las necesidades que pueden caracterizar a partes de la población inmigrada. Estas medidas se realizan en parte mediante dispositivos e intervenciones específicas, pero la visibilidad de estas medidas no debe ocultar el hecho de que el gran esfuerzo integrador se hace mediante las políticas públicas comunes que no discriminan por origen, etnicidad, cultura u otras características de ese tipo.
Los inmigrantes Los actores esenciales de la integración en la comunidad madrileña han sido, como ya se destacó, los inmigrantes mismos en interacción con la población autóctona. Es en ese nivel, el de la sociedad civil, que lo importante se dirime, recreándose el medio social y estableciéndose las bases de aquel sentido compartido de pertenencia que es la prueba final del éxito del proceso de integración. Las características fundamentales de los inmigrantes que han elegido a Madrid como su nuevo hogar se desprende justamente de ese hecho fundamental, es decir, el que se trata de una elección hecha por el inmigrante sin mayores intervenciones ni trabas de carácter
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político-burocrático. Por ello mismo se da un fuerte proceso de autoselección de la inmigración, es decir, los inmigrantes mismos se han seleccionado, a partir de sus condiciones personales y sus vínculos sociales, para radicarse en Madrid. Esto genera una gran adaptabilidad a los requerimientos del contexto de inmigración y contrasta con otras formas migratorias, desde aquellas que dejan pocas opciones de elección, como las asociadas al asilo o aquellas donde la selección se hace “desde arriba” y se orienta hacia grupos administrativamente predeterminados de inmigrantes. Se trata, en suma, de una migración voluntaria y espontánea, realizada desde abajo y que ha contado con el apoyo estratégico de fuertes redes migratorias, establecidas como parte integrante del tejido asociativo formal o informal de la sociedad civil madrileña. Esas redes han sido las mediadoras, posibilitadoras y canalizadoras fundamentales de la inserción residencial, social y laboral de los nuevos inmigrantes, constituyendo un puente vital de solidaridad civil entre la sociedad de origen y la de recepción. Esta inserción desde abajo, desde la sociedad civil, se refleja claramente en la historia vital del migrante, especialmente en lo que se refiere a su movilidad espacial y sociolaboral. La tendencia general, tal como lo muestra claramente la estadística, es hacia una carrera residencial que fomenta la dispersión progresiva del inmigrante, pasando paulatinamente a asimilarse a la distribución urbanística general de la sociedad receptora. También se observan claros rasgos de movilidad social, con una tendencia a mestizar las redes sociales de amistad e incluso de parentesco, si bien en todo ello se ponen de manifiesto importantes diferencias de acuerdo al origen de los inmigrantes, reflejando opciones de mayor o menor apertura hacia la comunidad circundante. Junto a ello están las percepciones muy positivas en general acerca del entorno humano, lo que es una muestra clara del buen ambiente de convivencia de la sociedad madrileña. En todo esto el origen social y cultural del los inmigrantes así como su capital humano y su situación administrativa juegan un papel diferenciador
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fundamental. Este conjunto de elementos queda reflejado en diferentes grados de dispersión, inserción y movilidad de los inmigrantes pero también de vulnerabilidad social, que dejan entrever algunas sombras en una experiencia que, en su conjunto, se caracteriza por su notable éxito integrador. 183
Palabras finales Así llega a su fin este recorrido en busca de las claves de la convivencia madrileña. Lo que hemos encontrado no es un modelo en el sentido habitual de la palabra, sino una sociedad que con sus hábitos y tradiciones, con su cultura abierta e ingeniosa, incluso picaresca, ha tenido la gran sabiduría de dejar que los foráneos de ayer y los de hoy se integren por sí mismos a la vida madrileña. El éxito de Madrid no es tanto el de sus administradores o políticos, por más que estos hayan sido excelentes. Si algún mérito se les puede atribuir es el haber sabido contener sus ambiciones, no hacer demasiada política, no inmiscuirse más allá de lo necesario. En suma, entender de verdad que, como no se cansa de repetirlo la Presidenta de la CM, los ciudadanos son mayores de edad y saben mejor que nadie lo que les conviene.
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