Oratoria Prepárese para hablar en público
Lic. Juan Vizcarra Sánchez
ORATORIA Manual de Curso Introducción: Por lo común, las personas desean mejorar su habilidad para comunicarse porque saben que para conseguir las cosas que necesitan tienen que negociar de alguna manera, lo cual envuelve un contacto eficaz. Bueno, ya diste el primer paso. El que estés leyendo este material muestra tu interés en hablar en público eficazmente. Este es un gran día para ti porque estás leyendo con un excelente propósito: Pulir tu personalidad para desempeñarte con más eficacia cuando hables ante un auditorio. Las enseñanzas de Oratoria en Alternativa Comunicaciones no están basadas en un código de reglas, sino de principios. Las reglas y los principios son cosas diferentes. De eso hablaremos más adelante con más detalle. Los principios son verdades elementales, mientras que las reglas son órdenes, decretos y/o prohibiciones que emanan de los principios. Por ejemplo, para ilustrarlo, un principio cívico es que las calles de la ciudad se mantienen limpias no solo para que se vean bonitas y ordenadas, sino para que estén libres de suciedad y malos olores. Pero ¿cómo lograr dicho objetivo? Estableciendo reglas y publicándolas: "Arroje la basura en los basureros", "No arroje papeles a la calle", "No escupir", "No pise el césped", "Prohibido fumar en lugares públicos como este". Los principios y las reglas cooperan juntas para el logro de los objetivos.
"La práctica sin principios carece de sentido; y la teoría sin principios resulta inútil." Thomas O. Davenport
NOCIONES BÁSICAS A través de la historia desde que el hombre hizo conciencia de la gran importancia que tiene la ORATORIA, han surgido diversos conceptos según el criterio de los estudiosos o investigadores. LA ORATORIA.Más conocida como el “Arte de hablar en público” es la expresión reveladora de la personalidad humana. Es un conjunto de normas y técnicas para hablar bien en público o en cualquier circunstancia. El profesor y filósofo italiano Majorana dice: ORATORIA, “El arte de hablar en público”, es la más sugestiva de todas las artes. LA ELOCUENCIA.Es el arte de exponer ideas y traducir sentimientos con palabras apropiadas, dentro de un sentido de justicia y verdad. Por lo tanto la Oratoria es el arte de hablar con elocuencia. La palabra elocuencia proviene del verbo latino ELOQUOR que significa hablar con claridad. La oratoria indica lo normativo y la elocuencia del estilo, la perfección. Dos mil años atrás, uno de los primeros libros escritos sobre este arte, describían al orador: Como un hombre bueno que sabe manejar la palabra e influir a los demás. LOS FINES DE LA ORATORIA 1. ENSEÑAR Y APRENDER.Toda persona que habla en público lo hace porque está convencida que tiene algo importante que comunicar y este mensaje debe dejar una enseñanza. Cuando el orador expone un discurso refresca sus ideas y lo vuelve a asimilar, además de las preguntas que hace el público, aprende. Es decir, transmitir conocimientos a otras personas (Público) investigarles y asimilarles en la práctica, aquí el orador se dirige a la inteligencia de sus oyentes. 2. CONVENCER El orador para convencer al público debe exponer su discurso en forma lógica y coherente, apoyada en argumentos sólidos, que demuestren que lo que está diciendo es realmente valedero. Aquí el orador actúa sobre la razón de las personas que conforman su auditorio.
3. PERSUADIR Consiste en influir en las personas mediante la palabra con el fin de motivarlos a que realicen una determinada acción. Aquí el orador se orienta sobre la voluntad. 4. CONMOVER Es transmitir a las personas que conforman el auditorio determinados estados de ánimo (alegría, tristeza, reflexión, etc.) Para conmover al orador se apoya en su vos, sus gestos y ademanes y se dirige a la parte emotiva sentimental. 5. AGRADAR Vale decir, producir por medio de las palabras sentimientos de placer con fines determinados. Consiste en llevar una intención agradable al auditorio, muchas veces hacerle olvidar los problemas de la vida cotidiana. La primera impresión que tiene el público del orador de be ser agradable porque permitirá crear un ambiente de cordialidad y confiabilidad, aquí nos orientamos al gusto de las personas que conforman el público. En la práctica oratorial estos fines pueden darse solos o lo que es frecuentemente combinados entre sí, vemos el siguiente cuadro: Cód.
Fines
Actitud de orador
1
ENSEÑAR Y APRENDER
-
2
CONVENCER
-
3
PERSUADIR
4
CONMOVER
-
-
5
AGRADAR
-
Ideas, conceptos Temas de interés y amplio horizonte cultural. Exposición lógica y coherente, argumentos sólidos. Crear interés Motivar Incitar a la acción Para la alegría: Elevar la voz, agitar las manos, esbozar una sonrisa. Para la tristeza: Bajar el tono de voz, ademanes pausados, gestos lánguidos. Imagen del orador Tono de voz agradable Actitudes de Cortesía.
Enfoque del Público Inteligencia
Razón
Voluntad
Emoción y sentimientos
Gustos
VENCIENDO EL MIEDO AL PÚBLICO ¿Por qué es tan universal el miedo al público si no representa una amenaza física? Nuestro yo y nuestro amor propio están amenazados, evidentemente en un grado de importancia. A ninguna persona normal le agrada aparecer como tonta. Deseamos presentarnos a los otros de la mejor manera posible. En consecuencia una situación de discurso o hablar en público implica peligro, no físico sino psicológico. En consecuencia uno de los factores sobre el miedo al público que no debe perder de vista es que usted no está solo. De un modo implícito todos lo experimentan en cierto grado, incluso los oradores más experimentados. La mayoría de los oradores novatos experimentan el miedo al público y sería mejor que usted se preocupara si usted no lo siente. Si hay algún consuelo en el viejo dicho de que “Mal de muchos…”. El temor a la gente tiene su base tiene su base en la reacción del cuerpo a una verdadera amenaza psicológica. Aunque el hablar en público no representa ninguna amenaza a la vida o al cuerpo, sí amenaza su sentido de importancia. Es estimulado por nuestro deseo de no aparecer como tonto o quedar mal frente a los demás. Debido a que existe una amenaza real o imaginaria, nuestro cuerpo reacciona fisiológicamente, como lo harían al enfrentarse a una amenaza física. ¿Qué se puede hacer para eliminar el miedo al público? LOS ESTANCADOS ¡Poco! ¿Qué puede usted hacer Yo conozco, hombres y mujeres estancados para controlarlo? ¡Mucho! No Que siempre vivirán estancados. intente eliminar el miedo al ¿Saben ustedes por qué? público. No crea o confíe en Yo les diré por qué, porque nunca tuvieron trucos para dominarlo; El coraje, la valentía para terminar, Lo que habían empezado. sencillamente no darán resultados. En vez de ello trate de aplicar las sugerencias o técnicas que siguen:
LA RESPIRACION La calve de la expresión oral, y por lo tanto, del aprendizaje de sus técnicas, es la respiración. En las actividades físicas diversificadas y más corrientes, todo el mundo tiene conciencia de este hecho: un simple paseo por el campo, por ejemplo no resulta agradable sino se ha adoptado un cierto tipo de respiración. Pero casi nunca se piensa que la expresión oral en público es también una actividad física específica: se percibe sola y exclusivamente como una actividad intelectual y de relación. Se olvida que el cuerpo es su instrumento, su herramienta. Y por eso hay tantos oradores como nadadores cuyos movimientos musculares son impecables, pero que respiran a
contratiempo sin un ritmo adecuado, estos se sofocarán rápidamente y tienen que detenerse para encontrar un ritmo de respiración que les permita desenvolverse con soltura y seguridad. Conozca su propia respiración Se ha llegado a la conclusión de que solo los lactantes y los hombres Primitivos sabían respirar correctamente; la vida civilizada interviene de numerosas maneras para modificar nuestra respiración.; así adoptamos hábitos que la mayor parte no son buenos: es preciso conocerlos. Por eso ciertos especialistas aconsejan que se percate uno de su propia respiración de vez en cuando: se podrá comprobar que no se oxigena enteramente la caja torácica, que la cintura abdominal no desempeña su papel; en suma, que el mecanismo no marcha tan bien como debiera. Utilizar una buena respiración Para hablar, para relajarse, la respiración debe ser abdominal conforme lo hemos señalado. Pero no por ello queda prohibida la respiración de tipo torácico: sigue siendo fundamentalmente útil para ventilar bien de vez en cuando la totalidad de los pulmones. Sin embargo esta respiración no aporta un resultado verdaderamente apreciable sino bajo algunas condiciones: No alzar los hombros para inspirar, sino dejarlos libres, sueltos o distendidos se forma que se abran y se liberen ligeramente. Los músculos pectorales son los que actúan. Trata de vaciar lo más totalmente posible los pulmones en el momento de la espiración. Hay un truco para conseguirlo: hacer como si se preparara para pronunciar la letra “p” y expulsar el aire por esfuerzos repetidos como si quisiera al mismo tiempo expulsar el aire y contenerse de hacerlo. El ritmo respiratorio varía mucho según las personas (de seis a veinte veces por minuto). Para que los ejercicios de respiración resulten lo más eficaces posible el mejor medio es el siguiente: tenderse lo más distendido posible, y dejar que se inicie la respiración abdominal, con las manos colocadas sobre el vientre y elevando a cada respiración. Con este ritmo fundamental será con el que cada uno debe tratar de respirar cada vez que hable en público y que precise a la vez de aliento y de la distención. DESARROLLO DEL VALOR Y LA CONFIANZA EN SÍ MISMO Hablar en público importa cierta responsabilidad, aún cuando se hable a veinte o treinta personas en una conferencia, uno siente cierta turbación, cierto nerviosismo, cierta excitación. El inmortal Cicerón dijo hace dos mil años; que todo curso público de
verdadero mérito se caracteriza por la nerviosidad, los oradores experimentan a menudo esta sensación aun cuando hablan por radio “Miedo al micrófono” se llama esto. Es por ello que a fin de obtener el mayor provecho en esta preparación y con ello prontitud y seguridad son necesarias cuatro cosas: (dice Dale Carnegie). PRIMERO: COMENZAR CON DESEO VIVO Y TENAZ Esto es mucho más importante de lo que creemos. Si nuestro instructor pudiera sondar nuestro espíritu y corazón, y calcular el vigor de nuestros deseos, podría predecir, casi con exactitud, la celeridad con que adelantaremos en este Curso. Si nuestros deseos son pálidos y fofos, nuestro progreso corresponderá a este tinte y a esa consistencia. Pero si ponemos empeño persistente en lograr nuestro fin, y lo hacemos con la misma energía con que el perro de caza se lanza a la persecución de su presa, entonces nada en el mundo podrá derrotarnos. Alimentemos entonces nuestro entusiasmo para este estudio. Enumeremos sus beneficios. Pensemos cuánto significará la confianza en nosotros mismos y la capacidad de hablar y convencer. Pensemos en lo que puede significar socialmente, económicamente y los amigos que nos brindará; el acrecentamiento de nuestra influencia personal, la mayor capacidad de mando. Ninguna otra ocupación desarrollará en nosotros mayor capacidad de mando con mayor rapidez, que esta de la Oratoria. Pensemos en la sensación de satisfacción y placer que resultará del ejercicio de este nuevo poder. Pero para que ésta satisfacción sea completa e íntimamente duradera, pocas cosas hay que se pueden comprar a la de pararse delante de un auditorio y hacer que todos piensen como uno. Esto proporciona sentimiento de fuerza, sensación de poder. Halaga nuestro orgullo de consecución personal. Nos aparta de los hombres, elevándonos por sobre ellos. En todas las clases hay alumnos que desmayan y quedan rezagados a la vera del camino; de modo que debemos concentrar nuestro pensamiento entorno a lo que este Curso significa para nosotros, hasta que nuestro deseo esté candente. Debemos comenzar este programa con tal entusiasmo, que nos obligue a no perderé clase, hasta terminar el curso triunfalmente. Digamos a nuestros amigos que nos hemos inscrito en este Curso, fijemos el tiempo necesario para asistir y practicar las técnicas que se impartan en el Curso, el fin hagamos el avance lo más fácil posible. Hagamos lo más difícil posible el retroceso. Cuando julio César, cruzó el canal de La Mancha y desembarcó con sus legiones en lo que hoy es Inglaterra, ¿Qué hizo para asegurar el éxito de sus armas? Una cosa muy inteligente: hizo detener a sus soldados sobre los peñascos y lejos de volver y
ordenándoles mirar hacia abajo: sobre las olas a setenta metros de profundidad, roas leguas de fuego consumían los barcos en que habían venido. En territorio enemigo, roto el único vínculo con el continente, quemado el único medio de retroceso, sólo podían hacer una cosa: avanzar y conquistar. Eso, precisamente, es lo que hicieron. Así era el espíritu inmortal de Julio César ¿Por qué no nos apropiamos de este espíritu en nuestra guerra para exterminar el ridículo temor al auditorio? SEGUNDO: SABER CLARAMENTE EL TEMA QUE VAMOS A TRATAR A no ser que se haya meditado sobre el discurso, que se haya planeado, y que se sepa qué se va a decir, no puede el orador sentirse muy tranquilo cuando afronta su auditorio. Es como el ciego que quisiera guiar a otro ciego. En tales circunstancias, el orador se sentirá cohibido, arrepentido, avergonzado de su negligencia. “Salí electo legislador durante el otoño de 1881-escribía Theodore Roosevelt en su autobiografía-, y comprobé que era el hombre más joven de la cámara. Como a todos los miembros jóvenes e inexpertos, me resultó sumamente difícil aprender a hablar. Aprendí mucho con el consejo de un viejo y perspicaz labrador (que sin saberlo estaba citando al duque de Wellington, quien a su vez estaba sin duda, citando a algún otro). El consejo era el siguiente: “No hables hasta que estés seguro de que tienes algo que decir, y que sepas qué es; entonces dilo, y luego siéntate”. Este “viejo y perspicaz labrador” debió haber hablado a Roosevelt de otro recurso para sobreponerse a la nerviosidad. Debió haber agregado: “Te será provechoso para librarte de tu turbación, que encuentres algo que hacer delante del auditorio; si puedes mostrar algo, escribir una palabra en el pizarrón, o señalar un punto sobre el mapa, o mover una mesa o abrir una ventana, o correr algunos libros y papeles, cualquier movimiento físico, en fin con intensión velada, puede servir a que te sientas cómodo. Ciertamente, no siempre es fácil hallar excusa para hacer estos movimientos, pero la sugestión ahí queda. Usémosla si podemos; pero usémosla las primeras veces solamente. Los niños no se asen de las sillas una vez que han aprendido a caminar. TERCERO: PROCEDER CON CONFIANZA El más famoso psicólogo que haya producido América ha escrito lo siguiente:
“La acción parece venir después del sentimiento, pero en realidad ambos están estrechamente ligados; y regulando la acción, que está bajo el dominio directo de la voluntad, podemos indirectamente regular el sentimiento que no lo está. “Así el camino más eficaz de la voluntad para llegar a la alegría –cuando nuestra alegría espontánea esté perdida- es estar alegres y hablar y proceder como si dicho sentimiento se hubiera apoderado ya de nosotros. Si con esto no recobramos la alegría, entonces, por el momento no habrá nada que nos la haga recobrar”. “Por tanto, para sentir valor, procedamos como si fuéramos valientes, empeñemos nuestra voluntad para este fin, y lo más probable será que un rebato de entusiasmo reemplace el estado de temor. Apliquemos el consejo del profesor james. Para desarrollar el valor cuando estamos frente a un auditorio, procedamos como si lo tuviéramos. Desde luego, si no estamos preparados, por mucho valor que despleguemos no conseguiremos grandes efectos. Pero cuando sabemos de qué vamos a hablar, adelantémonos a la tribuna con energía y respiremos profundamente durante treinta segundos antes de afrontar a un auditorio. Esta provisión aumentada de oxígeno nos sostendrá y nos dará valor. El famoso tenor Jean de Rezke solía decir que, cuando se retiene el aliento de suerte que podamos “sentarnos en él”, la nerviosidad desaparece. En todos los tiempos, en todos los climas, los hombres han admirado el valor; de modo que, por mucho que el corazón golpee de nuestro pecho, debemos avanzar con paso firme, detenernos, comportarnos, como si realmente sintiéramos en nosotros el valor suficiente para enfrentar nuestro a auditorio. Irgámonos plenamente, miremos al auditorio con firmeza, y comencemos a hablar con tanta confianza como si ellos fueron deudores nuestros. Imaginémonos que lo son realmente, imaginemos que se ha reunido allí para pedirnos una prórroga. El efecto psicológico será beneficioso. No nos abrochemos y desabrochemos nerviosamente la chaqueta, ni movamos torpemente las manos. Si no podemos evitar movimientos nerviosos, pongámonos las manos detrás de la espalda y entrelacemos los dedos allí donde nadie pueda vernos. O movamos los dedos gordos del pie. Como regla general no es prudente que el Orador se oculte detrás de un mueble; sin embargo, las primeras veces alienta un poco el estar detrás de una mesa o de una silla y aferrarse a ella. También es bueno apretar una moneda en la palma de la mano.
Pensemos un título largo de primer plano o aprendamos de memoria una frase célebre o una cita literaria y luego figuremos el mensaje que queremos entregar. El mensaje, ahí está el detalle. Recordémoslo siempre. Interesémonos. Aprendámoslo hasta conocerlo como a la palma de la mano. Creamos en él de todo corazón. Y entonces, hablemos como si estuviéramos decididos a decir el mensaje. Hagámoslo así, y tendremos diez probabilidades contra una de que seremos dueños de las circunstancias y señores, de nosotros mismos. CUARTO: ¡PRACTICAR! ¡PRACTICAR! ¡PRACTICAR! El último tema de que trataremos en este capítulo es, sin duda alguna, el más importante. Aunque olvidemos las anteriores técnicas recordemos esto: el primer método, el único método, el método que nunca falla para desarrollar la confianza en nosotros mismos cuando hablamos en público consiste en… hablar. Todo el problema, en efecto, se reduce finalmente a un solo punto, que es esencial: practicar, practicar, practicar. “Cualquier principiante .previene Roosevelt- puede caer preso de la fiebre de gamo que consiste e una intensa excitación nerviosa que muchas veces nada tiene que ver con la timidez. Se puede coger esta fiebre de primera vez que se habla a un auditorio numeroso. Lo que se requiere para controlar esta fiebre, no es valor sino dominio del sistema nervioso, serenidad. Esto sólo se puede obtener mediante la práctica. Se debe mediante el hábito y diferentes ejercicios de dominio, llegar a doblegar completamente los nervios. Esto es en gran parte cuestión de costumbre. Costumbre, en el sentido de esfuerzo repetido y de repetido ejercicio de fuerza de voluntad. El hombre de valía se fortalecerá a cada ejercicio. ¡Conque hay que perseverar! No debemos faltar a una clase porque las actividades de la semana nos hayan impedido prepararnos. Preparados o no, vayamos. Dejemos que el instructor, que los otros alumnos nos sugieran un tema cuando ya estemos en clases. Finalmente, queremos deshacernos de nuestro temor al público ¿Verdad? Veamos cuáles son sus causas. “El miedo nace del desconocimiento y de la falta de certeza” dice el profesor Robinson. En otras palabras: es el resultado de la falta de confianza. Y ¿Cuál es la causa de esto? El no saber de lo que cada uno es capaz. Y el no saber esto es originado por la falta de experiencia. Cuando se trae desde lo pasado un conjunto de experiencias triunfales, los temores desaparecen. Solo una cosa es cierta: el modo más seguro para aprender a nadar es lanzarse al agua.
"La Oratoria, No es un verso, es pasión. No es grito, es coraje. No es poesía, es la magia de las palabras. Es el canto del alma, es el himno del pensamiento, es el Imperio de las palabras”.
¿Para qué aprender y entrenarse en Oratoria? La Oratoria no se aprende como una materia más de cultura. La Oratoria se aprende para vencer el Miedo, para darle poder a las palabras, para saber persuadir, conmover, impactar y convencer. Se entrena para dominar la Voz, los movimientos corporales, el dominio escénico, el carácter, la actitud, la firmeza y las reacciones.
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