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No. 23, Año XII, Vol. XII, Julio Diciembre 2004
CAÑICULTURA Y MUJER CAMPESINA EN AGUA NEGRA Y PALMAREJO Luzmila Marcano Martínez Resumen En las comunidades de Agua Negra y Palmarejo del Estado Yaracuy habita un sector de población femenino vinculado desde su infancia a las actividades agrícolas como medio de subsistencia, el mismo tiene escasos niveles de escolaridad, ha vivido en condiciones de pobreza y en la actualidad vende, principalmente durante el periodo de zafra, su fuerza de trabajo en las haciendas de caña como corteras y recogedoras también actúan como corteras de caña cruda en los semilleros, fertilizadoras, sembradoras, fumigadoras, regadoras de abono, entre otras tareas cuya ejecución no son propias del género femenino ni distintas las condiciones de trabajo en relación al hombre, por lo menos en cuanto al desgaste físico. La participación femenina en las actividades agrícolas en estas comunidades de Agua Negra y Palmarejo tiene hondas raices históricas que se remontan a sus orígenes como pueblos cumbes, en la actualidad continúan utilizando métodos e instrumentos de trabajo tradicionales como el machete y la escardilla, tienen sentido de arraigamiento de vivir en una comunidad donde todos se conocen, están altamente limitadas para reunir capital y cuando no hay zafra, en el denominado periodo muerto, los conucos, las pequeñas parcelas o los «corrales» o patios de las casas absorben la mayor parte del potencial del trabajo con cultivos de caña más que los tradicionales. Las particularidades del trabajo que realiza la mujer campesina en los cañamelares ubicados en las adyacencias de Agua Negra y Palmarejo surgen de una investigación de campo, descriptiva, donde se insertan relatos extraídos de dieciséis entrevistas realizadas a informantes seleccionadas en forma intencional. Palabras Clave: Mujer campesina, cañamelares, cumbes, zafra, conuco. Summary In the communities of Agua Negra and Palmarejo, Yaracuy State, there lives a sector of female population linked since their childhood to
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agricultural work as their way to make a living, they have a low scholarship level, have lived in poverty conditions and at this time sell, especially during the sugar cane harvest, their workforce to the sugar cane plantations as cane cutters in the nurseries, fertilizer sprayers, seedling planters and fumigators, among other tasks whose carrying out is not proper to the female gender nor are the work conditions any different as relative to male workers, at least as far as the physical wear is considered. The female participation in the agricultural activities in those Agua Negra and Palmarejo communities have deep historical roots that go back to their origin as ‘cumbes’ (communities formed by escaped slaves), at the present time they still use the traditional work implements as the machete and the escadrille, they have a since of belonging to a community where everybody knows everybody else, they are very in their capacity to raise capital and when there is no sugar cane harvest, called the dead season, the subsistence agriculture on small plots or backyards absorb most of the potential with sugar cane cultivation over the traditional staples. The details of the peasant woman’s work in the sugar cane fields near Agua Negra and Palmarejo originate in an on-site descriptive investigation in which there are included tales extracted from sixteen interviews with intentionally selected informants. Key words: Peasant woman, sugar cane plantations, cumbes, sugar cane harvest, subsistence agriculture. Las comunidades de Agua Negra y Palmarejo tienen hondas raices históricas vinculadas a la agricultura y forman parte del Municipio Veroes ubicado al noreste del Estado Yaracuy, territorio este que en sus origenes estuvo poblado por los grupos indígenas Jirajaras, Ayamanes, Cayones, Cuibas, entre otros, muchos de los cuales alcanzaron altos niveles de desarrollo cultural. Sus antecedentes pueden remontarse al siglo XVI, cuando se funda la mina de oro de Buría cerca de Nirgüa y comienza a dársele importancia en la segunda década de este siglo a la producción agrícola a través de rubros como la caña de azúcar, el cacao y el añil, trabajados con negros esclavos que fueron introducidos desde los inicios del proceso de conquista y colonización.
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Es a partir de la primera mitad del siglo XVIII con la economía de plantación, cuando la esclavitud negra adquiere su máximo apogeo en Venezuela (Arcila, F. 1973; Brito Figueroa, F. 1978), y la historia de la zona costera del Estado Yaracuy, está relacionada a la producción de cacao, añil y café de las grandes plantaciones, habiéndose dado insurrecciones de esclavos como la del negro Andresote, figura líder desde 1732. Las insurrecciones y cimarronajes de los esclavos e indígenas van a dar lugar a la formación de cumbes o pueblos volantes ubicados en lugares inaccesibles donde no podían llegar los europeos. Valiéndose de los caños, riachuelos y quebradas que servían para su escondite, los cimarrones además, de la selva ribereña virgen que permitía la fuga hacia ambientes boscosos, construyeron los llamados “caminos de adentro” que les permitía desplazarse, por ejemplo desde Agua Negra y Palmarejo hasta la Hoya, desde aquí hasta San Pablo de Urama (Carabobo) y luego hasta la desembocadura del río Aroa. Hubo otros caminos utilizados para llevar mercaderías, granjerías y aguardientes de contrabando; dichos caminos también se utilizaban para el ingreso de esclavos que venían de contrabando de las islas caribeñas, los llamados de “mala entrada”. Sobre este último tópico aporta valiosa información el insigne maestro Miguel Acosta Saignes, en sus obras Vida de los Esclavos Negros (1967) y La Trata de Esclavos en Venezuela (1961), y sobre los caminos de adentro en Yaracuy resultan esclarecedores los planteamientos de Aura Valera en su investigación sobre Pueblos Cumbes y Esclavos en Yaracuy (Revista Mañongo, Nº 8). Las comunidades ubicadas en el Municipio Veroes eran conocidas como la zona negra del Estado Yaracuy, donde se fueron conformando pueblos de esclavos los cuales se organizaron de diversas formas. En el caso de Agua Negra y Palmarejo se asentaron como pueblos estables en el siglo XIX, cultivaban en pequeñas porciones de tierra y nunca existió hacienda alguna donde se plantara café, cacao o añil que justifique la presencia del régimen esclavista o la de algún latifundista durante el siglo XIX y la primera década del siglo XX. En Agua Negra y Palmarejo la totalidad de las tierras eran baldías hasta 1925. En sus orígenes pudieron haber sido pueblos cumbes, ya
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que no existen registros históricos que consideren su fundación, y tienen ciertas características que proporcionan rasgos similares, desde el fenotipo de sus pobladores, forma de hablar, costumbres, rituales, cosmovisión y una ubicación geográfica que los vincula a través de los caminos de adentro con otras zonas donde hubo constantes fugas de negros esclavos principalmente de las minas de Buría y Aroa. Los habitantes de estas comunidades históricamente han cubierto sus necesidades básicas como fuerza laboral vinculada a la agricultura y en las últimas décadas casi exclusivamente a la caña. La pobreza es altamente visible, en especial la de un sector de población femenino que pudiera denominarse campesinas quienes han estado vinculadas desde su infancia a las actividades agrícolas como medio de subsistencia. La denominación mujer campesina viene dada por la pertenencia al género femenino y su vinculación con la tierra, el mercado, el capital y el tipo y condiciones de trabajo que realizan, que son los criterios usualmente utilizados para caracterizar las economías campesinas (Carvallo, 1997:137). Se observa en la mujer campesina de Agua Negra y Palmarejo que la tierra que ocupan de manera particular, para trabajar, posee poca extensión; prevalece el trabajo y esfuerzo de la propia familia; tiene escasa posibilidades de financiamiento; y, la actividad principal de subsistencia está relacionada con el trabajo de la tierra. Estas características son la base para tratar de aproximarnos a la descripción de las actividades y labores que realizan en los cañamelares las mujeres que habitan en Agua Negra y Palmarejo. La Fuerza de Trabajo en la Cañicultura Las pésimas condiciones de trabajo y de vida de la mano de obra ha sido una característica durante el proceso histórico de acumulación de capital. En Venezuela, las investigaciones de carácter económico social han develado los mecanismos de acumulación presentes desde la colonia, las necesidades coyunturales distintas en cuanto a requerimientos de fuerza de trabajo; la transnacionalización del capital, entre otros elementos
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que permiten entender en el devenir histórico las características y particularidades de los contextos nacionales, regionales y locales. (Brito Figueroa, 1986; Silva Michelena, H, 1975; Rangel, D. 1981; Arcila F., 1973). El reconocimiento del impacto de los cambios que se dan en el siglo XX con la economía minero extractiva permite aproximarnos al contexto económico de Agua Negra y Palmarejo. Partiendo de ello destacamos las cuatro últimas décadas de dicho siglo, cuando los ingresos del petróleo generan una mayor expansión del gasto público que dinamiza la actividad privada. En la década de 1960, el modelo de desarrollo inició un proceso tardío de industrialización por sustitución de importaciones (bienes de consumo), dándose un perfil agroindustrial que impulsa y consolida la producción de caña, algodón, oleaginosa, ganadería de leche y avicultura. La política estatal se orienta a sostener las inversiones de capital privado, se impulsan políticas de estímulo y fomento a la producción por medio de créditos a bajo interés con escasa o ninguna recuperación, libre apropiación de tierras baldías, asistencia técnica, obras de infraestructura, etc. La caña junto a la leche, ajonjolí, tomate, tabaco y arroz, son rubros que a partir de los años setenta, tomaron mayor auge. La agroindustria consolidó en los años setenta su carácter oligopólico con fuerte dominio en su interior de capital transnacional. Se utiliza una alta tecnología y una moderna mecanización, cabe destacar que la población que se dedica a labores agrícolas que se encuentra cada vez más en núcleos urbanos, asume nuevas pautas de consumo y comportamiento. Asimismo, la reproducción de la fuerza de trabajo de agricultura depende cada vez más de los ingresos por salario ya que la producción para el autoconsumo que en otras épocas se constituía en complemento del salario, se convierte en marginal. Hacia los años setenta, se consolidó una real modernización con la aplicación de una alta tecnología y la implementación de la mecanización; al respecto refiniéndose al periodo 1979-1983, Gómez y Díaz (1983:103), afirman:
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“Debido a la fuerte competencia por mano de obra de parte de los distintos sectores productivos, la necesidad de incorporar fuerza de trabajo altamente móvil que se desplace constantemente hacia los lugares que le fije las necesidades de capital invertido en la agricultura, es lo que da lugar a una internalización del trabajo y a la constitución de mercados de fuerza laboral internacionalizada”.
Como quiera que la región centro occidental es la zona de mayor concentración de centrales azucareros del país: río Yaracuy, Matilde, Yaritagua, río Turbio, Carora y Tocuyo, estimulados por la política azucarera impulsada por el Estado a partir de 1946; hacia esta región son traídos en la referida década del setenta, un extraordinario contingente de extranjeros como mano de obra, al respecto aporta datos importantes la tesis doctoral de Corteza Galíndez (1986), quien describe los mecanismos de captación de trabajadores y los lugares de enganche más utilizados por los intermediarios durante la zafra. A partir de la década de los años sesenta en Venezuela, la agricultura se orienta hacia la producción de materias primas para la agroindustria con utilización de una alta tecnología y una moderna mecanización. En el caso de la caña de azúcar, no se logra cubrir todas las etapas del proceso productivo de manera mecanizada en tanto las labores de zafra son a largo plazo y de altos costos. Esto implica la necesidad de contar con grandes cantidades de fuerza de trabajo de manera móvil para que puedan ser sometidos a sobre trabajo, se manifiesta así el trabajo temporal, la remuneración a destajo, y la utilización de empresas de servicios u otras formas para subcontrataciones. En la década del 70-80 como ya mencionamos el tráfico de extranjeros utilizados en la zafra permitió grandes ventajas para la acumulación de capital; pero en general tal como lo expresan Gómez y Díaz (1983:147) los métodos de acumulación permiten ciertas ventajas para el capitalista: -
“Incrementos en la tasa de plusvalía, dados los aumentos en la intensidad del trabajo y la prolongación de la jornada. - Aumentos en las tasas de ganancias debido a que el trabajo estacional
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exime en mucho al empresario del pago de prestaciones sociales, asistencia médica, cesantías, etc. Cuando aparece la figura del intermediario de mano de obra. - Momentáneamente, coinciden los intereses del capital y del trabajo, pues con el sistema de pago a destajo, el trabajador busca maximizar su ingreso, lo cual redunda en beneficio del capital. - El trabajador no está interesado en cuestionar las condiciones de trabajo, puesto que al hacerlo negaría a corto plazo su objetivo de maximizar su ingreso... - La utilización de elementos ideológicos como mecanismos de convalidación de la situación de sobreexplotación de la fuerza de trabajo migrante.......” Habiendo transcurrido más de veinte años de la presencia de estas características, podemos notar que los métodos de acumulación de capital en las comunidades campesinas de Agua Negra y Palmarejo aun mantienen total vigencia, tal como se denota en los testimonios de las trabajadoras de la caña en esas comunidades. Al referirse al aumento en la intensidad del trabajo y la prolongación de las jornadas, dice Simona Blanco, - ¿A qué hora regresan de las haciendas en la época de zafra? No hay hora - ¿Tienes vacaciones? No - ¿Que hacen los domingos en tiempo de zafra? Trabajar Asimismo, Juana García acota, - ¿A qué hora te levantas cuando vas a recoger caña en las haciendas? A la tré pa podé hacé la comía que voy a llevá a la pega y pa lo muchacho, recojo y limpio la casa. Sobre el desconocimiento del pago de las prestaciones sociales y vacaciones, resultan elocuentes las palabras de Ramona Barboza:
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- ¿Durante el año tienes vacaciones? No, en lo que termino de regar abono tengo vacaciones completas. - ¿Cada año después de la zafra les pagan bonos, vacaciones? No el nos da lo que uno le pida. (Se refiere al contratista) - ¿En Diciembre les dan aguinaldos? Tenemos como tres Diciembres que no nos dan. Por su parte Ernestina Ollarves, comenta “… nosotros cobramos mientras estamos trabajando y cuando dejamos de trabajar no nos dan ni la ñapa”. En relación a la fuerza de trabajo migrante, es necesario acotar que a raíz de la crisis económica de los años ochenta en nuestro territorio, concretamente con la drástica devaluación de la moneda nacional, la mano de obra que anteriormente se traía por su bajo costo de países hermanos de América Latina, particularmente de Colombia, es sustituida por la del trabajador nativo, la cual al traerse de regiones vecinas como Coro, Barquisimeto, Acarigua, zonas rurales de Carabobo, etc., resultan más rentables por razones de costo-beneficio para el empresario nacional y menos beneficioso para la mano de obra transnacional, cuyo salario pasa a ser menos atractivo que el de su país de origen. Los Trabajadores del Campo en la Cañicultura Durante el lapso en que dura la zafra (noviembre-abril) las labores de la Planta Ingenio, Factoría o el Central como se le denomina indistintamente, permanecen activas durante las 24 horas del día, por lo cual se requiere un funcionamiento eficaz en cada una de las etapas para su productividad, implicando disponer de maquinaria y personal de campo; por esta necesidad se han conformado empresas de servicios dotados de equipos y hombres. Las empresas de servicios agrícolas tienen figura jurídica que organiza y controla un número de núcleos de cosechas, es decir agrupaciones de hombres contratados y maquinarias para el corte de la caña.
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La estructuración de modernos complejos agroindustriales concentra todas las fases de producción de la materia prima que lo alimenta: la siembra, el corte, el alza y el transporte del cultivo. También, la comercialización y distribución del producto y el aprovechamiento de los subproductos (bagazo y melaza), entre otras actividades que resultan rentables, están controladas desde los ingenios. “El ingenio azucarero centralizado, comúnmente denominado como “el central” funciona como una unidad integral, tanto en la planta industrial como de la plantación de la caña (Gómez y Díaz, 1983:185)”.
Asumiendo el planteamiento de Marx, C. (1979) el proceso productivo y el trabajo es un solo proceso en las estructuras capitalistas; sin trabajo asalariado no habría ninguna producción de plusvalía ni producción capitalista. Los trabajadores desarrollan esfuerzos físicos, hábitos y destrezas a la par que utilizan medios e instrumentos de producción incorporándose al proceso productivo. La fuerza de trabajo de los procesos relacionados con la caña adquiere diferentes características de acuerdo al lugar donde se despliegue la labor, pudiéndose realizar en el cañamelar (en las haciendas de caña) o en las factorías, es decir, propiamente en el Central donde se da el procesamiento industrial. El Central azucarero controla y centraliza los distintos procesos del trabajo, incluyendo el del cañamelar del cual depende básicamente la subsistencia de las mujeres campesinas de Agua Negra y Palmarejo. Los trabajadores de campo (en las haciendas de caña o cañamelares) se encargan de los procesos de cultivo de la caña, y es durante la época de zafra cuando se utiliza en mayor cantidad su mano de obra; al finalizar esta, un significativo numero de trabajadores quedan cesantes y tienden a buscar otra labor dentro de la agricultura o fuera de ella, quedando un reducido número de trabajadores agrícolas que realizan sus actividades en las haciendas y se ocupan de labores como el deshierbe, fertilización, riego, etc. Entre los rasgos característicos de los trabajadores y trabajadoras del cañamelar, destacan:
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1.- Se desplazan con frecuencia en las haciendas distintas entre sí respondiendo a las necesidades del proceso de producción. Es una fuerza de trabajo móvil que debe dirigirse a las diversas haciendas de la región a realizar las actividades en los cañamelares. 2.- Es un trabajo temporal, en muchos casos su duración corresponde sólo a los meses noviembre abril (zafra). La zafrera Juana García, de Palmarejo (32 años), relata lo que representa el trabajo en los cañamelares para su familia. Se le pregunta ¿Trabaja durante todo el año en las haciendas de caña de azúcar? «Solamente en época de zafra, porque el trabajo de recogé caña é muy duro para mí, pero si uno trabaja duro saca su platica y puede comprá alguna cosa de lo muchacho y puede viví sei mese del año y el resto del tiempo me la arreglo vendiendo dulce y trabajando en el conuco». En el mismo tenor, Evangelista Barboza, de Agua Negra (41 años), responde a la misma pregunta: “¡Ah malaya! Pero no, nosotra trabajamo algo así como por contrato”. Luego añade: “Uté sabe, al terminá la zafra cuando llega la lluvia, nosotros regamo abono y ganamo de acuerdo a la cantidá de saco de abono que regemo, y durante la zafra ganamo de acuerdo a la caña que recogemo o cortamo. Como uté verá, al terminar la zafra, solamente trabajamo de vé en cuando...”. 3.- En la última década no se aprecia agremiación a sindicatos de los trabajadores de los cañamelares. Andrea Sevilla, tiene trabajando treinta años en actividades de halar caña, regar abono, siembra, resiembra, fumigación, fertilización, tapar, retapar, recoger caña, y afirma que nunca estuvo en sindicato o le descontaron por algún seguro. Por otra parte, Ernestina Ollarves, de Agua Negra, que ha trabajado en los últimos años junto a sus dos hermanas con un mismo contratista, nos dice:
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“Recogemos, cortamos, lo que salga”. Luego, refiriéndose a los descuentos de los sindicatos, añade: “Todavía eso no lo han aprobado, estaban buscando a ver si teníamos sindicato y no lo llegaron a aprobar”. 4- Los contratistas o nucleros actúan como intermediarios para la obtención de mano de obra, por lo tanto la relación de los trabajadores con los dueños de haciendas de caña es casi nula. La vinculación de las mujeres contratadas para las actividades en los cañamelares, sólo se establece con el intermediario. 5.- Los instrumentos y utensilios de trabajo y vida son aportados por el mismo trabajador, tales como el machete, zapatos, envases para el agua, el agua misma y la comida. Máxima López, de Palmarejo, responde sobre este tópico ¿Cómo haces para la comida? “Me la llevo”. ¿Y qué comida llevas? “Sardina, Mortadela, carne”. Asimismo, deben llevar comida suficiente para el desayuno y el almuerzo en caso de que se prolongue la jornada. Simona Blanco dice: ¿Me dices que en la zafra te levantas a las 3, por qué a esa hora? “Porque tengo que hacer café, hacer comida y vestirme, porque me pueden venir a buscar a las 4 o a las 5, cuando vamos para Chivacoa es a las 4”. Juan Ilarraza, por su parte afirma: ¿Qué zapatos usas? “Deportivos y las medias, porque hay veces que la caña cuando corta, uno se puede puyar”. ¿Los machetes y lo que necesites son ustedes quienes lo compran? “Sí”. Ernestina Ollarves, responde así:
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¿Qué instrumentos necesitas? “Cuando estamos recogiendo y cortando, utilizamos el machete y cuando estamos tapando, la escardilla”. ¿Trabajas descalza? “No, con zapato, a veces usamos botas plásticas”. Andrea Sevilla aporta respuestas muy contundentes: ¿El machete lo afila usted? “Sí, ese mío”. ¿Prepara usted su comida? “Sí, para llevar y el jugo”. 6.- La remuneración de los trabajadores en los cañamerales es igual en toda Venezuela, por buchadas y volumen cortado (toneladas), pudiendo variar regionalmente el número de horas trabajadas por día y por semana. Cada año varía el costo de la buchada y las trabajadoras de la caña aseguran conocer el mismo solo al inicio de la zafra, pues este se establece a través de un proceso de negociación con los Centrales. Al contrastar los testimonios, observamos la escasa precisión de la cantidad de caña que recogen en cada jornada, del precio de la misma y del promedio de la remuneración diaria. Andrea Sevilla (60 años), dice: ¿Pero te pagan por un día de trabajo? “Por la cantidad que recoja”. ¿Cuántos montones haces? “Como 10 ó 11 montones”. ¿Cuántas buchadas te pagan? “Estaban pagando a mil”. Máxima López (53 años), señala: ¿Cómo se recoge? “Por buchadas”. ¿Cómo te pagan? “A mil quinientos”. ¿Y todas recogen igual? “Cada quien recoge su caña”. ¿Entonces a cada quién le pagan por buchada? “Sí, a cada quien le dan su ticket, nosotras recogemos por buchadas a donde hay caña”. ¿La buchada como la miden? “Por montón, por lo que agarra la jaiba, 7.- La liquidación de prestaciones según las contrataciones corresponde a quienes laboran durante toda la zafra. Sin embargo, las mujeres de la caña en Agua Negra y Palmarejo,
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aseguran desconocer si les ha sido cancelada alguna vez. Andrea Sevilla: ¿Cuando terminas de trabajar en la zafra te pagan algo más? «No». Ernestina Ollarves: «Nada de eso, nosotros cobramos mientras estamos trabajando y cuando dejamos de trabajar no nos dan ni la ñapa». Juana Ilarraza: ¿Les pagan vacaciones, utilidades? «Nada de eso». ¿Seguro Social, te descuentan por sindicato? «No». Sobre el período vacacional y el trabajo los fines de semana dice Simona Blanco: ¿Tienes vacaciones? «No». ¿Y los sábados, trabajas igual que otros días? «Sí, hasta los domingos». Flor María Barboza: ¿Tomas vacaciones durante el año? «No, nada más cuando estamos sin trabajo». Se observa el incumplimiento de lo establecido en la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, Artículo 16, que garantiza los beneficios previstos en la Ley Orgánica del Trabajo, así como la participación al final de cada ciclo agrícola permanente o recolección de cosecha de utilidades sobre la venta del producto. Labores en un Frente de Corte de Caña Las empresas de servicios administran la fuerza de trabajo contratada, son intermediarias que ofrecen los servicios a los cañicultores para cortar, alzar y transportar la caña hasta el Central azucarero, mediante un precio convenido por tonelada. Estas empresas participan en la zafra con los llamados “núcleos de cosecha”, y durante el tiempo muerto, que corresponde a los meses marzo-octubre, participan en las labores de resiembra y mantenimiento. Desde el Central azucarero se planifica y controla la organización del trabajo con una función directiva;
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en tanto que la supervisión y control en la ejecución del corte debe realizarla la empresa de servicios, correspondiéndole a los núcleos de cosecha (adscripción de varias fincas a cargo de un subcontratado que se responsabiliza del procedimiento), y sus unidades operativas, llamadas frente de corte, encargarse directamente de administrar la fuerza de trabajo (mano de obra contratada). El frente de corte, es decir, los trabajadores asignados a la máquina alzadora (jaiba) son los corteros, los recogedores, un alzador o “jaibero”, un remesero o listero y un caporal. En el transporte está el chofer del camión y su ayudante (cadenero, quien se encarga de asegurar las cadenas que amarran la carga de caña que transporta el camión). El trabajo se inicia en la mañana, debiendo estar en la hacienda o sitios del corte, apenas amanezca (6 AM. aproximadamente) durante la zafra. La jornada se inicia una vez quemada el área correspondiente al tablón (superficie asignada) para el cumplimiento de la cuota diaria a cortar. El caporal asigna hileras o “hilos” de caña a los corteros que pueden variar entre 4 y 6. Este conjunto de hilos es llamado “pega”. “El número de “hilos” que componen una pega cambia según la variedad de la caña, el tipo de alzadora, etc.” (Gómez y Díaz, 1983:192) Los corteros pueden organizarse por parejas (en llave) o hasta cuatro para lograr un mayor rendimiento, así el montón se hace bastante voluminoso para que la jaiba de la cargadora se llene en el menor recorrido posible. En Veroes los corteros prefieren trabajar solos. La función del caporal es asignar el trabajo y controlar la calidad del corte. Los recogedores se encargan de alzar la caña dispersa, la que se cae en la operación mecánica de la cargadora, también cortan la caña que queda en el suelo ya que, por razones de mantener el ritmo del trabajo, el cortero no se agacha a verificar si está insuficientemente cortada. Las acciones que realizan los corteros y los recogedores son muy intensas.
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El remesero controla la producción de cada cortero y despacha los camiones una vez cargados al Central; También debe anotar el número de buchadas para establecer la remuneración, ésta información va a permitir extraer posteriormente la producción por tablón. Los corteros o corteras son trabajadores que ejercen su acción de cortar caña a destajo, es decir, se le paga por cantidad de caña cortada, medida por volumen según sea la caña que agarre en cada operación la jaiba de la alzadora. Su remuneración depende de varios factores: número de horas laboradas por día, número de días trabajados a la semana, habilidad y esfuerzo desplegado, también depende del tipo de caña, las condiciones de la misma tanto como de factores externos (lluvia, fallas mecánicas, y eléctricas del Central, entre otros). Cabe destacar que el rendimiento de un corte de caña depende del capital invertido para sembrar, resembrar, abonar, control de plagas y malezas, y riego; elementos que coadyuvan en un producto de óptimas condiciones denominado cotidianamente caña buena, estas condiciones se traducen en mayor cantidad de buchadas. Sin embargo, en Gómez y Díaz (1983:209) se introducen otros aspectos que afectan a un cortero en sus ingresos: “Si hay corte suficiente y buena caña no basta la habilidad en el corte para obtener en una semana un ingreso monetario elevado, la destreza debe estar acompañada de una gran resistencia para un trabajo intenso. Al cortero no le es indiferente si la caña es gruesa o delgada, si está junta o separada, si está erecta o “encamada”.
Asimismo, el rendimiento del trabajo del cortero también varía si se trata de caña verde o caña quemada. Las labores asociadas a la siembra de caña que se dan durante el tiempo muerto, corresponden al corte de caña cruda (verde) en los semilleros, confección de atados o paquetes, siembra propiamente dicha, resiembra, fertilización, fumigación, riego, entre otros. La mayor parte de estas actividades son realizadas por los hombres, en especial las tareas de regar que consiste en cargar los tubos y saber graduarlos; y la de los fumigadores quienes deben regar un tambor (caneca) en un tiempo aproximado de doce horas, este trabajo a destajo se paga
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por tambor desocupado cuya capacidad es de 55 galones de producto químico. Sin embargo, en el municipio Veroes y en especial en nuestro contexto de estudio las mujeres también realizan algunas de estas actividades, tal es el caso de Ramona Barboza, mujer veroence nacida en Farriar, de contextura extremadamente delgada, analfabeta, que sostiene saber escribir su nombre por la necesidad de marcar en el tablón la tarea realizada en cada una de las jornadas de trabajo. Ramona Barboza es una excepción en el desempeño del duro oficio del trabajo de la caña, pues a diferencia de la casi totalidad de las mujeres de la región que se dedican durante la zafra a recoger la caña, ella es cortera, oficio extremadamente duro en esta faena, que por requerir de mucha fuerza, resistencia física, habilidades y destreza, es ejecutado mayoritariamente por los hombres. De ella nos habla otra campesina trabajadora de la caña, Georgina Graterol, quien dice de Ramona: «Bueno, esa mujer ha cortado más caña que un mismo hombre, todavía con esa edad que tiene y corta más que un hombre, se lo digo porque yo le he lavantao caña a ella y he trabajao con ella». Luego continúa: «...de cien personas que van a cortar caña, andan por ahí tres o cuatro corteras nada más, eso es muy fuerte». Pero, en relación a esta dura tarea, la propia Ramona Barboza señala: “...a mi no me gusta recoger caña, a mi me gusta cortarla”. Comenta sobre la manera como aprendió el oficio:“Yo misma aprendí, porque yo desde pequeña veía a la gente cortar caña”. Reconoce, que corta mayor número de buchadas de caña en relación a los hombres: «Como cortera me pagan por buchada a mil...corto entre seis y ocho buchadas por día...hay mujeres que sacamos más que un hombre». Esta riesgosa tarea acometida fundamentalmente por la mano de obra masculina, por las razones antes descritas, es retratada de manera muy gráfica por la zafrera Juana García, quien explica porque ella y muchas mujeres no lo hacen: “Tiene que saberse pará, tiene que sabé lanzá el machete, tiene que mirá si hay caña mal quemá pa que no se te meta la puya en los ojos, hay que mirá en el suelo pa que no te pique una culebra que haiga quedao viva despue de quemao la caña, tiene que mirá
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no vaya sé que eté cortando mal la caña y venga el caporal y me regañe, como uté vé, es más lo que tengo que mirá que lo que tengo que cortá”. Las Mujeres Campesinas de Agua Negra y Palmarejo. Las haciendas ubicadas en Agua Negra y Palmarejo son utilizadas casi exclusivamente para el cultivo de la caña en función de las necesidades del mercado. El conuco como unidad productiva desapareció progresivamente quedando hasta las parcelas de pequeñas extensiones también con cultivo de caña; como una reminiscencia del conuco se pueden observar los “corrales de las casas”, es decir la extensión circundante a las viviendas predominantemente sin cercas que las separen, están sembradas con plátanos, cambures, y otras plantas que pudieran llegar a complementar la dieta básica actualmente. Las mujeres campesinas de Agua Negra y Palmarejo aprendieron el trabajo de la tierra en los conucos. Eusebia Bolívar, nos dice al respecto: -¿Cuándo eras pequeña trabajabas en el conuco? Si -¿Tú mamá tenía conuco? No, mi abuela -¿Te gustaba ir al conuco? Pequeña iba a jugar, depué cargaba cambure y platano y hacía lo que me mandaban a hacer. -¿Quién te enseñó a hacer los trabajos en el conuco? Viendo, aquí no hay ecuela. _ ¿Si tuvieras la oportunidad de realizar otro tipo de trabajo lo harías? Aquí le voy a decir algo que siempre he querío, me gustaría conseguir un crédito y una tierra para montar una vega de platano y cambure. De eso siempre hemo vivío aquí. Evangelista Barboza, rememora: -¿Cuándo eras pequeña trabajabas? No -¿Entonces no ayudabas a tus padres en el conuco? No, eso no se llama trabajar ni siquiera medio trabajar, porque mientras uno cargaba
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platano y cambure, deshojaba jojoto y desgranábamo quinchoncho verde tábamo jugando con lo otro muchacho. Trabajar e una cosa muy dura, porque a uno le miden la tarea. -¿Entonces tu mamá y tu papá tenían conuco? Si, mi mamá tenía un conuco grande y allí trabajaba con su hermano y nosotro que íbamo a jugar -¿En la actualidad tienes conuco? No, pero etoy trabajando en do hectárea de tierra que me dieron hace uno mese. -¿Tienes matas en el patio? Si, platano, cambure, coco, ají Sin restarle importancia a los cambios de las unidades de producción, consideramos en estas comunidades la presencia de mujeres campesinas quienes nacieron y vivieron muchos años apegadas al trabajo en pequeñas unidades productivas con cultivos tradicionales, esto les proporcionó la valoración e identificación con actividades y labores ligadas a la tierra, lo cual les permiten subsistir en la actualidad cuando deben vender su fuerza de trabajo en función de un salario básico. Así mismo, sus escasas oportunidades de formarse académicamente, en muchos casos analfabetas, o de aprender otros oficios; sus hábitos culturales de carácter generacional, son algunos indicadores que permiten la categorización de mujer campesina en estas comunidades. En cuanto a la tenencia de la tierra que trabajan de manera particular coexisten diversas formas, pero en Agua Negra y Palmarejo lo común es la propiedad o la ocupación y no hay arrendamiento. Se observa que la fuerza de trabajo utilizada es básicamente familiar aún cuando en las cosechas se contrate mano de obra adicional. Los cultivos de caña o los “camburales”, en las parcelas pequeñas, está lejos de ser una agricultura para la autosubsistencia que permite la reproducción de la familia, aunque se conoce que efectivamente es una manera de obtener recursos para el consumo básico de vida.
Cañicultura y Mujer Campesina en Agua Negra y Palmarejo
Los instrumentos de producción corresponden al machete y la escardilla. En estas unidades productivas la conexión con los mercados se da a través de la venta de plátanos y cambures dentro de las mismas comunidades y en el caso de la caña a los Centrales. Es de hacer notar que no se practica una economía de huerta, teniendo que adquirirse verduras y vegetales salvo las auyamas que no necesitan procesos especiales para la siembra y su recolección. La economía familiar está vinculada a la corriente de circulación monetaria. Es frecuente que los habitantes vendan su fuerza de trabajo en el periodo de zafra, pero a nivel de las “parcelas” se dan formas de trabajo recíproco como el llamado sistema de “mano vuelta” que consiste en ayudarse mutuamente en la recolección y siembra; también, la cooperación a cambio de pago por producto; y, la cayapa que representa la cooperación colectiva en el trabajo. Quienes trabajan la tierra en pequeñas unidades de producción generalmente no obtienen financiamiento para sus cultivos, de aquí que sea difícil lograr una “buena caña” para su comercialización teniendo en oportunidades que abandonar sus tierras. Durante el denominado periodo muerto, cuando no hay zafra, las pequeñas parcelas o los corrales de la casa absorben la mayor parte del potencial de trabajo, tal como ocurre en cualquier otra forma de economía campesina. Esto significa que la venta de su fuerza de trabajo durante la zafra, no tiene por objeto garantizar la reproducción en forma total del trabajador y su familia, sino permitirle vincularse a una economía monetaria a fin de poder adquirir los bienes en el mercado. Las personas y en especial las mujeres que se ocupan del cultivo de la tierra como una actividad fundamental, entienden la agricultura como una forma de producir los alimentos que la población necesita para subsistir y reproducirse, además, también la asumen como su estilo de vida.
Luzmila Marcano Martínez
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