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Contigo, por ti y en ti; una mirada al llamado Salmo 23.5 (RVR95BTO) 5
Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Mateo 28.18–20 (RVR95BTO) 18
Jesús se acercó y les habló diciendo: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Amén. Introducción Hoy continuaré hablando con ustedes sobre las bendiciones y condiciones del acompañamiento divino. Lo vimos en el Salmo 23:4, donde la vara y el cayado como símbolos de la función pastoral de Dios para con sus ovejas (pueblo de Israel) y con sus otras ovejas, nosotros los gentiles. El Salmo 23 se da en el contexto probable de un pueblo liberado de la esclavitud babilónica que hace referencia a los cuidados de Dios, manifestados anteriormente en los peregrinajes desérticos del Israel nómada, Jacob ya había hecho referencia en el Génesis 48 y 49 a un Dios “que me mantiene desde que yo soy hasta este día” (Gen 48:15), y en su oración testamentaria de despedida, hablando de su hijo José, dice estos versos tan descriptivos; Gén 49:22-24 NBLH "Rama fecunda es José, Rama fecunda junto a un manantial; Sus vástagos se extienden sobre el muro. (23) "Los arqueros lo atacaron con furor, Lo asaetearon y lo hostigaron; (24) Pero su arco permaneció firme Y sus brazos fueron ágiles Por las manos del Poderoso de Jacob (de allí es el Pastor, la Roca de Israel), Jesucristo nos hizo una promesa y nos dio un mandato. Todas las bienaventuranzas que las Escrituras narran, están acompañadas de condiciones, ya sean estas de índole activa (acciones) o pasiva (receptivas). El verso 4 del Salmo 23 nos muestra una transición del diálogo de la acción pastoral a la acción de anfitrión divina. Dios es
2 acompañante y es anfitrión en la vida del creyente que camina con Él en los desiertos y oasis de la vida. Es también el Dios que se posiciona como gigante acompañante de sus ovejas y las bendice en presencia de los enemigos que nos rodean en las batallas de nuestras vidas. Dios ya no tiene un pueblo errante en el desierto, tiene a un pueblo, no sólo con propósito, sino también con una misión clara, específica y viva. En esta misión, Dios sigue manteniendo el sentido de acompañamiento que debió sentir el pueblo de Israel, pero ahora en una dimensión más poderosa, la dimensión de la autoridad del Espíritu que no solo camina con nosotros, hace comunión con nosotros y vive ya en nosotros. Es en esta coyuntura del llamado que debemos procurar el no perder nuestra espiritualidad, el sentido de vida en Cristo que cada uno de nosotros debemos mantener, cultivar y vivificar cada día. Pastor y Monarca protector Un comentarista bíblico escribió sobre esta porción del Salmo 23:5 y dice: “Dios es aún más que un pastor que provee para las necesidades de sus ovejas. Él es un Rey que despliega sus bondades en forma de rica provisión para Sus invitados.1 Esta idea del descanso y la provisión divina para con las ovejas se refuerza con la costumbre oriental del cuidado del invitado a la casa. En este caso, la casa de un Rey. De forma similar a la que el pastor atiende a sus ovejas en los valles de sombra, donde ante los ojos de los depredadores, las ovejas descansan confiadas porque el pastor está guardando la vigilia. Estas pueden comer en los verdes pastos y beber de las prístinas aguas del arroyo, así también es el Señor que nos invita a Su mesa de anfitrión. Es la función del Señor protector que cuida a su invitado del enemigo que lo ha perseguido hasta ahora para destruirlo, reclamando sus pecados pasados. Dios es ahora nuestro anfitrión, y se ha dado el gusto de preparar una mesa en la misma presencia del enemigo, donde éste se hace impotente mientras estés al cuidado y amparo del Dios Omnipotente en la figura redentora de Su hijo Jesucristo. Eso me trae a la memoria la imagen de un hombre en Lucas 8. Es la historia de un hombre atormentado por demonios. No importa como usted quiera interpretar la demonología, esta historia trata de un hombre atormentado, perseguido por sus miedos, sin control sobre sí mismo, llevado por doquier por fuerzas que lo controlaban, su lugar de descanso era en las tumbas, junto a los muertos, pero cuando Jesús llega, llega para cambiar su vida, su entorno, su ser interno y su ser externo. En el verso 35, la narrativa
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Lange, John Peter, Philip Schaff, Carl Bernhard Moll, Charles A. Briggs, John Forsyth, James B. Hammond, J. Frederick McCurdy, y Thomas J. Conant. A commentary on the Holy Scriptures: Psalms. Bellingham, WA: Logos Bible Software, 2008, 182.
3 de Lucas dice que cuando vinieron los de la ciudad a ver lo que sucedió, se encontraron con el testimonio de un hombre transformado a los pies del Maestro.2 El final de esta perícopa bíblica habla de los que se alejan por temor al poder manifestado por Jesús y un solo hombre que quería seguirle. Ya ustedes pueden imaginar quien era esa persona. Era un ex endemoniado, perseguido y abrumado, que ya no lo era más. Lo que aquel hombre transformado deseaba era permanecer con Jesús, pero Jesús le tenía una misión,…”vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas Dios ha hecho por ti.” (Lc 28:9). Jesús tiene la autoridad para enviarnos, conociendo nuestro pasado, porque nuestro pasado no determina nuestro futuro. Muchos de nosotros nos aferramos a un pasado que nos persigue como demonios en jauría atormentándonos, con ojos de lobos que brillan en la oscuridad de nuestras noches. Pero te quiero recordar que ya tú no eres como una oveja que no tienes pastor. Ahora tienes pastor y a un Rey protector que camina contigo, aunque no lo veas, porque con sólo obedecer Su llamado de “ir”, el prometió que te acompañaría todos los días. Cuando el v. 20b nos dice afirmativamente el Jesús resucitado “Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, es una reafirmación de su acompañamiento para todos nuestros días. Es una extensión de lo dicho también en el Salmo 23:1, “Nada me faltará”. Todos los días hablan de en salud, de en enfermedad, de días de calma, de días de prueba. De días de triunfo, de días de angustia, de día de libertad, de días de prisiones, de días de muerte y días de vida. Pero sea como sean nuestros días, el Gran Yo Soy prometió estar contigo. Reafirmamos hoy que hay calma y seguridad en la mesa que adereza nuestro Señor y pastor. Lo hace precisamente ante nuestros enemigos perseguidores buscando acabar con nosotros. Dios no se esconde para defendernos, Dios nos expone para reafirmar Su acompañamiento en el mundo. Sustentados por Jesús mismo El pastor Sugel Michelén comparte en su blog y dice; “Si hay una enseñanza vital de la vida cristiana práctica es que la vida espiritual que derivamos de Cristo se alimenta y fortalece de Cristo mismo. En el momento
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Luc 8:35 NBLH Salió entonces la gente a ver qué había sucedido; y vinieron a Jesús, y encontraron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio, y se llenaron de temor.
4 en que somos salvados, el Espíritu de Cristo viene a morar en nosotros comunicándonos la vida espiritual de Cristo y Sus características.”3 Jesucristo insta a sus discípulos a permanecer en Él. En Juan 15:4-5, Jesús les dice, ““Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Esta expresión habla no sólo del hecho de llevar fruto, sino del proceso der alimentación del creyente. Jesús ha servido una mesa que ha de ser vista por nuestros enemigos. Es indudable que mientras tú estás siendo bendecido frente a tu enemigo, más rabia se crea en ese enemigo que te ve prosperado y bien. Aquí no hay trucos mágicos, como algunos creyentes de este y los pasados tiempo parecen pensar que se manifiestan en la iglesia. En el libro de Hechos, capítulo 8 se encuentra la narración que incluye a un hombre llamado Simón. Este era un hombre cargado de trucos, que vivía de ellos llamándose un “gran mago”. La gente lo identificaba en sus acciones y decían “"Este es el que se llama el Gran Poder de Dios." (Hch 8:10b). Cuando Felipe llega a Samaria, Dios demuestra su verdadero y gran poder a través de un siervo obediente, de manera que hasta este Simón mago, pasó a convertirse. Esta narración nos habla de una verdad ineludible para el cristiano de cualquier época, no puede haber cristiano sin Espíritu Santo. Los que no entienden el poder trasformador de la sangre de Cristo, menos podrán entender el poder capacitador del Espíritu Santo. La vida cristiana no tiene trucos mágicos como pensaba Simón, es una vida para hombres y mujeres débiles que se exponen al cuidado protector de su pastor y Señor. Nosotros lo que hacemos es compartir lo que Cristo ya tiene y que nos proporciona en medio de Su acto de gracia redentora y salvadora. Cristo, el ungido, enviado, el Dios hecho hombre puede aderezar y preparar la mesa para nosotros por Su oficio de Reysacerdote, ministerio superior al mencionado en Génesis que Melquisedec ostentaba. El escritor de Hebreos lo presenta en esta cita de esta forma: Heb 6:19-20 NBLH Tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, y que penetra hasta detrás del velo, (20) adonde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre.
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Sugel Michelén, http://www.ayudapastoral.com/level-one/vida-cristiana/cual-es-la-causa-de-ladecadencia-espiritual/, accedido 19/4/2015.
5 Como Rey, tiene la autoridad y el poder y el dominio para atraer a los invitados, forasteros o de la tierra a compartir la mesa y mientras la comparte, les imparte también sus principios protectores, que los israelitas conocían bien por haber sido un pueblo nómada en el desierto. Como Sumo Sacerdote tiene el ministerio del servicio, pero un servicio que nos cobija por pura gracia amorosa sin desvirtuar que el sigue siendo merecedor de nuestro amplio reconocimiento. No está sirviéndonos como si fuera un camarero esperando una propina. Está sirviéndonos sacerdotalmente, pues no podemos alcanzar a Dios si Cristo mismo no interviene. El NT nos impone la necesidad de estar en Cristo. Juan nos dice en su primera carta que “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1Jn. 5:12). Y en el vers. 20 añade: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna”. Es por eso que el NT hace un uso tan frecuente de la expresión “en Cristo” o frases similares (Pablo usa ese tipo de expresión unas 216 veces en sus cartas). Todo lo que somos y todo lo que tenemos se debe únicamente al hecho de que estamos en Cristo. Cristo adereza una mesa para que comamos y bebamos de Él. Es a eso que se refiere el Señor en Juan 6 cuando dijo a los judíos que si querían ser salvos debían comerlo y beberlo. Cuando nosotros comemos y bebemos los alimentos que sostienen nuestra vida física, esos alimentos vienen a ser parte constituyente de nuestro cuerpo. Y lo mismo ocurre a nivel espiritual. Cuando creemos en Cristo, nos estamos apropiando de Él, y Su vida espiritual con sus características pasa ahora a ser nuestra (comp. Jn. 6:47-58). Yo soy el Pan de Vida, dijo el Señor, Yo soy el Camino, también les menciona. Si sigues al Señor hay provisión para los que le siguen. Cuando dice, Yo Soy la Luz del Mundo, nos habla de dirección aún en la oscuridad de este mundo. No puede haber tinieblas, ni sombras cuando le seguimos a Él. Para eso ha provisto a la Iglesia de Su santo Espíritu. El que me sigue, no andará en tinieblas, eso le reafirma en Juan 8:12. Conclusión Hoy reafirmo ante ustedes que somos Iglesia con pastor, con Rey y Sacerdote. No solamente está contigo, Él está por ti, se hizo sacrificio por ti y está hoy también en ti. No despreciemos Su presencia. ¡Dios te bendiga!