Un tiempo nuevo en el terreno de una honda relación

Un apoyo para hacer la Lectio Divina Primer domingo de Cuaresma – Ciclo B Un tiempo nuevo en el terreno de una honda relación Jason Edwards, fotógra

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Un apoyo para hacer la Lectio Divina Primer domingo de Cuaresma – Ciclo B

Un tiempo nuevo en el terreno de una honda relación

Jason Edwards, fotógrafía (17.09.2011)

“Esto está lleno y quiere vaciarse, aquello está vacío y quiere llenarse. Lo llaman Amor” (Maestro Eckhart) P. Fidel Oñoro, cjm

Contenido Introducción: La Cuaresma como una pedagogía del amor. Visión de conjunto de la propuesta del Ciclo B. • Las etapas de una historia de amor • Comprender el misterio del Crucificado Primera lectura: Génesis 9, 8-15 “He pensado establecer mi alianza con vosotros” • El contexto: un nuevo principio de vida para recomenzar después de la tormenta o La des-creación o El desembarco en la tierra nueva • La primera escena bíblica de Alianza o Alianza universal o Alianza permanente o Alianza en forma de promesa o Alianza certificada o Alianza que se recuerda • Hacia la Lectio Divina Evangelio: Marcos 1, 12-15 “Se quedó en el desierto” • Un relato con personalidad propia: los detalles distintivos de Marcos • El desierto en el ministerio de Jesús • El sentido de los 40 años/días en el desierto • El sentido de la experiencia de desierto en Jesús o Punto de llegada y punto de partida o La identidad y misión de Jesús o ¿Y las tentaciones?  Marcos pone su marca  Cuáles son las lecciones  La fatiga de un combate prolongado Escuchando la Palabra con un Padre de la Iglesia

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La Cuaresma como una pedagogía del amor ==Visión de conjunto de la propuesta del Ciclo B==

Si queremos sacar mayor provecho de nuestra Lectio de la Santa Escritura en esta Cuaresma es recomendable que tengamos presente el cuadro de conjunto que se va armando con las lecturas, de manera que podamos hacer el camino pascual. Las etapas de una historia de amor Las primeras lecturas dominicales en la Cuaresma de este año van dibujando poco a poco el inmenso cuadro de la obra de un Dios persona que se inserta en nuestra historia humana para salvarnos. La historia no sólo es fluir de acontecimientos, cuando es conscientemente orientada es como un gran proyecto que se construye por etapas; por eso en la relación con el Señor se recorren las distintas etapas de una historia de la salvación. Este año (ciclo B en la liturgia católica) comprendemos esta historia desde la perspectiva de la Alianza, esto es, desde este tipo de relación particular nacido de una oferta de amor que es correspondido y que se hace cada vez más profundo, vivificante y permanente, apuntando a la plenitud de ese amor en la mutua y definitiva entrega: “Yo soy tuyo / Tú eres mío”. Ambos se dan y se reciben con absoluta confianza.

Si no es desde el amor, y particularmente de este amor que se hace “alianza” entre dos (Dios y su pueblo), nunca entenderemos por qué nos ocupamos de Dios en estas páginas ni mucho menos, como lo haremos ahora, por qué la entrega de su Hijo por nosotros es para nosotros una magna celebración.

Intentemos visualizar el proceso que nos proponen las primeras lecturas de los seis domingos de la Cuaresma de este año: (6) Siervo sufriente: Alianza por su entrega y reconciliación (5) Jeremías: promesa de Nueva Alianza (4) Alianza rotapor la infidelidad(Exilio) (3) Moisés: Alianza en el Sinaí con “su” pueblo(Éxodo) (2) Abraham: Alianza con el patriarca de Israel(Patriarcas) (1) Noé: Alianza universal(Creación)

4 Podemos ver cómo el arco entero de la historia de Israel está jalonado por la iniciativa del amor primero de Dios que elige e invita a una respuesta similar por nuestra parte. En la mira está la “nueva y definitiva Alianza” sellada en la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Es la pedagogía de Dios con Israel, entonces, la que dicta el plan de la cuaresma. En la medida en que avancemos en las lectura iremos descubriendo progresivamente las características de esta relación de Alianza y el cómo se hace posible. Comprender el misterio del Crucificado El acontecimiento central es Jesús, las primeras lecturas son el telón de fondo que exalta su figura. Por eso el lugar destacado que tienen los Evangelios en el itinerario cuaresmal. Los pasajes de este año están tomados de Marcos (1º, 2º y 6º domingo) y de Juan (3º, 4º y 5º).

Evangelio de Marcos. Con Marcos tenemos el cuadro referencial del acontecimiento pascual: (a) El combate contra el mal como escenario (Primer domingo) (b) La transfiguración como meta (Segundo domingo) (c) La pasión como proceso (pascual) (Sexto domingo / Ramos)

El Evangelio de Marcos tiene características particulares que lo hacen distinto de Mateo y Lucas, por lo tanto estamos invitados a descubrir y a dejarnos sorprender en sus lecturaspor el planteamiento nuevo que nos hace.

Evangelio de Juan. Pero la gran novedad del camino cuaresmal de este año nos la ofrecen los pasajes del Evangelio de Juan que se ubican en los tres domingos ubicados en la mitad.

El evangelista que nos transmite la palabra de Jesús “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 14, 14),que es el mismo que nos informa que estuvo personalmente al pie de la cruz y que de lo que “vio” nos da “testimonio” para que también nosotros “creamos” (Jn 19, 35), es quien nos ayuda a fijar la mirada en el crucificado y desglosar algo de su misterio, del “verbo-palabra” que pronuncia en su entrega en una cruz.

El año pasado, también con Juan, hicimos la ruta de las catequesis bautismalescon sus símbolos destacados del agua y de la luz. Ahora nos situamos en una perspectiva diferente, no la catecumenal o discipular del Ciclo A, sino la cristológica (comprensióndel misterio de Jesús): con Juan “contemplamos” --miramos a fondo-- la persona de Jesús. La clave de su sugestiva aproximación nos la da él mismo desde el prólogo: “Y hemos contemplado su gloria” (1, 14). Juan no se queda con los aspectos “externos” de la pasión, él se empina por encima de los detalles de la historia para observar lo que la mueve por dentro: el amor y los destellos de gloria que están detrás de cada llaga.

Para hacer esa entrada en el misterio pascual de Jesús se ponen a nuestra consideración tres imágenes:

5 (1) La imagen del templo que se destruye y se reconstruye (2) La imagen la serpiente de bronce elevada en un asta (3) La imagen del grano de trigo que brota en el suelo de cultivo

Se trata de tres imágenes tremendamente dinámicas y ricas de contenido que desarrollan una espléndida catequesis sobre el sentido de la muerte de Jesús desde el punto de vista de Dios, esto es, la revelación que ha ocurrido en ella y en cuyo centro está el amor del Dios del cual no conocíamos el rostro: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). No es con la teoría que se entiende al Señor, sino con esa contemplación que es inmersión, que es ejercicio dialogal, sereno y amoroso, que aferra el sentido de su pasión por nosotros. El lema juánico podría ser “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19, 37; cumplimiento de Zc 12, 10). Y es por esta que ruta “entramos” en el amor de su corazón. Si en la historia de salvación descubrimos una pedagogía divina del amor (primeras lecturas), con mayor razón entendemos que en la historia de la pasión, muerte, resurrección y exaltación de Jesús, en esa precisa historia, Dios escribió su pedagogía de forma magistral.

Esta es la pedagogía estimulante que despierta o reaviva nuestra fe y nos abre las puertas para participar sacramentalmente en su misma vida gloriosa. A la mano tendida del Señor respondemos con nuestro “sí” creyente en el santo Bautismo y lo sellamos al recibir su ofrenda de amor en la Eucaristía. Este es el contrato de Alianza que renovaremos con libertad, plena conciencia y alegría en el feliz y gran Domingo de Resurrección.

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Génesis 9, 8-15

8Dios

dijo a Noé y a sus hijos: hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes, 10con todos los animales que os acompañaron: aves, ganado y fieras; con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. 11Hago un pacto con vosotros: el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra». 12Y Dios añadió: «Ésta es la señal del pacto que hago con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: 13pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra. 14Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco, 15y recordaré mi pacto con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir los vivientes». 9«Yo

“He pensado establecer mi alianza con vosotros”

El pasaje de Gn 9, 8-17 (la liturgia lee hasta el v.15) nos sitúa ante uno de los momentos solemnes de la primera parte del Génesis: la alianza de Dios con Noé, después que lo salvó de las aguas del diluvio. Esta es la primera vez que aparece en la Biblia la palabra “Alianza”, término o realidad que de aquí en adelante seguirá apareciendo, y con diversos matices, hasta la última de la Sagrada Escritura. En este primer pasaje, la alianza aparece en su forma más sencilla: como un “pacto”, es decir, toma la forma de una promesa de parte de Dios. Todavía no se habla (pero se presupone) de lo que le corresponde a la contraparte; lo que se subraya en este primer paso es la iniciativa amorosa y salvífica de Dios. Mantendremos en estas páginas el término “alianza”. Con esta lectura agarramos la punta de un hilo que terminará en la celebración de la pascua cristiana.

En la lectio de este pasaje vamos a ver a propósito de qué aparece y cuáles son las características de esta primera forma de la alianza. Para comenzar, familiaricémonos con el contexto del pasaje.

7 1. El contexto: un nuevo principio de vida para recomenzar después de la tormenta El final del diluvio (o des-creación), con el progresivo reaparecer de una tierra renovada, lavada, nos permite asistir a los primeros pasos de la nueva página que Dios y su creatura comienzan a escribir. Empieza un tiempo nuevo en el que notamos un cambio sustancial con respecto a lo anterior: una bendición de vida que se riega por toda la faz de la tierra. La des-creación Las líneas de continuidad con relación a Gn 1 se notarán, pero aquella bella reacción de Dios que “vio cuanto había hecho y (vio) todo estaba muy bien” (1, 31), ya no se va a repetir. La armonía de la creación infelizmente había sido destruida.

Las primeras páginas del Génesis han enseñado, a partir de relatos, que el “mal” como fuerza destructora se introduce a partir de la negación del otro, del no reconocimiento de la trascendencia. Quien niega la trascendencia rebelándose contra Dios y erigiéndose él mismo en un pequeño dios, también agrede a su hermano sometiéndolo a su capricho y transforma el dominio responsable de la creación en uso destructivo de ella.

La disgregación se hace patente. La primera familia de la Biblia conoce el dolor de un asesinato en la casa. El pueblo contemporáneo de Noé conoce altos grados de criminalidad, de abuso, de corrupción. Los animales y las plantas que en Gn 2, 19-20 venían ante el ser humano para recibir un nombre, se alejan de él despavoridas. El desembarco en la tierra nueva Veamos los primeros pasos que se dan sobre la tierra nuevo y cómo se va llegando al establecimiento de la alianza con Noé.

Primero. Apenas pisa tierra firme y seca, Noé ofrece un sacrificio (Gn 8, 20) que Dios acepta prometiendo que nunca más destruirá la tierra (al menos él no), más bien le garantiza el equilibrio que le da sostenibilidad a la vida (cf. Gn 8, 21-22).

Segundo. La constatación de la tendencia a la maldad y a la violencia que hay en el ser humano no detiene el proyecto de Dios (cfr. Gn 8, 21), él mostrará su disposición para tenerle paciencia y salvarlo de ella con una nueva iniciativa. Entonces marca el nuevo comienzo retomando la bendición de la primera página del Génesis, el poema de la creación (Gn 9, 1; cf. Gn 1, 28).

Tercero. En relación con esta bendición o expansión de la vida aparece el hecho de que el crecimiento del ser humano requiere del aprovechamiento de los recursos de la naturaleza, incluso del reino animal (según el relato ahora pasa de vegetariano a carnívoro), pero con

8 una restricción: la prohibición de consumir la sangre (9, 2-6). Ya que en la cultura del pueblo de la Biblia la sangre es portadora del “nefesh” o aliento de vida, el sentido de la afirmación es: Dios es el único dueño de la vida. Además de la santidad de la vida humana se afirma respeto de la vida de todo ser humano por el hecho de ser “imagen de Dios” (cfr. Gn 1, 26).

La idea central que enmarca el pasaje que leeremos a continuación es precisamente este desarrollo de la vida, y no sólo la de los seres humanos. El ámbito dado para este crecimiento es la relación, y no la relación de dominio de unos que se aprovechan de los otros (=la forma como se desencadena eso que llamamos “maldad”) sino una relación constructiva, de alianza. 2. La primera escena bíblica de Alianza (Gn 9, 8-17) Exploremos ahora el texto propuesto para hoy, Gn 9, 8-17, observando atentamentelas siguientes cinco características distintivas que aparecen en este primer texto de Alianza que aparece en la Biblia: • Alianza universal • Alianza permanente • Alianza en forma de promesa • Alianza certificada • Alianza que se recuerda

Primero,

es una alianza de amplios brazos que cobija a todas las creaturas Es universal, ya que abarca todo el espacio y todo el tiempo sucesivo. En el texto vemos que no sólo se establece entre Dios y Noé como individuo, sino con su familia, con sus descendientes y “con todo ser vivo que los acompaña” (v.10), incluyendo los animales salvajes y repugnantes. En el v.12 lo anterior se sintetiza con una frase que acentúa que la alianza presupone seres vivientes: “Yo, vosotros y todo ser viviente que os acompaña” (lo mismo en el v.15); en el v.16 agrega: “toda la vida que existe sobre la tierra” (lo mismo en el v.17). La vida al final aparece como un personaje capaz de relación. La idea es: ningún ser viviente está fuera del amor de Dios y de la mano tendida de su amistad.

Segundo, es una alianza con validez permanente, “eterna”

El que ama verdaderamente no se conforma con lo pasajero. De la misma manera el amor

9 de Dios no se acaba ni se cansa, no se descuida ni un instante ni conoce paréntesis a lo largo de la historia. Notemos cómo en los v. 12 y 16 se repite la palabra “eterno” (en hebreo ‘olam) para referirse a: • Las generaciones “perpetuas”, o sea, todas sin excepción y hasta el fin (v.12), y • La alianza “perpetua” (v.16) que el Señor siempre tendrá presente ante sus ojos, habiendo comenzado en el pasado mantiene su vigencia en el presente sucesivo.

El amor de esta alianza toca todos los lados del cuadrado que configura nuestra existencia: nosotros y nuestra familia, nuestra generación y las que vendrán, nosotros y nuestro entorno ecológico. Es lo “eterno” de Dios incubado en lo pasajero de la historia humana y nuestra historia jalonada hacia lo eterno, hacia la misma vida de Dios.

Tercero,

es una alianza sostenida por la palabra-promesa que Dios ha empeñado Es verdad que en una alianza normal las dos partes se requieren mutuamente la misma lealtad, iniciativa y compromiso. En este caso se inclina más hacia una de las partes: Dios, quien es es el único en empeñar su palabra. Por eso algunas traducciones de la Biblia prefieren en este pasaje el término “pacto” al de “alianza” (para el mismo término hebreo berith), dada la unilateralidad del compromiso. Con todo, el texto presupone que Noé la acepta libremente. Notemos cómo se repite enfáticamente el “yo” de Dios a lo largo del texto: • v. 9: “He pensado establecer mi alianza con vosotros y con…” • v.11: “Establezco mi alianza con vosotros” • v. 12: “Esta es la señal que yo establezco… entre yo y vosotros y todo ser vivo” (cf. el v.17) • v.15: “Y yo me acordaré de la alianza que media entre yo y vosotros y todo ser vivo”

La contraparte aparece como mero espectador. Lo normal en los contratos es que cada uno diga a qué se compromete. Es notable que Noé no prometa nada y que no le sea impuesta ni una sola exigencia para cumplir.

Cuarto,

es una alianza certificada con un signo Se trata de un arco (en hebreo qéshet) puesto en las nubes (v. 13. 14. 16) que indica que a partir de aquí “ya no habrá más aguas diluviales que exterminen la vida” (v.15b). No se dice que sea un “arco iris” pero se presupone porque está asociado al aguacero. Es Dios quien lo llama “signo”, tres veces lo llama “signo de la alianza” (v. 12. 13. 17) “que media entre yo y vosotros y todo ser vivo”, o sea, como compendio simbólico de las nuevas relaciones que existen entre el creador y sus creaturas.

10 Es un arco que une circularmente el cielo y la tierra, que se eleva como dos brazos que se juntan en su vértice o como dos brazos que descienden abiertos para acoger. Es como la mitad de un anillo que espera la correspondiente mitad para figurar el amor dado y recibido. ¿Cómo es que el arco iris se convierte en signo? Podría estar asociado a la naturaleza misma. Un arco puesto en las nubes podría tener la función de retener, como una compuerta, otro diluvio. O quizás referirse a la calma y la frescura que viene después una tormenta; en este sentido podría ser una imagen de la misericordia de Dios y de la paz con que empieza la nueva etapa.Sin embargo, el significado puede ir por otro lado.

Los estudios bíblicos, por otra parte, han puesto consideración estos dos datos que nos remiten a la mitología de los pueblos del medio oriente antiguo: • En la epopeya sumeria de Gilgamesh, la diosa Ishtar se distinguía por el lapislázuli de su collar (radiante de colores), considerado como el recordatorio de su juramento de que no olvidaría los días del diluvio. • El “arco iris” y el arco del guerrero tienen forma similar, incluso el término es el mismo. En este sentido, algunos relatos ven en el arco iris el arco del guerrero que el dios-tormenta deja aun lado en el cielo después de haber vencido a sus enemigos.

Con relación a lo último, podemos que en la Biblia se evoca la imagen de Dios como guerrero que tensa el arco y prepara sus flechas mortales (“tensa y asesta el arco, le prepara armas letales, tizones serán sus flechas”, Sal 7, 12; cf. Hab 3, 9), pero no se asocia este arco guerrero con un arco iris.

Ahora bien, se ha dicho que el arco iris es signo de la alianza,el punto es que no aparece ahí para indicar el mero hecho de la alianza, sino lo que está detrás de ella: (1) que Dios absolutamente confiable; (2) que Dios se “acuerda” eternamente (la memoria del amor); (3) que Dios ama sin medida y atrae hacia él a todo ser humano.

Si el signo de la alianza con el pueblo de Abraham es la circuncisión, signo de la alianza con todos los pueblos es el arco iris.

Quinto,

esta alianza es un amor que “recuerda” Hoy no es difícil entenderlo: cuando una pareja se compromete y se colocan sendos anillos, donde quieran que estén transmiten el mensaje de que están comprometidos; igualmente

11 cuando el portador se mira la mano recuerda la persona amada.

En el v.15a ha dicho “me acordaré”, de aquí en adelante todas las relaciones de Dios con su pueblo, con la humanidad y la creación entera estarán determinadas por su voluntad salvarlos de todo lo que “extermine la vida” (v.15b). Esta alianza, entonces, es un amor que salva y vivifica.

En el v.16 notamos un detalle: queDios hace del arco un signo que nosólo es perceptible para el ser humano sino que está puesto allí para ser él quien lo mire: “cuando yo vea… me acordaré” (v.16). La memoria del amor es estimulada por el mirar este fenómeno de la naturaleza constituido en signo.

Se inculca así la certeza de que Dios nunca olvidará su promesa de no volver a destruir la tierra, es verdad, pero también se puede decir en positivo: la certeza de que su actitud primeraante su creatura, siempre y en cualquier circunstancia, es el amor que salva. El mismo que nos creó también nos concede la plenitud de la vida en la comunión con él. Así lo que Israel aprende a decir primero, lo aprendemos luego todos los pueblos de la tierra: que nuestro Dios es el Dios de la alianza. En fin…

En un comienzo nuevo se ha introducido una novedad: la alianza propuesta por Dios se constituye, en coherencia con la renovada bendición de la creación, en el piso sólido y consistente sobre el cual todo ser humano y su entorno puede construir su proyecto de vida. Ahora sabemos que el arco iris siempre aparecerá para recordarnos la esperanza en tiempo de desolación. 3. Hacia la Lectio Divina Estamos en el comienzo de un itinerario. El primer paso es importante: implica en primer lugar situarnos ante nuestra propia realidad y desde ahí, con la luz que nos da la Palabra del Señor, visualizar el salto cualitativo que el Señor nos pide en estos momentos. En este caso: retomar nuestra alianza de amor con él.

Al hacer la Lectio de Gn 9, 8-15 (ojalá hasta el v.17), hagamos también la actualización cristiana que nos propone la liturgia con la catequesis bautismal de 1 Pedro 3, 21-22. La salvación por medio el arca prefigura ahora el bautismo: “Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva: que no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios” (1 Pedro 3, 21-22). En desembarco de las aguas del bautismo los cristianos comenzamos vivir en

12 alianza con el Señor.

Proponemos dar ahora los pasos que ya sabemos para el ejercicio espiritual de la Lectio Divina:

(1) Leemos el texto bíblico: para lo cual nos pueden servir las páginas anteriores, pero sobre todo nuestras propias observaciones;

(2) Al meditar nos apropiarnos el texto en primera persona y también primera persona plural cuando estamos en comunidad: qué enseñanzas encontramos y qué llamados percibimos en el texto;

(3) Oramos a partir de lo que el texto nos ha removido por dentro, para lo cual nos damos suficiente tiempo;

(4) Nuestro ejercicio reposa y se prolonga en la contemplación de esos rasgos de Dios que hemos descubierto de manera especial a través del pasaje.

También a la hora de “salir” del ejercicio tomamos conciencia de las “mociones del Espíritu” que hemos percibido en este rato, de manera que demos pasos concretos de vida nueva en el Señor.

13

Marcos 1, 12-15

En aquel tiempo, 12el Espíritu empujó a Jesús al desierto. 13Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. 14Cuando 15Decía:

arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

“Se quedó en el desierto cuarenta días siendo tentado por Satanás”

El camino cuaresmal está inspirado en los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto (Mc 1, 12-13) después de recibir el bautismo de Juan, la dotación del Espíritu Santo y escuchar la declaración del Padre: “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco” (1, 10-11). Este tiempo de soledad y silencio de Jesús precede de forma inmediata su ministerio público en el que proclama la buena noticia de la inmediatez de Dios y su Reinado, lo cual reclama nuestra apertura mediante la conversión y la fe (1, 14-15).

Observemos algunos puntos destacados de este relato del Evangelio que da impulso al camino cuaresmal. 1. Un relato con personalidad propia: Los detalles distintivos de Marcos

Lo primer que tenemos que preguntarnos al leer este relato es si seguimos leyendo a Marcos como si fuera Mateo o Lucas. Cuando de las tentaciones de Jesús hay una tendencia generalizada a mezclar los relatos.

El relato comienza con una palabra que conecta este pasaje con el del bautismo: “y enseguida” (v.12a). Es una manera de decir “y a continuación…”, así se pone en evidencia que la primera acción bautismal del Espíritu Santo sobre Jesús es “empujarlo” al desierto. Pero, según Marcos ¿a qué va Jesús al desierto?

Estamos acostumbrados a denominar este pasajecomo “relato de las tentaciones”, porque lo es ciertamente, sin embargo hay que poner atención cada Evangelio tiene una lección particular sobre el mismo acontecimiento (por algo son 4 y no uno solo).

14 Quienes enfatizan las “tentaciones”, como finalidad del retiro de Jesús en el desierto, son los otros evangelios sinópticos (Mateo y Lucas): “Fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4, 1; cf. Lc 4, 1-2).

En cambio el Evangelio de Marcos ve el hecho de otra manera. Si nos fijamos bien: (a) omite detalles como el ayuno y el hambre, (b) no dice nada sobre el contenido de las tentaciones y (c) al final ni siquiera sabemos –según Marcos- si Jesús vence o no (lo presuponemos; en cambio en Mt 4, 11 y Lc 4, 13 hay una victoria contundente aunque no definitiva todavía). El suyo resultaser un “final abierto”, como con puntos suspensivos, como ocurrirá también al final del evangelio (cf. Mc 16, 8). Entonces, ¿hacia dónde nos lleva el evangelista Marcos? ¿dónde está la buena noticia de este relato? ¿qué nos hace comprender a Jesús y nuestra vida en cuanto discípulos de él? ¿hay alguna pista para nuestro programa cuaresmal? 2. El desierto en el ministerio de Jesús La palabra “desierto” aparece dos veces en los dos versículos de Mc 1, 12-13, esta es una señal de la importancia que Marcos le da. No es casual que la escena se ubique en el desierto.

En primer lugar, toda la introducción del Evangelio de Marcos transcurre en el desierto (en griego éremos). Conforme a la Escritura, “Juan apareció en el desierto” (1, 4ª), él era “Voz del que grita en el desierto” (1, 3a). Allí preparó “el camino del Señor” (1, 3b) con su actividad bautismal.

En segundo lugar, Jesús entra “en escena” por primera vez en este evangelio precisamente en este desierto, donde recibe el bautismo de Juan y tiene la epifanía del Padre y el Espíritu (1, 9-11). El ser llevado “al desierto” (éremos), que aparece “a continuación” (v.12), no es un cambio de escenario sino prolongación y profundización de esta estancia.

De esta manera se realiza el programa anunciado en las primeras líneas de Marcos: Juan ha cumplido su tarea en el desierto, como le fue indicado, y entonces el Mesías aparece en ese mismo espacio del desierto para emprender “el camino del Señor”. Desde aquí Jesús se trasladará a Galilea, desde donde expandirá su predicación del Reino (1, 14-15). De aquí en adelante, según el relato, las multitudes no acudirán al desierto donde estaba Juan sino allí donde esté Jesús (ver 1, 37. 45; 2, 1. 13…), porque “el camino del Señor” seguirá trazándose donde quiera Jesús se encuentre. En tercer lugar, el desierto (éremos) no desaparece en el ministerio galileo de Jesús. Marcos repetidas veces se refiere a sus idas a lugares desiertos (en griego: éremostopon): • “De madrugada… se levantó, salió y fue a un lugar solitario (éremontopon); y allí se puso a hacer oración” (1, 35).

15 • • • • •

“Ya no podía presentarse en público en ningún pueblo, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios (éremoistopois)” (1, 45). “Venid también vosotros, a un lugar solitario (éremontopon), para descansar un poco” (6, 31). “Se fueron… aparte, a un lugar solitario (éremontopon)” (6, 32). “Le dijeron: ‘El lugar está deshabitado (éremosho topos) y ya es hora avanzada’” (6, 35). “¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos, en un lugar inhóspito (eremías)?” (8, 4).

3. Tiempo de gracia y de prueba: el sentido de los 40 años/días en el desierto Ahora bien, esta primera estancia de Jesús en el desierto aparece como la más prolongada, delimitada por la cifra simbólica de 40 días (aquí coinciden Mc/Mt/Lc), siguiendo los pasos del pueblo de Dios en el camino del Éxodo y de grandes figuras bíblicas como Moisés y Elías. El trasfondo bíblicosaca a la luz sobre la experiencia propia de Jesús, de la cual Marcos nos invita a apreciar algunos rasgos. Como el pueblo de Israel en el Éxodo

La mención de los cuarenta años del grupo de Moisés en el desierto es releído en la Biblia con diversos matices: • Tiempo de la providencia de Dios: es tiempo en el que Dios ha sostenido a su pueblo alimentándolo con el maná durante la travesía (Ex 16, 35). • Tiempo de preparación para la escucha de la Palabra: es tiempo que tiene como cumbre la comunicación por medio de Moisés “todo cuanto Yahvé había dispuesto para ellos” (Dt 1, 3). • Tiempo de particular presencia divina y de bendición: “Yahvé tu Dios te ha bendecido en todas tus empresas: ha protegido tu marcha por este gran desierto, y hace ya cuarenta años que Yahvé tu Dios está contigo sin que te haya faltado nada” (Dt 2, 7).

Vemos cómo el énfasis está puesto en la acción de Dios a favor de su pueblo. Pues bien, es en este amplio marco que el Deuteronomio relee finalmente los cuarenta años como tiempo de la prueba: “Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, para probarte y para conocer las intenciones que llevabas” (Dt 8, 3). La intención es pedagógica (Dt 8, 2-18) y tiene en cuenta todas las querellas del pueblo que aparecieron desde el principio (cf. Ex 16; el libro de los Números presenta abundantes y casi como constante), poniendo en primer plano la disposición o no para vivir (=caminar) según el querer de Dios. La “prueba” se entiende, en esos pasajes, a la luz de una presencia divina no reconocida y de una providencia amorosa no captada o no aceptada. Allí donde “todo” faltaba, Dios lo dio “todo” (la “nada” y el “todo”, eso es el desierto bíblico). El mismo lugar que manifiesta la

16 providencia amorosa y responsable del Dios que abre el camino, se convierte en el lugar de la tentación por excelencia: una tentación “vital” en la que se verifica la efectiva confianza en Dios. En otras palabras: cuál es el Dios en el que yo confío. Sólo la base de la confianza puede abrir caminos nuevos. Como Moisés y Elías en “el camino del Señor” La vivencia del pueblo también se constate en personajes particulares que deben aprender a confiar en Dios para poder llevar a cabo la misión difícil de conducir a un pueblo rebelde.

La misión de Moisés siempre estuvo asociada con el desierto. Allí fue su vocación (Ex 3, 12…20), allí vive el momento cumbre de su misión cuando se ratifica la alianza entre Dios y el pueblo: “Moisés penetró en la nube y subió al monte, y permaneció allí cuarenta días y cuarenta noches” (Ex 24, 18) y haciendo ayuno redacta “las diez palabras de la alianza” (Ex 34, 28). Esta experiencia que ocurre dos veces (Dt 10, 10), permanece en la memoria de Moisés (Dt 9, 9. 18), y en el discurso deuteronómico él la presenta como impulso del camino: “Y me dijo Yahvé: ‘Avíate y ve a ponerte en marcha al frente de este pueblo, para que vayan a tomar posesión de la tierra que yo juré dar a sus padres’” (Dt 10, 11).

Elías, por su parte, cuando pasa por una crisis personal en su ministerio profético, experimenta la mano providente de Dios --por medio de un ángel-- que le da “fuerza para caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte de Dios, el Horeb” (1 Re 19, 4-8), donde tendrá la epifanía que renovará su vocación e inaugurará la última etapa de su misión (cf. 1 Re 19, 9-21).

Todo lo anterior, retengámoslo, hace entender el desierto dentro de una dinámica de “travesía”. 4. El sentido de la experiencia de desierto en Jesús El trasfondo bíblico que hemos tratado de describir nos permite captar la importancia y la dirección que el evangelista Marcos le da la estancia de Jesús en el desierto. 4.1. Punto de llegada y punto de partida

El sentido de la travesía por el desierto por parte de Israel, es llevada a término en el camino de Jesús, que es “el camino del Señor” (Mc 1, 2-3), por tanto camino salvífico, pascual.

17 La presencia y estadía de Jesús durante 40 días en el desierto indica que la preparación del camino, tarea encomendada a Juan, ya está completa, por tanto, éste puede comenzar a desarrollarse. 4.2.La identidad y misión del Mesías Jesús entra en el escenario pisando las huellas del camino de Israel, pero enseguida se aclara que –a diferencia de Israel- su relación con Dios es de naturaleza distinta. La escena anterior, en la que Dios le ha dicho “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (1, 11), no ha terminado. En el mismo escenario tan familiar para el pueblo de Israel emerge ahora este personaje nuevo y singular sobre el cual el Bautista había predicado (como “más fuerte”, de una inmensa dignidad y “que bautiza con Espíritu Santo”; 1, 7-8) y para cuya recepción mucha gente se había preparado con un bautismo de conversión (1, 4-5). Dios Padre lo ha llamado “Mi Hijo amado”. Las revelación de la filiación de Jesús aparece destacada en tres detalles: •

“Allí permaneció cuarenta días” (1, 13a)

Esta “estancia” prolongada en el desierto indica que la conducción del Espíritu (1, 12) no riñe con su libertad. Al contrario, es un “Hijo” que acepta cumplir la voluntad de su Padre. •

“Estaba entre las fieras” (1, 13b; therion = animal salvaje)

El desierto es un lugar de alta peligrosidad precisamente por la presencia de animales peligrosos (“soledad poblada de aullidos”, dice Dt 32, 10), con lo cual deja ver la soledad total de Jesús (sólo con fieras, no con personas) y al mismo tiempo la convivencia pacífica con ellas, como se esperaba de aquel sobre el cual “reposa el Espíritu de Yahvé” (Is 11, 2), quien es superior al mal (cf. la estampa del mundo futuro en: Is 11, 6-8; 35, 6-10; 65, 25; Ez 34, 25-31).

La profecía de Os 2, 20 permite hace un paralelo entre la convivencia prolongada de Jesús con las fieras y el texto de la alianza establecida con Noé en Gn 9, 8-17: “Aquel día sellaré un pacto en su favor con las bestias del campo, las aves del cielo y los reptiles del suelo”. •

“Los ángeles le servían” (1, 13b)

Al Hijo se le ha entregado una misión (sentido del “en ti me complazco”, 1, 11). La presencia de los ángeles que “servían” (diakoneo) a Jesús (1, 13), nos recuerda al ángel que asistió Elías (cf. 1 Re 19, 5-8) y al ángel del Señor que va delante del pueblo conduciéndolo el éxodo (cf. Ex 14, 19; 23, 20. 22; 32, 34; 33, 2). Todo ello indica que con Jesús está en marcha “el camino del Señor”. Por otro lado la palabra “ángel”, que significa “mensajero”, había

18 aparecido en 1, 2: “voy a enviar mi mensajero delante en ti” (sólo que en esta cita se refiere a Juan Bautista y no a un ser celestial como es el caso de 1, 13). De esta manera el relato de la “estancia de Jesús en el desierto”, según Marcos, pinta un primer icono de Jesús, cuyos rasos más acentuados son: - Su “gloria”: porque es movido por el Espíritu y servido por los ángeles. - Su “humildad”: porque a semejanza de los seres humanos cohabita con fieras.

Jesús es el Hijo único del Padre Dios y el ungido enviado por Él, que recorre la historia de Israel, que asume el ser hombre con sus rasgos de pobreza, debilidad y (luego) de sufrimiento. Esta contemporaneidad de gloria y humillación hacen parte del misterio de Jesús. 4.3. ¿Y las tentaciones? Para el Hijo de Dios y Ungido por el Espíritu el desierto es un tiempo de gracia y de prueba: “permaneció allí cuarenta días, siendo tentado (peirazo) por Satanás” (1, 13). Marcos pone su marca En Mt y en Lc las tentaciones ocurren después de los 40 días y a propósito del prolongado ayuno de Jesús. En cambio en Mc son 40 días de tentación, al mismo tiempo que cohabita con las fieras y es servido por ángeles, y no se dan por causa del hambre.

¿Venció o no? La victoria de Jesús sobre la tentación se capta en Mc dentro del cuadro de conjunto que se ha diseñado, es decir, que está garantizada por su identidad de Hijo de Dios, la asistencia del Espíritu y el servicio de los ángeles. De esto, los lectores del Evangelio de Marcos somos asegurados desde esta primera página. Cuáles son las lecciones Pues bien, las lecciones de Marcos sobre las tentaciones van por estos dos rieles:

Primero. Que antes de entrar en acción, Jesús ya se ha confrontado con Satanás y ha compartido con su pueblo su historia humillante de tentación.

Segundo. Que las tentaciones acompañan el ministerio de Jesús, por eso el “final abierto”. No como en Lucas (4, 13), donde “acabadas las tentaciones, el diablo se alejó de él hasta el tiempo propicio” (que será la pasión); en cambio, en el Evangelio de Marcos no hay pausa.

19 La fatiga de un combate prolongado El Evangelio de Marcos entiza como ningún otro el combate continuo de Jesús contra Satanás. Por algo es el que más narra exorcismos. Incluso es diciente que sea un exorcismo el primer milagro que él realiza y por medio del cual la gente reconoce su novedad (cf. Mc 1, 21-28).

Peor hay más. A lo largo del Evangelio de Marcos veremos a Jesús en situaciones de combate donde el adversario se comporta como Satanás (=acusador): • 3, 2: “Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado, para poder acusarle”. • 8, 33: “Reprendió a Pedro, diciéndole: ‘Quítate de mi vista, Satanás!’”. • 12, 13: “Enviaron donde él a algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra”.

Marcos nos hace car en cuenta que Jesús no sólo es tentado (en griego peirazo) por Satanás sino por los hombres que lo “ponen a prueba”: • 8, 11: “Los fariseos… le pedían un signo, con el fin de ponerlo a prueba (peirazo)”. • 10, 2: “Se acercaron unos fariseos para ponerle a prueba(peirazo)”. • 12, 15: “Dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ‘¿Por qué me tentáis(peirazo)?’”. Esta lucha contra el mal también es interior. En este mismo Evangelio Jesús mostrará que el mal no sólo viene de Satanás sino que puede originarse dentro del corazón del hombre: • 3, 5: “Entonces, mirándolos con ira, apenado por su cerrazón de corazón…”. • 7, 15: “Lo que contamina al hombre es lo que sale de él”. • 7, 21-23: “Porque de dentro del corazón de los hombres salen las intenciones malas, fornicaciones, robos, asesinatos…”. • Ver también la escena de Mc 8, 15-21. En fin…

Así como con el Hijo de Dios y Ungido del Espíritu, los seguidores que él elije también participarán en el combate contra el mal, siendo ellos mismos tentados cuando vivan el conflicto entre lo que su buena voluntad de ser fieles y el escoger otros caminos: “Velad y orad para que no caigáis en tentación (peirazo); que el espíritu es pronto pero la carne es débil” (14, 38).

Los discípulos de todos los tiempos, al leer el relato de la estadía de Jesús en el desierto, comprendemos que nos espera un combate tan largo como la vida misma, pero nos acompaña la certeza de que el Reino de Dios que el mismo Jesús hace presente, y al que adherimos por la fe, es victoria sobre el mal, comenzando por el que se anida en nuestro propio corazón.

P. Fidel Oñoro, cjm

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Escuchando la Palabra con un Padre de la Iglesia

San Juan Crisóstomo (347-407 dc)

Establezco mi alianza y la declaro segura “Con el fin, pues, de que ellos desterrasen de sus pensamientos esos temores y estuvieran plenamente seguros de que esto ya no se dará más, dice: ‘Efectivamente, lo mismo que traje el diluvio a impulsos de mi amorosa benevolencia, proponiéndome truncar su maldad e impedirles seguir adelante, así también ahora, impulsado por esa misma amorosa benevolencia, os prometo no hacer ya más esto, para que viváis libres de todo desánimo y así lleguéis al final de la vida presente’, por eso dice: ‘He aquí que yo establezco mi alianza, esto es, mi pacto’. Lo mismo que en los asuntos humanos, cuando alguien promete algo, hace un pacto y aporta seguridad, así también el bondadoso Señor dice: ‘He aquí que yo establezco mi alianza’. Y dice bien: ‘Establezco’, en vez de ‘He aquí que yo reafirmo la universal destrucción debida a los pecados’; en cambio dice: ‘Establezco mi alianza con vosotros y, junto con vosotros, con vuestra descendencia’. Considera la amorosa benevolencia del Señor, pues dice: ‘No sólo establezco la alianza hasta vosotros, sino que también la declaro segura en atención a los que vendrán detrás de vosotros’”. (Sobre el Génesis, 28, 4)

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