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AÑO
IX.
MADRID
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Necesidad de unificar la representación gráfica de los signos físicos pleuropulmonares Y bronquiales En aquellos centros de asistencia facultativa pública , como los Dispensarios antituberculosos u otros similares, donde el número de sujetos que diariamente solicita reconocimiento es crecidísimo, los distintos especialistas encargados de las consultas suelen registrar en los mismos libros las historias clínicas de los enfermos examinados, no siendo infrecuente observar que, cada profesional, a falta de norma obligatoria, anota los signos físicos percibidos en los tuberculosos pulmonares por él vistos, con arreglo a su p2rsonal costumbre de representación . Como consecuencia de tal proceder, las historias clínicas,laboriosamente acumuladas durante varios años, resultan en cierto modo inaprovechables, ya que al pretender fundamentar en ellas un trabajo sobre cualquier punto donde los signos físicos pulmonares, bronquiales y de la pleura, jueguen papel imporiante; la confusión a que conduce inevitablemente la mezcla de grafismos particulares malversa todo miento serio de estadística. No es, por lo tanto, preciso esforzarse en encarecer la conveniencia de unificar la notación gráfica, pues al traducir en el esquema torácico por idénticos signos los mismos fenómenos comprobados con los métodos de investigación actualmente conocidos, tendríase una imagen clara y elocuente del estado patológico de los pulmones,pleura y bronquios del enfermo, y cualquier profesional versado en la escritura adoptada, podría, a la vista de un esquema del tórax, en el cual estuvieran inscritos gráficamente los signos físicos apreciados, reconstituir mentalmente el sitio, extensión, grado, etc., de las lesiones que tenía el sujeto en la fecha del reconocimiento. Además, repitiendo los paradigmas con las variaciones acaecidas en los fenómenos respiratorios, dejando transcurrir tiempo suficiente para que éstas puedan verificarse, estaríamos mejor informados acerca de la manera evolutiva del proceso morboso, según los individuos, medios de vida, etc., existiendo a la par una idea más clara y definida de las modificaciones, siempre interesantes, sufridas en las distintas zonas de los órganos torácicos afectados o no por la enfermedad. Entre las conaiciones que a mi juicio debe reunir una notación gráfica, figuran, en primer término, la de ser sencilla, fácil de retener en la memoria, ni muy copiosa en signos ni extremadamente limitada, de tal suerte que, pudiendo expresar lo suficiente acerca del estado patológico de los bronquios, pulmones y pleura, dejen de consignarse los pequeños detalles, sin importancia a este respecto, pues de lo contrario conseguiríase únicamente embrollar más dicho asunto. Es también lógico que en la elección de signos campee un mismo criterio, uniforme e igual, no debiendo seguir la norma de agrupar unos i uantos, caprichosamente buscados, creyendo así dejar resueltas las dificultades.
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DE JULIO DE
1919
Se publica el 1,10 y 20 de cada mes. El diagnóstico de una tuberculosis pulmonar, y nos referimos a esta enfermedad por ser la más frecuentemente observada entre todas las afecciones del aparato respiratorio, debe establecerse, según se sabe, por el detallado conocimiento de los antece- . dentes patológicos familiares y personales del comienzo y curso seguido por la dulencia, la recta valoración de los síntomas funcionales, generales y locales, unido a los datos recogidos por inspeción, palpación, percusión, auscultación, examen radiológico y análisis de laboratorio. Sobre notación gráfica existen, que yo sepa, dos trabajas de Pischinger y Trunk, publicados en Tub(rcu'osa y un artículo de Hería que vio la luz en Za Presse Medícale, sin contar los capítulos dedicados a esta materia en las obras de exploración clínica y la anotación propuesta en la Conferencia Internacional de la Tuberculosis (Roma, 1912). Creyendo ventajosa y sencilla la manera como acostumbro a transcribir en los esquemas torácicos las alteraciones pleuropulmonares y bronquiales percibidas al examinar un enfjrmo, me decido a publicar esta escritura abreviada, haciendo constar gustoso, antes de entrar en el asunto, que varios de les signos propuestos más adelante han sido directamente tomados dfe! cuadro de notación gráfica adoptado en el Dispensario María Cristina. La inspección aporta datos que impresionan a los ojos del observador, como circulaciones venosas colaterales, desarrollo de los músculos de la caja torácica, estado de nutrición del st j ;to, color de los tegumentos, ectarias o retracciones del tórax, etcétera, deiaUes cuya fiel representación gráfica es muy difícil, siendo preferible hacer constar estas particularidades con todas sus letras. Es bien sabido que la percusión puede realizarse de un modo intenso (profunda) y débil (superficial), informándonos, en ambos casos, de la mayor o menor sonoridad pulmonar. En el esquema torácico anoto el sonido mite con lápiz de color azul {^%s. i y 2), el sonido submate con lápiz rojo (tigs. .3 y 4) y el sonido H'iipámeo con lápiz de color verde (figs. 5 y 6). Cuando los mencionados sonidos se obtienen por percusión profunda,pinto las zonas correspondientes intensas, recargadas (ñgs. T, .3 y 5), y si aquéllos resultan de percutir superficialmente, marco el área precisa con tinte suave, ligero (figs. 2, 4 y 6) relacionando siempre el sonido y el color en la forma expresada. Puede ocurrir que en un mismo punto del tórax el sonido sea diferente a la percusión superficial y profunda, en cuyo caso acostumbro a poner primero, sirviendo de fondo, el color correspondiente al sonido denunciado percutiendo de un modo profundo,-y después dibujo sobre éste, con el lápiz apropiado, el sonido que resulte de percutir superficialmente. Conviene mucho, para mayor diafanidad y precisión, dibujar bien las líneas indicadoras délos limites percutorios. Han sido elegidos estos colores, oorque, sobre ellos, la inscr'pción con tinta de otros signos físicos es clara y perceptible sin ningún esfuerzo y por resaltar bien aquellos en fondo blanco aun a la luz artificial, cosa que no ocurre de emplear el color
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amarillo, particularmente si los tonos son suaves. Si bien no se observan con frecuencia ciertos fenómenos y variaciones capaces de percibirse percutiendo, de existir, lo represento con las iniciales de cada uno, pues ellas no se prestan a confusión, situándolas al margen del esquema torácico, frente a la zona donde dichos cambios se aprecian. Y así inscribo el fenómeno de Wintrich (fig. 7), el de Friedrich (fl^. 8), la variación de Garhard (fig. g) y la de Biermer (fig. 10). Nadie igaora que la auscultación informa acerca de la pureza de los sonidos respiratorios normales, su modificación y la presencia de ruidos sobreañadidos. En este punto la extraordiaarii multiplicidad de signos físicos apreciables es tal que se impone reducir la notación gráfica a los más corrientemente encontrados en las exploraciones,habiéndome limitado a inscribir los siguientes: inspiración áspera (fig. 11); inspiración entrecortada (fig. 12), inspiración granulosa (tis;. 13.; disminución del ruido respiratorio (fig. 14); abolición de! ruido respiratorio (fig. 15); expiración prolongada (fig. 16); soplo bronquial (fig. 17); soplo cavernoso (ñ¿. 18); sibilancias (ñg. IQ); roncos (fig. 20); estertores crepitantes (ííg. 21); estertores subcrepicantes (fig. 22); estertores de gruesas burbujas (fií. 23); estertores anforometálicos (fig. 24); crujidos (fig. 23), y roca pleurítico (fig. 26). Todos estos signos acostumbro a inscribirlos directamente en el esquema, donde indican con claridad la extensión y locaüzación de las lesiones. El aumento o disminución de la resonancia torácica y vocal, com ¡robada por palpación y auscultación, conviene anotarlo al margen del esquema torácico, ya al nivel de la zona interesada o referido a ella con una flacha. Los signos físicos que inscribo son la resonancia torácica aumentada (fig. 27); resonancia torácica disminuida (fig. 28); resonancia vocal aumentada (fig. 29), y resonancia vocal disminuida (fig. 30). Paréceme preferible hacer constar en letra cuantos datos de algún valor proporcione el examen radioscópico, pues sobre ser así más precisos, en la mayor parte de los casos tropezarlase con grandes dificultades para representar las oscuridades o claros, su intensidad, dimensiones, situación, movilidad diafragmática, ganglios, etc. Sin embargo, cuando las sombras o claridades sean extensas, como sucede en sujetos portadores de colecciones líquidas de la pleura o de un neumotorax, es ventajoso trazar en el esquema, con tinta, una línea que limite exactamente los fenómenos denunciados por radioscopia. La notación propuesta dotfiínase en muy pocos días, si bien hasta familiarizarse con ella debe tener el práctico ante sus ojos el adjunto cuadro; evitando así la posible inscripción de unos signos por otros, con lo cual se representarían fenómenos diferentes a los percibidos. No se me escapan los defectos y lagunas de que adolece el medio de expresión que acabo de exponer, ni olvido las dificultades inherentes a la adopción por todos los clínicos de una notación gráfica completa y única, abandonando la mala costumbre de no representar los fenómenos apreciados o Ua-
«SPAÑA cerlo segúa el criterio particular, con lo cual se mantiene el caótico lenguaje reinante hoy en tal asunto. Quizá facilitada la lectura de los paradigmas torácicos,empleando los clínicos una misma notación, se inaugurase una nueva etapa de acuerdo que po-/ dría ser el primer paso hacia la mayor intensificación de !a lucha con tan funesta enfermedadsocial como es la tuberculosis del pulmón. Dr. Ángel Navarro Blasco
niños; que los cuarteles sean incumbadoras de gérmenes morbosos y puedan convertir lo mejor de la juventud nacional en peso muerto; que los jueces continúen encerrando a los extraviados y culpables en cárceles inmundas, que constituyen una maldición contra la sociedad y una impiedad abominable; que de los mataderos continúen saliendo para el consumo público carnes autorizadas legaímente, por el mero hecho de presentar solamente, localizaciones tuberculosas; que los expendedores de leches surtan los mercados con un producto originario de Del Instituto Rublo reses no sometidas a una investigación sanitaria y del Real Dispensario María Cristina, iVladrid. reveladora de su estado con respecto a la tuberculosis; que la habitación humana para las clases pobres y de la media, deje de ser un pliego consHIGIENE PU3LICA tante para la salud de sus moradores, que en muchos casos viven sin aire, sin sol y hacinados peor que las bestias; que los dedicados a la expendición de alimentos, continú »n impunemente envenenando al prójimo por medio de la sofisticación y, en fin, que la gran masa social de donde salen los activos Es más fácil preservar de una pesie a iodo un pue- obreros para el trabajo material e intelectual, que blo, que curar a un solo hoy se alimenta de judías un día sí y otro tam: : : afacado : • : bién, que es como vivir de milagro, llegue a nutrirAnualmente son arrebatados del seno social es- se cor arreglo al gasto de las energías desplegadas pañol, de 40 a 50.000 seres humanos, por esa plaga de sus labores. llamada tuberculosis. Este es el único modo de hacer lucha antituPrecisa, pues, una nueva cruzada preparada por berculosa; lo demás, es perder lastimosamente el nuestro pueblo para defensa de la raza; que en la tiempo y contribuir con nuestros actuales procedilucha por la vida, el primer esfuerzo debe ser en mientos al ascenso de esas estadísticas, que constibeneficio de la salud, manantial inagotable de todas tuyen la mayor vergüenza nacional, gracias al abanlas ventajas y de todos los adelantos que se puedan dono de las fundones oficiales de asistencia en todo obtener en el orden económico y social. lo concerniente a «higiene pública». Mientras nuestras clases directoras toleran las Barcelona, Mayo de i g i g . copiosas fuentes tuberculosas que toman origen en Francisco Sugrañes. la mal vigilada alimentación, escasa higiene urbaVeterinario-higienista, na y escolar, etc., etc., seguirán las cosas en el mismo estado. Decía el ilustre patricio D. José Canalelas: «El Nota clínica. Estado es el gran culpable de la actual estadística tuberculosa, y si alguien hubiera de sentarse en el banquillo, si contra alguien debería el pueblo ejer- Casos de enfermedad de Dukes citar la acción civil y dictar su sentencia inflexible, o «Cuarta enfermedad» ese alguien es el Estado». La tuberculosis es una enfermedad que hay que evitarla por humanidad y por egoisrao. En el mes de Mayo de 1917 fui llamado por uno Cada tuberculoso que existe, representa para la de mis igualados para que visitara un niQo, de siete conciencia social; un caso i e responsabilidad moral años, que el día anterior se encontraba, segün sus padres decían, completamente bien, y la noche de y civil. Hay que decir a los gobernantes, que la buena ese mismo día los despertó quejándose de un frío administración sanitaria, es el primer deber de los muv fuerte. partidos políticos y de los hombres de bien, Reconocido el enfermíto, le aprecié los siguienEsa administración, admirablemente bien dirigi- tes síntomas: Un exantema, de color rojo pálido, da y desarrollada independientemente de los parti- sin sobresalir casi de la niel, formando un apretado dos político (]ue son la causa de nuestras mayores y finísimo punteado, extendí lo por todo el cuerpo, desventuras en el origen sanitario), practicada por sin omitir la cara, aunque me pareció apreciar en ios norteamericanos en la Isla de Cuba, transformó este sitio una mayor palidez; e'>te exantema, parecipor completo en breve tiempo, el ambiente mortí- do, muy parecido al de la escarlatina, sin duda su fero reinante en dicho país durante la larga domi- aparición fué rápida, pues el día anterior los panación. dres no le notaron nada: la lengua sin presentar el Hay que luchar sistemáticamente contra esa tipo aframbuesado; en cambio, las fauces rojas, los pandemia social, pero no como hasta aquí viene ganglios del cuello y de la nuca ligeramente engrohaciéndose, organizando fiestas más o menos flori- samos, y los ojos sumamente inyectados; la temdas con la intervención de respetables damas y peratura ascendía a 40°; pulso frecuente y duro; les atrayentes, quinceabrileras que acttían de instru- hago recoger la orina, y analizada, resultó con una mentos inconscientes implorando la limosna públi- pequeñísima cantidad de albúmina. En este estado dejo al enfermito por la mañana, ca para una obra perfetamente estéril, ni con la fundación de Escuelas de Tisiología (última crea- a eso de las diez, siendo mi sorpresa grande cuando ción) con vistas, al fin, a la socorrida subven- a las siete de la tarde, hora de la visita, rhe encuención oficial y cuya finalidad es más una orientación tro con que todos estos síntomas habían desapareclínica que higiénica, ni tampoco con los sanatorios que nos representan la vergonzosa impotencia de nuestros elementos y actuaciones profiáctióas contra l.t tuberculosis; en una palabra; hay que evitar el mal, para no tener que proecuparnos en remediarlo, una vez declarado. Es deber de ios Gobiernos, atender los sacratismos derechos sanitarios contra la tuberculosis y debemo.o, por lo tanto, renunciar a la caridad, privada y oficial. Los patronatos para la lucha antituberculosa, deben renunciar su vida pasiva sostenida por la limosma oficial y particular, entrando de lleno en la lucha activa, al lado de los maestros, de los bac- REAUACAOEMIA NACIONAL DE MEOiCiniA teriólogos, de los médicoa, de los veterinatios, de Sesión del 7 de Junio de igig. los arquitectos, etc., constituyendo una gran fuerza positiva para esa bendita lucha que ha de impedir Valoración d e i o s s u e r o s a i t i t i f o i d e o s . — que los patronos continúan envenenando en sus Dr. Murillo: Todos sabemos la importancia prác nfectos talleres a los obreros, y que les exijan es- tica que tiene el conocer la valoración de los sueuerzos superiores a sus energías; que las escuelas ros; son conocidos los métodos seguidos en lo que f ? hallen convertidas en pozos ponzoíiosos para Ips hac9 a sueros, tales como antidjftérico, antitetánico, ^
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MEDIOA
cido: exantema, fiebre, el pulso normal; del enrojecimiento y tumefacción de las fauces sólo quedaba un ligero vestigio; al día siguiente le encuentro bien, apreciándole una descamación que sigue al' gunos días (cuatro o cinco) después, permitiéndole abandonar la cama a los seis días. Al día siguiente de enfermar este niño me llaman para asistir a cinco más; al siguiente otra ocho, aumentando sucesivamente el número de en' fermos hasta treinta, en unos diez y ocho días, qoe fué el total de los que asistí, y a los que en términos generales dedicaré las siguientes líneas, haciendo un resumen de los síntomas principales. Los pródromos han estado constituidos en casi todos los casos por dolor de cabeza, estado nauseoso y escalofríos; no existen fenómenos catarrales; la erupción aparece rápidamente, siendo su topografía la misma, empezando por la cara; tumefacción pequeña, pero constante, de los ganglios del cuello; sólo en dos casos no los apreciamos; ausencia en todos de la lengua aframbuesada; desaparición rápida del exantema; descamación ligerísima; la temperatura variable, observando que no guarda relación con la fuerza eruptiva, pues en unos casos que ésta fué ligera, la temperatura era de 40°, y a la inversa; en la orina sólo en cuatro casos se encontró muy ligera cantidad de albímina; ningún caso se presentó seguido de complicaciones. A los cuatro meses, cinco de los niños padecen escarlatina, entre ellos el primero que visité. En cuanto al tratamiento empleado, únicamente seguir las reglas higiénicas de las enfermedades eruptivas y conocidas de todos. Como verán los lectores, estos casos pudieran confundirse a primera vista con la escarlatina; pero a poco que fijemos nuestra atención, nos encontramos que algunos síntomas, como son la lengua aframbuesada, aquí no se presenta; el período de mentación más largo, la benignidad de los síntomas, el no dejar nunca secuelas, etc., etc., las diferencian perfectamente. Pudiéramos confundirla también con la rubéola, pero de é-ita la jeparan las siguientes diferencias esenciales: i.^, la erupción es distinta; la rubéola se parece más al sarampión, y ésta lo es a la escarlatina; 2.^, el signo de Theodor, o sea la marcadísima tumefacción de los ganglios cervicales y retroauriculares, hasta el punto que Kloatsch decía que en una de las epidemias que él observó, podía diagnosticarse la rubéola en la oscuridad, por medio del tacto, con sólo saber que se trata de un exantema agudo, y 3.% en la «Cuarta enfermedad' nunca se presentan tos ni fenómenos bronquiales, y las complicaciones, como enteritis, bronconeumonías, artritis serosas, etc., pueden presentarse en la rubéola, algunas veces, y nunca en la enfermedad de que se trata. Por último, respecto a la rubéola escarlatinnsa, copio las palabras del célebre J. vonBjkay, de Budapest: «Que es una denominación arbitraria, pues no se trata más que de la «Cuarta enfermad». Por los motivos indicados, creemos se trata de casos claros de «Cuarta enfermedad», y que, además, conguerdan en un todo con los cuadros clíninicos expuestos por Dukss y Weawer, que fueron los primeros que la diferenciaron. Dr. Utreol. Villalgor del Júcar, 19IQ
antipneumocócico, e t c . , pero sin embargo no poseemos ninguno para el suero antitiroideo. Esto hace que cuando se administra esta modificación no sabemos si es en realidad un suero antitiroideo o un suero normal, y aun en el primer caso, siempre desconocemos el poder antitiroideo. Estudiando este problema me fijé que al cuerpo tiroides se le asignan funciones antitóxicas, y que
ESPAÑA MEDICA quiíás tuviera influencia sobre la toxina diftérica. Procede inmediatamente a mezclar cantidad fija de toxina antidifiérica y cantidades variables de yodotirina, (cuerpo activo del tiroides, a igual que la adrenalina es de las cápsulas suprarrcoales), e inyectada esta mezcla a cobayas todos morían, es decir, que layodotirina no es capaz de neutralizar la toxina antidiftérica, aunque si retrasar el momento de la muerte del cobaya. Entonces pensé que quizás el suero antitiroideo fuera antiyodotiriDQtóxico, y agregando a las mezclas anteriores cantidades variables de suero antitiroideo, vi que los cobayas, recibiendo hipodérmicamente la unidad de toxina, diftérica, cantidades determinadas de yodotirina, y uno o dos centímetros cúbicos de suero antitiroideo morían con una rapidez extraordinaria. Estos experimentos me hicieron pensar que la glándula tiroides ejerce acción directa sobre el conjunto de yodotirina y suero. Hechos experimentos en cobayas tiroidectomizados, vi que la acción era más clara, pues dichos animales de experimentación, morían en un espacio de doce horas, al paso que en los cobayas normales morían al cabo de tres días, y si habían recibido yodotirina y toxina diftérica lo hacían a los cinco o seis días. Por lo dicho se ve claro un procedimiento de valoración de los sueros antitiroideos. Es, pues, que el suero antitiroideo excita la acción de la toxina diftérica cuando va mezclada con la yodotirina. El mecanismo de acción, creo, es el siguiente: el organismo del cobaya tiene que luchar contra dos venenos, la toxina diftérica, que congestiona las cápsulas suprarrenales, y el suero antitiroideo, que posee sustancias opuestas a la adrenalina, las cuales, ejerciendo una acción antagónica, paraliza la acción de las cápsulas suprarrenales, vién• dose por ello, el organismo, exento de adrenalina, consecutivamente tiene que claudicar y morir. Lo expuesto no es el ideal, sí el camino a emprender en este asunto, y sobre todo, que lo expuesto no es más que una nota previa. Pielotomía por calculosis, sin drenaje.— Dr, Molla: Al intervenir por calculosis renal no infectada, duda si hacerlo por nefrotomía o por pielotomía; técnica una u otra, seguidas por los ci-
rujanos según su práctica; Jo que hasta ahora no se discutía era la absoluta necesidad de dejar en todos estos operados drenaje, y como hace pocos días he tef.ido necesidad de intervenir en un caso de éstos, y en el cual, en el momento operatorio vi, por las condiciones del caso e intervención, la inutilidad del drenaje, éste fué suprimido, y como no ha ocurrido ningún contratiempo en el curso posioperatorio, creo es de utilidad exponer esta modificación técnica, que ante todo, he de anticipar, que sólo está indicada en determinadas condiciones. Ei caso se refiere a un adulto, con una calculosis renal aséptica diagnosticada clínicamente; en el momento operatorio se vio se trataba de un cálculo muy pequeño que extraído por pielotomía con sólo hacer un pequeñísimo ojal en la pelvis renal, y saliendo el cálculo por expresión y rápidamente sin traumatismos; suturado este ojal, creímos innecesario el drenaje, por lo cual suturamos completamente la herida de lumbotomía. El curso postoperatorio, trascurrido sin fiebre, solamente se presentaron hematúricas las dos primeras micciones, sin existir la menor iiifiitración enla región optíratoria, y hoy día el enfermo operado se encuentra en perfecto estado de salud. Esta téenica creo solamente está indicada en casos como el expuesto, y si en alguno de ellos se presenta en el curso postoperatorio, fiebre o infiltración urinaria, no hay más que abrir la lumbotomía y colocar drenaje. Sesión del 14 de Junio de
igig.
Esta sesión fué dedicada a la memoria del doctor Manuel Tolosa Latour, haciendo uso de la palabra los doctores Cortezo, Fernández Caro, Grinda. Espina y Mariscal. Sesión del 21 de Junio de igi la miastenia gástrica esencial, y la astenia muscuiar o nerviosa a un síndrome suprarrenal; el estreñimiento peitinaz y la enteritis mucomembranosa a un síndrome hepático y explorar en todos los enfermos el signo de la ceja, la pigmentación y consistencia cutánea, la línea blanca suprarrenal, sensaciones de frío en la espald, obesidades regionales, improporcionalidad al calor o al frío, ligeros temblores, trastornos pilosos, edemas transitorios, demacración, tendencia a los sudores, etc., etc , síntomas importantísimos para orientarnos hacia un diagnóstico de pequeña endocrinología. Siempre daremos más importancia a la disfunción que a la hipo o hioerfunción endocrina, así como que no estaraos frente a una u otra glándula de secreción interna, sino ante un sistema endocrino. Cuestión importante es la dosificación terapéutica de los productos opoterápicos; eso de administrar sistemáticamente las dosis aconsejadas por las casas comerciales, es un error; puede haber insuficiencias glandulares tan poco intensas, que la administración de una dosis común, puede traspasar el límite de la suficiencia y entrar en el de la hiperfunción; esto es muy corriente en el uso de la tiroidina. De esto se desprende que la dosis inicial no será la misma para todos los enfermos, y para su dosificación tendremos en cuenta el grado de intensidad de trastornos, tolerancia del enfermo y equivalente glandular del preparado comercial. Unido todo a que en muchos casos el tratamiento durará mucho tiempo, lo que se hará presente al enfermo para calmar su impaciencia. Los éxitos ciertos conseguidos por nosotros con la opoterapia son, entre muchos, los siguientes: La ovarina en las insuficiencias ováncas y en ciertas insuficiencias tiroideas; he curado dos casos de psoriasis. La ovaribromina, en casos de histerismo y de histeroepilepsia. La tiroidina, ha curado un caso de asma esencia!. La hipofisina, tener a raya los ataques en tres epiléticos. La paratoidea de Parke Davis, curó un síndrome de estreñimiento, temblor de las manos y sensación intensa de frío en la espalda. La epatina, dio buenos resultados en casos de estreñimiento pertinaz. La nefrina, algún éxito en las nefritis agudas, y curó un caso de nefritis crónica postífica de tres años de fecha. La adrenalina, corrigió notablemente cuadros de tuberculosis pulmunar de primero y segundo grado. El extracto de jugo cardíaco disminuyó notablemente la matidez cardíaca en dos casos de dilatación cardíaca ¿r ca, y mejoró el cuadro de insuficiencia cardíaca. Con las inyecciones de espermina, vi volver potente a un morfinómano. Vómitos incoercibles de embarazadas desaparecen con la administración d i cinco gotas de adrenalina, tres veces al día. Estos hechos merecen consolidarse y son el preámbulo de la eficacia opoterlpica. Lo importante de estos asuntos, es intentar descubrir el importantísimo e indudable papel que las glándulas de secreción interna desempeñan en el curso de enfermedades agudas o crónicas o exógenas, sacando de ello partido terapéutico. Estudiando el cuadro chnico de la sintomatologia de un tuberculoso, podemos hallar en él datos para afirmar la existencia de una insuficiencia tiroidea y suprarrenal, muy marcada en su período fina! (dolores abdominales, diarreas profusas, anoresia, abatimiento, postración, hipotensión, fiebre, pequenez de pulso, tendencia al colapso, etc.,). En la fiebre tifoidea, como en todas las grandes infecciones, podemos señalar una insuficiencia aguda de las cápsulas suprarrenales (atonía, indiferencia, estupor, hipotensión, etc.), confirmando por los estudios necrópsicos, en los que es casi corriente encontrar lesiones evidentes suprarrenales. De interés es la acción electiva, el mordiente, de las cápsulas suprarrenales, de la adrenalina, por lo que hace a las sales de cal al rededor de los focos inflamatorios. Terapéutica de la valeriana, de sus compuestos y derivados por loo . Dr. G. Clavero del Campo. {Eco Médico Quirúrgico).—ha. valeriana o digital de los centros ner-
viosos, desde el punto de vista farmocológico, contiene ácido valeriánico, un principio activo, el borneol y sus éteres; éstos no tienen la misma acción que aq lélla, sin embargo, la acción principal, reguladora de la reflectividad nerviosa, es análoga a las dosis pequeñas de valil, bornival, etc.; el borneol y sus éteres borneólico--, son débiles estimulantes cerebrales y débiles moderadores medulares, lo que ha sucedido es que se han usado más en dosis relativamente elevadas, con las que prodominan su acción sedante y aun hipnótica. La valeriana está indicada en todos los estados nerviosos, que constituyen como decía Trosseau, un nerviosismo, trastornos funcionales del sistema nervioso en que predomina la astenia cerebral, como son la neurastenia, hipocondría, vértigos, asténicos y estados melancólicos. En los estados de exlitación intensos, por contrariedades, disgustos, etc., ea lo que los médicos tanto prodigamos la mixtura antiespasmó Jica y los bromuros, está más indicado el empleo de una fórmula de valeriana, que a la vez, por su doble mecanismo farmacondinámico, vigoriza la acción c e rebral y reduce la exagerada excitabilidad de las células motoras de la la medula. Restablecer a su normalidad un mecanismo perturbado, es hacer tratamiento patogénico; el ideal, dar bromuro, poniendo un bozal a los nervios, es hacer terapéutici sintomática, muchas veces perturbadora, con la que se consigue únicamente que no se vea lo que sucede por dentro.
Osido de cinc Polvo de talco y almidón, a. a. Lanolina y vaselina, a. a
20 gramos lo — 37 —
Se cambiará al enfermo toda su ropa interior. Al siguiente día y al otro se repetirán las fricciones de petróleo, seguidas de la aplicación de la pomada. En muchos casos pueden bastar dos fricciones. Las recidivas son rarísimas; así que, su facilidad de aplicación, su rapidez, y el ser completamente indoloro, hacen sumamente recomendable este método de tratamiento. Determinaciún de la acidosis por la reación urinaria al yodo.
{Medical Record, 8 de Marzo 1919, núm. 10).C. Mitchell ha inventado una reacción al yodo para determinar la acidosis, y asegura que puede usarse cuantitativamente. La mejor técnica para llevarla a cabo es la siguiente: A 145 centímetros cúbicos de agua (la de la fuente puede servir) se añaden tres centímetros cúbicos de una solución de Lugol y dos centímetros cúbicos de una solución saturada de ácido píprico, mezclando bien todo. El resultado es un lí luido claro, ligeramente rojizo, con un color brillante. Échese este líquido en una cápsula de porcelana y caliéntese al bañodemaríaa una temperatura de 82°; pero sino se tiene un bañodemaría, puede calentarse a la llama hasta que humee abundantemente, evitándose que hierva, bajando la llama lo que haga filta. Una vez que se ha calentado, se añade rápiLa cirugía en los diabé- damente la orina a, pequeñas cantidades, usando ticos. para esto una bureta graduada; pero si no se tiene una bureta, puede usarse una probeta pequeña o un De. IJabbé. {Ann de Med. igi8).—Resume su matraz graduado. parecer, sobre este asunto, en las siguientes concluEn la acidosis, la cantidad de orina que se necesiones: I.* En los diabéticos no se intervendrá más que sita para volver el color rojizo brillante a amarillo en los casos de operaciones indispensables. Pero es brillante es pequeña, y cuanto menos orina se nemejor operar, que dejar generalizarse una infección, cesite peor es el caso. En los casos muy graves, la cual puede matar al individuo por septicemia o 'dos o tres centímetros cúbicos de orina harán desaparecer casi inmediatamente el color rojo. Bo los por acidosis que ésta provocó. 2.^ Antes de la intervención, será de necesidad casos de gravedad moderada se necesitarán de someter al enfermo a un conveniente régimen ali- ocho a diez centímetros cúbicos. Las orinas normenticio, régimen mixto con p -ca carne y con males no afectan por lo general el color en canti-, reducción de los hidratos de carbono, caso de que (Udes menores de 15 centímetros cúbicos, a no ser el enfermo no tenga acidosis; régimen de legumbres que sea en condiciones espaciales de copcentraciói secas o de avena o de leche, si el diabético presenta ea las que las cantidades de orina en veinticuatro acidosis. Por último, administrar dosis suficientes horas no pasan de unos cuantos cientos de centímetros cúoicos. En la mayor parte de los casos de de bicarbonato sódico. orina normal, de densidad q i e oscile entre 1,015 y 3.* Inmediatamente antes de la operación, será 1,020, la cantidad de orina que se necesita para conveniente evitar el habitual ayuno. convertir el rojo en amarillo es unos 20 centíme4.^ Para la anestesia se debe preferir, cuando metros cúbicos y a veces más, alcanzando hasta 50 es posible la anestesia local, con la cocaína o sucecentímetros cúbicos en algunos casos. dáneos, o la raquianestesia. Si es necesaria la aneste ia general dar la preferencia al cloruro de etilo. Un método de tratamiento 5.' Después de la operación administrar bicarde la intoxicación por el bibonato sódico por la boca, o en inyección intrave cloruro de mercurio. nosa a dosis necesaria para alcalinizar la orina. El H. B. (The Journal of Am. Med. Ass., LXVIII, ,tia;aaiiento alcalino debe ser continuado hasta que las reacciones reveladoras de la acidosis, hayan 1618, 1917. desaparecido bastantes días antes. La nutrición, Presenta los resultados del tratamiento, por él alimentación ulterior, comenzará por los caldos de acoosejido, sobre 15 intoxicados tratados personallegumbres, los purés y la leche. mente y otros 10 con el mismo, pero no personalmente, y de cuyo trabajo entresacamos algunos datos importantes. Tratamiento de la sarna Kihn, Andrews y Anderson (Medical Record, por el petróleo. LXXXVIir, 357, 1915), han mostrado en un estuF . i.éyi{LaP>¿sse Med , 17 de Abril i g i p ) . dio químico y patológico hecho de una intoxicaLa necesidad que durante la guerra se ha sentido ción mercurial, que el metal está presente en todo de procurar la curación de los males pequeños por el organismo y que el hígado y los intestinos, el procedimientos rápidos, y la frecuencia de la sarna cerebro y los ríñones lo contienen en mayor cantieo los militares, a causa de las deplorables condi- dad en la forma que van citados. ciones higiénicas en que suslen tener que vivir los B irmeister y .Mac Nally {Journal Med. Reseasch, ejércitos en campafta, hizo que los médicos trata- XXXVI, 87, 1917), después de un estudio químico e sen de corregir, en el menor tiempo posible esta histológico experimental sobre los cambios del tejido afección, para lo cual se han ensayado numerosas hepático y renal, concluyen: que el mercurio se enmedicaciones, siendo, indudablemente, una de las cuentra en la sangre ya a los diez minutos de haber más seguras, cómodas y fáciles las del autor, cuya sido introducido en el estómago; que en la intoxieficacia se ha comprobado en numerosísimos ca- cación fuerte los cambios renales están en relación sos, y que consiste en lo siguiente. con las dosis; que los cambios hepáticos varían con Se practica por todo el cuerpo del sarnoso, ex- la duración de la intoxicación; que los cambios recepto la cabeza, una fricción enérgica de petróleo, nales se producen con las pequen is dosis sn relaprocurando que no quede zona ninguna sin frotar, ción con la duración de la intoxicación. incluso las planeas y los espacio, interdigitales de Acer :a de los tratamientos de la intoxicación por los pies. La fricción se hará con una franela o un el mercurio, Weiss cita, como de los que mejor éxiguante de punto. A los veinte minutos después de to ha dado, el de Lambert y Patterson {Are. Intern. la fricción, para evitar la acción irritante de los Med., 865, November, 1915), quienes han tratado productos impuros del petróleo, se untará la piel una serie de 16 casos con sólo dos decesos, y que del paciente con una pasta de óxido ds cinc, for- consistía en: lavar dos veces por día el estómago mulada de k siguiente manera: igual que el colon; tener al enfermo a dieta líquida
ESPAÑA MSDIOA dándole cada dos horas ocho onzas (236 gramo?) de leche, alternando, también cada dos horas, con ocho onzas (236 gramos de la siguiente mezcla: bitrartato de potasio, una dracma (3,88 centigramos); azúcar, una dracma (3,88 centigramos); lactosa, media onza (14 gramos); jugo de limón, una onza (28 gramos); agua caliente, 16 onzas (454 gramos). Para completar esta gran ingestión de liquido, dan una solución conteniendo una onza (28 gramos) de acetato de potasio en una pinta (medida para líquidos, 568 gramos), continuamente por el recto. No se menciona la cantidad aproximada. Se le calienta. El tratamiento de Weiss está basado en la teoría de Fischer, del edema coloidal. Da álcalis, sales hipertónicas, por la boca, por vía rectal y por vía intravenosa. La bebida que usa, y a quien llaman Bebida imperial (Imperial Drink); consiste en: 60 granos (3,89 centigramos); citrato de sodio, 30 granos (1,94 centigramos); azúcar, 60 granos (3,89 centigramos); con jugo de limón o de naranjas, c. s., para ocho onzas de agua (236 gramos). Conjuntamente con esto, usa inyecciones intravenosas de la solución de Fischer, que consiste en cristales de carbonato de sodio, 10 gramos, y cloruro sódico, 15 gramos, disueltos en un litro de agua destilada. En resumen, su tratamiento consiste en: i.° Lavar el estómago con un litro de leche en el cual se han disuelto tres claras de huevo y luego con agua sola. 2.° Antes de sacar la sonda del estómago, introducir tres onzas (84 gramo») de sulfato de magnesia disuelto en seis onzas (168 gramos) de agua y dejarlos en el estómago. 3.° Un enema jabonoso. 4,° Si el enfermo no ha vomitado, ni ha sido asistido enseguida del envenenamiento, o el tratamiento se instituye tres o cuatro horas después de haber él comenzado, se le inyecta por vía intravenosa, y siempre que el estado cardíaco lo permita, 1.000 a 1.500 gramos de la solución de Fischer. 5.* Se prescribe después seis u ocho vasos por d(a de la «Bebida imperial». 6.° Se permite una dieta o un régimen donde no entren proteínas. Hemorragias intersticiales tras inyecciones intramusculares. E. Alvarez Sáinz de Aja.—La sencilla, la trivial inyección intramuscular, que en ejecución perfecta y adiestrada parece no tener importancia, puede dar lugar a accidentes inmediatos de tipo hemorrágico, que he podido observar ya por tres veces en el transcurso de diez años. No me refiero a la hemorragia a través del calibre de la aguja en el momento de pinchar, por quedar la punta en a'gún vaso venoso o arterial; son también hemorragias las que voy a decribir, pero no se hacen hasta que la aguja ha sido retirada, pues la sangre procede de vasos que fueron atravesados en el travecto, del piel a músculo, seguido por la punta de la aguja. Unas veces estos vasos son de la piel, o del tejido graso de la nalga, otros de tejido celular o muscular. El primer caso que yo vi, hace ya unos ocho años, recayó en una mujer gruesa, con abultada nalga, y fué a consecuencia de una inyección de aceite gris puesta en mi consulta pública; no asistí a la evolución total del accidente, sólo vi a la enferma quince días después, cuando de nuevo volvió a la consulta. Tenía en la nalga derecha un extensísimo equimosis, cuyas dimensiones serían como tres veces la de la palma de la mano; la piel equimótica estaba empastada, infiltrada, dolorida; en la parte profunda, propiamente muscular, nada parecía existir. Nada menos que dos meses transcurrieron antes que la parte recobrara su aspecto normal. Según datos de la enferma, comenzó la molestia la tarde misma de ser inyectada, con dolor vivo, abultamiento y empastamiento de la piel; durante tres días hubo de guardar reposo en cama, y hasta que vino a vernos no salió de casa, ni hizo su vida completamente normal. Transcurrieron los afios, y ya habíamos olvidado casi la anterior referencia, cuando el año pasado fuimos avisados urgentemente para visitar a un enfermo que había sido inyectado el día anterior en nuestra Policrlnica; había sido la inyección de biyoduro de mercurio, y el enfermo y un hermano suyo, oos refirieron lo supf4'49 »sí:
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