España insólita. También hay cámaras de reporteros de televisión, una pareja de colegas de la prensa, y grupos de jóvenes excursionistas, que se encaraman por las callejas de cantos rodados y pizarras, buscando a los nativos dentro de sus casas ruinosas, o subiendo hasta las más altas crestas—antaño inaccesibles a los invasores— de los riscos pétreos de la sierra, buscando la panorámica ideal. Pero hace frío en esta tarde dominguera y amenaza lluvia, cuando llegamos a Patones. Un gato ceniciento, como la pizarra de las casas y de las tortuosas y empinadas callejuelas, es el único ser nativo y residente que nos acompaña nada más llegar. Tal vez sus dueños se estén echando la siesta, o no tengan gana de ver a forasteros, hartos de tantas preguntas tontas, y, lo que es peor, de que les saquen luego en los periódicos...

PATONES, ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA

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ARECE ser que hace cientos de años, un cabrero se asentó con su familia, los Patones, en este alto, roquizo y escondido lugar próximo al cerro de San Román. Se dice que este cabrero fue ya el primer rey de los Patones. Este poder se iría luego transmitiendo de padres a hijos. No obstante hay otra versión que asegura que el rey de los Patones era un rey elegido, dentro de la mejor tradición visigótica. Esta última versión tiene bastantes visos de realidad. Como se sabe, después de la derrota de don Rodrigo en la batalla de Guadalete, las tropas del moro Muza conquistaron la Península en menos de ocho años. Pero algunos territorios, inaccesibles y escondidos, como este de Patones, se mantu40

vieron independientes y sus habitantes visigodos no se mezclaron con los invasores. Cuando Alfonso VI conquista Toledo y todas estas tierras pasan a la autoridad de Castilla, Patones ha consolidado ya su tradicional aislamiento y no se somete tampoco a la nueva autoridad; la cual, por otra parte, desdeña este minúsculo territorio. Pasa el tiempo y la situación de Patones se mantiene. Su modesto rey, sin corte, sin trono ni corona, con su indumentaria de campesino, mantiene sin embargo correspondencia con el rey de las Españas, soberano de medio mundo, encabezando así sus cartas: «Al rey de las Españas, del rey de los Patones», lo que dicen que irritaba sobremanera a Felipe II, pensando que tenía otro rey a menos de 13 leguas de su corte. Pero los patones continuaban manteniéndose al margen de todo; guerras y tributos. Hasta que la soberbia de Carlos IV acabó con esta pintoresca e insólita situación, aboliendo la diminuta monarquía patónica. Sin embargo no acabaron estas medidas tampoco con el aislamiento del pueblo, pues en 1808, en que la invasión francesa copó enteramente el país, Patones se mantuvo de nuevo inaccesible y aislado. Fue ya hacia 1930 cuando se construyó la carretera de acceso, antaño vereda de tierra, hoy asfaltada, lo que ya fue abriendo al mundo exterior los entresijos de este montaraz y aislado pueblo. En una de sus callejuelas hay una rústica casita, construida como todas las del pueblo con tosca piedra arrancada de las canteras naturales de la sierra, y en la cual una mano desconocida y sentimental grabó la siguiente inscripción: «A semejanza de Itálica, has sido grande. Hasta rey cuentas en tu historia. La dominación francesa te ignoró. Hoy, en plena ruina y alejados tus moradores, los habitantes de la ciudad vienen a ti para que siga tu existencia,

quizá con más pujanza. Esta casa pretende ser una reliquia de tu pasado glorioso. Así sea».

UN PATONES ACTUAL PARTIDO EN DOS ASTA aquí, la pintoresca e insólita historia de Patones y su rey, un rey no menos insólito y pintoresco. Pero aquel pueblo indómito e inaccesible, que resistió a los invasores de España, no ha podido resistir —como más arriba apuntábamos— a la invasión del confort y a la tentación de una vida menos dura y más civilizada. Apenas quedan ocho vecinos... y todos viejos. No hay niños patones pastando ovejas o corriendo por estos riscos, como los niños patones de antaño. Un flamante centro escolar permanece mudo y solitario. ¿Para qué y para quién lo han construido...? Alguna que otra casita ha sido comprada y reconstruida por algún que otro veraneante madrileño. La tierra es inhóspita; el ambiente humano, mísero; pero la tierra es alta, serrana, y agua y aire son puros y saludables. Los turistas buscan también estos preciosos dones naturales y a la vez acuden al relumbrón pintoresco de la historia. Un avispado forastero ha montado ya un restaurante con aire de mesón «thipycal» y que ha bautizado con el nombre de: «Rey de los Patones». Un restaurante que en estas primeras horas de la tarde no sirve bebidas, ni siquiera un café a los visitantes y turistas que allí acuden buscando calor y apagar la sed. El dueño, una vez agotado el pequeño cupo de comidas, no es muy amable que digamos con los clientes, que se van a su vez protestando por esta falta de atención. La verdad es que no hay un sitio donde cobijarse del frío y del aguanieve que empieza a 41

Se acerca otra anciana: «¿Y tú de qué te quejas, Sebastiana, que tienes un sobrino en Madrid que te ayuda ? Y yo que no tengo a nadie no ando llorando como tú, ni me quejo». Es el triste signo de cientos de pueblos abandonados en la ancha geografía española. Tierras improductivas, o poco rentables. Pueblos desfasados, no acondicionados a los tiempos modernos. Y la gente, sobre todo la gente joven, que emigra a la ciudad en busca de lo que su pueblo no le da. Pero hasta en esto de la emigración. Patones es un pueblo diferente. Sus habitantes no se han ido como los de otros pueblos a Alemania, ni siquiera a Madrid, (a setenta kilómetros de distancia), sino que se han quedado sólo a dos kilómetros de su pueblo. Han bajado, con sus ahorros, a la fértil vega del Jarama, y allí se han asentado, construyendo sus nuevos hogares, a uno y otro lado de la carretera. Y poco a poco ha ido naciendo otro pueblo: «Patones de abajo». Aquí la tierra es más agradecida, por lo fértil, y no tan dura e inhóspita como la de su pueblo de origen. Me ha contado otro anciano lo mucho que han trabajado para La antiquísima iglesia, con su torre cuadrada, en cuya nave harían sus Juras los reyes de Patones

caer. Al fin, una mujeruca, enlutada, a la que llaman Sebastiana, precisamente la dueña del gato ceniciento, ha salido de su humilde casita, y está ahora parloteando con un grupo de jóvenes, en su mayoría chicas. La vieja es alegre, festiva, pero desconfiada como ella sola. No hay quien le haga una fotografía. Habla a voz en grito: «¿Han escapado de Madrid por lo de la huelga, eh? No, a mí no me hacen fotos para sacarme en los periódicos...». Y ante las cámaras que le apuntan, se vuelve de espaldas, se tapa la cara o se mete de nuevo como un animal acorralado en su casita. Y sale nada menos que con un cuchillo. Pero todo 42

es pantomima. Las chicas la tratan con cariño y con comprensión. Y poco a poco en su charla empieza a asomar el tremendo drama de la vida de estos últimos súdditos» de Patones. Su soledad, abandonados por jóvenes y por niños. «Los que se han ido son unos traidores. Han abandonado su pueblo», dice Sebastiana en alocada verborrea, sin parar. «Ahora no hay quien trabaje. Han vendido sus tierras para irse de aquí» Y la mujer pasa de la alegría al llanto, mientras refiere cómo familiares que se han ido se pelean para vender casas y tierras a los veraneantes, ante la oposición de los que se quedaron.

Puerta de acceso al rústico «Palacio Real», que guardan en el arranque de sus escalones dos viejos leones de piedra

sacarle lo imprescindible para p lvir a estas duras tierras de Pa tones, mientras me señala Un cerro montañoso, antaño recubierto de centeno, que trabajaban de sol a sol, viéndose obli9ados a hacer noche a la intemperie allí mismo, sembrando, acogiendo, trillando, todo a ma no, para luego volver andando o en borriquillo. Hoy el cerro aparece todo abandonado de siembra y se han adueñado de el las zarzas y el tomillo. Ahora s °lo les queda algún ganado, ovejas y corderos, y apenas trab a n la tierra. Una tierra alta, arriscada, donde no hay más re medio que patearla como las cabras, siempre subiendo y bajando cimas y lomas, tardando "oras en su recorrido. ts muy humano, pues, que J1 f i n . sus habitantes se hallan ajado a la vega, aun a costa de Partir su pueblo en dos. Hoy los e abajo sólo suben arriba a enterrar a sus muertos —el ceme nterio sigue en Patones—, o visitar algún trozo de tierra el trozo de casa que allí les J Ue da, si no lo han vendido ya. s niños los envían al colegio a° Torre 'aguna, porque abajo t davía no tienen colegio, y el e amba, aunque flamante para un pue • ' tan humilde y mísero Pueblo Perma nece, no sabemos por qué Caus a, abandonado." Callecitas estrechas y empinadas y casas que resisten el peso de los años

Esta es en suma la original, sólita, dramática historia de Pueblo que antaño constituy rre ° einado,conj 'nado, con rey propio, y que P^maneció inasequible a todas nva siones que asolaron la Pe ! n| nsula. Hoy este minúsculo lo d e g Patones, que tiempo h 6 q u e d o s i n re qn H y- s e e s t a también sin tos!) «súbdiv lo °¡ue es más paradójico: atl ' PacT 6 S t á s i e n d o invadido por

busC a n ° lSa dg

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forasteros

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belleza y el aire puro

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' ' h u Vendo de la minación de las ciudades...

J- B. FILGUEIRA

La anciana Sebastiana corre por la ladera de piedra pizarrosa, huyendo de los fotógrafos 43

LA ASOCIACIÓN PROVINCIAL DE AMAS DE CASA DE MADRID FUE LA PRIMERA DE ESPAÑA

Hoy forma parte de la Federación Nacional, tiene delegaciones en los barrios de Madrid y pronto en todos los pueblos de la provincia

UEDE decirse qUe ia A s o c i a c i ó 1 1 P r o v i n c i a l de Amas de Casa d e I Madrid ya er*1' I pienza a tener historia. Fue ' a primera Asociación de Amas d e Casa que se fundó en Españamerced al impulso, la fuerza de voluntad y el gran espíritu de sacrificio de aquella ilustre da' ma que se llamó doña Aseen' sión Sedeño. Ella fundó ' 3 I

Desde su fundación en 1965, se ha propuesto la defensa, orientación y ayuda a las amas de casa con más débil economía 44

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^ s °ciac¡ón con miras altruistas, n Una é Poca hostil a toda organ c *ación independiente, en lua casi heroica, contra la apatía erieral y | a incomprensión del ambiente. Cuando se llega al primer £ S o de la calle Núñez de Balboa 1Q j .... . ' •», domicilio de la Asou " , uno tiene la impresión enc ontrarse- en el interior de Un a humana colmena. Tal es la t r i a d a actividad que en

La Junta Directiva de la Asociación provincial ae Amas oe uasa < S. M. la Reina Doña Sofía, en el Palacio de la Zarzuela

las distintas dependencias se desarrolla cada día. Hay conferencias, reuniones de la Junta, coloquios sobre los más variados temas informativos que puedan interesar a las amas de casa. Consigo que la actual presidenta, doña Josefina TrilloFigueroa, abandone por un mo-

mento sus ocupaciones y me reciba en su despacho, donde hay más tranquilidad. Le pregunto, primero, por la historia de la Asociación y su organización actual. —Primero —me dice doña Josefina— fue fundada por doña Ascensión Sedeño, como Asociación Nacional de Amas 45

a (ANACA). Pero al multiplicarse las asociaciones en todo el país surgió la idea de una Federación Nacional, y la de Madrid se convirtió en una de las 68 delegaciones, que funcionan en 47 provincias, con un total de ciento cincuenta mil afiliadas. Actualmente tenemos delegaciones de barriada en casi todas las de Madrid y aspiramos a tenerlas en todos los pueblos de la provincia. Ya funcionan dos que podemos considerar pilotos, en El Pardo y Alcalá de Henares. —¿Cuáles son los fines primordiales que se propone la Asociación? —Las asociaciones tienen la finalidad de agrupar a las amas de casa para canalizar sus problemas y necesidades, tratando de buscar las soluciones, dentro de los organismos que corresponda en cada caso. Las asociaciones tienen su inscripción y aprobación por el Gobierno Civil, dentro de la Ley de Asociaciones de 1964. Son ajenas a toda ideología política, según consta en sus Estatutos, v su línea de actuación

nos casos en que consiaera se está perjudicando, tanto al ama de casa como a la familia en general, tanto en alza de precios sin justificación como en educación, vivienda, transporte, defensa de legítimos derechos de la mujer, colectivos o individuales. También nos preocupamos de asistencia social, guarderías, ambulatorios, residencias de ancianos y todo aquello que pueda incidir en deterioro del núcleo familiar. —¿Qué actividades desarrolla la Asociación en las barriadas? —Son muchas y de muy variada índole. En el último mes de diciembre hemos tenido unas importantes charlas sobre higiene, alimentación y nutrición, a cargo de una especialista que nos envió la Dirección General de Sanidad. En enero pasado hemos tenido una entrevista con el ministro de Relaciones Sindicales, que escuchó con gran interés la relación de problemas de las barriadas

barrio, para celebrar núes actos culturales. Tenemos e blecidas clases, con preí especiales para nuestras a ciadas, de Corte y Confecci para obtener el carnet de c< ducir y otra serie de actividad que centran las quejas y pi< blemas que nos exponen I asociadas de cada barriada. —¿Mantienen contacto c< el Instituto Nacional de Coi'1 sumo? —Tenemos relaciones y aí piramos a intervenir más dire^ tamente en cuantos organism° r tengan relación con precio' calidades de los artículos e ^ giene de los mismos. En pasado mes de febrero se cel e bró la I Reunión Regional Consumo de Castilla la Nue^'1 organizada por nuestra As° dación y patrocinada por e' Instituto Nacional de Consum 0 A ella asistieron el ministro ob Comercio, señor Liado, y, e entonces director del Instituí 0 señor Ruiz Navarro. Se estU'