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YO NO SÉ SI NO ME EXPLICO O ES QUE NO ME ENTIENDES Jesús Fernandez ‐ Julio 2003
1. Introducción Uno de los principales problemas para que un robot pudiera emular el lenguaje humano no es que sea difícil hacerle pronunciar los sonidos o la melodía de una lengua, o que no pueda almacenar de 60.000 a 80.000 palabras –como almacenamos los humanos en nuestro cerebro‐, o incluso, aunque esto sí es todavía complicado, que se pudiera programar un software en el que quedaran recogidas las reglas sintácticas. El problema mayor sería que muchas veces no decimos lo que queremos decir, decimos más de lo que queremos decir, decimos lo contrario de lo que queremos decir, en definitiva, que los hablantes generalmente no se rigen por una lógica estricta en la transmisión del significado, sino que muchas veces lo que decimos y lo que se interpreta no son literalmente equivalentes . Por ejemplo, si alguien pregunta ¿Tienes hora? se puede responder No y marcharse, pero no se puede responder simplemente Sí y marcharse. Esto resultaría descortés, aunque se trate de una interrogativa absoluta de las que exigen una respuesta en términos únicamente positivos o negativos. Lo mismo se aplica a ¿Tienes fuego?, pero no a ¿Tienes frío?. La pregunta ¿Tienes dinero? puede ser una petición de información para dar dinero (un padre a un hijo, una petición indirecta de dinero (un amigo a otro), etc. Si alguien nos aborda y dice, ¿Dónde hay una oficina de correos? no es normal, aunque sería posible, decir Hay una oficina de correos en cada población de más de 2000 habitantes. No podemos convertir a nuestro robot en una máquina lógica, tenemos que enseñarle que la lengua es más que un conjunto de palabras y reglas, tenemos que enseñarle que no puede ser lógico porque si intenta aplicar únicamente los principios de la gramática, sus habilidades comunicativas serán un fiasco. En efecto, muchas veces los hablantes quieren decir más de lo que realmente dicen. Si alguien en una sala dice Hace calor aquí, puede querer decir Por favor, abrid las ventanas, ¿te importa si abro las ventanas? o Estáis derrochando calefacción. A veces incluso, decimos justo lo contrario de lo que implicamos, por ejemplo, cuando somos irónicos: Vaya frío que hace (dicho en pleno mes de agosto a las tres de la tarde) ¡Qué bien se viaja en avión! cuando llevamos seis horas como una sardina en la clase turista de un vuelo transoceánico. Otras veces decimos cosas como Un bocadillo de jamón es un bocadillo de jamón; El fútbol es el fútbol, Un Mercedes es un Mercedes. Desde un punto de vista lógico estaríamos ante una tautología, una repetición innecesaria, pero desde un punto de vista comunicativo estamos diciendo algo, estamos diciendo mucho, estamos diciendo que no hay nada mejor que un bocadillo de jamón, que el fútbol es un deporte imprevisible o que no hay coche que supere al Mercedes. O piensen en una conversación tan típica como ¿Qué ponen en la televisión? Nada. No podemos interpretar este enunciado en sentido literal, lo que todos entendemos es Nada que merezca la pena. Tendríamos que enseñarle a nuestro humanoide que un mismo enunciado tiene diferentes significados según el contexto. Por ejemplo: Parece cara como respuesta a ¿Te gusta mi corbata? puede dar la idea de
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Parece caro como respuesta a ¿Entramos en este restaurante? significa He acabado de planchar como contestación a ¿Has acabado de planchar y colocar la ropa? significa He acabado de planchar como réplica a Pareces muy contento implica Así que a veces, resulta milagroso que nos comuniquemos, porque la lógica que rige la comunicación es la lógica del sentido común, del conocimiento del mundo y esta lógica no es fácil de describir o de categorizar. Precisamente por eso, a veces se producen malentendidos entre los integrantes de la comunicación porque lo que se dice, lo que se quiere decir y lo que se dice sin querer no es lo mismo para unos que para otros. A lo largo de esta charla, nuestro objetivo será repasar algunos de estos casos.
2. El ámbito genérico Las diferencias entre el modo de hablar entre hombres y mujeres no se limitan al hecho de que en ocasiones usemos palabras distintas, por ejemplo, no es frecuente que un hombre diga jolín o has ido a la pelu, sino por el hecho de que los comportamientos y los estilos conversacionales son también diferentes. No estoy diciendo, por favor, ni que todos los hombres sean iguales (aunque a veces oímos eso) ni que todas las mujeres sean iguales. Sí parece, sin embargo, a tenor de los estudios que ya van siendo numerosos, que, producto de unas marcadas diferencias históricas y culturales, los hombres y mujeres hemos aprendido comportamientos sociales y lingüísticos diferentes y en muchos casos, desgraciadamente, discriminatorios. La lingüista Deborah Tannen de la Universidad de Georgetown en Washington ha investigado como se diferencian los estilos conversacionales de hombres y mujeres, y como unos y otros pueden entender un mismo enunciado o una misma conversación de modo muy distinto. Estas interpretaciones divergentes llevan muchas veces a conflictos o a malentendidos, cuando en realidad no hay una intención de herir al otro sexo. Aunque todos los seres humanos necesitamos tanto solidaridad como independencia, las mujeres tienden a centrarse en la primera, la solidaridad, y los hombres más en la segunda. Las mujeres tienden a consultar cualquier cosa, por insignificante que parezca con su pareja. Los hombres, por su parte, suelen tomar más decisiones sin consultar. Las mujeres –entiende D. Tannen‐ entienden que las decisiones deben ser tomadas de forma consensuada y sopesada; aprecian la conversación y la discusión en sí mismas, son prueba de la solidaridad, de la confianza, de la fuerza de la relación. Los hombres se sienten oprimidos por largas discusiones en ocasiones triviales y se sienten ninguneados si no pueden hacer algo directamente, sin tener que discutirlo. Supongamos una conversación como la siguiente. Texto 1 Hombre: Voy a comprar un ordenador Mujer: ¿Realmente te hace falta? ¿No te sirve el que tienes? Hombre: No, claro que no, si me sirviera, no me compraría otro Mujer: Y no puedes ampliar a la memoria o hablar con mi hermano que ... Hombre: Vamos a ver, yo me voy a comprar un ordenador porque lo ne‐ce‐si‐to
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Mujer: Ay, no te pongas así ¡cómo te pones! Hombre: Me pongo como me da la gana... No es necesario seguir, cortemos la conversación aquí antes de que empiecen a calentarse los ánimos. La mujer está intentando mostrar su interés por el tema, analizarlo conjuntamente con su pareja, discutir los pros y los contras, sentirse partícipe de la decisión, compartir con él algo que a él le interesa. El hombre, en cambio, ‐y, confieso que en mis relaciones con mujeres esto que describo me ha pasado‐ siente invadida su independencia, su poder. Él no está pidiendo opinión, no quiere discutir, simplemente informa de un hecho y no espera más respuesta que: estupendo o muy bien y ya está. Texto 2 Mujer: Voy a comprar un ordenador Hombre: Muy bien Mujer: No vas a decir nada más Hombre: No, cómpratelo Mujer: Pero, ¿No crees que igual debía esperar un poco? Ante la parquedad del hombre, la mujer se sentirá frustrada ante su falta de interés, ante el hecho de que el no quiere hablar del tema (o como mucho para criticar el modelo elegido), ante la falta de sensibilidad por compartir esa decisión. La conversación entre hombres y mujeres muestra, pues, diferentes parámetros. En realidad, no debería sorprendernos: desde que nacemos se nos trata de manera diferente, se nos habla de manera diferente y, como consecuencia, desarrollamos distintos estilos o maneras de hablar. Es, en palabras del psicólogo estadounidense John Gray, como si los hombres viniéramos de Marte y las mujeres de Venus. Nos atraemos como polos contrarios, pero, a veces saltan las chispas. El término clave podría ser el de metamensaje. Igual que un determinado enunciado – como veíamos al principio‐ puede tener diferentes implicaturas según el contexto en el que se articule, un mismo enunciado puede ser interpretado de formas muy distintas por hombres y mujeres. Es como si habláramos diferentes idiomas, con las mismas palabras, pero con distintos significados adheridos, distintos énfasis emocionales. Ahí estaría la raíz de nuestro desencuentro. Por ejemplo, según Gray, cuando una mujer dice Nunca me escuchas no espera que se entienda la frase en un sentido literal, se trata de una exageración que intenta implicar al hombre. Este, sin embargo, suele interpretar la oración en sentido literal y se molesta, se siente agredido. Igualmente, cuando una mujer dice No salimos nunca quiere decir . El hombre, por su parte, puede interpretar . Cuando una mujer dice Ya no me quieres quiere decir . El hombre puede llegar a escuchar, sin embargo, algo como A la inversa, el lenguaje de los hombres tiene también sus claves. Imaginen el siguiente diálogo
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Mujer,. ¿ Te pasa algo? Hombre.‐ No Mujer ¿Estas bien? Parece como si te pasara algo Hombre.‐ Estoy bien. No me pasa nada Mujer.‐ No. Estás raro. Te pasa algo. Lo noto Hombre.‐ Déjame tranquilo Mujer.‐ ¿Cómo puedes tratarme así? Ya no hablas conmigo. No me quieres... A partir de aquí continúen ustedes el diálogo, pero seguro que ya se imaginan que acabará mal. Lo que sucede es que cuando un hombre dice. Estoy bien, no pasa nada, lo que quiere transmitir es . La mujer erróneamente puede interpretar . Así ella empezara una inquisición que, generalmente, acabará por enfrentarlos. Es el dilema entre la solidaridad y la independencia. En la misma línea está la tendencia masculina a resolver problemas frente al deseo femenino por hablar de ellos y compartirlos. D. Tannen refiere el caso de una mujer a la que extirparon un bulto de un pecho. Tras la operación, hablado con su hermana, esta mujer le comentó lo incómoda que se sentía y cómo le molestaba ver los puntos y el cambio en la forma de su seno. Su hermana le dijo Lo sé. Cuando a mí me operaron me sentí igual. De forma análoga, al comentar sus sentimientos con una amiga, ésta le replico: Sí es verdad, es como si hubieran violado tu cuerpo. Su marido, a su vez, cuando oyó sus sentimientos le dijo puedes hacerte la cirugía estética, quitar la cicatriz y que te dejen el pecho como estaba. Nuestra protagonista se sintió consolada por los comentarios de su hermana y de su amiga, pero no por los de su marido. Es más, se quedó todavía más preocupada. No sólo no había escuchado de él lo que ella quería oír, sino, aún peor, ella entendió que él quería que se hiciera la cirugía estética, esto es, que se sometiera a otra operación, justamente cuando ella le estaba diciendo lo mal que lo había pasado. Así que ella le replicó No me voy a operar otra vez. Siento mucho si no te gusta mi pecho. El marido se quedó sorprendido y dolido. Me da igual cómo se vea, a mi me da igual el aspecto. Entonces, dijo ella, ¿por qué me dices que me opere? Bueno, dijo él, porque me acabas de decir que te preocupa cómo se ve. Como vemos, es una de esas conversaciones que saca de quicio a las parejas, que parecen ser un ejemplo de incomunicación. Una de esas conversaciones que nos hacen decir a los hombres No hay quien entienda a las mujeres y a las mujeres Los hombres no nos entienden. En el caso que describíamos, la mujer quería comprensión, no consejo. El hombre adoptó el papel de quien resuelve el problema, cuando ella sólo quería solidaridad, comprensión, compartir un sentimiento. De manera que las mujeres se frustran porque los hombres no responden a sus problemas ofreciendo problemas semejantes como testimonio de identificación y a los hombres nos pasa lo contrario. A las mujeres no les agrada la tendencia masculina de ofrecer soluciones y a los hombres nos fastidia el hecho de que las mujeres no intentan tanto resolver algunos problemas como hablar de ellos. Los ejemplos de las diferencias entre los géneros se podrían multiplicar. Se dice, por ejemplo, que las mujeres hablan más que los hombres, aunque los estudios realizados muestran que, al menos en el ámbito público es el hombre el que tiene el control de la palabra más tiempo. Igualmente la tendencia de los hombres a la interrupción es mayor que en las mujeres.
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Con frecuencia también los hombres tratan o tratamos de impresionar a las mujeres dándoles auténticas conferencias en las que intentamos demostrar nuestro gran conocimiento del mudo en todas sus facetas. Los hombres a nuestra vez nos sentimos ninguneados cuando las mujeres nos sugieren de forma cooperativa: Vamos a hacer esto o lo otro...
3. El ámbito generacional Algo semejante podría decirse a propósito del ámbito generacional, por ejemplo, el amor de los padres hacia los hijos se traduce en preocupación por ellos y en un deseo de solidaridad. A medida que los niños crecen, los padres van dándoles cada vez más independencia, aunque generalmente no al ritmo al que a la prole le gustaría. El adolescente que se enfada porque su padre o su madre insiste en que se ponga una chaqueta o que se acabe el desayuno está interpretado un signo de solidaridad como una imposición. El metamensaje que el adolescente escucha es .
4. El ámbito profesional La comunicación en el ámbito profesional está llena también de peligros potenciales. Los médicos utilizan una terminología que los pacientes no entienden (comentario sobre el caso de los hispanos en Estados Unidos); los jefes pueden fácilmente herir la sensibilidad de los subordinados por su forma de hablar, las reuniones de negocios pueden resultar tensas por las diferentes interpretaciones que cada interlocutor da a lo que dice el otro. En ocasiones los malentendidos pueden ser debidos a confusiones lingüísticas y pueden tener consecuencias trágicas. El 27 de marzo de 1977 el piloto de un 747 de la KLM dijo por radio We are at take off al tiempo que su avión empezó a circular por la pista del aeropuerto de los Rodeos, en Tenerife. El controlador aéreo entendió que el avión estaba en el punto de despegue, esperando instrucciones ulteriores para empezar a correr por la pista de despegue, así que no advirtió al piloto de otro 747 de la Panam que venía por la misma pista entre la densa niebla que no dejaba visibilidad alguna. El resultado fue un horrible choque, el accidente más dramático de la historia de la aviación con 583 muertos. ¿Dónde estuvo el problema? Pues en que el piloto de la KLM fue víctima de una interferencia gramatical de la que el controlador aéreo español ni fue ni podía ser consciente. En neerlandés la forma equivalente a we are at take off significa estamos despegando en lugar de lo que realmente significa en inglés we are at take off, algo estático, no dinámico. En otras ocasiones, los malentendidos son de corte pragmático, el ser demasiado indirecto puede tener también consecuencias trágicas para el tráfico aereo. El 13 de enero de 1982 hizo un frío y un hielo tremendo en Washington D.C.., el vuelo de Air Florida 90 despegó del aeropuerto nacional (hoy Ronald Reagan), pero no pudo conseguir el empuje necesario para despegar, de forma que cayó, choco contra el puente que une el estado de Virgina y la capital federal y se hundió en el río Potomac. De las 64 personas que iban a bordo sólo sobrevivieron 5, las demás se ahogaron ante la mirada horrorizada e impotente de los que por allí se encontraban. La investigación reveló que el avión había esperado demasiado tiempo una vez que se había procedido a quitarle la capa de hielo, de forma tal, que el hielo se había vuelto a acumular en las alas y en el motor, lo que provocó la catástrofe. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Cómo pudieron cometer ese error? La investigación puso de manifiesto que el piloto no tenía mucha experiencia en volar en este tipo de condiciones y, aunque el copiloto tenía algo más e intentó advertir al comandante, lo hizo de manera tan indirecta que sus insinuaciones no fueron tenidas en cuenta. Todo esto lo sabemos, como podrán imaginarse, por la conversación grabada en la caja negra: Co‐piloto: Mira como está el hielo colgando de ahí detrás, ¿ves eso?
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Piloto: ese lado de ahí Copiloto: Ves esos carámbanos ahí detrás y por todos los sitios Piloto: Sí El copiloto expresó su preocupación por la esperar después de quitar el hielo Copiloto: Es una batalla perdida intentar quitar el hielo de ahí, te da un falso sentido de seguridad, es lo único Poco después les dieron permiso para despegar, y una vez más el copiloto expresó su preocupación: Copiloto: Por que no comprobamos la parte superior, ya que hemos estado aquí un rato Piloto: Creo que tenemos que salir en un minuto Cuando estaban a punto de despegar, el copiloto reclamó la atención del piloto al ver que los datos que marcaban los instrumentos no eran normales. Copiloto: Eso no parece que esté bien, verdad?... No, no está bien Piloto: Sí, sí está, son ochenta Copiloto: No, no creo que esté bien, bueno, a lo mejor sí Piloto: 120 Copiloto: No sé El despegue se efectuó y 37 segundos más tarde el piloto y el copiloto intercambiaron sus últimas palabras: Copiloto: Larry, nos caemos Piloto: Lo sé (sonido del impacto) Los copilotos son los que suelen expresarse más indirectamente porque no quieren minar la autoridad del piloto (el cual, por su parte, puede expresarse con mayor libertad). Por eso en los entrenamientos a las tripulaciones se intenta no tanto que los copilotos sean más directos, sino que los pilotos sean más sensibles a la indirectness de sus subordinados.
5. El ámbito intercultural Son muchos los ejemplos o las leyendas de malentendidos culturales. Cualquiera puede sacar de internet algunos de ellos (leer algunos de la hoja). Pero a mí me gustaría referirme ahora a cuatro parámetros que diferencian el modo de ser de las culturas. En concreto: 1. El valor del silencio 2. El valor del debate 3. El valor de ser indirecto 4. El valor de las formas
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4.1. El valor del silencio. Culturas silenciosas – culturas habladoras La manera de hablar varía en función de las lenguas y las culturas. Hay culturas más verbales y otras que lo son menos. Por ejemplo, en términos generales, el mundo occidental es muy parlanchín. No nos gusta el silencio. Resulta incómodo [hacer yo una pausa larga]. Cuando estamos en un ascensor o en una sala de espera, bien nos aislamos (mirando hacia todas partes o enfrascándonos en una revista) y deseando que pase rápido el tiempo o iniciamos una conversación trivial sobre el tiempo, que es un tema muy seguro, para evitar que la atmósfera se cargue. No es ésta una característica exclusiva de los países occidentales; los !Kung, bosquimanos del suroeste de África son una cultura muy verbal. Para liberar las tensiones inherentes a su dura vida de cazadores son muy dados a charlar y a comentar su jornada. Igualmente los Roti de Timor consideran la charla como uno de los grandes placeres de la vida, y la demostración de artes verbales es muy apreciada. También entre los negros norteamericanos (o como se dice en P.C. los afroamericanos) tienen mucho aprecio por la habilidad verbal, especialmente por las narraciones o por los duelos verbales. Un juego muy común entre los jóvenes, to play the dozens, que consiste en insultar a la madre del contrincante mediante una comparación ingeniosa: Tu madre es tan gorda que cuando se cae de la cama se cae por los dos lados, pues la tuya es tan estúpida que se queda mirando el microondas porque cree que es la televisión ,pues la tuya es tan promiscua que cada hermano tiene un apellido diferente etc. Para no irnos tan lejos, nosotros somos también una cultural muy verbal. ¿Por qué charlamos tanto y resolvemos los problemas del mundo? Pensamos seriamente que podemos hacer algo. Creo que sinceramente, no; pero la charla en grupo, la queja compartida es una manera de afrontar nuestra vida sintiéndonos solidarios con nuestros semejantes. Dicho en términos negativos “mal de muchos consuelo de tontos” o en términos positivos “terapia de grupo” sin necesidad de pagarle a un psiquiatra o a un psicólogo. Por el contrario, los apaches occidentales del oeste de Arizona, prefieren el silencio. Cuando los niños regresan del colegio se les recibe con silencio y se espera que los niños se queden también callados. Este silencio se mantiene durante un tiempo, hasta que se han acostumbrado unos a la presencia de otros. En el inicio del noviazgo, como indicación de una relación que comienza, se espera también una buena dosis de silencio. Cuando alguien muere, el silencio es fundamental y no se debe molestar a aquellos que están tristes [acaso la anécdota del velatorio de mi madre]. Otros pueblos indios de América del norte entienden una visita como ir a casa de alguien, sentarse un tato y luego marcharse sin decir una sola palabra. Si no hay nada que decir, no hace falta la conversación intranscendente o small talk. No nos vayamos tan lejos otra vez, en nuestra propia historia de la lengua se define al héroe épico como un hombre de pocas palabras: El Cid era un hombre parco en la conversación, frente a los infantes de Carrión, los villanos, auténticos parlanchines. Los héroes de las películas suelen ser parcos en el hablar, piensen en las películas del oeste o de superhéroes. 4.2. El valor del debate. Culturas polémicas – culturas que evitan la confrontación Las conversaciones que uno tiene en las comidas no son iguales en todos los sitios. Michael Agar, profesor de antropología de la Universidad de Maryland, lo contaba así: Yo crecí con la norma de ´No hables nunca de sexo, política o religión´. Esos temas pueden alterar a tu interlocutor, crear problemas e iniciar discusiones. Lo más importante es mantener la conversación smooth, que todo el mundo esté feliz y simpático. Me llevó años hasta que me sentí cómodo con las conversaciones de los austriacos porque ellos hablaban de sexo, política y religión a todas horas, Y ellos no suavizan sus opiniones divergentes para nada. Empiezan la
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conversación con Eso no es verdad. Cuando esto sucedía, incluso aunque sentía que mi gramática y vocabulario eran correctos, me sentía incómodo con el transcurso de la conversación. Las conversaciones de los americanos ponen énfasis en favorecer la relación, las de los austriacos asumen que la relación es buena y van directamente al debate. Para ellos, una contradicción no es una amenaza para la relación, para los americanos, sí. A los americanos les preocupa el `I am O.K, you are O.K. más que a los austriacos. El resultado es que los austriacos tienen el estereotipo de los americanos como superficiales. Los americanos nunca se involucran en un debate interesante, Los americanos estereotipan a los austriacos como arrogantes. Se te echan encima y te dicen que todo lo tuyo es una basura y que ellos saben todo mejor. •
Anotar que yo en clase lo he visto y en los intercambios también (como los españoles resultan agresivos con los americanos cuando hablan de política o de lo buena que es España en comparación con el resto del mundo. No coméis bien, solo hamburguesas...
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Anotar lo de Chicho a propósito de Gustavo Artaza Tú estas contento con nosotros
Akar se refiere también a las conversaciones en México y la compara con las de los austriacos. De una parte, afirma, la conversación era más fácil, porque, al igual que los americanos, los Mexicanos ponen el énfasis en que la conversación vaya bien. Les preocupa que los interlocutores estén contentos con la conversación y si alguien se siente incómodo hacen lo posible por remediarlo. Pero, a cambio, la conversación no sigue una línea recta. Los meandros, las derivaciones, en temas y en retórica desconciertan al americano. Agar narra la historia de dos hombres de negocios: un americano y un mejicano: el primero vendía pullies al segundo. El mejicano empezó hablando del negocio, pero de repente se puso a hablar del eclipse de sol que se iba a producir en unos días, luego derivó a la noción del quinto sol de los aztecas y a las supersticiones de la gente. El americano empezó a impacientarse e inmediatamente redirigió la conversación a los pullies. Para el americano la conversación tenía un tema y el quería llevarlo en línea recta de principio a fin, para el hombre de negocios mexicano, la conversación comienza con un tema, pero las conversaciones tienen membranas permeables y si surge otro tema pues se le puede dedicar un poco de tiempo. Cita también el ejemplo de Karin Aaronson, una antropóloga sueca, quien enseñaba a los hombres de negocios suecos a negociar en los Estados Unidos. Ella explicaba que el ideal de conversación sueco estaba representado por el campeón de esquí sueco quien preguntado por cómo había llegado a esquiar tan brillantemente no se lanzó a una discusión sobre su infancia, su entrenamiento o su técnica, sino que dijo You just do it. Para un americano, el autobombo es fundamental: hay que enlazar la conversación con la autopromoción. [El ejemplo de Rafael el empleado de Artaza, cuando traía profesores para que vinieran a los cursos] Así que para un austriaco el americano es superficial, para un mexicano, falto de imaginación y para un sueco un creído. A la inversa, para el americano, el austriaco es arrogante, el mejicano nunca va al grano y al sueco le falta confianza en sí mismo. 4.3. Culturas directas – culturas indirectas Quiero referirme ahora a un ejemplo mucho más próximo en relación con la forma más o menos directa o indirecta de decir las cosas. Como muchos de ustedes saben, Salamanca es una ciudad a la que muchos extranjeros se acercan para aprender el español. Los que nos hemos dedicado a enseñárselo, hemos oído frecuentemente sus comentarios de que los españoles hablamos demasiado alto, demasiado rápido, que parece que nos estamos peleando cuando hablamos y de que somos muy directos. Una estudiante mía Holly Hightower preparó una memoria de máster bajo mi dirección sobre este último tema y de nuestras discusiones y de sus hallazgos quiero hablarles unos minutos.
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La indirectness o el uso de procedimientos indirectos es un recurso muy habitual en las lenguas. Es una especie de tratado de no agresión, de seguro ante meteduras de pata. Yo no me atrevería a decirle a uno de ustedes, Cierre la puerta, o Tráigame un vaso de agua. Hacer eso supondría una amenaza directa a mi interlocutor y esa amenaza podría tener consecuencias indeseadas: que la persona aceptara, pero se formara una mala opinión de mí, o que me desafiara y dijera que te la traiga tu tía. Por eso las lenguas se sirven de unas estrategias de cortesía entre las cuales está el ser indirecto. Así cuando decimos ¿Tienes un bolígrafo? Estamos evitando la orden directa y nos estamos sometiendo al interlocutor. Las estrategias de cortesía y el grado de indirectness están presentes en todas las lenguas, aunque de forma muy variable. De todos es conocida la importancia de estos recursos en lenguas del extremo oriente, como el japonés, por ejemplo. No sólo su extensión es universal, sino que las leyes que las rigen son muy complejas, en ellas influyen la distancia social, la solidaridad, la jerarquía, etc. Los ejemplos son múltiples: desde uso de los tratamientos como tú y el usted sometidos al binomio solidaridad o confianza vs respeto; el uso de presecuencias del tipo ¿Estás muy ocupado? No Puedes echarle un vistazo a estos papeles... De hecho cuando queremos hablar de un tema delicado, muchas veces empezamos hablando de temas intranscendentes para prepararnos el camino. Evitamos ir al grano directamente y nos perdemos previamente por las ramas, para evitar ser demasiado directos. Un ejemplo de ello es el uso de estructuras imperativas o imperativas disfrazadas en español frente al uso de estructuras mas indirectas en inglés americano. Supongamos la siguiente situación: Estás en una cafetería y quieres tomar un café con leche corto de café y con sacarina. Se lo pides al camarero: a) b) c) d) e) f)
Quiero un café, corto de café y con sacarina Ponme un café, corto de café y con sacarina Un café, corto de café y con sacarina Me gustaría un café, corto de café y con sacarina ¿Me puede poner un café, corto de café y con sacarina? ¿ Me pones un café, corto de café y con sacarina?
[You are in a coffee shop and you want to have coffee with milk, with little coffee and with saccharine. You ask the waiter] a) I want a coffee, short on the coffee and with saccharine. b) Give me a coffee with milk, short on the coffee and with saccharine. c) Coffee with milk, short on the coffee and with saccharine. d) One with milk, short on the coffee e) I´d like a coffee with milk short on the coffee and with saccharine. f) Can you give me a coffee with milk short on the coffee and with saccharine La opción preferida en el caso de los americanos fue: I´d like a coffee, short on the coffee and saccharine (en el caso del alemán Ich hätte gerne ein...) [Tienes hambre y no tienes ganas de levantarte del sofá donde estás viendo un partido de fútbol. Le preguntas a tu madres si te hace algo de comer] a) Mamá ¿Me preparas un bocata
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b) c) d) e) f)
Mamá, tengo mucha hambre Mamá ¿Me harías el favor de prepararme un bocadillo? Mamá, el partido está superinteresante¿Podrías prepararme un bocata, porfi Hazme un bocata, mamá Mamá, ¿Me podrías hacer un bocadillo? Me estoy muriendo de hambre...
[You are hungry and you don´t feel like getting up from the sofa where you are watching a great game. You ask your mother if she will make you something to eat] a) b) c) d) e) f)
Mom, will you make me a sándwich Mom, I am really hungry Mom, would you do me a favor and make me a sándwich? Mom, the game is really interesting, would you make me a sándwich, please? Make me a sándwich, mom Mom, could you make me a sándwich I am dying of hunger...
Incluso un americano escribió: En los bares la gente siempre dice “Dame una cerveza” y en Estados Unidos, nosotros decimos ¿Podría tener una cerveza, POR FAVOR? Otra chica escribió En Estados Unidos cuando una persona pide comida en un restaurante dice “Hola ¿puedo tener un plato de paella y pan? Y para beber me gustaría una cerveza, por favor... gracias. Pero en España, cuando una persona quiere comer, dice Una paella, pan y para beber, cerveza” El uso del imperativo es especialmente contrastivo en situaciones de confianza. Así oraciones como: Mamá, hazme un bocata Abre (en un portero automático) No se oye ( en una conferencia) serían impensables en inglés Mom would you do me a favor and make me a sándwich Could you open the door please? I am sorry to interrupt but it seems like the microphone isn´t working Este tipo de contrastes crean inseguridad y confusión y aumentan el shock cultural de unos y otros, por ejemplo: La primera vez que yo comí en mi casa en España, mi señora dijo, “Anna María, ¡Ven aquí!” Yo creí que ella estaba enojada conmigo porque no me dijo “por favor”. Aprendí después que ella decía “ven aquí” muy a menudo y que ella no estaba enojada conmigo. Era normal. El uso de imperativos, la ausencia de formas de cortesía como por favor y a veces incluso el tono de voz elevado (porque pensamos que cuanto más alto hablamos mejor nos entienden) provocan la impresión de enfado.
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Los ejemplos se podrían multiplicar, pero, en cualquier caso, lo que se observa es que para los americanos, los españoles somos muy directos y tenemos una idea algo laxa del respeto familiar; para los españoles, en cambio, los americanos muestran un distanciamiento exagerado en las relaciones familiares o amistosas. El uso de una forma lingüística como el imperativo da lugar a todas estas especulaciones. Lo importante es no hacer juicios de valor, para los americanos la independencia y el respeto al individuo, sea o no familiar es prioritario, para el español la relación de solidaridad o intimidad se antepone y permite estrategias más directas, pero, por favor, no debe sacarse la conclusión patriotera de que somos los mejores y los demás son unos desalmados. Cada cultura tiene sus estrategias, pero no deben juzgarse lo sentimientos. Hemos comparado a los americanos y a los españoles, pero podríamos hacerlo también con los ingleses y los alemanes o con los rusos. Fórmulas como:
Du solltest das Fenster zumachen (equivalente a Kannst du das Fenster zumachen ?)
en lugar de
Can you close the window ? (no equivalente a You should close the window)
les resultan muy impositivas a los angloparlantes, por no decir nada de las rusas
Daite sigaretu (Dame un cigarro)
D. A. Koike se refiere a la diferencia interlingüística entre el inglés y el español en las sugerencias formuladas con interrogativas negativas del tipo:
A: Me duele la garganta
B: ¿Por qué no te tomas un jarabe?
Así tendríamos unas equivalencias como:
¿Por qué no...?
Why don´t you / Why not...?
¿No deberías…?
¿No has pensado en..? Haven´t you thought about /considered?
…
Should´t you…?
Sin embargo, esta equivalencia no lo es tal, pues las interrogativas negativas tienen una fuerza mayor que las españolas hasta el punto de que pueden interpretarse como insultos o reproches. Veamos:
¿No has pensado en leer ese libro?
‐ Have you thought about reading this book? (equivalente) ‐ Haven´t you thought about reading this book? (mayor fuerza, casi reproche)
Si la oración apareciera en afirmativa en español, tendría el valor de una interrogativa total, no de una sugerencia. Estos comportamientos son aprendidos desde niños. El uso por ejemplo de formas de cortesía se induce en los americanos desde muy pequeños, mientras que en España, comparativamente el uso es menor. Lo mismo cabría decir de la asertividad en la expresión de opiniones, sugerencias, etc. Voy a contarles una experiencia personal de mis primeros días en Estados Unidos: Iba en un coche de acompañante con unos amigas americanos, mi ventanilla estaba bajada y una de ellas me dijo:
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You may want to roll up the window (literalmente Tu puedes querer subir la ventanilla). No sé cómo lo percibirán ustedes, pero a mí me pareció una total agresión a mi libertad. ¿Cómo alguien puede atreverse a decirme lo que yo puedo o no puedo querer? Ya soy mayorcito y lo era entonces para eso. Un millón de veces hubiera preferido que me dijera –como es habitual en mi lengua‐ Sube la ventana, por favor. Lo que yo no entendía entonces es que para un americano hay que hacer partícipe al interlocutor de la sugerencia y en ningún caso imponerse con un imperativo. A nosotros nos parece que los americanos (y lo mismo podría decirse de otras lenguas germánicas) son demasiado retorcidos, demasiado retóricos, si me permiten la acepción peyorativa de la palabra. A ellos, que somos brutales, insensibles. Los ejemplos se podrían multiplicar: Is it O.K if I open the window? Shall I open the window? (¿Está bien si abro la ventana? ¿Debo abrir la ventana?) o En lugar de ¿Abro la ventana? Las anécdotas se podrían multiplicar, por ejemplo, con lo que es el trato como cliente en un restaurante o una tienda... (Gracias por venir, que tenga un buen día) [Hay, sin embargo un aspecto, en el que el americano tiende a ser mucho más directo que el español y es en lo referente al dinero. Por ejemplo, ante la situación de dar una clase particular a un niño, un estudiante americano diría a los padres My charge per class is $10 dollars (Mi tarifa por clase es de 20 dólares); un español, por lo general, se muestra más pudoroso, dilata más el tema del dinero y acabaría diciendo, así que por cada hora de clase, cobro, bueno, 1.500 pts. V. Verdú en su libro el planeta americano recuerda como el dinero es un factor determinante en esta sociedad y no esta tan sujeto al tabú como en la nuestra. Cuenta, por ejemplo, como en una ocasión tres escolares iban de puerta en puerta vendiendo sandwiches con el fin de reunir fondos para una fiesta. En una de las casas la señora les entregó un billete de cinco dólares para pagar el precio de cuatro dólares, pero al ver que los chicos no tenían cambio se fue por un papel y les hizo firmar un papel reconociéndole la deuda de un dólar. No se trataba – dice Vicente Verdú‐ de una persona avara o desequilibrada. Se trata de que el dinero tiene un valor y hay que aprenderlo desde pequeño. Por eso, aunque a mí me molestaba la eterna pregunta americana de ¿Cuanto cuesta? he aprendido, al menos, a entenderla en su contexto. El malentendido de los esquemas, guiones... [En un restaurante americano] 1. Al entrar nos recibe un empleado cuya única misión es sentarnos, nos pregunta cuántos somos y nos lleva a la mesa. 2. Enseguida se presenta un camarero, pero no es que se presente solo físicamente, es que se presenta literalmente: Hi folks, how are you doing? My name is Kevin. I´ll be serving you tonight. Todo esto con una sonrisa encantadora, y, cuando apenas nos hemos repuesto de la sorpresa, nos dice que, además de la carta, tiene una serie de recomendaciones o specials, que enumera a toda velocidad. Finalizada la retahíla, nos pregunta qué queremos de beber. Para un español, esto es demasiado. Hay que ver la cara de tontos que se nos queda cuando nos inundan con tanta verborrea y tanta amabilidad. 3. A partir de ahí vamos cenando, pero a lo largo de la cena, el camarero se pasa unas cuantas veces para preguntarnos dos cosas, a saber: Is everything all right? Would you like another beer? ¡Qué preocupación! ¿Por qué no nos deja en paz? Ya le llamaremos si lo necesitamos.
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4. Finalmente, pedimos la cuenta y nos la trae amablemente –a veces hasta con una cara sonriente dibujada; pero, todo tiene un precio, la atención y la amabilidad exigen un 15 por ciento de propina. ¡¿Un 15 por ciento?! [En una cafetería española] 1. El camarero se aproxima y mira al cliente. 2. El cliente pide lo que desea. 3. El camarero lo trae y se despreocupa del cliente. 4. El cliente pide la cuenta. Este contraste muestra como los esquemas situacionales y lingüísticos son diferentes entre las diferentes sociedades y como esto proporciona impresiones contrarias: o
Los americanos pueden parecen excesivamente empalagosos a los españoles.
o
Los españoles pueden parecer demasiado secos o antipáticos a los americano.
Contra esto, esta, por supuesto, la globalización y las franquicias: o
McDonalds
o
Burger King
Claro que, en el McDonalds español se puede beber cerveza y comer gazpacho, y en el Burger King pueden cobrar extra por el ketchup extra. 4.4. El valor de las formas. Culturas formales – informales Acabamos de hablar de indirectness y hemos comparado a los americanos con los españoles, pero ¿qué pasaría si comparamos a los americanos y los japoneses? Muchas son las diferencias que se han señalado, por ejemplo: -
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La necesidad del japonés de saber con quien está hablando y establecer una relación jerárquica con él de inferioridad, igualdad o superioridad: o
El ejemplo de Noriko en mi despacho
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El ejemplo de los dos viejos profesores saludándose en Japón
o
El ejemplo de los debates entre estudiantes: perdían tiempo en ver cómo se articulaba el debate, frente a los americanos que lo iniciaban sin más
La dificultad de separar lo informativo de lo interactivo, oscureciéndose así muchas veces el mensaje. La novela de Crichton
6. Conclusiones Para mí la conclusión más importante es que tenemos que hacer el esfuerzo de entender las claves comunicativas de los demás. No es necesario que renunciemos a las nuestras, pero nos ahorraríamos muchos malentendidos y muchos conflictos si lo hiciéramos. Y si al menos les he hecho pensar un poco en estos minutos, me daré por muy satisfecho
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