Antología sobre pequeño riego Organizaciones autogestivas

Antología sobre pequeño riego, vol. II Organizaciones autogestivas editores: Jacinta Palerm Viqueira y Tomás Martínez Saldaña 2000 Colegio de Postgra
Author:  Sergio Flores Toro

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Antología sobre pequeño riego, vol. II Organizaciones autogestivas

editores: Jacinta Palerm Viqueira y Tomás Martínez Saldaña 2000 Colegio de Postgraduados y Plaza y Valdés ISBN 968-856-761-1

VI. Presas, canales y cajas de agua: la tecnología hidráulica en El Bajío mexicano * Herbert H. Eling Martín Sánchez Introducción En 1803, cuando el célebre científico alemán Alexander Von Humbolt visitó los campos de cultivo de El Bajío mexicano, fue tal la impresión que le causó su fertilidad que sólo atinó a compararlos con la rica campiña francesa. En su clásico estudio, Humbolt observó que la producción agrícola de los llanos que se extendían desde Salamanca, hasta las inmediaciones de Silao, Guanajuato, León y, en general, casi todas las poblaciones abajeñas -incluidos Querétaro, Celaya, Apaseo, Valle de Santiago e Irapuato, estaban ligados a la explotación de las minas de Guanajuato o Zacatecas. En conceptos de Humbolt, la fundación de una villa en esta región era la consecuencia inmediata del descubrimiento de una veta rica en mineral de plata y el inicio de la industria necesaria para cubrir las necesidades básicas de la población minera: "Sin los establecimientos formados para el beneficio de las minas ¡cuántos sitios habrían permanecido desiertos! ¡Cuántos terrenos sin desmontar en las cuatro intendencias de Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí y Querétaro!" (Humbolt 1978). Más de 150 años después, otro escritor europeo, David Brading (1978), destacó la importancia de la inversión de capital en la construcción de graneros como una estrategia de los propietarios de tierras para obtener mayores ganancias en tiempos de secas; o la construcción de presas, diques y toda clase de infraestructura

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hidráulica como elementos necesarios que permitieron el aumento de producción de los campos cultivados. Después de Brading, un número no determinado de escritores han escogido al Bajío mexicano como espacio geográfico para hacer sus estudios y, de una u otra forma, han intentado explicar el proceso de conformación de la región en términos políticos, sociales, económicos, culturales, etc. La mayoría ha estado más interesada en demostrar la existencia de una agricultura capitalista (Díaz Polanco 1982, González Martínez s/f), ver la estructura agraria regional (Brading 1978, Rodríguez Gómez 1984, Baroni 1990) o evaluar la producción agrícola abajeña a partir de la recaudación decimal (Rabel 1985, Sánchez Maldonado 1994). En el caso de Michael Murphy (1986) se dedicó a ver algunas de las cuestiones materiales en las que se fincó el desarrollo de la agricultura abajeña. Concretamente, Murphy estudia la construcción de la infraestructura hidráulica que permitió la ampliación de la frontera agrícola a partir de la incorporación de nuevas áreas de cultivo. Más que un estudio de la tecnología hidráulica al autor le interesa demostrar la existencia de una organización social descentralizada como el elemento motor en el desarrollo económico colonial. Entre las aportaciones del libro de Murphy al conocimiento de El Bajío en particular y de la agricultura colonial en general, quisiéramos destacar dos: por un lado, la permanente lucha de los pobladores de ésta y las regiones norteñas para hacer productiva una región en condiciones poco favorables y, por otra parte, las soluciones técnicas adoptadas para eficientar el uso de uno de los recursos más escaso de la región: el agua. Obligados por el régimen de lluvias y las características orográficas del terreno, los propietarios de tierras de la región recurrieron a la construcción de presas, diques, canales, acequias, "cajas de agua" y compuertas para elevar el nivel del agua, facilitar su derivación, conducir

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el líquido y sembrar los campos de cultivo de distintas formas. Estos elementos pronto se constituyeron en los principales componentes materiales de un conjunto de sistemas hidráulicos independientes que funcionaron a lo largo y ancho de los ríos, arroyos y quebradas del territorio novohispano. El objetivo del presente trabajo es mostrar los componentes materiales de algunos sistemas hidráulicos localizados en el valle de Celaya; acercarnos a su funcionamiento, construcción e interrelación. Pondremos especial atención a los elementos constitutivos del riego por entarquinamiento1 o humedad a través del uso de "cajas de agua", práctica que se empezó a utilizar sistemáticamente en El Bajío desde la época colonial y subsistió por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX. La razón de su largo uso se debió a que permitía el mejor aprovechamiento de la poca precipitación pluvial y su concentración periódica en lluvias torrenciales, además de adecuarse a la estructura de la propiedad de la tierra. El clima, el suelo y los ríos El Bajío mexicano está compuesto por una serie sucesiva de valles interrumpidos por extensiones cerriles o montañosas. Uno de estos valles es el que domina la ciudad de Celaya. El mismo, es un valle sin accidentes topográficos que modifiquen el aspecto plano y uniforme de la superficie del terreno, con desagüe superficial mediano y con pendiente general hacia el oeste y menor de 2.5%. En su parte oriental este valle es una prolongación del de Querétaro; hacia el occidente se proyecta sobre el valle de Irapuato. Al norte lo limitan las sierras de Codornices y de la Media Luna, y al sur las de Apaseo y de los Agustinos (Castillo 1956: 11). El área de influencia de Celaya presenta tres tipos distintos de clima de acuerdo con la clasificación de Thornwaite, a saber: tibio semiseco, tibio seco y templado

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semiseco. El clima tibio semiseco prevalece en la mayor parte del territorio; el clima tibio seco se encuentra en la porción nororiental tocando la parte de Celaya y Apaseo, y el clima templado se localiza en las faldas de las montañas y cerros inmediatos a la planicie (Castillo 1956: 8). La temperatura media del valle es de 20º C, la cual manifiesta poca variación durante el año. La precipitación pluvial anual va de los 489 mm a 800, concentrándose en la estación estival que comienza ordinariamente en julio y termina en septiembre; sin embargo, la distribución y la cantidad de las lluvias en el valle es muy variable (Castillo 1956: 9). Las aguas superficiales utilizadas para el riego en el valle de Celaya se han derivado de los ríos Lerma y Laja. Desde la época colonial y hasta primera mitad del siglo XX, los agricultores de valle emplearon dos clases de recursos hídricos en el riego de sus tierras: 1) las aguas superficiales obtenidas mediante la derivación de las corrientes fluviales, y 2) el producto de las lluvias que se acumulaban localmente en pequeñas presas y se derivaban hacia las cajas de agua. A fines del siglo XIX y gracias a la aparición de los motores de combustión, los propietarios abajeños comenzaron a explotar las aguas subterráneas derivadas de pozos y manantiales. El riego con aguas derivadas, almacenadas o del subsuelo significó problemas y soluciones técnicas distintas y diferentes grados de inversión de capital. Los sistemas hidráulicos que se desprendían de una derivación directa del río se constituían fundamentalmente de un tajo o saca abierto en el cauce, un canal o acequia principal de donde se surtían los distintos usuarios, de canales secundarios y, en algunas ocasiones, de cajas de agua. De propiedad individual o comunitaria, las acequias conducían las aguas hasta las propiedades y de ahí se distribuían por canales secundarios entre los campos de cultivo o las cajas de agua. En El Bajío, la entrada de los tajos o sacas

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estaban protegidas con obras de mampostería por la fuerza de las corrientes torrenciales. En este caso, el grueso de la inversión de capital lo constituía la excavación de los canales y los muros de contención de las cajas. Regar con aguas almacenadas requería de elementos materiales adicionales a los mencionados. En primer lugar fue necesario invertir en la construcción de presas de cal y canto lo suficientemente grandes y fuertes como para contener las avenidas anuales y elevar las aguas a una altura conveniente. También fue necesario diseñar mecanismos que facilitaran el desasolve de las presas, o que facilitaran la conducción del agua hacia los campos de cultivo. Adosadas a las presas y formando parte estructural de las mismas estaban los canales derivadores que conducían las aguas almacenadas y que podían ser de uso común o individual. De las acequias se desprendían los canales secundarios que conducían las aguas hasta los elementos finales de los sistemas: las cajas de agua que por la técnica y materiales empleados en su construcción, también requerían de una fuerte inversión de capital. La unidad básica de los sistemas hidráulicos coloniales era la comunidad de regantes, es decir, un grupo de propietarios o usufructuarios de agua que hacía uso del líquido derivándolo de un canal o acequia principal. Durante este tiempo se fueron desarrollando dos tipos de asociaciones de riego: la organización pública y la privada. La pertenencia y funcionamiento de una u otra organización estaba determinada por el tipo de inversión que había permitido la construcción de la acequia madre. Si ésta había sido construida a iniciativa de las autoridades locales y era considerada como propiedad pública, entonces la administración (entendida como el reparto, cobro de derechos, vigilancia, resolución de conflictos y mantenimiento) recaía principalmente en el gobierno municipal. Si por el contrario la obra era de propiedad particular entonces la comunidad de regantes

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dependían más de un acuerdo mutuo de colaboración (Castillo 1956: 64-72, Simons 1972: 138-141, Murphy 1986). En las instrucciones dadas para el establecimiento de nuevas poblaciones en las provincias internas se resume la práctica colonial de reparto de aguas, y su administración local de manera pública o privada. En los artículos 20 y 21 del documento se ordena lo siguiente: "20.- Para que éstos [los pobladores] disfruten con equidad y justicia el beneficio de las aguas a proporción de la necesidad que tuvieren sus respectivas siembras, se nombrará anualmente por el ayuntamiento un alcalde o mayordomo de cada isla, a cuyo cargo estará el cuidado de repartirlas en heredades comprendidas en el partido o heredamiento que se regare con ellas a proporción de la necesidad que tuviera este beneficio, señalando por lista que formará las horas del día o de la noche que cada heredero deberá regar sus sembrados ... "21.- Los repartos y limpiezas que necesitare la acequia madre para su conservación se hará a costa de todo el vecindario, en los tiempos que señalaren el comisionado y ayuntamiento concurriendo a ellas cada vecino con asistencia o trabajo personal o en su defecto con la cantidad que por repartimiento y prorrateo equitativo se le señalare, para pagar y satisfacer a los peones; y por lo respectivo a los reparos y limpias de los arbollones repartidores y acequias destinadas al riego de los partidos o heredamientos en que deben divulgarse el terreno, será del cargo de los hacenderos o herederos cuyas suertes y posesiones se regaren con ellas entre las cuales se repartirá el gasto que ocasionare, a prorrata del número de suertes que cada uno poseyese en aquel partido o heredamiento correspondiente al cabildo o ayuntamiento de acuerdo con el comisionado determinarlos en que sin perjuicio de las sementeras, deben hacerse las enunciadas

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limpias y repartos." (citado en Aboites y Birrichaga 1994: 88). Por otra parte, deseamos aclarar que desde la época colonial y hasta la primera mitad del presente siglo, el manejo del agua estuvo determinado por las necesidades de la hacienda. Con la llegada de la Revolución y el inicio del reparto agrario, el control sobre la tierra y el agua ejercido por la hacienda dejó de existir. En términos de práctica agrícola, la división territorial en parcelas ejidales dificultó el manejo de las cajas de aguas hasta que la práctica del entarquinamiento dejó de existir en esta parte de El Bajío2 . Presas, diques o lomos de toro Con estos nombres se reconocen las construcciones levantadas en El Bajío mexicano por hacendados, rancheros, cabildos o comunidades indígenas. Dada las condiciones torrenciales de los ríos y arroyos abajeños, la función principal de las presas o diques fue la de retener las aguas en tiempos de lluvias, elevar su nivel y derivarlas hacia los campos de cultivo. Debido a la presión hidráulica que tenían que resistir, la mayoría de las presas fueron construidas de cal y canto, lo que las hacía considerablemente costosas. No obstante lo anterior, el territorio abajeño está plagado de construcciones hidráulicas. La combinación de técnicas de investigación histórica, antropológica y arqueológica nos han permitido localizar una serie no determinada de presas o diques en los alrededores de la villa de Celaya y el pueblo de Santa Cruz o Juventino Rosas. Algunas de estas obras continúan almacenando y derivando aguas hacia los campos; la mayoría, sin embargo, se ha asolvado o destruido por la falta de mantenimiento, la negligencia de autoridades y usuarios.

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Entre mediados del siglo XVII y mediados del siglo XX se ha podido documentar la existencia de por lo menos 56 presas, diques o lomos de toro en esta porción del territorio abajeño. Jauregui, Santa Rita, La Venta, Santa Rosa, Merino, Cortazár, Corralejo y Sarabia sobre el cauce del río Laja. San Pedro, Lomo de Toro, Jaralillo, El Sauz, Guadalupe, El Saucillo, Los Dulces Nombres, del Brinco, en las inmediaciones del pueblo de Santa Cruz; Neutla, Borunda, Los Agapitos, Soria o Labradores, Guadalupe, San Nicolás, El Cajete en Comonfort, son sólo algunos de sus nombres. En la mayoría de los casos, cada una de estos almacenamientos de agua daban origen a uno o varios sistemas hidráulicos manejados de manera independiente por un número indeterminado de usuarios. Por efectos del trabajo, vamos a obviar este comentario y citaremos algunas de las presas construidas directamente sobre el cauce del río Laja. Iniciamos con la presa de Labradores que, situada a la entrada del valle de Celaya por el viento del norte, fue construida en la primera mitad del siglo XVII para retener las aguas permanentes del río Laja3 , generar energía y mover un molino de trigo4 . De forma sumamente irregular, la presa fue construida en su totalidad de cal y canto y funcionaba como un solo vertedor de cresta ancha en altas aguas, y como dos vertedores separados en aguas medias. Tiene diferentes alturas de coronamiento, siendo la más alta la del centro; la media, la de la izquierda; y la más baja, la de la derecha. Fuera del período de lluvias y hasta antes de la construcción de la presa Ignacio Allende en la década de 1960, la presa de Labradores contenía la totalidad de las aguas del Laja y las derivaba hacia un canal conocido como de Labradores (principal fuente de abastecimiento de agua permanente para las propiedades celayenses). Tiene un desarrollo total de 379.20 metros y una altura media máxima de 5.40 metros La parte del dique que está

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dentro del cauce del río fue hecha en forma poligonal, pero en su conjunto tiene forma de espigón en ángulo recto, cuyo ángulo saliente está vuelto hacia arriba en dirección de la corriente. Por el lado derecho del dique parte un muro vertical de 50 metros de longitud que forma con la presa un ángulo mayor de 90 grados y en cuyo ángulo existe una compuerta rectangular de 0.52 metros de claro y 4.60 metros de altura, que sirve de desfogue pero cuyo papel principal es el de desarenar. Esta última compuerta se obtura con una hoja de lámina de hierro que se mueve con un volante que entra en una barra del mismo metal que lleva rosca en su superficie y que está invariablemente unida a la hoja de la compuerta. Como ya se expresó, la presa de Labradores o de Soria era una obra de derivación, por lo mismo, parte importante de su función era la de mantener las aguas para derivarlas por un canal cuya bocatoma era elemento estructural de la obra. Vista aguas abajo, la bocatoma se ubica en el lado derecho de la presa y a unos 15.60 metros de la compuerta de desfogue. Contando desde la plantilla hasta la clave del marco que la limita, la bocatoma tiene 1.80 metros de claro y 2.40 metros de altura; para fines del siglo XIX la bocatoma se obturaba por medio de una compuerta de madera en la cual estaban fijadas dos cremalleras que engranaban con dos piñones montados sobre un eje horizontal, el cual recibía movimiento de otro piñón y éste de una manivela, funcionando con un orificio de carga variable que dependía de la altura de la lámina de agua existente en la presa 5 . De las aguas de esta presa se surtían una serie de propietarios de tierra en tandas rotatorias. Las aguas permanentes derivadas de la presa y conducidas por la acequia de Labradores penetraban al molino de Soria y después de pasar por el receptor hidráulico salían por la misma acequia hasta un partidor que se encontraba en la hacienda vecina de Mendoza. En dicho partidor había tres tomas de diferentes dimensiones que correspondían a

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otras tantas acequias: "Marco Grande", "Marco de En medio" y "Marco Chico"6 . Cada una de estas acequias conducía el agua a las haciendas que tenían derecho a ella, distribuyéndose en tandas rotatorias. Así por ejemplo, del "Marco Grande" se surtían las haciendas de Concepción, Tenería, Roque y Molino de Crespo alternativamente y durante un período rotatorio de treinta y siete días y medio7 . Este sistema de reparto descrito a fines del siglo XIX había venido funcionando desde la época colonial con una intervención estatal restringida a la resolución de conflictos. A 2,649.60 metros aguas abajo de la presa de Labradores se localiza la presa de Guadalupe. Construida en 1795 como parte del convenio entre Francisco Manuel Alva, propietario rural y beneficiado por una merced de agua para aprovechar los remanentes del río, y Antonio Fernández de Herrera, comerciante y vecino de Apaseo, la presa de Guadalupe, hecha de cal y canto y con un costo aproximado de once mil pesos, retenía y derivaba los remanentes de agua de Labradores. Dado el poco volumen de agua existente en este punto, la presa de Guadalupe funcionaba casi exclusivamente en época de lluvias, período en que se aprovechaba de las aguas torrenciales que bajaban de la sierra de San Felipe y San Miguel el Grande. Por esta causa, su construcción también es bastante sólida. Su altura media máxima alcanzaba los 5.95 metros y se coronaba a los 5.29 metros; su longitud en la parte que barría al río era de 159 metros y formaba un vertedor de cresta ancha y de gran desarrollo. Por estar cerrada en su totalidad se denota que el diseñador no había considerado la colocación de un punto de descarga u obra alguna para desarenarla. Su figura en conjunto es la de una "W" de brazos muy abiertos con sus vértices vueltos hacia la corriente. Vista transversalmente es muy variable e irregular pero podría decirse que su sección tipo es la de un trapecio rectangular cuyo vertical es el parámetro interior o cara de aguas.

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De cada lado de la presa se desprendió un canal. Por la margen izquierda parte el canal de Guadalupe que tiene su origen en una compuerta de libre admisión y de forma rectangular terminada por un arco de círculo que tiene 1.75 metros de anchura y 2.48 de altura máxima. A unos cuantos metros de su inicio se colocaron dos compuertas laterales que tenían como función la de descargar las aguas que no podían ser admitidas en el canal en tiempo de avenidas. Finalmente, a poco más de 9 metros se construyeron un par de compuertas reguladoras las cuales estaban adosadas a un muro perpendicular a la dirección de la corriente del río8. Las aguas que no alcanzaban a retener y derivar las presas de Labradores y Guadalupe y las que por escurrimiento o precipitación se iban acumulando río abajo, eran aprovechadas por otras presas o directamente por canales en forma sucesiva hasta llegar a la desembocadura con el río Lerma. De esta manera tenemos que después de las presas mencionadas se habían construido la de Jauregui (ca. 1848), con 35 metros de longitud y una altura máxima media sobre el fondo del río de 1.15 metros, y una cresta a 9.85. Santa Rita, que para 1895 se reportaba como destruida; Santa Rosa (1886) que era un bordo formado con estacado y tierra de 62 metros de longitud (en 1906 el bordo fue sustituido por un dique con compuertas de lámina de hierro). Presa de La Venta, construida diagonalmente al río y con 53.40 metros de longitud y 1.65 metros de altura máxima media; Merino, dique en forma de "V" muy abierta con vértice vuelto hacia arriba, de 102.40 metros de desarrollo y 2.55 metros de altura. Dique de Aguirre, construido de mampostería y reforzado por contrafuertes, de 21.25 metros de longitud y cresta de 4.15 metros sobre el fondo del río. Aunque es extremadamente difícil encontrar documentación colonial que se refiera a los procesos constructivos y sus costos, Michael Murphy ha localizado

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algunos datos que nos sirven de ejemplo y que nos aportan información sobre el tipo y cantidad de material usado, cantidad y variedad de mano de obra, salarios, etc. Se trata de la construcción de una presa en los terrenos de la hacienda de Mendoza al norte de Salamanca. Con una extensión de 193 varas de longitud y 8 en su parte más alta, la presa de marras fue mandada construir por el rico minero Francisco Yguerategue. Los trabajos dieron inicio el 28 de diciembre de 1739 y para el 19 de junio del año siguiente ya se había concluido. En esta presa en particular se necesitaron acarrear 1,800 carretas de piedra y arena, 2,313 fanegas de cal valuadas en 580 pesos. Tan sólo de pago del acarreo del material Yguerategue tuvo que desembolsar cerca de 400 pesos. El trabajo invertido representó 3,000 días hombre, equivalente a 20 obreros trabajando de tiempo completo durante los 7 meses. En forma desglosada fueron contratados 55 peones alquilados por períodos de pocos días hasta 62. Treinta y ocho peones asalariados trabajaron por largos períodos de más de 95 días con pago de dos reales diarios. 37 muchachos fueron contratados de medio tiempo por períodos de 95 días pagándoseles un real diario. Tan sólo el pago de muchachos y peones ascendió a 550 pesos. 15 albañiles trabajaron en distintos tiempos hasta por más de 400 días de trabajo con costo total de 495 pesos. Un albañil de Celaya podía ganar desde un peso o menos. Al hijo del supervisor se le pagaron 644 pesos por sus servicios, etc. El costo aproximado de la presa fue de 5-6 mil pesos y para 1742 la misma fue valuada en 9,500 pesos que representaba casi un cuarto del valor total de la hacienda (Murphy 1986: 152). Las acequias Sin detrimento de su importancia, los canales o acequias eran otro elemento estructural de los sistemas hidráulicos. En algunas ocasiones la construcción de un

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canal precedía a las presas, sobre todo en los inicios de la colonización. Dada las grandes sumas de capital que requería su construcción y conservación, es poco probable que estos canales fueran de un sólo propietario. Por lo mismo, de los beneficios de un canal participaban un número variable de usuarios (no muy grande entre la colonia y principios del siglo XX debido a los patrones de tenencia de la tierra), quienes, con base en acuerdos autoreguladores institucionalizados a través del tiempo, se encargan de la conservación y buen manejo del mismo. Los canales que desde el siglo XVI hasta fines del XIX fueron construidos en el cauce del río Laja que cubre el plan de Celaya fueron: Roque, Labradores, Guadalupe, San Antonio Gallardo, Jauregui, Santa Rita, Molina, Santa Rosa, Moralitos, Silva, Crespo, Lacano, Trojes, De la Venta, Torres, Ramírez, Merino, Cortazár, Corralejo, Sarabia, Cerro Gordo, López, El Gato y San Vicente. Excavados en distintos momentos y de diferente longitud, algunos (los pocos) conducían agua durante la mayor parte del año (por ejemplo Roque y Labradores), y el resto tenía un régimen estacional, es decir, conducían agua exclusivamente durante el período de lluvias. Algunos eran parte integral de las presas (Labradores, Guadalupe, San Antonio, Santa Rita, etc.); otros eran tajos abiertos directamente sobre el cauce del río. En todos, los primeros metros eran de mampostería para evitar su destrucción por los efectos de los torrentes anuales y el resto se excavaba en la tierra conduciendo el agua por gravedad hasta los campos de cultivo. De estas acequias se desprendía la red de canales que los propietarios habían construido para distribuir el agua en sus terrenos. ¿Quién los diseñó? ¿Cómo se calculaba la pendiente que debería mantener para que el agua corriera por gravedad hasta su destino final? ¿Cómo se definía la trayectoria? ¿Cuánta mano de obra se requería? Desafortunadamente estas son preguntas a las cuales no se ha podido responder por falta de información. Los documentos hasta

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ahora localizados arrojan dos tipos de datos: técnicos y administrativos. Los primeros tienen que ver con la longitud, profundidad, anchura, pendiente, diseño de alguna de sus partes y capacidad de conducción. Los datos administrativos se refieren a cantidad de usuarios, trabajos de conservación, volumen de agua para cada propietario, formas de reparto, etc.Hasta donde su puede intuir, durante los siglos XVI y XVII y primera mitad del siglo XVIII, el desarrollo agrícola local se fincó principalmente en el uso de las aguas mansas del sistema. La disponibilidad del recurso permitió el mantenimiento de una creciente frontera agrícola de riego necesaria para el abastecimiento de productos agropecuarios de una creciente población local y de mercados regionales y nacionales. Sin embargo, el aumento de las áreas de cultivo de riego a lo largo de más de dos siglos significó la explotación al límite de las aguas mansas que bajaban normalmente de la sierra. Esto trajo como consecuencia el uso generalizado de las aguas torrenciales del sistema y la inversión de gran cantidad de capital y mano de obra en la construcción de una infraestructura hidráulica adecuada a la fuerza y variación anual de los torrentes.La bonanza agrícola abajeña del siglo XVIII que tanto ha llamado la atención a los académicos se fincó en el uso de recursos hídricos extraordinarios para el que se requería una tecnología distinta a la que se venía usando. El aprovechamiento de las aguas torrenciales implicó levantar una infraestructura capaz de controlar la naturaleza. La alternativa se encontró en la construcción de diques, pero sobre todo de bordos en los campos de cultivo que permitieran almacenar una cantidad de agua susceptible de ser aprovechada para riego y que fueron conocidos localmente como cajas de agua. Esta técnica hidráulica permitió mantener el crecimiento de la frontera agrícola de riego e incluso incrementarlo durante un par de siglos más al facilitar la irrigación de terrenos que ya no era posible hacer con el agua mansa.

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Tenemos entonces que, aguas debajo de la presa de Labradores que desviaba el mayor volumen de agua mansa para el valle, se inicia el aprovechamiento sistemático de las aguas torrenciales por una sucesión de obras hidráulicas entre las que se destaca la presa de Guadalupe. Las cajas de agua En un párrafo anterior nos referimos a la utilización del entarquinamiento como método de riego en situaciones donde el agua era escasa debido a las condiciones climatológicas y orográficas. De acuerdo con un par de diccionarios, entarquinar significa llenar de tarquín o cieno un terreno o rellenar y sanear un terreno pantanoso o una laguna por la sedimentación del légamo o tarquín que lleva una corriente de agua. Ambas definiciones se concentran en una de las características del entarquinamiento, la utilización del tarquín como elemento fertilizador de los terrenos (Diccionario ... [1732] 1979 y Aniceto de Pagés [1909] 1932). En El Bajío, el entarquinamiento fue una solución técnica que requirió de la preparación de un terreno para captar las aguas que se derivaban de las presas y se conducían por las acequias. Esta preparación tenía que ver con la construcción de bordos de diferentes tipos y tamaños lo suficientemente fuertes como para resistir la presión ejercida por las aguas almacenadas. Desde la época colonial, en esta región del país, a los terrenos destinados a ser anegados artificialmente se les conoció como "cajas de agua" y entraban en funcionamiento durante los períodos de lluvias. La sola mención de las cajas de agua nos habla de un tipo específico de riego: el de humedad. Practicado desde mucho antes de que llegaran los españoles, no podemos decir que este tipo de irrigación fuera desconocida en la América precolombina. Las investigaciones de Pedro

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Armillas ([1949] 1991), Angel Palerm (1972), Teresa Rojas (1990) y otros han arrojado mucha luz sobre las técnicas de riego por humedad y las regiones en donde se practicaba antes de la llegada de los españoles. En todo caso, lo novedoso de las cajas era su tamaño y diseño. Sin embargo, las cajas de agua tampoco son privativas de América como nos lo demuestra las investigaciones de Laurence Bérnard sobre la región de Lyon, Francia9. ¿Qué se entiende por caja de agua en El Bajío? Las cajas se pueden definir como extensiones variables de terreno rodeadas por bordos de tierra que tienen por objeto almacenar el agua, humedecer la tierra y servir como área de cultivo. La superficie de la caja varía de acuerdo con el volumen de agua que se desea almacenar, así como de las condiciones topográficas del lugar ya que éstas pueden favorecer o impedir la formación de láminas de aguas o la concentración de un mayor o menor volumen de agua. De acuerdo con la información localizada, esta superficie podía ser de entre 5 a 150 hectáreas. Para satisfacer las condiciones de estabilidad y mínima filtración, las dimensiones de los bordos de sección trapezoidal que limitan las cajas varían de acuerdo con la naturaleza del terreno y de la lámina de agua almacenada, ya que las funciones de los bordos serán el de resistir el empuje del agua y no permitir las filtraciones que pondrían en serio peligro la estabilidad de los bordos. El control y manejo del agua se hace por medio de compuertas que en época de servicio son atendidas por individuos dedicados exclusivamente para el objeto. Podemos considerar dos clases de obras de regularización, unas que regulan el agua que entra del río al canal, éstas son las obras de toma; y otras, que regulan el agua en los distintos sistemas de conducción y de dotación. Las primeras pueden ser presas de derivación o simples bocatomas que se sitúan en alguna parte del río; las

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segundas son canales secundarios y compuertas que se ubican en los campos de cultivo. Las aguas almacenadas son esencialmente torrenciales o broncas que se presentan en la época de lluvias correspondiendo a la región en los meses de junio, julio, agosto y septiembre, pero también las aguas mansas son almacenadas cuando no se emplean para el riego. El año de 1900 el agrónomo alemán Karl Kaerger visitó el valle de Celaya y dejó el siguiente testimonio: "En el distrito de Celaya del estado de Guanajuato se ha logrado en forma artificial lo que la naturaleza misma ofrece en las lagunas secas de Jalisco. Existen en este distrito grandes extensiones de terreno cuya superficie oscila entre 5 y 50 hectáreas. Estas fueron transformadas en estanques artificiales mediante la construcción de bordos elevados, de 2 metros de altura y del mismo ancho hasta la parte superior en el caso de los terrenos más grandes, hacia donde se conduce el agua de riego derivada de un río durante su crecimiento de época de lluvia. El agua se conserva en este lugar durante 4 meses, de junio hasta septiembre. Después de que se haya asentado todo el contenido de logo [sic], el agua se deriva a los canales de riego a través de compuertas. Estos terrenos así abonados y suavizados se siembran con trigo, que debe ser irrigado artificialmente otra vez en el invierno."(Kaerger 1986: 225). Treinta años más tarde y antes de que la reforma agraria incidiera definitivamente en la estructura de la propiedad de la tierra y afectara el uso y control del recurso agua, la utilización de las cajas de agua era una práctica común en El Bajío. ¿Qué tan importantes fueron las cajas para la producción cerealera de las haciendas abajeñas? Por lo que toca a este trabajo, sólo señalaremos algunos ejemplos que pueden responder parcialmente la anterior interrogante. Los casos seleccionados son los de las haciendas de Estrada, Tenería de Valdéz y Cerrito de

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Yerbas, ubicadas al sureste de la ciudad de Celaya; y la hacienda de Trojes ubicada a 4 kilómetros al noreste de la misma villa y sobre la margen izquierda del río Laja. Estas propiedades fueron escogidas porque la calidad y cantidad de información localizada nos pueden dar una idea del uso e importancia de las cajas de agua. Tenería de Valdéz era propiedad de José Reynoso quien el 5 de septiembre de 1888 la había adquirido por compra hecha a Feliciano Velázquez. Anexo a la hacienda, el mismo Reynoso había comprado una fracción de la vecina hacienda de Estrada (1892). Ambos predios formaban una sola propiedad que hasta el año de 1920 tenía una superficie de 475.70 hectáreas y gozaba de la sexta parte del agua que conducía el canal de Santa Rosa 10 . De acuerdo con un convenio entre los propietarios de la hacienda de Santa Rosa, rancho de Méndez, rancho del Becerro y Tenería de Valdéz, protocolizado en 1936 y que modificaba los que previamente se habían protocolizado en 1884 y en 1887, Tenería de Valdéz tenía derecho al uso de una sexta parte del agua que se derivara de la saca de Santa Rosa. Hasta el año de 1886, el canal que llevaba agua a estas propiedades era un tajo abierto sobre el río La Laja. Después de esa fecha fue construido un bordo formado con estacado y tierra de 51.20 metros de longitud y colocado oblicuamente. En el año de 1906 el bordo fue sustituido por un dique de cal y canto que tenía 35 puertas giratorias que se abatían cuando el agua de la corriente las cubría11 . La bocatoma de Santa Rosa se había colocado en la margen derecha y al extremo del muro transversal. Una vez que el torrente del agua era retenido por el dique y elevado a su nivel, el líquido pasaba por un orificio de 0.80 metros de anchura y 4 de altura. El ingreso del agua se manejaba por medio de compuertas de lámina de hierro movidas verticalmente sobre rieles por medio de un tornillo de 2 pulgadas de diámetro y 2.15 metros de

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longitud, En el extremo superior de los tornillos se encontraban unos volantes de 0.88 metros de diámetro. En la división de ambas compuertas (tajamar) se puso una placa de hierro incrustada que servía para medir el nivel y reglamentar el agua entre los usuarios12 . Con una dirección general al suroeste y varios cambios parciales de dirección, el canal de Santa Rosa tenía una longitud de 11,263.80 metros hasta el partidor de los ranchos del Becerro y Tenería de Valdéz. Como ya se indicó, Tenería de Valdéz tenía una superficie de 470.20 hectáreas y estaba cubierto casi en su totalidad de cajas de agua. De hecho, salvo 28 hectáreas el resto del terreno lo cubrían un total de 27 cajas de distintos tamaños y capacidades. La más grande de todas tenía una superficie de 38.85 hectáreas y alcanzaba a almacenar 224,812 metros cúbicos de agua. La hacienda vecina, denominada de Estrada no se quedaba atrás en cuanto al uso de las cajas de agua. Propiedad de la familia San Román, para 1930 esta hacienda tenía una superficie de 802.25 hectáreas y formalmente estaba dividida en seis fracciones. De la superficie total de la hacienda, 399.75 hectáreas estaba ocupadas por 21 cajas de agua de distinto tamaño y diferente denominación. La más pequeña de todas -El Pasamano- cubría una superficie de poco más de cuatro y media hectáreas, mientras que la mayor -San Juan- tenía una extensión de 33.48 hectáreas y alcanzaba a almacenar 238,850 metros cúbicos de agua13 . La propia familia San Román era propietaria de la hacienda denominada Cerrito de Yerbas con extensión de 645.4090 hectáreas que también estaba dividida en seis fracciones. Las 15 cajas ocupaban una superficie de 503.71 hectáreas de terreno siendo un tercio de las cajas mayores de 40 hectáreas14 En 1928, los hermanos Obregón Escalante, propietarios de la hacienda de Trojes solicitaron al Gobierno Federal la

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confirmación de derechos para riego y entarquinamiento con aguas broncas del río La Laja. En la inspección practicada un año después se informa que la hacienda contaba con 39 cajas de agua de distintos tamaños. La mayor de todas (San Isidro) alcanzaba a cubrir una superficie de 155.20 hectáreas almacenando 402,500 metros cúbicos de agua, siendo La Ladrillera la más pequeña con 5.30 hectáreas. La superficie total que ocupaban las cajas era de poco más de 900 hectáreas. Para el año de la inspección los hacendados informaron que se tenían sembradas 646 hectáreas de trigo y 100 de maíz. Sin embargo, la superficie anual susceptible de entarquinarse dependía del temporal y la cantidad de agua aportada por las avenidas. En 1928 las avenidas extraordinarias ocurridas en el mes de septiembre habían permitido la siembra de las 646 hectáreas registradas en 1929. De hecho, la superficie promedio calculada por los hacendados para siembra de trigo era de 350 hectáreas15 . Las cajas de estas cuatro haciendas junto con las de otras propiedades del valle de Celaya se llenaban con las avenidas anuales del río Laja que podían ser de cuatro a ocho repartidas entre los meses de lluvias y con duración de hasta una semana. El agua que se derivaba por los canales era depositada en las cajas en donde se conservaba por más o menos tiempo según el mes en que se hacía la derivación -de junio hasta septiembre según el testimonio de Kaerger. Sin embargo, no todas las aguas torrenciales eran aprovechadas para el entarquinamiento. A lo largo de los años, los agricultores de la región aprendieron que no todas las avenidas del río podían aprovecharse para entarquinar los terrenos, que sólo cuando las avenidas procedían de las serranías inmediatas al valle, se deberían abrir las compuertas de los canales; pero, cuando las lluvias se habían concentrado en las partes inmediatas al plan de Celaya, entonces estas aguas deberían dejarse pasar. La razón era sencilla, las materias en suspensión que arrastraba la

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corriente variaban en cantidad y calidad según era la región de la cuenca hidrográfica en la que se registraban las lluvias. Por lo tanto, el permitir la humedad del terreno para su posterior cultivo no era el único valor técnico de las cajas. A este habría de agregarle por lo menos un par de beneficios: por un lado los nutrientes arrastrados por el agua y depositados en las cajas que redundaban en un aumento de la fertilidad de los terrenos y, por el otro, el combate de plagas y el desyerbe de las propiedades. El llenado de las cajas era de la siguiente manera. El agua derivada del río era conducida por canales hasta el lugar en el cual era recibida para ser repartida a la o las cajas recibidoras. El agua continuaba corriendo por gravedad hasta los lugares más bajos de la caja que son los que corresponden a los lugares en que se encuentran ubicadas las compuertas de dotación de las otras cajas (ver Croquis 1: Secuencia de llenado). Una vez que se ha llenado la caja recibidora (1) se llenará la N-1, después la N-2 y así sucesivamente hasta llegar de nueva cuenta a la 1. Cuando se han llenado todas las cajas, las compuertas de dotación de la caja recibidora se deja un poco abierta a fin de mantener el sistema lleno. Cuando esta caja ya se encuentra totalmente llena, se cierran todas las compuertas de admisión y de dotación. Nos encontramos con todas las cajas llenas, se viene la época de siembras y se proceden a regar los terrenos de cultivo con el agua de la caja contigua a ellos y si no alcanza, se tomaba de la más próxima. Parte del agua depositada en las cajas se consumía por filtración y evaporación y solamente cuando la derivación se había hecho, se desaguaba rompiendo los bordos. Después de varios meses en que el agua permanecía en las cajas, el suelo quedaba lo suficientemente blando por efectos de la infiltración del agua que incluso se podían obviar las labores de arado para aflojar la tierra. No todas

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las cajas se vaciaban al mismo tiempo, el proceso de vaciado era secuencial y estaba directamente conectado a las actividades de la siembra. En el caso de la hacienda de Guadalupe, primero se vaciaban las cajas 2, 4, 5, 6, 7, 13, 10, 11 y 12 (ver Croquis 2: Secuencia de vaciado) que inmediatamente eran sembradas con cultivos de humedad de período corto, por lo regular de garbanzo y una variedad de trigo de bajo rendimiento conocido regionalmente como barrigón. Para garantizar por lo menos un riego de apoyo para las cajas que se habían sembrado, se aprovechaba el agua de las cajas recibidoras -las marcadas con los números 1, 8 y 9 de la secuenciaque eran las últimas en vaciarse16. De acuerdo con Kaerger (1986: 226), la siembra del trigo en las cajas de agua se interrumpía un año durante el cual se sembraba maíz. Es decir, durante el año en que se cambiaba de cultivo no se inundaba la caja. Después de este cultivo de descanso seguían dos períodos de trigo. También ocurría que poco tiempo después de la cosecha se dejara crecer una hierba llamada "gamalote" que se aprovechaba como pasto para ganado. Sin embargo, las avenidas anuales del río, ricas en nutrientes, traían inherentes ciertos problemas técnicos. El más importante de todos era la cantidad de materia arenosa que bajaba de la sierra y que azolvaba las presas, diques, canales y cajas de agua. En algunos casos de presas o diques, este problema se había solucionado con el diseño de compuertas especiales. Por ejemplo, en la presa de Labradores partía un muro vertical de 50 metros de longitud que formaba con la presa un ángulo mayor de 90 grados, en cuyo vértice se había construido una compuerta rectangular (0.52 metros de claro y 4.60 metros de altura) que servía para desarenar la presa 17 . En relación con las acequias y canales, la única solución posible para mantener en funcionamiento era la limpia anual. En este punto se hacía necesario el cumplimiento de acuerdos mutuos de autoregulación

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institucionalizados, es decir, aceptados socialmente y sancionados a través del tiempo. A lo largo y ancho del territorio mexicano los usuarios de las aguas tuvieron que acatar una serie de normas sancionadas por una autoridad política y/o socialmente. En estas ordenanzas que podían ser públicas o privadas se establecía la obligatoriedad de proceder a la limpia anual de acequias y canales, fijándose sanciones para los infractores. Para algunos hacendados abajeños el azolve de los canales eran realmente un problema ya que la cantidad de tierra que se acumulaba dificultaba su extracción y colocación a las orillas del canal por la formación de grandes bordos de tierra, mismos que hacían más difíciles las labores de limpia o provocaban el abandono total de los canales18 . ¿Qué tan importante fueron las cajas de agua para la producción abajeña de cereales? Si una propiedad cualquiera podía contar con recursos hidráulicos en forma permanente y suficiente para regar tramos considerables de tierra, la importancia de las cajas disminuía y pasaban a ser áreas complementarias de cultivo. Pero si el hacendado o ranchero no contaba con agua permanente o ésta era insuficiente, las cajas de agua se convertían en la única posibilidad de poner bajo riego las tierras y lograr mejores cosechas. De hecho se convertían en las únicas tierras de riego que poseían las haciendas y que elevaban el valor de la propiedad rústica. En estos casos, la inversión estaba plenamente justificada y era posible su recuperación. Conclusiones El uso y funcionamiento de las cajas de agua de la forma y tamaño de las abajeñas sólo fue posible a partir de un control efectivo sobre la tierra y el agua de parte de los medianos y grandes propietarios quienes aplicaron una racionalidad sobre el recurso que les fue eficiente por más

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de trescientos años. Sin embargo, cuando el control sobre el binomio tierra-agua fue trastocado por efectos del reparto agrario, la racionalidad hacendaria en el manejo del agua ya no tuvo razón de ser, y la eficiencia ligada a esa racionalidad fue perdiéndose hasta ser sustituida por otra, esta vez determinada por la pequeña propiedad y el ejido. Un intercambio a propósito de cajas de agua Jacinta Palerm Viqueira- Con las cajas de agua ¿se siembra sólo en las cajas "de humedad" y con algún riego adicional de otra caja; o se riega también fuera de las cajas? Por momentos parece que las cajas riegan terrenos fuera de las cajas y en las cajas se siembran cultivos, de ciclo corto, como garbanzo y trigo barrigón. En la descripción de Kaerger parece ser que el agua torrencial se almacena para el cultivo de trigo de invierno19 . En la descripción de las cajas de las haciendas, todo el terreno de las haciendas son cajas. Por otra parte en el valle de Zamora ¿Se siembra en las cajas? ¿Se riega fuera de las cajas con el agua de las cajas? En la descripción de Tomás Martínez Saldaña (Cabrera y Martínez 1997) para Los Altos, se riega fuera de los bordos y luego, una vez vaciados, en los bordos se siembra de humedad. Martín Sánchez- Vamos por partes porque Zamora y Celaya no es lo mismo. En Celaya algunas partes el sistema es parecido al que describe Tomás Martínez Saldaña. Es decir, primero se riega fuera de los bordos y después en los bordos mismos. Esto depende de la ubicación de las cajas. Si observas los croquis [núm. 1 y 2] que te envié, en algunas partes de la hacienda, las cajas cubren la totalidad del espacio entre el canal y el río; en este caso, el agua de las cajas que se van

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desocupando va a parar directamente al río. Sin embargo, en esta misma hacienda, en la segunda parte de cajas, el agua pasa por campos de cultivo antes de caer al río. Por otra parte, la ubicación de las cajas recibidoras parece determinar el uso del agua exclusivamente para el resto de las cajas y no para las partes del terreno que no cuenta con bordos. En el caso de Zamora, el sistema es distinto porque en este caso la estructura de la propiedad es diferente20 . Aquí me encuentro con cajas de 4 o 6 hectáreas, cada una propiedad de un ejidatario. Creo que no hay una secuencia estructurada, es decir, no puedo afirmar que hay un orden de llenado y de vaciado. Cada usuario determina si llena o no su caja. Por lo tanto, la caja es también el campo de cultivo y su agua no sirve para regar directamente a otras cajas sino que se conduce directamente al canal de desagüe. En este caso, el agua sirve más para el combate de plagas y yerbas y, en menor medida, para la fertilización del suelo. Jacinta Palerm Viqueira- Las cajas de agua ¿Es prehispánico, es colonial? ¿Qué difusión tiene en México? ¿De qué tamaño deben ser las cajas de agua? ¿Qué relación hay entre manejo aguas broncas y la práctica de entarquinar (con aguas mansas)? La selección de texto que sigue corresponde a un valle mesoamericano (cfr Enge y Whiteford 1989 31-33 y en esta Antología). Los campos están divididos en pantles, divisiones del campo con bordos de tierra. Los pantles, unidades básicas de regadío, varían en tamaño de menos de un octavo a un cuarto de hectárea; las formas varían debido a la topografía y los dueños; tienen bordes anchos para aguantar el impacto del agua bronca, un metro y pico de anchura en la base, más de un metro de altura. Una vez que se ha llenado de agua se cierra la compuerta y se deja el agua hasta que se resume en la tierra. El sistema es manejado por sociedades de zanjas o sociedades de aguas

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broncas. Existen principios de distribución del agua, algo único en manejo de aguas broncas. Convierte a las tierras en las más productivas del valle por el aporte de tierra nueva y evita o revierte su salinización. Martín Sánchez- Herb Eling y yo hablamos sobre el origen prehispánico o colonial de las cajas. en realidad no llegamos a nada porque hacen falta más estudios al respecto21 . Encontramos variaciones técnicas en las cajas: hay unas que el bordo esta recubierto con piedras, otras que no tienen este recubrimiento. En El Bajío, la caja por donde penetra originalmente el agua, recibe el nombre de "recibidora"; estas cajas alcanzan a cubrir 140 hectáreas. La más pequeña que me he encontrado es de 5 hectáreas. En cuanto a su difusión, Luis Aboites22 me comentaba que sería interesante ver que pasaba en el Norte (La Laguna o Chihuahua) porque él había visto cierta similitud en el sistema que se usaba pero que las cajas recibían otro nombre. En verdad no he tenido tiempo para averiguarlo. En cuanto a las aguas broncas o mansas. En principio creía que eran para aprovechar exclusivamente las aguas torrenciales, sin embargo, ahora no estoy tan seguro de ello. Me parecer que tiene que ver más con la carencia natural del recurso y la necesidad de extender la frontera agrícola de riego. Este parece un proceso histórico que en El Bajío es posible ubicarlo de la siguiente manera: siglo XVI a primera mitad del XVIII la agricultura de riego se basa en el uso de las aguas mansas que bajan del río La Laja pero tiene un límite natural que es sobrepasado por el crecimiento de la población abajeña y la necesidad de incrementar la producción agropecuaria. Por lo tanto, a partir de segunda mitad del XVIII hasta fines del XIX el crecimiento de esta agricultura se tiene que complementar con el uso de las aguas torrenciales que implican soluciones técnicas distintas y una mayor inversión de capital y mano de obra. En este punto es donde se ubica el uso de las cajas de agua. Esta larga

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explicación para decirte que es probable que para el llenado de las cajas no sólo se utilizara agua torrencial. Jacinta Palerm Viqueira- ¿Porqué un cultivo de ciclo corto? ¿En las primeras cajas vaciadas, no debería ser un cultivo de ciclo largo y en las últimas en vaciarse un cultivo de ciclo corto? Martín Sánchez- Me parece que la razón está en el aprovechamiento de la humedad y de las posibilidades de poder hacer riegos de apoyo con el agua que quedaba en las cajas recibidoras (uno o dos dependiendo de las captaciones y del agua almacenada) o con la cantidad de agua mansa a que tenían derecho. ¿Cómo se combinaba el uso del agua mansa con la bronca en los terrenos de cultivo? ¿Hasta qué punto se usaba el agua mansa para los cultivos en los terrenos de las cajas? ¿Sólo se usaba la humedad o el agua de las cajas recibidoras en el resto de las cajas? Son dudas que yo también tengo y que espero algún día resolverlas. Notas * Una primera versión de este ensayo se presentó en el Simposio sobre Arqueología e Historia de El Bajío, El Colegio de Michoacán, septiembre de 1997. H. Eling es arqueólogo y ha realizado investigación sobre riego en el Perú y en El Bajío, actualmente trabaja en el INAH; M. Sánchez es historiador y trabaja en El Colegio de Michoacán. En pocas palabras, el entarquinamiento consiste en inundar un terreno con agua que lleva en suspensión gran cantidad de materias terrosas, para que, con una circulación lenta o mediante reposo, deposite las materias formando una capa más o menos espesa de "légamo", "tarquín" o "limo". Este sistema de riego tiene lugar en época de avenidas pero puede ser artificial al objeto de abonar las tierras, modificar sus propiedades físicas o 1

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elevar su nivel (Diccionario ... 1942: 943; Diccionario ... 1982: 157). Castillo (pp. 22) hace la siguiente reflexión para el año de 1956: "... las cajas de agua parecieron adaptarse a un tipo de organización agrícola que quedó destruido a raíz del movimiento de Reforma Agraria. Sólo un cambio radical de organización como el que recientemente se preconizó bajo el nombre de zonas tecnificadas para la agricultura ejidal, podría hacer posible la reconstrucción de los sistemas de cajeos de las antiguas haciendas. No obstante, las dificultades con que ha tropezado la idea de tal reorganización, hacen de éste un supuesto poco realista". 2

Es necesario aclarar que de todo el trayecto del río La Laja, sólo una pequeña parte tiene agua durante todo el año. Ahora bien, estas aguas fueron mercedadas por la corona desde los tiempos en que se fundó la villa de Celaya en 1570, de donde sus pobladores derivaron un canal (el canal de Labradores) que años más tarde fue cambiado de rumbo. 3

4

AGN, Mercedes, Vol. 49, f. 32v.

Memoria del río Laja en AHA-AS, Caja 381, Exp. 7607, f. 20. 5

Distribución de las aguas del río La Laja que reciben las presas de Labradores y de Guadalupe, México, octubre 25 de 1895 en AHA-AS, Caja 4606, Exp. 61317, fs. 180-181v 6

A la hacienda de Concepción le correspondían 5.5 días de agua; a la de Tenería 14; a la de Roque 12.5 y a la hacienda del Molino de Crespo 5.5 días. De estas tandas había 9 enteras y una de quince días llamada "mocha" que correspondía a los primeros días de octubre de cada año en que se suspendía la tanda para hacer la limpia de la acequia. (Distribución de las aguas del río La Laja que reciben las presas de Labradores y de Guadalupe, México, octubre 25 de 1895 en AHA-AS, Caja 4606, Exp. 61317, f. 180v.). 7

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Distribución de las aguas del río La Laja que reciben las presas de Labradores y de Guadalupe, México, octubre 25 de 1895 en AHA-AS, Caja 4606, Exp. 61317, f. 21. 8

"En este caso, es un sistema que alterna sobre la misma parcela el cultivo de pez y cereales. En un caso la parcela está dividida por un dique y llena de agua y peces; en el otro es vaciada, escurrida, arada y sembrada. Estos estanques son explotados desde hace varios siglos según un tipo de rotación de cultivos trianual. Cuando ha sido llenado el estanque para el cultivo de los peces, el agua dura estancada dos años, tiempo durante el cual los peces abonan el suelo. Al tercer año se vacía progresivamente el estanque, el pez se junta y se pesca, la parcela se escurre y se siembra con cereales. Después de la cosecha se acondiciona nuevamente la parcela para recibir el agua y los peces." (Laurance Bérnard y Francoise Vergnault 1998: 68, mi traducción). 9

Escritura de permuta de la hacienda de Tenería de Valdéz, julio 23 de 1920, AHA-AS, Caja 1364, Exp. 18658, fs. 12-17. 10

Informe técnico para la confirmación de agua de la hacienda de Tenería de Valdéz y sus anexas El Cerrito de Yerbas y Estrada, Celaya, enero 31 de 1930, AHA-AS, Caja 1364, Exp. 18658, f. 40. 11

Informe técnico para la confirmación de agua de la hacienda de Tenería de Valdéz y sus anexas El Cerrito de Yerbas y Estrada, Celaya, enero 31 de 1930, AHA-AS, Caja 1364, Exp. 18658, fs. 43-44. 12

Informe técnico para la confirmación de derechos de agua de la hacienda Tenería de Valdéz, Celaya, enero 31 de 1930, AHA-AS, Caja 1364, Exp. 18658, f. 55. 13

Informe técnico para la confirmación de derechos de agua de la hacienda Tenería de Valdéz, Celaya, enero 31 de 1930, AHA-AS, Caja 1364, Exp. 18658, fs. 61-63. 14

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Informe de la inspección reglamentaria practicada a la hacienda de Trojes, Celaya, 15 de marzo de 1929, AHAAS, Caja 1400, Exp. 19147, f. 118. 15

Informe de la inspección reglamentaria practicada la hacienda. de Trojes, Celaya, marzo 15 de 1929, AHA-AS, Caja 1400, Exp. 19147, fs. 117-118; Informe técnico de la inspección practicada a la hacienda. de Silva, Celaya, junio 18 de 1929, AHA-AS, Caja 93, Exp. 1816; Informe técnico para la confirmación de derechos del rancho de San Juanico, Celaya, abril 25 de 1929, AHA-AS, Caja 865, Exp. 12442, f. 2. 16

17

[sin título] AHA-AS, Caja 301, Exp. 7607, f. 10.

Informe técnico de la inspección a la hacienda de Silva, Celaya, junio 18 de 1929; Inspección reglamentaria practicada a la hacienda de Trojes; Celaya, marzo 15 de 1929, AHA-AS, Caja 93, Exp. 1816, fs. 31, 35 y Caja 1400, Exp. 19147, f. 114. 18

"Este uso del agua almacenada en los bordos probablemente implica un pérdida importante de agua por evaporación, en contraste con el uso anterior para el trigo de invierno, que iniciaba con el fin de la temporada de lluvias." (Cabrera y Martínez Saldaña 1997). De tal manera que el almacenamiento de agua de lluvia no parece muy apropiado para el cultivo de maíz; pero, nos señala Artemio Cruz (comunicación personal 1999) puede ser útil en regiones del país donde no hay restricciones al cultivo de maíz en invierno al estar libre de heladas -como el valle de Tehuacán. 19

20 Ver

nota 2.

Según Abelardo Rodríguez (septiembre de 1999) del Programa Regional para Latinoamérica del Centro Internacional de Investigación Agrícola en Zonas Aridas en Lima, Perú con el cual entramos en contracto a través de una conferencia electrónica- las cajas de agua descritas por Eling y Sánchez, y cito de su nota electrónica "son parecidas a las tabias de las zonas más secas de Túnez; 21

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hay sistemas semejantes en Andalucia; en Pakistán tienen cajas de agua de tamaños flexibles de acuerdo a la intensidad de las aguas torrenciales, khuskhaba irrigation o spate irrigation." La recomendación de lecturas que hace Aboites para La Laguna es un informe de 1928 sobre La Laguna de Enrique Nájera, Manuel López Portillo y Estanislao Peña 1930 Informe general de la Comisión de Estudios de la Comarca Lagunera Editorial Cultura; F. F. Smith 1932 Estudio sobre el río Nazas, estados de Coahuila y Durango, CNI (estas dos publicaciones se pueden consultar en el Archivo Histórico del Agua). Añade que, se supone hay unos estudios de 1910 hechos por la Pearson para la localización del sitio de la presa sobre el Nazas, que tal vez estén en Torreón. 22

Referencias Referencias de Archivo AGN ARCHIVO GENERAL DE LA NACION. AHA-AS ARCHIVO HISTORICO DEL AGUA, FONDO DE APROVECHAMIENTOS SUPERFICIALES. AGN, Mercedes, Vol. 49, f. 32v. [sin título] AHA-AS, Caja 301, Exp. 7607, f. 10 Distribución de las aguas del río La Laja que reciben las presas de Labradores y de Guadalupe, México, octubre 25 de 1895, AHA-AS, Caja 4606, Exp. 61317, f. 21, fs. 180-181v. Escritura de permuta de la hacienda de Tenería de Valdéz, julio 23 de 1920, AHA-as, Caja 1364, Exp. 18658, fs. 12-17. Informe de la inspección reglamentaria practicada a la hacienda de Tr5ojes, Celaya, 15 de marzo de 1929, AHA-AS, Caja 1400, Exp. 19147, fs. 114, 117-118.

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Informe técnico de la inspección practicada a la hacienda de Silva, Celaya, junio 18 de 1929, AHA-AS, Caja 93, Exp. 1816, fs 31, 35 Informe técnico para la confirmación de agua de la hacienda de Tenería de Valdéz y sus anexas El Cerrito de Yerbas y Estrada, Celaya, enero 31 de 1930, AHAAS, Caja 1364, Exp. 18658, fs. 40, 43-44, 55, 61-63. Informe técnico para la confirmación de derechos del rancho de San Juanico., Celaya, abril 25 de 1929, AHAAS, Caja 865, Exp. 12442, f. 2. Memoria del río Laja, AHA-AS, Caja 381, Exp. 7607, f. 20. Referencias bibliograficas Aboites, L. y D. Birrichaga 1994 ms. Fuentes para la historia de los usos del agua en México (1710-1951). Publicado: Aboites Aguilar, L.; D. Birrichaga; R. Castañeda; B. E. Suárez Cortez 2000 Fuentes para la historia de los usos del agua (1710-1952). CIESAS/CNA, México. Aniceto de Pagés [1909] 1932 Gran Diccionario de la lengua castellana (de autoridades), Barcelona, Fomento Comercial del Libro. Armillas, P. [1949] 1991 “Notas sobre sistemas de cultivo en Mesoamérica. Cultivos de riego y humedad en la Cuenca del Río de las Balsas”, en T. Rojas Rabiela (ed.) Pedro Armillas: Vida y obra, INAH/CIESAS/CNCA, México. Baroni Boissonas, A. 1990 La formación de la estructura agraria en El Bajío colonial, siglos XVI y XVII, CIESAS, México. Bérnard, L. y F. Vergnault 1998 “Rendre visible un systeme complexe d´explotation d´etangs: Terres et eaux en Dombes, technologie et droit coutumier”, en F. Vergneault (ed.) L´Oceil Qui Pense: méthodes

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Antología sobre organizaciones autogestivas

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