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Mensaje de
Esperanza A
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“Recibid
o” el Espíritu Sant Juan 20, 22
ePEREGRINACIÓN
Octubre 08
Queridos amigos, Recordad algún momento en que hicisteis lo imposible para preparar un regalo de cumpleaños o de Navidad para un ser querido. Pensad en el tiempo que empleasteis preparándolo, las ilusiones que quizá pusisteis en él y el sacrificio que realizasteis para confeccionar o comprar el regalo adecuado para ese ser querido. Recordad también cómo os anticipabais pensando cómo sería recibido, abierto y aceptado cuando finalmente llegara el momento de entregar el regalo. Esta experiencia nos da una idea, aunque limitada, de la alegría de Cristo, quien literalmente estaba “muriendo” por darnos al Espíritu Santo. Jesús vino para entregarnos el regalo del Espíritu Santo. Este había sido el Plan Eterno de la Trinidad y uno de los propósitos de la Encarnación del Hijo de Dios. Su propio sacrificio en la Cruz fue la manera por la que Jesús “entregó el Espíritu” (Mt 27, 50; Jn 19,30). Él conoce nuestros corazones, sabía de nuestras luchas, de nuestra necesidad de ayuda; que éramos débiles y pecadores y cargados de culpa. Él supo que en lo más profundo de nuestro ser necesitábamos abrirnos a la esperanza. Necesitábamos de un camino que éramos incapaces de proporcionarnos por nosotros mismos, a pesar de nuestros propios engaños y de nuestra falsa independencia.
Jesus vino para entregarnos el regalo del Espiritu Santo. Este habia sido el Plan Eterno de la Trinidad y uno de los propositos de la Encarnacion del Hijo de Dios.
EN ESTA EDICIóN 3 Fundamentos de Fe 4 Oración del Peregrino 5 Escritos Inspirados 7 Testimonio de Fe 8 Santos y Testimonios 9 Lugar de Peregrinación
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Mensaje de
Esperanza A
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“Recibid
o” el Espíritu Sant Juan 20, 22
ePEREGRINACIÓN
Octubre 08
El día de la Resurrección, fue el Espíritu Santo el don que Jesús ansiaba conceder a los temerosos Apóstoles. Después de calmarlos misericordiosamente con su paz, “Paz a vosotros”, Jesús les confió una misión, una nueva misión. Esta nueva misión se hacía posible únicamente por el sacrificio del Cordero de Dios “que quita el pecado del mundo” que ahora se había completado. El poder de perdonar los pecados, ejercido definitivamente por Cristo en la Cruz y por la victoria de la resurrección, estaba siendo confiado a los Apóstoles. Jesús los autorizó con algunas de las palabras más increíbles de la Biblia -“Como el Padre me envió, así os envío Yo”-. Estos hombres eran ahora llamados a quitar los pecados del mundo. ¡Alucinante! Pero quedaba un problema. ¿Cómo tendrían ellos ese poder? ¿Cómo podría transferirse ese poder sacerdotal del Cordero de Dios a esos hombres débiles? Cristo, para completar esta condición, “echó su aliento sobre ellos”, junto a las magistrales palabras “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,22). Así hizo posible que el perdón de Dios se diera a través de medios humanos: “A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados” (Jn 20,23). Éste es el corazón del don que estaba muriendo por darnos. Su regalo, ahora envuelto para regalo en los sacramentos, es confiado a hombres elegidos para su entrega. Este regalo es don de redención, de vida eterna, de misericordia y sanación, de liberación y alegría. De manera particular, ofreciendo y confiando este don a aquellos que comparten su “ministerio de reconciliación” (2 Cor 5, 18) empuja a los Apóstoles a la misión de llevar la cruz y resurrección a toda realidad humana. Este don es “englobado” y “administrado” a través de la Iglesia como el Sacramento de la Penitencia, Confesión o Reconciliación. En nuestros Centros de Reconciliación en Darling Harbour y Hyde Park, en los lugares de catequesis por todo Sydney, en las tiendas de Adoración en el Recinto de la Cruz del Sur durante toda la noche de Vigilia, durante toda la JMJ, hemos visto lo deseosos que pueden estar los jóvenes de recibir la absolución. Hemos visto la experiencia liberadora y transformadora de recibir la absolución. Hemos experimentado lo poderosa y atractiva que es la compasión y misericordia divina derramada por las manos humanas de los sacerdotes ordenados, hombres llamados por Cristo y bendecidos por la gracia del fuego redentor de la Divina Misericordia de Jesucristo. Hemos visto el misterio de la Encarnación, Pasión y Resurrección trabajando en nuestros días. Demos el paso de llevar a cabo una confesión regular. No temamos inundar a nuestros sacerdotes con largas horas en el confesionario. Todos los sacerdotes vieron confirmado y renovado su sacerdocio en la Jornada Mundial de la Juventud al escuchar las profundamente conmovedoras confesiones de los jóvenes peregrinos. A mis hermanos sacerdotes les digo que tengan el valor de hacerse totalmente disponibles para ofrecer este don. Cristo dio su vida para dárnoslo. Jóvenes, pensad si estáis entre los llamados a ser los oídos de Cristo para escuchar los pecados de la humanidad; sus labios para aconsejar en el camino de conversión, y sus manos para otorgar la absolución y así contribuir a la misión del Cordero de Dios “que quita el pecado del mundo”.
Obispo Anthony Fisher OP
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Fundamentos de Fe Sacerdocio en la Vida de la Iglesia
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Una pieza evidente de la Iglesia Católica es el sacerdocio. Una forma de sacerdocio puede encontrarse ya desde el Antiguo Testamento. Quizá no tan evidente es la relación entre el ministerio sacerdotal fácilmente visible y el sacerdocio de todos los creyentes. Cristo, quien no vino a servir, sino a ser servido, es la fuente de todos los ministerios en la Iglesia (Catecismo de la Iglesia Católica nº 874-879). Así, el servicio es la esencia de todos los ministerios; incluyendo el sacerdocio. A través del Sacramento del Bautismo, todos los bautizados participamos en el sacerdocio único de Cristo. Los cristianos “aceptan a Cristo” y su forma de servir al Padre en el sacrificio. Jesús dirige, enseña y santifica cada uno de los miembros de su único cuerpo, la Iglesia (CIC 1547). Por este sacerdocio, todos los bautizados que están unidos a Cristo en gracia se ofrecen a ellos mismos como sacrificio a Dios. Por el ministerio sacerdotal, conferido por la imposición de manos en el Sacramento del Orden, algunos hombres son llamados por Cristo a una participación especial en su sacerdocio. Como el Bautismo, esta participación es permanente e imborrable, aunque es sustancialmente diferente. Lo que se describe como la plenitud del ministerio sacerdotal es dado a los obispos ya que son los sucesores directos de los Apóstoles. Todos los sacerdotes son, por tanto, colaboradores con los obispos, ordenados para el servicio primordial de hacer a Cristo presente en el Sacramento de la Eucaristía. Los diáconos, quienes también comparten el Sacramento del Orden con obispos y sacerdotes,
son ordenados para compartir el ministerio de Cristo servidor -diaconia, servir en griego-. La Iglesia tiene diáconos transitorios en su camino hacia el sacerdocio, así como diáconos permanentes, que a menudo están casados. En la celebración de la Misa, la fuente y culmen de la vida de la Iglesia, el sacerdote no sólo se ofrece a sí mismo como sacrificio, sino al mismo Jesucristo, el sacrificio perfecto a Dios Padre para la salvación del mundo. “Que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel…” (del Canon Romano, Plegaria Eucarística I). En los otros servicios sacerdotales de dar la absolución, ungir a los enfermos, proclamar el Evangelio y ayudar a los obispos a regir la Iglesia; el sacerdote coopera con la gracia de Dios para hacer presente y efectiva la acción salvífica de Cristo. No es el sacerdote, sino Cristo, quien está presente gracias al sacerdote en los sacramentos. El sacerdote actúa en la persona de Cristo (in persona Christi en latín). Por el tiempo que la Iglesia vive en este mundo temporal, la vocación del sacerdote ha tenido un lugar especial en hacer a Cristo visible y presente en los sacramentos. Al ser invitados por Cristo a pedir por nuestras necesidades, “nuestro pan de cada día”, y también invitados por Cristo a “haced esto en memoria mía” es justo que la Iglesia ore en cada generación -tanto en tiempo de persecución como en celebraciones como la Jornada Mundial de la Juventud- por unos sacerdotes santos.
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Oracion del Peregrino
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Oración por las Vocaciones Dios Creador, me has regalado la Vida, por el Bautismo me invitas a poner el don de mi vida al servicio de los demás. Permanece conmigo para que escoja mostrar cada día tu presencia en nuestro mundo. Dame el coraje y la generosidad para responder a tu amor, a tu llamada. Te pido especialmente por aquellos que te sirven como sacerdotes, hermanos, hermanas, diáconos y consagrados. Abre las mentes y los corazones de otros muchos hombres y mujeres para que acepten tu reto de construir el Reino. Amén.
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Escritos Inspirados A
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Del Santo Cura de Ars en sus Instrucciones Catequéticas, San Juan María Vianney http://www.catecheticsonline.com/Catechetical_instruct.php
CAPÍTULO 9: Catequesis sobre el Sacerdocio HIJOS MÍOS, hemos llegado al Sacramento del Orden. Es un Sacramento que parece no estar relacionado con ninguno de vosotros y que, de hecho, guarda relación con todos. Este Sacramento eleva a los hombres a Dios. ¿Qué es un sacerdote? Un hombre que ocupa el puesto de Dios, un hombre a quien le son otorgados todos los poderes de Dios. “Id”, dijo Nuestro Señor al sacerdote, “como el Padre me envió, así os envío Yo. Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos… El que os escuche, me escucha a Mí, el que os desprecie a vosotros, me desprecia a Mí”. Cuando el sacerdote perdona los pecados, no dice “Dios te perdona”; dice “yo te absuelvo”. En la Consagración, no dice “Éste es el Cuerpo de Nuestro Señor”; dice “Éste es mi Cuerpo”. San Bernardo nos dice que todo se nos ha dado a través de María; también deberíamos decir que todo se nos ha dado a través del sacerdote. Sí; todas las alegrías, todas las gracias, todos los dones celestiales. Si no tuviéramos Sacramento del Orden, no tendríamos a Nuestro Señor. ¿Quién Lo situó ahí, en ese sagrario? Fue el sacerdote. ¿Quién recibió tu alma en su entrada a la vida? El sacerdote. ¿Quién la alimentó para darle fuerza para su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para la presencia de Cristo, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. Y si a esa alma le llega el momento de la muerte, ¿quién la levantará, quién le devolverá la calma y la paz? De nuevo el sacerdote. No se puede recordar una sola bendición divina sin encontrar, junto a este recuerdo, la imagen del sacerdote.
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Escritos Inspirados
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Acudid en confesión a la Santísima Virgen o a un ángel. ¿Os absolverán? No. ¿Os darán el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor? No. La Santísima Virgen no puede hacer que su Divino Hijo descienda a la Hostia. Se podría tener a doscientos ángeles, pero no podrían absolveros. Un sacerdote, sin embargo, tan sencillo como sea, puede hacerlo. Puede deciros: “Vete en paz. Te perdono”. ¡Oh, que grande es un sacerdote! El sacerdote no comprenderá la grandeza de su oficio hasta que se encuentre en el Cielo. Si lo comprendiera en la tierra, moriría, no de miedo, sino de amor. Todos los demás beneficios de Dios no nos serían accesibles de ninguna manera sin el sacerdote. ¡Qué utilidad tendría una casa llena de oro, si no hubiese nadie que abriera la puerta! El sacerdote tiene la llave de los tesoros celestiales, es él quien abre la puerta, él es el custodio de los bienes de Dios, el distribuidor de su riqueza. Sin el sacerdote, la Pasión y Muerte de Nuestro Señor sería en vano. Mirad a los paganos: ¿de qué les ha servido que Nuestro Señor haya muerto? ¡Qué triste! ¡No podrán participar de las bendiciones de la Redención mientras que no tengan sacerdotes que apliquen la Sangre de Cristo a sus almas! El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, no se otorga la absolución a sí mismo, no se administra a sí mismo los sacramentos. No es para sí mismo, es para vosotros. Después de Dios, el sacerdote lo es todo. Deja una parroquia sin sacerdotes por veinte años, adorarán a bestias. Si el Padre misionero y yo nos fuésemos, diríais: “¿Qué podemos hacer en esta Iglesia? No hay Misa, Nuestro Señor ya no está aquí. Podríamos rezar del mismo modo en casa”. Cuando la gente desea destruir la religión, comienzan atacando a los sacerdotes porque donde ya no hay sacerdote, ya no hay sacrificio, ya no hay religión. Cuando la campana nos llama a la iglesia, si os preguntaran dónde vais, deberíais responder: “Voy a alimentar mi alma”. Si alguien os preguntase, señalando el sagrario: “¿Qué es esa puerta dorada?”. “Es nuestro almacén, donde se guarda el verdadero Alimento de nuestras almas”. “¿Quién tiene la llave, quién lo aprovisiona, quién prepara el banquete y sirve la mesa?”. “El sacerdote”. “Y, ¿qué es el Alimento?”. “Los preciosísimos Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor”. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Cómo nos has amado! Mirad el poder del sacerdote: de un pedazo de pan, la palabra del sacerdote hace un Dios. Es más que crear el mundo… Alguien dijo: “Entonces, ¿Santa Filomena obedece al Cura de Ars?” De hecho, debe de buen grado, ya que Dios mismo lo obedece. Si me encontrara un sacerdote y un ángel, saludaría al sacerdote antes que al ángel. Este último es amigo de Dios, pero el sacerdote ocupa su lugar. Santa Teresa besó el suelo por el que un sacerdote había pasado. Cuando veáis un sacerdote decid: “Ahí está el que me hizo hijo de Dios y abrió el Cielo para mí por el Santo Bautismo, el que me purificó después de que pecara, el que alimenta mi alma”. Cuando veáis la torre de una iglesia, decid: “¿Qué hay en ese lugar? El Cuerpo de Nuestro Señor. ¿Por qué Él está ahí? Porque ahí ha estado un sacerdote que ha dicho la Santa Misa.” ¡Qué alegría sintieron los Apóstoles tras la Resurrección de Nuestro Señor, viendo al Maestro a quien habían amado tanto! El sacerdote debe sentir la misma alegría viendo a Nuestro Señor a quien sostiene en sus manos. Se concede un gran valor a los objetos que han tocado el cáliz de la Santísima Virgen y el Niño Jesús en Loreto. Pero los dedos del sacerdote que han tocado la adorable Carne de Jesucristo, que se han hundido en el cáliz que contenía su Sangre, en la patena donde ha reposado su Cuerpo, ¿no serán aun más preciosos? El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús. Cuando veáis al sacerdote, pensad en Nuestro Señor Jesucristo.
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Testimonio de
Fe
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Peter, Archidiócesis de Adelaida
Asistí a la JMJ de Toronto en 2002. Por aquel entonces discernía seriamente mi vocación al sacerdocio. Al recorrer el terreno de la JMJ y asistir a los varios eventos de la JMJ me impresionó el increíble número de jóvenes que se habían unido al Papa en su peregrinación. Parecía haber jóvenes de toda raza y nación del mundo entero. Si bien, estaba totalmente impresionado por la magnitud de la JMJ y por el testimonio de tantos miles de jóvenes, debo decir que no me vi afectado espiritualmente. En ese momento, el Espíritu Santo estaba trabajando silenciosamente dentro de mi alma, Él me estaba preparando para un tiempo inminente de gran gracia. La Misa Conclusiva fue celebrada el domingo de la JMJ por el Papa Juan Pablo II. JPII había sido mi héroe por muchos años antes de ese momento, así que estar en su presencia fue un momento que me puso la piel de gallina. Aquellos que estuvieron en el Downsview Park en Toronto recordarán el mal tiempo que acompañó el comienzo de la Misa. La temperatura había caído en picada, el viento soplaba con fuerza de vendaval y la lluvia caía sobre los fieles en un ángulo no muy distinto del horizontal. La lluvia calaba el techo del recinto sacro y el
Santo Padre se estaba mojando también. La Misa continuó en estas condiciones hasta la proclamación del Evangelio. La lluvia paró, el viento amainó y el sol salió para calentar nuestros rostros mojados. ¡Parecía que incluso los elementos enmudecían a la Buena Nueva de Cristo! Escuché atentamente la homilía del Santo Padre, tratando de considerar cada palabra cuando el tema trataba sobre las vocaciones. Espero que nunca olvide una frase de su homilía; dijo que si sentíamos que Cristo nos llamaba al sacerdocio “no tengáis miedo de seguir a Cristo por el camino real de la cruz”. Me empapé de estas palabras por algunos segundos, cuando llegó de pronto el momento de gracia para el que el Espíritu Santo me había estado preparando. Interiormente, sentí la llamada al sacerdocio. No era una orden, sino una pregunta, una invitación; requería mi respuesta. En aquel momento supe lo que Dios quería de mí. Me es complicado explicar lo que me ocurrió en ese instante, fue mi momento “eureka”, un tiempo de claridad colmado de gracia. Respondí justo allí y entonces, en el Downsview Park de Toronto, que seguiría a Cristo por el “camino real de la cruz”. Ahora me encuentro en mi quinto año de estudios para el sacerdocio en el seminario de la Archidiócesis de Adelaida. El impacto que la JMJ tuvo en mí no es único. Hay otros muchos jóvenes que han descubierto su vocación y encontrado cónyuge en sus peregrinaciones. La JMJ es una oportunidad para el Espíritu Santo de alcanzar a los jóvenes. Es un tiempo en que los jóvenes hacemos una pausa para escuchar la voz de Dios y estamos abiertos a su Palabra. Hubo 1,2 millones de personas en la Misa Papal en Toronto, aun así encontré al Señor más íntimamente que nunca en mi propio corazón.
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Santos y
Testimonios
San Leopoldo Mandic
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Nació: 12 de mayo de 1866 en la ciudad de Castelnovo, Costa del Adriático, Dalmacia (Montenegro) Falleció: 30 de Julio de 1942, Convento Franciscano de Padua, Italia Santo patrón de: Unidad de la Iglesia, confesores Representación en arte religioso: anciano con larga barba gris, hábito marrón y estola Festividad: 30 de julio o 12 de mayo
San Leopoldo fue el más pequeño de una familia de 12 hermanos que sufrió los desórdenes económicos, sociales y religiosos que durante años marcaron la región de Dalmacia. Bogdan John, como fue bautizado, a pesar de experimentar problemas de salud física e impedimentos en el habla, soñaba con llegar a ser un misionero que reuniera a todas las gentes de los Países del Este en la Iglesia Católica. A la edad de 16 años, Bogdan viajó a un convento italiano regentado por franciscanos (capuchinos) en búsqueda de ser admitido. Tomó los hábitos y profesó sus votos en los siguientes tres años, tomando el nombre de Leopoldo. Continuó sus estudios sacerdotales en Padua y Venecia y fue ordenado sacerdote a la edad de 24 años. Leopoldo se dio cuenta pronto que, a pesar de sus sueños, sus problemas con la predicación, sus dolores constantes y su fragilidad
física le impedían ser enviado a la misión del Este.
la Misión y el Ecumenismo (Unidad de la Iglesia).
Por el contrario, el Sacramento de la Penitencia (Reconciliación) se convirtió en su particular misión de vida al darse cuenta de la necesidad de los cristianos de experimentar el amor y la compasión sin límites de Dios por los pecadores.
El Papa Pablo VI dijo en su ceremonia de beatificación en 1976 que el Padre Leopoldo fue “ecuménico antes que su tiempo” trabajando por la unidad pero respetando siempre “las muchas diferencias étnicas de su rebaño (de la Iglesia)”.
Está registrado que el bajito (137 centímetros) y enfermizo Padre Leopoldo empleaba de 10 a 15 horas diarias dirigiendo y aconsejando en el confesionario a miles de atribulados, alienados y personas que habían estado apartadas de su fe por largo tiempo. Su dedicación, amabilidad y perspectiva atrajo multitudes al convento de Padua durante sus más de 40 años de servicio allí. Tenía un amor especial por los huérfanos, las madres y los enfermos.
Murió a causa del cáncer tras muchos años de sufrimiento, aunque feliz labor sacerdotal, en 1942, mientras Italia era alcanzada por la Segunda Guerra Mundial. Tal como predijo, su diminuto confesionario y celda permanecieron intactos, mientras que gran parte del convento e iglesia fueron destruidos por las bombas.
A pesar de este encierro físico, el Padre Leopoldo, como Santa Teresita de Lisieux (a quien él tenía una gran devoción) nunca perdió su espíritu de trabajo por
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Lugar de
Peregrinaje
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Medjugorje Dónde: 25 kilómetros desde la ciudad de Mostar, Bosnia-Herzegovina, cerca de la frontera con Croacia. signos sobrenaturales se concederían al mundo para que la gente volviera sus vidas a Jesucristo. Varios de los “videntes” originales informan que las apariciones y mensajes de Gospa (Nuestra Señora en croata) han venido continuándose hasta el momento presente con mensajes marianos que son recibidos semanal y diariamente por los videntes. En ocasiones, alguno de los videntes recibe los mensajes en trance oracional en la Iglesia de Santiago ante multitud de peregrinos.
Con permiso de www.medjugorje.net
El Santuario Mariano de Medjugorje es hoy en día un lugar muy popular de peregrinación pero controvertido. Situado en alto sobre el nivel del mar en la zona que una vez fuera arrasada por la guerra de Yugoslavia. Su fama creció rápidamente después de que seis pequeños del lugar: Ivanka, Mirjana, Vicka, Marija y dos niños llamados Ivan y Jakov informaron a sus familias y al párroco de que habían visto una aparición de la Virgen María en una colina del pueblo llamada Crnica. Durante las apariciones, que comenzaron de acuerdo con los niños (a los que se unieron otros dos niños del lugar) el 24 de junio de 1981, la Virgen María les habla de la urgente necesidad de paz en el mundo, el arrepentimiento de los pecados, la importancia del Sacramento de la Penitencia y la lectura diaria de las Escrituras y la práctica del ayuno los miércoles y viernes. Después, a algunos de los niños se les revelaron “secretos” en los que la Señora predijo que ciertos
Los peregrinos no ven la aparición, pero algunos cuentan que, durante su presencia ante estos eventos, experimentan profunda y duradera sanación espiritual y moral o adquieren un sentido de paz y devoción en sus vidas. Muchos miles de los que visitan el santuario o la iglesia adoptan las prácticas devocionales promulgadas por los mensajes de la Señora en Medjugorje. Actualmente, existe una amplia red de grupos de Medjugorje y publicaciones que informan regularmente de los mensajes de Gospa y noticias sobre el santuario. La Iglesia Católica es siempre muy cautelosa a la hora de tomar postura oficialmente sobre la significancia teológica o la autenticidad de cualquier aparición o fenómenos sobrenaturales de que se tengan noticia. La Iglesia lleva a cabo un muy riguroso y elevado control de estos eventos y sobre el efecto de estas apariciones sobre los fieles. Por esta razón, la cuestión sobre Medjugorje está aun abierta. Se permite a los peregrinos viajar y vivir la experiencia en el santuario en calidad de no oficial. La experiencia de la conversión y la reforma de vida son siempre bienvenidas en la Iglesia.
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