Replanteando la investigación de campo: relatos y lugares

Athenea Digital - num. 8 (otoño 2005) ISSN: 1578-8946 Replanteando la investigación de campo: relatos y lugares Peter Spink Programa de Pósgraduação

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ISSN: 1578-8946

Replanteando la investigación de campo: relatos y lugares Peter Spink Programa de Pósgraduação em Psicologia Social Pontifícia Universidade Católica de São Paulo [email protected]

La narrativa dominante en gran parte de las investigaciones en psicología es aquella donde se considera la ciencia empírica como un programa de actividades muy especial, teniendo como fin lo que Richard Rorty llamó de “la verdad redentora”. Es decir un “conjunto de creencias que terminarían, por siempre, con el proceso de reflexión acerca de que hacer con nosotros mismos” (200) p.2); una creencia de que hay algo “por detrás de la apariencia, la única y verdadera descripción de todo lo que pasa, el secreto final” (2000 p.2). Por presumir que llevan las esperanzas futuras de la humanidad en sus hombros, los científicos se consideran gente especial; cuidadosamente preparados y capacitados, que cumplen con sus deberes en maneras igualmente especiales. Las mensuraciones deben hacerse con cuidado, las observaciones deben ser objetivas y los procedimientos correctos se hacen necesarios para evitar la contaminación de lo observado por el observador. Aunque la orientación de la ciencia empírica es mas fuerte en la psicología experimental, la hegemonía ejercida por esta orientación es muy grande en las demás áreas – incluyendo la psicología social. En la investigación cualitativa, es necesario demostrar que las personas han sido capacitadas para hacer las entrevistas abiertas, que las conversaciones son correctamente registradas (cuando no, grabadas) y que hay métodos rigurosos de análisis. Los métodos cualitativos necesitan de “triangulación”para demostrar la validez de sus conclusiones. A aquellos que avanzan más allá del laboratorio o la sala de entrevista y se adentran en el “campo”, se les exigen cuidados iguales. El “campo” es visto como un lugar donde van los psicólogos sociales para buscar “datos” que traen de vuelta para sus análisis. El empleo creciente de términos como “etnografía” o “descripciones densas” es mucho más una consecuencia de estas presiones que una atracción repentina para la antropología. Al final, es difícil dar un enfoque científico a actividades del tipo: “ caminando en la calle para arriba y para abajo”, “escuchando las conversaciones publicas de las otras”, “charlando en las colas”, “leyendo los periódicos colgados en el revistero del quiosco” o “tomar un café viendo la vida pasar”. Llave para esta visión separada del campo, es la idea de diferencia. No solamente como lugar sino, desde la transferencia de la larga conversación de Malinowski en las Islas Trobriand para la ciudad de Chicago en los trabajos de Park en 1925, visto también como un proceso analítico donde el otro es considerado como un “desconocido” – o porque es un extraño incluso en términos culturales, o porque nosotros le transformamos así, a propósito, para poder observarlo. Utilizamos expresiones como “distancia”, “independencia” y, claro, “objetividad”. Sin embargo, cuando las personas normales

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– incluyendo los psicólogos cuando no están haciendo psicología – se encuentran por primera vez, procuran conocerse y aproximarse uno al otro. Buscan, en otras palabras, “des-desconocer” al otro. La necesidad de alguna clase de criterio colectivo sobre la validez de aquello que es discutido en la psicología social, o cualquier otro campo de actividad, incluyendo el no académico, no es por sí problemático. Obligaciones colectivas se encuentran en todos los campos de saber; son partes de sus procedimientos disciplinares para juzgar las afirmaciones nuevas sobre conocimientos; por supuesto, las epistemologías son todas sociales (Fuller 1991). En términos mas generales, la discusión por Habermas a cerca de la acción comunicativa (1984) llegó a conclusiones similares sobre la atribución íntersubjetiva de verdad, rectitud y la sinceridad como constitutivo de la conversación. Reglas, por lo tanto, en sí mismas, no son la cuestión, como tampoco es problemática la verdad con una noción normal y de cada día, utilizada por las personas en sus actividades. Nos permite decir por ejemplo: “2 + 2 = 4”, “llovió ayer”; “la discusión será mejor si las personas pueden sentarse en torno a la mesa”; y “el discurso sobre el riesgo está muy presente en la modernidad tardía”. El problema es cuando las reglas y verdades que creamos en la íntersubjetividad conversacional para intentar mejorar nuestra vida colectiva, se encuentran subordinadas al reinado despótico de tiranos metodológicos que se esconden detrás de un estado disciplinar, en el nombre de la gran verdad. Tal vez una de las contribuciones más importantes de la perspectiva pós-construccionista es la que argumenta, que la ciencia es solamente una actividad entre muchas otras donde se negocia y se construyen socialmente los sentidos. Así, es solamente uno de los muchos ejemplos diarios de la competencia social colectiva de comunidades y pueblos de producir conocimientos y construir saberes. Contando las cosas y hablando sobre las cosas, o para utilizar palabras académicas, narrando y conversando, son supuestos sociales, parte de la ética pragmática de la acción. De vuelta a Rorty: “La dificultad con las tentativas de los filósofos de considerar al científico empírico como un paradigma de las virtudes intelectuales, es que el amor por la verdad del astrofísico no parece ser diferente de lo del filólogo clásico o del historiador de archivos. Todas estas personas están buscando entender algo como cierto. Pero es igual, con el maestro carpintero, el contable habilidoso y el cirujano cuidadoso. La necesidad de hacer las cosas ciertas es vital en su visión sobre ellos mismos; contribuyendo para que la vida valga la pena” (2000 p.8). La resolución de problemas prácticos es algo en lo que los psicólogos, los fontaneros, los jefes de cocina, los pequeños agricultores, las comunidades y los vecindarios, todos se consideran competentes y al resolver sus problemas, los conocimientos existentes son cambiados. Tal y como dijo George Herbert Mead: “conocimiento, concibo, es la descubierta a través de la implicación de cosas y eventos de algo que nos permite seguir adelante cuando un problema nos retiene. Es el hecho de continuar lo que nos garantiza el conocimiento” (1956,p.322) Los grandes cocineros comienzan pelando las patatas; los mecánicos limpiando los equipos; los investigadores psicológicos escribiendo en el ordenador los contenidos de entrevistas grabadas y los líderes comunitarios organizando los archivos y escribiendo los resúmenes de las reuniones. Necesitaran todos, de tiempo para ser competentes. Para preparar un suflé, desmontar un reactor nuclear, liderar un programa de investigación social o representar a la vecindad en sus confrontaciones con la alcaldía. La proximidad con otras disciplinas, con los cocineros, los fontaneros y las activistas comunitarias, posiciona nuestro tirano metodológico y buscador de la verdad redentora en una situación difícil. El

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conocimiento ¿de quién es bueno? ¿o útil? ¿o correcto?. ¿Es el sentido común una forma inferior de razonamiento, resultado de las sobras de los saberes locales o tradicionales, algo que necesita ser disciplinado por la razón científica? ¿O es el sentido común, al contrario, el organizador en cada cultura específica de los diferentes saberes disponibles? (Entiendo por cultura específica también las culturas profesionales). ¿Son los procedimientos o las conversaciones los que producen los conocimientos? Quiero ahora profundizar en algunas de estas cuestiones con relación a dos temas problemáticos y conectados: en primer lugar, el de la noción dominante y heredada del “campo” como sitio específico e independiente donde se pueden buscar datos relevantes para la psicología y, en segundo lugar con la idea que investigación-acción participativa puede de alguna manera resolver el dilema moral de la psicología sobre el conocimiento y la acción. El resultado, creo, es que necesitamos dejar de pensar sobre interpretar, analizar y sistematizar, imaginando que podemos ofrecer una representación mejor de la realidad, y en cambio nos concentramos en narrar lo que las personas nos están diciendo y buscar diferentes maneras de hablar sobre las cuestiones actuales que pueden ser mas útiles que las que tenemos. No hay ninguna gran verdad detrás de la sugerencia de Amartya Sen (1999) que define pobreza solamente en términos de renta no nos permite trabajar con las otras restricciones de acceso a los servicios públicos, incluso de la justicia, por razones de genero, etnia , religión o edad. No hay ninguna gran verdad en argumentar que para esto, es necesario cambiar y ampliar el actual número de indicadores, pero sin lugar a dudas, tuvo como resultado un cambio significativo en las acciones publicas.

Redescribiendo el campo El punto de vista sobre el campo que permanece dominante entre los psicólogos sociales es el que considera el campo como un lugar donde las personas pueden ser vistas en su “hábitat natural”. Cuando el investigador está en este lugar y está colectando datos, está en el campo. Estar en el campo puede ser un proceso largo de convivencia y de observación-participante, o solamente una secuencia de visitas. Al retornar del campo, el investigador analizará sus datos, discutirá su relevancia teórico-científica y publicará sus conclusiones. Kurt Lewin (1952) presentó otra perspectiva sobre el campo cuando utilizó la expresión para referirse a un modo de análisis de situaciones donde se busca comprender las diferentes fuerzas actuando en su entorno y en un contexto más amplio, sean estas psicológicos o no. El campo, en esta noción, es una trama de efectos, bien descrita en su trabajo sobre los hábitos alimenticios y en el argumento que “lo que es real es lo que tiene efectos”. “Los hábitos alimenticios no suceden en espacios vacíos. Son parte indivisible del ritmo diario de despertar y dormir; de estar solo y estar en un grupo; de ganar la vida y jugar; de ser un miembro de una ciudad, una familia, una clase social, una nación; de vivir en un clima cálido o frío; en una zona rural o una ciudad; en un distrito con buenas tiendas y restaurantes, o en una área donde el suministro de comida es pobre e irregular. De un modo u otro, todos estos factores afectan a los hábitos alimentares en cualquier momento de tiempo”. (Lewin 1952 p. 174) La teoría de campo de Lewin nos proporciona una perspectiva diferente sobre el campo. Avanza por sugerir que el campo, como un tema, está compuesto de diferentes prácticas y relaciones, pero permanece atado a la idea de la posibilidad de una descripción independiente. Athenea Digital - num. 8 (otoño 2005)

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Pero, la entrada de Lewin en el campo de hábitos no era aleatoria. Al contrario, se metió en la cuestión de los hábitos alimentares porque el y sus colegas psicólogos pensaban entre ellos que era una cuestión interesante a la cual los psicólogos sociales pudieron contribuir y probablemente porque alguien conversó con ellos sobre esta posibilidad. Redescribir los “hábitos alimentares”, esta vez con la presencia de Lewin, nos permite pensar en el campo de manera diferente; como un tema que declaramos psicológicamente relevante y dentro de cual nos posicionamos. Por tanto cuando Lewin se metió con los hábitos alimentares, también simultáneamente se hizo parte del campo de los hábitos alimentares, o, para utilizar una otra expresión, el campo-tema de los hábitos alimentares. Formar parte del campo-tema incluye la disposición de hablar sobre hábitos alimentares así como argüir que, desde el punto de vista de la psicología social, la idea de “hábitos alimentares” es socialmente pertinente. Si Lewin hubiera sido un nutricionista, o antropólogo, un cocinero o un miembro de un grupo de presión contra McDonalds y la comida rápida artificial, también estaría en el campo-tema de los hábitos alimentares. En el área de política publica, Kingdon (1995) desarrolló la noción del orden del DIA (agenda en ingles) para describir el proceso por el cual las cuestiones entran en el dominio público y conquistan prioridad. En cierto modo, estamos con un proceso similar. El campo-tema no existe independientemente de manera botánica; necesitamos argüirlo y producir su existencia. Éste es Ian Hacking: “Las ideas no existen en un vacío. Habitan situaciones sociales... la matriz dentro de cual la idea de la mujer refugiada se forma, es un complejo de instituciones, abogados, artículos en los periódicos, decisiones, grupos de presión, procedimientos de inmigración. Así como también, las barreras físicas, los balcones en los aeropuertos, los centros de detención........ (1999 p.10) Todos los eventos, las múltiples conversaciones que están constantemente formando y re-formando el campo-tema, pasan en lugares, espacios y tiempos. Algunas de las conversaciones pasan en las colas del autobús, otras en la panadería, los pasillos en la universidad, o en los bares y cafés. Otras están mediadas por periódicos, revistas especializadas, en la radio o la televisión. Hay conversaciones presentes en los artefactos y los objetos, conversaciones de hace mucho tiempo. Las socializaciones y las materialidades son dos lados de la misma moneda, como argumentaron bien los teóricos de actor-red (Law & Mol 1995). Algunos temas-campo, o sea la idea social de la importancia de un asunto y de su utilidad en juntar y conectar cuestiones, fueron declarados psicológicamente pertinentes tantas veces y por tanto tiempo que arriesgamos suponer que son hechos autónomos e independientes. Olvidamos que no crecían en un vacío. Por ejemplo: hacia poco tiempo los niños urbanos eran los dueños de la calle, ahora los “niños de la calle” son un problema social. Cuando las personas que se consideran investigadores se encuentran, bien sean psicólogos, sociólogos, biólogos o historiadores, normalmente se preguntan uno al otro: “sobre qué trata su trabajo de investigación”. Cuando uno responde que está trabajando con las diferentes maneras que las declaraciones internacionales sobre los niños describen los niños, está sustentando que el tema es valido y simultáneamente posesionándose dentro el campo-tema. Cuando contestamos a la pregunta, estamos diciendo en que campo-tema nos metemos en cuanto a la cuestión, contradicción, argumento, acción y relato. No importa si estamos haciendo una investigación tradicional, investigación-acción, intervención comunitaria, participando de un comité, Athenea Digital - num. 8 (otoño 2005)

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escribiendo libros, dando clases, conversando o leyendo nuestras notas – estamos en el campotema. Estamos metidos en la cuestión, presente en sus materialidades y socializaciones, parte constitutiva del campo-tema. Las diferencias de localización son simplemente diferencias de toma de posición y las consecuencias no somos nosotros los que las determinamos; son partes del campo. Ahora, si no hay ninguna diferencia fundamental o esencial entre la curiosidad y la ciencia, podemos decir que la investigación es solamente otra manera de “contar el mundo”. Cuando “cuentan el mundo”, los miembros de cualquier disciplina, sea de los conocimientos populares y locales, del sentido común, de las prácticas y costumbres, o de las muchas disciplinas que llamamos académicas, actúan en base de una creencia colectiva de que lo hacen por el interés común y que están contribuyendo a la mejora de las cosas. Por lo tanto, dado que en el cotidiano, la investigación socio-psicológica camina lado a lado con su vecina la curiosidad social, debemos estar listos y dispuestos como cualquiera a contestar de manera normal y corriente preguntas tal como: “¿Qué hacen aquí?”; “¿Qué puede contribuir?”; “¿Por qué piensa que es importante?; y ¿Cuál es su opinión?” Responder que estamos haciendo una investigación científica, o que somos científicos, o que estamos buscando nuevos conocimientos para avanzar la comprensión de la condición humana, es una posición que deniega el dialogo y verticaliza los saberes. Es un apelo, nada mas, a los poderes despóticos de la gran verdad. Es un apelo también a una psicología que se considera propietaria de las cuestiones psico-sociales (Rose 1998) y que, por lo tanto, puede hacer los estudios que quiera, donde quiera. Formar parte de un tema-campo no es un fin de semana de observación participante en un lugar exótico sino, al contrario, es la convicción ético-política que como psicólogos sociales estamos en el campo-tema porque pensamos que las palabras que componen la idea dan una contribución. Que ayudan a redescribir las cuestiones de un modo que es colectivamente útil y que pensamos tener, como psicólogos sociales, algo para contribuir.

Redescribiendo conocimiento y acción Ser un miembro activo de un campo-tema trae una serie de dificultades para las maneras en las que la psicología social tradicionalmente busca resolver sus dilemas morales a cerca de conocimiento y acción. Simplificando, ahí dos enfoques principales: primero, la diseminación de conocimiento construido correctamente y, segundo, las diferentes versiones de investigación-acción e investigación-participativa. Primeramente, sostengamos que si hacemos nuestro trabajo como científicos disciplinados correctamente, produciremos buenas teorías y sugerencias para la acción que serán inexorablemente adoptadas y se transformarían en buenas prácticas. Presupone que el camino entre el conocimiento y la acción es un proceso suave y democrático; que los conocimientos se van diseminando tal y como los círculos en el agua después que se lanza una piedra. Es una creencia que sostiene las revistas académicas, las becas y las distinciones entre la investigación pura o aplicada. Por más que se intenta, es un enfoque que lamentablemente no refleja lo que pasa cuando se observa la práctica diaria de los científicos y las maneras en que circulan las ideas, como hizo Bruno Latour (1987), o cuando se pregunta a los psicólogos así llamados aplicados sobre las ideas que utilicen en su práctica.

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El segundo enfoque continúa siendo la alternativa principal de la psicología social para resolver los dilemas de investigación y acción. Sin embargo, permanece un intento. Sus defensores son vistos como extraños, como activistas fingiéndose científicos, o como personas de buen corazón, pero metodológicamente dementes. En sus primeros años, el enfoque de investigación acción acentuó la idea del impacto en la conciencia social y de la importancia de construir un puente entre el investigador y la comunidad, incluso con la universidad (Spink, 1977, Sommer 1990). Durante los años se profundizó en un enfoque más participativo a cerca del aprendizaje mutuo y la discusión de las prioridades. Pero, la investigación acción sigue con la noción de que aunque muy relacionadas, la investigación y la acción son distintas y que la investigación existe y es especial. Peter Reason y Hilary Bradbury en el “Handbook of Action research: participative inquiry and practice” dicen: “Una intención primaria de investigación acción es producir conocimiento práctico que es útil para las personas en la conducta diaria de sus vidas. Una intención más amplia es contribuir a través de este conocimiento práctico al aumento del bien-estar – económico, político, psicológico y espiritual – de personas y comunidades. (2001 p.2)” La idea está clara, la meta-narración está presente, es una y está compartida por muchas. La investigación-acción produce conocimiento y la ciencia puede proporcionar nuevas ideas y practicas para las personas. Aunque lo hacemos de manera más democrática, la ciencia continua especial. La diferencia empieza con la noción de una intención primaria y secundaria y la implicación es que los científicos conocen cosas que los otros no conocen y pueden escoger hacer su trabajo de un modo abierto o cerrado. Pero el sentido común es también un proceso de generación de conocimiento, ayudando y orientando a sus usuarios en relación a lo disponible local y colectivamente, como hace también el Google en la Internet (Geertz, 1983, Lessig 2002). Son las preguntas: “¿Tiene sentido?”, “¿Qué harías tú en mi situación?” Todos sabemos que hay conocimientos tradicionales y prácticos que son muy útiles en ciertas situaciones como también suponemos que hay conocimientos producidos por científicos, ingenieros y fontaneros, que son también útiles. Tiene tanto sentido común presumir que en una cultura donde los hombres cuidan de los niños, los hombres sabrán mucho sobre los niños, o en una sociedad donde los niños guardan las vacas que ellos van a saber mucho sobre las vacas como es preguntar para el farmacéutico sobre el contenido de un medicamento. Las personas no necesitan apoyo para producir conocimiento práctico; forma parte del proceso de vivir. Recordamos la citación de Reason y Bradbury: “Una intención primaria de investigación acción es producir conocimiento práctico que es útil para las personas en la conducta diaria de sus vidas”. Si el conocimiento es el tendón de Aquiles en el pie izquierdo de la investigación-acción, los métodos hacen lo mismo con el pie derecho. Los defensores del investigación-acción necesitan siempre responder a los requisitos de sus colegas para que sus ideas sean aceptadas. “Siendo metódico” como hacen las personas cuando desarrollan los saberes locales, no es aceptable; se exigen prácticas y procedimientos específicos, cada uno con su nombre y apellido para identificar su lugar en un armazón metodológico cualitativo o cuantitativo.

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Otro día, escuché a un investigador comunitario hablando sobre la importancia de las reuniones circulares. Pensé que hablaba sobre las reuniones que caminan sin fin, en círculos; tenemos muchas reuniones así en la universidad. No, él se refirió a la importancia de que las personas se sienten en un círculo para poder escuchar y mirar mejor. Haciendo lo que es obvio en el sentido común. En una conversación muy interesante entre Peter Reason y Rorty (Reason 2003), el filosofó pragmático reforzó su posición al decir que había ninguna diferencia entre las descripciones sobre la investigación-acción en la actualidad y lo que las personas en las sociedades democráticas esperan hacer: “cuando se define la investigación-acción, se podría estar describiendo la vida política democrática”. La pregunta implícita es clara: “Por qué insistir en decir que somos diferentes a los otros”. ¿Somos capaces de reconocer que hay vida más allá del discurso metafísico materialista de la ciencia? ¿Somos capaces de reconocer que estamos aquí, con los hombres y mujeres fontaneros, cocineros, bomberos, herbolarios, líderes comunitarios y otros, simplemente como una parte más de un colectivo esforzandose para construir utopías? ¿Somos capaces de cambiar de posición, de dejar de pensar en metodología y recuperar la ética de lo metódico; la capacidad de relatar, de tornar explicable y normalmente comprensible lo que hacemos? ¿De absorber la investigación hacia la acción, ampliando el concepto de la segunda y olvidando la primera? ¿De abandonar la búsqueda para traducir las palabras de los otros, de analizar y sistematizar los datos; adoptando en su lugar, las tareas de llamar atención a lo que dicen las personas con sus palabras; de utilizar formas de relatar y comentar que son disponibles en el día a día para cualquier miembro activo y competente de una comunidad social; de hablar desde dentro el campo-tema y no a cerca del campo-tema? ¿Somos capaces de renunciar a la búsqueda por la gran verdad y acoger la des-verticalización de los saberes; transformándonos simplemente en buenos psicólogos y psicólogas sociales, intentando resolver problemas, posicionándonos en campos-tema y enfadándonos con cuestiones como la inigualdad, la pobreza, la democracia y las alternativas al desarrollo que tenemos? Tal cual hacen las y los fontaneros, ingenieros, cirujanos, carpinteros, activistas, taxistas, cocineros y pequeños agricultores sobre estas y otras cuestiones. Es así como se construyen las utopías.

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Formato de citación Spink, Peter (2005). Replanteando la investigación de campo: relatos y lugares. Athenea Digital, 8. Disponible en http://antalya.uab.es/athenea/num8/sspink_es.pdf

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