Algunas reflexiones acerca del final del Asturiense

Ad Orientem Algunas reflexiones acerca del final del Asturiense Miguel A. Fano* Miriam Cubas** Resumen La investigación sobre el Mesolítico en la r

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Algunas reflexiones acerca del final del Asturiense

Miguel A. Fano* Miriam Cubas**

Resumen La investigación sobre el Mesolítico en la región Cantábrica tiene una larga trayectoria que se remonta a los inicios del siglo XX y que se plasma en la elevada densidad de contextos documentados entre el VIII y VI milenio cal BC. El final de este intervalo está marcado por la transición entre los modos de vida de los cazadores recolectores y la aparición de la economía de producción, cuyas evidencias más tempranas se documentan en la primera mitad del V milenio cal BC. En el caso concreto del área nuclear del Asturiense (Oriente de Asturias), los numerosos concheros conocidos han sido generalmente atribuidos al Mesolítico; de hecho, la importante batería de dataciones disponible indica que, efectivamente, su formación corresponde globalmente a ese período. No obstante, distintas observaciones aconsejan rememorar la idea apuntada por Hugo Obermaier en relación con los “concheros con cerámica”, y considerar la posibilidad de que este registro sea también producto de ocupaciones posteriores al VI milenio cal BC. De confirmarse esta posibilidad, sería posible comenzar a caracterizar, en esta parte del Cantábrico, el tiempo transcurrido entre el final del Mesolítico y el momento de implantación del fenómeno megalítico (c. 4300 cal BC), dado que, de momento, apenas contamos con evidencias arqueológicas correspondientes a la primera mitad del V milenio cal BC. En este trabajo se discuten los datos disponibles en relación con la hipótesis planteada, considerando la información arqueológica reciente, procedente de yacimientos de Cantabria y de la parte septentrional del País Vasco, que contribuye a arrojar luz sobre el problema planteado. Palabras clave: Mesolítico, Neolítico inicial, región cantábrica, concheros asturienses

* Departamento de Ciencias Humanas. Universidad de La Rioja. C/ Luis de Ulloa s/n, 26004 Logroño. ** Sociedad de Ciencias Aranzadi. Zorroagagaina 11, 20014 Donostia-San Sebastián

Juan Ramón Muñiz Álvarez (Coord.) AD ORIENTEM. Del final del Paleolítico en el norte de España a las primeras civilizaciones del Oriente Próximo. Universidad de Oviedo · Ménsula Ediciones, 2012. Págs. 275-289 ISBN: 978-84-8317-921-5 · ISBN: 978-84-940141-2-3

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Abstract Research on the Mesolithic in Cantabrian Spain has a long history and goes back to the early twentieth century. This is reflected in the high density of sites that have been documented since then and dated to the eighth and sixth millennia cal BC. The latter part of this period is marked by the transition from hunter-gatherer lifeways to the appearance of a productive economy, of which the earliest evidence is dated in the first half of the fifth millennium cal BC. In the precise case of the core area of the “Asturian” culture (Eastern Asturias) the numerous shell-middens that are known have generally been attributed to the Mesolithic; indeed, the large number of radiocarbon determinations that are available indicate that, in overall terms, the phenomenon of the shell-middens corresponds to that period. However, certain observations suggest it would be advisable to bear in mind Hugo Obermaier’s ideas about the “shell-middens with pottery”, and consider the possibility that this record is also the product of occupations later than the sixth millennium cal BC. If this possibility were to be confirmed, we would be able to characterize, for this part of northern Spain, the period between the end of the Mesolithic and the time when the megalithic phenomenon developed (ca. 4300 cal BC). Currently, very little archaeological evidence is known dated in the first half of the fifth millennium cal BC. This paper discusses the available data relevant to this hypothesis, and presents recent archaeological information casting some light on the question, from sites in Cantabria and in the North of the Basque Country. Key words: Mesolithic, Early Neolithic, Cantabrian Spain, Asturian shell-middens

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Introducción La investigación sobre el Asturiense cantábrico cuenta con una trayectoria casi centenaria; las primeras referencias a los concheros del norte peninsular se remontan al siglo XIX pero la investigación propiamente dicha se inició con la excavación de El Penicial (Llanes) (Vega del Sella, 1914), y desde entonces apenas han existido soluciones de continuidad en el estudio de esta cultura clásica de la Prehistoria de la región cantábrica. Incluso en etapas especialmente duras, como la década de los años 1940, los autores del momento se hacen eco de las ideas generadas durante la “Edad del Oro” del Asturiense (véase, entre otros, Pericot, 1942; Almagro, 1944; BoschGimpera, 1945); aquella en la que, por avatares de la Historia, vemos al Conde de la Vega del Sella compartiendo cata con Hugo Obermaier en algunos yacimientos asturianos. El estallido de la Gran Guerra dejó a Obermaier en una situación personal comprometida y durante un tiempo fue acogido por Vega del Sella en su residencia de Nueva de Llanes. Esta circunstancia y la buena sintonía entre ambos propiciaron que la nueva cultura tuviese una pronta presencia a nivel internacional, puesto que, a través de sus publicaciones, el prehistoriador alemán difundió los resultados de la modélica investigación del Conde y situó al Asturiense en el contexto europeo junto al resto de culturas del Mesolítico (Fano, 2006). M. C. Burkitt, pionero entre los británicos en el empleo del término Mesolítico (cf. G. Clark ,1980, 3), fue otro de los arqueólogos extranjeros que conocieron in situ el Asturiense, por gentileza de Vega del Sella, como él mismo indica en la nota que dedicó a la nueva “transition culture”, publicada en el volumen 4 de Proceedings of the Prehistoric Society of East Anglia (1923) –hoy Proceedings of the Prehistoric Society–. Al igual que la edición en inglés de El Hombre Fósil (1925), la nota de Burkitt contribuyó a difundir el trabajo de Vega del Sella en el ámbito anglosajón. El Conde también departió con H. Breuil en París a propósito de los materiales de El Penicial, en un contexto historiográfico en el que, como puede comprobarse, se cultivaron las relaciones a nivel internacional (Fano et al. en prensa). Un repaso a la trayectoria de otros pioneros de la Prehistoria cantábrica, como José Miguel de Barandiarán (cf. Barandiarán, 1994), revela que esa relación fluida con arqueólogos foráneos como los integrantes del Institut de Paléontologie Humaine no fue privativa del Conde, sino que fue más bien el denominador común de aquellos años en los que se sentaron las bases del Paleolítico y Mesolítico regional. La Guerra Civil y la cruda posguerra marcaron el devenir de la investigación arqueológica en el Cantábrico, y solo en tiempos del profesor Jordá el Asturiense volverá, aún tímidamente, a la escena internacional con motivo de la excursión llevada a cabo en el marco del V Congreso Internacional del INQUA (Hernández Pacheco et al., 1957). Algunos años más tarde, el Asturiense recuperó definitivamente su presencia internacional al convertirse en protagonista destacado de la renovación teórica que conoció la Arqueología peninsular, circunstancia que, lógicamente, propició su presencia en revistas y monografías extranjeras –véase entre otros González Morales y Márquez, 1978; Straus, 1979; Clark y Lerner, 1980; Clark, 1983; Straus y Clark, 1986–.

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En las dos últimas décadas, el protagonismo del Asturiense en foros internacionales ha continuado siendo notable, como puede comprobarse en las actas de los congresos de la serie MESO (Bonsall, 1989; Vermeersch y van Peer, 1990; Thévenin y Bintz, 1999; Larsson et al., 2003; McCartan et al., 2009; Arias y Cueto, 2010). Otras publicaciones recientes se hacen igualmente eco de esa presencia del Asturiense en el exterior; véase, entre otros ejemplos, la edición de una de las sesiones del TAG de 2001 celebrado en Dublín (Milner y Woodman, 2005); la memoria de la Société Préhistorique Française que recoge las comunicaciones presentadas en Nantes (2002), en el marco de una reunión sobre la neolitización de la fachada atlántica de Europa (Marchand y Tresset, 2005); la monografía Shell middens in Atlantic Europe, producto del workshop celebrado en York en 2005 (Milner et al., 2007); o las actas de la reunión del ICAZ celebrada recientemente en Santander (Álvarez-Fernández y Carvajal, 2010). Sin embargo, tras casi un siglo de estudios desde distintas perspectivas teóricas y de debates en distintos foros, son varios los enigmas que todavía atesora el Asturiense; entre ellos cabe citar, por su importancia, al menos tres. El primero tiene que ver con la escasez de concheros asturienses excavados con técnicas modernas y sobre una superficie amplia, circunstancia que determina un conocimiento deficiente de los procesos de formación y, por tanto, del papel jugado por estos sitios en su contexto cultural. De hecho, la cuestión del carácter de las ocupaciones continúa abierta y se trata sin duda de un aspecto clave para caracterizar a las últimas sociedades de cazadores del Cantábrico. No obstante, el problema clásico, para el que se han buscado distintas soluciones pero que dista de estar resuelto, es el de la peculiar industria asturiense, bien distinta de la aziliense y de la de otros contextos mesolíticos de la región (Fano, 2007). El último gran enigma sería el del final del Asturiense, una cuestión, como veremos, apenas abordada en el último siglo. Este texto en homenaje al profesor Juan Antonio Fernández-Tresguerres recoge una serie de reflexiones relativas a la última de las cuestiones mencionadas.

Planteamiento del problema La falta de un estudio específico sobre el primer Neolítico del Cantábrico ha sido el denominador común de la historia de la investigación hasta los años 1980. Los autores que trabajaron con más intensidad sobre el Mesolítico –y en especial sobre el Asturiense– apenas abordaron la cuestión del final de ese período. En los inicios de la investigación, la influyente “teoría del hiato” (véase Piette, 1895), que suponía una discontinuidad entre el Paleolítico y el Neolítico, resultó clave. En este contexto, la definición del Asturiense por parte de Vega del Sella (1923) cubrió de forma parcial este lapso entre el final del Paleolítico superior y el Neolítico. Dicho hiato –y seguramente también la escasez de información disponible– marcó la perspectiva de este pionero de la Prehistoria cantábrica; según él, el período caracterizado por los concheros carecía de punto alguno de contacto con el Neolítico, de ahí su concepción del Asturiense como una industria preneolítica (Vega del Sella, 1923, 1925).

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Ad Orientem Autores posteriores como F. Jordá (1959) o G.A. Clark (1976) tampoco abordaron directamente la cuestión del final del período. En principio, el nuevo marco teórico introducido por el segundo enfatizaba los aspectos económicos, pero ello no cristalizó en un interés por estudiar la adopción del Neolithic way of life. Algunos años después, M. R. González Morales (1982) planteó la cuestión del primer Neolítico de un modo explícito, aunque brevemente y en el seno de un trabajo dedicado específicamente al Asturiense y a otros contextos coetáneos. Fue el trabajo posterior de P. Arias (1991) el que marcó un punto de inflexión en el estudio del Neolítico del norte peninsular. La investigación incluyó una revisión exhaustiva del registro mesolítico y neolítico del conjunto de la región cantábrica, en el marco de un análisis pionero sobre el proceso de neolitización. Este trabajo dinamizó una línea de investigación rica en contribuciones y debates, como el relativo a los “concheros con cerámica”. El desarrollo, desde los años 1980, de una investigación específica sobre el primer Neolítico, nos permite hoy disponer de algunas certezas sobre este proceso de cambio histórico. Las primeras evidencias de domesticación en la región se documentan en el V milenio cal BC. El registro arqueológico de yacimientos como Arenaza (IC2) (San Pedro de Galdames), Los Gitanos (A4-A3) (Castro Urdiales) o El Mirón (303.3) (Ramales de la Victoria) (Cubas y Fano 2011, 78-79) confirman que la introducción de la fauna doméstica fue un proceso temprano en la región, gestado durante la primera parte del V milenio. Del mismo modo, algunos contextos también parecen revelar una cronología larga para el inicio de las prácticas agrícolas, aunque en este caso los datos arrojan un poco más de incertidumbre acerca de la antigüedad de la introducción de la agricultura (Zapata et al., 1997; Peña Chocarro et al., 2005; Iriarte et al., 2005). Respecto a las primeras producciones cerámicas del Cantábrico –no atribuibles, por defecto, a grupos neolíticos–, su cronología también corresponde a la primera parte del V milenio, tal y como reflejan las dataciones de la UE7 de Los Canes (Cabrales) (TO-11219: 5980±80 BP [5200-4690 cal BC] y AA-5788: 5865±70 BP [4910-4550 cal BC])1 (Arias y Pérez, 1995; Arias, 2005/2006). No obstante, la relación entre la cerámica y la nueva economía continúa sin estar bien caracterizada. En general, los primeros recipientes se hallan en contextos con evidencias claras de domesticación, pero no faltan lugares en los que la cerámica constituye la única novedad (Cubas, 2010). Sin embargo, el panorama descrito, bien distinto al de hace dos décadas, se corresponde exclusivamente con lo observado en la parte oriental de la región –este de Cantabria y costa vasca–; mientras que en el Cantábrico occidental la realidad se torna muy distinta (Fig. 1). Aquí hay que esperar a un momento avanzado del V milenio para encontrar, todavía de manera tímida, la primera fauna doméstica (Marín y González Morales, 2009), así como los primeros indicios de prácticas agrícolas (López Merino, 2006; López Merino et al., 2010). En síntesis, nuestro conocimiento acerca del proceso de neolitización en la zona oriental ha mejorado sensiblemente en los últimos quince años; en cambio, dicho proceso apenas puede vislumbrase en la parte occidental de la región. La cuestión a plantear resulta evidente: ¿qué 1 La calibración de las dataciones corresponde a la curva IntCal09 (Reimer et al., 2009) para las muestras de origen terrestre. Su calibración se ha realizado con el programa OxCal 4.1 (Ramsey, 2001, 2009) y se especifica en años “cal BC” con un intervalo de probabilidad de 20.

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Fig. 1: Yacimientos arqueológicos datados en la primera parte del V milenio cal BC (ca 5000-4300 cal BC). Aparecen en blanco los depósitos con evidencias de domésticos (agricultura y/o ganadería) y en gris aquellos que carecen de ellas.

pasó después del Asturiense? La pregunta, ya formulada por nosotros hace más de una década (Fano, 2000), continúa vigente, dado que en el Cantábrico occidental el vacío de información arqueológica para el período comprendido entre el final del Mesolítico y el desarrollo del Megalitismo sigue constituyendo un problema de investigación de primer orden. Frente a esta situación cabe plantear, al menos, dos hipótesis explicativas: 1- En esta parte de la región, los yacimientos correspondientes a la primera parte del V milenio quizá no hayan sido aún identificados; se trata de una hipótesis poco probable, dada la intensidad de los trabajos de campo en el último siglo (cf. Fano, 2007); 2- Quizá una parte, probablemente pequeña, de los depósitos de conchero fue producto de ocupaciones posteriores al sexto milenio. La segunda posibilidad la encontramos ya formulada en los trabajos de Hugo Obermaier (1916, p. 337), al plantearse una evolución en la composición de los concheros asturienses que evidenciaría el tránsito al Neolítico. El elemento clave en este caso es la cerámica, que se hallaría en el último estadio de evolución de los depósitos. Seguramente, los datos manejados por Obermaier procedían de los trabajos de campo de Vega del Sella (Fano 2006, p. 174), pero no se explicitan en las publicaciones de ambos autores. La idea fue retomada muchas décadas después al plantearse de nuevo la existencia –ahora para el conjunto del Cantábrico– de un vínculo entre

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el inicio del Neolítico y los “concheros con cerámica”. La idea provocó un interesante debate en los años 1990 (Arias, 1991 y 1996, González Morales, 1992 y 1996, Fano, 2000), marcado por la inexistencia de una base documental sólida que permitiese verificar una propuesta próxima al planteamiento original de Obermaier.

Los “concheros tardíos” del Oriente de Asturias y la evidencia del resto del Cantábrico Precisamente, en uno de los trabajos citados al final del apartado anterior, uno de nosotros discutía la evidencia arqueológica disponible relativa al tema que nos ocupa (Fano, 2000); esta resultaba ciertamente parca y poco convincente. Superar este panorama fue uno de los objetivos del programa de sondeos en concheros asturienses desarrollado, entre 2000 y 2003, por uno de nosotros (MAF) en colaboración con Pablo Arias (Arias et al., 2007). En ese sentido, el programa incluyó la toma de muestras en yacimientos en los que se había señalado la presencia

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de cerámica, y en general el muestreo de la parte superior de los depósitos con objeto de verificar la posible perduración de los mismos más allá del Mesolítico. De momento, solo dos de los sitios sondeados han arrojado datos significativos en relación a la cuestión tratada, Cuevas del Mar III y Las Madalenas (Llanes). Cuevas del Mar III forma parte de un conjunto de cavidades situadas en la desembocadura del río Nueva, ya inspeccionadas en su día por Vega del Sella (1916, p. 78) y también recogidas por la investigación posterior (Clark 1976, p. 70; González Morales, 1982, p. 236). Con posterioridad, en la carta arqueológica del concejo de Llanes, C. Pérez aportó una visión más individualizada de estos yacimientos, recogiendo únicamente las cavidades que conservan restos de concheros asturienses (Cuevas del Mar I, II y III) (Pérez, 1992; Fano, 1998). La datación obtenida para el conchero de Cuevas del Mar III (UBAR-794: 5610±100BP)2 sitúa el depósito en un tiempo en el que las técnicas artificiales de producción de alimentos ya formaban parte del bagaje cultural de las poblaciones del Cantábrico. Además, debe tenerse en cuenta que la naturaleza de la muestra datada (Osilinus lineatus) ha contribuido a envejecer la fecha obtenida (Fano, 2008). Al tiempo, la procedencia de la muestra (parte inferior del depósito arqueológico) parece indicar que el conchero siguió acumulándose con posterioridad a esa fecha. De este modo, Cuevas del Mar III sería un “conchero tardío” y constituiría un buen ejemplo del carácter diverso del registro arqueológico de la primera parte del V milenio en el Cantábrico, donde junto a las novedades, como las arriba descritas, encontramos contextos en los que nada parece haber cambiado respecto al pasado mesolítico (Fig. 1) (Cubas y Fano, 2011). El conchero de Las Madalenas fue descubierto en el transcurso de la elaboración de la carta arqueológica del concejo de Llanes (Pérez, 1992; Fano, 1998); durante el muestreo de uno de los testigos de conchero conservados se recuperaron varios fragmentos muy deteriorados de cerámica. El material se halló en la parte baja del conchero, en un lugar localizado 80 cm por debajo del techo del depósito. En este caso no se dispone de datación, pero si asumimos el dato de la introducción de la cerámica en los albores del V milenio, la observación realizada garantizaría, en sintonía con lo visto en Cuevas del Mar III, que la formación de los concheros asturienses no cesó tras el VI milenio. En el caso de Las Madalenas carecemos de precisión cronológica respecto a ese evento postasturiense; la cerámica nos aporta en este caso un terminus post quem, sin que pueda descartarse una cronología corta dentro del V milenio e incluso más allá. Finalmente, la secuencia de Mazaculos II (Ribadedeva) aporta una información especialmente sólida respecto a la continuidad en el aprovechamiento de los recursos marinos durante el Neolítico, con un patrón de explotación prácticamente idéntico al registrado en las ocupaciones mesolíticas, si exceptuamos el aumento en la explotación de percebes (Gutiérrez Zugasti, 2009). En este caso se dispone de una fecha especialmente tardía (nivel A2) (GaK-15221: 5050±120BP [4230-3640 cal BC]) (González Morales, 1995), que parece garantizar que los concheros siguieron siendo una realidad más allá del 4300 cal BC. 2 Las dataciones realizadas sobre muestras de origen marino no se han calibrado debido a los valores, aún provisionales, del parámetro ΔR (Fano, 2007, Cuadro 1).

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Fig. 2: Testigo de conchero adherido a una de las paredes de la cueva de Las Madalenas (Llanes, Asturias).

La exposición del Aziliense en el Museo Arqueológico de Asturias

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Lo observado en los últimos años en Cantabria y en la costa del País Vasco está en sintonía con lo arriba comentado. Algunos yacimientos de Cantabria, como La Trecha (Islares), Arenillas (Islares) o Los Gitanos, verifican la continuidad de la explotación de los recursos marinos en los albores del Neolítico. Los sitios de la costa vasca, como Kobaederra (Kortezubi), Santimamiñe (Kortezubi) o Kobeaga (Ispaster), revelan un panorama similar. Al igual que en la costa oriental de Asturias, ese aprovechamiento del medio marino no parece haber cesado más allá del 4300 cal BC; algunos registros parecen incluso indicar lo contrario, véanse los datos del nivel Slm de Santimamiñe (Gutiérrez Zugasti 2009) o los del subnivel A2 de Los Gitanos (Álvarez-Fernández et al. 2011). No obstante, en otros lugares, como Kobaederra (nivel II), los datos disponibles revelan que la actividad recolectora en el litoral fue menos relevante en la última parte del V milenio (Gutiérrez Zugasti, 2009).

Balance A pesar del avance significativo de nuestros conocimientos en las dos últimas décadas, la información disponible sobre el primer Neolítico de la costa cantábrica sigue sin permitirnos acceder a una visión integradora del fenómeno a escala regional. La Fig. 1 habla por sí misma; efectivamente, las novedades de la primera parte del V milenio (5000-4300 cal BC) parecen no haber alcanzado el Cantábrico occidental, y apenas disponemos de información arqueológica para caracterizar la etapa inmediatamente posterior al Mesolítico en esa parte de la región. Respecto al problema de investigación presentado en este trabajo, distintos argumentos permiten defender, como hipótesis de trabajo al menos, la segunda de las explicaciones planteadas con anterioridad; es decir, la posibilidad de que una parte del registro asturiense corresponda a ocupaciones posteriores al VI milenio: 1. Se trata, al menos de momento, de la única evidencia arqueológica susceptible de paliar el vacío de información identificado, para la primera parte del V milenio, en el Cantábrico occidental. 2. No caben dudas respecto a la continuidad en la explotación del medio marino con posterioridad al VI milenio; los registros distribuidos a lo largo de la región avalan esta situación. Obviamente, dicha circunstancia está en sintonía con la probable pervivencia de los depósitos de conchero asturienses más allá del 5000 cal BC. 3. Algunos datos –todavía escasos– producto de trabajos de campo recientes parecen avalar la hipótesis de trabajo aquí defendida. De verificarse la hipótesis planteada, muy probablemente será una pequeña parte del registro asturiense la que corresponda al V milenio, dado que nos referimos a un período relativamente corto, y sabemos que la formación de este tipo de depósitos correspondió, esencialmente, al Mesolítico. Finalmente, cabe plantear un dilema que con la información disponible resulta, de momento, irresoluble: ¿Esos contextos asturienses de la primera parte del V milenio

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Ad Orientem corresponden a sociedades de cazadores-recolectores o bien a grupos que ya habrían adoptado el modo de vida neolítico? Se trata del mismo dilema planteado respecto a la adscripción cultural de una serie de contextos del Cantábrico oriental (Arias, 2007), datados en el V milenio pero sin evidencia alguna de domésticos (Fig. 1). En este sentido, el Cantábrico constituye un buen ejemplo del panorama observado en la fachada atlántica de Europa, ciertamente complejo en cuanto a las dinámicas de adopción del estilo de vida neolítico (Marchand y Tresset, 2005; Whittle y Cummings, 2007) En nuestro caso, las primeras cerámicas podrían constituir una fuente de información de especial interés para avanzar en la cuestión mencionada. Sabemos que se trata de producciones locales (Cubas, 2010), pero como ya indicamos con anterioridad, desconocemos el papel jugado por estos primeros recipientes en sus respectivos contextos culturales, algunos sin evidencia alguna de domésticos. No faltan en Europa sociedades de cazadores-recolectores portadoras de cerámica destinadas, en el caso de los contextos del norte de Europa (atribuidos a la cultura Ertebølle –Mesolítico final–), al procesamiento de recursos de origen marino (Heron et al., 2007; Craig et al., 2007). En relación con el denominado modelo estuarino (Rice, 1999; Jordan y Zvelebil, 2009), la adopción de la alfarería en ambientes costeros habría facilitado una explotación y un procesado más efectivo de ese tipo de recursos. En este sentido, a lo largo del Cantábrico conocemos contextos con cerámica datados en la primera parte del V milenio –costeros e interiores; con y sin domésticos (cf. Cubas y Fano, 2011, Tabla 1)– susceptibles de aportar, a través de análisis de residuos orgánicos específicos, información relevante sobre el papel jugado por esas primeras cerámicas. Conocer ese papel constituye una de las claves para superar el estado actual de nuestros conocimientos sobre el final del Mesolítico en la costa cantábrica.

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