ROMANOS. PROGRAMA No Cap. 9:32-10:10

PROGRAMA No. 0478 ROMANOS Cap. 9:32 - 10:10 Estamos ya al final del capítulo 9 de esta epístola a los Romanos, y al concluir nuestro programa anter

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PROGRAMA FORMATIVO Transporte de Viajeros por Carretera (CAP) septiembre 2009 DATOS GENERALES DE LA ESPECIALIDAD 1. Familia Profesional: TRANSPO

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PROGRAMA No. 0478

ROMANOS

Cap. 9:32 - 10:10

Estamos ya al final del capítulo 9 de esta epístola a los Romanos, y al concluir nuestro programa anterior, decíamos que la Biblia dice claramente que Dios ha hecho Su parte al proveer una salvación para todo el mundo. Las puertas están abiertas para que todo aquel que quiera, pueda venir. Y el Señor mismo dijo allá en el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 37, que “Al que a Mi viene, no le echo fuera.” De modo que no se ponga usted a un lado para decir: “Yo no soy uno de los elegidos.” Usted, amigo oyente, está en una carrera con los demás, quiéralo o no lo quiera. Nunca hemos sabido de nadie que haya sido elegido sin haberse presentado primero para el cargo. Si usted quiere ser salvo, amigo oyente, usted está entre los elegidos. Ahora, si no quiere ser salvado, no está entre los elegidos; es así de sencillo. Ahora, dijimos que este es el universo de Dios. Y hemos llegado a la conclusión que Dios es soberano. El obrará según Su voluntad y Su voluntad es justa; no hay posibilidad alguna de injusticia con El. El no se equivoca. Nuestros gobiernos pueden equivocarse, pero Dios no puede equivocarse, amigo oyente. Y pasamos ahora a los versos finales de este capítulo 9 de la epístola a los Romanos, los versículos 32 y 33 que preguntan, por qué Israel no pudo alcanzar la justicia; leamos:

Romanos 9:32-33 “. . . Y el que creyere en él, no será avergonzado.”

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En estos dos versículos finales, el apóstol Pablo vuelve a considerar a la mayoría, o sea a los no elegidos de Israel. Y su fracaso no se debió a que no eran elegidos. Alguien ha dicho que “los salvados pueden atribuir su salvación a la elección; pero los perdidos no pueden atribuir su perdición a la falta de elección. No podemos leer algo aquí que Dios no ha dicho. El libre albedrío en verdad tiene su lugar, y Dios por cierto manda a todos en todo lugar que se arrepientan; pero ese no es el tema que se está discutiendo aquí. De modo que vamos a dejar esta sección así como Dios declara la situación – ni más, ni menos.

Ahora, el texto citado aquí en el versículo 33, procede del libro del profeta Isaías, capítulo 8, versículo 14, y también del capítulo 28 del mismo libro, versículo 16. El judío tropezó. Para el gentil la cruz es locura. Pero para el que cree, sea judío o sea gentil, será salvado por aquella cruz. La mente humilde llegará con una fe sencilla. El hombre natural todavía tratará de producir, o de obtener la salvación mediante algún proceso natural.

Tratará de reconciliar la soberanía de Dios con la responsabilidad de los

hombres, como si la mente pequeña del hombre fuera capaz, infinita e infalible.

Y así, pues, concluimos nuestro estudio del capítulo 9 de esta epístola a los Romanos. Llegamos ahora, al capítulo 10. En este capítulo tenemos el propósito actual de Dios para Israel.

La situación presente de Israel no se debe a que Dios haya limitado Su

misericordia hacia ellos, sino a su celo de Dios sin conocimiento. Dios les ofreció Su propia justicia libremente, pero ellos procuraban establecer su propia justicia al tratar de cumplir la ley.

En el capítulo 9, versículo 30, el apóstol Pablo volvió del tema de la soberanía de Dios a la responsabilidad de los hombres.

Continúa esta discusión aquí en el capítulo 10.

Establece que su fracaso no se debió a que Dios haya limitado Su misericordia hacia Israel.

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Ellos eran responsables de su situación porque estaban cegados por su propio fariseísmo. Dios les hizo responsables.

Allá en el evangelio según san Lucas, capítulo 19, versículos 43 y 44, leemos: “Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.”

La salvación, amigo oyente, es un don gratuito y es ofrecida a todos, a judíos y a gentiles.

El apóstol Pablo oró en pro de la salvación de Israel.

Su corazón estaba

agobiado por la situación de sus hermanos según la carne, y es evidente que Pablo tenía los sentimientos de Cristo. Comencemos pues, leyendo el primer versículo de este capítulo 10 de la epístola a los Romanos:

Romanos 10:1 “. . . y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.”

El pueblo de Israel tiene muchos enemigos hoy en día. Están rodeados por las naciones árabes que quieren empujarlos al mar. Se hallan en apuros porque no conocieron el tiempo de su visitación. Por tanto, dice el apóstol Pablo: “. . . el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.” Ahora, aunque la acusación de Pablo contra Israel en el último capítulo había sido dura, él ama a su propia carne y sangre, y anhela su salvación.

Hay tres

rasgos o distintivos obvios en su declaración, y estos son presentados a

continuación:

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Primero, Israel con todo lo que poseía en el aspecto religioso, como vimos allá en el capítulo 9, versículos 4 y 5, no fue salvado.

Permítanos decir amigo oyente, que es probablemente setenta y 70 por ciento de todos los miembros de las iglesias, no son salvados. Simplemente creen que son miembros de un club religioso. Estos se rebelan contra Dios. No están dispuestos a aceptar la justicia que Dios les ofrece en Cristo. Usted puede ser muy religioso y sin embargo estar perdido. Israel tenía una religión, la cual les había sido dada por Dios mismo, pero con todo eso, todavía necesitaban ser salvados. Tenían religión, pero no tenían justicia. Tenían más que lo que tenía cualquier otra nación, pero aun así estaban perdidos. El deseo de Pablo, pues, era que Israel fuera salvado.

En segundo lugar, Israel se podía salvar. Alguien ha dicho que Pablo no habría orado, si ellos hubieran sido del todo réprobos.

Y en tercer lugar, hoy están en el mismo nivel ante Dios como los gentiles, y deben ser evangelizados como cualquier otra gente que está sin Cristo. No hay diferencia alguna hoy en día. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” como vimos allá en el versículo 23 del capítulo 3 de esta epístola. Esta idea de que una raza sea superior o inferior al pie de la cruz es ridícula. La tierra, al pie de la cruz es nivelada. Quienquiera que sea, no importa cuál sea su posición social, la iglesia que atienda, sus buenas obras, o el color de su piel; estas cosas no le salvarán. Si usted está sin Cristo, amigo oyente, usted está destinado al infierno. Y Dios es justo cuando le dice eso. Quizá usted dirá: “No me gusta lo que dijo ese predicador.” Bueno, en realidad, se trata de lo que Dios dijo, amigo oyente. Dios habla con toda claridad y El quiere que le comprenda bien.

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Cronológicamente Pablo dijo que el evangelio debía ir al judío primeramente y luego a los gentiles, como vimos allá en el capítulo 1 de esta epístola, versículo 16. Ahora, hay quienes creen que hoy en día, el evangelio también debe ser predicado primeramente al judío. No creemos eso, pero permítanos añadir que el judío no debe ser excluido tampoco. El judío está incluido en el plan y propósito de Dios, y necesita el evangelio. No estamos de acuerdo con aquel teólogo contemporáneo que según la revista Time del 21 de Abril de 1958, dijo: “No traten de convertir a los judíos, . . . los judíos pueden encontrar a Dios más facilidad en su propia fe, que en el cristianismo.” Este teólogo mantiene este punto de vista, según él dice, debido “especialmente a la culpa que puedan sentir si llegan a ser cristianos.” Pero la realidad, amigo oyente, es que cuando llegan a ser cristianos, su culpa es quitada. De modo que, deben tener el evangelio. Continuemos ahora nuestro estudio de este capítulo 10 de la epístola a los Romanos, y leamos el versículo 2:

Romanos 10:2 “. . . celo de Dios, pero no conforme a ciencia.”

Conocemos algunas Iglesias, amigo oyente, donde los miembros están tan ocupados como hormigas. Los lunes por la noche juegan al baloncesto, los martes por la noche juegan fútbol, los miércoles por la noche juegan volibol, los jueves por la noche juegan béisbol, y así sucesivamente. Todas las noches hay alguna actividad programada. Tienen un celo para con Dios y les gusta hacerlo todo en el nombre del Señor Jesús. Sin embargo, todo lo que tienen es solamente religión. No tienen a Cristo. Amigo oyente, ¿Tiene usted a Cristo Jesús? ¿Ha aceptado usted la justicia que Dios le ofrece en Cristo Jesús? Usted no puede ser salvado de ninguna otra manera.

Es necesario ser perfecto para poder ir al cielo y usted no es perfecto, ni yo tampoco, pero voy al cielo porque Jesús murió por mí. El fue sepultado y resucitó de los muertos.

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Fue entregado por mis transgresiones y resucitó para mi justificación. El es perfecto y El es mi justicia. Y algún día iré al cielo porque El tomó el lugar mío en la cruz. Porque El es mi perfección.

Amigo oyente, ¿Es Jesucristo su Salvador? Olvídese de su membresía en una Iglesia por un momento. No queremos menospreciar su membresía, claro está, pero no vaya usted confiando en ella para la salvación. La Iglesia ordinaria de hoy en día está tan muerta como cualquier animal prehistórico y fosilizado. En cierta ocasión, un muchacho le dijo a un pastor, “Yo prefiero salir los domingos para jugar al golf antes que asistir a la Iglesia.” Y el pastor le dejó sorprendido cuando le respondió, “pues, cuando tu vayas a jugar, convídame a mi para que yo vaya también. Yo soy jubilado.” Y el muchacho le contestó entonces, “Pastor, no quiere usted decir que haría eso.” Y el Pastor le dijo que en verdad, no creía que lo hiciera.

Pero, amigo oyente, hablando con toda franqueza, probablemente se sentiría uno más espiritual en la cancha de golf, que en algunas iglesias. Lo que estamos tratando de decir, es: ¿Tiene usted a Cristo Jesús?

Debe tenerle.

Ahora, Pablo sabía todo esto por

experiencia ya que él había sido un ex-fariseo celoso en cuanto a su celo de Dios. Alguien ha traducido esto de esta manera: “Yo sé algo en cuanto a eso, en cuanto a ese celo. No fue debido a la ignorancia de la ley, porque prácticamente hicieron de ella un ídolo. Lo que pasó fue que no percibieron que todo el Antiguo Testamento señalaba a Cristo. Tenían los hechos, pero no la interpretación ni la aplicación de los hechos.”

El

comentarista, Dr. Griffith Thomas habla sobre la falta de discernimiento del día presente y dice: “¿No es increíble cómo los hombres pueden leer la Biblia sin ver nunca la enseñanza esencial y su aplicación personal para ellos mismos? Casi no hay nada que sea más sorprendente, ni que entristezca más, que la presencia de un conocimiento intelectual de la Palabra de Dios, pero que no alcanza a apreciar su sentido y poder espiritual. Este TTB

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versículo 2, cuando dice “que tienen celo de Dios pero no conforme a ciencia,” dice la verdad en cuanto a Israel. Y lo mismo es cierto en cuanto al miembro ordinario de una Iglesia. Usted puede ver a algunos oficiales de algunas Iglesias, que llevan unas Biblias tan grandes bajo el brazo, que parece que se inclinan cuando caminan por la calle. Y usted puede observarlos por 20 años o más, y nunca los ve crecer espiritualmente ni un centímetro. Simplemente no crecen. Israel era desconocedor de la justicia de Dios, según se describe allá en el capítulo 3 de esta epístola a los Romanos, versículo 21, donde vimos que se ha manifestado ahora, aparte de la ley, pero testificada por la ley y los profetas; justicia que es recibida por fe en Cristo. En contraste con esta, ellos procuraban establecer su propia justicia. Pasemos ahora al versículo 3 de este capítulo 10 de la epístola de Pablo a los Romanos:

Romanos 10:3 “. . . no se han sujetado a la justicia de Dios.”

Ahora, la palabra “establecer” aquí, tiene el sentido de erigir un monumento, no para la gloria de Dios, sino para la gloria de los hombres. Esta ceguera espiritual les hizo rechazar la justicia de Dios. La justicia de Dios y la justicia de los hombres, presentan un contraste claro. Ambas se excluyen mutuamente. El Dr. John Brown hace la siguiente declaración que ayuda a aclarar ese asunto. Dice él: “El método divino de la justificación, no requiere nada, sino ser sometido a ella. No hay ninguna gran obra que hacer. Sus dos principios radicales son que el hombre es restaurado al divino favor, no por sus propios esfuerzos y sufrimientos, sino por los esfuerzos y sufrimientos de otro. Y que por medio de estos esfuerzos y sufrimientos del Salvador Justificador, participa no por el hacer, sino por el creer. Pero mientras no requiere nada sino una sumisión, sí requiere una sumisión, una sumisión absoluta de todo su entendimiento y su corazón.” Pasemos ahora al versículo 4 de este capítulo 10 de la epístola a los Romanos:

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Romanos 10:4 “. . . para justicia a todo aquel que cree.”

En la Biblia de Jerusalén, este versículo se lee: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente.” El Señor Jesucristo es el fin y El mismo dejó esto bien en claro. Vino, según Sus propias palabras, para proveer una nueva vestidura de justicia, y no para remendar la vieja vestidura legal y raída de la ley. Allá en el evangelio según san Mateo, capítulo 9, versículo 16, el Señor Jesucristo dijo: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura.” Ahora, consideremos este asunto bajo los tres aspectos siguientes:

La ley fue dada para llevarnos a Cristo. El apóstol Pablo dice allá en su epístola a los Gálatas, capítulo 3, versículo 24: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.”

En segundo lugar, La ley llegó a su cumplimiento y a su fin en Cristo. Y en su carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 15, dice Pablo: “Aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz.” Y en su carta a los Colosenses, capítulo 2, versículo 14, expresa: “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.”

Y en tercer lugar, La ley llegó a su fin en Cristo. Una vez más en su carta a los Gálatas, capítulo 5, versículo 4, dice el apóstol Pablo: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.”

Ahora, esto no fue solamente el punto ciego en el ojo de la nación de Israel, sino que TTB

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también es el punto de ignorancia espiritual entre multitudes de miembros de Iglesias. El comentarista Newell dice: “La ley no es, en manera alguna, más una regla de vida que un medio de justicia.” La última parte de este versículo 4 dice: “. . . a todo aquel que cree.” Y esta expresión sugiere que la salvación es gratuita y también universal.

Primero, “a todo aquel” – universalidad.

Y en segundo lugar, “que cree”

– es gratuita, pero tiene que ser recibida.

Continuemos ahora con el versículo 5:

Romanos 10:5 “. . . El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.”

Pablo cita aquí del Antiguo Testamento para demostrar que la justicia de la ley y la justicia de la fe están en contraste y que se excluyen mutuamente. La cita es de el libro de Levítico, capítulo 18, versículo 5, en la versión griega de los setenta.

Es un hecho que el hombre puede obtener cierta justicia en la ley, pero es claro que sería su propia justicia, y no la justicia de Dios. La verdad es que el hombre es incapaz de obtener la justicia de Dios mediante la ley. Allá en su carta a los Gálatas, capítulo 3, versículo 2, dice el apóstol Pablo: “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” La ley ejerció un ministerio de condenación y de muerte. Leamos ahora los versículos 6 al 10 de este capítulo 10 de la epístola a los Romanos:

Romanos 10:6-10 “. . . pero con la boca se confiesa para salvación.”

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El texto citado en esta sección procede del libro de Deuteronomio, capítulo 30, versículos 11 al 14, y dice así: “Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.”

Ahora, el apóstol Pablo no dice que Moisés dijo esto, sino más bien que “es la justicia por la fe” la que habla. Pablo no hace aquí ninguna substitución de fe por ley. El pasaje en Deuteronomio es profético y habla del día cuando Israel volverá a Dios con todo su corazón y su alma. Anticipa el nuevo pacto que Dios hará con Israel.

El profeta Jeremías en el capítulo 31 de su profecía, versículos 31 al 33 dice: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.”

Cristo es quien instituirá este Nuevo Pacto que todavía está en el futuro. La justicia por la fe es de veras atestiguada por la ley y por los profetas. En el interín, no es necesario subir al cielo para traer abajo a Cristo. Ya vino la primera vez y murió . No es necesario levantarlo de los muertos. Ya resucitó de los muertos.

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Israel tenía la ley por 1500 años y la conocían mecánicamente. Pero, no había traído la justicia. Cristo había venido a ellos así como la ley les había venido. No fue algo que estaba muy lejos. Cristo había venido entre ellos. Murió y resucitó entre ellos. La justicia por la fe estaba disponible para ellos aun en su misma boca y corazón, porque Pablo y los otros apóstoles estaban predicándosela. La ley testificó en cuanto a la justicia por la ley y la justicia por la fe. No son “mandamientos” allá en el capítulo 30 de Deuteronomio, sino un solo mandamiento.

La justicia por la ley no había traído la

salvación, pero la justicia por la fe sí trae salvación. No sería malo notar unos puntos en los versículos 9 y 10; leamos estos versículos una vez más:

Romanos 10:9-10 “. . . pero con la boca se confiesa para salvación.”

Estos versículos son citados tantas veces hoy en las reuniones de los creyentes en Cristo. Y hay una distinción que se hace hoy entre el corazón y la cabeza, distinción que no existía en los tiempos de Pablo. El corazón en la Biblia, se refiere a la personalidad total e incluye la mente, las aficiones, las emociones y la voluntad. No es necesario pasar adelante en una reunión para ser salvado. Usted puede ser salvado dondequiera que esté: sea que usted esté sitiado por la nieve en Alaska, o manejando su automóvil en una de las islas del Caribe, o sentado allí en casa, en su silla favorita. Muchos pastores ven constantemente pasar adelante en su iglesia a muchas personas que nunca en realidad fueron salvados. La confesión pública de por sí, no es la salvación. Lo que Pablo está diciendo tiene mucha importancia. El hombre tiene que poner en acuerdo sus confesiones y su vida. Su boca y su corazón deben de estar en completa armonía. Debe hablar lo que el corazón cree. Algunos le honran de labios, pero su corazón está muy lejos de El. La boca y el corazón tienen que estar en completo acuerdo para que sea una fe salvadora. Si hay confesión sin fe, se debe o bien al engaño de uno mismo o a la hipocresía. Si hay fe sin confesión, puede ser cobardía. Y nos parece que el apóstol Pablo está diciendo que Santiago tiene toda la TTB

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razón cuando dice allá en el capítulo 2 de su carta, versículo 20 que: “. . . la fe sin obras es muerta.” Si usted habla con la boca, amigo oyente, esté seguro de que haya fe en su corazón.

Y aquí vamos a detenernos por hoy, porque nuestro tiempo se ha agotado. Continuaremos Dios mediante, en nuestro próximo programa. Hasta entonces, pues, ¡que el Señor le bendiga en gran manera!

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