ORIGEN Y LEGITIMIDAD DEL PODER POLÍTICO

TEMA 8 ORIGEN Y LEGITIMIDAD DEL PODER POLÍTICO. ÍNDICE 1. El poder 1.1. Definición y características 1.2. Los mecanismos del poder 2. La política y

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TEMA 8

ORIGEN Y LEGITIMIDAD DEL PODER POLÍTICO.

ÍNDICE 1. El poder 1.1. Definición y características 1.2. Los mecanismos del poder 2. La política y el poder político 2.1. Funciones del poder político. 2.2. El poder soberano. 3. La legitimidad del poder político 3.1. La legitimidad según el origen. 3.2. La legitimidad según los fines. 3.3. Legitimación según el dominio. 3.4. La legitimación contractual. 3.5. La legitimidad en las democracias modernas.

INTRODUCCIÓN La política es la actividad en la que se toman decisiones de forma colectiva. El poder político se encarna en el Estado. Pero ¿es necesario el Estado? Las diversas formas de legitimación, justifican, desde diferentes puntos de vista esta necesidad. También veremos que el poder no ha sido siempre justo. Durante casi toda la historia, la humanidad ha estado sometida a tiranías. Esto plantea problemas de gran magnitud, por ejemplo ¿cómo evitar los abusos de poder? _________________________________________________________________ 1. EL PODER 1.1. Definición y características Poder en un sentido amplio es un modo de relación mediante la cual el sujeto impone sus propios fines a la voluntad de otras personas. Los psicólogos nos dicen que el ser humano tiene tres grandes motivaciones sociales: la afiliación que es el deseo de ser aceptado y reconocido socialmente, el logro que es el deseo de conseguir un objetivo y, el poder que es la capacidad de imponerse a otro. Las relaciones de poder pueden aparecer en todos los campos de la sociabilidad humana. Por ejemplo en las relaciones de pareja o en las relaciones familiares. Como otros muchos deseos, el del poder puede convertirse enana obsesión. El obseso por el poder se vuelve inevitablemente peligroso. 1.2. Los mecanismos del poder

Aunque es un fenómeno complejo que se da en múltiples situaciones y niveles, el poder siempre se ejerce mediante unos pocos mecanismos: Castigar. El miedo es uno de los grandes motores de la obediencia y la sumisión. Los castigos pueden ser muy diversos: dolor, retirada de cariño, abandono, despidos, multas, prisión, vergüenza, rechazo social, etc. Se considera que, en cuanto al poder político, el Estado se ha reservado el poder de castigar. Premiar. También los premios pueden ser muy variados: placer, aceptación, reconocimiento, halagos, cargos, dinero, etc. Alterar las creencias, los sentimientos y los deseos. La seducción, la persuasión, el engaño, las técnicas de publicidad o propaganda, son procedimientos para ejercer el poder. Los grandes líderes políticos y religiosos las utilizan. También los medios de comunicación ejercen el poder de esta manera. Limitar las posibilidades de acción de los demás. Si una marca baja mucho los precios, obliga a sus competidores a bajarlas también. Niklas Luhmann define el poder como una reducción de la información que llega al súbdito. La ignorancia facilita el ejercicio del poder; por eso, ningún dictador quiere aumentar la información o el conocimiento del pueblo. 2. LA POLÍTICA Y EL PODER POLÍTICO 2.1. Funciones del poder político Necesitamos contar con algún tipo de autoridad o poder social con el objetivo de alcanzar soluciones y adoptar decisiones. Esta es la función del poder político. Cualquiera que sea el tamaño de la comunidad, los seres humanos han buscado, desde tiempos inmemoriales formas de organizar su interacción para promover diversos objetivos y propósitos. Los más comunes y elementales de esos objetivos son asegurar la seguridad física y el bienestar material, En este sentido, se considera que el estado es el modo de organización política más evolucionada. 2.2. El poder soberano “Soberano” significa supremo y, aplicado al poder político, hace referencia al poder supremo, al que tiene la capacidad de ordenar y legislar. En democracia, se considera que la soberanía reside en el pueblo, que puede transferir el poder al Estado o a los gobernantes. Pero esta afirmación crea a veces conflictos, por la dificultad de decidir quién es el pueblo soberano Los nacionalismos quieren identificar ese poder con la nación, y definen la nación por procedimientos variados (cultura, lengua, etnia, religión, etc). Por eso reclaman la soberanía – es decir, la capacidad para organizar y dictar leyes –para sus pueblos, nacionalidades o naciones. Los Estados existentes son fruto de largos procesos históricos que han ido configurándolos. Cuando decimos que un Estado es soberano, no sólo nos referimos a su condición de poder legislar supremo, sino también a su independencia respecto a los demás Estados que implica el reconocimiento internacional.

En la actualidad, los Estados que forman parte de la Unión Europea han perdido parte de su soberanía, por que deben acatar las leyes comunitarias que no han sido elaboradas por los parlamentos nacionales, sino por las instituciones europeas. En este caso, hablamos de “soberanía compartida”. 3. LA LEGITIMIDAD DEL PODER POLÍTICO Introducción: ¿Por qué obedecemos las leyes? Los mecanismos de violencia del Estado no son suficientes para garantizar la obediencia de los miembros que componen la comunidad. Lo que verdaderamente garantiza la obediencia es el hecho de que esos mismos sujetos acepten a la persona o personas que ejercen el poder. Los seres humanos nacemos dentro de la sociedad, que tiene unas estructuras de poder ya organizadas. Sin embargo no todos los individuos son aceptados para dirigir los designios de un grupo social. Sólo ciertas personas obtienen reconocimiento social para hacer uso del poder político, por lo que son los únicos individuos que gozan de legitimidad. Cómo y por qué estos sujetos obtienen esta legitimidad puede ser entendido desde tres posturas fundamentales:  Dependiendo de su origen. La legitimidad proviene de las cualidades que deben tener de forma obligada aquellos que ostentan el poder.  Dependiendo de los fines. Será legítima la forma de poder político que garantice algún fin concreto, normalmente entendido como un bien común, y respete los derechos de los ciudadanos.  Dependiendo de las formas de dominio. En esta teoría postulada por Max Weber, la legitimidad del poder político varía según el tipo de sociedad y sus relaciones de dominio. 3.1. La legitimidad según el origen. El individuo que tiene el poder político, desde este punto de vista, posee además el reconocimiento social que le otorga el derecho a gobernar. Este reconocimiento viene marcado por ciertas cualidades que este posee: 1º. Cuando el individuo que tiene el poder es reconocido como encarnación de una divinidad. Por ejemplo el faraón en el antiguo Egipto. 2º. Cuando el individuo que ostenta el poder goza de la gracia o beneplácito de alguna divinidad. Por ejemplo las monarquías medievales europeas. 3º. Cuando el sujeto posee ciertas características como:  Capacidad de mando como sociedades militarizadas: dictadura de Pinochet en Chile.  Capacidad organizativa como agrupaciones tribales: Sahara occidental.  Amplios conocimientos en culturas de transmisión oral: tribus indígenas de Norteamérica como los sioux, apaches, etc. 4º. Cuando la costumbre adjudique a un grupo de individuos particular o clase social la capacidad para gobernar en sociedades de castas o fuertemente jerarquizadas como en la India.

3.2. La legitimidad según los fines. Desde esta perspectiva, la legitimidad del poder político descansa en la identificación de la comunidad con el fin perseguido por los individuos que ostentan el poder. Cuando el poder promueve el bien común, el sentimiento de aceptación, participación y reconocimiento crece. Un ejemplo claro de esta forma de obtener la legitimidad la encontramos en la filosofía griega clásica. Tanto Platón como Aristóteles defendían que la legitimidad del poder político proviene de la utilidad que esta posee para conseguir unos fines a) El filósofo- gobernante (Basyleus): Platón. Para Platón el objetivo primordial del poder político es la felicidad de todos los miembros de la polis. Dicha felicidad descansa en la existencia de un poder que actúe y promulgue leyes de forma justa. Únicamente los filósofos pueden alcanzar, según él, dicha sabiduría, porque siguiendo en este aspecto la ética socrática que identificaba la virtud con el saber: sólo el que sabe qué es lo justo, obrará con justicia…., por lo tanto el más sabio, que es el filósofo (monarquía) o los más sabios (aristocracia), serán los mejores gobernantes. En los libros VIII y IX de la República se refiere Platón a la evolución de las formas de gobierno:  Formas legitimas del poder: 1ª. El Estado perfecto es el aristocrático regido por los mejores que son los que tienen la virtud de la sabiduría (filósofos y matemáticos), o por un solo hombre (el mejor) o monarquía (el rey-filósofo).  Formas ilegitimas 2ª. La perversión de la aristocracia da lugar a la timocracia o gobierno de castas guerreras; en efecto la clase militar se apodera del poder para enriquecerse avasallando a los ciudadanos. Es ilegítima porque utilizan el poder para enriquecerse. 3ª. El ansía de riqueza convierte la timocracia en oligarquía o gobierno del dinero. Es ilegítima porque no distribuyen bien los recursos. La protesta social da lugar a La democracia. 4ª. Cuando la miseria llega a los ciudadanos explotados por los oligarcas surge la rebelión contra los ricos. Que son expulsados del gobierno; los pobres se reparten sus riquezas y aparece la democracia o gobierno del pueblo. Es ilegítima porque no todos los ciudadanos están preparados para gobernar. 5ª. La ausencia del orden y la excesiva liberalidad transformará la democracia en tiranía, cuando el poder se entrega al tirano, que gobierna prescindiendo de la ley. Es ilegítima porque sólo se busca el interés personal. Estas formas son, según Platón, cíclicas; de la monarquía o aristocracia se pasa a la timocracia, de esta a la oligarquía, y así sucesivamente, hasta que de una tiranía se pasa a la monarquía o aristocracia.

b) El carácter comunitario del bien: Aristóteles Para Aristóteles, el hombre es social por naturaleza. La sociedad tiene como fin primordial proporcionar los mecanismos y oportunidades apropiadas para que el hombre para que el hombre pueda cultivar su virtud fundamental: la razón. De esta manera la polis necesita regirse por leyes que sean adecuadas a este fin y se adaptan a los diferentes miembros que la componen. Los ciudadanos se han asociado para vivir bien, para llevar una vida conforme a la virtud. La tarea del Estado es crear las condiciones para una vida buena. Aristóteles se dedica a estudiar los distintos tipos de gobierno, no se inventa las formas supuestamente ideales como Platón. Llegó a reunir unas 158 constituciones de “polis” diferentes. Teniendo esto en cuenta, las clasifico según: a) Número de gobernantes: cuando gobierna uno monarquía, cuando gobiernan unos pocos, aristocracia, cuando gobierna la mayoría politéia. b) Fin de los gobernantes: si miran por el bien común monarquía, aristocracia y politéia. Si miran sólo por su propio bien tiranía, oligarquía y democracia. De aquí se deduce que para Aristóteles las formas de gobierno se dividen en rectas o puras o gobiernos legítimos y en desviadas o degeneradas o gobiernos ilegítimos: 1º). Las rectas o gobiernos legítimos: monarquía, aristocracia y república son aquéllas en las que se tiende al bien común. 2º). Las desviadas o gobiernos ilegítimos: tiranía, oligarquía y democracia en las que se tiende al bien de uno o unos pocos.  La monarquía o gobierno de uno en interés de la comunidad, degenera en tiranía si se pierde de vista el bien común.  La aristocracia o gobierno de los mejores en pro de la polis, degenera en oligarquía o gobierno de los más ricos los cuales gobiernan a favor de la clase dominante  La república (politeia), o gobierno de la mayoría a favor de la comunidad, degenera en la democracia o gobierno de la mayoría atendiendo a sus intereses egoístas. 3.3. La legitimación según el dominio Prácticamente todos los que participan directamente del poder del Estado reconocen la necesidad de justificar y legitimar este poder, para hacerlo más efectivo y eficaz. Esto ha sido así en todos los tiempos; lo único que ha variado han sido las formas empleadas para hacerla. Veamos resumidas las tres formas de legitimación del poder que señaló el pensador Max Weber. Formas de legitimación del poder político según la clasificación de Max Weber, la legitimidad del poder político puede asumir básicamente tres formas. Se trata de tres modos distintos, aunque a veces combinados, en que la autoridad de los líderes políticos, a lo largo de la historia, ha sido reconocida como legítima: 1ª) Legitimidad tradicional. En este caso, se considera que un poder político es legítimo cuando se explica o justifica acudiendo a la tradición. Se acude a costumbres de una validez inmemorial. Es decir, se basa en la creencia de la validez de lo que siempre existió. En ocasiones, se han aceptado las realidades políticas existentes simplemente porque han estado vigentes durante largos períodos de tiempo.

Las monarquías centenarias, como las que rigieron en su día en Europa. China o Japón, son ejemplos de legitimidad basada en la tradición. 2ª) Legitimidad carismática. La legitimidad está en las características personales y extraordinarias que tiene un gobernante: la gracia personal, el carisma, el heroísmo demostrado su capacidad de caudillaje, su oratoria. Las grandes figuras religiosas, como Moisés o Mahoma, encajan claramente en esta descripción. Entre las figuras políticas, destacan líderes como Napoleón, Lenin, Hitler o Castro. También se pueden encontrar ejemplos en los sistemas democráticos, como algunos dirigentes que han ejercida una fuerte influencia en sus sociedades: Roosevelt, Churchill o Mandela Sin embargo, resulta una forma de legitimidad poco estable, pues resulta difícil encontrar continuidad a sus ideas una vez desaparecidos de la política. 3ª) Legitimidad legal. La legitimidad se encuentra en la validez de las leyes y en la justificación racional de las mismas. Un poder es legítimo cuando se ejerce de acuerdo a la legalidad o el derecho vigente que a su vez dota de autoridad a ciertas personas, para que las hagan cumplir. Esta forma de legitimación es la que caracteriza al poder político moderno. El poder de mandar y de ser obedecido se ejerce aquí de un modo abstracto e impersonal, en virtud de unas reglas previamente establecidas: las normas que integran el derecho vigente en un Estado. Este derecho ha sido creado y promulgado positivamente, es decir, es fruto de convenciones humanas, y no del resultado de la revelación o de costumbres ancestrales. El Estado posee un poder legitimado porque es fruto del convenio o acuerdo racionalmente aceptado por los ciudadanos, que, así, se comprometen a respetar las leyes. Es la única forma de autoridad plenamente racional y la que, por tanto, permite la argumentación a favor y en contra. Ejemplos: Democracias actuales Esta última forma de legitimación, la racional-legal, es la característica de las sociedades democráticas. Sin embargo, casi nunca se da de forma pura, sino en combinación con algún elemento de las otras dos. Por ejemplo, a menudo, al líder democrático no sólo se le pide capacidad organizativa y de mando; también se le exige carisma. Ahora bien, a pesar de sus imperfecciones, el sistema democrático es el más racional y eficaz que ha existido nunca. 3.4. La legitimación contractual Una vez expuestas estas formas de entender el poder político y su legitimación, nos vamos a referir a continuación a las teorías del contrato o contractualistas las cuales representan un intento de llevar a cabo una legitimación o justificación reflexiva del poder político y del Estado como su máxima expresión. En efecto, durante los siglos XVII y XVIII los filósofos contractualistas se plantearon las siguientes cuestiones: ¿Por qué se tiene que obedecer a una autoridad? ¿Cuál es la necesidad de que exista el Estado? ¿Es posible la vida humana sin Estado? La respuesta que alcanzaron consistió en afirmar que el cumplimiento de las leyes y la aparición del Estado fueron fruto de un acuerdo entre los ciudadanos que se conoce como contrato social. Son los ciudadanos –no la naturaleza o la divinidad, como se había creído hasta ese momento- los que deciden ceder el poder a una autoridad y legitimarla. Estas concepciones que fundan la legitimidad del Estado en un contrato social se denominan teorías contractualistas.

Los teóricos clásicos del contractualismo -Hobbes, Locke y Rousseau- coinciden en afirmar que el poder del Estado es fruto de un pacto de los ciudadanos, pero justifican su necesidad mediante explicaciones diferentes. Estos filósofos distinguen dos formas de Estado: Estado de naturaleza. Descripción de la vida humana tal como sería en una situación natural ideal en la que no existiera el Estado. Estado social. Cuando la situación natural se torna insostenible, las personas se ven obligadas a organizarse tomando como base un pacto o acuerdo. Las teorías contractualistas se enfrentan, pues, en lo fundamental a una triple tarea: 1º. Pensar el paso del estado de naturaleza a la comunidad socio-política. 2º. Pensar la constitución de la sociedad y del Estado, y el lazo, vínculo o contrato en que se funda. 3º. Establecer las condiciones y los límites, en el ejercicio del poder por el Estado, así como la relación entre el poder del Estado y los derechos del ciudadano. a) El contrato como sumisión: Thomas Hobbes Thomas Hobbes (Inglaterra, 1588-1679) fue el primer filósofo que empleó con claridad la noción de contrato social en la época moderna. Hobbes entendió el estado de naturaleza y la justificación del Estado del siguiente modo: Estado de naturaleza. En un mundo sin Estado ni ley, el afán humano por conseguir el poder conduce a una lucha de todos contra todos en la que solo rige la ley del más fuerte. Para explicar esta idea, Hobbes se sirvió de la frase del comediógrafo romano Plauto: «El hombre es un lobo para el hombre». Para Hobbes, el ser humano está poseído por sus pasiones (como el afán de poder), pero, al mismo tiempo, es racional. Y ninguna persona racional desea vivir en un mundo en el que no haya garantías respecto a la propia vida. Gracias a la razón, el ser humano comprende que no puede seguir viviendo en esta situación, por lo que desea dejar atrás el estado de naturaleza. Contrato social. En relación con el poder soberano del Estado y quien lo ejerce, el resto de los hombres no son sino súbditos. Para un Estado absoluto como el hobbesiano no hay ciudadanos. La coacción y la autoridad son, de este modo, los resortes legitimados del poder político. Estado social. El ser humano es capaz de comprender que hay leyes y normas que mejorarían nuestras condiciones de vida, pero las leyes solo tienen efecto si todo el mundo las acepta. Es necesario, por tanto, que exista un poder coercitivo capaz de obligar a todos los ciudadanos a cumplir las leyes. Para Hobbes, el mejor Estado es aquel en que todo el poder se concentra en un monarca., lo cual significa que del pacto o contrato no forma parte el soberano, que, por tanto, queda libre del contrato y está por encima de él. Aquí aparece el absolutismo y el poder absoluto del soberano y del Estado, ese Leviatán o Dios mortal. b) El contrato liberal: Locke. La visión de la naturaleza humana de Locke (Inglaterra, 1632-1704) es más optimista que la de Hobbes. Su definición de contrato social se resume en los siguientes puntos: Estado de naturaleza. En el estado de naturaleza, los seres humanos poseen unas libertades y unos derechos básicos consustanciales a la naturaleza humana: derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad.

Son previos a cualquier Estado y, por tanto, nadie puede quitárselos, son inalienables. Ahora bien, el excesivo “interés propio” en sus relaciones ocasiona una inseguridad que pone en peligro sus vidas y propiedades. Estado. De ahí que un cálculo racional en vistas del interés propio reclame constituir un “cuerpo político” o Estado, que garantice la vida y bienes de sus miembros. El poder del Estado se divide para que no recaiga sobre una sola persona y los diferentes poderes pueden controlarse entre sí. Este es el origen del Estado liberal, una de las bases de la mayoría de democracias occidentales. Contrato social. El contrato o pacto por el que se constituye el Estado no es ni un pacto de enajenación, ni de sumisión o sometimiento a un poder absoluto. El Estado resultante de dicho contrato es un Estado liberal, bajo cuyo poder está y queda obligado el individuo en las resoluciones y acuerdos de la mayoría. Este modelo de Estado permitiría a los individuos, ahora ciudadanos, hacer uso de (y, en todo caso reivindicar) sus inalienables derechos El poder es fruto de un contrato social por el cual los gobernantes pueden ser sustituidos cuando los gobernados lo consideran necesario. c) El contrato social: Jean-Jacques Rousseau Rousseau (Francia, 1712-1778) parte de una concepción de la naturaleza humana radicalmente opuesta a la de Hobbes. Mientras que para este último el ser humano es semejante a un lobo en sus relaciones con otros humanos, para Rousseau el hombre es fundamentalmente bueno y es la sociedad la que, educándole en valores individualistas y mezquinos, le corrompe. Estado de naturaleza. En el estado de naturaleza, el ser humano se identifica con la figura del buen salvaje. Rousseau imagina este estado como previo a cualquier tipo de civilización e incluso previo al lenguaje. En esta situación, el ser humano provee todas sus necesidades básicas con lo que le proporciona la naturaleza. Es una forma de vida igualitaria y, en caso de existir algún tipo de desigualdad -como las capacidades físicas, por ejemplo-, el sentimiento de compasión y piedad las palia. Estado. El Estado, tal como es concebido por Rousseau, se basa en la voluntad general, por la que las decisiones se toman atendiendo a todos los ciudadanos. Por tanto, el contrato social no solo es una manera de garantizar la libertad de los individuos, sino también de mantener su igualdad para realizarles como personas plenas garantizando su educación y su salud. El modelo de Estado propuesto por Rousseau ha influido en la aplicación de políticas sociales de los Estados actuales. Contrato social. La situación descrita en el estado de naturaleza se termina corrompiendo de forma irreversible al aparecer la propiedad. A las desigualdades naturales, se suman las desigualdades sociales. La propiedad separa a los hombres ya que, al suprimir la igualdad, los hace esclavos unos de otros y pierden así su libertad. Rousseau afirma al respecto que: «El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir "esto es mío" y halló gentes lo bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Nadie les dijo: "Los frutos son de todos y la tierra no es de nadie"». Para corregir las desigualdades que emergen, es necesario un pacto entre los individuos para la formación de un Estado. En el contrato social, por el que se pasa de una libertad “natural”, a una libertad “civil y política”, se da una alienación querida y libre, una desposesión de lo que pertenece al “hombre natural”, pero no a favor de una voluntad individual, sino a favor d toda la comunidad. Se establece así una unidad social perfecta, cuya expresión y principio rector es lo que llama Rousseau la voluntad general.

Los seres humanos no se someten sino a la ley que ellos mismos se han impuesto, libre y racionalmente. Con ello los hombres pasan de un estado de naturaleza y necesidad a un estado basado en la razón y fruto de la libertad. En el Estado que surge del contrato social: Todos lo seres humanos están en la misma situación. Se instituye un orden social y político justo y legítimo. Se constituye, en fin, la voluntad general, es decir, esa comunidad (que no sólo es social y política, sino también moral) en la que los individuos pasan a ser ciudadanos, miembros de una sociedad con derechos y con deberes, los deberes jurídicos (también morales) que comporta toda organización política y estatal de un Estado de derecho. 3.5. La legitimidad en las democracias modernas. (Ver en las diapositivas)

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