Rosario Castellanos y el Eterno Femenino

Rosario Castellanos y el Eterno Femenino Las opiniones del radical feminismo del mundo intelectual culpan al hombre por la inequidad de género, por la

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Selected Poems of Rosario Castellanos in Translation
Selected Poems of Rosario Castellanos in Translation An Honors Thesis (HONRS 499) by Rachel M. Popma Dr. Marina Guntsche Ball State University Mu

EL SHAKAN DEL ETERNO:
EL SHAKAN DEL ETERNO: Deu 12:5 Más bien, ustedes vendrán al lugar donde ‫ 'הוה‬su Elohim pondrá Su Nombre. El lo escogerá de entre todas sus tribus; y

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Rosario Castellanos y el Eterno Femenino Las opiniones del radical feminismo del mundo intelectual culpan al hombre por la inequidad de género, por la existencia dramática, la sumisión y de la subordinación de la mujer hacia el hombre. Este feminismo tiene también una opinión popular que recorre las calles de la ciudad y sucede en las charlas de café, con mujeres del sector intelectual (capacitadas para discernir, desenmascarar y ver más allá del sentido común), y con mujeres del hogar que viven su realidad ensimismadas, atadas a las labores caseras y al cuidado de los niños, repiten la ya muy manoseada frase de que los hombres son los responsables absolutos del machismo. El radical feminismo se maneja en una dicotomía de género, la mujer como víctima receptora de dinámicas sociales, y el hombre como villano, agresor que reproduce tales dinámicas. Así pues, se cree que los hombres son malos y que las mujeres son inocentes, víctimas de la moral, de la religión y de todos aquellos sistemas

patriarcales dominados por hombres. Ahora bien, en el mundo intelectual existen pensadoras que han reflexionado sobre la perspectiva de género, espacio en el cual han abierto un panorama a la investigación y a la transformación de aspectos tan elementales como las relaciones de género, Rosario Castellanos es una de ellas, ha recorrido la delicada línea del propio pensamiento, de la emotividad y del deseo por emancipar a la mujer en que redefinió esquemas de la mujer y funciones sociales de igualdad. Esta reconocida pensadora mexicana, alcanza, mediante sus trabajos, una clara distinción de los roles de género y su retroalimentación. Castellanos presenta El eterno femenino, texto donde, mediante una redacción sarcástica y cínica, expresa distintas manifestaciones del machismo y situaciones de subordinación de la mujer; pero lo más interesante de su libro es cómo se concentra en la influencia que ejercen las mujeres para perpetuar y/o propiciar su

TANIA YANINA ARIAS CASTRO*

* Egresada de la licenciatura en Filosofía (2003-2007) y de la maestría en Estudios Filosóficos (2009-2011) de la Universidad de Guadalajara. Su tesis de licenciatura se orientó al tema: “La influencia de las mujeres en el eterno femenino”, y su trabajo recepcional de maestría fue: “La enajenación de la mujer mexicana por la telenovela”.

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propio sometimiento ante los hombres. El estilo ingenioso de nuestra pensadora, proyecta cómo la mujer, principalmente la madre, cultiva los modelos machistas tradicionales, y cómo a través de la socialización, se refuerza el sistema patriarcal. EL ETERNO FEMENINO Rosario Castellanos delata en el El eterno femenino, a la madre como uno de los personajes más importantes en la influencia del sistema patriarcal. Ésta, conserva, mediante la educación, una tradición machista que reprodu-

ce valores conservadores que someten a la mujer, condición que ella misma conserva y defiende dentro de su condición opresora. Así pues, Rosario representa, a través de imágenes y simbolismos, distintas condiciones y formas en que se construye un sistema de opresión femenina. Con la finalidad de que este aspecto quede más claro, la cita presentada a continuación describe uno de tantos modos en que se puede manifestar la inequidad de género, y cómo la influencia de la mujer puede perpetuar su propia condición de enajenación.

La cita anterior, es en efecto la representación de la represión constante de la moralidad de la reproducción; ésta, gobierna en mayor o menor medida al eterno femenino. Tal moralidad, sustentada en un fundamento naturalista, determina respecto a lo biológico, funciones sociales que rigen el comportamiento de los distintos sexos. No obstante, a consecuencia de las reflexiones en relación con la condición de la mujer, pensadoras como Simone de Beauvoir han percibido la biología diferencial, que construye una moralidad sexual patriarcal usada a

Hija: ¿Y si yo entrara a la universidad? Madre: ¿Estás loca? ¿A ese nido de comunistas? Hija: ¿Qué tiene de malo ser comunista? Madre: ¡Que te vas al infierno! Hija: ¿Y si no hay infierno? Madre: ¿Te atreves a dudarlo después de lo que pasa? Perico: Entre el infierno y la vida doméstica no hay más que una diferencia de grado. Pero el grado puede ser sobre cero. Todo depende. El optimista ve el vaso medio lleno; el pesimista lo ve medio vacío. Madre: De todos modos yo no te voy a dejar ir. Hija: ¿Al infierno? Si ya estoy en él. Madre: A la universidad. ¡Sobre mi cadáver! Perico: No le des ideas. Hija: ¿Se puede saber por qué? Madre: Porque no vas a ser distinta de lo que fui yo. Como yo no fui distinta de mi madre. Ni mi madre distinta de mi abuela. Perico: Esta Lupita es una maniática de la inmutabilidad. Personas, tiempos, modos. Si por ella fuera no habría historia. “Ah Zenón, cruel Zenón, Zenón de Elea”. Madre: Y si no me obedeces por las buenas, le diré a tu hermano que te vigile para que no te salgas. Hija: ¿Y si de todos modos salgo? Madre: Le voy a pedir a tu papá que intervenga. Y ellos me apoyarán para que tú te portes como debe ser. Hija: Soy una persona... Madre: Ni más ni mejor de lo que yo fui. Hija: Tengo derecho a... Madre: Ni más inteligente. Hija: Quiero vivir mi vida. Madre: Ni más libre. Hija: ¡Quiero ser feliz! Madre: Ni más feliz. Perico: (suspirando) ¡No hay nada comparable al amor maternal! (CASTELLANOS, Rosario, 1975. El eterno femenino. México, pp. 60-62).

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favor de los hombres y en desventaja para las mujeres. Además, este sistema distingue las diferencias de las mujeres en relación con los hombres de forma negativa; las mujeres, como consecuencia de su biología, deben mantenerse alojadas en el mundo privado (hogar) para poder ejercer el dictado de su naturaleza, circunstancia mediante la cual, se elimina a la mujer del mundo público. Asimismo, esta moralidad sexual convierte a la mujer en un ser enajenado, en un “ser para otro”, como consecuencia de ello, ejemplos como el que se muestra en la cita de más arriba, reflejan la frustración de una madre, proyecta sus propias carencias de libertad, tanto de su pasado como de su presente, como consecuencia, la frustración acumulada, la limita y consigue perpetuar la tradición del eterno femenino. Así pues, la mujer reprimida, dada su condición de enajenación, generalmente impide que otras mujeres reproduzcan su “ser para sí”, por ello es que a la mujer con consciencia le cuesta tanto salirse del círculo vicioso y de romper con el “ser para otro”. LA MUJER Y SU IMAGEN “La mujer es extremadamente comprensiva, tiene un encanto inmenso y carece del menor egoísmo. Descuella en las artes difíciles de la vida familiar. Se sacrifica cotidianamente. Si hay un pollo para la comida, ella se sirve del muslo. Se instala en el sitio preciso donde atraviesa una corriente de aire. En una palabra, está constituida de tal manera que no tiene un pensamiento o un deseo propio sino que prefiere ceder a los pensamientos y deseos de los

demás. Y, sobre todo –¿es indispensable decirlo?–, el hada del hogar es pura. Su pureza es considerada como su más alto mérito, sus rubores como su mejor gracia”. Rosario Castellanos

Desde un plano ético, la cita anterior muestra cómo la identidad1 de la mujer se reduce por una elaboración moral rigurosa y cómo se preserva la ignorancia femenina, por ello, desde que nace una mujer, se le organiza a través de la educación, un destino creado por la cultura, el cual llega a convertirse en un ente moralmente aceptable. De la misma manera, la mujer es despojada de espontaneidad para actuar y con ello se elimina la iniciativa de decidir, no obstante, se le instruye a la mujer a obedecer los mandamientos de una ética que responde a un sistema patriarcal. Pero, a pesar de ello, esta ética le es absolutamente ajena, pues se justifica y se fundamenta en la medida en que la mujer responde a los intereses, a los propósitos y a lo fines de los demás; los cuales, bien pueden ser, tanto funciones reproductivas como obligaciones que fungen a través del hombre, el cual trabaja como mediador. Así pues, a lo largo de la historia la mujer ha sido un fenómeno y un componente de la sociedad, más que un ser humano, un mito. O bien, más exactamente un rito que clarifica las carencias de la mujer y del fenómeno de la maternidad, pero una maternidad vivida con cuidado, con peligro, ritos y tabúes. Pues la preñez se trata también como enfermedad y si el dolor de la mujer no surge espontáneamente hay que esforzarlo, preparar el ánimo que da cabida al sufrimiento. Pero la

trémula no acaba ahí, ahora el hijo despertará la absoluta abnegación de la madre. Ostenta las consecuentes deformaciones de su cuerpo con orgullo; se marchita sin melancolía y en ningún momento piensa en la reciprocidad. Deja su vida para los hijos, vive para ellos. La mujer es anulada y se anula en el mundo ético, pero para contraponerse a esta educación la mujer necesita romper modelos que la sociedad impone para alcanzar su imagen auténtica –y consumarse– y consumirse en ella. Para elegirse a sí misma y preferirse por encima de los demás se necesita haber llegado, vital, emocional o reflexivamente a lo que Sartre llama una situación límite. (Castellanos, 1975: 17). Asimismo, tanto la imagen de la mujer como el fenómeno de la maternidad han sido componentes que participan en el destino femenino, de tal modo, que la mujer debe conformarse y cumplir los dictados que una sociedad le exige. Así pues, tras las imposiciones que le competen, genera una identidad que la esencializa, esto es, como hemos mencionado en varias ocasiones en este trabajo, la función que establecen los arquetipos y los deberes sociales para la mujer, aquellos que son desprendidos de respuestas biológicas, es decir, una forma por la cual el sistema patriarcal reproduce acertadamente el “ser para otro”. Consiguientemente, esta posición nos indica la ausencia de corresponsabilidad entre los sexos, así como también la falta de libertad e independencia. EL ARQUETIPO DE LA MUJER Rechazar las falsas imágenes que los falsos espejos ofrecen

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a la mujer en las cerradas galerías donde su vida trascurre. Rosario Castellanos. El arquetipo de la mujer mexicana consiste en ser abnegada, sufrida, y devota. Estos modos se esconden en distintos disfraces, uno de ellos es el de la virginidad, el cual se constituye por valores como la pureza, la decencia y la dignidad, y se esconden bajo la máscara de la mujer devota. Como consecuencia de la fuerza de la educación sexual vieja, se impone aún la virginidad, de modo que la normatividad de sistemas patriarcales como éste, exigen que las mujeres sean puras, castas y que eliminen el deseo de su existencia; una forma de lograrlo consiste en asumir la idea de pecado, de tal modo que reprimen su libertad sexual limitada por una imposición religiosa, a menos que se hallen dentro del matrimonio, únicamente con el fin de procrear. Asimismo, para ser una mujer decente es menester guardar la virginidad como uno de los valores más preciados, convertirla en una convicción y no en una imposición familiar, social o religiosa. Por otra parte, la doble moral de sociedades como la mexicana, favorece la actividad sexual de un hombre, ésta no se halla condicionada al matrimonio, por el contrario, entre más mujeres se unan a su lista, mayor prestigio y reconocimiento recibirá. Así pues, para que un hombre sea reconocido no necesita

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ser virgen, sino, tener experiencia y dominio de la seducción. En conclusión, la disparidad de las normas morales en relación a la abstinencia sexual, juega con ventajas y desventajas, utilizadas de acuerdo al beneficio de quien domina. En el caso de sociedades machistas, los hombres, al tener dominio de las jerarquías y de un gran número de masas, establecen reglas que les favore-

cen, por consiguiente, se entabla la represión sexual femenina. Como consecuencia de esta moral femenina, en sociedades latinoamericanas donde generalmente se reproducen sistemas patriarcales, al valorizar la virginidad también establece un gran valor a la maternidad, de hecho se considera como el valor supremo de la mujer, esto como una forma de control de la sexualidad. A fuerza de esto, el último deseo de la mu-

jer se cumple con la maternidad, la cual la llena de ese estatus que la sociedad endosa a la mujer devota y sufrida. Así pues, en torno a esta reflexión, Castellanos menciona que el valor de la madre es paralelo al valor de la mujer santa, pues dedica su vida a construir y formar otras. Sin embargo, la mayoría de las veces la maternidad convierte a la mujer en un “ser para otro”, si no es que ya lo era. Como consecuencia, por razones como ésta es que la mujer repite el rol del eterno femenino, al olvidarse de sí misma y cumplir con los cometidos de su opresión. Y no tan sólo eso, sino que también, dentro de su papel de madre enajenada, además de reproducir este fenómeno, cultiva su misma condición de enajenación. Asimismo, Castellanos muestra en El eterno femenino, la condición de la mujer mexicana subordinada y machista, donde la mujer, en el “ser para otro”, no necesariamente juega el papel de la víctima donde todos abusan, también puede ser que la misma mujer al no integrarse al mundo de forma dialéctica, dentro de la antítesis, mantiene su condición y la usa para santiguarse y darse baños de pureza, como lo hace generalmente la madre, y quizá también, para usar las ventajas y desventajas de su rol de “ser para otro”. Ahora bien, hemos mencionado más arriba que la madre representa una de las formas más valorizadas dentro de una sociedad machista; pues bien, cabe mencionar que una de las partes

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que se contrapone a ésta es la mujer soltera. Ésta es una transgresora voluntaria o involuntaria de las normas sociales, pues rompe con el arquetipo del matrimonio y de la maternidad, por ello, el mismo sistema critica, con intención de reprender a aquellas que no cumplen la regla moral del matrimonio y de la maternidad, con comentarios como que “no se elige ser soltera como una forma de vida sino que, la expresión ya lo dice, se queda una soltera, esto es, que se acepta pasivamente un destino que los demás nos imponen” (Castellanos, R., 2005: 32). Así pues, ser soltera es uno de los errores y prejuicios más satanizados en la sociedad mexicana, ya que quedarse soltera significa que ningún hombre consideró a la susodicha digna de llevar su hombre ni de remendar sus calcetines. Significa no haber transitado jamás de un modo de ser superfluo y adjetivo a otro necesario y sustancial. Significa convertirse en el comodín de la familia. (Castellanos, 1975: 32-33). El sistema patriarcal determina a los seres humanos, casi a la par que la inmutabilidad de la naturaleza, a una exigencia de vida que consiste en nacer, crecer, casarse, tener hijos y morir. Por ello, cuando la mujer rebasa la edad establecida para el matrimonio, se le empieza a llamar “solterona”, adjetivo que tiene toda la intención de ser despectivo; sin embargo, no es cualquier calificativo, sino que es un reproche, una reprobación y un modo de presión para obedecer las normas establecidas. De modo que, en sociedades como la mexicana es casi una condena ser soltera, pues lo que le da valor a

una mujer es tener un hombre, a su lado, claro. De tal manera que, la vida de una mujer soltera es minimizada, pero “¿por qué no disfrutar, al menos, de las ventajas de la soledad? [Como dice Castellanos], De ninguna manera. Debe arruinarse. (Castellanos, 1975: 33). No obstante, en la actualidad, en algunos sectores de la sociedad, algunas familias tradicionales comienzan a desintegrarse. Sin embargo, esto ocurre cuando a la familia no le queda más alternativa que la ruptura completa de los modelos tradicionales, lo cual requiere un gasto importante de energía y también de desgarramientos interiores, no obstante, es complicado ver más allá del “ser para otro”, y por ello, muchas mujeres se rinden y asumen las reglas de la sociedad. Ahora bien, hemos mencionado anteriormente que la imagen de la mujer responde a arquetipos. Pero uno de ellos, totalmente devaluado y antagónico de la mujer santa, es el papel de la prostituta. Ésta, al igual que la soltera, es una negación del rol de la mujer abnegada. Por lo cual, de acuerdo a los principios morales de la sociedad mexicana, una de las peores ofensas al sistema es transgredir el valor de la virginidad. Así pues, tras estos moralismos, Castellanos teje sus ideas de libertad femenina y manifiesta que uno de los requerimientos que consiguen romper la represión sexual de la mujer, consiste, en primera instancia, en desvalorizar las ideas destino femenino, así como los tabúes, los prejuicios y la doble moral. Para ello, hay que encontrar los motivos que impulsan a la mujer mexicana a salirse del modelo tradicional y buscar en la educación una

vía para realizarse, es decir, para encontrar su “ser para sí”. En vistas de esto, uno de los aspectos importantes por desollar, es buscar “que es lo que se rige como depositario de valores eternos e invariables, lo sacralizado: las costumbres. La costumbre de que el hombre tenga que ser muy macho y la mujer muy abnegada” (Castellanos, R., 1975: 37). Asimismo, es necesario actualizar a los padres y a las madres, eliminar el autoritarismo y la verdad absoluta, transformar con vistas de armonizar las relaciones humanas. De la misma manera, se requiere “dejar de enmascarar al novio como aquella joya que se vende caro, bajo el precio de anular a su pareja” (Castellanos, R.: 14). Además, es menester transformar el valor tradicional de la virginidad, convertirla en una decisión y no en una justificación bajo mitos como la virtud, la castidad o la pureza. También, hay que dejar de santificar la maternidad y verla como un fenómeno que se puede regir por voluntad y, en última instancia, hay que cambiar la idea de los maridos, dejar de verlos como monstruos o santos, sino como seres humanos. Así pues, para nuestra autora, el proyecto que propone es el de formar conciencia, despertar el espíritu crítico, difundirlo y contagiarlo. LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER MEXICANA EN LA EDUCACIÓN FORMAL

En la educación formal participan, principalmente las escuelas, seguidas de instituciones que se desenvuelven en el ámbito social como la Iglesia, el Estado y las reglas y normas morales de socialización de un individuo. Así pues, en lo

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referente a la educación, los privilegios entre ambos sexos son imparciales, pues obedecen a un sistema de discriminación hacia la mujer. En un análisis consecuente, Castellanos muestra en “La mujer y su imagen”, que anteriormente, los hijos varones que forman parte de una sociedad patriarcal, como la familia mexicana y latinoamericana, obtenían mayor oportunidad económica y educativa que las hijas mujeres, ya fuera por problemas económicos, o bien, por situaciones de discriminación. Aunque, hay que destacar que, dado que los modelos tradicionales señalan que el hombre es el encargado del sustento económico de la familia, el hecho de que la mujer estudie puede considerarse, en alguno de los casos, como una pérdida de tiempo, pues la normatividad de vida de una mujer obedece su función a la residencia del hogar, actividad que no exige estudios académicos. De esta manera, se adiestra a la mujer en las labores de una casa y se le prepara para el matrimonio, posteriormente lo único que necesita es esperar la llegada de su príncipe azul, alguien que acepte su falta de autonomía, tanto en cuestiones económicas como anímicas, incluso físicas.

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Por otra parte, cabe destacar dentro del número de mujeres que sí estudian, muchas de ellas “desertan a mitad de la carrera, traspasadas por la flecha de Cupido, o no ejercen la profesión (...) porque siguen prefiriendo el mucho más glorioso y todavía, en muchos sentidos, exclusivo, de esposa y madre”. (Castellanos, R., 1975: 28-30). No obstante, a los resultados de la media de las mujeres mexicanas, existen otras que logran transgredir la línea que define el patriarcado. Sin embargo, menciona nuestra autora, muchas de ellas se conforman con puestos no tan reconocidos, con sueldos no lo bastante remunerados, o bien, viven su éxito con pena o con algún dejo de culpa, pues, sucede que el puesto que una mujer está dispuesta a ocupar es el del matrimonio. Pero a pesar de esto, el éxito laboral de la mujer debe dejar de representar una amenaza tanto para hombres como para el sistema. Así pues, la mujer emprendedora se atreve a desarrollarse en el mundo privado, lucha por conseguir su verdadera emancipación. Además del riesgo de la mujer de llevar su talento hasta sus últimas consecuencias, se juega, sin embargo, el precio de la soledad, y por ello, en muchas ocasiones, la sociedad machista, al no aceptar el rol de la mujer independiente, genera tanta presión que aquella termina cediendo a las clásicas normas. CONCLUSIONES En Rosario Castellanos se supera el estancamiento teórico del “ser para otro”, es decir, que no se queda en la negación y supera el atolladero en que caen muchas feministas. Así pues, el ejercicio

de Castellanos dentro de la perspectiva filosófica, se inicia en “La mujer y su imagen”, texto de tesis con el que concluye sus estudios de licenciatura; posteriormente, a pesar de que dedica su actividad en mayor medida a las Letras, finaliza sus obras al margen de un proceso filosófico y dialéctico que se hacen notar en su texto: El Eterno Femenino. Así pues, como resultado del uso de la consciencia, Castellanos dibuja ingeniosamente, mediante un toque literario, una de las tantas formas en que la mujer reproduce su condición de “ser para otro”. No obstante, cabe mencionar que nuestra pensadora no establece éste u otros conceptos hegelianos en sus obras, sin embargo, su hallazgo consiste en un salto teórico que rebasa por mucho varias perspectivas de las feministas mexicanas. Además, nuestra pensadora pone a temblar la perspectiva del feminismo radical, que se encarga de culpar al hombre de todas las desventajas y subordinaciones de la mujer. De manera concluyente, hay que mencionar que Castellanos expone abiertamente cómo la mujer reproduce y recrea su propia subordinación. Asimismo, El eterno femenino de Castellanos contrapone al eterno femenino del movimiento dialéctico del “ser para otro”, al momento de que nuestra autora confronta mediante sus textos, a la mujer; pues bien, sus obras se presentan a través de ejemplos plásticos donde se incita a la consciencia que lleva al “ser para sí”. NOTA 1. Entiéndase por identidad, su imagen.

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