REPERTORIO PERIÓDICO MENSUAL QUÍMICA Y BOTÁNICA,

l / ^ REPERTORIO PERIÓDICO MENSUAL QUÍMICA Y BOTÁNICA, DEDICADO ESPECIALMENTE Á LOS CONOCIMIENTOS ÚTILES E N LA CIENCIA Y EL ARTE DE CURAR, CON ARRE

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l / ^

REPERTORIO PERIÓDICO MENSUAL

QUÍMICA Y BOTÁNICA, DEDICADO ESPECIALMENTE Á LOS CONOCIMIENTOS ÚTILES E N LA CIENCIA Y EL ARTE DE CURAR, CON ARRE&LO Á LOS DESCUBRIMIENTOS MODERNOS,

DON JOSÉ DE LLETOR CASTROYERDE, SDiÁeU»r,

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de

medicoit.

TOMO SEGUNDO.

MADRID EN L A IMPRENTA REAL 1833.

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mDICE. TOMO

SEGUNDO.

E:

NSAYO SOBRE LAS ENFERMEDADES C A N CEROSAS ; Y EXPLICACIÓN DE UN NUEVO MÉTODO DEL PROFESOR RECAMIER PARA CURAR LOS ZARATANES POR MEDIO DE LA COMPRESIÓN , SOLA Ó COMBINADA, SIN NECESIDAD DE RECURRIR Á LA OPERACIÓN , PÁG-

PARTE

PRIMERA.

De las enfermedades cancerosas consideradas en general §. I. Etimología^ definición y signos característicos del cáncer; comparación del mismo con otras afecciones. Síntomas, diag~ nóstico, causas, predisposición, sexo, edad, temperamento §. II. Anatomía patológica del cáncer. . §. III.

Terapéutica

PARTE

1

del cáncer.

2

3 26 31

SEGUNDA.

DE LAS ENFERMEDADES CANCEROSAS CONSIDERADAS EN PARTICULAR.

S- I. Cáncer de la piel, del ojo, de las fnefdlas, de la nariz, de los labios, la boca, la lengua, las amígdalas, la faringe, las parótidas, los ganglios subinaxilares, el cuerpo tiroideo y la oreja

43

IV

§. II. Cáncer del esófago, del cardias, del estómago, del piloro, del canal intestinal, del intestino recto, y del ano 82 §. III. Cáncer del hígado, de la vejiga de la hiél, de los conductos biliarios, del bazo, del páncreas, de losi ganglios, mesentéricos, de los ríñones, de los uréteres, de la vejiga de la orina, y de la uretra. H2 §. IV. Cáncer de la vulva, de los grandes labios, de las ninfas, del clítoris, de la vagina , del orificio y cuello del útero, de la matriz, de los ovarios, y de las trompas ó tubos de Falopio 127 §. "V. Cáncer del peritoneo, y de su tejido , celular adyacente, 159 §. VI. Cáncer del pulmón y de los bronquios, de id pleura y sus tejidos adyacentes, del corazón y del pericardio 160 §. VII. Cáncer del cerebro, del cerebelo, de la médula espinal, de las jneninges, y de los tejidos adyacentes I64 J§. VIII. Cáncer de las mamas, del pene, del escroto, de los testículos, de la glándula próstata, y de las vesículas seminales. . 171 VARIEDADES.

Medicina legal Informes médico-legales en dos casos de fratricidio 186 Cirugía práctica Advertencias sobre algunos de los casos que necesitan la amputación de los miembros, como las fracturas complicadas de heridas de armas de fuego 208 Reumatismo articular, curado con la aplicación exterior del cianuro de potasio 219

RESUMEN DE LOS TRABAJOS DEL INSTITUTO D E FRANCIA y DE LA ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS.

Instituto de Francia Cuarto trimestre del año de 1831..—T^fedicina práctica..^CóIcra-morho ^ ••• Enfermedades de los órganos de la voz Cólico saturnino Cirugía práctica, __ ffidrocele vesiculoso ó hídático Zitotricia , Rinoplastia. Anatomía .Estructura del testículo humano. Materia médica Goma Nueva variedad de 1^ especie humana. . . . Sonda esofágica

221 229 232 234 239 id. 24O 242 id. 243

ACADEMIA REAL DE MEDICINA.

Medicina práctica Cólera-morbo 243 Anevrisma del corazón y de la aorta. 255 Remedios secretos id. Cirugía práctica. — Fístula vesico-vaginal. . . 264 Claudicación intermitente id. Torsión de las arterias » . . id. Obstetricia. 266i Bibliografía— Relación del cólera-morbo de Lórulres por Halma Grand 267 Rejicssionl medidle., por Panvini id. lecciones orales de clínica quirúrgica, por Dupuytren id. T(¿>lq sinóptica ele la litotrlclq, por Amussat , . id. Concreciones urinarias en el hombre por Amussat id. La maniobra de todos los partos, por Hatln. 268

VI

Monografía del cólera-morbo de París, por Geñdrin. id. Tratado práctico, teórico y estadístico del cólera-morbo de París, por Bouillaud id. Nuevos elementos de medicina operatoria, por Velpeau. id. Examen de la doctrina fisiológica aplicada al cólera-morbo, por los redactores de la gaceta médica de París 269 Cólera-morbo de París, ó guia de los prácticos, &c., por Fabre. . . j . . . . i id. Tratado del cólera-m.orba • de Rusia -y Polonia, por Gerardin j Gaimard. . . . . . . . . . id. Indagaciones sobre el histérico y la hipocondría por Brachet id. El cólera-morbo epidémico, por Broussais. . . 270 Lecciones sobre el cólera-morbo, por Ma' geadle id. Lecciones de Amussat, sobre las retenciones de orina id. Historia médica del cólera-morbo de París, por Foy. id. Patología especial interna Rcjiexioncs sobre algunos casos de reumatismo de las paredes abdominales, que pueden confundirse con la peritonitis general 271 Enfermedades puerperales 297 Curaciones extraordinarias.

313

VARIEDADES.

Cloruro de cal contra la sarna 330i Subcarbonato de potasa en el prurito de la vulva. 331 Esponja marina 334 Pastillas de malvavisco 337 Anacardio occidental . 339 Jarabe sedativo y diurético de puntas de es-

VII

párragos. S42 Pildoras tónicas de subcarbonato de hierro... 34-5 Lactancia arlificial 346 Infanticidio.^.. • •..,. • .....,... . Í. 1. . .. .'¿ . » . . , •. 351 Temblor vesánico (delirlum t r e i n ^ n s ) . . . . . . 361 Muertes repentinas., atribuidas á la aplopegía 369 RESUMEN DE LOS TRABAJOS DEL INSTITUTO D E FRANCIA Y DE LA ACADEMIA D E MEDICINA D E PARÍS.

Instituto de Francia Primer trimestre del año de 1832 Medicina práctica Cólico saturnino Cólera-morbo Cirugía práctica Litotrlcia Variaciones de las tallas en los animales, y en las razas humanas Incremento de la población en Europa Di/isíon de los poros

379 381 383 389 391 393

ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS.

Medicina práctica Cólera-morbo 394 Causas de la dilatación de las diversas cavidades del corazón 4^2 Obliteraciones de los bronquios ¿^.ÍS Cirugía práctica—Extracción de un pesario. id. Cateterismo y Utotricia ^Í7 Terapéutica y materia médica. — Remedios secretos 4I8 Bibliografía.— A^uew5 elementos de Jisiologia, por Richeraud, décima edición, revisada, corregida y aumentada por el autor y por el doctor Bérard, profesor de Jisiologia en lo escuela de París, tres volúmenes en 8.°, oclicnta reales 423

VIH

Consideraciones prácticas sobre las nevralgias de la cara, por Halliday id. Tratado elemental de química general y médica , por Pelletan. . . . . . . . . . . . . id. Patología del estómago, de los intestinos, y del peritoneo, &c. por Ghardon 423 Medicina naval, por Forget. . . . . . . . . . . . . 4.24 Historia filosófica de la hipocondría y de la füsteria, por Dubois de Amiens. . . . . . . ; . . id.

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EWÍSAYO SOBBE LAS ENFERMEDAtoES CANCEROSAS; Y E X P L I CACIÓN DE UN NUEVO MÉTODO DEL; PROFESOR EECAMIER

PARA CURAR

LOS ZARATANES POR

ME-

DIO DE LA COMPRESIÓN, SOLA Ó COMBINADA, SIN NECESIDAD I M : RECURRIR X LA OPERACIÓN.

•r-T*oooc-g" J¡-A estudio de las enfermedades cancerosas es uno de los mas difíciles de toda la ,patológia,,ya porque no conóGemos la naturaleza rifttimíi cte-eMa» afecciones, ya porquéi e» -e»tos últimos tiempos no han podido ilustrarnos los esfuerzos de la química, ni la aplicación de la anatomía, ni la.oljservacion severa de la cLínica. Muchos mpdieos se ha^i dedicado con todo esmero á conocer á, fprido la niarcha y lo» caracteres de. esta eijfermedád ;' y aunque hemos adelantado algo en el conocimiejRto de mas signos, en su diagnóstico diferencial, y en el curso y terminaciones de ella, la terapéutica ha qviedado envuelta en las mismas tinieblas," y IQ que mas se ha jx;rfeccionado ha sido el método,operatorio, según hemos necesitado ponerlo en práctica en las mamas, el útero y otros órganos del cuerpo humano. Para dar mas orden á mis ide^s dividiré este ensayo en dos partes principales: en la primera trataré del cáncer en general; y en la segunda, lo examinaré en las diferentes partes del cuerpo, indicando las modificaciones que se hayan hecho en los métodos operatorios.

TOMO n .

PARTE PRIMERA. De las enfermedades cancerosas consideradas en general. Desde la mas remota antigüedad han considerado los médicos la enfermedad cancerosa como una afección incurable. Hipócrates dice en el aforismo 38 de la sección 6 . ' , que vale mas no curar á los que tienen un cáncer oculto, pues mueren mas pronto cuando se ponen en cura, que cuando se dejan abandonados (i). Aretéo de Capadocia (2) y Ce/50, elegante autor latino que compiló las opiniones de su tiempo, profesan una misma, que llegó á erigirse en principio en todos los siglos medios y desde los tiempos de los árabes hasta la epóca de Boerhaave. Los médicos llegaron á desesperar de encontrar un remedio que curase esta dolencia; y á pesar de los trabajos de Stork el de Viena, acerca de las propiedades anticancerosas de la cicuta, la terapéutica de esta afección cayó por desgracia en manos de charlatanes y de empíricos, que con sus disparatadas recetas solo consiguieron aumentar el número de los pacientes, acrecentarles sus males y abreviar el término de sus días. Lá Francia no se ha visto libre de esta plaga; y todavía puedo citar que en el año pasado de 1827 salió una muger del hosptal general de París, sé puso en manos de un curandero, el cual la aconsejó que se aplicara en un tumor canceroso del pecho, cataplasmas hechas con excremento humano. Este hecho (i^ Quibns occulti cancri fiímt, eos non curare melius est. Curati emm citius pereunt; non curatl autem longiui tempus perdurant. (2) Etíeratur cáncer mauuum attrectatione, et medicamenlis, et quolibet medeloe genere magis exasperatur (Aret. Cappad. lib. a, de morb. diuturn).

3 parecería exagerado, si se supiera solo por testimonios vagos, y tal vez lo atribuirían algunos á cierta emulación nacional: pero el Profesor iíecamier lo cita en su obra sobre el cáncer ( i ) ; y si yo hago aquí esta indicación, es para disnúnuir el entusiasmo y la exaltación con que se miran en España todas las cosas que van de París, quedando seguro de que si los franceses pudieran citar un hecho ^ m e jante acaecido en España, no cesarla la befa y el escarnio que harían de nosotros hasta que cesara el atolondramiento ridículo con que nos juzgan. Dia llegará en que se renueven los tiempos de los Valles, Mercados, Sobremontes, Hercdías, Francos, y otros muchísimos, cuyas excelentes obras son un testimonio de nuestras glorias nacionales, y de nuestra superioridad sobre los extrangeros; pero en el siglo en que vivimos, nadie quiere leer libros en folio, y puedo asegurar que en ninguna parte se conoce menos que en Francia la literatura médica de España.

§•!• Etimología, definición y signos característicos del cáncer; comparación del mismo con otras afección ncs. Síntomas, diagnóstico, causas, predisposición sexo, edad, temperamento. Los autores antiguos españoles llamaban indistintamente cáncer ó cancro la enfermedad de que tratamos; y en la península se conoce con el nombre de zaratán cualquiera tumor escirroso ó canceroso de las mamas, que fue y se tuvo por la forma primitiva del cáncer. A esta consideración nos conduce un razonamiento de analogía, porque la palabra cáncer viene del latín cáncer, que significa langosta ó cangrejo de mar, por la semejanza que . ( I ) Recaniier,'RecLerches sur le traitement, du cánc e r , &c. tom. I , pág. a 5 l , París , 1829.

tienen las venas varicosas que i'odean estos tumores con las patas del cangrejo; y los griegos llaman esta afección xctj^xivo?, expresión figurada de que tanto gustan los helenos, y que se ha trasmitido al idioma latino y al nuestro, representándola por la palabra carcinoma. Para no alterar el uso del lenguage , conservaremos la palabra zaratán para indicar los tumores esclrrosos ó cancerosos de las mamas, y la de cáncer para las demás modificaciones de esta enfermedad, según la clasificación de los modernos, y con arreglo á las nociones de la anatomía patológica. Como no conocemos la naturaleza íntima del cáncer, nos vemos precisados á describir esta enfermedad en vez de definirla. Al hablar de ella, dice el profesor Audral (1) «que todas las afecciones »que terminan en úlceras depascentes,y que hacen »estragos en profundidad y en superficie constitu» yen el cáncer.» Esta definición está muy distante de ser exacta, y el mejor modo de comprender esta afección es hacerse cargo de todos sus caracteres físicos, y compararla con otras dolencias para que resalten mas y mas sus signos distintivos, y se descubra su diagnóstico diferencial. El cáncer empieza ordinariamente por un tumor indolente y circunscrito, duro y sin adherencias á las partes circunvecinas; va creciendo poco á poco, se vuelve desigual y abollado, y de tiempo en tiempo se sienten en él unos dolores punzantes, que no duran mucho. Si la enfermedad hace progresos , los dolores son mas agudos y frecuentes, el tumor adquiere una pesadez considerable, como se nota en las mamas y en los testículos; y la piel que antes estaba lisa y natural, se cubre de rayas salien-' tes, que proceden de la dilatación varicosa de sus ramificaciones venosas. (O Audral, Precis d'Anatomie phathologique, tom. i, pág. 5or.

5 Cuando el cáncer se va desarrollando presenta unos bultos ó abolladuras mas distintas y pronunciadas , y á veces parece formado de muchos lóbulos reunidos. Un tumor canceroso no tiene siempre la misma consistencia en todos los puntos de su extensión , pues hay algunos que presentan una apariencia de fluctuación, que ha engañado á los prácticos mas experimentados, creyendo que habia colección purulenta. Los que se han dejado engañar por esta ilusión, y han abierto el tumor, solo han encontrado en vez de pus, una materia fungosa que crece con suma rapidez, y que no puede contenerse con los escaróticos mas enérgicos. Rouzet (1) refiere la observación de una muger que tenia un tumor canceroso por bajo de la ingle izquierda: un empírico se lo abrió con una lanceta, y aunque salió mas de una libra de materia saniosa y sanguinolenta, el tumor conservó el mismo volumen. La consistencia de estos tumores varía desde la del riñon hasta la que se acerca al cartílago: en unas ocasiones son escirrosos, semidiáfanos, blanquecinos, azulados, y de un aspecto cuasi cartilaginoso, que va bajando á costroso ó lardáceo, y luego á gelatiniformes; y en otras son opacos, blanquecinos y solaniformes (2) al principio, y luego encefaloideos y pultáceos; y en fin en otras son n e gruzcos , opacos, densos y difluentes. D e s d e los a n t i g u o s se d i s t i n g u i ó el c á n c e r

en

manifiesto y oculto; y llamaban con el primer nombre á los que se presentan bajo la forma de úlceras secas ó húmedas, que al principio tienen diversos aspectos, y luego se convierten en sórdidas, fétidas, fungosas y depascentes. Los dolores son punzantes sin inflamación ni calentura; y la afección ( I ) Roiuet. Reclierclies et observationes sur le cáncer, pág. 4 , París t 8 l 8 . (a) Solanifonae: parecido en sa estructura al parencjuina do la patata.

6 local asimila ó destruye todos los tejidos de un modo unifoxme. Si la afección se halla al principio, entonces se asocian de un modo piümitivo las producciones escirrosas ó encefaloideas, las úlceras carcinomatosas, y los dolores; pero se asocian de un modo consecutivo, antes de que se declare la caquexia cancerosa que consiste en el marasmo, el color amarillento y cárdeno de la piel, la fragilidad de los sólidos, y la fluidez de los líquidos en general y particularmente de la sangre. Todas estas afecciones pi'esentan un carácter refractario, y se r e producen aun cuando se hayan destruido al parecer completamente. Estos son los fenómenos característicos del cáncer, que ordinariamente empieza por una alteración local, lenta y especial de la nutrición orgánica, en la cual no se puede descubrir á primera vista un rastro de la inflamación que después se manifiesta en él con caracteres y efectos tan funestos en todos los casos, y tan diferentes á proporción que los tejidos ó las úlceras cancerosas están aisladas ó asociadas con otras producciones fibrosas, tuberculosas ó adiposa^. Para esplicar mejor la doctrina que acabo de exponer y para dar en cierto modo el diagnóstico diferencial del cáncer, voy á compararle con otras afecciones, porcjue aunque idéntico en su naturaleza , que es única, presenta muchas diferencias entre sí, y bastantes puntos de analogía con otras dolencias, con las cuales es preciso no confundirlo. Por lo tanto, cualescjuiera que sean las diferencias de color, densidad, y volumen del cáncer, y de los dolores que ocasiona, siempre tiene por caracteres comunes los que hemos indicado mas arriba, á tal' punto, que todas las enfermedades que no los presenten no son cancerosas; y todas las que los tengan del)eran ponerse en esta clase, aunque por otra parte manifiesten otro aspecto y distintas modificaciones.

7 Tomemos por ejemplo la tls'is: y demos que hay un estado tuberculoso, extendido ó circunscrito de los pulmones; y que sobreviene la inflamación con supuración, la calentura hécdca, la consunción y la diarrea colicuativa, como se ve en todos los casos f\e fístulas profundas donde penetra el aire. Pero ¡ qué diferencia entre el marasmo febril, la piel sucia y terrosa del tísico, que se suele curar algunas veces cambiando de régimen, mudando de aires, ó contrayendo otra enfermedad, y cuyas úlceras pulmonares se han encontrado cicatrizadas! ¡qué diferencia, repito, entre esta posición, y la demacración aplrétlca, la piel amarillenta y lívida, y la fragilidad de los huesos y de los tejidos del infeliz acancerado que casi nunca tiene cura, aun cuando no le sobrevenga ulceración! Un herpe difuso ó erisipelatoso, circunscrito ó pustuloso, ó en fin ulcerado ó deparcente, no es mas que una flegmasía refractarla ó crónica, que puede extenderse, inducir la fiebre lenta y consuntiva, la colicuación y la muerte; pero un herpe de esta naturaleza, cualquiera que sea su aspecto, nunca pasa del dermis y las membranas mucosas, á menos que no haya complicación; y cede en vanas ocasiones á una mudanza de edad ó de régimen, á la aparición de otra enfermedad, ó á una curación especifica. Mas la sensación pruriginosa de las afecciones herpéticas no es comparable con el dolor punzante, urente y dlslacerante del cáncer; ni la tez del herpétlco es como la del canceroso, cuya aplrexla en medio de los mas vivos dolores, forma un singular contraste, con el estado febril y consuntiv o , que se nota en los herpéticos, los cuales mueren devorados, sin vivos dolores, víctimas de esas flegmasías crónicas. Un órgano se inflama en muchas ocasiones, de lo cual resulta un aumento de volumen; pero conserva su elasticidad, y las partes inmediatas no par-

8 tlcipan de esta especie de hijDertrofia inflamatoria, que es tan común y tan poco temible en las amígdalas, la próstata, 8cc. Mas cuando sobreviene una inflamación, aunque sea crónica, en una mama ó pecho, el infarto presenta la uniformidad y renitencia inflamatoria semielástica; siempre es mas ó m&nos sensible al tacto, con dolor continuo, aunque sin punzadas espontáneas, y propende á una supuración mas ó menos tardía con todos los caracteres inflamatorios: comparemos ahora este estado con el infarto escirroso, que es irregular, sin renitencia elástica, y de una consistencia costrosa, ó de la d u reza del cartílago. En el escirro hay punzadas espontáneas, y el tumor es insensible á la presión y al tacto ; después de liaberlo tocado pueden redoblar los dolores espontáneos; pei'o este fenómeno no debe confundirse con el dolor inmediato de los tumores inflamatorios, en los cuales salen focos purulentos en el pecho inflamado sin otra consecuencia necesaria. El escirro propende á ablandarse sin inflamación evidente, y al fin llega á producir todas las afecciones locales y generales que le son propias. Si una muger siente dolores permanentes en la región del útero; si el cuello y el cuerpo de este órgano son dolorosos al tacto, y están hinchados y semielásticos sin disformidad alguna, entonces es m e nester obrar como en una metritis crónica, que se cura con mucha frecuencia: pero la hinchazón uniforme del útero inflamado no se parece en nada á las abolladuras in-egulares, duras, y á menudo indolentes al tacto, que caracterizan el útero escirroso, á las cuales se juntan los flujos fétidos, el estado carcinomatoso de los órganos circunvecinos, y la caquexia cancerosa. Los dolores punzantes ó urentes de los cánceres uterinos son espontáneos, ó subsigTiientes al tacto, el aial no los produce inmediatamente, á no ser que haya complicación inflamatoria. Un pólipo uterino puede imponer á veces por

una lesión orgánica de esta entraña. El profesor üecamier (1) cita el caso de una señora de edad de treinta y tres años, que tenia dolores en el hipogastrio, la región lumbar y las ingles; después de haberla i-egistrado, reconoció en la vagina un tumor pediculado que consideró como un pólipo, por la igualdad y flexibilidad del cuello del útero. Ató el pólipo, y luego que cayó, introdujo un pesarlo de marfil en forma de un cono hueco, con el cual comprimió el cuello de la matriz, y con esto disminuyó el flujo leucorrálco, habiendo restablecido las digestiones por medio del subcarbonato de hierro, administrándolo solo al principio, y combinándolo después con el extracto de quina. Otro caso refiere el mismo autor, que confirma las ilusiones á que está expuesto el médico, por mucho cuidado que tenga en registrar las pacieiites. Una señora viuda, útero, cortando inmediatamente esta entraña, y no hacer lo que practicó el profesor Langenheck, que después de haber cortado circularmente el conducto vaginal cerca de su inserción en el cuello del

151 útero, con lo cual dejó en descubierto la membrana del peritoneo, la fue disecando con mucho trabajo , y la despegó del fondo de la matriz para volver á meterla dentro del vientre. A la verdad, este práctico no abrió la cavidad del peritoneo, pero se quedó adherente á esta membrana una porción del útero; y sobrevino una hemorragia tan abundante, que la enferma estuvo á pique de perder la vida. Últimamente, el caso mas difícil es aquel en que la matriz se halla invadida por nn cáncer, y ocupa su situación normal, pero tan afianzada con sus ligamentos, que ni puede traerse fuera de la vulva, ni aun hacerla que asome al orificio de este conducto por mas tirones que se den. Este caso presenta la historia de una tentativa de las mas osadas que ha podido emprender la cirugía moderna. Uno de los primeros cirujanos que se atrevieron á acometer una empresa tan arriesgada fue el doctor Gutberlat, el c\ial propuso, que se hiciera una incisión en la línea blanca por cima de la sínfisis del p u bis, y que fuese bastante grande para que por ella cupiera la mano del operador; después de abrir el vientre, un practicante debe contener los intestinos y la vegiga urinaria: el operador introduce entonces la mano izquierda en la pelvis y coje en ella la matriz, que levanta y tira hacia afuera; y con la otra mano lleva hasta la primera unas tijeras largas y fuertes con las cuales corta los ligamentos uterinos y la vagina, lo que facilita sacar en seguida la matriz acancerada por el abdomen. - Saulcr perfeccionó este método de la manera siguiente : antes de practicar la operación desocupa la vegiga y el intestino recto, hace que se eche la enferma en el borde de la cama, como llevamos dicho en otras partes, y un practicante deprime el útero con la palma de la mano por encima del hue.50 pubis; y cuando todos estos preparativos están

152 corrientes, el cirujano introduce los dedos índice y medio de la mano izquierda hasta lo alto de la vagina. Entre sus dedos lleva un bisturí convexo, y corta con él circularmente la vagina y el cuello del útero á dos ó tres líneas de profundidad. Deja el bisturí, y en su lugar toma unas tijeras corvas por sus bordes, y guiadas siempre por los dedos de la mano izquierda, van cortando por entre el útero y la vegiga, de modo que se separen estos órganos del peritoneo, siempre acercándose mas al órgano dañado, que á la vegiga, para no exponerse á penetrar en esta, y observando la misma precaución cuando se vaya cerca del intestino recto, para lo cual se dirigirá la concavidad de las tijeras hacia el útero. El cirujano introduce después la mano izquierda en la cavidad del peritoneo, por detrás de la matriz, y con el índice y el medio de dicha mano la tira hacia abajo, el ligamento mas alto y lateral del útero, el que cortará con un bisturí cóncavo dirigido entre sus dedos; hará la misma operación con los ligamentos opuestos, y como entonces quedará el órgano aislado, podrá traerlo afuera con las manos, ó con unas pinzas de crinas. La cura se hace después, poniendo un tapón de hilas secas en el fondo de la vagina, llenando lo demás del conducto con pedazos de yesca ó de hongo yesquero, manteniendo todo este aparato con un vendage conveniente. La enferma debe estar acostada boca arriba, y evitar todos los esfuerzos y movimientos que pueden hacer bajar los intestinos á la pequeña cavidad de la pelvis. Tales eran los métodos que se usaban en Alemania ocho ó diez años hace, cuando el profesor Recanúer se propuso hacer la extirpación completa , del útero, sin hacerle variar de sitio. Las tentativas de este célebre médico en su procedimiento operatorio no se diferencian mucho de las del doctor SaiUer. El profesor francés usa mas de las pinza»

153 largas dé Museux que los cirujanos alemanes, y este instrumento le permite casi siempre poder bajar el útero hasta el nivel de la vulva, mientras que los oti'os facultativos tienen que abandonar la matxiz y dejarla en su sitio natural. Esta maniobra facilita mucho la operación; y después que está rebajada la matriz, el profesor Recamier corta primeramente la vagina por delante del cuello del útero, siguiendo la superficie de este órgano, que vá r o yendo muy cerca, con el fin de evitar los uréteres y el fondo de la veglga. Luego que abre el peritoneo, pone en la abertura la extremidad del índice izquierdo, que sirve para guiar el bisturí de b o tón, con el cual prolonga la incisión á derecha é izquierda hasta los ligamentos anchos; y después hace lo mismo por detrás. Como después de estos cortes, el útero ya no está sujeto mas que por sus partes laterales, corta con un bisturí de botón la mitad de cada ligamento, pasa una ligadura por cima de lo que queda, por medio de la sonda de Bellocq, y fija la atadura con un nudo apretado; corta después el útero, sin dejar por delante de las ligaduras mas que u n muñón muy corto para que se sostengan; y esta adición de las ligaduras al método de Sauter se hace con el fin de evitar la hemorragia que podría sobrevenir al cortar la arteria uterina; con cuya precaución el procedimiento operatorio es mas metódico y mas seguro, aunque al parecer la experiencia ha demostrado, que no hay que temer en estos casos ningún flujo alarmante. Cuando absolutamente no puede cogerse la matriz, ó cuando no se puede bajar hasta la vulva por la rigidez de sus ligamentos, el profesor Recamier abre la vagina por delante y por detrás como hace Sauter, pero en vez del bisturí se sirve del faringotomo; y luego introduce en la abertura anterior el litotomo celado ú oculto de Fray Cosme, guiándole con el dedo índice de la mano izquierda, y con él TOMO II.

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agranda sucesivamente dicha abertura á derecha é izquierda hasta los ligamentos anchos, repitiendo en la abertura por detrás la misma maniobra. En seguida echa una ligadura en cada ligamento ancho sirviéndose de la sonda de Bellocq, cortándolos luego cerca del útero: con esto queda la entraña separada del resto del cuerpo, se coge con unas pinzas, y se extrae con facilidad fuera de la pelvis: pero téngase cuidado que durante la operación es preciso que los ayudantes no aprieten en el hipogastrio, -porque se expondrían á bajar la vegiga y á que se encontrase con el filo de los instrumentos. De todo lo que hemos dicho se infiere, que el práctico tiene que escoger entre los métodos expuestos mas arriba, advirtiendo que el de Gutberlat debe proscribirse enteramente por hallarse en contraposición de las reglas de una sana cirugía; y aunque es difícil señalar la suj)erioridad que tiene cada uno sobre los otros, todavía nos parece sumamente obvio conocer que el método del profesor Recamier, que es el de Sauter perfeccionado, presenta mas ventajas, y merece la preferencia, para los casos difíciles de extirpar la matriz sin mudarla de su sitio. En esta operación hay pues que considerar cuatro puntos principales, que son: la abertura del joeritóneo, la ligadura de los ligamentos anchos, la cura de la enferma, y el plan consecutivo á la operación. El primer accidente que puede sobrevenir es la abertura de la vegiga, al tiempo de cortar las partes que unen la vagina y el útero con los órganos inmediatos; y es tanto mas fácil caer en este error, cuanto que después de haber hecho la incisión en las paredes de la vagina, se introduce un dedo en' la herida para desgarrar el tejido celular, y entonces se encaja fácilmente en el doblez c|ue forma la vegiga cuando se tira abajo con el útero. Inmediatamente sale un chorro de orina, y es el indicio de

155 que se ba Interesado el receptáculo de este líquido: ¿izars, médico de Edimburgo, y el doctor Tamil aconsejan el uso de una sonda para prevenir este incidente, y que sirva de guia al operador, pero yo tludo que esta precaución sea suficiente % y si aun á pesar de ella se tuviese la desgracia de abrir la vegiga deberá suspenderse la operación, y aguardar para continuarla todo el tiempo necesario á que se cicatrice la berida vesical, pues de lo contrario, el que se obstinare en tpierer seguir adelante, expondría la enferma á todos los resultados de la orina derramada en el peritoneo, es decir, á una peritonitis que de seguro serla mortal. Otro de los inconvenientes que deben evitarse, es el de comprender los uréteres en la ligadura de los ligamentos anchos; por lo cual es preciso no olvidar que estos conductos urinarios pegados al fondo de la vegiga deben quedar fuera de la dirección '.: •

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Los^ síntomas de esta enfermedad son osciiros, y hacen que se confunda con una afección análoga dé otras entrañas del vientre. El médico ejercitado en la exploración de los tumores alxlominales, rara vez puede distinguir los que son del peritoneo sola y aisladamente. Las causas, y el método curativo se encierran en las reglas generales que se han dicho en otra parte, y se puede afirmar en el dia que las fi) ^ Histoire des'pUegmasIes clironiques, 4-' edición, ob«ervacion 56.

i60 masas cancerosas del tejido celular subperltoncal son incurables.

S- VI. Cáncer del pulmón y. de los bronquios de la pleura y sus tejidos adyacentes del corazón y del pericardio, Bayle escribió unas excelentes indagaciones sobre la tisis pulmonar, y fue el primero que habló del cáncer de los pulmones, formando de él una especie particular de tisis que llama tisis cancerosa, que no ha sido admitida por los nosologistas que le han seguido. Este cáncer es raro, y suele encontrarse con mas frecuencia bajo la forma de materia encefalóidea, que bajo la de escirro; y en el primer caso se halla esta producción morbosa como implantada en el parenquima del pulmón, al paso que en el segundo se convierte su propia sustancia en materia escirrosa. Velpeau publicó en 1825 un caso muy notable de afección cancerosa en los pulmones, pero de él y de otros que se hallan en los periódicos de medicina se deduce, que siempre se manifiesta esta enfermedad en los pulmones cuando ya ha invadido otros órganos, y casi nunca de un modo primitivo. Cuando el cáncer del pulmón llega á su grado de reblandecimiento determina todos los accidentes que se notan en las demás entrañas acometidas de esta enfermedad, y los fenómenos consecutivos de la profunda alteración de la nutrición, la calentura héctica, el marasmo, y la tez sucia y lívida de la cara, que así como el color amarillo de paja, es un indicio casi seguro de que hay afección cancerosa. En este verano asistí en consulta á un jurisconsulto español , que presentaba este carácter distintivo en el curso de su dolencia, y aunque su médico de cabecera creyó que la enfermedad fue solamente una

161 afección tuberculosa ordinaria, en la autopsia se notaron otras circunstancias que en mi concepto no queda duda de que tuvo un cáncer pulmonal: tales fueron, la fluidez de la sangre, la fragilidad y adelgazamiento de los huesos, con los otros desórdenes viscerales, especialinente en él bazo, que n u n ca le habiamos visto en otros cadáveres de aquella manera, pues tenia una perfecta semejanza en su color y consistencia con una tajada de sandía acorchada. Sin embargo debemos confesar, á pesar de lo que han dicho Laennec y otros, que no tenemos medios suficientes y exactos para averiguar cuando el mal del pulmón es canceroso-^y esto, no obstante los signos que nos suministren la percusión y la auscultación mediatas é inmediatas, pues la matei'ia encefalóidea, rara vez estorba'de un, modo notable la entrada del aire en el tejido vesiculoso de los pulmones. Las causas de esta enfermedad son oscuras; y debe notarse como un hecho de importancia, que estos órganos son los mas expuestos á afectarse de cáncer, cuando le hay en otras partes del cuerpo: así como son los primeros en donde se forman colecciones de pus considerables á consecuencia de vastas supuraciones exteriores. En cuanto al método curativo, como el nial es inaccesible á la cirugía, y como se muestra rebelde á tpdas las combinacianes médicas, debe ceñirse el práctico á una cura paliativa , y á ir observando los síntomas para combatirlos según se presenten. Hasta ahora no ha habido ningún autor que hable del cáncer en los ganglios de los bronquios, pero me inclino á creer que pueden afectarse de esta enfermedad, como los ganglios externos ó los abdominales : tal vez la habrán confundido con los t u bérculos. No sucede lo mismo con la pleura, pues se han observado en el tejido subyacente de esta membrana masas cancerosas de mucho volumen, esTOMO 11.

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162 pecialmente en el mediastino anterior y posterior. El profesor Richerand (1) cita el caso de una pleura evidentemente espesa y fungosa, cuyo estado canceroso ocupaba ocho pulgadas cuadradas de esta membrana, y fue una observación notable en la que este intrépido cirujano hizo la resección de la sexta y séptima costillas, y de una porción de la pleura, curando el enfermo completamente de las consecuencias de esta operación, aunque recayó después por la pululacion del cáncer, y murió. Laenncc y Felpean han encontrado masas cancerosas entre las costillas y la pleura; y Bouiüaud refiere que ha encontrado un tumor canceroso del mediastino anterior con obliteración de la vena cava superior. La concreción voluminosa que obliteraba este vaso era muy sólida, parduzca, y casi análoga á la materia cancerosa del mediastino. Algunos t u mores de estos, especialmente los del mediastino anterior se asemejan á los tumores aneurismales ó á los fungus de la dura mater en que adelgazan los huesos, los atrofian, y los perforan, formando una salida mas ó menos considerable por bajo de los tegumentos, é imponiendo aun á los prácticos mas ejercitados por un aneurisma del cayado de la aorta. Siempre es muy difícil conocer el cáncer de la cavidad del pecho, por mas que haya algunos signos procedentes de la compresión que pueden hacer en algunos órganos, se confunden con otras enfermedades, y su método curativo es enteramente nulo. El cáncer del corazón se ha estudiado de poco tiempo á esta parte, siendo Carcassonne el primero que habló de esta dolencia en las Memorias de la Sociedad Real de Medicina por los años de 1777 y 1778. Posteriormente se han publicado varias obJservaciones de estas por los profesores Jiecamier, ( I ) Nosographie chirurgicale, 5.* edición , tomo 4, pág. 401.

163 jRullier, Cruveühier, Ferrus, Andral y Bayle. Zaeunec cita también dos casos que encontró en su práctica; en uno de ellos la materia cerebriforme se hallaba en masas pequeñas como avellanas, que estaban en la sustancia muscular de los ventrículos; y en el otro, estaban dispuestas á manera de capas de una á cuatro líneas de grueso, á lo, largo de los vasos coronarios entre la membrana del pericardio y el corazón. El doctor Trelat habla de un cáncer escirroso en la aurícula derecha del corazón; y en la izquierda encontró Felpean otra alteración análoga. Otros muchos ejemplos podría citar, pero de todos se deduce que la enfermedad puede afectar en este órgano lo mismo que en los demás, la forma de tumores aislados y la de infiltración difusa, en la cual parece qvie se trasforma el tejido mismo del corazón en sustancia cancerosa, al paso que en la primera, las fibras del corazón están como arrolladas y apartadas. En casi todos los casos, el cáncer del corazón comienza por el pericardio y el tejido celular subyacente, propagándose después al tejido celular que se halla interpuesto entre las fibras musculares del corazón. Velpeau ha visto un enfermo en quien principió esta afección por el tejido carnoso de este órgano. Como quiera que sea; el diagnóstico es difícil, ó por mejor decir imposible; y no hay ningún signo que muestre durante la vida, que el corazón se halla afecto de esta terrible enfermedad, la cual es enteramente incurable. En cuanto á los vasos sanguíneos de gran calibre, la experiencia nos ha enseñado que las arterias se muestran refractarias al influjo de esta producción morbosa, y se las ha visto atravesar masas enormes cancerosas , sin experimentar mas alteración que la estrechez de su conducto. Por el contrario, las venas participan de esta degeneración en su t á nica externa, la cual se ha solido encontrar convertida en materia lardácea. Otras veces se ha visto que

164 contenían en lo interior de su cavidad una materia análoga á la sustancia cancerosa que ocupaba los órganos inmediatos. §VII. Cáncer del cerebro~~~del cerebelo de la médula espinal — de las meninges, y de los tejidos adyacentes. Los fenómenos que determina el cáncer cuando ocupa alguno de los centros nerviosos, considerando á esta enfermedad como un cuerpo extraño, pueden asimilarse á los que producirla la compresión que se hiciese en estas partes: de consiguiente, el escirro y el cáncer, independientemente de la operación morbosa ó patológica que preside á su origen y desarrollo, es un agente de compresión lenta y graduada. A esto puede añadirse que su reblandecimiento y la reabsorción de la materia que produce ocasionan los síntomas propios de la caquexia cancerosa; y casi siempre producen estas masas cancerosas parálisis mas ó menos extensas, ya obren comprimiendo la sustancia de los centros nerviosos, y ya trasformen estos mismos tejidos en su propia materia degenerada. Los síntomas consecutivos á la afección cancerosa del sistema cerebro-espinal son muy variados en razón del sitio que ocupan; pues no son los mismos, cuando el cáncer se halla en el cerebro, el cerebelo , la médula, 8cc. Sin embargo, puede decirse que las masas cancerosas de los lóbulos cerebrales inducen una lesión en las funciones intelectuales, y en los movimientos voluntarios, cuya lesión varía en razón del sitio que ocupa el cáncer en tal' ó cual región de los lóbulos del cerebro. Todavía no Iray bastantes hechos recogidos para determinar de un modo rigoroso, cual es la lesión de las funciones , propia y característica del cáncer, en cada

165 una de estas diversas porciones del cerebro. El doctor Bouíllaud, cree que la pérdida de la palabra ó la dificultad de articularla, con la abolición de la memoria, y una especie de idiotismo, anuncian que la enfermedad se halla en k parte anterior del cerebro; y al contrario, que la parálisis de los miembros es un indicio de que las masas cancerosas afectan ó comprimen los lóbulos mediano y posterior del cerebro, ó los cuerpos estriados y las capas ópticas. El autor que acabo de citar, presenta varios casos que confirman estas conjeturas, en su tratado de la encefalitis: un enfermo que tenia hemiplégia incompleta del lado derecho, alteración profunda en la facultad de hablar, y una especie de idiotismo , en la autopsia de su cadáver se le observó un tumor hacia el lóbulo anterior del hemisferio izquierdo, y otro en el mediano hacia la escisura de Sylvio: otro enfermo que tenia los mismos síntomas, y ademas la memoria confusa, presentó á la abertura de su cuerpo, la dura mater adherente á la aracnóide hacia la parte anterior del hemisferio izquierdo , y en este sitio estaba la sustancia cortical como escirrosa. Otros enfermos que tenían hemiplegias, ó parálisis mas ó menos completas, presentaron los tumores cancerosos en las partes posteriores del cerebro; pero siempre se hallaban estas en el lado opuesto al en que se declaraba la parálisis. Los síntomas del cáncer del cerebelo no son conocidos: pero según los experimentos hechos en los animales vivos, y algunos casos que se han observado en el hombre, el cerebelo preside á las funciones de la estación y de la locomoción, por lo cual deberán estas trastornarse cuando se halle algún tumor escirroso ó encefalóideo en medio dé su sustancia. OUivier cita el caso de una persona que tenia un tumor en semejante sitio, la cual se movia y agitaba continuamente sip poder contenerse, ni aun cuando estaba sentada.

166 Los síntomas propios del cáncer de la médula se diferencian según el sitio que ocupan en este órgano. Elcté lá región lumbar produce la parálisis de las extremidades inferiores, de la vegiga urinaria , y del intestino recto; pero si el cáncer ocupa una porción mas elevada de la médula, entonces quedarán paralizados los músculos de la respiración y los de las extremidades superiores; y como estos tumores cancerosos de la porción mas alta de la médula pueden inducir la muerte, ocasionando una verdadera asfixia, se han reputado siempre por una enfermedad muy grave. También se pueden presentar los mismos fenómenos, aun cuando no sean cancerosos los tumores que los produzcan; pero no hay caracteres distintivos durante la vida para poder conocer su naturaleza; y si á esto se añaden las varias complicaciones que suelen manifestarse en el curso de estas dolencias, sfc echará de ver cuan difícil es establecer un diagnóstico positivo. Sin embargo, las parálisis ocasionadas por la apoplegía ó por un derrame sanguíneo en alguna de las divisiones del sistema cerebro-espinal, podrán siempre distinguirse GOn facilidad de las que provienen de producciones cancerosas, en que estas últimas se manifiestan consecutivamente á los signos de irritación ó de inflamación cerebral, y siempre sobrevienen con mucha lentitud, al paso que las otras se manifiestan repentinamente, y sin ser precedidas de la irritación encefálica. Tampoco deberán confundirse las parálisis producidas por las masas cancerosas con las que resultan de las congestiones serosas cerebro-espinales; pues basta examinar atentamente los fenómenos que han precedido á la parálisis, y el modo que ha tenido de desarrollarse, teniendo presente que las con-' gestiones serosas inducen ordinariamente una parálisis inas ó menos general mientras que las masas cancerosas no las determinan por lo común sino parciales. Igualmente es necesario no perder de vis-

167 ta, que algunos tumores cancerosos pueden compri* mir los senos venosos, y determinar una hidropesía cerebral: de este modo, se ha observado que algunas personas han muerto en un estado comatoso, y á la abertura de sus cuerpos se ha encontrado un cáncer en el cerebro, y una colección acuosa ó serosa mas ó menos abundante en los ventrículos, en la gran cavidad de la aracnóide, ó en el tejido de la pia mater. Estas hidropesías son análogas á las que se forman en los casos de producciones cancerosas en las cavidades del abdomen y del pecho, cuyo mecanismo se ha explicado mas arriba en sus párrafos correspondientes. Las causas predisponentes y ocasionales de esta expecie de cáncer son muy oscuras, y poco conocidas en el dia: las afecciones consecutivas á violencias exteriores como heridas, contusiones, &c. pueden dar motivo á esta enfermedad, sin que manifieste preferencia por tal ó cual edad de la vida, pues ae han observado en niños muy pequeños, y en viejos casi decrépitos. El método curativo del cáncer de los centros nerviosos es tan oscuro, por no decir imposible, que ninguna sustancia de las que se conocen en la materia médica puede curar las lesiones cancerosas de las diversas porciones del sistema cerebro-espinal: la cirugía es también impotente, y yo no sé si habrá algún operador tan temerario que se atreva á emprender una curación de esta naturaleza; sobre todo, si tiene presente que ha de manejar un instrumento cortante, para destruir unos tumores que se hallan en unas partes tan importantes y tan delicadas , que el Criador de todas las cosas, al formar al hombre, las cubrió con tres membranas particulares y una caja huesosa para que las defendiera de las violencias exteriores. Quesnay, cirujano antiguo, escribió en las Memorias de la Academia Real de Cirugía de París, con motivo de haber visto un tu-

168 mor carcinomatoso, formado en la sustancia del cerebro, y del tamaño de un huevo de gallina: que los tumores pequeños que se hallan en la superficie del cerebro pueden operarse en razón de que este órgano puede resistir semejantes operaciones, por cuanto resiste heridas y gangrenas considerables; y sigue el mismo autor diciendo, que si un enfermo tuviese un dolor intolerable de cabeza, cuyo resultado se temiese que pudiera ser funesto, entonces valdría mas intentar esta operación arriesgada, con la esperanza de salvar al paciente, que dejarlo m o rir sin administrarle el menor socorro. Pero no obstante los consejos de Quesnay soy de parecer, que el médico debe abstenerse de emprender una operación tan absurda y temeraria, porque es muy difícil conocer con exactitud que hay un tumor canceroso en el cerebro, y sobre todo determinar el sitio donde se crea que deba hacerse la operación del trépano. Él práctico debe ceñirse al uso de los remedios paliativos: los antiflogísticos cuando se manifiesten signos de congestión sanguínea activa; los sedativos, si hubiese dolores violentos, y como n e vrálgicos; u n régimen suave y atemperante, y los derivativos, epispáatioos ó drásticos, según que el facultativo se proponga provocar un centro de fluxión en el órgano cutáneo ó en el canal intestinal. Las membranas que cubren el cerebro, el cerebelo y la médula espinal, y el tejido celular submeníngeo pueden verse en algunas circunstancias acometidas de enfermedades escirrosas ó cancerosas, sin que sea mas fácil el diagnóstico de estas afecciones que el de las de igual naturaleza en los centros nerviosos del ciierpo humanó. Los antiguos llamaban á estas excrescencias, tumores fungosos de la dura raater, y no creian que pudiesen encontrarse en las otras membranas; pero las observaciones de los médicos modernos, y entre otros, las de Bouillaud, OUivier, Boyer, Hicherand y Delpech, han dado á

169 coiiocei- el error de sus antecesox'es y que se halla está enfermedad en todas las membranas cerebrales y espinales. Desgraciadamente, no hay signos positivos que descubran la realidad dé un tumor canceroso en este sitio, ni aun que enseñen á distinguirle de los tumores de otra clase. El célebre Louis, secretario de la antigua Academia de Cirugía de París, escribió una memoria interesante sobre esta materia, y para prevenir el error en c|ue pueden incurrir los prácticos, creyendo que estos tumores cancerosos son anevrismas, dice: que la dura mater no tiene vasos sanguíneos capaces de una dilatación tan voluminosa ; y que basta el sentido del tacto para discernir un tumor fungoso ó canceroso del que formaría un anevrisma; pues la pulsación de éste fes propia, al paso que el tumor canceroso no dá latidos realmente, siendo los movimientos alternativos que en él «e observan, efectos del impulso del cerebro , al cual se los comunican las pulsaciones de las arterias que pasan por su base. Y á la verdad, que sería una inadvertencia muy extraña, ó una ignorancia muy culpable el que en nuestros dias confundiese un médico los tumores cancerosos ó fungosos de la dura mater con las hernias accidentales del cerebro. El profesor Boyer cita el caso de una hernia del cerebelo que la confundió el cirujano, no con un tumor canceroso, sino con una lupia; y no echó de ver su engaño hasta que había empezado la extirpación del tumor; y aunque suspndió al instante la operación, el enfermo murió á los ocho dias. Hay tumores de estos que van de adentro afuera , y cuando llegan á las paredes huesosas del cráneo ó de la columna vertebral, las adelgazan, y llegan a romperlas, no teniendo entonces límites su propensión á extenderse y á asimilar á su propia sustancia degenerada 1^ de los tejidos que vá enconTOMO II.

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170 trando. Diclio se está, que si estos tumores encuentran algunos nervios, los comprimen, y los destruyen, y de ahí nacen tantos y tan singulares dolores en el curso de esta dolencia. Algunas veces son insensibles , ya porque casualmente evitan la compresión y lesión de los nervios inmediatos, y ya porque estos órganos de la sensibilidad se van acostumbrando poco á poco al contacto de estos cuerpos extraños digámoslo así, y no producen dolores. Las causas de esta afección son oscuras^ pero hay una en que se hallan de acuerdo los autores que han escrito sobre esta enfermedad; y es, que las mas veces depende de golpes, contusiones ó violencias exteriores. Las caldas, los choques involuntarios , y otros accidentes semejantes ocasionan esta dolencia, que por sí es muy grave, y por el sitio en que la estudiamos, podemos considerarla como mortal. Todas las causas capaces de irritar sordamente las membranas cerebro-espinales ó el tejido celular subyacente pueden producir en estas partes tumores cancerosos ó fungosos. Cuanto hemos dicho acerca del método curativo del cáncer en el cerebro y demás órganos del sistema nei'vioso es aplicable á la misma enfermedad cuando ocupa las membranas que cubren estos órganos. En el caso en que los tumores hayan destruido los huesos que los ocultan á nuestra vista, y cuando ya se manifiestan afuera, ¿qué partido debe seguir el médico? Esta cuestión no la han resuelto todavía los autores: el célebre Zouis en su memoria citada, dice, que cuando se pueda descubrir todo el tumor, se le debe destruir y á todas sus vegetaciones sarcoma tosas, empleando la extirpación, la ligadura, los polvos aromáticos, y aun los cateréticos conocidos. Boyer, profesor actual en la escuela de París, es de opinión que son muy raros los casos en que se debe operar; y que el médico debe ceñii'se al uso de los medios paliativos. Estos son los

171 únicos remedios que aconseja también el ilustre Delpech, pero este autor se funda en la incurabilidad del cáncer, que es una cualidad esencial á esta enfermedad, según enseña en sus clínicas este sabio maestro. Zecat, Richerand y otros cirujanos aconsejan lo mismo, es decir, propinar remedios paliativos, y hacer mas llevadera la yida al infeliz paciente. Con efecto, si leemos con reflexión las observaciones citadas por Louls, veremos, que casi todos los operados murieron en mas ó menos tiempo ^ y así es que termina este autor su escrito, diciendo: que no se dejen arrastrar los cirujanos jóvenes, en quienes la prudencia debe ir creciendo con las luces, á unas tentativas indiscretas y arriesgadas, por el deseo de querer hacer una cura brillante en los casos desesperados; y no se valgan para ello del especioso y frivolo pretexto, que vale mas hacer un remedio dudoso, que el quedarse sin experimentar ninguno. § VIH. Cáncer de Las mamas del pene del escroto de los testículos de la glándula próstata, y de las vesículas seminales. Las afecciones escirrosas y cancerosas de las mamas ó pechos se encuentran casi exclusivamente en las mugares: yo las he visto en algunos hombres, sin poder atribuir en ellos esta enfermedad á n i n guna causa particular ó distinta de las que producen el cáncer en otras partes del cuerpo. E n la muger se manifiesta esta afección en todas las edades de su vida; pero especialmente desde los cuarenta á cincuenta años, cuando vá á cesar en ellas la función periódica de la menstruación. Si se llegase á formar el escirro en una época mas adelantada, como á los sesenta años, entonces es preciso respetarlo, y no emprender la operación porque seria inú-

172 til, y tal vez contraindicada, pnes no abreviando los dias de la enferma, no hay razón para que el médico se obstine en operarla. Los infartos escirrosos del pecho se presentan al principio bajo tres formas muy distintas: en. la primera empiezan por un tumor redondo, liso, que se escapa de entre los dedos, sin adhei-encias á las partes vecinas, y muy cerca de la piel; la segunda toma su origen en la misma glándula mamaria, cuyo parenquima se endurece, y se pone mas voluminoso que en el estado natural; y en la tercera, la enfermedad nace en los mismos tegumentos del p e cho, en donde forma tubérculos consistentes, de color morado, que aumentan por grados en número y volumen, hasta que llegan á confundirse. Todas estas especies, que constituyen lo que se llama zaratán se han combatido con diferentes remedios, según hemos dicho en la primera parte de este ensayo; pero lo mas prudente y racional, antes de emprender la operación cruenta de la extirpación de estos tumores, es la compresión metódica según el método del profesor Recamier. Este aparato es muy sencillo, y con poca habilidad y destreza se consigue fácilmente llenar el objeto que se desea. Varios son los medios que se emplean para hacer esta compresión; los lienzos mas ó menos suaves, las hilas, la estopa, el algodón, y otros; pero yo no encuentro nada que sea comparable al hongo yesquero, que es lo que comunmente se llama yesca de setas. La preparación de esta yesca es muy sencilla, pues solo consiste en escoger los pedazos grandes, blandos, y suaves, que estén limpios de las asperezas y durezas que tengan, y que sean de un grueso igual en todas sus partes. Preparados ya varios pe-' dazos de estos se cortan circularmente, para hacer unos discos ó rodajas, como círculos concéntricos, que vayan de mayor á menor. La paciente se sienta en una silla enfrente del médico, y se quitará hasta

173 Ja camisa, esto es, dejará caer las mangas, para que el facultativo pueda maniobrar con desembarazo. Se toman dos vendas de tela cualquiera de muselina, ó de lienzo, es decir, que las telas de algodón solo son perjudiciales cuando se aplican encima de las llagas ó liei-idas; pero en los demás casos, aun son preferibles á las de hilo porque conservan el calor por mas tiempo, y son mas flexibles. El médico reconoce el tumor que quiere comprimir; y luego aplica dos rodajas grandes de yesca, una encima de cada pecho, y las sostiene con algunas vueltas de venda, y luego vá aplicando, dos tres ó mas rodajas de yesca encima del tumor, las que irá sujetando con el vendage, para lo cual, entre las dos vendas deben tener trece ó catorce varas de largo. Se ha de poner gran cuidado en que las rodajas de yesca formen una pirámide ó una especie de cono, cuya base esté encima del tumor:, y por último, al hacer el vendage se procurará que dé algunas vueltas por encima de los hombros para que sirva de tirantes ó forme como un escapulario que sujete las vendas circulares que se pasan al rededor del tronco para sujetar las yescas. A esto se reduce el mecanismo de la compresión; y como esta debe hacerse según la magnitud del tumor, y el sitio que ocupa en los pechos , no se pueden dar reglas fijas, quedando al arbitrio del médico, acomodarse á las circunstancias de la enfermedad ó del zaratán que tiene que comprimir. Si la compresión causare dolor á la paciente, es menester que al instante se quite el vendage, y que deje de hacérsele uno ó dos días, hasta que no sufra con él: en una palabra, es preciso que no lastime, ni que se halle incomodada la paciente, pues entonces lejos de hacerla bien, no baria mas que irritar la parte afecta, y acrecentar el mal agravándolo. Dicho se está que si los dolores fuesen intolerables , se usarán los anodinos y calmantes, las emisiones sanguíneas locales, la dieta, &c., &c. y

174 , cuando ya se hayan apurado todos los medios internos y externos, y sea preciso acudir á la operación, se deberá hacer de la manera siguiente: Después de haber preparado la enferma del modo conveniente, se tendrán á mano bisturís rectos y convexos, tijeras, hilos encerados, pinzas de ligadura y de Museux, crinas, esponja, agua, emplastos aglutinantes un lienzo fino agujereado y untado con cerato, hilas, compresas, y una venda muy larga, como de cuatro á cinco varas. La enferma se sentará en una silla y apoyará su cabeza en el pecho de un practicante; el operador levantará el tumor cogiéndole entre el dedo pulgar y el índice de la mano izquierda, y hará una incisión regular por encima en los tegumentos y el tejido celular subcutáneo para descubrir el tumor. Si este saliere por la abertura hecha entonces se coge con unas pinzas, y se hace la enucleación metiendo el dedo por detras de él para despegarle de las partes á que esté adherido. Si no se pudiere hacer esta enucleación, se prolonga la incisión, y con el bisturí se vá despegando el tumor de las partes adherentes. Esta práctica debe entenderse respecto á los tumores circunscritos, y que se hallan como flotantes y despegados de las partes inmediatas; pero si el cáncer estuviese en la glándula mamaria, aunque no sea mas que en una pequeña porción de ella, será menester cortarla toda, por las razones que hemos dicho al hablar de la extirpación del ojo, pues es inuy r a r o , que u n órgano de estos se halle afecto de semejante enfermedad, sin que todas sus partes se resientan de ella, y participen mas ó menos de su maléfica influencia. Los cortes que se deben dar, y el método operatorio, son fáciles de cotejar teniendo á la vista el tumor, y sin embargo podemos decir en general, que es mejor hacer una incisión bastante larga, ó dos incisiones semielípticas, que comprendan todo el tumor, y hasta el pezón. También

175 es necesario que el cii"ujano tenga presente, que ha de dejar los tegumentos precisos para que se opere la reunión inmediata, y que no queden partes tegumentarias exuberantes, porque entonces tendria que cortarlas después, aumentando inútilmente los dolores de la enferma, y se opondrían á la cicatrización. Hay muchos prácticos, y entre estos se cuentan los profesores Recamier y Dupuytren, que aconsejan la avulsión de la glándula mamaria, ^y de las partes cancerosas que la rodean. El doctor Pacheco , médico español, que murió en París víctima de su celo por los epidemiados del cólera morbo indiano , me dijo varias veces, que este método le habia salido perfectamente en las muchísimas operaciones de estas que ejecutó durante su larga práctica, y que nunca ó casi nunca tuvo necesidad de ligar las arterias. En cuanto á las suturas, ya se han abandonado en esta operación; y por lo que hace á la extracción de las partes comprometidas por el mal, cuando están muy profundas, ha habido algunos operadores que se han visto precisados á penetrar mas allá de los dos músculos pectorales, dejando en descubierto las costillas ó sus cartílagos: pero estas operaciones, que siempre son arriesgadas, no las puede justificar ni aun la cruel alternativa en que se suele encontrar el cirujano de abandonar la paciente á una muerte inevitable, ó de hacerla correr los peligros subsiguientes á la ablación de un mal tan extenso. En algunas personas se extiende el cáncer á las glándulas que hay en las inmediaciones, y en este caso es preciso comprender en una misma incisión, si se puede, estas partes alteradas, y extirparlas, para evitar que reproduzcan el mal. Si las glándulas axilares estuvieren comprometidas, esto es, si se hallaren infartadas de un modo considerable, será conveniente extirparlas separadamente, teniendo cuidado de no operar con el bisturí, cuando estos

176 infartos están muy cerca de los nervios ó de los vasos de esta región; y en este caso vale mas hacer una ligadura en el pedículo de estas glándulas alteradas, que exponerse á herir la arteria ó los nervios que allí se encuentren. Después de haber extirpado todas las partes afectas, debe asegurarse el cirujano de que no queda nada sospechoso, para lo cual explorará con el dedo todo aqviel sitio, y cortará hasta las últimas porciones endurecidas, compactas y globulosas del tejido celular, pues no le debe quedar seguridad en el buen éxito de la operación sino en cuanto haya quedado la llaga perfectamente limpia de todas las partes alteradas. Nada diremos de la operación de cortar una parte de las costillas ó de la pleura, cuando se halla cancerada, porque esta sería una empresa temeraria, que ningún cirujano prudente hallará razones para disculpar. El precepto antiguo de melius anceps quam nullum no tiene aplicación en estos casos, en los cuales se debe tener mas bien presente aquella máxima de si non ¡uves saltem non noceas. Ya hemos dicho al hablar del cáncer de la piel, que los deshollinadores se hallan mas expuestos á

esta enfermedad que los que se ocupan en otros oficios mecánicos; y los doctores Fott y Earle, escritores ingleses de conocido mérito, defienden que el cáncer del escroto es inherente al oficio de limpiar las chimeneas, y que los que se ocupan en, esto suelen presentar una verruga, ó una excrescencia verrucosa, que al principio no hacen caso de ella, y que muy luego se ulcera, dejando salir por las grietas que forma vina materia acre, icorosa, y fétida , que escoria los muslos y las partes que toca. Las lociones y baños emolientes, los antiflogísticos, y las emisiones sanguíneas locales son enteramente inútiles para triunfar de esta enfermedad. La operación ha producido buenos resultados a u n que raros, pues las mas veces, la afección invade

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las r^ioftiéis ingwiftátes ó pi tgstfc»!©', • f- cuando se ha extirpado este órgano, creyendo, qoe allí se d&* tendría' «1 mal, él enfermo ha Tuelto a recaer, con todos'fes ¿ítttóma*' d0-k ioátjueJáa; canberora, y to* ém k»' s í g ^ ^ ' teftei'itóecta «%m^> drtwiña de las •ddl'abdánien.'*

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!'• "-'i 'ni-rgn/;^ *i;l ,K-II/^!;!N.; .,

Lag afecciones cancerosa* S6'maftifietónfrfcuéft* teniente en el pene ó miembro -viril, que eé un ór¿ gano muy expuesto á estas enfermedades por su naatba eensibrliáad v y pe*' su tejctuta; yascular. Es^ tas. eiiftrmedadeS ptl¿den prot^n^' áp dív^^sa»- cáu6as, entré las cuales pueden'contarse las úlceras Vt^ néreas, especialmente las que se notan debajo de la corona del balang, ó cuando se curan con sustancias irritantes,'potquC'eÉrtónbes! se Toelven cbft faei*lidad fagiedéHieas, déipasieentes'y éaniíero»». 'iaBíipeíf•onasi qde tienen fimósi*'natural se hallan mas e!Kijjuestas ¡que otras al cáiiceí del pene, por la irrita-^ don que ocasiona el humor sebáceo detenido entre el prepucio y el balanoj el cual aunque se halla ct^ itterto en estc« casos, se muestran en él tlolorfes) que al principió'sirtí oscuros y lúega punzantes; se him*cha, y vá aumentando de volumen hasta que al fin ^ ulcera. El prepucio enferma muy luego, y este mal vá cundiendo en términos,; que se forma en la ; extmnidad d ^ timipahvó AÍÍÍÍL úm 'tumor mas. ó mfe*nos voluminoso; y el médico se iqrieda"8m; pbdér descifrar por dónde empezó lafenferhiedad, tei por el prepucio ó por el balano» En otras personas sé forma encima de este órgano una especie de verruga ó grano tuberculoso parecido al de los labios, y ffitoe tumores se ulceran y producen eí mncer ciíande «e irritan con el'frot^mietóó ó con el-¡coito; Otaran veces 86 endúrete sel' tolano; «se vaelife esetrreeo^ -y estorba mocho el- curso de la orina, quedando en •este estado bastantes meses :ó -años h^ta que al fin se i ^ a m a ly^«fe destruye poríjue degenera en|cáiy?er; y estos se cMstingueapor sta;volámeBfeherine^ y pOr TOMO II. 23

1-70 sus graneles vegetaciones tque se reproducen con ¿una rapidez espantosa.-, La curación del cáncer del pepe consiste en se» parar todas las partes del órgano donde egtá ¿^ tuado el mal; de^uics de haj^er > enspleado los' aintiflogísticos, las sangrías locales, y las aplicaciones del ópo. Estos, cáncea^es no son muy rebeldes á estos medios; pero en siendo precisa la operatúon, dice el doctor Begin, que vale mas cortar completamente: el pene que detenerse en setcioneSi paar^ ciales, que expongan á reprioducir iel mal. El proSesor Zisfranc enseña lo contrario, y sostiene que 8é debe extirpar el cáncer de este órgano por medio de una dirección delicada, para ver si los línútesde la enfermedad dejan alguna esjjeranza de j)oda* cojiservar el miembro. Este excelente cirujano ha ensayado varias veces su método, y ha logra»ertmm, mbiñúí' la Haga, é iiitjiedkñíi' c{tt se-é«tííOritm!9ed Í68 vaso»' aittn-iálí'S para; ligarlio*', peíjudióandí) adeJiids páfa la saÜda libiie de la oíirta, la cual irritaría' con precisión esta jHelf exuHcraiiíe. Una vez Gogiido>el pene, tíomd qa^ daidiclícr, el cirujano ctebe amputarlo de un solo goljite con el bíst^irl, hacíetvd'o el e©Me mafe allá dé los límites a^pareiítes del cáncer. Inmediaíamente procederá á la ligadura de los vasos que den sangre, COMO las" arterias de loe cuerpos cavernosos, las dorsales del pene, las tegumentarias; &c., y si á pesar de estas ligaduras saliese todavía rtiucha sangre filtrándose, será necesario que detíenga la liemorrágia capilar con el hiervo entíendklo ^ y antes de pasar á la cura introducirá en la uretra una sonda de goma elástica; cubrirá la llaga con hilas y compresas, agujereadas en su de Chegoin, que se hallaba ^encargado de ^ar un informe sobre la Memoria del .doctor Roques, cuyo resumen acabo de exponer mas arriba, reasumió todas las observaciones del autor, y las reflexiones que las acompañaban, co.mo también los corolarios que de ellas se inferían, y expuso: que se debe tener un gran cuidado en formar el diagnóstico de las enfermedades cancerosas del testículo; que muchos prácticos suelen engañarse al tiempo de examinar los enfermos, y se üflonjean de haber curado sarcoceles verdaderos, icoando solo han logrado curar otras enfermedades, Ique .únicamente tenían la apariencia del cáncei\ El doctoa- Jíervéz asegura que ha visto enfermos que han recaído en la misma enftTmedad, á los cinco, diez y aun diez y ocho años después de la operación; siendo preciso convenir en que son muy raros los casos de no recaída, á pesar de lo que dice Samuel Cooper que de ochenta y ocho enfermos cancerosos que operó el doctor HiLl, solo recayeron doce, lo cual atribuye el autor inglés á la ulceración del cáncer cuando se ha extirpado; y cree, como £enjamin Bell, que la enfermedad siempre es local, y que no hay infección general hasta que se ha empezado á formar el pus. Mas todos estos argumentos se convierten en favor de las frecuentes recaídas que se notan en esta enfermedad; pues según dice el autor inglés, de los ochenta y ocho cánceres operados, los ochenta y cuatro estaban ulcerados, y á pesar de ello hubo doce recaídas, de donde se infiere que el estado de ulceración no es una circunstancia desfavorable al buen éxito de la operación; pero estas ideas no convendrán tal vez á los médicos que opinar! que el cáncer es una enfermedad primitivamente local. El doctor Hervéa cree que la

104 precede una disposición general, y que como ésta. puede cesar con el tiempo, ó con las mudanzas sucesivas que se operan en la economía viviente, un cierto grado de antigüedad en el cáncer es una condición íavorable para su extirpación. Hay muchas mugeres que viven largo tiempo con úlceras cancerosas, sin mas accidente que la repugnancia de una supuración fétida, que solo es peligrosa por su abundancia, porque los pequeños cánceres ulcerados no trastornan la salud de un modo considerable , y todo el mundo ha visto enfermos, que los tienen estacionarios por espacio de muchos años. El cáncer no puede considerarse como un resultado del estado de inflamación, por que si asi fuera, deberla curarse constantemente con la operación, en razón de que esta no podria fijarse, extirpando el órgano donde se hallaba, y todos los días vemos lo contrario. La operación del sarcocele, ó sea de la extirpación del testículo, rara vez produce por sí misma accidentes graves; y asi basta preparar ligeramente al enfermo cercenándole el dia antes una porciori de sus alimeiitos, y administrándole uno ó dos ene^ mas simples. Después de tener á mano los instrumentos necesarios, el paciente deberá estar acosta-» do boca arriba en su cama, ó en una mesa dispuesta convenientemente para practicar la operación. El operador se pone á la derecha del enfermo, cualquiera que sea el testículo que ha de extirpar; y luego que haya colocado los practicantes que deben ayudarle, empezará la operación, que compi-ende cuatro cosas principales, y muy distintas unas de otras, á saber: 1." la incisión de ios tegumentos del escroto desde un poco mas arriba del' anillo inguinal hasta la parte mas declive del t u mor ^ 2.* la separación de este, del cordón de los vasos espermáticos; 3." la sección de este jnbmo á una altura diferente, según que esté sano ó íenfer-

185 mo; y 4.* la ligadura de los numerosos vasos que se hallan contenidos, en el grueso de dicho cordón ó diseminados en la superficie de la Uagií, Estos cuatro tiempos no son enteramente rigorosos en términos, que el cirujano deba sujetarse 4 ejecutarlos en todas las operaciones del sarcocele. Muchos prácticos, y especialmente los ingleses aconsejan que se corte el cordón inmediatamente después de haber hecho la incisión en los tegumentos y en el tejido celular subcutáneo, fundándose, en que de este rootlo evitan la retracción del cordón testicular: pero el profesor Jloiix, de París, aconseja que esto se haga á lo último, para poder examinar con atención el referido cordón, y cortarle donde convenga. Este célebre cirujano recomienda mucho la cura subsiguiente de la heritla sin provocar la cicatrización por medio de la reunión inmediata; pues según le ha enseñado la experiencia, el tejido celular de esta región propende por su laxitud á la supuración, y aun cuando se consigan los efectos de la reunión por primera intención, se suelen formar abcesos, cuyas aberturas quedan fistulosas, y de consiguiente son difíciles de curar. El doctor Maunoir, profesor de cirugía en Ginebra, propone, y dice que ha practicado muchas veces con buen éxito la ligadura aislada é inmediata de las arterias espermáticas haciendo una incisión á lo largo del cordón donde se hallan encerrados estos vasos. Este médico cree que esta ligadura de las arterias espermáticas determina que el órgano vuelva á su estado natural, porque hace menos activa la exalacion de la linfa que se interpone en el parenquhna del testículo para producir el sarcocele, y favorece la absorción de la sustancia c|ue se haya segregado: pero yo considero esta operación muy delicada y llena de riesgos, porque el menor movimiento puede hacer que se interese con el instrumento cortante algún ramo nervioso, y produzca TOMO II.

24

186 convulsiones y otros accidentes, que son comunes á las picaduras de los nerv ios. El cáncer de la glándula próstata, y el de las vesículas seminales entra en la categoría de las afecciones cancerosas que atacan los ói'ganos internos, y de consiguiente, es menester que el médico se ciña al uso de los medios generales que hemos indicado al principio de este ensayo; ó que se limite á una curación paliativa combatiendo los fenómenos según se vayan presentando. La cirugía no alcanza para destruir la enfermedad en este sitio. VARIEDADES. MEDICINA LEGAL. Informes médico-legales en dos casos de fratricidio. El doctor Marc lia publicado estos dos informes en una obra periódica (1), y me parecen interesantes no solo por la gravedad de la acusación, y de las circunstancias médico-legales que le son anejas, sino también por la analogía que presentan estos dos procesos entre sí, especialmente en cuanto á las Investigaciones relativas á cuestiones de identidad. Estos dos informes son muy notables por el cuidadoso esmero con que están hechos, y pueden servir de modelos para otros casos análogos, probando al mismo tiempo la importancia que adquiere la medicina legal cuando la ejercen profesores instruidos. Antes de copiar cada informe de estos, me ha parecido oportuno dar una idea sucinta del acontecimiento que llegó á motivarlo. En el año de I 8 I 4 sucedió en París, que el portero de una casa joarticular, habiendo notad'o que una inquilina faltaba mas de tres dias habia, y ( I ) Annales d'hygii^ne publique, et de me'decine légale, tom. í , pág. 4 ^ 4 — ' 4 ^ 7 } í*"'''s 1 8 2 3 .

187 que las ventanas de su aposento estaban abiertas, subió poi' lina escalera de m a n o , y vio que la señora estaba acostada en el suelo, inanimada y bañada en su sangre. Dio cuenta inmediatamente á la justicia, cuyas gentes certificaron q u e la muger tenia todavía en la mano u n a caja de tabaco, circunstancia q u e anunciaba que la desgraciada víctima liabia muerto sin temor y sin resistencia, y que el asesino no babia tenido que bacer n i n g ú n esfuerzo para matarla. Hallóse ademas, que algunos objetos babian sido robados; ^jiero como la familia de la difunta tenia u n a moralidad incapaz de inducir la menor sosY^ecba, no se practicaron ningunas diligencias. Asi estaban las cosas, cuando á los cuatro meses se bailaron unos marineros en el rio Sena una cabeza bumana envuelta en una rodilla de lienzo m a r cada con las letras A. D . ; y en el mismo dia á las once de la noche se hallaron en otro sitio los demás restos de la víctima, dos muslos y dos piernas. La Policía, en medio de toda su vigilancia no p u d o descubrir rastro ninguno de los autores del crimen: se vació en yeso el busto de la persona asesinada, y u n gentío Inmenso fue á verlo á la Morgue ( i ) . Una muger llamada Calamar que babia sido criada de la señora de quien hemos hablado al principio, y q u e se hallaba en. su casa gravemente cjiferma desde la inuerte de su ama, extrañaba mucho q u e no viniese á verla u n o de los sobrinos de esta, llamado Augusto Dautun; y como el acontecimiento de la Morgue era el objeto de las conversaciones comunes, oyó decir q u e el hombre que se babia en( i ) La Morgue de París es un sitió destinado á las personas, que mueren de algún accidente violento , ó que se Kallan allegadas en el rio Sena. Como, esta población es tan grande, cuando alguna persona falta de su casa ó posada, la primera diligencia que se liace, es ir á la Morgue á ver si se encuentra allí su cadáver: estos permanecen tres dias poí lo menos , ó hasta que empiezan á corromperle.

188 contrado á pedazos en el rio, tenia en el labio una verruga notable. Llena de sobresalto fue á la casa donde vivia Augusto, pregunta por él, y le responden que no le hablan visto mucho tiempo había; fue á la portería de la Morgue, y las noticias que la dieron, confirmaron sus siniestras sospechas. E n tonces fue al Comisario de Policía, echaron abajo la puerta del cuarto que habitaba Augusto, j se halló todo en el mas espantoso desorden. Mientras que el Comisario instruía el proceso verbal, se presentó Carlos Dautun, hermano de •Augusto, le llevaron á la Prefectura de Policía, en donde sufrió su interrogatorio; y á la mañana siguiente confesó que habla cometido el crimen de asesinato en la j)ersona de su hermano, el día 8 de Noviembre á las ocho de la mañana, en compañía de un tal Girouard. Este parece que habla venido diciendo mil imprecaciones contra el hermano de Carlos, á quien llamaba el maldito cojo (efectivamente Augusto cojeaba un poco); pero en el quinto interrogatorio, Carlos Dautun disculpó enteramente á Girouard, y se echó sobre sí todos los cargos, declarando asimismo, que él habla sido el asesino de su tía, la señora de quien se ha hablado al principio de este proceso. Entre los testigos que declararon, se hallaba el profesor Dupuytren, que dio cuenta de la inspección del cadáver de Augusto Dautun; y preguntado: si con arreglo al estado del cadáver, podia conocerse , si la víctima habia tenido que defenderse contra una ó dos personas, este célebre cirujano, res|X)ndió: qué sobre este punto no podía presentar ningún dato cierto, y que se debía atener á manifestar algunas probabilidades; que como no había ninguna herida en las manos, era de inferir que le habían sujetado los brazos por detras á la víctima, mientras que un agresor le daba repetidos g o l p s en k cabeza y en el pecho. Por otra parte, en las

189 dos heridas principales la sangre corrió vertical mente, esto es, en la dirección de la cabeza á los pies; y uno de los golpes fue tan profundo que el asesinado debió caer inmediatamente de espaldas, sino hubiese tenido alguien por detras que lo contuviese. Finalmente, Dupuytren repitió, que todo esto no eran mas que conjeturas. Carlos Dautun fue condenado á la pena capital; y Girouard quedó absuelto. De lo dicho hasta aqui resulta, que cuando se inspeccionó el cadáver de Augusto Dautun se ignoraba el nombre de la victima, y el del asesino; con todo, mas adelante veremos que los pormenores de la inspección cadavéi'ica están conformes con los que acaban de leerse. PRIMER INFORME.

En 15 de Noviembre de I 8 I 4 , á las diez de la mañana, requerido por el Comisario de Policía, fui á la Morgue acompañado del doctor Breschct para decidir si la persona asesinada y mutilada, cuyos restos se hallan en dicho sitio, tenia una pierna mas corta que otra. Alli se nos presentaron las partes del cuerpo de un hombre, de edad como de treinta y seis á cuarenta años, de una estatura de cerca de cinco pies, con la cabeza calva, cabello castaño, los pelos de las patillas rubios y claros, una verruga en el lal>io superior cerca de la conmisura derecha, le faltaban bastantes dientes mucho tiempo habia en ambas mandíbulas del lado derecho, estaba afeitado como del dia antes, tenia una cicatriz lineal y longitudinal en el lado externo de la muñeca derecha, el segundo dedo del pie del mismo lado estaba echado sobre el primero ó pulgar, y la piel de todo el cuerpo estaba blanca, fina y sin vello menos en las piernas. Este cuerpo estaba dividido en cuatro partes, á

190 saber: la cabeza, el tronco y los dos muslos, cuyas partes decían entre sí perfecta relación en cuanto á sus formas y á sus cortes. La cabeza presentaba: 1.° por encima de la ceja derecba, en la raiz de la nariz, y en el parietal del lado izrpiierdo, señales de contusiones, las cuales podrían haber sido becbas después de la muerte, ó antes. 2.° En el vértice de la cabeza tenia cuatro goljx's de punta, dados con instrumento dirigido perjjendiculármente; tres de ellos estaban cerca ele la línea mediana, unos al lado de otros, y uno de ellos se había repetido de modo que babia una lengüeta intermediaria; y el cuarto estaba antes de la contusión de la región parietal izquierda, advirtiendo que todos penetraban hasta el hueso. 3.° En el lado izquierdo de la base de la mandíbula inferior había dos heridas en el cutis hechas con instrumento de dos filos; y en el lado derecho había también dos heridas análogas. El tronco tenia tres heridas hechas con un instrumento de dos filos: 1.° Una herida ancha y profunda por bajo del cviello y á la derecba, la cual penetraba hasta detras de la base del esternón. 2.° Una herida superficial, delante del hombro derecho, sobre el músculo gran pectoral. 3.° Una herida en el gran pectoral del lado izquierdo entre la clavícula y la tetilla, cerca del esternón , la cual penetraba atravesando el cartílago de la segunda costilla izquierda, que estaba dividida oblicuamente de alto abajo, y de Izquierda á derecba en casi toda su altura hasta lo interior del pecho, y terminaba á muchas pulgadas de profundidad. La cal)eza estaba separada del tronco entre el ' hueso bióide y el cartílago tiróide, á la altura de la tercera vértebra cervical con corta diferencia, y se babia hecho esta separación con un instrumento

191 que habla operado en varias veces y en distintas direcciones pues que habia producido cortes escalonados no solo en la piel sino en los músculos. La separación de las vértebras se intentó primero por bajo del sitio por donde se verificó, lo cual se completó al parecer con muchos golpes dirigidos sobre el cuerpo y el cartílago de la vértebra inferior , y con un instrvimento cortante que cortó una de las eminencias laterales del cuerpo de la vértebra inferior, su apófisis articular derecha, y su aj)ófisis espinosa. Los miembros inferiores habian sido separados del tronco en sus articulaciones con la pelvis. El corte de la piel y de los músculos presentaba las mismas desigualdades y escalones que se observaron en la sección del cuello, y parecía que se habian servido para ello de un instrumento cortante. Examinando atentamente las articulaciones de los fémures con los huesos íleos, se vló: 1.° Que estaban achicadas las cabezas de estos huesos largos. • 2.° Que eran ásperas, desiguales, y les faltaban porciones de cartílago, no porque lo huljlesen cortado recientemente, sino á consecuencia de una enfermedad antigua y curada de mucho tiempo. 3° Que la cabeza del fémur del lado izquierdo era mas pequeña que la del lado derecho; y que esta estaba deprimida de un lado á otro. ¿j.." Que el cuello de los fémures estaba acortado ó encogido en ambos lados, y q\ie el del lado derecho presentaba una vegetación huesosa, incrustada de cartílagos. 5.° Que los ligamentos que rodean la articulación estaban deformados, inflados, y ]')egados con mas fuerza á las partes blandas inmediatas, que en el estado ordinario. Las indagaciones que se hicieron en la pelvis dieron á conocer:

192 1." Que las cavidades de los huesos íleos, que en el estado ordinario leciben la calveza de los fémures, 6e hallaban ambas ohlitei-adas. 2." Que en vez de la cavidad cotllóide del lado derecho había una vegetación, mitad huesosa, y mitad fibro-cartilaginosa, en cuyo centro se implantaba aun el ligamento redondo. 3.° Que la cabeza del fémur de este lado e n traba en una cavidad accidental, situada por cima y por detrás de la cavidad natural, y provista de cartílagos y de ligamentos nuevos. 4-° Que la cavidad cotilóide del lado izquierdo se habia borrado casi enteramente, y la nueva cavidad que se habia formado la cabeza del fémur estaba situada mas arriba y mas atrás, y no parecía tan bien organizada como la del lado derecho. Después de concluido el examen del cuerpo, hicimos que se nos presentase una camisa de tela de Cretona, que estaba marcada en lo alto de la nesga del lado izquierdo, con las letras A. D. hechas con hilo de algodón encarnado, una levita de color parduzco, que tenia vueltos todos los bolsillos. Estos vestidos, que segvín se cree, eran del uso de la persona que hemos examinado, estaban manchados de sangre, y la levita atravesada con muchos golpes de instrumento de dos filos, y la camisa tenia tres ó cuatro cortes solamente. Ademas de los cortes que habia en los vestidos, de resultas de las heridas, habia otros muchos, que se conocía se habían hecho después, y probablemente con el fin de desnudar al cadáver. Tales eran por ejemplo los cortes que habia en las dos mangas de la levita y de la camisa; y estos se hicieron de modo, que todavía se echaban de ver los rastros en la parte interna del brazo derecho. Entre los cortes que se notaron en el cuerpo de los vestidos, muchos de ellos correspondían á las heridas que se habían hecho en el cuerpo de la víctima.

193 El prlhiero atraviesa directamente la levita uu poco mas aljajo del cuello, y luego la parte media del cuello de la camisa, y continua atravesando las carnes de la parte inferior del cuello hasta detrás del esternón. El segundo se hallaba en la costura de la manga y el cuerpo de la levita, del lado derecho, atraviesa igualmente la camisa , y llega á la herida superficial que se notó en el lado derecho del pecho. El tercer corte es mas ancho, y está situado en el lado izquierdo de la levita y de la camisa, por debajo del cuello de la primera, entre el primero y el segundo botón, atraviesa igualmente la camisa, y corresponde á la heaida ancha y profunda que se notó en el lado izquierdo del pecho. La sangre que habia manchado estos vestidos y principalmente la camisa parece que habia corrido con abundancia por las heridas de la parte inferior del cuello y del lado izquierdo del pecho; y ])artiendode la altura de esta última herida, la camisa ])resenta por dentro unos cuajos de sangre que ha corrido de alto á bajo. De este examen nos parece que resulta: 1.° Que el cuerpo cuyas partes se nos han pi'esentado era el de un hombre de treinta y seis á cuarenta años. 2° Que este hombre debió tener en su infancia una enfermedad de las dos articulaciones de los muslos con la pelvis. 3.° Que estas enfermedades, aunq\ie antiguas y cin-adas, han debido dejar una deformidad notable en la conformación de las caderas y de la pelvis; y dificultades y obstáculos en los movimientos cpie debía ejecutar esta persona para andar, probablemente cojeaba, y sin duda alguna debió notarse durante su vida un cambanéo ó contoneo del cuerjjo sobre los miembros inferiores, penoso y desagradable. Habiendo comparado exactamente los dos miemTOMO ir.

25

194 bros en su longitud, y luego las plantas de los |)ies, para ver las señales de la fatiga de cada u n o dts ellos, nos inclinamos á creer q u e el miembro inferior del lado derecho era u n poco mas corto q u e el del lado izquierdo, y que el cuerpo en vez de a p o yarse en todo lo largo de la planta del pie derecho, cargaba sobre las cabezas de los huesos del metatar80; en una palabra, que el miembro inferior d e r e cho era mas c o r t o , y que al andar, solo apoyaba en el suelo la punta del pie del mismo lado. 4.° Que la persona habia muerto de dos golpes dados con instrumento de punta y de dos filos, de los cuales u n o atravesó la parte inferior del cuello de derecha á izquierda, y el otro penetró en el pecho de izquierda á derecha. 5." Que esta persona tenia puesta la camisa y la •levita cuando le dieron los golpes que recibió en el cuello y en el pecho. 6.° Que también habia recibido otros golpes en la cabeza, en el pecho y en los vestidos. IP Que el desimdarlo y el separarle la cabeza y los miembros del tronco no se habia hecho hasta después de la muerte. 8. Que las heridas del c u e r p o , y los cortes de los vestidos se hablan heclio igualmente con instrumento de dos filos, el cual tiene en su parte media de pulgada á pulgada y media de u n filo á o t r o , si juzgamos por la anchura de las heridas hedías en los vestidos y en el cuerpo-, y si atendemos á la profundidad d e las heridas del cuello y del pecho, t i e ne tres ó cuatro pulgadas d e largo por lo menos. 9.° Finalmente, que no se habían empleado otros instrumentos, como sierras ú o t r o s , para s e parar del cuerpo la cabeza y los miembros. París, fecha ut sufra. Está firmado: Dupuytren.

= G.

Breschet.

"195 Para verificar todavía mejor k parte que han podido tener en la muerte de esta persona las heridas que recibió en el cuello y en el pecho, nos pareteé'útil que se abra la cavidad pectoral. También sería conveniente que se guardasen los huesos de la pelvis y del muslo, á fin que no puedan suscitarse dudas sobre la enferínedad que ha habido en la articulación de los dos muslos con la pelvis. . .Dupuytren.z=:G. Breschct. NOTA.

SEGUNDO

INFORME.

Los infrascritos, doctores en Medicina, y en Cirugía, certificamos, que liemos ido á la Morgue el dia 21 de Noviembre de I 8 I 4 , en consecuencia de haber sido requerido uno de nosotros por él Comisario de Policía en 15 del mismo mes,y esperando dar mayor certeza á las consecuencias de nuestro primer proceso verbal del mismo dia, hemos procedido á la abertura del tronco del cuerpo expuesto en la Morgue, que ya liabiamos examinado. Queriendo primeramente asegurarnos de la profundidad y de la gravedad de la herida de la parte inferior del cuellos, hemos.reconocido que atravesaba la parte inferior del'músculo externo-mastói— deo del lado derecho, que después pasaba por delante de la traquea, y cjue venia á parar detrás del externo-mastóideo del lado izquierdo, después de haber atravesado y dislacerado el cuerpo tiróide, y haber producido uixa infiltración sanguínea en el tejido celular de estas partes. . Esta herida parece que no ha. podido causar la muerte. Pasando después al examen de la herida hecha en el lado izquierdo del pecho, hemos reconocido que atravesaba el músculo gran pectoral, el cartí-

196 iago de la segunda costilla cerca de su tinion coft el esternón, el mediastino anterior, el pericardio, la convexidad del cayado de la aorta, muy cerca de su origen, y finalmente la aurícula derecha del co-> razón. Habiendo examinado después la cara interna del esternón, hemos observado que la herida he* cha en el cartílago de la segunda costilla era mas ancha por dentro que por defuera; y aunque había una división interior que no tenia otra análoga en lo exterior,y que no podía resultar sí no de un movimiento dado al instrumento, después que había penetrado en el pecho, poco después descubrimos otra abertura en un punto de la aorta, dos pulgadas mas arriba del primero. Finalmente hemos encontrado, ta'nto en el pericardio , como en la cavidad izquierda del pecho, unos cuajarones de sangre que podían pesar de tres á cuatro libras. De todo esto hemos sacado la siguientes consecuencias: 1." Que la herida del pecho es la que ha dado la muerte; 2.' que una vez dado este golpe, se r e pitió, sin sacar el instrumento, cambiando solamente la dirección; 3.* que el derrame considerable de sangre que se ha observado en la cavidad izquierda del pecho y en el pericardio ha provenido de la abertura de la aorta, origen y manantial de todos los vasos arteriales. Finalmente, queriendo juzgar la fuerza con que se habían dado los golpes notados en el vértice de la cabeza, hemos reconocido que todos ellos se habían hecho con una punta que después de halier atravesado la piel, la aponevi-osis occíplto-frontal y el periostio, había llegado hasta el hueso, después de haber producido equunosís en las partes blandas inmediatas. La herida del lado derecho del pecho no pasa-

Í97 ba de la piel y. del tejido celular, en el cuál había producido tatiibien un equimosis. La consecuencia general de todo esto, es: 1° que las heridas de la.cabeza, del cuello, y del lado deredio del pecho no constituyen inás que tentati-* yás de asesinato, c|u!ei quedaron ¡infructuosas; 2.** que"la herida que causó la muerte eslaqucise hizo en el lado izquierdo del pecho, y que abrió- el pericardio , la aorta, la aurícula derecha, y ocasionó un. derrame en el iiladó izquierdo del pecloo; 3.° eh fin, que la separación de la cabeza ^y de los miembros inferiores de don el ti'onco, debe considerarse eomo una mutilación hecha después de'Ia muerte. Dado en la Morgue, feclia ut supra. I'

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Dupuytren.

N O T A . NOS hemos llevado y conservaremos como piezas queapoyen nuestros procesos verbales: 1.° el esternón y el cartílago atravesado; i2i° los huesoéde la pelvis, que presentan la trasposición de las cavidades cotiloides; 3.° las partes superiores de los fémures que tienen deformidad en sus cabezas y cuello, - M • ' . Están Jirmados los mismos nombres. ^ -

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SEGUNDO ÍROCESO. !

El 21 de Agosto de 1825 i, el hermano de luis Miguel Guérin, que vivia en el pueblo de Sannms desapareció de repente, y desde entonces no volvió á verlo nadie. Hubo algunas sospedias contra Mi"' guel Guérin hombre de costumbres desarregladas,' y que debia gozar solo del comun patrimonio, por la muerte de su hermano: sin embargo, los indicios no parecieron suficientes á la justicia para autorizar el encarcelamiento de illfígMe¿Guerin; pero pocos

198 més^ flespues fue condenado á cirico áñbs dfe gale4 ras, como cvilpable de «n robo cometido eñ^oasa de su tio, con escala y fractura. Mientras que pasaba «l;tiemjx> de f)u;cbndenal.eniél|!)resi)dio de ¿resti, «nai casualidad ánesperada•^'inoi á descubrir el otro crimen y a indicar su aátorj.) El¡ 12 de Julio de li828', un carniceroide Sauíaois,! ¡UaaaadoiC/ííaríirey sábii»* quilirio de la casa propia dé los dos hermanos Gué-' rin, que'habia alquilado también la bbdega^ se Ocupaba'ep limpiarla,! cuando deí repente^halaendo quitado tin bíoaton' dei.ifiiédras que: cubria: uno de los rincones i «¿Itó deverí que eLteajreno'iseihiindia^ y que fca-mábd una es^ciédd esccavácion.'inmedia^ tamente se instruyó uní proceso verbal por el Juez del partido, el Fiscal de la Audiencia inmediata, y tres médicos, del cuallíesulcó qtíe/ séJ.habia desenterrado. un\e8queleto, que tenia cascados los huesos del cráneo, y tenia tanta semejanza con Nicolás José Guérin, que era imposible dudar de la identidad. ( Extracte de la (Jaceta de los Tribunaiesj díjl 15; de Febrero de;1829'). ii. i . : / ; ' i: , t i •;:•;'•

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Los infrascritos, doctores en Medicina de la Fa-• cultad de París, domiGÍliados en Yersalles, y requeridos por el Juez de instrucción del Tribunal de primera instancia

199 Al llegar a l paeblo de Saunois encontramos al señor Jüez^de instrucción, y al señor Fiscal, acom'páñados del Alcalde del l u g a r , y del Juez de paz d e Argenteuil, y en presencia d e todos estos señores , procedimos al examen cuyos pormenqres v a m o s aquí á describir. Habiendo sido introducidos eü una bodega que feéparaba de la casa u n patio u n poco espacioso, n o tamos que el suelo, que era graso y húmedo, y q u e nos pareció compuesto de cal y de arcilla, estaba hundido dos pulgadas y rtíedia,'én una exteiision de cerca de cmco pies, desde la última escalera hasta la pared del centro. E n medio de este hundimiento habia u n agujero de dos pies y medio de a n c h o , en cuyo borde encontramos cuatro costillas extérnales izquierdas, el húmero del mismo lado, los huesos d e los antebrazos^ y el segxindo del metacarpo izquierdo. Este foramen se líallaba en el centro de una especie de bóveda, fortoada por la tierra que se habia amoldado, y)or decirlo asi, sobre el pecho y el vientre del cadáver. La porción ilíaca del hueso de la cadera izquierda, q u e sobresalia en medio de una tierra negra, grasa, y pastosa, nos indicó la posición del esqueleto, y nos sirvió d e p u n t o d e guia para nuestras investigaciones. Después d e haber quitado cuidadosamente con u n cuchillo de mesa, una paleta de h i e r r o , y l a mano, la primera capa del suelo, hallamos u n a g r a n cantidad de pelos rubios rizados, y mezclados con especie de t e r r u ñ o n e g r o , g r a s o , y jabonoso , q u e no tenia mas olor q u e el del moho; se descubrió la pelvis, luego las extremidades inferiores, y después toda la porción superior del esqueleto, cuyos pies estaban hacia la escalei-a, y la cabeza hacia la p a r e d q u e forma ebfondo de• i a bodega. La fosa ú hoyo donde se habia enterrado el cadáver tenia cerca de diez y ocho pulgadas de profundidad, y el esqueleto q u e allí habia, estaba u n poco inclinado sobre e l lado

200 derecho, de modo que la parte izquierda, que' apenas la cubrían cuatro pulgadas de tienra-, ,formaba el punto mas saliente, mientiras que el lado derecho estaba enterrado mas profundamente, lo cual explica, por qué se desenterraron primero el húmero izquierdo y algunas costillas del mismo lado. El eaoternon y el apéndice jifóide se hallaban sobre la parte anterior de las vértebras correspondientes. El espinazo estaba entero, y habia conservado todas sus relaciones. Las dos rodillas estaban tan inclinadas en el sentido de la addaeci,on, que las rótulas se tocaban en sus caras anteriores. Los huesos de las piernas hablan conservado todas sus relaciones, v tenian todavía en su tercio inferior unos botines de tela de lana, cuyas trabillas de cuero no se hablan alterad o ; y en la parte de estos botines que hablan tocado las piernas se notaban una gran cantidad de pelos cortos y rubios. El esíjueleto, medido, mientras que estaba en el hoyo, y que los huesos guardaban todas sus relaciones entre sí, dio por resultado cuatro pies, y once pulgadas y media. Examinada la cabeza, encontramos el cráneo cubierto en toda su extensión de una grari cantidad de cabellos de un rubio ceniciento, cuya longitud media era de tres pulgadas. La mandíbula inferior estaba encima del cuerpo de las vértebras cervicales; y en el mismo sitio se encontraba el cuerpo del hueso hióide separado de sus ramos. En la cabeza reconocimos una fractura completa de la apófisis zigomática derecha y no pudimos encontrar la porción que habría despegado la violencia del golpe, y habia otras muchas fracturas en las regiones temporo-parietales derecha é izquierda, continuándose.' en la base del cráneo, y pasando por los conductos^ auditivos. En la región temporo-parietal derecha, Y en las fosas temporal y zlgomática del mismo lado , notamos manclias de un rojo, todavía bastante

201 vivo, c[ue nos parecieron que eran de sangre como desecada, y conservada en aquel estado por los cabellos que cubrían las partes. Como el tiempo y el lugar no permitian entregarnos á u n examen mas profundo de todas las partes del esqueleto, se metieron todas en u n saco, que 86 selló con el sello de la municipalidad, y se llevó á Versalles al gabinete del señor Juez de instrucción. Queriendo apreciar el grado de descomposición q u e hablan padecido las partes blandas del cadáver en el h o y o , continuamos nuestras indagaciones, y encontramos, ademas del t e r r u ñ o de que hemos hablado, unas costras anchas de materia grasa jabonosa, que ocupaban el fondo del hoyo, y cubiertas en los sitios correspondientes á los omoplatos, de algunos restos de lienzo grosero, que juntos con u n pedazo de hebilla de hierro muy oxidada, e n vuelta en la gamuza de los tirantes, indicaban que el cadáver no estaba completamente desnudo c u a n d o le enterraron. E n medio de estos productos tie la descomposición, se encontraban otros mas secos, y mas consistentes, de un blanco amarillento, d e u n aspecto fibroso, y creimos que eran los restos de los ligamentos vertebrales. El viei'ues dia l.*^ de Agosto de 1 8 2 8 , procedimos en presencia de la justicia á u n examen mas circunstanciado de todas las piezas del esqueleto, que volvimos á componer artificialmente ; y nuestras tiltimas investigaciones dieron el resultado siguiente: La columna vertebral estaba completa; el c u e r po de la quinta vértebra lumbar estaba deprimido y no tan grueso á la derecha, lo cual nos pareció u n indicio de que en una época que no pudimos d e t e r m i n a r , habia padecido este hueso u n a especie de alteración, común en el raquitismo. Las costillas estaban intactas; n o se encontró la undécima del lado izquierdo; y las tres piezas del esternón TOMO II. 26

202 estaban desarticuladas. La pelvis, cuyo estrecho superior no era tan ancho á la izquierda, como á la derecha, presentaba todos los caracteres de la pelvis del hombre. El coxis faltaba; los fémures no tenían nada de particular; las dos tibias tenian un vicio de conformación que atribuimos al raquitismo; en su tercio superior presentaban una curvatura notable, que era mucho mayor en la izquierda que en la derecha: los peronés tenian también el mismo vicio de conformación; resultando de ahí que la pierna izquierda era seis lineas mas corta que la derecha. La clavícula izquierda era cuatro líneas mas corta que la derecha, y lo mismo se notaba en los húmeros. Los huesos tenian todo el desarrollo de la edad adulta; sus eminencias de insei'cion, y sus curvaturas naturales estaban muy manifiestas; todas las epífises se hallaban enteramente soldadas; las svituras eran muy aparentes, y sus encajes tenian poca profundidad; el occipital estaba enteramente soldado con el cuerpo del esfenoide, y todavía se distinguían muy bien las señales de unión de los huesos de la cara entre sí. La mandíbula superior tenia diez y seis dientes; las dos muelas del juicio se hallaban al nivel de sus alveolos, y aun debian estar cubiertas con la encía. Los dos incisivos externos presentaban juntamente con los caninos inmediatos, una pérdida de sustancia de forma semi-circular, cuyo fenómeno nos pareció producido por el frotamiento largo tiempo continuado de un cuerpo duro y cilindrico, que nos pareció debía haber sido el cañón de una pipa de barro. En los dientes de la mandíbula inferior había algunas particularidades dignas de notarse que podian ayudar á establecer un carácter de identidad incontestable. Todavía quedaban tres incisivos bastante delgados, siéndolo mas que los otros el que

203 estaba arrimado al canino izquierdo. Su corona estaba casi destruida por un punto de caries, que solo aparecia por detrás, pero que disminuyó su nivel mas de media línea. El cuarto incisivo no se encontró; en los dos últimos de estos se notal)an dos caninos sobrepuestos que bamboleaban mucho, y formaban por delante una salida considerable. Esta disposición particular de los dientes la declaró en el Tribunal un testigo, y dijo, que en yida de Guér'm le habia aconsejado se los hiciese arrancar; mas luego que se le presentó en la Audiencia la quijada, reconoció perfectamente la disposición que acababa de indicar. Entre estos dientes y las muelas pec[ueñas se halla una escotadura que completa la abertura circular por donde entraba el cañón de la pipa de que hemos hablado; la segunda muela pequeña del lado izquierdo, estaba cariada en parte, y dejaba un hueco bastante considerable entre ella y la inmediata. La muela del juic:io del lado derecho estaba enteramente fuera, y la del lado izquierdo se hallaba todavía en su alveolo. La cabeza presentaba, en la reunión de las porciones escamosa y mastoidea de cada tino de los temporales, una hendidura ancha, que producia á derecha una separación de media línea, y se extendia desde la parte anterior del conducto auditivo hasta el ángulo inferior y posterior del parietal sobre el cual continuaba , dirigiéndose arriba y atrás, donde se terminaba describiendo una línea curva en la sutura sagital, en su unión con el ángulo superior del occipital. La sutura escamosa del temporal estaba desunida, y por cima de ella, se hallaba á una pulgada, una pequeña cascadura, que desde la hendidura de que acabamos de hablar se dirigía adelante y abajo sobre el parietal, adelantándose á su borde inferior. La apófisis zigomática de este lado estaba rota desde la base hasta su vértice, que estaba desarticulado del pómulo. En la

204 fosa temporal había u n a cascadura q u e ocupaba el ala grande del esfenoide, desde el temporal hasta la apófisis orbitaria del pómulo, siguiendo su dirección, y cerca de seis líneas de su unión con el frontal. La porción del ala del esfenoide que se articula con la apófisis orbitaria del pómulo estaba desunida y hundida en la órbita. E n la región temporo-parietal izquierda habia fracturas mas anchas y mas extensas que en el lado d e r e c h o , las cuales se iban ramificando en cierto jnodo, desde el conducto auditivo que estaba m u y hendido, á toda la región parietal. Asi es que h a bia u n a sola hendidura de bordes separados, que subía desde la parte mas distante de este conducto y dividía perpendicularmente la porción escamosa en la reunión de sus cuatro quintos anteriores con su quinto posterior; entraba en la sutura escamos a , confundiéndose con ella, y volvia á salir desp u é s , dos líneas mas adelante, conservando la misma separación, y subiendo siempre verticalmente en la extensión de una pulgada sobre el tercio a n terior del parietal, en donde se horquillaba. De esta bifurcación salía una hendidura no tan considerable, subiendo sobre el parietal hasta la sutura frontal q u e atravesaba para terminar en dicho hueso; y diez lineas mas abajo de ella habia una cascadura secundaria, que se dirigía paralelamente á Ja primera sobre la sutura frontal, y circunscril)ia de esta manera en el parietal, una escjuirla cuadrilátera, que estaba imperfectamente unida con el hueso. El ramo posterior de esta bifurcación no era mas que la continuación de la hendidura principal, con la cual íormaba por detrás u n ángulo recto, de donde se despi-endia imperfectamente, del c u e r n a del hueso, una esquirla cuadrilátera de tres líneas. Esta hendidura se convierte muy luego en una cascadura que continúa dirigiéndose hacia atrás, describiendo una línea curva hasta la eminencia parie-

205 tal, de donde sale otra nueva bifurcación, cuya rama superior vá disminuyendo, y se para en la sut u r a sagital, á dos pulgadas y media del occipital, al paso que la inferior presenta vma cascadura de pulgada y media de l a r g o , que se inclina u n poco hacia abajo, y se termina en el parietal. Vamos á considerar ahora las fracturas cerca de los conductos auditivos, y á seguirlas en los desórdenes que han producido cerca de la base del c r á n e o , bajo la cual forman una V , cuya punta mira á la articulación esfeno-etmoidal, y las extremidades de cada ramo á los dos conductos auditivos, que nos han servido de punto de mira en el examen que hemos hecho de ellos en cada lado de la caja huesosa. La fractura derecha divide la e n trada del conducto auditivo en la dirección de u n a línea imaginarla que desde la base de la apófisis mastoidea iria á la hendidura glenoidea siguiendo la dirección del borde anterior del peñasco del t e m poral en donde produce una separación de media linea que divide exactamente en este sitio la p o r ción petrosa de la escamosa. Esta fractura sigue adelante y adentro; atraviesa los agujeros csfcnoespinoso y maxilar inferior; divide el borde del ala externa de la apófisis terigoidea en su tercio s u p e r i o r , vuelve á manifestarse en el fondo de la fosa del mismo n o m b r e , y va hasta el ala interna; v u e l ve á bajar al cuerpo del esfenoide, que rompe trasversalmente en su articulación con el ctmoidc; de allí vuelve por el lado opuesto, dividiendo oblicuamente el vómer cerca de su borde superior; separa el ala izquierda del esfenoide del cuerpo de este hueso, en la dirección de la r a n u r a que recibe el vómer; se echa en el agujero rasgado anterior; vuelve á salir entre el borde anterior del peñasco y la porción escamosa , y en fin se termina en el c o n ducto auditivo izquierdo después de haber a t r a v e sado la fosa glenoidea en la dirección de la escotadu-

206 ra detrás de la cual había una esquirla piramidal desjMígada del resto del hueso que interrumpía por su base, en un espacio de dos líneas, la raíz de la apófisis zigomática que concurre á formar el orificio de este conducto. Los diferentes puntos de unión que hay entre el occipital y los temporales, estaban muy conmovidos, y presentaban una ligera separación. Las conclusiones que pueden sacarse de todo lo qne precede son las siguientes: L ' Que el esqueleto que hemos examinado pertenece á un individuo de la especie humana. 2.* Que es del sexo masculino. 3.^ Que su talla es de cerca de cinco pies. 4-^ Que según el estado adelantado de la osificación, se conoce que pasaba de veinte y cinco años, pero nos es imposible determinar con mas exactitud con arreglo al examen de los huesos, la edad que debía tener la persona, en atención á que estos órganos no presentan durante el período de la vida, que tomamos de veinte y cinco á cincuenta años, ningún carácter bastante marcado para que podamos pronunciar de un modo mas afirmativo; pero según el estado de las suturas, y particularmente de los dientes, se puede presumir que este esqueleto es de un adulto, que no había llegado á cincuenta años. 5.* Que según el color de los cabellos y del pelo, la conformación de los huesos de la pelvis, la depresión de la quinta vértebra lumbar, la curvatura de los huesos de las piernas, y particularmente de los de la izquierda, que tiene seis líneas de largo menos que la otra, la persona de quien proviene este esqueleto fue raquítica en su infancia, debió co- ' jear ó á lo menos resentirse de la extremidad inferior izquierda. 6.* Que todas las fracturas que hay en la cabeza resultan de violencias exteriores hechas en las

207 paredes del cráneo con instrumento contundente de ancha superficie; que se hicieron durante la vida, como parece demostrarlo las manchas de sangre que hemos encontrado en el pómulo derecho, el temporal, y el vértice de la fosa zigomátlca del mismo lado, cuya sangre se ha preservado probablemente de la descomposición por los cabellos que la cubrian; que el número, la grande extensión de estas fracturas, y su sitio, nos inclinan á creer que la muerte debió ser instantánea, por la violenta conmoción que se comunicó al cerebro. 7.* Que la posición del esqueleto en la fosa, y particularmente la que tenian los antebrazos, que estaban cruzados sobre el pecho, indican que la persona habia sido enterrada antes de que se la declarase la rigidez cadavérica. 8.* Finalmente, qvie por el aspecto de las partes blandas, que se habían vuelto grasas, y se habían reducido á una especie de jabón animal, la falta de gas fétido, la naturaleza del suelo y su humedad , el cadáver debió descomponerse completamente en el espacio de dos ó tres años. Versalles, fecha ut supra. Está firmado: Laurent.zz:

Nóble.ziz Vitry.

NOTA. En el Tribunal se reconocieron todos los caracteres que señalaron los peritos para establecer la identidad. El asesino, Carlos Guérin, (que no fue condenado á muerte sino á galeras perpetuas, porque el jurado desechó la cuestión de premeditación) declaró que su hermano cojeaba lan poco; todos los testigos convinieron en que fumaba en pipa de barro, con lo cual se explica la pérdida de sustancia que hemos indicado mas arriba. La talla, el color de los cabellos, y todo lo demás, se halló muy de acuerdo con las declaraciones de loá

208 testigos. Por estos ejemplos se puede conocer cuan importante es la exactitud en los informes médicolegales. Cirugía práctica Advertencias sobre algunos de los casos que necesitan la amputación de los miembros, como las fracturas complicadas de heridas con armas de fuego (1). Las fracturas complicadas son uno de aquellos accidentes que exigen con mas frecuencia la amputación de los miembros; mas para esto es necesario que la fractura venga acompañada de lesiones graves de las partes blandas. Mientras que la arteria, la vena, y los nervios principales no estén rotos, y que los músculos conserven una parte de su continuidad, en una palabra, que la gangrena no parezca inevitable, será prudente aguardar, y hacer todas la» tentativas imaginables para evitar que el enfermo quede mutilado. Si hubiese fragmentos de huesos ó esquirlas libres ó encajadas en medio de las carnes, se deberán extraer; y si salen afuera una ú otra punta de los extremos de la fractura, sin que puedan reducirse á pesar de incisiones profundas y de todas las dilataciones que aconseja la sana práctica, entonces se podrán quitar con la sierra. Cuando los músculos están molidos y como reducidos á una papilla , con tal cjue estén intactos los tendones de algunos de ellos, y que puedan circular los fluidos por deljajo de la fractura, no se deberá sacrificar el miembro, sobre todo si es de los superiores. Tres hombres adultos, que tenian esta especie de fractura en la pierna se curaron sin amputación en los años de 1829 y 1830 en el hospital de San Antonio de París, aunque dos de ellos, en quienes se declaró súbitamente el delirio, se levantaron con el aparato, y anduvieron por la sala el sexto y octavo' ( I ) Este artículo es del doctor P'elpeau, cirui'ano mtiy instruido de París. Véase. Gazette JMédicale d» Parí*, tomo 3 , pág- 5 l 3 , ano de i 8 3 2 .

209 flia del accidente. E n el hospicio de la Clínica h u b o u n joven que tenia dislaccrados todos los músculos de la región anterior é interna del antebrazo, los cuales se le habian molido en una máquina de hilad o , y se le habia arrancado el pellejo del brazo, t e niendo el cubito y el radio fracturados en des ó tres partes; se resistió á la operación q u e se le propuso varias veces, y logró curarse conservando su miembro. El cirujano no debe perder imnca de \lsta, q u e en la práctica civil, con buena asistencia, u n r é g i men conveniente, y todos los recursos de una medicación bien entendida, deben ser raras las fracturas complicadas q u e necesiten inmediatamente la amputación: sin embargo, suelen hallarse estos casos, especialmente cuando la fractura se prolonga basta la articulación inmediata; y en el hospital de San A n tonio entraron tres personas en este estado, de las cuales murieron dos por habérseles querido conservar los miembros, y la tercera se salvó porque se le hizo la operación á los catorce dias en que se declar ó la gangrena. Bien es verdad q u e h u b o otra q u e murió á los siete dias, á pesar de (^ue se le hizo la amputación inmediatamente; pero habia tan pocas probabilidades, que apenas sintió la operación. Entre todas las heridas, las q u e se hacen con armas de fuego exigen con mas írecuencia la amputaclon ; y no es p o r q u e los proyectiles q u e lanza la pólvora tengan en sí mismos algún veneno, como han creído algunos cirujanos desde los tiempos de Fcrry, y como lo cree todavía el v u l g o , sino p o r que rompen, desgarran, contunden ó escarifican los tejidos que atraviesan ó donde jiegan. Una bala, ó u n casco de bomba ó de granada que se lleva u n a parte del grueso de u n miembro, inclusos los vasos, exige la amputación, mientras tjne la misma herida si fuese hecha por u n instrumento cortante podria tal vez curarse sin necesidad de mutilar al enfermo. Si los mismos agentes hubiesen obrado sobre elcuerTOMO II.

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210 \)0 del brazo ó del muslo, de modo q u e los músculos se redujesen á papilla, sin alterar el pellejo ni los huesos, también sería menester amputar, á menos q u e la dislaceracion no fuese muy limitada, y que no hubiesen padecido lesión los troncos vasculares y nerviosos. Las heridas complicadas de fracturas indican especialmente este último recurso; y en las articulaciones no hay q u e titubear, si el daño ha sido considerable; pues los prácticos no están discordes sino en el caso en que la articulación no está m u y abierta, ó en q u e las extremidades huesosas se h a llan simplemente atravesadas ó rotas de u n balazo: pero aquí se deben tener presentes todas las circunstancias , como la de saber si el enfermo se halla en el caso de poder recibir toda la asistencia necesaria, si la bala se ha limitado á atravesar la m u ñ e c a , el codo, el empeine del pie, el hombro, &c., quebrantando las extremidades articulares sin dilacerar los tendones, ni otras partes blandas, en cuyo caso se deben emplear los medios de conservar el miembro. Por el contrario, en los campos de batalla, en los hospitales atestados de enfermos, cuando reina a l guna epidemia mortífera, y que no se pueda contar con la calma, el reposo y la asistencia indisj^ensable, se deberá operar al enfermo, por serle mas ventajosa la amputación que la cura paliativa, sobre todo si la fractura tiene esquirlas, y si están magullados ó desgarrados los ligamentos, los tendones , y las membranas sinoviales. Labastide, por querer sostener los principios de Belguer, reunió en una tesis u n gran número de casos para probar , como poseedor del secreto, en la suma, dC'20,000 reales. ; ' CIRUGÍA

PRÁCTICA.

Fístula vcsico-vaginal. El profesor Dugés de Mompeller comunicó la observación de una rouger de edad de veinte y cuatro años, que tenia una fístula urinaria, procedente al parecer de la formación de algunas escaras á consecuencia de un parto espontáneo que diiró diez y ocho horas. A los once dias de haber parido, la enferma se apercibió de una incontinencia de orina. La ruptura estaba á diez ó doce líneas del orificio inferior de la vagina, y ocupaba la pared anterior, representando un ojal enteramente trasversal, por el cual se podia introducir la punta del dedo. Despiies de haber hecho muchos ensayos, y desesperanzado de curar á esta mugei* radicalmente, el profesor Dugés imaginó un obtura^ dor, á manera de un tapón cónico, que lo hizo con un intestino de pescado, lleno de aceite. La enfernu se fastidió muy pronto de esta sujeción,, y consintió en quedarse con aquella repugnante enfermedad toda su ^ida. I , - Claudicacioá intemüténte'. El señor\5ouZeos, veterinario de París, leyó una observación de claudicación 4 cojera intermitente fie los miembros posteriores en una yegua de seis años, de cuyo accidentCj murió el ahimal:E8tai'clayMÍlicaieipni'provenia de la obliteración de la^ arterias femopales,. que había» determinado una altefadon particular en losimúsn-' culos de l a s a r t e media é interna de los muslos. Es^ tos músculos estaban pálidos, descoloridos, y mu* cho mas consistentes que en el estada natural.- ' : Torsión tíelas aríériak Al fim de la; aeáoa pre^

265 •ícntó el doctor ArnussaZ un niño de siete años. al cual había hecho la amputación del muslo por un tumor blanco de la rodilla. El autor, que cada vez se halla mas pegado á su sistema de torsión, torció las arterias en vez de ligarlas; y aunque se desprendieron los vendoletes con que intentó hacer la reunión inmediata, y que la herida se quedó abierta, no hubo la menor hemorragia. Con este motivo hizo el elogio de su descubrimiento, diciendo que está fundado en la organización de las arterias, y que debe presentar mas solidez que la ligadura, porque cuando aquella está bien hecha, se halla detenida la sangre por dos obstáculos: uno el taj)on que forman las membranas internas arrolladas, y el otro, la membrana celulosa que exteriormente hace oficios de ligadura : ademas todas las objeciones que se han hecho contra la torsión pueden volverse con la misma fuerza contra la ligadura. Las ventajas de la torsión, son: de no necesitar ayudante; de no exponer á la hemorragia secundaria; de poder practicarla en sitios profundos; y finalmente de que se hace sin nlngim cuerpo extraño. No hay duda en que esta última ventaja seria la mayor, por la facilidad que daría para la reunión inmediata que tanto se desea en todos los casos; porque el precepto de hacer que supure el muñón después de ciertas amputaciones, bajo el pretexto de prevenir una repercusión ó de establecer un punto de revulsión, es el fruto de una teoría Ilusoria, que no se halla confirmado con la experiencia de una sana práctica. En el hecho, hay ciertamente mas inflamaciones viscerales á consecuencia de la reunión mediata que de la Inmediata; y en teoría debe ser así, por la repetición de la inflamación, fenómeno mucho mas positivo y mas cierto que la revulsión. Si se considera la torsión, sigue Aniussat, con la única mira de atajar la sangre yo le preferirla la 11TOMO II.

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, 266 gadura porque esta tiene en su favor el testimonio de una larga experiencia; pero sise atiende á sus consecuencias, y especialmente á sus relaciones con la reunión inmediata, debe preferirse á la ligadura. Tal es la opinión de un hombre á quien no le reconozco ninguno que le supere en cirugía, y aun dudo que haya muchos que le rivalizen; quiero decir, del profesor Delpech, y este homenage que le tributo es tanto mas desinteresado de mi parte, cuanto que no me ha favorecido siempre con su benevolencia. Este raro Ingenio, después de haber aconsejado la torsión de las arterias, como uno de los mas poderosos auxiliares de la reunión inmediata en toda herida reciente, mudó de parecer, cuando llegó á la práctica: pero Amussat atribuye los accidentes de que el ilustre Delpech se queja en la torsión, á los puntos de sutura que hace este profesor, después de ejecutada dicha torsión. Obstetricia. El doctor Baudeloque, sobrino del famoso comadrón de este nombre, leyó una memoria en la que propone un nuevo método para salvar la vida de la criatura cuando viene de pies, ó de rodillas; pues cree que en estos casos todo el peligro consiste en la compresión del cordón umbilical , con cuyo motivó se suspende la circulación de la madre al feto, y produce siempre una congestión en el cerebro ó en el hígado. En semejantes circunstancias propone Baudeloque, que se corte el cordón umbilical, y que se introduzca el aire en el útero, y en los pulmones del feto por medio de una sonda larga y ele una cánula. Esta memoria suscitó una discusión bastante larga , en la que tomó parte el doctor Capuron para impugnar las doctrinas del autor, fimdándose, eñ í[uc no hay tanto motivo para que haya congestión ó a|)Oj)lcgia en el parto de los pies como en el de la cabeza; porque en este último viene comprimida, y con los esfuerzos que hace la matriz sobre el tronco

267 del feto, puede haber mayor afluencia de sangre hacia el cerebro. BIBLIOGRAFÍA.

Relación del colera-morbo epidémico de Londres, por el doctor Halma-Grand, un volumen en 8." con un mapa de Londres, que indica la marcha de la epidemia, catorce reales á la rústica. Esta obra es el fruto de la observación de un niédico distinguido, que por amor á la ciencia fue á Inglaterra á estudiar la terrible enfermedad que está desolando la Europa.

Heflessioni mediche, &c., ó sea Reflexiones médicas sobre el cólera-morbo, su carácter esencial, «u sitio en la economía animal, su índole, y el método higiénico y terapéutico para curarlo, obra escrita en italiano por el doctor Panvini, seis reales á la rústica. Lecciones orales de clinica quirúrgica, explicadas en el Líotei-Dieu de París por el barón Dapuytren, cirujano mayor de dicho hospital; redactadas y publicadas por una sociedad de médicosj dos tomos en 8.° setenta y dos reales ú la rústica. , Tabla sinóptica de la litotricia y de la cistotomia hipogüstrica, ó mejor toáavici, postcro-púbia ; por el doctor Amussat, socio de la Academia Real de Medicina de París: un pliego de papel de marca, con ocho columnas, y figuras, catorce reales.

Concreciones urinarias de la especie lunnana, clasificadas bajo la doble consideración de su volú-

268 men y forma, de modo cjue sirvan para indicar lae dificultades qiie puedan encontrarse al practicar Ja lltotricia y la cistotomla, por el mismo doctor Amussat: un pliego de papel de marca, con setenta y ocho figuras, diez reales.

Za rnarúobra de todos los partos preternaturales , reducida á su mayor sencillez; y método para aprender el mecanismo del parto natural, por el doctor J. Hatin, profesor agregado á la escuela de París, segunda edición, un tomo en 18.°, doce reales. Esta obra se halla traducida al español de la primera edición; y el traductor don Bonifacio Martínez, doctor de la facultad de París, hizo un verdadero servicio á la juventud española, facilitando 8U conocimiento. La segunda edición francesa no se diferencia en nada de la primera, por lo cual puede mas bien considerarse como una reimpresión.

Monografía del cólera-morbo epidémico de París, por el doctor Gendrin; redactado especialmente con arreglo á las observaciones clínicas del autor en el hospital general de esta ciudad, donde estuvo encargado del servicio de algunas salas durante la epidemia, un tomo en 8.°, veinte y ocho reales.

Tratado práctico, teórico y estadístico del cóleramorbo de París, apoyado en muchas observaciones recogidas en el hospital de la Pitié de esta ciudad; j)or J. BouiUaud, médico del mismo durante la erndemia, y profesor de clínica médica en la facultad de medicina, un tomo en 8.°, veinte y seis reales.

Nuevos elementos de medicina operatoria^ con

269 un atlas de veinte estampas gravadas, que representan los principales métodos operatorios, y muchos instrumentos de cirugía, por AlfonsoVclpcau, cirujano del hospital de la Pitié de París, y profesor agregado á la facultad de medicina, tres tomos en 8.°, ciento veinte reales.

Examen de la doctrina Jisiológica, aplicada al estudio, y á la curación del cólera-morbo; y lleva al fin la historia de la enfermedad de Mr. Casimir Feriar, Presidente del Consejo de Ministros de Francia: obra escrita por los redactores principales de la gaceta médica de París, un tomo en 8.°, diez y seis reales. Cólera-morbo de París, ó guia de los prácticos en la curación y el conocimiento de esta enfermedad. Contiene los diversos métodos adoptados por los médicos de los hospitales de París, y los principales facultativos franceses y estrangeros; la historia abreviada de la epidemia, la sintomatólogia, y la exposición de las lesiones cadavéricas: obra escrita por el doctor Fabre redactor principal de la gaceta de los hospitales civiles y militares, un tomo en 12.°, diez reales.

Tratado del colora-morbo en Rusia, Prvisia y Austria durante los años de 1831 y 1832; por los doctores Augusto Gerardin, y Pablo Gaimard, socios y comisarios de la Academia Real de Medicina de París, enviados á Rusia por el gobierno francés para estudiar el cólera-morbo, un tomo en 8.", con dos figuras gravadas é iluminadas, diez y seis reales.

Indagaciones sobre la naturaleza y el sitio del

270 histérico y de bi'hipocondria; y sobre la:^bnzlbgísi y las diferenciaíi que tienen enti'e sí estas dos enfermedades; obra escrita por el doctor J. L. Brachet, médico del hospital general, y de la cárcel de León, y socio de la Academia Real de Medicina de París, un tomo en 8.°, diez reales. - •

El cólera-morbo epidémico^ observado y tratado según el método fisiológico; por F. J. V. Brous" sais, profesor de la facultad de medicina de París, un tomo en 8.°, catorce reales.

Lecciones sobre el cólera-morbo, explicadas en el Colegio de Francia, por el profesor Magcndie, y recogidas por dos taquígrafos, un tomo en 8.°, veinte reales. Lecciones del doctor Amussat sobre las retenciones de orina ocasionadas por las estrecheces del canal de la uretra, publicadas á vista del autor por A. Fetit, doctor en niedicina, un tomo en 8.°, con tres estampas, diez y ocho reales.

Historia médica del cólera-morbo de París, y de los medios terapéuticos é higiénicos que convienen en esta epidemia; apoyado todo en observaciones recogidas en París, Polonia é Inglaterra, por el doctor Foy, médico de los enviados á Varsovia, un tomo en 8.°, con una figura iluminada, catorce reales.

•271 PATOLOGÍA ESPECIAL

INTERNA.

Reñexiones sobre algunos casos de reumatismo de las paredes abdominales que pueden confundirse con la peritonitis general (1). La peritonitis es una de las enfermedades mas conocidas, y de aquellas en que es mas fácil reunir la lesión local á los síntomas generales; de consiguiente es m u y difícil cometer errores en su diagnóstico. Asi es, que sin valemos mas que de lo que dicen los autores, no hay nada mas fácil que reconocer esta afección por el g r u p o de síntomas que la caracterizan; y si alguna vez faltase u n o de ellos, se dice que es una anomalía, y al parecer todo queda explicado. Sin e m b a r g o , es preciso confesar que la ciencia puede hacer hoy dia algunos p r o gresos con el estudio de las anomalías; y aun los que ha hecho en estos últimos tiempos se delx^n al estudio de estas pretendidas irregularidades de unas leyes, que sujetas á u n severo examen han puesto en claro su estrechez é insuficiencia. E n este trahajo nos proponemos fijar la atención de los médicos sobre algunos casos morbosos q u e se han considerado como peritonitis, y q u e nos parece se diferencian de esta grave enfermedad por su naturaleza, su causa, la marcha que siguen, y aun por el método curativo que les conviene, sob r e cuyos puntos han guai'dado los autores u n silencio casi absoluto hasta ahora. Estos casos no son raros; y puede decirse que son muy frecuentes en u n grado de intensidad poco considerable; bien que en ciertas ocasiones la presentan bastante grave para ( I ) Memoria del cloclor Genest, gefe de la clínica , i n serta en la Gazeltp medícale de P a r í s , tom. 3 , año de l 8 3 2 , edición en 4.°

272 que puedan confundirlos con la peritonitis las personas que no han hecho un estudio particular de estas afecciones, pudiendo verse confundidas y dudosas muchas de ellas que tienen ya alguna prevei>. cion sobre la posibilidad y la causa de este error. No siempre se tiene por una inflamación del peritoneo cualquier dolor que se sienta en el abdomen. Todo el mundo conoce ciertos dolores; que unas veces son ligeros, y otras muy vivos, los cuales ocupan diversas partes del cuerpo, como la cabeza, el pecho, los miembros, y el abdomen. Siempre son de una naturaleza vaga, de cuya circunstancia puede dudarse en varias ocasiones, por hallarse fijos y permanentes, lo cual ha hecho que se confundan con afecciones de diferentes órdenes. Así que, en la cabeza se equivocan con los dolores que causa la inflamación de la aracnoide; en el pecho toman á menudo el nombre de pleurodinia, y solo por un error grosero podrían confundirse con la pleuresía; en el abdomen se consideran con mucha frecuencia como el resultado de la inflamación del peritoneo; y harto sabido es en el dia, que cualquier dolor en el epigastrio supone una gastritis mas ó menos grave, en el concepto de los partidarios de la nueva doctrina, impropiamente llamada fisiológica. Antes de entrar en los pormenores necesario* para desarrollar completamente lo que acabamos aquí de enunciar, empezaremos refiriendo uno de estos hechos que se confunde á menudo con la peritonitis, y que no obstante se diferencia de ella, como pueden diferenciarse las enfermedades que solo tienen un corto número de síntomas análogos. Primer caso. Una muger de edad de veinte y' geis años, criada de servicio, y que solo estaba en París seis meses hacia, gozaba ordinariamente de buena salud y tenia corrientes sus menstruos cuando al cabo de muchos dias que tenia su flujo periódico.

273 y cjue estaba á punto de cesar, la dieron la noticia de que su hermanó á quien amaba muclio, se hallaba muy malo en un pueblo á pocas leguas de París. Fue averie á pie, le halló muerto,y se volvió muy fatigada. Su ífujo menstruo se detuvo repentinamente, y la dieron dolores,en los ríñones, que muy luego se extendieron á todo el cuerpo, y se acompañaron con una calentura bastante jo-onunciada, Al dia siguiente, los dolores se hallamn limitados al vientre, pero eran muy violentos; aumentando en los siguientes, y persistiendo la calentura, aunque no tan fuerte como al principio: no hizo deposiciones ; y las orinas eran escasas y salían con dificultad. No hizo mas que guardar reposo, y al séptimo dia de la invasión de la enfermedad entró en d hospital, y presentaba los síntomas siguientes: Semblante animado y muy encendido, con la expresión de un vivo padecimiento, pero sin tener descompuestas las facciones; piel caliente, sin sequedad; pulso frecuente, y bastante desenvuelto; lengua sin rubicundez, ancha y blanquecina, sed muy viva; oritias escasas y dolorosas; el vientre estaba ílojo y sin tensión, pero con dolores espontáneos muy vivos que aumentaban mucho por poco que «e apretara con la mano; ocupaban todo el ámbito del abdomen, y hasta las partes blandas que recubren las costillas falsas de ambos lados; y aunque estos dolores eran continuos se aumentaban de úémpo en tiempo á manera de punzadas y sin cólicos. La enferma tenia agitación y disnea; y se la aplicaron cuarenta sanguijuelas en el abdomen, se la ordenó después un semicupio, cataplasma emolientle, y tisana de borraja con nitro. Al dia siguiente, su semblante estaba mejor y na» tranquilo; la piel sin calor ni sequedad notable; los dolores del abdomen habían disminuido mucho, y sin embargo se sentían con bastante fuerza en la región del intestino ciego, pasando con TOMO U.

3S

.274 TOUcha rapidez de un lado del vientre á otro. La pteslon causa siempre dolor en el abdomen y eñ toda la parte anterior del pecho; las orinas salen con mas facilidad y abundancia: (pediluvio con mostaza, tisana de malvas, y cuatro tazas de leche). El baño de pies fue muy caliente, y la enferma volvió á sentir vivísimos dolores en el abdomen, siendo la menor presión muy dolorosa; y aunque las paredes de esta reglón no estaban dilatadas presentaban cierta resistencia por la contracción de los músculos que la forman. JEÍ pulso era regular; lapiel estaba caliente, y no seca; pero la enferma no habla hecho ninguna deposición de vientre:' (sangría de ocho onzas; baño tibio, cataplasmas einolientes). La enferma estaba mejor al otro dia; los mús^ culos de las paredes abdominales no estaban con»traidos; pero los dolores eran todavía vivos; no fue por.la cámara, y se la propinaron dos lavativas, semicupio, y cataplasEÓas. En los días siguientes tuvo la enferma varias alternativas, unas veces mejor, y otras peor, hasta que viendo que el estreñimiento era tenaz se la administró por dos veces el aceite de ricino, y con él tuvo evacuaciones abundantes que la aliviaron completamente , en términos que de allí á poco salió del hospital perfectamente curada. Antes de concluir nada de este caso, debemos indagar primeramente, si fue una peritonitis. Al examinar ligeramente los antecedentes, y desde el primer dia que permaneció la enferma en el hospital, podría haberse creido que tenia semejante inflamación ; pero reflexionando |un poco, y sobre todo, teniendo presente lo que sucedió en los días siguientes, es imposible caer en este error. Por una parte, el principio de la enfermedad, coincidente con la supresión del flujo menstruo, la vlve2a de. los dolores, el estreñimiento y la mejoría con el «xétodo antiflogístico,, parecen síntomas que se

275 refieren á la inflainacion del peritoneo: pero por otra parte, el carácter de los síntomas inflamatoriíís generales, la naturaleza de los dolores, su reaparición después de haberse disipado, su extensión á diferentes partes, y en fin el que hubiesen desaparecido con los purgantes, deben alejar de nosotros cualquiera duda, y desechar la idea de que esta membrana estuviese inflamada. Con efecto, no puede decirse que haya habido peritonitis porque esta enfermedad haya provenido de la supresión de las reglas; porque todos saben que esta misma causa produce diferentes afecciones, tan vivas ó mas que la peritonitis. La mejoría que hubo el primer dia de la cura á beneficio de muchas sanguijuelas, y después, de una sangría, no fue muy duradera, pues sobre-^ vino una recrudeséencia, que sólo cedió á los laxantes , lo cual no hubiera sucedido, si la enfermedad hubiera sido una peritonitis. Al principio de una inflamación general del peritoneo, los síntomas inflamatorios generales se hallan muy poco manifiestos; y en vez de esta espansion de fuerzas, propia de las calenturas inflamatorias, y de todas las afecciones que acompaña, hay mas bien concentración de fuerzas, y en esta inflamación es donde se observa especialmente este pulso pequeño, apretad o , y mas ó menos frecuente, que se llama pulso abdominal. Así, pues, el estado general de la enferma de que hemos hablado no nos indica la reacción que se une con la peritonitis,, sino mas bien una reacion inflamatoria y fuerte como la que acompaña al reumatismo. La alteración de las facciones de la cara es un signo característico erit4» neo; pero ya se ha empezado á conocer este error, y entre las muchas afecciones que pueden aquejarías debe contarse la de que estamos tratando. Sin embargo, no podemos determinar, cual es la proporción que observa en el estado puerperal, por no haber fijado la atención en esta enfermedad, sino de poco tiempo á esta parte. El doctor Gooch ha observado muchos casos de estos; y dice que en ellos no varia el diagnóstico en razón del estado puerperal, y de las modificaciones que produce en todo el organismo y sus funciones, cuyas mudanzas no necesitamos enumerar aquí, contentándonos con referir el hecho siguiente del citado autor. Cuarto caso. Fue pues llamado el doctor Gooch para ir á visitar fuera de Londres á la muger de un médico que habia parido poco tiempo hacia, y que dijeron se hallaba afectada de una inflamación peritoneal muy grave. A mas de su marido, la visitaban otros dos médicos, y el autor la encontró en el estado siguiente; dolor permanente en todo el abdomen, con sensibilidad muy viva, de modo que np podía volverse en,la eama^ no tuvo calosfríos ni tenü>lor, y su pulso daba ciento y diez y seis latidos por minuto, siendo legular y un poco lenta Uno de los médicos que la habian visto á las cuatro de la mañana, la liabia hecho una sangría de ocho onzas; y aunque la sangre salió en chorro suficiente, la superficie del coágulo estaba lisa y encehdi»-i da, y la enferma no sintió ningún alivici. Enteínce» se la cubrió todo el vientre con una gran cataplasma de miga de pan y agua; y se la dieron al mismo tiempo veinte gotas de láudano en dos veces de cuatro en cuatro horas; y por tisana:, agua de cebada caliente y róuy clara. El autor se detuvo á desayunarse en la casa, y antes de partir volvió á ver á lá enferma, y encontró que tenia el vientre menos d o brido , la piel madorosa, y el pulso había bajada i

285 cien latidos. Al dia siguiente recibió uíia carta del marido de la enferma, en la que le anunciaba que el dolor y la sensibilidad del abdomen habian desaparecido enteramente, que el pulso habia bajado á noventa latidos, por cuya razón la mandó suspender los opiáceos, y continuar los fomentos; la enferma tomó un ligero aperitivo, y curó completamente sin la mas leve recaida. Este hecho inspiró al autor las reflexiones que siguen: esta enferma tenia el pulso frecuente y presentaba el conjunto de síntomas que se consideran generalmente como los signos de la inflamación del peritoneo, cuando se manifiestan en una recienparida; tal era igualmente la opinión no solo del marido, que se hallaba muy afectado para poder juzgar con serenidad el estado de su muger, si también el de los otros dos médicos que erau hombres de experiencia. Lo que determinó al autor á formar su diagnóstico fue la constitución anterior -f habitual de la enferma, que era histérica, ó epiléptica, el estado de blandura del pulso, la falta de costra inflamatoria en la sangre, y el alivio después de la sangría. El mismo autor ha observado varios hechos análogos de los cuales terminaron muchos en la muerte ; en la autopsia no habia inyecciones sanguíneas, ni adherencias ni ningún otro signo de la inflamación del peritoneo, de donde concluye que esta enfermedad no es inflamatoria, sino una afección nerviosa de esta membrana serosa. Semejante opinión está conforme ó se acerca mucho á la del autor francés, en la cual insiste de nuevo á causa de la dificultad que hay de distinguir en algunas afecciones, el elemento reumático del nervioso, y porque en muchos casos, no hay una línea de distinción bien pronunciada entre estas dos clases de afecciones. Tampoco es fácil establecer el pronóstico con a r r a l o al corto numeró de casos que se han obserTado hasta ahora; no ae ha vúto en ninguno, que

286 la enfermedad se haya terminado de una manera funesta; sin embargo, el autor cree que puede considerarse de alguna entidad esta dolencia, en razón del estado grave, y del peligro, muy grande en la apariencia, que ha mostrado algunas veces; siendo de advertir, que si esta afección sobreviniese dui'ante el estado puerperal presentarla mucho mas peligro. De esta manera se explican las numerosas muertes que refiere en semejantes casos el autor inglés, el cual asegura no obstante, que cuando esta enfermedad no se halla confundida con la peritonitis, ni se cura con medios impropios, no le parece muy peligrosa. Asi pues, en los casos que cuenta dice que era mas temible la debilidad que con tanta frecuencia acompaña al estado puerperal, que la misma afección. De estas consideraciones resulta también la dificultad de trazar la anatomía patológica de esta enfermedad. Aun cuando hubiese muerto alguna de las personas que hemos observado, dice el autor de este artículo, es probable que no tendríamos nada que añadir aquí, según lo que generalmente sabemos del estado de las partes, donde se sentían los dolores reumáticos. Gooch dice que hizo la autopsia en un caso de estos que terminó en la muerte, y lo hace con aquella brevedad que en los ingleses llega á ser confusión. La persona era una muger delicada é histérica, que salió con felicidad de su octavo parto. Los dolores consecutivos fueron vivos, y duraron mucho tiempo; pero en la noche del segundo dia no presentaba ningún signó alarmante, y el pulso daba menos de'ochenta latidos por minuto. En el teixer dia á las cuatro de lamañana la acometieron vivos dolores Con sensibilidad en todo el ab-i domen y vómitos. El pulso era frecuente, pero p q u e ño y débil, y el calor moderado. El médico que se llamó al instante la sangró hasta el s í n c o p ; y después la dio cinco granos de mercurio dulce,.y á

287 poco tiempo una dosis de sales purgantes y óe sen, que la vomitó muy luego. Como no hubiese disminuido el dolor dos horas después de la primera sangría, se la repitió también hasta el síncope, y la mandó poner doce sanguijuelas en el abdomen, dándola una pildora que contenia tres granos de opio. Cuando llegó el doctor Gooch, la enferma tenia la cara descompuesta, la piel fria y pegajosa; el pulso pequeño, filiforme, y no se podian contar sus latidos. Inmediatamente quitó las sanguijuelas, y trató de reanimar la paciente con el calor y los cordiales; pero todo fue inútil, y murió á las treinta horas que la habían empezado los dolores. En la autopsia se encontró el peritoneo sano y pálido; contenia una ó dos onzas de serosidad transparente; todos los órganos del \lentre estaban sanos y pálidos; y el útero se haUaba contraído en el punto donde debía estarlo. Las causas de esta enfermedad no son tan fáciles de determinar como se podría creer á primera vista; porque como la naturaleza de esta afección no es meramente reumática, es evidente que deben variar también sus causas de las que producen el reumatismo: asi pues, uno de los hechos mas nota.bles que nos presenta el estudio de esta afección, e» el de que no se la ha visto todavía manifestarse ma« que en el sexo femenino. En un número considerable de personas en quienes ha observado el autor dolores del vientre mas ó menos vivos que no podian referirse á la lesión de ninguno de los órganos importantes que encierra esta cavidad, y que parecían limitados á las paredes de esta, por lo menos en doce eran bastantes intensos y venían acompañados de síntomas sobrado graves para confundirse con las peritonitis generales sobreagudas; y estas doce perdonas eran mugeres, hecho que confirma lo que se , ha dicho mas arriba de la naturaleza mixta de estoe casos, entre los cuales hay algunos que presentan

288 de uri modo muy marcado los caracteres del reu*matismo, y otros se asemejan mas á los dolores que se llaman nerviosos, ó á esas nevralgias difusas, á las cuales se hallan, como todo el mundo sabe, mucho mas expuestas las mugeres que los hombres. En cuanto á la edad de estas personas, ha variado desde los diez y ocho hasta los cincuenta y cuatro años. En muchas se ha manifestado la enfermedad á influjo de un trastorno momentáneo ó permanente de la menstruación, aunque esto no ha sucedido en todas. En otras predominaba el temperamento nervioso de un modo notable, habiendo experimentado algunas muchos ataques parecidos al que las aquejaba en el momento. 'En cuanto á las causas locales ó que obran de una manera local, nt> se puede citar ninguna que haya tenido una acción evidente; pues en algunas ocasiones se ha visto un dolor puramente reumático en el principio, como por ejemplo un lumbago, que se extendia á las paredes abdominales y que afectaba la forma de la pív ritonitls aguda pero con unos síntomas demasiado graves para que pudieran colocarse estos casos en el n ú m e r o de los q u é estamos exanoinando. Según l a

Opinión del doctor Cooch el estado puerperal si no es una causa de esta enfermedad es á lo menos una predisposición para ella; y si el pronóstico no es grave en los casos ordinarios, no se infiere de ahí que su curación sea siempre fácil; no hay duda, que cuando los síntomas inflamatorios generales son intensos , y cuando la persona tiene sus fuerzas enteras y desenvueltas, la primera indicación que ha de Batisfac^r el médico es la de obrar por medio de la» evacuaciones sanguíneas, tanto generales como locales, empzando primero por una sangría del braJ/o, y luego una aplicación de sanguijuelas en el abdomen, ó mejor todavía ventosas sajadas, porque estas últimas fueron mas eficaces en muchos casos, «n razón de que juntan á éa. acción derivativa otra

289 revulsiva que es muy enérgica. A estos medios deberán unirse las bebidas emolientes, que se tienen por ligeramente sudoríficas, cataplasmas emolientes en los pies, y fomentos de lo mismo en el abdomen, si la enferma pudiese soportarlos. En casi todos los casos, esta medicación abatirá el movimiento febril, y proporcionará que disminuyan los dolores, los cuales podrán llegar á desaparecer enteramente, pero volviendo muy á menudo á su primitiva vivacidad. El estado de las vias digestivas debe señalar la segunda indicación: los enfermos se quejan casi siempre de estreñimiento, por lo cual se deberá acudir á corregir esta función excretoria, si no fuesen muy grandes los síntomas febriles, y empleando los medios conocidos en el arte, como los laxantes, catárticos, &c. Si el médico se limita á los simples evacuantes mecánicos, se expone á prolongar Inútilmente la enfermedad; y no hay que temer el emplear los purgantes enérgicos, sin miedo de determinar una inflamación en la membrana mucosa gastro-intestinal, porque ya no estamos lejos de la época en que vuelvan en sí los médicos sistemáticos y restituyan á este género de medicamentos toda la importancia terapéutica, de que tan injustamente se les ha privado por unos temores quiméricos. En confirmación de esto recordaremos que en el segundo caso, después de haber cedido los dolores abdominales á beneficio de las emisiones sanguíneas, volvieron á manifestarse, y no desaparecieron hasta que tomó la enferma el aceite de íicino. Los vómitos pueden ser út'des algunas veces, pero no deben emplearse sino cuando estén indicados por la consdtucion médica reinante. El profesor Recamier disipa casi rej:)entlnamente estos dolores abdominales, por medio de evacuaciones biliosas abundantes, ó con traspiraciones provocadas por medio de un emético; y en alganos casos se han aumentado los dolores con estos medios. Después se emplearán los medicamentos TOMO II.

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290 opiáceos, pero solo cuando se hayan usado las otras dos clases que hemos indicado mas arriba, ó cuando el estado de la paciente no permita que se r e curra á ellas. Las mugares que se hallen debilitadas con flujos copiosos de sangre ó con partos laboriosos, no se deberán curar con sangrías generales ni locales, sino recurrir inmediatamente al opio y los narcóticos; pero si en vez de un estado de debilidad, presentasen el de una plétora manifiesta, se podrá empezar haciendo una sangría, con la cual serán mas ciertos y eficaces los efectos de los opiáceos; porque sucede con los medicamentos como con muchas causas morbosas, que obran con mucha mas eficacia en ciertas disposiciones que en otras. Gooch recomienda también mucho el uso de los opiáceos en los casos de que hablamos, ó en los que se manifiestan bajo el influjo del estado puerperal. Refiere muchas observaciones en que las sangrías fueron funestas, y otras en que el opio hacia desaparecer el dolor de una manera casi instantánea, lo que probablemente no habria sucedido, si hubiera tenido que curar verdaderas peritonitis: sin e m b a r g o , parece que se

debe tener presente la naturaleza de la enfermedad en la elección de los medios de que se ha de echar mano; porque si los dolores fuesen de naturaleza simplemente nerviosa, sin la acción evidente de una causa ó de un principio reumático, se podría esperar un alivio inmediato de los opiáceos; pero en el caso contrario, cuando se reconozca una afección reumática bien marcada, se deberán emplear los medios que aprovechan casi constantemente en estos casos, quiero decir, las fumigaciones ó baños de vapor, de cuya eficacia nos dá el ejemplo el Quinto caso. Una bordadoi'a de edad de veinte y seis años, y de buena salud, tuvo sus reglas, como acostumbraba, y á los cuatro dias después que •"habian pasado, la acometieron sin causa conocida,

291 calosfríos, seguidos de calor y traspiración; al cabo de algunas horas sintió de repente vivos dolores en el vientre, continuos, y con algunos cólicos, pero sin deposiciones ventrales; desde esta época siempre fueron aumentando los dolores, la calentura persistió con recargos por la tarde; el vientre, que al principio estaba blando, se puso duro, voluminoso y tenso, y sin haber hecho mas que guardar dieta, esta enferma se presentó en el hospital al cuarto día de su dolencia, y tenia los síntomas siguientes : Semblante natural, calor de la piel, casi normal; pulso un poco frecuente y lleno; disnea muy fuerte, lengua natural, boca amarga; el abdomen tenso, muy doloroso, y sumamente sensible al tacto en toda su extensión, especialmente á la derecha y abajo, en cuya región se notaba cierta resistencia á la menor fuerza que se hacia, y provenía evidentemente de la contracción muscular. Tos rara y muy penosa por los dolores que exasperaba, los cuales eran continuos, y se extendían sobre el pecho hasta la altura de las mamas; sin que la paciente sintiera cólicos, ni tuviese vómitos, cursos, ni náuseas. Una ligera presión de las apófisis espinosas de la primera y segunda vertebra determinó vivos dolores que correspondieron á la frente. Desde la tercera cervical hasta la quinta ó sexta dorsal los d o lores eran muy vivos, y todos correspondían al abdomen, asegurando la enferma que eran los mismos que padecía habltualmente y aun mucho mas fuertes. Por debajo, hacia la séptima ú octava dorsales no se podían tocar los alrededores de las apófisis espinosas sin ocasionar dolores locales y correspondientes , sumamente vivos, que la obligaban á gritar: (cuatro granos de mercurio dulce; y cuatro horas después, una onza de aceite de ricino, con tisana de violeta y miel). Aldia siguiente no hablan producido los calo~

292 melanos ningún efecto; el aceite de ricino produjo cinco ó seis deposiciones de vientre, con dolores muy vivos, que no eran cólicos. La enferma sintió después algún alivio, y el abdomen no estaba tan tenso, ni tan doloroso como la víspera; la apirexia continuaba, y en la columna vertebral habia menos sensibilidad, sin que se hubiese manifestado la mas leve traspiración, por lo cual se la propinaron fumigaciones. Asi continuó la enferma otros cuantos dias, aumentándose el alivio proporcionalment e , hasta que salió completamente curada. Esta muger, que no puede colocarse en la clase de las que tienen un temperamento nervioso, en las cuales sobrevienen inespsradamsnte esos dolores que se llaman nerviosos, presentó en el curso de su dolencia un elemento reumático, que pudo conocer el médico por via de exclusión, por mas que no hubiese en la narración de sus males ninguna circunstancia, que indicase la acción de una causa reumática; y de esta manera se explican la prescripción de los baños de vapor, y los buenos resultados que produjeron. Cuando se ha visto después que esta misma muger, apenas desembarazada de su vivo dolor, corría por el jardín del hospital, y se le aumentó el padecimiento, ya no queda duda de la naturaleza de su primera afección. También se ha encontrado en la presión de las vertebras un inedio de diagnóstico muy útil, sin que pueda decirse que en esta,circunstancia, la presión de la médula ó de los nervios que salen de ella se ligaba necesariamente al estado morboso de esta muger, siendo igualmente cierto, que corrió todos los períodos de Ja enfermedad, disminuyó y desapareció con ella, por cuyo motivo no puede dudarse, que los sudoríficos, y especialmente los baños de vapor están indicados en los casos análogos al que acabamos de exponer. Los baños simples y tibios que no obran con tanta viveza sobre la piel como el baño de vapor.

293 no son tampoco tan eficaces; y con todo, en muchas ocasiones los baños generales, y aun los semicupios, han sido muy útiles, á lo menos como medios auxiliares. El profesor Recamier empleó con mucho éxito los baños frescos con afusiones de agua fria en las personas, cuyos dolores generales estaban unidos con un estado de dolor general en todo el cuerpo, como se puede ver, aunque se diferencia algo de nuestro plan, en el siguiente Sexto caso. Una Criada de servicio , de edad de diez y ocho años, estaba buena, cuando repentinamente, con motivo de un susto, se la declaró una calentura, que la repetia de dos en dos días, con calor y sin sudor. Durante la apirexia, padecía considerablemente de la cabeza, y á los sietedias le salió en el vientre y en el pecho una erupción que desaparecía al cabo de u n ^ horas, dejándola dolores muy vivos en el abdomen con extrema sensibilidad del oido; vómitos frecuentes y verdosos; cólicos violentos, y diarreas muy copiosas del.mismo color que la materia del vomita Apareció la menstruación ocho dias antes de lo que ella esperaba, y continuó, aunque no con la misma abundancia que acostumbraba, causándola mucho alivio en el dolor de cabeza. No hizo nada para curarse y al cuarto dia entró en el hospital, presentando los síntomas siguientes: ' 'i, Semblante que expi^esaba el padecimiento y la inquietud ; abatimiento y agitación sin alteración de las facciones, calor de la piel casi natural, pulso pequeño , casi insensible y poco frecuente; latidos del corazón muy débiles; ojos casi siempre cerrados; la enferma hablaba muy bajo, y decia que padecía mucho cuando ola hablar. Ademas de su estado general de dolor, tenia todo el abdomen muy sensible al tacto, y especialmente el epigastrio, pero sin tensión; los cólicos eran todavía muy fuertes, y desde el dia anterior solo habia hecho una deposición. (Agua de

294 Seltz, infusión de flores de malvavisco, baño fresco con afusiones frías en la cabeza). • AI dia siguiente, la enferma notó algún alivió; y sin embargo, el oido y la vista estaban muy irritables , el abdomen sensible á la presión; el pulso apenas perceptible, pero mas frecuente que la víspera, y tuvo algunos vómitos, por lo cual se la propinó lo mismo que el dia antes. Inmediatamente después de las afusiones frias en la cabeza, la enferma se halló casi en pierfecta salud, sin dolores, ni vómitos, rlyendo y hablando, y pidiendo de comer. Esta mudanza fue tan grande y repentina, que se la retuvo algunos dias en el hospital para convencerse si era ó no fingida la enfermedad; pero se conoció que fue verdadera, y eficaz el remedio de las afusiones. Aunque esta afección no puede asemejarse completamente á los casos que se han citado hasta ahora, puesto que habia un estado morboso y grave de las vias digestivas, que podia considerarse como lá causa de todos los demás fenómenos, sin embargoy como la irritabilidad general del sistema nervioso demuestra que en él es donde se debe buscar esta causa, y que la eficacia del medio que se ha empleado nos ha dado la prueba, hemos creido oportuno aproximar esta observación bajo algunos aspectos, al objeto que se está tratando. Efectivamente, ¿si hubiera sido una gastro-enteritis grave, cómo pudiera haberse creido por algunos de sus síntomas, se habría curado con algunas gotas de agua fresca que se le echaron á la enferma en la cara y en la cabeza? Sucede muchas veces, que después de haberse calmado los dolores sumamente agudos que pueden confundir esta afección con una peritonitis general, por cualquiera medio que sea, quedan todavía en el vientre unos dolores mas ó menos vivos, sin reacción general de la economía, y que presentan todos los caracteres de un simple dolor reumático.

295 En este caso, el medio mas sencillo, mas cierto y expedito para curar es aplicar un gran vejigatorio en el abdomen. El dolor cesa al instante; y no hay mas que aconsejar á la enferma que evite to^ das las causas de su mal para que no repita. Séptimo caso. Una muger de edad de trebta años entró en el hospital, y dijo, que había siete años se habia caido de una altura de cincuenta y dos pies, cuyo accidente la produjo una enfermedad en la cual habia estado cuatro meses sin conocimiento. A los diez y ocho meses tuvo un ataque de apoplegía, al que se siguió la parálisis del lado izquierdo, de la cual se curó. Pero después tuvo tres ó cuatro ataques de alferecía; y tres meses antes de entrar en el hospital ya sentia dolores en el epigastrio que se fueron graduando hasta extenderse por todo el abdomen, siendo las digestiones muy difíciles. Tenia la cara inyectada, la respiración muy dificultosa; el abdomen, y sobre todo, el epigastrio tensos y muy dolorosos, sin poder tocar estas partes; calor de la piel muy fuerte; pulso poco frecuente y desenvuelto; doce días de estreñimiento. Se la aplicaron veinte y cinco sanguijuelas en el vientre que no la aliviaron nada. A la mañana siguiente se la volvieron á echar otras veinte y- cinco con las cuales logró que se disminuyera la intensidad del d o lor. Al tercer dia otra aplicación de igual número de sanguijuelas, con las cuales se creyó que el dolor habia desaparecido completamente, lo mismo que todos los otros síntomas: pero dos días después se reprodujeron, aunque no tan vivos, y no se habia vencido el estreñimiento. Se prescribió á la enferma una onza de aceite de ricino, y una afusión fría; quejábase á mas de un calor sumamente incómodo en la piel con picor que la duraba toda la noche. Cinr co afusiones frias calmaron mucho este estado particular del órgano cutáneo, pero no disminuyeron

296 del todo el vivo dolor que sentía en la pared del abdomen: dos aplicaciones de sanguijuelas, y mucho» purgantes fueron inútiles; y por último se la puso un vejigatorio por cima del ombligo, con el cual desapareció el dolor como por encanto. deflexiones. El reumatismo abdominal que se ha descrito en los casos mencionados mas arriba pu^ do provenir de hallarse las segundas vías ocupadas con materias excrementicias, las cuales no dejarían de obrar simpáticamente en el órgano tegumenta-»' rio por la irritación que ocasionaran con su presencia en lo interior del tubo digestivo. El mejor medio para curar semejante dolencia es el uso de los evacuantes catárticos, ó dar el tártaro emético en uno ó dos granos de esta sal vomitiva en una gran cantidad de agua, con lo cual obra enteramente como purgante. El lector habrá notado que en todos los casos que se han citado mas arriba^ habla un estreñimiento tenaz, y que las enfermas hablan estado hasta doce días sin hacer ninguna de» posición, de consiguiente no es extraño que todas sintieran un grande alivio solo á beneficio del ligero laxante que se las administró^ cual fue el aceite de palma Christi ó de ricino. Todos saben, cuanta influencia tiene la libertad del vientre no solo en todas las afecciones del cuerpo humano si también en las que puedan acaecer en las partes exteriores de las cavidades esplánlcas. Ejemplos de esto he tenido al fin de la epidemia del cólera-morbo que se ha padecido en París; pues muchas personas, que contra su costumbre se hablan abstenido de los eva^ enantes por miedo de la afección epidémica, se han visto aquejadas de diferentes achaques; y estos han cedido con la mayor prontitud al uso de los p u r gantes. También he visto el caso de un hombre que sentía dolores en las paredes abdominales y en loe miembros inferiores; y como no pudiese explicarme estos dolores, y los que sentía en el testículo izquier-

297 do con retracción de esta glándula hacia el anillo, sino por la acumulación inmoderada de materias excrementicias en el intestino grueso, le administré un licor purgante, compuesto de sen, ruibarbo, y aloes, puestos en infusio n en aguardiente, y aromatizando la bebida de un modo conveniente. El enfermo tomaba una copita de este licor por la mañana en ayunas, y encima bebia tres ó cuatro tazas de té, con cuyo régimen logró curarse en menos de dos semanas.

ENFERMEDADES PUERPERALES. Mis lectores se acordarán de lo que llevo dicho en el primer tomo de este Repertorio (1), relativamente á la peritonitis puerperal, combatida desde su principio con las fricciones mercuriales en grandes dosis. El profesor Recanúer publicó el año pasado en la revista médica, (2) una serie de observaciones, que son muy dignas de notarse, porque están selladas con aquel carácter de sagacidad y exactitud, que tanto distinguen las producciones de este célebre práctico; y estas indagaciones serán muy útiles para todos los médicos, pues no habrán faltado ocasiones á muchos de ellos en que hayan encontrado la dificultad del método curativo de estas afecciones en una infinidad de circunstancias. En el mes de Abril de 1830 entró en el hospital general de París ( Hótel-Dieu ) una muger de edad de ti'elnta años, que habla parido felizmente, pero que hacia seis días, se la hablan suprimido los loqulos; y presentaba una calentura viva sin dureza en el pulso, vientre dolorido y tenso, y en una palabra, todos los síntomas evidentes de la peritonitis puerperal. ( I ) Repertorio mcídico extvangero , tom. 1 . pág. 3 3 2 , año de 1832 , impreso en Madrid. (a) RéViie medícale, tom. I , pág- 5 y 176, año de 1 8 3 l . TOMO II. 38

298 Se la propinó para beber, una infusión de hojas de malvavisco, y que tomase de dos en dos ho^ ras una cucharada de Ja mixtura siguiente: ^Solución difluente de goma arábiga. . . . ocho onzas. Jarabe de adormideras blancas media onza. Subcarbonato de p o tasa media dracma. A las pocas cucharadas, se notó que hablan disminuido rápidamente la tensión del vientre, el dolor, y la calentura; y la enferma entró en convalecencia á los cuatro dias de haber estado tomando el subcarbonato de potasa, que se elevó hasta la dosis de una dracma en cada mixtura. Pero como seis dias después hubiese tomado alimentos la paciente, y se hubiese levantado intempestivamente, recayó y se la renovaron todos los accidentes, cediendo muy luego al uso del mismo medicamento. Este hecho puede considerarse como que representa otros muchos de igual naturaleza con la diferencia de algunas variedades individuales. El profesor Recamier tenia conocidos los buenos efectos del subcarbonato de potasa en la curación de las peritonitis puerperales, por habérselos comunicado el doctor Baud profesor de Medicina en la Facultad de Lovayna, el cual le escribió, que hacia tres años que habia reinado en dicha ciudad una epidemia de peritonitis en las recién paridas, en cuya curación habian sido infructuosas las sangrías generales y locales, los baños, los emolientes, los derivativos de rubefacientes, y hasta las fricciones mercuriales. Pero en esta época se acordaron de que un médico antiguo de Bruselas, habia empleado con muy buen éxito el aceite de tártaro por dcüquio, ó sea el subcarbonato de potasa, en un mucílago

299 pinó í l q a r b o a i .caldos del puchero.ji(y-

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