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IDENTIDAD FRANCISCANA CONVENTUAL EN LATINOAMÉRICA
Fr. Jorge Peixoto OFM Conv Presentación. La reflexión por la propia identidad, camina en paralelo con la inquietud sobre cómo formar en nuestra identidad franciscana en Latinoamérica. Cuando hablamos de identidad franciscana entendemos que ella se construye en la vida. Esa vida de cada uno de los hermanos menores que es la historia de muchos diálogos, de muchos encuentros con los otros y de la memoria del Carisma en la Orden. Justamente hablamos de identidad, porque esa vida contiene un argumento propio, ese argumento es su identidad, su singularidad que lo distingue como único entre tantos, entre muchísimos más. En este sentido toda la interacción que un ‘hermano menor’ comparte y realiza, puede considerarse como un solo y extendido argumento que se va afianzando en el caminar de la vida. Cada uno recorre ese camino del nosotros, cada uno va realizando su historia, cumpliendo su destino, único nivel que puede dar sentido a esa aventura de existir, haciendo la opción del Seguimiento de Cristo para vivir el Evangelio. Es por eso que la cultura, en nuestro caso ‘la cultura de los franciscanos en América Latina’, es un conjunto de argumentos para “hacer una vida”. El acercarnos a la realidad es una necesidad para todas las presencias de la Orden en América Latina, porque precisamos cualificar nuestra presencia con un estilo franciscano, acentuando dos características de nuestra herencia institucional: la centralidad en el Cristo pobre y un pensamiento propio con su práctica pastoral. Este estilo franciscano, a lo largo de la historia, se ha caracterizado no por la imposición sino por la convivialidad, no por la dominación sino por el diálogo, no por la apología defensiva sino por la amistad. Facilitaremos en este seminario algunas características de ese franciscanismo, que nos ayude a la reinterpretación de su significado, para poder dialogar y situar las cuestiones emergentes de la formación, en el marco eclesial y cultural de Latinoamérica. Los franciscanos estamos en condiciones de fecundar el tiempo que transitamos con nuestro estilo de vida, sin neutralizar la lucidez crítica del pensamiento, teniendo en cuenta que nuestra identidad va más allá de lo que pensamos, pues está constituida por una actitud contemplativa y comprometida, inspiradas en el primado del amor. Para muchos formadores franciscanos una de las principales preocupaciones es el crecimiento o la disminución del número de vocaciones de sus comunidades. Esta preocupación excesiva por el aumento o la disminución de las vocaciones nos distrae para ver los verdaderos problemas -aparece también en todas las congregaciones y diócesis de Latinoamérica- y muestra, en muchos casos, que el éxito cuantitativo de sus comunidades se volvió el objetivo principal ligado a la continuidad institucional. En otros términos, podemos decir que el franciscanismo corre el riesgo de evaluarse con el crecimiento o extensión institucional, esto es, el crecimiento numérico de las jurisdicciones como la realización casi simétrica del éxito de la misión franciscana. El problema consiste en el hecho de que esta solución de la crisis numérica esconde y genera otra crisis: la de la identidad espiritual encarnada en la realidad Latinoamérica. Vivir evangélicamente y en fraternidad en la situación concreta de nuestro tiempo, son claves indispensables del discipulado franciscano. El Discipulado-seguimiento conserva el entusiasmo de siempre, porque el seguimiento no nos indica tanto los límites de la identidad, sino la llegada del itinerario vocacional, que es Cristo Pobre, indicando una “forma vitae”, un modo de vivir, pues “esta es la Vida y Regla de los hermanos menores.” Actualmente, y después de un largo camino recorrido en el ámbito de la formación, tenemos la certeza de algunos criterios alcanzados: 1. El seguimiento y el discipulado son la clave y el núcleo de nuestra identidad franciscana, 2. Las etapas formativas y la pedagogía franciscana son las mediaciones del acompañamiento, 3. La formación permanente comienza en la formación inicial, 4. Las prioridades de cada jurisdicción en su proyecto formativo han clarificado las bases y principios de nuestra identidad en A.L.
Página 2 de 18 5. La formación franciscana, permanente desde el inicio, está llamada a dialogar con las culturas presentes en nuestras geografías. En estos días estamos llamados a hacer una reflexión fraterna, interactuando con nuestra cultura, para responder mejor y más evangélicamente a la pregunta clave: ¿cómo formarnos permanentemente en vivir el Evangelio? La respuesta es única, pues el carisma que nos entregó Francisco, de seguir las huellas del Señor viviendo el santo Evangelio como hermanos menores, es único y original. Sin embargo, el Carisma debe ser traducido en cada cultura con una inteligencia propia.
PROPUESTA Y RAZONES DEL ITINERARIO PARA ESTE CURSO ‘Formar Formadores’: Interactuar con la realidad como novedad, reorganizando lo viejo con lo nuevo según la narrativa evangélica: para el vino nuevo recipientes nuevos. En línea con nuestro ‘status viatorum’ se requiere una disponibilidad a los signos de los tiempos: “In processo generationis humanae semper crevit notitia veritatis” (Duns Scoto, Ordinatio, IV, d. 1, q. 3, n. 8). Es bueno recordar que la Revelación comporta intrínsecamente novedad e incontinencia en cualquier recipiente. Percibir los cambios actuales. Haciendo la lectura de la realidad como exploración propositiva no moralista. Como un proceso de diálogo y de interacción. No podemos vivir una vida de invernadero, protegida o escondida. Estamos llamados a salir a la calle, a convivir con el mundo y con la Iglesia el presente. El compromiso de formar para encarnar el Evangelio en la vida nos lleva a preguntarnos: ¿Se trata de una crisis de paradigma y del agotamiento de una época con su racionalidad? ¿Se está dando una nueva espiritualidad y el fin de un modelo eclesiológico, pastoral y teológico? Encontrarnos con la fecundidad del pensamiento y la espiritualidad de los franciscanos en el desarrollo histórico del carisma. La tarea desde la teología-espiritualidad franciscana es la reconstrucción de un saber propio, que unifique y de sentido a la realidad, a partir de la narración evangélica centrada en Jesucristo pobre. Formar en la dinámica de discipulado, donde se asuma con normalidad el acompañamiento. No se trata de emplear un nuevo modelo de conocimiento sino de recuperar nuestra representación simbólica, intuitiva y dialéctica con capacidad de expresarse en la realidad. El diálogo necesita de presupuestos, y el franciscanismo sería nuestro modelo para ofrecer indicaciones que colaboren a pensar y elaborar nuestra presencia en la espiritualidad cristiana presente. Resaltando la importancia de la Bondad de Dios, la pobreza y la fraternidad, la cruz y la minoridad, la gratuidad y la perfecta alegría. El pensamiento franciscano es una experiencia limitada y humilde pero suficiente para orientarnos con la fecundidad de su carisma. Favorecer el inicio de una nueva praxis. La espiritualidad Minorítica como propuesta educativa que optimice la pedagogía del acompañamiento, pasando de una situación dada a aquella deseada a través de un discurso metodológico. No podemos caer en el voluntarismo, pues es incapaz de crear estrategias que generen el cambio y perturba la lucidez del pensamiento y su espiritualidad. Recobrar la actitud del agradecimiento, específico de la espiritualidad franciscana. El agradecimiento como fuente inspiradora de la convivencia. El franciscano está convencido de la bondad del ser, raíz de todo lo que existe y su coronación en la libertad de Quien lo ha querido. ‘Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me ensañaba qué debería hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debería vivir según la forma del santo Evangelio’( Test.14). La llamada del Señor es constante en su fidelidad; y nuestra fidelidad debe encontrar formas nuevas y auténticas de vivir y anunciar el evangelio, de acompañar a los hermanos en un discernimiento que lleve a decisiones maduras y libres. Por ello necesitamos hermanos y formadores que vivan en una tensión vocacional clara, que vivan en actitud de agradecimiento, madurez y libertad humana su opción de vida evangélica. ¿Podrá el franciscanismo aportar su fecundidad, que nace del Evangelio, ofreciendo su pensamiento propio como contribución relevante para la humanización de nuestra realidad, y reavivar nuestra vocación, para alentar, acoger, discernir y acompañar las nuevas vocaciones? ¿Conseguirá el franciscanismo superar la crisis que estamos viviendo y
Página 3 de 18 volver a tener una relevancia histórica en la construcción de una sociedad más justa y humana? Sí, si dejásemos de lado una preocupación meramente cuantitativa, si renunciásemos ver en el crecimiento la finalidad de nuestras presencias y buscásemos profundizar en nuestra espiritualidad las coordenadas de una nueva racionalidad. Tenemos una responsabilidad: crear estructuras formativas que realmente garanticen la formación permanente e inicial. Francisco de Asís nos ha entregado su novedad en una óptica cristológica particular y personal. Una experiencia de fe en el acontecimiento salvífico de la humanidad pobre del Verbo de Dios. Una experiencia de fe que se funda en el camino del Evangelio que narra el misterio de la encarnación del Amor de Dios en forma de humildad hasta la Cruz. Con el correr de los años esa intuición espiritual se ha ido profundizando como reflexión teológica y en también en la devoción popular, en la opción por los pobres, en la oración contemplativa y comprometida con la historia. Este modo de vivir e interpretar la vida toda entera, se funda a partir del gran motivo de la creación que es Cristo y que nos hace ver toda la realidad de un modo diverso, ‘pues todo fue hecho por él, en él y para él’ (Col 1,12-20). ‘El nos eligió en la persona de Cristo antes de la creación del mundo’ ( Ef. 1,3-10). Es la exaltación de la libertad divina la que está al centro de una nueva gramática de lectura de la historia. El mundo revela la Bondad del amor, y esa bondad hay que buscarla ahí donde se cumple plenamente la máxima donación del Hijo, en la libre decisión de su salvación. Más allá de esa libertad no nos es posible avanzar. El amor es la explicación de la libertad, y para quien sigue a Cristo pobre, la libertad amante hasta la cruz, se explica a sí misma. La historia se la comprende en la clave de esa libertad y donación. Y esa libertad divina no disminuye la humana, sino que la sostiene. El amor de Dios y la libertad del hombre se encuentran, origen de la vida y hacedor de culturas no entran en contradicción, sino que son previstas en una mima meta intencional e inter-relacional. La Gratuidad libre de Dios, persiste como apelación constante a la libertad humana cada vez que queremos lo que Dios quiere y como Él quiere. Sin embargo el hombre no vive en esa misma e intensa donación, hay resistencias y oscuridades en sus opciones, pero conserva el don de una libertad siempre posible, que puede reorientarse cada día para llegar a ser más luminosa y abierta, comprometida e desinteresada. La libertad humana siempre estará amenazada, la de Dios no. La historia humana es un drama que se vive entre la aspiración mayor y plena por Dios y nuestra real posibilidad de conocimiento y praxis, en donde la voluntad es la facultad con mayor volumen de fidelidad. El deseo de Dios está presente como una cuña clavada en nuestro ser, no para dividir, sino para completar, convocar y animar. Lejos de la tentación de la uniformidad y animados al dialogo intercultural, debemos articular una formación para el presente y para el futuro, que necesariamente parta de la más rica y sana tradición de la Orden, pero que camine hacia paradigmas nuevos. Se necesita acompañar el fuego encendido en el corazón del llamado a la forma de vida evangélica, con la inteligencia y la espiritualidad que nos es propia. La situación religiosa actual implica reflexividad. Por lo mismo, exige creyentes con convicciones profundas y personales, capacidad de dialogo y construcción del nosotros. La conciencia personal tendrá que apoyarse en una razonabilidad capaz de asumir el conflicto de las interpretaciones, los cuestionamientos de otras opciones religiosas y las serias dificultades que presenta el curso actual de diversas sensibilidades religiosas. Todo esto implica crecer en una fe razonable, en medio de amenazas a la misma razón. Tenemos una prioridad: si queremos compartir nuestra Identidad Franciscana Conventual, tenemos que vivir en clave de formación permanente. Más que formadores solos, necesitamos generar comunidades formativas en sencillez de vida y en proyecto de conversión y misión. Necesitamos formarnos a trabajar y colaborar en Equipos de formación intercultural, bien articulados y mejor vertebrados, donde se viva y perciba en opciones concretas, que la formación es una verdadera prioridad. Han pasado los tiempos de los individualismos, también en la formación, necesitamos promover la colaboración en Equipos de formación abiertos y en relación intercultural. "Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios, concédenos por ti mismo a nosotros, miserables, hacer lo que sabemos que quieres y querer siempre lo que te agrada, a fin de que, interiormente purgados, iluminados
Página 4 de 18 interiormente y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo, que en perfecta Trinidad y en simple Unidad vives y reinas y estás revestido de gloria, Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos. Amén" (Cta. O.50-52).
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Fecundidad del Carisma en el pensamiento y la espiritualidad de los franciscanos “Mirad hermanos, la humildad de Dios y derramad ante El vuestros corazones: humillaos también vosotros, para ser enaltecidos por El. En conclusión nada retengáis para vosotros mismos a fin de que enteros os reciba el que todo entero se os entrega” (CatO 28-29).
1.- Lo propio y específico del franciscanismo.
Se trata de recuperar la consistencia de nuestra identidad y no de reducir a un sistema cerrado una realidad viva y abierta a la creatividad del Espíritu. Lo que sí podemos indicar es la razón profunda que ensambla diversas experiencias en una misma originalidad causando un modo de existencia cristiana que se denomina franciscano. Sin embargo el poner en evidencia lo específico de la teología y la espiritualidad franciscana es una tarea que aún no se ha consensuado totalmente entre los franciscanos que vivimos en estas culturas. Lo propio franciscano uniformado, aún en sus concreciones históricas, no ha existido. Lo específico no lo encontraremos por el camino de las deducciones abstractas. Nuestro punto de partida no se puede limitar al momento fundacional, Francisco y las Fuentes franciscanas de los primeros años de experiencia y testimonios de la familia Minorítica, descuidando el recorrido histórico de la vivencia espiritual hasta la vivencia espiritual contemporánea1. Desde los inicios el movimiento espiritual franciscano no solo se reúne alrededor de la figura carismática de Francisco, sino que posee una vitalidad propia centrada sobre el modo evangélico de estar delante de Dios, de vivir la fraternidad en comunión con la Iglesia, de predicar y de ganar el propio pan. Se hacen presente en toda la Europa medieval, organizan misiones, ingresan al mundo académico, estimulan la vida eremítica y la espiritualidad de la pobreza, organizan una extraordinaria respuesta a los desafíos que tuvo que enfrentar el cristianismo medieval ante la expansión de las ciudades con sus cambios económicos y sociales, el desarrollo de la ciencia y el nacimiento de las universidades. Este modo franciscano de ser cristiano tiene un camino recorrido en la Iglesia y en la historia del pensamiento que no podemos ignorar, pero al mismo tiempo ofrecer una reflexión teológico espiritual cimentado en la matriz de su escuela, con esa originalidad propia que lo ha caracterizado. Nos proponemos evocar esa memoria para dialogar con el ayer y el presente, a partir de la novedosa y original interpretación del Evangelio proyectada por Francisco y Clara de Asís, por sus primeros hermanos y por los maestros en teología. Es una historia importante para nosotros. Es importante en sí misma, por la capacidad de expansión y por su actualidad. Nos dejaremos orientar por la exégesis especulativa realizada por nuestros pensadores franciscanos, reanimando nuestra imaginación creadora como seguidores y continuadores de la originalidad de ese pensamiento franciscano. Somos herederos de innegables argumentos originales, y queremos insertarnos en la matriz de la espiritualidad profesada en nuestra opción de vida evangélica, testimoniada con obras y compromisos pastorales, profundizando en la estructura y la inspiración de esa memoria que nos es común. Evitaremos la repetición innecesaria aunque en varias fragmentos de esta exposición mostraremos las temáticas desde diversas representaciones, así mismo evitaremos caer en una exagerada exaltación de nuestra propia espiritualidad y en la antigua polémica con otras escuelas, con el fin de recuperar las ideas claves del franciscanismo que nos inspiran y animan a nuevas interpretaciones y expresiones eclesiales y culturales. Señalaremos los argumentos más importantes de la vivencia Espiritual Franciscana que nos ayudarán a comprender que el Dios cristiano no es una consecuencia de la lógica de la razón humana. La revelación humanizada de la “kenosis amante”, libre y gratuitamente querida por Dios en la encarnación, rechaza la tesis de un Dios según la razón, pues la lógica del amor crucificado no es reducible a la lógica de la 1
Cf. IAMMARRONE G., La spiritualità francescana, Ed. Messaggero, Padova 1993. Es muy amplia la bibliografía y el debate de los estudiosos sobre estos temas. Teniendo en cuenta las características del curso, solo me limitare a presentar los argumentos sin citas.
Página 6 de 18 razón. Para los franciscanos Dios no es un problema a resolver, sino el Absoluto amante. Es un Dios que perturba la omnipotencia de la razón, pues se humaniza en la pobreza de Jesús hasta la cruz. Es el Dios que se ofrece como aquel que acoge al débil y al que sufre, como aquel que nos ha precedido en la cruz, que no teme el dolor, la muerte, el escándalo del amor y que ha venido a mostrarnos la fuerza de la debilidad, la perfecta alegría según Francisco. Estamos en el primado de la Bondad. Este es el escenario místico-espiritual en el que se construye la reflexión teológica franciscana. Por ser el franciscanismo una versión original del cristianismo con su peculiar modo de ser, de plantearse y resolver de modo singular y nuevo diversas temáticas del pensamiento y la historia, trataremos no solo de informarnos acerca de los puntos de vista teológicos y filosóficos franciscanos en relación a determinadas cuestiones, sino de asumir una prospectiva o mirada franciscana, existencial y teórica. Estamos llamados a dar una respuesta específica, doctrinal y pastoral en la iglesia y no a presentar un testimonio indeterminado o indiferente, común con otras tradiciones culturales y con otras espiritualidades. Hemos sido convocados para ser coherentes y responsables con la opción carismática que asumimos, explorando en profundidad nuestra memoria para ser a la vez intérpretes y signos válidos en nuestras diversas realidades2. 2.- Un modo original de vivir y pensar la espiritualidad cristiana La originalidad del fundador de la minoridad se presenta fecunda como hipótesis espiritual y teológica, cultural y religiosa3. El origen es sistematizado, iluminado y comprendido, manteniendo una unidad original, para llegar a la totalidad de la fe con el pensamiento a través de la espiritualidad, para ejercitar las exigencias de la razón en los límites de la Revelación, y con esa racionalidad como única condición de inteligibilidad teológica, para alcanzar al Dios Altísimo y a la contingencia del mundo, con una lectura y penetración amante y agradecida. La raíz de la mirada franciscana se construye en la matriz de la Bondad de Dios, fuente de todas las demás ideas. La categoría de la Bondad es la que sintetiza mejor que ninguna otra el sentido de la donación, como alma secreta de la realidad de todo lo que Dios ha hecho y ha dicho. Dios es "gratuito". Gratis nos regala a su Hijo, aún antes de la previsión histórica del pecado. Gratis nos regala en el Hijo todas las cosas. Dios no "espera" nada de nosotros, no necesita de nuestra respuesta. Entre Dios y el hombre no puede haber una relación negociada. No tenemos nada que venderle a Dios, ya que todo le pertenece y todo nos lo ha regalado, y todo, sin excepción, hemos de devolverle. El hombre franciscano se tiene que saber valioso no por lo que produce, sino por lo que es. Busca servir, no producir. Se siente capaz de una espera larga, de un horizonte sin fin, por eso se hace discípulo. Puede pasar largos días e intensos meses en un eremitorio contemplando o en la pastoral evangelizadora.
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Cf. G.IAMMARRONE, Possibilità, senso e compiti di una ‘Teologia francescana in sé e per il momento attuale, in Miscellanea Francescana 78(1978), 339-356. Hacemos nuestra la definición que nos propone el autor en este estudio cuando dice que: “La teología franciscana es una lectura y confrontación con la problemática socio-económica, espiritual, religiosa, etc., de un determinado contexto/s cultural/es, realizada desde el interior de la experiencia cristiana de la fe, tal como la viven aquellos que se proclaman hijos y seguidores de Francisco de Asís”, p.344; particularmente véase: F. MARTÍNEZ FRESNEDA, Textos e contextos de la teología franciscana, 3-56, en AA.VV., MANUAL DE TEOLOGÍA FRANCISCANA, obra coordinada por MERINO J.A. Y FRESNEDA F.M., Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2003. La reciente publicación de este manual ofrece una visión de conjunto y comparativa de la teología franciscana. Una cierta experiencia siempre está a la base de una espiritualidad, donde la teología es el resultado de una experiencia condicionante; y también: E. BETTONI, Guillelmo Occam appartiene alla scuola fracescana?, en Studii Francescani 52 (1955), 169-186, un estudio realizado hace varios años pero de mucha actualidad. En referencia al tema de la escuela franciscana, el autor muestra como los primeros maestros franciscanos pertenecen a una comunidad existencial y especulativa con contenidos y método común y que dan consistencia a una verdadera escuela. 3 Cf. A.BONI, La novitas francescana nel suo essere e nel suo divenire(cc 578-631), Roma, Antoniamun, 1998, especialmente pp.257367. Hacemos referencia a este estudio reciente donde el autor presenta el devenir de la novedad franciscana recuperando las raíces de la memoria, enumerando lo específico de esa novedad en los siguientes temas: el acceso indiferenciado de clérigos y laicos a la responsabilidad de gobierno y a la predicación apostólica, la acogida de nuevo diseño jurídico de vida apostólica por parte del a Iglesia, la reinterpretación de la pobreza franciscana ene l contexto del a evangelización, la expropiación de los bienes en privado y en común, la ordenación de clérigos al único título de la mendicidad asociados al sacerdocio del Obispo de Roma.
Página 7 de 18 Siempre hermanado, con todas las creaturas y en fraterna relación con sus hermanos. Intentando sólo ser un hombre convertido en un mundo en conversión, un salido del mundo que cuestiona el mundo. El pensamiento franciscano nace en los primeros siglos de vida y experiencia del movimiento minorítico franciscano. Los frailes menores, filósofos y teólogos, proponían nada más que aquello que pretendían vivir y presentaban siempre su reflexión en un lenguaje inacabado y abierto, peregrino y fecundo. Justamente ese pensamiento original y su novedad espiritual es la razón que unifica y recrea continuamente la vida franciscana.. Este pensamiento está marcado en su construcción por un espíritu que asume el diálogo y el encuentro con quienes comparten la investigación y el conocimiento filosófico-teológico en las distintas culturas y las diversas especialidades y su espiritualidad está marcada por la mirada de Francisco y los franciscanos de Cristo que no fue genérica, sino que tuvo una perspectiva propia y original. Ese acercamiento al Cristo pobre del Evangelio desde la perspectiva del amor que se hizo pobre y humilde, para hacerse cercano al hombre puede ser considerada la experiencia original y específica del franciscanismo. Igualmente hay en la vida del movimiento franciscano un dinamismo que lo hace siempre experiencial y franco, menor y fraterno, disponible como en actitud de “adviento”, como quien espera siempre que el cielo se pronuncie, y por eso profundamente creador. De tal modo decimos que es un pensamiento inacabado porque es menor y abierto, es decir que no es absoluto y cerrado. La sabiduría como horizonte constitutivo, más que la sola ciencia, nos acompaña desde el inicio, pues la inteligencia espiritual llega mediante el progresivo crecimiento en el conocimiento experimental de Dios. Paradójicamente dice S. Buenaventura, este conocimiento es más un no conocer que un conocer: “Allí se esconden nuevos misterios, absolutos e inmutables, de la teología en lo oscurísimo, que es evidente sobre toda evidencia, en conformidad con las tinieblas del silencio que ocultamente enseñan, relucientes sobre toda luz, resplandecientes sobre todo resplandor, tinieblas donde todo brilla y los entendimientos invisibles quedan llenos sobre toda plenitud”4. Un pensamiento que se pronuncia en la espiritualidad de la pobreza y la gratuidad. Es el carisma del Pobre de Asís el que sigue invitando a una reflexión siempre menor, peregrina y sapiencial. La teología no se impone como un dogma ineludible, sino que se muestra inspiradora y creadora de nuevas posibilidades lógicas y experiencias espirituales y prácticas. Este pensamiento, evidentemente, tiene su matriz fundante en la vida simple y original del Pobre de Asís y el movimiento espiritual que fecundó. 3.- La novedad carismática se hace Institución en la Orden de los Hermanos Menores. Consideramos conveniente apreciar esa novedad franciscana teniendo en cuenta la autoconciencia institucional de la “Orden” en su configuración de vida apostólica en la que se establece el vínculo entre la “sequela Christi” como “forma de vida”, vale decir, siguiendo la humildad del amor revelado en Jesucristo, y la organización de la vida religiosa en Fraternidad, a partir de la cual se anuncia y testimonia el carisma de la minoridad humilde en la Iglesia y el mundo, mediante la vida apostólica. El autor franciscanista A. Boni expresa en la conclusión de su consistente investigación jurídica, histórica y teológica el siguiente punto de vista, sin lugar a dudas en clave jurídica, que presentamos como una opinión más en el debate que se viene desarrollando en torno al tema de la institucionalización de la novedad y originalidad del carisma de los menores: “No sería posible hablar del a novedad franciscana sin asumir la “novedad institucional” que ha convulsionado el mundo de la vida religiosa, querida e instituida expresamente por Cristo (..) la novedad franciscana, fundada en la institución y sobre la constitución evangélica del a vida religiosa, no puede ser absolutamente perturbada por siniestros resplandores de teorías compactas en el aire, que provocativamente hacen de Francisco un “alter Christus” e un “subversivo fracasado” en la eclesialidad de su tiempo (..)la novedad franciscana florece y se diseña en sus nuevos contenidos de Orden constitutiva en razón del florecer y del diseñarse de sus contenidos, de Orden constitutiva, como vida religiosa apostólica ( religio apostólica)” 5. También vale la pena transcribir las 4
S. BUENAVENTURA. Itinerarium mentis in Deum, 7,5, citando a Dionisio: De Mystica Teología, I, 1. Cf. A.BONI, o.c., p.611. Se pueden consultar también otras presentaciones que nos posibilitarán aproximarnos a la temática sugerida, tales como, T.DESBONNETS, De la intuición a la institución. Los franciscanos. Editorial Franciscana Aránzazu, 1991; D.FLOOD, Francisco de Asís ye l movimiento franciscano, Editorial Franciscana Aránzazu, 1996. El trabajo de este autor es altamente estimulante y ha provocado reacciones significativas en el campo histórico franciscano. Flood considera la Rnb como el documento base del primer 5
Página 8 de 18 afirmaciones de H. Lawrence quien afirma: “El ministerio de los frailes en las ciudades de Europa obtiene un gran suceso porque estos demostraron nuevas y mejores capacidades en lo pastoral y porque ofrecieron a los laicos la posibilidad de una realización de sus aspiraciones religiosas que parecían ser negadas por la concesión tradicional de la teología monástica. Pero por más bien recibido que haya sido el mensaje, la capacidad de incidencia se debía mucho al idealismo de los mensajeros. La pobreza voluntaria y la indigencia autoimpuesta que identificaba a los primeros mendicantes con los más humildes y los más pobres estratos de la población, en fuerte contraste con el carrerismo y con la riqueza y ostentación del clero secular y con la riqueza comunitaria y el exclusivismo de los monasterios, movió las conciencias y toco la generosidad de la comunidad comercial” 6. El carisma de Francisco se ha concretado en el tiempo por medio de la Orden Minorítica que se dice portadora de libertad y mensajera de la pobreza y la fraternidad. Esta Orden, es por un lado, estructura y organización, pero al mismo tiempo ella quiere ser portadora de la Humildad amorosa del Padre revelada en la pobreza de Jesucristo. Esa institución que se piensa a sí misma y esa reflexión teológica que nace en el compromiso con su espiritualidad son protagonistas del franciscanismo histórico. 4.- La novedad se la hace presente en el seguimiento de Jesús En la espiritualidad franciscana se profesa el amor humilde, de tal manera que eso que es profesado es también amado, esencialmente porque es vivido. Una fe que acontece en el amor, un amor que se hace seguimiento, un seguimiento que es narración en cuanto relato existencial y estilo de vida 7. Se revela lo que está dentro, aquello que se vive en la intimidad, narrando una nueva realidad espiritual y no solamente contando lo que se vive; se hace la elección de una nueva posibilidad de vida que confirma su libertad responsable forjada en una nueva comprensión de la existencia o horizonte hermenéutico. Estamos provocados a nuevas interpretaciones y expresiones pastorales, sociales y culturales. El reto es mirar y pensar nuestra realidad desde la "humildad del amor de la encarnación" y narrarlo en la “sequela Christi” prolongando y recreando el abrazo al leproso en la opción por los pobres y el Cántico del hermano sol. Sacramentalizando la minoridad de Dios que se ha manifestado plena y gratuitamente en la pobreza histórica de Jesucristo. La organización del pensamiento franciscano es coherente con esa intención de minoridad. La lógica, el modo con el que formamos el pensamiento también será menor, pues no se podría hablar de minoridad sosteniendo la movimiento franciscano, releyendo la conversión de Francisco como la decisión de salir de Asís y del sistema económico de aquel tiempo, y ve en el movimiento franciscano inicial una subversión hacia ese modo de vida, llevada adelante en nombre del Evangelio. Una nueva economía franciscana centrada en la vida pobre según el Evangelio; una opinión más reciente, la de F.ACCROCCA-A.CICERI, Fracesco e suoi frati, Edizione Biblioteca Fracescana, 1998, se hace la misma pregunta: ¿La historia inicial es la de un movimiento o la de una persona? Y responden que es necesario tener en cuenta la vocación de Francisco , antes que el Señor le diese hermanos y todo lo que vivió en el tiempo de su conversión, además, si nos apoyamos en el Testamento, no podemos dejar de afirmar que la historia personal de Francisco hace que la historia del movimiento fuese de una determinada manera y no de otra. Sin duda que el salir de Asís de Francisco se hace durante la sequella Christi y no al revés. 6 H.LAWRENCE, I mendicanti, Ed. San Paolo, Milano 1998, p.145. 7
Para profundizar los aspectos educativos y pedagógicos de la narración véase: NANNI A., Una nuova Paideia. Prospettive educative per il XXI secolo, Editrice Missionaria Italiana, Bologna 2000.La narración entendida como la representación viva del misterio amante de Jesús, de su Evangelio. Es la descripción del Evangelio en una secuencia de acciones, en un estilo de vida, en un modo de pensar e interpretar la vida. Cada cristiano es un narrador con estilo propio que modifica y es modificado por aquello que narra. Se narra una identidad, se describe con gestos y palabras el silencio interior de tal manera que se produce el siguiente proceso: de lo vivido se pasa a la representación y al lenguaje. El “narrarse” se trasforma en discurso interior a la propia conciencia y también en un significado que se hace presente en el mundo. La narración tiene una función mayéutica que funciona como una ‘metáfora’ y con su lenguaje simbólico comunica una posibilidad de vida, nuevas esperanzas y horizontes, pues el que narra vive radicalmente una experiencia de salvación, y narrando no está buscándose a si mismo sino que comparte las motivaciones que producen tal narración. En la narración nos relacionamos con la totalidad de nosotros mismos. Es un instrumento de conocimiento que nos permite ver profundidades antes no vistas, e incorpora procesos de cambios en el modo de pensar, sentir y obrar y exterioriza en compromisos concretos una espiritualidad.
Página 9 de 18 soberbia de una razón absoluta, nos hundiríamos en una contradicción interna. El franciscanismo como pensamiento estructurado es coherente con su espiritualidad: la humanidad humilde y pobre del amor de Dios revelada en el Jesús del Evangelio se la vive en una vida pobre y desposeída de la soberbia racional. La decisiva y amante presencia salvadora de Jesús fundamenta no solo la esperanza y la liberación, sino que da origen a un nuevo modo de vida: la “sequela Christi”, el “seguimiento de Jesucristo” desde la humildad y la pobreza, la desapropiación y la entrega sin límites. El lugar genuino del encuentro con el “Altísimo Señor de la Pobreza” fue vivido en la radicalidad evangélica por Francisco y sus primeros compañeros, novedad fundante que describe un genero de vida, identificándose con el Cristo Pobre, actualizando la humanidad de Jesús y celebrando el encuentro con el Dios amante en la pequeñez de una vida menor. Es bueno tener presente que este proyecto de vida, no está orientado solo a la actividad, sino principalmente a la narración de una espiritualidad. No hay nada más divino que la humildad y pobreza del Pesebre de Belén. Nada más “Altísimo” que seguir su mismo camino. No hay nada más liberador que asumir el tejido de la historia humana hasta la cruz con la misma intensidad y el mismo amor de donación y de fidelidad al Padre y a los hermanos. La vida de Jesús entendida como presencia de la humildad divina en lo humano nos orienta y nos revela el camino del amor humilde, que se organiza en una razón humilde, en la convivencia gratuita, en la cercanía a las creaturas y en la fraternidad social, con una racionalidad humilde y abierta, inteligente y contemplativa para percibir las señales de la Presencia de Dios. Aquí estamos en el corazón de la espiritualidad de Francisco y los franciscanos: La verdadera exégesis de la Revelación, lo escuchado y entendido se pasa a la vida, porque la vida es la hermeneuta de las palabras reveladas y el seguimiento pobre y menor del Evangelio, la “sequela Christi” es el lugar para vivir la regla y la vida nueva, que se construye en la minoridad fraterna. La narración histórica del carisma en el “seguimiento” se fecunda en una experiencia mística. Las manos y la razón manifiestan el corazón. Creemos en ese amor humilde revelado y, amamos lo que creemos porque lo vivimos. La espiritualidad entendida como un verdadero proyecto de vida, como la activa experiencia de la fe en la revelación de la "Pobreza del Verbo" que se ha articulado en un pensamiento y en un lenguaje de alto valor teológico y espiritual. El testimonio de los escritos de Francisco y de Clara de Asís, las biografías y el pensamiento de los Padres de la Escuela Franciscana orientan nuestra reflexión para incorporarnos a la tarea de continuar en nuestros días, los indicadores específicos de esa espiritualidad. Tomas de Celano, una fuente original, nos recuerda que Francisco vivió sus últimos días con el deseo de regresar a la experiencia de los inicios, aquella que se conserva aún en la Regla no Bulada como la codificación más antigua. Se trata de una página clara que nos invita a la resignificación incesante de nuestra vida y nuestro modo de pensar: “Ardía por esto en deseos vehementes de poder volver a aquellos comienzos de humildad... Estaba siempre dispuesto a comenzar nuevamente. Le hubiera gustado servir a los leprosos y padecer desprecios, como en tiempos pasados... Se daba cuenta que muchos ambicionaban puestos de magisterio, y, detestando la temeridad de los tales, se empeñaba en apartarlos de semejante peste con su ejemplo” (1Cel 103-105).
Página 10 de 18 Propuesta educativa y discurso metodológico. “El incesante ejercicio de la oración, unido a la continua práctica de la virtud, había conducido al varón e Dios a tal limpieza y serenidad de mente, que – a pesar de no haber adquirido, por adoctrinamiento humano, conocimiento de las sagradas letras—iluminado con los resplandores de la luz eterna, llegaba a sondear, con admirable agudeza de entendimiento, las profundidades de las Escrituras. Efectivamente, su ingenio, limpio de toda mancha, penetraba los más ocultos misterios, y allí donde no alcanza la ciencia de los maestros, se adentraba el afecto del amante” (LM XI, 1) En el corazón de la identidad, que configura el carisma de Francisco, la minoridad es determinante, por cuanto que colorea a todo lo demás, haciéndolo ‘franciscano’. Si hubiera que nombrar el valor original que identifica al Movimiento franciscano, sin lugar a dudas habría que pronunciar esta palabra: minoridad. La Fraternidad de los orígenes adoptó la minoridad, como estilo de vida identificativo del grupo: pobreza y humildad, desapropiación, servicio a todos, pequeñez, perfecta alegría. La actitud de minoridad que nos ofrece Francisco es fruto de una aguda percepción de lo fundamental del Evangelio: Jesús Pobre es el que define al hombre según Dios. El que sirve es siempre el menor, y «yo estoy en medio de ustedes como el que sirve» (Lc 22,27). La minoridad es una actitud reverencial que brota de la aceptación de la propia pobreza existencial. Esta actitud requiere su explicitación en unas relaciones nuevas con Dios, con los hermanos y con los demás creaturas. Hay una variedad de propuestas en la espiritualidad franciscana que nos ayudan a profundizar nuestro tema de la minoridad como lugar teologal, narrativo, escatológico que enuncian el carisma. El estilo del pensamiento y la espiritualidad franciscana, nos motiva a sustituir el lenguaje lógico y analítico por el simbólico y narrativo al hablar de Dios, que se hizo Pobre para enriquecernos a todos. Es un rechazo a la hegemonía del pensamiento, pues de nada serviría estar conceptualmente convencidos de la importancia de la minoridad si, después, no calase hasta esos niveles más profundos del hombre donde la convicción se hace decisión y la creencia práctica. Ante la presencia de Dios hay más interrogantes que respuestas. Siempre está el peligro de reducir la revelación de Dios a algo pensado, inmanente. Se trata de pensar dentro de la narración existencial del Evangelio, un pensamiento más decisivo y menos manipulador, más abierto y humilde con la trascendencia del Misterio. 1.- Pedagogía de la doble hospitalidad La minoridad no es una alternativa dentro del franciscanismo, sino el respaldo constitutivo de su espiritualidad fraterna. La minoridad franciscana se educa a partir de la humildad de Dios y la afirmación del hermano-otro en su alteridad. Es la pedagogía del “actuar”, del modo de relacionarse con los otros, pues solo se comprende aquello que se vive o se practica. La minoridad no es un estilo de vida espontáneo ni abstracto, sino un modo muy concreto y específico de hacerse discípulo y seguir las huellas del Señor. El secreto de aprender la vida evangélica consiste en saber ver y contemplar el misterio de Dios y la capacidad de relacionarse con El y contextualizar su Presencia, para actuar en la realidad siguiendo un itinerario y un objetivo que nos trasciende. En fin, es el encuentro con el Otro, olvidándose de sí mismo como referencia mayor, para acoger a Dios. Hacerse morada de Dios en ese encuentro. Es aprender a vivir el misterio de la vida como donación y acogida junto con otros hermanos, vivir la vida como ‘encuentro’, aprender a estar con los otros desde otra clave de lectura. La minoridad como encuentro y relación, nos muestra las condiciones tanto de la interioridad como de la exterioridad en la relación con el Otro y los otros, permitiéndonos integrar sus perspectivas y crecer en la comprensión de una ‘minoridad’ menos inadecuada para nuestro tiempo. La minoridad se nos presenta entonces, como ese lugar humano de
Página 11 de 18 vida teologal 8, donde de la manera más intensa se significa la pobreza y la fraternidad, donde se hace próxima y sensible la experiencia del carisma, se revela para los franciscanos como un acontecimiento sacramental. Mediante el abajamiento y el estar con el otro-abajado, el hermano menor participa en la acción salvífica del Cristo pobre, y en este sentido es lugar hermenéutico, pues ahí se transmite el don divino de la vida nueva: en el signo querido por el Señor desde la encarnación a la Cruz. 2.- Criterios pedagógicos para una práctica de la minoridad Veamos algunos criterios pedagógicos y posteriormente ciertos caminos a transitar para acompañar una educación a la minoridad9: a)
Revisar los modelos pedagógicos de asimilación y personalización.
Los franciscanos y las franciscanas son capaces de aprender con alegría y entusiasmo a partir de la certeza espiritual de que el cambio es el inicio de una vida nueva. El aprendizaje, como un noviciado prolongado, es un descubrimiento creador, con un poco de riesgo y abierto a la corrección. Educar es construir, es liberar las cadenas de cualquier determinismo, reconociendo que la historia es un tiempo de posibilidades y el juego primordial de la libertad. En ese proceso se va aprendiendo a leer las voces de la creación y del existir humano, para celebrar la comunión con el Creador. Educar es un acto comunicativo, coparticipativo y de ningún modo de una mente solitaria. La mediación pedagógica que más se aleja del estilo franciscano es la de la asimilación. Este modelo insiste mucho sobre los conceptos doctrinales, sobre el acomodamiento a las prácticas devocionales y la adhesión a comportamientos codificados de la vida franciscana. Este estilo promueve solidez y seguridad en las convicciones del discípulo, como si se tratase de una adecuación pasiva, descuidando la dinámica del proceso de maduración. Sin embargo hoy sabemos que la sola memorización no suscita la identidad franciscana. No solo recibimos las cosas del pasado o elaboradas por otro, sino que somos creadores y artesanos de la novedad del Espíritu y su santa operación. Los hermanos que optan por una vida evangélica buscan puntos de referencia que acompañen su crecimiento, pero al mismo tiempo viven en un momento creativo y de definiciones personales. El modelo pedagógico de la personalización es en general más respetuoso del camino de crecimiento de la persona, más cercano al camino franciscano; el discípulo de la minoridad se personaliza viviendo su responsabilidad, libertad y creatividad. También está el momento de la asimilación de contenidos donde se adhiere con la inteligencia al camino elegido. El camino educativo necesita del pensar, del hacer y del sentir. El saber exige una reflexión crítica y al mismo tiempo el discurso teórico se reformula en la aplicación práctica, por último la interiorización consciente se hace testimonio de vida. La personalización adviene como la conclusión de un largo camino de integración de las variables anteriores, donde cada uno sonará la misma melodía del carisma pero con variaciones e intensidad diversas. Educar franciscanamente es un acto de humildad y no un mero traspaso de contenidos10. b)
Construir un itinerario pedagógico.
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Vida teologal como fruto del encuentro del hombre con la Revelación, realizado en el Espíritu. La autodonación de la Humildad de Dios contagia el corazón del hombre por medio del Espíritu participando en la misma lógica de Caridad. El que acoge la Revelación, como lo hizo San Francisco, alter Christus, se hace creatura nueva, dialogo Trinitario y reflejo del amor donado. 9 Cf. CARBONE R., La minorità francescana nel cammino formativo del postulato, Padova, Messaggero, 1999, 76-78. Sigo a este autor en algunos de los criterios y pasos hacia la minoridad. 10
Cf. FORTUNATO E., Francesco d’Assisi formatori dei suoi compagni, en Cercatori di verità. I dinamismi del processo formativo, editado por Fortunato E., Padova, Messaggero,2001, 85-146. El autor presenta los criterios que permiten comprender y vivir el camino formativo según las enseñanzas de Francisco de Asís. Sobre nuestro tema en particular la pedagogía del pequeño grupo como lugar formativo, la relación humana del encuentro como la disponibilidad a la acogida de el otro y el seguimiento, la espontaneidad y el respeto a las indicaciones de la Iglesia.
Página 12 de 18 Con la conciencia de que estamos delante del misterio de una persona, se hace necesario diseñar algunos pasos que tienen que se asumidos y superados: confrontarse continuamente con la propuesta de ser un hermano menor que le ofrece la familia franciscana. La disponibilidad de acoger su personal realidad humana con honestidad. El camino formativo nos tiene que liberar de nuestras mentiras y fantasías para mirarnos en nuestra propia verdad. Identificar y conocer nuestras resistencias y nuestros miedos. Valorar nuestros deseos de autonomía y nuestra capacidad de relacionarnos. La educación hacia la libertad pasa por el verificarse en la realidad concreta, como la actitud más importante del camino hacia la madurez espiritual. La opción de vida menor es una respuesta a Dios de la propia libertad. El secreto es la interdependencia entre el crecimiento humano y la adultez de la fe. No existe una libertad neutra, sino una libertad situada que se expresa en acciones concretas. c)
Condiciones base para la espiritualidad minoridad.
Disponibilidad al agradecimiento. La gratuidad de Dios se acepta, no se gana. Es como la flor del místico Angelus Silesius “La rosa sin un porqué, florece porque florece, no presta atención a ella misma, no se pregunta si uno la ve. Porque ella es simplemente una flor” 11: y al hablar de la oración: “La más noble oración se logra cuando el orante se transforma, allá, en lo más íntimo, en aquello delante de lo cual se arrodilla”12. Porque el hombre se reconoce en su total dignidad y dimensión cuando se arrodilla y se hace humilde delante de la Humildad de Dios. Dios ha hablado y su palabra, antes que nada, es escuchada y acogida. Se trata de un acto de obediencia al secreto impenetrable de Dios, un ‘fiat’ al querer de Dios. Escuchar agradecido la kénosis del Hijo, porque Dios no se identifica con el silencio sino con el amor liberador que se donó a la historia. Aprender amar el amor. Porque el sentido del mundo está fuera del mundo, sin embargo no estamos alejados de él, es necesario asumirlo y transformarlo para trascenderlo, no para poseerlo sino para perderse en el sentido divino, que solo se puede contemplar y pensar, pero no conocer ni poseer. Esta espiritualidad nos abre a la totalidad de Dios, para generar nuevos encuentros con los otros guiados por esa justicia del amor donante de Dios, justicia que esconde la lógica de la gratuidad. Un nuevo modo de ver las cosas, las personas y Dios que necesita confrontarse con la cultura narcisista y autocentrada; para llegar a esto el hermano menor necesita apoyarse en una nueva base espiritual que le permita afrontar sus propias contradicciones, recuperar el sentido del límite, desarrollar el reconocimiento del don, la capacidad de ir más allá de sí mismo, arribar a la clara conciencia de ser objeto de la comprensión de Dios y de los otros. La minoridad es la traducción del querer de Dios, siempre gratuito en una justicia nueva. “El amor no es amado” decía Francisco. El amor será amado con una minoridad existencialmente libre para los hermanos. La justicia de la gratuidad de Dios, una razón sin razón pero llena de amor, es la causa de la minoridad, esta es su espiritualidad Para vivir como ‘menores’ optamos vivir la proximidad con los pobres que nos educa para vivir ‘entre’ ellos y no solo ‘para y por’ ellos. Nos educamos para el cruce de experiencias, de fuerzas que nacen en la complementariedad y la interdependencia. Optamos como franciscanos a vivir no para la apropiación sino para la donación. El amor sin apropiación de Francisco. Esa capacidad de poder dar sin quitar. Es la proximidad con el pobre que construye mi subjetividad desde la temática del amor como justicia y gratuidad. Esta espiritualidad vivida entre los ‘menores’ mantiene viva la tensión entre la contemplación del Cristo pobre y la praxis del reino en la minoridad, porque no hay minoridad sin los menores y sin la kenósis del Cristo. 3.- ¿Qué formación es capaz de generar la minoridad? ¿Por qué menor entre los menores? ¿Qué podemos hacer concretamente? Nos hacemos menores (“minoris et subditi omnibus”, menores y siervos de todos) no por debilidad ni por renuncia, incapacidad sicológica o intelectual, sino como un acto de libertad con el cual nos reconocemos originados en la misma 11
Johannes Scheffler, llamado Angelus Silesius; Breslau, (1624-1677) Místico alemán. Hijo de mercaderes luteranos y médico de profesión, se convirtió al catolicismo. Sus poemas y sus aforismos, recogidos en La santa delicia del alma (1657) y en Querubín peregrino (1675), son la cumbre del misticismo barroco alemán. 12 Cf. La página Web: http://www.angelfire.com/zine/BLH/querubin.html
Página 13 de 18 lógica de la donación gratuita del amor de Dios. En definitiva la verdad cristiana revelada en Cristo, se acreditará solo en la praxis que es capaz de forjar una vida nueva y la praxis cristiana se generará como tal, en la razón que de sí es capaz de dar. La práctica y la teoría no se suman y no se separan, son dos momentos de una única realidad. La actitud menor o de kénosis representa el núcleo del Evangelio y Jesús la considera imprescindible para los que han optado por la construcción del Reino. Es por eso que Francisco y sus primeros hermanos dejan de lado la relación de dominación y de imposición prepotente y la sustituyen con la actitud de obediencia, respeto y escucha a todas las creaturas. Las consideraciones aportadas nos permiten entender los motivos de la elección de la minoridad como renuncia a un estatus social asociada a la vida fraterna al interno de un mundo que llega a ser el convento. La minoridad crea fraternidad y la fraternidad verdadera nace en la corresponsabilidad de unos con otros. Es la fuerza de la debilidad, de la no violencia activa, de la cruz, que no tiene nada que defender sino solo amar entregándose libremente. El problema del hambre, la alteración ecológica, la guerra y el terrorismo, el agotamiento de los recursos energéticos son aspectos alarmantes de una crisis mundial. Es la lógica consecuencia del dominación irresponsable de la creación y del hombre. En el comportamiento de estar sobre las cosas y sobre todo, reside, según parece, el mecanismo fundamental de la crisis actual de nuestra cultura. La utopía de mejorar mediante el progreso ilimitado las condiciones humanas ha empeorado la calidad de vida. ¿Es posible mantener la lógica de la acumulación, de crecimiento ilimitado y al mismo tiempo evitar el colapso ecológico-ambiental y la frustración del futuro? No hay un antagonismo entre el paradigma hegemónico del crecimiento ilimitado y el cuidado de la integridad de la comunidad humana, terrestre y cósmica? ¿Se podrá seguir adelante con esta aventura de agresividad económica y bélica como hasta ahora? ¿No es urgente cambiar de rumbo? Para tal propósito se tendrán que introducir correcciones profundas y también transformaciones culturales, sociales, espirituales y religiosas13. Desde hace algunos años la teología de la liberación viene insistiendo en la opción por los pobres14. Estamos viendo formas más sutiles, escondidas y generalizadas de opresión e injusticia. Nuevas pobrezas, nuevas injusticias que necesitan una reflexión atenta. Una mentalidad consumista y de mercado, a veces subterránea otras veces manifiesta, recorre la vida de los jóvenes y de las familias, de los barrios periféricos y de los más pobres. Los nuevos costos humanos y existenciales de la sociedad cada vez más compleja, nuevas pobrezas en la pobreza generalizada, niños de la calle e hijos de nadie, miles de personas que trabajan en condiciones inhumanas para sostener las ganancias de una minoría, que a través de las multinacionales, explotan indiscriminadamente reservas humanas y naturales, grandes empresas que acuden a negociar donde la mano de obra es más barata y la ganancia más elevada. Tenemos delante de nosotros los signos destructivos del fundamentalismo liberal y la trampa de la globalización. Disparidad económica y social entre el Norte y el Sur y dentro de una misma nación. La cultura bélica con su mito de liberación y la nueva mentalidad informática muestran sus contradicciones. La resolución de los problemas no depende solamente dela distribución equitativa de los bienes o de una justicia proporcional, sino de la calidad de las relaciones humanas, de nuevas propuestas políticas socio-culturales, de las mediaciones pastorales y de la capacidad profética que nazca de nuestra espiritualidad. Ante las transformaciones aceleradas que estamos viviendo, tendremos que recorrer el camino de una nueva pedagogía hacia una sociedad más justa, acogedora y capaz de futuro. La memoria de Francisco sugiere esa nueva pedagogía que es en cierto modo peligrosa: la mejor manera de sentir la voz del Espíritu y leer los signos de los tiempos, es estar entre los menores y escuchar el grito de la creación y de los más pobres, de los excluidos y de las víctimas, todos ellos que ya tienen un final escrito, y sin embargo nosotros desde la minoridad podemos cambiar ese destino. El camino trazado por la minoridad de
13
Cf. BOFF L., El cuidado esencial. Ética de lo humano. Compasión por la tierra. Trotta, Madrid 2002; ID., La voz del arco iris, Trotta, Madrid 2003; ID., La dignidad de la tierra, Trotta, Madrid 2000; ID., Ecología. Grito de la tierra, grito de los pobres, Lohlé-Lumen, Buenos Aires 1996; ID., Nueva era: la civilización planetaria, Verbo Divino, Estella, Navarra 1995; BOFF L.,-FREI BETTO, Mística y espiritualidad, Trotta, Madrid 1996; 14 Cf. GUTIERREZ G., Pobres y opción fundamental, en Mysterium Liberationis Conceptos fundamentales de la Teología de la liberación I, Ellacuría-Sobrino, Trotta, 1990, ps. 303-321.
Página 14 de 18 Francisco parte de aquí. Llevó a cabo una descentralización a partir de una mirada mística de la Pobreza del Verbo y de una acción profética. Fue creativo. La pregunta que se le dirige a los franciscanos de hoy, y que condiciona toda su espiritualidad es la siguiente: ¿se quiere meramente anunciar el contenido del franciscanismo o vivirlo como ‘estilo de vida’ en la realidad política-socialcultural de A.L.? Es verdad que siempre se darán juntas estas realidades. Pero el énfasis es muy distinto y también la evangelización y el tipo de presencia en la historia. Si se inclina por lo primero, entonces la realidad histórica tendrá que ser conocida para que el mensaje sea comprensible. Pero si se inclinan por lo segundo, entonces la situación y condición histórica de los pobres tendrá que ser compartida para poder visualizar el contenido de lo que se anuncia. No es otra cosa que el debate sobre la misión franciscana. Y el conflicto no viene por la división de opiniones sobre cómo realizar esa misión, sino que surge de la concepción teórica o práctica de lo que significa ‘hacer presente el Reino como Menores’. La minoridad como la hemos presentado nos orienta hacia la segunda propuesta. Pues no se trata de dar información para explicitar el mensaje franciscano, pues nuestra presencia franciscana transformadora y novedosa será al fin y al cabo, hacer el Reino desde y con los más pobres o en lenguaje franciscano ‘menor entre los menores’ de nuestro tiempo, con una racionalidad teológica inaugurada por la kénosis de Jesucristo y sostenida por la mística de la minoridad, sin caer en la tentación de ofrecer pastorales que se limiten a dar indicaciones de cómo debería ser el Reino. La pérdida de la minoridad como el color específico de la vida franciscana, reduciéndose a lo sumo a la virtud de la humildad, tuvo como consecuencia asumir comportamientos similares a otras formas de vida religiosa en relación a los cargos jerárquicos, privilegios sociales y poder económico. En la tarea de la evangelización, la minoridad posee un alto contenido simbólico, referencial y sutil, al identificarla con un modo escatológico de hacer presente el Reino. Sin embargo, somos consientes que esta presencia pasa por obras o signos materiales y concretos, instituciones y ofrecimientos pastorales que llevan a la práctica el testimonio de la minoridad. Bajando de la teoría a la aplicación práctica, esta comunicación semántica de la minoridad pasa por nuestras manos, pasa por el re-encuentro de la Familia Franciscana, (con las diversas familias OFM, los Institutos de vida religiosa franciscana y la OFS), si de verdad la prioridad de la opción por la minoridad se concretiza en comportamientos de reciprocidad e intercambio, de interdependencia y acción convergente. Tendremos que revalorizar la identidad carismática, aquello que tenemos en común y que pertenece al código que nos es más propio y, la institución puede jugar un papel importante, puede negar o acompañar el desarrollo de ese valor evangélico. La minoridad necesita de mediaciones visibles y concretas. No se puede dejar un tema tan específico del franciscanismo a la decisión personal de algún hermano o hermana que se siente de trabajar con esta orientación y mucho menos confinar esta espiritualidad a la pura interioridad. La minoridad puede ser una postura institucional, llamada a no perder su lógica interna en el momento de asumir compromisos operativos. ADJUNTO. Perfil conventual que nos hace franciscanos " ...Y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a mí, siervo suyo y tuyo: si procedes así: que no haya en el mundo hermano que por mucho que hubiere pecado, se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia... Y si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para atraerlo al Señor " ( Cta.M 9-12 ).
El propósito de esta presentación consiste en introducirnos en la comprensión de los procesos de vida de una fraternidad conventual del presente y en la búsqueda de algunos aportes en el camino formativo, que se ofrecen como mediación, a fin de diseñar un ‘perfil conventual’ en la continuidad del carisma. En este recorrido obviaremos el camino histórico de la conventualidad, tratado por tantos expertos y publicaciones a las que hemos tenido acceso desde hace varios años. El breve recorrido que nos proponemos hacer es de vital importancia para identificar núcleos problemáticos, preguntas y expectativas que se nos
Página 15 de 18 presentan en nuestras jurisdicciones. Queremos dar cuenta del acontecimiento y presentar contribuciones en especial a partir de la propia experiencia y la lectura de la espiritualidad del carisma, aplicando el método de observación y lectura de las prácticas. En relación a este punto, focalizaremos la mirada en el contrapunto ‘convento como los de antes’ y ‘conventos contemporáneos’ (o sea: otro tiempo con nuevas subjetividades y en una realidad cultural diversa), estableciendo continuidades y rupturas entre ambos modelos, aquí obviamente simplificadas, pero que en realidad en este modo llegan al sentido común. Teniendo en cuenta las siguientes cuestiones de fondo como principio de estructuración de un convento: la distinción entre “cuestión convento clásico” y “nueva cuestión cultural y pastoral evangelizadora”; el pasaje del convento como presencia en lo “territorial” a “lugar de crecimiento y madurez evangélica”; la centralidad de la ‘estética’ y la ‘realización humano evangélica’ en el ‘hacer convento’.
Del modelo conventual clásico a nuevas prácticas para ser conventuales. El modelo conventual clásico se lo entiende como una vida regida por horarios, reglamentos, capítulos conventuales y normas que todos debemos cumplir. Si algo falla en el cumplimiento de lo anterior, entonces consideramos que la vida religiosa se está diluyendo. Algunos creen que la vida franciscana conventual está en dificultades porque no ha sabido mantener el rigor y la severidad del pasado. Olvidan que este tiempo es otro, que esos conventos nacieron en la cultura del libro y estamos en la cultura de la imagen y la comunicación, que nacieron en los tiempos de los principios y de los grandes relatos y estamos en los tiempos de los pequeños relatos, de la fragmentación, de la imposibilidad de asegurar con radicalidad tantas cosas. El modelo contemporáneo con múltiples subjetividades se lo entiende en los términos de convivencia fraterna. En la familia tradicional de la que provenimos mayoritariamente, las relaciones se tejen a partir del vínculo afectivo y en donde todo se mira desde ese mismo amor. En la familia se vive la vida a partir de una pertenencia compartida. Por ello, la familia incluye las discusiones, las desavenencias, la angustia ante las dificultades de uno de los hijos o hijas pero prevalece el sentido del bien de la persona, de su cuidado, de su preservación. Se ama y por ello no se escatiman esfuerzos para encontrar y buscar soluciones o salidas a las dificultades. Y se sufre y se acepta, se ofrece confianza y amparo. Del modelo de convento clásico al convento de la realización humano evangélico: en los vínculos prevalecen el cuidado de la persona y su fidelidad al carisma, y como casa religiosa, se busca la honestidad y la libertad, la convivencia y el crecimiento personal según el camino evangélico. En donde los momentos de oración no pueden ser fardos pesados pero tampoco ser momentos que se buscan según el libre arbitrio o libre voluntad de cada uno. En donde se comprende que un hermano llegue cansado y no despierte con la misma rapidez que otro, que sea necesario llamar con cariño para recordar la hora, porque es bueno sentir la presencia del hermano y no porque es necesario cumplir con un reglamento que parece más importante que los altibajos de la vida cotidiana. Donde la comunicación interpersonal pasa por la diversidad de necesidades y experiencias vividas por cada hermano. Donde la evangelización se expresa a partir de los vínculos y proyectos generados en la relacionalidad de los hermanos. Una fraternidad conventual tiene corazón, no solo proyectos y tarea que cumplir. La puerta de entrada a la fraternidad no puede ser la razón ni el interés, pues nos arrastraría la realización de una empresa más que de una fraternidad. El sentimiento, la capacidad de sentirse afectado por el hermano, de implicarse en la vida del otro sin poseerlo ni humillarlo, son los contenidos normativos de una relación fraterna. El lugar de las relaciones fraternas donde se ‘hace convento’ pasa por la actitud básica de salir de sí y centrarse en el otro con desvelo y desinterés. No es inútil recordar que el modo esencial de ser franciscano pasa por el corazón, por los sentimientos de bondad y gratuidad, por el cuidado de los hermanos de la fraternidad y las hermanas creaturas, sufrir y
Página 16 de 18 alegrarse con aquellos a los que estamos unidos porque los amamos. Lo que nos hace hermanos es la comunión en el mismo carisma que se hace convento y se proyecta como mediación cultural con características propias en cada tiempo y realidad social. Admitir la prioridad del vínculo y la reciprocidad que nos hace hermanos, hace que el convento, tenga valor y valga la pena convivir. No estamos buscando el cumplimiento de unas determinadas maneras de organizar la vida. La vida religiosa es toda la vida, por lo tanto, no podemos estar prendidos de normas sino de un Carisma que se va realizando a lo largo de la vida toda. Que nos hace comprensivos incluso con aquel que definitivamente ha descubierto que deben darle otra oportunidad a su vida. Nos quedaremos sin vida conventual si perdemos el vínculo afectivo para salvar las normas. No basta con organizar calendarios y realizar iniciativas de trabajo sino existe la capacidad de compartir la vida. Todas las mediaciones de naturaleza personal e institucional son útiles en la medida en que sostienen un itinerario de relación y de participación fraterna fundada en la opción por el amor evangélico. La conventualidad como ‘Buen Convivir’ La misión de la Fraternidad conventual acentúa la espiritualidad de la minoridad fraterna en la acogida del hermano, en la reciprocidad mutua, en la pertenencia a la Orden y en la identidad del carisma La fraternidad conventual, orientada por la espiritualidad que se inspira en el carisma de los franciscanos, limpia el corazón para poder vivir la nueva relacionalidad como fiesta de la diversidad. Sugerimos algunas proposiciones inspiradas en esa espiritualidad como guía para el discernimiento personal y la puesta en común. Se trata de un itinerario muy simple para orientar nuestro compartir, casi como una experiencia de taller fraterno, que intenta considerar y acentuar los aspectos existenciales de los hermanos de la fraternidad tales como: la reciprocidad, la libertad, el conocimiento, la responsabilidad, la historicidad. Los ítems que siguen nos permitirán iniciarnos en la propuesta de ‘hacer la conventualidad como Vivir Bien-Buen Convivir’15. La conventualidad es sinónimo de reciprocidad. Somos relación, sociabilidad y comunión, somos los demás y yo, juntos en la hermana creación. Y aquí cabe una precisión fundamental: en una relación de reciprocidad entre hermanos y naturaleza, se garantiza la misión ecológica de sustentar toda forma de vida. Es el Buen vivir enfrentado al ‘mal vivir’ del actual sistema de desarrollo. Y también contra ‘la buena vida’ de una minoría que quiere ser y estar ella sola disfrutando de los bienes comunes. El buen Convivir de la conventualidad es una humana-buena-convivencia. En la reciprocidad de la fraternidad conventual, se quiere que el hermano no se diluya en una adaptación despersonalizante y asimétrica, según el modelo clásico, sino todo lo contrario, la diversidad de cada hermano se multiplique y se abra a un nuevo lugar para la coexistencia de diversas experiencias de vida16. 15
Cf. Agenda Latinoamericana 2012 - Vivir Bien o Buen Convivir, Sumak Kawsay, Ñande Reko, son expresiones propias de Bolivia, Ecuador, Perú, Paraguay... Significan, en primer término, “Vivir bien entre nosotros”. Propugnan una convivencia comunitaria con interculturalidad y sin asimetrías de poder. 16 El Vivir Bien es la expresión cultural que condensa la forma de entender la satisfacción compartida de las necesidades humanas, más allá del ámbito de lo material y económico. A diferencia del concepto occidental de ‘bienestar’, que está limitado al acceso y a la acumulación de bienes materiales, incluye la afectividad, el reconocimiento y el prestigio social. En el campo político-social, la propuesta y experiencia actual del Vivir Bien se corresponde con una concepción integral indígena latinoamericana de la sociedad que articula desarrollo y democratización, en la que desarrollo y democracia tienen la misma importancia. Partiendo del reconocimiento de que indo-afro-Latinoamérica es un país multiétnico y pluricultural, se hace explícito el reconocimiento a los valores de la comunidad y de lo comunitario. Y lo colectivo comunitario se fundamenta como sujeto con capacidad de decisión y de acción, reconociendo en la horizontalidad una ventaja comparativa respecto a las directivas verticales. El Vivir Bien propone el desarrollo desde el encuentro y la contribución horizontal, y no desde la imposición y el autoritarismo. El encuentro significa la unión, la comunidad, al fiesta del compartir imaginarios urbanos y rurales, el sentido esencial de las relaciones humanas complementarias en una realidad tan diversa y y al mismo tiempo comunitaria.
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Las teorías comunicacionales nos recuerdan que la conexión y la desconexión con los otros son parte de nuestra constitución como sujetos individuales y colectivos. Por tanto, el espacio ‘inter-entre es decisivo, pues la cultura es pertenencia comunitaria y simultáneamente diversidad-reciprocidad con los otros. Al postularlo como centro del convivir con su reflexión, tendríamos que pensar en nuestras experiencias FALC para comprender las razones de algunos intentos con sus éxitos y fracasos, y participar en la movilización de nuevos recursos interculturales para construir alternativas. Para dar una respuesta a las nuevas emergencias que nos presenta la realidad Latinoamericana y a los conflictos desencadenados por el sistema del consumismo de la buena vida, es necesario reforzar el compromiso con la vida toda, con una nueva ética ecológica y celebrar una alianza de solidaridad con los más débiles tejiendo una nueva trama social y educativa, a partir de la presencia activa de la minoridad. Los puntos que siguen son sugerencias a profundizar en el seminario de estos días. El Buen Convivir en su expresión conventual, implica relaciones de equidad y reciprocidad entre todos, de tal manera que ‘el nosotros nace en la dinámica de las relaciones que se dan entre los hermanos’. En los ítems siguientes resalto el tema de la fraternidad conventual, sin hablar de la armonía con la naturaleza. Es el nosotros de la fraternidad, construido con el ‘argumento de mi vida’, como ‘lugar humano que se ofrece en una interacción creativa’. Corazón, inteligencia, manos y pies, para expresar la máxima comunicación, familiaridad e igualdad, en todos los aspectos de la dimensión sicológica-social, teológica y jurídica de la fraternidad, bajo el signo del amor evangélico, del respeto, del servicio y de la obediencia-sumisión recíprocas. En este lugar humano se construye la identidad de los discípulos de Jesús. Los itens puedes ser enriquecido con las presentaciones de los participantes al curso. a)
la presentación del corazón o de aquello que nos motiva y deseamos.
‘El corazón limpio vuelto a Dios es la mejor oración ’. ‘Allí donde tienes tu tesoro está tu corazón’ Según la escuela del pensamiento franciscano es el amor el que guía a la verdad, es el amor el que orienta nuestra libertad y el que nos permite dirigir nuestra voluntad. Por eso proponemos comunicar nuestros sentimientos y las motivaciones que han orientado las decisiones más profundas para seguir el camino de conversión o ‘penitencia’ franciscana. Reconocer el centro creyente y el de las opciones fundamentales que organizan la vida. No avanzamos en la vida por golpes de voluntad o disciplinas, sino por pasión, por descubrimiento del tesoro, pues donde está tu tesoro, hacia ahí camina tu corazón; avanzamos por enamoramiento y por la alegría que se enciende en nosotros. Pues, se ‘forma’ quien camina hacia lo que ama. En qué etapa del camino me encuentro y cuáles son mis emociones y deseos. Crecemos dentro de relaciones fraternas y según el modo con que asumimos ese encuentro como hermanos en la fraternidad. Reencontrarnos con el amor de Dios y de los hermanos, como ‘el tesoro’ que nos anima a caminar, en un modo de vivir juntos o en un tipo de relación. Redescubrir la importancia del hermano en la vida. b)
la presentación de la inteligencia o de lo que hemos aprendido.
‘El hermano menor realiza la verdad en el amor porque el amor es el alma secreta de la verdad’ Aquello que aprendimos y las expectativas que traemos. Podemos recordar los contenidos aprendidos del conocimiento cotidiano y del formal, de tal manera que no sean simplemente un depósito en mi historia personal sino una herramienta para resolver problemas con ‘sabiduría’. Ideas, fundamentos antropológicos y teológicos.
Página 18 de 18 Visiones eclesiológicas y de la Fraternidad. Las mediaciones inteligentes encontradas a lo largo del camino, tanto en las relaciones fraternas como en la acción evangelizadora. Certezas y saberes encontrados en la vida como fraile. c)
la presentación de las manos o lo que sabemos hacer.
‘Somos lo que hemos vivido y como lo hemos vivido’ La vida en las manos. Calidad de nuestra vida de relaciones en la fraternidad y memoria de lo que hicimos a lo largo de la experiencia franciscana al servicio de la fraternidad, en el campo pastoral, educativo u otros servicios. El modo de vivir lo que hicimos, como lo hemos vivido. Tanto en la pastoral como en la vida comunitaria, por ejemplo: calidad de nuestras relaciones humanas y de la comunicación interpersonal, relación con la autoridad, solución de conflictos, mutua aceptación, programación de la vida comunitaria, misiones especificas dadas por los Fraternidad, recursos profesionales. d)
la presentación de los pies o los lugares por donde hemos andado.
‘No nos olvidemos que nuestro vivir es un convivir’ Los pies son una parte muy importante de nuestro cuerpo, porque nos sostienen y nos permiten caminar por el mundo. Y el haber recorrido tantos caminos nos permite compartir ahora por donde anduvimos y como lo hicimos. Las experiencias que nos marcaron. Todo aquello que nos ha ayudado a encarnarnos mejor en la realidad que hemos vivido, a partir de la situación personal y comunitaria. Es tan delicado caminar, y así descubrimos que es necesario 'pisar con cuidado', ver dónde 'se ponen los pies'. Usamos una metáfora para preguntarnos: ¿Hemos caminado a pie descalzo? se percibe otro aspecto de la calidez o el frío del suelo, es un contacto directo, sin zapatos que nos aíslan del piso. La metáfora de los pies desnudos en el suelo, nos ayuda a reconocer que tipo de vínculos hemos entablado con el suelo de cada día de la fraternidad; echar un vistazo al modo de relacionarnos que tuvimos con la realidad cultural y social de nuestro ambiente. Los momentos en los que hemos usado misericordia con los hermanos con un corazón limpio y hemos caminado junto al hermano para compartir sin apariencias, desde nuestra ‘desnuda’ fragilidad humana. «Quiero que mis hermanos sean discípulos evangélicos y de tal modo progresen en el conocimiento de la verdad, que crezcan en pura simplicidad»(LM 11, 1)