CIPRESES CANCROSIS Y MUERTE PROGRESIVA

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CIPRESES CANCROSIS Y MUERTE PROGRESIVA

Introducción Causas Control Muerte asintomática

Introducción Hace 70 años se conoce la cancrosis y muerte progresiva de los cipreses, de los cuales existen 13 especies originarias de EEUU, México, América Central, Europa Meridional, Norte de Africa y Asia. La cancrosis, en sentido estricto, es producida por hongos microscópicos como Seiridium cardinale y Seiridium unicorne. Esta enfermedad se conoce en California desde 1930, y llega al Sur de Europa desde EEUU con cajas de municiones y armas, hechas con madera de cipreses, durante la II Guerra Mundial. La cancrosis causó estragos en el ciprés común (Cupressus sempervirens) en la cuenca del Mediterráneo y en Kenia a partir de 1960. Posteriormente mata diversas especies de cipreses y otras especies de Cupresáceas en Australia y Nueva Zelanda. En Argentina se observa en varias especies de Cupressus, Chamaecyparis y Thuja, a partir de los trabajos de Saraví Cisneros en La Plata en 1953. En 1979 Fernández Valiela recopila la información sobre cancrosis en cipreses. A veces la cancrosis puede estar asociada y sinergizada por otros hongos como Verticillium dahliae, Phoma sp., Macrophoma sp., Phomopsis sp., Pestalotia sp. Pestalotiopsis funerea, Dothiorella sp., todos estos encontrados como cómplices en Argentina y en varias partes del mundo. No siempre el deterioro del follaje y la muerte de los árboles se debe a los hongos de la cancrosis. También existe muerte progresiva por ciertos desequilibrios ambientales (fisiopatías), que se presentan como causas únicas, o acompañados del ataque de insectos y hongos. El prestigioso Agr. Juan Carnevale en 1955, en su libro Arboles Forestales, menciona que los cipreses en general viven de 20 a 25 años en Argentina. Pero destaca que en condiciones templadas y sin estres hídrico de la costa atlántica de Buenos Aires estas especies pueden ser longevas. Es interesante destacar que Verticillium dahliae, un hongo del suelo, que provoca la "rama seca del olivo" o "parálisis parcial" es famosa en todo el mundo. En Cruz del Eje, Córdoba, afectó a olivares, especialmente a la aceituna de mesa y se introdujo a partir de 1930 con el cultivo intercalar de algodón. Con los planes de diferimiento impositivo en La Rioja y Catamarca se implantaron olivares y se trajo material de Israel con una raza de Verticillium que allí no se expresaba, pero que aquí adquirió virulencia. El patógeno pasó de los montes frutales a las cortinas rompevientos y a los viveros de cipreses.

¿Qué son los cipreses?

¿Hace falta esta pregunta? Sí, porque los argentinos no son tan cultos en jardinería ni en botánica como los orientales y anglosajones. ¡Muchos le dicen "pino" a todo árbol que no tenga hojas anchas, incluso a las casuarinas, y hasta a las grevilleas! (sic). En general las coníferas (pinos, abetos, falsos abetos, araucarias, cedros, alerces) tienen hojas angostas (acículares en pinos), pero las cupresáceas como cipreses, falsos cipreses, tuyas, libocedros, calocedros, y enebros, parecen no tener ninguna forma "normal" de crecimiento como yemas y hojas. ¡En las partes terminales no se distingue una ramita de las hojas, y directamente no muestran yemas! Todos los cipreses (Cupressus sp.) presentan hojas muy pequeñas, escamiformes, estrechamente pegadas como escamas de pescado sobre las ramillas terminales, y el follaje es extrañamente homogéneo. También ocurre en tuyas (Thuja sp.) y otras especies de la misma familia botánica. La mayoría de las coníferas y las plantas latifoliadas perennes forman brotes y yemas durante el verano, que quedan protegidos por escamas durante el invierno. Los cipreses solamente forman hojas en la estación cálida y entran en receso parcial durante el tiempo frío. Mediante este crecimiento intermitente, las hojas se convierten en ramitas y ramas, sin tener yemas. Varios de los cipreses cultivados en Argentina provienen de climas mediterráneos con lluvias invernales y veranos secos como en California y la cuenca del Mar Mediterráneo que engloba el Sur de Europa, Norte de Africa y cercano Oriente. Si a esto se suma la cercanía marítima y baja altitud, se tienen climas templados, sin estrés hídrico para los cipreses, tuyas y otras cupresáceas. Se ha comprobado que los vientos marinos depositan sal sobre los árboles costeros y esto frena el desarrollo de la cancrosis. En muchas partes del mundo los cipreses se han difundido como árboles ornamentales en climas diametralmente opuestos, con lluvias de verano, grandes amplitudes térmicas, y desbalance hídrico en la época cálida. A esto no escapa Argentina, con 75 % de su territorio con condiciones de aridez y semiaridez. Esto explica que hongos patógenos como los de la cancrosis y otros, desarrollen cepas virulentas bajo nuevas condiciones ambientales. El ciprés del Himalaya (Cupressus torulosa), que crece entre 1800 y 3300 m en Nepal y la India, con lluvias de verano, presenta poca susceptibilidad a cancrosis en gran parte del mundo. También cabe mencionar que el derrame del follaje de los cipreses, tuyas y otras cupresáceas, con su enorme carga de aceites esenciales y acidificación del suelo, no permiten el establecimiento de su propia progenie bajo el dosel de las plantas adultas en sus ambientes nativos. Con esto los patógenos de la cancrosis y otras enfermedades fúngicas quedan bajo control natural. En los cipreses y en muchas otras coníferas cultivadas fuera de sus ambientes naturales, la hojarasca propia no se humifica por falta de hongos y bacterias descomponedores específicos, y contribuye a la contaminación del suelo. Recordar que estas coníferas ya existían en la era Terciaria hace mas de 30 millones de años y coevolucionaron con sus patógenos y plagas específicos, pero sin desbalances ecológicos significativos. Todo lo opuesto ocurre cuando se usan cipreses en climas opuestos y se plantan amontonados en cercos vivos o barreras rompevientos. Elementales reglas ecológicas permiten entender la interacción ambienteplanta-patógeno-plaga animal.

Cupressus lusitanica: daño severo

Cupressus lusitanica: detalle de follaje muerto.

Cupressus sempervirens: daño severo

Thuja occidentalis: muerte total

Cupressus sempervirens: detalle de daño.

Cupressus macrocarpa: detalle de daño

Causas Los cipreses y otras cupresáceas son atacados por hongos patógenos que afectan la parte aérea o las raíces. En el primer caso están hongos microscópicos de la cancrosis como Seiridium cardinale y Seiridium unicorne, cuyas ascosporas (esporas sexuales) son dispersadas por viento, insectos y aves a mayores distancias. En cambio los conidios (esporas asexuadas) son mas comunes y se dispersan en plantaciones densas por salpicaduras de lluvia o riego por aspersión. Los hongos indefectiblemente penetran por heridas naturales o inducidas de la corteza y afectan el cambium, que es la capa viva inmediatamente debajo de la corteza, donde fluye la savia. Se produce necrosis localizada en el lugar de entrada que luego envuelve toda la periferia de la rama. De aquí a los ápices se produce la muerte de hojas y ramas por interrupción del flujo de savia. Debajo de la corteza aparece el cambium negro y por fuera se observan las acérvulas de Seiridium. Esto explica que la enfermedad comience por manchones en el follaje y luego se generalice a toda la copa, con su característico color marrón. Según las condiciones ambientales esto ocurre en años, meses o semanas. El taponamiento de los tejidos de conducción impide el uso de fungicidas sistémicos por falta de traslocación. . La presencia de insectos que lesionan las hojas o la corteza aceleran el desarrollo de la enfermedad. También puede haber sinergismo con otros hongos que afecten la copa, u hongos del suelo que debiliten la absorción radical. Como ya se mencionó, toda situación de estrés acelera la acción patogénica de la cancrosis y de las demás enfermedades fúngicas. Plantas con buena provisión hídrica resisten mejor o tardan en desarrollar los síntomas. Recordar que plantaciones muy densas crean alta competencia y favorecen la dispersión de las esporas. Un mal generalizado es que los cipreses de vivero presentan raíces principales mutiladas durante su extracción para trasplante a lugar definitivo. Esto provoca un desbalance entre parte radical y copa, con estrés favorable para los patógenos y plagas. Por razones de economía no se venden plantas que hayan desarrollado un sistema radical "normal" en contenedores grandes. La frecuente remoción profunda en tazas de plantación contribuye a mutilación de raíces, favoreciendo la entrada de hongos patógenos de suelo. Las podas inadecuadas, sin desinfección de las herramientas de corte, también contribuyen a la diseminación de la cancrosis y enfermedades similares de la parte aérea. Está comprobado que la falta de algunos micronutrientes, especialmente magnesio, favorecen el desarrollo de estas enfermedades fúngicas. Es frecuente que en jardines urbanos se riegue con agua de piletas de natación con alto contenido de cloro. Este elemento tiene acción biocida y mata irremediablemente las micorrizas ectótrofas que son complejos de hongos benéficos asociados a raícillas. de los cipreses y de otras coníferas. Estas micorrizas son específicas de cada especie o grupos de especies de coníferas y son indispensables para la absorción radical de los nutrientes del suelo.

Control Hace varias décadas que en los países ricos del primer mundo se han encarado trabajos serios de selección de variedades resistentes a cancrosis, tanto por gobiernos como viveros privados. Dada la importancia paisajística de los cipreses en la cuenca mediterránea de Europa, se han encarado desarrollos conjuntos de resistencia a cancrosis entre gobiernos de España, Francia, Italia, Grecia y Turquía. Actualmente existen diversas variedades resistentes de todos los cipreses cultivados. En la Argentina pobre de ahora y de siempre, solo podemos retrasar el desarrollo de la enfermedad mediante prácticas sanas de vivero y de manejo en sitio definitivo, con control de insectos vectores y aspersión de fungicidas sistémicos en estadíos muy tempranos. La extracción temprana de ramas enfermas o tala total de árboles moribundos disminuirá la carga de esporas en el ambiente y retrasará la dispersión a árboles vecinos. Todo material desechado debe extraerse prolijamente y quemarse fuera del sitio. Deben desinfectarse las herramientas de poda entre una rama y otra, y entre individuos. Debe mejorarse la condición hídrica del suelo y aplicar fertilizantes compuestos, con inclusión de micronutrientes. Usar agua de riego de buena calidad.

Desechar totalmente el uso de cipreses en planificación paisajística, y también en cortinas rompevientos hasta que se dispongan variedades resistentes.

Muerte asintomática En cipreses puede ocurrir muerte progresiva o un colapso súbito, mas frecuente en primavera, sin los síntomas de cancrosis o de otras enfermedades fúngicas. Esto es bastante común en el NOA, en plantas adultas con estrés hídrico por sequía y aumento de temperatura. También puede ocurrir una elevación progresiva de la capa freática y consecuente asfixia de raíces. En zonas industriales puede ocurrir contaminación del aire y/o del suelo, que al ser acumulativa puede ocasionar una muerte mas o menos súbita. Las causas están multicondicionadas y pueden remontarse a desarrollo radical deficiente desde el vivero y condiciones ambientales desfavorables para una especie en particular. El diagnóstico preciso debe hacerlo un especialista con una visión holística de las enfermedades específicas de los cipreses y de la interacción planta-ambiente.

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