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Poema Azul El inicio del combate
Cuando lees un libro que no tiene ilustraciones, tú vas dibujando en tu mente al personaje y los demás elementos de la historia. Y esas formas que vas creando son diferentes de las que se va imaginando cualquier otro lector.
Rafael R. Valcárcel Ilustrado por Federico Combi
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Azul puede tener la bella forma que le ha dado Federico, o la que le ha dado Eugenia, o la que le dé quien dibuje su cuerpo. Lo que hace única a Azul es que tiene su propia manera de pensar y de actuar; como tú.
¡Azul se salvó de suerte! ¿Suerte? Suerte que tenía una buena amiga. Un cachito de segundo más tarde y la pequeña Azul habría terminado en el estómago del pájaro. Pero Poema, arriesgando su propia vida, apareció a una velocidad que solo se alcanza con el sentimiento. La hormiga Reina quería seguir siendo la única del hormiguero que viese en colores, y aunque habría aceptado compartir ese privilegio con Azul… ¡con las obreras nunca! Por eso, había ordenado la muerte de Azul: “¡Esa mocosa pretende contarles a todas que hay algo más que el blanco y negro!”. Cuando la Reina se enteró de que habían rescatado a Azul, también deseó vengarse de la cigarra por interferir en sus planes.
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Una vez fuera de peligro, Azul pidió a su salvadora un consejo. —¿Y ahora qué haré? La cigarra, sonriéndole, cogió la guitarra y le cantó:
No preguntes a nadie, pregúntate a ti. La respuesta que buscas vive dentro de ti. No esperes que otro te sepa decir el camino que debes seguir. Quizá su respuesta te confundirá y el paso del tiempo te hará olvidar eso que un día querías realizar. Confía cada minuto en ti, así sabrás cómo ser más feliz. Y de nuestro mundo deberás cuidar para que tus sueños tengan donde estar. 8
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Azul continuó oyendo el eco de la melodía en su interior. De pronto, supo qué era lo que más deseaba: —Quiero que mis compañeras dejen de ver en blanco y negro. Les enseñaré a ver los colores con la imaginación. Debo regresar al hormiguero. —¿¡Estás loca o una larva de avispa parásito te ha comido el cerebro!? Tú tienes que ir… Azul, actuando como si Poema fuese invisible y muda, se puso a cantar: —No preguntes a nadie, pregúntate a ti. La respuesta que buscas vive dentro de ti. —Vale, vale. Entendí el mensaje, me estoy contradiciendo. Es cierto que debes dejarte guiar por tu corazón, pero usa la inteligencia para alumbrar el camino. Si las hormigas soldado te encuentran, te matarán.
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Azul no respondió. Aunque esas dos últimas palabras, “te matarán”, le entraron por un oído… y no salieron por el otro. Se quedaron dando vueltas, removiéndole las emociones, alborotando su tranquilidad. —¿Estás preocupada? —preguntó Poema, ya despreocupada. —Ssssí. Tengo un poco de miedo —contestó Azul, extrañada por el repentino cambio de ánimo de su amiga. —Un poco de miedo viene bien para agudizar la inteligencia. Estarás más alerta. ¿Todavía quieres regresar a tu hormiguero? —Ssssí, sí, ¡infinitamente sí! —Excelente. No hay valentía sin miedo. ¡Iré contigo!
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Pero antes necesitaban recuperar fuerzas. “Comer”, “dormir” y después partir. —Espera. Necesitamos un plan. Sumaron sus propuestas, quitando eso y agregando aquello. Convencidas de haber ideado un plan perfecto, elevaron sus voces: “¡Nadie nos verá llegar!”. Efectivamente, nadie las vio llegar porque las descubrieron antes de que se pusieran en marcha. Las hormigas soldado, que sobrevolaban la zona con la ayuda de las princesas del hormiguero, fueron alertadas por un ruido lejano que atrajo su atención. Aquel ruido no fue el crujido de una rama ni el eructo de un jabalí, sino el grito alegre de dos voces que afirmaron: “¡Nadie nos verá llegar!”.
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La hormiga Reina planea desatar una gran guerra para acabar con todos los insectos que conozcan los colores, y así beneficiarse de la ignorancia del resto. Azul, acompañada de Poema y de su nueva amiga Esperanza, regresará al hormiguero con dos fines entrelazados: mantener la paz y enseñarles a las obreras a apreciar la belleza. Cada hormiga que consiga ver más allá del blanco y negro será un miembro menos del ejército imperial.
Poema Azul