Misioneros de la Caridad Contemplativos

Misioneros de la Caridad Contemplativos “Hacer cosas ordinarias con amor extraordinario para gloria de Dios” Vía S. Agapito, 8 00177 Roma - Italia Te

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Misioneros de la Caridad Contemplativos “Hacer cosas ordinarias con amor extraordinario para gloria de Dios”

Vía S. Agapito, 8 00177 Roma - Italia Tel. 06/21707702 Fax. 06/21707703 e-mail: [email protected]

Laudetur Sacra Familia

NOVENA DE PREPARACIÓN A LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA Tema: Las obras de misericordia

Primer día: Las obras de misericordia en general. “Jesucristo es el rostro de la Misericordia del Padre” (Papa Francisco) “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36) Leamos, reflexionemos y compartamos el Evangelio de Lucas 15,11-32. El Padre misericordioso que espera y acoge incondicionalmente al hijo desobediente sin preguntar nada; que celebra la alegría de haber reencontrar al hijo perdido. Observemos el contraste: la actitud del hijo mayor que rehúsa entrar en casa porque el padre celebra haber encontrado al hijo que había perdido. El padre invita al hijo mayor a entrar para celebrar la fiesta junto con la familia, pero el hijo mayor no quiere entrar. Reflexionemos sobre las ásperas palabras del hijo mayor en su enfrentamiento con su hermano. El padre no piensa en el pasado, es feliz por el retorno del hijo pequeño. El mayor, en cambio, piensa en el pasado, en su obediencia al padre y en la conducta de su hermano. El padre vive “el presente” mientras que el hijo mayor vive el “pasado”. El padre se concentra sobre el hijo perdido y ahora encontrado; el hijo mayor lo hace sobre la conducta de su hermano y cómo había despilfarrado las riquezas del padre. Hay mucho que aprender y para examinar nuestra conciencia. ¿Cuál es mi actitud, mi manera de ver, de juzgar y de obrar?. ¿A quién me parezco?. ¿Al hijo pequeño, al mayor o al padre?. Meditemos sobre la misericordia del padre que contrasta con la crueldad del hijo mayor; sobre la humildad del hijo pequeño, dispuesto a volver a casa del padre. ¿A quien nos asemejamos: al hijo mayor, al pequeño, a la acogida generosa del padre?. (CCC 143).

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Segundo día: “A mí me lo hicisteis” (Mt 25,40; Mt 25,31-46). Es bueno preparar una relación de las obras de misericordia corporales que se realizan en el grupo, sobre la base del mencionado pasaje del Evangelio de Mateo. ¿Hay otras obras de misericordia que pueden cumplirse?. Por ejemplo: ¿en la familia, o la ayuda y el servicio a las personas olvidadas y solas, incluso en la familia?.

Tercer día: ¿Quién es mi prójimo? (Lc 10,29; Lc 16,19-31). ¿Cuál es el pecado más grave cometido en estas dos parábolas?. En la primera se nos presenta “un hombre herido” y tres personas que le ven medio muerto sobre el camino. ¿Habéis visto alguna vez una persona herida en un camino?. ¿Cómo habríais reaccionado?. ¿Cómo el sacerdote, el levita o como el samaritano que se mereció el nombre de “buen samaritano?”. ¿Has probado alguna vez los sentimientos del buen samaritano hacia algún miembro de tu familia, de tu grupo?. ¿Hay en tu familia o en tu grupo alguien como el hombre herido en el camino a Jericó, como el sacerdote, como el levita o como el buen samaritano?.

Cuarto día: Enseñar a los ignorantes. La pregunta que enseguida viene a la mente es: ¿quiénes son los ignorantes?. Se puede también pensar: Gracias a Dios, yo no soy como ellos. En el mundo científico y tecnológico actual no tiene mucho sentido hablar de la ignorancia. Sin duda que la ciencia y la técnica han alcanzado su “cima” pero, del mismo modo, también la ignorancia espiritual ha alcanzado la suya. Tenemos que ser honestos y reconocer que todos nosotros necesitamos sólidas y continuas enseñanzas. En el mundo cristiano, moral y ético, existe una creciente aversión hacia todo lo que se refiere a Dios y a lo sobrenatural. Hay una indiferencia en la práctica de las virtudes. No existe ya un sentido de lo sobrenatural tan fuerte y natural como en el pasado. Es por ello que necesitamos enseñanzas claras y profundas. No sorprende que millares y millares de personas admiren a Santa Teresa de Calcuta. Su vida y sus enseñanzas son sólidas y resuenan en todo el mundo porque su vida y su espiritualidad se fundamentan en los evangelios. También nosotros necesitamos enseñanzas e instrucciones. Hay que defender los valores fundamentales empezando por el derecho a la vida desde el comento de la concepción hasta la muerte natural. Es un deber de todo cristiano estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica para comprender cuales son las verdaderas enseñanzas de la Iglesia católica y apostólica.

Quinto día: Aconsejar a los que dudan. Un antiguo proverbio latino dice: “Nemo dat quod non habet”, “Nadie da lo que no tiene”. Este antiguo proverbio se puede aplicar a la obra de misericordia de este cuarto día. El Director espiritual y la persona que necesita ayuda deben aprender el uno del otro. El Director espiritual debe ser humilde y estar dispuesto a ayudar a quien acude buscando ayuda. No se trata de problemas naturales o mundanos sino de problemas sobrenaturales y trascendentales envueltos en el misterio. Todos

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tenemos dudas. Los miembros del grupo pueden necesitar una dirección espiritual y consejos para llegar a la verdadera perfección. Muchos LMC olvidan por quién han sido llamados y con qué finalidad. El motivo principal de nuestra vocación es que Dios nos ha bendecido en Cristo Jesús con todas las bendiciones espirituales. Él nos ha escogido para ser santos e inmaculados, predestinándonos a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo. (Ef 1,3-4). Es frecuente la tendencia y la tentación de hacer comparaciones con otros grupos y Movimientos, mejores o peores que el nuestro. Nos tenemos que comparar sólo con Jesús, que debe ser nuestro modelo y nuestro espejo. El Director espiritual ha de ayudar a los miembros del grupo a ser hombres y mujeres de Dios. Debe enseñarles la práctica de la oración y de la contemplación, a intimidar con Jesús, a enamorarse de Jesús, a participar en la vida de la Trinidad. En toda relación espiritual existe una dimensión trinitaria. Por la oración se continúa creciendo y perseverando en la vocación de ser santos y justos a imagen de Jesucristo. Pidamos la gracia de aprender la práctica de la oración.

Sexto día: Amonestar a los pecadores. Desde siempre ha existido una batalla entre el bien y el mal. Dios nos ha dado el bellísimo, pero también peligros, don de la libertad. Si no sabemos cómo emplearla seremos como uno que conduce un coche sin permiso para conducir. El conductor debe estar muy atento para no provocar accidentes. Tenemos que aprender cómo hay que hacer uso de nuestra libertad. En esta obra de misericordia se nos pide amonestar a los pecadores. Recordemos que todos somos débiles y pecadores; todos necesitamos que se nos corrija fraternalmente, aprendiendo del Padre celestial. Volvamos a leer y meditemos el versículo del segundo libro de Samuel (cap. 12,1-15); ¡con cuánto amor Dios hace comprender a David sus errores y sus pecados!. Aprendamos de Dios a corregir fraternalmente los pecados. Volvamos a leer la carta del Padre Sebastián M.C. que lleva por título “Corrección fraterna” TRÍDUO Séptimo día: Soportar pacientemente a las personas molestas. Esta es quizá una de las obras de misericordia más difíciles. Sin embargo, soportar las ofensas es importante y absolutamente vital para el crecimiento espiritual y la santidad de vida. Estamos acostumbrados a acusar, a criticar y, todavía peor, a reaccionar de manera violenta cuando se presenta la ocasión en la vida diaria. ¡Cuántas veces hemos perdido la oportunidad de aceptar “las pinchadas de alfiler” como dones de Dios y medios para salvar almas!. Al final de la vida, cuando comparezcamos ante Dios nos disgustará ver que hemos perdido ocasiones de ser mejores, santos y, sobre todo, de salvar almas. Estas ocasiones son verdaderamente unos dones de Dios. Sin humildad nunca seremos capaces de soportar pacientemente las ofensas a mayor gloria de Dios y bien de las almas. Recordemos cómo Jesús ha definido la vocación de los Misioneros de la Caridad: “Tu vocación es amar, sufrir y salvar alma”. Ahora Jesús lo hace a través de nosotros para que seamos el cuerpo de Cristo, y Jesús es la cabeza. San Pablo escribe: “Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo” (Col 1,24).

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Las enseñanzas y los ejemplos de Jesús en los Evangelios, la vida heroica de los apóstoles, de los mártires, de los santos y de nuestra fundadora, santa Teresa de Calcuta, son una prueba evidente de cómo hay que soportar las ofensas, por Jesús, con él y como él hizo. Meditemos sobre el sermón de la montaña de Jesús que resume la vida cristiana, particularmente la vida de los Misionero de la Caridad y de los LMC (Mt 5,3-12).

Octavo día: Perdonar las ofensas Esta obra de misericordia toca lo íntimo de nuestro ser porque, frecuentemente, somos llamados a perdonar las ofensas recibidas. Debemos aprender a no reaccionar violentamente y a permanecer tranquilos y serenos. No olvidemos que quizá nosotros también hemos sido ofendidos por los padres, los hermanos y hermanas, por los llamados amigos y compañeros de la escuela, por nuestro prójimo y que igualmente nosotros ofendemos constantemente, a veces sin saberlo y sin darnos cuenta. Algunos eligen la vida religiosa como un refugio para evitar la falsedad y la vanidad del mundo. Llevan consigo las afrentas que han recibido procurando ignorarlas y esconderlas pero, hasta que no se aprende a perdonar como nos ha enseñado Jesús, la vida será miserable. Se empieza por criticar, acusar, encontrando siempre algo negativo respecto a los responsables de los grupos y del Movimiento. Estas personas no serán nunca felices y tampoco harán felices a los demás hasta que, con toda humildad, pidan a Dios la curación de todos sus males. Hay que pasar de lo negativo a lo positivo, de la acusación al aprecio, del mundo de las tinieblas al de la luz. Recordemos que “es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”. No existe perdón sin la gracia de Dios ya que las ofensas profundas se manifiestan con enojo, rencor y reacciones violentas. Que los encuentros de los LMC sean un lugar de escucha, diálogo y criterio según los Estatutos y Modo de vida de los LMC. Es también muy importante ser fieles a la jornada mensual de oración para reparar y para tomar nuevas decisiones.

Día noveno: Consolar a los afligidos Esta es la vocación de los Misioneros de la Caridad y de los LMC. El profeta Isaías dice: “¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros y habito entre un pueblo de labios impuros” (Is 6,4-5). ¿Quiénes son los afligidos?. Hay que distinguir: los afligidos del grupo de los LMC y los que están llamados a servir. Con el cuarto voto de servicio gratuito y de todo corazón nos comprometemos a servir a los más pobres entre los pobres. En cierto modo, para los Misioneros de la Caridad y para los LMC es fácil consolar a los afligidos porque viven en medio de los pobres, si es que no viven con ellos. La caridad empieza en casa. Si no se ama fraternalmente en la familia o en el grupo de los LMC o si se vive como extraños los unos de los otros, entonces, en vez de consolar, se carga con un peso a causa del desorden. Hay que procurar no compadecerse, no ser egocéntricos. Hay, así, mucho bien en nuestro lado peor y mucho mal en el mejor.

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Conclusiones Debo confesar que he escrito estas reflexiones deprisa. Si pudiese, explicaría las obras de misericordia particularmente para conseguir ponerlas en práctica en nuestra vida cotidiana, pero esto requiere tiempo, plegarias y penitencia. Leamos y reflexionemos sobre estas líneas rezando. Practicar obras de misericordia ayuda a ser cada vez más humildes y gratos a Dios. Nuestra vida terrenal tiene solamente sentido si aprendemos a vivirla como Jesús, María y José. Recemos mucho y procuremos cumplir todo fielmente, haciendo cosas ordinarias con amor extraordinario. LETANÍA DE LA SAGRADA FAMILIA (al final de cada reflexión) Señor, ten piedad Cristo, ten piedad Señor, ten piedad Cristo, óyenos Cristo, escúchanos Dios, Padre celestial ten piedad de nosotros Dios, Hijo Redentor del mundo ten piedad de nosotros Dios, Espíritu Santo ten piedad de nosotros Santa Trinidad, un sólo Dios bendícenos y guíanos Sagrada Familia, representación de la Trinidad Sagrada Familia, protectora y ejemplo de la Iglesia Sagrada Familia, terror del demonio Sagrada Familia, escuela y modelo para todas las familias Sagrada Familia, escuela de los contemplativos bendícenos y enséñanos Sagrada Familia, escuela de silencio y soledad Sagrada Familia, escuela de humildad y caridad Sagrada Familia, escuela del amor perfecto de Dios y del prójimo Sagrada Familia, escuela de insaciable deseo de Dios Sagrada Familia, escuela de perdón y de aceptación recíproca Sagrada Familia, escuela de duro trabajo Sagrada Familia, escuela de renuncia y sacrificio Sagrada Familia, escuela de incondicional aceptación de la voluntad de Dios Sagrada Familia, escuela de perfecta alegría y paz profunda Sagrada Familia, escuela de castidad perpetua Sagrada Familia, escuela de pobreza evangélica Sagrada Familia, escuela de pronta y perfecta obediencia Sagrada Familia, escuela de servicio amoroso y de todo corazón a los más necesitados Sagrada Familia, escuela de intensa e infinita sed por la salvación de las almas Sagrada Familia, escuela de cálida acogida y generosa hospitalidad Sagrada Familia, escuela de buena voluntad y generosidad Sagrada Familia, escuela de fe, esperanza y caridad Sagrada Familia, escuela de prudencia, fortaleza, justicia y templanza Sagrada Familia, escuela de todas las virtudes Sagrada Familia, nuestra celestial patrona y protectora bendícenos y protégenos Ángel de Dios, que quitas los pecados del mundo perdónanos, Señor Ángel de Dios, que quitas los pecados del mundo escúchanos, Señor Ángel de Dios, que quitas los pecados del mundo ten piedad de nosotros

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Oremos Señor Padre Santo, que en el admirable plan de tu amor has querido que tu Hijo naciese de mujer y se sometiese a la tutela de dos humildes criaturas como María y José, proporciónanos un conocimiento siempre más vivo y penetrante del misterio de la encarnación del Verbo para imitar su vida oculta, hasta el día en que, guiados por la Virgen María y por San José, entremos exultantes en tu casa. Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, que es Dios y que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén

P. Sebastián Vazhakala M.C.

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