Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana. Bar-On; Teatro III. 1. El nacimiento del genio El teatro isabelino. 4

“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. Índice 1. El nacimiento del genio...........................................

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. Índice

1. El nacimiento del genio........................................................................................2 2. El teatro isabelino………………………………………………………………….…4 3. Shakespeare: el ser humano en el ser humano…………………………………..7 4. Romeo y Julieta: el poder del amor………………………………………………..10 5. Macbeth: el temor de “ser” frente a la desidia de “no ser”……………………….14 6. Conclusiones………………………………………………………………………….20 7. Lista de referencia……………………………………………………………………23

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. 1. El nacimiento del genio “El resplandor del genio en todas las direcciones, eso es Shakespeare.” Víctor Hugo

William Shakespeare fue bautizado el 26 de Abril (se especula que nació el 22 o 23 de Abril pero no hay datos certeros del día específico) de 1564 en Stratford, Condado de Warwrick, Inglaterra, fruto del matrimonio de John Shakespeare y Mary Arden, fue el tercero de ocho hijos. Ese mismo año, en el sureste de Inglaterra, nacería Christopher Marlowe, uno de los autores más preponderantes del período isabelino. Entre 1571 y 1578 asistió a la escuela de Stratford, ya con siete años recibió la educación normal y algunos elementos de latín. En 1576 James Burbage (padre de Richard, personaje que se observa en la película “Shakespeare apasionado” de John Madden) construye el primer teatro de Inglaterra, llamado “The Theatre”, al norte de Londres. Un año después se inauguraría en Londres el teatro “The Curtain”. Según indica Harris: “Fue una suerte para Shakespeare que la creciente pobreza de su padre lo obligase muy pronto a dejar la escuela y ponerse en contacto con la vida (...) Durante ese período en que su hogar se empobrecía constantemente sólo se podía esperar que el joven Will se entregase a la mala vida.” (Harris: 377). Hacia 1582 Shakespeare contrae matrimonio con Anne Hathaway, una mujer 8 años mayor que él. Como consecuencia de este matrimonio nacerían tres niños: Susanna, Hamnet y Judith. En 1587, se trasladó a Londres, abandonando Stratford, para unirse a una compañía teatral. En 1589 comienza a escribir los sonetos, y entre 1590 y 1591 escribe las tres partes de “Enrique VI” y “Ricardo III”. En 1592 se construye el teatro “The Rose” (el otro teatro que se aprecia en la película de Madden) y entre 1592 y 1594 una fuerte peste obliga a cerrar los teatros londinenses. En 1593 es asesinado Christopher Marlowe como consecuencia de un disturbio en una taberna. En 1595 se construye en Londres el teatro “The Swan” y ese mismo año Shakespeare daría a la luz dos obras destinadas a convertirse en obras maestras: “Ricardo II” y “Romeo y Julieta”. En 1596 el único hijo varón de Shakespeare, Hamnet muere, a los once años. Hecho que no sería menor en sus años posteriores. Luego vendría una seguidilla de obras como “Eduardo III”, “El rey Juan”, “Sueño de una noche de verano”, y “El mercader de Venecia”. 2

“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. En 1599 “The Theatre” de Burbage es destruido y con los mismos materiales de aquel teatro construyen “The Globe” en Southbank, teatro del cual Shakespeare sería uno de los accionistas y copropietarios. Ese mismo año el teatro sería inaugurado con la tragedia “Julio César”. Con el comienzo del nuevo siglo llegaría la primera versión de una de las más grandes obras de la historia de la literatura universal: Hamlet. En 1603 muere la reina Isabel I y es sucedida por Jacobo I, quien patrocinará la compañía teatral a la cual pertenecía Shakespeare, la cual sería rebautizada como “Los hombres del Rey”. En 1604 los teatros londinenses volverían a ser cerrados debido a la peste, y ese mismo año Shakespeare escribe “Otelo”. En 1605 llegaría “El rey Lear” y un año después “Macbeth”. En 1609 se publican sus sonetos y en 1610 Shakespeare abandona Stratford. Hacia fin del mes de Junio de 1613 su teatro “The Globe” se incendia durante la representación de su obra “Enrique VIII”. El teatro es reconstruido y reinaugurado un año después. En 1616 su hija menor se casa, el mismo año que Shakespeare escribe su testamento y posteriormente fallece en su casa en New Place, el día 23 del mes de Abril (quizás el mismo día de su nacimiento) a los 52 años. Su obra y su legado siguen vigentes hasta nuestros días, probablemente trascenderán en la eternidad.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. 2. El teatro isabelino “Shakespeare como Cervantes o Montaigne nunca se propuso escribir una obra maestra. Lo movía el estímulo de las tablas.” Jorge Luis Borges

Como indica esta frase citada de Jorge Luis Borges, desde el inicio nos brinda una característica distintiva de este teatro y de esta época: el tiempo continuo. Las obras de teatro isabelino nacieron para ser representadas. Es por eso que en realidad carecen de didascalias y demás aclaraciones. Estas fueron introducidas, luego, por los autores neoclásicos que buscaron introducir en estas obras el esquema ternario. Las obras, originalmente, transcurren en un tiempo continuo, justamente, en el cual no hay divisiones en actos ni escenas. Incluso (directamente relacionado a la característica del espacio neutro) las obras cuentan con escenas muy cortas y con repentinos y variados cambios de lugar rápidamente, por eso no siempre tienen una localización exacta, cuestión que los autores y editores contemporáneos se encargarían de resolver con el tiempo. Estas obras fueron escritas precisamente para ser representadas de forma continua. Y eran pensadas para ser llevadas a escena, no como dramaturgias ni escrituras, ni literatura, si no precisamente como teatro vivo. Esto le daba una gran inmediatez y urgencia a los dramaturgos, quienes debían escribir grandes obras para ser representadas, exigidos por el tiempo y por los dueños de los teatros, quienes no querían perder pisada en la competencia. De esta manera los ojos del mundo verían en los escenarios londinenses la representación de grandes obras que pasarían luego, a la historia. Repasemos entonces las principales características del teatro isabelino: Por empezar, en lo que respecta al espacio, se ubica en lo opuesto al teatro a la italiana. En contraposición, el espacio es no frontal, y el público se ubica alrededor. No se basa en la ilusión, si no contrariamente en la teatralidad. Por su forma espacial y estética, no apunta a un tipo de teatro realista, puesto que una de sus herramientas más destacadas es lo denominado “decorado verbal”, por el cual a través del texto el actor dice y hace, y el espectador imagina. El primer teatro de este tipo fue el The Theatre de John Brayne. Se consolidaba sobre una estructura poligonal externamente, y circular en su interior, tres pisos de palcos y debajo un patio descubierto, en el cual en un costado se hallaba el escenario. Este era una tarima rectangular en vistas hacia el centro del patio, provista de dos trampas y 4

“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. una altura de 1,50 metros. El escenario era considerado un espacio dúctil y flexible, ya que a través de su: arriba, abajo, adentro y afuera, se construía la completa imagen de todos los lugares posibles. Así es como se volvía un espacio totalmente práctico. Caracterizado y apoyado en la metonimia (la parte por el todo), lo cual consiste en que introduciendo un pequeño elemento denota un lugar específico y concreto. Consistía en un sentido totalmente lúdico, apuntando a lo teatral plenamente (a diferencia del teatro a la italiana que ambiciona alcanzar “lo real”.)

Podemos hallar como tanto la escenografía como el vestuario se muestran permeables a lo que la escena demanda. No hay grandes escenografías ni estructuradas montadas. Por su contrario, los actores y los textos son la esencia de este teatro y lo que consolidan, sitúan y sostienen la acción. Con el vestuario de dos servidores de distintos bandos luchando nos ubicaremos en un tiempo y un espacio específico, al cual seremos transportados mediante los actores y la acción. El teatro isabelino resalta sobre todo el concepto de teatralidad. Además hay dos características determinantes que definen al teatro isabelino: Por un lado la teatralidad que deriva justamente del carácter de lo teatral. Convertido en una especie de sistema de códigos a través del cual se hará ágil el juego teatral. Donde encontramos lo primordial en los actores y el texto. Localizar la acción a través del decorado verbal (siendo la palabra la que lo revela), las convenciones sobre el lugar y la ilimitada movilidad geográfica son algunas de las principales características que constituyen la teatralidad en el teatro isabelino. No se busca la ilusión de realidad, si no que predomina el juego y el artificio. Los prólogos, epílogos y coros, son varias de las características que le dan teatralidad al teatro. También la presencia de teatro dentro del mismo teatro, (Ejemplo de Hamlet que decide hacer una obra.) este mecanismo hace que la teatralidad se duplique. Además del uso de máscaras, parodias o pantomimas (Romeo va disfrazado a la fiesta en casa de Capuleto, junto a Mercucio y Benvolio, estando enmascarado en casa del enemigo.)

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. En segundo lugar, el denominado espacio neutro, el cual, según señala Iriarte Núñez, hace que el escenario sea “específico, neutro y abierto.” Estas características del escenario se deben y llevan en consecuencia a otra de las características sobresaliente, mencionada en un primer momento: el desarrollo continúo de las obras. El espacio es denominado “neutro” ya que es un espacio capaz de adaptarse y es susceptible de transformarse en cualquier espacio que sea necesitado. Es flexible y cercano al público y todos los elementos accesorios tienen un propósito lúdico. Encontraremos la sangre representada a través de pañuelos rojos, por ejemplo. El espacio neutro permite la aparición de batallas, escenas violentas, oscuridad, entre otras cosas. El teatro es tomado como un juego (Peter Brook señala en su libro “El espacio vacío” que el teatro es juego.) La cadena ininterrumpida de hechos sólo será posible en el escenario neutro y con la complicidad del público sobre las reglas de este juego denominado teatro.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. 3. Shakespeare: el ser humano en el ser humano. “Su poesía mana, pues, de él libremente, sin obstáculos. Si algún ser humano ha logrado dar expresión completa a su obra, ha sido Shakespeare. Si ha habido jamás alguna mente incandescente, que no conociera los obstáculos, pensé, mirando de nuevo los estantes, ha sido la mente de Shakespeare.” Virginia Woolf (Una habitación propia, 1929). William Shakespeare es sin dudas, uno de los más reconocidos escritores de la historia de la humanidad. Más allá de su prolija y apasionante capacidad narrativa y de su poesía predominante, Shakespeare se ha encargado de crear historias derivadas de las conductas y las relaciones humanas. Estos aspectos, son quizás lo más universales y anacrónicos que puedan existir. Como hay determinados temas o contenidos que serán comprendidos de acuerdo a la cultura, o la idiosincrasia propia de cada sociedad, hay otros que son de carácter ecuménico, y esto es precisamente en lo que respecta a las obras de William Shakespeare. Todo ser humano, ha sentido, a su manera, el amor, el dolor, la tristeza, la angustia o la alegría. Estos sentimientos se presentan diversos y específicos, gracias a la subjetividad que se tiene sobre ellos, ya que son, como cada ser humano, únicos, particular e irrepetibles. Aun así, hay aspectos que son comunes a todos los seres humanos, y que permiten que (incluso manejando lenguajes distintos) podamos comprender sensiblemente una sensación, una pasión o una conducta determinada. Shakespeare escribió sin censura, sin obstáculos ni barreras, y eso le permitió alcanzar tan humanamente los sentimientos y dolores del ser humano. Borges los describió como una persona que fue todos y ninguno. Eso es justamente lo que Shakespeare logró, una universalidad única, de alcance mundial en distancias y anacrónico en lo temporal, y a la vez, una particularidad y especificidad, que ha hecho que todos seamos o tengamos un poco de él y de sus personajes, quienes tan emblemáticos e históricos resultaron. Precisamente, Harold Bloom en su prólogo señala que “Después de Jesús, Hamlet es la figura más citada en la conciencia occidental: nadie le reza, pero tampoco nadie lo rehuye mucho tiempo.” (Bloom: 23). El teatro de Shakespeare es una mímesis, pero no entendiéndolo en término aristotélicos, ya que no es la mimesis de una acción, si no de una y miles de personas. Estas imitaciones son consecuencias de dolores y placeres, porque cuando leemos o vemos estas obras, no sólo sufrimos y gozamos por creer que lo que ocurre es real, si no que además invaden y penetran en nosotros nuestras propias realidades.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. Harold Bloom indica en su prólogo a “Shakespeare. La invención de lo humano”, que hay dos maneras de comprender a Shakespeare: una es comprendiendo a la literatura primariamente como lenguaje, en ese caso, el autor significará meramente un fenómeno cultural. La otra forma es bastante más empírica y quizás humanizada: entendiendo al autor como un representador universal del universo fáctico. Teniendo en cuenta que, como el Dr. Samuel Johnson indica “Éste es, por lo tanto, el mérito de Shakespeare: que su teatro es espejo de la vida.” Sus obras nos encontrarán a nosotros, a la vez que nosotros nos hallaremos en ellas. Partiendo de la premisa que Shakespeare ha sido un estudioso de la conducta y de los sentimientos humanos, incluso sin saberlo, indagaremos en los capítulos subsiguientes, en dos de sus grandes obras, principalmente tragedias, siendo éstas descriptivas de las conductas humanas, influyentes y vigentes hasta nuestros días. Serán tomadas dos tragedias de Shakespeare: “Romeo y Julieta”, formando parte de sus primeras tragedias, llamadas por Bloom “Las tragedias del aprendizaje” (su segunda tragedia, después de “Tito Andrónico”, escrita en 1595) y por otro lado “Macbeth”, habiéndose escrito hacia 1606, formando parte del segundo período de tragedias escritas por Shakespeare, a las cuales Harold Bloom denomina como “Las grandes tragedias” (Completan este grupo: Hamlet, Otelo, Antonio y Cleopatra, y El rey Lear). A continuación se enumeran los temas destacados en las obras a trabajar: “Romeo y Julieta”: la exaltación del amor, la pasión y el poder. “Macbeth”: Traición, ambición, poder y destino. Estas tragedias derivan los sentimientos y miserias más profundos. Desde una visión interna de la condición humana, situando el punto de vista en el interior del ser, Shakespeare nos brinda un doloroso y apasionante aprendizaje. Sus personajes terminan por invadirnos, haciendo a su vez que existan tantas personas como personajes existentes. Bartolomé Mitre, en su prefacio a la edición de sus rimas (1854) escribió lo siguiente: “¿Y qué diremos de Shakespeare? ¿Quién ha penetrado más hondamente que él en los arcanos del corazón humano? ¿Quién con más sabiduría y profundidad que él ha sabido crear esos tipos inmortales que personifican las pasiones de tal modo que a no haber surgido de su mente, el hombre no se conocería a sí mismo? Shakespeare, puede decirse que, no solo nada de lo que tenía relación con el hombre le era indiferente, sino que sabía cuanto al hombre concernía”.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. ¿Somos más humanos gracias a Shakespeare? ¿Shakespeare creó, cierta forma como Bloom afirma, al ser humano? ¿Estamos personificados en sus obras? ¿Sus personajes son meros papeles para actores o son personas reales? Las respuestas son tan variadas como subjetivas. Hay una certeza: sus obras son grandes disparadores de incógnitas y polémicas. Para nuestra sorpresa en las páginas de Shakespeare podremos sentirnos identificados y reflejados. Hay una parte nuestra en todas sus obras y a su vez hay algo de él en todos nosotros. Existe una cantidad incontables de seres humanos que han leído las obras de Shakespeare, alguno con más pasión e identificación, otros no tan devotos de su obra literaria, pero resulta innegable que Shakespeare, por donde sea que esté, no pasa desapercibido. Genera pasiones desmedidas (y a la vez habla de ellas), debates inconclusos, polémicas interminables, interpretaciones variadas y mucho más. La palabra “genio” es derivada del latín de geníus (“traer a la vida”, “crear”), según la Real Academia Española definen este adjetivo como: “Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables.” Si tomamos estas definiciones, probablemente podamos llegar a la conclusión de que definitivamente, más allá de gustos particulares, Shakespeare fue una persona dotada de esta facultad. Me atreveré a citar esta definición de la RAE y también agregarle algunas ideas: Shakespeare fue un genio. Ha trascendido por años y siglos, y sin dudas ha tenido la mencionada “capacidad mental extraordinaria” creando desde su intelecto y además su corazón (tragedias, comedias, dramas y sonetos apasionados, desgarradores que difícilmente partan únicamente de una esfera vinculada a lo racional, hay un grado enorme del aspecto sensitivo), no sólo creando “cosas”, si no además personas nuevas, admirables y también cuestionables, ambiguas y polémicas. Partiendo de la etimología de la palabra, proveniente del latín (“traer a la vida, “crear”), definitivamente Shakespeare fue un creador y creó parte de nuestra historia y hasta quizás, parte de nosotros. Para concluir este capítulo junto a esta idea, resulta pertinente tomar una vez más a Harold Bloom, quien mostrándose quizás escéptico de la fe divina, sí se presenta como un fiel creyente de la literatura shakesperiana al afirmar: “No sé si Dios creó a Shakespeare, pero sé que Shakespeare nos creó a nosotros, hasta un grado completamente asombroso.” (Bloom: 674).

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. 4. Romeo y Julieta: el poder del amor “La primer página de Shakespeare que leí, me hizo suyo para toda la vida, y cuando terminé de leer la primera pieza me sentí como alguien que ha nacido ciego, a quien una mano milagrosa restituye de repente la luz de sus ojos. Vi y sentí de la manera más vívida que mi existencia se expandía infinitamente. Paso a paso aprendí a ver, gracias a mi genio reconocedor y ahora sigo sintiendo vívidamente lo que he ganado.” Johann Wolfgang von Goethe

Es difícil comenzar este capítulo develando el verdadero asunto de la obra que concierne, al mismo tiempo desacreditando de alguna manera el título del capítulo actual. Esta tragedia, escrita hacia 1595, es conocida como una de las mayores (sino la mayor) historia de amor de la literatura universal, aunque en realidad, para tristeza y decepción de muchos, luego de profundos análisis, se puede detectar que el tema principal de “Romeo y Julieta” no es el amor, sino otro, quizás tan universal y atemporal como el amor: el poder. Es incómodo y dificultoso desmitificar de esta manera una de las grandes historias de amor pero indaguemos más hondamente para comprenderlo. La historia se desencadena a causa del conflicto entre las dos familias más poderosas de la pequeña Verona: Capuleto y Montesco. Nos encontramos a un joven Romeo, sentimental y apasionado, a quien lo aflige su amor por Rosalina, perteneciente a la familia Capuleto, y aun así decide luchar por ella. Para ello irá infiltrado junto a sus amigos Mercucio y Benvolio a la fiesta organizada en la mansión Capuleto. Lo que Romeo no se espera es un hecho incluso peor y sorpresivo, el encuentro furtivo con una muchacha que lo enamorara profunda y apasionadamente: Julieta Capuleto. Él desconoce en un primer momento que ella pertenece a la familia Capuleto (hija de la familia enemiga, prima de Rosalina), como ella desconoce que él es un Montesco y se enteran previo al fin de la fiesta. El conflicto principal de la obra no es el amor, ya que no existe conflicto en él, ellos se aman y es mutuo, el sentimiento es recíproco. El asunto que complica y obstaculiza la historia es la lucha de poder entre sus dos familias. Si no existiese este conflicto entre las dos familias más poderosas de la ciudad no habría tragedia. La historia no sería lo que fue y lo que todavía es.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. A su vez, el hecho de enamorarse de la hija o el hijo de la familia enemiga potencia todo ese amor y lo agudiza. Es cierto, en un principio ellos desconocen que el otro es Montesco o Capuleto, pero al develar sus identidades es cuando comienza la sucesión de hechos trágicos y exaltados. A continuación también intervendrá un factor no menor, para alegría de psicólogos y analistas, es que dicho amor, no correspondido, es prohibido, y hay numerosos estudios realizados sobre la fuerte atracción que lo prohibido produce en los seres humanos, teniendo en cuenta que cuanto más se reprime algo en el interior, más se fomenta el deseo. Todo ser humano sabe un poco lo que es sentir eso. Shakespeare nos lo puso frente a nuestras narices. Romeo y Julieta son dos seres apasionados y enamorados, quienes quieren vivir libremente de su amor, jóvenes y desinteresados de las querellas de prestigio o de poder. Pero el riesgo está presente y es eso precisamente lo que intensifica el amor que hay entre ellos. Romeo se introduce impulsivamente en los jardines Capuleto corriendo el riesgo de ser asesinado, sólo para ver, bajo la luna, a su amada. Como Bloom señala: “(…) lo sexual se convierte en lo erótico cuando lo cruza la sombra de la muerte.” (Bloom; 128). Este segundo encuentro entre ellos es un claro ejemplo de ello. Ahora bien, el hecho de destacar como uno de los principales temas al poder, no hace que el amor se vea relegado, sería incauto decir que no es una historia de amor, porque por supuesto que lo es. “(…) la obra es la más amplia y convincente celebración de amor romántico en la literatura occidental.” (Bloom; 129). Lo que Shakespeare hizo, tan precisa y magníficamente es combinar dos factores extremos, con los cuales nos regimos hasta los días actuales: el poder y al amor. Y los entrelazó uno con otro, volviéndolos causa y efecto uno del otro. La acción avanza con una velocidad descomunal, donde se siguen hechos y encuentros intensos. Una característica principal de las obras de teatro isabelino es la acción múltiple, la cual consiste en la ruptura de la unidad de acción, volviéndose tajante y radical, donde el acontecer es múltiple. En el caso de “Romeo y Julieta” es una de las tramas unitarias de Shakespeare (junto a Macbeth y Otelo). (La acción múltiple se ve claramente ejemplificada en otras obras, como Hamlet, donde podemos distinguir varios conflictos desarrollados a la vez en forma simultánea y múltiple.) Por ese motivo es que quizás la acción contenga una cantidad incontable de hechos que se suceden uno tras otro y la obra crece a pasos tan minuciosos como gigantescos.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. Otra de las características destacables que se presenta en el devenir de la obra es el tiempo corto. Luego del encuentro, el cual es la ruptura y el inicio de la tragedia acontecen uno tras otro hechos tan fugaces como intensos. El encuentro en el jardín, el enfrentamiento de Tybaldo con Mercucio, con la posterior muerte de éste último, y en consecuencia de ello el asesinato de Tybaldo a manos de Romeo, allí el joven enamorado se ve obligado a exiliarse a Mantua para conservar su vida, pasa su última noche junto a su Julieta, intruso en su habitación y en la casa enemiga, y al aparecer la luz del alba se ve obligado a emigrar. Esta sería la última vez que los amantes se verían con vida. Julieta buscará ingeniárselas para reencontrarse con su Romeo y evitar el casamiento político que le pactó su padre con el conde Paris. Para ello conseguirá un brebaje, con ayuda del Fray Lorenzo, que la hará aparentar muerta. Una carta será enviada a Romeo para ponerlo al corriente de la ingeniosa idea, pero nunca llegará. Las noticias que recibirá Romeo son las de la muerte de Julieta, así decidirá visitar al boticario en busca de un eficaz veneno mortal. Volverá a Verona y encontrará yaciendo a Julieta en la bóveda Capuleto, creyendo que ella está muerta… El resto es historia conocida. Una vez más Shakespeare se nos presenta tan humano y universal, sin haber sido un profesional o estudioso letrado en alguna disciplina particular, nos imprime a través de sus páginas un análisis tanto más poderoso que cualquiera que se pueda hacer. Una historia concreta, específica y única que delata y permite descubrir gran parte de nuestras miserias, intereses y dolores. Víctimas del sistema y las ideas de aquella época (no muy diferentes a las actuales), el amor de Romeo y Julieta culmina con ellos muertos. Siendo a la vez estos dos personajes los menos cuestionables, ya que son quienes van en busca de su deseo y de lo único de lo que no podemos desconfiar en toda la tragedia es de la mutua entrega de ellos hacia su amor. Romeo y Julieta contra el poder, el conflicto no es entre ellos, si no que los une un sentimiento apasionado y sincero, pero es lo que los acaece es el conflicto y ellos son la consecuencia de él. “Lo sutilmente escandaloso del drama de Shakespeare es que todo está contra los amantes: sus familias y el Estado, la indiferencia de la naturaleza, los caprichos del tiempo y el movimiento regresivo de los contrarios cosmológicos del amor y la lucha.” (Bloom; 144). Esta combinación de elementos tan sagaz y brillante hace de esta tragedia una obra maestra, que trasciende toda época, tiempo y doctrina. Que la vuelve eterna y que siempre vuelve a nosotros, a nuestra cotidianeidad, a nuestros días, es parte de nuestras historias y de nuestras vidas.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. En los rincones más remotos de nuestro ser, en esos recovecos más ocultos y recónditos es donde aparece Shakespeare una vez más. De una manera única y formidable. Sencillamente sincero y crudo. Brillante y eterno. Nos invita a cuestionarnos un poco y hacernos una infinita cantidad de preguntas… ¿Acaso quién no ha sentido amor? ¿Quién no se ha visto atraído por lo prohibido? ¿Quién no anheló obtener algo imposible, ilícito o socialmente vedado? ¿Quién no luchó, o quiso luchar, hasta las últimas consecuencias por un deseo profundo? ¿Qué persona enamorada no sintió obstáculos en ese camino y fueron esos obstáculos precisamente los que volvieron más fuerte ese amor? ¿Qué adolescente enamoradizo no fue impulsivo y sentimental a la hora de accionar? ¿Qué novio o novia no ha llamado, en broma o en serio, bajo el pseudónimo de “Romeo” o “Julieta” a su amado? ¿Por qué resuenan tanto, una y otra vez, los apellidos Montesco y Capuleto en nosotros? ¿Por qué hemos oído incansablemente aquel “Oh, Romeo”? ¿Por qué leemos una y otra vez la obra de Shakespeare y cada vez sentimos y descubrimos algo distinto? ¿Por qué la leemos una y otra vez y sentimos que ese final trágico puede cambiar, que esa carta llegará y que los amados no morirán? ¿Por qué se nos despiertan pasiones desmedidas e incontrolables? ¿Por qué el poder es un factor determinante en la constitución de los profesionales en sus ocupaciones? ¿Por qué el amor ocupa un lugar tan primordial en nuestras vidas? ¿Por qué juramos amarnos hasta que la muerte nos separe? ¿Por qué toda obra de teatro, habla en definitiva, del amor o de la muerte? Una respuesta: William Shakespeare.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. 5. Macbeth: el temor de “ser” frente a la desidia de “no ser” “La obra es la más intensa que la literatura puede ofrecernos y esa intensidad no decae. Desde las palabras enigmáticas de las brujas, que de manera bestial o demoníaca, trascienden la razón de los hombres, hasta la escena en que Macbeth muere acorralado y peleando, el drama nos arrebata como una pasión o una música.” Jorge Luis Borges

“Macbeth” es una de las grandes tragedias de Shakespeare y de la historia. No se conoce con precisión cuando fue escrita, pero se la ubica entre 1604 y 1610. Es de conocimiento empírico que no puede ser anterior a 1604, ya que la historia hace alusión a hechos ocurridos en ese año. Es otra de las obras donde la acción es una y donde el tiempo en la cual transcurre nos da la sensación de inmediatez y fugacidad, por más que sean años los que pasan. El poder aparece una vez más en la obra de Shakespeare, esta vez presidido por la ambición desmesurada y la traición. Macbeth es un personaje que lleva a cabo hechos nefastos y aterradores, pero no podemos decir que él sea nefasto o aterrador. Una vez más la perspicacia en las sutilezas de Shakespeare. Es un personaje tan temido como temeroso. Macbeth: “(…) Mis terrores presentes son menores que las cosas terribles que imagino. Mi pensamiento, cuyo asesinato sólo es imaginario todavía, choca mi frágil condición de hombre, de tal manera que mis facultades son sofocadas por las conjeturas y nada es sino lo que no es.” Sus hechos lo exceden y lo superan, volviéndose incontrolables para él. Desarrolla y desencadena una serie de asesinatos en busca del trono, vencido por la ambición, está dispuesto a traicionar a sus más fieles compañeros. Guiado quizás ciegamente por las brujas (la hechicería ocupa un lugar primordial en esta tragedia), indicándole y señalando su destino. Presionado por Lady Macbeth y encantado por las “apariciones” con revelaciones de las brujas, Macbeth iniciará un camino hacia la ambición, que significará su perdición como ser humano. 14

“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. Escribe a su mujer: LADY MACBETH “Me salieron al paso el día del triunfo, y he podido comprobar fehacientemente que su ciencia es más que humana. Cuando ardía en deseos de seguir interrogándolas, se convirtieron en aire y en él se perdieron. Aún estaba sumido en mi asombro, cuando llegaron correos del rey y me proclamaron Barón de Cawdor, el título con que me habían saludado las Hermanas Fatídicas, que también me señalaron el futuro diciendo: "¡Salud a ti, que serás rey!" He juzgado oportuno contártelo, querida compañera en la grandeza, porque no quedes privada del debido regocijo ignorando el esplendor que se te anuncia. Guárdalo en secreto y adiós.” Macbeth comprende y asume su destino y comparte con su mujer ese devenir venturoso que se acerca para ellos, volviéndolo propio de ambos. Macbeth imagina y proyecta su futuro, lógicamente con una gran ambición, las revelaciones que se le presentan son con grandes augurios de poder y de gloria. Se ve enceguecido por el desmedido deseo de que eso ocurra. De volverse Rey y amo. Imagina constantemente lo provechoso que será el futuro, el cual ya anhela y espera se vuelva inmediato. Nos identificamos con Macbeth, quizás no con él o con sus acciones, pero sí con sus deseos y principalmente con su imaginación. Es una obra que nos enfrentará con nosotros mismos, nos cuestionará sobre nuestra concepción ética y moral y sobre nuestros deseos. La moral nos rige, pero… ¿si no hubiese moral? ¿Cuántos no seríamos como Macbeth? Saca lo peor de nosotros y lo coloca frente a nuestros ojos. Nuestros costados más “siniestros” (en términos freudianos) afloran y tememos no reconocernos, o peor aún, que ese ser demoníaco tan temido seamos nosotros mismos. Es precisamente lo que le ocurre a Macbeth, quien comienza siendo un fiel servidor de Escocia y su ambición por llegar a Rey lo llevará a realizar acciones sorprendentes e inesperadas. Shakespeare nos arrincona en nuestros sectores más oscuros y siniestros. “Shakespeare se asegura de manera bastante aterradora de que seamos Macbeth; nuestra identificación con él es involuntaria pero inescapable. Todos nosotros poseemos, en un grado o en otro, una imaginación proléptica; en Macbeth, es absoluta. Él es apenas consciente de una ambición, deseo o anhelo antes de verse a sí mismo del otro lado o en la otra orilla, habiendo ejecutado ya el crimen que cumple 15

“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. equívocamente su ambición. Macbeth nos aterra en parte porque ese aspecto de nuestra propia imaginación es efectivamente aterrador: parece convertirnos en asesinos, ladrones, usurpadores y violadores.” (Bloom; 640). La obra nos propone realizar un viaje junto a Macbeth y su desmedido deseo, colocándonos en los lugares más extraños pero verdaderos a su vez. De una forma aterradora, como lectores podemos sentir una sensación de empatía con Macbeth. No es un personaje odioso ni despreciable, si bien es cuestionable sus acciones y su proceder, generamos una simpatía con él, porque en el fondo, dentro nuestro, entendemos que hay algo nuestro en él y de él en nosotros. Todos tenemos un costado Macbeth, como todo Dr. Jekyll tiene su Mr. Hyde (así lo señala Bloom análogamente en su libro). Tememos ser Macbeth, porque conocemos que podemos tener ese potencial del mal en algún aspecto, y puede activarse de un momento a otro. La naturaleza de lo sexual también aparece en esta obra: las figuras seductoras de las brujas y de Lady Macbeth, que lo arrastran a sus actos. Los asesinatos de Macbeth pueden ser considerados hasta como una descarga de una pulsión sexual (o de vida) insatisfecha, que hace predominar la pulsión violenta (o de muerte) (en términos de Freud). Según señala Bloom: “el asesinato se convierte más y más en el modo de expresión sexual de Macbeth. Incapaz de engendrar hijos, Macbeth los asesina.” (Bloom; 655). Aunque no seamos asesinos en la práctica, ni nos asemejemos a algo similar, sí somos Macbeth en algún punto. Incluso el personaje se muestra tan humano y tan imperfecto, que en un pasaje de la obra podemos vislumbrar un posible arrepentimiento en él: MACBETH: Mejor sería perderme que encontrarme para enfrentar mis actos. Despierta Duncan con tu golpear: ¡Ojalá lo lograras! Lo más contradictorio en Macbeth es que no sólo su ambición lo lleva a la traición, si no que sus miedos e inseguridades, porque es un personaje que sufre, lo arrastran en su accionar. Lady Macduff lo acusará con una descripción muy concreta.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. Ross: Debéis tener indulgencia, señora Lady Macduff: Él no tuvo ninguna. Esa fuga suya fue una locura: cuando nuestras acciones no lo hacen nuestro miedo nos convierte en traidores.

Eso es precisamente lo que ocurre con Macbeth, su temor y a la vez deseo, ante las premoniciones lo conducen en su maniobrar. Sería un gran consuelo para nosotros encontrar en la obra de Shakespeare que Macbeth acabe por volverse loco, víctima de su imaginación, pero el autor no nos dejará una fácil tarea: por su contrario, Macbeth está muy lejos de la locura, y es un ser consciente de sus actos. Su posible demencia nos aliviaría ya que evitaríamos ver reflejadas en él nuestras imaginaciones sobre futuros tan anhelados como temidos. Esa ambigüedad tan dual es lo que nos encuentra, frente a nuestros deseos y anhelos, cargados de temores e inseguridades. Además con la ambición de cumplirlos, a veces de manera inobjetable, sin importar las consecuencias. Hablar de muertes o asesinatos parece muy extremo, por una cuestión puramente moral actual, pero Shakespeare nos invita a transpolar eso a cada uno de nosotros, en nuestros propios mundos. “Macbeth es más aterrador que todo lo que él enfrenta, sugiriendo así que nosotros mismos somos tal vez más espantosos que todo lo que hay en nuestros propios mundos.” (Bloom; 672). Todos asesinamos algo de algún modo en busca de un deseo apasionado. Shakespeare ahonda esta vez de una forma muy cruda en nuestras peores miserias y nuestros costados más oscuros, que quisiéramos ocultar, o que permanezcan clandestinos pero de manera inevitable salen a la luz. Desear algo muy fuertemente, más incluso en lo vinculado al poder, puede traer consecuencias inesperadas, como reacciones sorprendentes, como es el caso de Macbeth, puede ser en cualquier caso. La traición y la ambición desmedida están tan vigentes hoy en día en aspectos sociales y políticos, y ocurren continuamente en nuestra actualidad. Lo más dificultoso reside en no dejarse vencer por esas fuerzas 17

“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. internas. Indagar sobre nosotros mismos es una tarea tortuosa y muchas veces negada, hay aspectos que uno prefiriera no conocer nunca o no develar al menos. Hasta que ocurren, hasta que la posibilidad aparece y el sueño (en términos de anhelos, no oníricamente) no se queda en utopía, si no que se vuelve alcanzable, realizable y posible, y ahí aparece nuestro sincero costado humano, a veces funesto. ¿Cuáles son nuestros grandes deseos y ambiciones? ¿Qué valores rigen nuestros días? ¿Qué estamos dispuestos a hacer por nuestros anhelos y qué no? ¿Hasta dónde llegaría uno por un deseo y una ambición? ¿Cuándo la ambición se vuelve desmedida? Si nos dijeran que podemos alcanzar el poder absoluto, la gloria, eso que tanto anhelamos todas nuestras vidas… ¿Qué no haríamos para alcanzarlo? ¿O qué estaríamos dispuestos a hacer? Si nos anunciarán un destino provechoso o desafortunado, ¿Qué haríamos para conseguirlo? ¿Y qué para evitarlo? ¿Qué matamos en el camino hacia nuestros fines? ¿A quiénes estamos dispuestos a asesinar, no literalmente, pero sí a nivel moral y digno? ¿Qué aspectos nuestros preferimos obviar y no descubrir jamás? La cuestión está allí, en aceptar ser Macbeth, o no serlo. No podemos tomar a Macbeth desde su literalidad aplicándolo hoy en día porque carecería de sentido, y sólo aplicaría para personas insanas puesto que es un asesino. No es la cuestión de “ser” el volverse un asesino literal, si no resolver qué desear, qué estar dispuestos a enfrentar y cómo hacerlo. Es una decisión, un camino, resignar algo y ganar algo, volverse cauteloso y cuidadoso, o extremo y desmedido. Posiblemente muchos decidan “no ser”, pero esa decisión consciente y racional, es moral, corriendo el riesgo de verse vencida por el impulso pasional del corazón, que domina: El hecho de decidir “ser” y hacer es una respuesta escondida, quizás no aceptada. De esta manera es como uno acaba siendo aquello tan temido, en un intento de escape. Constantemente decidimos y definimos el camino que tomamos. Nuestra responsabilidad acarrea en hacernos cargo de nuestras decisiones y llevarlas a cabo. Evitarlo es una decisión, como enfrentarlo también lo es. No decidir o creer no hacerlo, también es una decisión, ya que tarde o temprano, ese aspecto nuestro culminará apareciendo y quizás nos veamos vencidos por él.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. “Macbeth mismo nos excede, en energía y tormento, pero también él nos representa, y lo descubrimos más vívidamente dentro de nosotros cuanto más profundamente cavamos.” (Bloom; 674) Nos deja un trabajo eterno, ambicioso e infinito, que es para toda la vida, como es conocernos y descubrirnos a nosotros mismos, cada día, con nuestras virtudes y defectos, nuestras moralidades y vicios, nuestras ambiciones y desenfrenos. Es que nunca dejamos de conocernos, se vuelve un viaje inacabable, más aun existiendo Shakespeare.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. 6. Conclusión: “De alguna manera Shakespeare siempre parece tener algo que decirnos.” Nelson Mandela

Es curioso como un hombre en teoría analfabeto y sin educación como Shakespeare, nos haya brindado con tanta sencillez a través de la complejidad en sus obras un diagnóstico ambicioso y preciso del alma humana. Aún los estudiosos de las ciencias más exactas sobre el comportamiento social o psicológico del hombre podrán tomar y encontrar en las obras de Shakespeare una fuente de información, de consulta y de preguntas. La sensibilidad del autor isabelino ha trascendido a lo largo de tantos años por su claridad, su fidelidad y principalmente, por su universalidad. Shakespeare nos presenta conflictos humanos, devenidos de las relaciones humanas, que a mí entender él ha comprendido y estudiado, empíricamente, a la perfección. Quizás a esto se deba su vigencia hoy en día. En nuestros tiempos decidimos remitirnos y buscar en Shakespeare historias para contar, dudas para plantear y respuestas ante nuestras inquietudes más profundas. Por eso hallaremos sus textos tantas veces realizados, reformulados, readaptados en distintas obras artísticas, plásticas, sonoras, audiovisuales, basadas en su labor. Ha influido en las diversas ciencias sociales, la filosofía, sociología, psicología, ciencias políticas y la administración de empresas. Referente de la literatura, y de todos los escritores posteriores a él. La mayoría de las personalidades significativas de la cultura han sido influenciadas por Shakespeare en el campo de la pintura, la escultura, la música, la ópera, el ballet, el cine y el teatro. Congresos a lo largo de todo el mundo, seminarios específicos dedicados a su vida y su obra, a obras particulares y su forma de concebir el arte. Es que la profundidad y la pasión de sus textos trascenderán cualquier época, cualquier tiempo y circunstancia, ya que este autor, considerado de los más relevantes de la historia, se ha vuelto universal, único y eterno.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. No es casual entonces, que Ian Kott titule su libro de análisis sobre el autor “Shakespeare, nuestro contemporáneo.” Lo que ocurre es que Shakespeare, desde sus bases, será siempre actual y moderno, contemporáneo a nosotros, y redescubriremos en él aspectos universales (en tiempo y lugar) del ser humano. En definitiva, él seguirá enseñándonos a través de las épocas mediante sus textos. Y sí, a nosotros como humanos, que sufrimos y amamos, erramos y acertamos, no nos quedará otra que sufrir su vil condena de someternos a tan valioso aprendizaje sobre nosotros mismos. Repentinamente encontraremos que sus historias son las nuestras o que él ha estado contando nuestras historias. No es fácil de entender a Shakespeare literariamente, no es fácil de leer. Sí leyéndolo de una forma superflua y general, pero si se ahonda profundamente en sus textos, en sus ideas, en sus conflictos, nos encontraremos enfrentados con nosotros mismos, descubriremos costados no muy agradables y otros que no parecían estar muy claros. A partir de él podremos explicar sentimientos que nunca se pudieron poner en palabras. En distintas ocasiones nos ocurren hechos, o sentimos de determinada manera que no podemos explicar, nos resulta imposible e inexpresable. Shakespeare nos ahorrará el trabajo, pero nos someterá a una difícil tarea de cavar en él, por lo tanto en nosotros. Personajes encontrados, disimiles y variados, que despiertan pasiones ya que son fuertemente apasionados en su accionar. Tendremos una amplia gama para hallarnos en ellos, nuestra labor será buscarnos hasta encontrar algo nuestro, que de seguro lo hay. Quizás no seamos uno de ellos específicamente, si no una combinación, extraña y hasta quizás monstruosa. Shakespeare nos ha traído y nos ha hablado de las grandes pasiones humanas, que al fin y al cabo son las que dominan nuestros días, y rigen nuestros mundos y nuestras culturas. El arte, los deportes, nuestros entretenimientos y diversiones, son hechos puramente pasionales, donde lo racional comienza a mermar hasta desaparecer y nos vemos vencidos ante ellas, felizmente vencidos también, porque sacan de nosotros lo mejor y lo peor. El amor, la guerra, la paz, la política, el poder, la ambición, la traición, son todos hechos y sentimientos derivados de una pasión latente, que está viva y vibra desde nuestro interior, pidiendo a gritos ser evocada. Las pasiones son las que, al corto o largo plazo, acaban por gobernarnos y representan el mundo y nuestros mundos internos. Shakespeare nos personifica a toda la humanidad, de una manera asombrosa y aterradora.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. Nos enfrenta a nuestros temores y deseos. Leer a Shakespeare, apasionadamente es un viaje y una labor de nunca acabar, ya que siempre redescubriremos en él más aprendizajes sobre sus obras, sobre la literatura y sobre el ser humano. Su carácter es anacrónico y universal, ya que trasciende cualquier tiempo o época, cualquier cultura o religión. Jorge Luis Borges enunció: “Shakespeare, empresario y actor, escribió para su hoy, que es el ayer y que será el mañana.” Es que Shakespeare ha comprendido a todos, y cuestiones de todos los tiempos, a través de sus dudas y certezas, nos ha abarcado a todos, en mayor o menor medida, ha puesto en sus palabras nuestros deseos y temores y ha despertado nuestro afán de escuchar sus palabras en nuestras bocas, de asistir a teatros y funciones sólo por el mero hecho de escuchar semejantes textos recitados, enérgica y atrevidamente. Para despertar cada vez en nosotros algo nuevo y distinto, a la vez desconocido. Supo entender al ser humano para que después nosotros podamos entendernos a partir y a través de él. Shakespeare ha conseguido dar un diagnostico exacto y fiel. Desde el aspecto más general, entendiendo sus historias universalmente, hasta lo particular y lo único, donde cada ser humano puede sentirse especial e identificado en esas obras y en esos personajes, que uno no sabe hasta donde son personajes y hasta donde son personas, corrientes como las que encontramos en nuestros días y nuestras vidas. Lo que ocurre es que están presentes, merodeando a nuestro alrededor y dentro nuestro. Podemos entenderlos, pero no únicamente desde el punto de vista racional, si no que se vuelven reales en nosotros, toman vida y les damos existencia cuando los comprendemos sensiblemente y nos atraviesan el alma. Somos un poco Macbeth, un poco Romeo y Julieta, Mercucio también, somos en un costado un poco Otelo, como un Hamlet y tantos otros. Entonces frente a Shakespeare y sus obras la respuesta al dilema histórico definitivamente será “ser”, por tanto seremos todos sus personajes y ninguno a la vez. Somos seres vivos y cambiantes, ambiguos e imprecisos. Somos seres pasionales, por lo tanto somos seres shakesperianos.

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. 7. Lista de referencia:

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“Shakespeare: un diagnóstico de la conducta humana.” Bar-On; Teatro III. MADDEN, J. (1998) Shakespeare apasionado. Estados Unidos/Reino Unido: Miramax Films, Alliance Atlantis, Universal Studios. OLIVA, C. (1998) Historia básica del arte escénico. Caps 5 y 7. PAVIS, P. (2011). Diccionario del teatro: dramaturgia, estética, semiología. Buenos Aires: Paidós. PAUL DE SAINT VICTOR. (1933). Las dos carátulas. Buenos Aires: El Ombú. SHAKESPEARE, W. (2006). Romeo y Julieta. Buenos Aires: Editorial Losada. SHAKESPEARE, W. (2006). Macbeth. Buenos Aires: Editorial Losada. SHAKESPEARE, W. (2006). Obras completas: 1. Tragedias. Buenos Aires: Editorial Losada.

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