Sermón en el día de Jesús 24 de enero de 2016 Título: ¿DE NAZARET PUEDE SALIR ALGO DE BUENO? Texto: San Juan 1:1-51 Predicador: Pastor Dong Han David Lee Iglesia Reformada Esperanza Asunción, Paraguay www.evangelio123.org
[email protected] (595) 0972-815-179 (595) 0981-815-179 ************************** En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo. Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: Tú, ¿quién eres? Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: Pues, ¿quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les
respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado. Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo. Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era
como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro). El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve. Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Por qué te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás, y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre. INTRODUCCIÓN Los engaños y las suposiciones con que el
hombre vive, y por eso se siente un hombre religioso; porque escuchó un poco de Jesús, porque tiene unos pocos y vagos conocimientos de la biblia, doctrinas acumuladas sin orden ni verificadas si son verdaderas y tampoco sabe cómo verificarlas. Y todo eso, le hace suponer que es “un cristiano evangélico”. Porque hoy existen tantas iglesias, tantas doctrinas, tantas mezclas de todas las cosas, que nadie… absolutamente nadie puede afirmar con firmeza y razones bíblicos: Tú eres un creyente en Jesucristo, o tú no eres un creyente. ¿Con qué criterio se mediría? Pero esta persona quien a sí mismo se considera “evangélico” tampoco es capaz de demostrarlo… ni en exigencias de la fe, ni en la paciencia y esperanza, ni en las pruebas, y menos en sostenerse en la Palabra de Dios como promesa y menos como mandamientos. Es tan difícil de quebrar esa idea que él es “evangélico”, o que tiene “fe en Jesús” ... porque piensa que tiene la misericordia de Dios (tampoco sabe si la tiene o no, o cómo se manifiesta…), sigue suponiendo que Dios le ama, o que Dios siempre está ahí… esperándolo, y supone que Dios siempre es igual, fiel y amoroso. Realmente a veces sorprenden los recortes
que se hicieron de la biblia, y entender solamente aquellas palabras que les interesan y son ciegos para todas las demás. Y siguen insistiendo que tienen fe… (en un dios de su pensamiento). Estos también son supuestos difíciles de quebrar, pues como evangélicos piensan que ellos sí tienen muchísimas experiencias de fe, de pruebas, de haberse tomado la cruz de Jesucristo… Pero a pesar de todo eso, no tienen madurez, ni crecen, en la siguiente ocasión siempre caerán de nuevo… pero a sí mismos se consideran “justos”. CUANDO SE QUIEBRA ESA COMODIDAD Los problemas de los “evangélicos” comienzan cuando son quitados fuera de ese repertorio o libreto tantas veces utilizado y repetido. Como sucedió a los judíos que vinieron a reclamarle a Juan: ¿por qué bautizas con agua? ¿Quién te dio la autoridad para hacerlo? ¿Quién eres tú? Y porque Juan predicaba de una forma muy nueva y diferente: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Así sucede también con los evangélicos de hoy, cuando todas las cosas suceden dentro de su mundo conocido, o tantas veces repetido y utilizado… piensa que todos somos hermanos en Jesucristo. Más basta que alguien rompa eso, y ocurre un desbarajuste
de sus conocimientos. Y como no conoce la biblia (porque nunca la lee), por supuesto que lo primero que dicen es: “tu doctrina es extraña”, y es más fácil que te tilden de “seudo”, “anti”; pues no tienen ningún entendimiento, ni discernimiento de la Palabra de Dios. Es cuando vienen las confusiones, porque cuando todas las ruedas corren sobre los caminos conocidos no hay problema “tengo también fe en Jesús”, yo también soy salvo y tengo vida eterna. Pero qué pensar cuando alguien me requiere diciendo: “Tienes que bautizarte en el Espíritu Santo”. Es lo que decía Juan, ¿no? ¿Ustedes me preguntan por qué bautizo con agua? Más viene uno detrás de mí quien bautiza con el Espíritu Santo. Demasiado novedoso, demasiado diferente. ¿Es verdad? ¿Será verdad? Pero lo peor: ¡nadie acepta ni es capaz de admitir que es ignorante de la biblia! Si los evangélicos de hoy, no saben los textos bíblicos porque nunca los lee, ¿cómo se imaginan que comprenderán cuando se hable de procesos de fe, de tiempos? Porque el proceso del Bautismo en el Espíritu Santo tiene varias etapas: El Pacto de Abraham, que por sí mismo tiene y requiere de una larga disciplina; para luego pasar al Pacto de David donde el creyente debe alcanzar y recibir el Espíritu de adopción, y luego
el Pacto de Jesucristo donde se cumplen estas palabras: “Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón, y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:33-34) Así que, imagínense estar en los pantalones de un evangélico, como los fariseos en el pantalón de Juan el Bautista… ¿cómo comprender qué es el bautismo en agua? ¿Cómo pretende un evangélico hoy, quien apenas ha logrado memorizar que Jesús le ama… logrará comprender qué es el pacto, o los caminos del pacto, o cómo vivir en las promesas del pacto… Como una persona quien se ha acostumbrado a vivir en la más completa oscuridad de una cueva, que salga de pronto a la luz del mediodía y que distinga algo. CUANDO DIFERENCIAS...
SUCEDEN
ESTAS
Cada persona reacciona, y el evangélico reacciona, como lo hizo el fariseo. Muchos retroceden, pero “extrañamente”, unos siguen: Maestro, ¿dónde moras? ¡Hemos hallado al Mesías! O el llamado de Jesús a Felipe: “Tú, sígueme”.
¿Qué es ese “algo” diferente que logran que algunos puedan vencer toda incredulidad y seguir a Jesús y otros que se pierden y culpan de doctrinas, de caminos, o sienten la extrañeza y abandonan el camino? Incluso vemos cómo personas como Natanael quien tenía un “estigma” respecto a todas las personas que provienen de Nazaret, y dice: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Entonces, ¿qué diferencia hubo entre Natanael y todos estos discípulos quienes siguieron a Jesús, y aquellos fariseos incrédulos quienes discutían con Juan el Bautista? Tú, ¿qué ven tus ojos? ¿Qué siente tu espíritu? ¿Qué discernimiento tienes de la Palabra? ¿Miras primero al hombre o meditas cuidadosamente en las palabras que escuchas? Justamente, esa es la razón por qué hay que romper muchas barreras, emociones, y que tu fe no esté basada en el “encantamiento de una persona”, o porque cierta persona lo dice y es creíble, y porque otra lo diga… es “herejía”. ¿Cómo sabes que lo que hoy crees de Jesucristo, lo que tú piensas creer de la biblia es verdadero? ¿Cómo disciernes lo verdadero de lo falso?
Si no logras ver y encontrar a Jesús como el Hijo de Dios, si no le crees como el Rey de Israel; y que tú mismo sepas que eres y estás en Dios, que tú eres y parte de Israel espiritual… será muy difícil que puedas creer en toda la Palabra de Dios. Y requerirá que transites por un largo camino para alcanzar a creer, y también un largo camino a transitar para demostrar de que sí, eres hijo de Dios, y que sí, Jesús es tu Rey. Porque el evangélico de hoy simplemente “cree” que Jesús es el hijo de Dios; pero nunca ha logrado ni se ha preguntado: ¿Qué es el Hijo de Dios para mí? Entonces, ¿qué relación tiene el hijo de Dios contigo? ¿Qué parte tienes tú con el Hijo de Dios? Pues si tú respondieras… Jesús es mi Salvador, entonces deberías creer que Jesús es el Rey de Israel, y eso implica que tú tienes que vivir según las leyes y reglas de un pueblo de Israel. Más si no tienes la fe para vivir según las leyes del pacto de un israelita, ni eres capaz de seguir a Jesús para hacerte niño de Dios… ¿quién eres tú? ¿Qué dices de ti mismo? ¿Por qué es tan importante que tú creas, que tú confieses, que tú obedezcas absolutamente a Jesús porque es Hijo de Dios, porque es Rey de Israel? Pues sin que alcances esas medidas y alturas de fe, y de discipulado… algo no sucederá jamás en tu vida: JAMÁS VERÁS ESTOS HECHOS EN TU VIDA
ESPIRITUAL: “De cierto, de cierto os digo: He aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” ¿Qué fe, qué experiencia espiritual y real podrías tener en Jesucristo si no ves ni tienes este tipo de contacto e intercambio espiritual con el Padre Celestial? Es la razón por qué los evangélicos hablan, hablan, hablan… pero son tan escasos, secos y vacíos espiritualmente. COSAS MAYORES VERÁS Es más, si el evangélico de hoy no logra romper esos perjuicios y extrañezas que hoy le hacen perder en “la persona” quien predica y enseña como los fariseos. Si el evangélico no logra creer que Jesús es el Hijo de Dios y participa juntamente con él en su muerte y nace de nuevo; si el evangélico no cree en Jesús y obedece absolutamente como el Rey de Israel… no solamente dejará de ver la escalera por donde se sube y se baja del cielo… sino que otras cosas mayores dejará de ver, de vivir, de recibir. Natanael se sorprendió porque Jesús se refirió a los pensamientos en que estaba envuelto cuando estaba debajo de la higuera, y por eso creyó. ¿Hasta qué límites de la fe has llegado? Un creyente debe saber guiarse por las Palabras que lee, por las Palabras que escucha; sin
importar quién lo está transmitiendo. Y que pueda escuchar claramente, porque no es incrédulo, ni duro de corazón, o duro de cerviz ante Jehová Dios. Únicamente de esa forma, logrará estar allí donde suceden los hechos, y también tendrá la fe y fuerzas para hablar cuando así requiera Jehová. Si tus ojos con carnales, mirarás al hombre; si tus ojos son espirituales, seguro que verás y entenderás las Palabras… por encima de la persona. Sin este discernimiento, ¿cómo sabrías cuando Dios te habla? ¿Cómo te moverías sin tener ese discernimiento? ¿Podrías vivir en la velocidad de Dios y sus realizaciones? ¿Serías capaz de realizar las obras de Dios en fuerza y poder? Sí Dios realiza obras por sí mismo; pero generalmente las Palabras se transmiten por otros hombres, por medio de pastores, siervos, otros… y ¿cómo entenderías todo? Por eso, si tú no logras “abrir el cielo encima tuyo, para que los ángeles de Dios suban y bajen sobre ti”, realmente serás ciego, sordo, mudo y parapléjico. Pero también debes saber que sobre la persona a quien viene la Palabra de Dios, sobre quién está abierto las puertas del cielo y suben y bajan los ángeles, son los “hijos de hombre” que el Padre los está utilizando ahora. Así como el profeta Ezequiel fue el hijo
de hombre en su tiempo, tú también debes crecer y SER EL HIJO DE HOMBRE… HOY, para los hombres del mundo. Que, por ti, y por tu intermedio pasen todas las palabras, que las obras de Dios se realicen por tu intermedio, y que tú tengas el poder de abrir y de cerrar. A MANTENERSE LIMPIO Es imprescindible que luches constantemente contra toda corrupción, contra toda contaminación de la carne como del espíritu. Igualmente es muy importante que ejercites constantemente tus ojos y corazón espiritual, porque debes creer, debes obrar, debes declarar en el tiempo oportuno; pues fuera de eso, ya no tiene el efecto ni la fuerza de Dios. Hay que cuidar de las levaduras, de no permitir que voces de hombres te intimiden, ni transmitan sus miedos. Pero tú, debes esforzarte siempre en ver al Dios es Luz, y cuidarte, manejarte como hijo de Dios. Sí, tú debes ser el Hijo de Hombre y sobre ti el cielo debe estar abierto siempre. Que seas el hombre de confianza del Padre en toda obra. CONCLUSIÓN
¿Qué es vencer al mundo? ¡Que tú debes ser EL Hijo de Hombre! Por eso, dice en la biblia: Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. Porque todos han escuchado la misma palabra, todos fueron llamados en un Jesucristo, pero los efectos y los resultados son tan diferentes. Tienes que esforzarte para que el cielo está continuamente abierto para ti. Y para esto, tienes que alcanzar y recibir el Pacto de Jesucristo. Que Dios te bendiga.