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Staff. Moderadoras. Correctoras. Recopilacion & Revision. Diseno. Traductoras. Katiliz94, Hanna Marl & Josselyn U. Pily. Clau :) Maddy
2 Cassandra Clare Sarah Rees Brennan DreamBookSide Eyes Of Angels Staff Moderadoras Katiliz94, Hanna Marl & Josselyn U Correctoras Traductoras

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1 2 Staff Moderadora: Deydra Eaton Traductoras: Deeydra Ann Lunnanotte MelDemczuk Macasolci Mel Cipriano MarMar Monikgv Max Escritora Solitaria

Traductoras: Arantxa Iturbe - Agurtzane Intxaurraga
El viaje de mi padre Traductoras: Arantxa Iturbe - Agurtzane Intxaurraga Sinopsis Patxi se ha quedado solo con su padre, ya anciano. Antes de que mur

Staff: Moderadora: Traducción:
1 2 Staff: Moderadora: Katiliz94 Traducción: Julieta 3 Katiliz94 Corrección y revisión: Katiliz94 Diseño Francatemartu Índice 4 Sinopsis

Story Transcript

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2

STAFF MODERADORAS Mel Cipriano Munieca Deeydra Ann Nats

Macasolci Cris_Eire Johaquinto Amy

TRADUCTORAS Dana.kirei7 Elle Munieca Mel Cipriano Monikgv Marie.Ang Christensen Dannita Noenatale Amy

Deydra Ann Anelynn *~ Vero ~* Macasolci Juli_Arg Chachii Keren03 Ankmar ♥...Luisa...♥

*~ Vero ~* Joha quinto CrisCras13 Danny_McFly Slightaddiction Mel Demczuk Hanna Jimenez Cris_Eire Nats

CORRECTORAS Violet~ itxi Innogen D. Zafiro CrisCras Innogen D. Vericity Verito JulI

Melii Lalu ♥ Alaska Young Carolyn ♥ mterx ladypandora JessiRedondo Chachii Nats

LECTURA FINAL Vericity

DISEÑO Yessy

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ÍNDICE

Sinopsis

Capítulo 13

Prólogo

Capítulo 14

Capítulo 1

Capítulo 15

Capítulo 2

Capítulo 16

Capítulo 3

Capítulo 17

Capítulo 4

Capítulo 18

Capítulo 5

Capítulo 19

Capítulo 6

Capítulo 20

Capítulo 7

Capítulo 21

Capítulo 8

Capítulo 22

Capítulo 9

Capítulo 23

Capítulo 10

Agradecimientos

Capítulo 11

Sobre el autor

Capítulo 12

4

SINOPSIS

E

llie Watt está acostumbrada a volver a empezar. Siendo la hija de una pareja de embaucadores, Ellie pasó su infancia siendo utilizada como un peón en las estafas de sus padres. Ahora es mucho más madura, más sabia y más dispuesta a dar a su vida de estafadora un descanso. Pero regresar a la ciudad desértica de Palm Valley, California significa una tentación más de lo que esperaba — Camden McQueen. Una vez conocido como el bicho raro del instituto, Camden es más mayor y más malo que el chico que solía ser y un artista del tatuaje, talentoso con su próspero negocio. Ellie cuenta con que Camden esté aún enamorado de ella, pero con lo que no cuenta es la facilidad con que el amor no correspondido puede convertirse en obsesión con el tiempo. Cuando Camden descubre el plan de Ellie para estafarle, le hace una oferta que ella no se atreve a negar, pero su libertad tiene un precio y es uno que lleva tanto a Ellie y a Camden por un camino peligroso. The Artists Trilogy, #1

5

PRÓLOGO Traducido por Deydra Ann Corregido por Melii

E

sta será la última vez.

He dicho eso antes. Lo he dicho mucho. Lo he dicho mientras hablo conmigo misma en el espejo como un cliché de Tarantino. Pero nunca lo he dicho mientras tengo un taco de billar contra mi garganta por un enloquecido hombre ucraniano que estaba empeñado en hacerme su esposa. Es bueno saber que todavía hay una primera vez para todo. Por suerte, mientras los bordes de mi visión se volvían una mala sombra gris y mis pies colgaban del suelo, quedaba suficiente lucha en mí para salir de esto con vida. A pesar de eso significaba unos segundos de agonía mientras el taco presionaba mi tráquea, arranqué las manos de ello y las extendí. Sergei, mi futuro marido falso, no era de baja estatura, pero no tenía brazos largos y, mientras apartaba su estómago, encontré sus bolas. Con un rápido movimiento, apreté mi puño y jalé. Fuerte. Sergei gritó, dejándome caer junto al taco en el suelo pegajoso. Salté, agarré el taco, y lo hice girar contra el costado de si cabeza mientras él estaba agachado. Cuando era una niña, nunca estuve en una ciudad el tiempo suficiente para inscribirme en un equipo de béisbol, lo que fue una lástima porque, mientras el taco se quebraba contra un lado de su cabeza calva, me di cuenta de que eso podría haber sido una segunda entrada. Demonios, incluso pudo ser una primera abandonando el juego de estafar, de todos modos.

entrada.

Estaba

Sergei gruñó un poco, haciendo ruidos de gemidos como una disgustada vaca dando a luz, y aunque había hecho algo de daño, sólo me compré un par de segundos. Tomé la bola ocho de la mesa de billar y se la lancé a la cabeza, en donde rebotó en su frente con un ruido sordo que hizo que los dedos de mis pies se torcieran. Por todos los juegos que he jugado, siempre había sido un poco aprensiva con la violencia. Dicho eso, nunca había sido atrapada por uno de los hombres que había estafado con mi fraude de la novia virgen.

6

Atribuía esto a ―matar o morir.‖ Defensa propia. Con suerte, también sería la última vez para eso. No era que yo estuviera haciendo algún asesinato aquí. Después de que la bola de billar hizo contacto con su cabeza y lo hizo caer de rodillas con un grito, me giré sobre mis talones y entré en el baño de damas. Sabía que había dos hombres de aspecto enojado acostados fuera de la puerta de la habitación de la piscina, y definitivamente no me dejarían pasar mientras su amigo estuviera en el suelo, esperando que sus testículos todavía estuvieran unidos. El baño de mujeres olía a rancio, como a moho y a tuberías frías, y me pregunté cuánto tiempo había pasado desde que fue limpiado. La Frontera no era el tipo de bar en el que mujeres pasaban el rato, y ese debió haber sido mi primer indicio de que algo andaba mal. El segundo era que nadie ni siquiera me miró cuando entré al lugar. Era como si me estuvieran esperando, y cuando un bar poco fiable en Cincinnati está esperándote, sabes que estás en el territorio de alguien más. La tercera cosa que tendría que haberme avisado era que el cuarto de la piscina estaba en un sótano y había un montón de cerraduras en esa puerta. Pero, mientras equilibraba mis botas sobre el lavabo manchado de moho, descubrí que no había cerraduras en la ventana rectangular. La abrí de golpe y saqué mis brazos al aire cálido de agosto, encontrando tierra húmeda bajo mis manos mientras la lluvia caía en una gruesa cortina. Simplemente perfecto. Me convertiría en la Mujer de Lodo en unos segundos. Sin embargo, Mujer de Lodo todavía era preferible que Mujer Muerta, y me empujé a través de la estrecha ventana hasta el suelo lodoso, la tierra fría y húmeda filtrándose en mi camisa y en la parte delantera de mis pantalones. Escuché a Sergei gritar y golpeando en la puerta del baño. Esta había estado cerca. Demasiado cerca. Me puse de pie y rápidamente miré alrededor para ver si alguien se había dado cuenta. Hasta ahora, el bar parecía tranquilo, las luces rojas del interior vertiéndose a través de la lluvia. La calle estaba igualmente tranquila y llena con Audi y Mercedes que sobresalían como joyas llamativas entre los decrépitos edificios de empacadoras de carne. Mi propio coche, que de mala gana lo había llamado José, estaba aparcado a dos cuadras de distancia. Podría haber subestimado la situación, pero me alegré de que aún tuviera mi ingenio. Cuando un viejo amigo te envía un correo electrónico de la nada y te pide que te encuentres con él en un bar lejano por la noche, tienes que tomar algunas precauciones. Es una lástima que no haya averiguado que no era un antiguo amante mío, sino Sergei, en busca de venganza.

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Aproveché no ser vista y corrí lo más rápido que pude por la calle, mis pasos haciendo eco fríamente. Para cuando doblé la esquina y vi el GTO 1970 verde oscuro estacionado en la calle vacía, la lluvia había limpiado el lodo en mi. Aparté mi cabello mojado de mis ojos y me quedé mirando la reluciente matrícula de Ohio. Ya era hora de que eso se desprendiera, y mentalmente repasé las placas de repuesto que tenía adentro. Sabía que nunca pondría un pie en Cincinnati de nuevo después de esto, y ahora que sabía que esto había sido una trampa, no podía estar segura de que no hubieran notado mi coche. Tenía un fajo de dinero de Sergei, el cual había estado atado a la parte inferior del asiento del conductor, y aparentemente él era el tipo de persona que le hubiera dado un seguimiento a ese tipo de cosas. Era el tipo que me perseguiría. Debí haberme imaginado eso a partir de nuestro intercambio de correos electrónicos. Esto ya no sería sobre el dinero, sino sobre la jugada que le hice. ¿Pero qué esperas cuando andas estafando por novias vírgenes en OK Cupid? Los hombres y su estúpido orgullo. Supuse que podría tratar de cazarme. Podría intentarlo y seguirme de estado a estado. Pero sabía que tan pronto como me metiera en José, no sería capaz de encontrarme. Había sido perseguida antes y por mucho más que dinero. Y todavía no me habían encontrado. Aún. Escuchando distantes, pero furiosas voces llenando el aire, rápidamente abrí la puerta y entré. Mis instintos me decían que sólo condujera y nunca mirara atrás, y por desgracia sabía que tenía que escuchar. Tenía que dejar mi bonito apartamento, mi seguro trabajo en la cafetería, a mi preparada compañera de cuarto en yoga, Carlee. Era una pena, también. Después de vivir con Carlee por seis meses, la poca flexibilidad realmente había crecido en mi. Le enviaré algo bonito, me dije a mi misma y encendí el motor. José ronroneó a la vida y fuimos calle abajo, lejos del bar y de Sergei y sus amigos, quienes ahora probablemente estarían recorriendo las calles buscándome. No importaba. Estaba acostumbrada a correr y siempre guardar una vida de repuesto en el maletero. Ropa de repuesto, licencias de conducir de repuesto, números de seguro social de repuesto y un neumático de repuesto. Tan pronto como sentí que estaba a una cómoda distancia, paré en un motel con un nombre nuevo. Cambiaría las placas de mi auto. Si, José no era el más discreto de los vehículos, pero era sentimental sobre el coche. Después de todo, ni siquiera era mío.

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Y mañana, averiguaría mi presupuesto. Calculé cuanto tiempo podría seguir antes de necesitar un trabajo legal. Calculé ese momento en el que tendría que permanecer fiel a mi palabra y asegurarme de que realmente sería la última vez. Salí de una esquina y luego desaceleré cuando el coche desapareció en el tráfico que se dirigía a través del río Ohio. Con mi mano libre, abrí mi billetera y repasé mis identificaciones de repuesto. Ahora que iba a ir legítimamente, no tenía mucha opción. Saqué la licencia de California que decía Ellie Watt. Había que cambiar la fecha de vencimiento y la foto desde que la última vez que puse un pie en el estado fue hace siete años, justo después de cumplir diecinueve años. Perlo lo haría. Era Ellie Watt de nuevo. Era finalmente yo. Qué alegría.

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1 Traducido por Anelynn Corregido por Lalu♥

Antes

L

a chica estaba recostada en el asiento trasero de la oxidada vagoneta de sus padres, contando los minutos mientras miraba arriba a las manchas de agua verde en el techo. Si ella tuviera un celular, manteniendo el registro de la hora habría sido mucho más fácil, especialmente desde que la niña todavía batallaba con las matemáticas. Desde luego, podrías culpar a su madre por eso, podrías culparla por muchas cosas, desde que la chica había sido educada en casa toda su vida. Las divisiones y multiplicaciones estaban tan avanzadas como las cosas para los de once años. Pero, de acuerdo con su madre, sólo necesitabas ser capaz de contar con el fin de estafar, y en este momento, la chica estaba contando lejos. Habían pasado cuatro minutos desde que sus padres dejaron el carro y subieron a pie, brazo con brazo hacia las frías luces que emanaban de la extensa casa. La chica no tenía idea donde estaban excepto que estaban todavía en Mississippi. Ella podía oler los pantanos. El hombre que estaban visitando era supuestamente un viejo amigo de su madre, pero la niña no estaba tan segura de eso. Había escuchado a su madre gritando sobre este hombre Travis de vez en cuando, y su ira no había hecho nada excepto crecer en las últimas semanas. Finalmente, había hecho algunas llamas telefónicas, se había arreglado ella misma en su vestido "especial" que mostraba bastante escote, le dio una palmada en el traje de su esposo, y arrastró a la niña fuera del carro. Iban a tener esta cena con el viejo amigo de ella, y necesitaban a la niña para hacer un pequeño allanamiento de propiedad mientras ellos tenían al hombre ocupado. La chica estaba en shock al principio. No era sólo que se estaba volviendo más mayor y desarrollando su propio sentido de moralidad, que no parecía encajar con el mundo que sus padres habían creado, era que nadie de su familia había hecho una estafa en años. Su padre tenía un trabajo estable en un casino y su diminuto departamento en Gulfport se había convertido en un hogar tanto como se podría conseguir.

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Sus padres le prometieron que habían terminado con las estafas para siempre y que tratarían y llevarían una vida tan normal como pudieran, todo por su joven hija. O eso fue lo que dijeron. Pero su madre tenía sus razones, razones que la chica no entendía. Si ellos eran amigos de este hombre Travis, ¿por qué le estaban robando? Si él vivía en una extravagante casa con columnas de mármol y una entrada llena de montañas, ¿por qué no solo le pedían dinero? Esta era otra razón por la cual la niña dudaba de la historia de su madre. Este hombre no era un amigo en absoluto. Y la chica estaba siendo enviada directo a sus garras. Cuando ya era la hora, la chica lentamente salió del carro, con cuidado de no hacer un sonido, y abrazó las sombras de la casa, moviéndose hacia la parte de atrás. Escuchó el zumbido indicador de las cámaras de seguridad de la casa o el clic de las luces con sensor de movimiento y se sintió aliviada cuando no la detectaron. Ella se mantuvo abajo, rápida y callada hasta que estaba en el extenso jardín trasero, las tierras recortadas iluminadas por la luna. Se detuvo detrás de un arbusto aromático y contó las ventanas de la planta baja de la casa. El plan para ella era ir a la segunda ventana, al baño principal, después salir de la habitación y tomar la primera puerta a la izquierda. Que es donde encontraría la caja fuerte, con el código escrito en tinta permanente en la parte superior de su mano sudorosa. Cómo es que su madre sabía el código de la caja de seguridad de este hombre, ella no tenía idea. Paró de preguntarle a su madre sobre estas cosas hace un largo tiempo. Se precipitó sobre la estrecha, ventana de cristal esmerilado, y justo como su madre dijo que sería, estaba entreabierta. La chica siempre miraría atrás en ese momento, la duda mientras estaba parada debajo de esta, con la luna detrás de ella. Recordaba tener una elección, no tenía que llevar a cabo eso. Ella podía correr de regreso al carro y decirle a sus padres que cambió de opinión. Pero el miedo y orgullo distrajo a la chica de actuar según sus instintos. En su lugar, silenciosamente abrió la ventana y entró a la casa. Cuando finalmente dejó la casa, su vida había cambiado para siempre.

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Ahora Un cielo azul brillante, desierto hostil, asfalto abierto extendiéndose delante de mí. Comienza la música. Manejé torpemente mi iPod y seleccioné la lista de reproducción del desierto que conecté hace pocos días en una habitación de hotel en Colorado. “Roadhouse Blues” de The Doors sonaba con estridencia de las bocinas de José y me permití sonreír mientras la brisa caliente soplaba mi cabello negro. Habían pasado dos meses desde que escapé de las garras de Sergei nudillos-gordos en Ohio. Dos meses de estar en la carretera y escondiéndome de estado en estado. Dos meses de teñir mi largo y naturalmente cabello rubio fresa por un negro descuidado arriba del hombro. Dos meses de sobrevivir con el dinero de Sergei hasta que se agotó. Dos meses de ser Ellie Watt. Dos meses antes que finalmente tuve que volver a casa. Bueno, el único lugar al que siempre había llamado así. Aunque amaba el alto desierto, siempre lo he hecho, y ver los árboles de Joshua como se aferran a las rocosas, laderas de color-tiza hacían que una familiar emoción corriera a través de mí. La misma clase de emoción cuando sacaba adelante una estafa. Solo que habían probablemente más repercusiones por regresar a Coachella Valley. Una estafa, sí, era generalmente buena en ellas. Estar en casa otra vez, ser yo otra vez, no tanto. Pero cepillé las preocupaciones fuera de mi cabeza y pisé el acelerador del motor. Los correcaminos salieron disparados de los arbustos en el costado de la carretera desértica. Sus pequeñas piernas levantando el polvo dentro del ondeado asfalto. No había un carro o alma en kilómetros a la redonda. Era solo yo, Jim Morrison y el extremo paisaje. El interminable cielo, el calor abrazador, el implacable sol que hacía que las alturas estallaran y las partes bajas se hundieran. Éste era una tierra de alto contraste y yo vivía una vida de alto contraste. Seguí la Carretera 62 mientras escuchaba mis canciones favoritas de Calexico y navego por la música hasta que el Parque Nacional de Árboles de Josué1 apareció a mi izquierda. Y ahí es cuando tuve que parar el carro para vomitar.

Nacional de Árboles de Josué: es una zona desértica localizada en el estado de California, EUA. Con árboles josué, un tipo cactus que son casi exclusivos de este lugar. 1Parque

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Ugh. Me senté en el lado del pasajero, lejos de la carretera, y me incliné hacia adelante en mis piernas, José hacía un sonido de clic debajo del capó mientras el motor se asentaba. Traté de respirar profundamente a través de mi nariz. Mis manos estaban temblando ligeramente, mi corazón correteando en mi pecho como si estuviera buscando un camino para salir. Esto iba a ser mucho más difícil de lo que pensé. Un camión semirremolque rugió cuando pasaba, haciendo que José temblara debajo de mí. Ahora ambos estábamos asustados. Tú puedes hacer esto, Ellie, me dije a mí misma, aunque mi propio nombre sonaba raro en mi cabeza. Nadie sabrá que estás en la ciudad. Tienes veintisiete no diecinueve. No luces igual. Ni siquiera caminas igual. Y como si cualquiera del instituto estuviera viviendo aquí. Todos probablemente se fueron justo igual que tú. Golpeé la guantera con mi puño y esta se lanzó abierta. Agarré el bote de píldoras de Kava y sacudí algunas en mi boca. Eran del tamaño de las píldoras para caballo pero me las arreglé para tragarlas en seco. Si haces algo lo suficiente, tu cuerpo aprende a adaptarse. Debería saberlo. Otro carro rugió cuando pasaba y nos sacudimos otra vez. Las Kava harían efecto pronto, y si no lo hacían, tenía algunas botellas de Ativan2 en la camioneta. Estaba tratando de desintoxicarme de estas cosas desde que mi hábito se salió un poco de control por un tiempo, pero sería más tolerante esta vez. Solo no quise estar totalmente fuera de esta cuando vi al tío Jim. El intenso, calor como-horno estaba haciendo que mis muslos se pegaran a mis jeans, las cuales estaban por turnos pegándose en el asiento. Me la quité poco a poco y caminé hacia el lado del conductor. Agarré el desgastado volante hasta que mis nudillos se volvieron blancos, luego salí a toda velocidad a la carretera. Esperaba haber dejado mi miedo en la orilla de la carretera con el resto de mi desayuno. El tío Jim era dueño de una granja de dátiles a las afueras de Palm Valley. Mis padres y yo fuimos a vivir con él después de caer en un poco de problemas. Ellos pensaron que un fresco comienzo sería una buena idea, aunque yo pensaba que tenía más que ver con que los servicios infantiles estaban fisgoneando sus narices y el hecho de que mi papá perdió su trabajo en el casino. Así que dejamos Gulfport, Mississippi y nos vinimos al oeste. El tío Jim es el hermano de mi madre y el único pariente vivo que tengo que no ha renegado de mí. Y hasta el momento, tampoco ha renegado de mis padres, es por ello que nos deja quedarnos con él. Ellos me inscribieron en la escuela secundaria de Palm Valley, la primera escuela real a la que alguna vez he asistido. Estoy segura que la secundaria es un gran shock para mucha gente, pero para mí se sentía 2Kava

eAtivan: tratamientos a corto plazo de los trastornos de ansiedad

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como que había atascado mi lengua en un enchufe eléctrico. Y como si no estuviera lo suficientemente dañada en ese momento, un año después mis padres olvidaron un poco toda la cosa de ―empezar de cero‖ y lanzaron una rápida en un ciudadano local. Ellos se largaron como los fugitivos que son y yo me quedé atrás con mi tío Jim. Para ser honesta, habría dado lo que sea para ir con mis padres, pero desde el incidente de Gulfport ellos no querían correr ningún riesgo más conmigo. Así que continué mi periodo en la escuela secundaria de Palm Valley y tan pronto como me gradué, me salí a la mierda de ahí. Solo regresé una vez, cuando tenía diecinueve, porque mi tío había tenido un ataque al corazón. Era el único miembro de la familia a su lado y lo ayudé con su granja por algunos meses hasta que estuvo de vuelta en sus pies. Luego lo besé en su áspera mejilla y le dije adiós. Ahora, yo estaba esperando que él no pretendiera pillarme otra vez. Los primeros acuerdos de las cuerdas de la guitarra de “Gypsy’s Curse” de Calexico comenzaron a sonar mientras entraba en la calle principal de Palm Valley, la cual sólo se agregaba al drama. Miré de fachada a fachada debajo de mis sobras oscuras. La ciudad todavía tenía la vibra cursi de los 50‘s y 60‘s, pero ahora era retro chic. Todas las tiendas tenían frescas y brillantes capas de pintura, creando una pared aguamarina, azafrán, y cobalto. Las palmas alineadas en la estrecha calle y las señales de la calle colgaban encima de cajas de flores desbordantes con flores rojas. Lucía limpio, íntegro y dulce, lo suficiente para hacer que mis dientes dolieran. Ninguna tienda lucía familiar. Ninguno de los rostros lucía familiar. Mi corazón tenía un ritmo lento y la sensibilidad volvió a mis manos y pies. Había estado preocupada por ninguna razón en absoluto. Cuando dejé Palm Valley, estaba un poco desgastado, especialmente cuando lo comparabas con los centros turísticos cercanos como Palm Springs y Palm Desert. Ahora lucía como la ciudad que podría ser un digno rival, o al menos le proporciona a la gente quien quisiera vivir en un encantador desierto sin los cursos de golf y las tarifas de departamento. Era diferente ahora. Y yo también. Tomó un rato para bajar de la calle principal gracias a los nuevos semáforos y la plétora de los pasos de peatones, pero tan pronto como estaba de regreso en la carretera y la abandoné en el camino a Date Palm, una oleada de nostalgia me golpeó. El aire aún olía igual como una vez lo hizo, pavimento caliente, hojas secas de palmeras y flores de naranjo. La granja de dátiles estaba hasta el final de la calle, forrado con filas y filas de palmeras. Divisé algunas nubes de polvo levándose en espiral a través de las secciones mientras los peones manejaban los tractores a lo largo. A juzgar por los sacos de yute que colgaban de cada palmera, la

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temporada de cosecha estaba completamente sobre ellos. Seguramente el sería capaz de darme un trabajo ayudando a los cosechadores. No era para nada un trabajo glamuroso; eran largas horas en el sol caliente, piel descarapelada de tu nariz a pesar del sombrero y el bloqueador solar, subiendo y bajando de los árboles hasta que tus manos estuvieran chamuscadas por la escalera y pegajosa de los dátiles. Afortunadamente, yo era la clase de chica a quien le gustaba ensuciarse sus manos. No fue hasta que divisé la casa donde pasé mis años formativos que empecé a dudar de mis decisiones de sólo aparecer sin previo aviso. Para ponerlo ligeramente, lucía como la mierda. Solía ser un rancho bien mantenido con grava de terracota y hermoso jardín de rocas que rodeaba la casa como un desierto en una fosa. Ahora podría pasar por abandonado de no haber sido por el tractor y la camioneta pickup que estaban enfrente. Cristo, él todavía tenía la misma camioneta en la que aprendí a manejar, y apenas arrancaba en ese entonces. Tiré de José a una parada en la calle y me aproximé a la casa con agitación, limpiando mis manos en mis jeans. Podía escuchar a lo lejos los chillidos en español de los trabajadores en las arboledas y el arrullo de algunas palomas de tierra que estaban caminando al otro lado del agrietado y embaldosado camino de la entrada. Una enorme oleada de culpa se curvó sobre mí como las hojas de las palmeras del alrededor. La última vez que hablé con mi tío fue hace dos años, cuando estaba escondida en Vermont. Le dije que le enviaría algo de dinero y él dijo que estaba bien y que no necesitaba mi caridad. Decía en serio en enviarle algo de efectivo de cualquier forma pero nunca tuve el tiempo para hacerlo. Ahora lucía como que estaba en apuros terribles. Y eso nos haría a los dos. Tomé una profunda respiración en la puerta, notando que el tapete de la entrada era la misma que entonces, el mismo bordado grueso que su esposa había hecho antes de que muriera. Estaba parchado con moho negro. Esperaba que no fuera simbólico. Toqué a la puerta rápidamente y recuperé mi mano inmediatamente. Esperé, tomándome un momento para mirar alrededor. No habría seguido pero algunos hábitos se pegan contigo. Siendo extra cuidadosa era un maravilloso hábito en una chica como yo. Levanté mi mano para tocar otra vez cuando la puerta se entreabrió y divisé un ojo familiar mirando a través de ella. —Tío Jim —dije a través de una amplia sonrisa. El frunció el ceño y la puerta se abrió completamente. Me miró de arriba abajo y dijo. —Oh, mierda. ***

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—Lo siento, pero tú sabes que no te puedes quedar aquí —El tío Jim me estaba diciendo en su empolvada cocina mientras me servía otro vaso de té helado, los cristales insolubles arremolinándose en el fondo como un tornado de escombros. Exhalé con aspereza a través de mi nariz, tratando de ocultar mi frustración. Había estado hablando con él por una hora y no habíamos ido a ningún lado excepto que no era bienvenida. —Mira, entiendo que eres un hombre orgulloso —comencé. Sus ojos se abrieron de golpe. Lucía mucho más viejo ahora, eso me asustaba; su oscuro cabello se había puesto gris, los lados de su boca estaban arrugados como barrancos, pero sus ojos estaban todavía duros y determinados. —Esto no es sobre orgullo, Ellie. Si fueras alguien más ofreciéndome ayuda, te aceptaría la oferta. No es que no tenga suficiente de la jodida caridad de Betty por la calle, trayéndome comidas calientes pocas veces a la semana. Sé que estoy batallando aquí. Pero tú no eres alguien más. Tú eres Ellie Jodida Watt. Arrugué mi nariz con su blasfemia. —No sabía que jodida fuera mi segundo nombre. Él levantó su ceja como oruga. —¿No? Rodé mis ojos. —No, tío Jim. Esa no es una cosa muy agradable para insinuar de tu sobrina. Sonrió, no muy ampliamente, pero lo capté. Se dio la vuelta y abrió el refrigerador, mirándolo sin expresión. No había nada más excepto condimentos. —Bueno, te ruego que me perdones por no ser un tío apropiado. No te he visto desde que tenías diecinueve, ya sabes. —Oh, lo sé. Él parecía pensar en sacar un tarro de mostaza pero decidió lo contrario. ¿Qué, iba a hacerme un licuado de mostaza? Cerró la puerta azotándola y se inclinó contra la encimera. —Lo siento no puedo ofrecerte algo para comer. —Tenía algo de cecina en el carro. Me miró por encima y sacudió su cabeza. —Estás muy flaca, Ellie. —Sólo son mis brazos —le dije a la defensiva, cruzándolos sobre mi pecho—, el estrés te hace eso. Todavía tengo bastante peso más abajo. Asintió y su rostro se levantó en simpatía. Mi corazón golpeteaba. Sabía lo que seguí a esa mirada. —¿Cómo va tu pierna?

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Le di una apretada sonrisa. —Mi pierna está bien. —¿Y todavía sigues estafando? —Algunas veces —dije, con mis ojos divertidos. Repentinamente el patrón en el falso mármol de la encimera era fascinante—. Aunque renuncié para siempre. Tuve un aviso cerca en Cincinnati. No quiero hacer eso otra vez. Sin darle un vistazo, sabía que me estaba dando la mirada de ―un leopardo no cambia sus manchas”. —¿Qué, la estafa fue mal? Reprimí una sonrisa. —Era sólo una cosa de cita en línea. —¿Y…? —Y, bueno, no fue como normalmente es. —¿Y cómo va normalmente? —Conseguir un montón de hombres desesperados para que se enamoren de ti. Decirles que amarías conocerlos, joderlos, casarte con ellos, pero estás atascada en Rusia y no tienes los fondos para dejar el país y hacerlo así. Conseguir que te den sus inversiones. Cerrar tu cuenta de OK Cupido. Simple como eso. Podía verlo sacudiendo su cabeza por el rabillo de mi ojo. —Jesús, Ellie. Eso es bajo. —Oh, evita tu repentina demostración de ética —dije, en una onda con mi mano—, así es como funciona. No voy detrás de los hombres que no pueden permitírselo, no soy tan cruel. La mayoría de ellos están engañando a sus esposas también, ¿entonces qué hay de sus manzanas? Además, no es una rápida estafa. Toma meses construir una relación falsa. Pero eso es porque usualmente tengo seis en marcha de una vez. Hace valer mi rato. Tragó el resto de su bebida en un ataque de sed. —De acuerdo, ¿Qué pasó en Cincinnati? Repentinamente su cocina se sintió muy sofocante. Estaba tentada a abrir la ventana encima del fregadero pero no pude decir que la brisa había se había levantado y estaba soplando polvo de las arboledas. Comencé a deslizar el amuleto de hoja de afeitar de mi collar una y otra vez. —Solo que escogí el chico equivocado. Me descuidé. Pensé que él era americano, pero no lo era. Me dio un nombre falso y eso me debería haber hecho reaccionar. ¿Quién dice que es Steven cuando realmente es Sergei? Él también tenía mucho dinero para tirarlo. Demasiado. Eso también me debería haber hecho reaccionar. Seguía enviándome regalos a mi apartado de correo en St. Petersburgo, realmente ostentosos artículos

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que tenía que pretender que los había recibido, como perlas y diamantes. Realmente me hace querer tomar un viaje a Rusia y vaciarlo. De cualquier manera, conseguí su dinero al final, mucho más de lo que normalmente consigo y luego desaparecí. Tomé un sorbo del té helado y dije—: Todo estaba otra vez normal por una semana. El dinero había sido conectado a mi cuenta en el extranjero como de costumbre. Luego recibí un e-mail de un ex novio mío. Dijo que estaba en la ciudad y que lo encontraría para tomar una bebida. Así, que lo hice. Resulta que no era mi ex, sino Sergei y esa gran calva estaba enfurecida. Casi conseguí salir del bar. —¿Entonces qué crees que pasó? —El tío Jim lucía adolorido y no lo podía culpar. Sólo tenía veintiséis años, demasiado joven para estar jugando con mafiosos ucranianos. Me encogí de hombros. —La única cosa que pude pensar era él contactando a la oficina postal en St. Petersburgo sobre el apartado de correos. No pude recordar con cual nombre me registré. Él podría haberme rastreado en Cincinnati de alguna forma. Viví con mi ex por un par de meses, y supongo que fue ahí bajo falsas simulaciones, consiguió el email de mi ex, y se hizo pasar por él. Totalmente subestimé a Sergei. Creo que está involucrado en un montón de cosas malas. Los ojos de mi tío Jim se tornaron duros y de piedra. —Este ex tuyo… Es este… —No —dije rápidamente—. No, este era un tipo que conocí en el gimnasio de escalar en rocas. Jack. Era bajo y dulce. ¿Y a qué estás llegando? Levantó sus dedos y miró hacia un lado. —Oh, solo escuché algunas cosas, eso es todo. —¿Qué cosas? ¿Y de quién? —Pánico estaba comenzando a presionar mi pecho. Él no podría estar hablando de quien yo pensaba que era. Quiero decir, no podría. Era imposible. Oh mierda. —¿De quién es ese carro de afuera? —preguntó. Mierdaaaaaaaaa. —¿Cómo sabes todo sobre esto? —pregunté, disparando mis pies y enviando el taburete del bar retumbando detrás de mí. —Cálmate ahí, Hellie. —Él estaba otra vez llamándome por mi apodo de la secundaria. Habría sido encantador, tenía mi presión arterial no atravesando el techo en ese momento. Ativan. Tenía Ativan en la camioneta. —Hablé con tus padres pocas veces, ya sabes. Más de las que tú lo has hecho —continuó.

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Parpadeé rápidamente. —De acuerdo, aparte del hecho que no puedo creer que ustedes estén hablando otra vez, no sé cómo mis padres podrían posiblemente saber sobre eso. —¿Te estás enamorando de un narcotraficante? —suministró—. Oh, ellos saben lo suficiente. Es un pequeño mundo ahí afuera. Si traicionas lo suficiente a la gente, estás atada a traicionarles otra vez. Sus palabras me cortaron como un polvo fino. Mis padres estaban vivitos y coleando. Ellos estuvieron hablando con mi tío. Y de alguna forma sabían sobre Javier. —¿Qué te dijeron? —pregunté en voz baja, escondiendo mis manos detrás de mí así él no las podía ver temblando. —Bueno, ellos están de regreso en Gulfport. No, tal vez es Bilox. Algún lugar en la costa. Y al parecer ellos no son los únicos en visitar su pasado. No podía creerlo. ¿Por qué en la tierra regresarían a Gulfport? Huimos de ese lugar como si fuera una situación de vida o muerte y crecí creyendo que lo era. —¿No regresaste a Gulfport después de que te fueras de aquí? —me preguntó, como si pudiera leer mis pensamientos. —Tal vez ellos regresaron por la misma razón. Sí, pero yo regresé por venganza. Por lo que me pasó hace todos esos años. Por lo que me había dejado cicatriz de por vida. —¿Entonces qué fue lo que te dijeron? —pregunté. Arrastré las palabras como duras almendras. Él se rascó debajo de su oreja y miró hacia abajo en su vaso, examinando los cristales flotantes. El sol estaba fluyendo a través de éste, causando una mancha de color del té bailara en las paredes. —Ellos mencionaron cómo habías estado viviendo en Gulfport después de que dejaste Palm Valley. Dieron a entender que habías cambiado de lado por unos años, viviendo en pareja con uno de los hombres de Travis. Javier… algo español. Después, por cualquier razón, te fuiste. Tomaste su dinero y su carro. Tragué duro. Yo quería nada más que salir corriendo de la casa y entrar de vuelta en dicho carro y manejar lejos, muy lejos. Ese era el plan A y había funcionado bien hasta ahora. —De acuerdo —dije, tratando de encontrar un ángulo en nuestra conversación—. ¿Pero cómo descubrieron eso? —Mira, no lo sé. Esto fue hace unos meses de cualquier manera. No ha salido a colación desde esa vez.

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—¿Así que sigues hablando con ellos? —pregunté, con las cejas levantadas hasta el techo. Él asintió. —Tal vez dos veces al año. No somos cercanos, si captas el sentido. La razón por la cual no puedes quedarte aquí. —¿Todavía no me dejarás quedarme aquí? —Yo especialmente no te dejaré quedarte aquí. ¿Estafar hombres en internet? ¿Tus padres no te enseñaron nada? —¡Sí! A estafar a la gente. —No, Ellie —dijo y luego lamió sus labios. Lucía mucho más viejo de lo que debería. Ojalá sólo pudiera borrar las arrugas de su rostro—. ¿No, lo que te hicieron te enseñó algo? Al final vas a resultar herida. Levanté mi barbilla, mis paredes levantándose a mí alrededor como revestimiento de metal. —Ya he sido herida, como te encanta puntualizar. Y ya te dije, he terminado. Estoy tratando de ir legítimo y tú ni siquiera me darás una oportunidad. No me has visto desde que era una adolescente. Tú no me conoces. No sabes cuando estoy siendo honesta. —Exactamente. —Pero estoy siendo honesta. Necesito un trabajo, tío Jim. Necesito un lugar para quedarme. Dejó salir un profundo suspiro y tiró el resto de su bebida en el fregadero. —Te puedes quedar por un par de semanas, eso es todo. Si quieres perder el tiempo en Palm Valley, está bien. Pero no pasas el rato aquí. Necesitas encontrar tu propio lugar. Tu propio dinero. No te puedo dar algo de dinero y ni siquiera puedo darte un trabajo. Ya le debo dinero a esos hombre de allá afuera y no hay suficiente cosecha incluso para romper este año. Triste pero cierto. —Puedo ayudar por aquí en la casa, limpiarla un poco —ofrecí. —Y espero que lo hagas —dijo duramente—, pero sólo por unos días. Te sugiero que salgas pitando a la ciudad y empieces a buscar un empleo ahora. —¿Por qué estás tan asustado de mí? —le pregunté suavemente. Pensé que luciría perplejo por la pregunta pero sólo lucía inquieto. — Siempre he estado asustado de ti, pequeña Hellie. Tienes algo oscuro dentro de ti, siempre lo has tenido. No quiero estar cerca cuando eso salga. Y más que eso, estoy tratando de cumplir con esta comunidad. Trato de cumplir y conseguir ayuda cuando más lo necesito. ¿Crees que la gente será generosa conmigo cuando descubran que tengo a la hija de mi hermana quedándose aquí? ¿Crees que una ciudad alguna vez realmente olvida a sus criminales? No lo hace. Palm Valley puede lucir más bonita, pero todavía es una terca anciana quien no pensará dos veces en echarte

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de la ciudad. Y a mí también. Ahora —dijo, haciendo su camino hacia la puerta deslizante que conduce a la arboleada de palmas de dátiles—, tengo que asegurarme que mi sustento esté vivo. Te veré después. Lo observé irse, prometiéndome a mí misma que nunca estaría en un estrés financiero a su edad, no importa cuál sea el costo. Luego me di la vuelta y dejé la casa. Tenía algunos empleos que solicitar.

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2 Traducido por *~ Vero ~* Corregido por Alaska Young

M

anejé de vuelta a la ciudad en pura frustración, mi ira siempre presente pululando por mi garganta. Me tragué las píldoras Kava con una mano y apagué la música con la otra. Mi estado de ánimo ya no se adaptaba a mi lista de reproducción favorita. No se trataba de la vida del desierto y la esperanza y el optimismo. Se trataba de la mierda sobre la que no tenía control. Mis malditos padres. ¿Qué diablos sabían ellos acerca de mí y Javier, de todos modos? Eso fue hace mucho tiempo atrás y no era tan simple como un hombre y una mujer rompiendo, ella tomando su auto y dinero. Esto no era una canción de Carrie Underwood. Esta mierda fue jodidamente Ántrax por un tiempo. Todavía lo era un poco. No mucha gente tiene un ex que probablemente te dispararía en la cabeza si alguna vez te encuentra. Y digo eso en sentido literal. Me estaba preguntando si Javier todavía se molestaba en seguir buscándome después de todos estos años. Salí del auto(bueno, su auto) en uno de los muchos cafés de moda que salpicaban la calle. Yo no podía usar cualquiera de mis referencias pasadas, pero sabía mi camino hacia una máquina de café expreso. Tenía un nuevo plan, ya que mi tío pinchó el original a través del corazón. Me gustaría quedarme aquí por un tiempo, ganar dinero suficiente, y luego salir a la carretera. No, no sabía dónde iba a quedarme después de que él me echó de la plantación de dátiles, pero sabía que iba a encontrar algo mejor. Siempre lo hacía. Apagué el motor y dejé que el calor se acumulara dentro por unos momentos. Era sólo después de la una y mi estómago se estaba comiendo a sí mismo. Tomé unas cuantas respiraciones profundas por la nariz y me pregunté si era posible tener una sobredosis de Kava. Técnicamente, la raíz era un narcótico leve, pero podría hacer algo beneficioso en pequeñas dosis. Echaba de menos los días en que sólo tomaba una pastilla para controlar mi ira y la ansiedad. Ahora tomaba muchas más. Agarré mi bolso, una cosa linda de cuero con borlas, y me pavoneé en mi camino hacia la cafetería, la puerta abriéndose con el tintineo de una campana. Yo no llevaba un vestido igual que la mayoría de las mujeres en la tienda, pero mis pantalones vaqueros estaban limpios, las

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botas relucían, y mi top amarillo brillante mostraba mi bronceado de verano desvaneciéndose. Me había cepillado el pelo en el coche, alisado a niveles aceptables, e hice un rápido maquillaje sobre mis párpados. No había nada llamativo, era lo suficientemente agradable para navegar bajo el radar. Temblando un poco por el aire acondicionado, hice un rápido examen de la habitación. Había una pareja de ancianos en la esquina, relajados en los sillones, la mujer de cabello plateado con ojos de gato y gafas haciendo un crucigrama o un sudoku, su marido leyendo un libro. Todo el mundo era muy joven. Había tres chicas adolescentes riendo en la esquina con cafés mezclados, usaban blusas de tubo y pantalones cortos, lo que me puso envidiosa. Un puñado de chicos en edad universitaria desperdigados, escribiendo en sus computadoras portátiles, auriculares en las orejas, mientras que dos empresarios estaban haciendo una pequeña rara charla sobre tazas aún más pequeñas de café expreso. Cosas bastante estándar. Incluso John Mayer estaba sonando en los altavoces, pero el nuevo Mayer, después de sus años de exilio en un rancho. Me acerqué a la cajera, una mujer pequeña con una sonrisa brillante y la piel que hacía juego con la superficie lisa de los capuchinos que estaba repartiendo con una rapidez sobrenatural. —Bienvenida al Currently Caffeinated —dijo, y como si su sonrisa no pudiera ser más grande, lo hizo. Mis habilidades de detección de mentiras me dijeron que era cien por ciento real—. ¿Qué puedo hacer por usted? Traté de igualarla, diente por diente. —Un café con leche de soja medio, por favor. Y una solicitud de empleo. La sonrisa de la muchacha vaciló un poco cuando puso el código en la caja registradora. —Lo siento, señora. No estamos contratando en este momento. Pero la temporada de Navidad estará aquí pronto y vamos a necesitar más gente entonces. ¿Te gustaría llenar una solicitud? ¿Qué tan desesperada quería verme? ¿Estaría siquiera aún en Palm Valley el mes que viene? ¿Estaría siquiera aún en Palm Valley a finales de la semana? Sin embargo, me encontré a mí misma asintiendo con la sonrisa congelada en la cara. Ella me pasó el papel y le di dinero, asegurándome de darle propina extra. —¿Tu nombre? —preguntó, su pluma preparada y lista en la taza. —Ellie —le contesté. A mis propios oídos sonaba falso, pero ella se limitó a asentir y lo escribió. Caminé por el bar y merodeé discretamente cerca del mostrador mientras esperaba, mirando por encima de la solicitud. Yo podría forjar mis referencias pasadas, si fuera necesario. Había algunos amigos

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repartidos por todo el país para esa clase de cosas, y luego, cuando me llamaran para una entrevista, podría mostrarles qué tan experta era. No es que fuera una loca y complicada habilidad, pero operar una máquina de café durante mucho tráfico se podría añadir a mi repertorio junto con trucos de cartas y cómo disparar un Colt .45. Pero, ¿cuál era el punto de conseguir un trabajo aquí cuando también podría conseguir un trabajo en cualquier otro lugar en el país? Seattle fue la cuna del café en América del Norte y no he vivido allí todavía. Doblé la solicitud al azar y traté de meterla en el bolsillo trasero de mis vaqueros, pero sentí que cayó y revoloteó en el suelo detrás de mí. Me di la vuelta para ver a un hombre agachado, recogiéndolo. Vi la parte superior de su cabeza, despeinado cabello castaño oscuro que se rizaba por la nuca de su cuello. Luego, cuando se levantó, la solicitud en la mano, vi oscuras cejas, arqueadas sobre cristalinos ojos azules claro. Un anillo septum que actuaba como el punto de un signo de exclamación al final de su delgada nariz. Un par de labios sorprendentes: finos y curvados en la parte superior, llenos y anchos en la parte inferior. Una barba incipiente de pocos días se extendía en todo el mentón y la mandíbula. Tenía el aspecto de un modelo masculino y me encontré con mi aliento saliendo mientras el aspiraba, desde su altura y toda firme constitución, a la forma en que llevaba sus pantalones cortos y su camiseta de edad Iggy Pop3 como una segunda piel. Tenía los brazos cubiertos de tatuajes, una mezcla intensamente colorida de cráneos, animales y cosas raras. Finalmente respiré cuando se metió un mechón de cabello detrás de las orejas. Su tipo de orejas sobresalían como Dumbo. Esto era bueno. Este extraño tenía defectos. No podía soportar a la gente perfecta. Entonces él me estaba entregando la solicitud y me sonreía. Y en esa sonrisa, la forma en que se tomó unos segundos para llegar a sus ojos, una expresión que oscureció momentáneamente antes de brillar, sentí una oleada de déjà vu que casi me derribó. Lo conocía. ¿Cómo lo conocía? ¿Y cuánto tiempo había estado de pie aquí mirándolo como una idiota? Solía ser mucho más suave que eso. —Se te cayó esto —dijo. Tenía una voz interesante, baja, pero precisas, como si pudiera narrar Rosetta Stone DVDs4. Presionó botones de placer a lo largo de mi columna vertebral. Tomé la solicitud, nuestros dedos cepillado uno contra el otro. Sentí una chispa, electricidad. No, literalmente. 3 4

Cantante, compositor músico y actor conocido como “el padrino” del punk rock. Programa computarizado para aprender idiomas.

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—Ay —dije, mientras encogía la mano y la solicitud lejos de él. Sonrió tímidamente y se metió las manos en los bolsillos. —Lo siento. Soy un buen conductor. Me quedé mirándolo mientras ciegamente doblaba la solicitud. Él continuó. —De la electricidad. Ya sabes, las chispas. Acabo de darte toques. No soy un conductor de tren ni nada. O como un director de orquesta de música. Aunque si toco la guitarra. Estaba balbuceando, y si lo conociera mejor, diría que estaba nervioso. Pero eso sería engendrar la cuestión de por qué demonios este pedazo de hombre estaba nervioso a mi alrededor. No era fea por cualquier medio. Tenía las características de Estonia de mi madre, lo que significa altos pómulos, labios en forma de corazón y ojos oscuros. Pero mi belleza era siempre más de un "Oye, realmente no me había dado cuenta de lo bonita que eras.‖ Si yo estaba de pie en la esquina de una habitación, tus ojos pasarían sobre mí. Pasaría desapercibida. Y eso me gustaba. Si yo estuviera caminando, bueno, esa sería otra historia. —¡Ellie! —anunció la barista en una voz sorprendentemente fuerte. Debe haber sido todo el café que bebía. Disparé al hombre una sonrisa rápida y dolorosamente consciente de que en el último minuto, todo lo que le había dicho era "Ay", y arranqué la bebida humeante del mostrador. —Lo sabía —dijo con un chasquido de sus dedos, y poco a poco me di la vuelta, llevando el vaso a mis los labios paramedir qué tan escaldado estaba. —¿Sabías qué? —le pregunté. Caliente. El café estaba demasiado caliente. Él me sonrió como si acabara de resolver un cubo mágico, y sentí un aleteo extraño en el estómago. Sabía que tendría que haber comido más que carne seca. —Eres Ellie Watt. Oh mierda. Me di la vuelta y golpeé una tapa en mivaso con manos temblorosas. Él me conocía. El tipo caliente del tatuaje me conocía y yo no lo conocía. Esto no era bueno. Me volví hacia él y le disparé mi más grande sonrisa. —Me tengo que ir —le dije. En caso de duda, sólo tenía que irme. Mis padres me lo habían enseñado junto con "nunca subestimes tu marca" y "las emociones no ganan el juego". Es una lástima que fueran tan hipócritas como yo.

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Di un paso para salir, mis ojos nuevamente se centraron en la puerta, pero él extendió la mano, agarrando mi brazo libre. Me encogí, esperando que otra chispa fuera a fluir a través de mí, pero era sólo su mano cálida y fuerte. —Espera —dijo, bajando la voz y viniendo un paso más cerca. Olía peculiar. No estaba mal, en realidad era un olor sensual, pero era algo en lo que no podía poner mi dedo. Terroso e industrial. Canela y... ¿tinta? Me atreví a mirarlo a los ojos. Estaba tan cerca que podía ver el anillo de contacto alrededor de sus ojos azul bebé. —¿No te acuerdas de mí? —preguntó. Sus ojos brillaron entre la expectativa y nerviosismo. Si yo no recordaba quién era, él no estaría sonriendo por mucho tiempo. Por desgracia, no tenía ni idea de quién era este tipo. Y quise patearme a mí misma por ello. Mi suerte por lo general me hacía toparme con pendejos, no chicos calientes a los que quería lamer de pies a cabeza (aunque a menudo era uno y el mismo). Me quitó la mano de encima y me relajé. Traté de mirarlo con la mayor disculpa posible. —Lo siento, debes pensar que recordaría a alguien como tú, pero no. Tengo una mala memoria, no lo tomes como algo personal. —De alguna manera lo dudo —dijo en voz baja. Yo lo miraba con curiosidad. ¿Fue una observación a la mala memoria (lo que no era cierto) o al… —Camden McQueen —dijo rápidamente. El nombre corrió a lo largo de la longitud de mi cerebro como la lluvia sobre el suelo endurecido antes de que realmente se hunda. Me sentía culpable antes que nada. Su mirada se estrechó en mi cara, todavía hermosa, pero oscura. —Oh, así que te acuerdas de mí. El Camden McQueen que saqué de mis bancos de memoria no se veía como el sexy tatuado y perforado que había frente a mí. El Camden McQueen que recuerdo era alto, sí, pero torpe. Incómodo. Antes, cuando él era un adolescente, su ancho de espalda se había ido a la basura. Ese Camden tenía el pelo bruto, negro y largo hasta su espalda media. Era un fan de los collares de perro y lápiz labial negro y guantes de encaje con los dedos cortados. Vestía de negro todo el tiempo. Siempre tenía vendas misteriosas en los brazos, algo que verías si no llevaba su largo abrigo negro. Tenía esa cosa en el medio del verano cuando los ancianos se estaban muriendo de calor. Amaba la música y el arte y pasaba largas horas en el cuarto oscuro. Todo el mundo lo llamaba La Reina de la Oscuridad, y hubo algunos rumores viciosos alrededor de que él era gay, o

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estaba dentro de la bestialidad, y que llevaba una pistola en la clase. Era el más acosado, torturado chico en toda la secundaria Palm Valley. —Hola —dije en voz baja, tratando de hacer coincidir al Camden que había conocido al Camden que veo ahora—. Te ves diferente. Su rostro se relajó y volvió a mirar como todos los modelos. —Tú también. Tu cabello... Se inclinó hacia delante y quitó un mechón lejos de mi cara. Mi cuerpo se congeló ante su toque y mis ojos se abrieron. —Es lindo —dijo, quitando su mano—. Siempre pensé que el cabello largo y rubio era un poco demasiado Barbie en alguien tan... dura... como tú. —¿Dura se supone que es un sinónimo de puta? —pregunté. Se echó a reír y eso no había cambiado en absoluto. Era una de esas risas que te hacían que creer que la broma estaba siempre en él. —Bueno, yo iba a decir enojada, pero supongo que eso es un poco redundante, ¿no es así? Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? No te he visto desde la secundaria. —Oh, sólo haciéndole una visita a mi tío. Sólo de paso. Levantó su ceja. —¿Sólo de paso y estás aplicando para puestos de trabajo en una tienda de café? Cierto. Todo eso. Me encogí de hombros y miré alrededor de la tienda con una estúpida sonrisa estirada en los labios. —Es agradable aquí. Me sorprendió lo mucho que ha cambiado. —¿Tal vez tu eres la única que ha cambiado? —cuestionó. Sus ojos estaban todavía claros y brillantes, jovial suficiente, pero detecté algo desagradable en su tono. Me estaba poniendo a prueba. Y tenía razón para hacerlo. No habíamos terminado exactamente en buenos términos. Apreté su brazo ligeramente con la mano libre. Tan, tan incómodo. —Tú eres el que ha cambiado, Camden. Guau. —Casi digo "¿Qué te pasó?", pero pensé que era un poco condescendiente—. ¿Qué, eh, qué hay de nuevo? Miró hacia atrás a una mesa vacía cerca de las chicas con camisetas escotadas que reían bajo que ahora eran chicas con camisetas escotadas y con los labios apretados. Ellas habían estado observando con ojos saltones y rápidamente desviaron su mirada tan pronto como él miró hacia ellas. Ahora, con su cara de vuelta a la mía, parecía esperanzado. Ese fue el aspecto que reconocí.

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—¿Tienes que estar en alguna parte? ¿Quieres ponerte al día con una taza de café? —preguntó. Casi digo que no. Casi le dije que en realidad tenía un lugar en donde estar, a pesar de que no tenía adónde ir y sólo terminaría conduciendo sin rumbo durante horas. Pero sonrió y la combinación de esos dientes blancos, el arito en la nariz, y el cabello desordenado hicieron latir mi corazón contra mi pecho, haciendo poco caso de las píldoras como un abrigo pesado. Así que le dije que sí.

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Antes La niña había sobrevivido de alguna manera a su primera semana en la escuela secundaria, mientras caminaba por la carretera de polvo pesado que conducía a la casa de su tío, ella sentía que era tan triunfante como sobrevivir el campo de entrenamiento militar. Ya se había ganado el apodo de "Señora-Cojea-Mucho" (que no tenía mucho sentido teniendo en cuenta su género), "La Coja" y "Vaca Mutilada". La parte de vaca, por supuesto, fue por el hecho de que había ganado un poco de peso desde el accidente. Algo que era inevitable cuando se combinan las hormonas crecientes de sus trece años de edad, y la habilidad limitada. Para agregar insulto a la lesión, su tío no había sido capaz de recogerla de la escuela el viernes. Para ella, no había nada tan humillante como caminar por la orilla de un camino. La gente no tenía más remedio que mirarla mientras pasaba, y casi podía oír lo que todos estaban pensando. "Me pregunto qué le pasó. ¿Por qué camina tan gracioso? ¿Por qué está usando jeans cuando hace cien grados afuera?" Podía ver sus miradas de curiosidad mientras pasaban por delante, viendo como formaban los juicios en sus cabezas. Mantuvo la cabeza baja mientras caminaba con los ojos en el caliente y áspero pavimento sobre hombro. Su mochila comenzó a tirar de ella hacia atrás, cargado de libros nuevos, y se secó las palmas de las manos sudorosas en sus pantalones vaqueros. Un coche rojo rugió, tocando bocinazos mientras iba pasando, pero no les dio la satisfacción de levantar la mirada. —¡Oye, Ellie! —gritó una voz detrás de ella. Se detuvo y se volvió, con el cabello rubio revoloteando alrededor de su cara. Era Camden McQueen, su único amigo en este pueblo olvidado de Dios. Ella sonrió mientras trotaba hacia él, su figura alta y oscura contra el paisaje del desierto austero. —¿Puedo acompañarte a casa? —le preguntó, su voz un poco esperanzada contra el ruido de los coches. A pesar de que parecía profundamente perturbado con su cabello largo y negro, cara blanca como fantasma, gafas gruesas y los labios pintados del color del alquitrán, estaba sonriéndole, provocando hoyuelos a salir en las mejillas demacradas. Verse contradictorio era su juego. —Si quieres —dijo, sonando lo más indiferente posible. La verdad era que estaba muy emocionada. No es que a le gustara Camden de esa manera, después de todo era su único amigo y quería mantenerlo así, pero cuando él no estaba en las ramas profundas de la depresión maníaca, ella disfrutaba de su compañía. También sintió como la gente nunca se le quedaba mirando cuando estaba con otra persona, especialmente con

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alguien como Camden. Él era la única persona que tenía una semana peor que ella. —¿Cómo estuvo tu día? —preguntó él mientras caminaban lado a lado. —Oh, ya sabes, Vicky Besset dijo a todos en la clase de historia que camino gracioso porque solía pesar 300 libras y me rompí los tobillos. Ahora escucho ―Vaca Mutilada‖ a donde quiera que vaya —dijo la niña tan alegremente como le fue posible, tratando de ocultar la vergüenza que la estaba destrozando. Es mejor reír que llorar, aunque sólo este último sería honesto. —Ah, Vicky. El otro día le dijo al profesor que yo tenía una pistola en la mochila. Ella es una pequeña perra muy especial. —Y al igual que la niña, él tenía el mismo tono de su voz, la que se negó a que el otro supiera lo mal que estas cosas la estaban destrozando. —Ella probablemente tiene miedo de ti —le dijo la chica. Él miró hacia adelante a la lejana montaña, con una expresión oscura como una sombra. —Tiene razón a tener miedo de mí. Las chicas como ella que nunca obtienen el karma que merecen. Si no tiene cuidado, voy a entregarle mi propio karma. La chica se quedó en silencio, con la boca cerrada en una línea dura. Sólo conocía a Camden por un mes, pero durante ese tiempo, se sorprendió de lo que había pensado y dicho. Ella siempre había supuesto que era el único con justa ira, pero estaba muy, muy mal. Hizo una nota mental para nunca cruzar a Camden McQueen.

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Ahora Hablar con Camden se sentía sorprendentemente fácil. Nunca he tenido un problema para llevarme bien con la gente cuando lo necesitaba, pero estaba segura de que sentiría vibraciones de resentimiento viniendo de Camden mientras sorbía su té verde y me tomaba de un trago mi café. Pero no pude detectar nada. Estaba abierto y relajado, con las manos acercándose peligrosamente a las mías cada vez que bajaba la taza de té sobre la mesa. Me sentí híper consciente de él y de su cuerpo, provocado por mi propia culpa y recuerdos, estoy segura. —¿Estás bien? —preguntó. Puso su mano sobre la mía (no hubo chispas) y mis ojos se levantaron de la taza de café vacía donde habían estado aparentemente hipnotizados por el sedimento en el fondo. —Lo siento —le dije con dulzura—. Yo sólo... —¿Abrumada? —Eso debe ser. —Los recuerdos... —Se interrumpió. Su mano estaba todavía en la mía. Yo era consciente, demasiado consciente de su peso. Lo que quería decir. Donde su mano estaba. Mi mano iba a empezar a tener espasmos en cualquier momento. —Entonces —dijo él, quitándola y limpiándose la barbilla. Se echó hacia atrás en su silla—, así que entonces me convertí en un artista del tatuaje. Me di cuenta de que había estado totalmente distraída durante la mayor parte de nuestra conversación. Eso no era como yo en absoluto. Por otra parte, era un chico de la escuela secundaria, no una marca. —¿En serio? —le pregunté, y mis ojos se dirigieron inmediatamente a sus tatuajes. Tras una inspección más cercana encontré un método en la locura de formas y colores. Escorpiones, calaveras, serpientes, alas y chicas de calendario todos unidos en las olas del mar azul. Inscripciones diminutas corrían por todas partes. —¿Tomo eso como que nunca oíste hablar de mi negocio tatuajes? —¿Debería? Él asintió con la cabeza a mi brazo donde tenía una banda de notas musicales tatuadas por todos lados. —¿De dónde sacaste eso? —Algún salón en Mississippi —dije, y rápidamente cerré la boca. Pero no me preguntó por qué volví de nuevo al estado en que vivía antes de que me mudara aquí. En cambio, dijo—: Suena familiar. La melodía.

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—¿Acabas de tararearla en la cabeza? Él me sonrió, viéndose orgulloso por impresionarme y perezoso al mismo tiempo. Si hubiera podido inclinarse más atrás en su silla, estaría en el suelo. —Te lo dije, toco la guitarra. ¿Qué canción es? —No es nada —dije—. De todos modos, así que eres un artista del tatuaje. Supongo que es bastante grande. —Lo suficientemente grande —se encogió de hombros con falsa modestia—. Yo era uno de los artistas más importantes de Los Ángeles. Estaba incluso en L.A Ink. ¿Alguna vez miras ese programa? —Sólo veo Netflix. Él asintió con la cabeza, como si pudiera deducir algo acerca de mí con eso. —Bueno, no te pierdes de nada. Sabes que voy a seguir tarareando esa canción y, finalmente, voy a averiguar cuál es. Tal vez entonces me dirás el significado. Fruncí el ceño. persuasión.

—Creo que sobrestimas tus habilidades de

—Te tengo sentada y tomando un café conmigo cuando estabas lista para desatornillar la puerta. Sí, bueno, ayuda que estés caliente, pensé. —Así que, ¿qué estás haciendo aquí si tu negocio está en L.A? ¿Visita a tus padres? De la forma en que sus ojos se movieron-cambiaron juraría una nube pasó por el sol, poniendo toda la tienda en la sombra. Pero fue sólo en sus ojos y desapareció tan pronto como él sonrió. —No. No a mis padres. A pesar de que aún viven aquí. Papá sigue siendo el sheriff, ya sabes. ¿Cómo podría olvidarlo? Hizo huir a mis padres de la ciudad. —De hecho, tengo mi negocio aquí. Soy dueño de una tienda de tatuajes. Sins & Needles5 —dijo—. Está ni bien entras a la ciudad desde el este. ¿Tal vez lo viste? Está en una casa antigua con réplicas de BelaLugosi y La Cosa del Pantano en el porche. Encantador. —Mi tienda está en la planta baja, yo vivo arriba. —¿Y haces lo suficiente para vivir? —A pesar de la proximidad a Los Ángeles y el lavado de cara, Palm Valley aún no era un lugar para la cultura, o subcultura por así decirlo.

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Pecados y Agujas.

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Su sonrisa fue de encanto para comemierda. —Claro que sí. Te sorprendería la cantidad de dinero que una tienda de tatuajes puede rastrillar. Hubiera encontrado su arrogancia como una experiencia desagradable, pero la verdad era que no sabía nada de tatuajes. Todos los que había visto parecían medio muertos, con un artista que parecía como si hubiera sido regulado para perforar los oídos de las chicas jóvenes con el fin de mantener las luces encendidas. Sacó su teléfono del bolsillo y echó un vistazo. —De hecho, tengo una cita en veinte minutos. ¿Quieres venir a verme en acción? Normalmente, la idea de ver a alguien siendo pinchado con una aguja de tinta me hubiera apagado, pero había algo tan serio y abierto acerca de su hermoso rostro que me encontré asintiendo. También estaba esa cosa de la culpa entera sobre lo horrible que fui con él en la escuela secundaria. Y, seamos honestos aquí, yo tenía curiosidad por ver lo exitoso que este tipo era. En mi negocio, tenías que adherirte a las personas de éxito como pegamento.

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3 Traducido por macasolci Corregido por Carolyn♥

V

einte minutos después, estaba deteniendo a Jose en frente de una peculiar casa de dos pisos, con Camden McQueen a mi lado. El viaje fue corto y él alternó entre señalar lo que había cambiado desde que me había ido de la ciudad y hacer arrullos sobre el auto. —Si no te importa que pregunte, ¿cuánto te costó? —preguntó él cuando las ruedas crujieron al detenerse en la arena suelta. Una sonrisa tiró de mis labios mientras sacaba la llave del encendido.—No lo sé. Lo tomé prestado. Él abrió la puerta e hizo una pausa, dándome una mirada sospechosa.—¿Prestado como solías pedir prestados los libros del profesor antes del examen? Imité su mirada sospechosa, preguntándome cuánto sabía Camden sobre lo que hacía. Después de que mis padres se volvieran fugitivos, todos en Palm Valley supieron que eran estafadores. La gente solía señalarme y murmurar, e imaginé que o bien era por mi lesión, lo cual era usualmente el caso, o estaban haciendo apuestas para ver si estaba metida en la estafa. No lo estaba, no en ese momento. Eso no me detuvo de hacer algunos trucos en la escuela, pero sólo eran cosas menores. Jamás me habrían atrapado, los profesores simplemente miraban a otro lado cuando me veían. Creo que es porque lo lamentaban por mí y tenían razón en sentirlo. —Siempre los devolvía —le dije y salí del auto. El sol se había puesto de alguna manera más cálido. En días como este, odiaba no poder usar shorts. Él estaba observándome, con la mano sobre sus ojos. Había olvidado lo mucho que solía observar. Ahora era un poco más fácil de aceptarlo, ya que no creía que fuera a tirar de la alfombra debajo de mí, pero todavía era inquietante. Volví mi atención de vuelta a la casa. Era de tablillas y de un amarillo brillante con detalles en azul cobalto. Realmente había réplicas de tamaño natural de Drácula y La Cosa del Pantano en el porche, al igual

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que un complejo cartel de madera que decía "Sins&Needles". El jardín tenía roca estándar, maleza, y una variedad de cactus, algo a lo que la gente perezosa como yo recurriría. Era un infierno más barato que mantener un césped en el desierto. —¿Te gusta lo que ves? —preguntó él, su mirada siguiendo la mía—. La casa fue construida en los '50. Creo que solía estar en la base aérea, luego la trajeron aquí cuando la cuidad comenzó a construirse. Incluso tiene un búnker a prueba de balas. —¿En serio? Asintió. —Bueno, Audrey estará aquí pronto. Supuse que ella era su cliente. Lo seguí por el sendero, parándome sólo en las piedras como si el césped fuera de lava, y tuve una bonita vista mientras subíamos los crujientes escalones del porche. Camden de seguro tenía un infierno de trasero. Eso era algo que pensé que jamás diría. Abrió la puerta y dio la vuelta al cartel de "Abierto" mientras entraba. El lugar era cursi como cualquier cosa. Era como entrar en Graceland6 si fuera de Jon Waters7. Las paredes eran de un verde repugnante, el sofá de gamuza era naranja, y la mesa de café era rosa y hecha de piel de cocodrilo. Tuve que hacer una doble toma. Un traje de buceo de los '30 colgaba de una de las esquinas al lado de un Meteoro de papel maché. Había un montón de guitarras debajo de un televisor de pantalla plana que estaba mostrando Quién engañó a Roger Rabbit con subtítulos asiáticos. A pesar de la diarrea visual, no pude evitar sumar el valor en dólares del lugar. No estaba bromeando cuando dijo que ganaba bien. Por más feas y cursis que fueran la mitad de las cosas, valdrían un buen dinero al ser compradas. —¿Puedo ofrecerte una cerveza? —preguntó. Había un pequeño refrigerador retro detrás de su silla de tatuaje y cuando la abrió, brilló el vidrio verde de todas las Heineken. —Por favor —le dije. Probablemente no era la mejor idea, ya que mi estómago todavía estaba gruñendo y estaba extrañamente nerviosa, pero jamás podría evitar una fría. Él asintió hacia el sofá. —¿Por qué no tomas asiento? Aquí. —Buscó y me entregó una pila de carpetas—. Allí está todo mi arte. Ya sabes, en caso que cambies de idea y me dejes entintarte. —Sus ojos brillaron con picardía.

6Graceland:

mansión de Tennessee de Elvis Presley. director de cine conocido por sus transgresoras películas de culto.

7JhonWaters:

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—No recuerdo que me dieras oportunidad de rechazar esa idea —dije con ironía, tomando las carpetas de su mano y sentándome en el sofá. A pesar de la gamuza naranja, era realmente cómodo. Mientras se ocupaba de prepararse para el cliente, hojeé las páginas. Su arte era hermoso. Desde lechuzas volando hasta retratos con calidad de fotografía y extraños símbolos, Camden parecía que podía hacer cualquier cosa. Todo su trabajo tenía una cierta sombra, una cierta cualidad oscura sobre él que instantáneamente me recordó a la clase de arte. Cuando solíamos ser amigos, cuando solíamos sentarnos uno al lado del otro en la clase de la Señora Slevin, solía garabatear página tras página en su cuaderno con estos dibujos altamente detallados y complejos, todo con una lapicera negra fina. Un día dejé que dibujara todo mi brazo, desde los nudillos hasta los hombros hasta que la Señora Slevin le gritó, lanzando palabras como envenenamiento con tinta. Yo había llevado esos dibujos con un sentido perverso de orgullo como la loca que era. Levanté la mirada de las páginas y lo observé. Estaba sentado en su silla, preparando su estación, con las cejas fruncidas y los ojos brillantes en clara concentración. El paquete puede que hubiera cambiado, pero sus ojos todavía eran iguales. Incluso ahora eran tan comprometidos y persuasivos como siempre, como si estuviera intentando que la tinta le contara sus secretos. —Así que, ¿en qué trabajas, Ellie? —preguntó sin encontrarse con mis ojos. Sabía que lo estaba mirando. —Trabajos esporádicos —dije, y volví a hojear el libro. —¿Jamás fuiste a la universidad? —No a menos que cuentes la Escuela de Golpes Fuertes. —Aún divertida, ya veo. —Debes ser especial. Lo sentí hacer una pausa, una pesadez en mi espalda. Los vellos de mi cuello se sintieron como si estuvieran siendo arrastrados. Recordé el golpe eléctrico que me había dado y lentamente giré mi cabeza. Él me estaba mirando fijamente, su expresión indescifrable. Algo extraño pasó entre nosotros, pero se sintió ajeno a mí y no sabía qué hacer con ello. Finalmente dijo—: Audrey está aquí. Me di la vuelta a tiempo para ver la puerta abrirse y una chica en sus tempranos veinte entró, haciendo su mejor imitación de Dita Von Teese8 con negros bucles retro y un vestido a lunares. Sus brazos estaban

8Dita

Von Teese: modelo erótica, actriz y bailarina de neo-burlesque estadounidense.

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cubiertos de tatuajes, su brazo izquierdo entero y el derecho por la mitad. Era sólo un esbozo de flores de cerezas, sin color. —Hola Camden —dijo efusivamente. Trotó hacia él con sus matadores tacones, deteniéndose sólo para darme una mirada sucia. Me recordó a cómo debí aparecer cuando lo vi por primera vez, antes de enterarme de quién era para mí. —Audrey, nena —dijo él y se levantó de su asiento. La abrazó de buen humor y le palmeó la silla—. Toma asiento. Oh, por cierto, esta es Ellie. Va a observarme colorearte, si no te importa, por supuesto. Ella le dio una media sonrisa que se convirtió en una completamente falsa cuando me miró. Por el amor de Dios, incluso tenía una de esas falsas marcas de belleza en su rostro. —No, no me importa. ¿Es tu novia, Camden? Casi me reí pero me contuve justo a tiempo. —No, es una vieja amiga, está de visita —dijo con suavidad—. ¿O te vas a quedar en Palm Valley ahora, Ellie? No puedo recordarlo. —Um, sólo de paso —dije, poniéndome de pie. Sentí ganas de salir de aquí. ¿Por qué estaba siquiera en su estudio de tatuaje, en primer lugar? Un minuto estaba en la cafetería y de repente estaba aquí, pasando el rato con alguien a quien ni siquiera conocía. Quiero decir, se sentía como si lo conociera, pero no en realidad. No éramos las personas que éramos cuando éramos adolescentes. Dios, esperaba que no fuéramos esas personas. Luego me di cuenta de por qué estaba realmente allí. En qué estaba trabajando mi subconsciente. Encontré mis ojos clavados en la caja registradora. Él comenzó a pasar solución limpiadora en el brazo de Audrey y se dio cuenta de mis ojos obstinados. Intenté cubrirlo pero él sólo sostuvo mi mirada y le dijo a Audrey—:Ellie está buscando trabajo. ¿Sabes de alguna vacante en la boutique? Audrey sacudió la cabeza con cortesía.—Estamos llenos. —Qué mal —dijo él—. ¿Vas a pagar con efectivo o tarjeta de crédito hoy? —Oh, efectivo —le dijo ella, y él esperó mientras ella sacaba un fajo de billetes de su cartera. Parecían ser por lo menos doscientos dólares. Supuse que era suficiente para sobrevivir si tenías un cliente al día, pero apenas pagaría las facturas, sin nombrar todas las cosas increíbles del local. —Gracias —dijo él, dándose la vuelta con su silla hacia la caja y presionando algunos números—. Te haré un recibo después.

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La caja registradora se abrió con un sonoro timbre y mi mandíbula se descolocó. Estaba llena de billetes. Y me refiero a llena hasta el tope. No había manera de que el local pudiera juntar todo eso. Debía mantenerlo de los shows o algo, a pesar que no podía entender por qué. Tal vez si fuera el chico enamoradizo que solía ser, podría decir que estaba intentando impresionarme, pero ni siquiera sabía que yo vendría. Debí haberme quedado observándolo con una mirada estúpida en mi rostro porque me lanzó una mirada tímida que decía te lo dije. Bien, de acuerdo. Así que ganaba mucho dinero. Ahora que la sorpresa había desenvuelto que al adolescente nerd y emo le estaba yendo bien, comencé a preguntarme exactamente cuánto dinero estaba ganando. Y si lo extrañaría si algo desapareciera. El zumbido de la aguja me sacó de mis meditaciones. Era una locura, de todas formas. Me dije a mí misma que iba a ser leal y necesitaba apegarme a ello. Más que eso, ya le había hecho suficiente al pobre hombre años atrás. Por otro lado, él no parecía estar desmejorado. Parecía un exitoso y ardiente asesino de damas. Tal vez el pasado no importaba si te estaba yendo tan bien en el presente. Vivir bien era la mejor venganza, ¿verdad? Y así de fácil, dejé que se fuera toda la culpa por lo que le había hecho. Javier una vez me dijo que llevaba mi culpa como una banda de honor, porque significaba que alguien más estaba sufriendo lo mismo que yo, o peor. Pero era obvio que Camden ya no estaba sufriendo. Y yo sí. —¿Ya te vas, Ellie? —preguntó Camden. Levanté la mirada hacia él, sus ojos en la aguja mientras zumbaba a través del brazo de Audrey. Ella me estaba mirando expectante, su rostro un poco pálido y brillante. Sudor de dolor. De alguna manera me había movido hacia la puerta y ahora estaba parada en el medio de la tienda Tecnicolor como si estuviera atrapada en el lugar. Podía irme. Podía irme y dejar Palm Valley e intentar encontrar una nueva vida en algún otro lugar. Pero estaba en mis últimos doscientos dólares. No podía permitirme un lugar para quedarme por mucho tiempo o algo para comer si dejara la casa del Tío Jim. Necesitaba un trabajo. Necesitaba dinero. Cuando no podía encontrar un trabajo, se me conocía por crear uno propio. Me di cuenta que todavía me estaban mirando, esperando mi respuesta. El zumbido de la aguja me estaba hipnotizando en un estado de drogas. Cristo, realmente necesita comer algo. —Yo... uh...

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Necesitas irte, me grité a mí misma en mi cabeza. Necesitas salir por esa puerta, decirle a él que fue agradable volver a verlo, desearle la mejor de la suerte, y desaparecer. Necesitas irte. Vete antes de hacer algo estúpido. Vete antes de que esto se complique. —Voy a dar un show estaba noche en Palm Springs —dijo Camden mientras sacaba la aguja de ella y la miraba—. ¿Qué tal si te paso a buscar a las seis? Parpadeé.—Disculpa, ¿qué? ¿Vas a dar un show? Observé a Audrey, que apenas le estaba prestando atención a nuestra charla. ¿Camden me estaba invitando a una cita? La idea era emocionante y angustiante en partes iguales. —Sí. Te lo dije, soy guitarrista. Es una banda de coversde Cramps9 llamada Kettle Black. Bueno, eso era interesante. —¿Recuerdas dónde vive mi tío? —No lo he olvidado —dijo él y me dirigió aquella sonrisa suya. Juro que Audrey se derritió en un charco a sus pies—. Entonces te pasaré a buscar a las seis. Antes de saber lo que estaba haciendo, estaba asintiendo y diciendo—:Sí, te veo entonces. Luego estaba afuera en su porche y dirigiéndome hacia José en un sueño. Hacía demasiado calor afuera, el sol estaba demasiado brillante, y me sentí totalmente fuera de equilibrio. Abrí la puerta del auto y dejé que la explosión rancia de corriente de aire caliente saliera de él. Mientras esperaba que se enfriara el interior, observé la brillante tienda y me pregunté qué demonios iba mal conmigo. No tenía muchos amigos. Los amigos son responsabilidades peligrosas cuando se es estafador. Son responsabilidades peligrosas, punto. Jamás los había tenido realmente cuando era chica. En la secundaria, estaba Camden, luego los amigos falsos por los que lo cambié. Después de graduarme, decidí hacer lo único que sabía y eso era estafar. La palabra rimaba con vagar por una razón. Floté como una hoja muerta de estado a estado, y hasta que conocí a Javier, mis lazos con la gente eran de lo más superficiales. Eso no quiere decir que no tuviera algunos colegas—generalmente eran del tipo socialmente indeseable—a los que pudiera llamar y hablar. Los tenía. Me las arreglé. Pero jamás tuve a alguien de quien pudiera depender. Y además de mi tío, jamás había tenido a nadie que me conociera cuando era "inocente". 9TheCramps:

son un grupo clave en la historia del rock & roll. Supieron conjugar el primitivo rockabilly y el garage de los '60s. (Rockabilly y garage: subgéneros del rock & rock).

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Y allí estaba yo, parada afuera de la casa de un chico que me conocía de cuando todavía era redimible. Alguien que me había conocido a mí y a mis padres. Que sabía exactamente lo yo que era y de dónde venía. Alguien que me estaba invitando a una cita para ver su show. Y yo estaba pensando dos cosas: una, ya no podía permitirme hacer amigos, por no mencionar con alguien a quien no me importaría ver desnudo, y dos, ¿cuánto dinero podría sacarle antes de odiarme a mí misma? *** Eran casi las seis en punto y la cocina del Tío Jim estaba sucumbiendo al blanco y negro mientras el sol bajaba detrás de las montañas de San Jacinto. Él estaba apoyado en la lavadora de platos, los brazos cruzados sobre su camisa de franela envejecida, y observándome mientras me aplicaba el maquillaje. Le dirigí una mirada por encima de mi polvo compacto.—¿Qué? Se encogió de hombros. —Qué, nada. Creí que dijiste que esto no era una cita. Me pasé algunas capas de máscara, casi rodeando los ojos en la barra. —No es una cita. Somos sólo viejos amigos conectando. Y me gusta verme bien para los viejos amigos, ¿entiendes eso? Aquí, ten algo de mi whisky, llegaré al límite. Le di un codazo a la botella sin etiqueta hacia él, el líquido caoba dando vueltas en su interior. Lo observó por unos segundos antes de suspirar y sacar un vaso de la alacena. Había estado ansioso desde que entré por su puerta. Luego de decirle que iba a ver un show con el hijo del Sheriff, sólo se duplicó. Se sirvió un vaso, tomó un sorbo, y casi lo escupe. Hizo una mueca sobre-dramática. —Jesús, Ellie, ¿estás haciendo Moonshine10aquí? No pude evitar sonreír. —Un amigo de Kentucky elabora el suyo propio. Si tomas algunos tragos, te olvidarás de todos tus problemas. Él acercó el vaso a mí, sacudiendo la cabeza. —Sí, bueno, espero que eso no sea lo que estás intentando hacer. Mi polvo se cerró con un chasquido satisfactorio. —¿Crees que estoy tratando de olvidar mis problemas?

10Moonshine:

es un tipo de licor de alta graduación, generalmente producido ilícitamente.

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—O eso o bien creando nuevos. En serio, Ellie... —Se limpió la boca, lamiéndose los labios con disgusto y se giró hacia la ventana, la luz mortecina que se estaba asentando en los bosques. —Bueno, ciertamente no estoy creando ningún problema con Camden McQueen —le dije, agarrando su vaso todavía lleno. Hice girar el whisky, observándolo, hipnotizada—. Quiero decir, él es el hijo de la legislación de la ciudad, eso no invita exactamente a tener problemas. Él gruñó en respuesta, sin tragárselo. La verdad era que estaba buscando problemas esta noche. Estaba buscando a alguien en particular, un lacayo local, un idiota, un criminal incumplidor. Estaba buscando a alguien de quien sospecharía la gente si Sins & Needles fuera a ser robado. Estaba buscando una forma de salir del pasado. Un bocinazo sonó desde afuera. Mi corazón saltó en mi pecho, dándome cuenta que estaba tan en el borde como el Tío Jim. Me tragué el resto de la bebida, mi garganta quemando como si estuviera tomando antiséptico, y salté del taburete de la barra. —Diviértete —dijo él sin dar vuelta la cabeza. Extrañaba los días cuando podía besarle la mejilla a mi tío y hacerlo sonreír. Pero parecía como si los días de sonreír hubieran pasado hace tiempo. Agarré mi bolso y me puse una chaqueta de cuero gastada sobre los hombros mientras me dirigía hacia la puerta y bajaba por el camino de entrada. Camden estaba esperando en un Jeep oscuro y sin puertas, el gas de escape de éste elevándose en el frío aire. Los grillos cantaban y le sonreí a los faros mientras me encaminaba alrededor de la parte delantera del vehículo. —Bonito auto —le dije y me elevé para subir al asiento de pasajero. —Bonita cita —respondió sin problemas, mirándome de arriba a abajo con una amplia sonrisa. Estaba feliz de que estuviera oscuro afuera y no pudiera ver el rubor en mis mejillas. No sólo ante la palabra cita, que había estado segura que no era, pero el insignificante hecho de que a él le gustaba cómo lucía. Estaba usando casi lo mismo que antes, lo mismo que usaba siempre, botas y vaqueros, pero tenía una bonita camiseta blanca que dejaba ver una pequeña parte del escote. De acuerdo, así que puede que me hubiera arreglado más de lo que debería por un tan supuesto amigo. Maldito fuera mi tío por tener razón. Naturalmente, Camden no se veía nada mal. Estaba usando pantalones negros que eran halagadoramente apretados en el área de la entrepierna, botas de chico malo, y una camiseta de la serie Battlestar Galáctica11 que se hubiera visto ñoña en alguien más, pero sólo hacía que 11Battlestar

Galáctica: serie norteamericana de ciencia ficción.

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su ancho pecho y sus bíceps se notaran más. Era lo único que me recordaba al Camden que solía conocer, a pesar de que las gafas ahora eran de montura negra en esa manera tan hipster12. —¿Gafas? —le pregunté—. Se ven bien. Él sonrió y aceleró el jeep en la oscuridad. Nos alejamos de la calle sin salida, el olor a aire fresco de noche y artemisa llenando mi nariz. —Sólo las uso para los shows —admitió en una voz cómplice que me hacía inclinarme más cerca de él—. Una cosita que descubrí mientras me hacía mayor, resulta que las mujeres aman a los hombres con gafas. De seguro habría venido muy bien en la secundaria. Sonreí tan diplomáticamente como me fue posible. —Bueno, las chicas son bastante estúpidas cuando están en secundaria. No reconocerían a un buen hombre si lo vieran. Si no lo estuviera observando tan intensamente mientras conducíamos debajo de los faroles chillones, no habría captado la mirada malévola que nubló su frente como una fuerte nube de tormenta. Y como muchos otros de sus estados de ánimos, se fue en un instante, dejando sólo un endurecimiento de dolor en sus labios. Se inclinó y encendió la radio, arrojándonos a ambos en el silencio.

12Hipster:

es un término frecuentemente usado para referirse a una subcultura de jóvenes, adultos de reciente establecimiento en la clase media urbana y adolescentes mayores.La subcultura está asociada con la música independiente, una sensibilidad variada en una moda alejada de corrientes predominantes, y estilos de vidas alternativas.

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4 Traducido por Juli Corregido por mterx

Antes

L

a chica y el chico yacen uno al lado del otro sobre su trampolín, mirando hacia el cielo nocturno que parecía una hoja de tinta con joyas diminutas pegadas a ella. El trampolín ya no era bueno para saltar gracias al agujero en la esquina que había permanecido sin parches desde que Camden lo rompió hace años, pero era el lugar perfecto para que pasen las noches de verano. Había una cosa que pasó esa noche que lo hacía diferente de todas las otras noches que pasaron allí. Esa noche, Camden había alcanzado la mano de la chica y la chica le había permitido sostenerla. Esa noche, en el dulce aire de junio, la chica fue víctima de sus hormonas. Cayó en la esperanza de que tal vez pudiera amar a esta bestia extraña, a pesar de que ella era más un monstruo que él. Ella creía que tal vez el afecto del extraño muchacho en la escuela, su amigo, era mejor que no tener ningún afecto en absoluto. Pero nada más que tomarse de las manos había sucedido entre ellos. Simplemente yacían uno al lado del otro, mirando las estrellas y escuchando "The Day I Triedto Live" de Soundgarden en sus altavoces portátiles, en busca de satélites y disfrutando de esa sensación de que, en sus trágicos catorce años, eran el centro del universo. Su mano se apoderó de ella y a pesar de cuan sudorosas sus palmas se sentían, ella no la apartó. Ella estaba a punto de hacer una observación, tal vez porque era cierto o tal vez porque su mano la ponía nerviosa, que Chris Cornell cantaba un montón sobre el sol cuando oyeron el sonido de la puerta trasera abriéndose de golpe. Ambos se pusieron tensos, las manos volviendo a sí mismos en algún reflejo no probado. —¡Camden! —gritó su padre desde la puerta. Se incorporó, tieso como un palo, y se volvió para enfrentarse a la casa. Su silueta grande y formidable se encontraba en la puerta. En esa oscuridad, la chica no podía ver los ojos para juzgarlo o características que temer. Pero sabía que Camden le temía y eso fue suficiente para ella.

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—¿Qué estás haciendo ahí fuera? —continuó gritando. —Estamos aquí —respondió Camden ansioso. —¿Estás con esa chica Watt otra vez? ¿La muchacha? La chica y Camden intercambiaron una rápida mirada. Había estado en la casa de Camden un par de veces pero por lo general se escondían en su habitación donde podían hablar, escuchar música y ser ellos mismos. A sus hermanastras más jóvenes le encantaba molestarlo y su madrastra estaba tan drogada con medicamentos que no podía controlarlos. —Su nombre es Ellie —gritó Camden en respuesta. La niña sintió un chal de orgullo abrigándola, amando su protección. Hubo una pausa y ella pudo ver al hombre, el Sheriff de Palm Valley, vacilar en la entrada. —Bueno, supongo que debo estar feliz de que no eres el puto que pensé que eras —escupió el padre de Camden antes de volver a la casa y cerrar la puerta detrás de él. El rostro de la chica se puso rojo de inmediato debido a la elección de palabras ofensivas del padre. Tragó saliva y miró a Camden. Su rostro pálido parecía aún más blanco en la oscuridad y sus ojos azules miraban sus manos. —¿Tu padre piensa que eres gay? —le preguntó. —¿Quién no lo hace? —dijo con una risa, pero mantuvo la mirada en sus ojos—. Te olvidas que mi apodo es ―La Reina Oscura‖. Si no estoy amenazando con volar la escuela, entonces estoy tratando de violar a chicos jóvenes. La chica hizo una mueca, sintiendo pena por él. —Incluso si eres gay... —No lo soy —dijo rápidamente. Ella sonrió suavemente. —Lo sé. Pero incluso si lo fueras, esa es una forma terrible de comportarse de tu padre. Él suspiró y se tumbó en el trampolín. La luz de la luna se reflejó en sus gruesas gafas. —Sí, bueno así es mi papá. La chica empezó a correr sus manos sobre la superficie arenosa del trampolín. —¿Has pensado alguna vez, ya sabes, no vestirte de la manera en que lo haces? Ella pude oír su nudo en la garganta y supo que había tocado una fibra sensible. —¿Qué tiene de malo mi forma de vestir?

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—Pues nada, para mí. Pero tal vez si no te vieras tan temible y usarás maquillaje, los otros chicos no se burlarían de ti. —Pero entonces yo no sería quien soy. No me quiero esconder. No me avergüenzo de ser Camden McQueen. ¿Te avergüenzas de ser Ellie Watt? —Sí —dijo en voz baja. Él se incorporó y se acercó a ella, sus ojos buscando su rostro. —¿Hablas en serio? Ella frunció el ceño. —Por supuesto que sí. Tú tienes una opción, Camden. Puedes comenzar a actuar normal y no como un raro y te irá bien. Yo no puedo ocultar lo que soy, incluso si quisiera, aunque lo estoy intentando. No puedo cambiar mi forma de caminar y no puedo deshacerme de las cicatrices en mi pierna. Camden continuó mirándola con intensidad ferviente. Comenzó a hacerla sentir un poco incómoda y se limpió las manos en los vaqueros. —Nunca me has mostrado tus cicatrices. La joven tragó saliva. —Y no voy a hacerlo. —¿Tan malo puede ser? —susurró—. ¿Cómo puede alguien tan bonita como tú tener algo que la haría menos? Ella pasó por alto el hecho de que él la había llamado bonita. —Es posible. Daría cualquier cosa por ser normal, vivir una vida normal, ser como los demás. —¿De verdad? ¿Darías todo solo por encajar? —preguntó, incrédulo. Ella asintió con la cabeza. Lo haría. Rezaba por ello cada noche mientras yacía en la cama, las lágrimas filtrándose desde las comisuras de sus ojos cansados. Haría cualquier cosa, daría todo, sólo para ser igual a todos los demás. Y si tenía suerte, tal vez estaría por encima de ellos. Tal vez sería capaz de mirar hacia abajo a ellos un día, de la misma forma en que la miraban a ella. —Si yo creyera en un dios, diría que debes estar orgullosa de la forma en que te hizo. Eres diferente, Ellie. Tus cicatrices, tu lesión, te hacen lo que eres. Personalmente, yo no lo haría de ninguna otra manera. Sin embargo, la chica lo haría. Pero antes de que pudiera pensar en ello, Camden se acercó más, hasta que su camisa de color negro se rozó contra la de ella. Se quedó helada de su cercanía y todavía no podía moverse cuando sintió sus manos largas y frías en su cara, inclinando la barbilla hacia él.

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Ella nunca había sido besada antes, pero sabía lo que venía. Esto la emocionaba y aterrorizaba a la vez. No le gustaba Camden de esa manera y sin embargo tenía curiosidad por ver si eso podría cambiar. Cerró los ojos mientras sus labios se encontraron con los suyos, sorprendentemente suaves. Ella se alegró de que no estuviera usando su lápiz labial negro y casi se rió de la imagen de las marcas de lápiz labial negro en su cara. Ahora eso confundiría a su padre. El beso fue suave y breve, y cuando Camden se echó hacia atrás y abrió los ojos, vio nada más que tristeza en él. Quizás él ya sabía que ella iba a arruinarlo.

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Ahora En el momento en que Camden había sacado el jeep de la carretera y bajó hacia Palm Canyon Drive, había mejorado su estado de ánimo y volvió a ser hablador. —¿Has oído hablar de Guano Padano? —me preguntó, echando mano a su iPod. Saltamos a lo largo de la carretera, el cielo negro y sembrado de estrellas, excepto cerca de los picos de las montañas donde brillaban vincapervinca13 azul. —¿Qué es eso, loco? —pregunté. Me incliné hacia él cuando el constante viento barrió la arena suelta fuera del desierto y la arrojó en el Jeep, cubriendo mi pelo como masilla. Él sonrió y mi corazón dio un salto extraño en mi pecho. Me hizo devolverle la sonrisa, sonriendo como una idiota, a pesar del pelo arenoso volando hacia mi cara. —Es una banda —dijo—. Te recuerdo estando en todo tipo de música cuando eras más joven. —Oh —dije, sintiéndome momentáneamente estúpida. No era muy moderna con la música nueva, y sin embargo era una gran fanática de la música, me aferraba a las cosas que conocía y me gustaba—. No, nunca he oído hablar de ellos. ¿Qué tocan? —Spaghetti western rock —dijo, y apretó un botón. Los sonidos de tambores lentos, violines y una melodía digna de una película Sergeo Leoni14 salieron de los altavoces, envolviéndonos antes de desaparecer en el aire nocturno. Fue cinematográfico y encantador y perfecto para mí. —Suena como Calexico —le dije, sintiéndome emocionada acerca de un descubrimiento musical—. Uno de mis favoritos. Asintió. —Son de Italia. Creo que el tipo de Calexico estuvo involucrado con la banda o algo así. De todos modos, me gustaría enviarte un correo electrónico con sus canciones. Creo que te gustarán mucho. Como que me recuerdan a ti. Fruncí el ceño, mis labios atrapados en una sonrisa cautelosa. —¿Te recuerdan a mí? Se encogió de hombros y cambió de carril para adelantar a un viejo Cadillac. —Es duro y dulce a la vez. 13Vincapervinca:

planta perenne, con tallos rastreros de hasta dos metros de largo, y de los que nacen unos brotes erguidos. 14Sergeo Leoni: guionista, productor y director de cine italiano. Famoso en la historia del cine, y conocido sobre todo por sus spaghetti western.

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Dejé escapar una pequeña risa y me metí el pelo arenoso detrás de mis orejas. —Tengo la parte de dura, no la dulce sin embargo. —Veo que todavía no te estás dando suficiente crédito —señaló con débil regocijo—. Me parece bien. Pensé en eso y me recosté en el asiento. Después de cómo las cosas habían terminado entre nosotros hace tantos años, la última cosa que él debería pensar era que soy dulce. Además, yo no era dulce. Tenía la intención de estafar al pobre bastardo, lo cual era algo que seguía olvidando mientras más tiempo viajaba a su lado. Es curioso cómo un buen culo, pectorales firmes, y una gran sonrisa podría frustrar los mejores planes de una mujer. Pero esto es lo que obtengo por marcar a alguien que yo conocía, una marca que estaba empezando a gustarme. Tenía que mantener mi vagina fuera de la cuestión y centrarme en lo realmente importante: el dinero. Nos detuvimos en el pequeño aparcamiento en la parte trasera de un bar llamado el Coppertank. Unos músicos estaban en medio de la descarga bajo la farola naranja, sus coches pequeños llenos hasta el borde con el equipo. —¿Me necesitas para que sea tu encargada de equipo? —le pregunté, pero él sólo sonrió y trajo la caja de la guitarra y pedales desde la parte trasera. Mientras los sacaba, su camisa se levantó y vi unos abdominales bien marcados con un fino rastro del tesoro que desciende hasta la cintura de su bóxer. Me di la vuelta antes de que pudiera atraparme mirándolo boquiabierta e ignoré la ironía de que yo había estado mirándolo con ojos deseosos cuando él solía hacer lo mismo conmigo. No es que yo no lo atrapara mirándome de vez en cuando. Particularmente sentía sus ojos en mi culo mientras nos abríamos paso a través de la parte trasera hacia el club oscuro y sorprendentemente lleno de humo. A pesar de que California era estricto sobre fumar dentro, a los patronos de Coppertank no parecían importarle. Y, cuando eché un vistazo al lugar, pude ver por qué. Eran un grupo variado formado por góticos, punks, rockabillies y gearheads15 y, a juzgar por la forma en que estaban borrachos a las siete de la tarde y hablando basura el uno al otro, era obvio que se trataba de un bar donde los clientes mandaban. Eso hizo a mi plan mucho más fácil. —¿Puedo invitarte a un trago? —me preguntó después de que puso su equipo en el cuarto de atrás.

15Gearhead:

persona totalmente interesada en mecanica, electrónica, tecnología, etc

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—Claro que sí —le dije, y lo seguí hasta el barman. Camden le hizo un gesto al tipo para que haga lo que supuse era "lo de siempre". Me incliné hacia Camden, inclinando la barbilla hacia abajo con coquetería. —¿Tocas aquí a menudo? —Tan a menudo como me sea posible —respondió inclinándose más cerca, su brazo desnudo rozando el mío. No hubo chispas, pero me hizo sentir un hormigueo que se disparó a lo largo de mi brazo y se agrupó entre mis piernas. Las cerré bien fuerte y traté de ignorarlo. —¿Dónde está el resto de tu banda? —Probablemente no estarán aquí hasta las nueve o algo así. No salimos hasta las once. Levanté las cejas hacia él cuando el camarero empujó dos vasos de Coca-Cola hacia nosotros. —¿Once? Parecía un poco avergonzado, lo que era adorable con las gafas. —Sí, por lo general tocamos después de que las bandas más pequeñas terminan. Sólo quería un poco de tiempo a solas contigo antes del show, eso es todo. Ya sabes, por los viejos tiempos. Puso el vaso en mi mano y asentí hacia él. —Esto tiene bebida allí, no te preocupes. No soy una santa. —Nunca dudé de ti por un segundo —dijo con picardía y olfateó la bebida. Era fuerte, con gas y con sabor a fruta. Tomé un sorbo. —Bourbon y Coca Cola Cherry con un chorrito de limón —dijo. Era bueno y me pregunté cómo sabía que me gustaba el Bourbon, aunque probablemente apestaba a licor casero cuando me metí en el coche. —¿Quieres ir a buscar una cabina? —preguntó. Antes de que pudiera decir que sí, me agarró la mano y me llevó al otro lado de la barra hacia las cabinas de cuero rojo que se alineaban en el lado del escenario. No pude dejar de notar las caras de las mujeres a medida que pasamos por delante de ellas. Todas necesitaban un babero de la cantidad de saliva que salía de sus boca y sentí un pinchazo de orgullo que me viesen con él. Asimismo, no podía dejar de notar cuán firmemente sostenía mi mano, lo cálido y fuerte que su apretón era. Fui recibida por una ráfaga de frío cuando finalmente tuvo que dejarme ir una vez que llegamos a la mesa. Me moví lentamente a lo largo de los asientos chirriantes y me recosté contra los cojines brillantes que habían visto días mejores. Camden se sentó a mi lado, nuestras piernas tocándose, y teníamos una

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vista de toda la barra. Era un gran lugar para mirar detenidamente, sin embargo su proximidad era una distracción. Lo mejor siempre era dirigir cualquier conversación potencial lejos de mí, así que tome la iniciativa preguntándole acerca de la vida en Los Ángeles y si lo prefería ante Palm Valley. —Sí —asintió pensativo, sus labios carnosos envueltos alrededor de la pajita de la bebida—. Me encantaron las playas y el clima... bastante cálido en invierno, bastante fresco en verano. Me encantaba la cultura, los bares, los espectáculos, incluso las personas cuando no estaban siendo moralistas imbéciles. —Entonces, ¿por qué te mudaste? Sus ojos se estrecharon brevemente. —Es una larga historia. Una… historia complicada. —Esos son mis tipos de historias favoritas —le animé. —En pocas palabras, era más barato y más ventajoso para mí abrir mi tienda aquí. Me incliné más cerca y lo engatusé con mis ojos, tratando de no inhalar demasiado de su perfume embriagador. Levantó la vista hacia el techo. —Y tenía que empezar de nuevo. ¿No es eso por lo que volviste tú? Lo miré con curiosidad. —¿Qué te hace pensar que estoy tratando de empezar de nuevo? —¿No es por eso que la gente vuelve a su pasado? Nuestros ojos se bloquearon entre sí, cada uno de nosotros tratando de controlar al otro y hurgar en los significados ocultos. —Así que, ¿por qué tratabas de empezar de nuevo? —pregunté, haciendo caso omiso de su insinuación. Se lamió los labios y lentamente giró la copa alrededor en sus manos. Tenía que dejar de pensar en sus manos, el anillo pesado de plata en el pulgar derecho, las pecas espolvoreadas sobre sus nudillos. Era como si de repente tuviera un fetichismo. —Pasé por un divorcio malo. Ya no podía estar en la misma ciudad que ella. No sé por qué me sorprendió que se hubiera casado, ¿por qué no iba a hacerlo? A pesar de que sólo teníamos veintiséis años, era demasiado guapo para no ser tomado rápidamente. —Oh —dije, sin saber qué más decir—. Lo siento.

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—Sí, bueno, yo también. —Volvió su atención hacia el escenario donde un grupo desaliñado en jeans ajustados hizo su aparición—. Para hacer las cosas aún más complicadas, tenemos un hijo juntos. Bien, ahora eso era sorprendente. ¿Tenía un hijo? Sentí una emoción extraña atravesándome. ¿Decepción? ¿Celos? No pude comprenderla, excepto que era negativo. —¿Qué edad tiene? —pregunté. —Tres y cuatro meses —dijo con una sonrisa—. Su nombre es Ben. —Me gusta ese nombre. Sus ojos brillaron con orgullo y amplió su sonrisa. —Gracias. Ella tiene la custodia completa y parece que todavía odia mis tripas por alguna razón, así que no lo veo tanto como me gustaría. Pero al menos puedo enviar más que la suficiente manutención cada mes. Le escribo cartas también. Ella no puede decir que soy un padre ausente. Una oleada de vergüenza se apoderó de mi columna vertebral ante la mención de la pensión alimenticia. Fingí que no estaba allí. —Bueno, mírate, Camden McQueen. Estás divorciado y tienes un hijo. Creo que has llegado a la edad adulta. —Levanté mi copa en el aire—. Yo diría que mereces un brindis. Inclinó la cabeza hacia mí y chocamos nuestros vasos. Después de que casi los derribamos, golpeó la mesa con las manos y dijo—: ¿Quieres verlo? —¿Quién? ¿Tu hijo? Se acercó y levantó la rodilla en el banco. Se arremangó el pantalón hasta que vi la cara sonriente de un niño hermoso grabado permanentemente en la pantorrilla en tinta negra. Se trataba de un tatuaje muy realista, con ojos expresivos y sombras intrincadas. —¿Tú hiciste eso? —pregunté con incredulidad. Asintió. —¿Al revés de esa manera? Rodó la pierna del pantalón de nuevo y se volvió a sentar normalmente. —Solo trabajé a partir de la imagen al revés. —Como si eso fuera tan fácil. —Bueno, eres increíble —le dije. Sé que estaba un poco efusiva, pero no pude evitarlo. No podía asimilar lo talentoso que mi viejo amigo era, como alguien que yo conocía podía hacer un arte tan hermoso. Todo el mundo que yo conocía tendía a ser tan astuto como yo. Después de haber traspasado el tema aparentemente más difícil en la vida de Camden, el resto de nuestra conversación fue un suspiro. De

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hecho, estábamos tan absortos el uno con el otro, hablando de nuestra música favorita y los lugares que viajamos, que no vimos a su banda hasta que se encontraban de pie en frente de nosotros. —Hola, hombre —dijo un hombre presidiendo. Levantamos la mirada y en un suave movimiento, Camden deslizó su brazo alrededor de mi hombro y me apretó más a él. Sabía lo que quería decir: ella es mía, amigos. Retrocedan. No sabía cómo me sentía al respecto. Una parte de mí quería gustarle, después de todo, tenía que acercarme a él para por lo menos lograr entrar en su tienda y la casa de nuevo para averiguar cómo iba a llevar a cabo el robo. La otra parte de mí, la moral, no quería que cayera demasiado duro. No quería romper su corazón de nuevo. Y supongo que había una tercera parte. Una que quería gustarle porque él empezaba a gustarme a mí. Una a la que le encantó el hecho de que pusiera su brazo alrededor de mí de una manera posesiva. Oh, hombre. —Chicos, esta es Ellie —dijo Camden, asintiendo hacia mí. Les di una sonrisa coqueta mientras me echaban un vistazo. El que habló era un hombre-chico larguirucho con el pelo largo hasta los hombros de color rojo y un bigote de los 70 que se veía ridículamente fuera de lugar en su cara de niño. El segundo tipo era ancho de espaldas y robusto, con una amplia sonrisa, vaqueros salpicados por pintura y una camiseta gris sin mangas que dejaba ver sus tatuajes. El tercero llevaba gafas de sol, con el pelo negro alisado en una cola de caballo apretada, una larga chaqueta de cuero negra cubriendo su forma delgada. Debido a su sonrisa hermética y el aire de superioridad, supuse que era el cantante. Desde Matrix. Todos excepto el presumido Neo dijeron hola en ese modo "alguien consiguió ser afortunada esta noche" y entraron en la cabina con nosotros. El presumido Neo se fue para obtener una jarra de cerveza, mientras que aprendí que el hombre-chico del bigote se llamaba Randy y Pete era el de camiseta sin mangas. No recordé el nombre de Neo, lo que estaba bien porque prefería llamarlo por mi apodo de todos modos. Hablamos durante una hora, todo el camino hasta que llegó el momento de la presentación. Para entonces, la gente los esperaba y yo estaba borracha. Dos bandas ya habían gritado su camino a través de la mediocridad y no podía esperar a ver qué haría realmente Kettle Black. The Cramps tenía una manera de iluminar cualquier escena. Todo el tiempo que estuvimos sentados allí, Camden mantuvo su brazo alrededor de mí. De vez en cuando se deslizaría hasta la cintura donde levantaría el dobladillo de mi camisa. Una vez, se rozó contra mi piel desnuda y tuve que impedir que mi cuerpo temblara con su toque. Incluso

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con todas las personas que nos rodeaban, el humo que se extendía en hojas en el aire, y la música fuerte que agitó mis dientes, me sentí como si fuéramos las únicas dos personas vivas. —Bueno, será mejor que vayamos a prepararnos —me dijo, mientras se deslizaba fuera de la cabina. Gracias a Dios, porque tenía que mear. Lo seguí y me agarró la mano para ayudarme a levantarme, dándole un apretón rápido. —¿Vas a tratar y mirar desde el frente? —preguntó. Joder con sus hoyuelos y su encanto juvenil. ¿Cómo podía decir que no a eso? —Voy a ser tu mayor fan —dije. Por un segundo pensé que iba a besarme. O por lo menos hacer algo por la intensidad que emitía. Pero sólo asintió y desapareció entre la multitud, siguiendo a la banda detrás del escenario. ¿Qué demonios pasaba conmigo? Necesitaba pensar. Fui al baño, encontrándolo tan agradable como pensé, sin papel higiénico, compresas utilizadas y tampones que colgaban fuera del contenedor sanitario y manchas pegajosas en el suelo. Me lavé las manos minuciosamente y traté de echarme agua en la cara sin arruinar mi maquillaje. Una chica con el lápiz labial manchado de rojo y la muerte por las plataformas me miraba de forma retorcida mientras se apoyaba en el espejo manchado. —¿Tratando de mantenerte sobria? Aquí. Buscó en su cartera tamaño almacén y sacó una botella de spray no marcada. Lo empujó hacia mis manos mojadas. —Rocíate la cara con esto. No va a manchar el maquillaje. Le di una sonrisa tímida e hice lo que me pidió. No fue tan vigorizante como el agua fría del grifo, pero fue suficientemente refrescante para aclarar mis pensamientos. —Gracias —le dije, devolviéndoselo—. Espero que no lo hayas mezclado con gas lacrimógeno. Me miró fijamente por un segundo y luego reflexionó sobre ello. —Tuve que rociar con gas a mi novio una vez. Y ese es el tipo de bar en el que entramos. Ahora que mis pensamientos eran más claros y el guapo y tatuado Camden estaba en ninguna parte cerca de mí, dejé la borracha incoherente e hice mi camino de vuelta a la barra y comencé a buscar el chivo expiatorio. Iba a ser tan fácil como disparar a peces viscosos en un barril sucio.

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Me apoyé en uno de los postes de madera y examiné la multitud reunida. Tenía que elegir a alguien que probablemente debería terminar tras las rejas, o al menos alguien que tenga bastante reputación siendo culpado por un robo que no haría mucho por ello. No es que algo fuera a ocurrirle al tipo, no sin ninguna prueba. No quería que los dedos apuntaran hacia mí cuando Camden descubriera que su dinero había desaparecido. Supongo que el hecho de lo que yo estaba llevando a cabo me hacía una persona terrible. Bueno, eso era probablemente cierto y, por desgracia, nunca había podido ser nadie más, sólo yo. Sí, me dio un poco de lástima enterarme de que tenía un hijo y una ex esposa para mantener, pero eso no era suficiente para que dejara de hacer lo que yo pensaba hacer. Pero no iba a irme y dejar tirado a Camden. No había duda de que su tienda estaba asegurada y como señalé anteriormente, tenía más de bastante mierda cara allí para compensar la pérdida. Esto se redujo a quien necesitaba más dinero. Él tenía su oportunidad de escapar y volver a empezar. Era lo justo que yo tuviera la mía. Razonamiento de mierda, lo sé. A veces yo era todo excusas. Encontré al tipo, sentado en el extremo tranquilo de la barra. Era demasiado pálido, una rareza en esta parte de California, en una camiseta de hockey con un corte estilo de los 80 y una desgastada gorra de béisbol. Mantuvo sus ojos de hielo y penetrantes centrados en su botella de cerveza, la cual sostenía con tanta fuerza que todos los tendones de los antebrazos se destacaron. Trabajó su mandíbula hacia atrás y adelante en su rostro demacrado, como si tratara de calmarse rechinando los dientes hasta las encías. No miraba a nadie de alrededor y no hablaba. Se parecía a una de esas personas que de repente sacaría una pistola y dispararía al barman en la cara por servirle una copa suave. Él era perfecto. En mis días hice la estafa del chivo expiatorio a varias personas, y siempre encajaron en el mismo perfil. El solitario con ojos punzantes, el tipo al que la gente mira y piensa "rayos, un día va a explotar". Cuando un delito ocurre, un robo de carteras a unas cuantas mujeres en un café, por ejemplo, y no hay ninguna persona clara a la que culpar, siempre llega el: "Apuesto a que era ese joven, el callado en un rincón que no miraba a nadie. Sólo parece sospechoso‖. Nunca nadie me advierte saliendo por la puerta. Nunca cometas un crimen cuando eres la única persona a quien culpar. El truco ahora era conseguir que este tipo entre en el radar de Camden, y no iba a ser tan fácil en un bar tan concurrido como este. Saqué una libreta de mi bolso y encontré un espacio en el lado opuesto de la barra. Arranqué una página de atrás y escribí:

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Tú me echaste una mano antes. Sólo devolviendo el favor. Doblé la nota, hice señas al barman, y se la pase con un billete de $100. —¿Puedes darle esto al hombre al final de la barra, el chico pálido con el sombrero? El barman miró hacia atrás. —¿Al viejo de los ojos asustadizos de allí? Asentí. —Soy la novia de uno de los chicos de la banda siguiente, Kettle Black. Frunció el ceño, sin saber por qué le decía eso. —Sí, te serví antes. ¿Puedo ofrecerte algo? Pedí otra de las especialidades de Camden, dejé caer $20, y salí de la barra con mi bebida antes de que el barman tuviera la oportunidad de entregar el mensaje. Me moví entre la multitud hasta que me encontraba en la parte delantera del escenario y esperé. El chivo expiatorio conseguiría mi mensaje y el dinero y estaría confundido como el infierno. Tal vez incluso un poco sospechoso. Le preguntaría al barman quien le dio la nota. Él me describiría y luego tiraría el hecho de que yo era la supuesta novia de un chico de la banda siguiente. Tal vez incluso describiría a Camden. Eso es todo lo que necesitaba. Con un poco de suerte, el chico estaría lanzando miradas calculadoras, custodiando nuestro camino por el resto de la noche. Y puesto que él no sabía quién era yo, la posibilidad de que se acercara a mí era demasiado arriesgada para él. Después de todo, este favor que yo devolvía era probablemente algo muy ilegal. Eché un vistazo a la barra y vi al viejo de ojos asustadizos mirando a su alrededor, ya empezando su búsqueda. Le sonreí antes de que pudiera verme y miré al escenario justo a tiempo para ver de pie a Camden con su guitarra.

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5 Traducido por Chachii y Keren03 Corregido por LadyPandora

Antes

L

a chica entró en la cafetería con un refresco y un cartón de patatas fritas, recorriendo el paisaje infernal que era la cafetería de la secundaria. A pesar de que ahora estaba en noveno grado y las cosas eran un poco más fáciles que el año anterior, aún sentía que no tenía ningún amigo además de Camden y cada paso que daba era como una nueva pesadilla esperando para ser liberada. Se había detenido justo después de la cajera y supo que no estaba dispuesta a caminar más allá de la fila de niños, charlas y comida volando para intentar encontrar una mesa vacía. Bien podría caminar en una pasarela con jueces a los lados. En silencio maldijo a Camden por no estar en la escuela ese día, aunque tampoco tenía ni idea de dónde estaba. La chica estaba a punto de girarse y dirigirse hacia los pasillos, tal vez para comer su almuerzo a los pies de su casillero o en el baño, cuando escuchó a alguien llamándola. Miró alrededor y se sorprendió al ver que venía de una mesa mayormente vacía junto a ella. Había una chica con un corto cabello de duende y unos aros que parecían realmente pesados y brillantes para la secundaria. Su nombre era Janice y la joven le reconoció de su clase de español. Era la nueva estudiante y aún no había encontrado su lugar en las filas, lo que probablemente significaba por qué incluso la estaba reconociendo. Los pájaros del mismo plumaje vuelan juntos y todo eso. Janice le saludó, haciendo un gesto para que se acercara. La chica miró alrededor, preguntándose si era un truco o una trampa, pero no vio nada sospechoso. Janice estaba claramente comiendo sola y quería compañía. Las únicas otras personas en la mesa eran un puñado de niños con sus monopatines y todos estaban devorando sus hamburguesas como si estuvieran en un caso extremo de hambre. Son sólo tres pasos, haz que valgan la pena, se dijo a sí misma. Enderezó sus hombros e intentó caminar como si tuviera sensibilidad en el

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pie, como si no tuviera cojera. A veces, si se concentraba lo suficiente, podía lograrlo. Cuando Janice siguió sonriendo y no pareció notar que a la chica no le pasaba nada, se relajó y se sentó al otro lado de la mesa. —Hola, Janice —dijo. —Ellie, ¿verdad? —Janice era de Atlanta y tenía un estupendo acento que ponía a las chicas envidiosas. —Así es. Y bueno… ¿te está gustando Palm Valley? —preguntó, mantenido una conversación que no le haría quedar como una idiota. —Es seco —dijo Janice, aunque estaba sonriendo—. Pero creo que me acostumbraré. Aunque es difícil conocer gente. ¿No te parece? Te acabas de mudar aquí también, ¿verdad? —El año pasado —dijo. No se molestó en decirle que todavía seguía pasándolo mal conociendo gente. Eso debería de ser obvio. Janice se lanzó sobre su falta de amigos y su vida de regreso en Georgia y en lo amigable que era la gente en el Sur. La chica sólo pudo asentir, sabiendo todo muy bien. Ambas hablaron cómodamente durante quince minutos antes de que se dieran cuenta de que apenas habían tocado su comida. Mientras masticaban, un grupo de chicas se acercaron a su mesa. La joven ni siquiera tuvo que levantar la mirada para saber quién era, la esencia del perfume Angel era demasiado fuerte. —Bueno, ¿qué tenemos aquí? —dijo la altanera voz de Vicky Besset. La chica siguió comiendo, aunque ahora sus ojos estaban en Janice y la miraba cuidadosamente. —Vicky, ¿verdad? —preguntó Janice, apuntándola con una patata—. Y me olvidé del resto de ustedes, chicas, lo siento. El resto de las secuaces de Vicky se presentaron a sí mismas: Kim, Hannah, Jenn, Debbie y Caroline. Desde sus cabellos planchados hasta sus bolsos de Dendy, todas eran bastantes intercambiables. —¿Te importa si nos unimos? —preguntó Vicky. Mientras Janice, con obligado entusiasmo se movió, la chica se congeló de miedo en su lugar. Esto iba a terminar muy mal, con alguien saliendo bastante herido. Vicky tomó un lugar justo al lado de la chica y se inclinó hacia adelante con sus codos sobre la grasienta mesa como si hubiera convocado una reunión de negocios. —Y bueno, Janice —comenzó, sacudiendo su sedoso cabello castaño sobre su hombro. Parte de este golpeó el rostro de la chica—. Ya que eres la nueva aquí, hemos decidido intervenir un poco. Sabes lo importante que

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es hacer amigos. También debes saber lo crucial que es no cometer un suicidio social. La chica se encogió. Sabía lo que venía. —¿Suicidio social? —preguntó Janice, mirando brevemente a la niña. —Sí. Por ejemplo, apestaría que te vueltas amiga de alguien como Ellie Watt. Es un monstruo, con padres que actúan como criminales y, probablemente, te robará el dinero del almuerzo bajo tus narices. También necesita usar un sujetador mejor. Hablando de vacas. La joven tragó duro, intentando empujar algo más que saliva. La ira estaba fluyendo desde el interior de su pecho y estaba tan asustada de enloquecer, algo que debería haber hecho hace tiempo, o empezar a llorar. Esto último era algo que ya había hecho suficiente. El silencio cayó sobre la mesa, interrumpido por algunas pocas risillas disimuladas y sosas de esas brujas. Pero Janice no parecía demasiado imperturbable. —Realmente no miro los sujetadores de las chicas cuando estoy intentando ser amiga de ellas —dijo Janice—. No soy lesbiana. Una de las chicas resopló con fuerza y Vicky pareció sorprendida. —¿Lesbiana? No soy lesbiana. Janice se encogió de hombros y le dio un mordisco a su hamburguesa. —No me importaría si lo fueras. Vicky entrecerró los ojos hacia ella, insegura de qué hacer con la recién llegada. Tendría que haber sido impresionada. Tal vez intimidada. Con el tiempo, las apariencias saldrían y plasmó una falsa sonrisa en su rostro. —Bien, eso es bueno —dijo Vicky dulcemente—. Aunque la única persona que aquí debería ser lesbiana es Ellie. La chica finalmente levantó la mirada hacia Vicky, totalmente perpleja por este nuevo insulto. —¿Qué? —preguntó. Vicky le dio una mirada sucia. —Bueno, no es un secreto que has estado teniendo sexo con Camden la Reina. Y él bien podría ser una mujer. La joven estaba indignada, un caliente rubor cubriendo su rostro. Lo más lejos que Camden y ella habían experimentado fue un beso. —¡No estoy teniendo sexo con él!

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—Sí, claro —dijo una de completamente encima. Es tu novio.

las

chicas—.

Te

le

has

tirado

Miró hacia Janice, quien sólo elevó sus cejas en curiosidad. —¡No lo he hecho y no es mi novio! —Claro, claro —dijo Vicky con una risa—. Ustedes son inseparables. Como unos completos folla-amigos. Sabes, a veces creo que no eres tan perdedora como pienso, pero entonces te veo babeando por esa mujerhombre como si fuera de chocolate. Hace que todos nos enfermemos. La chica alejó sus patatas, sacudiendo la cabeza y asfixiándose en la frustración. —Estás loca. Totalmente loca. Él es sólo un amigo. —Un amigo del que estás enamorada —bromeó Vicky amenazadoramente—. La única razón por la que estamos hablando contigo hoy es porque él no está aquí. Si quieres amigos reales en esta ciudad, como nosotras, como Janice, sería mejor que tengas eso en mente. —No estoy enamorada de él —dijo la joven con los dientes apretados. —Oh sí, pruébalo —dijo Vicky. Le dio un codazo en el hombro y siguió la línea de su mirada. Camden acababa de entrar a la cafetería, aparentemente de regreso a la escuela por el día y estaba caminando hacia el centro de la misma. No vio a la joven porque nunca habría tenido que ver las mesas al frente de la sala. Se estaba dirigiendo hacia la parte de atrás donde los perdedores y los bichos raros se sentaban. —Demuéstralo —le incitó—. Diles a todos que no es tu novio. Díselo a él. Porque parece pensar que lo es. Y todos los demás también. La chica miró a Camden mientras caminaba, era como si fuera a cámara lenta. Sus pantalones brillantes y botas de charol hasta la rodilla, la camiseta de Freddy Kruger y su collar de perro con púas. Su abrigo flotaba alrededor como un remolino de cuervos, su cabello lacio sujeto en una banda de goma de las que viene con los plátanos que compras en la tienda. Sus ojos delineados de azul y sus labios pintados de purpura para variar. ¿Por qué diablos tenías que ser un bicho raro, Camden? Pensó amargamente para sí misma. Estaba llena de ira, culpándolo a él de que ella fuera una paria. Puede que nunca lograra evitar sus defectos, pero él hacia alarde de los suyos. Le gustaba que la gente lo molestase. Le gustaba ser el mártir. Y quería arrastrarla con él. —Hazlo —dijo ella—. ¿O eres tan patética como él? Antes de que supiera lo que estaba pasando, la joven se encontró a así misma poniéndose de pie. Se vio llamando el nombre de Camden.

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Él se detuvo y se sorprendió al verla rodeada de sus peores enemigas. Con sus ojos y los de todos los demás sobre ella, tragó saliva, puso la mano en su cintura y gritó: —¡Tu madre llamó! Dijo que quiere su lápiz labial de regreso. No era una broma particularmente graciosa, no algo que Camden no hubiera escuchado antes. Pero el hecho de que su única amiga lo hubiera dicho, el hecho de que toda la cafetería entera estallara en carcajadas, fue devastador. Vio la mirada en su rostro, la forma en que se desplomó desde adentro y le dolió profundamente el haberle herido. Pero con esa sensación de remordimiento vino una más extraña y particular. Era el orgullo. Y la aceptación. Vicky, su camarilla maliciosa, Janice, todos los demás en ese infierno de escuela rieron por algo que la chica había dicho. Se reían con ella. No de ella. La joven se sentó y Vicky le chocó los cinco y una sonrisa genuina. Le dio la espalda a Camden, quien aún seguía de pie aturdido en medio del pasillo, sin duda su cabeza fija en las patatas fritas, y pretendiendo que no existía. Ella fingió que nunca extrañaría el pedazo de integridad que perdió ese día. Fingió que tuvo que hacer lo que era mejor para ella, sin importar el precio para los demás. Y nunca miró hacia atrás.

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Ahora No sé lo que es ver a un músico en su elemento, pero de alguna manera su elemento (que debe ser el fuego, si tiene que ser uno) los convierte en un animal. Su ser estalla en algo sexual, sensual, casi primitivo. Camden no era la excepción. Desde el momento en que Kettle Black subió al escenario de Coppertank, todos los ojos se posaron en Camden. No es que él tuviera la mística ostentosa de Snooty Neo, el cantante, o la prepotente personalidad ―aquí mando yo‖ del bajista. En su lugar, tenía ese tranquilo dominio de su propio universo. No era el guitarrista más hábil que hubiera visto y claramente tampoco estaba muy involucrado en el espectáculo. Pero cuando tocaba, podía verse que en ese momento estaba al cien por cien. Eran sólo él y su guitarra, sólo él y la música, nada más. Hacía que te preguntaras qué tipo de secretos tenía este hombre porque parecía que solamente se los contaba al instrumento entre sus manos. Hablando de manos, sólo mirando sus largos y delicados dedos trabajar arriba y abajo del cuello con tal facilidad, me hacía jadear un poco. No podía evitarlo. Sus brazos musculosos flexionados con poder y arte, las manchas húmedas de sudor cayendo por su pecho, haciendo que su camiseta se le aferrara aún más. En incluso con el aro en la nariz, los tatuajes, los ojos acerados y su duro cuerpo, yo sabía que tenía el rostro de un niño en su pierna, un símbolo oculto de su lado suave. Había gafas en su rostro porque era inteligente. Era como un empollón cariñoso y corpulento. Y yo lo deseaba. Cuando el concierto terminó y ya hubieron tocado un bis de The Cramps Human Fly, y Fever a una multitud ruidosa y ridícula, Camden se reunió conmigo delante del escenario. Empujó una cerveza fría en mi mano y me sonrió. —Robada desde detrás del escenario. Intenté decirle qué pensaba del concierto convertirme en una delirante fan en su lugar.

pero

acababa

de

—De verdad —declaré—, eres increíble. Casi mejor que Poison Ivy. Parecía tímido y se secó el sudor con el borde de su camisa, mostrando perfectamente sus tensos abdominales, ligeramente lustrosos y dorados bajo la luz del bar. —Bastante irónico que el guitarrista de The Cramps fuese una mujer —señaló. Fui momentáneamente distraída por su estómago. —Um, bueno, no hay duda de que tú no eres una mujer.

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—Eso no es lo que solías decir. Ya sabes, a mis espaldas. Mis ojos volaron hacia él. Mi estómago se contrajo. Estaba sonriendo con buen humor y bebiendo su cerveza. No podría decir si eso era una insinuación hacia mí o si todo estaba completamente genial. Mi boca se abrió y cerró en silencio mientras luchaba por dar con las palabras, pero él me golpeó ligeramente en el hombro. —Sólo estoy bromeando, Ellie. Se rió, pero sólo pude darle una sonrisa cerrada en respuesta. Ese comentario me hizo sentir extremadamente nerviosa por alguna razón. Tuve la esperanza de que en realidad estuviera bromeando. Pero, por supuesto, ¿no estaba yo bromeando con él? *** Casi me había olvidado del chivo expiatorio y se sorprendió cuando mis ojos lo pillaron mientras miraba alrededor de la barra. Él nos miraba a unos metros de distancia, tomando sorbos metódicos de su bebida mientras miraba con desprecio. Camden siguió mi mirada y tocó ligeramente mi muñeca. —¿Quién es ese tipo? —preguntó en voz baja, aunque el bar era demasiado ruidoso como para que el tipo nos escuchara. Aparté la mirada, no quería provocar nada. —No tengo ni idea. Lo vi en el bar antes, mirándote. Levantó la ceja. —¿Mirándome a mí? Creo que el tipo te está mirando a ti. No puedo culparlo. Eres la chica más guapa de aquí. Le di una sonrisa irónicamente agradecida. —Gracias. Pero en serio, ese tipo tiene pinta de ser un pervertido. Me pregunto qué querrá. —¿Debería ir y preguntarle? —preguntó, dando un paso adelante. Extendí la mano y lo agarré del brazo para detenerlo. Eso no sería bueno. —No —dije y rápidamente me recompuse—. Sabes lo raros que se ponen algunos hombres en lugares como este. Seguro que es inofensivo. Quizás piense que te conoce de algún lugar. O a lo mejor es un cliente. No puedes recordar a todos. Camden se frotó la barbilla. —Quizás. Aunque podría pensarse que recordaría esos ojos saltones. Bueno, de todos modos, ¿qué tal si nos vamos después de estas cervezas? Se hace tarde y conducir hasta casa es mortal.

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Le dije que de acuerdo, secretamente encantada de salir de allí ahora que mi plan se había puesto en marcha. También estaba un poquito nerviosa de cómo iba a terminar nuestra cita. ¿Iría a su casa? ¿Vendría él a la mía? ¿Nos llevaría hasta Joshua Tree, que parecía un mundo diferente cuando caía la noche, nos sentaríamos en la parte superior de su jeep y compartiríamos unas cervezas? (Qué, como si no hubiera estado fantaseando en eso.) Nos despedimos del resto de la banda y de unas pocas personas que conocían a Camden, obtuvo un último resplandor vigilante del chivo expiatorio y luego nos fuimos, rugiendo por el camino de vuelta hacia Palm Valley. Guano Padano sonaba como nuestra banda sonora y para el momento en que Camden fue tirando de su coche por la carretera bordeada de palmeras de vuelta a casa del tío Jim, habíamos estado charlando sin parar y casi sin aliento. El viento del desierto frío sacudió al jeep mientras nos deteníamos y el pelo se me enmarañó alrededor de los ojos. Me alegré de no poder ver bien. Estaba nerviosísima, algo nuevo para mí, y me sentía tan torpe como una niña de trece años. Traté de recordar que Camden ya me había besado hacía años, pero eso no cambiaba nada. Me desabroché el cinturón de seguridad y me retorcí en el asiento para mirarlo, apartando algunos de los cabellos de mi cara. —Muchas gracias por esta noche —dije, sonando más como un cliché a cada minuto. —Gracias por venir. —Sonrió. Una nueva cosecha de carne de gallina brotó en mis brazos. Joder, iba a tener que ocultase esos labios en alguna parte antes de que se los robara. —Bueno... —dije. Estaba empezando a inquietarme, sin saber si debía quedarme y esperar a que él me besase o sugerir que continuáramos nuestra cita, pero él seguía sonriendo. Entonces puso la mano en la palanca de cambios como si fuera a ponerlo en marcha. —Bueno, espero que lo pases bien en Palm Valley. Tal vez te vea por allí. La sonrisa se derritió en mi boca. ¿Qué? —Uh, sí, totalmente —dije, sintiéndome más estúpida a cada segundo. Agarré mi bolso y salté del jeep, mirándole con una expresión de asombro. Él levantó la mano. —Buenas noches, Ellie.

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Le imité. —Buenas noches, Camden —susurré. Aceleró el jeep, salió del callejón de salida y bajó por la carretera. No entré en casa, me quedé allí, al pie del camino de entrada, viendo como las luces rojas del jeep se hacían más y más pequeñas, desaparecían totalmente y giraban hacia el otro camino. A continuación, el rugido de su motor se había ido y yo estaba envuelta por el sonido de los grillos y el manto de estrellas sobre mi cabeza. ¿Qué demonios? ¿Qué ocurrió para no invitarme a salir de nuevo? ¿Ni intentara echar un polvo? ¿O al menos un beso? Pensé que la noche al completo había ido bien y de repente se va, "Nos vemos." Ni siquiera un "Debemos repetirlo" y otras promesas corteses. ¡Nada! Poco a poco giré sobre mis talones y me escabullí de vuelta a la casa, sintiéndome como un globo desinflándose. Había dado por descontado que a Camden le gustaba. Había dado por hecho un montón de cosas. Y ahora, no podía estar segura de nada. Y por todo el esfuerzo, por todos mis planes de estafar al tipo, lo que más me dolía era el rechazo. Pensé que realmente tenía algo. De alguna manera, después de tantos años, Camden McQueen se las había ingeniado para ponerme en sus zapatos. Y por decirlo suavemente, eso no me gustaba. *** ¿Sabes eso de cuando estás molesto por algo y esperas con interés la luz de la mañana, porque tendrá algún tipo de claridad sobre la situación, como si fueras a resolver tu problema mientras duermes? Sí, pues eso no sucedió aquí. Me desperté enojada y molesta. En parte era porque mi vieja cama en la habitación de invitados tenía sábanas ásperas y polvorientas que probablemente no habían sido cambiadas desde que era una adolescente, pero sobre todo fue a causa de Camden. Debió de haber aparecido en mis sueños o algo así, porque lo primero en que pensé mientras abría los ojos a la luz del sol que entraba por mi ventana fue ―Maldito seas‖. Al parecer no me tomo muy bien ser rechazada. Y tampoco me gusta que se me tuerzan los planes. Cuando tengo que volver a calcularlo. Se pensaría que tendría que estar acostumbrada a esto último y algo menos a lo primero, pero cuando en el pasado había sido rechazada nunca me lo tomé personalmente. Nunca tuve tiempo ni el valor para relacionarme con la gente y, cuando lo hice, como con Jack de regreso a Cincinnati, nunca me dediqué seriamente. Mi corazón era un instrumento poco profundo.

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Y sin embargo, aquí estaba yo, tumbada en mi cama, con las sábanas enredadas por todo mi cuerpo, mirando hacia el techo donde solía colgar cuadros de mis bandas favoritas y sintiendo un poco de lástima por mí misma. ¿En qué me había equivocado? Empecé a analizar cada detalle de la noche anterior, desde la forma en que me sonreía hasta la sensación de su brazo alrededor de mí. Obviamente, él quería que sus compañeros de banda supieran que éramos pareja, o que le pertenecía de alguna manera. Tal vez eso es todo lo que era. Tal vez se burlaban de él por no ligar con chicas o algo así. Se me hizo difícil creerlo, teniendo en cuenta la gran cantidad de las mujeres que caían rendidas para hablar con el ardiente chico de un metro ochenta y cubierto de tatuajes. Podía tener a cualquiera que deseara, si las quisiera. Pero Camden no era su tipo habitual. Al menos no lo había sido. Lo medité una y otra vez y lo único que se me ocurrió fue que simplemente no le gustaba ―de esa manera‖. Lo que apestaba, tanto para mi secreta frágil autoestima como para mi billete para salir de este lugar. Para que mi estafa funcionara, tenía que entrar en su casa y echar un vistazo alrededor. Necesitaba tener una mejor visión de su sistema de seguridad, si es que tenía alguno, y averiguar dónde estaba la caja fuerte. De lo contrario, estaríamos metiéndome en un gran problema, algo que tenía que evitar en esta ciudad por el bien del tío Jim. Hablando del diablo, le oí deambulando por la cocina y pude oler el tocino friéndose en su propia grasa. Mi estómago gruñó y me di la vuelta en posición fetal. La noche anterior me había gastado $ 120 en el nombre del juego, lo que me dejó sólo $ 80 para empezar una nueva vida en algún lugar. Mis opciones parecían desalentadoras. Pronto el hambre pudo más que el festival de lástima, me puse algo de ropa y fui arrastrando los pies hasta la cocina. El tío Jim estaba sacando un lote de habas cocidas al horno en un plato y frunció los labios en cuanto me vio. —Pensé que esto te levantaría —dijo, entregándome el plato y un tenedor—. Anoche llegaste tarde ayer. Tuve que sonreír a su interrogatorio de padre y me deslicé en un taburete de la barra. —Oh, no era tan tarde. Espero que no estuvieras esperándome. Por la forma en que se encogió de hombros pude decir que fue así. Se deslizó en el asiento junto a mí y empezó a verter una cantidad obscena de salsa picante en sus huevos. Elegí salsa Worcester en su lugar y lo rocié todo en mi plato. —Entonces, ¿cómo fue? Suspiré.

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—La verdad es que estuvo muy bien. Pero no creo que fuera demasiado bien. —¿No? —No lo sé. Él sólo me dejó. Sin beso de buenas noches, sin planes para los próximos días. Se rió entre dientes mientras cortaba delicadamente sus huevos en rodajas con un cuchillo. —¿Quieres decir que esperas a que los hombres te besen, Ellie? Vaya, pensé que tu madre te crió de manera diferente. —Bueno, sabemos que apenas me crió en absoluto. Me miró severamente y dijo suavemente: —Ella lo hizo lo mejor que pudo. Tú eras su prioridad número uno. —Hasta que... —Hasta... que cometió un error. —Parece que eres el único que viene, tío Jim. ¿Qué pasó con lo de siempre castigándonos? —Tú estás aquí, ¿no? Pinché algunas alubias con el tenedor y me las comí antes de que mi apetito desapareciera totalmente. — No por mucho tiempo. Nos sentamos en silencio durante un rato, bebiendo nuestros cafés y mirando por la ventana de la cocina hacia el sol del exterior. Cuando viví en el norte durante un tiempo, a menudo pensaba en volver a California y me preguntaba cómo la gente podía estar triste con semejante y constante sol. Pero la verdad es, que la tristeza y la ira no son vampíricas. Si les dejas, te seguirán alrededor del mundo y el sol y las apuestas serán condenados. —Siento que tu cita no saliera bien —dijo finalmente, después de aclararse la garganta—. Probablemente sea lo mejor. De todos modos ha habido algunos rumores acerca de ese chico y no quiero que me líen en eso. Ahora tenía mi atención. —¿Los rumores? ¿Aún? Dejó escapar un profundo suspiro y se encogió de hombros, apoyando los codos sobre la mesa. —No lo sé. Recuerdo a ese chico que siendo raro y divertido cuando erais pequeños, pero ahora es otra cosa. Se junta con mala gente...

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Me retorcí en mi asiento y lo miré de lleno en la cara. —Yo soy mala gente. —No como tú, Ellie. Me refiero a mala gente. Gente de la ciudad. Me gusta fingir que tienes moral en algún lugar de tu pequeño pecho. Esas personas no. Entrecerré los ojos, pensando. —¿Cómo sabes todo esto? —He oído cosas. Es un pueblo pequeño, la gente habla. No tienen nada mejor que hacer. Y probablemente no es nada, tal vez sólo conoce a algunas de las personas a las que detiene su padre. Pero si tú quieres dar una razón, tal vez lo mejor sea que rompa las cosas de esa forma. No tienes que ser arrastrada a nada. —No creo que Camden sea así —reflexioné. Por otra parte, no sabía realmente mucho más de Camden. —Tal vez no —dijo, recogiendo los platos y llevándolos al fregadero—. Sólo estoy tratando de hacer que te se sientas mejor. Supongo que no funcionó. Le lancé una sonrisa de gratitud y me ofrecí a lavar los platos. Cuando se negó, entonces me excusé. Subí a mi habitación, cerré la puerta y empecé a buscar en el Google de mi teléfono a la mierda de Camden McQueen. No encontré nada. Bueno, nada ―malo‖. Sólo cosas que reiteraban lo que ya me había dicho. Era un tatuador con talento, estaba de verdad en el programa de Kat Von D y su tienda en Los Ángeles iba bastante bien. Aparte de eso, no había nada. Sólo unas cuantas fotos que me hicieron temblar por dentro. Ugh. Me senté en la cama, me abracé las rodillas y traté de pensar. No tenía muchas opciones. Como yo ya estaba en Palm Valley, podría volver a la ciudad y hacer un poco de búsqueda de empleo serio. Tal vez tener un empleo temporal en un bar o algo por el estilo ya que lo de camarera no iba a suceder. Me animé un poco. Tal vez realmente podría conseguir un trabajo genial. Y tal vez si lo hiciera, el tío Jim, podría dejarme quedarme un poco más, al ver que yo hablaba en serio. Pero entonces estaría atrapada en Palm Valley, en la misma ciudad que Camden y las cosas podrían ser bastante incómodas. O sea, no es que termináramos las cosas en malos términos, pero... bueno, normalmente me iba cuando los lugares y la gente se volvían extraños.

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Y eso todavía era una opción. Tal vez podría trueque para un lugar para alojarse en otra ciudad y conseguir algún empleo allí. ¿Trabajar en una granja de alojamiento y comida? Había hecho cosas más extrañas antes. Me preguntaba si había alguien que conociera para ayudarme. Yo no era alguien buscando caridad, pero ahí fuera había un montón de gente a la que le había hecho un favor y que me lo debían. Vaya, me estaba desesperando. Abrí mi cuenta de correo electrónico en mi teléfono. Mi corazón latía hasta en mi garganta. Había un correo electrónico de Camden con el asunto álbumes de Guano Padano. ¿Cómo diablos consiguió mi correo electrónico? Con un dedo tembloroso apreté la pantalla táctil para abrirlo. Hola, Ellie, gracias por venir al show de anoche. Espero que te hayas divertido. He adjuntado algunos archivos zip de los dos álbumes de Guano Padano, en caso de que quieras escucharlos. Anoche me di cuenta de que no te pedí tú número de teléfono (que estúpido), así que si ves este correo electrónico a tiempo, ¿tal vez te gustaría venir conmigo al campo de prácticas, golpear unas cuantas bolas y beber un par de cervezas? Es lo que todos los chicos populares están haciendo. PD: si usted no es la fantástica Ellie Watt del famoso Palm Valley, por favor ignore este mensaje. Pero puede quedarse la música. Tenía el logo de su tienda de tatuajes y la información en su firma, junto con su número de teléfono. Sentí una enfermiza sensación de alivio. Digo enfermiza, porque ahora que sabía que me gustaba después de todo, ahora que sabía que estaba de vuelta en el juego, estaba dudando un poco del juego real. No ayudó lo que mi tío dijo acerca de las compañías que tenía. Sin embargo, yo no podía imaginarme a Camden saliendo con mala gente. ¿Y qué hay de esas viejas generaciones que pensaban que todo el mundo que llenaba tatuajes y piercings tenían que ser miembros de pandillas o delincuentes? Está bien, yo llevaba tatuajes y piercings (uno en el pezón, si quieres saberlo), pero alguien tenía que empezar el estereotipo, ¿verdad? Decidí que mi tío juzgaba demasiado rápido y si Camden iba a ser asociado con cualquier persona desagradable, bien podría ser yo. Con los dedos que seguían temblando, marqué su número.

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6 Traducido por Ankmar

¿

Corregido por Carolyn♥

Puedes sostener mis pelotas por un segundo?

Casi hice una muy poco atractiva risa-gruñido y tomé el cubo de pelotas de las manos de Camden mientras se inclinaba y ataba sus Converse. No era exactamente un atuendo para el club de golf, pero el Campo de Golf Público de Palm Valley parecía atraer a los jugadores que no tenían los bolsillos profundamente forrados para jugar en clubes privados. Y eso significaba unos pocos golfistas llevando ropa que sólo chillaban bajo las regulaciones. Por suerte para mí, esto significaba que podía mantener mis jeans puestos. No tenía otro tipo de pantalones y el Señor sabe que no puedo usar pantalones cortos con las cicatrices que tengo. Camden se veía endemoniadamente guapo con Converse grises, pantalones cortos hasta las rodillas, y una camisa polo a cuadros blancos y negros. A pesar que sus gafas habían desaparecido de su rostro, su cabello estaba un poco revuelto hacia arriba en la parte delantera. Si alguien podía poseer la tendencia ―punk golf‖ sería él. Después que había hecho mi nerviosa llamada telefónica a Camden, él pasó por del tío Jim y me recogió. Él estaba fuera en la arboleda en ese momento, gracias a Dios, por lo que sólo le dejé una nota diciendo que había salido en busca de trabajo. Era un poco la verdad. Camden no mencionó las cosas de la vaga manera que terminaron anoche y volvió a ser el mismo amigable lo que me hizo sentir como una idiota, chica enamorada-saltarina. Una cita bonita y yo estaba sobre analizando mierda, diseccionando cada palabra y buscando, tratando de averiguar lo que realmente quería decir. Él probablemente no quería hacer alguna falsa promesa al final de la cita y decidí tomar las cosas como venían. Yo solía tener una mentalidad de chico, así que me pregunté dónde se había ido. Ser Ellie Watt parecía traer una cantidad de regresión. —Entonces, ¿estás lista para comenzar el Día de Diversión de Camden y Ellie? —pregunto, tomando el cubo de nuevo. En la secundaria solíamos tener días como estos, usualmente los sábados. Todos los chicos geniales salían, hacían sus fiestas y mierdas como esas, así que nosotros decidimos crear días en los que hacíamos lo que queríamos,

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preferiblemente cosas extrañas y al azar, como asaltar tiendas de segunda mano y hacer que otras personas compraran un atuendo de nuestra elección; tomar las armas de su padre y dispararle a nuestros fallidos proyectos de arte en el desierto, o fingir que uno de nuestros profesores era un espía y perseguirlo por toda la ciudad. Durante el año que duró el Día de Diversión de Camden y Ellie, ese se convirtió en nuestro día favorito de la semana. Y sí, siendo que se trataba a finales de los ‗90, nosotros robamos totalmente esa frase de nuestro programas favorito, Friends. —Estoy más preparada que nunca —le dije mientras salíamos de la tienda y nos dirigíamos a nuestro sitio. Había estado jugando al golf un par de veces antes, pero era terrible. Las personas con problemas de manejo de la ira e impaciencia no eran buenos golfistas. Le pegué a la pelota antes de que estuviera lista y entonces tiré mi palo de golf y grité. Un campo de práctica sería mucho más fácil si no estuviéramos sosteniendo algo. Si hubiera estado a cargo de nuestro día de diversión, esta no habría sido la primera opción. Él puso su mano en mi hombro por un momento y me dio un cálido apretón que llegaba hasta el fondo de mi pecho. —No te preocupes, todo estará bien. Esto no se trata de conseguir que la pelota vaya tan lejos como pueda. —¿No? —le pregunté, tratando de ocultar la decepción de mi rostro mientras alejaba su mano. Negó. —Nop. Esto es sobre tomar el control. Esto es sobre el control de ti mismo, entrando en ese pequeño momento en el cual puedes hacer que las cosas sucedan. Es difícil de canalizar todo lo que tienes en el palo, pero cuando lo haces, lo tienes… no lo sé… Zen. —No sabía que eras un jugador de golf, Camden. —Soy un montón de cosas, pero un jugador de golf no es una de ellas —dijo con una sonrisa—. Sólo me gusta balancear el palo de golf. Cuando tomas la presión fuera y vas por ella, hace maravillas para tu ira. Me mordí el labio. —¿Tienes ira? Eres firme como una roca Se echó a reír de nuevo pero la sonrisa no llegó a sus ojos. Corrió su mano a través de los lados de su cabello y miró hacia otro lado. —Me alegra que lo mires de esa manera. Necesitas un poco para estar tan firme cuando tienes mi trabajo. —Simuló sostener una temblorosa aguja de tatuar. Tomamos nuestro lugar en el campo unas pocas secciones debajo de los otros golfistas que estaban como los alborotadores que se sientan en la parte trasera de un salón de clases. Le dije que golpeara primero, y respondió tomando dos cervezas frías de su mochila.

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—Primero lo primero —dijo, entregándome una cerveza—. Para entrar en la zona Zen, tienes que mantener la calma. La cerveza siempre ayuda. Chocamos las botellas y luego rápidamente la escondí cuando un curioso golfista miró en nuestra dirección. Me acerqué a Camden para quedar fuera del rango de visión del golfista, y al hacerlo, mi cabeza casi estuvo en su pecho. Cerré los ojos y respiré profundamente. Mierda. Espero haber sido sutil sobre ese movimiento de planta trepadora. Camden bajó su cabeza y yo estaba demasiado asustada para mirar arriba. Pude sentir sus labios quemando sólo a pocos centímetros de distancia de la parte superior de mi cabeza. Aclaré mi garganta y hablé en sus pectorales—: Bien ahora que la cerveza está involucrada, parece que será después de todo el Día de Diversión de Camden y Ellie. —¿Que era antes? —murmuró. Sus palabras alborotaron mi cabello, causando que la piel en el cuero cabelludo se apretara placenteramente. —El Día de Asalto de Camden y Ellie en un Campo de Golf. Pude sentir que sonreía. —Una vez que te vuelves loco, siempre te volverás loco. Puse mi mano en su pecho y lo empujé lejos de mí, ignorando cuán duro era bajo mis dedos, cómo pude sentir su corazón latiendo fuerte. Le di una mirada irónica y tomé un largo trago de mi bebida. —Deberías saber que sólo me vuelvo loca cuando es requerido. Y si algún juego llama por ello, es el golf. Levantó sus cejas y dijo suavemente—: Bueno, entonces será mejor que bebas más rápido. No tuvo que decírmelo dos veces. Yo estaba tan mal como pensé que estaría. Los primeros pocos golpes fueron un poco difíciles. Quiero decir, totalmente fallé a la pelota. Ni siquiera cerca. Y eso fue cuando pude sentir las olas de ira empujando hacia mis extremidades, queriendo alguna forma de liberación. Apreté el agarre en el palo de golf y mordí duro mi labio. Brevemente le disparé a Camden una mirada avergonzada y él lentamente sacudió su cabeza. —¿No me vas a decir que sea la pelota o algo? —le pregunté, tratando de empujar la frustración lejos. Jesús, era una loca, ¿no lo era? Me hubiera gustado tomar alguna de las píldoras de Kava que tenía en mi bolso sin parecer una adicta total.

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—Sólo… deja de importarte lo que yo pienso —dijo. Gruñí y miré la pelota, tratando de alinear mi palo de golf correctamente. —No me importa lo que piensas. —Lo haces. Tratas de impresionarme. Bien, lo hago. Lo enfrenté y me apoyé con un brazo en el extremo del palo de golf. —No estoy tratando de impresionarte. Una pequeña sonrisa tiró en sus labios. Este fue el límite de engreído y quería limpiarlo de su cara. —Si lo haces. No quieres verte más débil de lo que pareces. Quieres hacer parecer como si tuvieras todo resuelto, todo bajo control, incluso tu tiro. —No me conoces —le dije con una sorprendente cantidad de amargura. Me volví hacia el palo de golf y la pelota, y traté de ajustar mi agarre. Todo se sentía mal. Mis dedos estaban rígidos. Mi rostro estaba encendiéndose con el calor. Estaba a punto de hacer un ridículo golpe que tendría al palo de golf volando a través del campo. Entonces sentí su presencia detrás de mí y lenta y suavemente su brazo se deslizó por encima del mío. Se presionó en mi espalda, no demasiado apretado, y puso sus labios justo detrás de mi oreja. Mis ojos se abrieron y estuve a punto de abandonar el campo. —Sé lo que sé de ti —susurró en mi oído, su aliento caliente—. Y quiero saber más. Su voz ronca envió choques sutiles a través de mí. Estaba yendo de enojada a excitada en segundos exactos, y la fricción de mis jeans no estaba ayudando. Dejó que sus manos envolvieran la parte superior de las mías, sus antebrazos enormes volviendo invisibles los míos. Se acercó más, y si no me equivoco, estaba duro como una roca. Joder, se sentía grande. Se sentía bien. Sus labios rozaron el borde exterior de mi oreja. —Así como esto —dijo en voz baja—, deja que todo se vaya. Comenzó a acariciar suavemente la parte superior de mis manos con sus dedos en círculos. Adelante y atrás, sobre cada pequeño cabello. De alguna manera, el movimiento era extremadamente erótico. No podía evitar presionar mi trasero contra él, sólo una pulgada, y su aliento subió pesadamente en respuesta. Si él realmente quería que dejara ir todo, lo voltearía y lo montaría allí mismo en el campo. Revolcón de golf, lo revolcaría en su lugar. —Ahora… —Su voz se fue apagando gradualmente y dio un paso atrás. Mi espalda se enfrió sin su cuerpo ahí—. Ahora golpea. Tragué saliva fuerte y obligué a mis piernas que dejaran de temblar. Tomé una respiración profunda, sintiendo una excitación que se hundía en mi centro, levanté el palo de golf, y golpeé.

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Le pegué satisfactoriamente a la pelota y navegó a través del campo. Muy bien, así que no fue demasiado lejos pero fue lo suficientemente lejos. Rebotó alegremente entre las otras pelotas que salpicaban el mar de verde y se detuvo cerca de la línea de setenta metros. Miré atrás, hacia Camden, quien estaba parado con los brazos cruzados sobre su pecho, sonriendo con aprobación. Hice todo lo posible para no mirar hacia su entrepierna y darme cuenta si todavía tenía una erección. Si la tenía, probablemente no le importaba. —Bueno, eso es de lo que te estoy hablando —dijo. Tendió la mano para chocar los cinco. Se los devolví, meneando mis labios. —Esa es completamente una técnica. ¿La utilizas con todas las chicas? Sus dientes eran tan blancos contra su piel perpetuamente bronceada. —Sólo en las que vale la pena el esfuerzo. A todas las demás sólo les digo que sean la pelota. Me dio otra cerveza fresca y luego me guió por mis hombros y me movió lejos del camino. —Muy bien, ahora es mi turno de impresionarte —dijo, recogiendo su palo de golf. Me quedé atrás y lo miré con una sonrisa. No creo que pudiera estar más impresionada de lo que ya estaba. *** Mi tiro de golf mejoró después de esa, eh, pero tristemente él no intentó su técnica de nuevo. Sólo podía esperar que estuviera guardándola para más tarde, pero para ser honesta, ese pensamiento me aterraba un poco. La buena noticia era que parecía ser capaz de mojar mis bragas con nada más que sostener mi mano eróticamente, la mala noticia era el acto completo de rasgar las ropas y saltar sobre el otro enredándose… rasgando tu ropa fuera. Estoy segura que la mujer corriente tiene algunas aversiones siendo vista desnuda por un chico, o cualquier persona, en realidad. Quizás no les gusta la celulitis en su trasero (de alguna manera no hay nada en el mío) o su estómago flácido o piensan que su torso es demasiado largo o quizás sus pezones son demasiado pequeños. Lo que sea, todas tienen algo. Pero mi algo es imposible de ocultar y siempre motivó una historia. Cada vez que tenía sexo con un tipo, tuve que disculparme por la manera en que mi pierna se veía. Tenía que dejarles saber que reconocía mi deformidad, que de ninguna manera pensaba que era perfecta. Irónicamente, a la mayoría de los hombres no les importaba una mierda. Si veían las horribles cintas de cicatrices que estaban en mi pierna, no las miraban fijamente. Apenas se daban cuenta. Ellos estaban

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sólo mirando mis tetas y vagina, y eso era todo. Si ellos eran realmente agradables, se fijaban en mi rostro. Pero eso no me impedía casi tener un ataque de pánico cada vez que me desnudaba. Siempre estaba esperando por el momento en que un idiota me golpeara fuera de la cama por ser un bicho raro. Camden sabía de mis cicatrices; él siempre quería verlas, pero nunca se las mostraría. No quería que la única persona que me gustaba perdiera su deseo o interés en mí. No quería poner una barrera entre nosotros. Sonaba tonto desde que era tan diferente como yo, pero nunca pude ocultar cuán fácil era para él ocultar, si quería, y cuán imposible era para mí. Y ahora bien, ahora él no era un bicho raro. Ahora era un hombre joven viril cuyo cuerpo yo quería nada más para correr mis manos sobre él y obtener un firme toqueteo aquí y allí. Él era eso ahora y yo seguía siendo yo. Después que dejamos el campo de prácticas y nos dirigimos de nuevo a la ciudad, el calor abrasador del sol y el desnudo cielo azul quemando algunas de mis inseguridades, empezamos la siguiente porción de nuestro Día de Diversión. Aparcó su Jeep dentro del estacionamiento de uno de las tiendas de segunda mano locales y me miró a través de sus gafas de sol de viajero. —¿Estas lista para nuestra próxima aventura? Me quedé mirando fijamente a la tienda, asombrada. Era la misma maldita en la que solíamos comprar cuando éramos jóvenes. En la escuela secundaria veníamos, creo que me olvidé del lugar, pero aquí estaba todavía. Desde la manchada ventana del frente se veía poca luz, como si no estuviera abierta, pero entonces siempre se había visto de esa manera. Me quité las gafas de sol y las deslicé dentro de mi bolso. —¿El mismo trato que antes? —Así es. Yo te compro un atuendo y tú me compras un atuendo. Y tenemos que llevarlo esta noche. No importe qué. —Esta noche, ¿eh? Sería de gran ayuda saber qué estamos haciendo —bromeé. Camden estaba repartiendo nuestro día en piezas a la vez. Por lo que sabía, podríamos ir a uno de los shows de los Fabulosos Disparatados16 en Palm Springs, o acosar los camellos en El Desierto Viviente en Palm Desert.

16TheFabulousFollies

(Fabulosos Disparatados) es un espectáculo de danza y música que toca en el histórico Teatro Plaza en Palm Springs, California, Estados Unidos.

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—Puedo darte una pista… se trata de la cena. Pero no he descubierto todavía dónde. Estaba pensando que tal vez el restaurante en la parte superior del barco. Hice una mueca. —¿El barco que me hace querer vomitar? Buena elección. —O —dijo él, más fuerte ahora—, podemos hacer la cena en mi casa. Mis oídos se agudizaron. Sonreí con picardía, cepillando mi cabello detrás de mí oreja. Cena en su casa significaba que podría adecuadamente ser un reconocimiento. También significaba sexo. Tenía la esperanza de que por lo menos fuera una de esas cosas. Su rostro estuvo en blanco por una fracción de segundo y su mandíbula se retorció. Luego sonrió y volvió a su vibrante ser. —Cena en mi casa entonces. Ahora vamos a asegurarnos que estaremos bien vestidos para la ocasión. —Saltó fuera del Jeep e hizo su camino a la entrada. Me senté allí por un momento, sintiéndome extrañamente incómoda, entonces lo aparté y me uní a él. La puerta seguía siendo una de esas que no podías saber si tenías que empujar o jalar, y después de un intento fallido, Camden estaba sosteniendo la puerta abierta para mí. La tienda olía exactamente como recordaba: como bolas de naftalina, popurrí y metales. La mujer detrás del mostrador era más joven que la otra en el día, pero seguía en sus sesentas y llevaba gruesas gafas con una horrible cuerda en el cuello. Ella sacó su cabeza de la novela de bolsillo cuando entramos y nos dio una tibia sonrisa. Y conocía ese tipo de sonrisa. Era la de ―oh mierda, estos chicos me van a robar, ¿o no?‖. Estaría viendo todos nuestros movimientos. La tienda estaba casi vacía excepto por una viejo encorvado sobre la mujer en la sección de artículos para el hogar, mirando diferente tazas de té. Camden y yo fuimos directamente hacia la ropa, él a la sección de mujeres y yo a la de hombres, y empezamos ruidosamente a hojear los percheros. Estaba un poco mareada mientras arrojaba las perchas, buscando el atuendo perfecto para él. En el pasado era sobre humillarnos mutuamente, lo cual era justo y divertido ya que ambos nos veíamos como idiotas. Ahora no estaba segura de cuál era el plan. Pero hacerlo lucir como un bobo durante la cena me parecía una gran idea. Me encontré con una camisa hawaiana extremadamente rosada y púrpura en la que ni siquiera se le vería la cadera. Era de una pegajosa seda sintética y dos tallas más grande. Lo haría llevarla desabrochada hasta la mitad, entonces podría mirar fijamente su pecho (honestamente, ¿cuándo me había convertido en una perra cachonda?) Después de esa búsqueda ganadora, fui a la sección de pantalones. Algo apretado haría el

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truco, a pesar de que él no había mostrado ninguna aversión a los pantalones apretados, tanto entonces como ahora. Luego la vi. Una falda escocesa. Verde tartán y negro. Oh si, esto se vería maravilloso en mi amigo escocés hawaiano. Le completé el atuendo con un sombrero de fieltro negro. Ahora también era un detective privado. —De acuerdo —lo llamé sobre los percheros—, tengo tus cosas. —¿Ya? —pregunto él, aún buscando en un extremo—. ¿Debo estar preocupado? —Deberías estar muy preocupado. Al menos que siempre hayas querido ser un detective escocés de Hawaii. —¿Cómo Magnum P.I17? —Ni siquiera cerca. Caminé por el pasillo y luego hacia él. Estaba sosteniendo en una mano una camiseta sin mangas de malla brillante. Figuras. Me asomé a la otra mano. Era una minifalda de cuero. Respiré con fuerza a través de mi nariz y le disparé una sonrisa de disculpa. —Sí, no estaré llevando la falda así que puedes ponerla de nuevo. Negó con la cabeza y siguió yendo a través de algunos cárdigans. — Reglas son reglas, Ellie. Tú tienes que llevar lo que escoja para ti. Crucé mis brazos, la pila de ropa abultándose. —No estaré llevando una falda. Siguió como si no me hubiera escuchado y el clickclickclick de las perchas siendo deslizadas me estaba volviendo loca. Coloqué el bulto de ropa bajo mi brazo y puse mi mano en la suya para tomar la falda. Él no se movió. —En serio, sabes que no voy a usar eso. Suspiró y giró su rostro hacia mí, sus cejas oscuras se unieron para crear un surco profundo entre sus ojos. —¿Por qué no? —Sonaba como si su paciencia estuviera siendo puesta a prueba, lo que hizo a su vez que mi paciencia se sintiera puesta a prueba. Entrecerré los ojos hacia él. —Tú sabes por qué. Tengo cicatrices, Camden. Aún las tengo. —¿Y? Peleé con la urgencia de levantar mi voz. —¿Y? Así que no tengo ganas de usar algo que me va a humillar. 17Magnum

P.I. fue una serie norteamericana de televisión que trataba de las aventuras de Thomas Sullivan Magnum, un investigador privado que vivía en Hawái.

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—Solíamos humillarnos el uno al otro todo el tiempo. Estás tratando de hacerme ver como un Tom Selleck18 travestido. —Eso es diferente. Y teníamos nuestras propias reglas en ese entonces. Sabías como era, entonces sólo me vestirías con pantalones o faldas largas. Su labio inferior se movió adelante y atrás mientras me estudiaba. — Pensé que ya lo habías superado. Mis ojos cercanamente sobresalían de mi cabeza. —Eso no es exactamente algo que se puede superar, Camden. —Los nervios absolutos de él—. No soy como tú. No puedo superar cada cosa de mierda que se atraviesa en mi camino. Se concentró en mí con atención. —No supero todo. —Su voz se había caído en un tono o dos y brotó de él como una serpiente. Me rompí con su mirada y saqué mi mano de la percha. —Bien, entonces tú sabes. Mira, quizás toda esta cosa fue una mala idea. Quiero decir, tenemos veintiséis años y jugando a disfrazarnos… Tomé una respiración profunda y me volví hacia los vestuarios. Mi cara me devolvió la mirada desde el espejo. No me gustaba esa vista tampoco. De repente lo sentí detrás de mí y sus brazos yendo alrededor de mi cintura. Me giró y me atrajo hacia él, entonces me abrazó. Todas nuestras prendas y perchas cayeron al suelo, y sobre su hombro vi a la cajera bajar de su taburete para mirar por el ruido. —Lo siento —murmuró—. Estoy siendo un idiota insensible. Me apretó bastante fuerte, haciendo difícil mi respiración. Lo acaricié suavemente en la espalda, no queriendo ver este lado de él, no por algo como esto. —Está bien —le dije, tratando de sonar relajada y no tan atrapada fuera de guardia—. Soy un poco susceptible sobre eso. Es… es algo en que estoy trabajando. Me sostuvo en una pausa de silencio. Escuché el zumbido de las luces del techo y el tenue crujido del periódico dela cajera reanudando la lectura. —Todavía eres una chica guerrera, tristemente—. Es una lástima.

Ellie

—dijo suavemente,

No estoy segura si él quería decir que era una lástima que yo era guerrera o la situación era demasiado mala. Mientras estaba 18Tom

m).

Selleck: actor, guionista y productor estadounidense, conocido por su imponente altura (1,93

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reflexionando eso, me soltó y recogió nuestras prendas. Para mi alivio, metió de nuevo la falda en el perchero y se centró detrás, donde estaban los pantalones de mujer. En segundos había sacado del perchero un par de apretados leggings, con estampado de leopardo naranja. Increíblemente de mal gusto. Eran perfectos.

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7 Traducido por ♥...Luisa...♥&dana.kirei7 Corregido por Jessi Redondo

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espués de que las payasadas en la tienda de segunda mano habían terminado y nos fuimos con una mezcla horrible de materiales, nuestra siguiente parada fue caer en el supermercado y abastecernos con comida. Afortunadamente, sólo íbamos a llevar nuestros trajes locos para la cena y no tendríamos que ir a la tienda luciendo como unos completos dementes. Camden decidió que quería filetmignon en su parrilla de barbacoa nueva, con una guarnición de espárragos. No podía conseguir una comida más sexy que eso, a menos que se lanzara en algunas ostras. A favor del descaro de Camden, hizo una revisión por el departamento de pescados y mariscos, pero no tenían ninguna. Me decidí a llevar el vino y cogí dos botellas de rojo profundo y audaz. —¿Pareceremos alcohólicos si llevamos dos botellas? —le pregunté, sujetando las dos, una en cada mano. Sus ojos brillaban. —Espera, quédate así. —¿Así con el vino en el aire? Dejó la canasta de comestibles y vino hacia mí mientras estaba congelada. Era como la estatua de vino más entusiasta del mundo. Él se apretó contra mí, dejando casi ningún espacio entre nosotros, y con sus ojos azules abrasadores finalmente viajando de mis ojos a mis labios, tomó mi cara con una mano. Cerré los ojos, apretando los cuellos de las botellas fuertemente, y sintiendo sus labios se presionándose contra los míos. Eran suaves, calientes y dulces. Se sentía como si no tuviera un hueso duro de mi cuerpo, sólo esta ligereza y calor. Entonces sentí el pincel húmedo de su lengua a lo largo del borde interior de mi labio y casi se me cayeron las botellas. Se retiró antes de que pudiera reajustar mis manos y atacarlo más vorazmente. Eso era probablemente algo bueno teniendo en cuenta que estábamos de pie en medio de Safeway en Concervative Old Person Central.

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—¿Qué fue eso? —le pregunté sin aliento, finalmente bajando las botellas. Mis brazos habían estado temblando pero si era por el esfuerzo o el beso, no lo sabía. Cogió la canasta y me lanzó una mirada indiferente. —Te veías bonita. ¿Qué puedo decir? —Pensé que tal vez me veía fácil, con el vino y todo —bromeé, esperando que mis mejillas dejaran de arder. —Oh. Bueno, eso también. Una media hora más tarde, mientras mis labios todavía hormigueaban por nuestro primer beso (bueno, segundo, si quieres ser realmente técnico), estábamos de regreso en Sins & Needles y llevando las provisiones hasta donde él vivía en el último piso. El frente de la casa con el porche era la entrada de la tienda, mientras que la entrada a la planta de arriba estaba al costado de su casa, donde también había un pequeño garaje. Noté que había sido utilizado como taller de carpintería en lugar de para mantener el Jeep. —No sabía que eras un manitas —le dije mientras abría la puerta principal. Era sólo un cerrojo simple, nada demasiado lujoso. No había oído ni visto ningún detector de movimiento o cámaras tampoco, aunque sabía por experiencia que eso no significaba que no había ninguna. Había una gran cobertura de rosa del desierto entre el lado de la casa y la calle principal, que bloqueaba la puerta de miradas indiscretas. Eso era una ventaja. Echó un vistazo detrás de mí mientras abría la puerta y me dejaba entrar. —Ah, no soy tan práctico, créeme. He incursionado en el negocio de la fabricación de rótulos un poco y, a veces lo hago por diversión. La tienda tenía un hermoso signo en el frente. —¿Has hecho el signo de Sins & Needles? —Me llevó un infierno de tiempo. Por suerte cuando metes la pata haciendo trabajos en madera, la madera no grita de dolor y te demanda. — Cerró la puerta detrás de nosotros. —Bueno, esta es la parte de mi vida que la mayoría de la gente no llega a ver. A nuestra izquierda había una puerta que supuse llevaba a la tienda. A la derecha había una puerta que parecía que entraba al garaje. Luego, por supuesto, estaban las escaleras que estábamos subiendo. Eso dejaba tres maneras de salir de la casa si tenía que hacerlo. No está mal. —¿Cómo podemos llegar al patio trasero? —le pregunté a medida que subía. —A través del garaje —dijo al tiempo que se detenía en la parte superior.

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El piso de arriba era absolutamente impresionante. Pisos de madera y alfombras mexicanas, paredes blancas por encima de los zócalos pelados de pintura que parecían que habían sido rescatadas de un granero. Grandes piezas de arte originales colgadas de las paredes, junto con una pantalla de cuellos de guitarra que estaban en una barra diagonal desde el suelo hasta el techo. El propio techo estaba hecho de paneles de cobre. Me llevó a la cocina, que era pequeña pero acogedora. Para mi deleite, era un pequeño desastre, con latas de cerveza vacías apiladas en la esquina y migas de tostadora en el mostrador. Como si las orejas de Camden lo hubiesen traído a la tierra, el hecho de que no estuviera al cien por ciento limpia y ordenada hacia su hogar elegantemente lamentable y fácil de asimilar. Mis ojos se dirigieron de inmediato a una pintura de una mujer sobre la mesa de madera a la deriva. Se veía como La Mujer en azul de Picasso, excepto que era hecha de una fotografía. El rostro de la mujer era borroso y cubierto con una cascada de cabello oscuro, pero su figura era exquisita. —Me encanta —le dije—. ¿La hiciste tú? Miré por encima del hombro. Él me dio una pequeña sonrisa. —La hice yo. Tatuajes, hacer signos, pintar, Camden era el epítome de un artista completo con el cambio de humor ocasional también. Estaba a punto de preguntar quién era la de la pintura, pero decidí no hacerlo. Desde la mirada firmemente en sus ojos, sabía que era su exesposa. Me preguntaba por qué demonios mantuvo la obra de arte en la cocina. ¿Realmente quiere recordatorio alguno sobre ella en todo el lugar? Por supuesto, esa línea de pensamiento viene a ti por cortesía de una mujer que conducía el coche de su ex-novio y tenía un recordatorio permanentemente de él en tinta en su brazo. Me di la vuelta y llevé mis manos juntas. —Esto es increíble, Camden. ¡Vamos, muéstrame el resto! Me llevó a la sala de estar, que tenía sofás de cuero blanco y tiras caoba suave y una chimenea maravillosa. Se ponía terriblemente frío en los inviernos aquí y muchas casas no tenían calefacción central, por lo que la chimenea debió de haber sido un factor importante para vender. Además, factor importante muy sexy. Cualquier cita que termine con dos personas bebiendo vino cerca del fuego también terminaba con la tanga de una mujer lanzada a través de la habitación. Antes de que pudiera fijarme demasiado en el pensamiento, al lado estaba la habitación de invitados, que tenía una cama individual metida en

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un rincón. El resto de la habitación estaba repleta de suministros de pintura. —¿No es tu oficina, entonces? —le pregunté. —Mi oficina está abajo entre la sala y la tienda. Esto es sólo para Ben, si alguna vez viene a visitar. —¿Lo ha hecho? Él negó con la cabeza y apagó la luz. Había un bonito baño con una bañera con patas y un lavabo como un cuenco. Luego fue a su habitación. Como la cocina, estaba un poco desordenado. Parecía avergonzado antes de que correteara por la habitación y empezara a empujar toda su ropa en una cesta de ropa sucia. —Lo siento, no estoy acostumbrado a la compañía de muchos. —Eres también un hombre. —Con fallos, gracias a Dios. Crucé la habitación, arrastrando mi mano sobre la colcha de franela acogedora y me detuve junto a la ventana. Estábamos justo encima de la entrada de la tienda y pude ver hacia abajo en el jardín de la roca y la calle principal. El sol comenzaba a ponerse en el cielo, proyectando largas sombras en luz dorada. —¿Significa eso que eres limpia y ordenada, ya que eres una mujer? Arrugué la cara. —¿Estás bromeando? Solía comprar platos de papel para que no tener que lavarlos. Mi idea de pasar la aspiradora es pedir prestado el perro de alguien para el día y tenerlos comiéndose toda la basura en el suelo. Se echó a reír, una risa total de vientre dolorido batido. Qué hermoso jodido sonido. —Muy bien, vamos —dijo, cogiendo mi mano y llevándome lejos de la ventana—. Vamos a continuar con el Día de la Diversión yendo al patio trasero y abriendo una botella de vino. —Supongo que el tour ha terminado. —Ninguna cosa más que ver, a menos que quieras ver mi oficina y el garaje. —Claro, lo que sea. —Me encogí de hombros como si no me importara. Pero momentos más tarde, después de haber guardado los comestibles de la tienda y tomado dos copas de vino, me mostró la oficina. Un lugar que tenía muchas ganas de ver. Era pequeña y simple. La puerta de la planta baja conducía a la oficina y otra puerta conducía desde la oficina hasta la tienda. Los

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bloqueos sólo se encontraban en la puerta. También había una pequeña ventana por la que fácilmente podría caber al salir. Esa sería muy probablemente mi ruta de escape. Traté de tener una idea de hacia dónde se abría la ventana en el exterior sin que pareciera demasiado sospechoso, pero parecía que aún estaba en el lado oculto de la cobertura. Tenía un escritorio bonito, de aspecto retro, color menta, y un par de archivadores de metal al lado. Un elegante banquillo para el iPod y altavoces asentados en la esquina de la parte superior de una gruesa pila de revistas, mientras que una computadora Mac pasaba una presentación de diapositivas de fotos de playa. Un par de gafas descansaban en el teclado. Al lado había una foto enmarcada de un muchacho en una playa, tirando una piedra. No podía ver su rostro a causa de su sombrero, pero supuse que era Ben. No he visto una caja fuerte, ni siquiera bajo el escritorio. Mierda. Tal vez estaría robando de la caja, y tan hacinada como parecía, casi parecía un insulto robar de allí. —¿Dónde guardas todo tu equipo de tatuajes? —le pregunté. Abrió un armario que estaba sentado entre las dos puertas. Estaba organizado mejor que el resto de la casa, con una función de estanterías que albergaban cajas de plástico pegadas con notas post-it y etiquetas. Y en la parte inferior de la estantería estaba la caja fuerte. Atornillada al suelo (nada fácil de soltar y salir corriendo) pero sólo con una cerradura de combinación de tres números. Aunque el número de tres cerraduras era más fácil de descifrar que seis números, también era más fácil de recordar y por lo general nadie tenía la necesidad de escribirlo en algún lugar cerca de la caja fuerte. Ocho de cada diez veces, si alguien tenía una cerradura de combinación de seis números, tenían ese código escrito en algún lugar de la habitación. Sólo tenía que adivinar tres números de Camden. No tenía el tiempo y la paciencia para escuchar los puntos de contacto y las ruedas y graficar los resultados, y desde luego no iba a hacer ninguna perforación. Tendría que entrar, descifrar el código en sólo unos pocos intentos, y luego salir. Sin huellas, sin sonido. La única cosa que dejaría sería algún tipo de señal para hacerlo creer que algún tipo de profesional lo había hecho. Evidencia de descuido. Naturalmente, contaba con que la caja fuerte estaría en realidad llena de dinero o algo de valor, cuando, por todo lo que sabía, Camden la podría utilizar para sus preciados recuerdos y libros de historietas. Esperaba que las comisiones por transacciones bancarias para una pequeña empresa fueran lo suficientemente altas para hacerlo depositar algo sólo una o dos veces por semana. Sólo tenía que correr el riesgo. No quiero pensar en un Plan B todavía.

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Me aseguré de que mis ojos pasaran por alto la caja fuerte sólo una vez y luego miré a Camden. —¿Es aquí donde vas a pensar? ¿Tu oficina? Cerró el armario con un clic. —La verdad es que salgo a la calle. ¿Te importaría unírteme? Extendió el brazo y lo tomé con alegría, llevando las gafas con la otra mano. Me defendí de los alfilerazos de culpa que habían comenzado a construirse en el interior de mi garganta, y después de atravesar el garaje que olía a pino ponderosa, estábamos en su patio trasero. El jardín de rocas de la parte delantera continuaba en la trasera, alrededor de un patio de piedra grande que estaba cubierto por artemisa. Pero más allá de las rocas estaba una pequeña parcela de césped y dos sillas de jardín. Parecía que no había sido cortado por un tiempo, pero la hierba estaba tan rígida y amplia fuera de aquí que no parecía ingobernable. Más allá del césped estaban cerca los vecinos, aunque no podía verlos gracias a las capas de arbustos en flor y el árbol de palma ocasional pequeño. —Es hermoso —dije en voz baja, respirando el aire fragante. Todas las flores que florecen de noche se abrían cuando el sol desaparecía detrás de las montañas, dejándonos en una neblina azul. —Sólo espera —dijo. Puso el vino en la mesa de hierro forjado y encendió un interruptor de luz en la pared. De repente, el patio estaba inundado con pequeñas luces blancas, haciéndolo parecer como si estuviéramos rodeados de un millón de luciérnagas. —Te das cuenta que tienes, como, el piso de soltero de todos los pisos de solteros, ¿verdad? Hablando de un imán de chicas. Él extendió la mano para las gafas. —¿Imán de chicas? No sé si vas a estar diciendo eso una vez que tenga mi equipo adelante. Me sonrió y se los entregué. Sus brazos flexionados deliciosamente mientras luchaba con el corcho de la botella de vino. —Bueno, para que conste, el travesti Tom Sellecks me enciende. Y por eso, el corcho salió con un pop. Ya sabes, para mayor énfasis. Me lanzó una sonrisa irresistible. —Eso es afortunado, considerando que Ellie Watt me excita. Y no tiene por qué estar usando nada en absoluto. Mierda. Me sonrojo de nuevo. —¿Dónde está esta Ellie Watt, la voy a matar —bromeé, mirando a mi alrededor y haciendo un puño. —Dime —dijo en voz baja—. ¿Ella está aquí? Su tono me trajo a la tierra. Sí, por desgracia Ellie Watt estaba aquí por una vez. No sabía cómo mis otras identidades se ocuparían de ello.

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—Puedo mostrarte mi ID —le dije, tomando la copa de vino de él y agitando el líquido alrededor. Mantuve mis ojos fijos en él, y él hizo lo mismo. Abrió la boca para decir algo, pero luego rápidamente la cerró. Levantó su vaso en su lugar. —Por nuestro Día de Diversión —dijo con voz cálida y rica. —Y por la noche —le contesté. Algunos de los mejores planes preparados son frustrados por el vino. Aunque, quizás en nuestro caso, ellos fueron hechos mejores. La primera botella de vino fue abajo como un regalo y directo a mi cabeza. Solo tuve un hot–dog y papas fritas en el campo de entrenamiento, y la copiosa cantidad de grasa ingestión no hizo nada para disminuir el vino. Entonces alguien tuvo la idea de abrir fuera la segunda botella. Probablemente fui yo. De cualquier manera, eso fue abajo también, todo mientras Camden y yo yacíamos tendidos en sus sillas de jardín, mirando arriba hacia los satélites mientras pasaban por el cielo negro. Estaría mintiendo si dijera que no había tenido un masivo déjà vu respecto a toda la cosa, de vuelta al tiempo cuando Camden y yo acostumbrábamos recostarnos en la cima de su trampolín y escuchar música. Él debió haber recordado eso también, porque corrió de vuelta adentro de la casa para conseguir la tercera botella de vino de su estante, y recogió su puerto del iPod también. Unas pocas canciones en el Calexico ‗Feast of Wire‘ (mi elección) después, cuando la botella estaba medio–bebida, de pronto recordamos que queríamos comer comida. Así que Camden corrió de vuelta adentro para traer los espárragos y bistec, y una bolsa llena de nuestra ropa de segunda mano. Él tiro la bolsa en la silla de jardín junto a mí y encendió la parrilla. —Conoces las reglas, Ellie —dijo—. No podemos comer hasta que estemos usando esas cosas. —Tú solo quieres conseguir sacarme la ropa, ¿No es verdad? —me burlé, rayando a través de ello. Allí estaban mi top cabestro piratas (en realidad nada más que el top de un bikini) y pantalones Peggy Bundy. —Puedo conseguir sacar tu ropa de otras maneras —disparó de vuelta. Enterró su sonrisa astuta detrás de la acción de chorrear líquido flamante en los carboncillos. No tengo dudas respecto a ello, pensé. Era afortunada, también, de que no lo había dicho en voz alta. Ellie Borracha necesitaba mantenerse a sí misma en control. Y con eso, hice un punto de saborear el resto del vino

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en mi copa. Incluso aunque pensé que estaba teniendo el momento más divertido en mucho, mucho tiempo, no podía olvidar quien era y la verdadera razón por la que estaba allí. Incluso aunque cada parte de mi estaba solo gritando para dejarlo ir. Unos pocos minutos después el patio se llenó con el tentador chisporroteo de bistecs a la parrilla. Respiré profundamente, mi estómago gruñendo. —Quieres los tuyos medio cocidos, ¿verdad? —preguntó—. No tardare mucho más. Lo que significaba que era momento de cambiarme. Mientras él comenzaba a hurgar en los espárragos envueltos en aluminio, yo volteé la silla de jardín alrededor así que la espalda alta estaba bloqueando su visión de mí. Entonces, después de una rápida mirada alrededor a sus vecinos y ver únicamente oscuridad en sus ventanas, yo me sacudí fuera de mis jeans. Desafortunadamente, estaba borracha y había olvidado sacarme las botas primero. Me caí de costado en el pasto. —¿Qué estás haciendo allá? —escuché a Camden gritar y el sonido de unas tenazas de metal siendo puestas en un peldaño. —¡Retrocede! ¡Estoy bien! — grite, esperando que mi voz no fuera lo suficientemente ruidosa para alertar a los vecinos. Les agradecí a mis estrellas de la suerte que mis botas de combate tuvieran cierres y rápidamente los abrí. Tendida en mis espaldas con mi pierna doblada hacia mi cabeza, tire fuera mis jeans y los arroje a un lado. Entonces me puse de rodillas y comencé a buscar mis feos pants Peg. ¿A dónde demonios se habían ido? —¿Buscando algo? —preguntó Camden desde detrás de mí. Tragándome mi orgullo, me di vuelta en mis rodillas y mire hacia arriba. Camden estaba sujetando los pants en una mano. Los tiró junto a él y entonces caminó hacia mí. Extendió su mano. —Vamos —dijo gentilmente, una sombreada intensidad en sus ojos. Sacudí mi cabeza rápidamente. —No. Estoy solamente en mi ropa interior. —Puedo verlo —dijo—. Déjame ayudarte. Mi corazón latió fuertemente en mis oídos y miré lejos de su rostro y directo hacia sus rodillas. —No quiero que veas. De pronto estaba abajo en sus rodillas, y aunque habían unos cuantos centímetros entre nosotros, estaba más cerca de lo que jamás había estado. —No me importa, Ellie —dijo determinadamente.

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Continué sacudiendo mi cabeza, incapaz de formar palabras, incapaz de decirle como me estaba sintiendo. Sólo quería que se fuera lejos y me dejara sola, me dejara vestirme en paz. Quería correr. Quería que la oscuridad me tragara completa. —Sé cómo te sientes respecto a tus cicatrices. Ellas solo te hacen más hermosa —susurró, ahora sujetando el lado de mi rostro. Sus ojos estaban buscando los míos, rogándome que me abriera pero el miedo era tan grande y tan malditamente real. —Tú nunca has visto mis cicatrices. —Mi voz era apenas audible, incluso en mi propia cabeza. —No, no lo he hecho. Pero he visto lo que ellas te han hecho. Su nariz empujó el lado de la mía y quizá porque había estado pensando en ello desde Safeway, o quizá porque estaba comprando algo de tiempo, me incliné y lo besé. Este no era el tierno beso de antes. No tenía botellas de vino sosteniéndose por encima de mi cabeza. Este beso era suave por un momento, luego apresurado. Sus labios succionaron gentilmente los míos, su lengua encantando mi boca como si él no pudiera detenerse. Yo era súbitamente insaciable, cada beso llegando hasta mi núcleo, haciéndome quererlo todo de él, cada parte. Un millón de pensamientos volaron a través de mi cabeza y entonces no había nada en lo absoluto. No había incluso Camden y Ellie. Sólo había esta ardiente, primaria, crucial necesidad por el otro. Antes de que pudiese detenerlo, o al menos pretender detenerlo, él estaba empujándome de espaldas hasta que estaba cayendo en el pasto. Deslicé mis rodillas a un lado de mala gana, mis piernas saliendo a plena vista. Mis cicatrices visibles en la oscuridad. Él no lo notó, no le importó. Continuó besándome apasionadamente, tan caliente, tan dulce, mientras una de sus manos desaparecía en la parte trasera de mi cabello, ahuecando mi cabeza. Me recostó en el suelo, el duro pasto cosquilleando los lados de mis oídos, y esa fue la última vez que fue gentil. Se sentó a horcajadas sobre mí y empujó mi top sin mangas sobre mi cabeza y lo tiró a un lado. Entonces se echó hacia atrás y rasgó su propia camiseta. Como si no estuviera respirando lo suficientemente fuerte ya, retorciéndome bajo su forma, él se veía mejor de lo que podría haberme imaginado. Aquí estaba el nuevo Camden McQueen, sin camisa, una torre de músculos definidos y preciosos, oscuramente peligrosos tatuajes. Allí había un fénix alzándose de las cenizas a lo largo de la arremetida de musculo de sus caderas, un tigre/dragón hibrido volando el lado de su estómago, escritura asomándose fuera de la parte superior de sus bóxers. Solo había visto vislumbres de ellos antes, y ahora ellos estaban brillando delante de mí, encendidos por los cientos de cálidas

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luces en su jardín. Él era como una viviente, respirante pintura sobre un lienzo todo–macho. No pude babear en él por mucho tiempo. Él rápidamente sacó sus shorts, y yo decidí ayudarlo removiendo mi sostén. Estaba feliz de haber tomado el esfuerzo extra para usar mi conjunto amarillo y numero de encaje. Para el tiempo que estaba terminando de desabrocharlo y tirarlo por el pasto, nuestra ropa estaba dispersada por todas partes y su extremadamente erecto pene estaba en completa exhibición. Yo sólo puede sonreír en respuesta, aturdida por la belleza de ello, encendida como mierda ante la idea de él empujando en mí. Y un diminutamente poco asustada, para ser honesta, porque había pasado algo de tiempo desde que había estado con un hombre y había sido, bueno, nunca, desde que había estado con un hombre construido como él. Aunque nunca había sido una fan de las mamadas excepto cuando esto concernía a Javier, mi primer instinto fue tender mis labios alrededor de su punta y succionarlo lentamente. Pero eso tendría que esperar. Él se inclinó arriba sobre mí, los codos a cada lado de mis hombros, su cuerpo tan maravillosamente pesado sobre el mío. Sus dientes fueron a mi cuello, mordisqueando suavemente desde mi oído hasta mi hombro mientras deslizaba una de sus manos lentamente abajo y sobre mi plano estómago hasta que estaba burlándose del área debajo de mis bragas. Entonces sus dedos cepillaron mi vello púbico y se detuvieron justo cuando se estaba poniendo bueno. Me retorcí, la presión en mi clítoris construyéndose a inconfortables alturas, queriendo que su mano fuera más abajo. Sentí su sonrisa contra mis labios, como si estuviera torturándome deliberadamente, entonces finalmente me dio lo que quería. Yo estaba resbalosa como el aceite y no tomó demasiado en lo absoluto antes de que sus dedos hicieran círculos en mi clítoris las suficientes veces y me viniera. Grité, el orgasmo agarrándome por sorpresa. Si fuera un hombre, hubiera bajado mi cabeza avergonzada. Eso tomó un minuto, si acaso. Pero jodidamente no me importó. Dejé que las olas golpearan a través de mí, mi mano agarrada a cabello, hasta que vine en un suave aterrizaje. Aclaré mi garganta y le hablé dentro de su beso. —Lo siento, ha pasado un tiempo —Deberías esperar escuchar la misma cosa de mí en unos cinco minutos —murmuró. —¿Cinco minutos, eh? —Haré que sean los mejores cinco minutos de tu vida. Mordí su labio, duro, entonces lo liberé y miré en esos ojos azul intenso. —El reloj está sonando.

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Sonrió, hoyuelos y todo, luego me agarró por los lados de mis brazos y me volteó sobre mi estómago. Traté de darme la vuelta pero él sólo empujó mi hombro abajo en el pasto. Lo sentí ir por mi ropa interior, tratando de rodarlo fuera de mi amplio trasero. Entonces lo escuché rendirse. Se escuchó como una rasgada. —¡Ese era mi única pareja conjunta para el sostén! —grité, voz piadosamente amortiguada por el pasto. —Te tatuare unos nuevos —respondió duramente. Sentí sus dedos deslizarse abajo a la hendidura de mi trasero, y antes de que pudiera protestar o enloquecerme deslizó su mano por debajo de mi pelvis y me empujó arriba hasta que mi trasero estaba al aire. Pude escucharlo dejar salir un largo respiro y pude sentir sus ojos quemando un hoyo a través de mi piel. Estaba comenzando a sentirme incómoda, asustada de que hubiera visto las cicatrices en mi pierna y estuviera comenzando a apagarse, pero todos mis miedos se desvanecieron cuando dejó caer su palma abajo a mi trasero. Esto picó hasta alto cielo. Santo Cielo, ¿acaso Camden me había nalgueado? Hubo otra palmada dura en mi otra mejilla y antes de que pudiera comenzar a preocuparme de si me estaba enredando en alguna relación BDSM, sentí sus calientes, mojados labios besar ambas marcas de palmadas. Cerré mis ojos ante el placer y dejé escapar un gruñido cuando sus dedos se deslizaron dentro de mí. No importaba si acababa de venirme, estaba más que lista para hacerlo otra vez. Sentí su presencia alejarse de mí y escuché el crujido de algo de plástico. Segundos más tarde estaba el sonido revelador del envoltorio de condón desgarrándose. Casi puedes escuchar la concentración cuando un hombre está intentando ponerse uno de esos. Con una mano sosteniéndome en mi pequeña cintura, él entró lentamente. Con él tomándome por detrás, no podía ver lo que estaba haciendo, sólo podía sentir. Y podía sentirlo todo. Dolor, sobretodo. Al comienzo. Dolor que lentamente se convirtió en un húmedo calor que parecía saturar cada parte de mí desde mi estómago hasta mis pezones. Me sentí desinhibida, y considerando que vivía mi vida con mis propias reglas, me sentí extrañamente libre. Con cada empujón, Camden se manejó más profundo. Me golpeó contra el suelo en un ritmo que se sentía tan intuitivo como placentero. Me llenó, el espesor construyéndose en el interior mientras mi propia presión se construía en el exterior. Él estrechó su agarre alrededor de mi cintura, haciéndome sentir irresistiblemente pequeña y vulnerable y me golpeó duro, rápido. Su respiración convirtiéndose pesada, más laboriosa, y el ocasional gemido saliendo de él hicieron que mi urgencia triplicase. Él fue más

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rápido, duro y justo cuando se veía como podría perderlo, sentí sus dedos en mi clítoris, trabajándome en un frenesí con él. Nos vinimos al mismo tiempo, gimiendo ruidosamente, jadeando quietamente, tratando de controlar el volumen. Pero, demonios, si un vecino fuera a sacar su cabeza de la ventana y ver un Dios tatuado embistiendo a una chica en el patio trasero del vecino todo iluminado por luces románticas, ellos probablemente observarían. Yo observaría también. Cuando las olas de choque bajaron su rolar a través de mí y mi mente y cuerpo estaban volviendo a la tierra, clasificando a través de la deliciosa altura de endorfinas, me colapsé en mis codos, demasiado dichosa para moverme. El pasto podría comerme viva y no me importaría. Camden yacía junto a mí, su cabeza apuntalada por su mano, de cara a mí. Todavía completamente desnudo, respirando duro pero con una sonrisa que combinaba con la mía. Satisfecha. —Así que, creo que brillantemente, entre alientos.

los

bistecs

están

arruinados

—dijo

Yo olfateé al aire, capturando un olorcillo de carbón de los bistecs quemados, e hice una triste cara. —Ow, lo siento. —Yo no —dijo—. He esperado toda mi vida para dormir contigo, Ellie Watt. No puedo solo recogerte de Safeway. Yo sonreí, algo avergonzada ante esa admisión, y miré abajo hacia el pasto. Él estaba mirándome fijamente tan formalmente, tan… obvio… que se sentía como si debería decir algo como eso de vuelta. Pero no podía pensar en nada excepto. —Así que sustituimos sexo por jugar a vestirse, ¿eso todavía cuenta en el Día de Camden y Ellie de Diversión? Él sonrió. —Más que nada. Una luz atrapó mi ojo y ambos nos volvimos para ver. Una de las luces en la ventana del vecino se había prendido. —Oh, mierda —dije. Ahora que no estaba en las agonías de la pasión, se encendió que ser atrapada desnuda seria vergonzoso. Pero Camden se levantó rápidamente en sus pies y levantó un tronco de mimbre que se encontraba del patio. Trajo un par de mantas de lana, enredando una alrededor de su cintura y sosteniendo la otra para mí. No me miró mientras me ponía de pie o miró fijamente en lugares que no que quería que lo hiciera. Sólo enredó la manta alrededor de mi pecho y rápidamente recogimos la ropa del jardín antes de que causáramos una escena. Yo agarre la botella medio llena de vino, hice otra cara triste a la comida sobre cocinada mientras él apagaba la parrilla, y correteamos de vuelta a adentro.

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8 Traducido por Elle Corregido por Chachii

Antes

L

a chica odiaba la clase de educación física más que cualquier otra cosa. Aún cuando ya había llegado el décimo grado y había hecho unos cuantos amigos, ésta la asustaba como la

mierda.

Para entonces, la mayoría de las chicas de su clase sabían que había algo mal con ella. No sólo en el modo en que caminaba, sino que también habían averiguado que tenía algo que ocultar. Algunas le preguntarían qué había sucedido, otras preguntarían por qué siempre se cambiaba en el baño de las chicas en lugar de hacerlo junto a todas las demás. La joven siempre tenía una respuesta. A la primera pregunta, le diría a la gente que había sido atacada por un tiburón. Algunas veces era un oso. Otras, un trágico accidente de esquí en los Alpes Suizos. Siempre había una historia excitante que imaginar y la chica era buena mintiendo. La segunda pregunta era peor. Si admitía el accidente que le había provocado las cicatrices, esas horrorosas líneas rojas, ellos querrían ver. Así que ella les diría que era tímida o que iba contra su religión. Con lo desagradable que era la secundaria, eso iniciaría el rumor de que era una mojigata. Bueno, era mejor que el de ella durmiendo con Camden McQueen en noveno grado. Pero no importaba lo acostumbrada que estuviera a las preguntas, a los susurros y a las miradas, cada vez que llegaba la clase de educación física era un barril de nervios. No ayudaba que en décimo grado tuviera al Sr. Kane: alto, barrigudo e idiota, con un corte de cabello militar y el deseo de hacerle la vida imposible a cualquier chica. El Sr. Kane ni siquiera era d tipo adecuado para profesor de educación física, enseñaba leyes a los del duodécimo grado. Aun así, ahí estaba, ladrándole a las jovencitas que le hicieran flexiones o unas cuantas vueltas más alrededor de la pista. La chica odiaba correr. No era que no pudiera, pero era lenta y correr era peor que caminar. Tampoco podía practicar deportes como el fútbol o el hockey, nada que involucrara impactar sus cicatrices o requiriera mucho balance y giros rápidos. Consecuentemente, siempre era

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elegida de última cuando se trataba de hacer equipos para los deportes que podía jugar. En ese día particular hubo un juego de fútbol en el campo detrás de la escuela. Como había hecho muchas veces antes, fue hasta el Sr. Kane y le dijo que no podía jugar y que tendría que sentarse en la banca. Como muchas veces antes, el Sr. Kane se giró hacia ella con disgusto. —¿Otra vez Señorita Watt? —dijo con desdén sobre su tablilla sujetapapeles. Ella tragó con fuerza y odió cuánto tenía que probar su discapacidad cuando la mayor parte del tiempo intentaba ocultarla. —Sí. Sabe que tengo una discapacidad. —De hecho, no lo sé. Nunca recibí una nota de un doctor y tú luces bien. Estoy un poco cansado de estas excusas Ellie. Puedes caminar ¿cierto? Así que puedes jugar fútbol. Ella sacudió la cabeza y se mantuvo firme. —No es una excusa. No puedo. Podría lastimarme y no sería capaz de caminar por días. —¿Por qué el tipo tenía que ser tan idiota? ¿No podía darse cuenta de lo sincera que era? Para entonces unas cuantas chicas lo habían rodeado, chicas que deseaba que regresaran a chequearse el maquillaje lejos, por las líneas laterales del campo. Vicky y la joven tenían una frágil tregua, pero mientras pasaban los años, nuevas chicas malas tomaron las riendas de la escuela y no la ignoraron como Vicky lo hacía ahora. Estas chicas adoraban fastidiarla en cada oportunidad que se les presentaba. El Sr. Kane cruzó los brazos sobre su gordo estómago, una hazaña casi imposible. —Para serte honesto, creo que no te das el suficiente crédito. El fútbol nunca le ha hecho daño a nadie; tú misma te haces daño, y a tus notas, rehusándote a jugar. Tal vez deberías dejar de ser tan bebé y reunir suficiente coraje para jugar. Las chicas se rieron tontamente y el Sr. Kane pareció ridículamente pagado de sí mismo. La chica sintió la ira empujando por sus venas como si fuera un malévolo enjambre de abejas. —¡No soy un bebé! Tengo… —Una discapacidad, sí, lo sabemos. ¿Pero cuál sería esa? ¿Tiene nombre? —¡Sir Coja19! —gritó una de las chicas, sacando a relucir el tan odiado sobrenombre. La chica sintió deseos de pisotearle su bonita cabeza roja sobre el césped. Con los botines de fútbol. 19Sir

Limp A Lot: es un juego de palabras que combina un título de caballero “Sir” con el resto de la frase. También puede hacer referencia a alguien inmaduro.

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—¡Oye! Sé agradable —dijo el Sr. Kane sobre su hombro intentando lucir como un profesor diplomático y no un controlador idiota sexista. Miró a la chica—. Vamos, dinos qué es. Dime lo que te sucedió, dime exactamente por qué no puedes jugar y te dejo ir. Tenía sobre ella todos los ojos, mirándola expectantes, esperando por su respuesta. No podía decirles la verdad, decirles lo que le había sucedido realmente. Si lo hacía, avergonzaría a sus padres y ellos ya lo estaban. De todos modos nadie le creería. Nadie creería que sucedió cuando la habían atrapado intentando robarle a uno de los más poderosos señores de la droga de la Costa del Golfo. —Yo… —comenzó la chica, pero no podía encontrar la excusa adecuada, la respuesta correcta que los convenciera. Bajó la mirada, sus mejillas ardiendo. —Lo sabía —dijo alguien en el público—, probablemente es algo patético como que tiene una pierna más larga que la otra. —¡Ja! Patético —bromeó alguien más. Mientras miraba el suelo, pudo vislumbrar la sombra del Sr. Kane sacudiendo la cabeza suavemente, no le creía. —De acuerdo, entonces tendrás que jugar —le dijo, sonando lejos—, o suspenderás la clase. Ella quería gritar ―¡no puede hacer eso!‖, quería amenazar con demandarlo, reportarlo a la dirección del colegio. Quería hacer todas esas cosas y tenía todo el derecho para ello; hasta podría ganar. Pero quería ponerle fin a todo de una buena vez. Levantó la cabeza y miró a todos fijamente, sus caras comenzaban a borrarse con la fuerte luz solar. —¿Quieren ver? ¿Quiere ver por qué no puedo jugar? ¿Por qué tengo el nervio de la pierna dañado? —les gritó agudamente, su voz se partía por momentos. Todos, incluido el profesor, estaban petrificados en un silencio incómodo, como si tuvieran miedo a que la chica revelara que era algún hambriento dragón respira-fuego bajo la superficie, lista para devorarlos. La chica extendió su pierna derecha, y de un tirón, se levantó la pernera del pantalón hasta la rodilla. Todos jadearon. Algunos se cubrieron la boca. El Sr. Kane parecía asustado. La chica sabía cómo lucía su pierna, sabía lo que hacía una quemadura por ácido cuando cubría una pierna entera. Mantuvo sus ojos duros en todo el mundo, asegurándose de que lo vieran, asegurándose de que lo entendieran. Finalmente el Sr. Kane dijo: —Es suficiente Ellie. Estás exenta. Por favor, siéntate en las líneas laterales y observa el juego.

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El profesor dio media vuelta y se abrió camino entre las chicas, que todavía miraban con horror y disgusto, aun cuando la chica había devuelto la pata del pantalón a su sitio. Al menos ahora comprendían por qué se cambiaba de ropa en el baño, por qué nunca vestía pantaloncillos cortos en educación física, por qué llevaba pantalones a casi 40º de temperatura. Tenía que hacerlo. —Vamos niñas, o empezamos el juego o me dan cinco vueltas a la pista —ladró el Sr. Kane mientras descargaba los balones de fútbol—. ¡Ahora! Con eso, todas reaccionaron y se alejaron de la joven. Ella podía escucharlas susurrar unas a otras mientras se dispersaban, pero no quería saber lo que decían. Suspiró, su aliento temblando como una hoja, y se alejó hacia las líneas laterales. Se sentó en la banca y observó. Pensó que exponiendo la verdad y saliendo de clase tendría algo de alivio, pero eso sólo le trajo vergüenza. Había visto sus rostros, sus expresiones. La joven no era un dragón respira-fuego, pero era un monstruo de todas maneras.

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Ahora El acogedor cubrecama de franela nos envolvía, nuestras extremidades enmarañadas en su suavidad y en el otro. Después de que Camden y yo nos retiráramos a la casa, envueltos en mantas baratas de IKEA20, decidimos terminar la botella de vino y asaltar su alacena por algo que pudiera compensar la cena perdida. Nos conformamos con queso a la parrilla con salsa de tomate y albahaca. No era exactamente gourmet, pero después del sexo, realmente no nos importaba. Tampoco nos molestamos en vestirnos. Una vez terminada la cena, Camden decidió que aún tenía hambre y procedió a hundir su cara entre mis piernas frente al fuego recién hecho. El hombre tenía unas estupendas habilidades con la lengua, y esta vez, sin vecinos por los que preocuparnos, me dejé llevar, gritando su nombre en voz alta y agarrando su cabeza con cada espasmo. Naturalmente, le devolví el favor. No tuvo que preguntar; había estado esperando para tener su miembro en mi boca toda la noche. Quería una vista clara de él mientras lo chupada, observando sus hermosos ojos rodar mientras su cuerpo se rigidizaba a cada segundo. Como si eso no fuera suficiente para agotar a una persona, terminamos en la habitación para el plato principal. Nada lujoso, sólo la bien conocida posición del misionario. Las mujeres pueden burlarse de eso, pero les digo, cuando tienes una maquina completamente masculina de fuerza y puro músculo sobre ti, presionándote contra la cama mientras te atraviesa con sus ojos, no hay mejor sentimiento en el mundo. Para mí, el misionario se trataba todo sobre el ser tomada. Es por eso que probablemente me sentía tierna y vulnerable después. Yo no era de las que se acurrucaban, pero lo dejé sujetarme y presionarme contra su cuerpo desnudo, con su boca poniendo suaves besos en la base de mi cuello. Estaba loca, cansada y un poco adolorida de todas las escapadas sexuales, y con todo eso, sentí el pequeño tirón en mi vientre, el que produce mariposas y hace que tu corazón estalle. Una (de acuerdo, más de una) vez en la cama con este hombre y ya me estaba atando emocionalmente. Dejé escapar un largo suspiro y me acomodé en la suave almohada. Me dejaría sentir toda enamoradiza o lo que fuera por esta noche. Sólo por esta noche. Mañana tendría que apagar mi corazón y todo volvería a ser como siempre. —¿Aún te duele? —susurró Camden en mi pelo. Hice una pausa. —¿Qué? 20IKEA:

cadena de tiendas que vende artículos para el hogar.

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—¿Las cicatrices aún te duelen? Alcé la cabeza y la giré para enfrentarlo. Sus ojos tenían pesadas capas de lujuria y sueño inminente, pero eran curiosos y amables. Me mordí el labio, moviendo la mandíbula, debatiéndome el hecho de si debía o no meterme en una de esas discusiones. Decidí aceptarlo y decir la verdad. —Todo el tiempo —respondí suavemente. Sus ojos se arrugaron con tristeza en los bordes y me besó gentilmente en la frente. —Lo siento tanto —dijo. Asentí. —Yo también. Sintiendo el valor y la honestidad, tiré del cubrecama y le mostré la pierna. La había visto muchas veces esa noche, ya sabes, con toda la desnudez, pero sus ojos nunca se quedaron fijos en ella, nunca reaccionaron ni preguntaron. Ahora quería que la viera. Sostuvo su mano sobre mi pierna; me tensé, no sabía lo que haría. Puso sus dedos suavemente sobre las cintas que iban desde mi talón, pasando por mi pantorrilla, hasta la rodilla y los trazó con gentileza. Me estremecí con el toque, el sensible tejido cicatrizado me hacía sentir todo hasta el mismo hueso. —¿Duele cuando hago esto? —preguntó, moviendo los dedos arriba y abajo. —No —dije, apenas era capaz de hablar. De hecho se sentía agradable, lo suficientemente placentero como para erizarme los pelos de la nuca. Nunca había dejado que nadie las tocara, excepto un doctor esporádicamente. —Es como el arte, Ellie —dijo con suavidad y me miró. Sus ojos parecían húmedos a la luz ambarina de la lamparita de noche. —¿Arte? —Como pintura abstracta. Puedes encontrar arte y belleza en todo si miras con atención. Pero tu belleza está frente a ti, mirándote fijamente. Tragué con fuerza, sentía la garganta gruesa. Me regaló una pequeña sonrisa y luego me puso el cubrecama por encima. —Vamos, debemos dormir un poco —dijo, inclinándose y apagando la lámpara. La habitación se puso oscura pero mi corazón estaba brillando. ***

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A la mañana siguiente me levanté al amanecer, percatándome de lo preocupado que estaría el tío Jim. Mi teléfono se había muerto durante la noche y probablemente se preguntaba por qué mi coche aún estaba frente a su casa. Me vestí deprisa, sintiéndome diferente a la temprana luz del día. La noche anterior había sido divertida, pero diversión era todo lo que sería; todo lo que podía ser. —¿Seguro que no te quieres duchar aquí? —preguntó Camden mientras se apoyaba contra la puerta, observándome alisar el cabello—. Te puedo hacer el desayuno. Tortillas mexicanas con montones de pimienta. —Lo haría, pero probablemente el tío Jim sea un desastre de preocupación. No te importa llevarme, ¿cierto? Sacudió la cabeza y pronto estuvimos en su jeep, sobresaliendo por la calle principal. Todo lucía pacífico antes de que abrieran las tiendas, como si nada malo pudiera suceder en este pueblo de palmeras bien dispuestas y brillantes edificios. Pronto estuvo aparcando en la entrada al lado de José y supe que el tío Jim le echaría un buen vistazo. Ya podía sentir su desaprobación irradiando desde el estuco. Camden miró hacia la casa con cautela, tal vez percibiendo mi vibra nerviosa, se inclinó hacia mí y sonrió. —Bueno, pienso que es seguro decir que anoche fue el más entretenido Día de Diversión de Camden y Ellie. Creo que nunca me divertí tanto, punto. —Ciertamente marca un record —le dije. Odiando las despedidas, le di un rápido beso en los labios. —Así que, ¿te quedarás por un tiempo? —me preguntó, luciendo esperanzado y precioso. Realmente trabajaba duro en arruinar mi resolución. —Eso creo. Al menos por unos días —le dije, cuidando mis palabras. Todo comenzaba a contar ahora—. Tengo unos amigos cerca, puede que les haga una visita, o tal vez a otros pueblos si no puedo encontrar trabajo aquí. Arrugó el ceño. —¿Tanto necesitas un trabajo? Sonreí torpemente. —¿Quién no necesita un trabajo? De todos modos, gracias por este adorable tiempo y la diversión, espero que disfrutes tu falda escocesa. Me dio una mirada cómica y no tenía nada que ver con lo que había dicho. —¿Te puedo llamar? ¿O tengo que adivinar tu correo electrónico otra vez? No puedo creer que todavía uses la misma cuenta desde la preparatoria.

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—Bueno, todo se ha consolidado en una sola. —Pero le di mi número de teléfono y le dije que me llamara. No estaba segura de si era o no un error, pero tal vez mantenerme al tanto de su paradero me ayudara a largo plazo. Desvié la vista hacia la casa y vi que las cortinas se corrieron. El tío Jim estaba despierto. Miré a Camden avergonzada. —Mejor me voy. Tomé mi bolso, de pronto muy consciente de que estaba caminando el sendero de la vergüenza, y me apuré hacia la casa. Viendo que aún esperaba en el jeep, lo saludé con la mano, luego abrí la puerta y entré. Me recosté contra ella y no respiré con alivio hasta que escuché al jeep alejarse. Entonces chillé. El tío Jim de pronto apareció frente a mí. —¡Jesús, me asustaste! —jadeé, me puse una mano en el pecho, mi corazón golpeaba violentamente. Él cruzó un brazo sobre su camisa de mezclilla y bajó la cabeza con impaciencia paternal. —¿Dónde estabas anoche? —Te lo dije, estaba fuera. Aplicando para trabajos —le dije, acomodando mi camiseta y evitando sus ojos. No es que no pudiera mentirle (podía mentirle a cualquiera) pero no quería ver su desaprobación. —¿Sin tu coche? —Ehm, sí —le dije, pasándolo. Puse el bolso en la mesita y abrí la heladera. Seguía habiendo sólo mostaza. —Ellie, no me importa si estás con el chico McQueen o no —explicó con un suspiro—. De veras que no. Sé que sabes cómo cuidarte, eres una de las mujeres más fuertes que conozco. Rodé los ojos y me alegré de que sólo el pomo de mostaza pudiera verlo. Ya no me sentía tan fuerte ahora que ―el chico McQueen‖ se había metido bajo mi piel. Siguió. —Solo estaba preocupado. Pensé que… tal vez te había pasado algo. Cerré la heladera y me recosté contra ésta para enfrentar a mi tío, soplando una hebra de pelo en mi rostro. —Estoy bien. ¿Ves? Y acabas de decir que soy la mujer más fuerte que conoces.

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—Dije que eras una de ellas. Y… no estoy preocupado de ti y el hijo del alguacil. Estoy preocupado por ti. Sobre la gente de tu pasado. Por el tipo de problema en que te metes. Ladeé la cabeza. —¿Gente de mi pasado? ¿Cómo quién? Movió una mano restándole importancia. —Oh, nadie. No sé quiénes son las personas de tu pasado. Sólo sé que tienes un pasado y este siempre alcanza a la gente. Tenía que admitirlo, me estaba poniendo nerviosa. No es que no pensara en esto a menudo. Cuando vives tu vida estafando a la gente, robándoles y haciendo enemigos, tiendes a un caso gigante de paranoia y ansiedad con el que tienes que cargar. Es en parte la razón por la que me enganché en Ativan, pero luego mi cerebro comenzó a confundirse y perdí muchas de mis habilidades. Habilidades que necesitaba. Pero no podía temer todo el tiempo. Siempre había tomado precauciones. Algunas de mis estafas habían sido bajo ciertos tipos de nombres y ciertos tipos de personas. Tenía una colección de pelucas realistas, lentes de contacto y loción de auto bronceado. Sabía trucos de maquillaje que hacían lucir más ancha o más delgada a mí nariz; podía cambiar mi apariencia con solo manipular mis cejas. Nadie conocía a Ellie Watt. A excepción de la gente de este pueblo, gente como Camden, nadie me conocía a mí. Ni siquiera Javier sabía mi nombre real; me conocía como una súper atractiva y bronceada rubia llamada Eden White, y sí, elegí lucir y sonar como una estrella del porno a propósito. —Estoy bien, de veras —le dije, deseando sonar más confiada—. Ellie Watt es una apuesta segura con una hoja limpia. Arrugó las cejas antes de dirigirse al tarro de café. —Seh, bueno, espero que ella lo mantenga de ese modo. Por el bien de ambos. *** Ese día, más tarde, estaba caminando por el Parque Nacional de Árboles de Josué y planeando exactamente lo que temía el tío Jim: problemas. Para ser honesta, sólo me metería en problemas y mancharía mi nombre si me atrapaban. Y no planeaba que lo hicieran. No era tan impulsiva como solía ser; me arriesgaba, pero únicamente cuando las probabilidades eran buenas y estaban a mi favor. A Camden le gustaba, confiaba en mí. Nunca creería que era yo quien lo estaba estafando. Tampoco podía creer que seguiría adelante con el plan. Eso tenía que contar para algo. Había un calor de mil demonios en el parque y las dos de la tarde era probablemente la peor hora para una caminata, pero había algo en los alrededores que me calmaba. El cielo estaba increíblemente azul, como

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pigmento de pintura; había visto un color similar en el brazo de Camden. Las piedras eran suaves y redondas como sus hombros. Los cactus y artemisas me recordaban su barba incipiente, y los imponentes árboles Josué, el modo en que se elevaban sobre la tierra… bueno, todo. Suficiente decir que, aunque había venido para aclarar mi cabeza, mis pensamientos volvían a Camden una y otra vez. Pasa de esta noche y luego te vas, me dije a mí misma, pateando uno de esos matojos rodantes. Tenía que continuar repitiéndomelo o comenzaría a perder el valor. Ese era todo el problema con eso de ―conoce a tu objetivo‖. Hacía las cosas tan fáciles como difíciles, todo al mismo tiempo. Aunque seguía pensando en nuestras relaciones sexuales; en las cosas hermosas que me había dicho; en el modo en que conocía a la persona que yo había sido y no parecía importarle, era inútil hasta el punto de pensar en un futuro para nosotros. Camden podía haberme conocido como una renegada en la preparatoria, pero no como una criminal. No sabía las cosas que había hecho y jamás podría saberlo. Entonces, ¿qué se suponía que hiciera? ¿Juntarme con él y vivir una mentira? Lo había hecho con Javier y apenas había salido con vida. Era muy duro vivir una mentira; no creía que fuera posible compartirla con alguien también. A la dulce sombra de un peñasco puse mi trasero sobre una roca y saqué el bloc de notas y el bolígrafo. Necesitaba pensar con inteligencia y seriedad. No quería empacar y marcharme en la noche, ya que mi plan original era pasarme en el pueblo unos días más. Después de todo, sería tremendamente sospechoso si de pronto me marchara al mismo tiempo del robo, pero tenía que tomar precauciones, y eso se traducía en salir pitando del pueblo si tenía que hacerlo. Quería entrar a la casa a mitad de la noche. Sabía que Camden estaba cansado por habernos despertado tan temprano esa mañana y por la resaca de vino que ambos teníamos. A las dos de la mañana era probable que estuviera dormido profundamente, así que escogí las cuatro como mejor opción. Sólo cosas sórdidas ocurrían a las cuatro de la mañana. Entraría por la puerta principal, forzar la cerradura sería fácil. Luego entraría en la oficina y llegaría a la caja fuerte. Había reunido varias combinaciones de números que pensaba serían buenas opciones. Si no funcionaban, podía escoger entre marcharme o tentar mi suerte y probar a forzar la caja fuerte. Escuchar esos puntos de contacto requería mucho tiempo, y eso era algo que no tenía a mi favor. Pero había prestado atención a Camden la noche anterior, aún estando borracha. Mi cerebro siempre estaba almacenando cosas. Después

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de probar 007, 311, 911, 411, 187 y 666 (algunos de los números de tres dígitos que se recordaban con mayor facilidad), había intentado con su cumpleaños (11/6), el cumpleaños de su hijo (3/10), el código del área (760) y hasta los últimos dígitos de su matrícula (299). Luego había hecho combinaciones de su número de la suerte favorito (5) y los números de su teléfono. Sí, había encontrado un montón de información trivial sobre Camden durante nuestro día de diversión. Por suerte era el tipo de los que hablaban y me dejaban hacer las preguntas. Lo cual, en retrospectiva, encontré un poco raro. No me había visto desde la preparatoria, y más allá de preguntarme cómo estaba el tío Jim, qué canción estaba tatuada en mi brazo y la excusa de ―He estado haciendo trabajos raros‖, no me había preguntado nada sobre mí. ¿Es que no era un poquito misteriosa para él? ¿No estaba para nada interesado en lo que había hecho en los últimos ocho o nueve años? Tal vez estaba siendo cortés. Sabía lo defensiva que podía ponerme con los detalles más pequeños. Decidí olvidar eso y agradecer que hubiera dejado el interrogatorio fuera del asunto. Como dije antes, no tendría problemas en mentirle, pero eso no quería decir que me gustara hacerlo. Había llenado el bloc con un rudimentario mapa de su casa y potenciales peligros cuando mi teléfono sonó, interrumpiendo el sonido de las palomas y las cigarras. Lo pesqué del bolsillo. Era un mensaje de Camden. Oh chico. Oye, me preguntaba si querías ver un espectáculo conmigo esta noche en San Bernardino. Sé que es un poco lejos pero esta banda es realmente buena. Creo que te gustaría. Comienza a las diez. Fruncí los labios, deleitándome con esta cadena de acontecimientos, y le respondí. Aw, ¡lo siento! No puedo, decidí ponerme al día con un amigo en San Diego. Estoy a punto de irme. Será solo por esta noche, así que ¿tal vez mañana podamos vernos y tomar algo? Diviértete en el espectáculo. Presioné enviar y esperé. El aire parecía más caliente cada segundo que pasaba y mis vaqueros se sentían como una sauna para mis piernas. No pasó mucho tiempo antes de que respondiera. Vaya, San Diego. Es un largo viaje. Espero que tengas cuidado. Tráeme algo de esa brisa marina para mí. Nos hablamos pronto. Camden. Me pareció lindo que firmara con su nombre y exhalé con alivio, levantando la cabeza hacia el cielo. Estaría en San Bernardino toda la noche. Eso estaba a una hora de distancia más o menos, lo que significaba que se habría ido a eso de las nueve y no estaría de regreso hasta pasada la medianoche como mínimo. Tenía tres horas para hacer esto. Le iba a robar a Camden McQueen.

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9 Traducido por munieca Corregido por Nats

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esafortunadamente, mentirle a Camden también significaba mentirle a mi tío. Sus historias tenían que coincidir porque cuando el hijo del sheriff fuera robado, todo el pueblo iba a

saberlo.

Cuando volví a la casa árbol de Josué, hice las maletas y le dejé una nota. Estaba en algún lugar en los campos de dátiles y no tenía tiempo para darle caza. Además, me sentía mejor mintiendo sobre papel que a la cara. Básicamente, le dije lo mismo que le dije a Camden, que me iba a San Diego por la noche a ver a mi amiga Cindy. Lo sé, lo sé. Cindy es totalmente el nombre de la chica que te inventas en tu coartada. Pero en realidad tenía una amiga que se llama Cindy en San Diego, y ella era una de esas personas que me debía a lo grande. Digamos que hice un montón de eco-terrorismo a su nombre y su casa estaba invadida por conejos y perros que liberamos de una clínica de ensayos con animales. Dejé la nota sobre el mostrador y me hice prometer que en cuanto tuviera dinero extra, me aseguraría de que la mostaza en la nevera del tío Jim nunca más estuviese sola. El hombre trabajaba muy duro, y en su propia manera, era demasiado generoso para estar perdiéndose las cosas buenas de la vida. Puede que no quisiera caridad, pero estaba segura de que iba a conseguirlo de alguna manera. A eso de las cuatro de la tarde, aceleré a José y quemé las llantas en la calle sin salida. Si mi tío escuchó mis ruedas en los bosques, entonces la hora tendría sentido. Tomé a la izquierda en la carretera y me dirigí al centro comercial en Cabazon. Tenía un par de horas que matar y ese lugar era tan bueno como cualquier otro para perderse entre la multitud. Habría sido más divertido si tuviera unos cuantos dólares extra para gastar, pero con mis últimos veinte de ir a cenar y la gasolina, estaba en la ruina. Perdí mi tiempo paseando por las tiendas y asomándome por las ventanas, maltratadas por el viento implacable que se extendía por la I-10 y que mantenía a las turbinas gigantes girando. Teniendo en cuenta que siempre estaba consignada a pantalones o leggins, nunca había estado demasiado interesada en la moda de todos modos. Llevaba lo que tenía y

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me sentía cómoda con mi uniforme de jeans, bonitas/provocadoras blusas, y botas. Cuando me aburrí de las vidrieras, me fui y me senté en mi auto con mi moribundo Kindle , su batería parpadeando CÁRGAME por una hora. Entonces, cuando fue el momento adecuado, me metí un par de píldoras kava para matar mis ardientes nervios y me dirigí de nuevo a Palm Valley. Esta vez mi banda sonora fue del álbum Sunset Mission de Bohren& Der Club of Gore, una banda de jazz de terror alemán que era todo instrumental. Tan tonto como parecía, escucharlo no sólo me calmó, sino que me hizo sentir como una femme fatale en el cine negro. Era parte de mi ritual pre-estafa. Me hacía interpretar al personaje del estafador. Me hacía dueña de mi falta de moralidad. Por supuesto, cuando lo veía todo en mi cabeza, mi pelo negro estaba enroscado en una elegante melena y usaba lápiz labial rojo. También bebía whisky en las rocas mientras me ponía manos a la obra. Oye, cualquier cosa que te prepare para el trabajo. A unas cuadras antes de la tienda de Camden, me salí por una calle lateral y bajé dos bloques. Subí otro y aparqué el coche al lado de un pequeño parque de perros. Si me hubiera ido al otro lado de la calle y a través de un terreno baldío, habría estado en su calle, y su casa estaría a tres puertas más abajo. Fue un feliz día cuando Google Maps con Street View llegó a nuestras vidas. Apagué el motor y pasé algunos momentos mirando la oscuridad. La calle estaba totalmente vacía y muy tranquila teniendo en cuenta que eran sólo las nueve y cuarto de la noche. Eso bien podría ir a favor o en contra mía. Cuando no había mucha gente alrededor, si alguien te veía, eras más fácil de recordar. Dicho esto, había una mayor probabilidad de no ser visto. Estaba preparada, sin embargo. Alcancé el asiento trasero y saqué una gorra de béisbol azul y un par de guantes finos. El resto de mi cuerpo estaba vestido con vaqueros negros y una camiseta negra de baloncesto de manga larga para ocultar cualquier signo de feminidad. Metí mi bloc de notas en el bolsillo trasero de mis jeans y quité las llaves del coche. En el extremo del llavero tenía una pequeña y desgastada llave Allen de confianza, además de un alfiler enderezado y un clip, ambos lo suficientemente fuertes como para manejar la cerradura de cinco pines que mantenía a salvo la casa de Camden. La única otra cosa que tenía era una bolsa reutilizable Safeway que estaba metida en mis botas. Iba liviana. Era más fácil así. Después de tomar una píldora más e inhalar profundamente varias veces, dejé a José tan casualmente cómo fue posible. Lo último que quería era estar espiando y ser espiada. Actué sin premeditación, como si viviera por aquí, pero aun así cerré la puerta silenciosamente. Caminé con

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facilidad por la calle y crucé el terreno baldío lleno de arena, roca y maleza seca. Sólo... dando un paseo. Nada que ver por aquí. Una vez llegué a la calle de Camden, caminé con el mismo objetivo. Sólo era una amiga, una amiga haciéndole una visita y, oh mira, no estaba en casa. Sonaba muy sencillo cuando lo decías así, pero a una casa de distancia, estaba empezando a ponerme muy nerviosa. Nerviosa del tipo vomitar mis tripas. Pensándolo bien, del tipo de todos los nervios. No podía arruinarlo. Pasé por el pintoresco bungaló blanco de su vecino (por suerte no con el que tuvimos un encuentro cercano la noche anterior) y de repente ahí estaba yo. A pesar de que había mantenido la luz encendida del garaje y de la cocina, su jeep no estaba. Tenía tiempo más que suficiente ahora, debía recordarme eso. Eché un rápido, casual vistazo al entorno antes de ir a la puerta principal. Como pensé, se mantuvo a oscuras y no tenía sensores de movimiento. Sin embargo, mantuve mi cabeza baja, por si acaso había una cámara montada en alguna parte. Era muy poco probable, pero mejor paranoica que muerta. Cuando miré a la carretera, estaba desierta y sonreí al seto de rosas del desierto que me mantenía oculta de los ocasionales coches pasando por la calle principal. Me puse a trabajar en su cerradura. Todas eran de cinco pines y la suya era una Kwikset, la más genérica que puedes conseguir. Normalmente, el abrir la cerradura con ganzúa llevaba un montón de tiempo y paciencia, pero crecer con una familia de estafadores que te daban más cerraduras para practicar que Barbies o Legos lo hacía fácil. Elegí mi fiel llave Allen del llavero, y con tanta naturalidad como alguien que acaba de poner la llave de su casa en su cerradura, la inserté. Me tomó sólo unos segundos localizar a la primera todos los pines para la llave de aguja y empujar hacia arriba, más allá de la línea interior escarpada. El cilindro giró y la puerta se abrió con facilidad. Sabía que no habría ninguna alarma estallando ya que no tenía sistema, por lo que rápidamente cerré la puerta, sin bloquearla, y me arrastré hasta la oficina. A pesar de que sabía que no estaba en casa, lo mejor era callarse de todos modos. Era una costumbre que no me gustaba romper. Su oficina estaba fría a estas horas de la noche y había una pequeña lámpara encendida en la esquina, dándole a la habitación un misterioso resplandor. Di una vez más un repaso rápido, intentado ver si había algo más de valor. Mis ojos vacilaron en la computadora cuando pensé en ir a través de sus archivos, pero ya estaba invadiendo su intimidad lo suficiente. Además, sabía todo lo que necesitaba saber sobre Camden McQueen. Cualquier otra cosa podría trabajar en mi contra.

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Abrí las puertas del armario y me puse en cuclillas frente a la caja fuerte. Giré el dial a cero, entonces empecé a ir a través de los códigos que se me ocurrieron. Intenté con los sospechosos habituales, luego su cumpleaños, luego el de su hijo. Traté con su número de placa, luego el código de área. Intenté más, y más, y más cosas. Nada funcionaba. Después de unos treinta minutos, el sudor ya acumulándose en mi frente, estaba a punto de intentar abrir la caja fuerte a través de los métodos más duros y más tediosos, cuando tuve una idea increíblemente vana. A Camden solía gustarle... un montón. ¿Cuáles eran las probabilidades de que escogiera mi cumpleaños? Tenía un solo dígito como día de nacimiento y un mes de doble dígito, por lo que funcionaría. Giré el dial a uno. Luego al dos. Luego al nueve. La caja fuerte se abrió. Mierda. Camden había utilizado mi cumpleaños como su código. No sabía si sentirme halagada o aterrada. Me decidí por este último, ya que cualquier pensamiento acerca de lo primero sólo me detendría. Tenía que mantener la concentración y seguir adelante. Estaba muy metida llegados a este punto. Y no importaba. Vine aquí a hacer lo que tenía que hacer. Poco a poco abrí la puerta de la caja, y con el corazón en la boca, miré dentro. No había nada más que dinero en efectivo en bolsas Ziplock. Algunas con notas, todas las demás con billetes de cien dólares. Había por lo menos veinte mil dólares apilados en la caja fuerte. Era una cantidad obscena y casi se me hizo la boca agua al verlas, lo que era genial ya que mi lengua había empezado a pegárseme en el paladar. Originalmente, iba a tomarlo todo. Era la única forma de hacer que el robo pareciese natural. Pero tal vez si tiraba un par de bolsas en la puerta, como si se me hubieran caído durante la huida, podría hacer que pareciese un accidente. De esa manera todavía lo dejaría con algo. Quiero decir, le serviría de lección por mantener esta cantidad de dinero en la caja fuerte. ¿Qué, no confiaba en los bancos? Inhalando profundamente y con manos levemente temblorosas, saqué la bolsa Safeway de mis botas y comencé a acumular el dinero en pequeños grupos. Estaba tan absorta ordenando la bolsa y haciéndola tan discreta como fuera posible, envolviendo el exceso de plástico sobre sí mismo, que no oí la puerta abrirse. Lo único que escuché fue un sonido que nunca olvidas. El sonido del seguro de una Magnum siendo retirado.

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El inconfundible amartillado de un arma de fuego. Hizo eco alrededor de la pequeña habitación a cámara lenta, mis acciones reflejando su ritmo. Cuando sabes que tienes un arma apuntándote, todo se mueve un poco más lento. Volví la cabeza en dirección al sonido, sabiendo que era una jugada arriesgada. Vi una cegadora linterna iluminando mi cara, mis manos, mi bolsa con su dinero, y la caja fuerte abierta y vacía. Vi su silueta en la puerta, apenas iluminada por la lámpara de la habitación. Vi el brillo en sus ojos y el brillo de su sonrisa a juego mientras apuntaba a mi cara. —Te tengo —dijo. Sus dientes destellaron blancos.

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10 Traducido por Mel Cipriano Corregido por Violet~

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staba sin aliento. Sin palabras. Inmóvil. Sólo podía mirarlo fijamente, mirar a Camden McQueen mientras sostenía la pistola como si fuera una extensión de su brazo. Esto tiene que ser una pesadilla. Esto no puede estar pasando. Él no estaba en su oficina, encontrándome infraganti mientras le robaba. —Pon la bolsa en el suelo, Ellie —dijo, su voz sin emociones. Con la luz cegándome no podía ver la expresión de sus ojos. No sabía cómo jugar a esto—. Pon la bolsa en el suelo, y luego ponte lentamente de pie, con tus manos en el aire. Traté de tragar, pero no pude. —Camden, yo… —Cállate. Sólo. Cállate. Coloca la bolsa en el suelo. Ponte de pie lentamente. Tus manos en el aire y enfréntame. Maldición, no podía moverme. —¡Ahora! —gritó, la rabia sacudiéndose. Su voz agitada hizo que la sensación volviera a mis miembros. Puse la bolsa en el suelo, levanté las manos, y poco a poco me puse de pie. Me volví hacia él, entrecerrando los ojos por la luz de la linterna. Oí el sonido metálico de unas esposas y le vi sacar un par de su bolsillo trasero. Oh, mierda. Las levantó en el aire. —Ahora esto es lo que vamos a hacer. Te vas a dar la vuelta y a poner las manos detrás de tu espalda. Entonces te voy a esposar. No te atrevas a intentar cualquier cosa divertida porque acabo de cargar esta arma. Las balas están dispuestas a salir. No tengo ningún problema en dispararte si no cooperas. Tal vez en la otra pierna para hacer las cosas mejor. Las lágrimas pinchaban en mis ojos. Sorprendida no era la palabra correcta. No transmitía lo suficientemente bien lo que estaba sintiendo.

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Nada de esto tenía sentido. Este no era el Camden que yo conocía. No sabía quién diablos era este. Era aterrador. —¿Eres un policía encubierto? —le pregunté, levantando mi voz desde el suelo. —Date la vuelta, Ellie. Incliné la pistola para hacer un punto. El siguiente punto implicará tirar del gatillo. Hice lo que me dijo. Mientras caminaba hacia mí, pensé en mis posibilidades para salir de esto. Podía tener una oportunidad. Podía predecir dónde estaba su arma, girar y golpearla fuera de sus manos. Podía agacharme y patearlo en la espinilla. O en las pelotas. Cualquier cosa que le hiciera soltar el arma, cualquier cosa para invertir los papeles. Pero yo nunca antes le había hecho eso a alguien con un arma cargada. No confiaba en mi tiempo de reacción. No podía contar con mis extremidades para hacer el trabajo. Era un riesgo demasiado alto, y yo ya había tomado muchos. Lo sentí detenerse detrás de mí, su aliento haciendo cosquillas en la parte trasera de mi cuello. Ya no era erótico, era horrible como el infierno. Sus manos fueron a las mías y lentamente colocó las esposas frías sobre mis muñecas. Cuando se cerraron, fue el sonido de la derrota. —No, no soy policía —dijo en mi cuello. Su voz era tan llana, tan inhumana, que bien podría haber sido un robot—. Sólo soy un artista de tatuaje. Sólo soy un tipo que solía estar enamorado de una chica. Sólo un tonto que ha sido engañado demasiadas veces antes. Sólo soy un hombre que finalmente obtiene su venganza. —Eres un monstruo —escupí. Él se echó a reír, frío y fuerte. Puso su mano alrededor de mi garganta y apretó con fuerza. Mi tráquea tan aplastada que apenas podía respirar. —¿Alguna vez te miras al espejo? —preguntó, alzando la voz—. ¿Te gusta lo que ves? Luché por respirar, tratando de retorcerme bajo su mano, pero esto sólo le hizo apretar su agarre. Esos maravillosos y fuertes dedos serían la muerte para mí. —He hecho una suposición sobre ti —dijo, con la voz tranquila de nuevo—. Y no me equivoqué. Si yo soy un monstruo, entonces tú debes ser la creadora de todos ellos. Eres mi doctor Frankenstein. Y así, de repente me soltó. Me agaché, tratando de tomar aire en mis pulmones doloridos, tratando de pensar más allá de la quemadura en mi garganta. El corazón me latía tan fuerte que era casi sordo.

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—Ven aquí —dijo, y me agarró por el codo. Me tiró rudamente en la silla del escritorio donde mis manos estaban aplastadas contra el asiento. Con la pistola todavía en mí, se agachó y recogió la bolsa de Safeway—. ¿Sabes? Si necesitabas dinero, podrías sólo haberlo pedido. —Su voz era un poco más suave ahora—. Te lo habría dado sin hacer preguntas. —¿Por qué? —Mi sombrero cayó al suelo desde mi cabeza, y el cabello oscureció mi visión. Se acercó, dejando la bolsa en la mesa y se puso en cuclillas delante de mí. A través de los mechones de pelo, sólo podía ver el brillante cañón de la pistola en su mano. —Porque eso habría significado que has cambiado. Que encontraste la decencia de ser honesta. Te habría recompensado por ello. Ser arrestada, esposada, y apuntada con un arma, no era el mejor momento para estar molesta por cosas que están fuera del panorama. Pero no pude dejar de gruñir ante su tono condescendiente. —¿Cómo lo supiste? —pregunté con frialdad—. ¿Cómo sabías que iba a estafarte? Él sonrió. Hermoso. Malvado. —Porque en el momento en que te dije que era exitoso, en el momento en que viste mi tienda, en el momento que viste el dinero que traía, pude ver la misma mirada en tus ojos, esa que le dabas a las chicas populares de la escuela. La misma que les diste ese día en la cafetería cuando te volviste hacia mí. El día que me humillaste. La mirada que decía ―oportunidad‖. —¿Así que me has tendido una trampa? —Era demasiado para soportarlo. No podía creer que Camden había estado jugando todo este tiempo. —Sí, lo hice. Tenía la esperanza de que fracasaras. Esperaba quedarme en el sofá toda la noche y nunca oírte irrumpir en mi casa. Esperaba que me demostraras que estaba equivocado, que yo te gustaba por mí. Pero tenía razón. Joder, Ellie. Nunca he odiado estar en lo correcto antes. Eres una estafadora. Una mentirosa. Una ladrona. Un alma irredimible. No puedes ser reformada. No puedes ser salvada. Vas a morir en el intento de hacer que el mundo pague por lo que te hizo. Y te vas a morir sola. Mi corazón se encogió ante sus palabras y el interior de mi nariz se volvió caliente. Las lágrimas habían vuelto. Él apartó el cabello detrás de mis orejas, y me estremecí ante su toque. Me observaba con curiosidad.

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—¿Lágrimas de cocodrilo? —preguntó con un movimiento de cabeza—. Tienes que estar bromeando. Tragué saliva. Una lágrima caliente corriendo desde la esquina de mi ojo. —Nunca ha sido más en serio en mi vida. —Bien. Yo tampoco. Se puso de pie y se inclinó sobre la mesa, sacando un animal de peluche que había estado escondido cerca de la pared. Era un oso de aspecto ridículo. Lo había visto antes, pero en realidad no lo había notado. Debo haber inconscientemente pensado que pertenecía a su hijo. —¿Ves esto? —preguntó, haciendo bailar al oso frente a mí. —¿Es de Ben? —Es una cámara de vídeo. Doble mierda. —Es una de esas cámaras para niñeras que se colocan en la habitación de tus hijos. Para atrapar a los bichos raros. No tengo que cuidar de Ben y probablemente nunca tendré que hacerlo, pero si alguna vez tengo que contratar a una niñera, haría uso de una de estas. No se puede confiar en nadie en estos días. —Me sonrió—. Así que la encendí a las ocho en punto. Ha estado grabando desde entonces. No importa a donde vayas o lo que hagas, tengo todo esto en la cinta. Estás acabada, Ellie. Te van a encerrar y tragarse la llave. Vas a seguir por el mismo camino que tu familia, excepto que no serás capaz de escapar. ¿Sabes? A veces te miro y veo esto... desesperación acorralada. —La frase salió de su lengua como el humo—. Piensa cuán acorralada estarás cuando vivas en una celda de la cárcel. Había tenido algunos momentos bajos en mi vida. Había tenido miedo a la muerte. Habían sacado la mierda de mí en dos ocasiones diferentes. He tenido mis dedos rotos una vez (un golpe pobremente tirado). Había sido humillada, engañada, tirada a un lado. Pero en ningún otro momento además de aquel en que había obtenido mis cicatrices, el momento que me puso en el camino en el que estaba, me he sentido tan asustada como en ese momento, sentada en la silla de Camden, esposada, con todo mi futuro descansando en las entrañas de un oso de peluche. Lo miré a los ojos y tomé aire constante. —¿Qué quieres de mí? —¿Qué es lo que quiero de ti? —repitió, poniendo el oso de nuevo sobre la mesa, frente a mí y fuera del alcance. Suspiré con fuerza.

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—Sí. ¿Qué es lo que quieres? ¿Me estás llevando con tu papá o sólo tienes ganas de torturarme un poco primero? Se apoyó contra la pared y se mordió el labio. —Yo tengo ganas de torturarla, señorita Watt. He estado esperando este momento durante mucho tiempo. Mi cara se arrugó con desesperación. —¿Así que albergas un resentimiento estúpido desde la secundaria? Sonrió con fuerza. —No hagas que suene trivial. ¿No has abrigado tú un resentimiento desde la secundaria? —¡Pero tengo razones! Él arqueó las cejas. Tenía los ojos opacos y brillantes como el cristal azul. —Oh, ¿en serio? ¿Crees que por tu pierna y tus cicatrices tienes derecho a castigar a la gente? ¿Robarles? ¿Engañar, estafar, y robar? ¿Crees que puedes usar eso para justificar lo que haces para ganarte la vida? —Tú no eras yo —dije apretando los dientes—. No tienes ni idea de lo que pasó. —Tengo una idea. Fuimos amigos una vez, sabes. —Caminó lentamente frente a mí, sosteniendo la pistola en la espalda como si estuviera absorto en sus pensamientos—. ¿Crees que mis cicatrices no existen porque no se pueden ver? Ese es el problema con el dolor, Ellie. Si tienes suerte, puedes usarlo para que todo el mundo lo vea. La mayoría de la gente tiene su profundo dolor interior, en lugares que nadie nunca ve. No hasta que es demasiado tarde. No tenía nada que decir a eso. En cierto modo, tenía razón. No tenía ni idea de qué tipo de cicatrices tenía y sólo porque no eran visibles, no significa que ellas no estaban allí. Quiero decir, el tipo estaba actuando un poco sádico y como un pequeño loco de mierda. Era evidente que estaba sufriendo, mucho más de lo yo que había pensado. —Bueno —dije lentamente, lamiendo mis labios secos—. No sé qué decir, excepto que lo siento. Se detuvo en el medio de la habitación. —¿Perdón? —Dije que lo siento. Lo siento. Lo digo en serio, lo siento, te he hecho daño. —Sentí como un río se abría en mi garganta—. Yo... no era mi intención. Era una idiota en ese entonces. Era una perra, yo... yo era débil. Quería gustarle a los demás. Nunca le había gustado a nadie y yo sólo quería ser normal.

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—Me gustabas —dijo en voz baja. Abrí la boca, pero él continuó—: Pero creo que no era lo suficientemente normal para ti. Mi pecho se volvió hueco por el dolor en sus ojos. —No es eso, simplemente no supe apreciar tu amistad. Fuiste mi primer amigo. En serio, el primero. No tenía a nadie antes de ti, excepto a mis padres, y cuando la cosa con mi pierna pasó... no podía confiar en ellos nunca más. Quería confiar en ti, Camden, realmente lo hacía. Pero luego pensé que si te gustaba, entonces había algo mal contigo. Y que ibas a lastimarme. —Así que me lastimaste en primer lugar. —Sí —le dije sin aliento. Asintió con la cabeza. Parecía entenderlo. —Entonces, ¿por qué trataste de robarme justo ahora? Mierda. —¿Por qué —continuó y empezó a caminar de nuevo—, hiciste un plan y me estafaste? ¿Por qué ahora? ¿Por qué yo? —Se ahogó en sus últimas palabras como si estuviera tragando un hueso—. ¿Por qué trataste de joderme otra vez? Mis manos se convirtieron en puños detrás de mi espalda, mi cuerpo instintivamente recogiendo los destellos de rabia que comenzaban a fluir a través de él. Huir o luchar. Instinto humano. A la luz opaca de la habitación, con sus tatuajes y el pelo salvaje, que se veía como si hubiera estado tirando de él toda la noche, parecía un loco. Sus ojos se movían adelante y atrás como un metrónomo21. —Me utilizaste —dijo con incredulidad—. Pretendiste que te gustaba, fuiste a mi show. Jodidamente le pagaste cien dólares a un idiota borracho para ser tu chivo expiatorio. No me mires así. El hombre se acercó a mí en el baño antes de salir. Me contó lo que decía la nota. Me acordé de la mirada oportunista en tus ojos y empecé a pensar en cosas que no quería pensar. Me han jodido demasiadas veces como para no ver las señales. Como para no saber cuando una mujer tiene algo bajo la manga. Y seguiste tu camino. Salimos en una cita. Tenía que saber, tenía que ver hacia dónde te dirigías. Fuimos a una cita y te acostaste conmigo. Me cogiste y me cogiste bien, y aún así fuiste hasta el final. Dices que eras una perra en la secundaria. Dices que eras débil y que sólo querías ser normal. Bueno, adivina qué. No eres normal. Eres definitivamente débil. Y no creo que jamás haya conocido a una perra más grande que tú.

21Metronomo:

aparato utilizado para indicar el tiempo o compás de las composiciones musicales.

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Bajé la vista hacia el suelo, tratando de mantener la calma mientras las flechas se lanzaban. Algunas habían rebotado en mí. El resto se enterraron en profundidad. —¿Hemos terminado? —dije con deliberación. Él suspiró y se apoyó contra la pared. Marcando el tiempo. Se sentía como una eternidad. —Sí, hemos terminado. He dicho lo que tenía que decir. Le eché un vistazo. —¿Te sientes mejor ahora? Inclinó la cabeza y pareció pensarlo. —Un poco. —Entonces, ¿qué sigue? ¿Qué planeas hacer conmigo? ¿Me estás llevando a la estación por ti mismo como el héroe de papá, o estás llamando a la policía aquí? ¿O es que ya están esperando afuera? Podría haber sido más agradable con él. Después de todo, él tenía la sartén por el mango y yo estaba totalmente a su merced. Pero no era el único que estaba mintiendo. Me condujo a una trampa. Cada cosa buena que dijo sobre mí, sobre mis cicatrices, no era más que un montón de mierda utilizada como cebo. Y déjame decirte, la mierda sabe exactamente como su nombre lo indica. —Bueno, lo que pase después depende de lo que tú elijas. No soy un total idiota, ¿sabes? Casi ruedo los ojos, pero la intensidad de su mirada me mantuvo inmóvil. —Está bien —dije—. ¿Cuáles son mis opciones? —Tienes dos. Tres, técnicamente. Pero no creo que quieras la tercera opción. Él estaba tratando de ser dramático. Estaba demasiado cansada para eso. —Entonces vamos a escuchar las dos primeras. —La primera opción es que vayas directamente a la cárcel. —No hay tarjeta de salida, ¿eh? Sacudió la cabeza bruscamente. Chico, si las miradas mataran, él no necesitaría esa arma en sus manos. —Esto no es un juego, Ellie. Sé que eso es a todo lo que estamos acostumbrados… —Está bien, está bien. Lo siento. Así que voy a la cárcel. Tú me llevas. —Correcto. Tengo más que suficiente evidencia aquí de tu pequeño robo. No sé cuánto tiempo darán para este tipo de mierda en estos días, y

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supongo que es una lástima que no estés armada, pero de todos modos, estoy divagando. Irás a la cárcel por mucho tiempo, eso es lo que sé. Estarás un tiempo. Obtendrás un registro de antecedentes penales. Nunca serás capaz de estafar a otra vez. —Lo tengo. —Y el nombre de tu familia se empañará aún más. Tu pobre tío Jim. Él va a tener un infierno con esto. Dios, espero que el pueblo entero no se vuelva contra él. En realidad no se ve bien albergar a dos grupos de fugitivos Watt. Entrecerré mis ojos, mi mandíbula tensa. —¿Cuál es la otra opción? —La otra opción es que me ayudes. Llevé mi barbilla al cuello. —¿Puedo ayudarte? ¿Ayudarte con qué? Dejó escapar un largo suspiro y golpeó el arma contra su pierna, mirando hacia el techo. —Eso podría explicarse mejor por la mañana. —Pero... pero, de acuerdo, así que, ¿qué pasa? No puedo estar de acuerdo para ayudarte si no me dices lo que es. ¿Qué va a pasar conmigo hasta mañana? El pánico comenzaba a transmitirse dentro de mis pulmones a una velocidad que incluso el Ativan no podía salvar. Su mirada estaba seca. —Oh, vamos, utiliza tu cerebro. ¿Realmente vas a elegir la cárcel si no te gusta eso para lo que necesito ayuda? Acabo de darte una salida. No importa cómo me puedes ayudar, lo importante es que tienes la oportunidad de hacerlo. Yo lo tomaría si estuviera en tu lugar. —No me gusta aceptar las cosas sin saber lo que estoy acordando — chillé. —Bueno, siempre está la opción tres. —Mis ojos se clavaron en su rostro. Él sonrió—. Puedo sólo dispararte en la cabeza. Voy a destruir la cinta, que se vea como defensa propia, y que mi padre se encargue de lo demás. La sala quedó en un silencio espeso mientras que procesaba lo que acababa de decir. Finalmente le dije—: No tienes las agallas. Eso es asesinato. —No se necesita valor para cometer un asesinato. Toma la estupidez y la pasión. Tienes suerte de que estoy sintiéndome muy inteligente ahora. Se acercó al interruptor de la luz y la encendió. Parpadeé con dureza ante la luz, sintiéndome más en el centro que nunca. ¿Desesperación

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acorralada? Sí, yo estaba segura de que estaba escrito en mi rostro, sangrando por todos sus poros. No tenía mucha opción. —Está bien —le dije con cuidado—. Te voy a ayudar con lo que quieras, con tal de que me prometas que no le harás daño, o lastimarás, o difamarás a mi tío de ninguna manera. Mis padres, no me importa. Pero deja a mi tío salir de esto. —Trato —dijo. Se acercó a mí y me levantó por los hombros. Mantuvo su férreo control y sus ojos recorrieron mi rostro, probablemente disfrutando de la desesperación acorralada. —Trato —le contesté. Enseñó los dientes en una sonrisa antes de inclinarse a mi oído. —Me perteneces, Ellie Watt —susurró. Las palabras sonaron como la puerta de una celda cerrándose. Detrás de mí.

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11 Traducido por Monikgv & Marie.Ang Corregido por Itxi

Antes

H

abía pasado un mes desde que la chica había mostrado sus cicatrices en la clase de gimnasia, y en ese mes, los rumores se habían propagado. No eran tan duros y crueles como lo habían sido cuando los niños no tenían nada más que decir, pero igualmente eran rumores. Algunas personas decían que había sido víctima de un experimento químico que salió mal, como Bruce Banner antes de que se convirtiera en Hulk, otros pensaban que su familia eran musulmanes extremistas y que había sido castigada por adulterio. Por supuesto, ninguno de los rumores tenían sentido. Por otra parte, ninguno era verdad. Pero en su mayor parte, la gente dejó de ser tan mala con la chica. En lugar de eso sólo había lástima. Una gran cantidad de miradas compasivas, algunos susurros, y la persona ocasional que se alejaba de ella como si tuviera algún tipo de enfermedad come carne. La chica sólo podía asumir que ese era algún otro rumor dando vueltas. Algunas veces, la chica se sentía más en paz porque los otros ya no le decían sobrenombres, pero otras veces se sentía como si hubiera sido abierta de golpe y expuesta para que todo el mundo viera. Con su admisión, su deformidad ahora le pertenecía a todos. No tenía mucho que mantener para ella misma. Al menos la chica se estaba sintiendo segura sobre su clase de fotografía. Le encantaba trabajar con la película antigua, pasar horas trabajando en el cuarto oscuro. La única cosa que no le gustaba era el hecho de que Camden McQueen estaba en su clase. Pensaba que después de que lo ignoró completamente por un año, se rendiría de tratar de hablar con ella y ser su amigo. Pero no parecía saber cuándo renunciar y la chica estaba constantemente esquivándolo. Ese día, la clase tenía la presentación de sus asignaciones del final del semestre. Todos tenían que tomar fotografías basadas en su interpretación de la palabra justificación. La chica, pensando que era profunda e inteligente, había tomado fotos de uno de los vagabundos mendigando en la calle principal de Palm Valley. A medida que la clase fue

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invitando uno a uno a colocar sus trabajos en la pizarra decisiones, la chica se dio cuenta que no fue la única que inteligente. Cuatro chicos habían escogido no sólo a indigente, si no a la misma persona. El tipo seguro hizo extra ese día. La chica se acercó y pensó en de vista, diciendo que el vagabundo no tenía hogar y era pobre. Se circunstancias lo hacían aceptable. debía mucho.

y explicar sus pensó que era una persona mucho dinero

un tibio intento de explicar sus puntos se justificaba por sus acciones, porque le permitía pedir dinero porque las La sociedad lo había rechazado y se le

Después de unos alegres aplausos de sus compañeros y un gesto de aprobación por parte del profesor, la chica se sentó y miró el resto de las asignaciones seguir. Había otro compañero sin hogar, la imagen de un niño pequeño dándole una paliza a un gran matón, un Gran Danés comiendo comida para gatos. Luego era el turno de Camden. Todas las cabezas se volvieron cuando se acercó a la pizarra. Ahora con casi dieciséis años, Camden era más alto, casi dos metros. Caminaba alto, también, con sus hombros hacia atrás y su rostro hacia delante. Miraba a la gente a los ojos, retándolos a mirarlo. Y ellos lo miraban. Aún usaba su abrigo, aunque era un modelo más grande, y mientras que el maquillaje completo había seguido su curso, era partidario de un brillante delineador de ojos. Estaba pálido, como si estuviera en protección de testigos del sol, y sus pantalones eran de cuero ajustados, que ningún chico adolescente podría usar sin ser golpeado por ello. Ese día usaba una camiseta de The Cramps y la chica sonrió cáusticamente por el ataúd de dibujos animados, haciendo una broma en su cabeza de que probablemente dormía en uno. Camden caminó hasta el frente de la clase y miró a todos. —Buenas tardes —dijo con cierta formalidad—. Mi nombre es Camden McQueen. Unas pocas personas rieron, probablemente por su desafortunado sobrenombre de ―Camden la Reina‖. Continuó como si no los hubiera escuchado. —La asignación que se nos asignó resultó ser un desafío para mí. Al minuto que escuché la palabra justificación inmediatamente tenía un tema en mente. Pero, ¿capturar este tema en el estado de la palabra? Eso iba a ser complicado. A pesar de que la mayoría de la gente despreciaba a Camden, todos estaban inclinándose hacia delante y escuchando atentamente. Incluso la chica se sentía con una grata curiosidad por ver lo que tenía en mente. Eso fue hasta que sus ojos se dirigieron hacia ella. Y se quedaron allí.

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—Tuve suerte, sin embargo —dijo deliberadamente, sus ojos nunca dejaron los de ella—, una oportunidad se me presentó una tarde. Tenía un periodo libre y estaba vagando por los jardines con mi cámara. Un sentimiento de temor inmenso se apoderó de ella como el hollín. —Y mientras que estaba vagando alrededor, noté que la clase de gimnasia de una chica estaba en sesión. Un juego de fútbol. Su corazón se congeló. —O debió haber sido un partido de fútbol. Parecía que había un pequeño problema y una competencia de gritos entre el profesor y un estudiante se estaba llevando a cabo. Oh mierda, pensó la chica y sus ojos comenzaron air alrededor del salón para ver si alguien ya lo había captado. Nadie lo había hecho, no aún. Camden tenía una audiencia. —La chica —dijo lentamente, finalmente rompiendo su mirada y mirando alrededor del salón—, la estudiante, fue el tema de este proyecto. Y mientras tomaba un segundo plano y observaba el partido de fútbol, comencé a tomarle fotos. La chica comenzó a encogerse en su asiento, preguntándose si podría meterse debajo de la mesa sin que nadie se diera cuenta. Tal vez, si lo deseaba lo suficiente, podría desaparecer. Camden caminó hacia la pizarra y comenzó a colocar las blanco y negro de 8x10s. La chica estaba demasiado asustada para mirar. —He aquí —anunció Camden como el mago de Marilyn Manson—, justificación en la forma de Ellie Watt. Y allí estaba, en frente de toda la clase, fotografías en blanco y negro de la chica. No eran malas fotos, por cierto. De hecho, Camden había poseído un gran talento por la fotografía. A pesar del paparazzi, los elementos de telefoto en las tomas, estaban bien desarrolladas y expuestas. La chica se veía hermosa con su cabello rubio que caía en cascada por su espalda, sus labios carnosos y ojos sensuales. Pero en aquel rostro exótico había más que sólo belleza. Había ira y dolor. Sostenía justificación. El profesor se aclaró la garganta, sin saber cómo lidiar con esto, mientras que la clase estalló en murmullos excitados. Todos estaban mirando a la chica por su reacción. Todos. La chica sólo podía sentarse allí como un ciervo en los faros, las llamas rojas en su rostro eran la única señal de que estaba avergonzada más allá de las palabras. Finalmente el profesor dijo—: Camden, no creo que tomar fotografías de tus compañeros es apropiado.

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Camden se encogió de hombros. A él obviamente no le importaba si era apropiado o no, si fracasaba o no. Estaba probando un punto y se le daba bien probándolo. —Usted nunca dijo que no lo era. Además, nadie en toda la escuela tiene el derecho de actuar de la manera que lo hace Ellie Watt. Excepto por Ellie Watt. Más ojos en ella. Deseaba que la escuela estuviera construida sobre la Boca del Infierno y se la tragara. Camden continuó. —Cuando miro estas fotografías, cuando miro esta cara, esta expresión, veo a alguien conspirando su futuro. Veo las cosas malas que esta chica hará. Y entiendo por qué. Por eso lo llamo justificación. Gracias. Antes de que pudiera tomar su asiento, antes de que alguien pudiera siquiera pensar en aplaudir, la justificación se apoderó de su tema. La chica se levantó, haciendo sonar la silla en el suelo detrás de ella. Se inclinó hacia delante, sus ojos, su furia, en el chico con ojos delineados. —¡Acosador! —gritó, su voz sorprendiéndola, a él, a todos los en el salón. No era sólo que tomó fotos de ella sin que lo supiera, sólo que estaba tratando de sacar una calificación con ellas, era estaba pasando en esas fotos. Era lo que representaban; su pierna escondida en esas fotos pero las cicatrices estaban sobre su cara.

demás no era lo que estaba

—¡Tú maldito monstruo enfermo! —gritó las últimas palabras, poniendo todo el salón en silencio—. ¡Todo lo que haces es seguirme, fastidiarme, molestarme, y ahora tomas fotos como un maldito bicho raro! Necesitas una vida, un pasatiempo, y una novia. ¡Y por última vez, no, no seré yo! Y con eso cerró de golpe su cuaderno de dibujos en la mesa, cogió su mochila del suelo, y dejó el salón. No le importaba si se estaba yendo en medio de la clase, tenía la sensación de que el profesor entendería. Sólo quería alejarse de él y de la situación tan rápido como pudo. La chica salió corriendo por los pasillos y fue directo al baño de mujeres, el lugar más seguro para una adolescente para esconderse y llorar. Pero cuando se sentó acurrucada sobre el inodoro, las lágrimas no saldrían. Estaba tan enojada, tan lívida. ¿Justificación? Oh, ahora estaba más justificada que nunca. Esperó hasta que la campana sonara señalando la última clase del día. Tenía diez minutos para llegar a su clase de estudios sociales. Diez minutos para llegar a través de los pasillos y poner una cara valiente. Sólo que no podía ir directamente a la clase porque tenía que ir por su libro de texto a su casillero. Recogió un poco de fuerza, colocó su largo cabello rubio detrás de sus orejas, y salió al pasillo de la mejor manera que su pierna permitiría. Miró al frente, evitando las miradas que venían en su camino, esas predecibles miradas de lástima, y fue a su casillero. El chico

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a su lado estaba guardando algo y le dio una rápida sonrisa mientras se acercaba. Hasta ahora todo bien. Entonces lo sintió. Esa presencia. Siempre lo sentía, dondequiera que estuviese. Deseaba haberlo notado ese día durante la clase de gimnasia. Toda esta cosa podría haberse evitado. Con su corazón en su garganta, se dio la vuelta y miró a Camden McQueen justo a sus ojos con lentes, su color azul brillante magnificado por el vidrio. Esperaba que estuviera enojado o triste o incluso disculpándose después de que le había gritado frente a todos. Pero su mirada estaba en blanco, como si cada sentimiento en su interior hubiera sido succionado y era una bolsa vacía. Estaba tan frío como el casillero de metal contra el que la espalda de ella estaba presionada. —Eres una mala persona, Ellie —dijo sin asomo de ironía. Lo observó con atención, como una trampa lista para saltar. —No soy mala. El mundo es malo y sólo estoy tratando de sobrevivir en él. Sonrió, a la vez triste y creído. —Y por eso es por lo que te escogí —susurró, inclinándose tan cerca que tenía que aplastarse contra el casillero. Luego, después de que él buscó en sus ojos por unos momentos tortuosos, se dio media vuelta y se fue por el pasillo. Caminaba como si acabara de ganar algo, pero en la opinión de la chica, los dos habían perdido.

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Ahora Nunca creí que sería capaz de quedarme dormida con mis manos esposadas detrás de mi espalda, pero supongo que cuando el cuerpo está cansado, está cansado. Y estaba jodidamente agotada. Cuando desperté, ya había salido el sol y los pájaros cantaban fuera de la ventana como si estuvieran dándole la bienvenida al día con las alas abiertas. Estaba dándole la bienvenida al día sintiéndome asustada, estúpida y avergonzada. Estaba acostada en la cama de Camden por segunda vez, sólo que no había un hombre guapo y desnudo en la cama conmigo. No, el hombre guapo y desnudo estaba vestido y sentado en un rincón de la habitación, sereno y majestuoso en un sillón. Mis ojos se entrecerraron por la luz. Por la forma en la que estaba posicionado junto a la ventana, casi lucía angelical. Pero los ángeles no tienen tatuajes y desde luego no tienen armas en sus manos. Me senté lentamente con el abdomen ardiente, las sábanas de franela cayendo de mí. Supuse que me había cubierto en medio de la noche. Que amable de su parte. —Buenos días —dijo, como si fuéramos viejos amigos. Viejos amigos que no querían matarse el uno al otro. Lo fulminé con la mirada. —¿Es el arma realmente necesaria? —No —admitió—. Es sólo divertido tener una. —Como un pene extra —reflexioné. Sonrió con dureza. —Algo así. Me incliné, redondeando mi espalda y dejando escapar un gemido de dolor. Nunca me había sentido tan adolorida y rígida antes. Estaba segura de que las esposas habían tallado líneas profundas en mis muñecas. —¿Cómo dormiste? —¿Cómo crees que dormí? —espeté sin mirarlo—. Tienes mis manos esposadas detrás de mi espalda. Estoy siendo tomada como rehén aquí en contra de mi voluntad y no tengo idea de qué demonios tienes planeado para mí. Se rió entre dientes. —No estás siendo tomada como rehén. Eres libre de irte. De hecho… —lo escuché levantarse y acercarse—. Tienes razón. No deberías estar esposada. Incliné mi cabeza a un lado y lo miré. Había puesto el arma en el sillón, saco un par de llaves de su bolsillo, y comenzó a juguetear con las esposas. Con un alegre clic, se abrieron y mis muñecas sintieron aire seco y un alivio genial.

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Las quitó y las arrojó sobre la cómoda de roble donde aterrizaron con un estruendo. —Ya está. ¿Mejor? Examiné mis muñecas. Estaban agrietadas y ardían un poco pero estaban principalmente sin daños. —No realmente. ¿Supongo que hay un precio por dejarme ir? Se puso de pie en una postura con las piernas estiradas y los brazos cruzados e inclinó su barbilla hacia mí. —Hay un precio para todo. Todavía tenemos un trato, ¿recuerdas? Vas a ayudarme porque necesito tu ayuda, y porque las otras dos opciones son… peores. No vas a escapar porque tengo todas las pruebas para ponerte entre rejas dispuestas a ir con el clic de un botón. Si corres, nunca escaparás, y todas las vidas que has tratado de crear se arruinarán. Sí, básicamente lo que estaba diciéndome era que ya estaba en prisión. Claro, no podías verlo, pero estaba atrapada con él, atrapada dentro de estas paredes blancas hasta que decidiera dejarme ir. Si alguna vez decidía dejarme ir. —Está bien —dije lentamente, tirando de las sábanas de franela hasta mi clavícula. Desde donde estaba tenía una visión clara de debajo de mi blusa y no quería que mi secuestrador estuviera recibiendo ningún privilegio especial. No más. —Entonces —dije—, cuando termines de chantajearme, ¿qué planeas hacer conmigo? —¿Quieres decir después de ayudarme? Asentí bruscamente. —Luego nos separamos. Entrecerré los ojos. —¿Y el separarnos es un eufemismo de otra cosa? Digamos, ¿matarme? Se veía decepcionado con lo que dije. —No, Ellie. Significa separarnos. Significa que tú vas en una dirección y yo me voy en otra. Tú te diriges al este y yo al oeste. —Estamos tan al oeste como para poder ir ya —señalé, mirándolo con curiosidad. Se veía tan fuerte como siempre pero mucho más razonable que anoche. Aún era aterradoramente impredecible, y sabía que nunca lo subestimarían de nuevo, pero sentí como que este era tan buen momento como cualquier otro para averiguar qué demonios era nuestro trato. —No. Aún hay más oeste hacia el que ir.

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—Entonces, dime. ¿Cuál es el trato? ¿Cuál es tu plan? ¿Para qué necesitas que te ayude? ¿Es matando personas?, porque no mato personas, Camden. Debes creer que lo haría porque soy una criminal, pero no todos los criminales son iguales, y juro que tengo una moral en alguna parte de mi cuerpo. Puede que no la veas, pero está allí. Me dio una media sonrisa, levantó su arma, y salió de la habitación, llamándome por encima de su hombro. —Vamos a discutir esto con un café. Lo vi irse, mi pulso acelerándose ante su evitación del tema, luego me levanté de la cama. —¿Puedo ir al baño primero? —pregunté. —Claro —gritó desde la cocina—. No encontrarás ningún arma allí de todas formas, si eso es lo que estás planeando. En realidad, todo lo que tenía era una vejiga que estaba a punto de estallar y ni siquiera había pensado en atacarlo con una hoja de afeitar o unas pinzas. ¿Cuál sería el punto, de todos modos? A menos que realmente mate a Camden, lo que no iba a hacer, de ahí mi preocupación por su ambigüedad, realmente no tenía escapatoria. Probablemente me dejaría salir de la casa, pero estaba segura de que no importaba hacia dónde iba, la policía no iba a estar muy lejos. Y el tío Jim. No podía, no lo haría, olvidarme de él. Cuando salí del baño, estaba sentado a la mesa de la cocina con un bloc de notas rayado y un bolígrafo en sus manos, una cafetera llena de café oscuro y dos tazas de color anaranjado al lado. El arma no estaba en ningún lugar a la vista. Tenía sus lentes puestas, las de pasta delgada que había visto en su oficina, y me miró con esa apatía con la que él podría ser un contable a punto de ir a través de unos números. Ya sabes, si la mayoría de los contables llevaran una perforación en el extremo de la nariz y usaban camisetas de cuadros a la medida. —¿Café? —preguntó, señalando con la cabeza a la cafetera. —Sí, lo sé —dije refiriéndome a la película Airplane22 y tomé asiento. Tiré de la taza hacia mí e inspeccioné la parte inferior por algo de polvo o líquido. No podía ser demasiado cuidadosa. —¿Siempre haces bromas cuando estás nerviosa? —preguntó. Le di una mirada penetrante. Sonrió y cruzó las manos sobre el bloc de notas—. Adelante, no le puse droga. No soy algún villano de Bond.

22Airplane:

comedia estadounidense de 1980 que parodia los filmes del género cine catástrofe que estuvieron de moda a finales de 1970.

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Puse la otra taza en frente de él. —No, definitivamente no lo eres. Sólo eres un loco sádico con problemas de control. —Se encogió, apenas susceptiblemente—. Lo beberé si tú lo haces. Suspiró y sirvió mi taza antes de servir la suya. —Supongo que nuestra confianza se rompió hace mucho tiempo, ¿verdad? Ambos tomamos un sorbo al mismo tiempo, nuestros ojos pegados el uno en el otro. —En realidad, había confiado en este nuevo Camden McQueen. —¿Y ahora? —Y ahora nunca cometeré ese mismo error otra vez —dije después de un trago. Todavía no podía sobreponerme a cómo Camden me había engañado. No era ajena a las desventajas de ser estafado. Había sido estafada un par de veces antes, aunque aprendías a leer los signos de advertencia mientras ibas avanzando. Mejorabas. Más consciente. A veces, sólo había personas que eran mejor en su trabajo, mejor que tú. Pero nunca vi a Camden venir. Nunca vi sus verdaderos motivos. Nunca pude haber predicho su cambio. Claro, probablemente había unas pocas señales aquí y allá, pero estaba tan envuelta en mi lujuria y planes para él, y siempre era como un pájaro extraño, que pudieron significar cualquier cosa. No tenía idea, ni idea, que había herido a este hombre tan mal. —Así que, estamos a mano. Dejé la taza. —No hay nada, incluso cuando estás siendo chantajeado. Así que, dime, ¿cuál es plan? —Necesito que me hagas desaparecer —dijo, directamente al grano. Levanté mi ceja. —¿Desaparecer como en…? Tomó un rápido sorbo de su café y bajó la vista hacia la taza. —Ellie, voy a ser honesto contigo. —Oh, qué agradable cambio de ritmo. —Me senté en mi silla, completamente intrigada. Camden había sido un maestro en ocultar sus emociones, pero había un pequeño pulso de vida en la esquina de su ojo, magnificado por sus gafas. Conocía ese pulso, ese temblor. Yo misma lo tenía. Era miedo. Ignoró mi comentario sarcástico y le habló al café. —No estoy en problemas, porque esa es la primera conclusión a la que vas a saltar. Si sólo continúo mi vida así, dirigiendo mi tienda y siguiendo órdenes — levanté mi otra ceja, pero lo dejé continuar—, entonces eso sería todo. Mi vida seguiría y probablemente nadie me lastimaría. Hizo una pausa y cogió su bolígrafo y empezó a hacer clic en el final de la misma, dentro y afuera, dentro y afuera. Esperé. Era insoportable.

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Con un suspiro continuó, mirando a todas partes excepto a mi rostro. —Pero estoy cansado de mi vida. Quiero salir de esto. Y no es el tipo de vida del que puedes escapar. No por medios normales.—Hizo clic una y otra vez con el boli—. Después que Ben nació… hice algo malo. Tenía mis razones y tengo mis excusas. Pero sucedió y Sophia se divorció de mí. Pero nadie está realmente libre de Sophia. Cuando te casas con un Madano, te casas con la familia entera. Y es una mala familia, Ellie. —Clic clic. Clic clic. Miré el cuadro de Sophia en la pared—. Y no te dejan ir tan fácilmente, especialmente cuando debes la manutención del hijo de su hermana. ¿Les importa, de verdad, cómo Sophia y Ben siguen adelante? No. No les importa. Se habrían volcado con ella en un instante. Sólo les importa su imagen. Su orgullo. Sus valores familiares. Así que, me dijeron que estaban haciéndome un favor. No tenía mucho dinero en aquel entonces. Incluso con LA Ink y el incremento en los negocios, apenas lo conseguí. LA es una ciudad cara y sabían que nunca podría hacer suficiente allí. Así que vinieron a mí con un trato. Me darían una tienda en cualquier parte que quisiera, siempre y cuando estuviera en una ciudad de baja renta con un par de clientes pagando. Me darían mi sueño. —Sins & Needles —dije en voz baja. —Sí —dijo, finalmente mirándome—. Me dieron este lugar. Pero como sabes ahora, todo viene con un precio. Dijeron que me querían ayudar y entonces, dan la mayoría de mis ganancias a Sophia y Ben. No tenía ningún problema con eso, les daría todo si pudiera. Pero me preguntaba, si tenían el dinero para comprar una tienda, ¿por qué no se lo daban directamente? Bueno, me dijeron que tenía que ir a través de mí, porque se lo debía a ella, no a ellos. La verdad se supo unas dos semanas después de dirigir esta tienda. Los negocios eran lentos. Terrible y jodidamente lentos. Tenía un puñado de clientes y eso era todo. Esta maldita ciudad, simplemente no es el lugar para hacer una vida. No lo es todavía. —Entonces, ¿qué pasó? —Tuve la sensación de que sabía a dónde iba todo esto, y para ser honesta, estaba empezando a sentirme un poco mal por él. —Empecé a sentir un poco de pánico. Vincent vino, que es su hermano mayor, ese es el tipo que nunca quieres ver de mal ánimo. Volcó el cartel de cerrado, y estaba bastante seguro que iba a golpear mis sesos o algo. Puedo ser bueno en la lucha, créeme, pero es alguien con quien nunca quieres cruzarte. Este Vincent estaba empezando a recordarme a mi Javier. Eso no era bueno. Es curioso cómo ambos habíamos sido envueltos con malas personas en el mismo tiempo en nuestra vidas. —Me preguntó por mis ventas y le dije la verdad. No podía permitirme el lujo de mentir. Era dueño de este edificio, por el amor de

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Dios. Pero, en lugar de cortar mi dedo, sólo sonrío y se encogió de hombros. Como si no fuera problema. Entonces, sacó su maletín, lo abrió y me mostró un montón de dinero. Me dijo que era la verdadera razón de que este negocio existiera, y siempre que agarrara el dinero por él e hiciera lentos depósitos en mi cuenta bancaria, y en la suya, el negocio seguiría adelante. No importaba cuantas personas quisieran tatuajes. Todo lo que importaba era que, hacia el exterior, pareciera que Pecados y Agujas estaba haciendo un montón de pasta. —Lavado de dinero —dije lo obvio—. Por supuesto, esto es sólo una fachada. Me miró. —Podría haberlo hecho bien en otro lugar. Podría haberlo hecho realmente bien. No soy el problema. La ciudad es el problema. —Creo que eres al menos parte del problema—me atreví a decir—. Has estado lavando dinero por un par de años hasta ahora, ¿verdad? Suspiró con fuerza y tomó un sorbo enojado de café. —No podía decir que no. —Siempre puedes decir no. —¿Siempre dices no? —No últimamente. —Lo que sea —dijo, la impaciencia en su voz creciendo—. Así que, cada semana o dos un nuevo depósito viene. Deposito el dinero. Parece como que estoy haciendo dinero. Entonces, lo sacan y me dejan mi asignación. No puedo decir nada, pero es suficiente para sobrevivir. Luego, dicen que están dando mucho a Sophia y Ben. —Y no les crees… —No. Como dije, su amor de familia es solamente para conservar las apariencias. Dudo que Sophia esté consiguiendo mucho, si lo hace. —¿No crees que ella te hubiera dejado saber si le estás debiendo dinero? Se pellizcó el puente de la nariz. —No lo sé. No responde mis llamadas o correos electrónicos. Todo lo que puedo hacer es enviar cartas por correo a Ben. Sólo espero que las reciba. De todos modos, no sé qué sucedería si preguntara. Podría decirles a sus hermanos y estarían bastante insultados si lo saben. —Así es. —Y así que es eso. Quiero salir. Casi me reí de su franqueza. —Camden. No puedes salir de algo como esto. El lavado de dinero es un delito muy grave. ¿En qué están los Madano? ¿Drogas? ¿Armas? ¿Prostitución?

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—¿Importa? —preguntó con cansancio. —Más o menos. Tienes que saber de dónde está viniendo el dinero. Tienes que saber el tipo de gente con la que estás tratando, porque te guste o no, estás en negocios con ellos. —Conozco el tipo. —Pero no conoces su tipo. Eres el banco. Ellos son el jefe. ¿Quién es su cliente? ¿Cuál es su producto? ¿Quién está comprando qué? Todo importa. —No lo sé, no lo sé. No quiero saber. Negué con la cabeza con un poco de diversión y terminé el resto de mi café. —Vamos a asumir que son drogas, entonces. He tenido suficiente experiencia en ese ángulo. Así que, dime cuáles eran tus planes antes de que yo llegara. O, ¿siempre estabas en una especie de espera por mí? Su mirada era aguda. —No estaba esperándote. Te vi en la cafetería ese día y entonces, todo encajó en su sitio, al igual que todo encajó en su lugar cuando me viste. —Ha habido un montón de mierda entre nosotros durante los últimos días —reflexioné con amargura. —No te hagas ilusiones. Soy el único jodiéndote, que es el por qué estás sentada aquí conmigo, lista para hacer lo que te diga. —Y, ¿qué hicimos en el patio trasero, en el piso y en el dormitorio? Hizo una sonrisa lobuna. —Oh, ni siquiera tuviste una oportunidad de joderme de nuevo. Iba a replicar algo extremadamente infantil como: ―Oh, sí, eso es porque solamente me diste cinco minutos‖, pero la verdad era que no tenía nada en que apoyarme. El sexo, lo creas o no, en realidad había significado algo para mí. No dormí con él para conseguir acceso, habría conseguido eso de todos modos; dormí con él porque estaba empezando a gustarme. Porque quería. Porque era uno de los hombres más sexys que jamás había conocido. Y era una pena que todavía lo fuera. Era una pena que nada de esto significara algo. Era una pena que, a pesar de la situación bastante desesperada en la que estaba, me sentía dolida como una estúpida chica que creía que tenía algo más que una aventura de una noche. Saca la cabeza de tu vagina, me dije a mí misma y me senté en la silla un poco más recta. Le sonreí, tratando de llegar a la raíz del asunto. —Está bien, así que entonces me viste y supiste que iba a hacer algo estúpido y tratar de joderte de nuevo, ¿cierto? —pregunté. —Cierto —agregó con sencillez—. Entonces, empecé a pensar cómo podría hacer que todo esto funcione a mi favor. No sólo quería atraparte,

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para demostrar que no eres tan inteligente como piensas que eres. Quería obtener algo de ti a cambio. Entonces, pensé en Gualala. —¿Qué demonios es Gualala? ¿Es esa otra banda? Me sonrió como si fuera idiota. —Gualala es una ciudad al norte de San Francisco, en Highway One. Fui allí después de la secundaria, sólo vagando alrededor de la costa por un rato. Me enamoré. Gualala ha sido mi motivación. Es la meta. Es el lugar. Voy a ir cuando quiera empezar de nuevo. —Estás empezando a sonar como Morgan Freeman en Cadena Perpetua23. Dije la cosa equivocada. Camden agarró la cafetera, y en un arranque de furia, la arrojó contra la pared donde se rompió en un millón de pedazos de cristal y líquido humeante. Mi corazón estaba luchando contra mis pulmones, mis músculos tensos para correr. Lo miré, con los ojos abiertos de par en par, temiendo respirar. Se había vuelto aterrador de nuevo. Definitivamente no es un fan de Morgan Freeman. —El hecho de que estemos hablando de café, no piensas por un segundo que no estás magníficamente jodida —me siseó, con los ojos llameantes—. Ni por un segundo creas que voy a ir suave contigo, que voy a tener un cambio de corazón. Rompiste mi corazón, Ellie, hace tantos años. Esa fue la última vez que lo verás. —Se sentó de nuevo, tomó los cristales y tranquilamente empezó a limpiarlos con una servilleta. Pude ver por la forma en que sus manos estaban temblando que estar tranquilo le estaba tomando una gran cantidad de esfuerzo en su nombre, pero estaba agradecida por ello—. Esto no es una broma. Y esto no es un juego, sin importar cuán duro trates de averiguar el ángulo y el juego. Estoy jugando contigo, ¿me entiendes? Soy el único en el control. Mi voz temblaba. —De acuerdo. —De acuerdo. Entonces, ahora sabes lo que necesito. Quiero dejar este lugar y quiero dejarlo con su dinero. Quiero irme y nunca mirar atrás. Quiero ser capaz de abrir un fondo fiduciario para Ben, algo que pueda tener cuando sea mayor. Una donación anónima. Quiero vivir en el Océano Pacífico y comer en mi restaurante favorito y trabajar en mi arte todo el día. No quiero ser Camden McQueen nunca más. Quiero ser alguien más. Y quiero que hagas que todo esto suceda. Era casi imposible, extremadamente arriesgado, completamente peligroso y la más alta de las altas órdenes. Pero estaba haciendo algo 23Cadena

Perpetua: película estadounidense de 1994 protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman, que cuenta la vida de dos amigos en prisión.

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liviano de esto. Estaba pretendiendo que Camden estaba fingiendo y que sólo quería asustarme. Esto no era una actuación. Tendría que ayudarlo a desaparecer, o de lo contrario desaparecería también. Y no a un lugar al que quería ir. —Está bien —dije, aclarándome la garganta—. Te ayudaré. Te voy a ayudar a conseguir todo eso. Pero creo que voy a necesitar algo de tu confianza para que esto suceda. Me sonrió antes de empujar la silla hacia atrás y poner una toalla sobre el desastre de la pared. —Ellie Watt —dijo mientras se agarraba para limpiar—. Ni siquiera confiaría en ti aunque estuvieras muerta. Y había una gran posibilidad de que terminaría muerta si no jugábamos bien nuestras cartas. Robar dinero de los señores de la droga era algo de lo que sabía mucho. Sólo era suerte que estuviera todavía viva y ahora sentada en la cocina de Camden. No tenía idea si la suerte estaría conmigo esta vez. —Muy bien, entonces no confías en mí. Pero deberías al menos creer la mierda que te estoy diciendo, porque sé una cosa o dos sobre esto y sobre desaparecer. —Eso es por qué te contraté —dijo. El vidrio roto tintineo delicadamente cuando lo recogió en una pila. —Esto no va a ser tan fácil como lo haces parecer —exhalé con fuerza, sintiendo como si no pudiera limpiar mis pulmones lo suficiente—. Hay una posibilidad de que tendremos que hacer algunas… actividades ilegales. Nadie adquiere una nueva vida sin cometer alguna especie de crimen. ¿Tu moral va a tener problemas con eso? —Ellie —dijo, lanzándome una mirada irónica—. Mi papá es el sheriff de esta ciudad y he estado operando un negocio de lavado de dinero justo bajo sus narices. Dudo que tenga problemas con eso. —Bien. Porque como dije, esto no va a ser fácil. No sé con qué clase de hombres estás tratando, pero si son cualquier cosa como los hombres con los que he tratado, no puedes darte el lujo de equivocarte. Una vez que te comprometes a robarles, tienes que seguir adelante. No hay misericordia. Nadie te perdonará o dirá que se olvida. Si tienes un cambio de corazón, no puedes devolverles el dinero. Ya no les importa el dinero. Tienen suficiente. Les importa marcar su punto. Hiciste un punto anoche por levantar tu arma. Estos tipos no te darán eso. Van a volar tu cara antes de que tengas una oportunidad de decir lo siento. Había dejado de limpiar y estaba ahora mirándome. —Jesús. ¿De quién demonios estás escapando? Hice una rápida sacudida con mi cabeza. —Eso no es ni aquí ni allá. Eso no afecta, no tiene nada que ver con nosotros. —Cuando no pareció

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convencido, dije —: Fue hace mucho, mucho tiempo. No tiene nada que ver con Camden McQueen. No tiene nada que ver con Ellie Watt. Lo prometo. La última cosa que quería era que Camden tuviera dudas sobre este asunto y luego decidir entregarme a la policía después de todo. No había forma que sólo me dejara ir libre cuando tenía todo el conocimiento que ahora tenía. Asintió. —Así que, ¿cuándo estabas pensando hacer esto? En otras palabras, ¿cuánto tiempo tenemos? —pregunté. —Una semana —dijo—. De hecho, seis días. —¿Seis días? —¿Cómo demonios iba a reunir una vida falsa para él en seis días? —Sí. No negociable. —Se puso de pie y lanzó la toalla al tarro de basura—. En seis días, uno de los socios de Vincent vendrá y hará la entrega. Quiero aprovechar ese dinero, así como todo el dinero que está en la caja fuerte. —¿De quién es el dinero en la caja fuerte? —De ellos. Les gusta tener algo de dinero en efectivo a mano. Sentí una oleada de hielo bajar por mi columna. —¿Qué hubiera sucedido si en realidad te hubiera robado, Camden? Su sonrisa era triste. —¿Si no te hubiera detenido? Probablemente, te habrían matado. No, borra eso. Sin duda te habrían matado. Mierda. De alguna manera, estaba contenta de que Camden había sido lo suficientemente inteligente para ver a través de mí. Esta alternativa era mucho mejor que la otra. Nunca habría sido capaz de vivir conmigo misma si terminaba muerto por mi culpa. —Lo siento —susurré, bajando la mirada a las heridas en mis muñecas. —Sí, bueno, es una buena cosa que no soy uno de esos tipos, porque aparentemente tu cabeza ya habría volado. Le di una pequeña sonrisa. —Eso es una buena cosa. Se sentó de nuevo en su silla y me miró por unos momentos antes de decir—: Así que, ahora que sabes lo que quiero, ¿puedes hacerlo en seis días? —Sí. Puedo. —Entonces, supongo que será mejor comenzar.

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Asentí. —¿Qué pasa con Tío Jim? Y mis cosas, necesito las cosas en mi auto. Esta camiseta de baloncesto está empezando a oler. —¿Dónde está tu auto? —A una cuadra de distancia, por el parque de paseo de perros. Se mordió el labio, pensando. —Iré contigo. Sé que no eres lo suficientemente estúpida como para correr, pero no puedo estar seguro. En cuanto a tu tío, no lo sé. Supongo tendrás que dejarle una carta diciéndole que todavía estás en San Diego, o en cualquier lugar en el que estuviste, y que no vas a regresar. Sé que amas a tu tío, pero tengo la sensación de que va a estar aliviado. Odiaba que probablemente tuviera razón sobre eso.

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12 Traducido por Dannita Corregido por Innogen D.

E

ra miércoles cuando Camden me contó los detalles de su plan, seis días a partir de la caída programada. Es una buena cosa que la mayoría de los artistas estafadores no tienen horario bancario, o nos hubiéramos jodido el fin de semana. Aparte de aproximarme hacia José y sacar mi equipo del carro, no tuve la oportunidad de salir de la casa hasta el viernes. Hasta ese momento, estaba encerrada en su sala, el sofá mi nueva cama. En la sala me sentía libre y consciente. Su habitación de invitados era demasiado oscura y estrecha para mí. Como una célula. No era un mal lugar para tener arresto domiciliario. Camden no se cruzó en mi camino y pasó el mayor tiempo posible en el taller o en la oficina, ya sea entintando al ocasional cliente o soñando con su nuevo futuro. Él era cordial conmigo cuando nuestros caminos se cruzaban, y cada vez que hacia la cena o pedía comida para llevar, siempre era suficiente para mí. Incluso me ofreció una cerveza pero le dije que no. Necesitaba pensar con claridad, con mayor claridad de la que he tenido antes. Él había guardado el arma en algún lugar y dejó de lanzar botes de café. Parecía un poco avergonzado de eso para ser honesta, pero yo probablemente habría hecho lo mismo si estuviera en sus zapatos. A veces tienes que impresionar a alguien para hacerles ver lo serio que estás. Yo sabía eso muy bien. Y vi que Camden iba en serio más allá de cualquier reproche. Echaba de menos los días que teníamos antes de este desastre, cuando estaba coqueteando conmigo y todo era muy divertido. Sin embargo, creo que todo eso era una mentira de todos modos. No había diversión en la verdad. El viernes, mientras mi amigo Gus trabajaba en Pismo Beach para que Camden tuviera algunos números falsos para el seguro social, yo estaba haciéndole una licencia de conducir falsa. Con el fin de lograr que esto saliera bien, tendríamos que ir a un lugar para sacarle una foto. —No veo por qué no puedo hacerlo solo —dijo mientras comíamos nuestro cereal All-Bran como si fuéramos la pareja más jodidamente

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casada del mundo—. Hay pocos lugares donde sacan fotos para pasaporte y tan solo lo hacen en la avenida principal y en el centro comercial. —Mira —le dije enfáticamente—, no puedes mantenerme encerrada aquí dentro para siempre. Tengo que salir algunas veces. Me volveré loca de otra manera. —Demasiado tarde para eso —murmuró en voz baja. —Y tengo que asegurarme de que luzcas bien, que las fotos sean del tamaño adecuado y que todo esté bien. Es muy fácil equivocarse. No tienes ninguna experiencia en la falsificación de documentos de identidad. Yo sí. Obviamente, él pensó que yo iba escapar pero yo estaba más allá de eso ahora. Estaba empezando a confiar un poco en Camden y en sus intenciones. No es que quisiera exactamente ayudarlo a escapar con un montonal de dinero y así tener más gente de la que escapar, pero no era algo demasiado alejado de lo que haría de todos modos. Si esto era todo para lo que Camden me quería, podía vivir con eso. Suspiró y alejó su plato de cereal. —Bueno, si vas a venir, mejor no dejemos que nadie te reconozca. Si tu tío te ve, sería algo muy malo. Me encogí de hombros. —Tengo algunas pocas pelucas. Eres tú a quien no queremos que la gente reconozca. Para ser más específica, queremos que luzcas lo más diferente que se pueda. ¿Estás seguro que Vincent o cualquiera de sus secuaces no van a estar alrededor ahora? —¿Secuaces? —dijo con una sonrisa—. Estás haciendo que suene como la mafia. Me quede mirándolo. —¿Si? Son italianos ¿o no? Probablemente son de la mafia. —Eso es racista. —Es racista si dijera que todos los italianos son parte de la mafia. Los Madanos trafican drogas o armas o lo que sea. Tú estás lavando su dinero. Es probablemente seguro decir que tienen vínculos con la mafia de alguna manera. Mi ex-novio es parte de una pandilla. Él es mexicano. ¿Sabes una cosa? Él es parte de un antiguo cártel mexicano de droga. Soy una basura blanca con un fondo de Europa del Este. También soy gitana y una estafadora. Todos tenemos estereotipos. A veces estos vienen de alguna parte. A veces, cuando la gente te encasilla, terminas siendo la paloma. —No eres una paloma —dijo—. Eres quien quieres ser. —Lo que sea. Así que, volviendo a la pregunta.

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—La respuesta es no. No debería ver a ninguno de ellos hasta el lunes. —Entonces deberíamos empezar a trabajar en tu nueva imagen ahora. —¿Debo preocuparme? —Una arruga apareció en su frente. No estaba dejando mi guardia abajo, pero mi Dios se veía adorable. —Bueno, no somos un poco vanos —remarqué—. No vas a lucir como un idiota. No puedo hacer nada drástico contigo de todas formas, estás cubierto de tatuajes. Él levantó las manos al aire y las movió. Había olvidado lo fuerte y elegante que ellas eran. —No tengo ningún tatuaje en mis manos. Ellos son la última frontera para mí. —Bien. Vamos a mantenerlo de esa manera. —Al menos las camisas de manga larga harían el truco. Lo miré fijamente, moviendo mi cabeza de un lado a otro—. Vas a volver a utilizar tus gafas Black Kettle, las negras, todo el tiempo. Vamos a teñirte el cabello de negro, cortar todo ese cabello desgreñado de surfista de mala calidad y hacerlo corta y con un poco de punta. Él hizo una mueca. —¿Qué? —le pregunté, apoyándome—. ¿Eso no es lo suficiente genial para ti? —No importa —dijo—. Está bien. Tíñeme el cabello, córtamelo, di adiós a los contactos. ¿Algo más? ¿Debo quitarme también mi anillo del septum o me quedo con algún recuerdo de quién era? Estaba siendo sarcástico y perdiendo el punto por completo. Casi puse mi mano sobre la suya para consolarlo y agregar énfasis a lo que acabo de decir, pero no me atreví a tocarlo. —Camden —le dije con delicadeza—, no vas a querer usar ningún recuerdo de quien eras. No se trata de un disfraz; apenas te verías diferente de lo que eres. Se trata de decir adiós a la persona que eres, la persona que eras, y hola a la persona que serás. Tendrás que cambiar, y el cambio es grande. El cambio da miedo. Estas desarraigando todo en lo que has estado trabajando tan duro. No vas a saber quién eres por un rato, no hasta que vuelvas aprender a vivir. Si miras a un espejo y no te reconoces de inmediato entonces sabrás que estás en el camino correcto. —¿Es por eso que estás tan triste todo el tiempo? Fruncí el ceño. —¿Qué?

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—Ya sabes cuando estuvimos en mi carro, dirigiéndonos hacia el show y dije que me gustaba Guano Padano porque me recordaba a ti. Áspero y dulce a la vez. No estaba mintiendo. Sólo estaba dejando salir algo. Es áspero, dulce y muy, muy triste. Cuando te miro, veo tristeza. Me mordí el labio y aparté mi mirada de él. —Pensé que viste justificación. —Lo hago. Veo un montón de cosas cuando te miro. Me puse de pie, sintiéndome incómoda. —Vamos. Empecemos con tu cambio de imagen. *** Es curioso cómo las mujeres subestiman cuán vanos los hombres pueden ser. Camden en realidad no tiene ningún problema con usar todo el día los lentes de empollón, afortunadamente para él, nada lo hacía lucir menos atractivo, y al él no le importaba teñirse el cabello de negro. Sus cejas eran naturalmente negras y la combinación de todos modos haría que sus helados ojos azules sobresaltaran aún más. No, Camden tenía un problema con el hecho de tener el cabello corto, simplemente porque no le gustaba la forma en que sus orejas sobresalían. Era difícil creer que este era el hombre que tenía la intención de huir con un montón de dinero de la mafia, pero bueno. Alguien puede lucir como un tatuado y musculoso dios y seguir siendo terriblemente inseguro debido a sus orejas de Dumbo. Lo cual, por cierto, tampoco lo hace parecer del todo menos atractivo, sobre todo porque él no se quedó con el cabello tan corto. Cambié de opinión. No era justo, la verdad. De alguna manera, aún siendo una persona nueva y con una nueva apariencia, se las arreglaba para lucir caliente. Dejé de desmayarme por él tan pronto como me di cuenta que estaba al borde de la locura, pero eso no quería decir que no lo viera de vez en cuando. Cuando terminamos con el cabello, nos dirigimos al lugar para que se sacara su foto de pasaporte y tuve que explicarle al viejo y sordo hombre que tomaba las fotos que esto no era para un pasaporte sino para un documento de identidad. No podíamos decir licencia de conducir ya que era ilegal y todo eso, así que hicimos que Camden luciera como el dueño de una empresa en crecimiento y que quería conseguir pases de seguridad para el personal. Eso fue suficiente para que el viejo hombre nos diera tres pequeñas fotos dispuestas ha convertirse en una falsificación.

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Fue sorprendente lo diferente que se veía en las fotos. Estaba parada fuera de la cámara, mirando la pantalla y dándole instrucciones. A pesar de las gafas, el nuevo Camden lucia serio y duro, el tipo de persona que nunca olvidaba una cara. El tipo de persona con quien no querías meterte. Yo quería que Camden se sintiera fortalecido por su nuevo yo cada vez que mirara su documento de identidad con el nuevo nombre. Hablando de eso, ahora que la parte más difícil había pasado, regresamos a su casa antes de que alguien pudiera verme para empezar su nuevo nombre. Él había cogido una botella de whisky de Buffalo Tace de la tienda, y con una copa de él, empezamos con la lluvia de ideas. —Tu nuevo nombre es el paso más importante en todo este proceso —le informé, sentándome en el sofá. Él estaba sentado en el sillón de cuero frente a mí girando el vaso. Una vez más, había rechazado el alcohol—. Vas a tener que vivir con este nombre. Ya no serás más Camden McQueen. A pesar de que suena como una buena idea en este momento, esto chocará en el camino. Y no se puede volver a atrás. Se quedó mirando el remolino del bourbon. —Has vuelto. Tienes que ser Ellie Watt de nuevo. —Sí bueno, eso es solo porque ese nombre estaba limpio. Puede que no esté limpio cuando nos vayamos de este lugar. —Ese nombre —dijo él con curiosidad. Sus ojos estaban sobre mí—. Te refieres a él como ―ese nombre‖ pero es tu nombre. Naciste con él, ¿no? —Así fue —le dije con cautela. —Sin embargo, lo estás tratando como si este fuera inventado, como si no fuera tuyo. Como si ni siquiera se te acomodara. Empecé a juguetear con las borlas en el extremo de la manta blanca. —Es probable que no se me acomodara, no hasta que lo legalice. No hasta que tenga un hogar. —Un nombre es como una casa, entonces. Todos esos años sin nombre. Todos esos años sin un hogar. Retorcí mis labios. ¿Qué era esto? ¿La hora del amateur en psiquiatría? —Sea como sea, necesitamos un nombre que te guste, Camden. Y los nombres más fáciles para recordar, creo, son los que tienen la mismas iniciales que tu nombre actual. O bien, tu nombre real. U otro. Hay algo muy…reconfortante en ver esas iniciales otra vez, no importa cuántas veces tu nombre cambie. Me miró por un instante, luego se bebió el resto de su bebida. El vidrio no se rellenó en ningún momento. Había algo muy cauteloso en la

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expresión de su rostro, y teniendo en cuenta que eran solo las seis de la tarde, si mantiene este ritmo estaría borracho como una cuba. —¿Camden? Ahora es el momento en que me digas tus nombres favoritos que empiecen con C. Él negó con la cabeza. —¿Y tiene que ser la misma letra? —Confía en mí. Es más fácil de esta manera. Cuando se sumió en silencio, dije—: ¿Caleb? Él hizo una mueca de asco. —Está bien, Calum. —Dios no. —¿Cade? —Demasiado malo. Siguiente. —Cory. —¿Haim o Feldman? —¿Cash? —Bien podría llamarme imbécil. Eso se puede arreglar, pensé. —Está bien, Carter. —Bah. Cuando oigo Carter, pienso en nerd. —Cody, entonces —sugerí. —Suena como si debiera tener un peinado de los 80s. ¿Qué hay de Cameron? —Oh, creo que nos estamos acercando. —Caithnesss. Empezaba a preocuparme. —¿Qué? —dijo, levantando el brazo a la defensiva, su bebida chapoteo sobre el borde—. Es de MacBeth. Oye, hay un apellido también. ¡Caithness Macbeth! La bebida obviamente se le había subido a la cabeza y empezaba a sentirme nerviosa por la situación. Aun así, no pude evitar decirle: —Ese es el peor nombre que he escuchado. —Caithness Macbeth —reflexionó sobre eso.

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—La gente sabrá que es un nombre falso —señalé. —Las personas son analfabetas. Nadie lo sabrá. —Sacó su IPhone y empezó tocando la pantalla. —¿Qué estás haciendo? —Buscar nombres en Google. Una hora más tarde, Camden estaba borracho, tratando de hacer fuego, y finalmente nos inclinamos hacia un nombre. Él había querido mantener algo de su ascendencia irlandesa por parte de su difunta madre, por lo que su nueva persona se llamaría Connor Malloy. No era demasiado similar a Camden McQueen, pero debido al ritmo, las palabras salieron de la misma manera. A decir verdad, él lucia como un Connor. A pesar de que siempre sería Camden para mí. —Ven y siéntate conmigo —dijo. Había encendido el fuego y estaba sentado con las piernas cruzadas sobre una manta mexicana en frente de esto. El mismo lugar en el que habíamos compartido un poco de vino y, uh, ciertas partes uno del otro. Se sentía como hace siglos. Era increíble lo rápido que todo había cambiado, incluso nuestros nombres. Dudé. Estaba borracho, lo cual estaba bien. Quiero decir, ya lo había visto borracho antes. Pero las cosas eran tan diferentes e impredecibles, así que no estaba segura de que lo consiguiera. ¿Camden? ¿Connor? ¿Caithness? Hoy ha sido la primera vez que habíamos estado juntos en un par de días, y mientras las cosas fueran sin problemas hasta este momento, no quería empujar mi suerte. —Por favor —dijo, acariciando el suelo junto a él. Presintiendo que no lo pediría de nuevo amablemente, me levanté y me senté a su lado. El fuego no estaba demasiado caliente, ya que era un tronco Duraflame, pero era agradablemente cálido y resistente. Atraje mis rodillas hacia mi pecho y observé el baile de las llamas. —Así que, ¿cuándo puedo empezar a ser Connor Malloy?—preguntó con voz apagada. Volví la cabeza para mirarlo. Las llamas se reflejaban en sus gafas, por lo que era difícil para mí ver sus ojos. —Cuando nos vayamos —le dije. —¿Alguna vez te cansas de huir? Logré evocar una débil sonrisa. —¿Por qué crees que vine aquí? —Pensé que habías venido para tener de nuevo un revolcón conmigo —dijo. Era tan carente de emoción y luego miró el fuego como si estuviera hipnotizado.

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—No he venido aquí para tener un revolcón, Camden. —Por favor, llámame Connor. —En serio, Camden, escúchame. Sé que no me crees o confías en mí…pero tienes que saber, que no vine por eso aquí. —¿No? Entonces estoy un poco decepcionado —dijo con tristeza. —No creía conocer alguien aquí. Por eso he vuelto. Pensé que todo el mundo estaba demasiado viejo para recordarme o ya se habían ido. Nadie se queda en la ciudad en el que fueron criados a menos que tengan una razón. Pensé que podría empezar de nuevo. Pensé que mi tío me podía ayudar. O por lo menos intentarlo. Pero él no me quiere. —Podrías haber conseguido un trabajo como cualquier otro. Un trabajo de verdad. —Traté… —No lo intentaste —cerró sus ojos de golpe, tomándome por sorpresa—. Querías el camino más fácil. ¿No sabes ahora que no hay manera fácil de salir adelante? Su tono era molesto. Traté de apaciguarlo mirándolo amablemente. —Voy a huir ahora, ¿no es así? Ambos lo haremos. Una sonrisa salvaje se extiende lentamente por sus labios. —Pero tú crees que esto es fácil, ¿no es así? Te sientes aliviada de que todo lo que tienes que hacer es ayudarme con algo que es bueno. De alguna manera, al final, podrás salir adelante. Quizás no te volverás rica pero saldrás adelante. Y te sentirás muy bien el saber cuánto ayudaste a Camden McQuen o Connor Malloy o como sea que mi nombre será. Te alejarás con la sensación de que eres una ganadora. Eso no es justo. No mereces sentirte de esa manera. No sabía qué decir porque lo que él decía era verdad. Se quitó las gafas y las puso en el suelo a su lado. Sus ojos, que estaban en su bebida, se deslizaron hacia mi boca. Tragué saliva, nerviosa, no me gustaba la tensión que había entre nosotros. —¿Cómo crees que me siento? —le dije con voz ronca. Mis nervios estaban en llamas. Todo estaba en llamas. —Así —dijo. Poco a poco, se inclinó y me besó. Sus labios eran suaves y sabían a whisky. No podía besarlo de nuevo aunque quisiera, no podía hacer otra cosa que congelarme. Se apartó un poco, sus ojos a centímetros de distancias de los míos. Pude ver mi reflejo asustado en el agujero negro de su pupila—. ¿Ves? Tienes miedo. —¿Quieres asustarme? —susurré.

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Mantuvo sus labios a una pulgada de los míos. Sus dedos movieron mi cabello de mi cara poniéndolos detrás de mi oreja. —Sí —murmuró. Sus labios rozaron los míos mientras hablaba. Mi respiración se trabó cuando su otra mano se deslizó por la correa de mi sujetador de mi camiseta sin mangas. Me estremecí por sus caricias, por sus ojos, cualquier cosa que sintiera en su corazón. —Camden —le advertí, mi voz temblando. Puso sus labios sobre mi hombro y comenzó a besarme por el brazo. Él tenía razón. Tenía miedo. Estaba muy, muy asustada. Sin embargo, una parte terrible de mi quería que continuara. Estaba encendida y asustada, lista para huir, lista para pelear, lista para agarrarlo y besarlo, devorar cada parte de él. No sabía lo que estaba pasando, pero me había quedado atrapada en una jaula con algo que podría o no hacerme daño, que me podía dar todo y dejarme sin nada. Sus labios volvieron de mi brazo a mi clavícula. Despacio. Muy lentamente. Demasiado lento, los besos más suaves que jamás había sentido. Entonces su boca bajó a mi pecho. Estaba segura de que podía sentir mi corazón golpeando salvajemente. Con la mano, bajó la parte superior de mi sujetador y expuso mi seno derecho. Mi pezón ya estaba duro y ahora fruncido en la anticipación. Sus labios lo rodearon, luego su caliente lengua lo azotó suavemente, burlándose, tentador. Dejó escapar un pequeño suspiro y luego tiró del anillo de mi pezón con los dientes. El placer que viajó a lo largo de mis nervios parecía como si fueran rayos. No podía tragar. Me sentía como estuviera ahogándome bajo su toque. —Camden, por favor… Por favor para, estaba pensando. Esto no está bien. Se siente bien y se siente mal, pero no es correcto. Hay un motivo, y no es lujuria. No es lujuria. Es venganza. La venganza nunca se sintió tan bien. Él me mordisqueó y mi espalda se arqueó. Un gemido escapó de mis labios. Lo deseaba. Deseaba a la persona que no existía. Quería a la cosa equivocada. Me senté con la espalda recta y empujé su hombro hacia atrás. Lentamente él levantó su cabeza. Tenía los ojos calculadores. Su boca se torció en una sonrisa impropia que me hizo estremecer a pesar del fuego. Me subí mi camiseta y me aparté de él. —No creo que esto sea una buena idea. —¿No? ¿Y por qué?

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—Porque…me estás chantajeando. Me amenazaste con matarme la otra noche. Estoy ayudándote a robar dinero de la mafia y comenzar una nueva vida y…no es necesario hacer esto más complicado de lo que ya es. Él bajó la mirada a sus manos donde estaba trazando pequeños patrones en la superficie de la alfombra. —¿Sabes que más creo que sientes, Ellie? ¿Aparte de miedo? —¿Qué? —boté una exhalación, mi cuerpo se tensó. —La humillación. —Sus ojos brillaban como un gato al acecho—. Al igual que tú me humillaste. Mierda. Tenía que jugar bien mis cartas aquí o las cosas iba a complicarse, muy rápido. —Ya me humillaste, Camden. Me ganaste en mi propio juego. Me tendiste una trampa. Me atrapaste porque sólo vi lo que quería ver. Estaba siguiendo mi ego. No tengo dinero. Estoy sentada aquí contigo y no porque quiera. Sino porque tengo que hacerlo. —Debido a que tú lo elegiste. —Y es humillante —admití, echando fuera las palabras que se sentían como piedras. Él me observó durante unos pocos silenciosos segundos. Podía ver las ruedas que giraban en su cerebro, luchando contra algo detrás de esos ojos, algo en su interior. Quería hacerme sentir como él se sentía. Quería humillarme. Para hacerme sentir pequeña, para que me sintiera débil, impotente. Sólo el chantajearme no era lo suficiente. Quería hacer algo que realmente me hiciera entender. Yo sólo rogaba que no lo intentara. Que él luchara con esos demonios y ganara. Porque en el momento en que me insistiera y me obligara a hacer algo que no quería hacer, estaría aún más humillada. Estaría arruinada. Y nunca sería capaz de mirar de nuevo su cara al sentir que no había alguien allí al que valía la pena apoyar. A pesar de todo, quería que Camden me gustara. Se inclinó más cerca de mí, poniéndose de rodillas. La pared estaba detrás de mí, y además de eso, el fuego. Estaba acorralada, atrapada. Me sentía impotente, indefensa. Podía luchar y ganar tal vez. Tal vez salvarme de él. Pero no me salvaría de mi destino, la suerte se puso para mí. La venganza ardía dentro de él. Tenía el aspecto de un hombre poseído. Puso su mano en mi cara, sus dedos retorcidos, como si estuviera listo para agarrarme por el pelo y tirarme a la tierra. Como si quisiera causarme dolor. Lo miré fijamente a los ojos, tratando de ver la buena persona que creía que todavía estaba allí. El hombre que me había llamado áspero, dulce y triste. Con quien me quedaba mirando las estrellas. El que creía

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que huir y seguir adelante era la mejor alternativa para hacer que otras personas pagaran. El hombre que yo no era. Su mano se detuvo en el aire, a centímetros de mi cara, y temblando. ¿Fue por la rabia? ¿Fue por control? Estaba conteniendo mi respiración en esta densa atmosfera, en espera de su próximo movimiento. Un destello de claridad se asomó en sus facciones rígidas. Su mano bajó a mi mejilla cuando ahuecó mi cara. Su mano estaba muy fría, pero era suave. Y eso no me significó ningún daño. —Buenas noches, Ellie —dijo, aclarándose la garganta. Tenía los ojos húmedos, con el ceño fruncido por la salvaje preocupación—. Creo que he tenido suficiente por hoy. Lo miré, sin pestañear, sin moverme, sin poder respirar, hasta que alejó su mano y se puso en pie tambaleándose. Se tambaleó por la sala, golpeándose una vez contra la mesa de centro y luego contra la pared, y finalmente desapareció por el pasillo. La puerta de su dormitorio se cerró de un portazo. Una ráfaga de aire fluyó fuera de mis pulmones y la sensación volvió a entrar en mis dedos. Había estado apretando las manos con tanta fuerza que mis uñas se clavaron en mis palmas. Agarré la manta del sofá y me acurruqué junto al fuego hasta que se apagó. Era el único calor que quedaba en la casa.

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13 Traducido por noenatale Corregido por Jessi Redondo

B

asta decir que tanto Camden y yo estábamos en un estado de ánimo nervioso, introvertido al día siguiente. Él estaba con resaca y silencioso. Yo estaba caminando sobre cascaras de huevo y tratando de darle su espacio. Había recibido un email de Gus diciendo que estaba enviándonos las Tarjetas de Seguridad Social a primera hora de la mañana el lunes antes de la caída, al menos todo eso estaba tomando forma. En algún momento de la tarde, Camden había decidido practicar con su guitarra en la sala de estar, solo improvisando como un loco. Estaba cantando también. Me encantaban los hombres que podían cantar bien Desafortunadamente, él no podía. Pero al menos estaba en clave. No, la habilidad de Camden estaba en su forma de tocar la guitarra, y estar con resaca no parecía afectarlo en absoluto. Quizás esta era su manera de resolver las cosas. Eso esperaba. Tenía casi la misma cantidad de asuntos que resolver que yo. Por supuesto, yo tendía a depender de las drogas para pasar a través de eso. Estaba escasa de píldoras de Kava y me estaba sintiendo particularmente ansiosa, así que saqué el Ativan y puse un par bajo mi lengua mientras estaba en el baño. Camden me había preguntado el otro día si me gustaba lo que veía cuando me miraba en el espejo. A decir verdad, apenas miraba. Seguro, me ponía maquillaje y me hacía lucir bonita. Pero nunca en realidad me miraba a mí misma. Observaba a la persona en el espejo como si estuviera mirando a alguien más a través de una ventana. Si mirara realmente cerca, habría visto ojos vidriosos, círculos oscuros, y cabello negro que tenía una banda de raíces rubias creciendo. Con Camden tocando en mi espacio usual, en su lugar me refugié en la habitación vacía. Dejé la puerta abierta para evitar esa entera sensación de cárcel, entonces me acosté sobre la angosta cama. Para apagar mi mente y dejar que la droga hiciera su trabajo, pensé sobre Camden y Ben. Pensaba sobre qué horrible sería cometer un error con tu vida y nunca ver a tu hijo de nuevo. Mantener una habitación para él en tu casa solo en caso que fueras alguna vez afortunado para tenerlo visitándote.

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Tener esa habitación allí, esperando y sola, para alguien que nunca podría venir. Debo haber sido arrastrada bajo un coma inducido por el Ativan, porque cuando desperté, estaba completamente oscuro en la habitación. La única luz provenía del pasillo, luz de la cocina. Para mi alivio la puerta estaba todavía abierta. Y a través de mi cabeza extremadamente mareada y mi boca seca, descubrí la razón por la que desperté. Porque mi corazón estaba golpeando más duro que lo habitual. Había voces en la casa. Camden. Y alguien más. Un hombre. Tranquilamente salí de la cama y me arrastré hacia la puerta. Lentamente asomé la cabeza por la esquina. Vi sombras bailando en las paredes, sombras de dos personan en la cocina. Retrocedí la cabeza hacia la puerta antes que nadie pudiera verme y escuché. El sonido de una silla siendo empujada hacia atrás. —Lo lamento—dijo Camden. —¿Tú siempre lo lamentas, no es así?—respondió un hombre. Su voz era profunda y carente de emoción, un poco de la manera que Camden podía ser algunas veces—. Siempre lo lamentas por tu pequeña vida de mierda. Y ahora este hombre estaba comenzando a sonar familiar. —Ni siquiera pensé que lo notarías, siquiera que te importaría—se lamentó Camden. Sí, se lamentó. —Por supuesto que no. Porque eres demasiado egoísta y estúpido para pensar alguna vez. ¡Lo noté! ¡El pueblo entero lo notó! ¿Cómo crees que luce para mí? ¿Eh? Aquí estás, veintiséis años sin novia. Solo alguna perra como ex esposa y un hijo que nunca he visto, y estás utilizando tu nombre, nuestro nombre, ¡en un anuncio para hombres gay! ¿Qué? —No es un anuncio para hombres gay. Es un anuncio para el negocio. Uno de mis clientes es gay. Él es uno de mis mayores seguidores y tiene el mayor tatuaje y… Un puño golpeó contra la mesa, hacienda vibrar las cosas sobre ella. No había duda que Camden estaba hablando con su padre. Temblé con los recuerdos que tenía de él. —¡Mira esto!—resonó su padre y pude oír el crujido del papel—. Aquí en nuestro periódico. Visite Sins & Needles de Camden McQueen por todos los tatuajes que necesites. Y tú usas una foto de este tipo, este maricón. —

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Dijo la palabra con tal disgusto que tuve que pelear contra la urgencia de correr fuera de la habitación y golpearlo—. El nombre de McQueen no sólo te pertenece a ti. Desearía que no te perteneciera. Es mi nombre. Yo soy el Sheriff. Gobierno este pueblo. ¿Sabes cómo la gente me está mirando ahora? Ellos siempre pensaron que eras uno de aquellas hadas. Elizabeth y yo estábamos tan felices cuando te casaste. ¡Entonces arruinaste todo! —Esto no tiene nada que ver con Sophia—dijo humildemente. Nunca había escuchado a este Camden grande, malo alguna vez sonar tan pequeño. Tragué saliva. —¡Todo esto tiene que ver con Sophia! —gruñó su padre. Otro golpe a la mesa—. ¿Por qué no sólo me admites que eres gay? Que eres uno de ellos, aquellos frutos en Palm Springs. Dios, es tan obvio, ¿no? La forma en que solías usar maquillaje y vestirte como una chica. —No me vestía como una chica.—Su voz estaba ascendiendo—. Me vestía como un gótico. Es una jodida subcultura, papá. Crecí fuera de esto. No soy gay y si lo fuera, no sería de tu incumbencia. —Oh, es bien de mi incumbencia. Tú vives aquí, en mi pueblo, tú lo hiciste mi asunto. Una pausa. Otro golpe en la mesa. Más fuerte esta vez. El padre de Camden estaba volviéndose loco. —Dios, el modo que tú nunca has tenido una novia real en la secundaria, excepto por esa ramera. No importa que te haya botado, probablemente no dormirías con ella. Esta vez la pausa pudo haber destrozado la habitación. Mi mandíbula se había trastornado un poco. Tenía la sensación que Camden probablemente tenía el mismo aspecto. —¿Y qué ramera es esa?—preguntó Camden cuidadosamente. Reconocí ese borde en su voz. —¿Quién piensas? Ellie Watt. Esa escoria de la tierra, perra estafadora. —Escupió esa palabra como si estuviera atascada en su garganta—. Sus padres me hicieron ver como el más grande tonto del mundo. Silenciosamente elogié a mis padres probablemente por primera vez. También elogié a Camden por no entregarme a este tipo inmediatamente. —Ellie no es una ramera—dijo Camden. —Ella es una gitana vagabunda, igual que sus padres. Ella nunca perteneció a este pueblo, igual que tú no perteneces a este pueblo. Supongo que debería estar feliz que nunca te casaste con un cojo.

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Ahora esa palabra… eso estaba empujando las cosas un poco más lejos, tuve que morder mi lengua para no gritar. Camden no tuvo ese problema. —Vete a la mierda—hirvió. Otra pausa. Esta sudó tinta como a través del jarabe Finalmente su padre dijo—: ¿Qué me dijiste? Oh, mierda. Oí a Camden levantarse de su silla. Su voz baja. —Dije, Vete a la mierda. La cocina explotó en sonido. Alguien recibió un puñetazo duro, Después un golpe otra vez. El golpe, el sonido del puño sobre la carne y un hueso quebrándose, llenó la habitación y se disparó por el pasillo. Alguien golpeó los armarios en la cocina y los platos cayeron al suelo. Oí pesadas respiraciones, algunos sollozos. —Nunca vuelvas a faltarme el respeto otra vez —gruñó su padre. —Lo lamento—vino de la muy tranquila voz de Camden McQueen. —¿Lo lamentas? ¿Lo lamentas?—Su papá sonaba como si estuviera por enloquecer de nuevo. —Lo lamento mucho, señor —susurró Camden. El sonido de ropas siendo alisadas, manos siendo quitadas. —Todo está perdonado—dijo fácilmente su papá, como si sólo tuvieron una pelea menor. Quizás esta fue una pelea menor para ellos. Explicaría mucho de lo que vi en la secundaria. Oí pasos caminando en el pasillo y me empujé más lejos en la oscuridad de la habitación. —Oh, ¿y Camden? La próxima vez que quieras poner un aviso en el diario—dijo su padre deteniéndose cerca de la escalera—, asegúrate de avisarme primero, ¿está bien? No pude oír su respuesta así que sólo pude asumir que asintió. Esperé en la oscuridad hasta que oí a su padre bajar por las escaleras y salir por la puerta. Tal vez Camden McQueen no tendría problema en convertirse en Connor Malloy. Me acerqué de puntillas a la puerta a tiempo para ver a Camden echando pestes junto a mí. Cogí un destello de un labio ensangrentado, una mejilla roja brillante, ojos que no se atrevieron a mirarme.

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—Camden—llamé tras de él. Pero continuó yéndose a su habitación. Azotó la puerta detrás de él, haciéndome saltar. Haciendo doler mi corazón. Asomé mi cabeza al pasillo e hice mi camino a la cocina. Una página del diario local estaba sobre la mesa. No era un anuncio enorme, pero era lo suficiente grande. Aparte de la cabeza seria de Camden en la esquina, había solo una persona en el anuncio, el hombre que su padre objetó. Él tenía una sonrisa encantadora y estaba cubierto por fantásticos tatuajes. Era apto como un violín y usaba un traje de baño negro y pequeño, rodeado por hombres aceitosos en la piscina. No podría haber lucido más gay si hubiera tratado. Camden sabía exactamente lo que estaba hacienda. Eligió este hombre, no solo porque probablemente era uno de sus más grandes clientes y ciertamente uno de los más fotogénicos, pero sabía que esto molestaría a su padre. Hizo esto por despecho. Probablemente lavaba dinero por despecho también. Yo sabía una o dos cosas sobre esa emoción. El despecho fue el combustible para el derecho de todos tus males. Y como cualquier combustible, podía consumirte. Miré la foto, perdiéndome en ella. Aquí estaba Camden, fantástico magnifico y exitoso hacia el exterior, pero alimentado por nada más que el rencor en el fondo. El padre de Camden lo subestimaba. Todos los habían subestimado. Especialmente yo.

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Antes En doceavo grado, la chica había encontrado un poco de paz. Tal vez porque era su último año de la secundaria y todos sabían que estaban casi fuera de allí. No quedaba mucho tiempo con ellos y quizás estaban creciendo también. La chica nunca le había hablado a Camden McQueen después de aquel incidente en la clase de arte, él dejo esa clase pronto después. Era casi una pena, él recibió alguna alta nota por sus pinturas de la chica, pero ella sólo sintió alivio. Cada vez que ella veía su cara, ella sentía disgusto, pero lo mayor de todo, culpa. Cuando no lo veía, no hablaba con él, era mucho más fácil pretender que no existía y que nunca se había vuelto contra él en primer lugar. Ella no había hablado con él hasta una clase de Literatura Inglesa en el último año. Era la única clase que tenían juntos, pero ella se sentaba en un lado de la habitación y él se sentaba en el otro. La campana había sonado sólo momentos antes y gracias a su bloque libre, siempre llegaba a clases temprano. Ella había tomado su asiento y miró hacia arriba cuando un grupo de sus compañeros de clase, la mitad de la carrera, de buen carácter que se llevaban bien con todos, vinieron a la habitación hablando excitadamente. —No puedo creer que tenemos un asesino corriendo alrededor en nuestro propio pueblo—dijo uno de los chicos, azotando su libro sobre la mesa con entusiasmo. —Aww, vamos, Mike—dijo el chico de la camiseta de futbol, sentándose detrás—. El tipo no era un asesino. Creo que fue arrestado por robo a un negocio o algo. —Nop —protestó un chico quien se sentó frente a la chica—. Hablé con Phil Hadzukis, y el amigo del primo de Phil Hadzukis trabaja en la estación de policía. Ellos vieron lo que pasó. Era un asesino. O quizás un asaltante. Pero era noticias serias. —Y ahora él se fue —dijo Mike—. Imaginen, podría estar en cualquier lugar. —¿Sobre qué están hablando chicos?—preguntó la chica. Mike la miró de arriba abajo con una mueca apreciativa. Ella raramente les hablaba a menos que se le hubiera hablado. —¿No oíste?—dijo Mike. Ella sacudió su cabeza, obviamente no, no lo había hecho—. El Sheriff capturó algún criminal anoche, algún tipo malo, y lo encerró. Algunas horas después, el tipo escapó de su celda. El Sheriff se volvió loco, corriendo alrededor del pueblo con sus armas fuera como si fuera Clint jodido Eastwood o algo.

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Ella frunció el ceño. —¿El Sheriff McQueen? —Sí. Él no estaba ni siquiera ebrio. —Creo que estaba destrozado—habló el chico de la camiseta. —Él estaba molesto, es lo que estaba. Puso a un asesino lejos solamente para tenerlo escapando después. Eso tiene que golpear, amigo. Ella mordía su labio y ansiosamente miraba a la puerta mientras más chicos comenzaban a empezaban a llegar, esperando que viera a Camden. Esperando que estuviera bien. —Bien, no creo que ustedes chicos deberían preocuparse demasiado sobre el criminal—le dijo a los chicos—. Quienquiera que sea, no es estúpido. Está lejos ahora. —Lo olvidé —dijo Mike—, tú debes saber un montón sobre esto. ¿Tus padres no fueron casi arrestados por el Sheriff McQueen? Ella estaba acostumbrada a esto. Le dio una mirada altiva. —Casi fueron arrestados. Casi es la palabra clave. Ellos no fueron. —Porque ellos corrieron—dijo le chico de la camiseta. Pero parecía un poquito nervioso cuando ella lo clavó con su mirada. —Desearía que mis padres fueran contras—reflexionó Mike, mirando al aire soñadoramente—. Todo lo que mi papá hace es sentarse en su gordo trasero todo el día. —Porque es un conductor de autobús —dijo otro chico. Pero la chica no estaba escuchando. Sus ojos fueron atraídos al frente de la clase donde Camden estaba caminando. Él no estaba vistiendo la gabardina, que le dio un poco menos de miedo. Pero el todavía usaba esmalte de unas negro y ropa mórbida. Su cabello estaba hasta los hombros en ese punto y lo mantenía cuidadosamente. Pero él todavía era Camden, la Reina. Y estaba luciendo un ojo negro. La chica no pudo evitar jadear al negro vicioso y los círculos azules que estaban bordeando su hinchado. Los lentes no hacían nada para ocultarlo. No era nada nuevo verlo golpeado, él había insultado seguido alguno de los jugadores como si fuera un jodido mártir, así que eso es probablemente porque nadie estaba demasiado sorprendido de verlo así. —Yikes—dijo Mike bajo su respiración—. La Reina tiene su trasero golpeado de nuevo. Pero la chica sabía que eso no era la verdad. La chica había visto a su padre suficientes veces para saber que las heridas de Camden eran el resultado de su padre perdiendo al criminal y desquitándose con él. Ella

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tenía una sensación, profunda en el fondo de su estómago, al momento que los chicos habían dicho algo. El resto de la clase pasó silenciosamente. El maestro ni siquiera le hizo una doble toma a Camden, pero la chica lo hizo. Mantuvo miradas furtivas a él en la parte trasera de la habitación. Él nunca la miro o a ningún otro. Mantuvo sus ojos en el señor de las moscas y eso fue todo. Cuando la campana sonó, sin embargo, y la clase fue despedida, la chica no pudo alejarse sin decirle algo. Ella lo miró recoger su libro y dejar la habitación. Rápidamente lo siguió fuera y por pasillo hasta que tuvo la desfachatez para decir algo. —¿Camden?—preguntó tímidamente. Él se detuvo abruptamente. Ella casi se estrelló con su chaqueta militar. Él lentamente giro, sabiendo quien era, no queriendo mostrar su cara. Pero lo hizo. Lucía incluso peor de cerca. La chica se armó de valor y le dio una pequeña sonrisa. —Hola. No dijo nada, solo levanto sus cejas en desconfianza. Ella miró hacia abajo a sus pies, su ojo negro demasiado para ella para afrontar. Se sentía atraída hacia él, dolida por él en formas que realmente no entendía. Como si todo esto fuera de alguna manera su culpa. No lo era, pero eso era la culpa para ti. —Lo lamento —dijo. Aclaró su garganta. —¿Por qué? Ella señaló su ojo. —Por lo que te pasó. Tu ojo. No pareció demasiado impresionado. —¿Eso es todo? —Sí. Quiero decir, no. La observó cuidadosamente y ella se retorció bajo su microscopio. —Deseo que podamos seguir siendo amigos—dijo honestamente. Camden casi se rió. —Todavía me das risa, Ellie Watt. Ella no se atrevió a unirse. —Lo digo en serio. Sacudió su cabeza, totalmente divertido. —Puedes decirlo todo lo que quieras. Es demasiado tarde. Mira, es tu último año. Vamos a mantener nuestros caminos separados. Cuando todo esto termine tú iras por un camino y yo iré por otro. Su rechazo le pico pero ella como que lo había esperado. —¿A dónde irás?

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—Iré al oeste—dijo. Inclinó su cabeza, luciendo listo para decir algo más. Pero no lo hizo. Sólo giró y se alejó. —¡Cuídate!—gritó ella detrás de él, llamando la atención de los chicos vagando en el pasillo, —Tú cuídate—dijo sobre su hombro. Entonces giró en la esquina y se había ido. Ellos nunca tuvieron otra palabra hasta que tuvieron veintiséis años.

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Ahora El sábado por la mañana estaba gris y sorprendentemente fría. Normalmente el alto desierto no tenía este frío hasta el corazón de Diciembre y enero, pero me encontré a mí misma con capas de sweaters y manteniendo la chimenea encendida. Camden lucía terrible. Sólo lo vi brevemente en el desayuno donde traté de no mirar sus moretones y su maltratada cara. Se sentía raro no ser capaz de hablar con él normalmente, incluso sobre nuestros planes que eran totalmente anormales, pero continué dándole espacio. Él odiaba la lastima y no quería tenerle ninguna. Justo después de la tarde, vino arriba de su local, había terminado con sus clientes para el día. Yo había abierto un par de latas de chili, queriendo algo abundante y caliente. —¿Tienes hambre?—le pregunté, revolviendo la olla. Lo oí parar. Lo miré sobre mi hombro. Él estaba parado allí y me miraba con una pequeña sonrisa. Después se había ido. —Sí, me muero de hambre—dijo y comenzó sacando platos del armario, el mismo armario contra el que su padre lo golpeó anoche. No me atreví a tocar el asunto. Él estaba sacando cucharas del cajón, cuando oímos la campana sonar del local de abajo. Lo miré. —Pensé que habías terminado por hoy. —Lo hice—dijo, luciendo confundido—. Quizás Chet está dejando su depósito o algo. Puso los tenedores en la mesa y corrió por las escaleras. Lo escuché abrir la puerta de su oficina y cerrarla. Esperaba que quien sea que fuera no tomara mucho de su tiempo. La comida se enfriaría. Y más que eso, yo sólo quería estar alrededor de él, asegurarme que estuviera bien. Después de cinco minutos, Camden todavía no había vuelto arriba. Entonces oí la puerta del local abrir y cerrarse. Curiosa, me deslicé hacia abajo por el pasillo y en su dormitorio espiando la ventana. Camden estaba dejando la casa con dos hombres. Algo sobre los hombres hizo que mi corazón saltara más que unos latidos. Sólo podía ver la espalda de ellos, pero los hombres eran más bajos que Camden, uno rechoncho y el otro delgado como una caña. Ambos estaban usando trajes bien hechos, beige y gris. Ambos tenían cabello oscuro y ambos

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caminaban con arrogancia que estaba designado a lucir cool y casual. Pero sabía que esos hombres eran todo lo contrario. No tenía idea donde estaban yendo o porque Camden iba con ellos. Pero no era una buena señal en absoluto. Sabía que no debía dejar la casa ni acercarme al pueblo desde que se suponía que Ellie Watt estuviera lejos, pero tenía que seguirlos. Tenía que saber. Agarre mi chaqueta del sofá y corrí escaleras abajo. Fui a través de su oficina, mirando alrededor para ver si había una pelea o algo estaba mal. Lucia bien, así que chequeé el seguro por las dudas. Todo el dinero estaba allí. Caminé dentro del local de tatuajes. Las luces estaban todas apagadas y la señal todavía estaba puesta en cerrado. Todo lucía como normalmente lo hacía. Excepto el mostrador cerca de la registradora. Tomé un pedazo de papel apoyado allí, olvidado y solo. Se movía suavemente con el viento que entraba furtivamente a través de la delgada ventana. Lo tomé y lo enderecé. Era una fotocopia de una fotografía. Reconocí la cara que me devolvía la mirada. Era yo. Había sido tomada en Palm Valley, el día del robo. Reconocí el traje que estaba usando. Me había detenido en una estación de gas en el camino de vuelta desde Joshua Tree y estaba bombeando a José. Estaba mirando a la distancia, profunda en mis pensamientos, probablemente demasiado ocupada planeando para ni siquiera tomar nota del mundo alrededor mío. Tú pensarías que debería haber visto a alguien tomando mi foto, aún si estaban cruzando la calle. Pero no lo había hecho. Y allí estaba. Una granulada, fotocopia en blanco y negro de mí de unos días atrás. Debajo decía: Ellie Watt o Eden White. Debajo de eso decía: $50.000. Debajo de eso había un número de teléfono con el código de área de Biloxi. Y debajo de eso decía el nombre: Javier.

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14 Traducido por Amy Corregido por Jessi Redondo

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ólo podía mirar sin hacer nada, ya que me temblaban mis manos. Mis pensamientos se habían arruinado en la sumisión. Ni siquiera estaba segura de si estaba respirando o si mi corazón latía o si el shock había borrado todo como una supernova gigante ¿Por qué estaba en la tienda de tatuajes de Camden? ¿Morí en algún lugar en el camino? ¿Estaba en el infierno? ¿Purgatorio? ¿Este era el final? Aunque mi primer impulso fue huir, salir corriendo por la puerta y nunca mirar atrás, no tenía la fuerza. No al principio. Me dejé caer de rodillas detrás del mostrador y puse mi cara en mis manos. La imagen flotaba en el suelo. ¿Cómo demonios me encontró Javier? Todos estos años después, ¿cómo me encontró? En todos estos años en que me conocía, él sólo me conocía como Eden White. Me inventé un fondo totalmente nuevo para mí y tomé una nueva vida. La relación entera fue vivir en una mentira y nunca me equivoqué, ni una sola vez. Era joven y enamorada pero nunca me equivoqué. Probablemente no debería haber robado su auto, me dije. No deberías haber sido tan… sentimental. Exhalé tan despacio como pude para mantener las sacudidas dentro de mí. Seguro que tenía un don para molestar hombres y hacerlos guardar rencor. Ellos seguro que tenían el don para hacerme pagar por ello. Tenía que salir de aquí. Tenía que irme, ahora. Antes de que pudiera, escuché pasos en el porche de madera. Me quedé inmóvil y luego me encogí en el mostrador, oculta de la vista. La puerta se abrió y luego se cerró. Se deslizó el bloqueo. Pasos venían en los pisos de madera. El papel. Mis ojos se dispararon a él, tendido en el suelo a mi lado, una imagen de una Ellie Watt que nunca sería otra vez. Los pasos llegaron, uno, dos. Camden asomó su cabeza por encima del mostrador, mirándome. —¿Ellie? —preguntó en voz baja.

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No podía responderle. El miedo era demasiado. Había una mano en mi estómago tomando mis pulmones y apretándolos. Tiró para abajo mi corazón hasta que lo sentí caer. —Ellie —dijo un poco más fuerte. Se agachó junto a mí. Cubrí mi cara, sacudiendo la cabeza, murmurando, temblando, tratando de respirar. Jadeaba en voz alta, con la boca abierta, sin recibir suficiente oxígeno. No podía respirar. No podía respirar. Puntos grises llenaban mi visión. —Bien, cálmate —dijo, poniendo su mano en mi brazo—. Estarás bien. No lo escuché. No podía respirar. Eso era todo lo que podía pensar, el hecho de que no podía respirar. —Por favor —dijo, ahora sosteniendo mi mano. Su voz era suave y calmante pero no tuvo ningún efecto en mí—. Estás teniendo un ataque de pánico. Puedo entender por qué. Sé un poco porque también me sucede. Te conseguiré pastillas, ¿de acuerdo? Tienes que venir conmigo. No quiero dejarte sola. ¿Está bien? Comenzó a levantarme, pero estaba demasiado débil para moverme y muy aterrorizada. Levantó mi foto y la guardó en su bolsillo. Luego miró alrededor nerviosamente, alargó la mano y me levantó por los hombros. Era tan floja como una muñeca de trapo. Me llevó arriba de la casa, y todo el tiempo deseaba tener el aliento suficiente para escapar, para correr. No había manera de que estuviera saliendo de esta casa por mi propia voluntad. Me puso en el sofá y desapareció en el baño. Cuando salió, estaba sosteniendo una pequeña botella. Sacó unas píldoras amarillas en su mano y luego las sostuvo en frente de mi boca. —Abre —me convenció—. Se disuelven debajo de la lengua. Excepto que Ativan era blanco, no amarillo. Estaba tratando de drogarme. —No —traté de decir, pero salió como un susurro. —Ellie, abre. Son para los ataques de pánico. Es como el Ativan, pero mejor. Negué con la cabeza pero tenía miedo de que fuera una carrera perdida. Podría asfixiarme hasta morir. O podría drogarme y darme a Javier por la recompensa de $50.000. No estaba segura de cuál prefería.

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Y no tenía otra opción. Camden abrió mi boca y metió las pastillas debajo de mi lengua, sus dedos tenían el sabor del látex de los guantes que había usando antes. Podría haberlas escupido. Podría haberlo intentado. Pero en ese momento sólo quería ser capaz de respirar de nuevo. Podría preocuparme por mi mejor suerte con los pulmones llenos de aire. Camden se quedó conmigo, acariciando la parte superior de mi cabeza mientras mi corazón se desaceleraba. Me dijo que inhalara y exhalara, inhalar por la nariz y exhalar por la boca. Sostuvo mi mano y nunca la dejó ir. Sostuve su mano también, necesitando algo para agarrarme. Después de algún tiempo, ya no me sentía mareada. No me sentía cansada. Estaba tranquila pero estaba alerta. Le di una sonrisa tímida. —Esos son mejores que Ativan —dije—. Pensé que estabas tratando de drogarme. —Sabía que lo hacías. Mordí mi labio, fuerte. —¿Qué vas a hacer conmigo? —¿Contigo? —Me miró con curiosidad. Asentí. —Cincuenta mil dólares. Frunció el ceño y se acomodó en el sofá, inclinándose más cerca. — Ellie, no te voy a entregar a algunos psicópatas por cincuenta mil dólares. Esto no cambia nada. —Sí, lo hace —dije—, cambia todo. Significa que tenemos que irnos… ahora. —No podemos… —Escúchame, Camden —dije, tratando de que la urgencia regresara en mi voz—. No tienes idea con lo que estamos tratando aquí. Esos hombres… dime lo que pasó. Dime exactamente lo que pasó. Se frotó la frente con ansiedad. —Bien. El timbre de la puerta sonó. Bajé las escaleras y vi a dos hombres de pie en las escaleras. —Descríbelos. —Uno era de unos 177 cm, con un buen traje gris. Zapatos realmente brillantes. Nariz rota, una cicatriz en la mandíbula. Un afeitado limpio. El pelo grueso oscuro, ojos marrones. Flaco. Como la versión masculina de Olivia. El otro era un poco más bajo, quizás un 172 cm, era igual, excepto su nariz que tenía una protuberancia enorme como si se la hubiera roto un par de veces. Traje bronceado. Zapatos sucios. Ambos eran hispanos.

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—Raul y Alex —respiré. Nombres que pensé que nunca diría de nuevo. Asintió. —Eso es correcto. Raul y Alex. Dijeron que estaban buscando a una chica. Dije: ―¿No lo estamos todos?‖ Ellos se rieron como los idiotas que se ríen, así que supe que eran malas noticias. Me pidieron entrar y los dejé. Me hicieron algunas preguntas sobre mí, la tienda, cuánto tiempo había estado en el negocio de tatuajes, etcétera. Luego sacaron la foto. Ellos dijeron que la chica había robado el auto de su ex novio y el dinero unos años atrás y lo querían de vuelta. El auto, especialmente, tenía un gran valor personal para el hombre. Habían oído que ella estaba en Palm Valley, y considerando que tenía un tatuaje en su brazo y yo era un artista del tatuaje, pensaron que podría haberla visto. —Eso es una mierda —escupí—. Ellos saben que estoy aquí. Nos han visto juntos. —No creo que lo sepan con seguridad. Es algo bueno que tu auto, su auto, esté estacionado cerca de la calle, ¿no? —continuó, ahora hablando más rápido, retomando de inmediato lo que estaba contando—. Y entonces les dije que no había visto a la chica de la foto, aunque sabía quién era. Fui a la escuela con ella. Ellos se miraron el uno al otro como si hubiera dicho algo interesante y preguntaron si quería ir a conocer a alguien. Les dije que normalmente no salgo con personas que no conozco y dijeron que estaba justo en una casa de té en la calle. Y pensé que era mejor averiguar qué estaba pasando. Los seguí a la pequeña tienda que vende pasteles, té inglés y otras mierdas desagradables y me senté frente a un hombre. Tragué saliva. —¿Y él como se veía? —Un compañero de buen aspecto —dijo, sonando un poco molesto— , si te gustan los hombres morenos de aspecto latino. Estaba sentado allí, genial como una lechuga. Y no una genialidad falsa, una genialidad verdadera. Como si fuera su casa de té. Como si le perteneciera el pueblo. Como si fuera Dios o algo. Sentado como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo, chaqueta café, una cara camisa blanca desabrochada. Jeans. Botas. Bebiendo té. —¿Su cara? Camden movió la mandíbula atrás y adelante. —Era… era como el sol. Quieres mirarlo y no quieres mirarlo. Se veía bien, ya sabes, para un hombre. Mandíbula cuadrada. Pelo café debajo de la barbilla. De alguna manera se veía muy joven. Pero esos ojos… no podía mirarlos por mucho tiempo. Era como si estuviera mirando mi alma o algo así y buscando cosas que no creo que nadie vaya buscando. Ni siquiera pude verlos lo suficiente para recordar de qué color eran. —Son verdes —dije con aire ausente—. Un muy ligero verdeamarillo.

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Suspiró y se sentó. —Así que ya sabes. Era Javier. —¿Qué quería? —Mi voz sonaba tan lejos. Javier. Javier Bernal estaba en mi ciudad. Justo bajando la calle desde donde estaba. Era un milagro no estar muerta. Cada segundo sentada hablando con Camden sobre él, presionaba mi suerte. Javier era mi personal Candyman24. Existía la posibilidad de que cada vez que dijéramos su nombre él podría aparecer. —Me hizo las mismas preguntas y le di las mismas respuestas. Raul, creo, trajo a colación que te conocí en la secundaria. Así que comenzó a hacer muchas preguntas de tus padres. —¿Y? —Y eso fue todo. Le dije lo que sabía, que ellos eran los contras que entraron y nunca volvieron. Le dije que venías de Mississippi, originalmente. —Apuesto que eso voló su mente. —No. —Lo miré fijamente pero se encogió de hombros—. No, no se veía sorprendido en absoluto. Asintió con la cabeza como si ya lo supiera. Todo en el mundo. Es un… ¿cómo en la tierra saliste con ese tipo, Ellie? Me hubiera vuelto loco. —Fue hace mucho tiempo. —Estuvimos mucho tiempo. Asentí. —Estábamos. Y ahora estamos aquí. Y él está aquí. Y nos tenemos que ir. Me di cuenta que él quería discutir. Quería hablar de la entrega, de los sueños, y de los planes. Pero la aceptación llegaba a sus ojos. Lo sabía porque se veía como la decepción y la derrota. —¿Él es malas noticias, eh? —preguntó, inclinándose hacia delante, con los codos en las rodillas. El delfín que se había tatuado parecía que me estuviera guiñando. —¿Recuerdas cuando me preguntaste quién me estaba persiguiendo? Ahora lo sabes. Robé su auto, robé su dinero. Tenía mis razones. Todavía lo quieren de vuelta. No lo han olvidado. Los narcotraficantes no lo olvidan. Nunca. Se veía un poco pálido. Dije—: No podemos esperar la entrega. Ellos vendrán aquí otra vez, entrarán a tu casa, y me encontrarán. No tengo donde ir o esconderme en esta ciudad. Sería un milagro si aún no llegan a mi tío. No lo mencionaste, ¿verdad? Negó con la cabeza. —No lo hice. Dije que en la secundaria te quedaste con tus padrinos. Tu tío no es un Watt, ¿no? 24Candyman:

comerciante de drogas.

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—No, Bespo. JimBespo —Dejé escapar un suspiro de alivio—. No tenemos opción, Camden. O me dejas ir ahora mismo y te quedas aquí. O vienes conmigo. O me voy contigo. De otra manera, tengo que irme o estaré muerta. Le dije todo esto de una manera casual que casi no me reconocí. Quería darme los cinco por permanecer tan unida. No lo estaba. Estaba gritando por dentro. —Podemos tomar dinero de la caja fuerte —dijo. —Y tenemos tu ID. Ese es un comienzo. Podemos decirle a Gus que nos mande el resto de tus documentos a otro lugar. Pero nos tenemos que ir ahora. Asintió y se puso de pie. Me reuní con él, poniendo mi mano en su brazo, lo que le obligó a mirarme. —Camden, nos vamos y no volveremos. Nunca. Se frotó los labios, los ojos viendo la habitación, tomando todo, todo lo que amaba. No tenía tiempo para empacar con pensamiento. Teníamos que tirar todo junto e irnos. —Tomaremos a José —dije. —¿Su auto? ¿No es un poco obvio? —Están viendo tu auto en este momento, no el mío. No saben dónde está el mío. —Podrían haberlo visto en el parque. —Sí —admití—. Quizás. Pero probablemente no, y probablemente no es mejor que un sí definitivo. Si tu auto se va, ellos sabrán. —Si yo me voy, ellos sabrán. —Pero les va a tomar más tiempo darse cuenta de eso. Nos estoy dando cinco minutos. Ya hemos perdido bastante tiempo. Toma un bolso, empaca sólo lo que necesitas. Me encargaré de lo demás. Saldremos por la puerta de la cochera y por el patio a través de los vecinos. Sólo en caso de que ya estén vigilando la casa. Se puso rígido con paranoia. —¿Debo ir a las ventanas y mirar? Negué con la cabeza. —Ni siquiera pienses en ello. Camden se quedó de pie en medio de la sala, viéndose abrumado y aturdido, no dispuesto a dejar esta vida y tomar otra. Pensó que tenía más tiempo. Apenas lo tuvimos. —Cuatro minutos y medio hasta que estemos muertos, Camden McQueen —susurré.

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Finalmente comenzamos. Nos estábamos moviendo. Insistió en tomar su guitarra acústica vintage, pero aparte de eso, nos aseguramos de tomar sólo lo que necesitaba. Documentos, dinero, ropas, algunas de sus cosas de tatuaje. Mi bolso era pequeña para empezar: todo lo demás estaba en el auto. Hicimos un barrido final del lugar, Camden tomó una foto de Ben sobre la repisa de la chimenea, y luego bajó corriendo las escaleras y entró a la cochera. Después de un rápido examen del patio trasero, caminamos en silencio, ayudándonos a través de la valla en el jardín del vecino y luego saliendo a la calle antes de que nos vieran. No me sentí a salvo hasta que nos fuimos más lejos y vi a José, todavía en el parque. Pero mi alivio duró poco. No podía dejar de pensar sobre la recompensa de 50.000 dólares por mi cabeza y como Camden la dejó pasar. Sólo así. Y la parte divertida era, que le creía. Creía que Camden quería mantenerme en control, creía que todavía necesitaba mi ayuda. Creía que no me entregaría a los ―chicos malos‖ porque no quería hacerme daño. Pero la última vez que creí en Camden, la jodí. Iba a tener que ser un poco más cuidadosa en esta ocasión.

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Antes La chica se deslizó por la calle en su destartalada camioneta Chevy, tratando de parecer lo más discreta posible. Teniendo en cuenta que era abril en Mississippi todo el mundo tenía la cabeza colgando de sus camionetas, sudando como cerdos, ella encajaba. Pero no era una local. Sólo había estado de vuelta en el estado durante tres semanas, y durante esas tres semanas, seguía viendo a las mismas personas. Eso fue a propósito. La chica había encontrado una casa familiar, la casa de un hombre rico donde las cosas malas pasaron hace mucho, mucho tiempo. Y miró la casa del hombre día y día. Algunas veces desde lejos. Algunas veces de cerca. Pero se aseguró de que nadie la viera. Y mientras observaba la casa, al hombre que ella recordaba como Travis, vio a muchos hombres ir y venir. Algunas mujeres, algunas mujeres muy atractivas, pero mayoritariamente hombres. Hombres que tenían la mierda lista. Hombres que usaban trajes y hablaban inteligente. Hombres que cortarían tu oreja con un cortaúñas. Ella miró a los hombres, pensando en cuál hombre era el más importante para Travis. Cuál hombre tenía más poder. Y, con el tiempo, descubrió que era un hombre que no se parecía tener más edad que ella. Era prácticamente un muchacho, con el pelo bastante largo que fluía delicadamente mientras caminaba. Cuando ella lo vio desde lejos, no pensó nada de él. Pero él tenía algo, la forma en que se manejaba con tanto control, tanta confianza, que no podías ser engañada. Ese hombre, tan joven como se veía, no se podía subestimar. Incluso Travis parecía mirarlo como una serpiente en una jaula, una serpiente que podría escurrirse fácilmente a través de las grietas. Una vez que la chica decidió que este hombre era el hombre que necesitaba conocer, esperó hasta que salió del recinto, rugiendo en un Pontiac GTO del 70‘, y lo siguió. Lo siguió día tras día. Viendo donde iba. Cada día iba a los barrios ricos de North Biloxi y se dirigía a la pintoresca ciudad de Ocean Springs. Se iba a su pequeña casa blanca con ventanas curvadas de cristal manchadas y un porche extenso y desaparecía en el interior. La chica nunca vio a nadie visitar al hombre. A menudo se preguntaba que hacía él en el interior. ¿Miraba televisión? ¿Se sentará en su porche trasero mirando las olas chocar contra su playa privada, el viento susurrando la hierba del mar? ¿Estaba solo? Se preguntaba todas esas cosas sobre el hombre y poco a poco reunió el valor de presentarse. Un día lo siguió a su café favorito en la

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ciudad, y en lugar de esconderse en su camioneta como la acosadora que era, decidió entrar a la tienda. Finalmente decidió conocer al hombre. La chica caminó aún sudando por la humedad del exterior. Dentro de la tienda estaba fresco y sorprendentemente ocupado. Divisó al hombre en la esquina de la habitación, relajándose en una silla de mimbre, con una taza de té en la mano. Estaba hojeando la revista Salud de los Hombres, pareciendo aburrido. La chica tomó una respiración profunda, pidió un café en el bar, luego se sentó en el sofá más cercano a él. De cerca, el hombre era tan joven como ella pensaba. Quizás veintitrés años como sus veinte. Era difícil saber cuando iba vestido tan bruscamente. Llevaba un reloj como el tipo que sus padres usaban para robarles a los ricos. Le dio un aire de sofisticación y llevaba perfume que olía como el té más que el té que él estaba bebiendo. Trató de no mirarlo demasiado, pero después de un rato, él la atrapó. Tal vez siempre la había conocido y estaba jugando sus cartas lentamente. La miró, y en ese instante, él tomó lejos su corazón. Sus ojos miraron directamente en los de ella. Y sonrió. A él le gustaba lo que veía.

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15 Traducido por Amy & *~ Vero ~* Corregido por Alaska Young

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l segundo que entramos en José, rugimos calle abajo en dirección opuesta de la calle principal. Haría falta poco tiempo para salir de la ciudad, pero quería asegurarme de que no nos estaban siguiendo y realmente que no iba a ver a Javier y sus secuaces explorando las carreteras. —¿A dónde vamos? —preguntó Camden mientras las casas de la calle se hacían más pequeñas. La arena y la maleza invadieron los suburbios. ¿Para qué, pensé, así puedes mandarles un mensaje a tus nuevos amigos? Tenía que dejar de pensar en que Camden había hecho un trato con el Diablo, pero mi paranoia estaba en su punto más alto de todos los tiempos y no había tal cosa como ser demasiado cuidadosa. —Vamos a limpiar tu dinero —le dije, dirigiéndome a una calle a la izquierda que conducía al desierto. —¿Sabes cómo hacerlo? —preguntó. Le di una sonrisa irónica. —Por supuesto que sí. Soy una artista de la estafa. Casi cada cheque que pago está sucio de alguna manera. —Actos sucios se hacen con porquería sucia. —Oh, yo no hago ninguna porquería. Ni siquiera esto. Pon tu teléfono en el tablero. Se sobresaltó. —¿Qué? Asentí con la cabeza hacia el tablero. —Hazlo. Ponlo ahí. No quiero verte enviando mensajes encubiertos. Se hizo el silencio. Lo miré por el rabillo del ojo. Él me miraba, aparentemente aturdido. —¿Qué? —pregunté con impaciencia—. ¿Cuál es el problema? —¿No confías en mí? —preguntó, indignado. Resoplé. —No. Ponte en mis zapatos y dime… ¿confiarías en ti? —Sí —dijo de inmediato—. Si yo fuera tú, confiaría en mí.

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—Y pensé que mi ego estaba mal —dije en voz baja. —No voy a negociar contigo por dinero. —No, sólo me estás manteniendo alrededor del dinero. —Lo estaba. Todo es diferente ahora. —No, no lo es. Todavía no puedo alejarme de ti aunque lo intente — señalé—. No importa qué, todavía tienes esa evidencia sobre mí. No creas que lo he olvidado. Estoy dispuesta a apostar que te has enviado un correo electrónico a ti mismo con el archivo. Lo dijiste; lo tienes listo con el clic de un botón. Pero si me entregas a la policía, a tu padre, no podrás tener nada de dinero y no podrás correr. Ahora tienes dinero… y el potencial de hacer mucho más. —¿Te he hecho daño? —¿Qué? Repitió, su voz dura. —¿Te he hecho daño? —¿Físicamente? En realidad no. Mentalmente, sí. —¿Cómo te hice daño mentalmente? Mordí mi labio y empecé a buscar señales en la carretera. Odiaba la manera en que cambió la conversación. —Has dicho algunas cosas bastante crueles. Negó con la cabeza y murmuró—: Increíble. —Su mirada fue hacia la ventana donde el paisaje de alabastro y rojizo pasaban volando—. Trataste de robarme, Ellie. Tengo permitido ser malo. Tengo derecho a hacerlo. —¿Te estás justificando? —pregunté de forma conmovedora. —Sí. —Suspiró y tomó el celular de su bolsillo, golpeándolo en el tablero—. Aquí. Puedes tenerlo si quieres. Es inútil para mí. No te he herido y no voy a hacerlo. Vacilé, luego tomé el teléfono y lo guardé en mi sujetador. Me hizo sentir un poco mejor, pero no estaba dispuesta a darle el beneficio de la duda todavía. Conduciría un poco más sin que ningún tipo de vehículos sospechosos nos persiguieran antes de que pudiera pensar en bajar mi guardia. Una vez que llegué tan lejos como podría de Palm Valley, me dirigí a la Autopista 62 y hacia el este. —Mantén tus ojos bien abiertos porque cualquier persona podría estar siguiéndonos —le dije, aunque no sabía hasta qué punto lo haría. Se dio vuelta en su asiento y miró por la ventana de atrás, que por desgracia, estaba cubierto con una capa de polvo grueso. Maldito desierto. Todo se vuelve polvo después de un tiempo.

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Miró los espejos laterales por los siguientes minutos, al igual que yo. Era alrededor de las 1:30 de la tarde y el tráfico no era demasiado malo. Si alguien nos estaba siguiendo, serían fáciles de detectar, aunque es probable que en realidad no lo supiera hasta que hiciéramos nuestra primera parada. Una hora más tarde nos detuvimos en una gasolinera en Vidal Junction. Mientras bombeaba gas y Camden iba a pagar, saqué el teléfono de mi sujetador y verifiqué sus mensajes. No había nada, sólo unos pocos clientes que deseaban citas y Snooty Neo de la banda que quería discutir su próximo show. Sentí una punzada en mi corazón por Camden, el hecho de que todos estos clientes, su banda, todos habían dejado de existir para él. Ni siquiera tuvo la oportunidad de decir adiós. Revisé la estación de servicio, en busca de cualquier cosa fuera de lo común. Estábamos literalmente en el medio de la nada y Vidal Junction no era más que un pueblo fantasma que estaba asentado en las cuatro esquinas de la Carretera 62 y 95. En cierto modo me puso los pelos de punta, pero al menos la falta de tráfico y la gente hizo más fácil localizar lo inusual. Y aparte de una familia que se estaba quejando mientras salían de su camioneta sobrecalentada, no había nada extraño. Satisfecha, saqué mi teléfono y lo comprobé. Quería saber del Tío Jim, sólo para asegurarme de que estaba bien. Él último mensaje que le envié fue para darle las gracias por toda su hospitalidad y decirle que estaba viendo unos amigos en la costa y que quizás lo vería de nuevo pronto. Corto y dulce. Él me respondió con un: “Cuídate, Ellie". Esta vez le escribí: Hola, tío Jim, ¿cómo van las cosas? Esperé un poco, y cuando el gas estaba listo, guardé el teléfono. Esperaba que me respondiera pronto con un “Bien, ¿cómo estás?” pero tal vez estaba en los palmerales ayudando en la cosecha. Estaba soleado aquí en medio de la nada, pero las cosas se habían enfriado en Palm Valley, por lo que la cosecha siempre era más fácil. —¿Lista para irnos? —preguntó Camden cuando salió de la tienda, sosteniendo una bolsa llena de basura. No sabía que había en ella, pero no se podía comprar nada más que basura en una estación de gas. Me deslicé mis gafas. —Síp. ¿Compraste toda la tienda? —Comida para el camino —explicó, subiéndose en su lado. Me acomodé con cuidado en los asientos de cuero, agradecida por la sombra encima de los surtidores de gasolina. Abrió la bolsa y reveló paquetes de frutos secos de maíz, carne seca, Doritos, Combos, semillas de girasol, frutos amargos, pretzels con miel y mostaza, chocolates, unas latas de Red Bull y un plátano. —El plátano es para ti —dijo.

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—A la mierda, dame los frutos secos de maíz. —Metí la mano y se los arrebaté con los frutos amargos y una lata de Red Bull. ¿Quién demonios se come un plátano cuando está huyendo? Puse el álbum Horehound de The Dead Weather en el mp3 y los acordes disonantes de ―Treat Me Like Your Mother‖ llegaron a todo volumen por los altavoces. —¿Soundtrack de escape? —preguntó Camden mientras nos metíamos en la Carretera 95 y nos dirigíamos al norte, hacia las colinas escarpadas de roca roja. —Hay que tener diversión cuando puedes —le dije con una sonrisa. Escaparse es la mejor parte. Fue la única vez que me sentí remotamente libre. Comencé a cantar junto con la canción, haciendo mi mejor impresión de Alison Mosshart, que debo decir fue bastante bueno. La había perfeccionado un tiempo atrás, parecía que siempre estaba huyendo de algo. —Mírame a los ojos ahora, ¿quieres intentar decir una mentira? — canté. Y para mi sorpresa, tan pronto como el vocalista Jack White comenzó, Camden lo siguió. Lo miré apreciativamente, impresionada de que se supiera la letra. Pronto estábamos cantando, sacudiendo la cabeza, gritando, deletreando la palabra ―Manipular‖. La ironía no pasó desapercibida para mí. El canto continuó un poco más allá del pueblo de Needles. Era agradable fingir que estábamos haciendo un viaje por la carretera o algo así, jugueteando con la lista de reproducción y discutiendo sobre quién tiene que comer la comida chatarra. En cierto modo, se sentía natural como la cita a la que fuimos, tan natural como la amistad que alguna vez tuvimos. Pero, como Mosshart y White cantaban, todo era una mentira. Y ya era demasiado tarde para nada más. Nos detuvimos en un área de descanso abandonada, que consistía en un baño público que había visto días mejores, un parche de hierba marrón y mesas de picnic rodeadas de una valla de tela metálica que protegía el lugar de la tierra más estéril. —Necesito estirar las piernas —le dije, apagando el auto y caminando con los brazos por encima de mi cabeza hacia las mesas de picnic. Saqué el celular y revisé para ver si Jim me había escrito. No lo había hecho. Bien, ahora comenzaba a preocuparme. —¿Qué está mal? —preguntó Camden, acercándose. Se veía tan sincero y consternado, como un sexy y preocupado nerd. No había demasiados como él.

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Me enderecé y alejé mi teléfono. —¿Qué te hace pensar que algo está mal? La comisura de su boca se torció. —¿Quieres decir además de lo muy, muy obvio? —No he recibido respuesta del Tío Jim todavía —dije en voz baja. Se acercó a mí y me agarró la mano, apretándola. Me miró y con la forma en que sus ojos brillaban detrás de sus gafas, tuve otro de esos recuerdos de la escuela secundaria. —Estará bien —me dijo. —¿Cómo sabes? Por lo general me responde de inmediato. —No lo sé. Pero elijo creer que va a estar bien, por egoísta que parezca, necesitamos preocuparnos por nosotros en estos momentos. Preocuparse no significa nada si estamos muertos. —¿Estás asustado? —le pregunté. —Estoy jodidamente aterrorizado, Ellie —dijo. Desde las apariencias se veía tan fuerte y duro, los tatuajes le añaden dureza a cualquiera, pero sabía más que eso. —Yo también. —Podríamos tener miedo de lo mismo. —Deberías tener miedo de las personas cuyo dinero acabas de robar, no de Javier. Si él alguna vez nos atrapa, ya no habrá más ―nosotros‖. Él sólo me quiere a mí, y haré todo lo que pueda para mantenerte lejos. Se acarició la barbilla con desconcierto. —Estoy bastante seguro de que me derribarás contigo. —Lo creas o no, ese no es mi estilo. —Bueno, no he visto ningún auto desde hace bastante tiempo, y mucho menos el mismo auto. Creo que es seguro decir que no nos está siguiendo. ¿Te importaría decirme a dónde vamos? —Laughlin, Nevada —dije, y decidí confiar en él un poco. Además, todavía tenía su teléfono iba a seguir vigilándolo como un halcón. Alejé mi mano de la suya y caminé de regreso al auto. Siguió detrás de mí. —¿Haciendo un poco de apuestas? —Lo estamos haciendo. Sólo tratando de no apostar la casa. *** El Avi Resort y Casino estaba justo fuera de Laughlin en Nevada en la rara esquina donde el estado se encontraba con California y Arizona. No era nada elegante, sólo uno de esos grandes casinos que puedes encontrar

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en cualquier autopista de Nevada. El Avi, sin embargo, tenía una atmosfera casual y era popular entre las familias gracias a su extensa piscina y el poderoso Rio Colorado que se extendía más allá de su playa privada, hecha por el hombre. El casino también pagaba bastante bien y era el lugar perfecto para dos ordinarios veinteañeros como nosotros para ganar en grande. Por supuesto, probablemente no ganaríamos nada. Perderíamos. Pero este era el primer paso para limpiar el dinero de Camden. Él podía guardarse el dinero en efectivo si quería, pero era extremadamente riesgoso y peligroso, demasiado fácil para perder, y si quería comenzar una vida legitima otra vez, necesitaba dinero limpio en una cuenta bancaria. Luego de que aseguramos una habitación modesta, nos dirigimos al cajero y cambiamos cinco mil dólares en efectivo por el mismo monto en su tarjeta electrónica. Casinos pequeños como este tendían a preguntar si les entregabas una alta suma de dinero, pero eso no significaba que la gente no hacia esto todos los días y legítimamente. Luego jugaríamos un poco, con suerte perdiendo no más de cien dólares, fáciles de evitar si sólo se adhieren a las ranuras de monedas, entonces lo llaman un día y le dan el dinero. Te dan un cheque, lo depositas en tu banco como ganancia de casino. Su dinero ha sido limpiado. Aclarar y repetir. —¿Estás segura que esto va a funcionar? —preguntó Camden mientras cerrábamos la puerta de nuestra habitación y bajábamos por el oscuro pasillo, que a pesar de la política de no fumar, todavía olía a años y años de humo y nicotina. Podrías probablemente lamer las paredes y conseguir un poco de esa energía. —Funcionará —le dije—. He estado haciendo esto por un largo tiempo. —¿Cuándo fue la última vez que estuviste aquí? Sólo has sido mayor de edad por cinco años. Lo miré con extrañeza. —Tenía diecinueve la última vez que me fui de California. Paré aquí de camino. Y se llama identificación falsa, algo de lo que deberías saber, Connor Malloy. —No soy Connor Malloy hasta que tenga la tarjeta de seguro social —señaló. —Tan pronto como sepa donde estaremos la próxima semana, entonces recibirás tu tarjeta —le dije. Tomamos el elevador hasta la planta principal y fuimos bombardeados con sonidos de casino: sonidos intermitentes y pitidos, campanas, carillones, el tirón de palanca en los modelos más antiguos, el golpeteo de los botones en los más nuevos. Una camarera pasaba,

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haciendo sonar el hielo en las bebidas que llevaba en su bandeja. Camden rápidamente tomó una de la bandeja y le deslizo a la mujer un dólar. —Creo que necesito esto —me dijo antes de tragárselo. Los dos necesitábamos una bebida. Varias. Pero primero lo primero. Fuimos al cajero y le sonreí a la chica pequeña y de cara redonda asiática en el otro lado. —Hola, me gustaría cambiar un poco de efectivo por una tarjeta —le dije con una brillante sonrisa, notando que la etiqueta del nombre decía ―Cammie‖ busqué en mi bolso y deslicé un fajo de billetes crujientes hacia ella. La chica miró el fajo, luego a mí, luego a Camden, luego al dinero otra vez. —Son cinco mil dólares —le dije—. Gracias a Dios por la pensión alimenticia, ¿verdad? Pensé que eso traería una sonrisa a sus labios, pero no hubo tal suerte. —Ya vuelvo —dijo con severidad y desapareció con el dinero. Bueno, nuestro dinero. Camden se inclinó a mi oído y susurró—: Esto no está bien, ¿cierto? Giré la cabeza ligeramente, casi temblando cuando sus labios tocaron la esquina de mi oreja. —Algunas personas son más suspicaces que otras. Eso sucede. Cuando ella volvió, estaba con un hombre delgado y calvo con un bigote gris gigante. Su gerente, sin duda. —Hola, ¿señorita? —dijo el hombre, inclinándose hacia las barras. Cammie se cruzó de brazos, mirándolo fijamente—. ¿Puedo ver su identificación? Realmente no tenía derecho a pedir una identificación en esta etapa del juego, era por lo general cuando ibas a cobrar y por un valor mayor a diez mil dólares. Pero no iba a discutir. Tenía un expediente limpio, y sabía por ley que de dónde obtuve el dinero no era de su incumbencia. —Claro —dije, abriendo de un tirón mi cartera y sacándola. Él la tomó por debajo de las barras y la miró de cerca. Sentí como Camden se tensó a mi lado. Técnicamente la identificación era falsa. Quiero decir, era mi identificación vieja, la verdadera, pero tuve que ponerle una foto nueva y cambiarle la fecha de vencimiento. Estaba a punto de expirar el próximo año. Un poco más tarde y la tarjeta hubiera sido demasiado vieja para haber sido emitida a mí. —¿Hay algún problema? —pregunté mientras él seguía dándole vueltas. Casi agrego ―oficial‖ al final de eso, pero no quería hacerlo enojar.

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—No, no —dijo rápidamente, deslizando la identificación de vuelta hacia mí—. Sólo es que no había visto este tipo de licencia por un largo tiempo. —Lo sé —dije, mirando mi foto—. La mía expira el próximo año. Estoy un poco triste por obtener la nueva. Además me gusta mucho mi fotografía en esta. Es raro obtener una licencia de conducir de la que no estés avergonzada, ¿sabes? Cammie asintió con admiración y supe que la había conquistado. El hombre me dio una sonrisa de disculpa. —Diviértanse en el Avi resort — dijo y se fue. La sonrisa de ella igualó la de él ahora. —Lo siento por eso. Tenemos que tomar precauciones cuando recibimos grandes cantidades de dinero. —¿Ah, sí? —pregunté inocentemente—. Siempre pensé que era por más de diez mil dólares. —Esa es la ley —me dijo—. Cada casino tiene su propia política. Todos los casinos en Laughlin son más o menos lo mismo también. Oh, genial. Bueno, parecía como que no íbamos a quedarnos aquí mucho tiempo. Ella se alejó y me di cuenta de que Camden quería decirme algo. En su lugar, se tomó el resto de su bebida y la arrojó a la basura. Cuando Cammie regresó, tenía la tarjeta en sus manos y la deslizó hacia mí. —Buena suerte —dijo, e inmediatamente sonrió a los siguientes clientes que estaban detrás de mí. Mientras nos alejábamos, Camden me agarró del codo y me atrajo hacia él. —¿Quién era? —susurró. —¿Quién? —pregunté, haciéndome la tonta. —Esa Ellie Watt. Conozco a la verdadera Ellie Watt y ella no es mucho como esa persona. —¿Cuál Ellie prefieres? —pregunté en broma. Dejó de caminar y me atrajo cerca de él, mirándome fijamente a los ojos. —Cualquiera que tenga. Sentí un rubor subiendo mientras su mirada se intensificaba. No podía dejar de mirarlo, atrapada en sus ojos. Afortunadamente un fuerte pitido que procedía de mi teléfono nos hizo saltar e interrumpió el raro aspecto de nuestra relación que seguía apareciendo como una mala hierba. Rápidamente lo saqué de mi bolso, con el corazón acelerado, deseando que fuera el tío Jim.

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Lo era. —Mierda, finalmente —grité, abriendo el mensaje. El tío Jim dijo: No mucho, ¿qué hay de nuevo contigo? Espero que te mantengas fuera de problemas. Camden arrugó la frente mientras lo leía por sobre mi hombro. —¿Mantenerse fuera de problemas? ¿Acaso sabe algo? Sonreí con alivio. —No, siempre está diciéndome que me mantenga alejada de los problemas. —Y tú nunca escuchas, ¿verdad? —Nop. A pesar de que estoy empezando a pensar que podría estar en lo correcto. Rápidamente le respondí el mensaje de texto, diciéndole que estaba llegando y que el clima era hermoso en Santa Bárbara. Luego guardé el teléfono y alejé mi preocupación. Ahora venía un poco de diversión. Al igual que la escapada, tenías que encontrarla donde pudieras. Invadimos las máquinas de monedas primero, ya que ambos necesitábamos bebidas y podías sentarte allí por un largo tiempo jugando. Cuanto más tiempo te sentabas y mejor propina dabas, más fuerte y regulares eran las bebidas ―gratis‖. Luego de nuestro cuarto ron con Coca Cola, la camarera nunca regresó. Supuse que habíamos sido cortados. En esta época del año, el casino no estaba tan concurrido como la temporada alta, por lo que Camden era capaz de sentarse en la máquina junto a mí sin molestar a nadie. Sólo a veces tuvimos a algún local que tenía que sentarse en la misma máquina de siempre y generalmente acabábamos moviéndonos. Yo no quería sentarme al lado de los jugadores locos de todos modos, por lo general olían mal y tenían una manera de mirarte si tu máquina estaba pagando más que la suya. Tuvimos más suerte en la rueda de veinticinco centavos de juegos Fortune. Yo no era una muy buena jugadora para ser honesta, normalmente sólo limpiaba mi dinero y me iba, pero siempre he tenido un poco de suerte extraña con estas. Además, es divertido gritar "¡Rueda! ¡De! ¡La! ¡Fortuna!" Cuando tiré de la palanca (mucho más satisfactorio que golpear el botón de la vuelta), y las imágenes se dieron vuelta, Camden silbó una melodía corta, pero familiar. Una melodía que hizo retorcer mi corazón. —Esa es, ¿no? —dijo. Estaba mirándome expectante. —¿Perdón? —Otro tirón, otro sorbo de mi bebida. Volvió a silbar. —El tatuaje en tu brazo. La melodía. Es de ―On Every Street‖ de Dire Straits.

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Una vez más, estaba impresionada de que fuera capaz de deducirlo con tan sólo pocas notas. —Te queda bien —dijo, en voz baja esta vez. —¿Áspera, dulce y triste? —bromeé. —No —dijo—. Sólo triste. Dios, esa es una canción triste. No sé por qué, pero de repente mis ojos se encendieron con lágrimas calientes. ¿Qué demonios? Unos pocos rones con Coca-Cola y una canción triste y estaba lista para ir. Tragué con fuerza. —Me gusta esa canción. —Esperaba que te gustara, ya que está tatuado en tu brazo. ¿Qué significa? ¿Estás buscando la cara de alguien en cada calle? —Comenzó a cantar bajo su aliento, pasando por las letras. Parpadeé duro, me encogí de hombros y volví a tirar. Quería que se detuviera. Lo hizo cuando golpeó la parte de mi brazo, las tres notas de la guitarra después de que Knopfler cantara la frase titular. Tres notas que nunca sonaron tan desoladas. Tres notas que sonaban tanto como la pérdida de una canción que terminó con la esperanza. —Esa canción no es acerca de alguien. Esa canción es sobre ti. Todavía te niegas a ser rastreada. —Sonaba impresionado. —Hay un cencerro en esa canción —le recordé, intentando bromear al mismo tiempo que enjuagaba una lágrima que se escapó de mi ojo—. Mejor no mirar en ello demasiado, ¿de acuerdo? —Bien —dijo. La conversación se dejó y volvimos a perder.

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16 Traducido por Joha quinto Corregido por Zafiro

L

os dos terminamos yendo a la cama muy temprano, bueno temprano para un casino. Después de que perdimos doscientos dólares y ganamos ciento cincuenta, cobramos de inmediato. Me atendió la misma chica de antes, y no me dio ningún problema para hacerme un cheque. Tampoco me dijo que tenía que reportar mis ganancias al Departamento de Hacienda. Al menos teníamos eso de nuestra parte. Con nuestro elegante cheque en mano, conseguimos dos bebidas más para irnos y volver a nuestra habitación. Teníamos dos camas, lo cual estaba bien porque realmente no confiaba en compartir una cama con Camden. Simplemente no sé de quién desconfiaba más, ¿de él? ¿O de mí? Después de que envié un correo electrónico a Gus actualizándolo sobre nuestro paradero y revisé nuestros teléfonos por nuevos mensajes (del Presumido Neo para Camden, pero de nadie más), me quité todo el maquillaje, me puse mis pantaloncillos y camiseta, y me metí en mi cama. Las sábanas eran rígidas, el edredón tenía un olor extraño, pero servirían. No podría decir que me sentía exactamente a salvo, aunque sabía que había seguridad en el hotel, y a pesar de que nuestra puerta estaba cerrada con triple cerrojo. Me preguntaba si alguna vez me sentiría segura con Camden a mi lado, o si iba a vivir en un constante estado de ansiedad. Uno pensaría que estaría acostumbrada a eso por ahora. —Ellie —llamó él en la oscuridad. Había estado despierta y pensando por tanto tiempo que había asumido que estaría dormido. —¿Sí? —Cuéntame la historia de tus cicatrices. Fue como si la habitación se pusiera más oscura. Más fría. Más pesada. Subí el apestoso edredón a mi cara, deseando poder esconderme. —No es una historia divertida. —No quiero una historia divertida —dijo—. Quiero la verdad. Quiero saber que pasó.

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Mordí mi labio, deseando poder ganar tiempo, pero no había nada más que tiempo en noches largas como esta. —Creo que me lo debes —agregó en voz baja. Y eso era verdad. Le debía al menos eso. Llevé mis rodillas a mi pecho, completamente en posición fetal, y conté mi historia a la pared de enfrente. Era más fácil que enfrentarlo en la oscuridad. Era más fácil sabiendo que estaba detrás de mí. —Erase una vez —comencé—, que había una joven niña. La niña vivía a las afueras de Gulfport, Mississippi. No llamaba al lugar hogar pero había estado allí durante dos años y era lo más cercano a un hogar que había tenido antes. En su hogar, creía que su vida resultaría mejor y que su familia comenzaría a comportarse como una familia otra vez. Sus padres, o al menos su papá, había conseguido un verdadero trabajo en el casino. Le prometieron que habían terminado de ser estafadores y querían hacer las cosas de la forma correcta. Les creyó porque eran sus padres. Siempre les había creído, incluso cuando le pedían robar las carteras de las mamás en las fiestas de cumpleaños de los niños o distraer empleados mientras ellos robaban porquería inútil. Había visto la película Paper Moon25 y estaba feliz que alguien hubiera hecho una película sobre su vida, para que no estuviese sola. Un día, su madre estaba realmente enfadada. Su mamá siempre fue una persona enojada pero este día estaba furiosa. La niña estaba asustada. Amaba a su madre, pero especialmente la amaba cuando estaba en sus raros estados de ánimo felices. Cuando estaba enojada, le tenía miedo. Incluso el papá le tenía miedo. —Así que un día la mamá le dice al papá y a la niña que iban a ir a una pequeña aventura. Simplemente salir a cenar para ver a un viejo amigo suyo, un hombre llamado Travis. Ahora, la niña sabía mucho sobre este Travis amigo de su madre. Lo había visto alrededor de la casa cuando su padre estaba en el trabajo. Era lo suficientemente grande para sospechar que su madre estaba teniendo una aventura pero demasiado asustada para siquiera preguntarle sobre eso. Si su papá alguna vez sospechó algo, era demasiado tímido y amable para decir nada. —Y entonces fueron a cenar a su lujosa casa en el norte de la ciudad. En el último minuto la madre le dijo a la niña que iba a sentarse en el carro y esperar por unos pocos minutos. Con un gordo marcador negro ella anotó una combinación de números sobre la mano de la niña y le dijo que tenía que ir a la parte de atrás de la casa, entrar por la segunda ventana, y una vez adentro ir por cierta puerta. En la habitación encontraría una caja fuerte. Usaría los números en su mano para abrir la caja fuerte y sacar el dinero. Luego saldría de la manera en que entró. 25Paper

Moon: Película del 1973. Un estafador se hace cargo del cuidado de la hija de una antigua amante. La niña aprende todos los trucos de su oficio, e incluso le ayuda, en ocasiones, a salir de apuros.

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Me detuve. —Estoy cautivado.

escuchando

—dijo

Camden

rápidamente,

sonando

Tomé una profunda respiración y continué—: La niña lo hizo como su mamá le dijo. Pero estaba tan nerviosa que abrió la puerta equivocada. Entró en una habitación muy oscura y antes de que lo supiera, no hubo suelo debajo de ella. Cayó un tramo de escaleras y aterrizó sobre el frio y duro suelo, llorando por la caída. Le tomó unos pocos minutos salir de ese estado, y darse cuenta de lo que había sucedido. Pero era demasiado tarde. La conmoción atrajo a las personas a la parte superior de las escaleras. La luz se encendió. Era Travis. Con sus padres detrás de él. —Él bajó corriendo, agitando sus brazos. Los padres de la niña fueron rápidos con las excusas, ―No pudimos encontrar una niñera‖, dijo la madre, ―le dijimos que esperara en el auto‖. Le gritaron pero no fue suficiente para Travis. La ayudó a ponerse de pie, agarrándola cruelmente alrededor de su muñeca, y bajó la vista a su mano. Vio la combinación de la caja fuerte escrita en la parte superior. Todo había terminado. Camden contuvo la respiración y no tuve más opción que terminar con valor la historia. Era más fácil fingir que eso le pasó a alguien más. —Travis se quedó muy callado. Por un par de segundos, no dijo nada. La niña nunca había estado tan aterrorizada. El silencio los ahogó a todos. Finalmente, la agarró por el brazo, retorciéndolo detrás de su espalda hasta que gritó de dolor. Sus padres comenzaron a bajar corriendo las escaleras para detenerlo pero Travis tomó un recipiente de la estantería detrás de él. La niña no sabía lo que era, excepto que tenía una de esas etiquetas de advertencia. Todas las estanterías tenían botellas similares, de diferentes colores, formas y tamaños. Había caído dentro de un estéril y frio sótano. Casi parecía como un laboratorio pero no totalmente. El hombre, Travis, amenazó a sus padres. Dijo que si le decían la verdad de lo que estaba haciendo allí, la dejaría ir. Pero si le mentían, arrojaría la botella en su rostro. —Sus padres le dijeron la verdad. La madre dijo que ella arregló todo con la hija porque iban a robarlo. Porque Travis se lo merecía. Porque era justo. La madre no dijo mucho más que eso. Era suficiente. Travis sonrió, y parecía como si fuera a dejarla ir. Pero no lo hizo. No al principio. En su lugar la mantuvo en el sitio, y mientras le sonreía a sus padres y les decía ―gracias por su honestidad‖, vertió el contenido de la botella en la pierna de la niña, donde bajó corriendo desde su rodilla hasta la parte inferior de su pie. Vestía sandalias y pantalones cortos en ese momento. Nunca usaría pantalones cortos de nuevo. Me interrumpí, dándome cuenta de que tenía una vida antes de que todo esto pasara. Que había sido tan libre y feliz. Que sabía cómo se sentía

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caminar por la calle y no tener personas mirándote fijamente. Tenía mucho potencial en ese entonces y nunca aprecié nada de eso. Nunca aprecié mi futuro hasta que fue arrancado de mí. —Nunca descubrieron qué químicos se encontraban en el veneno — le dije a Camden antes de que pudiera hacer comentarios—. Los doctores dijeron que parecía como acido de batería o cloruro de metileno, lo cual los hizo inmediatamente sospechosos. Para ellos, sonaba como que los padres estaban operando un laboratorio de metanfetamina. Eso hizo que los Servicios Sociales se les fuera encima. Les hicieron las mismas preguntas sobre el accidente una y otra vez. Y otra y otra vez de nuevo, la niña tenía que recordar su mentira. Que estaba jugando en el basurero cerca de su casa, buscando piezas de auto para su papá cuando accidentalmente pateó una botella de líquido sin marcas y se derramó sobre ella. No entendía por qué tenía que seguir mintiendo, por qué no podía decirles la verdad. Era culpa de Travis. Fue él único quien lo hizo. ¿Por qué lo estaban protegiendo? Pero sus padres sólo decían: ―No cariño, es nuestra culpa‖. Y así la niña pasaría el resto de su vida culpándolos a todos. Los culparía hasta que muriera. La historia fue interrumpida por un silencio arrollador. Llenaba la habitación hasta el tope, pesado con la verdad y apunto de arrollar. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Camden suspiró. —¿Qué es eso? —pregunté, casi molesta por su respuesta. —No sé qué decir, Ellie —dijo tristemente—. Y me gustaría saberlo. Me gustaría tener las palabras para quitarlo todo. Lo siento tanto. Todo está bien —mentí—. Estoy acostumbrada a ello. —¿Alguna vez viste a Travis otra vez? —preguntó él. Dudé. Pero no tenía sentido mentir más. —Sí. Lo hice. Ese es por qué regrese a Mississippi. —¿Y Javier? —Trabajaba para él. Camden tomó esa información y lo oí rodar sobre la cama con eso. Él exhaló. —Así que ahora todo tiene sentido. Te enamoraste de uno de los chicos malos. —No olvides sin embargo, que también soy una de los chicos malos. No dijo nada, tal vez perdido en pensamientos. Me acomodé en mi cama y presioné mi cabeza en la almohada. Mis ojos se cerraron, listos para dormir. Mientras estaba quedándome dormida, escuché a Cadem decir, suave como el aire—: No eres mala, Ellie. El mundo es malo y sólo estas tratando de sobrevivir en él.

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O tal vez fue un sueño. *** Cuando el teléfono sonó, sacudiéndome fuera de mi sueño, me tomó unos pocos instantes darme cuenta donde estaba. Me senté en la cama y vi a Camden moviéndose; el sol estaba empezando a subir en algún lugar en el este. Cogí el teléfono de la mesa entre nuestras camas, recordando que había pedido una llamada para despertar. Miré el reloj mientras decía—:¿Hola? —Eran las siete de la mañana. Creí que había pedido una llamada para despertar a las ocho. No había nadie en la línea, sólo un zumbido débil. Luego un chasquido. —¿Hola? —pregunté de nuevo. Una pequeña semilla de temor estaba floreciendo en mi estómago. —¿Quién era? —preguntó Camden atontado mientras se giraba. Me miró, parpadeando lentamente. Sin sus gafas se veía diferente. Se veía bien. —Creí que era la llamada para despertar —dije mientras ponía el teléfono de nuevo en el receptor—. Pero se suponía que nos despertarían a las ocho. —Imbéciles —murmuró y se dio la vuelta. La luz en la habitación era tenue pero podía ver todos los hermosos tatuajes abajo en su espalda. Había demasiado de él que aún no había visto ni explorado. —Sí —dije distraídamente. Quité mi atención de él—. Imbéciles. Aunque. Algo me tenía inquieta. Levanté el teléfono y marqué el número de información. —Sí, hola —dije cuando una mujer de forma muy alegre contestó—. Recibí una llamada ahora a nuestra habitación, habitación 416, y me estaba preguntando si esa fue la llamada para despertar que había pedido. Me dijo que esperara mientras tecleaba en su computadora. —No — dijo—, aún la tenemos aquí para las ocho a.m. —Eh, ¿hay alguna manera de que pueda averiguar quién me llamo realmente? ¿Respondió usted la llamada? —Un momento —me dijo. Segundos después la vos de un hombre estaba en el teléfono. —¿Hola? —dijo él. —Sí, hola, acabo de recibir una llamada de alguien a mi habitación pero colgaron. Me preguntaba si podrías decirme quien fue.

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—No lo sé —dijo—. Simplemente preguntó si había una Ellie Watt aquí. Dije que sí y luego él preguntó por cuánto tiempo se quedaba. Dije dos noches y luego pidió ser comunicado. Oh mierda. —¿Hay algún problema? —dijo el hombre en la línea. —Perdón, ¿puedes decirme como sonaba? Cadem ya estaba sentado, la cobija recogida alrededor de su cintura, observándome ansiosamente. —Tenía un acento. Muy débil. ¿Tal vez mexicano? —Gracias —me ahogué en el teléfono antes de dejarlo caer sobre la mesa. Mis manos cayeron débiles a mis costados. Camden se extendió, una mano manteniendo la cobija alrededor de su cintura, y colgó el teléfono por mí. —¿Javier? —preguntó él. Asentí vigorosamente. —Suena como eso. Sip. —¿Hora de irnos? —Hora de irnos maldita sea. Tiramos todas nuestras cosas juntas, nos pusimos nuestras ropas, y salimos corriendo de la habitación. Tomamos las escaleras que nos llevarían al costado del edificio porque queríamos evitar la recepción. Le habían dicho a Javier que estaría aquí por dos noches y quería que se viera de esa forma por tanto tiempo como se pudiera. El aire del exterior era fresco y limpio temprano en la mañana, y para cuando caminamos con dificultad por el interminable estacionamiento y llegamos al carro, el sol estaba encima de las montañas de Arizona sobre el lado opuesto del río. Apilamos nuestras cosas dentro y salimos tan rápido como pudimos sin levantar sospechas. —¿Cómo crees que nos encontró? —preguntó él. Sonó como una pregunta bastante inocente, pero me hizo entrecerrar mis ojos impulsivamente. Deseaba confiar en Camdem, enserio lo deseaba. Sacudí mi cabeza, saqué el carro a la carretera. —No tengo idea. Tiene sus maneras. —¿Entonces como sabes que no nos están rastreando en estos momentos con satélites y mierdas? —preguntó. Estaba agarrando el salpicadero, su voz muy nerviosa, como si estuviera a segundos de volverse loco.

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Traté de no reírme. —No soy Jason Bourne26. Tiene sus maneras, quiere decir, que tiene un montón de hombres quienes hacen su trabajo para él. Ellos no son de alta tecnología; no trabajan para el gobierno. Probablemente sólo imaginó que estaría lavando el dinero de esta forma y comenzó a llamar a todos los casinos en el área —Esos son un montón de casinos. —Tiene un montón de hombres. Por eso la próxima vez, nos alojaremos bajo el nombre de Connor Malloy —¿La próxima vez? ¿A dónde vamos? —A las Vegas, bebé. Se recostó en su silla, ajustando sus gafas. —La Ciudad del Pecado. Parece apropiado. Dejamos Laughlin bajo una nube de polvo.

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26Jason

Bourne: es un personaje de ficción de novelas de espionaje.

17 Traducido por Deydra Ann & Mel Cipriano Corregido por CrisCras

N

o pasó mucho tiempo hasta que llegamos a la congestionada Las Vegas Strip. El trayecto en coche había sido sombrío y silencioso. Ambos estábamos atados hasta la cabeza, reflexionando sobre nuestro destino. Traté de ignorar el miedo de que Javier estuviera ahí afuera, cazándome como a un perro, y en su lugar me enfoqué en nuestra próxima serie de movimientos. Teníamos que hacerlo bien esta vez. Teníamos que fingir que éramos grandes apostadores. Nos quedaríamos en un hotel de lujo, frecuentaríamos casinos como El Venetian, El Wynn y El Monte Carlo. Jugaríamos, perderíamos dinero, y nos reiríamos sobre ello con un cóctel. Interpretaríamos a la rica, perfecta hasta las tetas, pareja. Y luego nos marcharíamos. Estaba lleno, notoriamente soleado y cálido. Todos en la Strip estaban borrachos y vistiendo ropa demasiado corta y brillante para antes del mediodía. A decir verdad, los envidiaba. No creo haber ido alguna vez de vacaciones en toda mi vida. Siempre estaba trabajando, siempre. Fingir ser otra persona era un trabajo de tiempo completo. Escogí en dónde nos quedaríamos y nos detuvimos en la entrada del hotel Aria. Camden estiró el cuello para mirar el alto y brillante edificio. —Impresionante —dijo—. Asumiré que Connor Malloy tiene algo de dinero. —Sí, lo tiene —dije, aparcando el coche en el estacionamiento—. Ambos lo tenemos. Somos ricos y tenemos un montón de dinero para gastar aquí. Mucho dinero para ganar. Asintió en nervioso acuerdo. Salimos y le di al valet quinientos dólares, diciéndole que mi coche era un anhelado coleccionable y necesitaba tener atención muy especial, lejos de miradas indiscretas. El valet estuvo de acuerdo con entusiasmo y nos dijo que lo mantendría fuera de la vista. Bien. Una vez dentro, conseguimos un nombre bajo su nueva identificación. Obviamente no podía usar su tarjeta de crédito real, así que decidí ser Ellen Waits y les di mi (bueno, su) tarjeta de crédito para ocupar

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la habitación. Pensé que no había espacio en esa tarjeta, pero aun así pasó bien. Nuestra habitación estaba en el piso diecisiete y era hermosa. Apreté un botón para el bloqueo de luz, automáticamente las persianas se retiraron, dejándonos una vista de la zona de la piscina y el imposiblemente cristalino hotel de al lado. Dejamos caer nuestras cosas en las camas. —¿Cuál es nuestro primer paso? —preguntó, estirando los brazos detrás de su cabeza. Una vez más, traté de no mirar los tatuajes alrededor de sus abdominales. Una vez más, fallé. —Bueno, tendremos que salir y conseguir algo de ropa bonita. Quiero decir, realmente buena. Del tipo de gran apostador. Vas a lucir como James Bond. —¿James Bond usa lentes? —Si lo hace, probablemente son de visión de rayos X. Tendrás que fingir. Sonrió, la primera sonrisa que había visto en él desde hace tiempo. —No necesito visión de rayos X. Ahora que te he visto desnuda, puedo imaginarlo bastante bien. Rodé los ojos y empecé a ir por las bolsas y a ordenar cosas. Síp, tendría que conseguir todo un guardarropa nuevo. Y mis botas definitivamente no. Camden se acercó a la ventana y miró a través de ella. Sus anchos hombros y su torso estrecho hacían una silueta muy atractiva. —¿No es un poco temprano para ir a apostar? —Iremos esta noche. —¿Qué vamos a hacer hasta entonces? —Giró su cabeza y me miró. Me encogí de hombros. —Hay mucho que tenemos que hacer. —Iremos a la piscina —dijo y se alejó de la ventana, rozándome al pasar. —¿Qué? ¡No podemos ir a la piscina! Sacó un fajo de dinero de su maleta y se lo guardó en el bolsillo. —¿Por qué no? —Porque estas no son unas vacaciones, Camden. Se cruzó de brazos. —Sé que no lo son. Pero no tenemos mucho más que hacer y no me quedaré sentado en la habitación. Vamos, estoy cansado y probablemente apesto. Quiero una ducha, sé que tú también

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quieres. Quiero ir a la piscina por una hora y relajarme. ¿Qué hay de malo en eso? —Uh, todo —dije—. No vinimos a relajarnos. Estamos huyendo. —Has estado huyendo prácticamente toda tu vida —dijo, dando un paso más cerca de mí. —Sí, ¿y? —Así que, creo que necesitas reconsiderar la forma en la que estás haciendo las cosas. Sólo es una hora. Ahora era mi turno de cruzar mis brazos. Teníamos tiempo. Sí, me sentía asquerosa del viaje. Probablemente me haría bien intentar simplemente relajarme y despejar mi mente. Pero, aparte del hecho de que no había manera en que me pudiera relajar sabiendo que Javier estaba ahí afuera... Odiaba las piscinas. Suena tonto, pero cuando has intentado tan duro no mostrar tu deformidad en público, tiendes a evadir situaciones en las que tus pantalones no estén. Con excepción de cuando era niña, nunca había tenido un traje de baño. Miré el reloj en la pared. —De acuerdo, baja y me reuniré contigo pronto. Frunció sus labios en sospecha. —¿Lo prometes? Asentí. Tomó la llave de la mesa y salió de la habitación. Una vez que se fue, me recosté en la cama por unos minutos. No entendía cómo Camden podía estar tan relajado sobre todo. ¿Descansar en la piscina? ¿Cómo demonios puedes descansar en la piscina cuando sabes que hay hombres buscándote? Quiero decir, ellos no lo estaban buscando específicamente a él, pero aun así. Comencé a ponerme nerviosa de nuevo. ¿Y si estaba actuando todo bien porque me estaba tendiendo una trampa? ¿Y si me pidió que fuera a la piscina a propósito? Sabía de mis cicatrices. Sabía que no lo haría. Sabía que no bajaría. ¿Y si estaba planeando algo con Javier justo ahora? Sentada ni una mierda. —Te mostraré —dije en voz alta. Tomé mi bolso y todo lo que necesitaba para correr y me dirigí a la puerta. Después del ascensor y de caminar a través de la mitad del hotel, encontré el piso de la piscina y salí al agobiante sol. Era tan malditamente blanco que sentí como si estuviera en mi propio infierno disfrazado de cielo. Las camareras eran blancas, las toallas eran blancas, las sillas eran blancas. La piscina era de un azul tan pálido que incluso parecía blanco. Mis ojos estaban ardiendo hasta que me deslicé en las sombras. Era una zona grande con un montón de piscinas para elegir. No tenía ni idea de dónde podría estar Camden o si incluso ya estaba allí, pero

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valía la pena comprobar primero. Me quedé junto a la pared donde estaban los vestuarios, observando a todos; entusiastas chicos universitarios, turistas gordos, niños gritones, despedidas de solteras. Finalmente, lo vi en el lado opuesto de la piscina más grande. Estaba solo y leyendo un libro, aunque a algunas sillas había un montón de rubias plásticas que bronceaban sus aceitados traseros. Se mantuvo mirándolas a escondidas y contuve la raya de amargura que se abrió en mí. ¿Ahora estaba celosa de cualquier chica a la que Camden miraba? Estaba volviéndome oficialmente loca. Decidí correr el riesgo. Caminé alrededor de la piscina, con toda la naturalidad posible, como si la mayoría de las mujeres en Las Vegas llevaran botas de combate, pantalones y una camiseta un poco sucia sin mangas para ir a tomar el sol. Me detuve frente a su silla, admirando descaradamente su físico bajo la seguridad de mis lentes de sol. Joder, joder. Se veía bien. Y esas chicas que no dejaba de mirar, ciertamente también lo estaban mirando. Cuando me vieron, me fulminaron con la mirada un poco. Las miré de vuelta. Lástima que no pudieran verlo. —Hola —le dije. Lentamente apartó los ojos de su libro, el nuevo libro de Neil Gaiman en tapa dura, y rompió en una sonrisa cuando alzó la vista. Casi me derretí. Hacía calor. —Esperaba que vinieras —dijo, palmeando la silla a su lado. Sonreí un poco con aire de suficiente para el beneficio de las otras chicas y, con esa misma sonrisa, le eché un vistazo rápido a lo que me rodeaba. Hasta ahora, todo bien. Nadie caminando hacia mí como T-100027. Permanecí inmóvil por un segundo, observando una gota de sudor viajando por sus abdominales antes de que bajara. Tomó una bolsa de plástico y la puso en mi regazo. —Esto es para ti —dijo. Miré dentro. —¿Qué es? —Sácalo y mira. —Si era una bomba, iba a estar muy molesta—. Me compré unos pantalones cortos para nadar desde que olvidé empacar alguno. Sabía que probablemente tú no tenías un traje de baño. Lo sostuve en mis manos como si fuera un bebé (y, sólo por referencia, sostengo bebés como si fueran serpientes). Era un bikini de color amarillo pálido con triángulos ajustables. No era la cosa más

27T-1000:

androide del futuro contra el que deben enfrentarse para poder cambiar el futuro Sarah y John Connor en Terminator 2.

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modesta, pero tenía más cobertura que las chicas de bikini. Nunca me lo pondría en un millón de años. Sonreí con fuerza, tratando de persuadir para algo de aprecio. —Es precioso, Camden. Pero no creo que vaya a nadar. Empecé a ponerlo de nuevo en la bolsa, pero de repente se acercó y tomó mi muñeca. Fuerte. Había estado temiéndole al bikini cuando debería haber estado temiéndole a él. —No puedes sólo sentarte aquí en tus pantalones y botas, Ellie — dijo. Estaba sorprendentemente serio. —Sí, puedo —dije. Mis ojos se lanzaron alrededor. Su tono me ponía más nerviosa. Su agarre se apretó y traté de retroceder, pero me mantuvo en mi lugar. Se recostó y bajó sus lentes de sol. —Usarás el traje de baño. No hay alguna razón para que no lo hagas. Fruncí el ceño ante su mano sobre mi muñeca. —Sí, hay una muy buena razón —susurré—, y ya sabes exactamente cuál es. Lo has intentado con la minifalda, y eso definitivamente no es lo mejor. —Tienes que superar tus miedos. Tienes que dejar de preocuparte de lo que la gente piensa —dijo. —No tengo que hacer ni una sola cosa de las que tú dices —le respondí. Me tiró hacia él y dejé escapar un grito ahogado. No me hizo daño, pero estaba actuando irracional. Miré a mi alrededor para ver si alguien lo había visto. Las chicas en bikini estaban sentadas y nos miraban con preocupación. Tal vez necesitaría su ayuda después de todo. Él se inclinó hacia mi rostro, mirándome en busca de algo, y se enojó por lo que encontró. —Tienes que hacer todo lo que digo. No me importa si dejar Palm Valley fue idea tuya, si venir aquí fue idea tuya, o que sea tu ex-novio el que viene detrás de ti. Sigues olvidando que estás realmente aquí por mí. Sigues olvidando que me perteneces. Así que de eso se trataba. Jugué con su mirada y me incliné más cerca. —¿Crees que te pertenezco? Sólo mi destino te pertenece. No eres mi dueño, aquí y ahora —gruñí. Entonces de repente dí un tirón hacia atrás y él me soltó. Mantuve mis ojos en él, con miedo de mirar hacia otro lado, pero pude oír a las chicas susurrando con ansiedad. Yo no las culpaba. Nunca es divertido ver una lucha de pareja. Y ni siquiera éramos una. Me puse de pie, uniendo el bikini en mis manos.

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Él miró hacia mí. —Tienes tanto miedo, Ellie Watt. Tienes miedo de mostrarle al mundo lo que realmente eres. Tienes miedo de estar en paz con tus cicatrices, porque en el momento en que lo hagas, en el momento en que las aceptes, tendrás que dejar de lado tu ira. Tendrás que dejar de lado tu misión. Y entonces, ¿quién serías? No lo sabía. —Vete a la mierda —le dije, lanzando el bikini en su cara. Casi dejé escapar las lágrimas, y me odié a mí misma por eso. Me odié por gritarle en público, pero no pude evitarlo—. ¿Es esto lo que querías decir con tratar de humillarme? ¿Es esto lo que necesitas hacer para que quedemos a mano? Antes de que pudiera hacer otra cosa más que mirarme con la boca abierta y remordimiento en su frente, me di la vuelta y huí con un sollozo. Ahora no podía detener las lágrimas. Se habían estado construyendo desde hacía demasiado tiempo. Pasé corriendo junto a la pared blanca de sillas de jardín, mientras la gente se volvía para mirarme. Corrí hacia el elegante nivel interior, con su pequeño patio de comidas, y todo el camino hasta el ascensor. Intenté utilizar la tarjeta para entrar en mi piso, pero una y otra vez no pasaba nada. Me dejé caer en el suelo mientras las lágrimas nublaban mi visión, hasta que dos señoras de edad entraron. Insertaron sus tarjetas y una de ellas me preguntó amablemente—: ¿En qué piso te encuentras, querida? —Diecisiete —chillé, y ella marcó el número sin hacer una sola pregunta. Benditos sus corazones. En mi piso, salí tambaleándome y fui directa a mi habitación, mi tarjeta funcionaba de nuevo. Llegué a la cama y luego me derrumbé en un mar de lágrimas. Lloré por todos mis errores que no fueron corregidos. Me grité que no podía vivir con los errores y encontrar mi paz con ellos. Lloré por la infancia que nunca tuve, por el futuro que me robaron. Lloré por mis padres, que sabía que me querían a su manera, lo que hizo no tenerlos alrededor aún más difícil de soportar. Lloré por estar siempre sola, por no tener unas vacaciones, por no saber quién era en realidad. Lloré hasta que no quedó nada en mí para llorar. Y cuando estaba debilitada, agotada por las lágrimas y angustias, entonces fue cuando Camden apareció en la habitación. Caminó lentamente hacia mí y se sentó en su cama. Esperó unos momentos antes de susurrar—: ¿Ellie? Yo no le contesté. No pude. —Ellie —dijo de nuevo—. Tengo una idea que te puede ayudar a encontrar la paz.

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Si me estaba pidiendo que meditara tendría que buscar otra cosa. —Va a doler. Pero el resultado será hermoso. Más hermosa de lo que ya eres. Era lo suficientemente extraño para hacerme levantar la cabeza y mirar. Se veía solemne, con los ojos rojos, las manos cruzadas delante de él. —Yo estaría mejorando tu belleza, encontrando el patrón en el caos. Haciendo que te sientas orgullosa de en lo que te has convertido. Me limpié la nariz con el edredón. Totalmente poco atractivo. —¿De qué estás hablando? —le dije con voz ronca. Se fue a lo suyo y cuando regresó, estaba sosteniendo una caja plateada. La abrió y me la mostró. Era como un maletín lleno de su equipo de tatuaje, pero más pequeño. Sólo tenía la pistola, un par de agujas, casquillos de tinta, guantes y artículos de carbono, además de un par de artículos que no reconocí. —Un mini-kit de tatuaje —dijo—. Lo hice hace unos años, decidí que era el tipo de cosas que debes tener en la guantera. Nunca se sabe cuando hay una emergencia del tatuaje. Me hizo subir sobre mis codos y mirarlo a los ojos. —¿Esto es una emergencia del tatuaje? —Ellie —dijo, volviendo a sentarse—. Déjame tatuar tus cicatrices. Yo no sabía qué decir a eso. —¿Es posible? —Con las viejas cicatrices, sí. He visto a algunos artistas convertir cicatrices en hermosas obras de arte. Una mujer tenía su mama mastectomizada convertida en una flor. —Eso sería malditamente doloroso. —Mis cicatrices se sentían raras y demasiado sensibles si me las tocaba demasiado. Él asintió con la cabeza. —Es posible que duela. Pero eres fuerte. Y el dolor habrá valido la pena. Negué con la cabeza, tratando de encontrar algo de sentido en eso. —¿No confías en mí? —preguntó. Bueno, no. No lo hacía. Quería. Pero no podía. Dicho esto, me había equivocado con él tratando de contactar a Javier. Todavía tenía su teléfono y no había llamadas o mensajes extraños. Pero, ¿confiaba en él con mi cuerpo, para que lo convierta en algo hermoso? ¿Confiaba en su talento y su habilidad? ¿En su pasión? Lo hacía. —¿Cuánto me va a doler? —le pregunté.

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—Un poco más que tu tatuaje normal. Tengo un tatuaje en la parte inferior del pie. Probablemente dolerá lo mismo. Hice una mueca. —Ugh, ¿de verdad? Se sacó sus sandalias Reef y me lo mostró. Era el símbolo de WuTang Clan28 Me tuve que reír. —¿Hablas en serio? —Pasé por una grave fase de wigga29 y comencé a escuchar todo ese viejo rap. Creo que sabía que iba a superar eso, de ahí la colocación. Todavía estaba sonriendo a eso. Se sentía bien. —Muchacho, L.A. te han cambiado. —Traté de cambiar. Me encontré de nuevo. Intercambiamos una mirada humilde. —Entonces, ¿vas a decir que sí, Ellie? Miré a mi pierna, cubierta por tela vaquera. ¿Qué más daba? ¿Por qué no? ¿Qué diferencia habría para mí? Si él podía manejar el Wu-Tang Clan en su suela, yo podría manejar su arte en mis cicatrices. —Esto no va a interferir en nuestros planes para esta noche ¿verdad? —pregunté. Él me dio una pequeña sonrisa y comenzó a vaciar su kit en la colcha de lujo. —Sólo debería tomar alrededor de tres horas. Serás capaz de caminar, aunque para ser honesto, probablemente no debas usar pantalones. Pero vas a estar muy bien vendada. Nadie lo verá. —¿Sólo tres horas? —Sólo quiero hacer la parte delantera de la pierna, donde es más pronunciada. No quiero hacer demasiadas cosas a la vez. Podemos dejar la parte de atrás para otra ocasión. Si usas un vestido suelto y largo, o una falda esta noche, te irá bien. Tragué saliva, de repente nerviosa. —¿Voy a tomar un trago para el dolor? Él negó con la cabeza. —Vas a sangrar demasiado. Pero lo harás bien. Te lo prometo. Y así, con las cortinas abiertas y el sol a todo volumen, me quedé sólo con mi ropa interior y me puse en las toallas que había extendido sobre la cama.

28Wu-Tang 29Wigga:

Clan: grupo de hip hop de la Costa Este de USA. persona blanca que se viste y actúa como negro.

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Él contuvo el aliento cuando me vio, sus ojos viajando desde mis pies hasta las caderas, como si no lo hubiera visto todo antes. —Jesús —susurró, su mirada persistente en todas partes—. Siempre me olvido de que ya eres arte. Me sentí extrañamente tímida ante su admiración y jugueteé con las esquinas de la toalla. —Entonces, ¿qué vas a tatuarme? —Lo que sea que tus cicatrices me digan —respondió. Puse mi cabeza sobre la cama cuando empezó preparando mi pierna. Yo no quería mirar. Quería entregarme. Miré por la ventana, el sol se reflejaba en el edificio de Rio en la distancia. Después de unos minutos, las agujas zumbaban, vivas y esperando para transformarme. Puse mis pecados en sus manos.

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18 Traducido por CrisCras Corregido por Innogen D.

Antes

L

a chica se quedó fuera del salón de tatuajes, negando con la cabeza firmemente. Le había prometido a su novio que se haría un tatuaje con él, pero se estaba echando atrás en el último

momento.

—Vamos, ángel —le canturreó Javier, tomándola de la mano—. Todo el mundo está nervioso su primera vez. Es un poco como el sexo, aunque deberías alegrarte de que no tienes llevar la pérdida de tu virginidad en la manga. Lo quiero un poco, pensó ella para sí misma, incapaz de contener una sonrisa. No solo había perdido su virginidad con Javier, sino que habían hablado durante meses de tatuarse juntos. Javier ya tenía varios, una gran cruz que recorría su columna, y el nombre de su madre grabado en la parte interior de su bíceps. La chica no tenía ninguno. Habían decidido ir con un tema musical basado en las canciones que elegirían para el otro. Javier era aficionado a la canción ―On Every Street‖ de Dire Straits. Siendo una gran fan de la banda, a la chica le encantaba la canción, pero no podía entender por qué su novio la había asociado con ella. Después de todo, la canción hablaba de ―miradas heridas‖ de mujeres cuyas ―huellas permanecieron grabadas‖ y el hombre con un ―tatuaje reglamentario de seductor‖, que estaba ―todavía en el caso‖ y buscándola para siempre en ―una ciudad hambrienta‖. La respuesta de Javier era siempre la misma, que no importaba lo que les sucediera, él siempre la buscaría, en cada calle. En ese momento, la chica pensaba que era romántico. Y quizás, de alguna retorcida forma, aún lo hacía. Pero no podía decidir cómo incorporar eso en un tatuaje. Había una línea en la canción sobre la luna colgando boca abajo, y ella pensó que podría ser una buena. Entonces Javier le sugirió que se hiciera las notas escritas de la parte de la canción que siempre la hacía llorar. Ella dijo que lloraba cuando lo oía porque le hacía sentir lo que el héroe de la canción sentía. Y eso era soledad. Sólo

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tres simples notas, y ella sentía todo el dolor de perder a su amante, siempre atrapado en una búsqueda sin fin. Le dijo que sonaba como si su corazón estuviera haciendo eco en un corredor vacío. Su canción para Javier era Nine Inch Nails ―Wish‖. Una canción más oscura, rápida, frenética, pero una de sus favoritas. Pero cuando se trataba de letras crípticas, de desear que hubiera algo real en un ―mundo lleno de ti‖, no estaba segura de sobre quién trataba la canción. ¿De ella o de Javier? Él decidió hacérselo en la muñeca, sólo la palabra ―Wish‖. Decía que siempre había deseado a una mujer como ella y cada vez que mirara su muñeca recordaría que sus deseos se habían hecho realidad. Sin embargo, a pesar del compromiso y el apoyo, la chica estaba teniendo segundos pensamientos. Era más que solo el dolor; los tatuajes eran para siempre. Su tatuaje hablaba de un futuro que podía o no suceder. ¿Quería ella que sucediera, para bajar la mirada a su brazo un día un día, sabiendo que Javier la estaba buscando? ¿Quería ella sentir ese vacío, la búsqueda del sonido? Javier estaba asegurándose de que ella siempre recordara la primera vez que había tenido sexo y la primera vez que se había hecho un tatuaje. Él estaba impreso en su cuerpo de muchas maneras. Y en la parte posterior de su cabeza, enterrado profundo detrás de la lógica, escondido detrás de los primeros amores, del sexo, las mentiras y el poder, la chica sabía que estaba siendo marcada, por él para poseerla, para siempre. Tomó un poco más de suplicar y de persuasión fuera del estudio en ese día en el que las nubes apretaban el Océano de Springs como una mano húmeda. Pero finalmente, y como era habitual, la chica cedió. Tenía dificultades para decirle que no a Javier. Era una de las razones por las que, un año más tarde, su blanco llegó a ser su amante y el dueño de su corazón. Ella nunca quiso enamorarse de Javier. Ni siquiera podía entender cómo lo hizo, cómo sucumbió a un hombre que hacía cosas muy malas, el cual era parte de una organización que le había hecho cosas muy malas una vez. Pero cuando tienes veinte años, el corazón quiere lo que quiere y si eres lo suficientemente dedicado, se consigue lo que se consigue. Juventud e ingenuidad hicieron demasiado por esta chica que ahora se hacía llamar Eden White. Javier besó su mano, mirándola fijamente con esos agudos ojos amarillo-verdosos con los que empezó a ganársela. —Espero ser siempre una parte de ti, Eden—dijo con convicción—. Tú siempre serás una parte de mí. Un mundo sin ti en él es una canción sin música. Ambos son necesarios para hacer un todo.

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Ella sintió sus mejillas ruborizarse. Javier podía ser terriblemente romántico, y lo extraño es que era siempre sincero. Vivía su vida con valentía y pasión, tanto es así que cuando fue enviado por Travis, el hombre que lo había empezado todo, el hombre al que todavía no había visto, hizo un arte de la crueldad. Hizo fácil para la chica olvidar el tipo de hombre con el que estaba tratando, porque cuando él estaba tratando con ella, ella era una joya sagrada, su reina. No fue hasta más tarde, cuando casi era demasiado tarde, que ella descubrió la serpiente. Él estaba empezando a deslizarse su jaula. Y era aterrador. La chica tomó una profunda respiración para calmarse, y apoyándose en Javier en busca de apoyo, entró en el estudio. Una hora más tarde salían con sus marcas del uno en el otro para siempre, hundiéndose en su piel. El brazo de ella estaba vendado y empapado; la canción de él le había hecho sangrar más de lo normal. Esa fue la primera advertencia.

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Ahora Decir que el tatuaje dolía era una subestimación; dolía tanto que necesitaba algo para morder. La toalla del hotel se veía como si hubiera sido masticada por un perro desobediente, pero era mejor que gritar, lo que me apeteció hacer en más de una ocasión. La mayoría del tiempo sólo miraba por la ventana, imaginando que estaba flotando alto por encima de las llamativas personas de la piscina de abajo. A veces, sin embargo, echaba un vistazo hacia Camden. Casi se desvanecía en el tatuaje, en mi cuerpo, así de concentrado parecía. Era como un escultor, mermando mi fealdad, dejando rastros de belleza detrás. Lo que comenzó como una rama desnuda creciendo desde las raíces de mi pie, pronto se desplegó en una pierna llena de flores de cerezo. Camden hizo que las líneas se entrecruzaran en una maraña verde que crecía; convirtió mi piel muerta en flores vivas. Cuando terminó finalmente, limpiándose las gotas de sudor de su frente y quitándose los guantes, sentía ganas de llorar. No era solo que el dolor hubiera terminado, sino que algo asombroso había nacido de mi tragedia. Por primera vez en mi vida, era capaz de mirar mi pierna con algo más que disgusto, ira o vergüenza. Sentía admiración y sentía orgullo. Y, quisiera aceptarlo o no, sentía gratitud. Camden… No podía ni siquiera completar el pensamiento. Le miré, incapaz de decir nada excepto—: Gracias. —De nada, Ellie—dijo—. Y gracias a ti. Ahora puedes ver lo que yo siempre he visto. Sentía mi garganta espesa y tragué saliva. Notando esto, se levantó y volvió con un vaso de agua del baño para mí. Me la bebí, pero todavía no era capaz de decir nada. —¿Has terminado de admirar mi trabajo?—preguntó con un guiño. La verdad era que no creía que fuera a hacerlo jamás. Las flores rosas de cerezo eran tan detalladas, vívidas, como si tuvieran vida. Realmente parecía como si un árbol hubiera crecido alrededor de mi pierna—. Voy a tener que vendarte ahora. Asentí e hice una mueca mientras comenzaba a envolver mi pierna con capas de vendaje. Trabajó de forma rápida y con suavidad, sus fuertes manos me trataban como si fuera preciosa al tacto. Era humillante tenerle adorándome de esa manera, y por primera vez se sentía bien ser cuidada. No quería apartarle y decirle que podía hacerlo yo misma, quería que él se encargara de ello. Le necesitaba, su toque, su atención. Todo ello. Cuando terminó todo me ordenó que me quedara ahí. Por ahora el sol se estaba poniendo el cielo de las Vegas se fundía sobre las

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deslumbrantes luces. Él pensó que no debía apoyarme en la pierna durante un rato si iba a estar caminando durante el resto de la noche. Mientras ponía mi pierna en alto sobre una almohada, dije—: ¿Qué pasa con la ropa? Necesito algo de ropa bonita y zapatos para esta noche y nos estamos quedando sin tiempo. Alzó la vista para mirarme y me lanzó una sonrisa pícara. —¿Por qué no dejas que yo me preocupe de eso? Pfffht. Como si fuera a permitirle que comprara por mí. —No sabes mi talla. Y no confío en tu gusto. Le dio un apretón a mi dedo del pie y se rió. —Vaya, así que elijo leggings con estampado de leopardo para ti una vez y de repente piensas que tengo mal gusto. Oye, sólo confía en mí. Y sé tú talla. Te he tocado entera. Un destello de sus manos sobre mí me inundó de calor. Lo ignoré, ignoré el hecho de que estaba tumbada en la cama enfrente de él, solo con mi ropa interior, y con las piernas ligeramente ladeadas. —¿Zapatos? Se inclinó y cogió mi bota del suelo, mirando la suela. —Talla ocho. —Pero odio los tacones altos. No puedo caminar con ellos. —Así que no te traeré tacones altos. —Serás capaz de ver las vendas de la parte superior de mi pie. —Así que la gente verá las vendas. La gente se hace tatuajes todo el tiempo aquí, estoy seguro de que incluso los grandes jugadores. —Tengo que tener… —Un vestido largo. Lo sé. Sé lo que estoy haciendo. Y con eso se preparó para salir y me dejó tumbada en la cama, dolorida y ligeramente inmóvil. Encendí la televisión y me entretuve con unos cuantos episodios de Cazadores de Mitos antes de empezar a preocuparme. No sobre qué ropas me iba a traer, aunque estaba teniendo visiones de plataformas de bailarinas de striptease, minifaldas con estampados de leopardo y tops, sino porque me pregunté si eso era todo lo que él había salido a hacer ahí afuera. Tenía que tomar una decisión y tenía que hacerlo ahora. No podía vivir en esta indecisión, en este endeble estado de no saber si podía confiar en Camden o no. Un minuto pensaba que podía, al siguiente estaba asustada de que no pudiera. Me estaba haciendo sentir bipolar, y de

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alguna extraña manera, no era realmente justo para él. Tenía que decidir cómo me sentía respecto a él y luego tenía que atenerme a ello. Si me quemaba de cualquier manera, entonces ese sería el riesgo. Estudié los patrones del techo con la esperanza de encontrar un patrón en mis pensamientos. Camden me vino a la cabeza. Él me jodió mientras yo estaba intentando joderle. Tenía pruebas contra mí que me llevarían a la cárcel o que al menos me valdrían una orden de arresto. Tenía un padre que no quería nada más que ponerme al servicio de la justicia. Camden tenía obvios problemas de control y sus propios métodos para hacer que le compensara por todos los males que yo le había causado. Él había tenido una reunión con Javier, Raúl y Alex y se enteró de que había un enorme precio por mi cabeza. Había muchas razones para no confiar en él. Pero a pesar de todas mis sospechas, todo se reducía a dos cosas. Una: había tenido todas esas oportunidades, pero de momentos no se había aprovechado de ninguna de ellas. Si solo estaba esperando el momento oportuno, no lo sabía. Pero parecía que cuanto más tiempo estábamos juntos, más complicadas eran las cosas. Si quería deshacerse de mí, era más hacerlo más temprano que tarde. La otra razón era la más simple. La más honesta. Tenía una razón para confiar en él porque sentía que podía fiarme de él. Llámalo corazonada o instinto primario, pero eso era a lo que se reducía todo. Confiaba en él porque sentía que podía, que debía. ¿Eran las corazonadas algo por lo que apostar tu vida? Bueno, estaba en la Ciudad del Pecado, donde la gente lo hacía cada día. Yo solo tenía que actuar como la gran jugadora que pretendía ser y correr el riesgo. Con esa decisión tomada, sentí una nube de ansiedad ascender. Era mucho más fácil preocuparme solo de una cosa. Debía de haberme aliviado lo suficiente como para quedarme dormida, porque cuando desperté estaba oscuro afuera y Camden estaba en la habitación sosteniendo unas cuantas bolsas de ropa y zapatos. —Este juego —anunció, colocando los paquetes en el suelo con una dramática floritura—, es mucho más divertido cuando estás jugando en una tienda de Armani en vez de en una tienda de segunda mano. —¿Quién va primero esta vez?—pregunté mientras me sentaba, mi interés despierto. —Tú —dijo—. Yo sólo tengo un esmoquin. Ponérmelo arruinaría mi espectáculo privado de moda. Me sentí un poco como Kim Novaken Vértigo cuando él dejó todas bolsas con la selección de vestidos sobre la cama. Para mi sorpresa, eran

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todos preciosos. Este hombre tenía un gusto excelente debajo de sus excentricidades. Había un vestido sin tirantes de color verde oliva metálico, recto hasta el suelo, nada mullido; un seductor vestido ceñido sin mangas que parecía fundirse sobre la cubierta; y un largo vestido negro de seda con el frente cortado hasta el ombligo y la espalda cortada en lo que supuse sería una abertura. Una capa de fino encaje negro cubría las áreas abiertas, haciendo que pareciera un vestido más discreto a primera vista, hasta que mirabas de cerca. Era subido de tono, atrevido y elegante. Era perfecto. —Pensé lo mismo —dijo, notando la forma en que mis ojos estaban fijos en él—. Y pensé que iría bien con estos. Abrió una de las cajas de zapatos y me mostró un par de sandalias de tiras con un modesto tacón de cinco centímetro. Las tiras tenían formas sinuosas de rosas y resplandecían con cientos de diamantes de imitación plateados. Tal vez no fuera tan modesto después de todo. —Son hermosos, Camden —dije en un suspiro silencioso—. Tengo que ser honesta aquí. Estoy empezando a sentirme un poco como Cenicienta o algo. —Bueno, ciertamente no soy tu Príncipe Encantador —dijo, recogiendo los otros vestidos. Sus brazos se flexionaron maravillosamente contra su camiseta negra. —Gracias por eso —le dije, sintiéndome atrevida—. El Príncipe Encantador nunca tuvo tu cuerpo o tus tatuajes. —O mi polla —replicó él con una sonrisa maliciosa. Me mordí el labio mientras mis ojos viajaban a su entrepierna y volvían. —Si lo hubiera hecho, definitivamente Cenicienta no habría vuelto a casa a medianoche. —¿Y hasta que hora nos quedaremos nosotros esta noche?— preguntó. —Hasta que la última ficha haya caído. Me puse de pie, cuidadosa con mi pierna. Se sentía apretada y pesada, pero por lo demás estaba bien. —¿Te importa darte la vuelta?—pregunté, haciendo el movimiento con las manos. Él revolvió su pelo con diversión. —No creo que lo haga. Te he comprado ropa, voy a ver el espectáculo.

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Se quedó de pie allí enfrente de mí, rodeado de cajas y bolsas, las camas a cada lado de nosotros. Aunque la sonrisa en sus labios era juguetona, la mirada en sus ojos no lo era. No era una mirada mala, pero no era suave. Cada uno de sus rasgos destacaba en su hermosa forma masculina, todo bordes duros y segundas oportunidades. Este no era el momento para que fuera tímida y él lo sabía. Al ver que ya estaba en mi ropa interior, un conjunto negro que me cubría con descaro, levanté mi camiseta por encima de mi cabeza y la dejé caer en el suelo alfombrado. Su mirada se intensificó, como un misil buscador de calor. Me llevé las manos a la espalda, y lo más elegantemente que pude, me desabroché el sujetador y lo deslicé por mis brazos, arrojándolo sobre la cama. A pesar de que su mirada, su postura, su propio ser, me recordaba a un lobo a punto de saltar, no se movió. Sentí sus ojos recorrer mi cuerpo de arriba abajo como la seda, enviando escalofríos por mi espalda. Me estaba encendiendo sin ponerme una mano encima. No era necesario para el vestido, pero me deshice de mis bragas y di un paso fuera de ellas. Ahora estaba absoluta, completamente desnuda, salvo por la venda de mi pierna. Para alguien más habría parecido un poco tonta. Pero no para Camden. Podía ver en la forma en que observaba que yo era nada menos que un fénix saliendo de sus cenizas, al igual que el tatuaje en su cadera. Ahora me había convertido en su tatuaje. Poco a poco me acerqué a él, dueña de mi cuerpo como nunca antes, hombros atrás y cabeza alta. Hice un gesto hacia el vestido. —¿Me ayudas? Se lamió los labios; probablemente fue involuntario, pero hizo que calor estallara entre mis piernas, mis propios labios abiertos. Estiró una mano y cogió el vestido negro en sus manos y, sin prisa, bajó la cremallera de un lateral, sus ojos nunca dejando los míos. Levanté los brazos por encima de mi cabeza, mis pechos desnudos alzándose a medida que lo hacía, entregados ante él. Nuestra mirada nunca se rompió, y el calor solo se construyó, conectándonos. Él cogió el vestido y cuidadosamente lo deslizó por mis brazos y tiró de él hacia abajo. Sus nudillos rozaron mis pezones y apreté la mandíbula, suprimiendo el estremecimiento que quería rodar a través de mí. Lo arrastró hacia abajo sobre mis pechos y sobre mi estómago, lentamente, muy lentamente, como si la tela fuera una extensión de sus manos y sus labios. Cada pelo en mi cuerpo se puso de punta, mi piel tensa y ansiosa. Se acercó más para empujar sobre mis caderas, dejando que sus dedos descansaran sobre ellas mientras la gravedad atraía el resto del vestido hasta el suelo.

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Ahora, con la ropa puesta, bajé los brazos. Estaba tan cerca de mí, demasiado cerca. Sus manos ardían sobre mis caderas. —Gracias —susurré, rompiendo su ardiente mirada y mirando al suelo. —Una cosa más —dijo, apartándose. Se agachó y rebuscó en una de las bolsas y sacó una caja de joyas. Antes de que yo pudiera decir nada, la abrió y vi un par de brillantes aretes de diamantes descansando sobre el terciopelo color gris paloma. Nunca había tenido esos destellos tan cerca de mi piel. Y a pesar de que Camden había comprado con dinero robado, incluso aunque sólo estábamos vistiéndonos para poder limpiar lo que él robó, esto reforzó mi comentario sobre Cenicienta. Me sentía como una princesa. —Son hermosos —le dije, cogiendo la caja de sus manos, nuestros dedos cepillándose uno contra el otro—. Gracias. Supongo que será mejor que me hagan tener buen aspecto. Creo que me recogeré el pelo. Él sonrió y se alejó. —Esperaba que pudieras. Le di una rápida sonrisa y me metí en el cuarto de baño con mi kit de maquillaje. En el minuto en el que cerré la puerta de la espaciosa habitación decorada con azulejos, exhalé ruidosamente. Mi corazón había estado martilleando a mil por hora ahí atrás, la tensión construyéndose hasta que casi no podía soportarlo. Era como si en momento en el que decidí confiar en Camden fuera el momento en el que quería entregarle mi cuerpo otra vez. Suponía que el tatuaje era el primer paso. Fijé mi cabello en secciones y luego un poco de maquillaje clásico. Delineador líquido negro y pintalabios rojo sellaron el trato. Los pendientes eran los accesorios más hermosos del mundo, brillando por las luces del baño que se reflejaban sobre mis hombros como polvo de hadas bailando. Cuando salí, vi a Camden al bar, vertiendo una botella de champán en dos copas aflautadas. Pensé que había escuchado el estallido del corcho mientras estaba allí dentro. Él se veía… bueno, no tenía sentido describir su aspecto. Nunca le haría justicia. Era Camden en un esmoquin muy bien confeccionado, suave y sexy. El lustre de las solapas negras, su pajarita junto con su cabello negro peinado hacia arriba, su aro de la nariz y las gafas, era un espía jodidamente impresionante. Tenía que mantener los dientes apretados para evitar que mi mandíbula cayera al suelo. —Bien, bien, bien, Sr. Bond —dije mientras me acercaba a él.

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—Bien, bien, bien, Sra. Watt —dijo, tendiéndome una copa de champán. Las burbujas hicieron un sonido sibilante entre nosotros—. Creo que esta ciudad está a punto de ensuciarse las manos. Brindamos con nuestras copas.

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19 Traducido por Danny_McFly Corregido por Vericity

V

estidos de punta en blanco, Camden y yo hacíamos girar cabezas en todos los casinos que entramos. Los cajeros y distribuidores nos miraban con una especie de respeto en lugar de la usual reservada manera que nos pondría en su Informe de Actividades Sospechosas. Buscamos la pieza y actuamos la pieza, y eso, combinado con un cobro en cantidades de más de $7000 y realmente jugando más de unos pocos juegos, nos dejaron deslizar por debajo de su radar. Por supuesto, no nos quedamos en un casino. Fuimos a la puerta de al lado del Cosmopolitan para empezar, después al Monte Carlo, luego hacia el otro lado al Venetian, el Palazzo, el Wynn y antes de terminar al Bellagio. Hemos dejado lo mejor para el final. Aunque mi pierna dolía y me picaba algo feroz del tatuaje, y me dolían los pies por las correas de diamantes de imitación, lo hicimos a través de cobro de $25.000 dólares en total y para cobrar $24.000 en cheques de caja. Perdimos sólo $1000 durante nuestras hazañas de juego que llevábamos de casino a casino a fin de que nadie se enterara. Por el momento en que arrastramos los pies en el elegante Bellagio, era la una de la mañana y estábamos cansados fuera de nuestras mentes. El Red Bull y café sólo nos mandaba lejos, incluso manteniendo la bebida al mínimo. Habíamos pasado la mayor parte de la noche en el borde, y con la medianoche volando más allá de nuestra-mi hora de Cenicienta, estábamos dejando bajar la guardia un poco. Había terminado con el juego por ahora. Habíamos cobrado, pero Camden quería jugar unas cuantas rondas de blackjack con un poco de su propio dinero. No mucho, sólo lo suficiente para pasar un buen rato. Fue agradable para sentarse a su lado, sentada como la mujer fatal perfecta, y escucharlo gritar "golpéame" o no. Además los jugadores de blackjack en el Bellagio eran temas perfectos para que la gente observara. Cuando no estaba al acechando sobre el hombro de Camden o asegurándome de que mi anillo en el pezón no se empujara a través de las inserciones de encaje, yo estaba viendo a

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todos los demás, preguntándome si también tenían una historia que contar. —¿Estas sediento? —le pregunté, cantando a su oído mientras barría sus fichas hacia él. Oh, yo también tenía un montón de diversión con pretender que estábamos en una cosa de pareja de alto vuelo. Significaba que tenía que susurrarle palabras dulces al oído, respirar en la piel de su cuello, y dispararle miradas sugerentes a través del cuarto. Todo estaba en un acto y nada era un acto. —El último, lo prometo —dijo, deslizándome un veinte—. Algo pateará mi culo durante la siguiente hora. Lo tomé con una sonrisa pícara y me escabullí fuera a través del laberinto de mesas y máquinas hacia la barra circular. Digo escabullir porque era imposible vestir como lo hacía y no sentirse como Jessica Rabbit. Casi cada casino tiene un bar, por lo general justo en el medio de la pista principal. Es un gran lugar para conocer gente sin tener que pagar un cover, especialmente con la alta tasa de rotación. Había elegido el bar de Bellagio porque al camarero le gustaba yo y me estaba dando bebidas fuertes para el incluso barato-Red Bull de forma gratuita. Se salió un poco la manera de la mesa de Camden, que estaba escondido en la parte trasera detrás de hileras de máquinas tragamonedas, pero si alguna vez estábamos fuera de la vista del otro por mucho tiempo nos texteábamos. Sí, le devolví sus privilegios telefónicos. Algunos de los clubes y bares se vaciaban porque de repente había una fila de chicos universitarios borrachos en frente de mí. Traté de llamar la atención del camarero, y aunque él me vio, no podía ignorar a todos los demás. Tendría que esperar. Me puse en la cola del bar debatiendo si ir a otro, incluso si no en primera para barato, cuando mi teléfono sonó. Pensando que era Camden preguntándose dónde estaba su bebida, lo saqué. La pantalla de mi teléfono mostró un mensaje de texto desde un número desconocido. Una palabra. Hola. Se adjuntaba a un código de área 228. Biloxi. No creo que la palabra "hola" nunca hubiera parecido tan terrible. Casi tiré el teléfono. Pero no lo hice. Fui directo al número de Camden. Le envié un mensaje: Código Negro. Empujé la parte posterior del teléfono en mi embrague y tragué saliva, mareos pululando por mis brazos, hacia mi cabeza.

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Sabía que número era ese. Lo había dejado en mi Cartel de Se busca en casa. Tenía la esperanza de que Camden hiciera exactamente lo que había significaba decir Código Negro. Habíamos hablado de ello antes, acerca de qué hacer en el peor caso, el "qué pasaría si" y nuestro plan de ataque. Y ahora estaba sucediendo. Javier tenía mi número. Estaba más cerca de lo que pensaba. —¿Señorita? —El camarero se dirigió a mí. Me volví hacia él en un sueño. La línea se había disipado. Yo estaba al lado. Estaba a punto de darle a él un "no gracias" y mover mi cabeza y luego moverme hacia los ascensores, pero mi visión se fue a la derecha junto a él. Se fue al otro lado de la barra, donde un hombre estaba sentado. Sentado y me miraba con ojos amarillo-verdosos. El hombre sonrió y sentí como unos cubos de hielo por mi espina dorsal. Javier. Me gustaría poder decir que me di la vuelta y corrí en el momento en que reconocí su cara. Pero no lo hice. Dudé, quizás unos segundos demasiado largos. Debido a que Javier tenía una cara que te obligaba a mirarle. Camden había estado en lo cierto con su impresión, en realidad era como el sol. Si te quedabas mirándolo demasiado tiempo, te quemaría. No era el hombre más atractivo del mundo, y para efectos de comparación, no tenía el look clásico de Camden exclusivamente masculino de buena apariencia. Su boca era un poco demasiado amplia y serpenteaba, de esquina a esquina. Su nariz se había roto un par de veces, y cuando lo mirabas de frente como yo lo estaba haciendo fijamente a través del bar, realmente lo podrías decir. Pero sus ojos eran hermosos, astutos y de otro mundo. Su cabello era un desastre controlado; tenues hebras oscuras que caían por la frente con patillas largas. Tenía los pómulos altos, una mandíbula fuerte. Cuando se combinan todas las partes, igualaban mucho más que la suma. Era exótico, peligrosamente bello. Había sido mío una vez. Había roto mi corazón una vez. Y estaba aquí para matarme. Sólo necesitaba hacer esto una vez, también. Todo el tiempo lo había estado mirando fijamente, envuelta en sus ojos, enjaulada por su presencia, él me estaba mirando a mí. Fue hasta

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que se trasladó a textear algo en su teléfono que me encontré regresando al presente. Mi celular sonó de nuevo. La comisura de su boca levantada, los ojos de nuevo en mí. En contra de mi mejor juicio, miré. ¿No tienes ninguna historia nueva que contar? 26 años en tu camino al infierno. Me sentía vacía por dentro, como si estuviera siendo cincelada por el miedo. Era una línea de la canción "Wish", la canción tatuada en su muñeca. La canción que yo escogí para él. En ese momento yo no sabía sobre lo que la canción era pero ahora sé que lo hizo por mí. Otro pitido. Te ves hermosa. Tenía que salir de allí. Miré rápidamente alrededor, en busca de Alex y Raul, sabiendo que tenían que estar cerca. No los vi, pero eso no significaba nada en un casino. Traté de calmar mi acelerado corazón y pensar. Tenía que pasar por delante del bar, pasar a Javier para llegar a la entrada del hotel, para llegar a Camden. Cristo, esperaba que no me estuviera buscando y sólo hubiera terminado como lo habíamos planeado. Caminar para pasar a Javier me pondría en la línea de fuego. Pero él no se atrevería a agarrarme en el centro de un casino rodeado de gente, cámaras y seguridad encubierta. Me dejaría caminar junto a él y entonces me seguiría. No podía tener eso tampoco. Tenía que hacer que lo detuvieran. Más que eso, tenía que hacer que detuvieran a Raúl y a Alex, dondequiera que estuvieran. Tenía que caminar hasta él y comprometerme, porque si corría, no habría escapatoria. Chupando el valor de vuelta como probar cien whiskys, me metí de nuevo mi celular en el embrague, apreté mis manos sobre él hasta que mis nudillos estaban blancos, y caminé alrededor del bar. Mis ojos nunca dejaron los de Javier y él nunca dejo los míos. Casi podía escuchar "Wish" insistiendo mucho en mi cabeza, igualando mi velocidad con mi corazón. Me detuve a su lado, junto a un par de borrachos que se reían en voz muy alta, una pareja que no tenía idea de qué tipo de animal se encontraba cerca. Javier llevaba un traje de chaqueta desabrochada en un tono verdoso-amarillento que habría parecido monótono en nadie más que él y una camisa sin cuello de lino blanco por debajo. Él olía como un millón de recuerdos falsos.

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Como en cámara lenta, apoyé la mano en la barra superior. Me concentré en eso como una mujer obsesiva poseída, lo cerca que estaba a su lado, ya que se aferró a una bebida que sabía era Bombay Sapphire y agua tónica. Su mano era leonada, moteada con cicatrices. Yo había sostenido muchas veces esas manos, maravillándome de lo oscura que su piel se ponía en el verano, y besé cada marca. Manos que conocían mi cuerpo por dentro y por fuera. Las manos que estaban tan a menudo cubiertas de sangre de otra persona. —Ellie Watt —me dijo. Su acento era suave y seductor, su voz ligera—. Tengo que decir que me gusta tu nombre real mucho más. Te queda bien. Tomó mi mano y yo se la arrebaté de en medio antes de que pudiera tocarme. Llevé mis ojos a los suyos y me estabilicé a mí misma. —¿Qué quieres de mí? —le pregunté. Inclinó la cabeza, observándome con una sonrisa apreciativa. —Tu cabello es diferente también. Me gusta. Eres demasiado enojona para ser rubia. —Asintió con la cabeza en mi brazo—. Te dije que te estaría buscando, ¿no es así? Yo sabía que ese tatuaje vendría de vuelva a morderme en el culo. —¿Qué quieres de mí, Javier? —le dije, tratando de mantener mí voz lejos de que temblara. Tenía que hacer esto rápido. Frunció el ceño, pero de alguna manera seguía sonriendo, como si yo fuera una niña que no parece entender la lección. —¿Qué es lo que quiero? —Tiró de su oreja, algo que hacía cuando estaba excitado—. Oh, Eden, Ellie, tú. Quiero el mundo de ti. Tiempo de hacer mi movimiento. Mantuve mis ojos fríos e impasibles. —No puedo darte eso. Pero puedo darte una salida. Abrí mi cartera y saqué mi navaja. Su hoja brillaba bajo las luces del casino mientras yo se lo acercaba a su estómago. Estábamos tan llenos en el bar que probablemente nadie podía ver lo que estaba haciendo. Pero eso no significaba que otras personas en el casino no podían ver y eso es lo que yo quería. La mayoría de la gente no tendría que poner atención, pero los hombres que estaban prestando atención, se darían cuenta de inmediato. Él contuvo el estómago para sacarlo del camino del cuchillo. Mantuve mi mano lo más constante posible. —Te voy a apuñalar aquí —le dije—. Dejaré que te desangres.

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Él alzó las cejas y me dio una sonrisa nerviosa. Se tambaleó ligeramente, lo que significaba que se lo estaba comprando. Estaba preocupado, sólo un poco, y eso era suficiente. —Supongo que me lo merezco —dijo cuidadosamente, con los ojos como dardos entre los míos y el cuchillo—. Como si tomar a José y el dinero no fuera suficiente. —No fue suficiente —le contesté con sinceridad. Se lamió los labios. —Aún hay mucho pesar, ya veo. Acerqué el cuchillo hacia adelante por lo que pinchaba la tela de su camisa y le susurré—: Tú no ves nada. Ese movimiento extra fue todo lo que necesité. De repente, Raúl y Alex fueron a nuestro lado, dispuestos a proteger a su hombre. No me molesté en mirar en su camino. Nunca nos habíamos llevado bien. Javier hizo un gesto con la cabeza hacia ellos. —Si estás pensando en matarme, sabes que ellos no te dejarán. Le sonreí con la mirada. —Oh, no estoy pensando en matarte. Con un rápido movimiento, puse el cuchillo en mi bolso, y luego grité. —¡Ayuda! Y miré alrededor para mirar al barman que estaba a punto de derramar una bebida. —¡Ayúdenme! —grité—. ¡Estos hombres están tratando de robar mis ganancias! Javier, Raúl y Alex apenas tuvieron tiempo de actuar. Se sorprendieron, atrapados con la guardia baja, y después el camarero apretó un botón debajo de la barra e hizo gestos con las manos a unas personas ocultas en todo el casino, ellos no tenían a donde correr. Cuatro guardias de seguridad grandes en trajes oscuros y Bluetooths de repente los agarraron justo cuando estaban a punto de irse. Los ojos de Javier podrían haber quemado a través de mí. No sentí nada. Miré a los chicos de seguridad, consciente de que todos en el casino estaban jadeando y observando con interés. —Estaban tratando de robarme, me dijeron que tenían armas de fuego. Raúl y Alex se opusieron a la seguridad que había comenzado a tocarlos hacia abajo.

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Sabía que iban a encontrar armas en ellos, pero no me quedaría para averiguarlo. Agarré al guardia más cercano a mí. —¡Necesito un escolta, ahora! El hombre asintió con la cabeza y me tomó del brazo llevándome lejos de la escena. Esa era la gran cosa acerca de Las Vegas, que se puede pedir una escolta en cualquier momento y lo tienes así como así. De lo contrario, Las Vegas sería aún más un centro de delincuencia de lo que ya era. —¿A dónde quiere que la lleve, Ma'am? —preguntó el matón grande con los nudillos de un guardia—. Es posible que tenga que presentar un informe a la policía. —Sólo lléveme al vestíbulo, quiero poner mi dinero en efectivo lejos, me siento muy vulnerable —le dije mientras nos apresuramos a lo largo. Una vez que llegamos al vestíbulo, oímos un grito detrás de nosotros en el casino. Sonaba como una pelea que estallaba. Asentí con la cabeza a eso. —Voy a estar bien ahora, debería ir a ayudar a sus amigos. La escolta asintió con la cabeza y salió corriendo mientras los gritos se intensificaban. Sí, se estaba convirtiendo en una pelea en toda regla. Javier no tomaba muy bien la custodia. Caminé lo más rápido posible a través del vestíbulo hasta la puerta principal, sacando mi teléfono y le mandé un mensaje de texto a Camden frenéticamente. ¿¿Dónde estás?? Salí al frío de la noche, mirando al tipo del aparcacoches, esperando que Camden no estuviera en la habitación todavía. No teníamos tiempo de sobra. Sabiendo que Javier iba a encontrar una manera de venir después a mí. El hombre era imposible de contener. —Disculpe —le pregunté al mozo que estaba medio dormido en su puesto—. ¿Un hombre...? El rugido del motor de José me interrumpió. El coche se acercó a toda velocidad alrededor de la calzada circular, Camden al volante. Se acercó a nosotros con un chirrido de frenos, inclinándose hacia adelante para abrir la puerta del pasajero. —Tu calabaza espera —me gritó. Salté dentro del coche y apenas fui capaz de cerrar la puerta antes de que rodáramos fuera de Aria y de Las Vegas.

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—¿Estás bien? —preguntó Camden. Asentí con la cabeza, tratando de localizar mis nervios. —Sólo sácanos de aquí y rápido. La carretera no estaba congestionada en esta hora de la noche, pero no estaba vacía tampoco. Lentos taxis y limusinas con gente colgando de ellas fueron llenando la mayor parte de los carriles. Camden zigzagueó y zigzagueó entre ellos, tratando de llegar a la salida de la autopista. Manejaba el volante con control supremo, mirando cada poco como un intelectual 007. —¿A dónde vamos? —le pregunté, manteniendo mis ojos centrados en los espejos laterales, explorando coches y cualquier cosa inusual. —Pensé que nos dirigiríamos a Gualala. Siempre ha sido el objetivo de todas maneras. Era curioso como su meta y mi meta era una y la misma. —Entonces, ¿qué pasó? —preguntó mientras se adelantaba a otra limusina. Me froté los labios, sin saber cómo reconstruir incluso junto lo que acababa de suceder. Era mi más profunda pesadilla hecha realidad. —Vi a Javier. Camden se quedó en silencio. —Mierda. —Sí. Lo fue. —¡Jódete! —Él se inclinó sobre la bocina de un taxi cuando nos interrumpió—. ¿Cómo escapaste? —Involucré a la seguridad. Lo atraparon, y a Raúl y a Alex. —¿Crees que hay otros? —Sí. Puedo apostar a que los hay. —¿Crees que sea ese Mustang blanco que pasamos? —preguntó, sus ojos revoloteando en el espejo retrovisor—. Se pasó una luz roja y ha ido detrás de nosotros. No podía ver nada fuera de mi espejo, así que me volví en el asiento para mirar por la parte posterior. Muy por detrás en la distancia había un coche deportivo blanco. Se estaba acercando más y más, entrando y saliendo del tráfico y recortando a los coches como lo hicimos. Este no era un conductor ebrio. Este era una bestia viniendo hacia nosotros. Me acomodé firmemente.

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—Salgamos de aquí. Ahora. —Voy a hacer mi mejor esfuerzo —gruñó y apretó el acelerador. José se sacudió hacia adelante, casi terminando la trasera de la cabina delante de nosotros. Camden hábilmente rodó el coche alrededor de él en el último momento y me agarre en el salpicadero para mantenerme de los rebotes. De carro a carro, carril a carril, nos deslizamos dentro y fuera del tráfico. Ni una sola vez bajamos de velocidad, ni una sola vez dudando. Al principio me preocupaba que Camden no sería capaz de manejar el coche, pero a partir de la absolutamente determinada mueca pintada en su boca y controlando las ruedas, no tuve dudas de que sabía lo que estaba haciendo. Las luces de Las Vegas se reflejaron en sus gafas mientras volamos bajo los edificios gigantescos, brillantes. —¿Crees que lo puedes perder? —le pregunté, mirando por encima de mi hombro. El coche seguía ganando y tirando todos los mismos movimientos que hacíamos. —Si podemos llegar a la autopista en primer lugar, podemos hacerlo —me dijo. Las luces entre la isla del tesoro y el Palazzo pasaron de amarillo a rojo y estábamos a coches de distancia de la intersección. Camden sonrió y aceleró. Íbamos a favor. Me tapé los ojos con las manos y dejé escapar un grito cuando José cruzó la intersección, corriendo el rojo. Podía escuchar bocinazos, los neumáticos chillando, y el coche a toda velocidad hacia la izquierda. Cuando abrí los ojos, estábamos apuntando directamente de nuevo, dejando atrás un montón de conductores descontentos quienes casi chocaron con los otros. Él nos azotó a la izquierda de camino a Spring Mountain, y con nuestras manos limpias de la avenida principal, la carretera se alzó delante de nosotros. Estábamos casi allí. —¡Hijos de puta! —gritó Camden en la parte posterior. Miré hacia atrás para ver al Mustang en exceso de velocidad dando la vuelta, casi sacando a un hombre de una motocicleta. Todavía estaba en la persecución y ahora con menos tráfico rodeándonos, su búsqueda iba creciendo más caliente. —Espero que no estuvieras bromeando acerca de la cosa de "si llegamos a la autopista primero" —chillé. Mis manos estaban cavando en mi cinturón de seguridad. —Yo también lo espero —dijo.

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Corrimos a través de otro rojo y luego nos disparamos hasta la rampa de acceso y en la autopista en dirección al noreste. Fue al revés de lo que necesitábamos para ir, pero todo lo que teníamos que hacer era centrarnos en estar vivos. Una vez en la carretera, Camden cambió de marcha y aceleró aún más. Yo estaba echada hacia atrás, nunca había conducido el coche más de cien millas antes. José tomó la velocidad con facilidad, de hecho, el coche parecía prosperar en él. Fuimos rápidos, yendo tan rápido. Nuestra salvación fue que la carretera tenía apenas coches en la mismo. Por desgracia, esto significaba que el Mustang no se quedaba atrás tampoco. —¿Cómo vamos a perderlo? —le pregunté—. ¿Vamos a acelerar para siempre hasta que la ciudad se convierta en un desierto? Entonces, ¿qué? —No te preocupes por eso —dijo con determinación. El coche fue rápido. Entonces lo vimos. La construcción se avecinaba por delante, justo después de la intersección con la I-515. —Mierda, mierda, miiiiierda. No había manera de que pudiéramos chocar con un puñado de trabajadores de la construcción. El Mustang era ahora el coche más cercano detrás de nosotros. Me pregunté si serían tan estúpidos como para empezar a disparar, entonces me acordé de que tenía la pistola en la espalda y me pregunté si yo sería tan estúpida como para empezar a disparar de vuelta. —Ellie —dijo Camden, su mano cerniéndose sobre la palanca de cambios, sus gemelos de brillantes destellando con las luces de la ciudad—.Resiste. Y no grites. Mis ojos se abrieron de par en par. Él clavó los frenos de repente y de inmediato nos fuimos a dar una vuelta por el olor a quemado de goma. Vueltas y vueltas ya que el coche giró hacia el borde de la carretera. Grité. De alguna manera, antes de llegar a la barricada de hormigón hacia nuestras muertes, el coche se atascó a una parada y salió disparado hacia adelante. Estuve a punto de golpear mi cabeza contra el tablero y lo apreté fuerte mientras el mundo todavía giraba en mi cabeza. Ahora nos conducía en línea recta hacia el tráfico. Y el primer coche en nuestro camino era el Mustang blanco.

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Mientras nos dirigíamos hacia allí, con la intención de que Camden recortara la esquina del coche, miré fijamente al hombre detrás del volante para echar un vistazo a quién se trataba. Todo sucedió en un instante, en un borrón, pero el tiempo de frenado fue suficiente para mí para conseguir una ojeada. Él era de raza caucásica con una mata de pelo rubio blanco, alguien a quien nunca había visto antes. Había una pistola apuntando a mi cara. De repente Camden estaba inclinado sobre mí, empujando mi cabeza hacia abajo por debajo del tablero de instrumentos. Hubo una explosión distante de vidrios antes de que el parabrisas estallara por encima de nosotros. Mi cabeza se estrelló en la guantera ya que nuestro coche se puso en contacto con el Mustang. Se oyó un crujido y neumáticos girando, pero éramos sólo nosotros, aún en marcha, con el viento frío y fragmentos de vidrio que volaban sobre mi cabeza. Sentí a Camden enderezarse. —¡Mantén tu cabeza abajo! —me gritó. A pesar de que golpeamos el Mustang y que la ventana saliera disparada, José siguió su camino. Mi cuerpo iba de un lado a otro mientras se abría paso a través de un laberinto de bocinas. Finalmente miré arriba. Sin parabrisas, mi pelo fue sacado de mi peinado, el vidrio va con él. Manejamos a través de los coches, todos dirigiéndose directamente hacia nosotros, pero ralentizamos a medida que se acercaban. —¿Estás bien? —preguntó por encima del rugido de la carretera. Lo miré frenéticamente. Sus gafas estaban fuera, en su regazo con una lente rota. La herida en su labio, donde su padre lo había golpeado días antes se había abierto de nuevo y la sangre estaba goteando. Aparte de eso, y la adrenalina que bombeaba a través de sus ojos, se veía bien. Miré hacia atrás y no vi más que un mar de luces rojas. —¿Qué pasó con el Mustang? Se encogió de hombros y manejó el coche alrededor de una minivan que estaba tocando la bocina como un loco y parpadeando sus luces. —Se fue. Eso es todo lo que sé. Eso es todo lo que me importa. Tenemos que salir de esta carretera antes de que un helicóptero nos levante. Supuse que la partida en sentido contrario por la I-15 era un acontecimiento de interés periodístico. —¿Cómo aprendiste a conducir así? —le pregunté con asombro—. Y no me digas que fue por los videojuegos.

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Me dio una sonrisa sangrienta. —Lo creas o no, casi me hice policía después de la escuela secundaria. Papá estaba muy orgulloso hasta que fallé. Lo único que pude pasar fue el examen de conducir. —¿Qué pasa con los disparos? —Si alguna vez tengo un objetivo real en la vida, te lo haré saber. Tomó la siguiente salida, y yo no podía dejar de gritar de nuevo mientras nos dirigíamos en dirección contraria por una rampa. Pronto estábamos volando por el meridiano, y con un toque hábil, puso el coche en el lado derecho de la carretera. Salimos a toda velocidad por la calle hasta la casa y los edificios vaciados en un desierto sin desarrollar. Estábamos a salvo, por ahora.

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20 Traducido por slightaddiction Corregido por Verito

M

ientras Camden dirigió el carro por la cada vez más desierta carretera, la realización de lo que había sucedido empezaba a asimilarse.

—Detente —gemí. Iba a vomitar. Él siguió manejando. —No quiero detenerme, no todavía. La carretera donde estábamos ahora se encontraba completamente vacía, sin alumbrado público o urbanización a nuestro alrededor y la arena empezaba a entrar por el parabrisas faltante. Las Vegas brillaba en la distancia contra el cielo teñido de naranja. —Estamos en medio de la nada. Él se ha ido. Détente. Con un suspiro estacionó en una parada a un lado de la carretera de dos canales. Aquí afuera el viento se estaba levantando, cubriéndonos con un escalofrío pero estaba muy nerviosa como para tener frío. Abrí la puerta y corrí fuera del auto, tropezando a través de la arena y piedras en mis sandalias, jadeando por aire. Me detuve a unos metros de distancia y me puse en cuclillas, con mi cabeza entre mis manos. Javier me había visto. Mi mano había estado tan cerca de la de él. ¿Qué pasa con el amor cuando se convierte en odio? ¿Era esto? ¿Se convertía en muerte? —¿Ellie? —me llamó Camden desde el carro. Escuché la puerta del carro cerrarse de golpe. Agité mi mano en el aire con desdén. —¡Aléjate! —grité, tratando de frenar mi corazón y devolver aire a mis pulmones. De seguro me escuchó. No oí el crujido de la arena debajo de sus nuevos zapatos brillantes. Sólo escuché el silbido del viento y la sangre corriendo alrededor de mi cabeza. Cuando me sentí remotamente mejor, me levanté y caminé de regreso al carro. Camden estaba sentado en el parachoques delantero, mirando directamente al cielo como una cita de baile rechazado. Unas pocas estrellas pequeñas atravesaban la contaminación de luces. Me subí junto a él y me senté en el capo, por una vez sin importarme que mi trasero le hiciera una abolladura. Toda la esquina delantera

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derecha estaba destrozada, la luz delantera colgando. Tragué fuerte ante el daño de mi pobre carro y luego hice una oración silenciosa de agradecimiento. Era mejor que José se hubiera herido en lugar de nosotros. Además, él no era mi carro para llorar. —La suerte fue una dama esta noche —dijo Camden en voz baja—. Creo que se volverá en nuestra contra pronto. Lo miré fijamente, estudiando la parte trasera de su cabeza. —Ella se volvió en mi contra hace mucho tiempo. Silencio giró a nuestro alrededor. Finalmente dijo—: Oh, ¿por qué simplemente no te callas, Ellie? Mi corazón se apretó. —¿Qué? Él giró su cabeza así que vi el lado de su cara. Sus ojos azules brillando amenazadoramente en la oscuridad, un cambio de hace un momento. —Esto siempre tiene que ser sobre ti, ¿no es así? Estaba sorprendida y luchaba por palabras. La indignación estalló caliente en mi interior. —Pues lo siento por tener un psicópata detrás de mí. Siento mucho que sea un gran inconveniente para ti. Yo no pedí esto, sabes. —¡Sí! ¡Sí lo hiciste! —dijo, regresando sus ojos devuelta al oscuro desierto sin fin enfrente de nosotros—. Has pedido por todo lo que has tenido. —Oh, jódete. —No —dijo, levantándose. Se volvió para mirarme y se inclinó hacia adelante sobre el capó, sus brazos a cada lado de mi, haciendo que me recostara debajo de él—. Jódete tú. ¿Por qué rayos tenias que ir jodiendo a la gente? ¿Hay alguien más a quién hayas enojado? Su cara estaba tan cerca de la mía, solamente la ira irradiando de él. —¿Qué te hizo Javier? ¿Qué te hizo para que tomaras su carro y su dinero? Para meterme en este desastre. ¿Eh? —Es una larga historia. —Escupí de vuelta—. No lo entenderías. —¡Pruébame! —¡De acuerdo! —Le grité de regreso—. Me engañó, ¿de acuerdo? Fue mi primer amor, mi primer todo, volví a casa un día y… bien, ahí lo tienes. Vi algo que me arrancó el corazón. Yo exageré. Estaba furiosa… yo, yo hubiera hecho lo que fuera para herirlo. ¿No lo ves? Todo este tiempo era yo la que fingía… nunca pensé que él estuviera fingiendo también. Todo era una mentira. Estaba tan cansada de las mentiras. —¿Esto es todo por culpa de mentiras? —preguntó.

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—Todo esto es por amor —le dije, mi labio inferior temblando—. O tal vez es todo lo mismo. ¡Tal vez siempre será lo mismo conmigo! —Él te lastimó —dijo—. Tú lo heriste de vuelta. —De la única forma que sabía hacerlo. Javier no tiene un corazón para romper. ¿No es eso lo que piensas de mí? Sus ojos se estrecharon en frías rendijas, evaluando mi cara. —Eso es lo que pensaba de ti, Ellie. Sin corazón, desconsiderada, egoísta y cruel. De nuevo estaba atacándome cuando mi armadura estaba abajo. Volví mi cara lejos de él, no queriendo que viera el dolor en mis ojos. Él se estiró y puso sus dedos bajo mi quijada, llevando mi cara hacia adelante de nuevo, forzándome a mirarlo. —Hermosa, triste, herida, y perdida —continuó—. Anormal, un pedazo de arte, una mentirosa, una amante. Su mirada comenzaba a comer dentro de mis entrañas. Mariposas como hoja-de-afeitar giraban en mi corazón. —Te odio, Ellie Watt —susurró, sus labios acercándose a los míos—, porque aún te amo luego de todos estos años. El shock se apoderó de mí primero, las mariposas destrozándome en pedazos. Luego agarró mi cara y me besó, fuerte. Sus labios devoraban los míos mientras nuestras bocas se presionaban e un doloroso frenesí. Era el mismo fuego, nuestras lenguas y labios avivando el fuego, nuestros dientes chocando como chispas. Pasé mis manos hacia arriba y hacia abajo en la parte posterior de su cabeza, sobre sus hombros y espalda, halándolo hacia mí; no podía acercarme lo suficiente. Él alcanzó hasta abajo y levantó mi vestido hasta mi cintura, dejándome desnuda, mis piernas envolviéndolo. Con una mano empezó a masajear mi clítoris, rozándome hasta que estaba llena de deseo y palpitante por un alivio. Él besó, lamió y mordió mi cuello. Con cada gemido, su caliente aliento se encendió contra mi piel. Una vez que llegó a mi escote de encaje, lo tomó con ambas manos y lo rompió por la mitad. Mi vestido de diseñador quedó en andrajos mientras caía de mis hombros, dejándome desnuda. No me importó. Hizo su camino hacia abajo por mi pecho y abdomen, luego enterró su cabeza en mi hendidura. Pasó su lengua por el interior de mis muslos, provocándome hasta que estaba tomando su cabello y forzando su chorreante boca contra mi clítoris. Él cumplió con un gruñido y yo gemí en respuesta, arqueando mi espalda hacia él. Justo cuando estuve a punto de venirme, retiró su lengua. Desabrochó sus pantalones hábilmente y posicionó su pene en mi

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abertura. Estaba más que lista. Lo agarré por su trasero y espalda y lo empujé hacia mí. Envolví mis piernas alrededor de él, sosteniéndolo hasta que estuvo profundo, muy profundo de mí. Ignoré el dolor por el tatuaje y solo lo mantuve tan cerca de mí como fuera posible mientras empezaba a mover dentro y fuera de mí, mis caderas en un agarre como de tornillo. Trabajó más rápido y fuerte, empujándome contra el capo, profundizando la abolladura. Nunca había sido cogida exhaustivamente, sentí como si me fuera a mezclar con el metal. —¡Joder! —grité mientras nos veníamos juntos, mis gritos aullados flotando alto en el cielo del desierto, uniéndose con aquellos de los coyotes. Él se vino fuerte dentro de mí, sus dedos hundiéndose en mi trasero mientras bombeaba su carga dentro de mi cuerpo espasmito. Mis convulsiones lo ordeñaron completamente hasta que colapsó sobre mí, presionándome contra el capó. Se sentía deliciosamente frío contra mi espalda desnuda caliente y llena de sudor. Nos recostamos así por unos minutos hasta que el frío nos venció. Él levantó un dedo y lo recorrió por mis labios. Lo besé, sonriendo, disfrutando de mi sabor en sus dedos. —Hemos arruinado este carro completamente esta noche — murmuró, plantando un beso en mi frente y hacia mi nariz. —Todos necesita un poco de emoción —dije, pasando mis manos por su cabello grueso y suave—. Incluso los carros. Él sonrió, dulce y suave, y me estudió. Había visto esa mirada antes, una que compartimos en su trampolín. Nunca supe lo que esa mirada era en ese momento, pero lo sabia ahora. —¿Cómo puedes amarme todavía? —le pregunté en voz baja, mientras trazaba círculos en la parte de atrás de su cabeza—. Después de todo lo que te hice. Dios, él era maravilloso cuando sonreía así. —No hay nadie más a quién quisiera amar —admitió—. Nadie lo merecía más que tú. No sabía que responder a eso. No sabía cómo sentirme, más que mi corazón sintiéndose como si estuviera presionando contra mi pecho, hacia mi garganta, hasta que estaba estirando mi boca en una sonrisa. Dejé escapar una pequeña risa de alegría. Él acarició sus dedos por mi cara, mirándome intensamente. No necesitaba tener sus lentes para poder ver la honestidad en sus ojos. —Espero un día merecerlo también —dijo. Mi corazón se rompió, irregular y mezclado con el fuerte calor que inundaba a través de mí. Sostuve su cabeza apretada entre mis manos y miró profundamente en él. —Lo harás, Camden.

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No podía prometer cuándo ocurriría. Pero no me iba a ir a ningún lado. Teníamos tiempo. Al menos, esperaba que todavía tuviéramos tiempo. Lo dejé ir y me enderecé. —¿Tiempo de irnos? —preguntó, leyéndome. Asentí. —Puede que también me cambie aquí. —Me senté. —Buscaré tu ropa —dijo. Subió su cierre y sacudió el polvo de su saco. Aparte de su corbatín que yo había aflojado, parecía tranquilo y sereno y listo para enfrentar la noche. Entró en el carro y regresó con un par de calzoncillos, una camisa y un suéter. —Tal vez todavía debas mantener el área alrededor de la pierna suelta. Por ahora. Cuando terminé de cambiarme, habiendo dejado las ruinas del vestido en el piso del desierto, ingresamos en el carro y manejamos, dirigiéndonos a nuestro próximo destino, donde sea que fuera. En el espejo de un lado observe el vestido soplado por el viento de la noche, alas negras en un cielo negro.

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Antes La chica no tenía la intención de ir a casa temprano. A pesar de que Javier estaba cuidando de ella, tanto física y económicamente, se sentía extraña sin tener un trabajo. Se sentía aun más extraña de que no fuera un hombre rico que había llegado al dinero, sino que obtuvo sus riquezas por medios delictivos. De cierta forma, la chica se podía relacionar con su amante. Después de todo, lo había estado estafando durante todo el tiempo que estuvieron juntos. Seguro, ella nunca tomó ningún dinero de él, pero ella seguía vigilando. Todavía quería quedar a mano con Travis, su jefe, el hombre que la arruinó hace todo ese tiempo, pero mientras el año pasaba, ella sintió que estaba menos alimentada por la venganza. Ser amada por Javier, estar enamorada de Javier, sofocó la ira interna. Por primera vez en un muy largo tiempo, alguien era capaz de quitarle su dolor. Así que, como no le gustaba depender de Javier para todo, como sentía que él ya le estaba dando mucho a través de sus gestos románticos, su atención constante, y personalidad encantadora, había obtenido un empleo como camarera. Era solo un bar local y solo trabajaba los fines de semana. No importaba que sus fines de semana fueran tomados cuando Javier no trabajaba en horas de oficina de todas formas. Romper dedos y traficar drogas podía hacerse en cualquier momento de la semana. Ese día, el día que todo cambió para la chica, ella fue enviada a casa temprano. Había ocurrido un pequeño incendio en la cocina y estaban cerrando por la tarde para evaluar el daño. La chica entró en su camión Chevy, algo que todavía manejaba a pesar de anhelar el carro de Javier, y fue a casa. Se detuvo en un mini-mercado, recogiendo un paquete de seis cervezas para compartir. Javier había estado estresado últimamente, por qué, no se atrevía a preguntar, y pensó que estaría bien sorprenderlo. Solían amar tomar bebidas en la playa de arena blanca y observar las olas romper, algo que no habían hecho por un largo y horrible tiempo. La chica estaba ponderando porqué no había estado tan juntos últimamente, haciendo las cosas que solían traerle alegría, cuando ella se estacionó en la casa. Estaba completamente oscuro y parecía como si no hubiera nadie en casa, aunque lo había dejado sentado en su computador hace dos horas. Tal vez está durmiendo, pensó para ella misma. Él a menudo llegaba hasta la madrugada para hacer su trabajo. Ni una vez tuvo ella sospechas. ¿Por qué lo haría? A pesar de que ella y Javier no estaban compartiendo tanto tiempo como solía, su vida sexual siempre los mantuvo conectados. Él era un poderoso e insaciable hombre en la cama, dominante, sensual, ligeramente pervertido y extremadamente vocal.

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Por un largo tiempo la mente de la chica volvería a ese momento, el momento en que decidió salir del carro y caminar dentro de la casa. Si hubiera permanecido en el carro, tal vez por unos minutos más, toda la cosa habría sido evitada. Tal vez su vida no habría cambiado. Ella miraba a esa ignorancia bendita y la quería de vuelta. La verdad era muy dolorosa. Pero salió del auto y camino dentro de su casa, encarando la verdad escondida en la habitación. Ella silenciosamente cerró la puerta en caso de que él estuviera tomando una siesta y camino en puntillas a través de la sala. Delicadamente dejó la cerveza en el mostrador de la cocina y tomó una del anillo para ella. Caminó por el pasillo hacía la habitación, y se detuvo muerta. Lo escuchó gimiendo a él primero. Por un segundo pensó que él estaba teniendo una pesadilla. Luego el gemido se convirtió muy familiar. Así que en el siguiente segundo pensó que se estaba masturbando. Le gustaba cuando lo hacía en frente de ella, o como era más seguido, sobre ella. Pero su suposición fue corta de vida. Los gritos y gemidos de una mujer fueron rápidos en seguir. El sonido, ella nunca olvidaría el sonido de esa mujer, hacia sangrar su corazón en su pecho. Su tatuaje picaba. Estaba congelada a la alfombra, incapaz de moverse. Debió permanecer allí por minutos, escuchándolo todo, tratando de comprender cómo rayos esto podía suceder. Luego se vinieron, sus gritos ahogando los de él. La chica finalmente rompió la atención, justo cuando la cerveza estuvo a punto de deslizarse de sus manos. La mujer en la habitación habló dulcemente al hombre, a su Javier, y Javier le habló dulcemente de vuelta. Él la llamó hermosa. Su voz era gentil. Estaba siendo dulce. Eso hirió a la chica más que su descarada cogida jamás lo había hecho. La chica estaba tan molesta. Todo su dolor, su humillación, su venganza, vinieron flotando a través de ella. Los iba a matar. Iba a matarlos a ambos. Se deslizó por el pasillo, con ganas de irrumpirlos y atraparlos en el acto. Quería que estuvieran tan humillados como ella lo estaba. Pero algo ocurrió. Mientras abrió la puerta una grieta y miró dentro de la habitación, su habitación, ella los vio a ambos desnudos, acostados mirando hacia abajo en la cama. Estaban mirando lejos de la puerta, así que la chica no podía ver la cara de la mujer. Pero lucia curvilínea, tersa con una melena salvaje de pelo castaño que caía en cascada en su espalda de oro. El pie de Javier estaba enganchado alrededor de los suyos y los mecía hacia arriba y

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hacia abajo, como dos niños sentados en un puente. Parecían íntimos. Parecían… felices. La chica decidió que no podía hacerlo. Le quedaba una cosa—un secreto por su cuenta—y era el hecho de que ella era Ellie Watt. Javier nunca conoció la verdadera ella, así que nunca amó a la verdadera ella. Él amó a una mujer que no era una estafadora, no era una espía, que no estaba ahí porque quería hundir al hombre que la había arruinado. Ella quería aferrarse a ese secreto todo lo que pudiera. Esta otra mujer, esta infidelidad, eso cambió su corazón. La hizo la fría y despiadada persona que se suponía que era. La persona que necesitaba ser para sobrevivir. La chica rápidamente se escabulló por el pasillo antes de que pudiera molestarlos, tomando la cerveza del mostrador. Fue de vuelta a su camión y manejo por unas pocas casas. Destapó la cerveza y bebió mientras lloraba y miraba por el espejo retrovisor hasta que eventualmente la mujer dejó la casa y manejo por el camino en su Mercedes Benz. Ella ni siquiera miró en dirección a la chica. Más tarde esa noche, la chica fingió que había trabajado todo su turno. Le trajo a Javier la cerveza. Fingió que todo estaba bien, mintiendo a través de sus dientes. Le dio un beso de buenas noches y se quedaron dormidos como si nada estuviera mal. La siguiente mañana, Eden White robó el dinero extra que Javier mantenía escondido en su casa. Luego, mientras él estaba en su trote mañanero, robó su auto. Ella nunca miró hacia atrás.

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21 Traducido por Mel Demczuk & HannaJimenez Corregido por Violet~

C

ondujimos durante toda la noche, hacia el oeste, mientras que el sol aparecía en el cielo. A pesar de que ambos estábamos agotados hasta los huesos, ninguno de los dos durmió. No hablamos tampoco. Simplemente escuchamos Guano Padano y tratamos de aguantarnos el tiempo que pudimos. Aún seguía preocupada por Javier, preguntándome como iba a evitarlo en el futuro. Iba a necesitar otra vez una identidad nueva, y una nueva manera de lucir. Él nunca dejaría de buscarme, ahora lo sabía a ciencia cierta. Camden, también, necesitaría empezar a ser Connor Malloy pronto. Cualquier día de estos alguien podría denunciar su desaparición y tal vez ese mismo alguien podría informar el dinero desaparecido también. Tuvimos cheques en su nombre del casino, pero no había manera de que pudiera cambiarlos hasta que tuviera más identificaciones y documentos que sólo podía provenir de Gus. Ahora que era un día de semana, estábamos más cerca de tener todo listo. Pero no podíamos hacer nada hasta que eligiéramos un lugar para resguardarnos durante un tiempo. Camden tenía Gualala en su mente y a veces parecía convencido de que podíamos conducir otras diez horas para llegar allí. Pero, para cuando el sol estaba alto en el cielo y habíamos pasado Tulare, tuvimos que encontrar un lugar para descansar o conseguiríamos accidentarnos. Hubiéramos llegado hasta allí más rápido, pero los faros y el parabrisas tuvieron que ser reparados. Tuvimos la suerte de que se hicieron incluso en dos horas (a pesar de que éramos varios cientos de dólares más pobres). Nos detuvimos en un pequeño motel en la carretera, asegurándonos de aparcar detrás de los edificios y fuera de la vista de la carretera. Debíamos de haber estado bastante ridículos a la vista de la recepcionista mientras nos observaba detrás de unas gafas de forma redonda; yo en bóxer y una pierna vendada, Camden en un esmoquin. Pero él no dio ninguna aflicción por Connor Malloy o Emily Watson. Nuestra habitación estaba en mal estado y olía demasiado a Lysol, pero eso no importaba. Camden y yo nos metimos en la cama, ahora que estábamos compartiendo, nos desmayamos en los brazos del otro. Nuestro

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sueño era profundo y no nos despertamos hasta que escuché sonar mi teléfono celular. Gemí y fruncí el ceño ante el reloj, todo desordenado de la siesta. Eran las 6 pm y afuera la luz se había desvanecido. Me levanté y busqué mi teléfono, pero entonces recordé que estaba en mi bolsa. Fue un poco raro que mi teléfono sonara, todo el mundo sabía que casi siempre mandaba mensajes. Miré detenidamente la pantalla, con el corazón en la garganta. Era el tío Jim. —¿Hola? —pregunté, tratando de ocultar la preocupación en mi voz. —¡Ellie! —exclamó—. Oh, Ellie gracias a Dios has respondido. ¿Estás bien? Miré nerviosamente a Camden. Estaba sentado, quitándose la chaqueta de esmoquin, ahora todo arrugado por nuestra siesta. —Sí, estoy bien, tío Jim. ¿Por qué, qué está pasando? —¿Dónde estás? —preguntó. Tuve que recordar la última mentira que le dije. —Santa Bárbara. Una pausa. —Ellie, no quiero que te asustes, pero... necesito tu ayuda. Mi pulso se hizo más fuerte. —¿Qué? ¿Por qué? —Estoy en un montón de problemas —dijo en apenas un susurro—. Algunos hombres vinieron a mi casa mientras yo estaba en la ciudad. Ellos... ellos maltrataron a uno de los obreros y encendieron fuego a algunos árboles. —¡Mierda! —Ahora Camden estaba a mi lado, tratando de escuchar, su agarre sólido en mí hombro me estabilizaba—. ¿Has llamado a la policía? —Lo hice —dijo—. Tienen una descripción de los hombres de los obreros y dijeron que los buscarían, pero eso es todo lo que podían hacer. Ellie, tengo miedo. Estos hombres... Creo que estaban detrás de ti. Sentí como ladrillos eran empujados en mi pecho. —Oh, yo... lo siento, tío Jim, yo... —No tiene importancia. Simplemente no sé qué hacer. Me fui, salí de allí. Recogí algunas cosas, les dije a los obreros que se mantuvieran alejados durante la semana hasta que las cosas mejoren. —Bien, bien —le dije, sintiéndome aliviada—. ¿Dónde estás?

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—Estoy en el hotel Shady Acres. Está justo fuera de Hemet. ¿Te acuerdas de Hemet? Por supuesto, me acordaba de Hemet. No era más que un pueblo en las montañas verdes entre el Valle de Coachella y San Diego. Pero tenía una tienda de música increíble donde solía arrastrar a tío Jim cuando era una adolescente sólo para poder conseguir algunos CD piratas. —Está bien, quédate ahí. Iré por ti. ¿En qué habitación estás? —Habitación ocho —dijo—. Gracias, Ellie. Su voz se quebró, bordeando las lágrimas. Hubo una pausa, y luego un clic cuando colgó la línea. Culpa. Solía usarlo como una insignia, ahora la usaba como una bola y una cadena. No podía creer lo que le estaba pasando, mi única familia se fue, el único que podía confiar. Estaba arruinando su vida con todos mis errores del pasado. Miré a Camden, su rostro ensombrecido en la oscuridad de la habitación. —Tenemos que ir por él. Tenemos que ayudarlo. No asintió como pensé que lo haría. Tenía los labios apretados en una línea firme. —¿Camden? Movió su cabeza como diciendo que no. Fruncí el ceño. —Mira, sé que está fuera del camino, y no forma parte de nuestros planes, pero no puedo dejar que mi tío se esconda por su cuenta. Están detrás de él, Camden. Se lamió los labios rápidamente. —¿En serio? Lo miré torcido. —No lo entiendo. —Sí, así es —suspiró y se pasó una mano por el pelo. Se acercó a la ventana y corrió las cortinas de golpe y encendió la luz—. Pero no quiero pensar en ello. Me crucé de brazos. —¿Pensar en qué? —Que te está mintiendo —dijo. Se encogió un poco cuando lo dijo, como si lo hubiera golpeado. Casi lo hice, también. Chico inteligente. —¿Cómo te atreves a decir eso? —me puse furiosa con él—. Es mi tío. Levantó sus manos en defensa. —Sé que lo es. Y sé que es una cosa terrible para pensar, pero estoy siendo cauteloso. Tu vida es más importante que la de él.

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—¡Tal vez para ti! No para mí. Él ha estado allí para mí cuando nadie más estuvo. Mis padres me dejaron con él. Básicamente, ¡lo jodieron! Me dejaron y corrieron y nunca regresaron. Claro, hablamos por teléfono ahora, pero eso no quiere decir que no sacrificó gran parte de su vida para criarme. Y por medio de la escuela secundaria, de todos los lugares. Estuvo allí durante mis profundas y oscuras más horas. No hay manera de que no devuelva eso. Asintió. —Está bien. Sólo quería asegurarme de que estamos en la misma página, eso es todo. —Bueno, yo no estoy en tu página. Mierda, Camden. ¡Estoy cansada de joder personas mayores! Tengo que hacer las paces y hacer las cosas bien, para variar. Si me pongo en peligro a mí misma tratando de ayudarlo, entonces que así sea. Se merece mi ayuda y todo lo demás que pueda obtener de mí. —Me dejé caer en la cama, tratando de calmarme, tratando de fingir que las siguientes palabras no le harían daño—. No tienes que venir conmigo, ya sabes. Ve a alquilar un coche, ve a tu Gualala. No necesitas ser arrastrado en este lamentable lío. Se sentó a mi lado y me cogió la mano, dándole un apretón. —No te voy a dejar ir por tu cuenta. Estamos en esto juntos, hasta que las olas del mar choquen nuestros pies. Le apreté la espalda, dándole una sonrisa tímida. —Realmente pintas Gualala como un paraíso —le dije. —Si estás ahí conmigo —dijo—, lo va a ser. Me besó suavemente, su mano perdiéndose en mi pelo. Empecé a caer de nuevo en la cama, pero él me agarró y me mantuvo despierta. —Podemos hacer esto más adelante —murmuró en mi cuello—. Tenemos que salvar a tu tío. Nos cambiamos a nuestra ropa habitual y lanzamos nuestras cosas en el coche. Ni siquiera habíamos tenido la oportunidad de desempacar. *** Se sentía completamente mal conducir al sur de Hemet cuando deberíamos haber estado conduciendo hacia el norte a Gualala, pero mi preocupación por el tío Jim era insoportable también. Afortunadamente, el viaje en coche fue un poco menos de seis horas, aún con el tráfico de la hora pico, y no pasó mucho tiempo antes de que pasáramos Lake Perris y serpenteáramos las montañas. Con la oscuridad envolviéndonos, los caminos parecían extra traicioneros, y Camden estaba tenso mientras conducía. Había decidido que José estaba probablemente más seguro con él, habían pasado por muchas cosas juntos. La atmósfera en el interior del coche estaba muy tensa. Me di cuenta de Camden estaba preocupado y por diferentes razones que yo. Estaba

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ocupada planeando qué hacer con el tío Jim. Diciéndole que estábamos en la carrera de Javier no llegaría como una sorpresa, pero quería dejar toda la cosa "por la forma en que traté de robarle a Camden" fuera de esto. Sólo le haría daño tratar de hacerlo en su ciudad natal, y mirando hacia atrás ahora, me sentía avergonzada, incluso por intentarlo. Camden, por otra parte, era astuto y silencioso porque estaba esperando lo peor. Él esperaba que el tío Jim se viera comprometido, pero yo no podía pensar de esa manera. No lo haría. Tenía que confiar en alguien en mi vida, y después de desconfiar de todo el mundo y, finalmente, tomar una oportunidad con Camden, mi tío merece la misma oportunidad. Alcanzamos la señal que decía que estábamos a diez kilómetros de Hemet cuando le hice a Camden una pregunta que había estado pensando durante un tiempo. —¿Qué le había sucedido a tu esposa? —le pregunté suavemente. Sabía que era una pregunta capciosa, pero él y yo éramos bolas profundas en las preguntas cargadas en estos días, ahogándonos en nuestras respuestas. Pensó en silencio por un par de latidos, mirando románticamente pensativo a sus gafas de lectura. Miré por la ventana las luces a medida que iluminaban el camino, dándole espacio. —La golpeé —dijo. Me encogí en mi asiento, un poco sorprendida por su admisión, en su franqueza. Yo había estado en una relación corta pero volátil con un hombre en Nebraska. Me golpeó sólo una vez, pero hice las maletas y nunca miré hacia atrás. Claro, estaba tratando de estafarle al final pero no era que el abuso siempre vale la pena. —¿Por qué? —le pregunté, mi voz muy baja, sin entender cómo el hombre a mi lado podría ser capaz de eso. Respiró hondo y le lancé una mirada. Sus cejas demacradas, sus ojos se celebraban en otro recuerdo doloroso.

estaban

—Debido a que era un idiota enojado. Nuestra relación se desmoronaba bajo mis manos. Ella había estado mucho tiempo fuera. Yo era el que cuidaba de Ben la mayoría de las veces. Nunca sabía dónde estaba o qué estaba haciendo, y nunca fue mi asunto saberlo. Un día sospeché que me estaba engañando. Le pregunté a ella. Lo admitió. En realidad, hizo más que admitirlo. Hizo alarde. Me dijo que quería el divorcio, que no me amaba, que yo no valía nada para ella como hombre. No era más que un donante de esperma. Creo que estaba detrás de las drogas otra vez, si me preguntas. No era la Sophia con la que me casé. No sabía cómo manejar la situación. Me llamó por nombres. Me escupió en la cara. Me insultó con todo lo que tenía. No fue hasta después que me di cuenta de lo que había estado haciendo y me acerqué derecho a su

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trampa. Me dio un puñetazo, me llamó un nombre que no quiero ni repetir, y me golpeó de nuevo. Fue una bofetada, mi puño no estaba cerrado siquiera. Pero fue suficiente para destruirme. Fue suficiente para obtener el divorcio y la custodia de Ben. Fue suficiente para ponerme en deuda con su familia. —¿Así que crees que ella quería que le pegaras? Se encogió de hombros. —¿Es importante? La lastimé, la única persona que nunca quise lastimar. Ella me quiso en algún momento, lo sé. No sé lo que debe haber sentido en ese momento, para dudar de que alguna vez me sentí así, que todo había sido una mentira. Sin embargo, no era una mentira, Ellie. Amé a Sophia. Ella nunca podría remplazarte, pero todavía la amé tanto como pude. Y amo a Ben. Daría todo para volver a ese momento y hacer las cosas bien. Lo miré fijamente, sintiendo su dolor. —¿De verdad? ¿Quieres volver atrás en el tiempo y cambiarlo, si pudieras? Lo pensó y me miró. —No. No, tal vez no. Porque entonces no tendría esto. No te tendría. Tengo que vivir con mis errores, pero no tengo que lamentarlos. Me arrepiento de mis acciones, pero no puedo lamentar las consecuencias. Todos hacemos nuestro propio camino en la vida. Toda persona que conocemos, todo lo que hacemos, nos cambia. Esto nos hace ser lo que somos. Y, si tenemos suerte, se nos da la oportunidad de hacer las cosas bien de nuevo. Entendí completamente. Saqué la mano por la ventana y la dejé serpentear hacia arriba y hacia abajo con el viento. —Es como un Te Lo Debo que no sabías que habías escrito. Asintió con la cabeza. —Eso suena bien. Tengo la sensación de que he escrito un montón de ellos. —Creo que todo el mundo lo hace. Caímos en un silencio cómodo para el resto del viaje, la comprensión entre uno y otro mejoró un poco. Camden vivía con su culpa, su culpa que nunca le había permitido ser libre. Yo no era nada diferente de lo que él era. Cada día me encontraba a mí misma relacionándome cada vez más con el único otro "bicho raro" de la ciudad, el único que realmente conocía. Una vez que pasamos por el centro de la pequeña ciudad de Hemet, y después de que grité con alegría por descubrir que la tienda de música Corazón Hambriento todavía existía, comenzamos nuestra búsqueda por Shady Acres. Estaba más lejos de la ciudad de lo que pensábamos y tanto

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las luces de la ciudad desaparecieron detrás de nosotros, tuve que admitir que estaba un poco nerviosa. Fue terrible dudar de mi tío, pero por una fracción de segundo pensé que tal vez, de alguna manera, nos estaba tendiendo una trampa. Tal vez algo no estaba bien. No sé si fue mi propio instinto o la influencia cínica de Camden, pero esto encendió alarmas en mi estómago. Me tomó mucho coraje decírselo a Camden. —Tengo una sensación extraña sobre esto. Me dio una sonrisa y me besó la mano. —Sé que lo tienes. Eres una estafadora capacitada, no te puedes olvidar de eso. Si no entraste en cada situación con recelo, me pregunto cómo has sobrevivido tanto tiempo. —Entonces, ¿qué te parece? —le pregunté, de repente dudando de todo. —Creo que tu tío parece un hombre honesto. Y sé que te cuidó cuando éramos niños, como si fueras su propia hija. Creo que necesita nuestra ayuda, que merece nuestra ayuda, y creo que Javier lo ha dirigido. Sin embargo, también creo que para estar seguros, no debemos estacionarnos en el motel. Sólo a la vuelta de la esquina. Entraremos a hurtadillas. —¿Mejor paranoica que muerta? —Lo sabes. Una vez que ubicamos el hotel en mi teléfono y reconocimos el letrero parpadeante en la distancia, tomamos la primera calle lateral y nos estacionamos cerca de una casa abandonada en un terreno cubierto de maleza. No había más que pequeñas fincas en la zona, un lugar que probablemente parece muy bucólico durante el día, pero parecía sin vida y abandonado en la noche. —¿Deberíamos llevar un arma? —susurré mientras salíamos del coche. Me miró por encima del techo. —No creo que pueda lastimarte. Voy a traer la mía. Me gustó esa idea. No quiero tener que usar mi arma en cualquier situación que implicaba al tío Jim. Era demasiado cercana y sería causar problemas. Caminamos tranquilamente por la calle, con los ojos bien abiertos, los oídos atentos a la exploración para detectar cualquier anormalidad. Unos pocos coches se adelantaron por la carretera, y en la distancia

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abucheaba un búho, pero no había nada más, excepto el sonido de nuestros pies mientras crujía a través de la grava en la cuneta. Cuando el hotel se acercaba, Camden hizo un gesto para que nos dirijamos a través de la parte trasera de la propiedad y la escala sobre la cerca. Mis brazos quemados por el esfuerzo, pero lo hice bastante bien. Aterrizamos en el suelo con un ruido sordo y observamos la escena. No era un hotel, sino un motel deteriorado. Desde la parte de atrás, parecía que sólo una de las habitaciones en el bloque bungalow estaba ocupado. Hice un conteo rápido y la ventana del pequeño cuarto de baño con la luz encendida era probablemente el tío Jim. Hice un gesto hacia este y Camden asintió. Nos acercamos más y tratamos de mirar a través del cristal esmerilado, pero no pudimos ver nada. Camden trató de escuchar con la oreja presionando contra el. No oyó nada tampoco. Eso podría ser bueno o podría ser malo. Fuimos por un lado de la manzana y entramos por el frente. Había una cerca de alambre oxidado que rodeaba a una pequeña piscina con un montón de hojas que flotan en ella, una pequeña casa por oficina, y la hilera de habitaciones. Sólo había un automóvil, el camión viejo de mi tío, y eso era todo. Escaneé la oscura calle para ver si había algo fuera de lo normal pero no había nada, hasta ahora, que me hizo sospechar. Parecía como si él me hubiera dicho la verdad, me hizo sentir mal por dudar de él y mal por ponerlo en esta posición. Con Camden a la cabeza, su mano flotando cerca de la cintura del pantalón, donde había escondido el arma, nos dirigimos a la habitación número ocho. Le hice una seña para que tuviera cuidado, que lo tomara con calma, y no ir a la habitación a punta de pistola sobre mi pobre tío. No estoy segura de si él captó el gesto o no. Rápidamente llamé a la puerta. —¿Tío Jim? Camden dio un paso atrás y al lado, con su mano sobre la empuñadura de la pistola ahora, como si estuviera jugando a policías y ladrones. Esperé con ansiedad, escuchando fuerte, hasta que la puerta se abrió un poco, con la cadena de seguridad. —Ellie —dijo el tío Jim, y me dio una extraña sonrisa—. Vamos, entra estoy tan contento de que hayas venido. Desabrochó el cierre de la cadena y abrió la puerta. Parecía como si quisiera abrazarme, estaba siendo muy emotivo para ser mi estoico tío, pero primero necesitaba estar segura de que estaba solo. Pasé junto a él y he hice un barrido rápido de la habitación. Camden me siguió, y fue aún más lejos checando el cuarto de baño y los armarios.

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—¿Buscando a alguien?—preguntó el tío Jim, su voz temblaba un poco. Debía de tener mucho estrés en su cabeza. Rápidamente le di un abrazo mientras Camden cerraba con llave la puerta de enfrente. —Lo siento, ya me conoces, señorita Paranoica. —Lo sé —dijo en voz baja—. Ahora puedo ver cómo eres. Entró y se sentó en la cama hundido el pegajoso edredón floral verde y comenzó a tirar de su camisa de franela. Dejó escapar un suspiro. —No sé qué hacer, Ellie. Intercambié una mirada con Camden. La mía era simpática. La suya fue dura. Miró al tío Jim con todo el calor de un halcón recorriendo el campo buscando su próxima cena. Gesticulé con la boca ¿Qué? a él, pero Camden me ignoró. —Dinos, ¿qué pasó?—preguntó Camden con voz acerada. El tío Jim lo miró, sorprendido. —Ya le dije todo Ellie. —Nunca me dijiste—señaló Camden a fuera—. Así que dime. Mi tío frunció los labios, mirando de arriba a abajo a Camden. —¿Cómo demonios hicieron para llegar a la carrera juntos? Ah mierda, pensé. Camden iba a hablarle de mi intento de robo. Otra cosa que mi tío realmente no necesita saber. —Yo tenía problemas con algunas personas y Ellie estuvo de acuerdo en ayudarme—dijo Camden, manteniendo sus ojos en él. Mis pulmones se expandieron de gratitud. —¿Ustedes dos tienen problemas con diferentes personas?— preguntó con incredulidad—. Jesús, chicos, ¿qué diablos pasa con ustedes dos? —Usted díganos—dijo Camden. Dio un paso más cerca de él, con la mano derecha mostrándose ansiosa y lista—. Y mientras estás en ello, dinos que pasó. Frunció el ceño, pero dijo—: Como ya le dije a Ellie, salí el día de hoy, llegué a casa. Había allí un camión de bomberos apagando las últimas llamas. Era sólo una hilera de árboles, pero se había quemado entre ellos. Los trabajadores estaban molestos y uno, Jorge, estaba sangrando por la nariz, dice que algunas personas lo maltrataron. Querían hablar conmigo, y cuando les dije que había tenido que salir un poco, lo golpearon. Luego se fueron.

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—¿Qué dijeron sobre su apariencia? —Dijeron que había tres de ellos. Todos hispanos, aunque Jorge pensó que uno sonaba de Puerto Rico o algo así. Pero dondequiera que eran, su inglés era impecable. Especialmente el chico con el pelo largo. Tenía unos vividos ojos y ellos pensaban que él era el encargado, y tal vez un poco loco. Él no dijo mucho, pero tenía algún tipo de autoridad. De todos modos, supongo que podría ser tu Javier,¿no, Ellie? Asentí con la cabeza. ¿Los vividos ojos, un poco loco, y un supuesto poder? Sí, eso sonaba igual a Javier. —Así y luego, ¿qué?—preguntó Camden. La impaciencia subía en su voz y me preguntaba qué diablos estaba pensando. La historia me sonaba a mí y tenía sentido. Javier tenía un toque dramático para alumbrar cosas con fuego. Tío Jim suspiró y continuó jugueteando con su camisa. —Obviamente ya se habían ido cuando llegué. Hablé con la policía, no vio a tu padre desgraciadamente, Camden, y nos dijeron que mantenían su puesto de observación. Tienen por lo menos cargos de incendio y asalto sobre ellos. Pero sé quiénes son ese tipo de hombres. He estado tratando con Ellie y su madre por mucho tiempo. No se pueden seguir o rastrear. No los van a encontrar, pero te van a encontrar a ti, ¿sabes? Así que tuve que correr. Y venir aquí. Supuse que era un buen lugar para pasar desapercibido. Miró la mancha de agua en el techo. —Podrías haber escogido un mejor sitio. —Soy pobre, Ellie—dijo—. Y ahora estoy en más de un agujero. Perdí parte de la cosecha, tú sabes. Mi corazón se hirió y me encontré mordiéndome el labio con fuerza. Se veía tan conflictivo y triste. Apuesto a que no sabía si sentirse agradecido por haberme presentado, o si él me odiaba por arruinar todo lo que había trabajado tan duro. —¿Cuando sucedió todo esto?—preguntó Camden. Tío Jim levantó la vista de sus pensamientos. —Uh, tal vez alrededor de una o las dos de la tarde. —Y viniste directamente aquí. —Eso es correcto—dijo. Su voz estaba temblando otra vez. El hombre necesitaba un abrazo y una bebida—. Entonces llamé a Ellie. No sabía a quién más... Esperé a que dijera ―confiar‖, pero no lo hizo. Él sólo se calló y miró al suelo.

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—¿Qué tipo de coche era el que conducía los hombres? ¿Les preguntaste? —Camden dio un paso más cerca. Tío Jim asintió. —Por supuesto que pregunté, yo tenía que saber a quién buscar. Dijeron que era un Ford Mustang blanco. Parecía nuevo. Probablemente robado. La habitación comenzó a dar vueltas y mi pecho se apretó. ¿Qué? —¿Estás seguro?—preguntó Camden, finalmente sonando tranquilo y paciente como el infierno—. ¿Estás seguro de que era el coche que los trabajadores vieron conduciendo esta tarde? Mi tío lo miró directamente a los ojos. —Eso es lo que dijeron. Antes de que pudiera sentir cualquier otra cosa, antes de que pudiera dejar que mi cerebro luchara con la contradictoria información que nos acaba de decir, el hecho de que no había manera que pudiera haber sido el Mustang blanco desde que alcanzamos totalmente el Mustang blanco anoche, Camden actuó. Tan rápido como un rayo, sacó la pistola de su cintura y la apretó contra la frente de Jim, el dedo en el gatillo. —¿Por qué demonios estás mintiendo?—gritó él, su cara se puso roja, los ojos afilados como bloques de hielo azul. —¡Camden!—le grité, fui hacia él—. ¡Baja el arma! Camden sólo presionó el arma más duro en la frente del tío Jim. Él se echó hacia atrás en estado de shock, los ojos muy abiertos y aterrorizados. —¿Por qué nos miente? ¡Díganos la verdad, Jim, o que Dios me ayude porque voy a volar sus sesos de mierda aquí mismo! —Yo no... yo.... yo...—tartamudeó, lanzándome una mirada de ayuda. —Si me entero de que usted ha puesto en peligro a Ellie por traerla aquí, te voy a matar. Lo haré. —La voz de Camden estaba temblando ahora, la ira fluía a través de él y hacia el cañón de la pistola. —¡Camden, por favor!—grité, tratando de agarrar sus brazos. Pero él no se movía. Él iba a perder su mierda y yo iba a perder mi tío. —¡Dile a Ellie la verdad!—ordenó—. ¡Dile la verdad, le debe eso! Los ojos de mi tío cayeron al suelo y el silencio se apoderó de él. Entonces, después de un par de compases, estalló en un sollozo. —¡Él me prometió que no le haría daño! —gimió él.

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No. No, esto no puede ser. Encontré mi cabeza temblando de ida y vuelta, mostrando mi incredulidad. Incluso Camden pareció sorprendido por unos momentos antes de que aumentara la presión sobre la pistola, rechinando los dientes. —Lo siento mucho, Ellie —se disculpó mi querido tío Jima través de sus lágrimas—. Era mucho dinero. Necesitaba el dinero. Ya sabes que lo hago. Cincuenta mil dólares, podría ahorrar todo con esa cantidad. No tenía alternativa, no la tenía. Lo necesito. Me sentía como si estuviera siendo desgarrada por dentro, mi corazón una sola hoja de papel quebradizo divido por la mitad. —Creo que siempre hay una opción—susurró Camden violentamente, apretando el arma más fuerte, en sus ojos aburridos de la cabeza—. Usted fue como un padre para ella. —Lo sé —sollozó, sus ojos llorosos y encerró la pistola encima—. Lo sé. Pero Ellie, Jesús, Ellie, cómo has hecho mi vida tan difícil. Yo no estaría en esta posición si no fuera por ti. Él prometió que no te haría daño, Ellie, lo hizo. El dedo de Camden estaba a punto de tirar del gatillo. A través de todo mi dolor, apreté mi agarre en su brazo y le dije—: Por favor, Camden. Sus fosas nasales se dilataron mientras trataba de recuperar el control de sí mismo. —Camden, él sigue siendo mi tío—le dije en voz baja, trabajando el dolor a través de mis palabras—. Sigue siendo la única familia que tengo. Con gran renuencia le apartó el arma de su cabeza. —Bueno, ¿y ahora qué? ¿Cuánto tiempo tenemos? De repente la habitación se iluminó con las luces afuera de las persianas de gasa de la ventana. No tuvimos tiempo. Estaban aquí. —Lo siento—gimió el tío Jim otra vez—. Me gustaría poder deshacerlo. Camden lo empujó con fuerza. —Bueno, puedes empezar por ayudarnos ahora. Corrió al baño y le oí luchar con la ventana durante unos minutos. —No va a abrir y es demasiado pequeña. No puedo pasar por ella. Mientras tanto me quedé allí, a los pies de la cama, sintiendo como mi vida se derrumbaba sobre mí, tambaleándose por la traición del hombre en el que siempre había confiado. —Ve debajo de la cama, Ellie —me dijo mi tío—. No voy a romper tu confianza de nuevo. Ve debajo de la cama.

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Miré alrededor de la habitación, pensando que tenía que haber una salida. Las puertas de los coches golpearon desde fuera. Pasos. Camden regresó al cuarto y se llevó un dedo a la boca, haciendo un gesto para que todos nos calláramos. Luego señaló a la cama y asintió. Yo no creía que pudiera mover las piernas. El terror era demasiado grande. Oí que llamaban a la puerta. Alguien trató de girar la perilla. Yo iba a morir. Pero de alguna manera lo hice. Me puse de rodillas a un lado de la cama mientras Camden hacia lo mismo en el otro. Los dos aplastados y luego se apretados a los lados, apenas haciéndolo. Las bobinas se rompieron del colchón tirado de mi pelo, pero no hice caso al dolor. Los dos estábamos debajo de la cama, uno al lado del otro. Nos movimos tan lejos como podíamos ir hasta que nuestros pies tocaron la pared. Estamos metidos nuestros miembros contra nosotros, y fuera de la puerta Javier llamó—: Servicio de limpieza. Contuve la respiración y esperé. El tío Jim se levantó de la cama, el colchón creció en frente de nosotros por un rato. Yo podía ver sus piernas, a media pierna tenía sus polvorientas botas Timberland él se acercó a la puerta y la abrió. —¿Qué demonios es esto?—preguntó Javier, su voz mostraba una pizca de molestia. Sus elegantes zapatos de cuero entraron en la habitación, seguido por Raúl y Alex. No. Puedo .Respirar. —No sé lo que pasó—dijo el tío Jim. Él estaba tratando de mantener la calma, pero le temblaban las palabras—. Ellos vinieron y se fueron de inmediato. Creo que tenían sospechosas, no sé por qué. —¿Ellos qué?—Javier hervía en silencio—. ¿Estaban aquí? ¿Y te dejaron ir? Aunque no podía ver por encima de las espinillas, me di cuenta que estaba enrollándose como una serpiente. Buscando el momento adecuado para atacar. —Yo... yo no sé lo que pasó —continuó el tío Jim—. Voy a intentarlo de nuevo. Fue ese chico McQueen, que no quería que Ellie estuviera aquí. —Mmmm—reflexionó Javier. Parecía que se dio la vuelta para mirar a los demás. Sus zapatos se acercaron y caminó, paso a paso, hacia la cama. Sobre nosotros. Los dedos de Camden estaban envueltos alrededor de los míos, teníamos nuestros brazos lo más cerca posible uno del otro. Estábamos peor que blancos fáciles. No había nada que evitar que Javier cayera al suelo y mirara debajo de la cama. Podía disparar el arma por debajo. Podía

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disparar el colchón. No teníamos manera de escapar. Incluso con la pistola de Camden, no parecía que saliéramos de aquí con vida. Se detuvo justo en frente de nosotros. Pude ver los granos en el cuero de sus zapatos marrones, vi una mota de pelusa gris en los calcetines de cachemir negro. Sus pies se volvieron como si estuviera mirando a su alrededor. Ahora sus talones estaban frente a nosotros, a pocos centímetros de distancia. No me atrevía a respirar y no podría si quisiera. —¿Todavía quieres el dinero?—preguntó Javier con delicadeza. —Por supuesto que sí—dijo el tío Jim—. Pero no sé lo que pasó. No sé por qué se fueron. Voy a tratar mejor la próxima vez. Necesito el dinero, tú sabes que lo hago. —¿Dices que creen tu historia? —Ellie cree todo lo que le digo —dijo con un dejo de tristeza. Otra patada en el estómago. —Sabes, no eres un tío muy bueno, engañándola así —murmuró suavemente Javier—. La pobre chica puso toda su confianza en ti y tú te estás rompiendo. Créeme, lo he hecho con ella antes. Ella parece que no puede tener un descanso. Podía oír a mi tío tragar duro. —Ellie me hizo la vida muy difícil. —Oh, ella me hizo la vida muy difícil —estuvo de acuerdo—. Pero disfruté cada minuto de él. Yo sabía que él estaba sonriendo. Podía sentirlo. —Tú me prometiste que no le harías daño—dijo el tío Jim—. Cuando te la llevaré, lo prometiste, ¿verdad? Javier se echó a reír. —No rompo mis promesas. —Poco a poco, empezó a caminar hacia la puerta. Con cada paso mi ritmo cardíaco se hacía más lento. Se detuvo y se volvió un poco—. Desafortunadamente, una vez prometí matar a cualquier hombre que la haya herido. Tú estás aquí, ¿no? El daño está hecho. Javier se movió. Una pistola con silenciador se disparó. Hubo una gran cantidad de tensión cuando mi mundo se desaceleró. Mis ojos estaban pegados a las patas en frente de la cama. El Tío Jim tambaleó un paso hacia la derecha. Luego cayó al suelo duro, justo en frente de nosotros. Una herida de bala en su cabeza.

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Abrí la boca para gritar, pero la mano de Camden fue de repente sobre mi boca, sosteniéndola. Le mordí los dedos, no pude evitarlo. Tuve que morderlo o nos revelaría en segundos. Mantuvo sus dedos allí, dejándome, hasta que el grito fue tragado hacia dentro. —Es una vergüenza—dijo Javier a Raúl y Alex. Salieron de la habitación y cerró la puerta detrás de ellos. Me quedé paralizada, incapaz de apartar la mirada de la cara de mi tío muerto, la pequeña gota de sangre que lentamente se abría paso por su frente, la forma en que sus ojos permanecían abiertos, atrapados en absoluto remordimiento. Se me quedó mirando, quemando su camino en mi cerebro, una imagen que prometía nunca irse. Después oímos el coche arrancar y marcharse, Camden salió debajo de la cama. Arrancó la colcha y rápidamente cubrió a mi tío con él. No importaba. Todavía podía sentir sus ojos muertos en mí. Las piernas de Camden se acercaron a la ventana. —Ellie, tenemos que irnos ahora. Van a volver. ¿Ellie? Él vino al lado de la cama en posición, flexionando de brazos. —¿Por favor? Tenemos que irnos ahora. Nunca había estado en estado en shock médico antes, pero yo sabía que era. No me podía mover. No podía hablar. No podía hacer nada. De repente Camden metió la mano y me agarró por el brazo y del cinturón de mis jeans. Me sacó, arrastrándome en la alfombra rígida, dura hasta que encontré el suficiente sentido común para salir de debajo de la cama con mi propia fuerza. Él me trajo hasta mis pies y me envolvió en un fuerte abrazo, con la mano en la parte posterior de mi cabeza, me acunaba. —Lo siento. Nos tenemos que ir. No puedo perderte ahora. Traté de asentir, pero no salió nada. Camden sacó su pistola y mantuvo un control firme alrededor de mi brazo mientras me conducía a través de la habitación. Seguí mirando la manta en el suelo, sabiendo lo que estaba escondido. Abrió la puerta y miró a su alrededor para asegurarse de que la costa estaba clara. Cuando llegó, se apresuró por el corredor y volvimos nuevo, no se la forma en que a travesé la valla, pero lo hice. No sé cómo me acerqué al coche pero lo hice. No sé cómo hemos llegado al coche y se alejó por el camino rural con nuestras luces apagadas, en busca de una manera ocultarnos fuera de la ciudad, pero lo hicimos. No sé cómo llegamos a los caminos secundarios que nos llevó a Temecula.

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Todo lo que sabía era que mi tío me había traicionado por cincuenta mil dólares. Y ahora mi tío había muerto.

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22 Traducido por Cris_Eire Corregido por Juli

C

uando me desperté a la mañana siguiente tuve esa fracción de segundo de hermosa paz y calidez cuando tu cerebro no ha alcanzado todavía los acontecimientos de la noche anterior. Cuándo crees que todo está bien, todo está normal, hasta que te golpea la realización como un mazazo, destrozando tu interior, destrozando tu mundo. Nada es normal. Todo ha cambiado para siempre. No era un sueño. Estás vivo y despierto, y ahora tienes que tratar de poner las piezas de nuevo juntas. Fue un trabajo de mierda. Nos alojamos en una cabaña a las afueras de la ciudad de Temecula. Camden quería algo que fuera de los caminos trillados, algún lugar que Javier no pensaría en mirar. Las cabañas eran parte de un camping enclavado en las colinas de pino ponderosa. Era un lugar hermoso y tranquilo, el tipo de lugar donde te gustaría alojarte por unos días mientras tratabas de darle sentido a la vida de nuevo. Pero no salía con nada. Mi vida estaba sin sentido. Había pasado toda la noche llorando, meciéndome hacia adelante y hacia atrás sobre la cama. Camden. No sé qué hubiera hecho sin él. Me sostuvo en sus brazos, permaneciendo despierto conmigo. Nunca dijo una sola palabra, sólo se aferró a mí como si tuviera miedo de dejarme ir. Su latido del corazón firme contra mi espalda, me mantuvo cuerda y permitió que mi dolor fluyera sin consecuencias. —Oye —era la boca de Camden en mi oído—, es un día hermoso afuera. Me di la vuelta debajo de las mantas y miré alrededor de la habitación, en la corriente de la luz del sol dorada que entraba por las ventanas. Era mucho más bonito que una habitación de motel eso era seguro. Pero toda la luz del sol en el mundo no podía aclarar la oscuridad que sentía en mi corazón. Me recosté sobre la almohada, aliviada de que ninguna lágrima salía. Debía haber llorado todas. —No puedo creerlo —dije en voz baja, mirando fijamente a las vigas de madera en el techo.

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—Lo sé —dijo, envolviendo su brazo sobre mi pecho. Me besó en la sien, dejando que sus labios permaneciesen allí. —Pero tú lo sabías. Negó con la cabeza y me besó en la oreja. —Yo no quería creerlo. Sólo trataba de protegernos. En realidad no creí que te haría eso a ti. —Pero lo hizo... —Algunos hombres son débiles, y cuando están desesperados, se vuelven más débiles. Sé que tu tío no hubiera dejado que nada te pasara. Lo miré por el rabillo de mi ojo. —Trató de entregarme a Javier. Por cincuenta mil dólares. La sonrisa de Camden era hermética. —Lo sé. Pero creo que Jim creía realmente que Javier no te haría daño. Eres un hueso duro de roer, Ellie. Probablemente pensó que estarías bien al final. —Estás dando la cara por él. —Está muerto, Ellie. No me necesita para dar la cara por él. Sólo estoy tratando de entenderle, de la misma manera que tú haces. Negué con la cabeza. —Él mantuvo un resentimiento contra mí, todo este tiempo. —Entonces puedes comprender como puede hacer débil a alguien el rencor —dijo suavemente. Le miré fijamente, a sus labios carnosos y la barba de tres días que garabateaba en su rostro fuerte. Sus ojos lucían cansados sin embargo, con bolsas que tiraban de ellos, y su frente estaba con líneas de preocupación. Preocupación por mí. —Vamos a tener que conseguirte un nuevo par de gafas de empollón —le dije—. ¿Puedes siquiera verme ahora? Levantó su ceja. —Puedo ver lo suficiente. ¿Qué pasa con mis gafas para leer? ¿No son lo suficiente modernitas para ti? Negué con la cabeza. —Están bien, si te gustan los hombres sexys e inteligentes. Pero no hacen mucho para ocultarte. Recuerda que debes sentirte como una persona diferente tanto como sea posible cuando comienzas tu nueva vida. Sus labios temblaron. —Ya me siento como una persona diferente, Ellie. No creo que nunca pueda volver a la persona que era antes. Creo que el verdadero Camden McQueen ha muerto en algún lugar durante la noche. Empujé mi corazón roto lejos. —Lo sé. Creo que Ellie Watt también. Creo que murió allí mismo en la sala con el tío Jim. Creo que ha muerto un millón de veces antes.

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Alcanzó mi mano y la agarró con fuerza. —Podemos hacer esto, ya sabes. Vamos a averiguar las cosas aquí, pero luego nos iremos. No voy a renunciar a una nueva vida y no voy a renunciar a ti. No me importa si tengo que ser Connor Malloy para el resto de mi vida, siempre y cuando estés en esa vida conmigo. —¿Pero esto no te parece difícil? —le pregunté—. ¿No te parece imposible? Día tras día nuestras nuevas vidas están cayendo más y más lejos de nosotros. Estábamos tan cerca... tan cerca y entonces... —Y entonces decidiste salvar a tu tío. Hiciste lo correcto y lo sabes. Tenías todas las razones para confiar en él y si le hubieses dado la espalda, seguro que nada de esto habría sucedido. Pero te odiarías a ti misma. Ahora, por lo menos lo sabes. Trataste de ayudarlo. Eso es todo lo que cuenta. Intentaste hacer las cosas bien y eso es más de lo que puedes pedir de nadie, y más de alguien que sólo ha sido quemada por la vida. El miedo corrió sus dedos fríos por mi espalda. —Pero nunca va a parar de buscarme. Dondequiera que vaya, va a estar ahí. No se detendrá hasta que me tenga en sus manos. —Escúchame. —Camden me sacudió, su voz dura. Sus ojos estaban brillando con determinación—. No voy a dejar que te encuentre. No voy a dejar que te lleve. Podemos hacer esto, tú y yo. Podemos vivir nuestras vidas en paz. Tal vez nunca puedas ser Ellie Watt de nuevo. Tal vez puedas teñir tu pelo de rojo, conseguir un corte de pelo lindo o dejarlo crecer largo, o conseguir una peluca. Lentillas de color. Estilo diferente. Podemos hacerte otra persona y la tomaré como te tomo ahora. Sé que el verdadero tú estará siempre debajo, aún con vida, no importa el nombre que lleves en el exterior, y eso es todo lo que importa. Esto no tiene por qué durar para siempre. Podemos cerrar la puerta al pasado y empezar de nuevo. Lo que decía era tan honesto, tan real, tan increíblemente romántico. Pero no podía ignorar el sentimiento de culpa. Yo nos metí en este lío. Debería de ser mi cruz para llevar, no la suya. Pero lo que fuera que yo pensaba, él no concordaba. Quería este lío. Me besó apasionadamente, su lengua sobre la mía suavemente, sus labios dándome vida, avivando la alegría que tenía en algún lugar en mi interior, la alegría que tenía demasiado miedo de sentir. Podría terminar amando a este hombre, pensé mientras sus labios acariciaban la piel de mi garganta. Sería tan fácil de hacer. Así que, por un momento, me di a él y me centré sólo en lo físico. Sólo sentía lo que me persuadía él a sentir. Sus firmes, talentosas manos mientras recorrían mi cuerpo, su lengua trabajando detrás de mis orejas. Quitó mi camisola, sus dedos suavemente rozando mis pezones hasta que se endurecieron, entonces les pellizcó creando un delicioso dolor. Deslicé mi ropa interior fuera cuando su mano viajó hacia el sur para unirse a la

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mía. Empezó a acariciarme, insertando sus dedos lentamente, uno a la vez, hasta que estaba abierta, húmeda y rogando por él. Me volteó por lo que estaba a un lado y llevó mi espalda contra su pecho. Mordió mi cuello, absorbiendo con fuerza, a diferencia del dolor que tenía dentro, su dolor era seductor y dulce. Dejé que me entregara a él, para lo que fuese que quería hacerme, para lo que quería que yo sintiera. Empujó entre mis piernas, sus manos recorrían arriba y abajo por mi culo, pellizcos aquí y allá, sacando un suspiro de mi boca hasta que lentamente se deslizó dentro de mí, llenándome con algo más que físico. Me llenó de luz. Con efervescencia. Con esperanza. Hicimos el amor despacio, saboreando cada caricia, cada sensación. Sus manos exploraban mi cuerpo como si fuera una obra de arte que no podía creer que era real. Con nosotros en nuestro lado, empujó dentro y fuera con deliberación entusiasta, haciéndome jadear, haciéndome sudar, haciendo que quisiera más. Finalmente me lo dio, sus dedos girando alrededor de mi clítoris con precisión, su otra mano apretando mis pechos hasta que me dolieron, sus labios envolviendo mi lóbulo de la oreja. —Te amo —susurró—. Desde ahora hasta el final, bajo cualquier nombre que elijas. Eso fue todo lo que necesité. La presión acumulada en mi interior y llegué en oleadas de vértigo, gritando su nombre. Unas cuantas lágrimas se filtraron a mis ojos cuando sentí todo lo que podía sentir. Llegó poco después, sus gemidos y gruñidos llenando mis oídos, llenando la habitación. Se quedó sin aliento y me sostuvo cerca de él, con fuerza como nunca. —Tengo miedo —susurró. —¿Por qué? —susurré de vuelta, enjuagando las lágrimas, mi cuerpo en algún lugar en una nube. —No puedo perder nunca lo que acabo de sentir. —Me besó en la mejilla—. Me temo que si lo hago, también saldría a buscarte. Me temo que pueda entenderle... a él. Volví la cabeza para mirarlo. —Tú no eres él. Nunca lo serás. Parecía satisfecho con eso. Nos tumbamos en los brazos del otro, mirando por la ventana, a los pájaros que volaban de árbol en árbol, rebosante de la naturaleza de las cosas. Después de un rato se levantó para tomar una ducha. Me reuní con él, asegurándome de mantener la pierna lo más limpia posible. El tatuaje se veía muy bien. Las heridas empezaban a formar una costra lo que nunca es divertido, pero a pesar de ello la imagen era impresionante. En realidad, no veía la hora de llevar pantalones cortos por primera vez en mi vida.

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Nos vestimos, tomando nuestro tiempo. No había prisa ahora. Teníamos que pensar en un plan, necesitaba hablar con Gus, teníamos que empezar a vivir de nuevo. Pero allí, en esa cabaña, no había prisa. Era una armadura de duelo y para amar. Dejé que esas dos emociones me envolvieran como una capa de seda. Les dejé deslizarse sobre mí, a través de mis dedos, hasta la tierra, llegando hacia mí a través de ellos. No había escapatoria del dolor, pero el amor de Camden hacía su manejo más fácil. Nos encontrábamos sentados afuera en las sillas Adirondack en el porche, embutidos en suéteres y bebiendo sidra de manzana ácida, cuando sonó el teléfono. Mi corazón se dio a conocer con un solo fuerte latido. La última vez que había contestado el teléfono... Intercambié una mirada de preocupación con Camden y rápidamente se levantó y entró. Recogí mi sonante, brillante teléfono de la mesa. La llamada venía de tío Jim. O por lo menos venía de su teléfono. Probablemente no mucha gente tendría acceso a éste. Contesté—: Hola. Ya era hora de dejar de correr. —Hola, ángel —dijo la voz suave de Javier sobre la línea. Camden entró en la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Tragué con fuerza saliva, mis ojos sobre él cuando dije—: Hola, Javier. Se rió cálidamente. —Tan formal conmigo. Pensarías que después de esa noche, estaríamos un poco más relajados. Viejos amigos, ya ves. Eso es lo que somos. —Tú no eres mi amigo —dije simplemente—. Eres un hijo de puta con demasiado tiempo en sus manos. ¿No tienes alguna droga para vender o dedos que cortar? —Oh, desagradable, repugnante Edén. ¡Lo siento! Quería decir Ellie. ¿Puedo seguir llamándote ángel? Hará las cosas más fáciles. —Me llamas eso una vez más y voy a colgar. —No me colgarías —dijo rápidamente—. Tengo algo aquí de tu interés. Para los dos. Ángel. Eso lo hizo. Estaba a punto de colgar cuando oí un grito ahogado en el fondo. El llanto de un niño. Me sentía como si un pedazo de hielo se hubiese quedado en mi garganta y poco a poco fuera llenando mi pecho. —¿Qué es eso? —grité lastimosamente. Camden dio un paso más cerca y puse mi mano para detenerlo. Tenía que mantenerlo alejado de esto, tenía que estar segura—. ¿Javier?

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—Lo siento, ángel. Estaba ajustando algo aquí. Sabes que realmente me hiciste daño con esa observación de cortar dedos. Yo nunca le haría eso a un niño. Oh no. Oh mierda no. Como que no era verdad. —Ni indefensa.

te

atrevas...

—amenacé,

sintiéndome

tan

jodidamente

—Sólo dije que no lo haría. ¿Pero su madre en la otra mano? No tengo problemas con eso. Oye, ¿te importaría poner a Camden en el teléfono por un minuto? Tengo algo que quiero decirle. Tomé una respiración profunda por la nariz, tratando de encontrar una manera de ahorrar a Camden este dolor. —Ahora, mi bella —ordenó—. Antes de que me impaciente. He tenido unos días difíciles y realmente no quiero desquitarme con alguien. Especialmente cuando un niño pequeño está mirando. ¿Cuál es su nombre de nuevo? ¿Ben? ¿Es Ben? ¿Por qué no pones a Camden al teléfono y se lo puedo preguntar? Yo no podía mirar a Camden. No podía prepararle para esto. En silencio, le pasé el teléfono y me acurruqué en la silla después de que lo tomara. —Javier —saludó lacónicamente Camden—. ¿Qué quieres? No tenía que estar escuchando lo que decía para saber lo que hablaban. Lo sabía por la pesadez que rodó en la habitación como una niebla. Podía sentir el corazón de Camden cuando jadeó de horror. —Si jodidamente se atreven a poner un dedo sobre ellos... — comenzó Camden, luego se apagó. Se ahogaba en su ira, su cuerpo tenso y listo para atacar a algo que no podíamos alcanzar. Estábamos en la jaula ahora y Javier metía un palo a través de los barrotes. —Eres repugnante —murmuró en respuesta a lo que Javier le dijo—. No voy a jugar a tus juegos. De repente, el teléfono fue puesto delante de mi cara. —Es para ti — me dijo, sus ojos fríos. Tomé el teléfono. —¿Sí? —Ángel —comenzó Javier—, tu nuevo novio tiene que aprender una lección o dos sobre el compromiso. ¿Supongo que no eres el mejor maestro, no? Podríamos habernos comprometido, tú y yo. Podríamos haber llegado a un acuerdo en ese entonces. No hacía falta que te fueras. —¿Qué quieres? —pregunté, ignorándole. Camden caminaba de un lado a otro de la habitación, totalmente envuelto por esta locura.

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—Quiero hacer un trato. Y creo que eres lo suficientemente inteligente como para tomarlo. Mis nervios se sentían electrificados, espinas surgiendo a través de mi cuerpo. —He hecho demasiadas ofertas. —Sé que los has hecho. ¿Sabías que estás huyendo con un fugitivo? ¿Sabías que hay algunas personas muy malas ahí fuera en su busca? Quiero decir, no me estoy metiendo aquí pero Dios mío, ángel, parecen peor de lo que soy yo. Conoces los tipos. Mentirosos sin remordimiento. Oí gritar a Sophia en el fondo. Cogí el teléfono con fuerza. —¡Ve al grano! —Oh, ahora estás viendo la prisa. Bueno, bueno. Estamos siempre mejor cuando estamos en la misma página, tú y yo. Ahora, tu Camden. ¿Es tu Camden ahora? Veremos eso pronto. Pero estoy divagando. Tu Camden está en unos muy serios problemas con algunas personas muy malas. Robó un montón de su dinero. Suena familiar, ¿no? Los hombres lo quieren de vuelta. Matarían para recuperarlo. Pero no te preocupes, me hice cargo de ello. Dudé. —¿Cómo? —Les pagué. Les di el dinero que querían, y a cambio me dieron a Sophia aquí y... ¿Ben? ¿Era? Sabes que nunca le pregunté a Camden, y Sophia aquí, no puede hablar exactamente. —Casi podía oírle sonreír. Llamó en un segundo plano—: Oye hijo, ¿puedes decirme tu nombre? Ben se echó a llorar en respuesta. No quería nada más que llegar a través del teléfono y estrangular a Javier y acabar con su vida. —Tú, gilipollas —hervía. —¿De vuelta a los insultos, estamos? No importa —dijo—. Yo les tengo ahora. Los daré a ambos de vuelta a Camden, si Camden te devuelve a mí. Por qué, incluso le daré el dinero de la recompensa. Eso no es un mal negocio ya sabes. ¿Cincuenta mil dólares y su ex-esposa y su hijo? Eso es como ganar la lotería en algunos países. —¿Cómo puedo confiar en ti? —pregunté. —Supongo que no puedes —dijo—.Pero sabes que nunca rompo mis promesas. —¿Y prometes que todo irá como está planeado? ¿Nada fuera de lugar? Se echó a reír. Tocó una fibra sensible en algún lugar, un sentimiento que no quería volver a sentir de nuevo. —Sabes que no soy muy bueno siendo gracioso. Te lo prometo. No me importa esta puta aquí y su hijo pequeño y gordo. Desde luego, no me importa el tatuaje andante. Sólo me importas tú. Te quiero, ángel, y no voy a descansar, no te dejaré

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en paz, hasta que te tenga. Lo entiendes, ¿verdad? ¡Te das cuenta del jodido tiempo que he estado buscándote! —gritó estas últimas palabras haciendo que mi corazón latiera despavorido y que alejase el teléfono de la oreja. Rara vez estaba tan enfadado, y cuando lo hacía... todo el mundo estaba en peligro. Tenía que asegurarme que Sophia y Ben estuvieran bien. —Sí, lo entiendo. Lo haré —le dije. En ese momento Camden me agarró del brazo y me giró alrededor, gritando—: ¿Qué coño estás haciendo, Ellie? Pero ya era demasiado tarde. El plan ya estaba en marcha. El acuerdo había sido hecho. Javier habló rápidamente mientras mantenía el teléfono para mí, luchando contra Camden. —Recuerda, si él la caga, pierde a los dos. Y entonces te perderá. Encuéntrame en su tienda de tatuajes en tres horas. Miré la hora en el teléfono. Era mediodía. Podríamos estar allí en dos horas y media. —¿Cómo sabes que voy a llegar a tiempo? —Sabía que encontrarías una manera. Y sé que estás cerca. Puedo sentirte. Siempre lo he hecho. El teléfono se cortó. La falta de claridad sonó en mi oído. Cautelosamente lo colgué y lo metí en mi bolsillo. Levanté mi cabeza, hombros atrás, y miré a los ojos Camden. Él estaba a punto de matar a alguien. —¿Qué coño vas a hacer, Ellie? —se lamentó. —Voy a conseguir a tu hijo y tu ex-mujer de vuelta —dije—. ¿Quieres pretender como si no fuese a pasar? —Necesitamos avisar a la policía. Necesito llamar a mi padre —dijo, paseándose de nuevo. —No. No podemos involucrarlos. Sabes que no podemos. Él no necesitaba susurrarme ―y ven tú sola‖ por el teléfono para que viera cuán serio es. Tenemos que irnos ya, y los tendrás de vuelta. Te lo prometo. Me agarró por el brazo, más bruscamente de lo que probablemente pretendía. Parecía al borde de desquiciarse. —No puedo dejarte ir con él. —No iré con él —dije—. Sólo quiere verme, hablar conmigo, eso es todo. —Ellos van a tomarte —dijo. Le miré fijamente a los ojos. —No les dejaré. —Le tomé la mano y la sostuve, con fuerza—. Pero tenemos que enfocarnos en Ben ahora mismo, ¿de acuerdo? Vamos a hacer que con seguridad estén a salvo primero. Entonces pensaremos en mí.—Lo solté y comencé a empacar. —Vamos, no

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podemos discutir sobre esto. Si no estamos allí en tres horas... —No estaba por la labor de terminar esa frase. No lo necesitaba. En tres horas estaríamos de vuelta en Palm Valley, polvo volviendo a ser polvo.

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23 Traducido por Nats Corregido por Juli

N

o nos hablamos mucho durante el viaje, mientras las ondulantes laderas verdes se disolvían en el escarpado desierto. En el momento en que entramos en la interestatal, se sintió como si regresáramos a casa. Me sentía como si finalmente estuviera en casa. Que mal que casa nunca se hubiera sentido tan aterradora. Me sentía fatal por Camden, mi corazón más ocupado con el suyo que con el mío. Era más fácil así. No quería pensar en lo que haría o me pasaría después. Sólo quería que Camden estuviera bien, por su familia regresando junto a él. Esperaba que Sophia no se pusiera en su contra, esperaba, incluso a pesar de que me dolía el corazón al pensar de esa manera, que le perdonara. Después de todo, tenían un hijo juntos. En todo caso, su relación necesitaba desesperadamente ser reparada, más que la nuestra. No podía creer cuán fácilmente la habían entregado sus hermanos a Javier, a su propia hermana y su sobrino. Supuse que había una posibilidad de que Javier mintiera—que nunca les había pagado con el dinero que robamos, que secuestró a Sophia y a Ben en la noche. Pero aquí está la cosa divertida de Javier. Por mucho que lo despreciase, tan humanamente inmoral como era, rara vez mentía. Y tenía razón, siempre mantenía sus promesas. No quería admirarlo por ello, pero era la verdad. Esa fue la única razón por la que sentía un poco de paz mientras estaba sentada en el asiento pasajero de José. La única razón por la que tenía un poco de esperanza por ellos. Sabía que Camden, Sophia y Ben se alejarían de esto y con los cincuenta mil dólares. Camden tenía la oportunidad de empezar verdaderamente otra vez, de convertirse en Connor Malloy para siempre. Y, después de cómo la había tratado su familia, no me sorprendería que Sophia y Ben se unieran a él. Lo que me recordaba. Saqué mi libreta y arranqué un trozo de papel. —Camden —dije intentando escribir sobre el tablero mientras tomaba la salida hacia Palm Valley—. Estoy escribiendo todos los datos de contacto de Gus. Lo necesitarás para tus documentos de identidad y por si alguna vez te metes en problemas.

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—¿De qué estás hablando, Ellie? —preguntó, su voz temblorosa—. Si hay algún problema, tú serás la que llame a Gus porque estarás conmigo. —Sabes que tenemos que estar preparados para cualquier situación —dije, evitando sus ojos. Doblé el trozo de papel, me incliné y se lo metí en el bolsillo de sus pantalones cargo—. Si quieres ser un buen estafador, vas a tener que empezar a pensar de esa manera. —Ellie —advirtió. —Es un ex-oficial de la policía de los Ángeles y vive cerca — continué—. Conoce a gente, lo sabe todo y siempre está de mi lado, ¿entendido? Estará del tuyo, también. Apretó el volante. —No me gusta esto —dijo, sacudiendo la cabeza, su mandíbula tensa. —No creo que se suponga que nos guste —le dije—. Ese es el punto. —Si intentas algo estúpido… —dijo. —¿Yo? —pregunté, dándole una sonrisa—. Tú eres al único al que hay que mantener vigilado para que no vayas en plan Harry El Sucio sobre él. —Algunos tipos merecen a Harry El Sucio —murmuró. Juntos respiramos profundamente mientas el coche aceleraba sucesivamente. El tatuaje en mi pierna se sentía apretado, pero de alguna manera, el de mi brazo picaba más. Treinta minutos después nos encontrábamos en Palm Valley. Mis nervios habían regresado, ardiendo en mí. Cuando pasamos por la calle donde la casa de mi tío todavía estaba, casi me atraganté con las lágrimas. Pensé que todo había desaparecido, pero no creo que nunca dejara de sentirme de esta manera. El dolor corría demasiado profundamente. Estaba en la tierra, filtrándose en mí en dondequiera que estuviese. —Détente —le dije a Camden cuando estábamos a dos minutos de Pecados & Agujas. Lo hizo y se detuvo frente a un edificio de oficinas para alquilar. —No vas a hacer que te prometa algo —dijo—. Porque eso es lo que dicen en las películas la persona que nunca regresa. Me acerqué y agarré su cara con mis manos, besándole profundamente. Cuando nos separamos, mi piel hormigueaba, mis pulmones sin aire. —Eso —alcanzó a decir, dándome otro beso furtivamente, sus ojos explorando los míos—, es más o menos lo mismo que una promesa. El beso de despedida. —Apenas pudo decir las últimas palabras. Mi corazón exhaló.

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—No —le dije, trazando mis dedos por su mandíbula—, no es el beso de despedida. Es sólo un beso. Te amo, Camden McQueen. Mis labios comenzaron a temblar, mis ojos escociendo con fuego. Parecía aturdido. Me sentía aturdida. No podía evitar lo que sentía. No podía evitar la forma en la que estaba diciéndoselo. Lo que le decía antes de que fuera demasiado tarde. Era hora de que hiciera las paces, y me gustaría tanto hacerlo queriéndole, pasara lo que pasara. Me besó tan fuertemente que pensé que podría romperme. En algún lugar un sollozo escapó de sus labios, o tal vez de los míos. No importaba, éramos uno sólo, siempre lo habíamos sido, siempre la misma persona. Nuestros labios estaban húmedos, la sal de las lágrimas golpeando nuestras lenguas. No era un beso de despedida, sino de lo contrario. Era el comienzo de algo que duraría para siempre. Incluso si no estábamos juntos. Porque no lo estaríamos. Sabía qué tenía que hacer, darle su vida de vuelta. Y corregir los errores en la mía. Me alejé, dejando que la última gota rodase por mi mejilla. Asentí al camino frente a nosotros, hacia las brillantes tiendas de colores y las cuidadas palmeras en la calle principal alineadas como un faro, todas apuntándonos en la dirección correcta. La única dirección. Me estudió por un minuto, como si memorizase cada línea de mi cara. Le dejé. E hice lo mismo. Sus extravagantes labios llenos, sus expresivas cejas, esos ojos que me conocían, a la verdadera yo, por todo lo que era y lo que había sido. Por todo lo que sería. Incluso a través de sus gafas, parecía el hombre más guapo que había visto nunca. Ojala hubiera tenido la oportunidad de tatuar la parte trasera de mi pierna. Me hubiera gustado que dejase su marca por todas partes. Deseaba que todo el mundo pudiese ver lo mucho que se había tatuado a sí mismo en mi corazón. Fuimos en coche hasta la tienda y aparcamos frente al estacionamiento de visitantes. Se veía igual que siempre. Su jardín de rocas parecía ordenado, prueba de que era el jardín perfecto para fugitivos y gente perezosa. No había nadie alrededor. Ni coches. Incluso la calle parecía tranquila para las tres de la tarde. Apagó el coche y me entregó las llaves. —Puede que quieras esto de vuelta ahora —dijo, intentando hacer una broma. Su mano se cerró sobre la mía y ambos sabíamos que no era una broma en absoluto. Le di la única sonrisa que pude reunir. —Allá vamos. Nos bajamos del coche. Mientras lo hacíamos, un todoterreno Denali negro rugió a nuestro lado y se situó al otro lado de la calle. Al mismo tiempo, la puerta de Sins & Needles se abrió y Javier salió. Llevaba una camiseta blanca apretada que dejaba ver su atlético cuerpo y pantalones

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vaqueros grises. Iba a por el look de ―no tengas miedo de mí‖ el cual era bastante redundante cuando llevabas botas de motero. Levantó los brazos, como si nos estuviera dando la bienvenida a su casa, con una sonrisa en la cara que parecía dividírsela en dos. —Lo hiciste —exclamó y bajó los escalones rápidamente de dos en dos. Juntó las manos mientras se acercaba a Camden, frotándolas como si estuviera a punto de comerse un postre. Mis ojos se movían entre ambos hombres, Camden de un metro ochenta y dos que parecía a punto de golpearle la cabeza, y Javier de un metro setenta y siete y tan ágil como un reptil en un verdadero día caluroso. Había estado enamorada de uno de ellos una vez y del otro ahora. No podía creer cómo los hombres de mi vida y yo, en el fondo, éramos algo parecidos. Conocí a Camden en el instituto, un lugar que me enseñó a matar y ser matada mejor de lo que mis padres nunca pudieron. Conocí a Javier después. Él me ayudó a perfeccionar la habilidad. —Tú debes de ser Camden McQueen —dijo Javier, sonriendo cordialmente. Esa era la cosa con él. Era tan encantador, abierto y amistoso, que nunca veías la estaca llegar. Pero Camden lo hacía. Había jugado con suficientes serpientes en su día. No se dejó engañar ni por un segundo. —¿Dónde está mi hijo? —preguntó. Casi se escuchaban sus dientes moliendo. Javier ladeó la cabeza. —Oh, ¿estás preocupado por ellos? Bueno, están justo ahí. Gesticuló hacia la tienda. Camden miró pero negó con la cabeza. —No soy idiota. No iré allí hasta que sepa que están a salvo, hasta que pueda verlos. Deja que se vayan. Javier rodó los ojos exageradamente. Le señaló con el dedo como diciendo ―¿quién es este tipo?‖ mientras me miraba, exasperado. —Ángel, nunca me dijiste que era un puritano de los detalles. —Haz lo que dice, Javier —dije, sonando mucho más segura de lo que me sentía. Suspiró, larga y profundamente. —Bien. —Se giró y gesticuló a la casa—. Oye, déjalos salir. Alguien les echa de menos. Raúl apareció en la puerta de tela metálica y la abrió. Una pequeña mujer con adorables curvas y oscuro pelo largo salió. Sophia. La mujer de la pintura. Tenía la cara magullada, pero aparte de eso, se veía bien. Se

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aferraba a un niño regordete pero increíblemente lindo, un poco más mayor que el del tatuaje en la pierna de Camden. —Camden —gritó ella. Estaría mintiendo si dijera que no sentí una punzada en mi corazón al oírla llamarlo. Se acercó a ellos, corriendo por las escaleras. Cogió primero al chico, el chico que quizás había olvidado quién era su padre pero que aun así parecía contento de verle, no obstante. Ver a Ben en sus brazos también hizo que mi corazón doliera. Javier estaba observándome y notó eso. Se acercó y extendió la mano, apartando mi pelo detrás de las orejas, una desármate ternura en sus ojos. Tomó de todo lo que tenía para no gritar, para no correr. Pero había terminado de huir. Esta era la música que tenía que enfrentar. Sonaba muy parecida a Dire Straits. —Te tengo ahora —susurró—. Ahora y siempre. Alcé la barbilla y le miré. —Vas a darle el dinero. Sus labios se curvaron en una sonrisa. —Por supuesto. Se dio la vuelta y los miró en el porche. Camden hablaba con Ben, quien estaba llorando ahora, intentando calmar al niño. —Raúl —gritó Javier—. Dale a la familia su dinero. Raúl volvió a salir de la tienda con un pequeño maletín lleno de billetes que mantuvo abierto. Sophia, tan arruinada como lucía, tan lejos de Camden como estaba, parecía impresionada. Eso eran cincuenta mil dólares. Ese era el precio por mi cabeza. Camden se giró, manteniendo a Ben a su lado. —¿Qué es esto? —gritó. Javier sonrió. —Es el dinero. Por Ellie Watt. —Pasó junto a mí, hacia el Denali—. Vamos, tenemos lugares en los que estar. Me quedé ahí en el jardín de rocas, sabiendo lo que tenía que hacer, pero insegura de cómo iba a obligarme a mí misma a hacerlo. Camden me miraba desde el porche, con la boca abierta. —¿Este es el pago por ti? —Lo siento —le dije, enterrando mi interior herido—. Te lo mereces. Tú y tu familia. Para empezar de nuevo. Le entregó el niño a Sophia y echó a correr escaleras abajo. Las puertas del todoterreno se abrieron y dos grandes hombres en trajes salieron. Fueron directamente a por Camden y le retuvieron antes de que tuviese la oportunidad de siquiera alcanzarme.

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—¿Qué estás haciendo? —gritó, intentando luchar y fracasando. Se retorció y removió pero no iría a ninguna parte—. ¡No tienes que hacer esto, Ellie! Le sonreí, todo lo que era vital rompiéndose en mi interior. —Tengo que hacerlo, Camden. No puedo huir más. Estoy harta de joder a la gente, incluso a aquellos que me hicieron lo mismo. Necesito empezar de nuevo también. No puedo dejar que mi pasado me controle. Su cara lucía aplastada en agonía mientras intentaba soltarse. —Estás cometiendo un error. Dijiste que no tenía por qué ser así. Que no permitirías que te tomara. Me tragué las lágrimas. —Sí. Bueno, mentí. Entonces me alejé de él y caminé hacia el Denali, la bestia negra brillando contra el pálido suelo del desierto. Era un mundo de contrastes y vivía una vida de contrastes. Le di un último vistazo a José, sabiendo que Javier nunca lo tomaría de vuelta. Nunca fue por el coche. Ni por el dinero. Se trataba de mí. Y ahora me tenía. Miré por encima del hombro a Camden justo cuando estaba a punto de meterme en el asiento trasero. Había dejado de luchar. Pero sus ojos no. Estaban golpeándome, dañándome, cortándome para que me quedara. Para que me defendiera. Pero no podía. No esta vez. Mis ojos fueron más allá de su hombro, sobre los dos matones que lo sostenían, y hasta Sophia y Ben. Agarraba el maletín con una mano y a Ben con la otra. Se veía hermosa a través de sus moratones pero eso no era suficiente para hacerme confiar en ella. Esperaba que supiera que si volvía a romperle el corazón a Camden, sería mi turno de matar a alguien. Respiré profundamente y entré en el vehículo. Javier estaba en el asiento trasero conmigo y sólo había un enorme y calvo conductor al frente. Cerré la puerta, manteniendo los ojos en el interior del coche. Javier me sonrió, tan alegre, que fue casi como en los viejos tiempos. —Estás aquí —dijo, casi sin aliento. Se abrochó el cinturón y tocó el hombro del conductor—. Vamos. El Denali rugió a la vida, Sins & Needles desapareciendo a su paso. —Mejor ponte cómoda —dijo Javier, acariciando el cuero entre nosotros—. Tenemos un largo camino frente a nosotros. —¿A dónde vamos? —susurré. —Pues, al pasado —dijo con una sonrisa. Me recosté en el asiento, observando a Palm Valley volar más allá de mí. La ciudad desapareció en una nube de polvo.

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Fin 250

Shooting Scars A veces, hacer lo correcto puede ser mortal. Cuando Ellie Watt hizo el último sacrificio por Camden McQueen, nunca pensó que sería fácil. Pero se marcha con su ex amante, Javier Bernal, para garantizar la seguridad de Camden. Con los planes de Javier para Ellie creciendo más a cada momento, Ellie debe encontrar una manera de ir a la delantera antes que su pasado la consuma por completo. Mientras tanto, la nueva vida de Camden dura poco. Alimentado por la venganza y perseguido por las autoridades, se alía con un socio poco confiable con el fin de salvar a Ellie. Pero mientras Camden cruza la línea entre el amor y la venganza, comprende que en su intento por conseguir a la mujer que ama puede perderse a sí mismo. Podría convertirse en el hombre que está cazando.

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Agradecimientos Nunca se me ha dado muy bien la sección de agradecimientos. Dicen que se necesita a una ciudad entera para construir esto o lo otro y desde que escribir es una profesión extremadamente solitaria, se necesita a mucha gente paciente, amable e imaginativa para hacer un libro. Especialmente uno de los míos —Dios sabe que me vuelvo loca a veces, por lo que incluso cuando mis amigos y familiares sólo aguantan mis diatribas y perrerías y llantos y gemidos, están haciendo mucho. Se me ocurrió la idea de Sins & Needles en Septiembre del 2012, así que, créanme, han estado aguantándome hablar sobre escribir el libro desde hace mucho tiempo. Me alegro de que finalmente me convencieran para ello. La gran mayoría comienzan sus discursos de agradecimiento al Oscar dando las gracias primero a las pequeñas personas —bueno, no hay pequeñas personas cuando se trata de este libro. Pero hay una enorme a quién tengo que agradecerle primero, ya sabes, antes de que la música se encienda y tenga que salir del escenario: Scott MacKenzie. Te quiero. Tu fe en mí y la pura determinación para ayudarme a triunfar es asombrosa. Nunca he conocido a nadie remotamente como tú, eres el Camden de mi Ellie, el amor de mi vida y el único que verdaderamente cree que mis cicatrices, externas e internas, son absolutamente hermosas. Gracias, gracias, gracias. Mi vida cambió cuando entraste en ella y nunca me he arrepentido. Muy bien, ahora que me he quitado de encima el gran momento cursi, aquí va el resto: enormes gracias a mi editora Kara Malinczak por su crueldad y apoyo (y su odio hacia la palabra ―pillowy‖ y su incredulidad de que de hecho contenga el aliento sind darme cuenta); mi correctora de pruebas Mollie Caselli quién se dejó los dientes en la edición de la novela; mi gurú de las Vegas y maestra beta (que NO masturbadora… quiten esa idea de sus cabezas) Amanda Polito; Emmy Franke por su destreza sobre tatuajes, opiniones y épica moderación del foro; Rebecca Espinoza y Megan Ward por estar más allá de lo impresionante y ser pacientes conmigo mientras transportaba este libro de ida y vuelta, pedacito a pedacito; mi insaciable equipo de calle EIT de Megan Simpson, Brenna Weidner y RobinPrete quienes seriamente te convencerán para leer mis libros (son geniales, sólo me preocupa que empiecen a romper rodillas pronto); Najla Qambar mi increíble diseñadora de cubierta; Jamie Sager Hall por su pasión y generosidad al tratar de hacer que la gente lea mis cosas; Maryse Black por ser mi animadora privada cuando más lo necesito (y su marido,

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Kevin ¡también!); a los extraordinarios autores Samantha Young, Nicole Reed, Amber Lynn Natusch, y L.H. Cosway; a los bookbloggers que hacen que mi mundo gire, incluyendo a Giselle de XpressoReads, a Janice de The Demon Librarian, a Laura de Little Read Riding Hood, a Autumn de The Autumn Review, a Kristilyn de Reading in Winter, a Ali de Ginger Reads, y muchos otros; mis súper extra Goodreaders Fathima, Lucia, Nina, Laura, Kirsten P, Lise y Heidi; Amanda ―N‖ Sanderson por su constante acoso (oh y su soberbias fotos de autor); Wendy y Alan MacKenzie por su incansable apoyo (y por tener que aguantarnos a mí Y a Scott); Kelly St-Laurent por sus incontables palabras de ánimo y motivación; a mi agente, Scott Waxman, por dejarme tomar esta oportunidad y que piense constantemente que soy increíble, y a mis padre por creer siempre en mí (gracias por no ser unos estafadores). Oh, y a todos los que me den una oportunidad a mí y a mis pequeños libros. Es un mundo competente ahí afuera y sin mis lectores, no habría logrado nada en absoluto.

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Sobre el autor Hija de un Vikingo Noruego y una Moomin Finlandesa, Karina Halle creció en Vancouver, Canadá, con trolls y una eterna oscuridad en el cerebro. Esto pronto se convirtió en un amor hacia todas las cosas que asustan por la noche y una apreciación bastante sádica a acojonar a la gente. Al igual que muchos de los personajes imperfectos sobre los que escribe, Karina nunca supo dónde encontrarse a sí misma y ha incursado en la actuación, maquillaje artístico, producción cinematográfica, guion, fotografía, escritora de guías y periodista musical. Eventualmente se encontró a sí misma en las páginas de las muchas novelas que escribió (si tan sólo hubiera mirado allí al principio). Karina tiene un título de escritora de guiones por la Vancouver Film School y una licenciatura en Periodismo por la TRU. Sus guías turísticas, reseñas de música/entrevistas y fotografías han aparecido en publicaciones como Consequence of Sound, Mxdwn y guías de viaje GoNomad. Actualmente vive en una isla frente a la costa de la Columbia Británica en donde se está preparando para el apocalipsis zombi.

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Traducido, Corregido y Diseñado en:

255 http://www.librosdelcielo.net/forum

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