Pequeña y gran propiedad

Pequeña y gran propiedad a finales del siglo XIX: Andalucía JOSÉ SÁNCHEZ JIMÉNEZ Dpto. de I-V Contemporánea, Universidad Complutense, Madrid 1. Intro

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Pequeña y gran propiedad a finales del siglo XIX: Andalucía JOSÉ SÁNCHEZ JIMÉNEZ Dpto. de I-V Contemporánea, Universidad Complutense, Madrid

1. Introducción Que la tierra ha sido —y continúa siéndolo— protagonista, a la hora de explicar tanto la estructura y dinámica de la propiedad como los conflictos sociales andaluces, lo mismo ayer que hoy, resulta suficientemente demostrado tanto por el análisis y reconstrucción del pasado como por la conflictividad, en sus diversas formas, que casi diariamente la prensa y otros medios de comunicación y opinión vienen ofreciendo. En contraste y a diferencia de otras regiones españolas la propiedad agraria continúa aún manteniéndose como problema, o, por mejor decir, uno de los problemas fundamentales cuando está ya tan próximo el final de siglo y de milenio, de forma más o menos similar a como lo estaba hace un siglo, cuando la justificación o explicación del mal reparto venía uncida a la rentabilidad de la misma tierra pese al arcaísmo de su aprovechamiento, y a la responsabilidad de los poderes públicos por su mala distribución y reparto’. En este sentido continúa vigente aún hoy la carencia de expectativas de los jornaleros en la Andalucía Occidental, en dependencia, jornaleros y micropropietarios, de graciosas derramas que los gobiernos continúan ofreciendo en forma de peonadas; un Plan de Empleo Rural, por ejemplo, y. Pérez Din: Diez años de Agricultura, en Agricultura y Sociedad (48), Madrid, 1988. J.M. Sumpsi: La política agraria, l%2-82, en Papeles de Economía (16), Madrid, 1983, pgs. 322 y ss. Idem: Reforma agraria y modernización social, El País, 19 de abril de 1987. Th. J. Sánchez Jiménez: Agricultura, campesinado y vida rural en España (análisis y perspectivas), en Documentación Social (72), Madrid, julio-septiembre, 1988, pgs. 1342. cuadernos de Historia Contemporóneo, n’ 16. 1994. Editorial Complutense. Madrid.

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José Sánchez Jiménez

recientemente denunciado de corrupción1. Se sigue manteniendo, según los datos del más reciente Censo Agrario, casi el 80 por ciento de hombres del campo como campesinos sin tierra o con demasiado poca, mientras que sólo el 2 por ciento de los propietarios acaparan casi el 50 por ciento de tas tierras mejores; continúa en escena, aunque cada vez más reducida, la emigración temporera a tierras de Jaén, Córdoba y Sevilla para la recogida de la aceituna, a tierras de Navarra para la recolección de espárragos, a la cosecha de patatas en el valle del Ebro y a las de frutas en Cataluña y Levante, excepto cuando se acusa la competencia de mano de obra norteafricana mucho más barata; y se perpetúa la rebusca del garbanzo y de la aceituna, hasta considerarse felices las familias que logran así los cuarenta kilos del primero que permite asegurarles en parte el próximo invierno. Se lucha para vivir; se lucha para comer. Y se asiste, en consecuencia con lo sucedido a fines del siglo pasado, objeto de este análisis, al éxito económico y al fracaso social de la agricultura andaluza, cuando se ha logrado constatar de forma global el arcaísmo rentable de primeros de siglo2. Hoy, y como visión contradictoria, contrastan esta aún abundante mano de obra apenas productiva y, sobre todo, difícilmente rentable, con o junto a un programa de abandono de tierras exigido por el Consejo de Ministros de Agricultura de la Comunidad Económica Europea desde fines de 1988 y que va a afectar de inmediato a pequeñas y hasta medianas propiedades3. ¿Tiene. pues, algún sentido, alguna explicación, o alguna salida esta constancia y permanencia de problemas ligados casi siempre, a la hora de explicarlos, a la mala distribución de la propiedad o al mal reparto? Porque tradicionalmente en Andalucía el problema ha sido ése, el del reparto, relacionado habitualmente con un conjunto de estereotipos, concretos o no, que con mucha frecuencia disimulan u olvidan problemas tales como la propia permanencia o vigencia de los mismos, las relaciones entre propiedad de la tierra y situación o status social, las peculiaridades que ligan la propiedad con la herencia, el contraste entre propiedades grandes y explotaciones mínimas, sin apenas estadios intermedios. ¿Por qué se arrastra esta situación sin apenas otro alivio que soluciones marginales, de lucha, de huida o de rechazo’? Y en los últimos liempos engordado con justificaciones referidas a una mejor produclividad econónuca y social. M . tiiav i ri a: Exilo econs5n,ico y frataso social tic la agricultura española del fin de siglo, en Docu— mentación Social (72), julio-septiembre de 1988, pgs. 149-63. Véase también El País, ABC y YA dc los días 26,27 y 28 de septiembre dc 1988. Vb. AM. Bernal: La (

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