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AÑO V. MADRID 1."' DE MAYO DE DIRECTOR efOSE d e H I A B I Z E G Ü I De la dosificación de la tuberculina depende, á mi parecer, gran parte del

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AÑO

V.

MADRID 1."' DE MAYO DE

DIRECTOR

efOSE d e

H I A B I Z E G Ü I

De la dosificación de la tuberculina depende, á mi parecer, gran parte del éxito que pueda obtenerse con el tratamiento específico. Dos criterios principales se han sostenido, tan diametralrnente distintos, que el principiante se encuentra realmente perplejo al verse obligado á elegir entre ellos. De una parte, los que estiinan la reacción febril como un proceso favorable y beneficioso, y de otra los que consideran ésta tan perniciosa que vienen á estimarla como complicación grave. Para justificar nuestra o p n i ó n intermedia debemos recordar que al principio de la introducción por Koch de la tuberculina e n la terapéutica de la tuberculosis, comenzaron á usarse enormes dosis de este producto, que producían aquellas terribles reaac'ones, muchas veces mortales, que todavía recuerdan los médicos un poco viejos. Como consecuencia natural vino el abandono de la tuberculina, que quedó relegada, sino al olvido, porque algunos eminentes sabios, entre los que se destacan principalmente Spengler y Petruschky, prosiguieron en su estudio, por lo menos al desuso en la práctica corriente. Vino la segunda aparición de la tuberculina, que fué acogida con el natural recelo, vivo a ú n el recuerdo de su ruidoso fracaso anterior. Y para mejor desvanecer éste, fué preciso garantizarse extremadamente contra toda s.orpresa reaccional violenta, y así se buscaron pautas de administración en la que ios distint o s autores pretendían batir el «record» d e la infinitesimalidad. Este proceder suprimía indudablemente toda reacción desagradable, es cierto; ¿pero ofrecía garantías tan seguras respecto á su eficacia ? Se h a observado que, si bien es indudable que en el primer período de la tuberculina los fracasos eran la regla y excepcionales los éxitos; cuando éstos se producían era siempre d e una manera tan brillante, como no suelen observarse actualmente. P o r su parte, Sahli, que ha sido el más riguroso y extremado defensor de las dosis infinitamente pequeñas, fundamenta siu opinión en el supuesto de que la tuberculina n o obra en virtud de su toxicidad, s'no con independencia de ésta. En todo caso, queda siempre la observación de cuantos hemos empleado este agente en gran número de casos, que nos demuestra cómo individuos excesivamente sensibles á la tuberculina, y que con facilidad ó

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Se publica el 1, 10 y 20 de cada mes. constantemente experimentaban reacciones de alguna intensidad, y que á priori considerábamos como malos casos, eran precisamente los éxitos más satisfactorios. A la vista tengo la historia clínica de una enferma á quien cada inyección provocaba ÍEevitablemente reacciones febr.'les de 38 y aun 39 grados, hasta el punto que había decidido suspender en ella el tratamiento, y lo hubiera hecho seguramente á no comprobar una tan evidente mejoría, y siendo tan vivos los requerimientos y sugestiones de la enferma, que por primera vez m e atreví á separarme de las pautas consideradas como más científicas. El resultado obtenido fué tan satisfactorio, que me determinó á adoptar un. criterio menos restrictivo para el porvenir, y otros casos luego suscitaron en m í la op'nión que luego expondré prácticamente. Todas las pautas establecidas para aplicar la tuberculina tienen un punto común la de ser progresivas. Las diferencias se refieren á la intensidad de esta progresión y al grado de concentración de la dosis mínima. Por lo dem á s , todas son completamente arbitrarias y supeditadas, cuando más, á disminuir la dosis en presencia de u n a reacción m á s ó menos viva. E n la de Koch se aconsejaba como dosis inicial la de u n a milésima de c. c. Dosis que debía repetirse una vez al día, hasta que no había reacción. Entonces se aplicaban dos milésimas de c. c , repetidas también como la precedente. Aumentándose después las dosis sin pauta fija. E n algunos casos—individuos vigorosos—podían emplearse desde luego dosis mucho mayores y en progresión rápida. L a n d m a n n , en la aplicación de su tuberculol, aconseja el aumento de una mitad sobre la dosis anterior, empezando por u n a décima de jeringuilla de la solución quinta (cada solución es diez veces menos concentrada que la precedente, de modo que se refiere á una solución al cienmilésimo (1), y establece el ascenso en la siguiente proporción: 1_1,5_2,5—3,5—5—7,5—10—15 etc. La de Verdes Montenegro es en esencia la misma de L a n d e m a n n , si bien pretende que todas las dosis guarden entre sí u n a relación constante, viniendo á corresponder á las siguientes cifras: 1—1,5—2,2—3,2—4,6—6,6—9,4—13,3, etc. Beraneck, siguiendo las indicaciones de Sahli, empieza por una décima de c. c. de una solución al cienmillonésimo, que repite varias veces, aumentando después por vigésimas de (í)

véase iiaestro articulo anterior en esta misma Revista.

NÚMERO

154.

GEi^ENTE

Profesor Friadrich iLoeffIer Que estos dfas falleció en Berlín, Consejero médico íntimo, Miembro extraordinario de la Academia Emperador Guillermo, Profesor ordinario de Higiene y Director del Instituto de Higiene en la Universidad de Greifswald (Alemania). Descubrimiento de los Bacilos: de la Difteria (1883), del Muermo, del Mal Rojo de los Cerdos, de la Fiebre tifoidea de los ratones. Coloración de los micro-organismos y especialmente de las pestañas de las bacterias. Suero antiaftoso —Curación del Nagana (Tripanosomosis animal) por los • arseniosjs, etc, etc.

c. c , y repitiendo siempre, aun en el caso de no observar reacción. Royo Villanova se limita á aconsejar u n a dosis naínima—una centésima de miligramo—, y u n a dosis máxima^—una c. c.—, dejando al criterio individual del clínico la pauta de ascenso. B a ü e r .aconseja dosis enormes in'ciales d e dos c. c. de A. T. para alcanzar pronto la máxima de 20 c. c. Gurand y K r a n t z prefieren obrar al principio oon timidez, á reserva de forzar más t a r d e las dosis guiándose por las reacciones observadas en el enfermo. Turban, Renon P e t r u s c h k y y la mayor parte de los modernos clínicos preconizan el discreto criterio' de las dosis moderadas, con evitación de toda reacción intensa, aconsejando

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MI:DIGA

dosis iniciales que varían entre una d:ezrnilé- desde la primera inyección; es decir, cuando toda reacción violenta en los individuos excesise abandona. Porque entonces es preciso dis- vamente sensibles á la tuberculina, puesto que sima á dos centésimas de miligramo. comenzamos por dosis t a n e x t r e m a d a m e n t e E n la de Kocii y en la de L a n d m a n n se ve minuir la dosis, y al descender con la pretensión de volver á utilizarla de nuevo, nos, vemos pequeñas que alejan este peligro. Y así, cuanque sólo el capricho y ningún otro fundamendo la re,acción aparece es siempre la mínima. to de real base clínica justifica que la progre- obligados á una operación de tanteo clínico que No las tendremos tampoco más t a r d e , puesto sión de las dosis sea la mejor, pudiendo' esta- bordea el límite de tolerancia del enfermo sin blecerse con idéntico criterio la de 1—2,5— llegar á perturbar hondamente su organismo. . que nuestro procedimiento no es nunca siste4—7—9, por ejemplo. L a de Sahli sólo demues- En este caso habremos acertado por casuali- mático, y estamos en todo momento dispuestos á abandonar la pauta que sigamos. Y en los t r a la preocupación de mantenerse infinitamen- dad. E n la mayor parte aplicaremos la tubercasos en que las reacc ones no se producen ó se te alejado del límite de tolerancia, y responde culina ciegamente, aunque tengamos la tranproducen débilmente nos permite llegar muá su criterio de la inmunidad que puede ad- quilidad de hacerlo con mucho método. cho antes á alcanzar la dosis máxima- indiviquirirse con l.,i tuberculjna. A mi juicio, la reacción febril es la manidual para„ la tuberculina, con gran ventaja para L a del doctor Verdes Montenegro t r a t a de festación clínica evidente de que la reacción orla salud del enfermo. buscar el coeficiente de inmunidad por debajo gánica contra la infección se ha j)roducido. Sin embargo, os preciso no olvidar, que esta reacRamón Villegas. del límite de tolerancia t a m b i é n ; pero pretenProfesor del Real Dispensario antituberculoso de, dar á las reacciones íntimas inmunizantes ción resulta ui; positivo pel'gro cuando es exade María Cristina. un determinismo algebraico que dista mucho gerada. Así, pues, si queremos aplicar la tuberculina eficazmente y evitar estos riesgos, de ser clínico y complica la técnica de un modebemos mantenernos igualmente distanciados do inútil. P o r lo d e m á s , y en todo caso, su p a u t a par- tanto de las dosis in.sufioientes como de las doHPÜNTES D E L NiaTURAL te de un punto arbitrario, la dosis inicial, que es sis exageradas. O sea, para hablar en términos la misma para todos los enfermos, y por con- concretos: aj licar la tuberculina como suele secuencia todas las demás dosis tienen que re- hacerse siguiendo el criterio único de no provocar elevación de la temperatura nos pone sultar proporcionalmente arbitrarias también, ciertamente al abr'go de todo desagradable act a n t o ó m á s que la de Kooh ó Landmann, á pecidente; pero de una manera análoga á la del sar de la aparente rigurosidad de la ecuación soldado que jí más se aventura á salir de las Médico de sociedad. ' algebraica que las determ-na. Y otro t a n t o puetrincheras, que si tiene pocas probabilidades de de decirse del doctor Royo Villanova, si bien Y Prudencito se preguntaba á cada momenser herido, lO las encuentra nunca de resultar ésta, sobre parecemos arbitraria también, nos to : iPero señor, ¿ es posible esta explotación ? veacedor; aplicar la tuberulina por el proceparece peligrosa para ser recomendada. ¿ E s posible que consintamos que por unas pedimiento de la despreocupación y de las dosis La crítica precedente nos demuestra que no setas al mes nos obliguen á subir mil escaledesproporcionadas, es eregir en sistema el abes problema sencillo determinar u n a p a u t a raras, tener dos. horas d e consulta en casa y surdo de querer regular las reacciones orgánizonable de acuerdo 3on el actual criterio de la aguantar un presidente zafio que nos m a n d a cas provocando otras nuevas más irregulares. ciencia y con las observaciones diarias de la con el mismo despotismo que Napoleón á sus E l criterio que debe regir n u e s t r a intervención clínica. Y es porque si en alguna ocasión resoldados ? No es exageración, no. Ayer mismo es, pues, tanto de resolución como de prudensulta verdadero el aforismo de que no hay enal llegar á casa encontré un «idease» presidencia. Ni demasiado tímidos,, ni excesivamente fermedades, sino enfermos, en ninguna lo es cial : «-Al recibo de ésta preséntese usted inmeaudaces; he aquí los fundamentos en que se tanto como refiriéndose á la tuberoulos's, don diatamente. » Y me fui á una portería de la cabasa nuestro método. ,N¡ una línea más de lo de cada individuo reacciona de una manera dislle del Amparo. Dije m u y h u m i l d e m e n t e : ' que sea necesario, ni un punto raenofí de lo que tinta, y es extraordinariamente varia la gama —¿ Se puede p a s a r ? • resulte indispensable. de las distintas sensibilidades. Así, pues, pueL a familia porteril y presidencial estaba cede bien decirse que no cabe sino establecer Nosotros aconsejamos proceder de la siguiennando judías. Me deiScubrí; el presidente tenía una pa-uta distinta para cada enfermo. Esto te manera : Elegida la tuberculina que parezla boca llena do u n a enorme cucharada, y al puede parecer excesivamente complicado á sun- ca más indicada en el caso especial que nos prodarme, las buenas noches me salpicó de aceite ple. v i s t a ; pero ya veremos cómo en la práctica ponemos t r a t a r , comenzaremos inyectando una la cara. Di la m a n o á la presidenta, que antefe puede abordarse con éxito s.emejante empeño. dosis que seguramente no produzca reacción ; de dármela Sie limpió la boca con el dorso de la misma. Nadie se levai.T.tó ni me ofrecieron De suponer con la mayor parte de los clíni- por ejemplo, una décima de jeringuilla de la soluo ón n ú m . 5 de la T. O. A.—de la solución una silla. cos modernos que el poder inmunizante de la tuberculina está en relación con su toxicidad número 6 si emipleamos la A. T. ó la E . B . de — H a y una, queja m u y grave de ust«d. Acaespecífica, se deduce que para conseguir el má- K-och—, y sucesivamente duplicaremos la do- ban de darla por escrito,. No tengo m á s remedió ximo efecto útil hemos de procurar alcanzar sis h a s t a encontrar una reacción pequeña. En(pie tramitarla. Yo, comoi J u a n Pérez, m,e tielos límites inferiores de esta toxicidad sin lle- tonces adoptaremos el proceder de L a n d m a n n , nen siempro á sus órdenes ; como presidente, gar á rebasarlos, pero sin descender de él mien- estableciendo un a u m e n t o de una mitad sobre me debo' á mis electores. H a b r á que formarle la, dosis anterior. Si las reacciones febriles pertras dure el tratamiento. á usted expediente. —Pei-o como' ,sois ustedes—dice la presidenP o n d r e m o s im ejemplo para aclarar el con- s'sten, sin ^er nunca superiores á 37,5° y no ta—, No cumplen nada. A éste le llenan la cacepto. Imaginemos que estamos tratajido u n dura,ndo más de veinticuatro horas, nos mantendremos en esta pauta sin otra precaución beza de quejas. Yo, .ya le digo tiene.s pacienenfermo poco sensible; es decir, que reacciona que la de espaciar más las inyecciones, no a,plicia; si fuera yo, de patitas en la calle todos. tórpidamente á la tuberculina, y que, por lo cándolas sino cada sois días—en la« condicio- P u e s , v a y a ; si lo que sobran son médicos. Aquí t a n t o , n o manifiesta fiebre, y como consecuennes normales pueden apl'carse cada tres ó cua- está el señorito del segundo deseando e n t r a r en c a , ó lo que es m u y probable, su organismo la Sociedad. ¡ tampoco es capaz de reaccionar suficientemen- tro—, y así continuaremos hasta que desapa—iPero venga, esa queja; á ver... te en sentido curativo, utilizamos u n a pauta rezcan las reacciones ó aparezca alguna dema—Calle del Gobernador, 17; desde ayer sin cualquiera, la del doctor Verdes, para refe- siado violenta,. E n el primer caso debemos establecer una nueva pauta, en la que el aumenasistencia; un niñoi que está agonizando esta rirnos á una sola, y empezamos aplicando una to sobre la dosis anterior sea de 2/3, y si aun tarde. ' centésima de miligramo d é l a T. O,. A . de así no se observara moderado aumento de la —,; Cómo; se ha m u e r t o ? Ayer le di ,yo el Koch. Si el individuo no reacciona á esta pritem¡peratjura, duplicar nuevamente las dosiis alta de un sarampión, y quedaba jugando. mera inyección no reaccionará ya á las siguienhasta producirla. Si, por el contrar'o, las reac— E s o es, jugando, sí; pero se tragó u n de-, tes, puesto que las demás dosis son proporciociones son demasiado vivas, estableceremos dal y tuvieron que lleva,iio á la Casa de Soconales y el organismo se defiende de la tubercuuna pauta de progresión más suave, aumen- rro*. ¿ TíC parece á usted bien ? lina inmunizándose contra ella; en decir, que tando la dosis solamente en 1/3, ó aun menos — H a b e r m e avisado. vendrá á ser neutralizada inmediatamente, sin si fuera necesario. De tal manera que no pa—IJOS socios, no están |")ará. avisar al médico que llegue nunca á despertar el sentido reacrezca sino que buscamos la reacción cuando cional especifico contra la enfermedad, único óstíi no aparece, y que huímos de ella en segui- a todas horas. .El chico estaba en asistencia, y su obligación de usted era visitarlo. proceso curativo. da que se presenta. No aconsejo repet'r las —Si con un hijo mío pasa e.so, recontra— P e r o supongamos el caso contrario:_ el en- dosis ni espaciarlas demasiado ; ambos proctdice la presidenta amenazándome con el cufermo reacciona desde la primera dosis, ó á diinientos provocan reacciones de hipersensibila quinta, ó á la s e x t a ; tendremos: que aban- lidad que perturban notablemente el trata- chillo—, lo esgarro á u s t e d ; vaya sí lo esgarro. —Ya digeron en la Casa de Sacorro que esas' donar la pauta, inmediatamente, rebajando la miento. L a dos's final no debe ser nunca infeeran cosas de los médicos de Sociedad, que, dosis de u n modo arb'trario. P o r eso esta paurior á 1 c. o. de taberculina pura. t»odos eran unos sinvergüenzas y unos faltones;; t a no es aplicable con éxito más que en los caCon esta técnica nos ponenjos al abrigo de sos en que reacciona febrilmente el .enfermo

Prudencito Fernández

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Y ¿ qué les' parece á ustedes ? E l señorito del segundo deseando ser médico de Sociedad y buscando las simpatías de la presidenta; los compañei'06 desacreditándonas con la esperanza de hallar un hueco; así ellos se envalentonan y nos tniítan..., pues- nada más que como merecemos,. Pero Frudencito, iluso siempre, revolvió, movió y consiguió, en unión de otros dos, convocar" á mía magna reunión dé médicos para resolver de una vez el problema de las Sociedades benéficas. —Quizá sea un fracaso—le dijerim. ,—¿Cómo?—replicó .l'rudencito—. No estamos convencidos que esas mal llamadas Sociedades benéficas son una explotación infamo, que á cuenta nuestra se hacen ricos sus propietarios, que liav dueño de ese igualatorio que ñeva coche y tiene casa propia y gasta y triunfa ; que están en estos igualatorios gontie que puede muy bien pagar la visita ; que la clase pobre es mal servida por ellos. Yo oigo en todas partes chillar: —j Pero 3 iruoción de aparatos de funcionamiento t a n delicado exige, como e s de suponer, u n a atención y cuidado especiales. Los montantes metálicos que constituyen el armazón se trabajan según la® medidas que suministra el miembro análogo que haya quedado sano, y (Fots. J. Boyer.J la envoltura de cuero del armazón se ajusta á la forma que se t o m a en un molde. Cuando están m o n t a d a s y articuladas bien isus diferentes partes, se les adaptan las piezas d e cuero que dibujan la forma total. Un escultor se encarga de conati-uir las manos y los pies, que imitan liasta en pequeños pormenores á los naturales. E n medio de los horrores de la guerra actual, sirve de relativo consuelo considerar cómo las naciones beligerantes procuran con t a n t a solicitud aliviar la desgracia de los enfermos, heridos é inválidos.

CORRÍ

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HMCOICO^

Acaba de salir á luz el «Anuario C.uriel», m é dico-farmacéutico para 1915.—Este tomo, de 850 páginas, t a m a ñ o 17 por 24, contiene los nombres y direcciones de todos los médicos y farmacéuticos de E s p a ñ a , así como los dentistas y comadronas d e las principales poblacionesi y balnearios de España.—Precio, 3 pesetas. Administración: Aragón, 228. Barcelona. OPOSICIONES A MÉDICOS de Sanidad Militar, próximas. Contestaciones programa por distinguidos médicos del Cuerpo, 60 pesetas. Pedidos al doctor de «El Guía del Opositor», Acuerdo, 3, Madrid.

Acolchado de piezas para los heridos de las piernas ó de la pelvis. (Fots.J. Boyer.J

H a n terminado las oposiciones de las plazas de inspectores provinciales de Sanidad, habiendo sido propuestos para cubrir las vacantes los

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Eadium, y obrando con ellos oonrio si fuera un bisturí inteligente, que penetrando en el organismo! destruye únicamente los tejidos normales ó patológicos que convengan, la acción terapéutica de estos agentes se multiplica y cioramoB con más facilidad las 3nferniiodades citadas, dominando frecuentem«nte afecciones cancerosas aunque estén situadas profunda y extensamente en la matriz y sus anejos, estómago, pechO', garganta, recto, próstata., etc. El procedimiento es admirable en sus resultiados, si no es aplicado demasiado tarde. Todo el que le utilice I . • nientemente puede estar satisfecho de II- guir curaciones que parecen milagro1 Oonviene hacer constar que lo que oa-

Tren- hospital alemán «Victoria Luisa»: Sala de espera de los enfermos. doctores siguientes: 1.°, don Julián Van Baumberghen; 2.°, D. César Sebastián González; 3.°, D. Enrique Bardaj í ; 4.°, D. Julio Alonso Marcos ; 6.°, D. Eafael Fernández y F e r n á n d e z ; 6.°, D. Gabriel Ferret Obrador; 7.°, D. Vicente Rasueros ; 8.°, D. Pedro Blanco Gi-ande, y 9.°, D. Celestino Sol Marcos. Reciban todos ellos nuestro parabién.

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Tren-alemán «Victoria Luisa»: La cocina modelo. (Fots. Sennecke.) H a fallecido la virtuosa señora doña Ana Ochando y Serrano, espesa de] raiteriza este tratamient.o es a rapidez y sereputado Dr. D. Rodolfo del Castillo y Ruiz. guridad de acción sin causar sufrimientos. El Aun cuando para dolores como el que sufre bienestar que expeiimenta esta última clase de tan querido amigo no hay lenitivo posible, sír- enfe.rmos es tan considerable, sólo' en las privale d e consuelo saber cuan de veras participan meras aplicaciones, que algunos conoilian el de su pena todos cuantos se honran con su sueño durante ella. Sensible e.s que haya avm amistad. m.édicos que ignoren los beneficios que pueden proporcionar estos medios de curación. Apli.-:;Gomisión 5.* Beneficencia.—Nombrar médi- cicnes en el Institut.f) Radiumterápioo de -Macos gratificados del Cuerpo facultativo de la Be- drid, paseo de Recoletos, 31. neficencia municipal _ con 750 pesetas anuales, á los médicos supernumerarios D. Francisco Díaz La Ijiga de Amigos de Santiago. a,nuncia un Leyda, D. J u a n Martín Zaldos, D. Segundo Lo- concLU'so. de Educación é Higiene con el patrorenzo Guerra., D. Ángel Enciso Arilla, D. Ber- cinio y cooperación de la J u n t a local de pronardino L a ú d e t e Villa, I). Alfonso Fernández tección á la infancia y cuyes premios se entreCampoamor, D. J u a n Pedro Sánchez Merino y garán en aot.o solemne, que se celebrará en el D. Domingo Peiró Pallares. próxima mes de Julio, bajo la presidencia del Conceder un año de excedencia al médico limo Sr. D. Patricio Borobio Díaz, distinguido tercero del Cuerpo^ facultativo de la Beneficen- Ihjo de estia ciudad y catedrático de la Univercia municipal D . R a m ó n Ramos Herrera, con sidad de Zara:goza. sujeción á las disposiciones reglamentarias viBase p r i m e r a . - - P r e m i o de 150 pesetas y digentes. ploma de ho.nor al autor d.e una «Cartilla de Conceder á D. Benito Alfredo Alons-o el rein- preceptos higiénicos y de urbanidad y modo fágreso que tiene solicitado en el Cuerpo de la cil de hacerlos efectivos en armonía con las nueBeneficencia municipal, en la vacaiute de mé- vas orientaciones educativas de la escuela pridico tercero, dotada con 2.000 pesetas anuales, maria». que existe por excedencia de D. Ramón Ramos Premio de 15G pesetas y diploma de honor al Herrera. autor de una «Cartilla, de preceptos, higiénicos que deben regular la alimentación del niño duRAYOS X Y R A D I U M E N M E D I C I N A rante el primer arlo de su vida y enumeración H a s t a ahora podíamos curar afecciones can- de los perjuicios que pueden derivarse caso de cerosas ó luposas por medio del radium, sieni- no ser observados aquéllos». prs que ocupasen pequeñas superficies de la Los traba.jos serán originales ó inéditos, se piel, y tratábamos con ventaja á los demás re presentarán mecanografiados, y su redacción y cursos terapéut'cos, el bocio exofi;álmico, cica- desenvolvimiento se acomodarán á la finalidad trices defoi'mes, neuralgias, parálisis, anemias, práctica de su vulgarización. leucemias I graves afecciones de la piel ó cuero Cada trabajo tendrá un lema, igual al que se cabelludo, úlceras tuberculosas, escrofulosas ó oste-ntará en un sobre que habrá de contener la varicosas. E n la actualidad, empleando asocia firma y las señas domiciliarias del autor. dos los rayos X y ©1 Radium, variando los méLos trabajos, se dirigirán al presidente de la todos; d» aplicación, según los casos, seleccio- Liga de Amigos de Santiago, Preguntoiro, 85, nando, dosificando y filtrando los rayos X 3- del antci de las doce del día 20 del próximo mes

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de Junio. El recibo de los trabajos y el fallo del J u r a d o se darán á conocer por medio de la Prensa periódica. Base segunda.—250 pesetas y diplomas de honor que se distribuirán entre los encargados de las escuelas públicas de Santiago que más se liayan distinguido por su celo y competencia en el desempeño de sus deberes profesionales. L a adjudicación de estos premios se hará á medio de propuesta que formulará la Comisión municipal de Instrucción pública de Santiago. Base tercera.—250 pesetas, distribuidas en cinco premios para madres poibres, viudas ó casadas, que teniendo cinco ó más hijos acrediten mayor afán por la instrucción y educación de éstos. L a concesión de estosi premios se hará previa solicitud que se dirigirá al presidente de la Liga de Amigos dentro de los quince primeros días del próximo rQ.es de Junio. B a s e cuai'ta.—600 peisietas, que como premios de aplicación se impondrán ©n libretas del Instituto Nacional de Previsión á nombre de los alumnos de las Escuelas nacionales y municipales de Santiago, que á juicio de los respectivos maestros, sean dignos de recompensa. Base quinta.—100 pesetas, donativo d© la señora doña C. N . F . , que se distribuirán en premios á los alumnos internos del Colegio d© sordo-nmdos y ciegos de Sa,ntiago, que á juicio de sus profesoreís, se hayan distinguido por su aseo y buen cíomportamiento. B a s e sexta.—400 pesetas, distribuidas, en premios de 20 pesetas., á las madres pobres, viuda» ó casadas, de ejemplar conducta moral, que sepan cuidar y vestir más higiénicamente á sus hijos d e pecho. Para optar á estos premios será preciso que las solicitudes concurran á efectuar las indicadas labores ante un Jurado, que se reunirá durante los días y en los locales que oportunamente, se darán á conocer. Base séptima.—80 premios, consistentes en completos neceseres de aseo, se distribuirán entre aquellos a'unirjos de las escuelas nacionales y munic'pales de Santiago que demuestren más cuidado y perfección e n el aseo pei-sonal. E s t o s premios se adjudicarán mediante prueba que habrá de presenciar un Jurado, en los locales y días que se darán á conocer o-portunamenté. Condición general.—Si no hubiere solicitantes á los premios anunciados en cualquiera de los grupos establecidos ó si no se estimara justo concederlos á quienes lo pidan, las cantidades destinadas á grupo desierto podrán ser aplicadas en la forma que se considere más equitativa . Santiago, 17 de Marzo de 1915,—El presidente, Máximo de la Eiva.—El secretario, Augusto Bacariza. E n otro lugar de este número verán nuestros lectores el Reglamento organizando la inspección médico-escolar. La decepción que va á producir entre nuestros compañeros es enorme. Desde luegO' se alcanza que es un Cuerpo que si no nace muerto presenta muy pocos caracteres de viabilidad. Todos son cargos, puestos, organismos, J u n t a s , etc. ; pero el dinero para sostenerlos, los^ emolumentos para este personal, etc., no parecen por parte alguna, tapándose todo con la consabida frase de que cuando en presupuestoH se consigne la cantidad necesaria, etc. Sin tiempo ahora para hacer una crítica detallada de la disposición ministerial, prometemos realizarla, y entre t a n t o invitamos á, todos nuestros compañeros que quieran emitir su opinión que desde luego encontrará f:abida en nuestras columnas.

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El empirismo en Medicina. E n mi artículo anterior decía que el día que tuviese ganas, tiempo y lugar m e ocuparía del empirismo malo, del empirismo no científico, de esa llaga que nos corroe y que abunda tanto entre nosotros los médicos; de esa gente, que por donde' quiera que va hace rnás daño que la hiedra al árbol y la langosta á los campos. Y he aquí llegado el momento en que las ganas no me faltan, el tiempo me sobra y el lugar me es brindado por el amigo Eleizegui. En este artículo, y no obstante mi deseo en lo contrario, m e veo obligado á hacer un poco de historia, porque s n ella ni podríamos saber cómo empezó el empirismo ni darnos cuenta, de las vicisitudes por que pasó. Ijas enfermedades son obras de nosotros mismos, no de la Providencia, Primeramente se creyó eran mandadas por los dioses enfurecidos, é instintivamente se recurrió á los rezos para enternecerlos y obtener d e ellos la curación. Y he aquí dónde comienza el empirismo sacerdotal, teocrático, beiírgioo, llevado en Egipto h a s t a el extremo de isomoter á los enfermos á planes recogidos en los libros de H e r m é s , sin preocuparse de los resultados que los tales planes pudieran acarrear. Su aplicación era inflexible; las fórmulas de lo más extravagantes y complicadas que uno pueda figurarse. Entre los griegos la Medicina fué ejercida primero por los dioses y semidioses Apolo, Hércules y Orfeo ; más tarde por los héroes Aquiles y Petrolo. que guardaban las recetas de Ghiron. Esculapio era, según la historia, un resuoitador de muertos. Plut¿n, viendo que Esculapio desacreditaba con sus hazañas los negocios módicos, se dirigió á Júpiter, y éstet hace c|ue desaparezca Esculapio. Apolo, en reciprocidad, m a t a á los Cíclopes, que eran los que fraguaban los rayos divinos de Júpiter. E s t e , por castigar á Apolo decide que la Medicina no sea más un sacerdocio, sino un arte, un oficio, un trabajo ejercido por dinero. De aquí el origen de los honorarios. TJOS partidarios, amigos y discípulos de Esculapio, en señal de reconocimiento le hacen levantar un templo en Epidauro, donde loe curas módicos escriben en las columnas las fórmulas empíricas que el maestro les dejara. Así ocuixieron las cosas hasta la aparic'ón de Hipócrates. En Boma, era médico todo el que quería. Catón el viejo era médico. Los esclavos, libertados, y la gente de peor ralea s& dedicaban al ejercicio de la Medicina. Nadie les decía nada. Al comenzar la E r a cristiana aparecen los l)uenos días de los brujos, hechiceros, magos y astrólogos. No obstante las condenaciones repetidas de la iglesia., aquellos que practican esas (úencias repululan siempre, porque la mayoría los reclama y tiene fe en ellos. Loa hombres siempre y en todas las épocas, son log m i s m o s ; les gusta que los engañen, se habitúan á ello y hasta lo echan de menos. JJOS medicamentos tienen más importancia cuando son secretos que cuando son conocidos. Hay uJia porción de medicamentos que pierden su valor á medida que se les conoce. L a mayoi'ía de los empíricos se apoyan en teorías módicas. El anuncio de los farmacéuticos—nuestros más grandes enemigos—ejerce una influencia considerable sobre las personas inteligentes, mucho más sobre las ignorantes. De diez mil almas que pasan al día por la Puerta del Sol, tengo la certeza que sólo cuatro ó cinco son seres inteligentes. Los sabios—

11 los que tal se creen ellos—se consideran capaces para hablar y entender de todas las cuestiones módicas; los módicos, por regla general, son m á s modestos y no tienen la pretensión de saber grandes cosas de matemáticas ni de mecánica. Verdad es que la sabiduría está en razón inversa del número de conocimientos. Los enciclopédicos, sin excepción de uno, no saben bien y á fondo, ni tan sólo de u n a sola cosa. ¡Gran cosa los enciclopedistas, para alucinar tontos r Los conocimientos, las ideas, las personas, todo, necesita p a r a ser profundo y para lograr éxito, perdurar en la misma dirección. ¡ Infelices de los que nacieron para veleta ! El éxito de los charlatanes y de los empíri-

cos se basa en la ignorancia que tenemos los médicos de los fenómenos, naturales de las enfermedades. La gran dificultad y la más importante de todas, es el conocer la marcha n a t u r a l de las enfermedades. El sarampionoso, el escarlatinoso, el tífico, etc., que ctu-an con remedios homeopáticos, ¿ no nos demuestran que curan solos ? /, No quiere esto decir que hay^ enfermos que curan mejor' y m á s pronto á medida que se interviene menos ? Ijas looionosi y pomadas para hacer que nazca el pelo no han hecho nacer ni uno solo; los m á s calvos, después de haberlas ensayado mucho tiempo no tienen ni un pelo más que cuan-

G E N T E C O N O C I D A . POR A L F O N S O

No dudaréis de la ciencia del Dr. Fernández Sanz, ved sino, la prominencia que le hace en el frontal.

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do empezaron á usarlas, e n cambio, y por compensación, tienen algunos menos. L a s lociones y pomadas para hacer salir el pelo no sirven para n a d a ; los pelos que salen, salen porque sí. Que n o se extrañe ningún compañero especialista de osto que acabo de decir; en virtud d e la índole de: este artículo afirmo, aunque no m e sería difícil demostrar. Cosa triste es decirlo, pero es verdad; los enfermos quieren que se les e n g a ñ e n ; lo quieren. Pocos, partidarios tienen los que curan sin remedios. Impacientes por curarse quieren se les m a n d e algo. Al módico le corresponde resistir y engañar la impaciencia del cliente^ Los enfermos prefieren los remedios secretos á los preparados obstensiblemente en las farmacias. L a rareza, la extravagancia del remedio, es u n poderoso atractivo. L a superchería enriquece á gran número de compañeros. Se cuenta de un curador de cataratas que pedia 300 pesetas á los enfermos por hacerles v e r : dilataba la pupila con atropina y los hacía leer contra la luz el m i s m o periódico que el día anterior y en plena luz no habían podido. L a homeopatía es otra rama del empirismo. Ciertos homeópatas pretenden que sus dosis obran sobre el hombre enfermo, nunca sobre el sano. ¿ Cuántos módicos alópatas no obtienen también efectos positivos sobre ciertas mujeres administrándoles cualquier cosa—agua, por ejemplo—; pero haciéndolo solemnemente? Cuantos ejemplos no podría yo citar de médicos eminentes y que viven que se sirven de este medio p a r a hacer curaciones maravillosas ? Los testigosi de curaciones empíricas, los testigos creyentes, los testigos complacientes, aquellos que lo h a n visto ó que creen haberlo visto, contribuyen n o poco á perpetuar el e m pirismo. Si los empíricos fuesen capaces de retener las enseñanzas de la experiencia, sería cosa de tener m u c h o cuidado con ellos; pero, desgraciad a m e n t e , no son más que teóricos peligrosos, teóricos, m á s peligrosos que los dogmáticos. Y diré por qué. Se reprocha ó afea á los dogmáticos s u inflexibilidad. E l dogmatismo! (conjunto de proposiciones que se tienen por principios innegables es una c'encia) es inflexible, y así debe ser hast a n u e v a orden. H a s t a tal punto es inñexible el dogmatismo, que dicen «que perezca el enfermo antes que perezca u n principio». Convengamos en que el dogmático hace mal en usar esa lógica y es© lenguaje; pero téngase en cuenta que lo hace en virtud de u n a consideración razonada: h a estudiado mucho tiemp o : es instruido, no tiene m u c h a experiencia, conforme; pero es instruido, es apto para juzgar, y en u n tiempo más ó menos largo este sistemático, este dogmático, se apercibirá que los hechos hablan m u y alto; poco á poco irá perdiendo la inflexibilidad de sus sistemas- y de sus doctrinas. No pasará m u c h o tiempo sin ser conducido adonde son conducidos) todos los dogmáticos al final de su carrera módica, á la Medicina de experiencia, á la verdadera Medicina empírica, á la Medicina experimental. E. de Oyarzábal. • iiB|> ^ ^ ~ ^ B ^

DEL

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P Í A

Los médicos y la barba. Yo estoy indignado. E n el banquete de Peña m e h e tirado una docena d e planchas seguidas, y francamente, yo, que m e precio de atentísi-

m o y correcto, me molestan las incorrecciones involuntarias. ¿Y sabéis quién de ellos tiene la culpa? P u e s la dichosa moda módica de rasurarse el rostro, que como especie de fiebre perniciosa a t a c a á la clase. Los hay radicales y los hay del centro. Unos meten la navaja, y allá va de un golpe toda la pilosería del rostro. Díganlo Recaséns, P e ñ a , Botín, Trigueros y otros más, que su tiempo necesitamos para irnos, acostumbrando á que ellos eran ellos, á pesar del «desfigure». Pero hay otros que se contentan con sacrificar la barba tan sólo, y por eso la otra noche m e costó trabajo conocer, y hasta pasaba de largo al lado de ellos, á tan buenos amigos como Molla, Márquez, García del Mazo, etcétera con su juvenil bigotito, en lugar de la amplia y sedosa barba de antaño. Y á mí no me la pegan, pues soy perro viejo en gajes de cabellera. Los cirujanos dicen que lo hacen por asegurar la asepsia de las intervenciones operatorias. No lo creáis. Lo hacen por coquetería, por hacer desaparecer esas hebras blancas denunciadoras de los años. Ahí tenéis, en cambio, como- no la sacrifican Deoref, ni Gimeno, ni Oyarzábal, porque aún la tienen en buen uso. ¡ N a t u r a l m e n t e ! Si fuera por asepsia, ¿ á qué se dejan algunos el bigot e ? Vaya, señores del rasuren. Muy bien lo que hacen, pues cada imo es dueño de lo que le cuelga ó estorba ; pero para evitar á los demás el disgusto de no reconocer á un amigo ó de no saludar á un compañero que se estima, cuando os sintáis demoledores avisarlo por medio de una tarjetita que diga : «Fulano de Tal participa á usted su efectuada depilación total ó parcial.» Y hasta se me ocurre que á la tarjeta acompañe un retrato de la nueva fisonomía como en los kilométricos. ¿ H a c e ? Todo menos dar pie á la descortesía. Dr. Cauterio.

el mismo ímpetu apasionado del primer día. E r a buena, era leal, y ni un m o m e n t o había dejado de t r a t a r á Alvaro con la m á s fina y ardiente solicitud. Y este recto y cabal cumplimiento de su misión d e mujer a m a n t e y honesta, era lo que más embrollaba sus continuas reflexiones. E r a joven y hermosa, era u n a compañera sin tacha, y, sin embargo, su majido se desviaba cada vez más de ella. ¿ E r a lógico esto ? ¿ E r a justa y correcta la actitud de Alvaro ? L a primera idea que cruzó por el cerebro do Blanca fué la de la infidelidad. Tanto la atorm e n t a b a esta sospecha que, sin poder reprimir u n súbito arrebato de celos y de cólera tse dirigió al despacho de su marido aprovechando una ausencia de él. Revolviendo papeles y registrándolo todo, encontró en el cajón d e una mesa u n a carta que le aclaró instantáneamente todo aquel misterio. ¿ U n a carta ? Sí una c a r t a ; pero no la que se figuraba Blanca. No era para ninguna otra mujer, no iba dirigida á la amante de una hora que usurpa á veces ;•para siempre log más sagrados y puros derechos. Aquella carta iba düñgida á un amigo de Alvaro, y en ella se lamentaba éste amargamente de un infortunio, y hacía confesión de su conducta. Había amado mucho á B l a n c a ; pero ella no supo ó no pudo darlo á él la felicidad. El matrimonio no era el ideal supremo de Alvaro; él hubiera querido u n hijo, y Blanca era estéril. i Un hijo! E l abatimiento m á s profundo se asomó al semblante de Blanca. ¿ Y c ó m o ? . . . ¡ Si no era posible, señor! j Dios había marcado sus entrañas, con el estigma de la esterilidad, y contra, los designios divinos nada pueden las fuerzas h u m a n a s . Su orgullo de mujer joven y bella quedó satisfecho; pero un a.bis)mo inmenso se acababa de abrir á sus pies. ¿ C ó m o llenar aquel abismo ? L a dicha haibía huido cruel y definitivamente de su hogar. Desde aquel instante no hubo para Blanca otra obsesión que la de la reconquista de Alvaro. ¡ U n milagro! ¡ Dios Santo, un milagro! El milagro n o se hizo, pero la a.stucia, la diabólica astucia femenina, le sugirió u n a idea salLos dos manantiales. vadora, Se jugaba la vida, po.rque la vida era ¿ U n c u e n t o ? N o ; u n a historia, u n a verda- para ella el amor de Alvaro, y estaba resuelta dera historia, lector. Acaso pudiera yo decirte á todo. los nombres de los protagonistas de ella; pero, Dispuesta para salir á la calle llamó á una tente pluma, que no quiere el narrador turbar sirviente y le ordenó que la acompañara. Iban la mansa placidez de u n hogar dichoso. á ir á casa de una comadrona amiga de BlanLos que me lean tendrán que conformars(í ca, y no había tiempo que perder. con estos dos únicos antecedentes : ella era una Cuando Alvaro llegó á su casa, ni siquiera mujer bellísima, y él era un abogado famoso; preguntó por su mujer. Su alejamiento le comá eJla la bautizaremos con el albo y dulce nom- placía y no podía ocultar s u deseo de que se bre de Blanca, y á él, le llamaremos familiar- prolongara indefinidamente. mente Alvaro. Blanca, mientras tanto, le estaba propoJóvenes y ricos ambos, fueron al tálamo nup- niendo a.udazmente s u proyecto á la comadrocial conducidos por u n a única ó imperiosa ne- na, que no dejó de asombrarse; pero que se cesidad: la de amarse con frenesí, intensamen- prestó en seguida á realizarlo. Se t r a t a b a de te, hasta el fin de sus días. J u n t ó sus destinos ir á u n a Casa de Maternidad y de conseguir á el amor, sin que otras pasiones menos puras y cualquier precio u n niño recién nacido. Las menos roimánticasi se mezclaran á la que ha fe- mujeres que dan á luz en esos piadosos Asilos cundado y fecundará e t e r n a m e n t e el mundo. carecen de recursos, j Blanca estaba decidida Pero á fuerza de repetirnos que la felicidad no á pagar á peso de oro el logro de aquel arriespuede ser eterna parece que he-mos llegado á gado deseo. Y lo consiguió. Se halló al niño, se convertir en ley lo que al principio tal vez no alivió la indigencia de la madre, á punto de serfuera más que u n a humorada de algún filósofo lo, y se dio comienzo á la más interesante y depesimista y mal humorado. liciosa comedia que haya podido imaginarse. Digo esto, porque Alvaro empezó á senBlanca se acostó en cuanto llegó á su casa. tir m u y pronto lo que podríamos llamar el Alvaro, sorprendido a n t e aquella repentina inhastío conyugal, y no tardó menos en olvidarse disposición ¿le su mujer, se acercó al lecho fríade los deberes contraídos bajo las bóvedas del mente. Blanca se quejaba de mareos, de náutemplo. Primero fué u n a frialdad brusca, in- seas, y había, perdido el apetitO'. L a servidumexplicable ; después u n desvío invencible que bre afirmaba que la señora sólo podía comer lo apartaba de su hogar, y por último, la hidi- cuando se le antojaba algo. ferenc'a absoluta, agresiva, humillante. L a t r a m p a estaba admirableniente puesta. Blanca continuaba amando á su marido con Y Alvaro acabó por caer .en ella. ¿Qué signi-

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ficaba aquello ? ¿ Qué tenía su mujer ? ¿ Sería verdad ? L o s síntomas eran inconfundibles. ¿ Querría Dios bendecir su tálamo deisierto con aquel don tan largamente deseado y nunca conseguido ? Siempre lejos de Blanca no había tenido tiempo de fijarse en ella hasta entonces. Alvaro estaba inquieto, nervioso, y las alas de la dicha rozaron con suavidad su frente.. L a diabólica farsa duró varios días. Y Blanca no se olvidaba de ningún detalle, abultando cuidadosamente s u cuerpo y contando siempre con la complicidad de la comadrona. Precisamente fué la comadrona la que le dio la noticia á Alvaro. E r a u n embarazo, no cabía d u d a ; un embarazo que se había manifestado anormalmente, casi al mismo tiempo de dar su precioso frut o ; pero que no era posible negsurlo. L a alegría, de Alvaro se desbordó como un raudal impetuoso'. Quería acercarse á Blanca, verla, llenar su boca de besos; pero Blanca, hábil y astuta, se resistía á acceder á aquel deseo, porque, según decía, no estaba dispuesta á perdonar al hombre que se ha.bía olvidado de sus deb.e.res en brazos de otra mujer. Y por fin llegó el fausto día, el día de la ffelicidad de Alvaro y del triunfo d e Blanca. Alvaro había ido á sus quehaceres. Sigilosamente llegó ki comadrona con el niño oculto en su regazo, y lo dejó en el lecho de Blanca. Inmediatamente empezaron losi preparativos y las la.bores propias de las circunstancias. Al regresar Alvaro de la calle, B l a n c a estaba muy a.batida, y la comadrona saludaba con estridentes voces, de júbilo al recién nacido. La comedia había llegado y a á su desenlace, y Alvaro estaba á punto de volverse loco. Aquel hijo del azar fué el vínculo que unió para siempre dos vidas y dos corazones. ¿ Inverosímil ? L o único que yo puedo decirte, lector, es que la historia es verdadera, á ti, como á mí, te parecerá asombrosa y sobren a t u r a l ; pero los personajes que te he presentado deprisa y corriendo existen. Acaso la brevedad que imponen los. angostos límites de un cuento y la rapidez con que lo he escrito hayan menoscabado el contenido de esta extraoirdinaría narración. U n a historia como .esía merece un libro, y el autor lo escribirá algún día. Ahora dejemos á sus personajes en el edén de s u bienaventuranza. E l dolor se asoma t a m bién de vez en cuando á isu idílica y apacible mansión. A veces aparece en su umbral una figura melancólica y e n l u t a d a : la m a d r e verdadera corre furtivamente á dejar un beso en el rostro de su hijo; pero el secreto que enta-istece su alma no sale de ella. Día tras día, mana.n los dos eternos y divinos manantiales del alma femenina, capaz de todas las exoelsitudes, de todas las bondades, de todas la^ abnegaciones y de todos los sacrifici.os.Aquí tienes lector, dos figuras de mujer igualmente maravillosas, igualmente excepcionales. ¿ Quién no se arrodillaría ante la infinita dulzura de la una .y ante el sublime heroísm o de la otra ?

fatiga que, generalmente, producen acíos de esta índole. Deoref, que en su clínica hace á diario la tarea de enderezar espinazos torcidos, volver órganos

El Or. Oecraf. á su sitio y tornar en nuevos los miembros quebrados, tiene algo de «taumaturgo»», y por eso en la tarde del domingo realizó «el milagro» de hacer agradable y entretenida u n a solemnidad que con t a n t a frecuencia el dogma.t.is:mo y la vanidad hace monótona y pesada. La atmó.sfera de la Academia fué de aire libre y perfumado, porque Decref y Gómez Ocaña abrieron los ventanales de la m i s m a á la ciencia nueva y al Arte, que purifica y embalsama allí donde llega. El Dr. Decref escogió xm tem a ameno, lo desarrolló galanamente y habló por propia cuenta, y como en discursos académicos se va siempre al doctrinarismo, y no

Dr. J. de Eleizegui.

En honor del Dr. roña.

Humberto Eivas. —

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EN L.A REAL. DE M€OICINA

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¿ Cómo s e atreve á romper las cánones de nuest r a tradición?» Decref es aisí; .espíritu cultivado y carácter franco y abierto, donde se encuentra procura «estar él» y no convertirse en un re.flejis.mo del medio, procedimiento m á s cómodo, pero menos lucido. P o r eso al hablar esta tarde d e « L a s aptitudes del médico para apreciar el desdibujo anatómico» pensó por propia c u e n t a , diciéndonos cómo la alteración de la forma exterior del cuerpo h u m a n o fué un síntoma d e gran importancia siempre en la Medicina, máxime en la infantil, deduciéndose de ello que el médico debe des.arroIlar tales aptitudes, cultivándolas por la educación, pues hoy m á s q u e n u n c a tiene una aplicación interesantísima e n ese medio moderno diagnóstico de la radiograque Decref llama u n gran profesor d e Anatomía patológica, cuando se tienen condiciones para apreciar bien el dibujo y el deisdibujo. Y abierta la válvula de afición artística, y de la emotividad estética, Decref escribió^ unas páginas brillantes, que son sencillamente' t r a s u n t o de s u sentir al encomiar la necesidad, de esta educación estética, pues, como con feliz frase dijo un día el ilustre Amallo Gimeno,. «no es el Arte más que la manifestación externa de lo bello, cuyo hecho íntimo es la Ciencia». ( Y por feliz acuerdo fué el Dr. Gómez Ocaña el que llevó la voz de la Academia en la contestación, y como el sabio catedrático de San Carlos no sólo sabe Fisiología, sino «muchas cosas más», que le llevan, con justicia, á ser conceptuado cual una de las glorias d e nuestra profesión, dio u n a magnífica conferencia acerca de la forma como reveladora del carácter, buscando argumentos en las ciencias biológicas y en las obras pictóricas, reveladoras d e la verdad del axioma, para venir á deducir q u e e n t r e el hombre absolutamente s a n o y el enfermo de todo el ouetrpo s e d a n multitud de matices, desde el accidente pasajero h a s t a la dolencia confirmada, y e n la apreciación de sus diversos grados e n t r a t a n t o la ciencia del médico como la inspiración del artista. E s t a fué la sesión en la Eeal Academia de Medicina. ¿ Acertó el doctor Decref en la elección del t e m a ? Si el discurso de recepción habrá de consistir en un alegato d e ciencia ó en u n índice d e ajenos conocimientos, no. Si el trabajo reglamentario debe ser u n a apreciación personal, un juicio propio, u n a impresión subjetiva, si. Cada cual, pues, opine, como le plazca; pero el hecho es que los discursos fueron m u y aplaudidos., el público salió complacidoi y el auditorio ajeno á la profesión e n t e n dió, siquiera por esta vez, lo que un médico lea ha.blaba. F u é •una «causserie» académica; y perdón por la frase, pues -el uso h a hecho que dichas dos palabras riñan de versie juntas.

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L a hora y media que duró la recepción del Dr. Decref e n la Eeal de Medicina como académico de número se deslizó tan rápidamente' que nadie pudo notar el peso del tiempo ni la

El Or. Gómez Ocaña. es precisamente frecuente el buen decir, j más place el acarreo bibliográfico que la propia apreciación,- die aquí que algún viejo académico mirase con ojos d e asombro al neófito, penisaaid o : «Pero ¿ de qué nos habla este hombre ?

G a l a n t e m e n t e invitados por la Comisión organizadora, hemos asistido al banquete que los compañeros, amigos*", discípulos y olientes del Dr. D . Leonardo d e la P e ñ a le dedicaron con- motivo de su nombramiento de catedrático de Anatomía de la F a c u l t a d d e Medicina d e Madrid. Pronunciaron m u y elocuentes brindis los señores Alba, Bergamín, Eécasens, conde de E s t e b a n Collantes y Criado y Aguilar, recogiéndolos en sentidas frases el Dr. Peña, para agradecer el agasajo que se ló' dedicaba. ;

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fí5DE Un mal partido, Don Heliodoro García, médico de Malacarta, j su esposa dofia Marta y su sobrina Sofía; tres nenes de corta edad, . dos suegras y una cuñada... que i no le faltaba nada para su «felicidad» ! Miento, e s t a b a Sisebuto, que era del alcalde el nombre, superbruto como liombre y como alcalde más bruto, unos nueve concejales, u n síndico, un seciretarió... ¡ Válgame San Olegario, qué cuadrilla de animales. A Malacarta el destino lo llevó de titular y decidido á luchar en el áspero camino, de la vida y del deber, el pobre doctor García curaba á los que podía, que más, no se puede hacer. Ni u n a queja de su pecho se escapaba, y sonriente al saludar á la gente parecía satisfecho. P e r o allá en s u fuero interno, el módico titular, renegaba de su hogar que era su primer infierno. Del pueblo desesperado cuajado á solas se veía, el pobre doctor, decía: —Qué «mala carta» he jugado. Mezquina la dotación, retrasada la cobranza, perdida toda, esperanza de u n a mejor posición. Pasaron algunos años p a r a el pobre matrimonio, que estaba dado al demonio con propios y con extraños. No hay m a l que no tenga fin, ni bien que sea perdurable; todo en el m u n d o es mutable, que dijo San Agustín. Y Heliodoro y doña Marta trocaron su suerte fiera u n a hermosa primavera en la villa Malacarta, H u b o gripe, escarlatina y viruelas de las negras, se murieron lag dos suegras y falleció la sobrina. Y Sisebuto enviudó, y ya la pena pasada, halló bien á la cuñada de Heliodoro, j se casó. Pero aquellos concejales V el síndico y secretario... ¡Válgame San Olegario! seguían tan animales. Heliodoro y doña Marta V los nenes acordaron é hicieron lo que pensaron,

marcharse de Mala(;arta. Hoy e.u la corto, Heliodoro, pasa por lionibre de ciencia y clínico de experiencia. Está habiéndose de oro. Que según dijo im doctor, en los partidos rurales, malos son los concejales, pero un alcalde es peor. S. Olmedo y Estrada.

GRANADA.—-Giiejar Sierra y el agregado y el inmediato de Pinos Gen 1, con 2.000 pesetas anuales de dotación, con arreglo á la clasificación de partidos, médicos vigente, correspondiendo abonar á este de Giiejar Sierra 1.500 y las 500 restantes al de Pinos Gen^I, por asistencia á las familias pobres, más el igualado de las no pobres. Solicitudes hasta el 14 de Mayo. G U A D A L A J A R A . — C á n t a l o jas ; su dota,ción a n u a l es de 250 pesetas por la titular, pagadas por trimestres vencidos del presupuesto munic'pal, y 2.500 que la satisfará la J u n t a do asociados en igua^ forma, de las familias pudientes, sin descuento alguTio al profesor por la asistencia de las misuias, incluso' los partos. Además, disfrutará el profesor agrac'ado casahabitación y libro del impuesto de Consumos. Lugar de 634 habitantes, á 33 kilómetros de At-ienza, cabeza de partido, y 70 de la c a p i t a l ; la estación m á s próxima, Espinosa de Henares, á 45 kilómetros. Solicitudes al 16 de Mayo. LOGROÑO.—Orí/VyrAS-a, con su aldea de Peñaloscintos, que dista dos kilómetros, y barrio de Los Molinos, á uno, con la dotación anual de 750 pesetas, más 2.250 de familias pudientes, pagadas por meses vencidos, y casa-habitación. Villa de 1.100 habitantes, situada á 47 kilómetros de la capital, que es la estación más próxima. Solicitudes al 15 de Mayo. N A V A R R A . — L a s dos plazas de méd'co titular de Estella, dotadas con el sueldo anual de 1.398,50 pesetas cada una, por la asistencia á las familias que se hallan acogidas á la Beneficencia municipal. Cabeza de partido de 5.736 habitantes, á 41 kilómetros de la capital, y 34 de Lodosa, que es la e s t a c ó n más próxima. Solicitudes al 14 de Mayo. SALAMANCA.—Gajates, dotada con el sueldo anual de 750 pesetas, pagadas por cuartas partes y trimestres vencidos de fondos municipales, por la asistencia de 30 familias pobres, pobres transeúntes y enfermos y demás casos de ley, pudiendo contar además con las igualas de 150 á 160 vecinos. Lugar de 685 habitantes, á un kilómetro de Alba de Tormes, su cabeza de partido, que es la estación más próxima, y 38 de la capital. Solicitudes al 16 de Mayo. —Villar de la Ye QuUy dot^ada con el haber anual de 1.000 pesetas, producida por traslado del que la venía desempeñando, haciéndose constar que el que resulte agraciado puede contratar la asistencia de las familias pudientes de este pueblo y su asociado Serranillo, de dis-

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tancia dos kilómetros próximamente. Villa 729 habitantes, á 20 kilómetros de Ciudad Rodrigo, su cabeza de partido, y 80 de la c a p i t a l ; la estación .nás próxima, Espeja, á 16 kilómetros. Solicitudes al 12 de Mayo. SEGOVIA.—VaUelado y su anejo San Cristóbal de Cuéllar, constituyendo, por lo t a n t o , un solo partido, con el sueldo anual de 1.000 pesetas, que se satisfarán por trimestres vencidos de los feudos mun'cipales, por la asistencia de 50 familias pobres y casos de oficio. Dista el anejo dos kilómetros de este pueblo y tienen vecinos para contratar igualas ; este de Vallelado 200 y á Cristóbal 110 aproximadam e n t e , con los que los asji'rantes se entenaeráu, y la iguala que pagan hoy en ambos pueblos es la de 12,50 pesetas. Lugar de 935 habitantes, á nu-'.ve kilómetros de la cabeza de partido, que es Cuéllar, y 60 de la capital; la estación más próxima. Olmedo, á 25 kilómetros. Solicitudes al 16 de Mayo. TOLEDO.—Cahnñas de la Sagra, por renuncia- espontánea del que la desempeñaba se halla vacante la plaza de módico t ' t u l a r de esta villa, dotada con el sueldo anual de 2.500 pesetas, pagadas 750 por el Ayuntamiento, por la asistencia de familias pobres, y 1.750 por una J u n t a nombrada al efecto y por la asistencia de los demás vecinos, por trime'Stres vencidos. La poblac ón consta de 125 vecinos, es sana y abundante de los artículos de primera necesidad, tiene estación de la vía férrea de Madrid á Portugal, dista de Toledo 18 kilómetros y 15 de la cabeza de partido, por carretera, de Madrid á Toledo. Solicitudes al 10 de Miayo. ZARAGOZA.—L'iieda de Jalón, su dotación consiste en 750 pesetas, cobradas trimestralmente del impuesto del matadero, del presupuesto municipal, y 1.750 abonadas al fin de cada trimestre por una J u n t a de vecinos pudientes, mas los honorarios de partos y demás ajenos á la iguala, y que se calculan en u n a s 500 pesetas. Villa de 898 habitantes, con estación de ferrocarril, dista 17 kilómetros de Almunia de Doña Godina, su cabeza de partido, y 42 de la capital. Solic'tudes al 15 de Mayo.

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En el cuarto de guardia, -t\- un dentista que cobra cuatro pesos por una extraeo ón, se le presenta una señora que aparenta ser de buena posición social y económica para que se le haga la avulsión de un molar. Extraído éste, la señora deposita solamente dos pesos en mano.-; del profesional, el que, en seguida, y como al descuido, los deja caer al suelo, de donde los recogió, continuando luego como buscando algo más. La señora, que vio que ya el dentista tenía en la mano los dos duros, no pudo menos que preguntarle qué buscaba, y entonces el profeH'onal, con gran naturalidad, le contestó : —Señora, busco los otros dos pesos que faltan p a r a el completo de la extracción que usted me ha abonado. L a cliente comprendió lo delicado del procedimiento empleado por el dentista para decirle que cobraba cuatro pesos por extracción; pagó la diferencia con las excusas del caso, y •dejó al. profesional m u y satisfeho del éxito de su ingenioso sistema cobratorio.

F^Prnentos lácticos en polvo

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GftYOSO, Maaria.-GIlMiR; Valencia.

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OPERACIÚn DE UIERTHEIM Eli OTEHO GESTANTE La moderna terapéutica radioactiva, (jue ha venido á Henar de esperanzas el pronóstico de las neoplasias malignas, todavía sombrío á pesar de las audacias valientes del intervencionismo quirúrgico, es á veces de inadecuada aplicación, haciéndonos volver los ojos á aquellas operaciones que juzgábamos próximas á desaparecer. Nadie más entusiasta que nosotros, que presenciarnos de cerca los natabls

fermentos sanguíneos engendrados para luchar contra albúmina neoplásica, desdobla también m u y frecuentemente la p l a c e n t a ; quedaría, pues, sin resolver la.duda. No podemos sustraernos en nuestros diagnósticos á lo que se llama «impresión clínica», que en hombres experimentados tanta importancia tiene. Por ello el Dr, Recaséns, sin desconocer las posibles co'utingencias de error, diagnosticó «gestación en útero con neoplasia cervical». Si hubiéramos pensado- en mioma y neoplasia maligna de cuello, la necesidad d e intervenir no admite discusión. Si creemos en un embarazo e n útero epitelial, hemos de justipreciar la consideración que el feto nos merezca comparándolo con el valor de la vida de la madre, gravísimamente amenazada. De aquí que nos hagamos las siguientes p r e g u n t a s : 1."¿Cabe esperar para asegurar el diagnóstico á la aparición de signos ciertos fetales'? 2." Aun siendo cierto, desde el m o m e n t o de la observación, la existencia de un embarazo, ¿ debemos aguardar la viabilidad del feto para intervenir, ó, considerando ya definitivamente condenada á la m a d r e , procurar llegue á término su gestación? 3,* Considerando problemática la vida del feto, amenazada por las contingencias del estado particular de la madre, ¿debemos prescindir de aquél y comportarnos a n t e el conflicto como si se tratara úrdca y exclusivamente de una neoplasia maligna ? 4,* Puestos á intervenir, ¿nos decidiremos por los modernos procedimientos radioactivos, ó daremos preferencia á las clásicas intervenciones quirúrgicas ? Por los datos recogidos en la exploración, valorados por nosotros en el sentido dicho, por la conducta que creemos debe aplicarse, como detallaremos m á s adelante, excluímos la primera interrogación. Todos están conformes en admitir que la curabilidad del epitelioma depende de una intervención precoz, creyéndolo así teniendo adem á s en cuenta que el estado supuesto de gravidez, con su cortejo de hiperhemias ó hipermetriciones, a u m e n t a la actividad celular y da impulso' á todas las neoplasias, creemos sería imprudente condenar á la enferma á un retardo de mes y medio- ó dos meses, que si llevaría el feto á la viabilidad, seguramente había de hacer inoperable un proceso ya bastante extendido. Por lo dioho contestamos también á la segunda parte de la m i s m a pregunta, ya que si gravemente amenazada, no definitivamente perdida creemos á la enferma, t a n t o más poseyendo hoy preciosos medios concomitantes de tratamiento. Nuestras simpatías todas están en el crite-' fio que integra el contenido del tercer inteiTo-' gante. • L a s hemorragias continuadas han depaupe-. rado á la enferma notablemente (tengamos en cuenta que se. trataba de una mujer casi obes.á antes de su padecimiento); llegando á un grado tal, que Su coeficiente de hemoglobina es sólo de 60, Falta todavía .mucho tiempo para llegar á la madurez del feto y a u n á la viabilidad, retardada aquí ppr las m a l a s condiciones de nutrición, y creyendo, por otra parte, en el m o m e n t o presente hay, por la relativapoca extensión del proceso, algunas esperanzas de éxito, nos decidimos á intervenir, despreciando en absoluto la vida del feto. Declarados intervencionistas, podemos acoger los medios, radioactivos ó los quirúrgicos. Por los primeros lograríamos, sí, de un modo cierto la modificación del proceso epitelial;-, pero como todos los agentes radioacéivos t i e n e n '

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16 una acoión específica sobre los tejidos de nueva formación, t a n t o m á s cuanto mayor sea su actividad mitósica, y en esto han de fijarse los que equivocadamente hablan de acción electiva de radio y mesotorio sobre elementos epiteliales, ocurriría, si pusiésemos en juego la terapéutica radioactiva, de un modo' iseguro é indudable la muerte- del feto y su ulterior expulsión, contingencia que complicaría la marcha del proceso. Partidarios, pues, del método quirúrgico, no oreemos pertinente limitamos á u n simple legrado^ de vegetaciones neoplásicas, pues sin damos éste la más, ligera esperanza d e curación definitiva, nos aseguraría u n abort o ; y es que sabemos que si bien el útero gest a n t e tolera sin salir de su pasividad todas las maniobras que recaen sobre su zona corporal, no consiente agresividades en el cuello, reaccionando prontamente, ocasionándose la interrupción del embarazo. L o avanzado de la gestación ni siquiera hace pensar en intervenciones vaginales. Por otra parte, hablar hoy, para epiteliomas de cuello, de histerectomías vaginales, nos parece tan absurdo ó tan inocente, que no creemos haya nadie que sustente este criterio. Llegamos, pues, á aceptar para resolver nuestro problema el único camino que creemos puede conducimos al éxito: ©s la práctica de la operación de Wertheim Así se lo propone nuestro maestro, y conforme en ello' la enferma, ingresa en la clínica. A los pocos días de su estancia, es llamada urgentemente por su familia, que solicita vaya á encargarse de los cuidados de un hijo, enfermo de gravedad. Nada volvemos á saber de nuestra historiada hasta que, pasados catorce días, nos dicen h a n ingresado en una clínica obstétrica. ¿Qué ha ocurrido? Acaso por el ajetreo que acarreó los cuidados del enfermito', tuvo la paciente, á los doce días de estar en su domicilio, una -copiosísima hemorragia. U n médico fué Uamado urgentemente, y al encontrarse intensa metrorragia en mujer que es gestante, n o hace ni una somera exploración, y con el diagnóstico de placenta previa envía á la enferma al hospital. H e m o s querido relatar este incidente para hacer ver cómo prejuicios en nuestras observaciones y faltas de métodos de exploración pueden conducimos á groseros errores. Deshecha la equivocación de diagnóstico, reingresa la enferma en nuestra clínica, y desp u é s de tres ó cuatro días, que se emplean •en reanimarla con tratamiento tónico y abund a n t e s inyecciones de suero, se procede al acto quirúrgico'. Vamos á éste, como ya dijimos, prescindiendo del factor «vida del feto», anhelando sólo que el éxito nos traiga la esperanza •de supervivencia ó acaso tal vez de curación de la paciente. Con las medidas antisépticas d e rigor y bajo anestesia olorofórmioa, se procede primero á u n legrado y cauterización en la porción vaginal (con cauterios actuales, para substituir al cuchillete de Paquelin, que se ahoga en medio de la abundancia de fungosidades) de toda la zona aparentemente neoplásica. Pincelamiento de la vagina con tintura d e yodo y taponamiento con gasa empapada e n solución de nitrato de plata.

Abertura de cavidad abdominal, por incisión con el aspecto típico de la ' matriz g e s t a n t e ; infra-umbilioal, en la línea alba. E l útero aparece del volumen ya indicado, quedan, pues, comprobadas las suposiciones diagnósticas de nuestro maestro. Y ahora viene una modalidad nueva en la técnica operatoria, quizá llamada á tener, generalizándose á casos de otra índode, gran importancia. E l Dr. Piecaséns no pudo, exteriorizado el útero, sustraerse á la idea de que dentro de él palpitaba una vida, y con la repentización que siempre exigen las intervenciones operatorias, rápidamente procedió de este m o d o ; pinzamiento de los dos ligamentos infundibulo-pelvianos, de los redondos y de los ligamentos anchos; dos tijeretazos á los útero-sacros, con lo que el útero es ya fácilmente moviiizable. Colocación de dos pinzas de Wertheim, cogiendo collar vaginal, incindiéndose entre ambos eon el bisturí y retirando ya el útero' con su contenido. Un ayudante recoge aquél en una •(batea esterilizada, lo inoinde en pared anterior y extrae un feto masculino vivo, y que continuó viviendo durante dos horas, de 1.100 gramos de peso. Libres ya del útero, se continúa la operación desdoblando los ligamentos anchos, buscando en su cara interna los uréteres, que se aislan hasta su terminación en vejiga, liberándolos de la infiltración neoplásiea, extirpando' ampliaraente el tejido celular de los parametrios y los ganglios hipertrofiados que se hallaban á nivel de vasos ilíacos. E s t a y no otra os la operación de Wertheim, pues queremos hacer constar que se aplica por muchos injusta mente aquella denominación á simples histerectomías totales, en las que se colocan las pinzas acodadas de Wertheim. Se terminó el acto quirúrgico con una peritonización por el método de B u m m y una sutura de pared abdominal en tres planos. Ya hemos repetidamente dicho que, para nosotros, la vida del feto, en este caso particular, ningún valor tenía, y por creerlo así se decidió intervenir en una época en que aquél no podía ser viable. Por ello queda justificado el modo operatorio del Dr. Eecaséns, extirpando el útero sin extraer previamente su contenido vivo, pues no significando éste nada para nosotros, no era lógico exponer á la madre á los peligros que había de acarrear la abertura de un útero que, afecto de un proceso epitelial, tendría probablemente propagación endocavitarla, con la siembra d e sanies infecta, en serosa peritoneal. ¿Por qué abrimos la matriz extirpada y extrajimos el feto? La curiosidad científica, de una parte ; de otra, el ambiente de religio'sidad que en los hospitales domina, removiendo en nosotros ideas arraigadas, nos llevaron á aquel proceder. Antes hemos mencionado que tal vez, extendiéndose á casos de otra índole, tuviera el modo operatorio aquí empleaido gran trascendencia. E n el número 39 del año 1914 del Zentralblatt für Gyndkologie apareció im artículo del Dr. Eecaséns titulado «Die totale Gebarmutter abtragung alt E r s a t z für den Kaiserschnitt in Pallen von Infektion» (La histerecto-

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mía total corno substitución de la cesárea en casos de infección), en el cual, al hacer referencia al caso por nosotros relatado ahora, da

también cuenta de haber aplicado lo que no vacilamos en adjetivar «procedimiento Reoasóns» frente á una mujer grávida, á término, con estrechez pélvica, ruptura prematura de bolsa, infección amniótica, temperatura de 39° y feto vivo no encajado. U n niño de 3.100 gramos fué extraído en aparente estado de m u e r te, recobrándose pronto y viviendo luego en absoluta normalidad. Apoyándonos, pues, en todo lo expuesto, nosotros no vacilaremos en decir que en aquellos casos de útero grandemente infectado, con alarm a n t e cuadro sintomático y feto á término en que se hacía la clásica operación de Powo, es decir, la cesárea seguida de histerectomía total, será m á s sensato seguir el proceder en nuestro caso empleado. Abierto el vientre, con el útero' á la vista, bastan dos ó tres minutos—poseyendo una regular técnica operatoria—para pinzar todos los pedículos vasculares y separar el útero con su contenido fetal. Con ello, no abriendo cavidad uterina, no se derrama en peritoneo líquido amniótico infectado y los peligros de una peritonitis se disminuyen. Que es prudente y racional obrar así lo demuestran, de un lado, la supervivencia oomprO'badísima del feto en casos de m u e r t e de la madre durante el embarazo, y que se extiende á varios minutos, diez, quince, veinte, hasta treinta, y más según muchos. De otro lado, la historia de nuestro mismo hecho clínico y del relatado en su artículo del «Zentralblat» por el profesor Eecaséns nos autorizan á creerlo. Si un feto procedente de madre depauperada, y sólo de seis meses de edad, vive por espacio de doa horas, es lógico suponer que un feto á término de mujer sana, siguiendo el método señalado, puede continuar viviendo sin accidente achacable á la intervención. E s t a idea, debida á nuestro maestro, no ha sido todavía, que nosotros sepamos, secundada por ningún otro ginecólogo ; pero la abonan la sensatez y la rúbrica y el buen sentido. E l curso posterior de la operada fué excelente, y á los veinte días abandonaba la clínica en aparente perfecto estado de convalecencia. ¿Cuál sería su suerte ulterior? Sin querer involucrar la cuestión, sí debemos decir que el tratamiento complementario por rayos X, llegando á aquellos puntos quizá ya enfermos y que escaparon á los medios quirúrgicos, afianzan nuestras esperanzas. La enferma lleva varios meses 'de operada y nada hace temer por ahora una reproducción. Por m u y satisfechos nos daríamos si la exposición de nuestro caso clínico sirviera para que, llamando la atención de personas más competentes que nosotros, aportaran algunas orientaciones nuevas á problemas t a n importantes y que de tal modo afectan á la especialidad ginecológica. Dr. José Macau.

Dr. Vital Aza.

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