RETIRO FEBRERO: JESÚS ES BUENA NOTICIA EN SU RELACIÓN CON LOS EXCLUIDOS

RETIRO FEBRERO: JESÚS ES BUENA NOTICIA EN SU RELACIÓN CON LOS EXCLUIDOS. Los cristianos de las primeras comunidades se sentían antes que nada seguidor

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RETIRO FEBRERO: JESÚS ES BUENA NOTICIA EN SU RELACIÓN CON LOS EXCLUIDOS. Los cristianos de las primeras comunidades se sentían antes que nada seguidores/as de Jesús. Para ellos/as, creer en Jesús es entrar por su camino siguiendo sus pasos. La carta a los Hebreos dice que Jesús “inaugura para nosotros/as un camino nuevo” (Hb 10,20). Él fue aprendiendo a vivir dejándose modelar por el Padre, por la vida, por la gente. Caminar tras las huellas de Jesús, pasa por contemplarle, hacer verdad en nuestra vida, dar pasos, tomar decisiones, abandonar sendas equivocadas, descubrir horizontes nuevos… La llamada que escuchamos hoy es a fijar nuestra mirada en Él, contemplarle, sintonizar con su vida concreta, acoger al Espíritu que lo anima. Para todo esto nada nos puede ayudar más que adentrarnos en Él. “No os pido ahora que penséis en él ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis… Mirad que no está aguardando otra cosa, como dice a la esposa, sino que le miremos. Como le quisiereis, le hallaréis. Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya”. (CP 26 n.3)

Nos empezamos a encontrar con Jesús cuando comenzamos a confiar en el Padre como confiaba él, cuando creemos en el amor, como creía él, cuando nos acercamos a los que sufren como él se acercaba, cuando defendemos la vida como él, cuando miramos a las personas como él las miraba, cuando contagiamos la Buena Noticia que el contagiaba.1 1 J.A Pagola. Jesús, aproximación histórica.

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Hoy vamos a contemplar cómo Jesús es Buena Noticia en su relación con los excluidos. Cómo fue gestando con su vida un proyecto absolutamente original: La irrupción de la compasión en el mundo, especialmente para los últimos y excluidos. Ésta es la herencia que Jesús ha dejado a la humanidad. La revolución y la Buena Noticia que quiere introducir en la historia. Vamos a acompañar a Jesús por esta senda de la compasión, detenernos para ver cuál es su modo de relacionarse con las personas.

1. La Identidad de Jesús: Liberar la Vida. “… ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!” (Mt 11, 2-6) La respuesta de Jesús es muy concreta y precisa: Comunicadle a Juan “lo que estáis viendo y oyendo”. Le preguntan por su identidad y Jesús responde con su actuación liberadora al servicio de los últimos: personas que encuentra por las aldeas de Galilea, sin recursos y sin esperanza para una vida digna. Para conocer a Jesús, lo mejor es ver a quiénes se acerca y a qué se dedica. No basta confesar que es nuestro Señor, sino que es necesario sintonizar con su modo, que no es otro sino aliviar el sufrimiento, curar heridas, cuidar la vida y abrir un horizonte de esperanza para todos/as liberándolos/as de lo que les impide vivir de manera sana, digna y dichosa. A lo largo de su vida, Jesús va a luchar con firmeza y tenacidad contra toda forma de injusticia y opresión, desenmascarando los mecanismos que los genera, pero sabe que sólo eso no es suficiente. Hay algo que no puede ser resuelto sólo por un cambio de estructuras: El afecto que falta a tantas

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personas, la soledad, la pérdida de sentido, la desesperanza que sufren muchos/as, la opresión, y el olvido de tantos hermanos/as nuestros. Este afecto a cada persona, la cercanía amistosa, el respeto a la dignidad, la escucha a cada ser humano, la acogida y la comprensión de cada vida herida, marginada, no podrán ser garantizadas si no surge del corazón de hombres y mujeres, como nosotras, animadas por el mismo Espíritu de Jesús. Acogemos la experiencia de Jesús lleno del Espíritu del Padre, no para condenar y destruir, sino para curar, liberar y dar vida: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». Agradecemos y pedimos que el Espíritu de Jesús habite en cada una de nosotras para garantizar esa vida en abundancia para todos y todas Como seguidoras de Jesús, ¿qué obras mostramos con nuestra vida?, ¿qué ven y oyen otros/as de nosotras?

2. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (Lc 6,36) Esta experiencia de la compasión de Dios fue el punto de partida de toda la actuación revolucionaria de Jesús y le condujo a introducir en la historia de la humanidad un nuevo modo de actuar: la compasión. En las palabras y vida de Jesús hay de fondo un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio; no puede ser aceptado como algo normal, pues es inaceptable para Dios. Lo que Jesús nos reclama al pedirnos ser compasivas como el Padre es una manera nueva de relacionarnos con el sufrimiento injusto que hay a nuestro alrededor, en el mundo. Nos está exigiendo que la compasión penetre más y más en nuestra vida para que penetre en los fundamentos de la convivencia humana, erradicando o aliviando el sufrimiento y sus causas. La compasión no es, para Jesús, una virtud más sino la única manera de ser como es Dios. El único modo de mirar el mundo como lo mira Dios, la única 3

manera de sentir a las personas como las siente Dios, la única forma de reaccionar ante el ser humano como reacciona Dios. Esta experiencia lleva a Jesús a percibir la realidad de un modo determinado, y según la percibe se sitúa en ella generando unas acciones determinadas. Acogemos las palabras del Papa Francisco en la bula del Jubileo de la misericordia: “La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el misterio del amor divino en plenitud. “Dios es amor” (cf 1 Jn 4,8.16). Este amor se ha hecho visible y tangible en toda la vida de Jesús. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En él todo habla de misericordia. Nada en él es falto de compasión. Jesús, delante de la multitud de personas que lo seguían, viendo que estaban cansadas y extenuadas, perdidas y sin guía, sintió desde lo más profundo del corazón una intensa compasión por ellas (cf Mt 9,36). A causa de este amor compasivo curó a los enfermos que le presentaban (cf Mt 14,14)… Lo que movía a Jesús, en todas las circunstancias, no era sino la misericordia y compasión, con la cual leía el corazón de sus interlocutores y respondía a sus necesidades más reales”2 Acompañemos hoy a Jesús en algunas escenas del Evangelio.

“Al verla el Señor, se le conmovieron las entrañas” (Lc 7,11-16) Jesús se encuentra por los caminos a una viuda indefensa a la que se le ha muerto su único sustento y compañía, se encuentra con una mujer abocada a

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Papa Francisco. Misericordiae Vultus. El rostro de la misericordia n.8

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la frustración y a la soledad total. La muerte le ha arrebatado a su único hijo y a Jesús se le conmueven las entrañas. “Enseguida se acercó” Contempla cómo Jesús no huye del dolor, la soledad y la muerte, los mira de cara, los toca, mete las entrañas compasivas de Dios en donde la ley solo ve impureza y podredumbre y ella encuentra y recupera su fortaleza, su dignidad de mujer: ¡Dios ha venido a ayudar a su pueblo! Traemos a la presencia de Jesús a personas y situaciones de sufrimiento, soledad, enfermedad, angustia, personas heridas. Pidamos que active en nosotras su compasión, que puede estar bloqueada, dormida… ¿Cómo me acerco al dolor de las personas? ¿Cómo es mi manera de mirar, de escuchar, de tocar…?

“Jesús, hijo de David, ten compasión de mí” (Mc 10,46-52) Este es el grito del ciego. Jesús va de camino y entre tanta multitud no le distingue. Aunque son muchos/as los que intentan callarle, él sigue gritando: “Ten compasión de mí”. A nuestro alrededor, hay personas que gritan implorando nuestra compasión, al tiempo, que son muchos los “ruidos” que quieren acallar estas voces, porque incomodan. Reconocemos hoy a las personas que sentadas al borde de los caminos, a veces muy cerca de nosotras, nos gritan, necesitan de nuestra compasión, acogida, personas que reclaman que les abracemos con todo nuestro ser (mirada, escucha, presencia, cercanía…) Jesús se detiene y le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Resulta evidente, ¿qué va a necesitar un ciego sentado al borde del camino?, pero Él no da nada por sentado. No se trata de lo que yo creo que la persona necesita sino de lo que realmente el otro/a necesita. Jesús sabe lo importante que es que 5

comparta aquello que le está quitando la vida, que le mantiene al margen, y a la vez que pueda expresar su inquietud y deseo de recuperar la vida. Solo de este modo se van dando caminos de liberación para todos/as. Déjate afectar hoy por el modo de Jesús para poder hacer verdad en ti. ¿Estoy atenta a estas voces a mi alrededor?, ¿qué situaciones, a veces, las acallan?, ¿doy siempre por hecho lo que el otro/a necesita o me detengo, pregunto (¿qué quieres que haga por ti?), escucho…?

“ Ve y haz tú lo mismo” (Lc 10,25-37) En la parábola del samaritano Jesús nos presenta el modelo de un hombre compasivo, aquel que no se queda solo con las miradas sino que hace gestos. El que baja del templo y el samaritano ven al hombre herido, pero no actúan de la misma forma. El samaritano le ve y se conmociona, le tiemblan las entrañas, se aproxima y desde ahí ensaya gestos: venda las heridas, echa vino, le sube al caballo, paga la posada… No se pregunta quién es el prójimo. Ve al herido y toma partido. La respuesta de la compasión es insuficiente si no va acompañada de un cambio social, pero la compasión es decisiva. Vivir sembrando gestos de bondad es lo que conciencia y lo que permite ir a las raíces últimas para generar el cambio. Jesús, no tiene poder político, cultural, religioso… No puede resolver las injusticias pero va sembrando a lo largo de su vida gestos de bondad: Abraza a los niños/as de la calle, porque no quiere que los más frágiles se sientan huérfanos; invita a quienes buscan el orden a ver que no se puede abandonar a los pequeños; bendice a los enfermos, los envuelve con la ternura de Dios porque no pueden recibirla en el Templo; toca a los leprosos, los cura tocando, acariciando, para que no se sientan excluidos. Y quiere quitar el 6

miedo, haciendo una sociedad más acogedora; cura rompiendo el sábado para que todos sepan que ninguna Ley sagrada está por encima de la atención a los que sufren; se sienta con los recaudadores, prostitutas… Sus gestos van más allá de las respuestas administrativas que son importantes y hay que exigirlas con indignación yendo a las raíces. Pero, mientras tanto, hay que humanizar la vida y para él la compasión es la forma de no dejar abandonada a la gente.3 Estamos llamadas a cuidar nuestros gestos y detalles posibles, llamadas a aprovechar las circunstancias, a vivir abiertas y atentas a la vida. Es en el aquí y ahora donde podemos cuidar y proteger la dignidad de cada persona. Acogemos en este sentido las palabras de Teresa de Jesús: “Algunas veces nos pone el demonio deseos grandes, porque no echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a nuestro Señor en cosas posibles, y quedemos contentas con haber deseado las imposibles. Dejado que en la oración ayudaréis mucho, no queráis aprovechar a todo el mundo, sino a los que están en vuestra compañía, y así será mayor la obra, porque estáis a ellos más obligada… En fin, hermanas mías, con lo que concluyo es, que no hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (VII M 4, 14 y 15) “Ve, y haz tú lo mismo” ¿Qué sientes que estás especialmente invitada a cuidar en tu vida hoy? Podemos terminar nuestro retiro trayendo al corazón a todas las personas que sienten amenazada su dignidad y elevando nuestro “grito a Dios por su pueblo”4:

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J.A. Pagola. Recuperar la espiritualidad de Jesús J.M Fernández Martos. Cuadernos de oración 11. Citado por Dolores Aleixandre “Dichosos vosotros” Ed. CCS 4

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Hoy quisiéramos pedirte, Señor, que aumentes el número de los que te gritan incansables por tu pueblo. Sabemos que el grito de tu pueblo puso en marcha su éxodo liberador (Ex 2,23) y que Moisés fue tu respuesta (Ex 2,13). Sabemos que Isaías “el que iría por ti” (Is 6,8) fue enviado cuando viste “la tierra en espesas tinieblas y que nubarrones oscurecen la luz” (Is 5,30) y que tu hijo llamó a los doce a “curar todo achaque y enfermedad” (Mt 10,1), después de oír los gemidos de los maltrechos y derrengados. Estamos convencidas, Señor, de que a tu pueblo le faltan “gritadores de justicia”. Gritamos poco porque no nos consume el celo “por los muchos que olvidan tus palabras” (Sal 119,139). Gritamos poco porque tu justicia no nos arde en el pecho. ¿Cómo podemos orarte, Dios, y no luchar tus luchas en los callejones del dolor de tus hijos/as?... ¿No viniste acaso a “liberar a tu pueblo”? (Lc 1, 68) Señor, que nos alcance tu compasión y viviremos (sal 119,77). Que tu compasión por el dolor de tu pueblo sea la nuestra. Que en realidad “compartamos el dolor de los encarcelados” (Hb 10,34). Que se nos cuele en las entrañas y nos pongamos a la obra de hacer habitable este mundo “haciendo justicia a pobres e indigentes, porque eso sí que es conocerte” (Jer 22,16) ¿Por qué, Señor, los que decimos creer en ti somos, para tantos, tan poco creíbles? Deja, Señor, que “la vida de Jesús se transparente en nuestro cuerpo” (2 Cor 3,18). Todo esto, Señor, hazlo en nosotras por amor a tu pueblo, para que así todos sepan que Tú eres el Señor, cuando les muestres tu compasión en los que decimos ser tuyos/as” (Ez 33,23).

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