PULSAR. Entrevista a... Eduardo Vaquerizo y su relato Diez Segundos

PULSAR Fanzine de Ficción Especulativa - Año 2 - NÚMERO 10 - AÑO 2003 Fabián Álvarez Fabio Ferreras Igor Luis Vinatea Richard Stallman Samuel M. Pect

3 downloads 155 Views 2MB Size

Recommend Stories


PULSAR RANGE GAMA PULSAR PULSAR 25 PULSAR 35 PULSAR 45 PULSAR 65 PULSAR 85 PULSAR 145 PULSAR MP145
PULSAR RANGE | GAMA PULSAR PULSAR 25 PULSAR 35 PULSAR 45 PULSAR 65 PULSAR 85 PULSAR 145 PULSAR MP145 PULSAR MP401 PULSAR MP801 The PULSAR r

Eduardo Palomo y Trigueros. Diez mil refranes, diez mil verdades
Eduardo Palomo y Trigueros Diez mil refranes, diez mil verdades. 1 Autor: Eduardo Palomo Trigueros Editor: Bubok Publishing S.L. ISBN papel: 978-8

NISSAN PULSAR ACCESORIOS GENUINOS
NISSAN PULSAR ACCESORIOS GENUINOS Imprimir | Salir Combina, define, perfecciona... inventa una imagen exclusiva para tu Pulsar con el Estudio de

Story Transcript

PULSAR Fanzine de Ficción Especulativa - Año 2 - NÚMERO 10 - AÑO 2003

Fabián Álvarez Fabio Ferreras Igor Luis Vinatea Richard Stallman Samuel M. Pectax Santiago Eximeno Graciela Inés Lorenzo Victor Conde Laura Canteroa

Entrevista a... Eduardo Vaquerizo y su relato “Diez Segundos”

10

PULSAR

Revista de Literatura Especulativa Año 2 - Número 10 - 2003

http://www.pulsarfanzine.com

Es en esta página donde reside propiamente la revista. Podéis descargarla de aquí en cualquier momento del día o de la noche, estéis donde estéis del mundo. Asimismo, a fin de que se pueda colaborar y coordinar mejor a los colaboradores, hemos preparado unas listas de correo electrónico que creemos nos serán muy útiles a todos. Las listas de correo han variado su ubicación, abandonando el servicio de Yahoogroups que usaban hasta ahora. Por ello, a partit de este momento, las listas estan ubicadas en un servidor propio de correo. El procedimiento de inscripción se realiza ahora mediante un interface web situado en:

http://mail.pulsarfanzine.com

Las listas disponibles son:

Pulsar-colaboradores: Es una lista de correo electrónico para aquellos que colaboráis con nosotros en el día a día del Fanzine. Aquí puede criticarse, sugerirse o simplemente comentar temas de común interés. Es una lista restringida a colaboradores. Pulsar-relatos: Se trata de una alias de correo pensado para que podáis enviar vuestros relatos, críticas de libros y/o películas, o cualquier trabajo que tengáis realizado y creáis que es interesante. No es necesario apuntarse. Basta con enviar un mensaje con vuestro trabajo ( ver la sección de Normas de publicación ) junto con una explicación y una pequeña descripción del trabajo junto con vuestros datos personales. La dirección de correo electrónico es: [email protected] Pulsar-anuncios: donde avisamos de la salida de cada nuevo número. Pulsar-editores: Esta última dirección de correo electrónico es la que os permitirá enviar un mensaje directamente a los editores ( es decir, a nosotros ). Si el tema es solucionable a través de las otras listas, os agradeceremos que lo canalicéis por allí debido al escaso tiempo del que disponemos. [email protected]

INDICE

INTERNET

Podéis visitar en Internet la página web del Fanzine:

1

Portada Foto Eduardo Vaquerizo

3

Editorial Juan Carlos Valero

4

Diez Segundos Eduardo Vaquerizo

23

Y vi un cielo sin estrellas... Fabián Álvarez

33

Desde la jaula Fabio Ferreras

45

Lenguaje de Signos Igor

46

Hotel ISS Samuel M. Pectax

51

Caleidoscopio Santiago Eximeno

54

Cromosoma 4 Luis Vinatea

66

Por la libertad de leer Laura Canteroa

73

El derecho a leer Richard Stallman

76

El accidente Graciela Inés Lorenzo

83

Entrevista a... Eduardo Vaquerizo Juan Carlos Valero

85

Noticias Graciela Inés Lorenzo

102

El Anticrítico Victor Conde

N O T A L E G A L I M P O R T A N TE Todos los relatos e ilustraciones, críticas o comentarios, así como cualquier contenido no especificado aquí, conservan todos los derechos asociados al © de su autor. El autor, único propietario de su obra, cede únicamente el derecho a publicarla en PULSAR. Si se desea reproducir parte del contenido de PULSAR es obligado el solicitar permiso al autor. No obstante, los derechos sobre el conjunto de PULSAR son © de Juan Carlos Valero Cerdá y Sebastian Font Martín, y cualquier manipulación o venta está prohibida y será perseguida por la ley. PULSAR es una revista de aficionados ( Fanzine ) editada sin ánimo de lucro y con fines de difusión cultural. Queda terminantemente prohibida la venta o manipulación de este número de PULSAR. Se autoriza, no obstante, la copia y redistribución siempre y cuando se haga de forma íntegra y sin alterar su contenido. Revista de aparición bimensual. Todos los artículos, relatos, ilustraciones y contenidos publicados en PULSAR conservan el nombre de su autor, que es el único propietario y responsable de lo escrito o publicado. PULSAR no se responsabiliza del mal uso ni de las opiniones vertidas en esta revista. Cualquier marca registrada comercialmente que se cite en la revista se hace en el contexto del artículo que la incluya y sin pretender atentar contra los derechos de propiedad de su legítimo propietario. El logotipo de PULSAR es © de Juan Carlos Valero Cerdá. La dirección de contacto es [email protected] , y por correo tradicional al Apartado de Correos 149. 08120 La Llagosta. Barcelona. España. Diseño del espacio web: Sebastian Font. Maquetación Fanzine: Juan Carlos Valero. PULSAR reside en el site de internet http://www.pulsarfanzine.com PULSAR es © 2001 Juan Carlos Valero y Sebastian Font Martín ISSN: 1578-150X PULSAR 10

|

Pág. 2

EDITORIAL

¿ Un paso final ? Por Juan Carlos Valero

Bueno, como dijo el verdugo... seré breve. Este es el último número de Púlsar. Han sido dos años muy intensos, editando este fanzine para vosotros. Dos años que han pasado como un sueño. Como una estrella fugaz quemándose en la estratosfera. Pero todo llega a su fin. En estos momentos nos resulta del todo imposible proseguir con la edición de Púlsar. Esto ya es evidente en los sucesivos retrasos que hemos tenido; el primero en verano cuando intentamos sin éxito profesionalizarnos, el segundo tras la última Hispacon, cuando ya nos encontramos retrasados y sin poder dar de nosotros todo lo posible. Debiamos haber estado a vuestro lado el dia uno de enero. En su lugar, llegamos el 20 de Febrero... y sin espectativas de poder continuar con la labor. Hace unos dias lanzamos una llamada de ayuda en las listas de correo de Púlsar, llamada a la que respondisteis algunos. Pero desgraciadamente ni con esa ayuda podríamos seguir. Tras hablarlo Sebastian y yo, finalmente hemos llegado a la conclusión de que lo más prudente es cerrar. Al menos por un tiempo. Púlsar nació como una idea de hacer un fanzine en papel en 1988, y tuvo que esperar hasta el año 2001 para poder ver la luz. Trece años es mucho tiempo, pero confiamos en que pudamos volver con vosotros en el futuro. Vamos a hibernar el fanzine, como única solución y alternativa a cerrarlo. Y cerrarlo no es lo que nosotros queremos, pero no nos es posible continuar. Nuestro próximo número, el 11, estaba planificado que ( dentro de la linea de numeros dedicados a autores españoles ) fuera la pluma de Rafael Marín la que nos deleitara desde estas líneas. Desgraciadamente no va a poder ser... al menos de momento. Quiero transmitiros a todos que esto no es un adios definitivo. Es un “hasta luego” del cual esperamos volver. Pero hoy por hoy no es posible. Los servicios activos de Púlsar ( las listas de correo, los buzones y la página web con sus foros ) siguen activos y no van a ser cerrados. No al menos mientras podamos seguir con ellos. Os animamos a pasaros por la página y dejarnos vuestras opiniones. Allí nos podreis encontrar. En último lugar, en este editorial, para mí el más ATENCION: dificil de escribir en estos dos años, quiero agradecer a todos los lectores de Púlsar su apoyo. A los autores que CAMBIOS EN LAS LISTAS DE CORREO confiaron en nosotros, nuestro agradecimiento y nuestras disculpas si en algún momento no hemos publicado A partir del pasado dia 6 de Diciembre del 2002, con la calidad que se merecían. A nuestros dibujantes, a las actuales listas de correo de PULSAR , ubilos que siempre pedía las ilustraciones “para ayer”, solo cadas en Yahoogroups han pasado a estar inacpuedo darles las gracias, pues siempre respondieron con tivas y se han eliminado. Todos los servicios de una profesionalidad envidiable a nuestras llamadas. Un fuerte abrazo a todos.

correo y listas relacionadas con PULSAR pasan a estar ubicados en: http://mail.pulsarfanzine.com

Juan Carlos Valero.

Los actuales miembros de las listas deben inscribirse en el nuevo gestor de listas de correo y seguir las instrucciones. PULSAR 10

|

Pág. 3

RELATO

Diez Segundos Por Eduardo Vaquerizo Ilustraciónes de Jose María Serrano Chica

Me enorgullece enormemente presentaros este relato de Eduardo. Cuando lo leí por primera vez en el “Visiones 2000” fue como una gema que resplandeciera en la oscuridad. Helo aquí, para aquellos que no pudieron disfrutarlo en su momento, de mano de una edición revisada.

http://www.mentalhealth.com/dis1/p21-an06.html tenía esa dirección perpetuamente activa al lado de la información sobre la velocidad, estado de carga e indicaciones de ruta de su vehículo. [Diagnóstico: personas expuestas a un suceso traumático en el cual.... ] Apenas una pequeña intención, un movimiento de la mano pulsando las almohadillas sensibles implantadas en las puntas de los dedos, y la página desaparecería [... el suceso traumático es revivido en una de las siguientes formas: apariciones recurrentes e intrusivas de imágenes, sentimientos o percepciones asociadas al suceso....] Escudriñaba las letras, esa anticuada y densa página de información psiquiátrica, concentrándose de tal modo que todo lo demás carecía de importancia y el mundo se volvía una niebla de formas desenfocadas y grises. La solución no estaba ahí, como no había estado en las consultas, en el alcohol, pero por lo menos le permitía huir de si mismo de una forma efectiva. El pequeño camión subió a la acera con un topetazo de las blandas ruedas de goma. El golpe hizo que Luis fuese consciente de dónde estaba. La máquina aspiraba, fregaba y bruñía el cemento camino de un cruce de calles. Lo rodeaban amplias avenidas flanqueadas de rutilantes edificios construidos en acero y cristal adornados por materiales de brillos sedosos y cambiantes. Luis giró la cabeza como si fuese la primera vez que veía todo aquello. La fría realidad, con sus cortantes aristas y nítidas formas era un sitio que no frecuentaba, en el que apenas era un visitante. Era la hora de regresar. Dio la orden a la máquina, que inmediatamente dejó de aspirar, giró en redondo y se dirigió a los hangares de mantenimiento. La unidad de limpieza estaba dirigida por un PULSAR 10

|

Pág. 4

pequeño cerebro electrónico con la inteligencia equivalente de una cigarra, suficiente para realizar el trabajo con muy poca supervisión humana. Pronto, muy pronto, lo perfeccionarían de tal modo que aquellos laboriosos insectos electrónicos no necesitarían supervisión. Hasta que llegase ese momento aquel era un trabajo poco exigente que le daba el dinero suficiente para sobrevivir. Distraído, volvió la cabeza. Uno de los flancos del Banco Paneuropeo era una pendiente de pulidas losas basálticas. El sol poniente la hacía destellar. Luis no retiró la vista de los rayos que percutían salvajemente contra su retina. Una pantalla ennegrecida que es el universo. Vacío y oscuridad dónde estallan la luz y sonido hasta quemar la negrura, deshacer la perfección. Mordiscos de fuego, los chispazos del acero percutido por balas furiosas, el vidrio y el ladrillo rotos en mil astillas. Un bello espectáculo, una caótica progresión de abstracciones que su mente se resiente a concretar. Abrió mucho los ojos y comenzó a respirar entrecortadamente. Estaba de nuevo delante de la pantalla, junto a toda la fascinación y el horror de diez segundos interminables. **** Dos años antes, en el mundo de Luis había calor, noche, y una wavola que había dejado sin nevera ni aire acondicionado al pequeño apartamento. Estaba solo, su padre trabajaba vigilando almacenes. El chico, asomado a la ventana, escuchaba los gritos e insultos de los vecinos guineanos. No solo él sufría los efectos de la insidiosa wavola. Abajo, Nko arrastraba la nevera al patio completamente fuera de sí y la forzaba con una barra de hierro para poder cenar. Luis se acercó a su nevera Megalux, metro noventa de metal y plástico de aspecto imponente, una tactopantalla a color en el frente, cuatrocientos euros de electrónica y circuitos refrigerantes libres de gas freón. Sonrió. Con la práctica que da la costumbre pulsó unos cuantos códigos en el pequeño teclado numérico del frontal. La pantalla permaneció bloqueada y llena de ruido incomprensible. Se detuvo un instante con la mano en el mando de reset. Había prometido a su padre que no volvería a hackear la nevera después de aquella vez, cuando tenía once años, en que los de Megalux le pillaron saltándose el cortafuegos del electrodoméstico. Desde entonces había aprendido mucho, y había violado la seguridad industrial de la nevera tantas veces que ya no recordaba el número. El sistema operativo de la máquina estaba plagado de troyanos que fingían frente a la compañía de mantenimiento, la de la luz, y de red que aquel era un electrodoméstico normal y consumía lo mismo que las de sus vecinos. Hasta conseguía engañar al fabricante diciéndole que un servicio técnico oficial había sellado sus revisiones y que por tanto la garantía aún estaba en vigor. Sin embargo aquella remota prohibición todavía le hacía dudar. —¡Que se jodan! Accionó el interruptor. El ordenador de la máquina se reinicializó. Al arrancar, la tactopantalla exhibió un menú donde elegir que sistema operativo cargar. Luis escogió una versión manipulada totalmente inmune al virus que estaba bloqueando las neveras de todo el vecindario. Sabía que esa versión era más robustas pero menos capaz de esconderse de los perros, autómatas virtuales que recorrían las redes buscando violaciones de la propiedad industrial o intelectual —Es una emergencia... hoy no van a lanzar a los perros. Mañana reforzaré el sistema. La máquina se iluminó y empezó a gorgotear, enfriando de nuevo. En la tactopantalla apareció un recuento de los productos en el interior, su número, fecha de caducidad, previsiones de gasto para el mes, y un montón de datos más a los que nunca hacía caso. Abrió la puerta y cogió un luzio (la bebida tecnoluminiscente que hace brillar tu piel con kanjis exclusivos Mazami). Hizo algo similar con el aire acondicionado y, después de cerrar la ventana, se tumbó en la alfombra del salón disfrutando de la sensación de frescor que comenzaba a arrastrar fuera del apartamento la horrible calima de Julio en Madrid. La wavola remitía. En un par de minutos llegaron las solicitudes de evaluación y reparación de daños. Los emails de las compañías Mistshubishi y Megalux proyectaron multicolores animaciones en la pantalla PULSAR 10

|

Pág. 5

panorámica del salón: muñecos tridi que jugaban con herramientas desmontando las letras del email y volviendo a montarlas después. Los programas de enmascaramiento estarían enviando una verificación de OK como respuesta automática a aquellos mensajes. Luis, a veces, pensaba que a su padre no le quedaba más remedio que sospechar, gastaban muy poco en mantenimiento. Con un gesto de la mano, que el interferómetro de comando leyó e interpretó, el programa de correo borró esos mensajes y pasó a los siguientes. Una agradable voz sintetizada leyó brevemente: “La wavola S-445 ha recorrido el mundo en dos tsunamis sincronizados para reforzarse al coincidir en Nowogrodek, una ciudad-estado centroeuropea. Se estima que las víctimas por el infocolápso son más de diez, y se cifra en gigaeuros las perdidas en el espacio federal europeo. Hasta el momento doscientas veinte organizaciones nacionalistas, étnicas, religiosas, industriales o políticas han reivindicado el ataque” Pan de cada día, wavolas, microguerras urbanas, anexiones, odios étnicos, manipulación informativa, infoestrategia, ataques WMD limitados... El mundo era una gran cristalera haciéndose añicos. De repente le entraron ganas de conectarse, de huir de esa realidad que le llegaba al interior del apartamento por medio de esa voz tan suave, tan poco acorde con el grito histérico de la realidad hiperrevolucionada girando hasta casi la disgregación. De nuevo quería viajar al submundo, necesitaba alimentarse de esa sensación de identidad que solo obtenía allí abajo, dónde delincuentes, hackers, piratas, crackers. inforevs, ciberanarkos, pornetes, makettelogins, polianos y muchos otros vivían justo bajo los pulidos cimientos de la realidad construida por todopoderosas corporaciones, agencias multinacionales de información y políticos con poca imaginación. Evidentemente el ordenador del apartamento no le servía para lo que quería —aparte de las docenas de protecciones anticopyrights y antisnoofers que infectaban cualquier aparato “legal”, estos no tenían suficiente potencia para navegar con comodidad y a la vez desencriptar, emular protocolos y camuflarse constantemente hasta construir toda una nueva red subterránea, prácticamente independiente de cualquier control—. El OC era un cubo negro de medio metro de lado del que pendían docenas de cables ópticos. Descansaba sobre una pequeña estantería metálica en un rincón del salón, rodeado de periféricos a los que se conectaba mediante cables ópticos de suave brillo nacarado. Justo debajo una mesa servía de soporte a varias pantallas planas y a un par de bioteclados de cinco teclas. Alrededor abultaban montañas de infopapeles, epromms, chips, hardware a medio desmontar, un micromanipulador de precisión y algunos otros trastos. Mediante una larga clave auditiva le indicó la clave de activación. De inmediato, sin ruido, las pantallas cobraron vida. El sistema operativo que usaba aquella máquina era todo menos un producto de consumo. Una gran parte del mismo había sido reescrito y modificado por Luis y otros colegas a partir de un Linux2 de arquitectura microkernel. Todas las librerías de gestión de puertos y comunicaciones habían sido completamente reescritas y vueltas a compilar. Igual sucedía con las capas de control de protocolo red ATM5. Los núcleos operativos que se asociaban al microkernel estaba optimizado según sus gustos y no se parecían a nada que hubiese salido de cualquier empresa de software. Hasta el hardware había sido alterado para limpiarlo de verificaciones y chips-llave. Aquel era todo un ordenador de combate, tal y como les gustaba llamar a sus máquinas los miembros de la Hermandad del Byte Oscuro, o abreviadamente HBO. Construirlo, programarlo y aprender a sacarle un buen rendimiento había sido un trabajo largo y apasionante. Luis tecleó en su OC. La red estaba allí, una compleja representación tridimensional del estado de sus conexiones que se extendían como raíces por un subsuelo rico en información. Podía ir dónde quisiera, hablar con quién quisiera, visitar servidores, juegos online, comprar, vender y todo ello sin entrar a formar parte de las estadísticas y controles que infestaban la red. De toda esa inmensa capacidad de elección decidió lanzar una llamada a sus amigos usando un túnel virtual encriptado, totalmente al margen de los paquetes estándar de comunicaciones aprobadas por gobiernos y corporaciones justo por su escasa capacidad de protección a la intimidad. *** PULSAR 10

|

Pág. 6

—¡Hey Luis! Luis pegó un bote. —Coño, tío, ¿te vas a quedar dormido en la silla? ¿tanto gusto le has cogido? Luis miró a su alrededor. Estaba en la central, el carrito se había detenido en su sitio del parking. Reno, un colombiano mestizo, jefe de su pelotón, le increpaba mientras los dedos de su mano derecha tamborileaban incesantemente sobre la palma, alimentando de códigos al ordenador de pulsera. Pulgar, meñique, pulpa1, pulpa2, anular... Su mente, sin voluntad propia, iba traduciendo esos comandos en órdenes, “abrir registro, fin de turno, correr actualización horas, correr rutina mantenimiento carrito, Nota: comprar vino al volver a casa. Nota: Luis, pedir revisión, solicitar evaluación el Lunes, raro, no integración, no habla apenas” Luis apoyó la superficie de la mano sobre el lector del vehículo y marcó el código fin-jornada. Con asombro, comprobó que era viernes, tenía por delante un largo fin de semana al que tendría que enfrentarse. Sin mirar a Reno fue al vestuario, se cambio y salió a la calle. La central de barrenderos de la zona centro desembocaba en el paseo de la castellana. Luis no había nacido aún cuando un gigantesco proyecto había enterrado el tráfico y había con la larga avenida en una cinta peatonal flanqueada por enormes edificios de formas y materiales caprichosos. Luis no miraba al cielo, muy azul, ni a los edificios como enormes esculturas, solo al suelo cubierto de losas de diferentes sustancias, las mismas que todos los días recorría con el vehículo de limpieza. Había un corro de gente mirando un edificio. La fachada, que funcionaba como una enorme pantalla dónde se emitían anuncios, había sido hackeada y en ella, con letras de dos metros, se leía el mensaje de un grupo terrorista llamado “Brigadas dieciséis de Julio”. Las letras destacaban en rojo sangre sobre un fondo negro. Cada dos minutos aparecía un logotipo sobreimpreso, un kalashnikov cruzado por una frase en un idioma que no comprendía. “...asesinaron a mas de diez mil personas en una noche y todo porque Maudi necesitaba terreno con el que ampliar sus fábricas. Sangre por vehículos de lujo... “ Debajo de las letras había un montaje fotográfico, un aerodinámico modelo Maudi lleno hasta rebosar de cadáveres sangrantes. Bajo la cabeza y continuó andando hacia el metro. Aquello era el mundo, un lugar que no existía. Mientras las escaleras mecánicas le llevaban bajo tierra recordó al capataz. Reno era un buen tipo, todos parecían serlo en la pelotón de limpieza. ¿por qué esa frialdad, ese miedo a mirarles a los ojos, esa imposibilidad de reír? Lo sabía, podía explicárselo a sí mismo un centenar de veces: quería dejar el mundo fuera, expulsarlo de su mente para evacuar la angustia, las imágenes como latigazos de luz, el dolor, la impotencia quemándole los músculos justo bajo la piel. Era mejor pasar de largo, no implicarse, envolverse en silencio e indiferencia; dejar que el propio cuerpo fuese el que decidiera alimentarse, vestirse, caminar, llegar al apartamento, dormir unas horas y regresar al trabajo. Solo así era posible vigilar constantemente, blindar la mente para evitar el regreso de diez segundos de interminable agonía; para conseguir no caer de nuevo en la espiral de las preguntas, sin respuesta. ¿por qué? ¿quién? ¿hubiera podido evitarlo? No había podido hacer nada. No había podido hacer nada porque todo carecía de sentido. Era mejor aislarse de un universo así, dejar que te matase lentamente, a base de tiempo, o rápido, a la salida de un callejón, tras un relámpago de acero tan afilado como el viento, sin implicarse en una lucha absurda y perdida de antemano. Tras un rato de espera, un metro de la línea rápida norte-sur paró en el anden con un silencioso susurro de aire comprimido. Luis, sin ver, sin sentir los fluorescentes, las barras de acero, las caras indiferentes de los otros pasajeros, subió a bordo y se sentó. Al rato la aceleración le presionaba ligeramente contra el asiento de plástico. No sentir, no ver, no oír, pasar por la vida como el susurro del viento. *** Muy pocas horas antes de que la wavola se iniciase, un STO privado había despegado de una PULSAR 10

|

Pág. 7

plataforma flotante en medio del atlántico, muy cerca del ecuador. Todos los días había más de cien vuelos exoatmosféricos. Aquel, aparentemente, no tenía nada de particular. La compañía gestora —una intermediaria entre los que necesitaba poner algo en órbita y las empresas que tenían vectores de lanzamiento— no se preocupaba mucho de qué era lo que satelizaba excepto para cobrar cerca de diez veces el valor normal en misiones de alta seguridad como aquella. La nave, una delta afilada, subió acelerando, consumiendo una mezcla especial de queroseno y otros combustibles, empujada por el penacho incandescente de un motor de geometría variable. Toda la trayectoria hasta la órbita estaba protegida por un sistema americano de defensa electromagnética y por el eficiente sistema antimisiles HEOL-3, de capital inglés y alemán. La nave, a toda prisa —la baja órbita se había convertido en un sitio muy hostil en el que nada más grande de un satélite sobrevivía mucho tiempo— abrió compuertas y dio salida sucesiva a cinco paquetes de entre doscientos y cuatrocientos kilos. Los paquetes, rápidos como balas, desplegaron sensores y comenzaron a maniobrar alejándose del STO como peces asustados. La nave inició la maniobra de reentrada todavía protegida por los sistemas de defensa alquilados, camino de la misma plataforma de la que había despegado quince minutos antes. Uno de los pequeños vehículos que el STO había liberado, era un satélite de corta vida, una pelota en la que el 90 % era combustible y comburente. El resto de la masa útil lo constituían el cerebro y los sistemas de control, una pequeña inteligencia instintiva cuidadosamente programada para cumplir su misión. Aumentando su velocidad radial en el apogeo de la órbita fue ganando altura. En unas cuantas vueltas a la Tierra superó los mil kilómetros de altura y siguió ascendiendo en busca de la lejana órbita geoestacionaria. Le costó apenas diez horas alcanzarla. Una vez allí el vehículo desplegó un sistema de antenas de radar milimétrico y escudriñó el espacio a su alrededor buscando algo grande que emitía grandes torrentes de radiación electromagnética. Lo encontró con relativa facilidad a pesar de los supresores de radiación lobular que el gran satélite tenía incorporados. La inteligencia, una afilada astilla de decisión inquebrantable, supo que su misión estaba cerca de concluir. En ese momento la desproporcionada tobera en la parte de atrás del vehículo escupió una llamarada de cincuenta metros que lo aceleró a más de veinte gravedades. Los mecanismos de posicionado lo dirigieron con precisión milimétrica hasta hacerle entrar en una trayectoria de colisión directa contra la fuente emisora de radiación. Lo normal hubiera sido que el láser de protección del gigantesco satélite de comunicaciones hubiese calcinado al vehículo a varios cientos de kilómetros de distancia. Sin embargo no lo hizo, permaneció apagado por causa de un funcionamiento erróneo en una pequeña subrutina que había sido hábilmente manipulada por alguien muy listo y muy malicioso. El antisatélite se estrelló contra el otro desintegrándolo en miles de pequeños pedazos metálicos. Simultáneamente, otro vehículo espacial completamente diferente al destruido pero idéntico en su capacidad de comunicaciones, comenzó a emularlo. Solo había sido un corte momentáneo, ni los controladores en tierra ni sus máquinas advirtieron nada raro y el flujo de datos continuo exactamente igual que antes, aunque quizá colando de vez en cuando algunos paquetes de información que de otra manera nunca hubieran llegado a distribuirse. *** Cuando se ponía delante del OC Luis sentía como el tiempo y el espacio se contraían en los bordes del monitor y, una vez superado ese embudo, se ampliaban a otro universo más grande, un sitio donde no existían limites y su habilidad le convertía en algo más que un adolescente tímido y acomplejado. Allí tenía poder y lo usaba a su conveniencia. Las llamadas a sus colegas progresaban. Podrían no estar conectados, pero dada la hora, le hubiera extrañado. Los iconos de llamada parpadeaban en la pantalla auxiliar. Bruscamente uno de ellos se expandió en una imagen nítida. — Buenas. Aquí estoy Luis. — Sí, ya te veo. Vaya si la veía, no podía despegar los ojos de la pantalla. Repentinamente el luzio no bastaba para humedecerle la boca y la sentía reseca. Apenas podía tragar. Tenía que fingir, no demostrar nada, es lo que habían acordado. PULSAR 10

|

Pág. 8

— ¿Estamos todos? — Sí, aquí estoy yo también. Eh, Luis, parece que te has tragado un estropajo... ¡ja, ja! — Hola Pedro. Pedro también estaba allí, en una ventana, riendo con una voz aguda, casi al borde de romperse en tonos desagradables. Marta, por el contrario, callada, le miraba de un modo que convertía su sistema nervioso en un caos de señales contradictorias. Retiró la vista rápidamente intentando disimular su turbación. Se había hecho propósito de que nada se alterase entre ellos, seguían siendo colegas, amigos. Mientras miraba los esquemas de la otra pantalla de su OC, no dejaba de ver los rasgos afilados, los ojos azules y el pelo casi albino de Marta. Sus dedos y una parte del cerebro continuaban trabajando con los teclados y los cursores, trasteando en sitios hack, mirando sus cuentas de pesca, las infotraps que usaba para captar información y programas de la red mientras estaba desconectado. Inicio la conversación con voz más artificial de lo que hubiera deseado. —¿Os llegó el episodio de Huacos del espacio? Qué pasada. —No. —Pues os envié la dirección y el crack. —Puto correo. —¿Que pasa Luis? —Nada Marta, el correo otra vez. Tengo que revisar ese maldito servidor. —No seas capullo y que lo arreglen ellos, que para eso les pagan —Eso deberían hacer, pero son tan inútiles que tendré que hackearles una password de admin para arréglaselo ¡Qué basura! —Yo lo hice con el mío y es mano de santo, oye. —Pedro era capaz de imitar perfectamente el tono de un anuncio muy conocido en la TVRed. Rieron a gusto con la imitación. Luis respiró. No parecía haber nada raro. Sus voces eran las mismas de dos años atrás, el tono confiado de quien se sabe entre colegas. Se habían conocido cuatro años atrás en un chat de lucha verbal. Allí Pedro había ridiculizado mediante insultos imaginativos y sorprendentes, a todos cuantos habían entrado en liza. Bromeando, todavía inexpertos lamers no admitidos en los círculos interiores del underground, habían creado HBO —su club privado, su excusa y su nombre de guerra—. Había sido un juego más mientras aprendían programación, lenguajes de bajo nivel, normas y protocolos de red, sistemas operativos y manipulación de hardware. Ya nadie estudiaba en una universidad o leía libros en las bibliotecas. En la red se podía encontrar toda la información que se necesitaba, si bien no toda ella era legal. Los padres de Marta la alentaban continuamente a profundizar en programación, porque se dedicaban a eso junto con toda un clan familiar de emigrantes de tercera generación. Pedro no necesitaba estudiar, su familia tenía dinero y seguramente le habían preparado ya un puesto cómodo en una corporación para cuando fuese mayor. Luis aún recordaba las admoniciones de su padre cuando comenzó a interesarse por la informática: “las conexiones de banda ancha son caras, los derechos de los libros y programas enormes. A pesar de que puedas ganarte la vida con eso, no se si podremos pagarlo” Eso lo animó a aprender como saltarse las protecciones de copyright, a localizar a almacenes underground dónde los valiosos conocimientos esperaban el embate de su ávida sed de conocimientos, a entrar en la parte oscura de las redes, allí dónde todo podía suceder. En seguida aquel mundo le había parecido maravilloso. Disfrutaba aprendiendo, pero no solo eso lo animaba: el saber daba poder, mucho poder. Aprendía algo de factorización, un poco de algoritmos genéticos y a los pocos días conseguía romper alguna de las protecciones de paquetes mediáticos y ver sus series favoritas en la red, escuchar las canciones de sus grupos o jugar a lo último del mercado sin gastarse un duro, que por otra parte no tenía. Y lo más importante, una vez hecho y distribuido el crack, podía presumir delante de los demás de haber sido el primero en romper la protección. Era caso de Marta, de Pedro, Luis y otros millones de jóvenes que se internaban en la red. Afuera de sus cómodas habitaciones, de sus conexiones, de sus horarios nocturnos y sus interminables jornadas delante de las pantallas, justo bajo sus ventanas o cruzando densos y protegidos jardines, las calles eran PULSAR 10

|

Pág. 9

de otros. Jóvenes que optaban por enfrentarse al mundo de un modo más directo, en locales saturados de bioflasehs, dentro de tecnopandillas en las que el valor se mide por cicatrices, cabalgando motos preparadas en carreras nocturnas, aprendiendo a usar navajas y subfusiles en solares abandonados. Luis, Pedro y Marta, como muchos otros, habían elegido los desafíos, los amigos y el placer de hacerse adultos en la red y les había ido bien. Llevaban en ello tres años. En la comunidad underground sus nombres comenzaban a sonar asociados a pequeños méritos. Aún no eran grandes, esperaban su turno y aprendían con ansia esperando poder atacar algún día los sistemas de megacorporaciones o fortalezas políticas tal como hacían los hackers que sonaban en el mundillo y que habían hecho historia con sus proezas. El caballero eléctrico , Hiro, Vaquero eran sus héroes. Sus padres pensaban que aquella opción era más segura, que posiblemente sobrevivirían a la adolescencia, cosa que muchos otros, allá en la calle, no podrían asegurar y los dejaban hacer, aún sabiendo que alguna vez tendrían que pagar alguna multa por manipulación de electrodomésticos o accesos ilegales. Por supuesto estaban equivocados. *** —Tengo un mensaje de Darkamanan — dijo Pedro. Le habían encontrado una noche, en un chat privado, directo hacia ellos, y se lo había explicado con pocas palabras: ellos hacían algunas cosas para él y él les conseguía hardware, información técnica, incluso dinero. Había sido como una continuación natural del juego, una especie de premio a sus esfuerzos. Darkamanan, la sola mención hacía de la conversación algo siniestro, atractivo, peligroso, una nueva dimensión del juego. Darkamanan no vacilaba, no hablaba de más, su sistema resistía todos los intentos de penetración mediante densos cortafuegos saturados por un extraño tufo de eficiencia industrial. Para él la red no era un patio de juegos, tras sus maneras bruscas y efectivas no había nadie divirtiéndose. Eso debiera haberles advertido pero el desafío y los premios eran demasiado atractivos. Si hubiesen sido menos autodidactas, menos niños, habrían preguntado y cualquier hacker experimentado les hubiera advertido que no se debe jugar con los hombres sin cara, los traficantes de armas cibernéticas, los agentes de leva de la guerra informática, porque ellos llevan siempre las de da ganar. —¿Qué quería? —Ofrecernos trabajo, un acceso, colar un troyano en el sistema operativo de una mediática —Joder macho, cada vez lo pone más difícil. ¿cuál? —Pues Soyo Hispana Mediatics. —¡Coño! una de las grandes. Seguro que tienen triple seguridad, accesos con encriptación variable y cosas peores. Déjame mirar la base de datos hack... SHM copropiedad de Maudi y Soniac. Es la división mediática del grupo industrial de vehículos industriales, coches y aviones Maudi, compartida a medias con Soniac Japón. Sí, tendrán seguridad industrial nivel A o más. Muy difícil. — Sí, pero en compensación me ha prometido tres chips neurales Misthon. —¡Uau!... un juego de tres chips neurales. Pedro, Luis, sabéis que llevamos tiempo detrás de ellos. ¿tenéis idea de lo que cuestan, de la velocidad que tienen? En el procesador central de mi casa han instalado uno y les ha costado el trabajo de un par de meses. Con eso en el sistema podemos empezar a plantearnos desencriptar accesos clase A. —Ya Marta, pero, tía, si nos pillan... —No seas capullo... estamos o no estamos en el hack. No habría más palabras, estaba decidido. Como Marta sabía, cualquier apelación a la valentía tenía que ser automáticamente aceptada. —Entonces, le digo que sí ¿No? *** PULSAR 10

|

Pág. 10

Que fácil, que bonito, que emocionante había parecido. Chips neurales de premio, DmN, el buen hombre, contratándoles, y Pedro, Marta y él mismo unidos en el hack, dentro de las redes, los accesos, las mil tretas de defensa y ataque, los protocolos complejos, erizados campos de códigos que había que peinar una y otra vez buscando el menor resquicio usando sofisticado warsoft. El metro ultrarrápido apenas oscilaba mientras circulaba a toda velocidad por el subsuelo de la ciudad. Luis llegó a su apartamento sin ser consciente de poner nada de su voluntad en ello. La cerradura leyó su retina y le dejó entrar. Desde que su padre había ido a vivir a la costa para disfrutar de su jubilación, el apartamento era una cueva, una especie de tumba silenciosa que nadie perturbaba. Le echaba de menos, pero también agradecía el silencio, la oscuridad, poder permanecer muy quieto en el sofá, mirando al techo, la mente detenida, sin avanzar ni retroceder hasta que el hambre o la necesidad de ir al baño lo sacaban del estupor, de las nieblas insanas en que se arrojaba para evitar el miedo y la desesperación. Y el miedo existía, flotaba, inerte y amenazador, en el aire sosegado del apartamento. Tenía un largo fin de semana por delante, mucho tiempo de inactividad a solas con las trampas para la memoria. Se tumbó en el sofá. Tenía un vago sentimiento de hambre, y una inmensa sensación de hastío. No se movió, ni encendió la TVred. Giró la cabeza lentamente contemplando el pequeño desierto de cuarenta metros cuadrados al que se había retirado. Sabía que cuando menos lo esperase volverían los fantasmas cabalgando la soledad, la noche. El recuerdo de Marta acechaba, su risa estallaría de pronto, volvería el tacto increíble de su pelo deshaciéndose en finas hebras entre sus dedos. No la había olvidado, la mayor parte del tiempo la sentía anidar tras la línea de los ojos, tras las imágenes anodinas del mundo. Era aún más real que el espacio por el que transitaba su vida. Sabía que allí, entre cuatro paredes sucias, habitaba la chispa de su mirada azul y luminosa, la risa como un estallido de luz, por eso seguía allí, tirado en el sofá, a medias fascinado por los recuerdos, a medias horrorizado por lo que iban a traerle más tarde o más temprano. A veces pensaba que no era cobarde, que en realidad no huía sino que se freía lentamente en el dolor solo por recuperar esas imágenes de felicidad que, sujetas con clavos sanguinolentos al tejido de su historia, se retorcían y gritaban sin poder morir, todavía bellas, todavía felices. Detrás caminaba, famélico y terrible, el horror, el resplandor de la pantalla del ordenador y lo que esta le había mostrado durante segundos interminables. Y ese era el precio por mantenerlas vivas. Un relámpago de acero rompiendo la oscuridad, rajando la noche que había caído sobre el monitor. Al final, descubrió que llevaba rato mirando hacia el OC. Aquella fría losa de cristal negro, la pantalla vacía, permanecía en el rincón, muy quieta, alerta, como una bestia de piedra cuyo corazón late una vez cada mes pero que por eso no esta menos viva. El ordenador era ya una antigualla juntando polvo, un lastre que lo anclaba en el fondo de un río de pesadilla que solo fluía hacia el pasado, de que no podía deshacerse, del que no quería deshacerse. Gritos, el “tump, tump” blando de la carne golpeada, los cristales rotos, la madera astillada. *** El encargo de DM era peliagudo. Colar un troyano en una mediática grande era tarea de titanes. Estaban muy protegidos contra piratería, cualquiera que pudiera entrar de esa manera podría desviar el flujo de datos y cobrar por él. Solo un par de segundos controlando ese caudal bastaba para enriquecer a cualquiera. Eso sin hablar de la información que podría ser robada y revendida a la competencia o a distribuidores de warez —¿Cómo lo hacemos Pedro? —Pues esta claro, Luis ¡joder! pareces nuevo. Usaremos a BO, solo necesitamos colarlo camuflado PULSAR 10

|

Pág. 11

en alguna pieza de información —Vale, tío, no te cabrees. —Venga, que estáis como siempre coño. Vamos a currar. —Vale Marta. ¿Cómo podemos camuflarlo? ¿se os ocurre algo? Marta miró directamente a la cámara. Luis supo que se había quedado con la boca abierta, no podía disimular ya a pesar de que lo intentaba con todas sus fuerzas. No había imaginado que a pesar de la pobre representación bidimensional, estuviera ahí la mirada ancha como el cielo, la piel sedosa, el suave aroma a malvas, las hebras de pelo deshaciéndose entre los dedos según sujetaba su cabeza y el tacto de los labios, el primer beso ruborizado, lleno de una energía caliente y poderosa que los había colmado de electricidad. Un cuchillo de fino hielo se paseó por su espalda. Hizo un esfuerzo por disimular, Pedro estaba allí, en línea. Aquel era su mayor miedo, ¿Cómo se tomaría aquello su colega, el más inteligente de los tres, y también el más intransigente, el que siempre había despreciado cualquier alusión a nada que no fuera el sexo más crudo de los pornosites, y, también —intuía Luis— el más susceptible de ser herido? Trato de distanciarse, de endurecer la mirada. A sus ojos apareció de nuevo Marta, la chica ni fea ni guapa, alta y delgada, de pelo fino y rubio, descendiente de emigrantes ortodoxos centroeuropeos cuya familia trabajaba diseñando software para grupos industriales de su lejano país de origen y Pedro el gordo de piel arrasada por los granos, el ácido, listo, y a veces intratable colega que vivía como un rey gracias al dinero de su padre. Luis comenzó a hablar pensando en voz alta. —Pues tengo que pensarlo, ¿Quizá si lo instalamos en un buen vector, camuflado en cualquier tipo de datos? —Podría ser... podría ser... Pedro comenzó a mecerse de derecha a izquierda mientras tecleaba furiosamente, como solía hacer cuando estaba concentrado y las ideas fluían a más velocidad de lo que su sistema de expresión podía procesar. Al poco levantó la vista y pudieron ver esa sonrisa que tan bien conocían: los ojos muy brillantes y la cara perdida en un goce de autosatisfacción. —¡Buena idea! Sí, se podría hacer. Sólo hay que encontrar un acceso que no ofrezca sospechas. Tengo aquí un pequeño diagrama externo de conexiones... ¡anda mira! Si SHM esta relacionada con tu familia, Marta. Por fin habían encontrado algo que jugaba a su favor en ese asunto —y por lo cuál sospechaban que DmN les había contratado—. Cada uno en su monitor estudiaron el diagrama de conexiones comerciales y técnicas que había encontrado Pedro. —Pues sí que esta cerca. No tenía ni idea. El clan familiar de Marta ocupaba un edificio entero de apartamentos, a medias vivienda a medias laboratorio, oficina y almacén. Las grandes empresas solo ensamblaban y comercializaban los productos que compraban a pequeños grupos industriales de ese tipo. Uno entre cien negocios distintos, la familia de Marta a veces actuaba como canal de distribución secundario de productos audiovideo para SHM, o PULSAR 10

|

Pág. 12

sea: realquilaba espacio y conexión en un servidor con encriptación comercial montado en el pequeño almacén informático ubicado en el sótano del edificio. A partir de ahí comenzaron a hilar la hebra. Conocían los protocolos de comunicación de la mediática, hurgando por la red habían conseguido rutinas capaces de reventar algunas de sus verificaciones de seguridad, no todas. Con ellas hubieran podido desencriptar algunas películas, conseguir acceso a juegos online, pero ellos querían algo más, el medio para saltar los cortafuegos y colar el BO. Batallador Oculto era uno de los mejores productos de Pedro, un Troyano pequeño, camuflado de comando del sistema, que ocultaba sus códigos de batalla en sectores de disco y memoria que parecían a todas luces aleatorios. —Si lo logramos estaremos arriba, con los grandes. —Si Pedro, pero hay que lograrlo. Tenían una largo trabajo por delante. Cada uno se ocupó de una tarea: Luis ruteaba las conexiones de los otros para evitar detecciones; Marta buscaba información en las bases de datos underground y Pedro completaba y activaba un sistema de camuflaje para su BO que permitiera colarlo como una transacción de cobro. *** Mientras, a muchos kilómetros de Madrid, y a tan solo unos nanosegundos por fibra óptica, las iglesias de Nowogrodek —madera, ladrillo y tejados como bulbos de cebolla pintados con purpurina— comenzaron a arder. Hombres vestidos de verde camuflaje, vehículos blindados y helicópteros, avanzaban por la capital del territorio en una operación relámpago. Sus insignias estaban borradas, eran mercenarios a sueldo de alguien poderoso. Sin embargo era curioso ese ensañamiento con las iglesias ortodoxas. Alguien perspicaz hubiera podido sospechar que algo tendrían que ver los vecinos católicos de Wolyn, Polesic, Grodno, Wilno, o Chelm en esa razzia repentina Horas antes, los habitantes de la ciudad, alertados por las emisoras de televisión, de radio, y los informes por red, habían salido de sus casas para evitar los peores efectos de la wavola que actuaba en Europa central. No era la primera vez que pasaba algo así, nadie sospecho. Multitudes de polacos rubios, hombres mujeres y niños ataviados como para pasar una tarde de merienda, salieron de sus casas y fueron hacía el bosque, al este de la ciudad, cerca de la frontera con Lituania. Comenzaron a inquietarse cuando no encontraron autoridades que les indicasen donde dirigirse, ni camiones de protección civil con bebida y comida, solo el bosque umbrío y desierto. En sus pantallas, en sus conexiones red, había latido el aviso de alta seguridad, habían visto las noticias, no podía tratarse de una broma o... ¿podía ser algo peor? No todos estaban al tanto de las tácticas de la ciberguerra, su capacidad para penetrar las redes de información y confundir al enemigo tras dominar los accesos de este a la información. Sabían que teóricamente algo así podía ocurrir, que alguien podría engañar a sus filtros de autenticidad, o sustituir el satélite que les alimentaba de información para adulterar la información que recibían. Anocheció. Sospechaban, pero nadie se movió de la linde del bosque, esperaban que de un momento a otro llegasen los equipos de protección civil. No lo harían nunca. Las fuerzas de defensa de Nowogrodek, reclutados entre la juventud de la localidad y capitaneados por profesionales, yacían despatarradas en sus cuarteles, consumidos por un virus de diseño, rápido en matar y con un contador interno de tiempo que lo volvía inofensivo en diez horas. Pasado un rato, escucharon el sonido de camiones acercándose. No se parecían al ruido que hacían sus camiones, aquel rumor era mucho mas potente, más numeroso. Algunos intuyeron la situación y comenzaron a huir arrastrando a sus niños por el bosque, los más asistieron atónitos a la aparición de tropas que, cubiertas de camuflaje surgían del bosque, los apuntaban con sus armas y focos y les hacían señas para que se reunieran. La fría eficiencia de los mercenarios anunciaba a quien supiese verlo que no era la primera vez que hacían algo así. Eran hombres grandes, siempre aparentemente tranquilos y siempre en tensión, prestos a soltar un culatazo en la boca o ametrallar a cualquiera que les contrariase demasiado. Solo gritaban cuando era imprescindible, para poner en movimiento y contener aquella masa de hombres, mujeres y niños PULSAR 10

|

Pág. 13

intimidados. Pronto el bosque fue un gran clamor de gritos y llantos desesperados, un caos cubierto por el bramido de las maquinas, los gritos de los hombres y los cegadores rayos de los focos abriendo túneles de luz en la oscuridad. Separaron a los hombres de las mujeres, golpeándoles cuando se negaban a abandonar a sus familias. Los llevaron hasta un gran claro dónde las máquinas habían ya abierto enormes agujeros. Pronto se escucharon tiros, el seco estallido de descargas cortas, infalibles tiros en la nuca. Varios hombres sin uniforme hurgaron entre la masa asustada señalando mujeres jóvenes y adolescentes. Vivirían. Fueron separadas y cargadas en una flotilla de camiones que esperaban con los motores en marcha ya en territorio de sus vecinos lituanos. De allí partirían a ser repartidas por burdeles de toda Europa y Asia. Los niños en edad de andar por sí mismos fueron arrancados de los brazos de sus madres y encerrados en barracones prefabricados. También había gente dispuesta a comprarlos para la producción en masa y barata o para el comercio sexual. Las madres, muriendo ya de dolor y lágrimas, fueron convenientemente rebajadas de su sufrimiento mediante disparos o culatazos certeros, cerca de nuevas fosas que los incansables bulldozers continuaban abriendo a toda prisa. No era la primera vez que lo hacían, no. Se notaba en como manejaban los fusiles con seguridad y precisión, en las sonrisas de medio lado al sentir la brusca deceleración de los fusiles de asalto al partir los huesos parietales, desnucar, o aplastar los senos frontales, en la facilidad con que organizaban las filas delante de las fosas, en como disparaban con comedimiento, las suficientes balas para matar o herir de gravedad, pero nunca en exceso. Cuando no parecía haber ya nadie de quien ocuparse, acercaron a las fosas un camión de aspecto extraño. Con varias lanzas sacadas de su interior quemaron el contenido de las fosas con disparos de plasma ardiente. Las llamaradas ascendían varios metros por encima de los árboles. Era un infierno artificial y científico desatado en la noche. Las máquinas se afanaron enseguida en tapar las cenizas. La operación tocó a su fin con el amanecer. El territorio estaba limpio, quedaba la lenta tarea de los equipos que recorrían la ciudad buscando rezagados, cortando el gas, violentando cerraduras y precintando equipos informáticos. En breve todos los edificios seguirían la suerte de las iglesias. Los demolerían hasta que solo quedase el terreno baldío, como si nunca hubiera habido allí nadie, listo para que grandes brigadas de trabajo levantasen una enorme fabrica automática de Maudi. Limpio, rápido eficiente, sin problemas, así eran las guerras modernas. De no ser que siempre quedaba alguien para odiar. Otra causa perdida, otro movimiento terrorista que se uniría a la legión de desheredados, de desesperados que cabalgaban a lomos de los tiempos armados con todo aquello que pudiera hacer daño a los que les habían hecho daño, acudiendo una vez más a la más antigua ley, la única que ninguna corporación o organización internacional podría nunca pervertir, “ojo por ojo... “ Mientras, en todo el mundo, los millones de abonados a las cadenas de noticas/red escuchaban de boca de sus locutores preferidos como los efectos de la wavola no habían sido tan malos, en realidad las noticias parecían una gran exageración y la calma regresaba a centroeuropa. Los más asombrados fueron los responsables de las cadenas de información. No por la violación de la verdad que suponía esa noticia, sino porque esta vez ellos no habían participado en ella. Callaron sabiendo que si divulgaban ese fallo de seguridad perderían millones de abonados, y se dispusieron a localizar la invasión de sus sistemas y a neutralizarla. En dos horas habían identificado el satélite sustituto, desviado todo el trafico electrónico por otros medios y enviado una docena de artefactos que, de todos modos llegaron tarde. El satélite se autodestruyó antes de que ninguno de ellos tuviese ocasión de acercarse. *** El padre de Luis había llegado al apartamento a las cuatro de la tarde. Había saludado a su hijo, una vez más pegado a su ordenador antes de desaparecer en el dormitorio buscando las horas de sueño que el trabajo le había hurtado. Marta y Pedro tenían habitaciones para ellos solos. Sus familias muy ocupadas, PULSAR 10

|

Pág. 14

no solían entrar en ellas más que cuando olía a cadáver de dos meses. No era el caso, pero por poco. Tras diecisiete horas seguidas programando, atentos a la red, verificando que los rastros quedaban borrados a base de usar paquetes rebotados y filtrados por decenas de routers y anonimizadores, habían entrado en SHM. A pesar de todo ello, sin un poco de ingeniería social no lo habrían logrado. Marta tuvo que llamar a la SHM y advertirles que les enviaba una transacción urgente. Los pagos son siempre bienvenidos y aunque ese era harto sospechoso —provenía de una empresa sueca de distribución de fakeporn, pornografía en la que los actores eran simulaciones virtuales de actores y personajes famosos, que les pagaba por un paquete de derechos de imagen de Jean Gabin, Lola Flores y Peter Ustinov y no tenía algunos de los protocolos de seguridad exigidos— coló por la sustanciosa cantidad y la urgencia en cobrarla. Tras dudar, le dieron paso. Al fin y al cabo era una operación que parecía tener casi todas las garantías firmada por uno de los gobiernos suecos, que, como todo el mundo sabía, son de lo más estrictos en seguridad. El troyano comenzó a actuar de inmediato. Luis lo imaginaba entrando en el sistema, haciéndose con hilos de proceso camuflados hasta para los administradores, disgregando sus instrucciones en cientos de fragmentos inidentificables. Sabían lo rápido y eficaz que era, por tanto no les extraño que en menos de veinte minutos les llegase un paquete de datos encriptados con una lista de mil doscientas veintiuna contraseñas de acceso a SHM, muchas de ellas de alto nivel, administración de sistemas e incluso algunas de pago y cobro. Aquel logró era la culminación de muchas cosas. Los tres lo sabían, era la madurez. Habían aprendido mucho y bien, y aquello era la prueba palpable. Hicieron tanto escándalo que el padre de Luis salió de su habitación con los ojos entornados buscando la fuente de tanto alboroto. Se volvió a la cama. Llevaba siendo padre el tiempo suficiente para saber que era inútil recordarle a su hijo que necesitaba descansar. *** DMn la asustaba. Sospechaba que no había una única persona detrás de ese sobrenombre. Conocía, a diferencia de Marta y Luis, qué era aquel contacto subterráneo: un agente de leva, un reclutador de servicios hacker, un moderno militar que paseaba por la red contratando y formando hackercommandos, gente joven que cree jugar y hacer favores a cambio de caramelos electrónicos y en realidad participa en acciones bélicas en la red. Y lo sabía porque su propio padre trabajaba con ellos. Por eso su nombre no era Pedro, ni su sexo era el masculino, ni las direcciones electrónicas que manejaban en la red no apuntaban nunca al chalet en la ribera del Alberche, la urbanización de lujo dónde vivía. Si su padre se hubiera enterado de que jugaba con su vida y con la de toda la familia, le habría impedido el acceso físico al ordenador de la casa. Tomaba precauciones porque, a diferencia de Marta y Luis, sí sabía que estaban metidos en algo muy serio. Por eso limitaba todo lo que podía los contactos con aquella personalidad oscura, apenas diferenciada. Por un momento pensó si no hubiera debido usarlo. Podía haberlo engañado, pero el peligro era mucho. No, había tomado una buena decisión. De todos modos ya no había remedio, BO estaría dentro de SHM, haciendo mal su trabajo, o bien. Era lista, mucho más de lo que su padre o cualquier otro creía. Los únicos que intuían el alcance de su mente eran Luis y Marta. Sabía que, aún ellos, los más cercanos, no podían derribar las murallas que la aislaban. Le era difícil hablar lentamente, no saltar rápido de las premisas a la deducción ahorrándose casi todo el proceso por el camino. La molestaba que empleasen tanto tiempo en explicar lo evidente, en bromas, juegos y películas de las cuales la era muy fácil adivinar el final. Eso la volvía irritable, desagradable y brusca en la mayor parte de las ocasiones. Era su maldición, lo sabía y no la aceptaba. Quería ser como los demás y al mismo tiempo los despreciaba y eso hacía aún más duro comprender porque quedaba fuera de esa intimidad que mantenían Marta y Luis, esas miradas, esos gestos, esas conversaciones y mensajes que ellos creían privados y que espiaba compulsivamente. PULSAR 10

|

Pág. 15

Eligió engañarse. Le fue fácil buscar una causa cómoda, algo que fuera inamovible y achacable a los demás. La encontró en su aspecto físico, no muy agraciado, agravado por acné y un exceso de peso crónico que le permitía pasar por chico sin muchos problemas. Era fea, por eso no la querían, por eso nadie la soportaba, ni su familia y apenas Marta y Luis, sus únicos amigos, que en el fondo también la relegaban, la dejaban fuera, la ignoraban. Luis, le había querido sin medida, como solo alguien no entrenado en el cariño puede hacer. Tanto que solo verle era una tortura, solo hablar con él y no decirle, y saber que no, que nunca. La cosecha de odio había sido rápida y abundante. Descubrió que ese sentimiento era una droga cálida en la sangre, la permitía disfrutar, seguir viva y sintiendo el mundo a su alrededor. Odiaba a Marta, odiaba a Luis, por no verla, a Marta por verla. Era sencillo, dejarse llevar, montarse en la ola de adrenalina que la enfurecía salvajemente cuando repetía una y otra vez las conversaciones de Marta y Luis, hablándose en privado, casi a punto de ... qué. No podía ni imaginarlo, dolía demasiado. Los infiernos solitarios son mucho peores. El enorme chalet decorado únicamente con geometría y luz, era un desierto vacío y áspero dónde no había familia, nada a lo que acudir para huir de ese dolor continuo. Sus padres eran como el chalet, geométricos, perfectos, luminosos y distantes. Su odio había acabado con el oasis. *** Después de la euforia, los gritos de triunfo y demás, Pedro se había desconectado, tenía qué hacer algo con su familia: un paseo por la urbanización, compras por el centro, quizá dormir algo. Marta y Luis, a solas, cansados, habían estado trabajando durante toda una larga noche, habían continuado delante del ordenador durante el día descansando a breves tramos, y habían continuado al anochecer hasta conseguir lo que buscaban. Estaban exhaustos pero aún sin ganas de dejar de verse. —Con los chips neurales que nos va mandar Darkamanan, podríamos montar un espacio M. —¿Como se hace eso? —Lo vi el otro día. Tengo acceso a un sitio dónde hay registros antiguos de la red, del 2000 e incluso de antes. Conectamos los ordenadores y cargamos los datos y la conectividad. —Déjame que lo adivine. Lo que tendríamos es una reproducción exacta de cómo era la red en esa fecha. —Sí. Es muy divertido, hay cosas increíbles, todo en html plano y texto. —Pues no veo la diversión —El truco esta en jugar a meter virus en el sistema y ver cual es el que se lo come antes y más rápido. —Parece güay. ¡Eh! Que le pasa a tu conexión. Tu imagen parpadea. —No sé, parece que hay algún problema de corriente... ¡qué ruido es ese! Negro, unas décimas de segundo del negro más absoluto, un universo coherente, sencillo, uniforme, que se extendió justo bajo Luis privándole de todo asidero, lanzándole a un salto de adrenalina que reboto en todos sus nervios y músculos, sacudiéndole de arriba abajo como una descargar del pavor más extremo. ***

Un anexión con acción conjunta cibernética y física era una operación cara y peligrosa, que había que medir muy bien. En un mundo de extensas relaciones que lo conectaban todo, había qué hacer las cosas con infinito cuidado. Planificar una operación se asemejaba a caminar por campos de minas. Las personas que planificaban y verificaban aquellas operaciones nunca sabían a ciencia cierta si se estaba haciendo lo PULSAR 10

|

Pág. 16

correcto, si uno de sus movimientos no estallaría en una cascada de consecuencias imprevistas. El padre de Pedro estaba razonablemente satisfecho, que no era poco. La operación Nowogrodek estaba funcionando casi a la perfección. Su firma, una pequeña y ultraespecializada compañía de operaciones especiales, iba a cobrar una burrada de euros por aquel trabajo. Encima de su mesa de trabajo, hecha con rarísima caoba de eritrea, brillaban dos enormes pantallas bioactivas de cuarenta pulgadas. Estaban cubiertas de complejos diagramas. Las ramas, las etiquetas y las líneas de colores latían y se iban cerrando y reconfigurando según las diferentes fases de la operación se cumplían o fallaban. Era un hombre orondo, de pecho ancho y barriga prominente. Ya no era joven, pero tampoco viejo. Se adornaba por una melena y barba cortadas y peinadas meticulosamente. Miró apoyando el mentón en la mano izquierda hacia el monitor que tenía un rótulo indicando “nivel ejecutivo”. El esquema que mostraba era considerablemente mas complejo que el otro. Miles de pequeñas etiquetas de todos los colores lo tapizaban de arriba abajo. Cada una de aquellas marcas electrónicas representaba el trabajo de decenas de hackers, mercenarios, laboratorios, compañías de alquiler de armamento, de defensa electromagnética, espías, traficantes de toda índole y un ejército de políticos y oligarcas de bajo nivel. El otro diagrama, “nivel responsabilidad”, era mucho más sencillo, más importante y mucho más peligroso. Mostraba las relaciones de poder, las corporaciones, los grupos implicados en la operación, que beneficio obtenían, con que contribuían: el Vaticano, Maudi, STO-orbit, Las diócesis católicas de Wolyn, Polesic, Grodno, Wilno, and WarsawChelm, Paliessie, la UEO, SHM. —Es precioso. Aquello era mejor que una escultura, mucho más apasionante que construir una melodía interactiva o que diseñar un motor cerámico, participar en un partido de fútbol o pasar una noche de sexo desenfrenado. Aquel era un árbol de relación política, un planta que alimentaba sus raíces del sustrato que movía el mundo, poder, información y también sangre. La red de conexiones era aún más compleja de lo que nadie hubiera podido sospechar. El padre de Pedro intuía que faltaban cosas, siempre era así. Rezaba para que no fuesen importantes. Una de las etiquetas ausentes incluía a su propia hija de forma indirecta. Aunque de importancia minúscula en la magnitud de la operación, representaba una enormidad para los directamente implicados. Gracias a esa relación dos docenas de mercenarios contratados días antes, se movían recorriendo las calles de Madrid Sur dentro de furgonetas blindadas. Aquellos hombres —una larga colección de desertores, violentos, expulsados, deudores de varios sistemas legales— tenían un comlink de video y audio, aparte de un hud posicional. Los aparatos les decían qué hacer y cómo hacerlo. Por eso no necesitaban una cohesión especial ni un entrenamiento. Sabían que si no hacían caso a las indicaciones podrían caer en fuego cruzado, dentro del campo de alguna explosión o al alcance de armas ocultas. Era mejor obedecer para poder llegar a cobrar. Su acción estaba dentro de los cuidados planes estratégicos. Nowogrodek había perdido los grandes apoyos políticos de los lituanos y los polacos católicos. Por eso la operación había prosperado. Sin embargo, aparte de conseguir la victoria posicional conquistando Nowogrodek y sus alrededores, quedaban los flecos, barrer los grupos afines que por todo el mundo pudieran sacar a la luz lo sucedido, dar publicidad a una posible causa política que terminará convirtiéndose en un dolor de cabeza para Maudi, el más directo beneficiado por la anexión. Los habían rastreado durante meses, y hasta el último minuto no habían dejado de incorporar objetivos, como aquel, en Madrid-Sur. Al padre de Pedro no terminaba de hacerle gracia organizar una acción tan cerca de su casa. Suspiro admitiendo que siempre se corren riesgos. Miró una vez más las pantallas. Aquello había terminado. Cansado, dejó todo en manos de un subalterno y condujo a su casa con la vaga sensación de que escucharía disparos y explosiones en cualquier momento. Eran más de la una de la noche del diecisiete de Julio, un día después del ataque a Nowogrodek. Las furgonetas blindadas pararon a doscientos metros de un bloque de apartamentos de finales de siglo pasado. Uno de los supervisores tenía en su pantalla los planos. Había sido reforzado, reconstruido en parte y pertenecía a una empresa familiar que intentaba pasar todo lo desapercibida que le era posible. Rápidos y silenciosos, los mercenarios salieron de las furgonetas y corrieron por las calles desiertas. Varios sistemas de seguridad de los edificios en cuyas cercanías pasaban, los siguieron como una posible amePULSAR 10

|

Pág. 17

naza, pero como no sobrepasaron los perímetros no hicieron sonar las alarmas. La operación no fue tan bien como les hubiera gustado a sus diseñadores. La causa fue un pequeño robot trepador. Varias decenas de ellos subieron por las paredes del edificio, o reptaron por el subsuelo buscando líneas de alimentación de corriente y datos. Su objetivo era cortarlas sin sutilezas, con explosivos. A las una de la mañana y dieciséis minutos los robots se abrazaron a manojos de cables y comenzaron a estallar. Un de ellos falló, con lo que la acción no sirvió de mucho. La turbina de emergencia no fue inutilizada y comenzó a funcionar alimentando los sistemas de defensa. Algo parecido pasó con los enlaces de datos. Cortados los enlaces de cable comenzaron a funcionar los platos de conexión satélite. Los sistemas de perturbación no consiguieron hacer bien su trabajo, las antenas estaban apantalladas y funcionaban con varios relés protegidos. Era un inconveniente. No podía ser una batalla larga, aquello no era una solitaria y pequeña ciudad en medio de bosques. El primer equipo de asalto se topó de frente con una ametralladora automática calibre cincuenta, que los barrió de la azotea contigua desde la que planeaban asaltar el edificio. Los planes habían quedado obsoletos de un plumazo, toda la previsión anulada. Desde ese momento los coordinadores quedaron en segundo plano y pasaron el mando a los subjefes de operación que eran los únicos autorizados para modificar la operativa sobre el terreno. Había que improvisar. Y lo hicieron, a sangre y fuego, olvidando el factor sorpresa y la sutileza. Contaban con que no iban a aparecer fuerzas policiales, ni, mucho menos, el ejército, hasta pasadas tres horas, ese había sido el trato. Entraron en el edificio reventando la planta baja y sus sistemas de defensa mediante un misil de demolición, una versión pequeña y adaptada a la lucha urbana de un misil aire-tierra. A partir de ese punto fue una batalla piso por piso, habitación por habitación. En todas ellas parecía haber un polaco, hombre o mujer, adulto o niño. Todos ellos estaban armados y vendían cara su vida. La orden era de aniquilación y de salvar todo el soft y hard que se pudiera. Cuando, tras cuarto de hora de tiroteo lograron pasar al segundo piso, los coordinadores se dieron cuenta que conseguirían el primer objetivo pero no el segundo. *** Había pasado el viernes y gran parte del sábado sin contratiempos, perdido en el desierto gris en que enterraba la realidad. Luis, caminando entre dunas de ceniza, la voluntad inexistente, el cuerpo más allá del cansancio, no dormía, solo vigilaba. Pero no podía durar. La noche del sábado transcurría en la cama, sin sueño, mirando como las luces de la calle proyectaban una película caótica y sin sentido en el techo del apartamento. Bastó bajar la guardia un segundo para que alguna puerta en su subconsciente reventase. Corrió libre una nube de dolorosas y caóticas percepciones, sentimientos minúsculos, rotos, astillas de la explosión que había destruido la integridad de su mente. Aquel caos era su memoria, su personalidad, o lo que quedaba de todo ello. Aquellos restos miserables giraban llenos de filos roñosos, desgarrándole continuamente con certezas, recuerdos y, sobre todo, ausencias de las cuales la principal era Marta. Había estado lleno de Marta y las muchas percepciones de ella giraban interminablemente en el remolino. Estaba la Marta del principio, una idea de carne y sangre latiendo bajo el viejo jersey rosa que siempre llevaba cuando estaba en su habitación, delante del ordenador. Cien diamantes, cristalizados en sangre, encerraban los momentos en que Marta se ensimismaba, se vestía de ella misma, olvidando que había una cámara-red enfocada sobre ella, enlazando su imagen con dos ojos ávidos. Luis la observaba hasta que el espacio que los separaba desaparecía y esa mirada ligeramente desenfocada, intima, parecía que era suya, solamente suya entre millones de paquetes de datos. Una sonrisa, dos pupilas, dos iris azules que navegaban por la red fragmentados en millones de pixeles y que se reconstruían justo en el centro de su alma. Eran momentos mágicos. Los capturaba, guardaba las imágenes bajo un nombre Martall, Marta-all, Marta era todo, el centro, la periferia, no había otra cosa más importante. Sin embargo no era la Marta real, aquella que había sentido viva bajo las yemas de los dedos. Solo se parecían, Martaall era un subconjunto de la totalidad física que le había abrumado hasta saturarle con una oleada de sobrecarga sensitiva. No tenía, no tendría palabras ni imágenes para describir qué era aquello, como dar conceptos y limitar aquella presencia que intuía más grande que el tiempo y el espacio. PULSAR 10

|

Pág. 18

Y aún así, la piel suave, la carne firme, todo desecho, roto en mil fragmentos, también giraba en un terrible aire de una tormenta animada por una violencia salvaje y vil. Entre los fragmentos también estaba Pedro, el otro, el tercero, el amigo. Pedro, un tío legal, raro, difícil a veces, pero su amigo. La esencia de aquel sentimiento de amistad giraba rota y mezclada en la tormenta, junto a la culpa por dejarle fuera de esa intimidad que envolvía a Marta y a él. Le veía intervenir cuando la conversación entre los dos se hacía especial. Los miraba de reojo, en su pedazo de pantalla, azorado por la misma mirada que a Luis le electrocutaba el alma. No sabía que decirle, no hablaban de eso. Aquello, auque estaba vivo en el aire, no existía. Juntos habían pirateado webs porno, habían curioseado en el sexo crudo, cocido, aliñado, como dos hambrientos, y como dos ahítos salían de allí hartos de extravagancias, pero nunca hablaban de ella, acaso porque hubiera sido insistir en la única sombra, el único peligro para su amistad. Culpa, amistad, todo roto, atrás, girando en continuamente en el tapiz de una mente en continuo sufrimiento. Se despertó. No podía soportar aquel girar mucho tiempo. Como si una lanza afilada cortase y removiese lo más profundo, lo más doloroso, todo aquel remolino adquirió un orden cuadrado, el margen de una pantalla plana totalmente negra. La imagen llegó a lomos de la respiración agitada, las pupilas dilatadas. Gritos, uno, varios. Golpes, contra los mubles, contra armaduras de kevlar negro. Golpes blandos, contra la carne, el estómago, la cara reproducidos con toda fidelidad por el magnifico sistema audio. Flashazos de linterna de xenón como explosiones blanquísimas. Manos, brazos elevados inútilmente contra las armas, la incoherente blancura de la carne en un infierno de contrastes. Saltó de la cama golpeándose la pierna con un mueble. Sí, mejor el dolor físico, cualquier método era válido para librarse de las imágenes. Se metió en la ducha, y permaneció debajo del agua caliente hasta hacerse daño. Era una pequeña tregua, ya se sentía cercado de nuevo. Su habitual táctica de inmovilidad física y mental no servía. Salió de la ducha goteando y se acercó a la ventana con movimientos torpes. Francotiradores del pasado disparaban recuerdos como balazos certeros desde todos los rincones del apartamento. No podría esquivarlos siempre. Una vez más imaginó la única solución: abrir la ventana, dejar que el viento de la caída le peinase el cabello por última vez; meterse en vena una sobredosis de tranquilizantes acompañados de una botella de coñac; tirarse de cabeza contra la pared hasta destruir su memoria. ¿para qué sufrir más? Quedaba aquella dulzura, aquella mirada. Se tumbó sobre la cama simulando que dormía. Sentía cerca, sobre la mesilla, las pastillas. Aborrecía el sueño gris y vacío que producían, una losa de cemento que le caía encima arrasando su conciencia. Prefería cerrar los ojos y hundirse en un pozo de oscuridad del que intentaba expurgar lo más mínimos atisbos de pensamiento. No funcionaba mucho tiempo. A veces creía que así lo que hacía era llamarlos, dejar que le alcanzase por fin, exhausto, la jauría de sus perseguidores. Casi agradecía que el pasado terminase por romper con su quilla poderosa, aquel mar de hielo negro en el que se ahogaba voluntariamente. Por lo menos allí quedaban retazos de una felicidad ya fósil, petrificada en densos esquitos de tiempo pero aún reconocible en los esqueletos que danzaban y aullaban mientras le invadían el pensamiento. Ella lo miraba desde la puerta de la cafetería, en el centro. Habían quedado allí sin un motivo muy claro. Las sillas vacías giraban y emitían destellos de colores. Eligió justo la que estaba enfrente. Al tocarla detuvo su movimiento y cantó una tonta melodía electrónica. Se sentó sin mirar la decoración o cualquier otra cosa. Lo había reconocido, y él a ella. Aún abrumados por el peso de la presencia física, la amenazadora ausencia de barreras, tardaron un momento en decir algo, en dejar de mirarse a los ojos, asombrados de que la mera presencia dijese tanto. Lo malo es que también venían otras cosas, pedazos muy vivos de un dolor inabarcable, que no PULSAR 10

|

Pág. 19

disminuía ni un ápice por mucho que el tiempo distanciase el momento abrasador de su origen. Eran destellos, estroboscópicas salpicaduras de un fluido blanquísimo que manchaba las siluetas de los asaltantes que habían roto la puerta de su habitación de una patada, de Marta volviéndose hacia la puerta. El enlace no se había roto, solo había saltado un momento y luego se había estabilizado. Todos los pensamientos, todo el cuerpo de Luis desapareció convirtiéndole en un sumidero óptico que tragaba las imágenes, cincuenta por segundo, que le llegaban del monitor, sin posibilidad de elegir, de actuar. Le costó comprender, procesaba lo que veía mucho después de sucedido y cuando los significados estallaron como explosiones atómicas en su consciencia, “disparos”, “asaltos”, aquel hombre ya había golpeado a Marta con la culata del arma, arrojándola contra la pared y luego contra el suelo.

Llovían como agujas aceradas, cada una acertando justo en el sitio que más dolía, un pixel de un horror que se almacenaba en su memoria con una precisión de 300 puntos por pulgada, formando imágenes a velocidad electrónica. Era un asalto, alguien invadía el edificio de los polacos. Reventaba puertas, disparaba, destruía equipos, pero no la cámara, cerca del techo, que seguía perfectamente la acción, el movimiento del arma que subía y bajaba golpeando, haciendo saltar flores de sangre en aquel rostro luminoso, reventando el azul evanescente de su mirada, partiendo las suaves curvas de sus cuerpo en ángulos imposibles... Diez segundos, luego la conexión había cesado. Al final no habían bastado los golpes. El hombre, cubierto de equipo electrónico y vestido con armaduras negro mate, comenzó a disparar. La habitación explotó en destellos a una cadencia de dos disparos por segundo haciendo saltar surtidores de sangre de la masa sanguinolenta que antes había sido Marta. Un momento después de que la pantalla se apagase, a Luis le alcanzó en toda su extensión lo que estaba pasando. No había nada, solo la imagen negra del monitor, luego, sin transición, estaba lleno de dolor, de angustia, de gritos que ardían en su cerebro. Diez segundos de imágenes en un monitor de alta resolución habían destruido a la vez, pasado, presente y futuro. Diez segundos de recuerdo que parecían durar horas. Sudaba a pesar del aire acondicionado y apretaba los dientes hasta hacer sangrar las encías. Aquellos diez segundos eran un inabarcable paisaje de horror en alta definición, un desierto de sangre, oscuridad, destellos, gritos, el sonido de los disparos, pixeles como balas ametralladas desde el pasado. Necesitaba sentir aquello fuera de su mente. Solía suceder el Domingo. Solía concluir el fin de semana buscando las pastillas a toda prisa, insertándose el distribuidor en el hueco del codo mientras las lágrimas resbalaban de los ojos cerrados con la vana intención de limpiar el pasado. Poco a poco, mientras la corriente sanguínea se saturaba de ansiolíticos y tranquilizantes, disminuía la frecuencia con la que respiraba. Al fin las medicinas ahogaban las brillantes imágenes en una ola de barro oscuro, fresco y pesado que lo sumía en un sueño como de tumba. Aún en los últimos estertores de la conciencia anestesiada químicamente, siempre se preguntaba: ¿por qué? ¿quién? Nunca había respuestas, solo el absurdo, la nada, vagas presunciones, redes, guerra, detección.... nada. *** —Chips neurales. —¿Cómo? PULSAR 10

|

Pág. 20

—Sí hombre, salieron hace cosa de dos años, fueron una gran novedad, pero luego se demostró que había otros desarrollos, las superficies de convolución neurales, sí, los chips neuroconvo, que tienen más capacidad y son más baratas. Luis detuvo el carrito instintivamente. Las palabras chips neurales, habían hecho aparecer una idea que todavía no era capaz de expresar. Los dos hombres, en la acera, hablando a la salida de una oficina, no se habían enterado de que el barrendero, a unos metros de distancia, los escuchaba con todo el cuerpo, taladrándolos con la mirada al mismo tiempo que su corazón se aceleraba y la mente ardía en una súbita fiebre. —¿Y..? —Pues eso, que los pillaron con los calzoncillos bajados, tienen un stock que te cagas. Si lo compramos y lo usamos para la nueva serie de.... Chips neurales. No hacía falta escuchar nada más, ver nada más. Luis se quedó detenido, varado en una inmensa playa de arquitectura mastodóntica: acero, aluminio, materiales activos, la arquitectura de lujo en el centro de la ciudad. Súbitamente todo encajaba. Preguntas que no sabía estar haciéndose habían encontrado sus respuestas. Lo supo de un golpe, sin atisbo ninguno del razonamiento que lo había llevado hasta allí. Apenas podía respirar. No podía abarcarlo así que reprodujo el razonamiento paso a paso mientras apretaba el mando de detención del carrito hasta hacerse daño. Los chips neurales que DMn les había prometido no habían llegado. DMn siempre enviaba sus pagos a su apartamento, de otro modo las familias de Marta y Pedro hubieran descubierto que hacían con su tiempo libre. DMn nunca fallaba, a las veinticuatro horas llegaban sus paquetes sin remite. Y si los chips neurales no habían llegado, había sido porque DMn no les había encargado nada, el asalto no había sido un encargo. Entonces ¿quién? Pedro. No había vuelto a verle, a hablar con él. Pedro. El sistema del apartamento había registrado sus llamadas en los días posteriores a la muerte de Marta, pero Luis no había abierto los mensajes. Pedro. No había habido encargo, lo había inventado. También fue él el que sugirió usar la red familiar de Marta para colar la factura con el troyano camuflado. Pedro. Entendía ahora sus enfados, sus miradas de envidia disimulada. Lo sabía, quizá los había espiado. Se había vengado por excluirle, una enorme y terrible rabieta. Pedro. Había hecho a BO defectuoso, trazable, algo muy sencillo. Pero ¿para qué? Recordaba el anuncio del grupo terrorista de Nowogrodek, las acciones que se les habían atribuido durante los pasados dos años contra intereses de Maudi en el mundo. Hacía muy poco había visto la fachada activa en el rascacielos del centro que las brigadas polacas dieciséis de Julio habían pirateado de modo que mostrase una larga frase: “Asesinaron a toda nuestra gente y se quedaron con el territorio de Nowogrodek. Ocurrió El dieciséis de Julio del 2023 y nadie se enteró. Asesinaron a mas de diez mil personas en una noche y todo porque Maudi necesitaba terreno con el que ampliar sus fábricas. Sangre por vehículos de lujo... “ La familia de Marta era de origen polaco, de religión ortodoxa, y tenían relaciones comerciales con Polonia, con las familias que habían dejado allí al emigrar ¿Quizá eran de aquella región de nombre impronunciable? ¿Por eso habían sido atacados? ¿para cerrar conexiones, no dejar cabos sueltos? Si la relación no era muy profunda y hubiesen guardado las debidas precauciones nunca hubieran dado con ellos ¿Cómo los habían descubierto? Pedro. El troyano, la factura, su éxito. SHM era parte del grupo industrial Maudi. El mosaico ardía, formaba una figura deslumbrante dibujada con magnesio inflamado en mitad de la noche: una flecha incandescente apuntando a Pedro. Al instante el fuego en la mente de Luis se extendió a su cuerpo. Temblaba. Había rabia, desesperación, desprecio por haber sido tan estúpido. Luego, como si nunca hubiesen existido, desaparecieron las nieblas de autocompasión, de pasividad. El mundo era otra vez nítido, preciso y dolorosamente real. Luis abandonó el carrito en medio de la acera. Sus pasos eran firmes y su mirada carecía del habitual aspecto vidrioso y desenfocado, se había vuelto firme roca, acero afilado. Ahora Luis tenía algo por lo que moverse. Pedro. El dolor generado por una tragedia sin sentido adquiría significado, cristalizaba en un odio feroz, algo concreto a lo que asirse, por lo que continuar PULSAR 10

|

Pág. 21

viviendo, algo que alimentaba su voluntad. Un porqué mezquino, pero un porqué salvador. Entendía, tenía que moverse, combatir el dolor mediante más dolor. Pedro. Luis era ya únicamente una intención de hacer daño, de vaciar su alma para devolver el infierno a quién se lo había dado. Mientras volvía a su apartamento calculaba mentalmente cuanto necesitaría gastar para actualizar su OC. Lo iba a necesitar.

PULSAR 10

|

Pág. 22

RELATO

Y vi un cielo sin estrellas Por Fabian Alvarez

Y hablando de control policial... ¿ como no tener a la iglesia de por medio ?

C

orre el año 2440, y los seres humanos seguimos haciéndonos daño unos a otros: a veces con la excusa de la pasión o de la ambición; a menudo, con la excusa de la ley. El siglo XXV se acerca a su punto medio, y si uno tiene interés por tales cosas, aún se pueden encontrar, en los mundos que nacieron del Éxodo, muchos infiernos. En la Confederación de Weissman, en el planeta Santuario, los criminales sexuales son sentenciados a trabajos forzados en los pozos de sal. Tan sólo se les da un sudario al año, una taza de agua salobre y un mendrugo de pan al día. Realizan turnos de 12 horas, trabajando incansablemente bajo el sol: la sal se les mete en las llagas, y en ocasiones las temperaturas son tan altas que el sudor les cristaliza sobre la piel, produciéndoles terribles y dolorosas úlceras. Cuando mueren, sus cuerpos son dejados a la intemperie, hasta que el viento pela sus huesos: un infierno. Sin salir de la Confederación, en el planeta Tyrone las mujeres son consideradas como posesiones, y no tienen ningún derecho. Los hombres de Tyrone las utilizan como moneda de cambio, como mano de obra, e incluso como bestias de carga. A las que son genéticamente aptas se las encierra, se las ceba y se las mima: se les extraen los óvulos mes tras mes y en todo, salvo en la forma, se las convierte en obesas e indefensas mascotas, incapaces de valerse por sí mismas: otro infierno. Ya dentro de nuestra II República, uno de los mundos más ricos del Borde Exterior, Benefactor, está gobernado por los descendientes de una secta que culpaba a la visión de todos los males del mundo. Los benefactitas practican la selección genética, cultivando cuidadosamente varias líneas familiares que producen ceguera hereditaria. En Benefactor, un niño que nazca con el sentido de la vista está condenado a una vida de servidumbre, ignorancia, desprecio, pobreza y miseria: un infierno más. También dentro de nuestra República, en las cuevas subterráneas del planeta Miseria, iluminado por la luz roja y mortecina de una estrella moribunda, se encuentra la prisión llamada el Yunque de Lucifer. Quizá llamar a ese lugar prisión sea un error, pues en otras prisiones hay esperanza –por mínima que sea— de redención, y ella, de libertad. Pero la única esperanza que les queda a los que son llevados al Yunque es la de morir cuanto antes, y muchas veces incluso esa magra esperanza les es negada. El Yunque es una abominación, un pozo sin fondo en el que las víctimas odian a los verdugos y tan sólo pueden aspirar a morir, o a llegar a ser como ellos. Miseria es un planeta espantoso: volcánico y de atmósfera sulfurosa. La Antigua República instaló allí unas minas de azufre, que fueron desmanteladas cuando se demostró su inviabilidad económica, por lo que las cuevas quedaron vacías durante décadas. Finalmente hace 90 años, la Iglesia Inmaculada, el cuerpo PULSAR 10

|

Pág. 23

legislativo teocrático que gobierna el sistema Edén, compró las antiguas instalaciones mineras. Los eclesiásticos edenitas ordenaron la construcción de una prisión bajo la corteza volcánica de Miseria, y la llamaron ‘El Crisol de la Ira del Padre’. Su propósito era hacer sufrir a los pecadores, en este mundo, los castigos que les esperan en el otro. A uno de los administradores que supervisaban la construcción de la prisión se le ocurrió el nombre ‘El Yunque de Lucifer’, y ése es el que ha sobrevivido: nadie utiliza ya el nombre original, y es dudoso que alguien lo recuerde. La construcción se llevó a cabo en un tiempo récord: tan sólo 2 años fueron necesarios para terminar el ensamblaje de aquel lugar de terrible nombre y opresiva aura. Pronto empezaron a llegar los prisioneros, traídos desde los penales de Edén. Los que demostraron ser más inhumanos, crueles y sádicos fueron ascendidos al rango de torturadores: como saben los eclesiásticos de la Iglesia Inmaculada, ‘si quieres destruir a un grupo de personas a las que oprimes, tan sólo tienes que elevar a uno de ellos por encima del resto, y darle poder para hacer el mal. Si alguien se niega a pisotear a sus antiguos compañeros, devuélvelo a su posición anterior, humillado y con el espíritu roto. Si es en verdad un altruista rebelde, de esos que aún siendo escasos aparecen de cuando en cuando, mátalo.’ (del Libro de notas del Archiprelado Domingo de Castro, Edén, año 2350) Miseria fue durante décadas un pozo en el que los obispos de Edén arrojaban a los miembros ‘podridos’ de su sociedad. Hace 20 años, sin embargo, hubo una disputa fronteriza entre Edén y Nueva Anatolia, un cercano planeta perteneciente a la Confederación de Weissman. Hubo un par de batallas espaciales entre ambas flotas, pero finalmente los políticos se impusieron a los militares: se firmó un tratado, y se reajustaron las fronteras. Miseria quedó dentro de las fronteras de la Confederación, bajo la jurisdicción de Nueva Anatolia, mientras que —a cambio— Edén recibió porciones sustanciales de los territorios fronterizos neoanatolios. Así, muchos pensamos que Miseria sería evacuado, y que ése lugar, vergüenza de la República, desaparecería. No fue así: los edenitas se habían guardado un as en la manga; apelaron a la doctrina de libertad religiosa de la República ofreciendo un trato ventajoso a las exportaciones de cuero y ganado de Nueva Anatolia y obtuvieron del gobierno neoanatolio un segundo tratado en el que se les reconocía la jurisdicción sobre las ‘instalaciones penitenciarias conocidas como el Yunque de Lucifer, situadas bajo la corteza del planeta Miseria’. El mapa jurisdiccional del espacio de Miseria es una pesadilla burocrática: la flota de Nueva Anatolia controla el sistema, salvo una serie de pasillos muy concretos reservados a las naves prisión de Edén. A veces hay errores en los mapas, o un controlador aeroespacial se duerme, y entonces una barcaza de ganado es derribada y se estrella en Miseria, o una nave llena de ‘pecadores’ entra en el sistema neoanatolio y aterriza en un espaciopuerto antes de que nadie se dé cuenta del problema. Tomado de ‘¿Aún se tortura en nuestra República?’ Profesor Arturo Santos Planeta Terranova, 2440. ****

“Querido amigo, a quién nunca volveré a ver: Ha caído sobre mi nombre la vergüenza y el oprobio: no hubo compasión, aunque tampoco la esperaba de un tribunal edenita. Me señalaron con el dedo, y recitaron mis pecados para que todo el mundo los conociera: tú sabes cuáles son, no hace falta confesárselos al papel. Y ahora tienes un motivo para decirme que estoy loco. He sido condenado a pasar el resto de mis días en ese lugar que temo nombrar. Para atormentarme, los sacerdotes han enviado a Laorie al destierro en el desierto, donde morirá sola, lejos de mí. Yo también moriré sólo, en los pozos de tormento. ¿Y por qué tienes un motivo para d... d... (perdóname, te escribo con sangre porque no me dan tinta...) decir que estoy loco? Porque me ofrecieron una copa de veneno, me ofrecieron el suicidio, y lo rechacé. Y por negarme a darme muerte yo mismo, me enviarán al infierno en vida...”

PULSAR 10

|

Pág. 24

Siempre tuyo: Sebastián de Castro 12-10-2444. Escrito esperando el traslado. Estrujé la carta entre los dedos, tras releerla por enésima vez, y la lancé al incinerador de documentos. Me recliné en la butaca: luego me tomé un buen vaso de algo fuerte, con bastante alcohol, y me froté las sienes... ... Eso fue hace 2 meses. Entonces no tenía la barba cerdosa que tengo ahora: entre otras cosas, entonces yo estaba viviendo en un cómodo apartamento en Edén, y ahora me pudro en una celda en el planeta Miseria, en el infierno para los vivos llamado “El Yunque de Lucifer” o simplemente “El Yunque”. La celda mide tres metros cuadrados y tiene el suelo de rejilla, bajo el cual corre un agua hedionda en la que flotan las heces y los orines de todos los presos de este módulo. Hay una puerta con barrotes que siempre está abierta, y que a veces chirría. En el Yunque no hay cerraduras ni cadenas; por lo menos, no a la vista. Como muchas cosas en el mundo, las cadenas de esta prisión están ocultas: ocultas tras capas de mentiras, de mugre, de sangre, de piojos aplastados entre los dedos, de traición, de soberbia y de malevolencia. Recuerdo que cuando bajé de la aeronave que me había llevado a Edén y contemplé los campos de trigo que se extendían hasta el horizonte bajo un cielo azul, pensé: “Esto es el Paraíso terrenal que ofrece su religión. ¿Por qué todo el mundo, entonces, parece tan triste?” Me costó descubrirlo, pero... El enigma de Edén es como uno de esos artefactos de siglos atrás, uno de esos cuadros llenos de puntos y rayas: si los mirabas mucho tiempo, se supone que veías un barco. Si nunca eras capaz de verlo, era inútil que te lo señalaran. Una vez lo habías visto, era imposible volver a mirar aquella imagen sin ver el barco. Cuando por fin me di cuenta de lo que pasaba en Edén, se me hizo imposible no ver pistas en todas partes, y pensé que era imbécil por haber tardado tanto tiempo en comprenderlo. La religión edenita desciende de una de las grandes religiones de la antigua Tierra, antes del Éxodo: el judaicismo, creo que se llamaba. Al parecer, había surgido en algún lugar del planeta, entre un pueblo de pastores, y postulaba la existencia de un único, solo, omnipotente y omnipresente Dios. Para los edenitas, ese Dios habla a través del archiprelado, los arzobispos y los demás clérigos de la Iglesia Inmaculada. El libro en el que se recoge su doctrina, ‘Novus’, está en todas partes en Edén: hay al menos un ejemplar en cada casa. En la calle, la gente lo lleva bajo el brazo. Sus versículos están inscritos en todas las paredes, y en la capital de Edén, Nova Spes, todo te hace pensar en el Novus: desde las proporciones de los edificios, hasta los grabados en los muros. Porque, como está escrito en el Novus: “En el principio era el cosmos, y el cosmos era Dios, y Dios estaba en todas partes”. Nunca he sido religioso, y ahora que estoy en este infierno, lo soy menos que nunca. Me trasladaron a Edén desde mi planeta natal, Terranova, para trabajar en nuestras oficinas (soy, o era, economista) El banco para el que yo trabajaba, el Banco Interplanetario, es quizás el segundo o el tercero más grande de la República. Aunque en un principio el traslado iba a ser temporal, se convirtió en definitivo. Yo hablo edenio, y lo he hablado desde pequeño: mi madre era edenita. Cuando el director de personal lo descubrió, me asignó a un puesto de mayor responsabilidad, y me aumentaron el sueldo. Al principio me alegré, y me sentí importante: pronto descubrí que lo habían hecho porque nadie quería (ni quiere aun) ser destinado a trabajar en Edén. Yo no lo entendía: el planeta es seco y caluroso, pero la región central está surcada por grandes y caudalosos ríos que proporcionan abundantes cosechas. El cielo es de un hermoso azul, y hay muy pocas nubes. El planeta tiene un campo magnético poderoso, y por la noche suelen verse hermosas auroras. Edén es un mundo rico, próspero, y bendecido por la naturaleza. También es un mundo jerárquico, gobernado por una Iglesia Inmaculada, opresiva y tiránica. Es un mundo en el que todos tienen lo necesario para vivir, pero en el que la moral es un asunto público, y no privado. Es un mundo en el que el concepto ‘pecado’ y el concepto ‘delito’ son indistinguibles. para los teóricos edenitas, la naturaleza humana es frágil, y todos estamos condenados al infierno desde nuestro PULSAR 10

|

Pág. 25

nacimiento. Debemos pagar durante toda la eternidad el error que cometieron los primeros seres humanos al rechazar a Dios. Sólo el Santo Padre, el Dios creador infinito, puede redimirnos: y el signo de que está contento contigo es que tu vida es próspera. Por eso en Edén todos son ricos: pero sólo los clérigos son libres. Al poco de instalarme en Edén, conocí a una pareja: Sebastián de Castro y su esposa, Laorie. Ella era edenita, perteneciente a una respetable familia que había dado muchos de sus hijos a la Iglesia Inmaculada. El, Sebastián, era de Terranova, como yo. Se habían conocido en una fiesta de recepción ofrecida por la embajada edenita en la capital de la República, un acontecimiento al que acudieron muchos estudiantes de los últimos cursos de la Universidad de Terranova. Sebastián, un brillante estudiante de cirugía, se convirtió en un objetivo para los agentes del archiprelado. Creo que le deslumbraron hablándole de las capacidades e instalaciones del Sacro Hospital de Nova Spes, y cuando ya habían captado su interés, le presentaron a Laorie. ***** Si has sido asignado al Crisol de la Ira del Padre, que tu alma se regocije. Si has sido nombrado Martillo del Padre, que tu alma se regocije. Porque tus días serán cortos en este mundo, pero tu recompensa muy grande allá en el Jardín del Padre, donde no hay pena ni dolor alguno. Porque tú eres digno, y tú has sido elevado por encima de los pecadores: por ello, que tu alma se regocije. Porque no hay más dios que el Padre, y sólo él es justo, omnipotente y omnipresente. Amén. [...] Artículo 12: De los Réprobos. 12.1 Son Réprobos todos aquellos residentes del Crisol que no pertenecen al cuerpo de Martillos ni al de Torturadores, ni a ninguna de sus ramas o divisiones. 12.1.1 Todos los réprobos han sido juzgados, encontrados culpables y condenados por los tribunales de Edén, bajo la responsabilidad de la Iglesia Inmaculada, sea Santa y Bendita por los siglos de los siglos. 12.1.2 Siendo la Iglesia Inmaculada la mano derecha del Pantocrátor, y la representación visible de su autoridad, todos los designios de la Iglesia Inmaculada provienen, a través de la figura del Archiprelado, del Pantocrátor mismo. Así, los Réprobos han sido encontrados culpables por el Pantocrátor, y tras su muerte en el Crisol se enfrentarán al fuego eterno e inextinguible del Infierno. 12.2 Los Réprobos tuvieron ocasión de arrepentirse, y no lo hicieron. Tuvieron ocasión de enmendar su conducta, y no lo hicieron. Por tanto, puesto que pudiendo arrepentirse no se arrepintieron, y pudiendo enmendarse no se enmendaron, el Pantocrátor y la Iglesia Inmaculada los declaran anatema. 12.2.1 Siendo anatema, los Réprobos no recibirán más alimento que el mínimo indispensable para prolongar su vida, ni más agua que la necesaria para prolongar su vida, ni más cuidados médicos que los mínimos para prolongar su vida, y, en general, no recibirán nada más que lo mínimo indispensable para seguir viviendo. 12.2.2 Será anatema quien haga a un Réprobo objeto de las virtudes cardinales: será por tanto anatema quien consuele, acoja o alimente a un Réprobo. Quien le conforte en su dolor y, en fin, cualquiera que trate a un anatema con la consideración con la que trataría a cualquier siervo del Pantocrátor. 12.2.2.1 Pues el Réprobo ha despreciado al Padre, y le ha vuelto la espalda. Por tanto, es justo que sea expulsado de la Creación, y se le trate como a un demonio rabioso, cuya mera cercanía puede traernos PULSAR 10

|

Pág. 26

la ruina. 12.2.3 El destino de los Réprobos es, por tanto, sufrir incesantemente durante su estancia en el Crisol, y sufrir eternamente tras la muerte. [...] Tomado de “Martillos de la Fe” Varios autores Planeta Edén, 2420 *****

Cuando pensaba en Laorie, a menudo me ponía furioso. Hace sólo 2 meses que estoy aquí, y ahora, cuando pienso en ella, tengo ganas de llorar. Pero no puedo: no puedo llorar en este aire que hiede a azufre, no puedo llorar delante de los Martillos, no puedo derramar lágrimas ante los Torturadores. No quiero morir: todavía no. Ella y Sebastián, como digo, se conocieron en una fiesta. Se cayeron bien desde el principio, y pronto empezaron a verse con frecuencia. Sebastián fue invitado a casa de los padres de ella, y les pareció interesante: él envió una holografía de los dos a sus padres, allá en Terranova, y su madre escribió en una postal: “Me gusta esa chica. Cásate con ella”. Sebastián se convirtió al inmaculismo, y aceptó al Pantocrátor como su Creador y Salvador. El padre de Laorie movió algunos hilos, y la ceremonia de conversión de mi amigo fue celebrada por el Obispo de Bienaventuranza, la ciudad costera en la que iban a instalarse. A los seis meses de la ceremonia, Laorie y Sebastián se casaron, y se fueron a vivir a aquella ciudad: pequeña, pero cosmopolita y pulcra. Allí, la familia de Laorie tiene grandes posesiones: el regalo de boda del padre de la novia fue una hermosa, discreta y agradable casa situada cerca de una pequeña playa. Estaba a veinte minutos de la ciudad, y Sebastián se compró, con sus ahorros, un aerodeslizador, rápido y eficiente, de forma que el ir del trabajo a casa se convirtió para él en un placer. Aunque yo seguía viviendo en Nova Spes, iba a menudo a casa de Sebastián y Laorie para hablar con ellos: solía ir durante los fines de semana. Tomaba el avión al mediodía del viernes, al terminar mi jornada laboral, y me quedaba en Bienaventuranza hasta el sábado por la noche, pues en Edén los transportes públicos no funcionan los domingos. Bienaventuranza y Nova Spes están tan sólo a tres horas de viaje en aerodeslizador, así que algunos fines de semana Sebastián cogía su vehículo y me llevaba de vuelta a casa. Esos días me quedaba con ellos hasta el domingo a la hora de comer. Esas ocasiones eran raras, sin embargo, porque el domingo es un día de estricto descanso para los creyentes de la Iglesia Inmaculada, un día que debe ser dedicado por entero al Pantocrátor. Pero yo disfrutaba de tales días, y además yo no era inmaculita. Un día, el director de nuestra sucursal en Nova Spes me mandó llamar: sin perder tiempo, fue directo al grano, y me dijo que se nos había visto a mí, y a un amigo mío, circulando en un vehículo en domingo. Yo dije que así era, y que al fin y al cabo, yo no era inmaculita, y no tenía porque cumplir los preceptos de la religión Inmaculada. El director asintió con gravedad, y dijo: “Ahí es donde reside el problema.” Me planteó la situación con claridad y sencillez: había presión sobre el Banco Interplanetario para que no se contratara a empleados que no fueran inmaculitas. En cualquier otro planeta que yo hubiese conocido, eso no hubiera resultado un problema, pero en Edén... Hacerse miembro de la Iglesia Inmaculada implica automáticamente aceptar la nacionalidad edenia (en verdad los inmaculitas consideran que todos los edenios que viven en otros planetas y han abandonado la religión Inmaculada son anatema: mi madre lo había sido hasta su muerte) Yo inmediatamente pregunté cuáles podrían ser las consecuencias, y, como en todo, el director fue claro: negarme a aceptar la conversión supondría mi traslado inmediato a otro planeta. Convertirme, sin embargo... no sólo me permitiría quedarme en Edén, sino que además, me haría merecedor de una bonificación especial. Entonces, el director del banco me dejó ver la cruz inmaculada que llevaba al cuello, y puso un cheque PULSAR 10

|

Pág. 27

sobre la mesa, y un formulario de solicitud de conversión. A mi no me importaba, ni me había importado jamás una mierda el Pantocrátor. Y, sin embargo, contemplé con asombro el número de ceros del cheque, y entonces rellené los datos de la solicitud de conversión, y la firmé. El director respondió a mi sonrisa estúpida con una gesto de satisfacción, cogió el formulario, y lo guardó detrás de sí, en una carpeta. Luego me dio la mano, me felicitó por haber tomado la opción correcta, y me pidió que volviera a mi trabajo. Así lo hice. Busco en los bolsillos del mono una barrita de nicotina, pero no encuentro ninguna: carraspeo y escupo, y mi flema cae en el agua sucia que corre bajo las celdas y se pierde por el desagüe, entre orines y heces. La puerta de mi celda, que siempre está entornada, y chirría de cuando en cuando, se abre de golpe, y entran un Martillo de la Fe y un Torturador. Los Martillos son jóvenes miembros del Ejército de Edén. Sus túnicas blancas bordadas en fibra de vidrio pronto pierden su bello color en esta atmósfera purulenta y repugnante. Los Torturadores siguen siendo prisioneros, pero han sido alzados por encima de los otros reclusos: nos odian, y nosotros les odiamos. En este lugar, el infierno está dentro y fuera de uno mismo, al mismo tiempo. Me piden que me levante, y lo hago con desgana, pero sin rezongar. A los Martillos les gusta abusar de nosotros, y aprovechan cualquier oportunidad para golpearnos. A veces son peores que los Torturadores... No, nada podría ser peor que los Torturadores. El que se ocupa de mí no tiene ningún nombre concreto: viste una túnica marrón con bordes rojizos, manchada de sangre, pus y barro verdoso; sus manos son largas y de apariencia frágil, pero sus huesos son fuertes. Su voz es melosa, pero sus palabras son crueles: mientras caminamos por los pasillos hacia una de las celdas de tortura, me habla del cielo de Edén, y de cómo echa de menos a su esposa, a su hija, y a los ríos que nunca ninguno de los dos volverá a ver. Y entonces, justo antes de llegar a la sala de tormento, le arrojan algo a la cara: él lo coge y lo examina sin interés (lleva una máscara hecha de piel humana, y sus ojos, verdosos, están ahora fijos en la tira de carne sanguinolenta que tiene entre los dedos). Luego se encoge de hombros, y lo deja caer al suelo: una enorme rata aparece de ninguna parte, y desaparece con la misma celeridad. El Martillo entra en la celda del infractor, y lo muele a palos, metódicamente, mientras el Torturador y yo esperamos en el pasillo. El silencio y los gritos se mezclan en este lugar, este horrible lugar; en este mundo al que no llega la luz del Empíreo, el paraíso del Pantocrátor. No tengo duda de que el Pantocrátor existe, pues sólo una entidad omnisciente podría inspirar a la imaginación humana un lugar como éste, donde todo está pensado para prolongar el sufrimiento, sin incrementarlo ni reducirlo nunca. Donde los Torturadores estudian anatomía para saber donde se puede provocar mas dolor causando menos daño, y psicología para saber que cosas decir en el momento más apropiado, de forma que la herida mental esté siempre abierta, y no cierre nunca. Nada puede ser peor que este lugar, este lugar donde, a nuestro alrededor, tras los barrotes y las puertas abiertas, sólo hay celdas. Este lugar donde los Torturadores y los Martillos recorren en parejas la prisión, en silencio. Y bajo nuestros pies, el canal fluye hacia los desagües, y las heces y la orina caen en la lava, donde se vaporizan. ***** Figura decimoquinta : El almendro eleva sus ramas al cielo Esta figura debe realizarse tan sólo en aquellos que sean jóvenes y fuertes, pues el almendro es un árbol cruel que clava sus raíces con ira en la tierra, sin importarle cual sea el coste que haya de sufrir su huésped, y así es que muchos que han asumido su carga han muerto a los pocos días, quebrantando así al almendro y anulando la belleza de sus ramas y brotes. Para la elaboración de esta figura, se tomará con delicadeza una vara de mimbre larga y flexible, y se procederá a hervirla durante tres o cuatro horas en agua salada, en una proporción del 15%. Después, se tomará al lienzo en que vayamos a trabajar, asegurándonos de que haya sido lavado y preparado con meticulosidad. Se procederá entonces a realizar una serie de golpes largos y lentos sobre el lienzo, procurando que PULSAR 10

|

Pág. 28

queden marcas bien definidas y rojas, pero evitando en todo momento rasgar la superficie. Si así ocurriera, por torpeza o debilidad del material, se interrumpirá inmediatamente la sesión, y no se volverá a trabajar con ese lienzo hasta que las rasgaduras hayan curado. El almendro no debe dar sus flores hasta el último momento, y cualquier mancha carmesí desmejorará gravemente el efecto final. Aunque cada uno es libre de dar a su almendro la forma que uno quiera, yo me inclino por seguir los pasos definidos por Raúl Adrián Marcus en su Tratado de Dermatografía, obra que ya he citado anteriormente en este mi humilde catálogo de figuras. Siguiendo al maestro Marcus, pues, trazaremos dos líneas verticales curvadas grácilmente sea a la izquierda, sea a la derecha; y después de detenernos para comprobar el efecto, limpiaremos el lienzo de todo rastro de sudor y comenzaremos a trabajar en las ramas. Para ello, realizaremos golpes más rápidos y vivos, acelerando nuestro trabajando según nos vayamos aproximando a los brotes, y disminuyendo el ritmo si nos encontramos en las gruesas ramas principales. Así daremos forma entonces a las ramas del almendro, y procederemos al punto a interrumpir la sesión brevemente, y haremos lavar el lienzo primero con agua salada y luego con aceite aromático, de aloe o de almendras. Una vez haya transcurrido un tiempo prudencial, empezaremos a trabajar en las flores. Para ello, sustituiremos la varilla de mimbre por una maroma con hijos, a ser posible con piedrecillas ensartadas entre sus fibras, y con ella golpearemos y azotaremos repetidamente la superficie del lienzo, cuidándonos mucho de no perforarla. De nuevo, si así ocurriera, interrumpiremos la sesión. El propósito de estos golpes suaves pero firmes y continuos es el de romper y quebrar los vasos superficiales del lienzo, provocando así que la sangre se acumule en forma de glóbulos, que intentaremos crear de forma estética, y que estén adecuadamente distribuidos por las ramas trazadas con el mimbre. Procedemos entonces a efectuar pequeñas incisiones, punzantes y delicadas, provocando así que la savia del almendro brote a la superficie en forma de pequeños ramilletes de flores rosadas. De “Lienzos humanos: manual básico de dermatografía” Nicholas Beauxmains Planeta Benefactor, 2230. ***** El torturador me devuelve a mi celda, después de haber trazado en mi espalda la figura XV del libro de Nicholas Beauxmains, maldita sea la zorra que le trajo al mundo, y maldito sea él, por bastardo. A los torturadores les gusta ese libro prohibido, del que yo tuve noticia por primera vez aquí, en esta prisión. Que está prohibido me lo confirmó un compañero de pasillo, que había sido bibliotecario en Edén: incluso he podido leer unas pocas páginas, que un torturador arrojó al suelo después de haberlas usado como envoltorio para transportar su almuerzo. Hasta que llegué aquí, pensaba que yo era un hombre fuerte de ánimo, pero juro que lo que leí en aquellos fragmentos de papel me hizo vomitar. Llevo aquí dos meses, y aún no he encontrado a Sebastián. A veces pienso en lo que será de mí si no lo encuentro: en ocasiones, cuando vago por el patio sin saber que hacer, mirando este cielo sin estrellas que cubre nuestras cabezas, me preguntó que ocurrirá cuando al fin le encuentre, y que es lo que le voy a decir. Me preguntará porque estoy aquí, y yo le diré... Cuando recibí la carta, la carta de Sebastián en la que me contaba que le habían condenado a cadena perpetua en el Yunque de Lucifer, recuerdo que sentí una rabia fría en todo el cuerpo, que me subía desde los dedos de los pies hasta la cabeza, y después bajaba por mi columna vertebral, erizándome el vello de la espalda. La leí varias veces, y luego la estrujé entre mis dedos: me tomé algo fuerte, no estoy seguro de qué era... cerveza con miel, tal vez. O vino especiado de Edén. Luego salí a la calle y contemplé las estatuas de los santos edenitas que se acumulan en la fachada de la iglesia que había ante mi casa, allí en Nova Spes, siguiendo con la mirada sus contornos, deteniéndome en sus facciones, ora suaves y delicadas, ora terribles y rígidas. Los edenitas afirman que su religión tiene muchos santos: ¿quién, habiendo vivido en Edén, podría dudar de tal cosa? Y presidiendo sobre todos ellos, vestido de luz y fuego, orlado de poder y majestad, PULSAR 10

|

Pág. 29

severo y paternal, se encuentra el Pantocrátor, más allá del punto mas alto al que pueden ascender los hombres. En la iglesia que yo veía todas las mañanas, al levantarme y asomarme al balcón, el adusto Dios Padre de la religión de Edén se encontraba tallado en mármol blanco, en la sección superior de la fachada, y sus manos se alzaban desde la piedra para abrirse con las palmas hacia abajo, extendidas sobre la calle. A su sombra estaban de pie, sonrientes y distantes, dos Guardianes de la Paz. Éstos suelen ser jóvenes de buena familia, a los que sus padres envían a servir durante dos años a la Iglesia Inmaculada: no llevan otra arma que no sea un bastón aturdidor, y sus ligeros petos de cerámica dejan a la vista las livianas túnicas que son todo su uniforme. Con el sabor del vino en mi lengua, caminé hacia ellos tras haber arrojado a la papelera la carta. Les saludé con una inclinación de cabeza, y entré en el templo. Pasé de largo ante las vidrieras que glorificaban las hazañas de San Juan de Terranova, a quien está dedicada la iglesia, y que nunca habían llamado mi atención mas que de forma pasajera. Tomé las escaleras que ascendían las torres, y me crucé con varios sacerdotes, que me sonrieron o me ignoraron, cada uno según su ánimo y disposición. Atravesé la tercera planta, y salí a la balconada: desde allí se podían ver las ventanas de mi casa en Nova Spes, si uno sabía como buscar. Recuerdo que miré hacia arriba y contemplé la barba de la grandiosa estatua, que un artista anónimo había tallado en aquel mármol reluciente, y admiré como se curvaban las manos sobre la calle. Entonces miré hacia abajo, y vi a los Guardianes de la Paz. Me acerqué a la balaustrada y oriné sobre ellos. ***** Llanto por Edén ¡Ay! Ay de ti, Edén el bendito, pues atesoras tus dones y matas a los tuyos, arrojándolos al infierno en vida: no habrá piedad para ti cuando llegue el final. El lamento con que acabará todo: y llorarán tus hijos, y buscarán en balde la luz, y la luz huirá de ellos. Y tus obispos y sacerdotes dirán: ¿qué hemos hecho? Y nadie les responderá por vergüenza, pues grande es el mal que en ti vive –ay cruenta crueldad, de piedad vestida, pues eres como una perla en una corona de espinas: no la adornas, la haces más pesada. “Cantos religiosos de nuestro siglo” Terranova, Ediciones República, 2426 ***** Siendo terrible el dolor que siento ahora en mi espalda, es pequeño comparado con el que me hicieron pasar cuando me arrestaron. Me llevaron inmediatamente a las mazmorras de la iglesia, en el mismo edificio en el que había cometido mi terrible ofensa, y me arrojaron a un pozo oscuro y estrecho, en el que a duras penas podía estar de pie. Allí estuve tres días con sus noches, sin recibir ni agua ni comida. Me llevaron a rastras a un tribunal eclesiástico, y no hablaré de las cosas que ocurrieron allí. Como ya he dicho, eso fue hace dos meses. Al final del pasillo en que se encuentra esta celda hay un corredor poco frecuentado que lleva a PULSAR 10

|

Pág. 30

unas habitaciones vacías y polvorientas, en las que apenas se puede percibir un ligero olor a carne quemada. Al final de esas habitaciones hay un ventanal desde el que se puede ver el interior del planeta Miseria: las cuevas que encierran en su seno a este lugar, el Yunque de Lucifer. He subido hasta allí y ahora estoy contemplando la lejana lava, cuyo fulgor tiñe de rojo las cavernas, y veo como las nubes de azufre brillan, amarillas y tóxicas. Oigo pasos a mi espalda y me giro, pues temo recibir un latigazo en la figura XV de Nicholas, el almendro tallado en mi piel. Es un torturador al que no he visto nunca. Aunque todos ellos parecen iguales, es vital saber distinguirlos por los pequeños detalles que los diferencian: el número de desgarrones en su túnica, su porte, su forma de andar, o por las diversas máscaras con las que se cubren el rostro. El rostro de éste está oculto por varias tiras de cuero atadas en torno al cráneo, y unas gruesas gafas de cristales verde oliva le cubren los ojos. Ni un solo centímetro de su piel queda al descubierto: las tiras de cuero se entrecruzan, y se van sumergiendo bajo piezas más anchas del mismo material, que parecen unidas entre sí con remaches cubiertos de óxido. Ahora el torturador se lleva una de las manos al cinturón y coge un largo látigo de varias colas, formado por cuerdas bañadas en agua y sal: en las cuerdas hay pequeños nudos a intervalos. Camina hacia mí, pero se mantiene a distancia, a unos diez o doce metros. Cuando se levanta las gafas, corro hacia él para abrazarle. Me rechaza de un golpe de látigo y caigo al suelo. Empieza a darme patadas, en los hombros y en las costillas: yo sollozo, mientras me cubro el rostro con las manos, y grito, grito, grito. Pero nadie me responde: ya no puedo contar las patadas que Sebastián, Sebastián mi amigo, Sebastián el preso, Sebastián el torturador (hombre-amigo-torturador) me ha dado, y nadie ha entrado en la habitación. Me ayuda, me obliga a levantarme, y me lanza contra las ventanas de la habitación. Y a través de la sangre que cae sobre mis ojos puedo ver que su piel está marchita y quemada, y que sus dientes están sucios y cubiertos de sarro. Me levanto y me zafo de sus manos. Como gritamos, giramos y aullamos el uno contra el otro, en este cuarto vacío, bajo las nubes de azufre. Sí, sí: gritamos-giramos-aullamos como lobos bailarines, como los condenados al Infierno del Pantocrátor. Sí, sí, giramos y aullamos mientras la sangre brota de mis heridas, mientras mi puño le parte el labio superior y el cuero negro se empapa de sudor. Bailamos, sí, sí. Bailamos, llorando, cubiertos de sudor, bajo este cielo sin estrellas, en este mundo en que Satanás es carcelero y pastor al mismo tiempo, y habla desde los púlpitos. Bajo nuestros pies, las rejillas están secas, pero en toda la prisión las heces y la orina fluyen hacia la lava, donde se desvanecen, como mi sudor, como mi sangre. ***** El clérigo edenita frunció el ceño y echó un vistazo de reojo al torturador que tenía delante mientras leía con concentración el informe. Al parecer, había habido un incidente: uno de los réprobos había atacado a uno de los Torturadores, sin duda guiado por un impulso satánico. Habían luchado y, finalmente, el réprobo había muerto. Llevado por un acceso de terror, el torturador había desenvainado su cuchillo y se lo había clavado al réprobo en las costillas. Luego, aunque había corrido a informar a sus superiores, había sido imposible salvar la vida del preso, a pesar de los esfuerzos de los médicos penales. Aunque estos incidentes no eran excepcionales, había algo en este caso en concreto que lo hacía digno del interés de la Oficina del Archiprelado para la Gestión del Crisol de la Ira del Padre: el torturador y el réprobo muerto se habían conocido antes de la entrada de éste último en el presidio. Sin embargo, los informes de los Torturadores Superiores eran claros: este Torturador en concreto era digno de confianza, y en ningún momento desde su llegada a la prisión había cometido ninguna falta. Era cruel, metódico en sus obligaciones, y nunca se le había sorprendido hablando con los prisioneros de forma contraria al espíritu o la letra marcados en el Libro, en “Martillos de la Fe”. Aún así, el padre Álvaro Sánchez Cristófero dudaba. Había algo... Había algo en su interior que le decía que allí se había cometido un asesinato. Y que el móvil del asesinato había sido la herejía. Es decir, la PULSAR 10

|

Pág. 31

creencia de que matando al cuerpo se aceleraría la llegada del juicio del Pantocrátor (y ahí estaba la herejía), quizá con la creencia de que la sentencia sería diferente a la emitida por la corte de Edén en nombre del Archiprelado. El padre cerró la carpeta, miró directamente al torturador a los ojos, y dijo: -¿Mataste a ese réprobo en la creencia de que el Pantocrátor perdonaría sus pecados y le enviaría al Empíreo? -No, padre. No le maté por voluntad propia. Y el padre Álvaro Sánchez supo que el torturador mentía. Pero aun así lo mantuvo en su puesto.

PULSAR 10

|

Pág. 32

RELATO

Desde la jaula Por Fabio Ferreras Ilustraciónes de Jose María Serrano Chica

Cuando Fabio me presentó este relato, antes de someterse a la tortura de mis correcciones y sugerencias, pensé que estaba ante una gema. Pero me equivocaba, es todo un diamante en bruto. Espero os mantenga pegados a las páginas como a mí.

Uno

U

na tarde de domingo de mediados de otoño, Viviana y Matías me ayudaron a cargar en el auto un par de gaseosas y un montón de tortas fritas, y partimos hacia el parque de la ciudad. El día era agradable y nada nos hizo sospechar lo que estaba a punto de suceder.

Cuando hablo de «nosotros» no me estoy refiriendo a mi familia y a mí, sino a todos ustedes en general, a los que todavía creían, al igual que yo, que no iban a verse afectados por los fatales alcances de la decadencia; y es que el sistema por fin había encontrado la manera de obligarnos a arrojarnos contra nosotros mismos. A veces, acurrucado al fondo de la jaula y sin poder dormir, he llegado a preguntarme por qué tardaron tanto tiempo en implementar este método. El parque no está muy lejos de casa. Llegaríamos en no más de quince minutos. Viviana puso en el estéreo del auto un cassette de clásicos infantiles, el preferido de Matías. Cantamos los tres juntos durante gran parte del recorrido. Matías no dejaba de saltar sobre el asiento trasero al compás de la música, y su sonrisa de dientes de leche parecía adherida a la superficie plateada del espejo retrovisor. Al detenernos en un semáforo, a sólo dos cuadras de la avenida, un adolescente de anteojos negros que cruzaba la senda peatonal extrajo un enorme y manoseado revólver de la campera y nos contempló desde la profundidad de sus anteojos, como si decidiera si valíamos la pena. A veces pienso que ni siquiera nos reconoció. No fuimos merecedores de su atención. El chico siguió caminando como si tal cosa y apoyó el revólver sobre la cabeza del motociclista que había frenado a mi izquierda. Aunque no llevaba casco, de nada le hubiera servido tenerlo. A tan escasa distancia, el disparo resultó catastrófico y ensordecedor. Tanto Viviana como yo observamos la escena de reojo, intentando dar el aspecto de no parecer ni interesados ni conmovidos por el hecho. Infinidad de pensamientos me cruzaron por la mente: ¿por qué habré respetado el semáforo? ¡ya casi nadie lo hace, es demasiado peligroso! no lo mires, Viviana; por favor que no note que lo estamos mirando, pero recién comencé a inquietarme de verdad cuando percibí por el espejo retrovisor que Matías observaba, fascinado, cómo el de los anteojos hacía a un lado al cadáver descabezado y se trepaba a la moto; tú tampoco lo mires, Matías, que allí no hay nada que te interese; mejor no enterarse de algunas cosas y ya tendrías que saberlo porque eres lo bastante grandecito; ¿por qué sigues mirándolo?; ¡ya vas a ver, cuando lleguemos a casa vamos a hablar muy seriamente! PULSAR 10

|

Pág. 33

Pensaba en todo aquello mientras el semáforo se ponía en verde y la moto salía escarbando. El olor a caucho quemado me inundó el olfato. Yo también apreté el acelerador y dejé atrás el cuerpo que se desangraba lentamente sobre el pavimento. Pero no fue el hedor del caucho quemado ni el de la sangre caliente lo que nos arruinó la tarde, sino la implementación del régimen de la jaula. Dos Viviana y Matías permanecieron callados hasta que llegamos al parque. Una vez allí, rodeados por la dorada naturaleza otoñal encarnaba en los árboles desnudos y en las crujientes alfombras de hojas amarillentas, nuestro ánimo cambió y recuperamos la alegría. El recuerdo del motociclista muerto ya había quedado atrás. Nos acomodamos a la sombra de un árbol y abrimos las botellas de Coca-cola y la bolsa con tortas fritas. El parque estaba muy concurrido. Al parecer, no habíamos sido los únicos que habían decidido salir a disfrutar la tarde. Muy pronto el invierno traería consigo las lluvias, las heladas y las tormentas eléctricas. Había gran cantidad de familias desperdigadas entre las arboledas, sentadas sobre manteles o frente a mesas de pic-nic, o simplemente en el césped marchito; había hombres gordos de gorra y camiseta musculosa que apagaban las últimas brasas de un asado ya consumido; había padres e hijos que jugaban al fútbol con pelotas multicolores; chicos que perseguían a sus perros entre gritos, carcajadas y ladridos y, alejados del grupo central y en dirección al extremo oeste del parque, podían divisarse los barriletes que se remontaban con suma dificultad por encima de los pinos y los álamos. El aire estaba muy quieto y condensado, como a la expectativa, y las cruces de papel no conseguían elevarse demasiado. Desde allá abajo, los chicos seguían soltándoles hilo; el aire parecía contener la respiración. La calma concluyó con la aparición de la policía. Llegaron repartidos entre dos autos patrulleros —con la sirena y las luces azules aparatosamente encendidas—, un camión penitenciario y una camioneta sin distintivos, de aspecto poco oficial. Ésta última llevaba en su parte trasera un bamboleante amontonamiento de caños oxidados. Estacionaron en medio del claro, esquivando a duras penas los fogones, los perros y las pelotas de fútbol que se les atravesaban por el camino. Fue todo tan inesperado que muy pocos pensaron en subirse a sus coches para escapar. Algunos lo hicieron, pero fueron los menos. Nosotros tres nos quedamos inmóviles, sentados bajo la sombra del árbol y sin tener ni idea de lo que estaba sucediendo. Viviana me miró fijamente sin decir una palabra, como esperando una aclaración, pero lo único que fui capaz de hacer fue atraer a Matías bien fuerte contra mí, confiando en que no podía pasar nada demasiado grave. —¿Están buscando al de los anteojos negros, papá? —dijo Matías. Tardé un momento en entender a quién se refería. Me pregunté si Matías sabía quién estaba tras esos anteojos negros. Los oficiales descendieron de los patrulleros y comenzaron a dispersarse por el claro, a unos diez metros de distancia. Desenfundaron sus armas. La gente sólo se miraba entre sí, desorientada. —No lo creo, Mati —respondí, con la voz ahogada—. Están buscando otra cosa. Viviana me tomó bien fuerte de mi mano libre, la que no aferraba a Matías. —¿Y qué puede ser? —me preguntó, con sus ojos verdes agrandados por el temor. Temí que la intensidad de su mirada me traspasara la cabeza de lado a lado, como un balazo certero. PULSAR 10

|

Pág. 34

Dos de los oficiales se separaron del grupo y se encaminaron hacia nosotros. Varios más descendieron del camión penitenciario: llevaban escopetas recortadas. —No lo sé; juro que no lo sé —mentí. Por alguna razón empezaba a sospecharlo. Percibí que sólo podía haber una víctima, y que esa víctima tenía que ser yo. Los policías se detuvieron a nuestro lado. Ambos vestían los uniformes azules reglamentarios y llevaban las pistolas apuntando al suelo, pero amartilladas. El más alto de los dos lucía un tupido bigote negro que se sacudió como un cepillo en cuanto comenzó a hablar. —Usted —dictaminó, señalándome a mí—. Va a tener que acompañarnos. —Escuche un momento, yo... —balbuceé. —¡Mi marido no tiene nada que ver! —gritó Viviana—. ¡Y ni siquiera le vimos los ojos; tenía puestos unos anteojos polarizados que le ocultaban la mitad de la cara! Decidí tranquilizarla. Se veía muy alterada y no quería que Mati se asustara más de lo que ya estaba. Nunca olvidaré su carita blanca, despavorida, con una expresión de horror que yo nunca le había conocido, ni siquiera ante la vista del asesinato del motociclista. —Vivi, querida, cálmate; debe haber un malentendido. Cuando sepan que no tenemos na... —No es ningún malentendido, señor —me interrumpió el oficial, alzando un poco la pistola. Sentí que el movimiento oscilante de su bigote me hipnotizaba—. Acompáñenos hasta el claro ahora mismo, si me hace el favor. Le agradecería que no nos obligue a llevarlo por la fuerza. —Se volvió hacia su compañero—. Cabo, conduzca a la mujer y al niño al camión. —Enseguida, señor. El segundo hombre se adelantó un paso hacia Viviana. Hasta ese momento estuve sujetando a mi mujer y a mi hijo, los abrazaba animosamente por los hombros pero, en cuanto el oficial avanzó, fue como si la energía me hubiese abandonado y se escurriera por entre las hierbas del suelo. Los desasí bruscamente, como si acabaran de aplicarme una descarga eléctrica, y me incorporé para enfrentarme con el oficial al mando. Me acerqué a él. —Lléveme. A donde sea —exigí. Escuché a mis espaldas el llanto furioso de Viviana. Matías estaba silencioso. Me resultó imposible mirar atrás, y no sólo porque el policía me esposaba las muñecas y me obligaba a avanzar hacia el grupo del claro, sino porque tuve miedo de haberme resignado demasiado dócilmente. Viviana gritó dos veces mi nombre, y eso fue todo. De la camioneta habían bajado un par de hombres flacos y anodinos, de aspecto mugriento, que fueron hasta la parte trasera y empezaron a descargar los caños oxidados. Un policía se acercó a ayudarlos, equipado con una pala y un martillo, mientras yo me unía al creciente grupo de detenidos. Tardaron aproximadamente media hora en montar la jaula. Tres A todos los demás (me refiero a nuestros familiares y amigos que no fueron a parar a la jaula) los forzaron a subir al camión penitenciario. Entre la multitud introducida a empujones divisé a Viviana y a Matías, en brazos de su madre. Subieron sin quejarse, en un silencio absoluto, como si intuyeran que era inútil protestar. Cinco minutos después el camión se marchó del claro a paso de tortuga, ya que no tenía razones para apresurarse: había cumplido con su misión. Algunos perros lo persiguieron ladrando, PULSAR 10

|

Pág. 35

repentinamente privados de sus dueños. Al igual que los perros, también los barriletes se beneficiaron de una libertad que en realidad nunca habían pretendido; cuando el sol ya rozaba las copas de los árboles se levantó una potente ráfaga de viento que los remontó hasta el cielo del atardecer, haciéndolos perder de vista. Nuestra jaula no era muy amplia, apenas un círculo de unos cinco metros de diámetro delimitado por unos caños clavados al suelo de manera apresurada. No obstante, cuando intenté moverlos no logré desplazarlos ni un centímetro. Estaban profundamente hundidos en el suelo. Éramos alrededor de veinte personas, repartidos entre hombres y mujeres en partes más o menos iguales. También había un par de chicos, un nene y una nena (ésta parecía tener la misma edad que Matías: ocho años recién cumplidos), y fue al tomar conciencia de su desamparo —la nena lloraba desconsoladamente— cuando me obligué a avanzar hasta la entrada de la jaula y llamé al oficial de guardia. —¡Oiga, usted! ¡Tengo que hacerle una pregunta! —le grité, aferrándome con fuerza a los barrotes. Los policías nos habían sacado las esposas al meternos en la jaula, para luego retirarse sin darnos mayores explicaciones. Fumaban sin conversar al borde del prado, apoyados en los capós de los patrulleros. Tenían todo el aspecto de estar esperando algo, nuevas instrucciones tal vez. El oficial se acercó a la jaula; era joven y lampiño y no existía ninguna posibilidad de que alguna vez llegara a lucir el bigote tembloroso del que me había colocado las esposas. —¿Qué quiere? —dijo—. Por si no se dio cuenta, le aviso que aquí estamos llevando a cabo un importante procedimiento policial. Sus preguntas serán respondidas cuando el comisario lo considere pertinente. Llegará en unos minutos. Empezaba a oscurecer y la única iluminación era la luz azul que destellaba en el techo de los patrulleros. —¿Adónde llevaron a la gente del camión? —dije. —Pregúnteselo al comisario cuando... —Oh, vamos, déjese de estupideces —interrumpí, hastiado—; respóndame esta pregunta, es lo único que le pido. Al menos podré decirle algo a los chicos que están llorando allí atrás. Yo podría ir y tranquilizarlos; ni usted ni yo tenemos necesidad de escuchar sus lloriqueos, ¿no le parece? El oficial se quedó un segundo en silencio, considerando mi propuesta, y luego dijo: —Tanto los elementos masculinos como los femeninos fueron devueltos a sus hogares en perfectas condiciones. No estoy autorizado a agregar más nada al respecto, al menos hasta que llegue el comi... Se interrumpió al advertir que un nuevo vehículo estacionaba junto a la jaula. Se trataba de la furgoneta del canal de televisión local. El policía no terminó la frase; corrió a reunirse con sus compañeros, quienes ya se dirigían hacia la furgoneta. Los demás ocupantes de la jaula se agolparon a mi lado, junto a los barrotes oxidados. Alguien me preguntó qué era lo que había estado hablando con el guardia, pero decidí ignorarlo. Lo que hice fue acercarme a los dos chicos, sentarme entre ellos, y pasarles un brazo sobre el hombro a cada uno, atrayéndolos hacia mí como lo había hecho con mi esposa y mi hijo menor esa misma tarde. —No lloren chicos, no lloren; sus papis están bien y pronto los van a venir a buscar. En cuanto a nosotros... —observé a los técnicos del canal que descendían de la furgoneta y comenzaban a instalar el equipo de transmisión. Los dos chicos habían dejado de llorar y se concentraron en mis palabras, con atención infinita—...bueno, a nosotros no nos va a pasar nada malo. Estamos adentro de la jaula ¿no? —Y señalando a los policías con un dedo no demasiado firme, agregué—: son ellos los que se quedaron afuera.

PULSAR 10

|

Pág. 36

Cuatro Varias cámaras de televisión fueron dispuestas de forma perimetral para que el espectador, desde la comodidad de su hogar, pudiera apreciar diferentes tomas del interior de la jaula. Sobre elevados soportes, deslumbrantes focos de iluminación difundían en el prado un resplandor lechoso y eléctrico. Como no tenía reloj, calculé que serían cerca de las diez de la noche. El viento que se había llevado los barriletes se colaba entre los barrotes y nos adhería la ropa al cuerpo. Hacía mucho frío. Enfrentado al ojo ciego de la lente, el presentador del programa se acomodó la corbata, puso el micrófono en posición y esperó la señal del asistente. A su lado se encontraba el comisario, un hombre inmensamente gordo cuya papada le colgaba desde las orejas como una bolsa de grasa que parecía a punto de caerse en cualquier momento. Quizá se le caiga en pleno reportaje, pensé, y la idea me pareció graciosa y horrible al mismo tiempo. Sonreí. También lo hizo la niña, ahora sentada en mi regazo. Su hermanito dormía con la cabeza apoyada sobre mi antebrazo derecho. El comisario acababa de llegar al parque; pidió disculpas por su retraso. Sendas gotas de transpiración le nacían en la línea del cuero cabelludo, justo por debajo de la gorra. Me pregunté cómo podía transpirar con ese frío. Se alisó el uniforme con una mano rechoncha y rosada, y carraspeó impaciente. El asistente de transmisión levantó una mano con tres dedos extendidos. —¡Estamos en directo con el estudio...! —exclamó. Cerró un dedo y dejó los otros dos en el aire, como anunciando una victoria personal. El periodista también carraspeó y se puso en posición de firmes. Parecía mucho más autoritario que el gordo que tenía parado junto a él. Un dedo. Ninguno. —¡En el aire! —Gracias, estudios —pronunció el periodista—. Transmitimos esta edición especial directamente desde el parque de la ciudad, el sitio elegido por las fuerzas policiales como punto de partida para las nuevas medidas de seguridad. Pero dejemos que sean las propias autoridades quienes las expliquen. Tengo a mi lado al comisario... eh... ¿su nombre, por favor? —Soy el Comisario Ezequiel Damasco, de la tercera jurisdicción —dijo el gordo, solemne, mientras la papada se bamboleaba a sólo dos centímetros del micrófono. —¿Podría explicarnos exactamente en qué consisten estas nuevas medidas? —Afirmativo. Se hizo un silencio. La gente de la jaula se removió inquieta, pendiente de la conversación. —¿Y bien —continuó el periodista—, podría explicarlas? —Le dije que sí. —Entonces hágalo. Estamos en directo —dijo el periodista, sonriendo a la cámara. —¿Quiere decir que nos están viendo en este momento? ¿No lo están grabando? —Estamos transmitiendo en directo con la cadena nacional, comisario Damasco. La cámara está a su disposición y puede dar comienzo a su discurso; la gente está aguardando. PULSAR 10

|

Pág. 37

—De acuerdo. —El comisario le arrebató el micrófono al periodista y dio un paso al frente, en dirección a la cámara. Sacó un papel arrugado y lleno de tachones del bolsillo de la camisa; imaginé que sería el discurso. En miles de hogares, a todo lo largo del país, el rostro hinchado de Damasco invadió las pantallas de miles de televisores. Pude imaginar a Viviana y Matías sentados en el sofá de uno de aquellos hogares, en el mío, contemplando la imagen del comisario. Me pregunté qué estarían sintiendo exactamente. ¿Experimentarían miedo por lo que pudiera llegar a pasarme, o miedo por lo que pudiese sucederle a ellos? —Nuestro país está atravesando un lamentable período de guerra civil —recitó el policía—. Que esta guerra no esté declarada no significa que no exista. El crimen se pasea libremente por cada una de las calles de nuestra patria, impune, abusando de los derechos de nuestros ciudadanos, ultrajando sin miramientos a una clase trabajadora que ya bastante sufrimientos tiene que soportar. Estos oportunistas, la lacra completa de nuestra sociedad, los asesinos, los ladrones y los violadores, han sido asimilados por una cultura popular en decadencia. Primero fueron venerados como víctimas de un sistema corrupto y luego se los hizo a un lado, descartándolos como si fueran una rareza que había dejado de ser pintoresca. Se instaló la práctica del «no te metas». Empezó a ser preferible no mirar al vecino mientras le volaban la cabeza de un disparo. El recuerdo del motociclista me cruzó la mente en un parpadeo, dejándome con un amargo sentimiento de culpa. Abracé más fuerte a los chicos, y su calor me reconfortó. —Las fuerzas policiales fueron diezmadas —continuó leyendo el comisario—. En lo más profundo de los barrios suburbanos, las cabezas de los oficiales, cobardemente asesinados, junto con sus galones, armas y chalecos antibalas, comenzaron a ser exhibidas como trofeos de guerra. Nuestra institución fue aniquilada. Lo que ustedes están viendo en este momento —señaló con un gesto a los policías que rodeaban el prado y éstos saludaron a la cámara cuando fueron enfocados— constituye el último resto de un organismo que ya no posee las facultades necesarias para defender y preservar la ley. Ya no podemos combatir el crimen, en ninguna de sus formas. El, ehh... El comisario dio vuelta la hoja y siguió leyendo. —Decía que ya no podemos combatir el crimen, en ninguna de sus formas. Por esa razón, el Gobierno, respaldado por las más altas entidades internacionales, ha decidido implementar una novedosa técnica. Dieron en llamarla «El método de la jaula». Nosotros, como institución policial, somos una parte importantísima del esquema recientemente establecido. Aspiró aire un segundo y continuó la lectura: —Ya no podemos atrapar criminales, es verdad, pero lo que sí podemos hacer es apresar ciudadanos honrados, sobre todo si están distraídos y pertenecen a la clase media trabajadora. Su desprotección es absoluta. Esta tarde apresamos a los primeros y los metimos en esta jaula, debidamente montada para la ocasión. La cámara giró y nos enfocó para que los televidentes se hicieran una idea de la situación. —Claro que esta jaula no es la única, por supuesto —continuó—. En el día de la fecha, esta acción ha sido llevada a cabo en las ciudades más importantes del país. Mañana continuaremos abriendo nuevas sucursales de las jaulas en un número que hasta el momento no ha sido estipulado. Tantas como sea necesario, imagino. Esto último no forma parte del discurso; se entiende que se trata de una apreciación personal. Por el tamaño del papel, era obvio que el discurso estaba llegando a su fin. —De manera que, ciudadanos y vecinos, habitantes de nuestra querida república, ya no pueden seguir permaneciendo al margen de nuestra lucha diaria. El sistema policial necesita nuevos aliados, requiere de toda la ayuda que se le pueda prestar. PULSAR 10

|

Pág. 38

Miró a la cámara y pestañeó. —Por cada criminal muerto que sea traído aquí, junto a esta jaula, se liberará uno, y sólo uno, de los ciudadanos alojados en su interior. Con este discurso me dirijo en especial tanto a los amigos como a los familiares directos de estas personas injustamente enjauladas, y les pido que presten el suficiente interés a mis palabras, en el caso de que deseen que sus seres queridos recuperen la libertad. ¿Acaso merecen permanecer así habiendo tantos asesinos y delincuentes sueltos por ahí? Por supuesto que no, y todos lo sabemos. Por lo tanto, y gracias a la presente, la sociedad toda ha sido notificada del nuevo procedimiento. Su correcta implementación dependerá de ustedes, de su capacidad para permanecer alertas a los crímenes que se cometan a su alrededor, y de su habilidad para apresar estos delincuentes y traerlos hasta aquí, previamente ajusticiados. Recuerden a sus familiares y amigos; son ellos quienes más confían en ustedes. De hecho, es la única posibilidad que les queda. Se giró hacia al periodista como para dar por terminada la entrevista, pero recordó algo más y volvió a enfrentar la cámara. Los pliegues de su papada parecieron volverse locos. —¡Ah, lo olvidaba! El canal estatal transmitirá en directo, las veinticuatro horas del día, lo que suceda en cada una de las jaulas, en un programa rotativo que le dedicará quince minutos de tiempo a cada una. Así que si hay comerciantes interesados en aprovechar los espacios publicitarios... Cinco

Pasó la primera noche. El día siguiente amaneció tan gris y cerrado que los barrotes de la jaula parecían clavarse en las nubes más bajas. Al mediodía nos dieron de comer; nuestra primera comida en cautiverio. El policía lampiño nos acercó unos sándwichs de mortadela rancia. No la habrían aceptado ni los perros que todavía deambulaban por allí. —Que les aproveche —nos advirtió—, ya que no van a tener más en todo el día. Hasta que el canal no consiga esos famosos anunciantes... Compartí mi sándwich con los dos chicos. Resultó que eran hermanos y se llamaban Esteban y Carla. Al principio pensé que yo los había adoptado, pero más tarde comprendí que fueron ellos los que me habían adoptado a mí. No entablé ningún tipo de relación con los demás ocupantes de la jaula, quizás porque ellos eran tan culpables como yo de nuestra situación. Con los chicos era diferente: al menos para mí, representaban la inocencia que habíamos perdido mucho tiempo atrás. La lluvia empezó a media tarde y no remitió hasta bien entrada la noche. Terminamos calados hasta los huesos. Entonces empezaron a aparecer los autos de los curiosos, de aquellos a quienes no les alcanzaba con encender sus televisores y contemplarnos cómodamente instalados en sus cocinas y salas de estar. Y mucho después, casi a medianoche, fueron los otros los que desfilaron por el prado: los ladrones, los delincuentes, los asesinos. Conducían sus coches robados, se burlaban de nosotros y de nuestras precarias condiciones, tomando vino y cerveza directamente de las botellas. Nos gritaron obscenidades. Sus risas no me dejaron pegar un ojo por un buen rato, aunque finalmente logré dormirme. No tuve sueños, lo cual significó un alivio: no habría soportado tener una pesadilla en aquel lugar. Despertarse de ella hubiera significado caer en otra mucho peor: la pesadilla de la jaula.

PULSAR 10

|

Pág. 39

Seis Los días fueron pasando, confundiéndose en mi memoria como amargos terrones de azúcar arrojados a un café denso y oscuro. Algunos de nosotros lograron salir, y aunque me alegro por ellos, me pregunto si habrán podido retomar su vida habitual. La jaula te transforma. Hay un antes y un después de la jaula, y nadie podría negar la verdad de lo que digo. Estuvo el caso de aquel señor mayor, un jubilado, que llegó una mañana con el cadáver de un carterista dentro de una bolsa de plástico negro. El ladrón había intentado asaltarlo a la salida del banco, y el anciano lo había matado de un navajazo. Los oficiales de guardia tomaron los datos pertinentes, redactaron la denuncia y la declaración del viejo, y luego abrieron la jaula. Una ancianita encorvada salió corriendo para abrazarse con su marido y se retiró de nuestra vida para siempre. No alcancé a ver qué hicieron con el contenido de la bolsa de plástico negro. También estuvo el caso de la señora de ruleros, cincuentona, que llegó con dos ladrones muertos en el maletero del auto. Los había descubierto entrando por la ventana de su cocina justo cuando llegaba de hacer las compras. Los acribilló a tiros allí mismo; desde el día de la inauguración de la jaula llevaba siempre su arma encima. Dejaron en libertad a su hija (una adolescente un poco alocada que no pareció muy conforme con la idea de abandonar la jaula), no sin antes concederle a la señora un vale por un rescate extra, ya que recuperaba a un solo familiar y había liquidado a dos criminales. Tenía un punto a su favor. La hija le propuso regresar a la jaula y quedarse un par de semanas más, pero su madre fue terminante: no pensaba malgastar el vale extra de manera tan tonta. —Además, quizá encierren al estúpido de tu padre. Será un estúpido, pero es el que trae el dinero a casa, ¿entiendes? —explicó la señora. A los dos ladrones los enterraron entre los árboles, justo donde terminaba el claro en el que se asentaba la jaula. Un par de fosas presuradas y santo remedio. Habrá sido una semana atrás cuando apareció una atractiva mujer de mediana edad, rubia y delgada, que fue directamente a hablar con los guardias. No miró en nuestra dirección. Escuché un chasquido en la garganta del hombre sentado a mi lado, casi al fondo de la jaula. Advertí que transpiraba profusamente, que abría y cerraba los puños, con los ojos cerrados. Supuse que se trataba del marido. O el amante. O el concubino. O lo que fuera; al tipo se lo veía muy angustiado. La mujer había venido para pedir consejo: tenía un familiar alojado en una de las jaulas de la ciudad —aunque no especificó en cuál—, y no sabía cómo recuperarlo. El comisario Damasco (solía llegar para pavonearse un poco frente a las cámaras) le echó una mirada apreciativa, pareció gustarle bastante lo que vio, y se rascó pensativo la papada. —Bueno, señora... —empezó. —Señorita. El tipo sentado a mi derecha se sobresaltó, y un leve gemido escapó de entre sus labios. Entonces supe que era el marido. —Señorita, disculpe usted —continuó el comisario—. Dadas las circunstancias que me describe, no me queda otra opción que comunicarle que nosotros, como oficiales de este vapuleado organismo policial, no estamos aquí para orientar a los ciudadanos en busca de consejo. Nuestra misión es la de cuidar la seguridad de los detenidos. Pero, considerando que el suyo es un caso excepcional, podría aconsejarle que se busque alguna forma sutil e ingeniosa de atrapar a un delincuente por cuenta propia. —¿Por ejemplo? PULSAR 10

|

Pág. 40

—Usted podría, ya que estamos, salir a recorrer el barrio como Dios la trajo al mundo, desnuda quiero decir, a altas horas de la noche, con un arma blanca escondida en algún sitio a su elección, aguardando la llegada del violador quien, presumo, no dejará pasar semejante oportunidad —y el comisario le echó un buen vistazo—. Luego del altercado nos trae el cuerpo, o en su defecto el miembro que haya podido amputar, y nosotros registramos la autenticidad del acto y liberamos a su familiar. Por supuesto que esto que le digo no es más que una sugerencia; nadie la obliga a usted a nada, y en eso consiste la justicia del método de la jaula. ¿Alguna pregunta? La mujer se fue sin decir palabra, perdida en sus pensamientos. Mientras caminaba se iba desabotonando la blusa. Su marido no abrió los ojos durante la conversación, aunque era obvio que lo había escuchado todo. Me pareció oír que murmuraba algo así como: «rápido, rápido, que ya no soporto más estar aquí...», pero no puedo asegurarlo. La mujer todavía no volvió. Los padres de Esteban y Carla aparecieron ayer. Traían consigo un hombre amordazado. Tenía las manos atadas a la espalda con cinta de embalar, y un chichón de feo aspecto en la cabeza. Estaba vivo. —El detenido tiene que ser entregado en condición de cadáver —objetaron los policías. La pareja se miró entre sí, angustiada. Fue el marido el que dijo, en un susurro casi inaudible: —Pero es que nosotros no... no podemos matarlo. —¿Cargos? —¿Perdón? —Que cuáles son los cargos —dijo el oficial—. ¿Se trata de un ladrón, un chantajista, o un corruptor de menores? —Es un infractor de tránsito —dijo la mujer. Sus ojos no se separaban de Esteban y Carla, que dormían entre mis brazos. —De acuerdo. Aquí tienen un arma —el policía extrajo la pistola de la funda y la ofreció, diligente—. ¿Quién de ustedes va a hacerlo? —¿Hacerlo? —preguntó el hombre, blanco como la tiza—. ¿Se refiere a quién de nosotros va a matarlo? —Afirmativo. Los ojos del infractor de tránsito iban de un lado para el otro, como si siguieran un partido de tenis transmitido en cámara rápida. Mascullaba algo tras la mordaza. El marido aceptó el arma, pero se la pasó a su mujer. Ésta la tomó, la sopesó, intentó alzarla con cierta dificultad, y la dejó caer al suelo. La pistola se disparó con el golpe y la bala, milagrosamente, fue a dar entre las cejas del infractor de tránsito. Cayó muerto en el acto. —Perfecto —dijo el oficial—. ¿Podrían señalarme al ser querido que han venido a liberar? El marido avanzó hacia la jaula (su esposa no se movió; parecía incapaz de reaccionar), se detuvo junto a los barrotes, y nos señaló a nosotros tres. —Esos son mis hijos. Los dos chicos —dijo. —¿Dos? —el oficial parecía confundido—. Ustedes acaban de colaborar con un único criminal. Me temo que van a tener que elegir a un solo chico. —¡Eso es una locura! ¡No puedo hacer distinciones entre mis hijos! —Lo siento mucho, pero son las reglas. Tráigame dos criminales y yo le hago entrega de sus dos PULSAR 10

|

Pág. 41

hijos. El marido empezó a decir algo más, pero de golpe se contuvo. Miró a su alrededor, notó que él y el oficial estaban relativamente solos (los demás policías comían pizza dentro de los patrulleros), y entonces introdujo la mano en un bolsillo. Sacó la billetera. —Escúcheme —dijo en voz baja—. ¿No podríamos arreglarlo de alguna forma? —empezó a separar un par de billetes del resto. Habló sin mirar al policía a la cara—. Acá tengo algo de plata que no ando necesitando; a lo mejor a usted le viene bien. —¿Me está sobornando? —se escandalizó el oficial mientras estiraba una mano hacia los billetes que le ofrecían—. ¿Realmente cree que puedo dejarme corromper tan fácilmente? La institución policial está considerada como una de las más honradas entre... —empezó a decir mientras tomaba el dinero y se lo guardaba en un bolsillo, pero nunca pudo terminar la frase. Se escuchó un fuerte estampido y la gorra azul le voló de la cabeza, al igual que gran parte del cuero cabelludo y caja craneana. Para cuando llegó al piso estaba tan muerto como el infractor de tránsito amordazado. Incluso más. La mujer se acercó a su marido con la pistola humeante colgando de una mano. Se abrazaron. De repente comprendí lo que iba a suceder, así que sacudí a los chicos para que se despertaran. —Vamos, Carla, Esteban —dije—; papá y mamá vivieron a buscarlos. Se vuelven a casa. Ambos me contemplaron pestañeando, sin entender lo que pasaba. Los policías salieron apresurados de los coches patrulla, a los gritos, desenfundando sus armas mientras corrían. En el interior de la jaula el silencio era absoluto; todos contenían la respiración. Imaginé que algo muy parecido le estaría sucediendo a los que presenciaban el desarrollo del altercado por televisión. —Aquí les entrego a otro criminal. Delito de corrupción —anunció la mujer cuando llegaron los policías. Señaló el cadáver con el cañón del arma, indiferente a las pistolas que le apuntaban—. Lo descubrí en el momento justo en que aceptaba un soborno por parte de mi marido. Si le revisan el bolsillo de la camisa podrán encontrar la prueba. Además, estoy segura de que alguna de las cámaras que hay por acá tiene que haber captado la escena. —Se enfrentó a la jaula—. Y mis hijos son esos dos chicos que están allí. No hubo demoras. Un par de guardias abrieron la puerta, tomaron a Carla y Esteban de la mano y se los llevaron de mi lado, como si nunca hubieran estado. Antes de irse con sus padres, los chicos dieron media vuelta y me miraron a través de los barrotes. —Chau, tío —se despidieron al unísono. Y luego, cada uno por separado—: Cuando salgas de la jaula vení a visitarnos. Siete Eso fue ayer. Hoy llegó una nueva remesa de prisioneros. Al principio éramos un grupo de veinte, podíamos movernos con cierta soltura. Ahora debemos ser más de cincuenta, lo que habla a las claras del progresivo aumento del índice de criminalidad. No sé si creerle a los rumores, pero hay quien afirma que ya se han construido centenares de jaulas a todo lo largo del país; que las fuerzas policiales ya no alcanzan ni para atrapar a viejitas reumáticas que ni se quejan mientras las arrastran a su nuevo alojamiento. La situación está fuera de control, dicen. No sé si creerles... pero lo cierto es que les creo. Ni Viviana ni Matías vinieron a visitarme; jamás. Hubo veces en que deseé tener noticias suyas, saber si estaban planeando algo para sacarme de aquí, o si sencillamente me habían olvidado y habían decidido borrarme de sus vidas. Tarde o temprano lo sabré, y no logro decidir si quiero averiguarlo. PULSAR 10

|

Pág. 42

Cada tanto pienso en el adolescente de los anteojos negros. Creo que incluso soñé algunas veces con él. El rostro que me observa tras esas gafas es e mío, como tiene que ser. Bueno, veo que aquí llega otra vez el comisario Damasco, con su papada oscilante y su uniforme pulcro y prolijo, con la raya de los pantalones tan marcada como la del cuero cabelludo. Lo acompaña el periodista televisivo, un cameraman, y un ejército de técnicos que empiezan los preparativos de una nueva transmisión. Parece que hay novedades: el comisario se acomoda frente a la cámara y vuelve a sacar el papelito del bolsillo. Sigo sentado al fondo de la jaula, con la espalda apoyada contra los barrotes, y sus palabras llegan nítidas hasta mí: —Me ha sido encomendada la difícil tarea de mantener informada a la ciudadanía de los lamentables resultados del procedimiento denominado «El método de la jaula.» Ya han transcurrido tres meses desde su ejecución, y me temo que no ha obtenido la trascendencia esperada por nuestras autoridades. ¿Tres meses? ¿Ha dicho tres meses?, pienso, y noto que las mismas preguntas se multiplican en los rostros de los moradores más antiguos. —Evidentemente, el ciudadano común no ha sabido captar la intencionalidad básica del presente método —continúa el comisario—. La delincuencia no sólo no se detuvo, sino que además se ha incrementado de forma casi exponencial. Las personas allegadas a los detenidos no han tenido la valentía suficiente de salir a las calles para luchar contra el vicio y la corrupción. Hay quienes lo hicieron, es verdad, y los honro por su actitud y arrojo, pero han sido minoría. El vecino promedio decidió quedarse en su casa y rehusarse a prestar ayuda; el vecino promedio se olvidó de los familiares y amigos que permanecen encerrados en las jaulas, optando por seguir con sus asuntos cotidianos. Optaron por el olvido. Damasco hace un gesto hacia el grupo de oficiales, y uno de ellos se separa del resto. Lo reconozco enseguida: se trata del policía del bigote negro y tembloroso, el que me separó de Viviana y Matías. Lleva algún tipo de artilugio en sus manos, de aspecto levemente perturbador. Damasco vuelve a enfrentar la cámara y dice: —De manera que, luego de largas y reñidas deliberaciones, se ha resuelto persuadir a la sociedad con estímulos novedosos y categóricos, que la inciten a salir a la calle, enfrentarse a los criminales, y recuperar a sus seres queridos. ¿Está listo, cabo? —Listo, señor comisario. —Abran la puerta de la jaula. Un guardia saca una llave, abre el candado. La puerta rechina al moverse sobre sus bisagras. El oficial del bigote negro entra al recinto y todos los ocupantes se desplazan hacia el extremo más alejado, atemorizados. Ahora que lo tengo más cerca advierto qué es el objeto que lleva, y me sorprendo al descubrir que me parece lo más natural del mundo. —Usted —dictamina el oficial, señalándome a mí—. Póngase de pie. Me incorporo trabajosamente. Por lo que me cuesta hacerlo, podría haber estado meses contra los barrotes, pero tan sólo pasó un día desde que se llevaron a Esteban y Carla. No me he movido desde entonces. Vuelvo a experimentar la extraña percepción de que sólo puede haber una víctima, y que esa víctima tengo que ser yo. —Adelante —digo—. Comencemos. El oficial se acerca. Pone en funcionamiento el artilugio. Un leve aroma a azono inunda el ambiente. Ignoro si proviene de las cámaras, de las luces, o del objeto negro que se acerca a mi piel. PULSAR 10

|

Pág. 43

Me imagino en la pantalla, transmitido a cientos, a miles de pantallas en todo el país. Imagino a Viviana sentada frente al televisor, abrazada a Matías, mientras la electricidad recorre mi cuerpo. Imagino a mi hijo mayor, Fabián, encerrado en su habitación, mirándome fijamente mientras mi cuerpo se sacude en el piso. Lleva los anteojos negros, como siempre. Incluso cuando mira la televisión, como en este instante. Sé que en el garaje de casa hay una moto nueva que nadie compró. Casi puedo ver la mancha de sangre seca que lleva de un lado, por donde cayó el conductor. Aspiro una bocanada de aire y alcanzo a decir, entre estertores: —Ve a buscar a Fabián, Viviana. —Y un momento después, mientras me recupero de mi primer grito—: ¡Ve a buscarlo, ahora! ¡Por favor! ¡QUE NO SE ESCAPE! ¡QUE NO SE ESCAPE DE SU HABITACIÓN, POR FAVOR!

PULSAR 10

|

Pág. 44

RELATO

Lenguaje de Signos Por Igor

Tal vez este relato precise de un poco mas de retoque, pero me disculpareis si lo incluyo así, en bruto. Privilegios de ser el editor, supongo... 8))

D

esde el accidente me despierto solo. Ella se levanta antes, cada día soy un náufrago que encuentra luz detrás de las ventanas, ropa esperando sobre la silla, y un ordenador encendido. Los objetos se repiten cada día, y también lo que esperan de mí. Pero no experimento nada frente a la habitación llena de gestos a medio hacer, de señales de una vida que no es mía. Todo necesita un significado. El accidente en el laboratorio. Recuerdo que en un momento dado el experimento dejó de ser algo bajo control y se convirtió en una amenaza. Nos asustamos, retrocedí de espaldas, resbalé y caí al suelo como un veredicto. Algo se desanudó dentro de mí y me alejó de las cosas, como si una marea me sacara del puerto y me abandonara sobre olas que pasan con indiferencia. No me di cuenta de que el mundo nos habla, hasta que al despertar en el hospital noté que se había callado. Desde entonces el mundo está en reposo, respirando suavemente como si todavía no hubiera madurado del todo. Todo necesita un significado, todo es un conocido de vista por el que no siento apego, todo se parece a mi vida aunque no lo sea. Pero puede serlo: si me levanto, si me acerco al escritorio, si ejecuto los movimientos sencillos con los que comienza cada día: conectar el cable que sale del ordenador a la base de mi cráneo; cargar un programa que lleva mi nombre; cerrar los ojos, como aquel día, y dejar que me llene un suave goteo de certidumbres. Una señal me avisa de que el programa ha acabado ya. Pero lo sé antes de oírla, porque súbitamente me apetece un café, porque la luz del sol me alegra, porque la pereza me hace querer volver a la cama. Porque ella (que no entra la habitación hasta oír la señal porque no soporta no ser nada para mí cuando me despierto) es mi mujer. Me saco el cable; me levanto; la saludo con el cariño renovado por un software escrito a medida; le giro la cara como sé que debo hacer, y la beso en la boca y le digo (le digo una verdad que necesita cien gigabytes) que la quiero.

PULSAR 10

|

Pág. 45

RELATO

Hotel ISS

(Disfrute de sus vacaciones espaciales en la Estación Espacial Internacional) Por Samuel M. Pectax

Bueno, y para variar con tantas cosas serias, uno un poco mas “ligero”, aunque eso si, destila mala leche por todos los poros...

—Ya estás tardando. Eran las doce de la mañana del doce de agosto, Juan sigue en casa, intentando vestir al niño a la par que recibe una regañina del jefe de proyecto por teléfono. —Sí —dice Juan intentando meter el brazo del niño por una manga—, es que le dije a Ana que me llevaría al niño a ver el lanzamiento. —Pues entonces cuál es el problema... —Enseguida, enseguida estoy allí —Vaya con el enano, yo con cuatro años ya me ataba los cordones. —No se te olviden los pases. —No, claro, sí... —Ea, listo. Juan cuelga el auricular. Juan Eximeno era uno de tantos ingenieros que habían trabajado en los diseños de los últimos módulos de la Estación Espacial Internacional (ISS). No tenía obligación de asistir al lanzamiento, lo suyo era el diseño, nada de dinámica; pero todos los demás del equipo de diseño se las habían pirado de vacaciones y le había tocado el marrón, había una incompatibilidad en las uniones de los dos nuevos módulos con el bloque de la estación. La estación hacía tiempo que se hallaba a pleno rendimiento como laboratorio espacial y lanzadera de sondas de exploración al resto del sistema solar. El caso es que varios multimillonarios habían insistido en pagar cifras astronómicas (nunca mejor dicho) por visitar la estación y hacer turismo espacial. Había una cola de espera de varios cientos, así que la Agencia Espacial Europea y la NASA habían llegado a un acuerdo para la ampliación de la estación como centro turístico. Los dos cohetes que serían lanzados hoy a las una y media de la tarde serían la avanzadilla para la construcción de un amplio (en términos espaciales) complejo turístico parásito de la ISS. Los japoneses desecharon el proyecto, no por verlo inviable, sino porque ellos ya estaban construyendo un complejo turístico propio en órbita, en colaboración con el gobierno chino. La nueva carrera espacial había comenzado, guerra comercial entre oriente y occidente. —Papá, quiero ver los teletubbies —dijo el niño mientras su padre lo ayudaba a subir a la parte trasera del coche. —Luego, hijo, todavía no son. Primero vemos el lanzamiento y luego, los teletubbies. —¿De verdad? —Sí, hijo, sí. —Dixie... Lala... —cantaba el niño. PULSAR 10

|

Pág. 46

Juan conduce hasta la base. Al final se escogió La Gomera frente a las propuestas francesa y americana. Entre los humos del precalentamiento se alzan las dos torres de lanzamiento, sosteniendo los dos impresionantes cohetes que llevarán los módulos junto a la estación. Sólo las perspectivas de multimillonaria rentabilidad han podido hacer que se desarrollara un proyecto tan costoso. Aunque lo de lanzar dos módulos a la vez... Sí, hay que cumplir los plazos, pero Juan no ve con buenos ojos la planificación temporal del proyecto; pero eso no es de su competencia, lo suyo era ajustar los diseños a las especificaciones de calidad, no era culpa suya que esos imbéciles se equivocaran con la nomenclatura de los protocolos de comunicación y ahora hubiera que realizar una chapuza en el espacio para poder comunicar los módulos con la estación madre. —¡Papá, los cohetes! —lanzó un gritito el niño; el padre lo observó por el retrovisor, agitando las piernas nerviosamente. —Sí, hijo, sí. —¡Qué grandes! —Sí, hijo. Aunque no son tan grandes como los que llevaron al primer hombre a la Luna. Una pausa. El niño hace un gesto reflexivo. —Papá... —¿Sí? —¿Los teletubbies van en cohete a la Luna? —No creo. —¿Por qué? —Porque viven en el campo. —Nosotros también vivimos en el campo. —No, vivimos en un pueblo. Otra pausa. —Papá... —¿Sí? —Si los teletubbies se mudaran al pueblo. ¿Podría ir con ellos en un cohete a la Luna? —Supongo que sí. —Qué bien. —Hemos llegado. Juan enseña el pase a los guardas de la puerta. No hay periodistas, eso quiere decir que los habrán invitado a todos a presenciar el lanzamiento. Estupendo, los pasillos y la sala de control llenos de capullos periodistas intentando hacer aparecer el lanzamiento como “increíble” o “espectacular”. Aparca, ayuda al niño a bajar del coche, le cuelga un cordel con su pase de acompañante del cuello. —¿Esto qué es, papá? —Es para que no te detenga la policía por creer que estás robando cohetes. —Yo no robo cohetes, papá. —Ya, pero si no llevas pase la poli es tonta y no lo sabe. —Ah, la poli es tonta. —Sí, hijo, sí. Pasan por sucesivos controles donde los guardas les miran los pases. Hay tipos con trajes grises y gafas negras por todas partes; a lo largo de las vallas exteriores y en los controles cercanos a las torres se hallan apostados soldados de diferentes naciones. Juan y el niño llegan a la sala de control, en una televisión está sintonizado Canal Mas, que retransmite en directo el lanzamiento. Juan sienta al niño en un taburete frente al televisor. —Espera aquí, ya mismo empiezan los teletubbies. PULSAR 10

|

Pág. 47

En el televisor, una entrevista al candidato político del PCE, Juan Román García. —La apuesta de las agencias espaciales por la comercialización frente a la investigación da una explicación de sus prioridades. El actual gobierno hace gala una vez más de su incompetencia al apoyar este proyecto —dice el candidato. —¿Qué me dice sobre la dualidad funcional de los módulos? —pregunta la periodista, fuera de plano. —De hecho sobre los actuales módulos no existe dualidad ninguna, son meros alojamientos para turistas —responde el candidato—. La dualidad funcional a la que se hace referencia es tal en cuanto a futuras expansiones, nuevos módulos que supuestamente se instalarán en el plazo de dos años, y que harán viable el uso de la estación como lanzadera de naves tripuladas. Pero todo esto me suena a mí a ciencia ficción, en vista al ritmo con que avanza el hotel espacial de los japoneses. Seguramente las agencias no se puedan permitir la fuga de turistas al complejo oriental, y los proyectos de exploración se anulen a favor de la ampliación de la estación como hotel espacial. Hay que tener en cuenta que actualmente los proyectos de las agencias se subvencionan sólo al 60% con el dinero estatal, y que el resto del dinero proviene de patrocinios privados y de las ganancias del turismo espacial. No dice ninguna tontería, piensa Juan. El niño por ahora se está quieto frente al televisor, pese a no entender nada de lo que dice el tipo que está saliendo. —Aju, papá. ¿Por qué no empiezan de una vez los teletubbies y dejan de poner tonterías de mayores? —Niño, eso no son tonterías. —Sí, papá. El presentador sale a medio plano (se ve que la entrevista era grabada), con las imágenes de las torres de lanzamiento al fondo, una mano en el diminuto auricular wireless del oído derecho, la otra en el enorme micrófono que empuña de forma aguerrida. Explica al público con aires didácticos: —Ésta era la entrevista al candidato del Partido Comunista Andaluz, perdón, Partido, eh, Comunista Español, Juan Miguel García, sí, perdón, Juan Román García. Como todos, eh, ustedes sabrán, el carácter dual de la estación ha sido cuestionado en más de una ocasión por los partidos de izquierdas, que ven con malos ojos la privatización de la, eh, Agencia Espacial Europea, que lleva..., que está siendo llevada a cabo bajo la, eh, supervisión de la presidencia de la Comunidad Europea. El Señor Aznar, presi..., eh, sí, presidente de la asamblea europea, no ha querido hacer declaraciones al respecto, se ha limitado a afirmar que “Europa va bien”. Sí, vamos a continuación con las declaraciones del delegado, eh, ya, el delegado de la Agencia Espacial Europea para el proyecto ISS, el señor Álvarez Cascos. Conectamos en directo con Yolanda Gómez. —¿Qué opina de las acusaciones del señor García, candidato del PCE, sobre el proyecto de la estación? —suena una voz de mujer fuera de plano. —¿Qué estación? —se hace el gracioso el delegado—-. Je, je. Sí, bien, señorita. El proyecto de la ampliación de la Estación Espacial Internacional se llevará a cabo tal y como se ha hecho público y no se espera ninguna modificación a la planificación realizada excepto en pequeños detalles, tales como, ejem, el arreglo en los protocolos de comunicaciones entre el estándar europea y el americano. En el lanzamiento que se llevará a cabo dentro de pocos instantes, ejem, se añadirán dos módulos con carácter turístico, y en los próximos años, se llevará a cabo —Para llevar tanto tiempo en política su vocabulario sigue siendo igual de reducido que cuando empezó, lo que le habrá costado memorizarse lo que tiene que decir—, ejem, la ampliación del complejo turístico así como las instalaciones, ejem, de cara a hacer funcional la estación como lanzadera de naves tripuladas. —Entonces afirma... —empieza a decir la periodista, pero el delegado le interrumpe. —Cómo sabrá, ya se llevan a cabo lanzamientos de sondas a los planetas del, ejem, Sistema Solar. —Sí, sabía que se llevaban a cabo —dice la periodista con sorna el latiguillo del político—. Entonces afirma usted que no se modificará el proyecto de exploración. —Ejem, sí —dice el político, aún a sabiendas de su mentira. PULSAR 10

|

Pág. 48

—Mentiroso —comenta Juan, ante la perplejidad del niño—, si ya nos están haciendo redactar un proyecto alternativo. —¿Es malo, papá? —dice el niño, refiriéndose al político. —Sí, hijo, sí... Muy malo... En esos momentos saltan las sirenas, algo no va bien. Luces rojas por doquier, los operadores saltan de sus puestos y corren de un lado a otro. —¿Qué pasa? —le pregunta Juan a un operario de lanzamiento. —No sé, creo que hay disparos fuera. Un grupo de terroristas abertzales se ha colado en el complejo, cargándose a dos marines y un soldado francés, para ser posteriormente abatidos por un legionario español. Juan asiste en la gran pantalla de la sala de operaciones a la detonación de un artefacto cercano a la torre sur; en la televisión su hijo asiste a una loca carrera de Yolanda y su cámara por llega al lugar del tiroteo, en las vallas de la zona sudeste, cerca de la torre sur. El cámara enfoca al legionario que apunta a uno de los tres terroristas abatidos. El cadáver está tirado en el suelo, con los sesos desparramados por un disparo certero en la cabeza. —Soldado, ¿qué ha pasado? —grita la periodista entre las sirenas. El legionario gira su arma hacia la periodista, luego vuelve a apuntar alternativamente a los cadáveres mientras espera refuerzos. No sabe si responder a la periodista o no, pero la tentación de aparecer como un héroe en la tele es muy grande. Los operadores están volviendo a sus puestos, las luces rojas pasan a ser amarillas y ya no se oyen las sirenas. —¿Qué ha pasado? —vuelve a preguntar la periodista, metiéndole el micro en los morros al legionario. —Los vi saltar y cargarse a los marines. Tanto marine iuesei, tanto marine iuesei, y luego son unos mierdas, tres niñatos con pistolas y mira. Me acerqué a cincuenta metros y mientras me disparaban, y fallaban, no saben apuntar más que a menos de un metro y a la nuca... Pues eso, que les fui apuntando y reventándoles sus putos sesos etarras. ¿Esto es en directo? —Sí, soldado. ¿Cómo se llama? —Antonio, Antonio Rodríguez. —Cómo ven —se dirige la periodista a la cámara—, estamos con el legionario Antonio Rodríguez, el cuál ha detenido con valor el sabotaje del lanzamiento por parte de un grupo terrorista no identificado y... El niño se ha apoderado del mando y ha cambiado de canal, en antena una mujer de unos cuarenta años disfrazada de niña de cuatro, debe ser el espacio infantil dónde echan los teletubbies. —Hijo, cambia de cadena —le dice Juan al niño. Pero las luces rojas vuelven y de nuevo los operadores corren de un lado a otro gritándose unos a otros, llega el jefe de proyecto, rojo de ira, pero ni se fija en Juan. Empiezan los teletubbies. —Dixie... Po... —canta el niño con la tele. Uno de los tipos grises suda empuñando un teléfono rojo. Muchos tipos grises hablan por el móvil. Los tipos de camisa y corbata corren con papeles de un lado a otro. —¡Los cazas! ¡Qué despeguen los cazas! —grita el tipo gris por el teléfono de color rojo. “Los cazas, los cazas” macullan los otros tipos grises por sus celulares. El jefe de proyecto se fija en Juan, le saluda. —Esto va a ser duro —le dice. Juan asiente, en la gran pantalla están enfocando un avión de línea comercial. A Juan le parece un Boeing 747, pero seguramente sea el nuevo modelo 7667. Por la televisión la periodista narra incongruentemente el despegue de los cazas en la base de Morón, cambian a planos del presentador que se lleva la mano al auricular y confirma el despegue, como si él pintara algo en la acción. —Morón está demasiado lejos, y hay tres. El que olvida su pasado está condenado a repetirlo —dice el jefe de proyecto. Juan asiente, aunque no entiende de qué está hablando. —El sombrero de Dixie —ríe feliz el niño. PULSAR 10

|

Pág. 49

—No nos queda si no esperar, aquí estamos a salvo —dice el jefe. en la pantalla el avión desciende en altura, se dirige contra la torre norte. Impacta en el suelo a veinte metros de la base, la inercia hace el trabajo; inmensos fragmentos incendiados de lo que son restos del avión chocan contra la base de la torre, un enorme trozo de ala en llamas impacta contra uno de los depósitos del cohete; Mientras la torre se derrumba –a ojos de Juan parece que en la gran pantalla esté sucediendo a cámara lenta, pero no, la aparente lentitud se debe al tamaño de la torre y la lucha de fuerzas y tensiones que en ella se dan cita– el depósito explota, enterrando en fuego el gran cohete. El módulo uno no despegará. El hombre gris le grita al teléfono rojo salpicándolo de babas, Juan se imagina la escena de la cabeza del hombre explotando y cubriéndolos a todos de gris y babas blancas. —Otra vez, otra vez —dicen los cuatro engendros de los teletubbies en la televisión. —Otra vez, otra vez —dice el niño, con una sonrisa bobalicona. —Los cazas han abatido al tercero, ha caído al mar —escucha a un hombre gris decirle a otro hombre gris. —¡Tienen que interceptar al segundo! —esputa el hombre gris del teléfono rojo a todos y a nadie en particular —. No podemos permitir —Juan imagina que puede decir cualquier cosa: “esta agresión”, “este atentado”, “que nos jodan”... Sin embargo lo que el hombre de gris dice es:— que los japoneses nos tomen la delantera. No creo que Schmitt y Gates esperen. Schmitt y Gates son dos grandes magnates que poseen acciones en tres de las cinco multinacionales más poderosas del mundo. Suponían una gran inyección económica al proyecto de la Estación Espacial Internacional. Si su visita turística a la ISS les agradaba prometían una fuerte inversión privada al proyecto por parte de sus empresas. —Están sobre el segundo... —dijo un hombre gris con el rostro colorado como una manzana, pero no de salud. En la gran pantalla aparece el segundo avión, también un 7667, desenfocado. Una ampliación del cuadro y dos cazas se vislumbran a su cola. Uno le lanza un misil que le revienta un ala, pero ya es demasiado tarde, el avión comercial ha enfilado contra la torre sur... —Otra vez, otra vez —dicen los teletubbies. ... y mientras la bola de fuego del ala va devorando a los pasajeros el avión se estrella contra la torre sur, esparciendo los restos del choque en un abanico de cinco kilómetros. Espero que los guardias de la valla sur se hubieran puesto a cubierto, piensa Juan. —Ji, ji, qué divertido, otra vez —dice el niño. Pero se refiere a los teletubbies que están jugando con un oso de cartón en un patinete. Juan le quita el mando y cambia de cadena. —¡Buaa!, yo quiero los teletubbies —llora el niño. —Calla, niño —le ordena Juan. —Esto es asombroso, eh, horroroso, señores —dice el presentador—. Cuando aún estábamos embobado, eh, por la impresión del choque con la primera torre, vemos como unos cazas atacan un avión de pasajeros, que según, eh, nos comunican se disponía a estrellarse contra la segunda torre. Eh, la conquista del espacio ha sufrido un gran revés, señores telespectadores. Conectamos con Yolanda Gómez... eh, perdón, no conectamos, al parecer, eh, nuestro cámara y amigo, Roberto, eh, perdón, Rodrigo López ha muerto en el segundo choque y Yolanda, eh, se encuentra malherida. Repasemos las imágenes... —rremiten las imágenes del segundo choque—... Es tremendo, señores telespectadores, no encuentro palabras... —Es terrible —se le acerca su jefe, abatido. —El que olvida su pasado está condenado a repetirlo —dice Juan. El niño aprovecha el pasmo de los dos adultos para coger el mando del televisor de la mano de su padre y volver a cambiar de canal. —Otra vez, otra vez... —dicen Lala, Po, Dixie y Twinky-Winky.

PULSAR 10

|

Pág. 50

RELATO

Caleidoscopio Por Santiago Eximeno

Hace tiempo que pienso que Santiago es una de nuestras mejores plumas en potencia. No gastaremos saliba en presentarlo. Simplemente disfrutarlo.

H

a comenzado a llover. A través de la cristalera puedo apreciar como las gotas de lluvia caen sobre los viandantes. La mayoría, conscientes de la contaminación, cubren sus cuerpos bajo grandes paraguas transparentes. Otros llevan chubasqueros de diversos colores. En cualquier caso, todos ellos huyen de la tormenta como perros del sol de verano. El cielo gris cubierto de nubes se rasga con un rayo inesperado. Algunos alzan la cabeza más allá de las altas torres de cristal. Yo estoy en una de ellas, una de las cinco torres que se levantan en el centro de la ciudad, con las manos cruzadas a mi espalda, esperando. Como tantos otros, he sido llevado aquí contra mi voluntad. Vienen a nuestras casas por la noche, nos despiertan de nuestro sueño y nos conducen aquí, al pentagrama de cristal. Nos acusan de actos que no hemos realizado, de crímenes que no hemos cometido. Se denominan a sí mismos agentes del orden, representantes del estado democrático en el que vivimos. Nosotros callamos y obedecemos; ¿acaso podemos hacer otra cosa? En el interior de las torres, cuando los altavoces cantan nuestro nombre, correteamos como borregos por los pasillos acristalados y nos dirigimos al cuarto asignado. Es una espera tensa, casi agobiante. De pronto una voz metálica llama al número seiscientos mil cuatrocientos doce. Yo soy el siguiente. Disimulo mi sentimiento de inquietud observando a través de la ventana la evolución de la tormenta. Recortada contra el horizonte, la silueta de la ciudad parece ajena a la lluvia que cae. Espero. Y no termino de tranquilizarme. I – EL ACCIDENTE Las llantas derraparon en la carretera empapada de agua de lluvia y el vehículo se deslizó sobre la calzada, invadiendo el carril contrario bajo el escrutinio asombrado de decenas de luces. Tras recibir el impacto de un turismo de color rojo, uno de los neumáticos delanteros estalló y el coche derivó hasta el quitamiedos, arrastrándose sobre él durante varios metros al tiempo que la portezuela del conductor se combaba hacia el interior. Cuando el vehículo se liberó del abrazo metálico una camioneta blanca, aullando su temor a la colisión mediante el claxon, lo golpeó de frente con violencia. La carrocería del turismo se vino abajo como si de un acordeón se tratara, y el cristal del parabrisas saltó en pedazos cuando el cuerpo mutilado de un niño lo atravesó. En el interior, el cinturón de seguridad evitó que el cuerpo del conductor impactara contra el volante, pero su acompañante no tuvo tanta suerte. Sus piernas se fractuPULSAR 10

|

Pág. 51

raron al instante y su rostro se estrelló contra el salpicadero dos veces antes de retornar su cuerpo a su posición original. Después, durante unos segundos reinó un silencio inesperado, dramático. El cuerpo del niño estaba tendido sobre la calzada, luces rojas danzando sobre su cadáver. Uno de sus brazos había sido seccionado a la altura del codo, su rostro era una masa informe de sangre y huesos. La mujer sentada en el asiento del acompañante presentaba múltiples facturas en todo el cuerpo y sangraba profusamente por la boca. Sus ojos estaban cubiertos por más sangre que manaba de diversas heridas en su cabeza y tenía la mirada vidriosa, fija en un punto más allá del inexistente parabrisas. El hombre jadeaba, dolorosamente consciente de las fracturas de sus costillas. Pero seguía con vida. II – EL VEHÍCULO La carretera, que serpenteaba entre bosques de grandes pinos con sus copas cubiertas de nieve, llevaba hasta la cumbre de la montaña. El automóvil, gris metalizado provocando destellos bajo el sol del amanecer, se deslizó sobre la balsa de hielo que se había formado sobre el asfalto con la majestuosidad de un cisne. La superficie helada se quebró bajo los neumáticos y diminutas esquirlas de hielo se abalanzaron sobre la carrocería. Al contacto con el calor que desprendía el vehículo se transformaron en brillantes crisálidas, de las que surgieron las más vistosas criaturas que mi imaginación podía concebir. Mariposas de alas translúcidas talladas en brillante cristal revolotearon alrededor del vehículo, que permanecía extrañamente inmóvil, y después alzaron el vuelo hacia la cumbre nevada, fundiéndose ante mis ojos en una asombrosa amalgama de luces y música. III – EL ESQUIADOR Un esquiador ataviado con un brillante mono rojo descendió por la loma de la montaña, cubierta de nieve blanca que se deshacía bajo sus esquís, y se detuvo a pocos centímetros de donde yo me encontraba. Inspiró una gran bocanada del aire gélido que nos rodeaba, exhibió una sonrisa perfecta, y me ofreció un cigarrillo. Lo acepté devolviéndole la sonrisa y le di una larga calada al cigarro. El humo inundó mis pulmones con delicadeza, con la suavidad que ofrece el tabaco rubio liado y prensado en mi país, y disfruté de su hermoso olor, de su atrayente textura, de su sabor. Di otra calada y me encaminé hacia la estructura de madera que hacía las veces de refugio de montaña, sintiéndome mucho mejor físicamente que en toda mi vida.

IV – LA MUJER Ella sonreía mientras descendía por la larga escalinata de mármol. A ambos lados de la escalinata, suspendida en el aire, se extendían hileras de enormes árboles de ramas frondosas, repletos de una incontable variedad cromática de frutos y flores. La mujer, vestida con un camisón de seda blanco y unas sencillas zapatillas, portaba en sus manos una copa, un cáliz de plata. Supe en mi interior que aquel líquido contenido en la copa me devolvería la vitalidad perdida y me rejuvenecería. Me despojé de mi cota de malla, caminé hacia ella esbozando una sonrisa y tomé de sus manos el mágico recipiente. Lo llevé a mis labios y sentí en la garganta su delicioso sabor, su frescor incomparable. Y entonces... entonces...

–Ya puede abrir los ojos, señor –dice la voz. Conmocionado aún por la carga emocional que las imágenes han impregnado en mi cerebro, abro los ojos y trato de incorporarme en la camilla sin éxito. Miro a ambos lados, todavía confuso y mareado, y veo PULSAR 10

|

Pág. 52

a mi alrededor a una docena de personas que despiertan torpemente de la sesión. Soy consciente de que esta escena se repite en este instante en una multitud de cuartos cercanos al que yo me encuentro. –¿Ha terminado? –murmuro. Siento la boca pastosa. –Su sesión ha concluido, señor. –Claro – respondo, intentando sin éxito recordar en qué ha consistido la sesión. Dos hombre uniformados me acompañan hasta la puerta, sosteniéndome por los brazos. Salgo a la calle con un ligero mareo, pero desaparece a los pocos minutos. Algunas personas me miran de reojo, con aprensión. No albergo ninguna duda de que en alguna otra ocasión han sido ellos los que han salido del edificio y nosotros los que les hemos dedicado esa mirada mezcla de reproche y compasión. Mientras me dirijo hacia mi casa enciendo un cigarrillo. No recuerdo haber comprado el paquete y la marca no me resulta familiar, pero sabe condenadamente bien. Pienso en la sesión. Nos dicen que se trata de una implantación de información necesaria para nuestras vidas, como códigos mnemotécnicos, datos de registro y cosas de esas. En realidad ignoro de qué se trata, porque nadie realiza preguntas en esta sociedad. Si varios agentes armados te llevan contra tu voluntad hasta las torres y nadie hace nada por evitarlo, ¿qué esperanza te queda? Quizá modifican nuestros parámetros mentales, convirtiéndonos en borregos obedientes. Es otra de las teorías que algunas facciones propugnan, aunque reconozco que no parece muy real. La violencia sigue estando muy presente en nuestras vidas, los delincuentes no han desaparecido de las calles, y todos los días muere alguien en directo por los canales de televisión. Me detengo un momento en un puesto ambulante, colocado estratégicamente bajo una de las pantallas de información, para comprar un perrito caliente y una bebida. Me decido por un zumo de frutas que no he probado antes, con un envase diferente y un atrayente color rosado. Está deliciosa. Me dirijo a mi casa, donde mi mujer me estará esperando, preocupada. El paseo me reconforta, me hace sentir joven y lleno de vigor. Al llegar veo mi viejo automóvil aparcado junto a la entrada. Hace tiempo que quiero deshacerme de ese trasto, comprarme uno nuevo. Quizá hoy sea un buen momento.

PULSAR 10

|

Pág. 53

RELATO

Cromosoma cuatro Por Luis Vinatea

Vamos a rizar el rizo...

I

A

rthur Eliot era un perfecto nerd. Su baja estatura llamaba la atención cuando circulaba en medio de la muchedumbre de científicos de los más diversos países que habían acudido a la reunión de Boston. Cuando subió al palco del salón de conferencias del lujoso hotel Hilton, como buen nerd que era, tropezó en el último escalón y cayó aparatosamente regando por toda parte los papeles que llevaba. Dos personas que se encontraban en la primera fila corrieron apresuradamente para ayudarlo a levantarse. El rubor de Eliot pasó a confundirse con sus rojizos cabellos cortos y lisos. —¡Pido mil disculpas, señores! —sonrió Eliot, avergonzado—. No sé por qué mis padres no se preocuparon en darme genes de coordinación motora más “sofisticados”. Los presentes rieron. Algunos murmuraron. Otros dormían. Eliot, en el fondo, maldecía el incidente. —Como todos sabemos —prosiguió Eliot, limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano—, un virus letal está acabando con la raza humana. Somos afortunados por no habernos muerto todavía. Nuestra condición privilegiada, tal como lo sugirió el doctor Amat antes de sucumbir a esta terrible enfermedad, puede deberse a una eventual resistencia genética, probable herencia de los tiempos en que aún vivíamos bajo la influencia de la selección natural. Casi toda la platea estaba atenta y en silencio. Los dormilones ya habían despertado y se esforzaban por averiguar lo que se habían perdido. —Hace poco más de 300 años nos volvimos inmortales —dijo Eliot, con el tono de voz más grave—. A mediados del siglo XXII nuestros padres decidieron librarnos de las amarguras de la vejez, que como todos sabemos, comenzaban a manifestarse a partir de los treinta años de edad, nada menos que con el inconfundible “cansancio de los ojos”. Luego venían, paulatinamente, y sin el menor pudor, los demás achaques: artrosis, osteoporosis, cáncer de próstata, ictus, glaucoma, cataratas, diabetes, presión alta, depresión, cáncer de mama, Parkinson, Alzheimer, etc. Eliot se llevó a la boca un vaso de agua y, para sorpresa de todos, se puso a hacer gárgaras en público. Lo hacía para llamar la atención. Quería que la gente pensara que era un gran científico y, como todos aquellos notables de la ciencia eran, además de ambiciosos, algo excéntricos, él no quería huir a esa regla. PULSAR 10

|

Pág. 54

—Perdón... es que mi garganta anda un poco irritada —se disculpó—. Bueno, por medio de la Terapia de Corrección Genética los llamados “genes deletéreos” fueron extirpados de nuestro genoma a través de la arcaica técnica de manipulación citogenética, que en aquellos tiempos se basaba en el uso de simples sondas moleculares. A partir de entonces pasamos a morir sólo por accidentes o por enfermedades infecciosas raras. Este tipo de mortalidad era tan bajo que la clonación de los individuos muertos restablecía prontamente el equilibrio poblacional. Ahora, sin embargo, no sabemos qué hacer para revertir esta nueva y devastadora amenaza. Toda nuestra moderna tecnología médica se ha mostrado particularmente impotente y estéril... El centenar de científicos que lo escuchaba se encontraba completamente intrigado con el discurso. Al contrario del resto, Thomas Crownkyohnolev, periodista inglés que hace pocos días arribara de Londres para participar del evento, comenzó a pensar en su pasado. Tanto tiempo había transcurrido que ya casi no se acordaba de su infancia ni de sus padres. Sentía mucho la falta de Max, hermano y compañero por más de 300 años. No sería fácil olvidarlo; la verdad es que lo necesitaba como nunca. Él era el único que le hacía ver los errores que acostumbraba cometer gracias a su incorregible ingenuidad. A pesar de la profunda abstracción en que se encontraba, las palabras de Eliot lo trajeron de vuelta al presente. —Lo que estoy tratando de decirles —continuó— es que, al extirpar los genes de la muerte, que como sabemos estaban ubicados en el cromosoma cuatro, extirpamos también los de la reproducción, ligados a los primeros por medio de la pleiotropía. La pleiotropía, ustedes bien lo saben, es la facultad que un determinado gen tiene de comandar simultáneamente diferentes características fenotípicas. La eliminación de los genes de la muerte nos proporcionó la inmortalidad, pero su insospechada pleiotropía nos quitó la capacidad de reproducción. Eliot hizo una nueva pausa para tomar agua. El silencio del recinto luego se transformó en un enjambre de apagados murmullos. Sus palabras habían logrado excitar al público. Los más reacios ya daban señales de impaciencia. —Los recientes acontecimientos —señaló— nos muestran que la muerte del individuo era necesaria para garantizar la supervivencia de todo el conjunto, es decir, de la especie humana. Por medio de la selección natural y el mecanismo de la reproducción nuestro fundo genético era enorme y tremendamente versátil. Teníamos genes para cualquier tipo de eventualidad natural o artificial. Cuando una peste arrasaba una parte de la población, los supervivientes naturalmente inmunes a la enfermedad se encargaban de pasar esta, digamos, “resistencia genética”, a las futuras generaciones. Es por esa razón que prosperamos como especie por más de cien mil años. Ahora, sin embargo, debido a que nuestra aparente eternidad hizo desnecesaria la reproducción, nos encontramos a merced de una posible extinción. Es como si un contrato firmado con la naturaleza hace mucho tiempo hubiese sido roto, y nuestro castigo fuese la completa extinción. Me temo que la única forma de revertir este fatal destino sea por medio del retorno a nuestra vieja condición de mortales... Después de esas palabras, un buen número de los presentes se retiró del auditorio visiblemente contrariados. —Yo sé que algunos no aceptan lo que postulo —suspiró—. Sin embargo, me resta la esperanza de que la cordura tenga la última palabra. La teoría del “Contrato Natural” parte de la siguiente premisa: las especies están constantemente sometidas a cambios ambientales; algunos cambios son tan grandes que la mayoría sucumbe y apenas un pequeño grupo de individuos consigue soportarlos. Los sobrevivientes se reproducen y transfieren a las generaciones siguientes el genotipo que los hace resistentes a estos eventos ambientales. Con el tiempo y, debo subrayarlo, gracias a la reproducción sexual, los genes se mezclan una y otra vez, con la finalidad de abarcar el máximo posible de diferencias genéticas. Cuanto más diferentes los individuos, desde el punto de vista genético, por supuesto, mayores son las oportunidades de resistir a los eventuales caprichos del medio ambiente. Al haber roto el “Contrato Natural” nos hemos hecho merecedores de la extinción definitiva, ya que, conforme sucede con todos los seres de la Tierra, para vivir hay que morir... Eliot se esforzaba en explicar su teoría y Thomas recordaba su pasado. Algunos recuerdos permanecían bien vivos en su memoria. Una tarde lluviosa, hace diez años, llegó empapado al lujoso y confortable recinto de la Ensueños Inolvidables S.A., en las afueras de Londres. A pocos metros de la puerta donde PULSAR 10

|

Pág. 55

paró para escurrirse, una sonriente secretaria lo escudriñaba desde su escritorio. Al apretar un pequeño botón —el único que había en la mesa—, la mujer hizo que el ordenador holográfico se desvaneciese, dando lugar a un acuario virtual esférico, repleto de improbables peces multicolores. —Buenos días, señor. ¿Puedo ayudarlo? —Buenos días, señorita. Deseo información sobre los paquetes promocionales anunciados en el ciberperiódico del último domingo. —Cómo no, señor —dijo la mujer, de forma suave y amable—. ¿Puede darme su nombre y generación, por favor? —Thomas Crownkyohnolev, generación 2150 —respondió. —¿Dirección? —Sector sur, calle catorce, edificio siete, piso 80-C. —¿Holófono para contacto? —Sur-14-2323AXS. —Gracias, señor Crownkyohnolev, enseguida una de nuestras agentes lo atenderá. Mientras aguardaba sentado en un confortable sofá de espuma ultra leve, Thomas observaba detenidamente los innumerables hologramas que brotaban de las paredes, para luego desaparecer como pompas de jabón. De su izquierda surgían imágenes de exóticos paisajes ocupados por personas aparentemente felices. Una de las imágenes hacía alusión a una playa de arena plateada, cuya orilla se dejaba cubrir por una delicada lámina de agua celeste brillante. El cielo era de color azul oscuro, pero razonablemente iluminado por un gran enjambre de estrellas. De la pared del frente surgían más imágenes; esta vez eran escenas de aventuras al parecer muy intensas. En una de ellas un grupo de jinetes vestidos de negro, que cortaban el aire con cimitarras de aspecto singularmente desafiador, perseguía a un hombre enmascarado que iba a caballo llevando a una hermosa joven de piel blanca y largos cabellos castaños. Del fondo de la imagen aparecieron frases cortas escritas con letras de color dorado: “Viva usted también las aventuras del Enmascarado Solitario”. ‹‹Pero, cómo que solitario››, pensó Thomas, ‹‹si la muchacha que lleva detrás lo está abrazando como si fuese una garrapata››. Los anuncios seguían: “Todo esto por apenas 500 jornadas (incluyendo vivencias de sexo y romance.) Aproveche. Promoción por tiempo limitado”. El precio le pareció salado. Quinientas jornadas era prácticamente un año de trabajo. Si bien tenía ahorrados más de tres mil jornadas, gastar un sexto de su crédito durante los primeros días de vacaciones sería lo mismo que repetir el error cometido varios años atrás. Aquella vez se entusiasmó tanto con los vuelos espaciales que casi todo lo ahorrado se le fue en un pasaje de ida y vuelta a la tropical Europa, satélite de la ahora mini estrella Júpiter, planeta modificado hace un tiempo por Ingeniería Planetaria. Esta vez quería seguir los consejos de su hermano: no dejar de experimentar las delicias de los “placeres carnales”. Él se lo había recomendado insistentemente a pesar de que la aventura, además de evaporar todas sus economías, consumiría buena parte del año de vacaciones que todo mundo tenía derecho una vez a cada diez años. Ambos vivían juntos hace trescientos años, desde la muerte de sus padres. En estos tiempos las familias estaban compuestas apenas por hermanos o primos. Como la reproducción ya no era necesaria, las uniones con miembros del sexo opuesto habían perdido sentido. —¿Señor Crownkyohnolev? —llamó la secretaria—. Puede usted pasar, la señorita Virna lo espera. Oficina nueve, por favor. II La señorita Virna era una mujer relativamente callada, demasiado callada para un cargo de vendedora. A pesar de sus trescientos años, aparentaba no más de que veinticinco. Thomas no comprendía por qué una mujer tan reservada ocupaba un cargo así, en donde la locuacidad debería ser la regla. Ya que ella se limitaba apenas a observarlo a través de sus graciosos lentes de media luna, tuvo que ser él quien rompiese el silencio: PULSAR 10

|

Pág. 56

—Me han comentado que uno puede divertirse mucho con los cibersueños que su firma ofrece. —Así es, señor... señor... —Crownkyohnolev... Thomas Crownkyohnolev. —Así es, señor Crownkyohnolev. Nuestros paquetes de cibersueños abarcan todo tipo de experiencias, incluso las llamadas “ancestrales”. —¿Ancestrales? —Sí. Aquellas que sólo nuestros progenitores y todos nuestros antepasados eran capaces de sentir antes del Día que la Muerte Murió. Thomas se quedó pensando por un momento y después sonrió, ruborizado. —¿Se refiere usted... a sexo y romance, tal como consta en uno de sus anuncios? —Exactamente, señor Crownk... Bueno, le aseguro que valen la pena. —¿Usted ya los ha probado? —Sí, y para serle sincera, es uno de mis pasatiempos favoritos. La firma me concede ocho horas de sueños gratis por mes. —Y bueno, hábleme sobre los paquetes anunciados el día domingo. —Ah, sí. Se trata de las promociones de verano. A un precio medio de 500 jornadas usted podrá disfrutar de dos meses de sueño profundo con el programa de su elección. —¿Y qué programas tienen ustedes, señorita Virna? —Tenemos de todo —dijo entusiasmada—. Sería recomendable hacerle primero un análisis de sensibilidad neural para determinar los sectores de su cerebro que presentan mayor posibilidad de estimulación. Si el análisis muestra actividad alfa en el lóbulo frontal, lo más apropiado tal vez sea un paquete de aventuras; si parietal, entonces el paquete cultural puede ser el más indicado. Ya si su región límbica ofrece un buen número de sinapsis con actividad alfa, el paquete de sexo y romance sería mucho mejor... —Bueno, señorita Virna, la verdad es que estoy interesado por este último. Mucha gente me lo ha comentado, me muero por saber de qué se trata. ¿Es posible hacer una prueba? —Claro que sí, sólo que para ello pedimos una garantía de diez jornadas. —¡Sin problemas! —En ese caso, le voy a pedir que me acompañe hasta el laboratorio, señor... señor... ¿cómo me dijo que se llamaba? —Thomas Crownkyohnolev. Thomas siguió a la vendedora y, mientras caminaba por detrás, no pudo dejar de verle el trasero, que le pareció robusto y bien formado. Era la primera vez que reparaba en un par de nalgas femeninas tan visibles, esto gracias a la falda ligeramente ajustada que llevaba, moda nada usual entre las mujeres de la época. La verdad es que poco después del Día que la Muerte Murió, hombres y mujeres pasaron a vestirse de forma indistinta, variando apenas el color y el modelo, aunque este último siempre de acuerdo con la cultura de cada grupo de personas. Después de la prueba Thomas iría comprender el porqué de la extraña ropa. Luego de entrar en un salón grande, iluminado apenas por una tenue luz azulada, Thomas vio decenas de cápsulas transparentes completamente llenas con un líquido anaranjado, en cuyo interior había hombres y mujeres aparentemente inconscientes. Sus cabezas llevaban puesto una especie de casco transparente de donde salían varios cables de colores y grosuras diferentes. Thomas reparó que los cuerpos se encontraban desnudos y que flotaban dentro del extraño líquido en posición fetal. —Le voy a pedir que se desvista, señor. Usted tendrá que entrar en esta cámara de acrílico llena de hidrogel. Antes, empero, le voy a inyectar una droga relajante. —¿No es muy honda esta tina? —reparó asustado—. ¿Si entro, no me voy a ahogar? —No se preocupe —lo tranquilizó Virna—, el hidrogel posee 21% de oxígeno gaseoso. Podrá respirarlo sin ningún problema. PULSAR 10

|

Pág. 57

Thomas sintió cómo el fluido gelatinoso llenaba sus pulmones. Fue entonces advertido de que la prueba duraría entre veinte a treinta minutos. Poco a poco, mientras sentía un suave estopor, todo a su alrededor se fue quedando oscuro. Cuando abrió los ojos percibió que estaba con solamente 16 años de edad y que se encontraba en la escuela, sentado en una carpeta apretada escuchando clases de química. La profesora era una mujer joven y alta, de cabellos castaños claros presos a un gancho de metal. Su rostro era fino y blanco, como sus manos, que parecían adornadas con graciosos dedos de cristal. Vestía una minifalda roja y una blusa violeta semitransparente, con los tres primeros ojales intencionalmente desabotonados. La luz de la mañana que entraba por una de las ventanas hacía con que transbordase lo que había por dentro de la delicada ropa que la profesora usaba. Al reconocer un par de formidables senos de puntas indiscretas, Thomas experimentó una erección espontánea. Era la primera vez que su pene subía a los cielos. Esta escena luego dio lugar a otra, en que él y la profesora se encontraban completamente desnudos al frente de una pequeña mesa iluminada por velas y tiras de incienso perfumado. La profesora, sin mencionar una palabra, se puso de rodillas y cogió con las dos manos el falo de Thomas, que latía rítmica y espasmódicamente. Dirigiendo la mirada hacia arriba, la profesora introdujo en su boca el enrojecido apéndice viril. Thomas cerró los ojos y emitió un demorado gemido de placer. Poco después, otra escena apareció. Esta vez ella se encontraba de cuatro, jadeando como una loba mientras Thomas la penetraba salvajemente. Así permanecieron algunos minutos hasta que una eyaculación inusualmente prolongada descargó chorros de semen dentro del cálido y húmedo vientre de la compañera sexual. Por fin, una nueva escena se formó en su mente: ambos ahora se encontraban recostados —esta vez con ropas— encima de la grama de un vasto campo de hiervas silvestres, cuyo fondo estaba aderezado por un cielo esplendorosamente estrellado. La bella profesora acariciaba sus cabellos y le mordisqueaba la oreja mientras susurraba palabras obscenas. Además de una nueva erección, Thomas pudo sentir que su corazón latía más fuerte, y que la joven que tenía al lado era alguien muy querida, muy deseada, muy amada... Sabía, no entendía cómo, que aquella bella y cariñosa mujer lo era todo para él. Thomas estaba enamorado. A lo lejos, y por encima del verde horizonte de la pradera, Thomas vio que una moto se aproximaba a gran velocidad. Cuando llegó hasta donde ellos, el motociclista se sacó el casco: era Virna. Sin decir ni una palabra, sacó una cajita de su bolso y se la entregó a Thomas. Entonces él abrió el paquete y miró el interior: había una tarjeta de cartulina roja en cuya superficie, con letras amarillas, estaba escrito “Despierta”. —¡Uau! ¿Qué fue eso? —exclamó Thomas, cuando despertó y sacó la cabeza del espeso líquido gelatinoso. —Fue un cibersueño del tipo sexual y romántico —sonrió Virna, revelando una dentadura blanca y perfecta. —¡Dios mío, no sé qué me pasó, pero creo que amo a la mujer que estaba en mis sueños! Lo curioso es que ni sé cómo se llamaba. —No se entusiasme tanto, señor Crownkiny. Acuérdese que fue apenas un sueño. La droga que le inyecté al inicio tiene una sustancia que hará con que olvide que “ama” a aquella mujer. Hacemos esto para que nuestros clientes no pierdan la cabeza por una simple fantasía. —Entiendo —dijo Thomas, en voz baja, sin dejar de reparar que Virna era realmente hermosa... y que tenía un cuerpo decididamente escultural. —Y bueno, ¿qué le pareció la experiencia? ¿Aceptará pasar parte de sus vacaciones con nosotros? —Parte, no... ¡todas las vacaciones! —respondió eufórico. En casa Max le dijo, con todas las letras, que debía estar completamente loco. Un par de meses era lo ideal. Cuatro meses, hasta que era aceptable. Pero, ¡un año entero! Locura. Thomas, sin embargo, estaba entercado. ¿Qué problema había en aprovechar al máximo las vacaciones dentro de un cibersueño? Después de todo, las personas de hoy tenían una eternidad para experimentar toda suerte de experiencias, sean éstas reales o virtuales. Por su parte, Max había decidido invertir sus vacaciones en una expedición recreacional hacía el centro de la Tierra. PULSAR 10

|

Pág. 58

—Max, ¿por qué no me cuentas lo que soñaste en tus últimas vacaciones? —preguntó Thomas. —Me la pasé escuchando conciertos —respondió. — ¡Qué aburrido! —Ni tanto. Sucede que los conciertos estaban ambientados en el siglo XVII. Pude conocer “personalmente” a Bach, Mozart y otros más. Pero eso no es todo: en sueños conocí a Casanova, que me enseñó una serie de trucos para conquistar todo tipo de mujeres. Fue estupendo... III Durante un año entero, Thomas se la pasó sumergido dentro de una cápsula de hidrogel en una de las tantas sucursales de la Ensueños Inolvidables S.A. Había optado por un programa compuesto de sexo, romance y aventura. Soñando, contrajo matrimonio con Rebeca, su amor platónico de la escuela secundaria. Tuvo con ella dos hijos varones y, con la amante esporádica, su ex-profesora de química —que se llamaba Doris—, una hija. Su “vida” consistía en trabajar cuatro días por semana como bioingeniero en una gran corporación internacional, para luego divertirse el resto del tiempo con ambas familias. Practicaba sexo, casi todos los días, con su otra amante, una compañera de trabajo que sufría de ninfomanía. Algunas veces era enviado, por razones de trabajo, a la selva amazónica; otras veces a las profundidades de las junglas africanas. En ciertas ocasiones tenía que luchar cuerpo a cuerpo con feroces caníbales y terribles fieras. Cuando la suerte se lo permitía, salvaba lindas mujeres de las oscuras y tenebrosas florestas. Ellas, perdidamente enamoradas, pasaban también a ser sus amantes. En sueños descubrió una técnica revolucionaria de recuperación genómica, capaz de reconstruir el genoma humano ancestral por entero. Este descubrimiento lo realizó justamente cuando el programa del cibersueño en el que se encontraba creó la hipotética situación en que la humanidad estaba al borde de la extinción, nada menos que por falta de variabilidad genética; con este gran logro se volvió el héroe de la humanidad. Vivía feliz y completamente realizado. Pero el sueño acabó. Al despertar recibió una dosis extrafuerte de drogas especiales para desarraigarse de cualquier sentimiento que por ventura lo mantuviese unido al mundo virtual. Las drogas hicieron rápidamente su efecto y Thomas salió de ahí bastante satisfecho, prometiendo volver dentro de diez años más. Siete años después de sus primeras vacaciones dentro de un cibersueño, una peste natural surgió en el Sistema Solar de forma rápida y espontánea. La peste dejó su marca en el corazón de Thomas al llevarse la vida de Max. El manto frío de la muerte se extendió de forma asustadora; muchas personas morían de un día para otro. La maciza mortandad que arrasaba la población implacablemente no era, definitivamente, el regreso de los genes de la muerte, extirpados del genoma humano en el Día que la Muerte Murió. Lo que realmente estaba eliminando a las personas era el terrible virus negro, llamado así porque quienes lo contraían desarrollaban, además de edemas agudos en la mayoría de los órganos, una intensa pigmentación oscura en la piel. En apenas ocho meses el virus logró diezmar cerca de 80% de los cuatro mil millones de habitantes del planeta. Los supervivientes, ochocientos millones, a pesar de asintomáticos, estaban infectados y sabían que en cualquier momento una de las nuevas mutaciones de este patógeno podía conducirlos a la muerte. El virus negro rápidamente se tornó objeto de pánico debido a los millones de almas que solía llevarse en un abrir y cerrar de ojos. Su virulencia era tanta que antiguas enfermedades, tales como la gripe española y el SIDA, parecían simples resfriados. Resultado de una mutación imposible de ser imaginada, el virus del SPO (Síndrome de la Piel Oscura) tuvo su origen a partir del parvo virus felino, el cual sufrió una drástica modificación genética a causa de una hibridación cruzada con el virus del herpes humano y ciertos fragmentos nucleicos de la bacteria del carbunclo bovino, aquella que una vez fuera usada masivamente en actos terroristas durante el siglo XXI. La inclusión de partes del genoma bacteriano le dieron una característica que para la mayoría de los humanos habría de ser fatal: la reproducción fuera de un ambiente celular. Por medio de este mecanismo, los virus se reproducían por doquier y, a cada nueva generación, centenas de mutaciones afloraban espontáneamente. Cuando una vacuna era desarrollada para un serotipo PULSAR 10

|

Pág. 59

específico de virus, muchas nuevas mutaciones surgían y acababan provocando numerosas muertes más. Thomas era uno de los afortunados supervivientes. Cierta mañana, cuando se encontraba escribiendo una materia sobre los primordios de la biología molecular, él y los pocos colegas que todavía restaban en el DNA News recibieron, con alegre sorpresa, una invitación del Instituto de Genética Avanzada de Boston, Estados Unidos. La reunión en Boston, entre otras cosas, tenía por objetivo discutir la insólita teoría del biólogo australiano Arthur Eliot. La teoría en cuestión defendía que el hombre, al extirpar los genes responsables por la casi olvidada “muerte natural”, había roto lo que él llamaba de “Contrato Natural”. De hecho, desde 2150, año en que el ser humano pasó a morir apenas por accidentes o enfermedades infecciosas raras, la muerte provocada por la vejez y sus consabidas consecuencias pasaron a ser parte de la historia. Cuando Thomas cumplió siete años, en el verano de 2157, sus padres le hicieron saber que él y su hermano pertenecían a una nueva raza de hombres, hombres que, a diferencia de ellos, interrumpirían el envejecimiento corporal a la edad de 30 años y vivirían por tiempo indeterminado. La “Terapia de Corrección Genética” se hizo parte de las políticas públicas de salud de todos los países del globo. En la memorable década del 2150, nada menos que 4 mil millones de niños (de cero a diez años) de todas las naciones del mundo y de las colonias lunares y marcianas, recibieron una vacuna con los llamados “genes inmortales”, que se encargaron de eliminar y sustituir del ADN los genes de la muerte, los cuales parecían “despertar” y volverse activos a partir de los treinta años de edad. Veinticinco años antes de esta fecha (toda una generación), el mundo decidió, durante el Forum Mundial sobre Ciencias de la Vida, de 2125, que todas las parejas que así lo quisieran podían programarse para tener hijos entre 2140 y 2160, a fin de inmortalizar la estirpe de sus familias. Considerando que en aquella época existían en la Tierra seis mil millones de hombres y seis mil millones de mujeres, no fue tan difícil juntar aproximadamente tres mil millones de parejas fértiles y perfectamente aptas para tener descendencia durante aquel histórico período. Fue acordado que cada nación, independiente de su población, podría “eternizar” el mayor número posible de niños, a excepción de países como China e India, que por razones obvias tuvieron que aceptar un número preestablecido por el resto del mundo. Pocos años después de haberse extirpado los genes de la muerte, fue constatado que, al llegar a la adolescencia, los inmortales no desarrollaban caracteres sexuales secundarios. Los científicos concluyeron: ya que la muerte no existía, la perpetuación de la especie, por medio de la reproducción sexual, no era más necesaria. Fue concluido también que los genes de la muerte tenían una estrecha relación con el sexo, posiblemente a través de la pleiotropía, fenómeno poco comprendido en aquella época. Frente a la posibilidad de crear una humanidad, digamos, asexuada, el mundo decidió que los inmortales deberían desarrollar los caracteres sexuales secundarios y disfrutar de los placeres del sexo, a ejemplo de sus padres mortales. Lo máximo que la ingeniería genética consiguió, sin embargo, fue la caracterización del género masculino y femenino, pero jamás se logró encontrar la forma de despertar la atracción entre sexos opuestos. Fue el precio que los inmortales pagaron a cambio de la vida eterna. IV La conferencia de Eliot duró aproximadamente tres horas. Al finalizar, los pocos presentes que restaban se retiraron melancólicamente del auditorio. Thomas se quedó observando como Eliot recogía sus anotaciones y apagaba la pequeña lámpara de la mesita que le sirviera de apoyo durante la charla. Con la impaciencia de los científicos poco acostumbrados al escepticismo de un público demasiado erudito, Eliot exclamó en voz alta: —¡qué sarta de insensatos! —Pienso lo mismo —bostezó Thomas, desde la solitaria penumbra de una hilera de butacas forradas con terciopelo azul. —¿Con quién tengo el gusto? —preguntó Eliot, dirigiendo una lánguida mirada hacia la platea. —Me llamo Thomas Crownkyohnolev, doctor Eliot. Vengo de Londres y trabajo en el... —¿Puedo preguntarle por qué se ha quedado hasta el final de mi conferencia? —interrumpió. —La verdad es que no presté mucha atención en sus palabras, doctor. PULSAR 10

|

Pág. 60

—Bueno, para variar, es siempre así. Entonces, ¿qué lo detuvo, acaso estaba durmiendo? —Soñando, para ser exacto, pero despierto, claro. —Hum. —Una de las partes de su teoría me hizo recordar un cibersueño que tuve hace algunos años. —¿Ah, sí? —Sí. Fíjese que, casualmente, en este sueño llegué a recuperar la secuencia original de los genes del cromosoma cuatro. —Entiendo —dijo Eliot, pero sin mucha convicción, en parte porque todo el mundo sabía que la secuencia original se había perdido, y en parte porque se encontraba algo molesto con la fría e incrédula acogida que su teoría había tenido. —Yo también creo que un contrato ha sido quebrado con la naturaleza. Creo también que estamos irremediablemente destinados a la extinción, a no ser que recuperemos los genes perdidos. —Vaya novedad, señor... señor... ¿cómo dijo que se llamaba? —Thomas Crownkyohnolev. —Ah, sí, ¿de Londres, verdad? Thomas asintió con la cabeza. —Qué le parece, señor Crownkynolini, si lo invito a almorzar y así aprovechamos para que me cuente algo más sobre su sueño. —Muy amable, doctor. Nada me daría más placer. Eliot llevaba los pantalones sostenidos por tirantes de color anaranjado chillón. La basta le quedaba corta y se le notaban los calcetines oscuros a rayas. Al sentarse a la mesa, cogió la servilleta de paño y, para espanto de Thomas, se sonó la nariz a todo volumen. Luego amarró la servilleta en el primer ojal de la camisa sin planchar que vestía. —Así que en usted logró, al menos en sueños, reconstruir toda la secuencia del cromosoma cuatro —comentó Eliot, al mismo tiempo en que devoraba una indefensa mazorca de maíz cocido—. Para haber soñado eso usted debe tener muy buena memoria y excelentes conocimientos de genética molecular. —Hace más de cien años que me dedico a la biología molecular. Sin embargo, tengo que ganarme la vida como periodista en el DNA News... —¿Y se puede saber cómo logró reconstruir las secuencias faltantes del cromosoma cuatro? —preguntó Eliot, algo impaciente. —Ya hace varios años de eso. Lo poco que recuerdo es que cloné la secuencia 384870 del gen FLJ25193 del cromosoma catorce y la introduje al cromosoma cuatro. —¿Cromosoma catorce? —dijo Eliot, dándole unos minutos más de vida a la mazorca que tenía entre los dientes. —Exacto. —¿Por qué justamente del cromosoma catorce? —No lo recuerdo muy bien, pero creo que fue porque descubrí que los genes de la longevidad del cromosoma cuatro eran pleiotrópicos, y que tenían una relación directa con este alelo del cromosoma catorce. —Entiendo —dijo Eliot, no pudiendo disimular que comenzaba a interesarle el sueño de Thomas. —Al dejar activa esta secuencia en el cromosoma cuatro —prosiguió—, pude observar que en el sector AC112657.2 del cromosoma equis, y en sector AC010682.2 del cromosoma ye, se volvían activos los genes AMELX y LOC84664, respectivamente, los cuales, tal como ciertos estudios parecen sugerir, eran los responsables por el apetito sexual en hombres y mujeres. Lo curioso es que ambos genes también resultaron ser pleiotrópicos. —No me diga. PULSAR 10

|

Pág. 61

—Sí. Y fíjese que estos eran responsables por la producción de una proteína que activaba los genes FLJ25193 y CPSF2 del cromosoma cuatro, los cuales, al parecer, tenían algo a ver con las secuencias 26279391, 26279631 y 26280051, responsables por el ensamblaje de la enzima que activa los genes de la muerte. —¿Y? —preguntó Eliot, como esperando que le dijeran que había ganado la lotería. —Y eso es todo, doctor. El resto lo he olvidado por completo. —¡HOMBRE! ¿No se da cuenta de que lo que me acaba de decir puede ser la salvación de la especie humana? —¡Cómo! Pero, si fue apenas un sueño. —Sueño o no, usted acaba de relatarme un proceso de reconstrucción genética jamás imaginado por ningún ingeniero molecular. —¿De veras? El entusiasmo hizo con que Eliot se atorara con un grano de maíz. Para no ahogarse, tosió con tanta fuerza que todos los presentes se voltearon a mirarlo. Thomas, que era tímido, quería volverse invisible en ese momento. Una vez recuperado, Eliot cogió la botella de agua mineral y, de un solo sorbo, se tomó la mitad del contenido. —¿Qué le parece si reproducimos su experiencia en otro cibersueño? —atinó a decir Eliot, ya más recompuesto. —Bueno, por mí no hay ningún problema —sonrió Thomas. —Podemos utilizar la técnica del tercer cerebro para que yo también pueda participar de su investigación virtual. —Bueno, si usted paga ¿por qué no? Thomas y Eliot se dirigieron a una sucursal de la Ensueños Inolvidables S.A. que había en el centro de Boston. Los últimos adelantos en cibersomniología hacían posible con que dos o más personas pudiesen compartir el mismo sueño transfiriendo sus actividades cerebrales para un tercer cerebro, que se encontraba alojado en el cuerpo de un ser vegetal, especialmente creado para ese fin. De acuerdo con las instrucciones de Eliot, él y Thomas deberían encontrarse en un sueño que se pareciese lo máximo posible al ambiente y a la situación en que ambos se habían conocido. A diferencia de la realidad, en que ni el uno ni el otro sabían a ciencia cierta cómo reconstruir los fragmentos perdidos del cromosoma cuatro, Thomas reviviría la fantasía en que era el héroe de la humanidad y que conocía, de hecho, la forma de recuperar el genoma humano ancestral. Ya Eliot sería un periodista científico que había logrado convencer a Thomas para que le diese una entrevista. —¡Qué sarta de insensatos! —rezongó Thomas al terminar la conferencia en que daba a conocer su teoría sobre el “Contrato Natural” —. ¿Así es como me pagan, después de haber salvado la humanidad de la extinción? —Pienso lo mismo —dijo Eliot, desde el vacío auditorio del hotel Hilton. —¿Con quién tengo el gusto? —preguntó Thomas, sin reconocer ni el rostro ni la voz de su interlocutor. —Me llamo Arthur Eliot, doctor Crownky..., Crownskeno... — Crownkyohnolev. —Sí, eso mismo, es que su nombre me es medio difícil. Bueno, he venido de Londres y trabajo en el... —¿Puedo preguntarle por qué se ha quedado hasta el final de mi conferencia? —interrumpió. —¿No se acuerda que por holófono quedamos en que me concedería una entrevista después de su conferencia? —Ah, sí, ahora me acuerdo. —Yo también creo que un contrato llegó a ser quebrado con la naturaleza —añadió Eliot—, y que este atrevimiento nos puso al borde de la extinción. Si no fuese por su notable trabajo de recuperación del PULSAR 10

|

Pág. 62

genoma ancestral, probablemente estaríamos muertos ahora. —Lo curioso es que toda la comunidad científica parece pensar lo contrario, señor... señor... ¿cómo dijo que se llamaba? —Arthur Eliot. —Ah sí, ¿de Londres, verdad? Eliot asintió con la cabeza. —Qué le parece, señor Eliot, si lo invito a almorzar y así aprovechamos para gravar la entrevista... —Muy amable, doctor Crowkylolev, digo, Crownkyohnolev. Nada me daría más placer. Thomas y Eliot llegaron a un restaurante japonés situado en las afueras de Boston. Por donde pasaba, Thomas era holografiado y asediado para dar autógrafos, sobretodo por bellas y jóvenes damas que parecían irremediablemente atraídas por el brillo de su fama. —Así que usted es reportero del DNA News —comentó Thomas, deleitándose con un bocado de sushi—. Para que lo hayan enviado a que me haga una entrevista usted debe tener excelentes conocimientos de genética molecular. —Hace más de cien años que me dedico al periodismo científico. Sin embargo, mi verdadera afición es la biología molecular. —Bueno, ¿y que quiere saber de mí? —Todo, pero principalmente cómo logró reconstruir las secuencias faltantes del cromosoma cuatro —respondió Eliot. —Muy simple, hombre: después de clonar la secuencia 384870 del cromosoma catorce, la implanté y la dejé activa en el cromosoma cuatro. Pude observar, entonces, que en el sector AC112657.2 del cromosoma equis, y también en el sector AC010682.2 del cromosoma ye, se volvían activos los genes AMELX y LOC84664, respectivamente. Lo curioso es que ambos genes resultaron ser pleiotrópicos, pues eran responsables por la producción de una proteína que activaba los genes FLJ25193 y CPSF2 del cromosoma cuatro, los cuales estaban directamente relacionados con las secuencias 26279391, 26279631 y 26280051, responsables por el ensamblaje de la enzima que activaba los genes de la muerte. —¿Y? —balbució Eliot, completamente apoderado por la ansiedad. —Lo noto alterado, señor Eliot, ¿está usted bien? —Estoy bien, doctor, lo que pasa es que sus palabras me han emocionado profundamente. No todos los días a uno le toca entrevistar alguien tan importante como usted, sobretodo alguien responsable por la salvación de la especie humana. —Bueno, hombre, pero si no es para tanto. —¿Podríamos continuar con su relato, doctor Crownkiño? —solicitó Eliot, haciendo un esfuerzo sobrenatural para no estallar de emoción. —Claro. ¿Dónde estábamos? —En que los genes FLJ25193 y CPSF2 del cromosoma cuatro tenían algo a ver con la enzima que activa los genes de la muerte. —Exacto. Sucede que los genes de la muerte se encargaban también de ensamblar la proteína AVBG67679, la cual, por extraño que parezca, activaba los iniciadores de la polimerasa XY78, responsable por la síntesis del fragmento CTCCTCTCCC, el cual tiene por objeto codificar otro iniciador, esta vez el del gen que estimula la actividad de los cromosomas sexuales masculino y femenino. Como usted ve, todo esto parece una tremenda ensalada de verduras... —¡AHORA ENTIENDO! —gritó Eliot, fijando la mirada en el vacío, como si estuviese viendo todo el desenlace de la revelación que Thomas le acabara de hacer—. Es imperativo que pruebe esta hipótesis en el laboratorio. —¿De qué habla? El procedimiento de reconstrucción genómica ya fue probado, y con excelentes resultados por cierto —exclamó Thomas. PULSAR 10

|

Pág. 63

—Discúlpeme, doctor Crownikín, me refería a la otra realidad. —¿Qué realidad? —Olvídelo, doctor. V Antes de someterse al cibersueño, Eliot había dado órdenes estrictas para que lo despertaran antes de que Thomas. De vuelta al mundo real, pidió que las sinapsis de su compañero fuesen devueltas al cerebro original y que lo dejasen soñar por un par de meses más. Transcurrido ese tiempo, los técnicos de la Ensueños Inolvidables S.A. recibieron un pago extra para borrar de la memoria de Thomas todos los recuerdos sobre el sueño que tuvo hace varios años, y también todo lo que hizo y conversó con Eliot durante su estadía en Boston. Tres años después, Arthur Eliot se dirigía con una gran escolta hacia el edificio de las Naciones Unidas, en Washington. Más de cien mandatarios de todo el mundo habían acudido para entregarle, ese día, el premio “Héroe de la Humanidad”, por la increíble proeza de haber reconstruido el genoma humano ancestral, que hizo nuevamente posible la reproducción sexual y, así, el aumento y expansión de la variabilidad genética de la especie. Los sobrevivientes de la peste negra habían logrado pasar a su descendencia los genes de resistencia a tan terrible patógeno. Los bebés ya nacían con inmunidad natural y la población del planeta comenzaba a dar señales de crecimiento, lo cual llenaba de esperanzas al mundo entero. —Es para mí una gran honra recibir este importante premio —dijo Eliot, firme y de frente al numeroso público—. Imposible no dedicar esta victoria a la ciencia y a todos aquellos que no consiguieron sobrevivir a la arrogante miopía de nuestros padres. Ojalá que la historia saque provecho de estas páginas negras y haga lo posible para que la generación que está llegando no cometa los mismos errores del pasado. El discurso de Eliot fue interrumpido momentáneamente por un estruendo de aplausos demorados. Todos los presentes estaban de pie. Las luces de las cámaras holográficas no paraban de pestañar. —Antes del Día que la Muerte Murió —continuó—, varias hipótesis intentaron explicar el porqué de la muerte del hombre y de los seres vivos en general. Desgaste de tejidos y órganos, velocidad e intensidad metabólica, radicales libres, acumulación de desechos, descontrol del sistema inmunitario, errores genéticos, mutaciones desfavorables, antagonismo pleiotrópico y otros más, fueron las explicaciones más plausibles. La muerte era encarada como algo absolutamente natural, así como la extinción de las especies. Tanto muerte como extinción encajaban perfectamente en el rompecabezas de la evolución. Como dijera el legendario August Weismann, con relación a esto: “La existencia ilimitada de los individuos sería un lujo sin el correspondiente beneficio evolutivo.” Un nuevo estruendo de aplausos se dejó sentir en el recinto. Otra lluvia de luces hizo brillar la escuálida figura de Eliot, que permanecía callado, ahogado en su propia vanidad. —Algunas hipótesis que explicaban la muerte de los hombres resultaron ser verdaderas, otras no. Las verdaderas tuvieron que ser amenizadas y hasta eliminadas por medio de la Ingeniería Genética, como fue el caso, por ejemplo, de los radicales libres y el desgaste de los tejidos... Más aplausos y más holografías. —La inmortalidad fue un lindo sueño, que permaneció hermoso mientras duró. La ilusión de la inmortalidad dio lugar a la pesadilla de la extinción. Nunca en la historia de la humanidad estuvimos tan cerca de la muerte definitiva. Doy gracias a Dios por habernos despertado a la realidad y le pido perdón a la naturaleza por haber roto el contrato que la vida firmó con ella hace millones de años: aquel contrato que dice que, para vivir, hay que morir... Al cabo de tres horas de discurso, Eliot recibió los aplausos, ya cansados, de todos los que acudieron a la trascendental ceremonia. Las capitales y principales ciudades de todos los países del mundo se regocijaban en medio de grandes fiestas y espectáculos pirotécnicos. Todo el planeta desbordaba de felicidad, no sólo por saber que el fantasma de la extinción se había marchado, sino también por la alegría que PULSAR 10

|

Pág. 64

el sexo, la paternidad y la nueva generación de niños traían consigo. Los adultos tricentenarios se dejaban contagiar por la inocente alegría de una niñez pujante y venturosa. Mientras metía sus papeles en el maletín de cuero teñido de verde limón, Eliot dirigió la mirada hacia una voz, que a lo lejos lo llamaba con insistencia: era Thomas, que le imploraba para que le concediese una entrevista. Eliot hizo un ademán para que los guardias lo dejaran llegar hasta él y, como si no supiese de nada, preguntó: —¿Con quien tengo el gusto? —Me llamo Thomas Crownkyohnolev, doctor Eliot. He venido de Londres para cubrir este importantísimo evento. No sé cómo agradecerle que me haya hecho caso, espero no tomar mucho de su valioso tiempo. —Oiga, estoy con hambre. ¿Que le parece si me acompaña hasta el salón de fiestas y charlamos un poco? —Pero, ¿no estoy siendo inoportuno? Fíjese en la cantidad de mandatarios que están a su espera para felicitarlo —observó Thomas, todavía incrédulo. —No se preocupe con ellos, señor Crowcodrilo. La verdad es que ya estoy cansado de hablar con todo tipo de mandatarios y monarcas. Ahora quiero dedicar un tiempo a la prensa especializada. —Bueno, doctor, como quiera. Para mí será una gran honra. —Le aseguro que para mí también, señor Crownkyn..., Cronylov..., ¿cómo me dijo que se llamaba? —Crownkyohnolev, doctor. Thomas Crownkyohnolev. —Sí, sí, eso mismo. Vamos a comer antes que la comida se acabe.

PULSAR 10

|

Pág. 65

ARTICULO

Por la libertad de leer:

El cuestionamiento de libros en los Estados Unidos Por Laura Canteroa

Tal vez no sea el tipico articulo que solemos publicar, pero está totalmente en la línea del tema de este número. ¿ Quien decide que debes leer ?

B

ajo el lema Deja leer a la libertad: lee un libro prohibido, se realizó en Estados Unidos del 21 al 28 de septiembre de 2002 la 21ª. "Semana del Libro Prohibido" organizada por la American Library Association-ALA (Asociación Estadounidense de Bibliotecas), la Asociación Estadounidense de Libreros, la Fundación Estadounidense de Libreros por la Libre Expresión, la Sociedad Estadounidense de Periodistas y Autores, la Asociación de Editores Estadounidenses y la Asociación Nacional de Libreros Universitarios. El evento cuenta con el aval del Centro del Libro dependiente de la Biblioteca del Congreso. Durante la semana se llevan a cabo exposiciones de libros, lecturas públicas, debates y seminarios sobre el tema de la censura en todo el país, pero fundamentalmente se invita al público de todas las edades a ejercer su derecho de leer el libro que prefiera. La "Semana del Libro Prohibido" surge como reacción a los cientos de reclamos que se formulan anualmente para suprimir de la currícula escolar, retirar de las bibliotecas o restringir el acceso de menores de edad a libros que se consideran ofensivos. Es también una forma de crear conciencia sobre el accionar de grupos intolerantes que organizan quemas de libros y otros objetos "satánicos". En las llamas arden juntos Harry Potter, obras de Stephen King y William Shakespeare, tablas ojibwa y CDs de Eminem o AC/DC. Judy Blume, una de las escritoras de libros para chicos y jóvenes más cuestionadas de las últimas dos décadas, señala: "Luego de la elección presidencial de 1980, los censores salieron de las sombras, organizados y agresivos. No sólo decidían lo que leían sus hijos, sino también lo que debían leer todos los niños. Comenzó entonces una década sin fin, que veinte años después no ha concluido. De pronto los libros se volvieron peligrosos para las mentes jóvenes. Pensar era peligroso, a menos que los pensamientos contaran con la aprobación de grupos como la Mayoría Moral, que estaba convencida de PULSAR 10

|

Pág. 66

saber qué era lo mejor para todos. Los sectores más activos en sus intentos por prohibir libros pertenecían a la "derecha religiosa", pero el impulso censor se propagó como una epidemia. (...) Por todo el país la Policía del Sexo y la Policía del Lenguaje daban vuelta las páginas de los libros a velocidad récord buscando ilustraciones, palabras o frases que, sacadas de contexto, pudieran esgrimirse como prueba en su contra". (1) Si bien son muy pocos los libros que se excluyen de bibliotecas y librerías en forma permanente, los organizadores prefieren mantener el nombre de "Semana del Libro Prohibido" por considerar que un cuestionamiento supera la mera queja y tiene por objeto lograr la prohibición de una obra en base a las objeciones de una persona o grupo. Si el cuestionamiento obtiene un resultado satisfactorio, se produciría la prohibición o restricción en el acceso al material cuestionado. Muchos de los libros que se cuestionan año tras año han logrado salvarse de la prohibición gracias a los esfuerzos de bibliotecarios, libreros, educadores, estudiantes y padres comprometidos en la defensa del derecho a leer en libertad. Algunos datos de 2001

La saga de Harry Potter encabezó la lista de los diez libros más cuestionados por tercer año consecutivo. Los autores más cuestionados del año fueron J. K. Rowling, Robert Cormier, John Steinbeck, Judy Blume, Maya Angelou, Robie Harris, Gary Paulsen, Walter Dean Myers, Phyllis Reynolds Naylor y Bette Greene. A juicio de los demandantes, los textos cuestionados presentaban principalmente "temática ocultista/satánica y antifamiliar", "lenguaje ofensivo" y "contenido sexual". En el 70% de los casos se los consideró inadecuados para el grupo de edad al que se los había destinado. El cuestionamiento de libros en los Estados Unidos durante la década 1990-2000

Los libros más cuestionados en cifras 1. Los 6.364 casos de cuestionamiento de libros recibidos o documentados por la Oficina para la Libertad Intelectual entre 1990 y 2000 fueron: • 1.607 por material "sexualmente explícito"; • 1.427 por uso de "lenguaje ofensivo"; • 1.256 por material considerado "inadecuado para el grupo de edad"; • 842 por material con "temas de ocultismo o promoción del ocultismo o satanismo"; • 737 por material considerado "violento"; • 515 por material con temática homosexual o "que promueve la homosexualidad" y • 419 por material "que promueve opiniones religiosas". 8. Otras razones incluyen "desnudez" (317), "racismo" (267), "educación sexual" (224) y "ataque a la institución familiar" (202). 9. Se advertirá que el total de cuestionamientos y la suma de las razones que los motivan no concuerdan porque muchos libros suelen cuestionarse por más de una razón. 10. El 71% de los cuestionamientos se relaciona con material incluido en la currícula escolar o perteneciente a bibliotecas escolares. En muchos casos suele presentarse el reclamo directamente en el establecimiento. 11. Otro 24% cuestiona obras pertenecientes a bibliotecas públicas. Este índice disminuyó en un 2% en 2000. 12. El 60% de los cuestionamientos está formulado por padres, el 15% por usuarios y el 9% por autoridades educativas. 13. La Oficina para la Libertad Intelectual de ALA destaca que las cifras disponibles no son absolutas debido a que por cada caso documentado existen cuatro o cinco que se resuelven privadamente en cada lugar y sin dejar constancia del procedimiento.

Ejemplos de cuestionamientos de libros para chicos y jóvenes recibidos entre 1990 y PULSAR 10

|

Pág. 67

2000 Las objeciones formuladas se citan textualmente.  ¿Dónde está Wally? (Where’s Waldo?) de Martin Handford. En 1993 se lo retiró de la biblioteca de una escuela pública en East Hampton, Nueva York, por contener una imagen diminuta donde aparece una mujer en la playa sin la parte superior de la bikini.  El cazador oculto (The Catcher in the Rye) de J. D. Salinger. Por “blasfemia, referencia al suicidio, chabacanería, irrespetuosidad y sentimientos anti-cristianos”.  El dador (The Giver) de Lois Lowry. “Por ser violento, sexualmente explícito y contener lenguaje ofensivo” y “por abordar el infanticidio y la eutanasia”.  El león, la bruja y el armario de Clive S. Lewis. Por su “violencia gráfica, misticismo y hechos sangrientos”.  El príncipe feliz y otros cuentos de Oscar Wilde. Porque las historias son “angustiantes y morbosas”.  Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. En 1992 los alumnos de una escuela secundaria de Irvine, California, debían leer ejemplares censurados de esta novela anticensura. Las autoridades habían tachado todas las palabras “mierda” y “demonio” del texto.  Harry Potter (toda la serie) de J. K. Rowling. Por “temática ocultista/satánica y antifamiliar” y por “promover la hechicería y la magia”.  Hay luz en el desván (A Light in the Attic) de Shel Silverstein. Cuestionado por “incitar a los niños a romper los platos para no tener que secarlos” y porque algunos de los poemas “glorifican a Satanás, el suicidio y canibalismo e incitan a la desobediencia”. Retirado de las bibliotecas escolares de Minot, Dakota del Norte, por contener “ilustraciones perturbadoras”.  Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado (I Know Why the Caged Bird Sings) de Maya Angelou. Por describir la violación y abusos sexuales que padeció la autora en su infancia.  Sexo... ¿Qué es? Desarrollo, cambios corporales, sexo y salud sexual (It’s Perfectly Normal: Changing Bodies, Growing Up, Sex and Sexual Health) de Robie Harris. “Por promover la educación sexual”.  James y el melocotón gigante (James and the Giant Peach) de Roald Dahl. Por “utilizar lenguaje soez”, “promover adicciones” e “incitar a los niños a desobedecer a sus padres y otros adultos”.  Las aventuras de Huckleberry Finn (The Adventures of Huckleberry Finn) de Mark Twain. Por “utilizar vocabulario racista”. La novela incluye diferentes dialectos para caracterizar a los personajes. En 1885, fecha de su primera publicación, el libro se prohibió en escuelas y bibliotecas públicas por “presentar modelos inapropiados de conducta para los jóvenes” y por su “prédica abolicionista”.  Un mundo feliz (Brave New World) de Aldous Huxley. Por “destacar actividades negativas”.  Un puente hasta Terabithia (Bridge to Terabithia) de Katherine Paterson. Por “blasfemia, falta de respeto a los adultos y exagerada fantasía que puede causar confusión”.  Una arruga en el tiempo (A Wrinkle in Time) de Madeleine L’Engle. Por “promover la brujería, las bolas de cristal y los demonios” y por “incluir a Jesucristo entre los grandes artistas, filósofos, científicos y líderes religiosos que defienden la Tierra contra el mal”.

Los 100 libros más cuestionados de 1990-2000 en Estados Unidos  Scary Stories (colección). Alvin Schwartz.  Daddy’s Roommate. Michael Willhoite.  I Know Why the Caged Bird Sings. Maya Angelou. (Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado. Barcelona, Lumen, 1993). PULSAR 10

|

Pág. 68

 The Chocolate War. Robert Cormier. (La guerra del chocolate. Traducción de Javier Franco. Madrid, Santillana, 1996).  The Adventures of Huckleberry Finn. Mark Twain. (Las aventuras de Huckleberry Finn. Traducción de Graciela Montes. Buenos Aires, Colihue, 1997).  Of Mice and Men. John Steinbeck.  Harry Potter (colección). J. K. Rowling. (Ediciones de los libros de Harry Potter en castellano: http://www.imaginaria.com.ar/07/4/potter.htm).  Forever. Judy Blume. (La inocencia perdida. España, 1982).  Bridge to Terabithia. Katherine Paterson. (Un puente hasta Terabithia. Madrid, Alfaguara, 1984). *  Alice (colección). Phyllis Reynolds Naylor.  Heather Has Two Mommies. Leslea Newman.  My Brother Sam is Dead. James Lincoln Collier y Christopher Collier.  The Catcher in the Rye. J. D. Salinger. (El cazador oculto. Traducción de Pedro B. Rey. Buenos Aires, Sudamericana, 1999).  The Giver. Lois Lowry. (El Dador. Traducción de María Luisa Balseiro. León, Everest, 1997). *  It’s Perfectly Normal. Changing Bodies, Growing Up, Sex and Sexual Health. Robie Harris. (Sexo... ¿Qué es? Desarrollo, cambios corporales, sexo y salud sexual. Barcelona, Serres, 1999).  Goosebumps (colección). R. L. Stine. (Escalofríos).  A Day No Pigs Would Die. Robert Newton Peck.  The Color Purple. Alice Walker.  Sex. Madonna.  Earth’s Children (colección). Jean M. Auel. (Serie Los hijos de la Tierra: El clan del oso cavernario, El valle de los caballos, Los cazadores de mamuts, Las llanuras del tránsito. Madrid, Editorial Maeva, 1991).  The Great Gilly Hopkins. Katherine Paterson. (La gran Gilly Hopkins. Traducción de Alonso Carnicer McDermott. Madrid, Alfaguara, 1999).  A Wrinkle in Time. Madeleine L’Engle. (Una arruga en el tiempo. Traducción de Héctor Silva. Madrid, Alfaguara, 1985). *  Go Ask Alice. Anónimo.  Fallen Angels. Walter Dean Myers.  In the Night Kitchen. Maurice Sendak. (La cocina de noche. Traducción de Miguel Azaola. Madrid, Alfaguara, 1998).  The Stupids (colección). Harry Allard.  The Witches. Roald Dahl. (Las brujas. Traducción de Maribel de Juan. Buenos Aires, Alfaguara, 1996).  The New Joy of Gay Sex. Charles Silverstein.  Anastasia Krupnik (colección). Lois Lowry. (Anastasia Krupnik. Traducción de Flora Casas. Madrid, Espasa-Calpe, 1987). Otros títulos de la colección también editados por EspasaCalpe: De nuevo Anastasia; Anastasia elige carrera.  The Goats. Brock Cole. (Las cabras. Madrid, Editorial Alfaguara, 1990).  Kaffir Boy. Mark Mathabane.  Blubber. Judy Blume. (La ballena. España, 1983).  Killing Mr. Griffin. Lois Duncan. PULSAR 10

|

Pág. 69

 Halloween ABC. Eve Merriam.  We All Fall Down. Robert Cormier.  Final Exit. Derek Humphry.  The Handmaid’s Tale. Margaret Atwood.  Julie of the Wolves. Jean Craighead George. (Julie y los lobos. Traducción de Verónica Head. Madrid, Alfaguara, 1987). [1]  The Bluest Eye. Toni Morrison.  What’s Happening to my Body? Book for Girls: A Growing-Up Guide for Parents & Daughters. Lynda Madaras.  To Kill a Mockingbird. Harper Lee.  Beloved. Toni Morrison. (Beloved. Barcelona, Ediciones B, 1993).  The Outsiders. S. E. Hinton. (Rebeldes. Traducción de Miguel Martínez-Lage. Madrid, Alfaguara, 1987).  The Pigman. Paul Zindel.  Bumps in the Night. Harry Allard.  Deenie. Judy Blume.  Flowers for Algernon. Daniel Keyes. (Flores para Algernon. Traducción de Paz Barroso. Madrid, SM, 1997).  Annie on my Mind. Nancy Garden.  The Boy Who Lost His Face. Louis Sachar.  Cross Your Fingers, Spit in Your Hat. Alvin Schwartz.  A Light in the Attic. Shel Silverstein. (Hay luz en el desván. Barcelona, Ediciones B, 2001).  Brave New World. Aldous Huxley. (Un mundo feliz. Traducción de Ramón Hernández. Buenos Aires, Plaza & Janés, 2001).  Sleeping Beauty. Trilogía de A.N. Roquelaure (Anne Rice).  Asking About Sex and Growing Up. Joanna Cole.  Cujo. Stephen King.  James and the Giant Peach. Roald Dahl. (James y el melocotón gigante. Traducción de Leopoldo Rodríguez. Textos rimados de María Puncel. Madrid, Alfaguara, 1996).  The Anarchist Cookbook. William Powell.  Boys and Sex. Wardell Pomeroy.

PULSAR 10

|

Pág. 70

 Ordinary People. Judith Guest.  American Psycho. Bret Easton Ellis.  What’s Happening to my Body? Book for Boys: A Growing-Up Guide for Parents & Sons. Lynda Madaras.  Are You There, God? It’s Me, Margaret. Judy Blume. (¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margaret. Traducción de Alma Flor Ada. Estados Unidos, Simon & Schuster, 2002).  Crazy Lady. Jane Conly.  Athletic Shorts. Chris Crutcher.  Fade. Robert Cormier.  Guess What? Mem Fox. (¿Qué crees? Ilustraciones de Vivienne Goodman. Traducción de Diana Luz Sánchez. México, Fondo de Cultura Económica, 1999).  La casa de los espíritus. Isabel Allende.  The Face on the Milk Carton. Caroline Cooney.  Slaughterhouse-Five. Kurt Vonnegut. (Matadero Cinco. Traducción de Margarita García de Miró. Barcelona, Grijalbo, 1976).  Lord of the Flies. William Golding. (Señor de las moscas. Traducción de Ricardo Gosseyn. Buenos Aires, Minotauro, 1975).  Native Son. Richard Wright.  Women on Top: How Real Life Has Changed Women’s Fantasies. Nancy Friday.  Curses, Hexes and Spells. Daniel Cohen.  Jack. A.M. Homes.  Bless Me, Ultima. Rudolfo A. Anaya.  Where Did I Come From? Peter Mayle. (¿De dónde venimos? Traducción de Angel Abad. Buenos Aires, Grijalbo, 1984).  Carrie. Stephen King. (Carrie. Barcelona, Pomaire, 1974).  Tiger Eyes. Judy Blume.  On My Honor. Marion Dane Bauer. (Palabra de honor. Traducción de Amalia Bermejo. Barcelona, Noguer y Caralt, 1996). [2]  Arizona Kid. Ron Koertge.  Family Secrets. Norma Klein.  Mommy Laid An Egg. Babette Cole. (¡Mamá puso un huevo! o cómo se hacen los niños. Traducción de Pilar Jufresa. Barcelona, Destino, 1993).  The Dead Zone. Stephen King.  The Adventures of Tom Sawyer. Mark Twain. (Las aventuras de Tom Sawyer. Traducción de Doris Rolfe. Madrid, Anaya, 1991).  Song of Solomon. Toni Morrison. (La canción de Salomón. Barcelona, Ediciones B, 1993).  Always Running. Luis Rodriguez.  Private Parts. Howard Stern.  Where’s Waldo? Martin Hanford. (¿Dónde está Wally? Traducción de Enrique Sánchez Abulí. Barcelona, Ediciones B, 1988).  Summer of My German Soldier. Bette Greene.  Little Black Sambo. Helen Bannerman.  Pillars of the Earth. Ken Follett.  Running Loose. Chris Crutcher. PULSAR 10

|

Pág. 71

       

Sex Education. Jenny Davis. The Drowning of Stephen Jones. Bette Greene. Girls and Sex. Wardell Pomeroy. How to Eat Fried Worms. Thomas Rockwell. View from the Cherry Tree. Willo Davis Roberts. The Headless Cupid. Zilpha Keatley Snyder. The Terrorist. Caroline Cooney. Jump Ship to Freedom. James Lincoln Collier y Christopher Collier.

Para ampliar la información sobre el tema (en inglés): Página web de la Oficina para la Libertad Intelectual de ALA (Office for Intellectual Freedom American Library Association): www.ala.org/oif.html. Los datos sobre la Semana del Libro Prohibido se encuentran en http://www.ala.org/bbooks/whybannedbooksweek.html • Página web de la Coalición Nacional contra la Censura (National Coalition Against Censorship): http://www.ncac.org/ • Página web de la Fundación para la Libertad de Leer (Freedom to Read Foundation): http: //www.ftrf.org/joinftrf.html •

Nota de Imaginaria: Se incluyen, entre paréntesis, los datos de algunos de los libros cuestionados que tienen traducción al castellano. La autora agradece especialmente a Beverley Becker, Directora Adjunta de la Oficina para la Libertad Intelectual de ALA, por su apoyo entusiasta y su autorización para traducir y publicar la información que incluye esta nota. Laura Canteros ([email protected]) es Profesora para la Enseñanza Primaria y docente de idioma inglés; Traductora Literaria y Técnico-Científica en inglés e Intérprete Simultáneo. Desde hace veinte años se dedica a la investigación independiente en el área de literatura y medios para niños y jóvenes. Realiza crítica bibliográfica para diversas publicaciones y asesoramiento editorial en temas de traducción. Ha diseñado guías para el docente con propuestas para escritura creativa y compilado tres antologías de cuentos populares de Argentina. En mayo de 2002, recibió la Primera Mención del Premio a la Traducción Científico Técnica del Cono Sur 2001-2002 otorgado por Unión Latina a la obra Alumnos con dificultades. Guía práctica para su detección e integración de Marilyn Friend y William Bursuck.

PULSAR 10

|

Pág. 72

ARTICULO

El derecho a leer Por Richard Stallman

En la línea del anterior, un breve relato del padre del software libre. Creo que viene como anillo al dedo...

Este artículo fue publicado en el número de Febrero de 1997 de Communications of the ACM (Volumen 40, Número 2). (de "El camino a Tycho", una colección de artículos sobre los antecedentes de la Revolución Lunar, publicado en Luna City en 2096)

P

ara Dan Halbert el camino hacia Tycho comenzó en la universidad, cuando Lissa Lenz le pidió prestado su ordenador. El suyo se habia estropeado, y a menos que pudiese usar otro suspendería el proyecto de fin de trimestre. No había nadie a quien se atrevería a pedírselo, excepto Dan. Esto puso a Dan en un dilema. Tenía que ayudarla, pero si le prestaba su ordenador ella podría leer sus libros. Dejando de lado el riesgo de ir a la cárcel durante muchos años por dejar a otra persona leer sus libros, la simple idea le sorprendió al principio. Como todo el mundo, había aprendido desde la escuela que compartir libros era malo, algo que sólo un pirata haría. Además, no había muchas posibilidades de que la SPA (Software Protection Authority), no lo descubriese. En sus clases de programación había aprendido que cada libro tenía un control de copyright que informaba de cuando y donde se estaba leyendo, y quien lo leía, a la oficina central de licencias. (Usaban esta información para descubrir piratas, pero también para vender perfiles personales a otras compañías). La próxima vez que su ordenador se conectase a la red la oficina central de licencias lo descubriría todo. Él, como propietario del ordenador, recibiría el castigo más duro, por no tomar las medidas adecuadas para evitar el delito. Lissa no pretendía necesariamente leer sus libros. Probablemente lo único que ella necesitaba era escribir su proyecto. Pero Dan sabía que ella provenía de una familia de clase media, que a duras penas se podía permitir pagar la matrícula, y no digamos las tasas de lectura. Leer sus libros podía ser la única forma en que ella podría terminar la carrera. Entendía la situación; él mismo había pedido un préstamo para pagar por los artículos de investigación que leía. (El 10% de ese dinero iba a parar a los autores de los artículos, y como Dan pretendía hacer carrera en la universidad, esperaba que sus artículos de investigación, en caso de ser citados frecuentemente, le darían los suficientes beneficios como para pagar el crédito). Con el paso del tiempo, Dan descubrió que hubo un tiempo en el que todo el mundo podía ir a una biblioteca y leer artículos, incluso libros, sin tener que pagar. Había investigadores que podían leer miles de páginas sin necesidad de becas de biblioteca. Pero desde los años 90 del siglo anterior, tanto las editoriales comerciales, como las no comerciales, habían empezado a cobrar por el acceso a los artículos. En el 2047, las bibliotecas de acceso público eran solo un vago recuerdo. PULSAR 10

|

Pág. 73

Había formas de saltarse los controles de la SPA y la oficina central de licencias. Pero también eran ilegales. Dan había tenido un compañero de clase, Frank Martucci, que consiguió un depurador ilegal, y lo usaba para saltarse el control de copyright de los libros. Pero se lo contó a demasiados amigos, y uno de ellos lo denunció a la SPA a cambio de una recompensa (era fácil tentar a estudiantes con grandes deudas para traicionar a sus amigos). En 2047 Frank estaba en la cárcel, no por pirateo, sino por tener un depurador. Dan supo más tarde que hubo un tiempo en el que cualquiera podía tener un depurador. Incluso había depuradores libremente disponibles en la red. Pero los usuarios normales empezaron a usarlos para saltarse los controles de copyright, y finalmente un juez dictaminó que ese se había convertido en su uso práctico. Eso quería decir que los depuradores eran ilegales y los programadores que los habían escrito fueron a parar a la cárcel. Obviamente, los programadores necesitan depuradores, pero en el 2047 solo había copias numeradas de los depuradores comerciales, y sólo disponibles para programadores oficialmente autorizados. El depurador que Dan había usado en sus clases de programación estaba detrás de un firewall para que sólo se pudiese utilizar en los ejercicios de clase. También se podía saltar el control de copyright instalando un núcleo del sistema modificado. Dan llegó a saber que hacia el cambio de siglo había habido núcleos libres, incluso sistemas operativos completos. Pero ahora no sólo eran ilegales, como los depuradores. No se podía instalar sin saber la clave de root del ordenador, y ni el FBI ni el servicio técnico de Microsoft te la darían. Dan llegó a la conclusión de que simplemente no podía dejarle a Lissa su ordenador. Pero no podía negarse a ayudarla, porque estaba enamorado de ella. Cada oportunidad de hablar con ella era algo maravilloso. Y el hecho de que le hubiese pedido ayuda a él podía significar que también ella sentía lo mismo por él. Dan resolvió el dilema haciendo algo incluso más increíble, le dejó su ordenador, y le dijo su clave. De esta forma, si Lissa leía sus libros, la oficina central de licencias pensaría que era él quien estaba leyendo. Seguía siendo un delito, pero la SPA no lo detectaría automáticamente. Sólo podrían saberlo si Lissa lo denunciaba. Si la universidad descubriese que le había dado su clave a Lissa significaría la expulsión para los dos, independientemente de para que hubiese usado ella la clave. La política de la universidad era que cualquier interferencia con sus métodos de control sobre el uso de los ordenadores era motivo para una acción disciplinaria. No importaba el daño, el delito era el hecho de dificultar el control. Se asumía que esto significaba que se estaba haciendo algo prohibido, y no necesitaban saber el qué. En realidad los estudiantes no eran expulsados, no directamente. En lugar de eso se les prohibía, el acceso a los ordenadores de la universidad, lo que significaba suspender sus asignaturas. Dan supo más tarde que ese tipo de políticas en la universidad empezó la década de 1980, cuando los estudiantes empezaron a usar ordenadores masivamente. Antes de eso, las universidades tenían una actitud diferente: sólo se penalizaban las actividades peligrosas, no las que eran meramente sospechosas. Lissa no denunció a Dan a la SPA. Su decisión de ayudarla llevó a que se casasen, y también a que cuestionasen lo que les habían enseñado cuando eran niños sobre el pirateo. Empezaron a leer sobre la historia del copyright, sobre la Unión Soviética y sus restricciones sobre las copias, e incluso sobre la constitución original de los Estados Unidos. Se mudaron a Luna, donde se encontraron con otros que de la misma forma intentaban librarse del largo brazo de la SPA. Cuando el Levantamiento de Tycho empezó en 2062, el derecho universal a leer se convirtió en uno de sus objetivos fundamentales. Nota del autor El derecho a leer es una batalla que se está librando hoy en día. Nuestra forma de vida actual podría tardar 50 años en desaparecer, pero muchas de las leyes y prácticas descritas más arriba ya han sido propuestas, o por la administración Clinton o por las editoriales. Hay una excepción, la idea de que el FBI y Microsoft se guarden las claves de root de los ordenadores personales. Esto es una extrapolación a partir del chip Clipper y otras propuestas de la administración Clinton, con una tendencia común a largo plazo: permitir el control de las actividades de la persona que usa el ordenador por operadores remotos. La SPA, que realmente significa Software Publisher's Association, no es oficialmente un cuerpo de policía. Extraoficialmente actúa como si lo fuese. Anima a la gente a informar sobre sus compañeros de trabajo y sus amigos, al igual que la administración Clinton, defiende una política de responsabilidad colectiva en la que los usuarios deben de obligar el cumplimiento del copyright, o de lo contrario serán castigados. La SPA está amenazando en estos momentos a los pequeños proveedores de Internet para que les permita PULSAR 10

|

Pág. 74

controlar a todos sus usuarios. Muchos ISPs ceden al ser amenazados, ya que no pueden permitirse ir a los tribunales. (Atlanta Journal-Constitution, 1 Oct 96, D3). Al menos un ISP, Community ConneXion en Oakland CA, se ha negado a aceptar las presiones, y ha sido demandado. Aparentemente, la SPA ha retirado la demanda recientemente, pero es seguro que continuarán su campaña por otros medios. Las políticas de seguridad descritas arriba no son imaginarias. Por ejemplo, un ordenador de una universidad del área de Chicago muestra el siguiente mensaje al hacer entrar en el sistema, (las comillas están en el original). “Este sistema solo puede ser utilizado por usuarios autorizados. Cualquier persona que use esta sistema sin autorización, o fuera de los límites autorizados son monitorizados por el personal administrador del sistema. Durante el control de usuarios realizando actividades no autorizadas o durante el mantenimiento del sistema, las actividades de usuarios autorizados podrían ser monitorizadas. Cualquiera que use este sistema acepta expresamente tal monitorización y debe saber que si este control revela posibles indicios de actividades ilegales o violación de las normas de la universidad, el personal de mantenimiento del sistema puede proporcionar esas evidencias a las autoridades de la Universidad y/o a las fuerzas de seguridad” Esta es una aproximación interesante a la Cuarta Enmienda: forzar a los usuarios a renunciar por adelantado a los derechos contemplados en ella. Referencias The administration’s “White Paper”: Information Infrastructure Task Force, Intellectual Property and the National Information Infrastructure: The Report of the Working Group on Intellectual Property Rights (1995). An explanation of the White Paper: The Copyright Grab, Pamela Samuelson, Wired, Jan. 1996 Sold Out, James Boyle, New York Times, 31 March 1996 Public Data or Private Data, Washington Post, 4 Nov 1996 Union for the Public Domain -una organización nueva que pretende resistirse, y revertir, la sobreextensión de la propiedad intelectual.

PULSAR 10

|

Pág. 75

RELATO

El accidente Por Graciela Inés Lorenzo

No todo es lo que parece...

—¿Bajas? —Pender se metió dentro del cubo de crono-deslizamiento mirando a la muchacha de arriba a abajo, en un gesto abiertamente insolente. —Bajo —respondió Sonay—. Aunque no sé bien si quiero subir —La voz de la muchacha se adelgazó levemente—. ¿Qué haces? —Intento desaparecer. Ronchal está acosándome. Donde quiera que voy allí está el hombre. Según él soy necesario para su nuevo experimento —explicó mientras señalaba con el pulgar hacia un indeterminado lugar a sus espaldas y mostraba un rostro interrogante. —¿Para cuál? —respondió la muchacha. Se aproximó al tablero y accionó el comando de cierre de la compuerta, que se cerró con un leve chis. —El del campo de fuerza psico-virtual. —¡Ah! Sí. Busca voluntarios para probarlo. —Suena un tanto peligroso... pero me intriga. —Cruzó los brazos sobre el pecho, adoptando una pose reflexiva—. El tipo es un cargoso y espera que cualquiera acepte ponerse en sus manos. Estas cuestiones de experimentos nunca me gustaron. —Asegura que su dispositivo prueba objetivamente lo que él llama la disfunción crono-desplazable —Cruzó los brazos sobre su pecho y desvió la mirada hacia un costado, mientras su voz se volvía un tanto mecánica, como recitando—. Durante el viaje de una persona cualquiera hacia otro tiempo puede producirse una permuta de identidad, indeseable, y que en ese caso el sujeto regresa portando una ajena. —¡Pufff! —Pender resopló, encogiendo sus hombros, como con frío— Suena a superstición antiquísima... a posesión. —Su rostro mostró algún esfuerzo en articular la última palabra—. ¿Cómo explica que la persona que ha sufrido la disfunción no se dé cuenta? O sea, si esa identidad ha sido desplazada, ¿cómo recuerda haber estado allí? Y si no lo recuerda, ¿cómo sabe Ronchal que es eso lo que le ha sucedido? —Preguntó, quedándose muy serio por primera vez desde que entró en el cubo. —Por efecto de la misma disfunción. Afirma que el sujeto desplazado recibe parte o totalmente el contenido de la memoria del sustituto, y Ronchal está tratando de definir si esta... llamémosle convivencia, se manifiesta como una sucesión de relevos de conciencia, o si una es dominante y la otra es dependiente. —La muchacha, miró fugazmente a Pender y cambió de posición, estirando los brazos, desperezándose. —¿Cómo espera demostrarlo? —preguntó, ya curioso, adelantándose. Ella parecía saber mucho más que él al respecto. Sonay comenzaba a vacilar. No tenía muy claro qué podía sucederle, aunque le habían asegurado PULSAR 10

|

Pág. 76

que no corría peligro; ya le estaba costando cada vez más controlar esa espantosa sensación en la boca del estómago cuando miraba al sujeto de frente. Inspiró profundamente y respondió. —Seleccionará una fecha determinada y enviará a su conejillo hacia allí; al llegar le hará un par de preguntas y las respuestas le indicarán a Ronchal si el que llega es el mismo que salió, o si el dispositivo funciona, o algo por el estilo. —Y para eso es que me está buscando. —completó. Se quedó en silencio. Reflexionaba. Era la primera vez que se tomaba el trabajo de analizar la cuestión. Tenía capacidad para hacerlo, pero estaba un tanto perezoso—. Hay un par de preguntas que me gustaría hacerle... —Miró el panel de control; un poco desconcertado, se volvió hacia Sonay—. Yo me quedo. Quiero conversar con él. —Voy a verle ahora mismo. ¿Quieres venir conmigo? —Pero... estaba allá... atrás... ¿No nos hemos movido?—La cabeza de Sonay respondió con un mudo «no»—. Oye, y a ti, ¿no te interesa? ¿O acaso el viejo no quiere conejillas? —Hace un par de días hablé con él pero no me lo ha ofrecido. Tal vez no quiera "conejillas"... —respondió, sonriendo ampliamente. Sus labios eran carnosos, ligeramente asimétricos, pero sin ninguna duda sensuales. La imaginación de Pender se disparó. —Si tú aceptaras su propuesta voy contigo... digo, si te lo propone —y estiró un brazo para acariciar su rostro. Los ojos de la muchacha se abrieron espantados pero se volvió para que él no lo viese. —Vamos, estás de broma... ¿Aceptarías ser sujeto de un experimento arriesgado solamente por estar en mi compañía? Lo pregunto de verdad. —No lo sé. Ayer me persiguió. Ronchal. Me escondí en las bañaderas. —¿Vestido? —Ahora se la veía abiertamente divertida. —Casi... Un zumbido avisó que la compuerta se había abierto. —Si quieres conversar con Ronchal sígueme. Te llevo con él y me voy a hacer mis tareas. —¿No te veré ya? —No tengas cuidado, que nos estaremos viendo, ¡qué remedio! --Ronchal no era mayor que el propio Pender. Era su actitud reservada y reflexiva lo que le hacía aparentar más edad. Le recibió sentado a su mesa de trabajo, cubierta de papeles y cachivaches. Mirado desde un punto alto se apreciaba su calva incipiente, pero Pender podía asegurar que no era partidario de los implantes, ni aún después de haber perdido todo su cabello, ni aún sabiendo que le apodaban el Viejo. —Hola, Ronchal. ¿Qué te traes hoy? —Buenas tardes, Pender. —Vengo a conversar contigo respecto del experimento. Acabo de cruzarme con Sonay en el cubo y algunas cosas que dijo han picado mi curiosidad. —El otro le miraba sin emociones, dejándole hablar en actitud casi ausente; escuchaba paciente a que completase su pregunta. Se sintió molesto y no tuvo reserva en demostrarlo—. ¿Has terminado tu observación? ¿Califico? —No sé por qué te pones tan molesto... estoy escuchándote. —Deja ya de observarme. —Repitió. Se sentó y le miró—. ¿Aún necesitas voluntarios? —Algunos... —Entonces me anotas. —De acuerdo. Pender salió del laboratorio con la sensación de haber hecho exactamente lo contrario de lo que venía a hacer. Buscaba respuestas y encontró un experimento del cual él mismo era el sujeto. Algo no estaba saliendo como él quería. Se volvió sobre sus pasos y al cruzar la entrada se dio con que Ronchal se había ido de allí. ¡Maldita PULSAR 10

|

Pág. 77

suerte! Se metió con furia dentro del cubo. En realidad no quería irse; prefería buscar a Sonay. Pero vio que no estaba solo. El Viejo estaba allí. —A ti te estaba buscando. —Sintió la compulsión de echársele encima pero se contuvo; en parte porque no quería dar explicaciones a la comisión de disciplina; en parte porque el tipo, sin saber cómo, le llamaba a respeto. Accionó el comando de la compuerta para cerrarla. —Ya me has encontrado. ¿Qué quieres de mí? —Explicaciones. Respuestas. Eso buscaba al ir a verte y me encuentro ahora comprometido en tu experimento, sin quererlo. —Te puedes salir cuando lo consideres necesario. —Está bien. —Estaba sereno; tampoco tenía explicación para ello—. Dime, ¿cómo es eso de la transferencia de recuerdos? —Explícate. —El rostro de Ronchal se había puesto serio de repente, demasiado para su gusto; había metido la mano en su bolsillo y estaba manipulando algo allí dentro. Prosiguió con su interrogatorio, ya que Sonay no le había dicho en ningún momento que la cosa fuese un secreto. —Necesito que tú me expliques —Transferencia de recuerdos... Es que no sé a qué te refieres. —Mira, si quieres hacerte el enigmático, allá tú; pero si estoy en esto deberías responder alguna que otra pregunta. —No existe eso que tú llamas transferencia de recuerdos. Lo que sucede es la permuta de identidad. No solamente se transfieren recuerdos... es toda la personalidad de un sujeto, toda su historia, todos sus sueños, sus deseos, sus manías, todo... todo... —Pero, ¿cómo puedes estar seguro? Es decir, ¿cómo has llegado a imaginar que eso sucede? Porque primero que nada has debido imaginártelo, ¿verdad? —No tanto así. —El rostro de Ronchal pareció velarse levemente—. Lo he descubierto un poco por accidente... A raíz de un accidente. —Levantó los ojos al techo del cubo—. Ocurrió un accidente, eso es, y he tratado de explicar las razones del hecho. Y lo único posible es que haya una disfunción. —Una disfunción crono-desplazable... —¡Ah! Lo sabes —Me lo ha dicho Sonay Ronchal sonrió. Se le quitaba un montón de años al hacerlo. O tal vez al pensar en la muchacha—. Si te lo ha dicho ella, ¿qué es lo que quieres saber, ahora? —Todo lo que puedas decirme sobre este experimento. —Pides mucho. —Ronchal se apoyó contra uno de los paneles laterales del cubo y cruzó sus brazos sobre el pecho—. La hipótesis que he desarrollado explica lo sucedido mediante una disfunción. —Miró hacia el techo del cubo, como tomando nota de algo extraño en él—. Es algo complicado sin las gráficas, pero si realmente existe el fenómeno sería evitado mediante el campo de fuerza psico-virtual. —Vaya nombre que has elegido. —No hace más que explicar el efecto. —¿Cuál es el procedimiento que debo cumplir? —En realidad, solamente serás un sujeto pasivo. —Ahora le miraba fijamente—. Responderás a varias series de preguntas, no tanto para saber las respuestas, que será necesario de cualquier modo, sino para que tengas en la memoria reciente algunos conceptos que después serán cotejados. Ronchal seguía mirándole fijamente. ¿Acaso no parpadeaba el tipo? —Te colocaré el dispositivo que genera el campo de fuerza y serás enviado a una fecha determinada. Una vez allí se te preguntará alguna cosa y el modo y contenido de tu respuesta será el primer escalón de la demostración. ¿Te alcanza esta explicación? PULSAR 10

|

Pág. 78

Un zumbido indicó que la compuerta estaba abierta. —Oye, Ronchal, necesito seguir hablando sobre el tema. Realmente es mucho más interesante de lo que yo pensaba. ¿Dónde te encuentro? —Búscame en el laboratorio 612. —De acuerdo. Iré. Nos vemos. Pender salió del cubo y buscó su propio alojamiento. Una vez allí se aseó y recogió los mensajes. Ninguno; esperaba el habitual recordatorio de su turno de guardia. ¿Guardia? Cenó frugalmente, como era su costumbre, y se acostó. --Ronchal dejó el cubo detrás de Pender y volvió al laboratorio. La muchacha estaba allí y le esperaba. —¿Qué crees, Sonay? —Creo que no se ha dado cuenta, aún. —Será un problema. —Dio la vuelta al escritorio y con un bufido se sentó—. Parece que ha aceptado como cierto lo del experimento y el conejillo. Seguiremos adelante. Si demoramos, no hay garantía para ninguno de los dos. —No me gusta demasiado eso de anular... ¡por todos los dioses! Me niego a aceptarlo. —Tranquilízate. Es la mejor solución. ---------Pender no durmió nada bien. Soñó toda la noche -al menos así lo creyó- pero no pudo recordar nada al despertar, cansado y con un intenso dolor en los brazos, como si hubiese estado sosteniendo un mundo con ellos. Se dirigió hacia el salón comunitario; podría hallar en el lugar a cualquier persona con quien conversar. Pero se llevó una decepción. No encontró ninguna; una única silla vacía delante de un televisor encendido. Tampoco había nadie en los corredores. Entonces fue hasta el sector de los laboratorios y buscó el 612; entró. Una alarma sorda lo congeló. Un rayo de luz azul lo rodeó y le obligó a quedarse muy quieto; si intentaba salir de allí sería su muerte. Buscó su cédula de identificación y la levantó para que se viese bien. La alarma seguía sonando y le estaba volviendo loco. Esperó instrucciones; no pasaba nada; sentía vértigo, pánico. Perdió la conciencia por algún tiempo, no supo cuánto. La recuperó dentro de un cuarto vacío. Esperó mucho tiempo; no podía decir cuándo había sido encerrado. Se durmió un par de veces. A cada despertar nada había cambiado. Identificó un panel de comunicaciones junto a la puerta; se acercó y trató de hablar, pero ningún sonido salió de su garganta... Comenzó a sentir pánico nuevamente. Desesperado, se abalanzó hacia la salida pero no encontró resistencia a su avance y pasó a través de ella sin dificultad; solamente una leve pérdida de aliento. Se volvió y la miró. Seguía cerrada. Ahora sí sentía pánico. Miró hacia ambos extremos del corredor. Nadie. Las luces quietas mostraban un paisaje sin persona alguna. Sin decidir hacia dónde caminar llevó las manos hacia su cabeza... no la encontró. Perdió el sentido. Cuando despertó, en su propio alojamiento, ya no sentía dolor de brazos y recordaba lo sucedido como un vago sueño. No podía ser verdad. Al salir, esperaba secretamente encontrar el corredor lleno de personas. Pero no había nadie. Corrió hasta el salón, angustiado; tenía que encontrar alguna persona. Y había. Estaba Sonay, leyendo sobre una poltrona junto a los ventanales. Se aproximó, casi corriendo, pero más aliviado. Ella apartó el libro, giró sus ojos hacia él y le sonrió. —Hola, Sonay. ¿Cómo has estado? ¿Quieres charlar un rato? ¿No estás aburrida? PULSAR 10

|

Pág. 79

—Hola. Aburrida... estuve leyendo hasta que has llegado. —Un leve tono irónico envolvía las palabras de la muchacha—. ¿De qué quieres hablar? —Del crono-lo-que-sea. —Busca a Ronchal; él te dirá. —Hemos conversado en el cubo pero no me ha aclarado mucho. —Sentía las manos mojadas y no comprendió por qué—. ¿Puedes ayudarme? —¿Ayudarte? ¿A qué te refieres? —No quiero que pienses que intento llamar tu atención, pero... —Llamas mi atención —le interrumpió Sonay —No. No pretendo eso. Creo que debo saber algo más sobre ese experimento. —Bien. Podemos reunirnos en una hora o algo más en el laboratorio 612. —¿Allí? ¿Tiene que ser allí? —¿Algún problema? Pender no quiso explicar; no sabía si lo ocurrido al ingresar a ese lugar había sido un sueño o no; y no quería hacer el ridículo frente a Sonay—. Bien. Entonces allí nos vemos. Deambuló por los corredores evitando ir a los laboratorios. Más tarde se subió al transportador y marcó un par de destinos cualesquiera. Ni siquiera se molestó en apearse; deseaba pasar el tiempo hasta el encuentro sin estar en ningún lugar determinado; y en lo posible, llegar al 612 después de Sonay. Al fin pasó una hora. No había logrado aclarar sus dudas a pesar de tener –supuestamente- los conocimientos suficientes para comprender las teorías temporales. Y sus manos seguían mojadas, inexplicablemente. Al entrar esperaba que una alarma se disparase, pero no ocurrió. Sonay estaba allí y también Ronchal. —Vaya, estáis los dos. Me alegro. —Su rostro no mostraba ninguna alegría—. Quiero respuestas, concretas, simples. ¿Cuál de vosotros me responderá? —Cualquiera —dijo Ronchal—. O los dos... Pregunta. —Bien. Va la primera. ¿Es esa disfunción un hecho o un argumento? —Es un hecho —Va la segunda. ¿Es esa disfunción un hecho reciente o ha ocurrido desde siempre? —Es algo a demostrar. Sabemos que ahora ha ocurrido. —¡Epa! Eso quiere decir que el deslizamiento temporal puede haber sido una fantasía... ¿todo este tiempo? ¿O que es un fenómeno en absoluto controlado por nosotros? —Defínelo como quieras, pero es una de las teorías temporales nunca rebatidas por completo; fue enunciada cierto tiempo atrás y dice que nadie se aparta de su tiempo más allá del día de su nacimiento o el de su muerte. —Estás loco. —Miró a Ronchal esperando un atisbo de sonrisa, pero el hombre portaba cara de piedra—. Ahora me dirás que todo este sistema de viajes en el tiempo que ha costado tanto en vidas y dinero es una farsa. —No. No es farsa. Es algo muy serio. —Y puede llegar a ser peligroso —completó Sonay, callada hasta ese momento—. Ha ocurrido un accidente y puede no haber sido el único. Éste ha sido detectado. Se ha podido aislar el individuo sin riesgo para su integridad y se ha podido establecer, provisoriamente, una hipótesis. —Miró a Ronchal, quien asintió—. Esperamos poder probarla. Contamos contigo. Pender estaba estupefacto. ¿Quién era él? ¿Qué era él? ¿Por qué contaban con él? —¿Por qué yo? —preguntó; su voz salió en un tono marcadamente más alto que el normal. Carraspeó—. ¿Qué tengo yo de especial? —Ahora lograba focalizar su mente. La persecución de Ronchal. El cubo, con Sonay. El sueño... ¿el sueño?— ¡Responded, por todos los cielos! PULSAR 10

|

Pág. 80

—Porque eres el accidente. --Despertó dentro de un cuarto vacío. ¡Otra vez! Pensó. Pero sabía que podía salir cuando se le viniese en ganas. Caminó hasta el panel de salida y no se detuvo... hasta que rebotó contra el revestimiento y cayó hacia atrás. Desconcertado y dolorido se frotó la cara. Lentamente se incorporó. Buscó el comando de apertura y lo pulsó. Un suave susurro y la visión de las luces del corredor vacío le indicaron que podía salir. Casi sin respirar dio un paso dentro del corredor. Desde allí hasta su alojamiento no transcurrieron más de cuarenta y cinco segundos. Recordaba haber proferido algunos insultos en el camino al golpearse contra los paramentos y toda otra cosa que se cruzó en su camino, pero era urgente meterse allí dentro. Un sonido seco e insistente llamó su atención hacia la puerta. Seguramente le venían a buscar para cumplir su turno de guardia. Bendijo el día en que se le ocurrió anotarse como voluntario, aunque no recordaba exactamente cuándo. Allí estaría ocupado y no podrían encontrarle... o al menos no podrían capturarle. Estuvo listo para salir en menos que canta un gallo. Pero al abrirse la puerta allí estaba Sonay; bella y seductora Sonay... —Es el momento apropiado —dijo con voz segura—. Vámonos ya. —No. No me podrás llevar a ningún lugar... ni a ningún tiempo. Debo presentarme a mi guardia en este momento. Y si no llego —agregó con algo de triunfo en la voz— me buscarán. Y tú y ese loco de Ronchal se verán en apuros... tendrán que dar explicaciones. —Estúpido. ¿De qué guardia me hablas? —Los ojos de la muchacha echaban chispas. Algo había cambiado notoriamente en su actitud desde que la encontró en el cubo—. Ve. Mira si encuentras algún lugar donde hacer tu guardia. ¡Infeliz! ¿Acaso no te has dado cuenta de que no tienes contacto con ninguna persona a excepción de Ronchal y yo misma? ¿Acaso crees que este sector está vacío por nada? ¿No te has dado cuenta aún de que llevas dos identidades dentro de ti? El mundo comenzó a girar y sintió que era chupado por el torbellino. Hacia la nada. --Despertó. Lo sabía porque estaba consciente, pero no podía ver absolutamente nada. No había oscuridad, no había nada. Aguzó sus oídos, y también la nada. No escuchaba ni su propia respiración. «Debo estar dentro una cabina de trasbordo» dedujo. Un espacio fuera del espacio que se utilizaba para entrar y salir del complejo temporal. «Me quieren enviar lejos de aquí» No era la primera vez que utilizaba ese especial método de trasbordo; cuando ingresó al proyecto fue traído de esta manera; solo que entonces no estaba pensando, como ahora. «Un accidente» habían dicho esos dos. Creyó que se conocían de manera casual, pero estaban trabajando en lo mismo. «Maldita tramposa» Le hizo creer que el Viejo no le había propuesto ser conejilla; le engañó todo el tiempo... desde... ¿cuándo conoció a Sonay? Hizo un esfuerzo y localizó en su memoria una recepción de nuevas autoridades... ¿autoridades?... en el salón de los famosos... ¿famosos? ¡Por todos los cielos! Estaba volviéndose loco; en el complejo no existía ese salón y el sistema de gobierno no tenía autoridades... era un consejo con renovación aleatoria y periódica... por elección de los ciudadanos... ¿ciudades?... cada ocho años tras una campaña muchas veces cruenta. «¡Basta ya! ¡Qué me está pasando!» Su mente gritó y se apagó... hasta que regresó, al mismo lugar en que estaba. «¿En qué estaba? Ah, en Sonay... pero, ¿y Ronchal? Él parece conocerla bien» Rebuscó en su memoria al Viejo. Lo tenía presente dentro del grupo de investigadores desde... desde que llegó al complejo. Cuando salió de la cabina allí estaba, serio y concentrado, con su calva incipiente. «Éste está bien... es ella la que no ajusta» —Quédate quieto, ya, que nos es imposible ayudarte. —La voz entró desde la nada, y no pasó a través de sus oídos. Se le plantó en medio del cerebro, llegando desde vaya uno a saber dónde. «¿Quién eres? Responde, maldita sea. No quiero estar aquí. Sácame de una buena vez» —Espera y relájate. —La voz era autoritaria y le inclinaba a obedecer—. Y deja de rebuscar en tu memoria, que estamos intentando separar las identidades. PULSAR 10

|

Pág. 81

«¿Identidades? ¡Oh! Es eso. Estoy jugando al conejillo... pero, ¿dónde están esas preguntas?» —Ya están contestadas, por una de las dos identidades, pero no sabremos cuál hasta que logremos aislarla. Y basta, relájate... ¡ya! «Entonces... ¡No puedo dejar de pensar! ¿Por qué no me duermes?» —No podemos dormirte. Necesitamos que ambas identidades estén alertas, en primer plano. De otro modo significaría tu muerte. —Un silencio siguió a esas palabras. «De acuerdo. Dime qué debo hacer... ¿qué debemos hacer?» —Busca un objeto, uno solo, y concéntrate en él. Algo que ambas identidades conozcan bien... y comienza a reflexionar en ello... descríbelo... detalla sus funciones... lo que se te ocurra, pero concéntrate. «Pero... ¿cuál?» —Algo elemental... busca... no te demores, que a medida que pasas más tiempo en ese estado perdemos oportunidades. Pender buscó... y encontró. Su propia mano... ¿qué mejor? Y comenzó a describirla... hasta... Abrió los ojos dolorosamente. La luz estaba siendo filtrada y aumentaba lentamente. Estaba en una celda de cuarentena; podía reconocer el dispositivo de los alimentos, el panel de control de la salida, las células de visualización, las de seguimiento... Se enderezó suavemente. Se sentía algo pesado todavía... y recordaba poco y mal lo que había ocurrido en las últimas horas. Se incorporó con intención de abrir la puerta; estiró su mano y el mundo comenzó a girar hacia la nada... ¡otra vez!, en medio de su propio aullido. En el extremo de su brazo superior izquierdo aparecía una cosa pequeña, prácticamente sin un solo vello, y en lugar de los esperados filamentos aparecían cinco apéndices desiguales, ungulados y articulados...

PULSAR 10

|

Pág. 82

ENTREVISTA

Entrevista a... Eduardo Vaquerizo Por Juan Carlos Valero

Eduardo tuvo la gentileza de permitirnos esta entrevista. En el marco de la última Hispacon, con el murmullo de las conferencias de fondo, desgranó estas contestaciones para PULSAR.

Eduardo, como algunos de nuestros lectores no te conocen, empecemos por pedirte una presentación. ¿ Quién es Eduardo Vaquerizo y cuales son sus triunfos ? ( entendamos por triunfos, aquellos trabajos de los que te sientas especialmente orgullosos ).

Soy un enamorado de la ciencia ficción, a la literatura y a la fantasía, tambien de la ciencia y las artes y en especial al cine. Bueno, en general de todo lo que me haga mover la mente y plantee asombro o desafio. Tengo 35 años “Uff ” ,vivo en Lavapies y me da de comer, no demasiado mal, la ingeniería aeronáutica. Tambien soy un culo inquieto y un metijón sin prudencia que siempre cree fácil crear lo que otros crearon y por eso se mete a hacerlo sin pensarselo mucho y luego se da cuenta de que cuesta un huevo conseguir algo decente en cualquier campo artistico. Siendo de tradición toledana, sostenella y no emnendalla, suelo insistir hasta más allá de lo prudente y con resultados desiguales ( en mi estudio hay un par de guitarras aparcadas, un libro de comic editado por aficionados, algunos trofeos y decenas de publicaciones literarias dónde he participado). Es obligado hacer mención a la pelicula “Stranded”, de la cual te has encargado de hacer la novelización. ¿ Que tal es la experiencia de novelizar una idea de otro ? En primer lugar mencionar que la novelización no la hice solo, la firmamos y escribimos Juan Miguel Aguilera y yo. Lo mencionó por que existe el equivoco de pensar que el hizo el guión y yo escribí la novela. En realidad Juanmi intervino en la novela tanto como yo mismo. En cuanto a la experiencia de trabajar sobre ideas previas, solo decir que ha sido satisfactoria. A veces constreñir la imaginación a una dirección dada no es más que un acicate para la escritura. Además, el guión, como todos los guiones, no daba para una auténtica novela, por eso las novelizaciones no suelen pasar de las 200 páginas, y eso con un cuerpo de letra grande. Stranded tiene trescientas y pico, y eso es así por qué, basandonos en el guión, añadimos contenido delante y detrás de la acción principal que se vé en PULSAR 10

|

Pág. 83

la pelicula, intentando dar más cuerpo a la narración completa, cosa que nos liberó para poder realizar un trabajo realmente creativo , suerte con la que no todos los novelizadores gozan. Entre tus trabajos ya publicados se encuentra “RAX”, que recibió excelentes criticas, pero... cual de tus obras recomendarías para establecer contacto con tu trabajo ? Bueno, soy mal exegeta de mi mismo, pero quizá lo que recomendaría son algunos de los cuentos que más satisfecho me han dejado a mi, y las personas que me han leido, como son “El obrador”, “Seda y plata” y “Una esfera perfecta” . Tambien recomendaría ciertas cosas que aún no han sido publicadas, pero que lo serán en breve, como una ucronía madrileña a la que le tengo mucho cariño llamada “Negras Águilas” y que saldrá pronto en Artifex. Y por supuesto, sin olvidar “diez segundos”, que aparece en este volumen de Pulsar, un cuento que no ha cosechado una respuesta entusiasta hasta ahora, y creo que ha sido por que requiere un alto nivel de conocimientos para apreciar el esfuerzo que hice en la recopilación de material con el fin de crear una ambientación coherente de un futuro a la vuelta de la esquina. Una novela preferida... Solaris, de Stanislaw Lem Una pelicula preferida... Blade Runner. (puedo decir otra? Remando al viento otra más? Casablanca joooo es que me acuerdo de más: 2001 En fin, no tengo una preferida sino muchas. ¿ Tus últimas lecturas ? La biografía de Hitler, de Ian Kersaw (volumen II, mil y pico páginas fascinantes) Memoranda, de J.Ford La novela de Andrés Choz, de J. Merino El hombre en el castillo P.K. Dick ¿ Y, en estos momentos, cuales son tus proyectos ? Tengo entre manos un par de novelas aún en proceso de escribirse. Una de ellas es harto compleja, ha requerido una extensa documentación y está requiriendo un complicado proceso de escritura. Un proyecto muy ambicioso que veremos si soy capaz de abarcar, en el que se incluyen Nazis, judios, magia y realidades alternativas. La otra es un Space Opera desmadrado (ya sabeis, cuando más grande, complejo y retorcido, mejor) con el que me lo estoy pasando muy bien y que uso de desahogo del otro proyecto Nada mas, solo agradecerte el rato que nos has dedicado, y recomendar a nuestros lectores den un buen vistazo a la obra de Vaquerizo, si la desconocen.

PULSAR 10

|

Pág. 84

NOTICIAS

Noticias Por Graciela Inés Lorenzo

Graciela recojió el testigo de la sección de noticias. Desafortunadamente, debido al tiempo pasado, ha perdido su actualidad, pero su esfuerzo no merece menos recompensa que nuestro agradecimiento... y su publicación...

EVENTOS Los días 2, 3 y 4 de mayo de 2003, se realizará el 6º Congreso Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro, en el marco de la próxima 29ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires "El Libro del Autor al Lector" y contará con la presencia de distinguidos especialistas argentinos y extranjeros. Por tal motivo la Fundación El Libro convoca a todos aquellos interesados en promover la lectura en la familia, las instituciones educativas estatales y privadas, las bibliotecas, las fundaciones, los hospitales, los geriátricos, los partidos políticos, las asociaciones religiosas, culturales, gremiales, empresariales, deportivas y barriales. Las ponencias se referirán a experiencias o investigaciones realizadas en cualesquiera de los ámbitos mencionados anteriormente y sobre alguno de los siguientes temas: 1. El libro y la promoción de la literatura. 2. El libro y la promoción de la lectura para el aprendizaje. 3. La lectura en los medios electrónicos. 4. La función social de la lectura. 5. Relaciones entre el diseño del texto, los modos de leer y el desarrollo del pensamiento. 6. Estrategias de promoción de la lectura según el contexto cultural en el que se desarrolla. 7. Experiencias intensivas en el aprendizaje de la lectura y la escritura. Condiciones para la presentación de trabajos 1) Plazo y lugar de presentación: Los interesados deberán hacer llegar sus ponencias antes del 3 de febrero de 2003 a: Comité de Selección de Ponencias - Comisión de Educación de la Fundación El Libro - Hipólito Yrigoyen 1628, Piso 5 - (C1089AAF ), Buenos Aires, Argentina 2) Los participantes: Podrán ser argentinos o extranjeros, sin límite de edad, y presentarse en forma individual o grupal. 3) Características y forma de presentación de las ponencias • Tendrán una extensión máxima de cuatro páginas, incluyendo las conclusiones y la bibliografía (consignar las citas bibliográficas completas, según normas). Estarán precedidas, indefectiblemente, por un resumen de no más de doscientos cincuenta (250) palabras. PULSAR 10

|

Pág. 85

• Para una eventual publicación de las ponencias seleccionadas en Internet, deberán presentarse en disquete de 3 1/2, únicamente en programa Word for Windows, acompañado por una impresión en papel tamaño A4, escrito en letra Times 12 con interlineado sencillo, y con un margen izquierdo de 3 cm., y márgenes superior, derecho e inferior de 2 cm. • Debajo del título de la ponencia, se deberá mencionar el tema elegido. • Todos los materiales estarán acompañados por los datos del autor: nombres y apellido, nacionalidad, domicilio, teléfono, dirección de correo electrónico y una breve reseña de sus antecedentes profesionales. • La Fundación El Libro se reserva el derecho de publicación de las ponencias presentadas. • La propiedad intelectual de las ponencias es cedida a la Fundación El Libro. El material que se entregue no será devuelto. • El Comité designado seleccionará las ponencias que serán leídas durante el Congreso por sus autores, o por quien ellos indiquen. • Los detalles de la lectura de quince minutos de duración se comunicarán a partir del 14 de marzo de 2003. • La presentación de ponencias es gratuita, pero la asistencia al Congreso requiere inscripción previa y pago del arancel establecido. Arancel de inscripción • Hasta el 10 de abril de 2003: $ 10.• A partir de esa fecha: $15.Las bases completas de esta convocatoria se encuentran en la página web de la Fundación El Libro: http://www.el-libro.com.ar/29feria/educativas/html/presentacion_ponencias.html Para mayor información dirigirse a: Fundación El Libro Hipólito Yrigoyen 1628, Piso 5 (C1089AAF) Buenos Aires, Argentina Horario: lunes a viernes, de 9 a 17 horas. Tel: (54 11) 4374-3288 Fax: (54 11) 4375-0268 Email: [email protected] Institucionales Vigo no será la sede de la HispaCon 2005 Comunicado de prensa remitido por Ignacio Agulló: Saludos a todos. En representación del Colectivo Nemo de Fantasía y Ciencia-Ficción, hago público el siguiente comunicado dirigido a la "Asociación Española de Fantasía y Ciencia-Ficción". El Colectivo Nemo de Fantasía y Ciencia-Ficción, asociación cultural viguesa sin ánimo de lucro, lamenta tener que anunciar que se ve obligado a declinar la organización de la HispaCon del año 2.005 en Vigo. El pasado 3 de Noviembre, la AEFCF nos adjudicó provisionalmente dicha HispaCon, pendiente de ratificación por nuestra parte. Tras un período de reflexión de varias semanas, hemos decidido DECLINAR la organización de esta HispaCon. La Comisión organizadora quiere destacar las dificultades, personales y laborales, que significa comprometerse con un proyecto semejante, a tres años vista, y haciéndolo además de manera totalmente altruista y desinteresada. Pero sobre todo es difícil comprometerse con el proyecto siendo conscientes de la falta de apoyo de las instituciones, que hace fútil el trabajo de los organizadores. La Comisión Organizadora que ahora se disuelve, formada por Carlos Balseiro, Fernando Moreiras, Roberto Vales y el coordinador Nacho Agulló quiere expresar su agradecimiento a quienes nos ayudaron en la preparación de la candidatura. Por su colaboración, a Pedro Blanco, Pablo Lobariñas y Alfonso Costas. Y por facilitarnos información precisa sobre HispaCones anteriores, a Iñaki Fariña por Santiago PULSAR 10

|

Pág. 86

1.999, a Rodolfo Martínez por Gijón 2.000, a Santiago García por Zaragoza 2.001; y por último a Ignacio Blanco, que no proporcionó la información que pedíamos, pero en su lugar proporcionó algo igualmente valioso, sus apuntes de la organización de Burjassot'98. (BEM) EDITORIALES

Ediciones Robel Bajo el título La ciencia ficción española, Ediciones Robel acaba de lanzar un libro de estudio sobre la ciencia ficción española, presente y pasada. Han participado en el proyecto, entre muchos otros, Pedro García Bilbao, Miquel Barceló, Carlos Sáiz Cidoncha, Augusto Uribe, Ricard de la Casa, Pedro Jorge Romero, Luis G. Prado, José Carlos Canalda, Domingo Santos y Mario Moreno.

Ediciones B en venta La editorial perteneciente al Grupo Z está en venta, según noticias aparecidas en la prensa de hoy. Al parecer, el Grupo Z le ha encargado al BBVA la venta de esta división editorial que posee, entre otras cosas, el fondo editorial de Bruguera. Ediciones B actualmente publica los cómics de Mortadelo, Zipi y Zape, Superlópez o Colección Olé En cuanto a literatura fantástica, es la editora de NOVA, una de las colecciones más importantes de novelas de género fantástico. (Stardust)

Textos dispersos de Borges y Bioy Museo, de Emecé Editores, reúne por primera vez en un volumen textos dispersos que escribieron conjuntamente Borges y Bioy Casares, firmados a menudo con pseudónimos. En el libro, del que se brinda un anticipo en el diario La Nación, se encuentran desde el folleto de La Leche Cuajada de La Martona hasta fragmentos literarios ajenos, publicados en las revistas Destiempo y Los Anales de Buenos Aires y elegidos por el autor apócrifo B. Lynch Davis. (La Nación)

Nuevo sello editorial en castellano: Transversal Jorge Ruiz Morales nos comenta que en noviembre se lanza un nuevo sello editorial en España y se llamará Transversal. "Nos proponemos cubrir un hueco dentro del ya complejo mundo editorial español -explica en una gacetilla-. Como su nombre indica será un sello que recupere para los lectores en lengua española aquellos autores reconocidos en todos los ámbitos literarios, pero que por razones que desconocemos, no se publican sus obras en español, y también de aquellos que sus originales están escrito en nuestro idioma". El sello pretende abarcar todos los géneros (fantasía, ciencia-ficción, novela histórica, terror), "siempre fieles a la calidad literaria, la ambición de la trama y unos personajes bien diseñados en cada libro". En la portada, los libros estarán identificados por género con el logo correspondiente. Una de las grandes novedades de este lanzamiento es que el primer título del Transversal será Vórtice del argentino Carlos Gardini, ganador del Premio UPC 2001. Coincidiendo con la Barnacon, la editorial lanzará Vórtice: una novela inédita, excelente punto de partida para este emprendimiento. Otros autores y títulos mencionados en la página del sello, incluyen: • El gusano de fuego, de Ian Watson. • Arsinoé, Reina de Egipto, de Maria Regina Kaiser (previsto para febrero de 2003). • La canción de la Tierra, de Hugh Nissenson (Premio Spectrum 2002). •

La plica de Balbino el viejo, de Gerardo Muñoz. PULSAR 10

|

Pág. 87

• •

Nekropolis, de Maureen F. Mchugh. Postales desde Oniris, de Alejandro Alonso y Eduardo Vaquerizo.

(Axxón)

Espiral + Espiral CF Nº 27 Novela: Cinco días antes, del escritor madrileño Carlos F. Castrosín. + Antología de relatos Premio ESPIRAL Ciencia Ficción 2002 "Estación Espacial Internacional (ISS)" como Espiral CF Nº 28 (febrero 2003) El relato ganador, otros dos finalistas, dos con "Mención del Jurado" y ocho destacados.

Planeta La Reina Libertad 2. La guerra de las coronas, de Christian Jacq Segundo volumen de la trilogía del mejor autor de novelas de Egipto. El imperio se salva de la desaparición por el valor y la pasión de una muchacha, una auténtica Juana de Arco egipcia. Trilogía de las Cruzadas I. Del Norte a Jerusalén, de Jan Guillou La aventura de las Cruzadas ambientada en el Norte de Europa. Primera entrega de una trilogía histórica que arrasa en Europa. Tom Clancy: Net Force. Prioridades ocultas, de Tom Clancy y Steve Pieczenik Segundo libro de la serie Net Force, una de las de mayor éxito. En el año 2010, los ordenadores son las nuevas superpotencias. Quien los controle, dominará el mundo. El pecado o algo parecido, de Francisco González Ledesma Un nuevo caso del detective Méndez, personaje que ha convertido a González Ledesma en uno de los autores españoles de serie negra más reconocidos en Europa. Amor y amores, de Carlos Fisas Todo el amor y todos los amores de la mano de un gran especialista en el estudio de las manifestaciones amorosas. Cuentos para dormir mejor, de Miguel Gila Una recopilación de cuentos del ingenioso y popular Miguel Gila, reconocido por su gran calidad humana. Una mirada irónica y tierna sobre la vida cotidiana.

Novedades: Colección Nova Un abismo en el cielo, de Vernor Vinge. Ediciones B, col. Nova Nº 152. Barcelona, octubre 2002. Título original: A Deepness in the Sky (1998). Traducción: Pedro Jorge Romero. PVP: 21 euros. 736 páginas. ISBN: 84-666-0862-1. Texto de la contraportada Hacia el año 10000, la civilización humana se ha escindido en dos grandes grupos: la cultura nómada de los innovadores comerciantes Qeng Ho, enfrentada a la ruda civilización de los Emergentes, y su tiránica sociedad basada en la tecnológica esclavitud de las mentes. El enfrentamiento tendrá lugar ante la misteriosa estrella OnOff y frente a la perspectiva de grandes riquezas que promete el futuro comercio con la primera civilización alienígena encontrada por los seres humanos: las Arañas, que sobreviven en un planeta cuyo sol se apaga y vuelve a encenderse con rigurosa periodicidad (BEM)

NUEVO SELLO EDITORIAL DE PEDAGOGÍA Y DIDÁCTICA: “EDICIONES NOVEDADES EDUCATIVAS”. A partir del 1º de noviembre comenzará la distribución en España de Ediciones Novedades Educativas. Este sello editorial argentino de didáctica y pedagogía se especializa en la publicación de libros para Profesores y Maestros de Educación Infantil y Primaria, Directivos, Orientadores Escolares, PULSAR 10

|

Pág. 88

Psicopedagogos, Formadores de Formadores y Jefes de Estudio a través de las siguientes Colecciones y Proyectos: • Colección “0 a 5” – La educación en los primeros años: Educación infantil • Colección “Biblioteca Didáctica”: Educación Primaria • Colección “Ensayos y Experiencias”: Orientación escolar y Psicopedagogía • Colección “Formación de Formadores” • Colección “Gestión Institucional” • Colección “Recursos Didácticos” • Colección “Reflexión y Debate” • Colección “Educación y Trabajo” • Colección “Bibliotecología Escolar” • Colección “Psicología y Educación” • Colección “Capítulos de Psicomotricidad” • Colección “Edu\Causa” La distribución cubrirá todas las comunidades españolas mediante una extensa red de representantes regionales que surtirán a las librerías de cada localidad. Al final de este mensaje encontrará la relación de los distribuidores ordenados por comunidades y provincias. El fondo de la editorial puede consultarse en el sitio web http://www.noveduc.com Nos ponemos a disposición de profesores, maestros y formadores para asesorarlos a través de [email protected] acerca de los contenidos de las obras y colecciones que integran el fondo editorial. A quienes lo soliciten, les enviaremos archivos digitalizados con información organizada por niveles educativos, áreas departamentales y colecciones temáticas y el catálogo completo del fondo editorial en formato PDF con las reseñas de los contendidos de los libros publicados. Ediciones Novedades Educativas Informes en Madrid: Telf. 916 017 742 / 916 017 743 / 916 959 011 DISTRIBUIDORES REGIONALES DE EDICIONES NOVEDADES EDUCATIVAS MURCIA, ALICANTE Y ALBACETE: “LA TIERRA LIBROS” C/ SAGITARIO, 4 NAVE B - 03006 - ALICANTE Telf. 965110192-965110288 Fax. 965115182 E-mail: [email protected] ANDALUCIA Y EXTREMADURA: “RODRIGUEZ SANTOS” C/ ARTESANIA 10 POLIG. P.I.S.A. – 41927 - MAIRENA DEL ALJARAFE, SEVILLA Telf. 954180475 Fax. 954180490 E-mail: [email protected] COMUNIDAD DE MADRID Y CASTILLA LA MANCHA: “DISTRIFORMA SA” C/ OFICIO 16 POL.IND. LOS OLIVOS - 28906 - GETAFE / MADRID Telf. 916017742 - 916017743 - 916959011 Fax. 916838510 E-mail: [email protected] CASTILLA LEON: “LIDIZA” AVD. SORIA 15 - 47193 - LA CISTERNIGA / VALLADOLID Telf. 983403060 Fax. 983403070 E-mail: [email protected] CATALUÑA: “L'ARC DE BERA” C/ BELGICA 47 NAVE 6, P.I. MONTIGALA - 08917 - BADALONA / BARCELONA Telf. 934653008 Fax. 934658790 E-mail: [email protected] ASTURIAS: “INFOLIBRO” POL. IND. LAS PEÑAS NAVE 3 – 33199 - GRANDA-SIERO / ASTURIAS Telf. 985985756 Fax. 985985765 E-mail: [email protected] PULSAR 10

|

Pág. 89

ARAGON, RIOJA Y NAVARRA: “ICARO DISTRIBUCIONES” POL. IND. EL PLANO C/ “A” NAVE 39 – 50430 - MARIA DE HUERVA / ZARAGOZA Telf. 976126333 - 976126336 Fax. 976126493 E-mail: [email protected] GALICIA: “DISFER” CTRA. N-VI KM. 582 – /ESPIRITU SANTO NAVE 8 - 15168 SOÑEIRO-SADA / LA CORUÑA Telf. 981611752 Fax. 981611753 PAIS VASCO Y CANTABRIA: “UNBE DISTRIBUCIONES” C/ NOVIA SALCEDO 10 - 48012 - BILBAO / VIZCAYA Telf. 944274332 Fax. 944274425 E-mail: [email protected] CANARIAS: “TROQUEL” URB. MONTAÑA BLANCA PARC. 31-A – 35416 - ARUCAS LAS PALMAS DE GRAN CANARIAS Telf. 928621780 Fax. 928621781 E-mail: [email protected] VALENCIA Y CASTELLON: “GEA LLIBRES” POL. IND. EL OLIVERAL C/ “G” NAVE 6 – 46190 - RIBARROJA DEL TURIA / VALENCIA Telf. 961665256 - 961665257 Fax. 961665249 E-mail: [email protected]

En Gigamesh Juego de tronos, de George R.R. Martin, primer libro de la serie Canción de Hielo y Fuego. Su P.V.P. será de 22,95 euros.

Bibliópolis Fantástica El último deseo, de Andrzej Sapkowski Los ladrones de cuerpos, de Jack Finney

Colección Albemuth Nº 4: Una luz en la noche de Daniel Mares. (Axxón)

PulpEdiciones Centauro de Piedra - Rafael Marín Primer Hombre de la Lente - EE "Doc" Smith Trilogía de los Dioses - Ángel Torres Quesada Un Guerrero de Marte - Edgar Rice Burroughs PREMIOS

Concurso Literario Ricardo Miró - Panamá Con un premio en efectivo de 15 mil dólares para cada género literario se dieron a conocer los ganadores de la versión 2002 del concurso dentro de las actividades conmemorativas de los 60 años de la creación de este certamen iniciado en 1942. La más importante de las premiaciones literarias del Istmo Centroamericano se divide en cinco sesiones: novela, cuento, poesía, ensayo, y teatro. El jurado de la categoría novela estuvo compuesto por Enrique Chuez, Marilina Vergara y la escritora argentina Elena Cabrejas y El largo camino de regreso de Rogelio Guerra Avila obtuvo el primer premio. De acuerdo con el fallo, El largo camino de regreso está construida a través de varias historias enlazadas por una misma protagonista, en las cuales se exaltan valores como la lealtad y el amor. Ésta es la segunda premiación que Guerra Avila obtiene en las seis décadas del Miró. En 1997 se llevó PULSAR 10

|

Pág. 90

este mismo galardón con la novela titulada Cuando perecen las ruinas. Manuel Orestes Nieto fue galardonado por tercera vez en poesía con la obra Nadie llegará mañana. Fue decisión unánime de los panameños Gerardo Maloni y Porfirio Salazar, y del jurado internacional Faber Simone Bruscoe, quienes coincidieron en que el poemario poseía un "lenguaje transparente y pulido", de una "elevada musicalidad". El autor ya posee la medalla Gabriela Mistral de Chile y el Premio Casa de las Américas de 1975 con su obra poética Dar la cara. El otro lado del sueño del escritor Pedro Luis Prados fue seleccionada por unanimidad en cuento. El jurado integrado por los panameños Dimas Lidio Pitty, presidente del Consejo Nacional de Escritores de Panamá, y Héctor Rodríguez Cedeño, y el mexicano Heráclito Cepeda, escogió esta obra de Prados porque sus cuentos presentan unidad temática, así como un "manejo coherente y artísticamente válido de los elementos y la atmósfera de una coyuntura decisiva en la historia panameña". La literatura joven de Panamá estuvo representada por el dramaturgo Javier Stanziola, quien se adjudicó el premio en teatro con Solsticio de invierno. Stanziola fue seleccionado de manera unánime por el jurado conformado por Roberto Enrique King, Teresa Mann y el escritor costarricense Jorge Arroyo. Según su opinión, la obra ganadora muestra una "radiografía de familia de barriada bien contextuada en un período específico de la historia de Panamá". "La obra se aleja del tratamiento pretencioso habitual en la dramatización de temas sociales, para enfocarlos con frescura", anotaron y acordaron que los personajes presentados son verosímiles y que el texto muestra conocimiento de la mecánica teatral. Finalmente, en ensayo fue premiado Aproximación histórica del pensamiento ideológico y político del conservadurismo de César Julio González Herrera. Según el jurado compuesto por Marcos Gandásegui, Jorge Kam Ríos y Argelia Tello Burgos, además de estar "muy bien concebido", aborda un tema inédito en los estudios históricos de Panamá consideraron sobre el ensayo ganador. Corresponsal: Taty Hernández Durán República Dominicana

Premio Planeta 2002 El Premio Planeta, dotado con US$ 600.000, fue para el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, con la novela El huerto de mi amada, una historia de amor entre un adolescente y una mujer rica, divorciada y mucho mayor que él. El premio, el más importante en cuanto al dinero que reparte después del Nobel de Literatura, fue proclamado al término de una fiesta literaria organizada por la Editorial Planeta en Barcelona. La obra finalista de esta 51a. edición del Planeta fue Las mujeres que hay en mí, de la española Mari de la Pau Janer, que se llevará US$ 150.000. En la novela ganadora, Bryce Echenique (nacido en Lima, en 1939) relata la apasionada relación entre un joven y una mujer divorciada mucho mayor que él, circunstancia que provoca un gran revuelo en la ciudad en que viven, originando intrigas y envidias. El huerto de mi amada era la novela que Bryce Echenique, autor de Un mundo para Julius, llevaba anunciando desde La amigdalitis de Tarzán y que nunca llegaba a publicarse, hasta el punto de que en los últimos tiempos se rumoreaba ya en círculos literarios que la estaba reservando para este premio. La novela de Bryce Echenique compitió con otras 522. El año último la ganadora del premio fue la española Rosa Regás por La canción de Dorotea. Grandes nombres de la literatura hispana, como Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela o Juan Marsé, han sido galardonados con el premio junto con periodistas y escritores muy exitosos comercialmente que, a juicio de la crítica, han terminado devaluando el premio. (La Nación)

10º Premio Bartolomé March Cencillo El escritor Felipe Hernández (Barcelona, 1960) obtuvo este premio de novela breve con Dunas. La novela será publicada por la editorial mallorquina Bitzoc. Felipe Hernández, que reside en Palma de Mallorca desde 1976, escribió su primer poemario, Medianoche, en 1974. Desde 1984 compagina su dedicación a la escritura y la composición musical con PULSAR 10

|

Pág. 91

diversos empleos. Ha publicado las novelas Naturaleza (finalista del Premio Herralde 1989), La deuda (Planeta, 1998), La partitura (Seix Barral, 1999), Edén (Seix Barral, 2000), así como el libro de relatos Inundación. (El país)

Sherlock Holmes miembro honorario de la Real Academia de Química de Gran Bretaña Un personaje de novela accederá a un honor que, en general, está reservado a Premios Nobel y otros distinguidos académicos o industriales de carne y hueso. Cien años después de regresar del mundo de los muertos a investigar el misterioso asesinato de Sir Charles Baskerville, Sherlock Holmes pasará a ser miembro honorario de tan distinguida Real Academia de Química de Gran Bretaña. David Giachardi, secretario general de la sociedad, dijo: "Si Holmes hubiera sido un héroe de carne y hueso, como Brunel o Livingstone, otros famosos victorianos, sin dudas le habrían conferido honores en público. Su creador fue honrado por la reina Victoria en 1902 después de que se encontró al sabueso. Ahora, cien años más tarde, en 2002, con un poco de atrevimiento, estamos flexibilizando un poco las reglas para decirle al mundo: he aquí un gran hombre que persiguió desinteresadamente a los malvados para ayudar a los buenos, utilizando la ciencia, su coraje y procesos mentales transparentes para alcanzar sus objetivos", señaló. Inspirado en la realidad El famoso detective, después de todo, estaba inspirado en un hombre de verdad, el doctor Joseph Bell, profesor de Arthur Conan Doyle en la facultad de medicina de Edimburgo, Escocia. Conan Doyle publicó la primera de las historias, Las aventuras de Sherlock Holmes, en 1891 en la revista Strand y tuvo tanto éxito que dejó a un lado la medicina. Dos años más tarde, el escritor escocés decidió dedicarse a la ficción histórica y, en la novela El problema final, "mató" a Holmes. Esta muerte literaria causó extraordinarias protestas en Inglaterra, incluyendo la cancelación de unas 20.000 suscripciones a la revista Strand. Conan Doyle, quien había dicho que la muerte era justificada, sorprendió a los lectores cuando, ocho años después, accedió a sus insistentes ruegos y revivió al detective. El escritor de novelas policiales Ian Rankin, quien reside en Edimburgo, recibió el anuncio de la Real Academia de Química con mucha alegría. "De cierta manera es fantástico porque constituye un reconocimiento de que la literatura policial vale la pena, de que sirve para algo más que matar el tiempo en un viaje en tren —dijo—. Pero por otra parte es, por supuesto, una gran chifladura. Darle un premio real a un personaje de ficción equivale a lo que suele hacer la gente que envía ropas tejidas a mano a los bebés recién nacidos de las telenovelas. Aún así, creo que merece el premio porque ha causado tanto placer a la gente durante años. A los científicos les encanta leer sus libros, hay turistas que vienen a Inglaterra a seguirle las huellas y sigue siendo un personaje grande, válido, maravilloso, tridimensional". "Es mayor que los libros", concluyó. (BBCMundo)

Ursula K. Leguin gana el Premio Endeavour La colección de relatos de Ursula K. Le Guin Cuentos de Terramar (Tales From Earthsea) ha ganado el cuarto premio Endeavour, presentado el pasado sábado 23 de noviembre en la OryCon en Portland. El premio se concede a un libro de ciencia ficción o fantasía escrita por un escritor de la costa noroeste del pacífico, y viene con una dotación de US$ 1.000. Le Guin empató ya por el premio el año pasado. Los jurados de este año han sido Howard Hendrix, Harry Turtledove, y Elisabeth Vonarburg. Los finalistas: • The Free Lunch, de Spider Robinson. • Getaway Special, de Jerry Oltion. PULSAR 10

|

Pág. 92

• • • (Stardust)

Homefall, de Chris Bunch. Past the Size of Dreaming, de Nina Kiriki Hoffman. The Year the Cloud Fell, de Kurt R.A. Giambastiani.

Premio UPC de Ciencia Ficción 2002 El Premio UPC de Ciencia Ficción 2002, convocado por el Consejo Social de la UPC y dotado con 6.000 euros (un millón de pesetas) se ha repartido ex aequo entre la obra Escamas de Cristal, de Pablo Vilaseñor, de Madrid, y La ruta a Trascendencia, del argentino Alejandro Javier Alonso. Pablo Vilaseñor enmarca su obra en un futuro donde China y Estados Unidos no están presentes, pero sí se hace referencia a las culturas japonesa y rusa. La novela trata los universos paralelos, donde se desarrolla la de una chica y su extraño protector. La obra no olvida una explicación de ciencia ficción del porqué de las cosas. La ruta a Transcendencia se centra en la historia de un lugar, Trascendencia, que los misteriosos extraterrestres "epics" han "cambiado" después de la guerra. La física habitual, el espacio y el tiempo han quedado modificados en la zona, y también las personas. Una curiosa historia sobre un mundo diferente y su efecto sobre la gente que persigue la llamada ruta a Trascendencia. El jurado también otorgó una mención, dotada con 1.500 euros (250.000 pesetas) a la obra francesa de Rosseti Christophe Franco, Rejet (rechazo), una amarga reflexión sobre el uso político del terrorismo en un futuro próximo. Capitalismo y anarquismo enfrentados en una manipulación sin final, siempre en búsqueda de la justicia. Los premiados de la UPC de la Politécnica El premio UPC de Ciencia Ficción premia las mejores obras presentadas por miembros de la comunidad universitaria de la Politécnica. Este año, el galardón de la mención, dotado de 1.500 euros (250.000 pesetas), se ha repartido ex aequo entre las obras Teorema, de la estudiante de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Telecomunicaciones de Barcelona de la UPC, Irene da Rocha Fort, y Odisea, del profesor del Departamento de Arquitectura de Computadores de la UPC, Fermín Sánchez Cerracedo. Teorema explica las peripecias, en un futuro próximo, de una joven que ha descubierto un nuevo teorema matemático y le ha sido "robado". Relaciones con compañeros y profesores componen el mundo de una joven inteligente pero desencantada por lo que le ha pasado. La obra Odisea, del profesor Fermín Sánchez, es la clásica odisea del espacio, incluso posiblemente concebida como un homenaje a la obra 2001 de Kubrick-Clarke. Además, el jurado, formado por Luís Anglada, Miquel Barceló, Josep Casanovas, Jordi José y Manuel Moreno han premiado también con una mención a la obra Monpia 4 finals, de Pau Fonseca Casas. El acto de entrega de los premios ha sido presidido por el presidente del Consejo Social de la UPC, Joaquim Molins. El invitado de honor de la ceremonia ha sido el prestigioso escritor norteamericano de ciencia-ficción, Vernor Vinge, quien ha pronunciado la conferencia "La singularidad Tecnológica", extracto de su tesis explicada en el marco de un simposio organizado por la NASA. Los números del UPC 2002 El Premio UPC de Ciencia Ficción se convoca anualmente desde 1991 por el Consejo Social de la UPC y se ha convertido en uno de los más prestigiosos galardones de este género literario para obra inédita en todo el mundo. Para el escritor y especialista británico Brian W. Aldiss: "El galardón de la UPC es el premio más importante de la ciencia-ficción de Europa". En esta XII edición, se han presentado 125 novelas de una docena de países diferentes. Diez novelas son de estudiantes de la UPC y destacan los autores de los Estados Unidos, con 10 obras, y el bloque latinoamericano (que incluye México, Argentina, Colombia, Panamá y el Ecuador), con un total de 21 obras. En total, 39 novelas son extranjeras (31%), 25 son de Catalunya (20%) y 61 obras del resto del España (49%). Alemania, Australia o Israel también han estado presentes en la edición de este año con escritores que han presentado sus obras inéditas al concurso. La gran mayoría de las obras son en castellano, pero también se han presentado escritos en catalán, inglés y francés. (Axxón) PULSAR 10

|

Pág. 93

Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2002 (España) El escritor catalán Miquel Desclot (Barcelona, 1952) ganó en España el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, edición 2002, con su obra Mès música, mestre! (¡Más música, maestro!). La dotación del premio es de 15.025 euros, y las otras obras finalistas fueron Galtzerdi suizida, de la escritora vasca Mariasun Landa, y No corazón do bosque, del gallego Agustín Fernández Paz. La obra ganadora —Mès música, mestre!— está editada en catalán por La Galera y la componen 57 poesías sobre instrumentos musicales, desde los clásicos hasta los populares. Es la primera vez que el premio se otorga a un libro de poemas. Miquel Desclot estudió Filología Catalana en la Universidad de Barcelona y fue profesor titular del Departamento de Filología Catalana de la Universidad Autónoma de Barcelona entre 1975 y 1992 (entre 1980 y 1982 ejerció el cargo en la Universidad de Durham, Inglaterra). A partir de 1992, se dedica por entero a la literatura como poeta, narrador y traductor. Como traductor ganó varias distinciones: "Premio Josep M. de Sagarra" de traducción teatral (1985) por la versión de Les mamelles de Tirè, de G. Apollinaire; "Premio de la Generalitat" a la mejor traducción en verso (1988), por la versión de I, de William Blake; y "Premio Nacional de Traducción de Literatura Infantil" (1988), por Versos Perversos (Barcelona, Editorial Empúries); la versión en catalán de Cuentos en verso para niños perversos, de Roald Dahl. Algunas de sus obras destinadas al público infantil y juvenil son: El blanc i el negre (La Galera, 1971); A la punta de la llengua (La Galera, 1980); La cancó més bonica del món. El bemoll moll (1986); Bestiolari de la Clara (Edelvives, 1992); Fills del segle (cantata juvenil), música de Albert Guinovart (1994); Lluna de mel al palau de vidre (La Galera, 1995. Versión en castellano: Luna de miel en el palacio de cristal); En Pere i el llop (Teatro infantil, adaptación del cuento de Prokópiev), estrenada en 1997. Por sus obras literarias recibió diversos premios: "Premio Lola Anglada" (1985), por Set que no dormen a la palla; "Premio de la Crítica Serra d’Or, sección infantil" (1993), por Bestiolari de la Clara; "Premio de la Crítica Cavall Verd", por Per tot coixí les herbes (de la lírica japonesa). (Imaginaria)

Premio Nacional de Literatura Dramática El dramaturgo y periodista Ignacio Amestoy obtuvo el premio por su obra Cierra bien la puerta. Amestoy, nacido en Bilbao en 1947, es profesor de la RESAD. (ABC)

Premios CCEI 2002 (Madrid, España) El 18 de noviembre de 2002 se entregaron los Premios CCEI 2002, que otorga anualmente la Comisión Católica Española de la Infancia en dos modalidades: Premio CCEI de Literatura Infantil y Juvenil y el Premio CCEI de Ilustración. Desde 1962, se concede el Premio CCEI de Literatura Infantil y Juvenil a la editorial, que a juicio del Jurado, "presenta el libro que destaca por ofrecer valores literarios, humanos y cristianos". El Premio CCEI de Ilustración, se crea en 1996 y tiene las mismas características que el de Literatura Infantil y Juvenil pero es concedido a los libros ilustrados. En esta oportunidad, los premios en sus dos modalidades se concedieron a obras publicadas por la editorial Edelvives. El Premio CCEI de Literatura Infantil y Juvenil fue para el libro El pueblo sombrío, de Lucía Baquedano, y el Premio CCEI de Ilustración al libro Tento y la cadena, escrito por Ricardo Alcántara e ilustrado por Gusti. Lucía Baquedano nació en Pamplona (Navarra, España) en 1938. Su primera novela juvenil fue Cinco panes de cebada (Madrid, Ediciones SM, 1981), finalista del Premio Gran Angular en 1979. Con Fantasmas de día (Madrid, Ediciones SM, 1987) recibió el Premio Barco de Vapor en 1986, que también fue incluido en la Lista de Honor del IBBY en 1988. Por La casa de los diablos (Barcelona, Editorial Labor, 1992), recibió el Premio CCEI en 1993. PULSAR 10

|

Pág. 94

El pueblo sombrío es una novela realista, ambientada en la actualidad española, y centrada en el tema de una joven dividida entre dos amores, el de un joven médico y el de un aldeano de su pueblo. La joven se ve en la terrible circunstancia de delatar a este último cuando descubre que el padre del médico ha sido secuestrado por un grupo de terroristas en el que está implicado el aldeano. Gusti, Gustavo Ariel Rosemfett, nació en Buenos Aires (Argentina) en 1963, y desde 1985 reside en Europa dedicado a la ilustración de libros infantiles. Ganó importantes premios: Concurso de Ilustración OEPLI 1988 (España); Pomme D'or 1989 (Bratislava); Apel.les Mestres 1990 (Barcelona); Premio Nacional de Ilustración 1990 (España); Premio Lazarillo de Ilustración 1990 (España); Diploma de Honor del V Premi Catalonia 1992 (Cataluña). Tento y la cadena, escrito por Ricardo Alcántara e ilustrado por Gusti, pertenece a una colección en la que el protagonista de cada una de las historias es Tento, un perro cachorro y bonachón. En este título, Tento descubre a otro perro atado con una cadena; entonces el cachorro desea tener una pero, cuando lo consigue, siente que con ella ha perdido lo mejor que tenía: la libertad. (Imaginaria)

Premio Nacional de las Letras Españolas El escritor catalán Joan Perucho obtuvo hoy el Premio Nacional de las Letras Españolas que anualmente convoca el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, según informaron en fuentes de este departamento. El jurado concedió este galardón a Joan Perucho por el conjunto de su obra, añadieron las mismas fuentes. Ayer el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte el Premio Nacional de Fotografía a otro catalán, Joan Colom. El escritor Joan Perucho recibió hoy "totalmente turbado" la noticia de la concesión del Premio Nacional de las Letras Españolas, concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (MEC), según explicó el propio autor en declaraciones a Europa Press. Perucho afirmó sentirse "emocionado" por la concesión del premio, además de "felicisísimo" por obtener un galardón de estas características, "que jamás había pensado" que le sería concedido. El escritor barcelonés se definió más como un "hombre de letras que participa del orbe literario" del que dijo sentirse "interesado por todo", a pesar de que en la actualidad cuestiones de salud le mantienen alejado de la literatura, según explicó. "Estoy en un momento de pesimismo, que me saca de quicio y no me deja ver lo que pasa en la literatura española", afirmó Perucho, quien colabora semanalmente en el periódico 'La Vanguardia' con la publicación de artículos periodísticos. En cuanto al futuro, cuestionado sobre la posibilidad de escribir un nuevo libro en los próximos años afirmó: "ya no tengo ganas, aunque esto no se puede predecir". (Stardust)

Premio de Teatro para Autores Noveles 'Calderón de la Barca' 2002 El autor David Martínez Vallejo obtuvo el premio que anualmente convoca el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) y que es uno de los más destacados de la escena española, por la obra El infierno que cruzas es tu cielo. El galardón está dotado con 9.015 euros e incluye la edición de la obra y la concesión de una subvención para la producción del título premiado. El autor, de origen asturiano, ha realizado colaboraciones en la revista literaria 'Rey Lagarto' y ha publicado relatos en el libro Art Nalón Letras. En 1998 obtuvo el XI Premio Nacional Ángel González de Poesía, con el libro Con los pies en la tierra, que concede el Ayuntamiento de Oviedo. En el año 2000 PULSAR 10

|

Pág. 95

obtuvo el accésit en el concurso de textos teatrales para jóvenes autores Marqués de Bradomín. El jurado que ha concedido el premio estuvo presidido por Andrés Amorós, director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM); y formado por Cristina Santolaria, Tina Sáinz, Guillermo Heras, Juan Antonio Vizcaíno, Santiago Martín Bermúdez, José Ignacio García Garzón y Fernando Travesí (Premio Calderón de la Barca de 2001). En ediciones anteriores han obtenido el Premio Calderón José Ramón Fernández, José María Rodríguez Méndez, Yolanda Pallín y Pedro M. Víllora, entre otros. (La Estrella)

Premio Fernando Quiñones Camilo José Cela Conde ganó el premio Fernando Quiñones. La novela ganadora, Como bestia que duerme, que será publicada por Alianza Editorial, constituye una metáfora del tiempo del franquismo en España al mismo tiempo que se adentra en aquellos vínculos familiares y afectivos existentes entre padres e hijos. «No es un libro autobiográfico -precisó el autor-. Hablo de muerte, de odio, de amor, de venganza, pero el que sea uno u otro el vehículo de todo eso es más bien secundario». Esta novela se adentra en «la interrelación que puede existir entre el mundo de los niños y el de los adultos», explica el escritor. La novela transcurre durante las vacaciones de verano de dos niños, los protagonistas de la historia, que descubren sin querer un misterio celosamente guardado por el padre de uno de ellos, responsable de la muerte de su hermano. El jurado del premio estuvo integrado por Alfredo Taján, Juan Fernández Palacios, Valeria Ciompi, Mariano Antolín, ganador de la anterior edición, y Nadia Consolani, viuda del autor gaditano Fernando Quiñones. Es una novela escrita con «convicción y sabiduría». Así la calificó el jurado, que reconoció en esta obra a un «escritor profesional» por su «prosa sencilla y de buen tono». Catedrático de la Universidad de las Islas Baleares, Camilo José Cela Conde (Madrid, 1946) publicó su primer libro, «El resto de los halcones», en 1975, y es autor de varios volúmenes de ensayos. Tras la muerte de su padre, amplió y reeditó «Cela, mi padre», obra publicada en 1989. (ABC)

Premio Nacional al Fomento de la Lectura La Fundación Germán Sánchez Ruipérez y la revista Turia ganaron el premio que concede el Ministerio de Educación y Cultura. El premio, sin dotación económica, le ha sido concedido a la Fundación Sánchez Ruipérez por ser una institución de referencia en la promoción del hábito lector, en la iniciación a la lectura de niños y jóvenes y en la labor investigadora. En la revista Turia el premio ha valorado su vocación de apertura a la cultura universal y el hecho de ser un ejemplo destacado del esfuerzo para el fomento de la lectura. Antonio Basanta, director general de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, manifestó que «es la primera vez que este premio se concede a una institución y que, de alguna manera, recoge la trayectoria iniciada por la fundación en el año 1981 para «conseguir que la sociedad española se haga lectora, porque lectura y libros se escriben con libertad» (ABC)

Premio Juan Carlos Onetti En los salones de la Embajada Española, con la presencia del Excmo. Sr. Embajador de España en Uruguay, Fernando Martínez Westerhausen, del Ministro de Cultura de Urugay, Dr. Antonio Mercader, de la periodista y profesora Blanca Rodríguez, y de los escritores Manuel Rivas y Mario Delgado Aparain quienes actuaron de Jurado, se celebró la entrega del Premio Juan Carlos Onetti de Novela que esa representación diplomática ha auspiciado junto al sello Alfaguara. Tras la participación de 84 obras , seleccionadas 5 de ellas para una ronda final, se decidió por unanimidad de los integrantes del Jurado, otorgar el Premio a la obra titulada Tres muescas en mi carabina del periodista y escritor argentino Carlos María Domínguez. Domínguez, de amplia trayectoria en ambas márgenes del Plata y autor de varias obras literarias, ha manifestado que 'se trata PULSAR 10

|

Pág. 96

de una novela de piratas y contrabandistas' , en torno a las situaciones vividas principalmente en el pasaje de los mismos sobre la Isla Juncal, que se encuentra en el kilómetro 'cero' del estuario existente como límite Sur de Uruguay. (Estandarte)

I Concurso Internacional de Cuentos Taurinos El Albero Esta semana se falló el I Concurso Internacional de Cuentos Taurinos El Albero. El jurado, compuesto por María Fernanda Heredia, Abdón Ubidia, Andrés Maldonado, Javier Ponce, Mariano Bustamante, Cristóbal Roldán Cobo, Patricio Espinosa Serrano, Emilio Izquierdo, Modesto Ponce y Santiago Bustamante Luna, de manera unánime otorgó el premio a Guillermo Eduardo Pilía por Quite a la sombra. Luis Leante obtuvo una mención especial por La Guardesa. El jurado decidió recomendar la publicación de Clarines para una añoranza, de Antonio Luis Vera; Detalles, de Oscar Vela Descalzo; Lunares Amarillos, de Alvaro Ponce Samaniego Ponce; Primordial, de Federico Martín Beines; ¡Oh, negro toro de pena!, de Danilo Sánchez Limón; La suerte contraria, de Rafael Nosti Herrera; Lapicerito, de Juan Pablo Castro Rodas; El gafe, de Kalinin Lotty Patricio Jhayya Villacrés; y Necesidad Torera, de Pedro Alonso Gonzales Ojeda. (Estandarte)

IX Premio Nacional de Cuento Carmen Báez El primer premio fue para Todo hombre es como la luna llena, de Pedro Bermúdez Solís; el segundo premio para Adiós alegría, de Jorge Enrique Escalona del Moral; y el tercero para La tertulia, de Luis C. A. Gutiérrez Negrín. Se recibieron 117 trabajos, de los cuales han sido seleccionados 10 para ser premiados este año, 3 primeros lugares y 7 menciones honoríficas. Obtuvieron mención: No pienses en el porvenir, de Glafira Rocha Monárrez; Siempre Silvia, de Virginia Hernández Reta; Alas de mariposa, de Liliana Salomón Meraz; Moscarda, de Jaime Reyes Rodríguez; Las estrellas, de Norma Kishi Sutto; Aún la mar revela secretos, de Federico Vite López, y Ojos que se van, que no regresan, de Heidy Adriana Cásarez Pérez. Estos cuentos serán publicados en la edición conmemorativa del 28º aniversario del Colectivo Artístico Morelia, A. C., a presentarse el 4 de diciembre 2002. En esta ocasión se propuso un apartado para cuentos extranjeros, recibiéndose 33 trabajos, cuya selección será publicada en un libro que se presentará en el 16º EnCuento o Congreso Mexicano de Escritores, 4 al 7 de diciembre 2002, Morelia. El Jurado estuvo integrado por los lectores y escritores Elba Rodríguez (Guadalajara, Jal. 1954), Rodolfo Favela (México, DF 1949) y Ruth del Río (Zacapu, Mich. 1950). (Estandarte)

XII premio Domingo Santos El fallo del jurado se hizo público en el marco de la BarnaCon 2002 (XX HispaCon) El Premio Domingo Santos es un certamen literario de narrativa fantástica que otorga cada año la organización de la HispaCon. Los miembros del jurado labraron el acta que se reproduce a continuación: Reunidos en calidad de miembros del jurado Jaume Carreras, Pedro Jorge Romero, Santiago L. Moreno, Cristina Macía, Alejandro Vidal y Humberto Revilla en calidad de secretario; tras la lectura de las narraciones ajustadas a las bases de la convocatoria de este XI Premio Domingo Santos, y tras someterlas al juicio de los miembros del jurado, se acuerda: Declarar como finalistas las siguientes narraciones, cuyo título y lema o seudónimo se indican a continuación: "El proyecto", de Benjamin Mears; "Rosas en el pulgar", de No Hay Rosas Sin Espinas "Deshacer el mundo", de J. Riot PULSAR 10

|

Pág. 97

"La nariz", de Lindo Monito. Tras las deliberaciones, se decide otorgar el XI Premio Domingo Santos, dotado con 600 euros, por 3 votos a favor y 2 en contra, a la narración: "Deshacer el mundo". Después de abrir la plica correspondiente, se reconoce como autor de la narración galardonada a: Joaquín R. Revuelta (Jerez de la Frontera, Cádiz, España) Los autores de los relatos finalistas son: "El proyecto", de Juan Francisco Jiménez Troya (Madrid, España) "Rosas en el pulgar", de José Eduardo A. Machicote (Beccar, República Argentina) "La nariz", de Santiago Egido Arteaga (Madrid, España). El jurado agradece la participación de los concursantes de este certamen. Para que así conste, se redacta este acta en Sentmenat (Barcelona), a veinte de octubre del 2002.

Premios Ignotus 2002 La votación por correo de la fase final de los Premios Ignotus 2002 finalizó el pasado 24 de octubre. Los ganadores de las 13 categorías a concurso se hicieron públicos durante la cena oficial de la Hispacón, y son: Novela: "Demonios en el cielo", de Gabriel Bermúdez Castillo. Aroz Editor Novela corta: "Contra el tiempo", de Juan Miguel Aguilera y Rafael Marín. Artifex Estelar Cuento: "Fortaleza de invicta castidad", de Eduardo Gallego y Guillem Sánchez. Pulp Magazine extra 2001 Antología: "Premio UPC 2000", de Miquel Barceló. Ediciones B Libro de ensayo: "Las 100 mejores novelas de CF del siglo XX" (vv.aa.). La Factoría de Ideas Artículo: "El erotismo en las novelas de a duro", de José Carlos Canalda. Pulp Magazine extra 2001 Ilustración: Portada de “Demonios en el cielo”, de Koldo Campo. Espiral CF 23 Producción audiovisual: “Los otros”, de Alejandro Amenábar - Producciones del Escorpión. Largometraje Obra poética: desierto Revista: “Pulp Magazine”, de Mario Moreno y Román Goicoechea Novela extranjera: “La estación de la calle Perdido”, de China Mieville. La Factoría de Ideas Cuento extranjero: “Las 43 dinastías de Antares”, de Mike Resnick. Gigamesh 30 Sitio Web: “Bibliópolis”, de Luis G. Prado. http://www.bibliopolis.org/

Premio Norma Fundalectura La escritora e ilustradora ecuatoriana María Fernanda Heredia Pacheco ganó el Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma Fundalectura 2003, para niños de 6 a 10 años, con la obra Amigo se escribe con H, en tanto que la escritora uruguaya María Gabriela Armand Ugon Pérez obtuvo el accésit con El secreto de la casa gris. Además de la publicación de sus obras, la ganadora del accésit recibirá US$2.000 y la del Premio, US$10.000 más la participación en un evento nacional o internacional de interés ara el área de la literatura. Desde 1996 Fundalectura y el Grupo Editorial Norma otorgan anualmente este Premio, que se ha consolidado como uno de los galardones más importantes que se entregan en el contexto latinoamericano. El jurado del Premio 2003 recomendó la publicación de Sucedió en colores, obra de la autora argentina Liliana Beatriz Chiavetta, más conocida como Liliana Bodoc, y de El sombrero blanco del señor que no era mi tío, del boliviano Carlos Vera Vargas. Las jurados también destacaron tres obras de gran calidad que no se consideraron para el premio: Aventura en el Amazonas, del colombiano Francisco Javier Leal, El usurpador de la luna llena, de la argentina Beatriz Ferro, y Cuentos para jóvenes filósofos, del mexicano Ricardo de Robina Cordera; la primera obra no se consideró por su estructura y las dos últimas porque están dirigidas a lectores de más PULSAR 10

|

Pág. 98

de 12 años (esta edición del premio convocaba obras dirigidas a lectores entre los 6 y los 10 años). El jurado estuvo integrado por la venezolana María Fernanda Paz Castillo, editora y profesora universitaria de literatura para niños y jóvenes, la brasileña Laura Sandroni, especialista en literatura para niños y jóvenes, fundadora de la Fundaçao Nacional do Livro Infantil e Juvenil y miembro de su comité directivo, y la editora mexicana Patricia van Rhijn, fundadora y directora general del Centro de Información y Desarrollo de la Comunicación y la Literatura Infantiles, Cidcli, así como por María Candelaria Posada, directora editorial de Norma, y Carmen Barvo, directora ejecutiva de Fundalectura. Se destacó en esta edición del Premio la numerosa participación no sólo de obras (338, provenientes de 23 países) sino de escritores (104) que optaron al accésit (el premio que se concede a quien nunca antes ha publicado obras literarias para niños y jóvenes). De hecho, dos de los escritores destacados optaban por este galardón; un buen indicio de que la literatura latinoamericana para niños y jóvenes se está renovando. Recordamos a nuestros lectores que la 9ª edición del premio, en la que concursan obras para lectores de 11 a 18 años, está abierta hasta el 30 de abril de 2003: ¡esperamos sus obras!

NÚMEROS

Según el informe, el sector editorial ha aumentado en empleados, títulos editados, títulos «vivos» en catálogo y facturación, mientras que decrecen en un 19 por ciento las tiradas medias por ejemplar. La mitad de los más de 60.000 títulos editados corresponden a novedades, con un precio medio de 11,95 euros el volumen y una tirada en torno a los 4.322 ejemplares. Por géneros, los manuales de texto no universitario, la literatura y los libros infantiles fueron las materias con más ejemplares editados en el año 2001. Por categorías, el libro de bolsillo es el que más crece, un 12,2 por ciento, lo que corrobora el esfuerzo que los sellos editoriales han realizado para su difusión entre el lector medio. (ABC)

FANZINES Y DEMÁS

Cienciaficcion.net cierra su web por la LSSI La entrada en vigencia de la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico (LSSI) en España obligó a más de 360 sites a cerrar preventivamente o a modo de protesta. Cienciaficcion.net se encuentra entre ellos. Consultado por Axxón, los responsables del site explicaron que el problema reside en el tratamiento especial dado a los buscadores, los cuales deben estar identificados (así como su poseedor) y registrados. Según los responsables del site, "en cualquier momento un juez puede pedir que elimine del buscador tal o cual página porque el sitio original ha sido cerrado".

Qliphoth nº 7 Contenido: • • • • • (Qliphoth)

“El vuelo del arquitecto", de J. A. Fernández Madrigal (relato). "El Templo", de Javier Alvarez Mesa (comic). "El simbolismo del Arca de la Alianza", por Sergio Fuster (artículo). "Crixus", de Alexander Padrón (relato). "La puerta etrusca" (V), de Jorge R. Ogdon (relato).

Cine Fantástico Español Número Monográfico revista Quatermass Un ejemplar imprescindible para conocer en profundidad lo que ha dado de sí el cine fantástico PULSAR 10

|

Pág. 99

español. QUATERMASS Nº Doble 4-5. 160 págs. Din A4. Antología del cine fantástico español 112 películas comentadas con su correspondiente ficha técnica y amplio material gráfico, desde “La torre de los siete jorobados” (1944) hasta “Stranded” (2001), lo que comprende desde films señeros hasta rarezas Además: entrevistas a Carlos Aured, Paul Naschy, Jorge Grau y Carlos Aguilar. Extenso comentario de 38 Bandas Sonoras de Films Fantásticos Españoles. Artículos sobre Sandra Mozarovski y Superhéroes europeos. Guía de recaudación en taquilla y número de espectadores. Solicítalo en tu librería especializada o en ASTIBERRI EDICIONES. Apdo 485. 48080 Bilbao (Vizcaya). Giro postal: 17, 50 Euros.

Un libro en formato nuevo La cantautora Inés Fonseca, santanderina como José Hierro, ha puesto música y voz a los versos del poeta en un libro-disco (LcD) con siete dibujos del propio Hierro, que "ahora se dedica a pintar", según dijo su esposa Lines al presentar "este bonito regalo" en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Este LcD hace el número 28 de una colección iniciada en 1995 con Luis Eduardo Aute a la búsqueda de un formato que incluyera poesía, pintura, canciones e incluso algo más en un solo objeto, ofreciendo la máxima libertad de expresión al artista y un contenido coherente La delicada salud del premio Cervantes le impidió acudir al acto, en el que Fonseca evocó aquel momento hace un año cuando se le ocurrió cantar las palabras de Hierro mientras leía "Marina impasible", del libro "Cuaderno de Nueva York", y quiso "añadir una emoción a la del poema". "Se la enseñé a Hierro y le gustó hasta el punto de animarme a que siguiera", recordó la cantante que entonces eligió siete temas para una tarea que le resultó "sencilla", dijo, debido a "la fusión entre mi pensamiento y su poesía". "Vida", poema incluido en el libro "Cuadernos de Nueva York" da título al LcD que incluye los versos de "A orillas del East River", "Ciudad a lo lejos", "Indiferente", "Marina impasible", "Aunque el tiempo me borre de vosotros" y "Nubes", de varios libros de Hierro. "El poeta se encuentra bien", manifestó su esposa Lines cuando se le preguntó por la salud del creador octogenario. "El no se considera pintor -dijo-, pero ahora que no escribe y que andamos de hospital en hospital está siempre dibujando. Si se hubiera dedicado..., pero no dibuja para vender, solo para casa, mis hijos tienen algunos cuadros". Lines comentó que Hierro considera a la música "la segunda piel de la poesía" y que está muy satisfecho con el libro-disco editado y distribuido por Karonte, que ya salió al mercado (al precio de 17 euros) con un prólogo de Fernando Delgado y un texto del crítico Carlos Galán. (El Mundo)

Nahual Nº 9 Luego de una larga espera se encuentra disponible el número 9 del fanzine "El Oscuro Retorno del Hijo del ¡Nahual!" CUENTOS “El poder de la venganza” de Amariel “Don Clemente” de Daniel Albarrán “¡A espantar a su abuelita!” de Andrés Tonini “La balada de los asesinos azules” de Gerardo Sifuentes “Cacería” de Aldo M. Alba “¿Fue un error?” de Sergei Strel’chenko CLÁSICO “Baby H.P.” de Juan José Arreola ARTÍCULO “El legado de Isaac Asimov” de Janitzio Villamar PULSAR 10

|

Pág. 100

OBRA GRÁFICA “Wild Flower II” de Sidhartha Neri Colín “Volcanes” de Iván Pérez S. SECCIONES ¿Qué es la Ciencia Ficción? Topothesica Descriptio Frases célebres Convocatorias La Furia Epistolar **EDITADO EN MÉXICO

Gigamesh Acabamos de subir a la página web de Gigamesh el artículo "Usos de la locura en Cervantes y Philip K. Dick", de Kenneth Krabbenhoff, aparecido originalmente en el número 29 de la revista y finalista en la presente edición de los premios Ignotus. Su postulado original es tan osado como sorprendente: la conexión entre la poética de Cervantes y la de Philip K. Dick, tomando como ejemplo la novela Tiempo desarticulado.

Convocado el I Premio Twinings, de micro-relatos (2 de enero de 2003). Primero: recepción de los relatos El premio se desarrollará en el período comprendido entre el 30 de septiembre de 2002 y el 2 de enero de 2003. Podrán participar todas aquellas personas residentes en España que, en el plazo establecido, envíen su relato: • Por correo electrónico a través del formulario en la web. • Por correo postal a la revista “Qué leer”. Apdo. Correos 546, 08080 Barcelona • Por fax al número 93 432 29 07 En todos ellos se deberá hacer constar la referencia: “TWININGS” e incluir la identidad del autor, dirección completa y teléfono de contacto. Segundo: contenido del juego Podrán optar al premio relatos originales e inéditos escritos en castellano que no hayan sido premiados en otros concursos. Los textos tendrán una extensión máxima de 100 palabras. El relato deberá contener alguna alusión al té, no es necesario que aparezca la marca. Sólo se podrá enviar un original por concursante. El jurado estará presidido por el escritor Luis Mateo Díez y compuesto por miembros de la redacción de la revista “Qué leer”. Se cerrará la recepción de relatos el día 2 de enero de 2003. Entre todos los relatos recibidos, cada mes se seleccionarán los mejores y serán publicados el mes siguiente en la revista “Qué leer”. Todos los recibidos se publicarán en Notodo.com. Tercero: adjudicación de premios - Primer premio: El relato seleccionado por el jurado en primer lugar recibirá como premio un viaje de fin de semana a Londres. El viaje incluye: • 2 billetes de avión ida y vuelta en clase Bussiness desde Madrid o Barcelona. • Asistencia del personal del hotel a la llegada al aeropuerto, así como durante la estancia. • Alojamiento para dos personas en habitación doble en hotel de 5 estrellas, en régimen de media pensión. • Seguro básico de asistencia.

• Un “pocket money” de 400 euros. • Visita a la tienda de Twinings en el Strand de Londres, donde el ganador y su acompañante serán obsequiados con productos Twinings. La fecha para realizar el viaje será en el plazo de un año a contar desde el momento de la concesión del premio. Además del viaje a Londres, el ganador obtendrá una beca para seguir perfeccionando sus habilidades literarias en el Curso de Relato Breve impartido por la Escuela de Letras de Madrid, bien en modalidad presencial, bien en línea. El ganador contará con un plazo de 10 días a partir de la concesión del premio para que, de forma fehaciente, acepte el premio o renuncie al mismo. Para recibir el premio, deberá presentar su Documento Nacional de Identidad. En el caso de que sea menor de edad, deberá ser acompañado por uno de sus padres. - Del 2º al último de los relatos publicados: Los autores de los relatos finalistas (los seleccionados y publicados mensualmente en la revista “Qué leer”) serán obsequiados con un juego de té de La Cartuja de Sevilla. Cuarto: recepción de obsequios Los obsequios serán enviados por CILE S.A. Los obsequios no serán canjeables en ningún caso. A los regalos de la presente promoción les será de aplicación, en su caso, lo establecido en el vigente Reglamento del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, aprobado por el Real Decreto de 30 de diciembre de 1991, nº 1841/91 y demás disposiciones concordantes, siendo por cuenta de la entidad mercantil CILE S.A., si procede el ingreso a cuenta de las retenciones practicables, y de cualquier otro impuesto que se devengase. Los empleados de la entidad mercantil CILE S.A., HACHETTE FILIPACCHI, S.A., INTERDECO, COMUNICACIÓN Y PUBLICACIONES, S.A., PUBLICACIONES HACHETTE FILIPACCHI, TELEREVISTAS, S.A., TELEPHONE PUBLISHING y NOTODO.COM no podrán participar en la presente promoción. R. TWININGS & CO. Ltd. se reserva todos los derechos de utilización o edición posterior de los microrelatos enviados en las acciones promocionales de su marca que pudiera considerar convenientes. Quinto: publicación de los resultados A los finalistas se les enviará una carta en la que se comunicará que han sido seleccionados y posteriormente se le enviará el obsequio. La revista “Qué leer” publicará a partir del número de noviembre y hasta el número de enero una selección mensual de los relatos recibidos. En el número de febrero se dará a conocer en la propia revista el relato ganador. Los participantes en esta promoción, por el hecho de acogerse a la misma, comprenden y aceptan sus bases en los términos expuestos, no siendo procedente reclamación alguna respecto al contenido de las presentes bases. Los premios no serán en ninguno de los casos convertibles en dinero. Las presentes bases estarán a disposición de todos los participantes del juego en la redacción de QUÉ LEER. Gran Via de les Corts Catalanes, 133 2ª Planta, 08014 Barcelona. Los datos de carácter personal que se faciliten serán tratados de conformidad con lo establecido en la Ley Orgánica 15/1999 de 13 de Diciembre de 1999. http://www.notodo.com/concursos/twinings/

PULSAR 10

|

Pág. 102

BIOGRÁFICAS

Fallece Richard Harris El actor irlandés Richard Harris, cuyo último papel fue el del profesor Dumbledore en las películas de Harry Potter, falleció el pasado viernes 25 de octubre a la edad de 72 años víctima de un cáncer. Harris se encontraba hospitalizado en el hospital University College de Londres, donde recibía tratamiento contra el mal de Hodgkin, la variedad más común de cáncer linfático, después de caer enfermo a principios de este año. Nacido en la localidad irlandesa de Limerick en 1930, Harris se trasladó a Londres para estudiar interpretación en la London Academy of Music and Dramatic Art. Aunque comenzó en el teatro, luego dio el salto a la televisión y el cine. Harris obtuvo el galardón de mejor actor en el Festival de Cine de Cannes de 1963 por su actuación en el film This sporting life ("Esta vida deportiva"). El artista participó en 72 películas, entre las que se incluyen Camelot, The field ("El campo"), Cromwell y A man called Horse ("Un hombre llamado Caballo"). (Bem)

Fallece Jonathan Harris Jonathan Harris, más conocido como el profesor Zachary Smith de la serie televisiva Perdidos en el espacio, falleció a los 87 años de edad, informó su familia. La muerte le sobrevino el domingo en Los Ángeles, debido a un coágulo sanguíneo que se le formó mientras recibía tratamiento para un problema crónico en la espalda. De origen ruso judío, pero nacido en el Bronx neoyorquino, Harris se hizo famoso por su pronunciado acento británico con el que salpicaba todas sus interpretaciones. Un acento que el mismo confesó en público que era poco natural y forzado, pero que le sirvió para crear el personaje más popular de la conocida serie de televisión Perdidos en el espacio. Aunque nunca consiguió otro trabajo tan popular, Harris mantuvo su carrera en activo, al interpretar recientemente las voces de diferentes personajes en filmes de dibujos animados de los estudios Pixar. (El Nacional)

PULSAR 10

|

Pág. 103

ARTICULO

El anticrítico Por Victor Conde

Aunque ha sido accidental cerrar Pulsar con este “anticritico”, creo que no podríamos haber escojido una mejor pelicula para ello.

B

ienvenidos un mes más a ésta mi / vuestra Anticrítica. Esta vez vamos a analizar un filme procedente del mundo del anime japonés, y que se perfila no sólo como una gran película de animación, sino también como un muestrario de las inquietudes cinematográficas y filosóficas de su realizador. Me estoy refiriendo, claro está, al último ejercicio onírico-surrealista-parcialmente ultrarrealista de Miyazaki, “El viaje de Chihiro”. Hayao Miyazaki es un hombre acostumbrado a batir récords. Desde que Nausicäa (Nausicäa, Hayao Miyazaki, 1984) fuese el primer gran éxito de su estudio, ha dejado caer una obra maestra tras otra a lo largo de dos décadas, cimentando su carrera de cinematógrafo experto sobre el prestigio que ya se había formado anteriormente como dibujante de mangas. Todos conocen el manga, ¿verdad? El famoso cómic japonés en papel reciclable (porque, no sé si lo sabían, el 70% del manga se hace al estilo de los antiguos pulps: son cómics para leer y tirar) que tanto ha cambiado la forma de entender y dibujar tebeos en occidente de unos años a esta parte. “El viaje de Chihiro” (Spirited Away, Hayao Miyazaki, 2001) es una interpretación —en las claves de la personalidad de su autor— de leyendas clásicas como “Alicia en el país de las maravillas” o su secuela literaria, “A través del espejo”. Nos relata el viaje de una niña, en contra de su voluntad, por un mundo que linda con el nuestro, poblado de criaturas mitológicas y trufado de mala leche. Digo que es un viaje a su pesar, porque en esta película encontramos como eje argumental una de las grandes premisas del cine de su autor: cómo la niñez se ve modificada cuando el / la joven entra abruptamente en el mundo de pesadilla de los adultos (aunque éste venga disfrazado de universo colmado de misticismo oriental), y debe luchar para sobrevivir según sus reglas. Esto no es nada original si nos remitimos a su filmografía. Ya estaba presente en prácticamente la totalidad de sus obras anteriores, como es el caso de “Nausicäa” (la princesa que debe abandonar su pueblo y a su padre moribundo para salvarles de la guerra), “Mi vecino Totoro” (la jovencísima Mei, con sólo cuatro años de edad, huye de su casa y se extravía en el bosque con la ingenua intención de ir a rescatar a su madre enferma), “Porco Rosso” (la hija del constructor de aeroplanos siente tanto fervor por el hidroavión que ella misma ha ayudado a diseñar, que decide acompañar al cazarrecompensas a vivir sus aventuras) o “La princesa Mononoke” (una niña-demonio criada por lobos, tan ligada al espíritu del bosque que está dispuesta a dar su vida por defenderlo cuando las huestes humanas llegan con intención de talarlo, como si fuera un instrumento más en sus inútiles guerras). Niños solos, extraviados en un incomprensible PULSAR 10

|

Pág. 104

mundo de adultos. Incomprensible porque tiene reglas que no cotejan con la magia que hasta entonces había llenado su infancia o juventud. Sí, la modificación de la infancia... pero sin que ésta llegue a desaparecer, claro. Porque el cine de Miyazaki, pese a estar trufado de denuncia social y mala leche, es un cine fundamentalmente optimista, alegre, vivaz. Lleno de color. Y, sobre todo, es un cine que recrea un mundo donde de verdad existe la Magia, aunque generalmente sólo los niños puedan verla. Y ahí donde otros cineastas elaborarían obras sobre la triste pérdida de estos preciosos años, sobre el traumatismo del paso a la edad adulta, él no lo hace: La originalidad (y grandeza) del discurso de este autor radica, justamente, en que no entiende la Magia como una virtud débil, frágil como un sueño, capaz de desaparecer aplastada ante los reveses del mundo. No, los protagonistas de Miyazaki usan esa magia para enfrentarse al mundo, y ganan. Al final de la historia su niñez se modifica, pero no para peor: mejora y se enriquece porque ha usado sus principios para hacer frente a la adversidad; nunca los ha perdido en el proceso. El niño sigue siendo niño al final de la película, y eso es lo único que importa. La premisa que da pie a la aventura es muy simple: Chihiro es una niña que viaja con sus padres en coche hacia su nueva casa. Por casualidad se meten en las ruinas de un antiguo parque de atracciones, y sus padres comienzan a atracarse con una comida que no ha sido preparada para ellos. Esto les transforma en cerdos, y en cuanto cae la noche, la niña se da cuenta de que de alguna manera se han introducido en el mundo de los espíritus. Buscando una manera de salvar a su familia, pedirá trabajo en un gigantesco edificio que resultará ser un balneario donde veinte millones de dioses van a pasar su tiempo libre y a curar sus achaques. Chihiro entrará en plantilla como ayudante de limpieza, y su inexperiencia provocará más de un problema. Hasta aquí bien. La película tiene muy buen ritmo y una planificación ejemplar. En ningún momento aburre, manteniendo al espectador en ese estado permanente de suspensión de incredulidad, de afinidad por la maravilla, que sentimos cuando leemos los buenos cuentos de hadas. La pregunta que nos acompaña durante todo el metraje es: ¿qué maravilla o hecho estrambótico veremos a continuación? ¿Qué imagen increíble y surrealista encontrará la joven Chihiro cuando abra la siguiente puerta? Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que Chihiro se encuentra de bruces con la pesadilla que siempre temieron sufrir los hermanos Grimm. En un panorama cinematográfico dominado por los estudios americanos, es grato asistir al pase de un filme que no sigue a pies juntillas los preceptos y reglas de oro de la animación Disney. A Miyazaki, verdadero rompetaquillas en su país (lleva años sustentando el récord de la película más taquillera de la historia en Japón), no le asusta ser políticamente incorrecto en ocasiones (como cuando el sin cara se traga de un bocado a un personaje secundario simpático, de esos que en una producción Disney o Dreamworks son intocables), ni “excesivamente realista” en otras. Episodios como el del dios pestilente o el de la niña temblando de miedo en el camastro que le han asignado son imposibles de contemplar en las películas de sus colegas hollywoodienses. PULSAR 10

|

Pág. 105

El mundo de los dioses es onírico e irreal, pero los que lo habitan tienen mucho de humanos: tal vez se diría que, al igual que Chihiro, ellos también fueron personas normales en otra época, que una vez se perdieron en un parque de atracciones. La codicia por el oro les puede (éste supone la gran motivación existencial incluso para la directora del centro, la malvada bruja de exageradas simetrías faciales), y provoca muchas muertes cuando el sin cara comienza a devorar empleados del balneario. Y yo me pregunto: si el dinero es el motivo de la existencia del centro, es que los dioses también poseen un sistema económico, ¿no? ¿Qué fábrica de moneda les proporciona el capital? ¿Y según qué rasero se miden sus salarios? ¿Cobrarán más los dioses que están por encima en el escalafón panteónico? No son cuestiones que parezcan preocupar a Miyazaki. En su película, los dioses usan oro como moneda de cambio, y punto. Tal vez no se explica el porqué debido a que el espectador es como la protagonista: un visitante ocasional al mundo de los sueños, que no permanecerá en él el suficiente tiempo (apenas dos horas que dura la película) como para llegar a aprender sus leyes y mecanismos. Sabemos, o al menos se nos deja intuir, que el mundo de los dioses tiene reglas internas inviolables, y que por ello determinadas cosas no suelen suceder, pero... ¿qué puede pasar y qué no en un mundo así? ¿Qué se puede considerar de mal gusto o antinatural en Fantasía? Pero lo mejor de esta película son sin duda sus momentos “de gran cine” mainstream. Inolvidable me parece la secuencia del viaje en el tren lleno de espectros hacia la cabaña de la bruja melliza. Todos esperan en silencio en sus asientos, y uno a uno se van bajando en diferentes paradas que parecen no conducir a ninguna parte. El tren recorre la superficie de las aguas como un fantasma lleno de espíritus lacónicos, aburridos, que ignoran la presencia de Chihiro como si ella fuese sólo un sueño perdido más. O aquella otra en que la niña va subiendo de ascensor en ascensor, acompañada de un dios obeso y apenas interesado en ella. La mirada de hastío que el ser monstruoso le dedica a la niña en el interior del ascensor me parece un momento sencillamente magnífico. O el juego posterior de las puertas y las cerraduras. En fin, todo un compendio de momentos de buen cine que podríamos haber visto perfectamente en una obra de Truffaut o Kubrick sin inmutarnos. El que sea de animación no es impedimento para que el cine de Miyazaki no esté a la altura de los grandes clásicos en imagen real. Un reflejo de la importancia que para los personajes de Miyazaki tiene el concepto de identidad es la enorme importancia concedida a los nombres. La primera regla que Chihiro debe aceptar cuando empieza a trabajar en la institución es que debe cambiarse el nombre. Y con ello va perdiendo progresivamente la conciencia de sí misma y los recuerdos que conserva de su antigua vida. Se diría que, cuando Chihiro por fin recupera su antiguo nombre y con él el recuerdo de sus padres y su vida como “humana”, le supone una sorpresa comparable a la que se lleva cuando penetra por primera vez en el mundo de los sueños. Es como si ella misma como persona fuese transformándose en un ente distinto porque los que la rodean la llaman de otra manera distinta. Que la película sea muy buena (tal vez una obra maestra, aunque eso son palabras mayores que hay que contemplar con mucha perspectiva) no la exime de tener fallos. En mi opinión, la prueba final a la que somete la bruja a Chihiro, pidiéndole que distinga cuáles de los cerdos de sus porquerizas son sus padres, sobra. Es innecesaria. Alarga demasiado una trama que habría concluido estupendamente cinco minutos antes, con el vuelo del dragón frente a la luna (¿ves, Spielberg, como esas escenas no son exclusividad tuya, y hay quien las hace mejor que tú?). También se le puede criticar un cierto utilitarismo en algunas escenas. Por ejemplo: el supuesto dios pestilente, una vez revelada su verdadera identidad, regala a la niña un objeto mágico que le servirá en el futuro. Parece la estructura de premios y esfuerzos típica de un videojuego o de una mala novela de detectives. Pero todos estos son fallos que quedan muy disminuidos tras la visión del conjunto y de su estupenda coherencia... teniendo en cuanta que no es más que un gran sueño barroco. En fin, que tenemos una muestra más de buen Cine, así con mayúsculas, procedente del estudio Ghibli. No se la pierdan, porque van a aprender muchas cosas sobre el mundo de los sueños, y sus hijos se sentirán muy contentos de tener una alternativa a las repetitivas películas americanas, que jamás se salen de los mismos cánones por temor a ofender a alguien. Y yo me pregunto: ¿lograré perderme yo algún día en el mundo de Chihiro? ¿Dónde encontraré las ruinas de un parque de atracciones lo suficientemente tenebrosas?

PULSAR 10

|

Pág. 106

PULSAR

Fanzine de Ficción Especulativa Este Fanzine se terminó de componer en La Llagosta el día 20 de Febrero del 2003

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.