Protección de los recursos naturales y participación comunitaria. Contradicciones de un proyecto. XXII Congress Latin American Studies Association

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Protección de los recursos naturales y participación comunitaria. Contradicciones de un proyecto. XXII Congress Latin American Studies Association Margarita Estrada Iguíniz CIESAS- México. En la madrugada del 22 de agosto de 1999 empezaron a repicar las campanas de la iglesia del poblado de Huitzilac, en el estado de Morelos, ubicado a 50 kilómetros de la capital del país. Los vecinos salieron rápidamente de sus casas y acudieron a la presidencia municipal. Ahí estaban algunos habitantes de Santa Marta, un pueblo muy cercano, que venían a avisarles que algunos habitantes de Huitzilac habían sido detenidos en el monte,1 por elementos del ejército, mientras estaban derribando árboles. Los de Santa Marta habían bloqueado el camino, pero de cualquier modo urgía llegar al lugar donde estaban los detenidos para evitar que se los llevaran a Cuernavaca o la ciudad de México. La gente se trasladó al lugar donde habían ocurrido los hechos, y ahí encontraron todavía a los soldados, la madera, y a sus compañeros. La gente amenazó e insultó a los soldados, el presidente municipal abogó por los detenidos, y finalmente lograron su liberación. La madera fue confiscada. Eventos como éste ocurren con frecuencia en este pueblo.2 Estos conflictos tienen sus raíces en las formas como se ha reglamentado el acceso a los recursos naturales desde la promulgación de la Constitución que nos rige, pero también en las tradiciones de trabajo local; en la forma como dicha población se ha apropiado de un territorio durante los últimos setenta años. Son una manifestación de las contradicciones que emergen entre las costumbres laborales, las prácticas políticas y las leyes vigentes. Son parte de las nuevas formas de participación económica de las comunidades rurales, y su vinculación con la dinámica de cambio de la sociedad mexicana, pero también muestran las contradicciones que existen en las condiciones locales en que se da la participación en la vida pública. Nos confronta con el problema de la aplicación de la ley en un contexto dominado tradicionalmente por las relaciones corporativas (Azuela 1995). Uno de los rasgos más importantes de la vida política de nuestro país durante los últimos setenta años ha sido el desarrollo de un fuerte corporativismo, que ha fomentado el desarrollo de relaciones clientelares, en las que para obtener algo es necesario involucrarse en una red de alianzas. Estas prácticas han tenido efectos diversos, pues han permitido el control de la población, pero también la tolerancia hacia ciertos grupos y la flexibilidad en la aplicación de la ley. En los pueblos favoreció el desarrollo de grupos con gran fuerza, que imponían formas locales de orden, que pocas veces se adaptaban al espíritu de la ley. Sin embargo, el problema de la explotación ilegal del monte no se limita a la incapacidad para aplicar la ley. También está vinculado con otros procesos que en la práctica cotidiana están íntimamente entrelazados. Uno que efectivamente tiene relación con las formas de legislar y con el proceso de dotación de tierras a las comunidades que tuvo lugar hace setenta años en el municipio. El otro de carácter social, relativo al proceso de apropiación del territorio por parte de las comunidades. 1 La palabra monte tenía en la literatura colonial la connotación de bosque (Ayala 1999). En la actualidad en la zona centro de México se utiliza para referirse al terreno rústico en el cual hay árboles grandes y medianos. 2 Mendoza (1999) narra una experiencia de este tipo que tuvo lugar en 1997, durante el periodo de trabajo de campo.

2 El artículo 27 de la constitución de 1917 establecía la nacionalización del territorio, lo que permitió al gobierno federal instrumentar el reparto agrario, pero también le concedió el monopolio sobre los recursos naturales: petróleo, minerales, agua, y también los bosques. Este es el recurso más abundante en el municipio que nos ocupa. En la actualidad posee el 41% del pino de Morelos, además de comunidades de pino-encino y oyamel en las partes más altas. Estas áreas boscosas se denominan “monte” en la jerga local. La tierra, por el contrario, es poco apta para la agricultura, pues los suelos son residuales y volcánicos, por lo que son ácidos y poco fértiles (Síntesis geográfica de Morelos s/d). En 1929 se expidió un decreto que restituía tierras al poblado que nos ocupa (Diario Oficial, 30 de enero de 1930, pág. 108). Estos terrenos comprendían áreas boscosas, y el decreto señalaba la obligación de los vecinos de conservarlas, restaurarlas y propagarlas. Además de sujetarse a las disposiciones de la Ley Forestal para su explotación. En 1936 un área de 825 hectáreas que formaba parte de las tierras comunales y que comprendía la laguna de Zempoala y sus inmediaciones fue declarada parque nacional. Con este decreto se buscaba crear un lugar de esparcimiento para los habitantes de las ciudades vecinas, proteger la flora y fauna del lugar y crear fuentes de trabajo para la población de los pueblos cercanos. (Diario Oficial, 27 de noviembre de 1936, pág. 11). Cincuenta años más tarde, en 1988, se declaró área de protección de la flora y fauna silvestres a la ubicada en los municipios de Huitzilac, Cuernavaca, Tepoztlán, Jiutepec, Tlalnepantla, Yautepec, Tlayacapan y Totolapan, en el estado de Morelos, con objeto de crear un corredor biológico que integrara los parques nacionales Lagunas de Zempoala y El Tepozteco. El nuevo corredor recibió el nombre de Chichinautzin. Con su creación se afectaron algunas zonas que pertenecían a las dos comunidades agrarias del municipio de Huitzilac. El decreto subraya la importancia de una zona de esta naturaleza en las inmediaciones de dos grandes aglomeraciones urbanas. Pero también destaca sus características físicas: la permeabilidad de su suelo que la convierte en una zona importante de recarga de acuíferos; la diversidad de la flora silvestre, en particular los bosques de pino, encino y oyamel. El decreto da prioridad a la conservación del área como zona de estudio y busca su manejo integral para la conservación y el aprovechamiento sostenible de un mosaico de asociaciones vegetales. Así pues, su ubicación y sus características llevan a la prohibición de cualquier actividad que interfiera con la preservación de las especies de flora y fauna (Diario Oficial, 2ª. Sección, 30 de noviembre de 1988). El decreto señala que los dos parques nacionales incluidos conservan este estatuto, y distingue en el corredor dos tipos de zonas: las núcleo y las de amortiguamiento. Las primeras son superficies mejor conservadas y no alteradas, que alojan ecosistemas o fenómenos naturales de especial importancia o especies de flora y fauna que requieren protección especial, en donde las únicas actividades permitidas son la preservación de los ecosistemas y sus elementos, así como la investigación científica y la educación tecnológicas. Las zonas de amortiguamiento tienen por objeto proteger a la zona núcleo del impacto exterior y ahí se pueden realizar actividades productivas, educativas, recreativas, de investigación aplicada. El decreto también establece la salvedad de que podría autorizarse el aprovechamiento de los recursos naturales a las comunidades que ahí habitan, siempre y cuando se sujeten a las normas técnicas ecológicas, y a los usos del suelo que al efecto se establezcan en el programa de manejo del área (Ibidem). Es decir, con la expedición de este decreto se limitaba la explotación de la madera que se encuentra principalmente en las zonas núcleo. Sin embargo, la explotación de los recursos maderables en esta zona no es reciente. Estos han sido objeto de una intensa explotación por parte de ajenos y nativos por lo menos desde la época colonial. En la colonia la tala fue sistemática para abastecer de combustible a los ingenios

3 azucareros (de la Peña 1980). Durante el porfiriato, la construcción del tramo MéxicoCuernavaca, perteneciente al ferrocarril del Pacífico provocó un serio deterioro a los bosques de Huitzilac, Ocotepec, Ahuatepec, Chamilpa, Santa Catarina y Tepoztlán (Díez 1982: 23). Para los lugareños el monte fue un recurso invaluable para la creación de sus condiciones de reproducción hasta hace alrededor de treinta años. De él obtenían bienes que utilizaban directamente, pero también otros que comercializaban. Así, iban al monte a cazar venado, conejo y armadillo y a recolectar hongos y quelites durante la temporada de lluvias. La gente subía con su hacha y su bestia de carga, y extraían vigas, costeras y tejamanil que utilizaban para construir sus viviendas, también obtenían la leña que utilizaban como combustible para cocinar, calentar agua para el baño y los hogares durante los meses de invierno. Además, les brindaba madera suficiente para elaborar carbón de encino, que también les servía como combustible. Carbón, leña, polines y vigas se comercializaban en los pueblos y ciudades vecinas.3 Con el paso del tiempo algunas condiciones de la explotación del monte y su importancia para la reproducción de los huitziltecos se modificaron. En los años setenta el monte seguía siendo un recurso fundamental para obtener carbón, y dinero, pues cada vez era más frecuente vender vigas, polines y tejamanil en Cuernavaca. Unos cuantos ya tenían una motosierra que les permitía hacer el trabajo más rápido y con menos esfuerzo. Sin embargo, la explotación del monte estaba más reglamentada. Cada cierto tiempo se marcaban los árboles que podían ser talados. A fin de garantizar el cumplimiento a estas disposiciones el bosque era patrullado por elementos de la policía rural, y a veces incluso del ejército. Pero el número de árboles marcados no era suficiente, y la gente que subía con su hacha y su bestia no siempre encontraba un árbol que pudiera tumbar. No obstante esta dificultad, siempre bajaba con madera. Para eludir la vigilancia tenían dos recursos, por un lado, el conocimiento del terreno en el que se movían, por otro, que utilizaban bestias de carga para transportar la madera. Ambos les brindaban movilidad para evitar a los policías. Pero no sólo ellos encontraron la manera de explotar el monte a pesar de la prohibición. En Huitzilac, por la noches se oía el ruido del motor de los camiones que venían del rumbo de Zempoala cargados de madera en rollo. La gente comentaba que era para las fábricas de papel.4 Sin embargo, en los años noventa cuando se crea el corredor ecológico con objeto de proteger los recursos forestales, la explotación del bosque ha experimentado cambios muy profundos. Algunos son técnicos, otros son relativos a la comercialización de la madera. Así, la utilización de motosierras y camiones ha facilitado y agilizado el proceso de derribar el árbol, preparar la madera y trasladarla. En este sentido, la disminución en el precio de las motosierras y la posibilidad que algunos habitantes del pueblo han tenido de comprar camiones de carga han sido la base para mecanizar esta labor; han facilitado la explotación forestal. El ahorro de ingresos provenientes de otras actividades como el comercio o lo obtenido por la venta de las parcelas y/o rebaños, ha permitido a la gente comprar estos medios que les permiten dedicarse a la extracción de los productos del bosque de manera ventajosa. Por otra parte, la explotación del monte ya no se efectúa para el autoabasto, sino en respuesta a una demanda del mercado. Madera, tierra y tezontle se pagan a muy buenos precios en los viveros, madererías y construcciones en las ciudades y pueblos de Morelos. El resultado es 3

El carbón vegetal fue el combustible tradicionalmente utilizado en la Ciudad de México. Aunque en los años cincuenta su uso empezaba a ser desplazado por el gas, todavía había una demanda importante del carbón, por lo que su elaboración y venta proporcionaba un ingreso estable a quienes se dedicaban a dicha actividad (Bataillon 1972). 4 No ha sido posible saber a ciencia cierta qué fábricas de papel eran las que extraían madera en rollo del monte huitzilteco. La gente decía que era la que estaba en Tlalpan, es decir Peña Pobre, hoy transformada en un moderno centro comercial y edificio de oficinas.

4 que la venta de estos productos se ha convertido en una de las actividades más redituables económicamente en Huitzilac.5 Pero este auge de la explotación forestal se da en un marco de ilegalidad. El decreto de creación del Corredor Biológico autoriza a los comuneros a explotar la tierra de hoja y de banco, y el tezontle; no así la de la madera, que como señalé antes se encuentra principalmente en las zonas núcleo. La extracción de tierra y tezontle se lleva a cabo mediante la venta de boletos a los comuneros. Cada boleto permite cargar un carro de tierra, y sólo se vende uno diario a cada persona. Una vez que han adquirido el boleto pueden ir al banco de tierra a recogerla. Sin embargo, con frecuencia los dueños de los camiones tienen pedidos por dos o más carros de tierra en un día, y es en estas ocasiones que van a otros lugares en el monte, donde también hay buena tierra, pero no existe ningún tipo de supervisión. Ahí extraen cuantos carros necesitan, sin necesidad de pagar boleto, ni de esperar su turno para cargar. De esta manera, aunque se han establecido ciertas limitaciones para la explotación de la tierra, éstas con frecuencia son pasadas por alto. Pero no sólo se extraen tierra y tezontle sin respetar las normas, también madera. Como la tala está prohibida se lleva a cabo de manera clandestina. La gente sube al monte durante el día, busca un árbol adecuado, lo derriba y prepara la madera para cargarla. Por la noche regresa con el camión, lo carga y la entrega al cliente. La sacan (la madera) de contrabando. De hecho ya es corredor ecológico, ya no pueden sacar madera. Pero la gente de Huitzilac tienen cerrado el cerebro. Dicen, ¿por qué lo vamos a dejar si es nuestro monte de nosotros? Se van a trabajar al monte y de noche la bajan. El señor que vive atrás de la casa de nosotros viven de noche. Siempre a la una de la mañana oyes que se va el camión, ya como a las cinco llegan. Cuando nosotros nos levantamos, ellos descargan su camión, ya fueron al monte a bajar la madera, y cuando ya tienen un pedido para Cuernavaca o para México, quién sabe donde la vendan, igual. A las 12 de la noche empiezan a cargar el camión, se van como a las 2 o 3 de la mañana, y ya en la mañana regresan como a las 5 o 6, y ya con el camión vacío. Se van a trabajarla en el día. En medio del cerro, quién los ve que están trabajando. Y para bajarla en la noche. Igual para ir a entregarla en la noche. Y así es la mayoría. Solamente en la noche, porque por ejemplo ahorita, hace no mucho, como un mes, agarraron a un muchacho con su camión. Llevaba ocho vigas. Como dijo: son poquitas. Se las iba a llevar en el día. Iba a entregarlas en Juitepec. Y lo agarraron y le cobraron 30 mil pesos, por ocho vigas que llevaba. Todo por irlas a entregar en el día (Susana, costurera, 30 años, Huitzilac). Pero esta actividad no sólo la realizan los dueños de camiones, ni sólo los comuneros. Para los habitantes más pobres de Huitzilac, que carecen de tierra y tampoco cuentan con empleos remunerados ni fuentes de ingresos estables, sigue siendo la mejor alternativa para ganar algún dinero.6 Muchos hacen grandes esfuerzos para ahorrar lo suficiente para comprar una motosierra. Con ella pueden derribar el árbol y preparar la madera, y luego contratan a algún 5

En julio de 1997 un camión de tierra se pagaba en Cuernavaca en 600 pesos. El salario mínimo en esa misma fecha era de 29.00. Cargarlo, entregarlo y descargarlo era una tarea que tomaba menos de ocho horas de trabajo a tres hombres. Carezco de datos acerca de los precios que se pagaban por la madera. 6 El 18.5% de la gente entrevistada en 1995 declaró que su principal ocupación era ser campesino. Esto en Huitzilac es sinónimo de emplearse como peón en las épocas de trabajo agrícola, y el resto del tiempo subir a explotar el monte.

5 vecino que tenga un camión para que la lleve a dónde el cliente la necesite. Con frecuencia los dueños de los camiones son los que tienen el contacto con el cliente, y esto les permite quedarse con buena parte del dinero que se obtiene por la venta, pues reciben un pago por trasladar la madera, pero también al ser ellos los intermediarios pueden quedarse con una parte del dinero de la transacción. La explotación del monte es un evento en el que se manifiestan diversos procesos sociales, que van desde algunas de las características de la cultura política local hasta el desarrollo de formas de identidad comunitaria. Lo expresado por el secretario de Bienes Comunales en 1997 ilustra la complejidad del problema que estamos tratando: El monte se sigue explotando, no lo vamos a negar. Huitzilac, lo dicen sus documentos, somos dueños de nuestros recursos. A lo mejor nos ha faltado capacidad para explotarlos, eso es lo que puede pasar. Pero si el gobierno federal, el gobierno estatal, o llámese gobierno que sea, le preocupa, y hay que preocuparse ya la verdad, debe de generar fuentes de trabajo, antes de quitar, yo lo llamaría así, antes de quitarles el pan de la boca, a todos los niños que sus padres suben al monte a traer sustento. Usted lo dijo hace un rato: estamos acostumbrados a vivir del monte. Bueno, si es preocupante la situación que se hagan campañas para contratar gente y reforestar. Estaremos viviendo dentro de nuestro medio, cultivando lo que nos gusta, preservando lo que el gobierno quiere, luchando porque todos los pulmones de Morelos sigan siendo los pulmones de Morelos. Pero todos juntos. Yo a la gente que represento, de una u otra manera tiene que comer. ¿Qué vamos a hacer si de la noche a la mañana llegan y nos dicen: sabes qué, ya no se trabaja el monte? ¿Qué hacemos nosotros, gente que no tenemos preparación, que no tenemos una carrera, que no podemos competir en la ciudad con los demás? ¿Qué vamos a hacer? Vamos a ser un estorbo. Nosotros no queremos ser eso, nosotros tenemos capacidad. Ayudénnos. Si es cierto que se preocupan por el corredor biológico Ajusco-Chichinautzin, pues hay que preservarlo, hay que invertirle dinero. ¿Con qué?, con mano de obra de los comuneros. ¿Por qué no hacemos brechas corta fuego mas constantes para evitar los incendios? ¿Por qué no cultivar nuestros bosque como hacen en otros países? El bosque solito tampoco va a ser suficiente, se necesita de la mano de obra. Que hay una zona deforestada, vamos a reforestarla; si cae una plaga, vamos a sacar esa plaga de inmediato; con mano de obra de los comuneros. Nosotros (actualmente) lo hacemos gratuito, y entonces ¿por qué nos prohiben explotar nuestros recursos? Cuando se quema el monte, allá que lo apaguen los de Huitzilac, al fin que es de ellos. Pero cuando se va a trabajar al monte ¡se están acabando los pulmones de Morelos, los del Distrito Federal! Pero entonces, ¿por qué no nos ayudan? Yo pienso que no sólo es problema nuestro, sino de todos. Si lo quisiéramos ver como problema entonces todos vamos a resolverlo, entre todos le damos una solución inmediata. ¿Cómo le vamos a decir a la gente: sabes qué, ya no te vayas a trabajar al monte? Me va a decir: y qué, ¿tú me vas a dar empleo o vas a alimentar a mi familia? Necesitamos darle alternativas. ¿Cómo le vamos a decir a un camionero: ya no subas a cargar piedra? Y ¿qué acarreo entonces con mi carro, de qué vivo, qué hago con mi patrimonio? Esas cositas hay que verlas. El gobierno tiene razón, yo no digo que no, y los funcionarios que están en lo que es el medio tienen razón, pero nosotros también tenemos que sobrevivir, y cómo, si es el único patrimonio, nuestra única herencia,

6 nuestra única riqueza. Pues ahí nos vamos a trabajar. Y si nosotros lo apagamos cuando se quema, y nosotros lo reforestamos cuando hace falta, pues también tenemos derecho, pero si se suman con nosotros y nos dan trabajo reforestando, nos dan trabajo combatiendo incendios, nos dan trabajo cultivando el monte. Entonces no hay necesidad de subir al monte porque nos mantienen ocupados. Los camiones que acarreen entonces la gente para que los suban al monte y vayan a sembrar los árboles. Así, sí. Vivimos del monte pero organizados. Pero necesitamos recursos, apoyo del gobierno federal. Pero si vienen miles de plantas y sabes qué, ya no hay trabajo. ¿Qué hacemos? Nos vamos a morir de hambre, nos vamos a ir todos de rateros. (Jesús Flores, Secretario de Bienes Comunales, agosto de 1997). Así, los habitantes de Huitzilac consideran que el monte es suyo. Argumentan que durante muchas generaciones han obtenido de él una parte importante de sus medios de vida; además la localidad es la cabecera municipal y el pueblo más antiguo de los que conforman la comunidad agraria. Ahí también está la sede del comisariado de bienes comunales. Todas estas son razones que esgrimen para afirmar su propiedad colectiva sobre el monte y sus recursos, y su derecho a seguirlos explotando. Pero todos los argumentos nos hablan de un problema de gran complejidad, que tiene distintas dimensiones. Una de ellas es una confusión entre uso y propiedad. Como ellos han usado el recurso durante muchas décadas son por consiguiente sus propietarios.7 Este fenómenos está estrechamente vinculado con el proceso de apropiación del territorio. Otra dimensión es que los conflictos se solucionan por la vía de los usos y costumbres. No se recurre a la ley. En este entramado los huitziltecos encuentran la justificación para violar la ley y continuar con la deforestación de la zona. Al reclamar la propiedad sobre el monte apoyados en una tradición secular de apropiación de los recursos naturales, lo que emerge es un proceso de apropiación colectiva del territorio. Ignorando las prohibiciones y por medio de la práctica cotidiana usaron y continúan usando esos recursos. Por este medio, expresan su voluntad de hacer suyo este espacio rústico. Sin embargo, esta apropiación tiene lazos muy estrechos con las maneras como se obtiene el derecho a acceder a estos recursos. Aquí, al igual que en muchas regiones de nuestro país, se obtiene por la pertenencia a la comunidad, que se adquiere por nacimiento, pero sobre todo gracias a los lazos de parentesco con familias que han residido ahí por varias generaciones. Una tradición secular junto con la presencia de lazos de parentesco con personas fuerte arraigo en el pueblo son la base que ha permitido la apropiación colectiva del monte, y estos tres elementos en su interacción se convierten en una parte constitutiva de la identidad local. Así, aunque muchos pobladores no exploten el monte directamente son hijos, nietos o hermanos de otros que sí lo han hecho. Todos tienen anécdotas que contar al respecto, forma parte de su historia familiar. No es sólo una fuente de sustento, también de habilidades, de conocimiento del terreno. Conocer el monte, derribar árboles, saber sacar vigas o tejamanil son actividades que son fuentes de reconocimiento y prestigio local, representan valores en la experiencia de los habitantes. Sin embargo, el decreto de 1988 genera una contradicción entre estos procesos de apropiación del territorio y de identidad y las políticas forestales establecidas para esa área. El decreto es resultado de un plan de desarrollo del gobierno federal que estableció como una de sus 7

Esta problemática no es nueva. Desde la época colonial eran numerosas las disputas entre pueblos y haciendas por la explotación de los bosques, en las que los pueblos alegaban su propiedad y acusaban de despojo a las haciendas (Ayala 1999).

7 prioridades el estudio y la preservación de los recursos naturales renovables (Diario Oficial, 30 de noviembre de 1988, p. 28). Para ello pretende la conservación de los recursos forestales, evitar la tala inmoderada en una zona tan densamente poblada como son los valles de México y el de Cuernavaca. Al plantear estos objetivos tan deseables, al elaborar el decreto que pretendía alcanzarlas, nunca se tomó en cuenta la opinión de los primeros que iban a resultar afectados: aquellos que tradicionalmente habían obtenido en esas áreas, de esos recursos, una parte considerable de sus medios de subsistencia. Tampoco se tomaron medidas orientadas a prevenir los efectos adversos que eran previsibles que esta iniciativa iba a tener para estas comunidades. De esta forma, el gobierno impulsó un decreto con un estilo autoritario, sin buscar un consenso con los vecinos afectados para garantizar el éxito de esta medida. Por su parte, los comuneros de Huitzilac reconocen que el decreto que establece la restitución de tierras a la comunidad desde 1929 señala que es su obligación conservar y propagar los bosques (Diario Oficial, 30 de enero de 1930). Pero en una clara manifestación de sus sentimientos y creencias en torno a la relación que han llevado con el poder, de las características de su cultura política (Alonso 1996), argumentan que los gobiernos estatal y federal han invertido pocos recursos en ello, señalan la ausencia de programas que cubran este objetivo. Reclaman que las únicas medidas tendientes a reforestar la zona que se han tomado desde 1995 han sido parte de los programas de empleo temporal rural, cuyo objetivo no es el cuidado del bosque, sino generar algunos empleos en las localidades durante dos o tres meses al año. El gobierno no instrumenta medidas, ni asigna recursos que permitan dar seguimiento al trabajo de reforestación. Tampoco toma medidas que propicien la conservación de los recursos. De esta manera se les responsabiliza de la protección del monte pero no se les apoya para lograrlo. Por otra parte, al ser un recurso que está bajo el control federal tampoco es una fuente de ingresos para el municipio que pudieran invertirse para crear fuentes de trabajo destinadas a garantizar su cuidado y conservación.8 Si desde el gobierno no se construyen consensos, no se toman en cuenta las propuestas o iniciativas de los afectados no es posible esperar un respeto irrestricto a la ley, más aún cuando ésta afecta sus intereses económicos, y cuando lo que rige y ha regido durante décadas son los usos y costumbres (Velásquez y Paré 1996). A la negativa a respetar la prohibición se añade otra circunstancia. Los habitantes de Huitzilac estaban, por primera vez, en posibilidades de explotar intensivamente el monte y apropiarse de algunas ganancias. Antes, lo habían hecho las compañías azucareras, las empresas que construyeron el ferrocarril, las papeleras, pero el decreto se expide precisamente cuando ellos pudieron comprar camiones y motosierras, cuando ya podían vender a viveros y madererías volúmenes importantes de tierra y madera. Junto con esta circunstancia hay otro hecho: este pueblo ha experimentado un crecimiento demográfico importante, cuenta con muchos servicios públicos calificados como "urbanos",9 y se ha integrado culturalmente a sistemas más amplios gracias a los medios de comunicación (desde los caminos y carreteras hasta los electrónicos). Sus habitantes lo siguen considerando un pueblo y así desean que se conserve, no obstante están inmersos en la dinámica de cambio que experimenta la sociedad mexicana en su conjunto. Sus esfuerzos están dirigidos a obtener cada 8

Aboites (1999) señala que la nacionalización del territorio, según el artículo 27 constitucional, llevó al gobierno federal a reclamar para sí el monopolio fiscal sobre la explotación de recursos naturales, especialmente del petróleo, pero también de bosques y agua. 9 El pueblo cuenta con escuelas que cubren desde el preescolar hasta la educación media superior, servicios de salud, electricidad, agua potable, teléfono, servicio de transporte suburbano constante que le permite trasladarse fácilmente a las ciudades y pueblos aledaños.

8 vez más los artículos que se ofrecen en los mercados urbanos, en insertarse en una dinámica de movilidad social, en aumentar sus ingresos. Y la manera más eficaz que tienen para hacerlo es a través de la venta de madera, tierra y tezontle. Gracias a los ingresos provenientes de estas actividades mucha gente ha construido y ampliado sus viviendas, ha comprado otro camión, ha mejorado sus condiciones de vida. De hecho en Huitzilac se suele decir que la mejor herencia para un hijo es un camión. En estas circunstancias no renunciarán a su mejor fuente de ingresos a cambio de un sueldo que no sería muy superior al salario mínimo profesional. Por otra parte, mientras exista demanda de tierra, madera y tezontle en las ciudades vecinas, y ellos estén en condiciones de satisfacerla, lo harán. La demanda de estas materias estimula esta actividad, es otro factor que neutraliza las medidas que podrían tomarse para crear empleos y conservar el bosque. Otro problema que se deriva de los que he señalado hasta aquí es que no hay interés en organizar, en el nivel local, el control de la explotación del monte, la protección de los recursos maderables. Nadie en el pueblo se enorgullece de talar árboles, y los vecinos reconocen alarmados el deterioro que sufre el bosque, y incluso son conscientes que se corre el grave riesgo de agotarlo por completo. Pero tampoco hay quién esté dispuesto a renunciar a esta fuente de ingresos, ni a asumir los costos sociales de encabezar medidas tendientes a hacer respetar el decreto. En este contexto en que el monte es una fuente de ingresos, de mejoría en las condiciones de vida, pero también de identidad local, hacerlo implicaría atentar contra los intereses económicos de vecinos y parientes, pero también contra lo que simboliza para ellos el control de estos recursos. No sólo significa atentar contra la fuente de identidad más importante de los habitantes, sino también contra la unidad del pueblo.

Para concluir. La problemática de la explotación ilegal de los recursos forestales en la población de Huitzilac se da en un entramado formado por las tradiciones laborales y las nuevas formas de participación económica de los pobladores, por las relaciones de solidaridad entre ellos frente a los intereses de un gobierno con el que los ha ligado una relación corporativa, pero mezclado con un relativo aislamiento que los ha llevado con frecuencia a resolver por su cuenta los conflictos que se suscitan entre ellos o con otras comunidades. Estas tradiciones laborales y políticas se han plasmado en las formas de apropiación del territorio. Pero también han interactuado con los cambios que ha experimentado su actividad económica, con las transformaciones de la sociedad nacional. En este sentido, las características actuales de la explotación del monte son resultado de la permanencia de ciertos referentes y prácticas sociales que constituyen el entramado que les ha permitido adecuar el uso de los recursos forestales a intereses económicos y políticos cambiantes. Les han permitido esta forma específica de desarrollo. Por otra parte la defensa de la posibilidad de explotar el monte es también un elemento que une a los habitantes de Huitzilac entre sí, pero también con los de otros pueblos vecinos. Cuando defienden a los talamontes que fueron detenidos están ratificando su propiedad sobre el monte por encima de la federación, están ratificando su identidad como integrantes de su comunidad, están preservando para sí un elemento que tiene gran importancia para la unión en la comunidad. En este sentido, proyectos como el del corredor ecológico Chichinautzin, que pretenden la defensa de recursos renovables están condenados al fracaso, si en su elaboración e instrumentación no se logra la participación de los pueblos afectados, si no se avanza en la

9 construcción de la ciudadanía, en la que las responsabilidades sean asumidas por todas las partes involucradas. Esto implica el impulso a relaciones políticas con características distintas a las que han prevalecido hasta hoy entre los habitantes de las comunidades rurales y los representantes del gobierno federal y estatal, requiere la construcción de un orden distinto al que prevalece hasta hoy en día.

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